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La felicidad común y corriente

Cristián Monckeberg Ministro de Vivienda y Urbanismo

Hace casi un año conocí a Jenny, una mujer de la comuna de Peñalolén en la Región Metropolitana. Estábamos en la ceremonia de primera piedra de un proyecto habitacional de gran impacto —El Sauzal—, uno de nuestros proyectos a los que llamamos “Planes Urbanos Habitacionales”. Ese día, Jenny me dijo algo que hasta entonces no me había hecho tanto sentido: “Ahora, cuando tenga mi casa acá, en este proyecto, voy a poder vivir en la comuna a la que pertenezco y además, voy a tener todo cerca, incluso la pega”.

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Su rostro era de total felicidad.

Desde entonces no he dejado de transmitirle a nuestros equipos ministeriales que debemos incorporar la felicidad como un objetivo principal en nuestras políticas, en un Ministerio que desde su creación ha producido precisamente eso, y en el que no hemos sido realmente conscientes de aquello.

Cuando el Presidente Sebastián Piñera me designó frente al Ministerio de Vivienda y Urbanismo, me remarcó una frase que hasta el día de hoy me acompaña: “entregue hogares y no carpetas, entregue felicidad”. Ese fue el punto de partida.

“Lo común y lo corriente” es el título que lleva esta edición de la Bienal de Arquitectura, en la que me complace participar como Ministro de Vivienda y Urbanismo. Nos encontramos en un período emocionante pues hoy, hablar de lo común y lo corriente es hablar de la ciudad, de sus barrios y sus rincones. La ciudad en la que queremos vivir… En la que Jenny quiere vivir. Este es el sustento del cambio que discutimos en el Congreso, cuando proponemos que nuestro Ministerio se transforme en el futuro Ministerio de Ciudad, Vivienda y Territorio. ¿Por qué? Porque hay una ciudadanía empoderada y más consciente de su entorno, y porque queremos derribar los muros de la reconocida pero poco abordada segregación social y urbana de nuestro país.

En eso consiste la integración social que promovemos en todas nuestras líneas de acción ministeriales: en los proyectos para las familias más desposeídas, en los barrios, en la recuperación de espacios donde ha habido delincuencia y narcotráfico, cada vez que arreglamos o construimos una vereda o cuando diseñamos un nuevo parque. Hemos hablado de unir la ciudad. Sí, porque la manera en que nuestras ciudades fueron creciendo fue desproporcionada e irracional, y las personas quedaron esparcidas como las piezas de un rompecabezas.

Nuestro legado consistirá en devolverle a esas familias la felicidad a través de lo que debiera ser “lo corriente”: que vivan cerca de sus trabajos, sus colegios, sus servicios, sus amigos y familiares y, principalmente, en la ciudad en que quieren vivir. Pero también, desde “lo común”, porque la ciudad es la casa que reúne a todas y todos bajo un mismo cielo, con la dignidad que merecen y mayor calidad de vida.

Esperamos puedan disfrutar de esta muestra que es motivo de orgullo para nuestro país.

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