giannuzzi, los errores necesarios

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MUESTRARIO DE POESÍA 49 – LOS ERRORES NECESARIOS – JOAQUÍN GIANNUZZI

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Joaquín Giannuzzi Los errores necesarios y otros poemas

BIBLIOTECA DIGITAL DE

AQUILES JULIÁN

Biblioteca Digital

Muestrario de Poesía 49


MUESTRARIO DE POESÍA 49 – LOS ERRORES NECESARIOS – JOAQUÍN GIANNUZZI

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Los errores necesarios y otros poemas.

Joaquín Giannuzzi, Argentina Edición digital gratuita de

Muestrario de Poesía

49

Editor: Aquiles Julián, República Dominicana. Primera edición: Agosto 2009 Santo Domingo, República Dominicana

¿Qué somos? Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se difunde por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Es una iniciativa sin fines de lucro para servir, aportar, añadir valor y propiciar una cultura de diálogo, de tolerancia, de respeto, de contribución, que promueva valores sanos, constructivos, edificantes, en favor de la paz y la preservación de la vida acorde con los principios cristianos. Los libros digitales son gratuitos, promueven al autor y su obra, así como el amor por la lectura, y se envían como contribución a la educación, edificación y superación de las personas que los solicitan sin costo alguno.

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AQUILES JULIÁN

Sol Poniente interior 144, Apto. 3-B, Altos de Arroyo Hondo III, Santo Domingo, D.N., República Dominicana. Tel. 809-565-3164 Se autoriza la libre reproducción y distribución del presente libro, siempre y cuando se haga gratuitamente y sin modificación de su contenido y autor. Si se solicita, se enviarán copias en formato PDF vía email. Para pedirlos, enviar e-mail a intercoach.dr@gmail.com,

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Contenido Asistir al espectáculo del mundo

/ Aquiles Julián

Gladiolo Dormitorio y nada Saludo a Blaise Cendrars Un domingo de Fernando Pessoa Reunión de familia Vamos a conversar Usted no comprende Herederos El diagnóstico Momento de Proust Ballet Cabeza final Perplejidades al amanecer Mosca final Muchacha en una fotografía Escuchando el presente Lluvia La gallina A puertas cerradas Los errores necesarios Tiroteo en la noche Escena con Chaplin Certezas matinales Te estoy escuchando Conocimiento del insecto Lluvia nocturna detrás de la estación de servicio Guía de conferencias Final de época La dalia roja Llamada al hueso principal Amanecer en mi mano El suicida Epigrama Nicolás entra en escena Hueso cavando El doctor Kafka detrás de su escritorio

7 8 8 9 10 10 10 11 12 12 13 13 14 14 15 15 16 16 17 17 18 18 19 19 20 20 21 21 22 22 23 23 24 24 24 25 25

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Vieja fotografía de familia Teólogo en la ventana La anémona Negación en el valle El hueso de la gaviota Alto pájaro cazado Teléfono y vacío Violín obligado Cumpleaños Ingrid Bergman Fábula Liturgia al amanecer Creencias del jardín Sueño del nadador El accidente Escultura de Pevsner Solo en escena La condena Anémonas de Matisse Segundo adiós Informe policial Comensales Aventura de los objetos Paisaje final Huella de caracol Perro en la luna Geranios al alba El marco de referencia Noche en la carretera Vieja fotografía de familia Los pies en el Cristo de Grunewald Momento invernal Este nombre Aniversario Esa mosca Mientras duerme Efectos de la lluvia Materia de cazador Extraviado (perro) en la lluvia La disolución Sapo en el laboratorio Consumación personal El desconocido Los aros: juego Girando sobre el 1ro. de enero El adiós Caída con enigma Me despierto en la noche Soy yo mismo el desastre Cuando la dalia supera Cabello en la ventana

26 27 27 28 29 29 30 30 31 31 31 32 32 33 34 34 34 35 35 36 36 37 37 38 38 39 39 39 40 40 41 41 42 42 42 43 43 43 44 44 44 45 45 46 46 47 47 47 48 48 48

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Mis objetos Preparando el café Madre inclinada Negación en el valle Muchacha en la época Dalia inclinada hacia mi ventana Memoria de Raúl Gustavo Aguirre Cuando después de girado Tres fotografías en el pasado Pero no me recuerdo Crónica de la columna vertebral Llamando a Rimbaud Estos cantores Inmigrantes, 1910 Muchacha en el balcón La abuela Viaje suspendido Libélula La chuña Cuando el mundo es puesto en duda Aquí el error Lluvia en el jardín Nuestros días mortales Contemporáneo Cumpleaños Basta cruzar la calle El iluminado Perro y amo Alguna vez, las líneas Del otro lado La rueda Acoplamiento Uvas rosadas Insecto en el verano El sapo Astrología Escuchando el laúd Accidente aéreo Kafka en el sanatorio Mi hija se viste y sale La desaparición La batalla Dalia en el viento Texto para un cuarto de hotel Viaje suspendido Pulitzer Zapatos La rama caída Escuchando el presente Acción fílmica La noche del esposo

49 49 50 50 51 51 52 53 53 54 55 56 56 56 57 57 58 58 59 60 60 60 61 62 63 64 64 64 65 65 66 66 67 68 68 69 70 70 71 71 72 72 73 74 74 75 75 75 76 76 76

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Hipótesis sobre objetos Texto para un cuarto de hotel Reflejo condicionado (La lluvia es un apaciguamiento universal…) Poética Pero mire un poco Apuntes de época Fábula Por alguna razón Zona bancaria

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El poder de la palabra, entrevista / Martha Vargas Sentimiento trágico del tiempo / Jorge Ariel Madrazo La poesía es una eterna juventud / Mario Sampaolesi

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Joaquín Giannuzzi / biografía

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Asistir al espectáculo del mundo Por Aquiles

Julián

Hay escritores que gozan de amplio renombre y reconocimiento en vida. Las editoriales los publican. La prensa los entrevistan. El público sabe sus nombres, aunque no obligatoriamente los lea. Son, en cierta manera, los íconos que señalan si la persona posee cierto grado o no de cultura. Algunos cuentan con formidables aparatos de relaciones públicas: la matraca política, por ejemplo. Hay otros que viven en un discreto segundo plano, en un cuasi anonimato. Pergeñan, pacientes, una obra que apenas la conoce un reducido círculo. Su existencia se mueve al margen de las estridencias de las modas literarias y los reflectores de la fama. El renombre y el reconocimiento no tienen nada de malo, tampoco indican la perdurabilidad de una obra. Mucho renombre provino de intereses ajenos al propiamente literario: los extremistas utilizaron a escritores y artistas para que dignificaran y amplificaran sus extravíos e indignidades a cambio de endiosarlos, promoverlos y difundirlos. Muchos convinieron en este trueque inmoral. Y esa proclividad a ser “compañero de ruta” se mantiene, con las ventajas que se derivan de ella: viajes, claques que te aplauden sin leerte, crítica acomodaticia, etc. Esa era y es la matraca política, un formidable aparato de propaganda y manipulación, cuyo arquitecto lo fue Willi Münzenberg, el alemán asesinado por mandato de su propio amo: Iosif Stalin. Un autor del segundo tipo lo es Joaquín Giannuzzi. Fue acopiando laboriosamente una obra fundamental para la poesía argentina y latinoamericana, cuya riqueza, hondura y significación sorprenden. Sus versos nos recontactan con el entorno, con la vida cotidiana, vistas a través de su formidable poesía. Giannuzzi es dueño de un tono propio, de un estilo cargado de nostalgia, y de cierta ironía y humor negro. Posa sobre la vida una mirada desangelada, renovada, que descubre los vínculos secretos entre las cosas y los hombres. Y nos comparte su visión. Es un testigo, un cronista inesperado del devenir, que desde su butaca “asiste al espectáculo del mundo”, dueño de una cabeza “apaleada por todas las ideologías”. Mucho ha ocurrido en su país, Argentina, en el último medio siglo. Pequeños heroísmos y grandes desventuras; el empuercamiento en el crimen y la vesanía de instituciones que perdieron el crédito y el honor que reclamaban; el ofuscamiento extremista que justificó e hizo el juego a los peores instintos; el acobardamiento de las mayorías; el encharcamiento en la sangre de todo un país. Y todo eso lo tuvo que presenciar Giannuzzi. Nos quedan de él estos versos, un testimonio de los años difíciles, de su tránsito arduo por la vida.


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Gladiolo Envainado y bermejo, estriado de púrpura, continuación suntuosa del tallo afilado como navaja. Engendrado por la suave torsión de pétalos tensados, una forma cumplida en torno a un centro de energía. Vástago breve de febrero que abarca el día a partir del sol, abriéndose a su paso, girando y plegándose con la luz menguante, hasta cerrarse como un puño a las puertas de la oscuridad. ¿Qué especie de certeza hay en esta oscilación del movimiento no visible? La pulsación del día escapa a mi ojo pero yo he amado, perplejo, este drama mecánico en una tierra que perdura y cada año, testigo, mi yo es un susurro inverso al camino del sol, humillado por su propia dirección equivocada.

Dormitorio y nada Espera. Cuando salgo del dormitorio me detengo y vuelvo mi perpleja cabeza de Lázaro. Allí estuve yo

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donde dormí cien años, sin fumar, ni cambiarme de ropa, sumergido en la negación, sin culpas, aguas abajo, puro bulto fisiológico, montón tan impolítico que, no sé, a lo mejor daba gusto.

Saludo a Blaise Cendrars Aquí reconozco la madera y las rutas de Whitman, en este terrible adorador apretado al planeta chisporroteando como una fragua recién encendida. El más completo idólatra de todos los tiempos, su formidable apetito por la creación, bebedor de todos los licores, devorando la cantidad y la unidad, la pulpa y la cáscara; nombrando, palpando, lamiendo los materiales visibles / y los otros, sin proferir un juicio, opinión, comentario, negación; saludando con dos brazos o uno, gritando buenos días / a todo el mundo; fermento jovial, afirmativo frente a la amenaza de la materia / y la energía de los pueblos; manejando el lenguaje articulado como una sucesión / irremediable de la respiración; la salud de sus textos corridos aplastando los puntos, las comas y las restantes treguas del orden enfermo; torrente de lava llenando los huecos, las fisuras, las omisiones, / las defunciones; metiendo las construcciones y las aventuras humanas en la / naturaleza; la poesía de decir como al descuido "los comerciantes están emocionados"; la muerte que no aparece en ninguna parte barrida por la avalancha de lo distinto; porque "el solo hecho de existir es una verdadera felicidad". Por todo eso y otras pruebas de su entusiasmo por el / universo, yo agradezco, aplaudo y ovaciono su absoluta seguridad de que todo lo que existe hace poesía su terrestre baile perpetuo entre las cosas racionales e /irracionales; ¡su alegre certidumbre de que cada cosa es ella misma / y además un huevo!

