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El Barrio MataderoFranklin y el vínculo con la comunidad

El Barrio Matadero-Franklin y el vínculo con la comunidad

Por Paz Concha y Diego Montoya

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En Santiago, así como en otras ciudades del mundo, las actividades comerciales suelen aglomerarse en malls, galerías, áreas centrales o distritos de negocios. Además de los modernos y grandes centros comerciales, nuestra capital se caracteriza por la aglomeración de actividades comerciales de ciertos rubros en barrios o sectores más o menos definidos, tradicionales y populares, como La Vega Central, el Barrio Meiggs o Patronato, entre otros. Barrios como estos son importantes para la vida en la ciudad, pues le entregan dinamismo, son importantes fuentes de empleo formal e informal, y abastecen y mejoran la calidad de vida de las zonas residenciales aledañas o más próximas. Estos no son sólo importantes por sus actividades económicas, sino también por jugar un rol como nodos de socialización, integración y encuentro para las personas. La actividad económica de tiendas y mercados formales, así como la actividad informal, son elementos primordiales en las ciudades del Sur Global, que usualmente mezclan zonas de comercio establecido con vendedores ambulantes u ocasionales, lo que junto a la gran cantidad de transeúntes o residentes genera una rica atmósfera social en estos espacios.

Todos los elementos mencionados se observan en el Barrio Matadero-Franklin, en la comuna de Santiago. Este sector comenzó a poblarse en 1847, cuando la ciudad tenía poco menos de 100.000 habitantes. Hasta ese momento, la zona era conocida como el borde sur de la ciudad, donde ésta llegaba a su fin y comenzaba la ruralidad. A fines del siglo xix y comienzos del siglo xx, el barrio se consolidó como un área de vivienda y se integró a la zona urbana. La migración campo-ciudad atrajo a trabajadores en busca de empleo y residencia en la periferia, formando asentamientos informales [callampas] a lo largo del Zanjón de la Aguada y ocupando otras formas de vivienda precaria en conventillos o cités, algunos de los cuales aún perduran y albergan población en el barrio.

La zona residencial conocida como Barrio Huemul o Población Huemul, inauguró su primera etapa de casas en 1911. Junto a otras dos etapas subsiguientes de departamentos, entregaba vivienda digna y de altos estándares para la época a la clase obrera, junto con áreas verdes y servicios como la “caja de ahorros”, la “gota de leche”, hospital de niños, parroquia, escuelas, biblioteca y el Teatro Huemul.

El Matadero Modelo abrió en 1914 y marcó un hito en la historia del barrio y la ciudad. La estación de trenes de San Diego traía el ganado desde las zonas rurales y la actividad

en torno a la carne, el cuero y derivados, generó cientos de empleos para residentes de zonas cercanas hasta 1972 —en esa fecha, la matanza de animales se movió más al sur, a Lo Valledor—. Asimismo, la línea férrea constituyó un importante elemento que conectaba el barrio con el denominado “cinturón de hierro”, otras zonas interiores y las industrias de la periferia. Inmigrantes vascos, italianos, sirios, palestinos, judíos y rusos, desarrollaron la industria local de calzado, muebles, textiles y vidrio, entre otros productos. La actividad industrial en esta zona impulsó aún más al sector, especialmente al de Franklin, hasta el comienzo de la dictadura, y el posterior quiebre y cierre de muchas de estas faenas.

A principios de los ‘80, comenzó la reconversión y cambio a actividades de venta de productos en lo que conocemos como Persa Bío-Bío. El Persa —o más bien, una serie de persas o establecimientos comerciales diversos— es hoy día el área comercial más grande y densa del país, con aproximadamente 582 comercios formales en un área de 26.331 m2 que, junto al comercio ambulante, suman casi 2.000 comercios en total. Los persas más antiguos se ubican en los galpones de las industrias que colapsaron con la crisis económica, como el Persa Víctor Manuel, ubicado en la ex curtiembre y fábrica de zapatos Ayçaguer y Duhalde. Los más nuevos son construcciones ad-hoc para disponer de locales comerciales y patios de comida. Asimismo, el Mercado Matadero-Franklin continúa reuniendo cientos de carnicerías, verdulerías, venta de abarrotes y cocinerías, siendo el corazón del barrio y abasteciendo especialmente a la población del sur de Santiago.

Así, el Barrio Matadero-Franklin se configura en la actualidad con un área residencial y otra de comercio, servicios y empleo. Cuenta con dos estaciones de metro y corredores especiales para buses en las avenidas principales y además, posee un gran parque público de reciente inauguración: el Parque Inundable Intercomunal Víctor Jara.

