Angelika Zahn · Lena Hesse
Lóguez
¡Ups!
7 h
¡Buenos días!
Son las...
… 6.45 h
La alarma del reloj inteligente pone fin a tus sueños y te dice cuánto y cómo has dormido.
Abres la aplicación para lavarse los dientes de la tablet y, gracias al movimiento del cepillo, consigues cazar a unos cuantos monstruitos. Ya en la ducha, te apetece escuchar tu canción favorita, así que le pides al altavoz inteligente que la ponga. El suelo del baño está calentito: hace media hora, el sistema de control remoto de la casa ha encendido la calefacción radiante.
8 h
En clase de Matemáticas, el programa escoge ejercicios que se adaptan a tu nivel: no es que sean muy fáciles, pero los puedes resolver.
14 h
Hoy tienes clase de prueba en taekwondo. El sistema de navegación del coche hace que lleguéis puntuales, aunque no conozcáis el camino.
¡Venga, sube, que llegamos tarde!
¡Voy!
… Llegada 13.59 h
17 h
Toca hacer deberes. En clase de Lengua ha habido una cosa que no has entendido bien, pero no hay problema: en la tablet hay una aplicación con vídeos explicativos que, además, recomienda ejercicios para fijar lo aprendido.
¿Y esto de «Extras»?
20 h
¡Gorgonzola!
18 h
Hoy cenamos pizza, ¡bien! A través de una aplicación se encarga a la pizzería más próxima que tenga disponibilidad y ¡listo!
A los treinta minutos la tienes en casa.
19.15 h
Como ya has acabado de ver tu serie favorita, la plataforma de televisión a la carta te sugiere otros programas que podrían gustarte.
¡Hora de irse a la cama! El robot de juguete te llama por tu nombre y te cuenta un cuento antes de dormir.
… y comieron perdices.
¿Estás construyendo un robot?
Solo es un prototipo. Lo importante es saber programarlo.
¿Cuánto sabe la inteligencia artificial?
Cuando se habla de inteligencia artificial , muchas personas piensan en robots o en superordenadores, pero, en realidad, es algo que ya está muy presente en nuestra vida cotidiana: cualquier programa informático capaz de aprender es inteligencia artificial.
La inteligencia artificial o IA es un campo de la informática. A veces también se utiliza la abreviatura AI, que significa lo mismo: son las siglas en inglés de «Artificial Intelligence».
Esta tecnología se denomina «inteligente» porque aprende de sus errores de manera autónoma. Por ejemplo, hay programas de IA capaces de aprender por sí solos juegos de mesa, como el ajedrez.
Los únicos datos que necesitan son las reglas y las condiciones para que un jugador gane. Mediante un sistema de estímulos, el programa empieza a practicar por sí mismo para saber cuáles son las mejores jugadas. Así, descubre movimientos desconocidos para un ser humano.
Ahora bien, todas las IA dependen de las personas que las programan o las alimentan con datos. Una IA solo ejecutará aquello para lo que fue diseñada, es decir, que no es capaz de desarrollar nuevas ideas o capacidades por sí sola.
¡Bien!
¿Es la IA superinteligente?
Dentro de la IA se distinguen tres tipos según lo bien que imite el razonamiento humano: la inteligencia débil, la inteligencia fuerte y la superinteligencia.
Hasta ahora solo existe la inteligencia débil. Las otras dos únicamente se han visto en películas de ciencia ficción. En la vida real aún falta mucho para que existan.
La inteligencia débil ya sabe hacer muchísimas cosas, y muchas de ellas incluso mejor que los humanos. Sin embargo, no puede imitar todas las capacidades de nuestro cerebro, y tampoco es capaz de tener sentimientos, ser creativa o relacionarse con los demás. Simplemente es una calculadora fiable y rapidísima.
En 1996, el entonces campeón mundial de ajedrez Gari Kaspárov perdió contra el software Deep Blue. Hoy los ordenadores son tan buenos jugando al ajedrez que los seres humanos apenas tienen posibilidades de ganarles. No obstante, siguen siendo considerados «IA débil».
Inteligencia débil
Es capaz de realizar algunas tareas a las que se enfrenta nuestro cerebro y encontrar soluciones.