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Un domingo de Fernando Pessoa Desde su ventana arroja hacia la calle una caja de fósforos vacía: es domingo y en el orden desierto cae tristemente con un sonido condenado a un significado secreto. La tarde que declina todo lo desampara. Nada es eterno en la escena. ¿Valía la pena recorrer los años para concluir con ese gesto que se cierra sobre si mismo? Pero los hechos no han concluido. Los días aún se repetirán. Mientras tanto, en Lisboa, un fragmento de calle, una caja vacía son elementos mudables que sostienen una visión en ruinas de las cosas.

Reunión de familia Cuando nuestro hermano menor cumplió cincuenta años mamá tuvo una horrorosa visión del tiempo: así que dijo —y yo vi cómo sus hombros se estremecían— "estamos envejeciendo todos juntos". Y cuando agregó "siempre tengo frío", descendió a su sótano, se abrazó a si misma y en algún lugar de su esqueleto palpó un hueso sin esperanza. Los hermanos juntamos las cabezas, esperando alguna especie de revelación. ¿Hay algo? ¿Qué significa esta acumulación incesante de una vida? En fin, ¿dónde estamos parados en relación a ella? Entonces susurré: ha vivido tanto que terminó por olvidar las dos o tres razones que tenía para morir.

Vamos a conversar La ráfaga de la época aplastó tu cara. He aquí el retrato de un contemporáneo cuyos muertos están sin justificar. ¿Tomamos un café?

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¿No sabés qué hacer con ellos? ¿Sólo tienes papeles mojados para dar respuesta? No podía decírtelo por teléfono, pero, en fin, yo sé cuál había sido tu apuesta. Digamos una vida respirada a cielo abierto, nuevos estilos musicales, líneas de razón filtrando la estructura demencial del mundo. Pero nunca este funeral manchado, esta lenta descomposición de la inteligencia. Gracias por venir, de todos modos. Sentémonos. Veamos todavía cómo fanfarronea la historia, sus torpes ademanes su reumático estacional. Fantástica y enorme para todo naufragio personal, ¿nos amará en definitiva? ¿Coincidirán nuestras razones con las suyas? ¿Dará en el blanco, apuntando más allá de nuestro estupefacto pensamiento?

Usted no comprende Si usted no esperaba visitas esta noche y sin embargo suena el timbre se sentirá vagamente culpable. Y así es: la policía detrás de la puerta como un síncope. Veamos. Usted no ha matado a nadie, supongo, saqueado un banco, falsificado moneda, ni siquiera cultivó iluminadas mentiras. Usted se ha portado bien incluso a solas con su propio cerebro. Pero de todos modos ahí está la policía para saber a fondo quién es quién en este mundo y usted se pregunta en qué época cayó que no lo dejan a uno terminar la sopa o un escándalo personal debajo de la frente. Lo que pasa es que usted se ha descuidado. Usted ha ignorado el límite de su inocencia. ¿Le parece poco? ¿Acaso no ve qué agitados andan los periodistas en estos días? Así que ahora debe abrir la puerta y encontrar un final con los documentos en la mano. A mi me ocurrió una vez, cuando la pandilla de hierro aulló en el corredor con / razones propias. Así que resulté culpable en medio de un círculo de / revólveres como ahondado en la concavidad de una vergüenza. Y cuando me soltaron quedé con un odio tan espeso

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que no pude restaurar un orden dentro de mi cabeza pero sí intoxicar la historia contemporánea con sólo permanecer en mi agujero. Aunque pensándolo bien alguien se equivocó esa noche para que yo esté vivo.

Herederos La experiencia natural de la muchacha anudando a ciegas su cabello en rápida ondulación: en el umbral de la fiesta cuya música se moverá entre vestidos felices y ardientes mentiras en cuartos iluminados, allí donde hasta la traición es devorada por el deseo. Sin embargo ¿qué especie de crueldad hay en esas vísperas del deleite? Con dudosa convicción, a las puertas de la noche deposito mis anteojos en la mesa. A lo lejos va a comenzar la danza. Ellos se entregan a todo lo que yo no soy, hasta el día en que hereden el deshonor de la época y mi máscara histriónica y su oscuridad.

El diagnóstico Podría jurar que el ojo del clínico invadido por tanta certeza penetraba con gozo la radiografía de mis pulmones enturbiados en exposición como a la vista de un Picasso que revelara la pesadilla de una demolición. En la placa traslúcida descifraba la intención mortal de sus sombras, el código de las manchas letales en mi propio destino, una ciega perfidia en el tejido desordenado. Como si recorriera el espacio de una incongruencia artística el clínico absorbía ante el negativo una especie de perfección en la locura. Y cuando volvió la cabeza, hacia rato

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que yo estaba atrapado. Así que no tuve prisa de leer en su ojo neutral, la conjura que concluía su obra en mi naufragio y en la madura fatalidad de mi osamenta.

Momento de Proust Sueles mojar la lengua en la gelatina de Proust y rescatas algunas líneas soñadas para tu cuarto maloliente. Así que instalas un soleado aposento cuyos cristales se abren a un jardín otoñal. Hay flores en casas doradas. Una niña que ondula en pálida muselina flotante se sienta al piano y lo más suave de Chopin organiza un universo azul equilibrado. Si ese mundo existió, como la dulce superficie de un lago sobre alimañas en gestación, has llegado tarde. La fractura de aquel espejo te condujo a este cuarto frío, con escarcha sangrienta en el vidrio de la ventana, esta cólera prendida como una sombra seca en el fondo de la garganta y que no puedes escupir ni devorar.

Ballet La más dichosa libertad de orden en un espacio rígido y oscuro donde todo es posible. Allí la luz concentra el blanco y el rosa que la pirueta hace virar hacia inestable azul. Cuando la gracia brinca el planeta suspende los poderes de su fuerza mortal y la materia se incorpora a la música. Volúmenes aéreos que conquistan el triunfo de lo ingrávido. La danza no concluye en el tiempo común y el entreacto es un hueco en la mente. Pero entonces las que bailan se dispersan, saltan y caen en el ojo de Degas.

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Cabeza Final Todas las ideologías le dieron de palos. La humillaron la historia del mundo y la vergüenza de su país, la calvicie, los dientes perdidos, una oscuridad excavada bajo los ojos, el fracaso personal de su lenguaje. El obrero que respiró en su interior ávido de oxígeno y universo continuo dejó caer el martillo. Fue la razón quien cegó sus propias ventanas. Pero tampoco encontró en el delirio conclusión alguna. Pero eso, quizás no fue tan descortés esa manera de negar el mundo al despedirse. Sucedió así: Reposando sobre la última almohada volvió hacia la pared lo poco que quedaba de su rostro.

Perplejidades al amanecer I Un mínimo de fe para buscar a tientas la camisa más despierta. Una especie de convicción para sentirme apto. En la oscuridad menguante, el dormitorio huele a existencia en bruto, a ropa fría, a zapatos caídos con toda la neura encima. Esto insiste en tener algo que ver conmigo. Desde la calle los ruidos ciegos y la jadeante respiración de la materia manufacturada suben con sus propias razones para vivir. He allí lo espumoso, la tierra triunfante que apenas me concierne. Pero la camisa ya pierde su inocencia, reclama relaciones y el perpetuo fracaso de la identidad en el amanecer de este día laborable. II Desamparo ideológico del lunes: en la madrugada invernal ha concluido el aplazamiento. Perplejo

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y desdichado a su manera, el pie con que bajamos de la cama se detiene a medio camino. En ese titubeo prenatal también vacilan el resto del cuerpo y el ser en general con su condena. La realidad privada paraliza su regreso al viejo desastre, a la recurrente y oscura oportunidad. ¿Qué clase de verdad hay en esa negación? ¿Qué mano de la época pone las opciones individuales en punto muerto? En el cerebro cerrado circula un gemido que nos retiene al borde de la respiración universal del día. Y entre la historia a punto de caer en la taza de café y la vuelta del rostro a la dorada aniquilación personal comienza el lunes en todo el país.

Mosca final Tiesa en el vidrio y su engaño, todavía se aferra a un resto de luz menguante. Calmada forma final ya no tiene razón contra el invierno. Un fracaso a la vista del cielo: veo la dignidad de concluir con la tarde, en un gris moribundo aplastado a lo traslúcido. Una pizca de frío residuo planetario hacia abajo chupado, a lo indistinto. En su descenso cumple una certeza de orden, mientras ignoro la ley de mi propia disolución. La muerte no me reserva esa lógica suave, su tranquila mecánica sino un final inexacto, sometido a un desesperado anhelo personal.

Muchacha en una fotografía Parece domingo en el jardín y en todo el mundo.

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La escena ha demandado mucho cielo para mi gusto, pero la causa es tal vez una convicción secreta del fotógrafo. En el fondo, una vibración moteada de sol, con flores y hojas que se acumulan hasta obtener una alegría que no necesita explicación. De modo que ella esta de pie, sonriendo enteramente, con un resto de viento en los cabellos. Pero mira hacia adentro y se complace en su anónima carne y supone que la imagen retiene algo más que su parte mortal. Si en eso se equivoca es asunto suyo y nada puedo hacer al respecto. O quizás tenga razón y de este lado la superficie de la existencia me despedaza y devora por dentro y por fuera.

Escuchando el presente En la plenitud de la noche, el esposo se vuelve hacia la esposa dormida cuando en la cerrada oscuridad escucha el asedio de la antigua aflicción: el tiempo clavando en la mitad de la almohada una promesa de aniquilación. Pero ella está allí, un centro vivo que no se aísla en su respiración y que transmite a la materia circundante, -la pulsación de la sábana, latidos en el airela certeza de un presente amado e inviolable. Entonces se inclina, se deleita en el instante y deposita el sufrimiento en la desolación del futuro.

Lluvia Desde anoche se anunciaba en mi osamenta este golpe de lluvia resonando allá afuera, apartado de los objetos personales. Pero hay una respuesta placentera partiendo de mi fisiología,

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una correspondencia natural e indescifrable entre elementos vivos, que segrega del conjunto mi condición de espectador. Desde mi butaca asisto a la representación terrestre donde las cosas encajan como un problema resuelto. A solas con mi identidad ajeno a mi esqueleto y a la lluvia, descarnado en la penumbra prenatal del dormitorio.