El Barrio mantiene el dinamismo de la vida cotidiana de antaño, mezclando lo residencial y lo comercial. A su vez, se impregna de nuevos elementos como la creciente densidad, con la edificación en altura, los nuevos comercios con restaurantes latinoamericanos, étnicos y gourmet, el arte urbano y las actividades culturales. Todo esto ha generado una renovada y creciente atención de lo medios de comunicación por el barrio, y un potencial de desarrollo inmobiliario.

En el pulso del día a día, la semana se caracteriza por la tranquilidad y el predominio del comercio formal. Los fines de semana, las principales calles y avenidas se transforman con la inmensa masa de visitantes que transitan con carros y bolsas por las calles y veredas. Familias completas salen de paseo y compras. El Matadero los acoge, los persas abren sus puertas, los ambulantes instalan sus carros y paños, el olor de la comida de la calle impregna las esquinas más populares y así, lo común y corriente del lugar, le sigue dando esa identidad extraordinaria en constante creación.

¿Cómo montar una Bienal en el Barrio Matadero-Franklin? Hasta ahora no existe un precedente que abarcara más que un edificio para desplegarse territorialmente en un barrio. Sin lugar a duda, la respuesta es compleja, porque se enfoca en un público general ajeno a los círculos de conversación arquitectónica, e involucra la percepción de vecinos, locatarios y visitantes acerca de lo que el barrio significa colectivamente para ellos. Es así como la xxi Bienal de Arquitectura y Urbanismo ha realizado una serie de actividades en el barrio, que han tenido como objetivo medir la valoración social del área que la Bienal intervendrá y vincularse con los residentes, locatarios y el público.

Entre marzo y mayo de 2019, se realizaron consultas lúdicas, en las que se invitaba al público a responder sobre un soporte diseñado para que se completara cuando las respuestas se fueran superponiendo unas con otras. De ese modo, la visualización de las tendencias se haría evidente. En la primera parte de la consulta, las preguntas buscaban que las personas fueran capaces de identificar el barrio, sus dimensiones y su centralidad, además de consensuar un nombre común. Luego, se pedí conceptualizarlo en una sola palabra e identificar dos zonas en él: la que le producía más felicidad y la que le producía mayor tristeza. De este modo, en solo un minuto se pudo identificar, acotar y valorar el área estudiada, mientras que en paralelo se pudo extraer información sobre la procedencia e intereses del sujeto consultado. En la segunda parte de la actividad, denominada “¿Qué es para ti lo común y lo corriente?”, se les preguntó a los participantes acerca de las actividades y los lugares que consideraban comunes y corrientes, y se les pidió realizar una evaluación positiva, neutra o negativa de cada una de ellas.

Se hicieron tres de estas consultas en total: en el Persa Víctor Manuel, en el Mercado Matadero Franklin y en el Teatro Huemul, considerando que las principales actividades de la Bienal se desarrollarían en estos tres puntos. Cada consulta se realizó en una jornada de día sábado desde las 11:00 hasta las 14:00 horas. Se calcula que en total participaron 600 personas.

La información obtenida de las consultas ha sido utilizada para realizar una muestra pública del análisis durante la Bienal, así como también para reportar al equipo de organización y contribuir al modelamiento de la estrategia de inserción de los eventos en el barrio, identificando zonas atractivas y zonas deprimidas donde poder desplegar intervenciones, montajes, y actividades, además de temas de interés del público general que asiste a las charlas y conferencias.

Más allá de lo interesante de la información obtenida, estas consultas sirvieron para conocer la respuesta del público ante el primer estímulo de la Bienal y afortunadamente, tuvieron una acogida maravillosa. Durante cada jornada fuimos creando una red con vecinos, locatarios y visitantes parroquianos, los que vibran con este barrio tan peculiar, y su patrimonio intangible y popular. Desde el primer momento fuimos capaces de entusiasmar a los futuros

visitantes, involucrándolos con la organización del evento y sobre todo, aprendimos a valorar este tesoro urbano a través de los ojos y la voz de quienes lo mantienen vivo.

Un evento que trata sobre lo “común y corriente”, alejado de discursos elitistas y con una perspectiva sin pretensiones, que impulsa al gremio a retomar un enfoque humano y ciudadano para construir mejores ciudades para las personas.

Primera consulta pública Barrio Franklin, 2019. Fotografías: Francisca González.

Paz Concha Antropóloga Social Universidad de Chile (2009), MSc in Culture and Society, London School of Economics and Political Science, lse (2013), PhD in Sociology lse (2017). Profesora adjunta del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales uc e investigadora postdoctoral del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (coes). Diego Montoya Arquitecto Universidad de Chile (2016), diplomado en Modelamiento y Coordinación de Proyectos bim (uch 2019). Arquitecto de Ciudad Emergente (laboratorio de tácticas y herramientas para el urbanismo ciudadano). Coordinador del Levantamiento Territorial y Comunitario de la xxi Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile.

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