Inteligencia fuerte
Podría reproducir todas las capacidades del cerebro humano.
Superinteligencia
Sería más inteligente que el ser humano, no solo a la hora de solucionar problemas y llevar a cabo distintas tareas, sino también en cuanto a sus capacidades sociales y creativas.
¿Está ya la IA en todas partes?
Muchas personas llevan consigo un dispositivo que contiene un montón de aplicaciones de IA: hablamos del smartphone o teléfono inteligente. Esto nos resulta tan obvio que ni siquiera nos paramos a pensar en todo lo que nuestro teléfono móvil puede hacer.
Reconocimiento facial: El móvil es capaz de medir una cara en tres dimensiones, es decir, su longitud, altura y profundidad. Para ello utiliza un proyector infrarrojo que envía al rostro 30.000 puntos de luz invisible. De este modo registra todos y cada uno de sus rasgos: la forma de los ojos, el tamaño de la nariz o la curvatura de los labios. Estos datos después se contrastan con los que el propio teléfono tiene almacenados sobre esa misma cara.
Reconocimiento de imágenes: El móvil reconoce a las personas que aparecen en una imagen y las clasifica. Por eso es posible pedirle que nos muestre todas las fotos del abuelo o del bebé. También es capaz de registrar los datos de una cara que se ponga delante de la cámara, cuyo objetivo se ajusta automáticamente.
Ajustes: La IA detecta cuándo usamos mucho el móvil y cuándo lo dejamos a un lado. Estos datos permiten activar el ahorro de energía en los periodos de menos uso y prolongar así la vida útil de la batería.
ABU
¡Me hago pis!
¿Cuánto queda?
A 300 metros gire a la derecha. Su destino está a 200 metros a mano izquierda.
Navegación: El móvil nos indica el trayecto recomendado hasta nuestro destino. Según la hora o el día de la semana, se muestran varias rutas posibles. Las recomendaciones dependen, por ejemplo, del volumen de tráfico. Cuando uno va en bici también es importante saber si el trayecto tiene muchas curvas o algún desnivel, puesto que el camino más corto no siempre es el más rápido o el más agradable.
Reconocimiento de voz: Sirve para procesar el lenguaje hablado. Esto permite obtener información y manejar aplicaciones sin necesidad de teclear y también se puede dictar un texto.
Oye, Siri. ¿Cuándo salía mi tren?
Dentro de 7 minutos.
Los aspiradores robóticos fueron los primeros aparatos inteligentes que entraron en nuestros hogares. Esto ocurrió aproximadamente en el año 2000, coincidiendo con el cambio de siglo. Hoy estos pequeños ayudantes no solo son más económicos, sino también mucho más eficaces: gracias a un medidor de distancias láser trazan un mapa del espacio, reconocen los obstáculos y se dirigen a la estación de carga cuando sea necesario. Los robots cortacésped funcionan de una forma parecida.
Los primeros aspiradores robóticos se desplazaban de un modo caótico. Así, era imposible saber dónde iban a limpiar...
y dónde no.
La siguiente generación de aspiradores robóticos ya estaba equipada con una cámara. Esto les permitía reconocer el espacio y recorrerlo en su totalidad.
Claro que solo si había luz suficiente.
Los aspiradores robóticos más modernos incorporan un láser para calcular el espacio y dónde se encuentran los obstáculos. Esto también permite trazar un mapa.
…
¡Ajá!
¡Uy!
¿Qué tal zanahorias glaseadas con cúrcuma?
¿Qué tal unas patatas fritas?
Los frigoríficos inteligentes proponen menús y completan la lista de la compra teniendo en cuenta no solo lo que queda en la nevera, sino también los gustos de los distintos miembros de la familia. De este modo, ayudan a tirar menos alimentos a la basura.
Los sistemas domóticos o de control inteligente de una casa permiten regular de forma automática varios dispositivos, como son las persianas, las luces, las cámaras de vigilancia, los detectores de humo o la calefacción. Todo ello se maneja de forma centralizada a través de una app, de forma que los usuarios ni siquiera necesitan estar en casa. Los distintos componentes pueden comunicarse entre sí y funcionar de manera coordinada.