La gallina Mi ventana se abría hacia el jardín como a una fresca prehistoria. Estaba allí gallarda señora, de moteada pluma nerviosa abultando el pecho hacia el sol, como un posible lenguaje orgulloso: una gracia personal en un carácter, paseando la certeza de la especie, picoteando semillas, cáscaras, gusanos, regida por la orientación instantánea de sus ojos. Y de pronto una ráfaga fría paralizó en un rápido pánico su ardiente cabeza: y la noción del cambio fue un oscuro dolor en su aterrado cerebro. Entonces le transferí los deseos de un universo estable lo bastante iluminado para seguir comiendo: un ritmo puntual que desmintiera mi humillada respiración detrás del vidrio, el triste conocimiento de la pérdida.

A puerta cerrada Desconocido espacio, mi medida. Qué más da ser oscuro, no abordable. Cada mentira, cada salivación no envenenan otro cuerpo que aquel que la segrega. Sumergido lenguaje. Insondables materiales de uno mismo. Qué importa no abrirse en retórica descifrable,

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si año tras año voy componiendo líneas que nadie palpa rastros de baba contra natura.

Los errores necesarios Considere usted cómo enternece el error del joven poeta que supone en su cabeza los laureles más genuinos de la época; del mismo modo el hombre que llegó aullando a la comisaria suponía que toda la justicia del mundo se concentraba allí para ocuparse de su caso. Piense que en certezas de ese tipo se apoya el movimiento de la historia, el principio y el fin de los años el régimen de los ríos y las dinastías del poder. Allí la esperanza está fuera de cuestión pues se trata de otra cosa mientras usted sueña o se muerde los puños, escupe su bilis y no está seguro de nada. Pero no se pregunte en qué equivocación ponen los pies para andar sin caerse. Ellos sostienen que nada justifica el mundo sino sus propios delirios personales. Y deben estar en lo cierto, a menos que ese mismo mundo esté allí sin finalidad alguna.

Tiroteo en la noche Una caliente contracción en el indefenso espacio y los fogonazos en la oscuridad nos arrojan a una épica impura. Cada cosa es un blanco paralizado bajo el ojo instantáneo del cazador. No es ésta nuestra última cena, pero en las habitaciones la época introduce más muertos de los que merecemos. En el silencio que sigue no hay ninguna explicación sino una brusca asfixia en medio de la comida. La mesa familiar es ahora un centro fracturado. Nadie quiere la historia en su plato de sopa, el síncope

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detrás de la puerta. Pero el terror nos acerca un combate donde arder a fondo ningún crimen es una verdad aislada. La noche nos incluye y hay todavía un último disparo distanciado e irónico: allá afuera alguien se ha tomado su tiempo para liberar nuestro juicio atascado. Lo que ha sucedido busca equilibrio en el cerebro. Un escalofrío en la vajilla le pertenece y su bala final ha definido la situación un sitio para nosotros en la ardiente comunidad de la cacería.

Escena con Chaplin Al final de un helado y negro callejón de nuestro tiempo, suburbio de aflicción, un despertar policial luego del sueño con serafines. Así, entre muros sin solución y crueles tabernas una y otra vez el paraíso fracasa. Ninguna certeza se desprende del sueño, sino alas despedazadas, flores de papel sobre una sucia desolación. ¿Hay alguna clase de fe en desventuras como estas? ¿O es que el error está en todas partes? En la escena lloverá sin término; algo cegado y mecánico seguirá ordenando el movimiento: vidas y objetos entrevistos como desatino absoluto. Mientras el comediante se desvanece en la sinrazón de unos zapatos que huyen de un extremo al otro de la humillación.

Certezas matinales Dominados cuando tu mano espiritual se abandona a la realidad inexplicada los pulidos objetos sobre la mesa no plantean ningún enigma. Estar allí es lo más feliz que puede sucederles. Mi respiración que había amanecido tan difícil entra en la fresca pulsación de la mañana. El mundo podría olvidar desde ahora su jadeo nocturno, sus reiterados sueños negativos si comenzara de nuevo

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con la misma certeza de mi mano alzando esta taza de café.

Te estoy escuchando Escucho tus movimientos en la habitación contigua; tu respiración bajo la luz menguante, cómo revuelves cosas hurgando entre papeles, objetos que ceden a tu mano libre. Una existencia en firme, imbatible, maciza, bien resuelta y continua. Mi perplejidad de este lado de la pared, alimentada por tu rumorosa pulsación. Si el misterio nos separa como una lámina traslúcida ¿cómo creer en la indiferencia con que el universo te deja en libertad?

Conocimiento del insecto La mosca explora el borde de los objetos en rápidos giros discontinuos. Una pizca nerviosa de vida individual, aplicada a este momento convencional de las cosas. Pero en alguna parte estalla una puerta y en súbita parálisis la mosca se entrega a la sospecha de un doloroso conocimiento: sabe que estoy allí y que no puedo apagar mi conciencia, su amenaza de caos. Una vigilia de universos separados que no pueden ignorarse. En dos cuerpos tensados, una astucia de condenados, a la espera de algo que pueda definirse todavía. Y el salto en que se pierde por el mundo ilegible es una desierta aventura hacia un orden ajeno a mi visión.


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Lluvia nocturna detrás de la estación de servicio Bajo la lluvia nocturna, una tumba caótica de cosas abandonadas a sí mismas que demora en cerrarse. Pero todavía el conjunto puede volverse creador sobre su propio sueño. En esta decantación del desorden una fría suciedad pegajosa, un estado de frontera de objetos a punto de perder su identidad. En la inmóvil confusión gotea el agua silenciosa. Envuelve llantas reventadas, botellas astilladas, ruinas de plástico, recipientes chupados, cajones despanzurrados, metales llevados a un límite de torsión, quebraduras, andrajos no identificados, asimetrías tornasoladas por la grasa negra. He aquí una crisis de negación en esta abandonada degradación intelectual de criaturas seriadas, nacidas a partir de la materia martirizada, la idea y el deleite y que fueron manipuladas, raspadas, roídas, girando sobre chapas rígidas y correas de transmisión y en definitiva condenadas por lo monótono. Pero en aquella derrota humana de las cosas, en los desperdicios mojados podían descubrirse figuras creadas a partir de la mezcla, diseños irreales arrebatados a lo fortuito: y entre gotas de lluvia y aceite quemado una intención de belleza y de formas cumplidas bajo la maloliente oscuridad.

Guía de conferencias Cómo no parpadear de espanto ante estas crueles invitaciones al conocimiento. Aquí el anuncio de un señor que hablará un par de horas sobre la opacidad del universo; de otro sobre el hígado enfermo y su relación con algunas calamidades del siglo veinte; de un profesor que sin duda hará temblar el auditorio resumiendo sus conclusiones acerca del libre albedrío; de una señora que no tuvo mejor ocurrencia que descubrir las utopías en la literatura inglesa; qué precisas normas para agonizar mejor. Pero qué amables son, qué irresponsables para invitarme así públicamente y sin pudor alguno,

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qué generosas personas que se ofrecen para saciar esta sed que padezco y desconozco, que suponen vaciarme de mi propia oscuridad y llenarme de cosas tan terribles, respuestas que no sabría encajar en todo esto. Aquí debe haber un equivoco tremendo de naturaleza indescifrable entre nosotros. Pero igual les agradezco, no puedo concurrir algo andaría mal, lo lamento, me aparto, francamente asustado, me reduzco a la mínima expresión, estoy en otra parte y no sé cuál: como esa noche en que caí hacia mi propia sombra cuando era tarde para tanto mundo y las estrellas me recordaron la juventud.

Final de época He llevado oscuramente en el bolsillo un pequeño proyecto de muerte personal en un país humillado. Los nervios principales se inclinan hacia la mesa y mi cobarde cabeza cae a la penumbra de la vida interior. La historia tira de las piernas y finalmente me expulsa a puntapiés del planeta, acompañado de otros cadáveres igualmente insufribles e hinchados de informaciones falsas. Qué vergüenza en la voluntad de lo viviente. Otros optaron hasta la aniquilación por indefensas verdades y otros por el dormitorio. Acorralado por todas las incertidumbres nada quedó resuelto. En mi bolsillo resta una sola y fatigada desesperación.

La dalia roja La dalia roja, este año de azul raspada tiende a girar cada tarde como un pensamiento retórico sobre el tallo doblado. Masa atrapada en su propio resplandor,


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gravitación carnal, peso de agua y viento todo es la misma vida unificada frente a estas manos que oscurecen al borde de la ventana, unidas para salvarse, con aguda conciencia de su movimiento libre y del desvanecimiento universal.

Llamado al hueso principal Con dedos pensantes y a fondo palpo el hueso de mi cara: un hueso general en el que busco una forma cumplida, una razón total un principio de respuesta, algo que aclare esto con la medida de su oscuridad. El hueso calla, se ahonda y endurece. Sólo habla mi cara, mi máscara histriónica, esta carnadura vaciada del error, esta superficie apaleada por la época, su charla de idiota, su falsa dirección sumando confusión al ruido de la realidad.

Amanecer en mi mano Mi mano derecha, producto inmediato de mi conciencia a tientas ensaya su libertad al borde de la ventana que una vez más se abre hacia la calle. Cuando allá abajo el poema cotidiano del mundo empieza a escribirse lentamente despierta mi mano derecha: mi vanguardia, mi riesgo, desplazándose en la primera luz con un fluido porvenir extraordinario.


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El suicida El error estuvo donde yace el cuerpo, ni culpa alguna en la habitación paralizada, la lámpara rota, el astillado orden de vivir, un caos de sábanas apagadas y un resto de desesperación en la ropa caída. El mundo insistió en sus mecanismos de hierro hasta cortar la lengua del que llamaba a nadie; manos que rechacé apartando los ojos inclinado hacia el plato de comida. Porque yo también fui parte de cada día que daba comienzo como una maquinaria que le construía especialmente la bala del último amanecer.

Epigrama La mosca se ha posado en el borde del plato para lavarse las manos a orillas de mi sopa dorada. En circunstancias como estas lo mejor es disponer de una conciencia neutra. Después se frota las manos con íntima complacencia y tras una desaparición instantánea abandona un puntito oscuro en la loza blanca. El mundo está en orden en las inmediaciones. Cada cosa persiste en su convicción. De modo que la mosca no ha sido enjuiciada. Y en mi asco cabe todo su posible paraíso.

