Karin Gruß | Tobias Krejtschi
Kenan es un chico normal. Lo que más le gusta es jugar al baloncesto con sus amigos. Se ha acostumbrado a ver, a su alrededor, las casas derruidas por la guerra. Kenan vive en un país enfrentado con su vecino. En un desplazamiento para disputar un partido, el chico es herido cuando el autobús en el que viajan es alcanzado por los disparos…
Karin Gruß | Tobias Krejtschi
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Lóguez
Para Kolja, Anika y Tobias K.G.
Karin Gruß nació en Wuppertal (Alemania). Ha sido profesora y librera, dirigiendo durante muchos años el programa de libros ilustrados de la prestigiosa editorial alemana Peter Hammer Verlag. Actualmente trabaja como independiente en el sector de la Literatura Infantil y Juvenil. La zapatilla roja es su primer álbum, realizado bajo las impresiones producidas por los enfrentamientos en la franja de Gaza. Tobias Krejtschi nació en Dresde en 1980, estudió ilustración en la HAW de Hamburgo, donde ejerce actualmente como profesor. Su primer álbum, Die Schlaue Mama Sambona, con texto de Hermann Schulz, ha recibido importantes premios y ha sido traducido a varios idiomas.
Título del original alemán: Ein roter Schuh Traducción de L. Rodríguez López Boje Verlag in the Bastei Lübbe GmbH & Co. KG © 2012 by Bastei Lübbe GmbH & Co. KG, Köln Spanish language edition arranged through Literary Agent Martina Nommel Isestrasse 9, D-20144, Germany © para España y el español: Lóguez Ediciones 2014 Todos los derechos reservados Printed in Spain ISBN 978-84-96646-98-8 Depósito legal: S.36-2014 www.loguezediciones.es
Karin Gruß | Tobias Krejtschi
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Por suerte, había guardado mi móvil en el bolsillo del pantalón. Fuera, las explosiones y los disparos de la calle eran tan estruendosos que solamente percibía las llamadas por las vibraciones que producían. “¡Han disparado contra un autobús escolar!”, había gritado mi colega imponiéndose al ruido. “Los niños que han sobrevivido están siendo evacuados en este momento”. Era extraño cómo esa información se escuchaba como algo cotidiano. “Nos vemos en el hospital y agacha la cabeza si disparan, viejo amigo, ¡se te necesita aquí!”. Y había colgado.
Decidí hacer el camino a pie. Mi jeep hacía un par de días que había dado las últimas. La repisa de un centro comercial, al lado de la plaza para aparcar, se había derrumbado cubriéndolo todo. Un padre con su hijo también habían quedado sepultados bajo los escombros cuando abandonaban la panadería. A mi lado, un viejo con muletas lo había presenciado todo. “¿Por qué no me habrá pasado a mí?”, le oí decir mientras intentaba con dificultad mantenerse en pie.
Fuera, delante del hotel, ya estaban los equipos de televisión; también ellos tenían noticia del ataque al autobús escolar. Me di prisa, pegado a la pared de las casas, pasando por delante de niños que jugaban. Llevaba mi cámara en la mano. Había que estar preparado para lo que surgiera.