Nicolás entra en escena Cuando corre hacia mí mi cansada osamenta responde con un espasmo emocional. Así que bienvenido a esta escena donde los títeres se apalean por razones que ignoras tanto como yo. Pero de todos modos alcanzaré a ser el primer fracaso de tu vida y tu primer sospechoso. No te molestes en desmentirlo, considera este final


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como un detalle en el curso de las cosas, un accidente que ayudará a marcharme antes de que me pidas explicaciones por este tumulto. Agradezco tu llegada: quizás oculte la promesa de entender lo que fue secreto para mí, poeta de oscuro oído que no percibe el rumor de un sistema coherente de realidad. Desde mi último sillón asisto a tus asombros. En tus ojos voraces apuntan los titubeos prenatales de un mundo que no me pertenece. El mío se deshace, estupefacto sobre los escombros de su propio centro. Despide entonces a mi siglo con piedad. Ahora tu oportunidad consiste en cuidar el tuyo y tu cerebro, mientras amaneces y mi herencia son todas tus preguntas.

Hueso cavando Esta es la hora del hueso de mi cara en la mitad de la noche irracional, vuelto sobre la almohada, hundido, tan remoto de las manos dormidas, cargado de conciencia en bruto, hurgando hacia abajo, en las posibles opciones de la oscuridad. Este obrero nocturno cavando, este hueso autónomo que me reserva el día dónde sólo puedo apostar a las apariencias apenas pulidas por el extremo de mis nervios principales.

El doctor Kafka detrás de su escritorio Las imágenes que dibujaba, indistintas siluetas humanas de perdido horizonte, salían de la oscuridad para volver nerviosamente a ella. Abría y cerraba, el doctor Kafka, con velocidad de película muda, el cajón de su escritorio. Titubeos en la espesura de lo inasible. El gesto se repetía. Era una y otra vez el fracaso de algo ilimitado que buscaba el estallido de la aparien-


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cia, mientras alrededor el mundo se disolvía helado, impersonal, mecánico. ¿Tenía pruebas acerca de lo velado? ¿Una verguenza que crecía? Qué pulcritud ante lo desconocido. Qué dignidad ante lo ilegible. Silenciosa y rápidamente, un día desapareció a través de la puerta más oscura. Dicen que fue así, como un ratoncito.

Vieja fotografía de familia La muerte miró la escena por el rápido agujero cuando ellos congelaron su estirpe de comediantes: un momento absolutamente sensorial bajo la luz de un presente instantáneo. A partir de aquella carnal expectativa simularon impunidad de tiempo no recibido, primera distancia paralizada, fraude de eternidad y el astuto poder de lo virtual en la mente vaciada por el orificio del ojo. El conjunto fue perdiendo peso, integridad, energía personal, universo continuo. Llovió en el fondo de la imagen y se instaló una tarde progresiva en el desastre. Entonces reinó el frío error de lo mecánico. Ellos anhelaron memoria y sentido desde el bulto brumoso del ser, fisiológicos, brutales, marrones: pero la amnesia general de la materia desvaneció a los abuelos, disolvió la consistencia del vínculo entre sangres de un mismo incendio y vestimentas anegadas por la degradación de sí mismas. La vida reclamaba espesuras hacia todas direcciones, mutaciones compactas, alaridos, volúmenes llameantes. Y está visto que dos dimensiones bastaron a esta muerte de cartón.


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Teólogo en la ventana Este cerrado dolor de cabeza causado por la presión del mundo visible reclama un significado. Pero la visión de la calle desde mi ventana solo ofrece alternativas de una apariencia dislocada hecha de fragmentos trémulos, colores dudosos y un sufrimiento de cosa oscuramente mezclada consigo misma. ¿Qué materia desean los ojos y que no pueden ver? No esta especie de traición a lo largo del pavimento, la naturaleza criminal que revelan los automóviles, el taciturno rumor de los objetos manufacturados, la vacilante verdad de la muchedumbre hacia el ocaso, los asuntos de esta terrible sociedad que se aplasta al planeta. ¿Cuál es la relación de esta escena con el otro orden? La divinidad está aquí por delegación sombría. Hay un millón de ventanas y cada una padece su teólogo fracasado ante la única realidad posible con su correspondiente dolor de cabeza al anochecer.

La Anémona Frente a mi rostro sometido, martirizado por la intemperie mental, una anémona pequeña pinta su espacio propio color violeta atardecido y el círculo morado de su centro fecundador. La anémona cae en mis ojos tranquila y fácilmente como toda cosa bien hecha, mientras el resto sensible se torna confuso como un mundo naufragado. Sensual continuidad que reúne los tristes fragmentos de mi conciencia diseminada por la marea de nuestro tiempo.

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La anémona se abandona y aísla para que yo use de su verdad y goce la fiesta de estar presente: suave y erguida en el agua de un vaso turbio, confiada a una certidumbre desconocida.

Negación en el valle A solas con mi carne en el valle, separado del deshonor de la historia y su silbido carnicero, las verdes colinas cierran el paisaje hacia el oeste y las nubes bajan pesadas en la desolación de este hueco frío de mi país. El pueblo es lluvioso y traicionado bajo un tiempo que desvanece su nombre. Por sus últimas calles se ajena una música hasta volverse desconocida y su lugar usurpa un silencio infecundo, de entraña aterrada. En el error de ayer sonaron disparos hasta el hueso y los muertos crecieron para una sola demencia. ¿Pero quién se equivocó para que yo esté vivo? ¿Quién condenó a quién en la oscuridad? ¿Cómo seguir aquí sin entender, optando a ciegas en una época nocturna? Ahora que estoy separado en las colinas que me circundan hay una opción de eternidad inexplicable para esta conciencia ruinosa. Pero su llamado no alcanza a lo que huyó: mi costado soñador, la porción cantante de mi cabeza, la poseía experimental, la esperanza de un nuevo estilo, una justicia en la realidad y en el pecho. Ahora hasta la llovizna en el valle es una especie de negación y de conocimiento mortal.

El hueso de la gaviota


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Breve y liviano sobre la playa, aéreo el último hueso de la gaviota aguarda la disolución en manos de los elementos. No está previsto un accidente que modifique la situación. El sólido cuerpo del planeta también espera, pasivamente espera y con dulzura el retorno del hueso a su garganta. Cincuenta millones de años contra unas semanas de vuelo. No hay injusticia en la proporción sino confianza y un pulido equilibrio entre el agua, el viento y la temperatura solar. Y allí de pie, el poder humano, buscando en el cielo un agujero donde meter la cabeza y si es posible una eternidad independiente de uso privado y esqueleto entero.

Alto pájaro cazado Uno solo entre los perdigones instantáneos inundó su blanco cerebro aéreo. El plumaje se concentró, aspirando una oscuridad artificial bajo las alas. Una brusca asfixia en la línea de vuelo determinó esta caída libre fuera de la existencia y del espacio injustificado. Pero antes hubo una fe que mis ojos reconstruyen en su rastro azul.

Teléfono y vacío


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Mientras suena el teléfono y anochece en la habitación desierta preparo mi cabeza de comediante para simular la cobardía de toda una vida ante un posible mensaje de terror. No tengo respuestas. La época creó parálisis ambiguas como esta. Así crece el error de aquel que llama apostando a un número muerto y al crimen de esta omisión que organiza un fracaso del otro lado de la línea. ¿Me alcanzará, sin embargo, el ajuste de cuentas, a mí, vuelto de espaldas en la cama, o inclinado hacia el plato de comida, cobijando la coartada del sueño? En alguna parte, el desconocido descubre su propia apatía moral; escucha el timbre que se pierde en la oscuridad escribiendo una página ilegible: cae su rostro melancólico y vano, dudando entre aceptar la humillación del vacío o romper objetos sin porvenir a su alrededor. Mientras suena el teléfono a través de los años.

Violín obligado En tu cerebro harapiento entró Mozart: una ética absoluta, fresco y antiguo. Cuántas cosas desde el mundo lo ocupaban, pesadas. Puertas, caminos, y montañas de polvo que reclamaban un orden para un significado. Pero el violín circuló y todas las desesperaciones lo seguían en círculos, como perros que no alcanzan el tema central, la intensidad secreta, el solo de Mozart en su cielo obligado.

Cumpleaños


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He cerrado la puerta de mi padre. Finalmente lo supe, al amanecer de este cumpleaños en que te sobrevivo. Pero aún con la difícil respiración al borde de la cama y sombrías opciones por delante, puedo entender que tú y todos los muertos han perdido y que vivir es el único prestigio que cubre la tierra. Entonces, todo lo que es está bien. Por alguna razón me incorporo; jadeando, vacío tu rostro hacia la pesada oscuridad y tengo tu misma manera de torcer la boca al paso de la puntada por el pecho anginoso.

Ingrid Bergman Mi proyecto erótico de los 18 años. Una vez le hice señas desde la oscuridad y ella se desprendió de los brazos de Gary Grant. Se despegó de la pantalla, vino hacia mi butaca, se sentó en mis rodillas y no se levantó hasta que mis pantalones se humedecieron y the end. Qué poesía amarga la de mi vida en esa época. Ahora debe andar por los sesenta y tantos y yo fumo veinte cigarrillos por día para no sentirme excesivamente dramático.

Fábula En la habitación cerrada circula una mosca inédita. Su motor exacto inunda las grutas del oído del poeta que intenta extirpar su cara de la época, puliendo a los cincuenta años, la dudosa imagen interior frente a la realidad no aceptada. Pero estar allí, entre sus límites carnales,

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es lo mejor que puede sucederle: preservar los huesos del terror por la brusca asfixia que aniquile el mundo personal, el síncope detrás de la puerta, lo fortuito que ubique su cabeza en el plano soñador de una bala perdida. ¿Cómo afirmar la forma de sus propios huesos? Sólo buscando el camino musical que salve la chispa de materia afinada: ahora que el diseño del mundo toca a su fin y la mosca instala en la habitación enrarecida el zumbido mortal de una existencia debidamente probada.

Liturgia al amanecer Pero qué melodramática se desprendió de la sombra menguante, versión ambigua de un hueso revestido y mal resuelto en el espejo. Esta cabeza calva de la noche arrancada como un diente gira sobre sí misma y canta, anestesiando la certeza de su finitud. Entonces crea una autonomía, una respuesta propia al clamor del cerebro donde actúa un obrero terrible ávido de oxígeno y universo continuo. Qué propicia la melodía contra la indignidad del naciente día manchado: ahora que esta cabeza, carne del error mutilada, pule su arte menor en una recurrente liturgia personal.

Creencias del jardín La última línea de sol desciende de hoja en hoja. La luz desfallece hacia el extremo de una escala tardía. Ambos sufren en el jardín de la retórica de ese drama mecánico. Ella dice: mira, eso es el tiempo encarnado


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que alimenta su medida; él asiente, verifica con un anhelo estremecido el naufragio del día y de los cuerpos. Entonces callan bajo una especie de sacrificio. Convierten esta hora delgada y ambigua en la herida de una religión aterradora. Y aunque el viento es suave y las flores repiten un probable manifiesto de resurrección ellos esperan la oscuridad nocturna para mentirse sobre la mutación de las cosas y su sentido.

Sueño del nadador El nadador ha pulido su artesanía de joven felino para corresponder a los principios míticos del agua. La coreografía empieza desde un punto aéreo, elastizado, donde el filo del trampolín revela la soledad de una energía concentrada en suspenso y en el cielo. El conjunto se afina hasta crear una mínima carne liberada de carga emocional. Ahora solo basta el pulmón feliz. Suelta su amarra la tensionada fibra, se desprende, salta y en rápida parábola entra como un cuchillo en un reinado lento. El agua vibra al sol como estrellada. Convertida en mujer con un baile en su seno se incorpora una segunda alegría. El huésped cae y largamente se demora abajo como probando la impune gracia de permanecer para siempre en la azul profundidad, palpando sus opciones y sus posibles sueños venideros. Pero aquí vuelve, sacudiendo un resto de ensoñación goteada a su estado mortal, con paso herido, al triste error, vacilando entre rígidos objetos aplastados y su cuadrado peso.


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El accidente Frente a lo irrazonable le faltaron opciones cuando cruzó la calle. No hubo un camino para sus fantasías mortales sino un aullido de neumáticos y un púrpura estallido detrás de los ojos. Negaciones puras que se mezclaron como oscuridades simultáneas en un cuarto cerrado: la cortina que bajó para separarlo, un dolor espeso, de materia bruta, de cosa destripada a su costado soñador. Un odio estupefacto e instantáneo por un universo que revelaba su naturaleza bestial entre dos párpadeos, la negra mudanza de una brusca asfixia.

Escultura de Pevsner Las curvas grises, hacia arriba, intentan un encuentro ilimitado pero el conjunto gira sobre sí mismo. El espacio helado se cierra en este mundo y las líneas veloces regresan sin respuesta posible desde el remoto azul. Había una certeza a partir del apoyo, en un punto oscurecido. El ojo encontró después un eje único y aunque la aventura sólo quedó resuelta en la materia ahora está creando una consistencia, una afirmación sin termino en esta vida cegada entre pálidos objetos manufacturados.

Solo en escena Solo en la casa, entre bestias de frío centro coagulado y perpetuo invierno apacible, objetos nacidos del deleite y la idea. Girando mis ojos discontinuos entre la mesa y las sillas,


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de vidrios a maderas curvadas por una voluntad de belleza y resurrección, muescas en metales, señales heladas de una mano mortal. Y esta melodramática conciencia, del otro lado, tratando de decir algo ilimitado, proponer en vano una rivalidad sanguínea, una tristeza, una culpa, un estilo soñador entre estas ciegas consistencias que me dejan solo.

La condena Una brusca negación de la oscuridad en la habitación cerrada sorprendió a los objetos en su tránsito de corrupción. Cegada, indistinta, la materia crujió por sus tendones más débiles y palpamos sustancias en lo negro súbitamente heladas y endurecidas. El conjunto se supo mortal pero gimió pidiendo luz a lo desconocido. Dislocado, nuestro lenguaje clamó a una máquina descompuesta en el cielo. Entonces ¿no estaremos a salvo con gritos en la noche? ¿A qué poder fueron infieles los días de la apariencia? La gravedad fue nuestro único destino. Con todo el peso caímos dormimos, en un círculo reventado, y eso fue lo mejor que pudo sucedernos.

Anémonas de Matisse Qué materia ligera para el ojo sometido a presión. Girando sobre cada eje verde, se agrupan en explosiones suaves de rojo, violeta y blanco totalmente recientes hacia un centro de ingrávidos objetos. Dominación frontal, casi con nada y al descuido en la hora indistinta, cuando todo está bien. Alegrías


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de agua liviana en un solo plano. La gracia más conforme de estar allí como en el campo de una dulce costumbre. Un poco ebria la perspectiva segura la inestable sociedad de las cosas. Pero amar el mundo, su abundante presente, es obtener más luz: esta celebración de la apariencia que sin embargo se sostiene hasta el fin.

Segundo adiós El vértice del nervio reveló una arbitrariedad en el borde más sombrío de la mesa. Muesca del esposo perdido. La mano retrocedió, planeando hacia un pálido montón cansado, esperando una resurrección en el vientre. Pero el rastro creó una segunda distancia a su costado vacío. Adiós otra vez, soñador que llenaste la tierra en mi aposento; a ti, lejanía anudada por una relación sacramental a la muerte de todo. Mientras llueve indefinidamente en tu retrato inútil.

Informe policial La escena se ha enfriado bajo un pesado desorden. Hay un olor de flores descompuestas, de cosas hace mucho paralizadas. ¿Tenía algún enemigo resuelto allá afuera? ¿Una falla, un coágulo en el pasado? En cada objeto que perturbó la ráfaga del escándalo hay una especie de venganza inmóvil, una avaricia que no entrega su testimonio. Aplastado a la alfombra, mortecino y seco, el reguero de sangre, sordomudo y aislando una verdad, expone una cuerda rota en el drama de las relaciones humanas. La mente profesional desanda el tiempo y la estructura de los hechos


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porque estas cosas ya habían sucedido: así que nadie oyó nada cuando la pistola simplificó la contradicción y decidió el asunto. Si queda alguna pregunta, un rastro digital técnicamente apto, por ejemplo, un texto escrito en el tejido oscuro, una muesca reciente en superficies que se han vuelto ambiguas los molerá la lógica hasta filtrar el pus. Por ahora se apagan las luces para que el muerto cierre sus perforaciones, bulto ciego girado sobre el secreto. Afuera el aire es clamoroso; en el sol de los días que siguen una culpa sólidamente encarnada circula de azul vestida, estrecha manos y no huele a nada en especial.

Comensales La mesa tendida convoca destellos dentales. Los animales superiores vamos a comer. Apogeo del sol, luz moteada bajo los árboles, en el abundante presente cunde el llamado del vino. Las entrañas disponen sus jugos primarios con una fe que no podemos imaginar. ¿ Como ser fieles a esta carnal complacencia universal? Comensales privados buscamos un lugar en el cuadro para sostener la extraña adoración a todo lo que sucede. Nada es eterno en la escena, pero se está bien aquí.

Aventura de los objetos El único propósito que vive en la materia pasiva de estos objetos es estar allí, a mi mesa aplastados. El resto es mi culpa, la humanidad del vaso y el cenicero. Pero ellos buscan la libertad de un animal superior. Esta mañana, por ejemplo, en mi taza vacía se insinuó una intención soñadora de crearse una autonomía, saltando sobre un frío peso azul. En esa arbitrariedad puse toda mi fe posible contra el engaño de un mundo que ya estaba creado

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fuera de mí. Lo que la taza inventaba me correspondía: la nueva realidad de una anarquía tan privada como mis propios huesos.

Paisaje final El año gira sobre un eje brumoso. Partido, el horizonte humea. Arden los desperdicios de una época abyecta a la que nadie pudo negar su bocanada de sangre. Miembro de la ciudad, con ojos enturbiados, veo caer el friso demencial del accidente humano sobre una pradera de flautas extinguidas. En el polvo del vidrio agrietado la última mosca nupcial de frías alas moteadas, tiesa en su dominio inmutable palpa una destrucción en torno esperando heredar la tierra.

Huella de caracol Sobre la húmeda pared lunar la seca estela de diamante quedó resuelta por un principio que regía el rumbo. Con breves vacilaciones el rastro conduce a una oscuridad de jugos fermentados. Como un poema recurrente también lo fortuito se insinuó en el diseño y en el jardín nocturno el caracol ha probado la razón de su activa ceguera. Las blandas antenas se repartieron la noche y se hunden en la gelatina. Sordomuda la masa retractil se cierra en el nácar de su espiralado aposento giratorio. El ciclo delicado es ajeno al cuarto iluminado, donde ondulan las manos en órbita sin ley, entre las tazas. En los vidrios, las huellas digitales han tejido la trama de una confusión común y al vacío conducen de una verdad aislada.


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Perro en la luna Programado y libre de bacterias, público y perplejo, el perro en la luna vacila abandonado. El ojo frío en el telescopio estudia su comportamiento bajo el crimen solar, sus posibles agonías y respuestas al terror cósmico. Pero una especie de dignidad se instala en la desolación y entonces salta blandamente como en un campo soñador, buscando la helada oscuridad del otro lado. Aquí se cierra el párpado sobre el error. La información no puede completarse, pero hay tierra y hay noche para todos y cada uno duerme y sabe donde está.

Geranios al alba Abiertos en estallidos purpúreos raspados de amarillo alzados por líneas verdes y articuladas desde una fermentada oscuridad, qué fuerte fidelidad al punto de partida. El conjunto se confía a la eternidad del sol. En mi certeza de condenado sé que no tienen poder sobre la materia indistinta del muro y los días que aprisionan el jardín. Pero con qué victoria han ocupado mi cabeza mal dormida juntando lo partido en la felicidad carnal de este amanecer.

El marco de referencia El amante menciona la luz curvada de su vientre desnudo: denuncia la vida ajena como un naufragio y subordina el mundo a la referencia de la amada dormida. El amante construye su territorio sanguíneo


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en torno a esa pulsación dorada: atrapado en el poder desconocido que emana de una cosa perfectamente hecha.

Noche en la carretera La noche es entera, descomunal, hambrienta; quizás terrible para el ojo que circula estrictamente por la carretera y cuya meta es mortal. La poesía de los automóviles y los camiones la recorre profundamente como una violación. Las luces se acercan, se mezclan, se alejan. El zumbido de los motores tiende a la confusión y al desvanecimiento. ¿Quién devora todo esto? Insaciable la noche clama por una conciencia que la ocupe, la desborde y la subordine; pide animales calientes, sucesivas y rápidas, sombrías gestaciones.

Vieja fotografía de familia La muerte miró la escena por el rápido agujero cuando ellos congelaron su estirpe de comediantes: un momento absolutamente sensorial bajo la luz de un presente instantáneo. A partir de aquella carnal expectativa simularon impunidad de tiempo no recibido, primera distancia paralizada, fraude de eternidad y el astuto poder de lo virtual en la mente vaciada por el orificio del ojo. El conjunto fue perdiendo peso, integridad, energía personal, universo continuo. Llovió en el fondo de la imagen y se instaló una tarde progresiva en el desastre. Entonces reinó el frío error de lo mecánico. Ellos anhelaron memoria y sentido desde el bulto brumoso del ser, fisiológicos, brutales, marrones: pero la amnesia general de la materia desvaneció a los abuelos, disolvió la consistencia del vínculo entre sangres de un mismo incendio


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y vestimentas anegadas por la degradación de sí mismas. La vida reclamaba espesuras hacia todas direcciones, mutaciones compactas, alaridos, volúmenes llameantes. Y está visto que dos dimensiones bastaron a esta muerte de cartón.

Los pies en el Cristo de Grunewald El nervio expuesto y condenado hace de todo sufrimiento un principio general. Todavía es la hora de descenso y toda carne debe seguir aquí, resolverse en una pesada concentración. El tono de la pintura define el desagüe de la masa desesperada. La anatomía es gruesa, de tierra sangrada y allí donde los dedos se enciman -los caminos de este mundo están bloqueadosel límite de la torsión es crítico. La promesa de toda resurrección tiende a la oscuridad en las fibras musculares, giradas sobre sí mismas. Cada detalle aguarda un orgánico estallido, pero el conjunto fija el tormento hasta el fin de los tiempos. Un solo clavo y se acaba la vieja danza.

Momento invernal ¿Qué haremos con esta escena accidental -hojas reunidas por el viento del sur hacia la puertasino aislarla como un conocimiento ilusorio? Todo movimiento es circular en el rincón del muro, allí donde las hojas corren para girar sobre sí mismas al aullido de una ráfaga fría y discontinua. Lugares comunes de la materia invernal. ¿Debemos otorgarles una intención de belleza y resurrección a partir de la confusión del polvo estacional? Tal es nuestro posible conocimiento: un anhelo susurrando en las hojas secas, una horrible tristeza en una tarde de nuestro tiempo. Y en el rincón del muro la certeza y el residuo de una disolución universal.

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Este hombre Cosas físicas, mezcladas, artefactos racionales, directos, verticales alrededor de un hombre de cincuenta años en mitad de 1980 y en el hemisferio sur por donde se desagua el siglo; inclinado sobre la mesa, obligado a soportar una moral oblícua, intentando un poema que se niega porque es tarde para lo mejor, para encontrar un orden que proponga un discurso joven, reales proporciones a los objetos de la habitación; estas apariencias reunidas, que no se atreve a dominar y arrancar del caos: un hombre confeso, diluido, cardíaco, esperando justicia con agua muerta en las arterias.

Aniversario Cómo fracasas en cada cumpleaños de tu muerte: padre de cuerpo pequeño, mi emoción personal, cuando arrojé llorando a la basura mil años de amor hacia mí volcados y toda tu esperanza entristecí. Este es el que sigue pagando con moneda falsa y un yo decreciente inclinado bajo un tiempo carnicero: mientras tú retrocedes y una vez más, en este 15 de julio, no hay novedad alguna en tu sepulcro seco.

Esa mosca Gruesa y peluda, prisionera de la familia, zumbaba circularmente en la habitación. Un asunto a resolver. Una pizca de sangre encolerizada, un sistema de nervios perplejos buscando una grieta a la monotonía, probando contra un universo sin salida la esperanza de toda materia viviente. Pero a mis oídos sonaba como un crimen conjetural. Esa mosca. Porque hubiera bastado


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traerla hacia un orden distinto y convertir en verdugo su velocidad impersonal e impolítica: un dardo en picada contra las venas humanas. Entonces habría creado, con justicia o sin ella, una segunda naturaleza muerta a cambio de libre movimiento limitado.

Mientras duerme En esa vida que duerme tengo parte: aquí, velando en la habitación, aislando su poema del contexto ocupado por este amanecer otoñal, el café, el confuso rumor de la calle, el reino más oscuro de la necesidad. Todo parece en orden en ambos dominios. Lentamente la emoción se encamina hacia un estilo desconocido.

Efectos de la lluvia Una lluvia repentina en la noche paralizó la mano que buscaba a tientas el barbitúrico. Fue como la derrota de un elemento personal ante un nuevo conocimiento. Desde entonces confió en las operaciones primordiales, negó al animal superior que se había equivocado siempre con su frasco de píldoras y el revólver en la mesa de luz. Esto ocurría en sus noches de prisionero, cuando ensayaba la vanidad de una enorme destrucción en un dormitorio pequeño.

Materia de cazador Desde esta oscuridad sólo puedo apostar a la apariencia con dientes furtivos. Aquella ventana es una verdad aislada. Cristal adentro, el espacio iluminado se ha creado un universo redimido


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de toda negación. Un anterior callado y vibratorio de materia remota donde ella, ignorando mis ojos de ladrón, pasó toda la noche desnudándose.

Extraviado (perro) en la lluvia El rumbo se ha perdido, el olor de la vida desaparece en el desorden del agua. Ahora que la oscuridad se ha tragado a los dioses posibles, del desamparo nacen, del cerebro aterrado, las preguntas mayores que dormían como fieras en el diseño legible del mundo.

La disolución En el centro exacto de la mesa una fuente de manzanas en torno tres sillas desiertas. El conjunto donde hubo una intención de belleza atiende ahora su propia degradación. Nada eterno me rodea. Mi nervio principal palpa las primeras señales de un desorden incubándose en algún sitio de mi cabeza donde se organizaba un final suntuoso de acordes musicales alcanzando el cielo. Pero mi carne perpleja entre objetos condenados y paredes que oscurecen gira buscando el fraude de una suave anestesia. Juro que nunca había apostado a la humillación de este dolor de huesos en un cuarto cerrado.

Sapo en el laboratorio El tajo intelectual desde la boca hacia el ano ha saqueado de sombras las vísceras esquemáticas. La maquinaria expuesta por una aniquilación exacta


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revela un sistema gelatinoso y una dignidad ofendida bajo la luz. Ahora, la imaginación entre azulejos fríos hurga en la trama verde de filamentos nerviosos sin hallar el circuito secreto de una instantánea pasión despanzurrada. El resto es un vacío inexplicable donde hubo una divinidad de aire puro que bramó en la noche pidiendo lluvia. La violación, articulada como la mano perpleja en el guante, abandona preguntas mal planteadas en la carroña y sus manchados instrumentos aguardan una nueva oportunidad para el error, su desolada versión de tijeras, finos cuchillos, algodones y gomas.

Consumación personal La noche cae como en un orden tranquilamente modelado. Sin embargo, con pena inexplicable vivo esta transición como el simulacro de un funeral. Cada árbol del valle, cada hierba, pájaro, caballo, insecto, cada unidad llameante despide otro día mortal pero el conjunto se reserva la oportunidad de lo eterno. De nada vale este pensamiento alimentado por el cielo: minado por una emoción retórica todo lo arrastro hacia una consumación personal.

El desconocido ¿Cómo llegó hasta aquí ese desconocido saltando sobre el funeral? No puedo recibirlo con estos harapos y entre paredes que se desmoronan porque su apuesta fue otra. Este crujido estacional en mis articulaciones, la escarcha sangrienta en el vidrio, la crisis de todos los silogismos y discursos y estas monstruosas contradicciones que despedazan la realidad no entraron en sus visiones. Tenía veinte años el diseño del mundo en su cabeza cuando un disparo en la noche cortó el hilo de la poesía en algún sitio del nervio principal. Su viaje hasta aquí fue la intención

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de una verdad inútil. Lo empujo hacia afuera hacia un territorio ignorado donde todo es posible: porque aquí no coincide conmigo; porque padezco odio y deshonor; porque la época introdujo en mi cuarto más muertos de los que puedo soportar.

Reflejo condicionado Intento una payasada neutral frente a esta mosca que ha venido a posarse en mi cuaderno de poemas para lavarse las manos. Paralizo mi cuerpo y mi respiración. No tomo parte en el curso de las cosas. Pero la mosca sospecha una conciencia mortal en las inmediaciones. Salta y desaparece en el mundo ilegible y eterno.

Los aros: juegos Mis hija luce aros de plata: danzan su fulgor de pedrería colgada mientras cruza el abundante presente del mediodía probando la juventud del sol en el jardín. La escena no es mortal contemplada desde la ventana de mi dormitorio donde se confinan las maniobras de mis últimas certezas. Ellas me buscan un rincón apagado, no vibratorio para que el sol no pruebe su vejez. Un mínimo de vida escamoteada a los aros de plata y el resto muy bien equipado para sollozar y morir a pocos pasos del jardín.

Girando sobre el 1ro. de enero Este gemido en mis piernas girando sobre sus goznes como el año irracional en mi último argumento personal. Ya es tarde para darle forma, convertirlo en prosa rimada en medio del vasto deshonor. Bajo un poco de luz privada, escamoteando al mundo


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la responsabilidad de mi rostro cuento un resto de dinero solitario. Hasta aquí ha llegado la única solución. Cada uno ha rendido a la época su bocanada de sangre. Desde allá afuera, alguna bala tardía sigue buscando una cabeza mal dormida en la oscuridad para concluir la obra y borrar las ruinas de un desastre ideológico.

El adiós Qué oscuridad cayendo en las fronteras de mis límites sanguíneos en el cuarto enrarecido. Aquí, sepultado con los objetos manufacturados de una época sombría y sus tristísimos libros, reúno y ceno en mis papeles los residuos de una poesía moribunda. Me inclino y tiendo el oído hacia sus últimos susurros. El lenguaje del festín concluye su vida individual cercado por estas sombras, como una asfixia en mis huesos que una vez se alzaron a punto de cantar.

Caída con enigma El hombre cayó en la calle. Completamente muerto. La especie se desploma así, verticalmente, sin mayores complicaciones de estilo. El drama es hasta allí mecánicamente neutro, de tres dimensiones generales. Pero sopla el viento sobre el difunto y le arranca papeles inexplicables.

Me despierto en la noche Me despierto en la noche y aquí estoy a solas con mi cabeza irritada. Un cerebro en la oscuridad no puede hacer política. Su gelatina hierve, ávida de oxígeno,

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de sustancia continua, de realista materia iluminada y fulgor sexual: apostando a un universo visible para redimirlo. Es un pintor absoluto, el cerebro.

Soy yo mismo el desastre Soy yo mismo el desastre que sugiere el estallido de un vaso en la cocina. Una decepción en el día que comienza. Una negación que engendrará otras negaciones. Habrá calles y cuerpos sombríos habitaciones y papeles heridos, objetos manufacturados rodando hacia la extinción, edificios y conversaciones minados por el anhelo de caer; la vida individual acosada por un crepúsculo absoluto. Yo mismo bajo todas las cosas, un roedor mordiendo sus bordes, apresurando el deterioro de la fiesta y sus composiciones.

Cuando la dalia supera Cuando la dalia supera el peso calculado por una certeza de equilibrio, se inclina hacia mi ventana neurótica. Su violeta es profundo absolutamente carnal y retórico. Ahora acude un viento trayendo distintas versiones de los asuntos terrestres. La dalia se balancea a su paso mientras mi yo calcinado permanece ajeno a este devenir fresco y calmo. La dalia respira fuera del entendimiento: y el planeta esperándola suavemente con la palma hacia arriba.

Cabello en la ventana Desde esta ventana abierta hacia la primavera la distancia es azul. El cielo desmesurado no soporta su propio vacío y clama por una relación con lo tangible. El espacio está hambriento de algo concreto.

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La primavera no puede admitir el ostracismo político del conjunto. Entonces llega mi hija con un espejo y peina su pelo negro para el mundo.

Mis objetos Soy el amante de mis objetos, su ventrílocuo y su mejor intérprete y su bufón. Oh, tan altamente especializados en su instrumentación; tan individuales en mis inmediaciones: lápiz, cuaderno, taza de liviano azul, cenicero, encendedor, libro abierto en la página 120: su humanidad privada, su carácter personal. Fieles, nítidos, soñadores, evangélicos, dulcemente carnales, aplastados a mi mesa y al planeta ¿por qué les declaro que no quiero morir? Se confían de mi cabeza sensual.

Preparando el café Duermes: y las cosas se disponen a seguirte esta mañana otoñal. Y mientras estés allí, niego la posibilidad de la nada entre nosotros: entra un poco de húmeda luz cuando aparto la cortina de la ventana y cae sobre la flor silenciosa. No importa la indiferencia o la desaparición del cielo si está en lo cierto o se equivoca con relación a esto que nos sucede. Duermes y tu carne piensa profundamente hacia todas direcciones: que festín para el sentido dilatado en la curva de tu cadera que transmite su respiración a la mentira circundante. La luz aumenta, duermes y tu cuerpo va llenando toda la existencia posible. Los objetos van a rodearlo. Crece mi conocimiento de que estás allí. Hay más mundo que nada en tu íntima superficie y en tu espacio: mientras el dinero espera en alguna parte, en la oscuridad, y la vida es nuestro único negocio.


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Madre inclinada Mientras culmina afuera una helada oscuridad y hay restos de comida en el presente agotado su ruina mental gira sobre sí misma en el dormitorio. Entre su respiración y la mía la época concluye su degradada hemorragia. Nuestras vidas coinciden en esta sola caída, en un único año devastado. Pero aferrada a una necesidad que la aisla y libera de toda esperanza, de la moribunda identidad de sus huesos doblados extrae todavía unas gotas de amor para agregar a las cosas que nos despiden y sosegar toda carne que duerme inquietamente. ¿Qué especie de creencia hay en estos ojos insomnes, en este movimiento contra toda lógica? ¿Qué triunfante desventura? Supongo entonces que nada hay más justo que su ademán en la noche, creando en torno la menor desolación posible, una dignidad y una señal de sentido en el último espacio personal. Y si hay un error en alguna parte aquí está, recorriendo, mi cabeza acosada por puñados de polvo de una razón inferior. Pero ella alisó la almohada, la ropa inútil en los cajones, murmurando, como en un jardín remoto, cuando se inclinaba en el viento y volvía el oído hacia mí y sonreía, construyéndome: era como el mundo confiado a una certidumbre que promete poemas tejidos en su propio terror, la misma con que ella ordena estos escombros en la intimidad final.

Negación en el valle A solas con mi carne en el valle, separado del deshonor de la historia y su silbido carnicero, las verdes colinas cierran el paisaje hacia el oeste y las nubes bajan pesadas en la desolación de este hueco frío de mi país. El pueblo es lluvioso y traicionado bajo un tiempo que desvanece su nombre. Por sus últimas calles se ajena una música hasta volverse desconocida y su lugar usurpa un silencio infecundo, de entraña aterrada. En el error de ayer sonaron disparos hasta el hueso y los muertos crecieron para una sola demencia. ¿Pero quién se equivocó para que yo esté vivo? ¿Quién condenó a quién en la oscuridad? ¿Cómo seguir aquí sin entender, optando a ciegas


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en una época nocturna? Ahora que estoy separado en las colinas que me circundan hay una opción de eternidad inexplicable para esta conciencia ruinosa. Pero su llamado no alcanza a lo que huyó: mi costado soñador, la porción cantante de mi cabeza, la poseía experimental, la esperanza de un nuevo estilo, una justicia en la realidad y en el pecho. Ahora hasta la llovizna en el valle es una especie de negación y de conocimiento mortal.

Muchacha en la época Cuántos millones de automóviles circulan entre la tierra y ella; televisores que aúllan parpadeando; kilómetros de pavimento mortal y computadoras zumbando una irrealidad ilimitada. ¿El mundo, este mundo histórico es lo bastante satisfactorio en su cintura? Hay ciertas dimensiones que no le conciernen: cuando, por ejemplo, bombardean por comida y petróleo la mitad del planeta, detectan fantasmales murmullos a orillas de una estrella muerta. La música redime la confusión: ella prueba que se puede ser feliz si en la cabeza se adelantan las figuras del próximo baile; ahora que anochece en la calle fatigada y su fe en las estaciones del año gira sobre un eje carnal y la belleza del todo en su cabello no declina su anhelo. Entonces, he aquí su habitación, olorosa de vísperas y mañanas, como un huevo reciente, aquí donde el espejo es bastante para alojar este universo y la naturaleza se instala para confiar en ella. La noche le acerca remotas promesas, la lámpara revela la inestabilidad de su vestido hasta que se desploma en la cama y reconquista su carne.

Dalia inclinada hacia mi ventana Celebro que no seas una efusión de mi cabeza calcinada sino la aventura de una vida individual que me busca en la tarde lluviosa. Mi apuesta es dedicarte lo que puede salvarse un fracaso

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ahora que inclinas hacia mi ventana tu pesado estallido purpúreo, por líneas de azul raspado y gotas que se demoran. Desalojo el humo y la negación de mis pulmones. Suavizo el crujido estacional de mis articulaciones. Puesto que no obtuve una respuesta consistente en mi agujero mental, sino abstracciones monstruosas y una certeza de condenado por la época entro en tu frío peso con mi última edad. Ensayadas mentiras huyen por la ventana y oscurece a mis espaldas. Pero tú salvas mis porciones secretas: ahora que compartimos un naufragio carnal que parece tan lento y justo bajo la lluvia.

Memoria de Raúl Gustavo Aguirre Hay últimos poemas recorriendo mi oído leídos por teléfono en la noche de un año irracional y tú simplemente feliz como una afirmación. Porque entonces eran poemas posibles y dejabas al tiempo de los otros su adecuada solución la distancia no te consume y desmiente la teoría de una oscuridad personal. ¿Pero en qué clase de verdad están sumergidas tu cantidad, tu jornada tangible, la confusión del yo en la desgracia cardíaca, ahora que la realidad gira desamparada abandonada por tu imaginación? Una y otra vez tu poesía responderá por esto, un acto de presencia modulando el secreto de todas las certezas que te daban razón contra la brusca asfixia. Aquí, sin pruebas acerca de lo velado junto al teléfono inútil o en tristes fragmentos de habitaciones y calles carnales mi oído insiste en alojar musicalmente todo lo que tú nos inventabas: un lenguaje para una sucesión de figuras ordenadas, principios de expresión que dilatan nuestros nervios principales, progresiones de larga duración en este dudoso planeta. Qué especie de triunfo en una caída superior, no lo sabemos. Pero hasta que podamos


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regresar del error y la amenaza de la materia esta destrucción reclamará un significado.

Cuando después de girado Cuando después de girado por una brusca inquietud desconocida, el cuerpo dormido regresó a su propia ley, a su figura ciega la quieta oscuridad del dormitorio contuvo la certeza del sepulcro. Y todo fue: una justicia en calma, una existencia en bruto, una buena cantidad de carne, de cuerpo presente y su caída libre; el pero total de una masa política aplastada soplando, bombeando, faltando a todas mis promesas, perdiendo mi resurrección, actuando, cavando en la única materia que me dejan, antes de la catástrofe del despertar.

Tres fotografías en el pasado I Había un movimiento azul a nuestras espaldas. Mutaciones del agua regidas por un sol mamífero. Tan racional y político sobre nuestras cabezas! La abundante consolidación del cielo, hace muchos años de esto, cuando el mañana contenía su propio significado. Es un mediodía de diciembre paralizado en la arena con una fe que no puedo imaginar. La época es una permanencia en el horizonte, encerrando un mundo definido por rostros enteros como estos. En ninguna parte se advierten latidos del próximo golpe de estado. II Ningún sufrimiento estable en la imagen. El instante no es decisivo. Somos una familia de comediantes instantáneos que la muerte mira por el rápido agujero


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y aplaza su tarea accidental. Hay una calle donde la luz de aleja.. Parece domingo entre los árboles. He aquí la apariencia momentánea de la existencia en una tarde personal y la única a punto de perderse en la sombra universal. III Qué fácil parece estar vivo. Aquí un grupo de amigos en un mundo de leyes confusas. Pero el presente es inviolable en el jardín. Las cosas felices moteadas de sol en la apacible sombra. Nuestros ojos miran lo que no sabemos: signos de degradación, un residuo de historia nacional a nuestros pies oscuros, bajo la mesa donde hemos bebido. Muy pronto nada de esto tendrá explicación. Una especie de desolación se insinúa en torno a la cabeza de alguien que está allí reclamado por el agua negra que invade la escena desde el fondo: una cabeza de desaparecido.

Pero no me recuerdo Para siempre a salvo de la erosión, tenía veinte años en esta fotografía. Pero no me recuerdo, no sé qué pasó hasta aquí ni cómo sucedió. Aquel muchacho bastante tonto, con todo el cabello puesto y toda la luz a su disposición. En qué andaba, qué hacía detrás de esa piel. La transición quedó a oscuras. Desde aquí el tiempo es un sueño desordenado. Sólo sé que no había apostado a esto que me sucede, ahora que tengo frío y estoy hecho un rostro que termina y pierde aire.

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Crónica de la columna vertebral Para levantar las pirámides doscientos mil hombres, a lo largo de tres generaciones, cargaron y arrastraron millones de toneladas de piedra. Dos imágenes de restos óseos revelan el costo de las obras: la columna vertebral de los obreros aparece curvada en dos secciones, muestra fisuras, bordes corroídos, luxaciones, agobio eterno. La de los faraones, sacerdotes y altos funcionarios, se ven erguidas y frescas como recién nacidas. Después de 4.000 años, vértebra sobre vértebra, crujido a crujido, el espinazo innumerable sigue cargando el peso del sueño y la podredumbre de los señores.

Niña en el jardín Era pequeña en la luz del sol y del jardín: un gozo en la piel reciente y en el relámpago de sus aros. Los árboles creciendo en el horizonte hacia un porvenir que les pertenecía. Bajo la pulsación del último verano descansaba sus ojos en el verde y en la habitación más profunda de la casa el abuelo hacía el amor. Entre milenio y milenio ambos se habían repartido el tiempo.

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Llamando a Rimbaud Pero qué ocurre con tu esqueleto sin intervenir: aquí está occidente cocinándose en su agonía sucia, pero indemne todavía a la espina iluminada que le clavaste en su costado. Qué tal entonces una instantánea resurrección regresado a tus ojos azules y a tu pierna perdida y venirte a bailar un rock con los muchachos. Sería bueno que trajeras algo del sol desesperado que devoraste en África y la cólera de tu chispa de oro para alumbrar la danza de la nueva vida. Venite a darles respiración sublevada contra el viejo desierto, ayúdalos a robar el fuego, a reventar el Super Shopping y expulsar del planeta a sus altos funcionarios con exactas escupidas en la plena mentira de sus ojos.

Estos cantores Desde 1896 yace en el cementerio de Lomas un payador suburbano llamado Vázquez. Año tras año acuden cantores que apoyan el pie izquierdo al borde del sepulcro y hacen sonar sus guitarras. Una vez que los escuché pensé que la música llegaba hasta los huesos del payador muerto y que el esqueleto ensayaba un delicado movimiento. Puse toda la fe posible para que eso fuese cierto, para que todos nosotros pudiéramos ingresar a un soñado simulacro y el payador en la vida que estábamos debiendo. Mutaciones como estas espera el mundo para que el sacrificio de los cantores tenga un sentido.

Inmigrantes, 1910 Gruñen feroces los italianos. Dino Campana desembarca entre ellos,

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puerto de Buenos Aires 1910. Comienza la siniestra aventura de una esperanza. Una fotografía los agrupa después en lo desconocido. Cinco varones secos, marrones, enjutos contra la ciega brutalidad de América y la fatiga de un martillo infinito. Allí están todavía esperando a sus pies la rosa blanca de la bienvenida como si nunca hubieran concluido el viaje. En el centro de la escena alguien pulsa una mandolina en su regazo eternamente a punto de soltar un acorde que dignifique la humillación de la gran mudanza y la demanda de una respuesta en esos ojos que miran ávidamente dispuestos a todo.

Muchacha en el balcón Combustión en la altura, muchacha de la época, pulido y fresco felino brotado de sucesivos barros dolorosos, vean cómo desplaza su liviana carne solar ondulante de música en el balcón abierto. Ahora que inclinada hacia el cielo se dispone a volar vacila ante un llamado quejumbroso, soplado desde una sanguínea pulsación. Entonces está allí, oscilando entre el anhelo de perderse en lo azul y el de permanecer, seguir perfeccionando las terrestres formas venideras.

La abuela Mi recuerdo principal sigue en su mano. Su mano que alguna vez en el siglo pasado fue melodramática y carnal, y que pasó del mar directamente a la cocina para encender el fuego y convertirse en vanguardia inteligente de una conciencia de lo justo; cargando con las trifulcas y disgustos de la familia,

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arropando a los que dormían inquietos en invierno, desafiando el luto con la aceptación de todo lo que sucede, sabiendo que lo torcido y lo derecho terminan por enfilar en un solo rumbo. Su mano respiración y poder articulados entre objetos sabiamente sometidos, y yo, que llegué cuando cerraba por última vez el horno, para decirle que nada hay más hermoso que un huevo ni más vivo que una mano de abuela en la cocina.

Viaje suspendido Un soplo de viento gris en la ventana te arranca del sueño. Te espera un avión embargado en el aeropuerto. Dudosas promesas de una época distinta: ¿te alcanzará la fe para tanto o te dispones a un viaje de vencido? Alzás el bolso donde has apilado ropas y papeles, caminás hacia la puerta y al aferrar el picaporte tu mano descubre la náusea del umbral y retrocede. De pronto se ha inclinado tu espinazo y la revolución está muerta: se fue sin despedirse en un recodo tumefacto de nuestro tiempo sin saber hacia dónde. Así que volvés a la misma cama donde la soñaste. Entonces te aferrás al cráneo pulido de Marx que tantos mártires engendrara para dar mundo a la justicia. Y vos tendido, demasiado fatigado para alcanzar el tren de aquel enorme pensamiento y su verdad sin tregua aplicada al suspiro de la criatura acosada con todo un siglo por delante.

Libélula Aquí, en el único mundo posible, sin disponer de otra luz

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y agonizando por ella, combatí para no caer en mi cono de sombra buscando incesante una ventana hacia el sentido. Esta libélula, con sus hélices desesperadas, entró por error en la habitación y ahora se debate contra el vidrio para colmar su cruda necesidad de sol. Allá espera su única mañana posible en la que sin embargo sonará como el real zumbido de una vida interminable.

La chuña Apareció en la calle inédita y como recién creada, sola en su especie hasta que ganó su nombre. Merodeó en los jardines altanera y lenta en su plumaje de seda gris, alzando sobre la ondulación del cuello el orgullo de su cabeza, el pico dorado entregado a la instantánea caza de insectos aéreos. Finamente articuladas en dos secciones, sus patas concluían en tres dedos aferrados al planeta. En un suave estallido de vida individual expresada en los ojos de mujer egipcia y lateral pintada en la piedra. Los definía un negro absoluto, sin lenguaje, muy hacia adentro su oscuridad sin fin, un campo de negación que devoraba todo sin devolver nada ni siquiera el nombre que le habían prestado. Y hasta el verde paisaje de sol moteado entregaba a esa doble visión insaciable un lenguaje de figuras que se volvían ciegas.

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Cuando el mundo es puesto en duda Entre verso y verso se instala una pausa donde el mundo es puesto en duda: entonces pongo mi amarga cabeza a circular por el jardín. Busco un rumor terrenal a un costado de la escritura consciente. Palpo un higo maduro, una dalia inclinada por el peso del agua hacia este oscuro planeta. No residen aquí, en estos suaves, acuerdos, las negaciones de la existencia, su sonido negro. Al pie del muro un susurro de violetas, la humedad feliz de la vida individual. Del otro lado los días de la muchedumbre que alza los puños poseída por un conocimiento decisivo. Estas cosas han optado por sí mismas. Toman la tierra por asalto, la fecundan con un sentido que me estoy debiendo. Ahora suena un disparo:? ¿debo elegir? ¿Mentir en la oscuridad de mi habitación? ¿Cómo ser exacto? La época apresura su pánico dentro de mi cabeza, allí donde un aullido oscila oscuramente de un extremo a otro de lo desconocido.

Aquí el error La escarcha bajo el vidrio de la ventana se acumula formando una especie de cordillera. Sin saber por qué, estoy seguro que no la esculpe el azar sino la ley del viento invernal: otro secreto de la naturaleza cuyo único error es mi propia existencia

Lluvia en el jardín La lluvia en el jardín y yo rodeado de cosas subalternas. El agua abulta las dalias allí donde todo es necesario y yo sin romper el vidrio. El agua es una exacta realidad a esta hora de la tarde. Se aplasta materialmente, para crear a fondo.


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¿De dónde saqué esta mentira para rechinar los dientes cristal adentro, prisionero de un orden secundario? Llueve en mi fisiología, se inclinan las dalias hinchadas y nada de eso me sirve. Estoy fuera del cuadro.

Nuestros días mortales A través de los días mortales, bajo el cielo que nadie comprende, corroboramos con un aire distraído la idea de un infierno levemente estructurado sobre las columnas de la carne, el espíritu o el desorden. Aquí están los aconteceres: creados, no obstante, a imagen y semejanza nuestra, rumores desdichados de la ciudad, en la noche, y fétidas tinieblas ambiciosas de aposentos demasiado humanos que acumulan las huellas tristes, el desecho de una existencia condenada a todo, parecen cumplirse no a pesar nuestro precisamente sino de manera ajena, en el caos insidioso de una independencia atroz, a ratos como al descuido hasta ofrecer una gratuidad desconcertante. Del mismo modo la rama del verano y del invierno y las frutas y los animales transcurren del otro lado, por caminos oscuros de un reino más desconocido que extraño. Nos fue dado a nosotros no la increíble indiferencia sino perplejidad para sostener una abierta realidad que a una broma indecente se asemeja; hombrecillos pensantes cargados de piadoso tabaco aventurados a la responsabilidad de cada uno de sus huesos y a la libertad inútil de los días ferozmente ocupados. Consecuentes, irritables vasos de la decepción que de pronto hallan que el hecho consumado los supera, que se habían equivocado, que nadie sabe en qué reside lo contrario del dolor, que no era eso, en absoluto, lo que habían pedido, que a través de la dulce y pausada elección de los pequeños actos, las comidas, las rosas, se vieron conducidos al súbito desastre. Remo Erdosain, José K., estupefactos, naturalmente, hallan que su propia perdición no les concierne mientras persiguen como soñando una música que conjeturan eterna y crece el viento

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circularmente en un jardín lejano. Así, la vana interrogación se vuelve hacia su propio centro, nuestros días mortales se levantan y caen como un fin en sí mismos y prosiguen colmados con las formas hurtadas a la imaginación tendida sobre el error. Este es el sueño que logró Prometeo: Entonces ¿qué sentido habrá de concederse a su rostro surcado por la furia, el orgullo y también la esperanza? Oscuro es todo esto; pero a veces cantamos, en la noche, para robar la llama a un remoto paraíso y después retornamos, tambaleando, al infierno que desde hace mucho tiempo rehúsa la morada insensata del mero pensamiento.

Contemporáneo Contemporáneo: hay poco tiempo aquí, entre nosotros; ahora que atraviesas la época y la calle con un cierto estupor acosado, recuerdas que no hay tiempo y caminas de un sitio para otro sin saber qué sentido otorgar a tus perplejos movimientos. Pero tú andas el camino del sol, conoces que no hay tiempo para olvidar tu neurosis y la ajena, ordenar los papeles, escuchar una música hasta el fin, devolver el saludo y tenderte en el sol sin mentir ni opinar. Pero también recuerdas: te nacieron, te dieron sombra, te enfermaron, te operaron y después a la calle, a inventarse otra vez a sí mismo, precaverse del crimen ultimando a los otros: la época hizo de ti una historia puramente esquemática. Entonces, amargado, ofendido, engañado sin tregua fue una vergüenza el mundo y tu país y un poco a ciegas “hay algo aquí —dijiste— que no entiendo, un error de perspectiva en esto de integrar la especie, una calamidad de entrada, un sistema que falla por la base: esta vida, este momento universal que me ha tocado a mí precisamente”. Y no pudiste definirlo. “No se puede —dijiste— hablar claro; pero qué hago yo con este rostro, si la desgracia tiene una especial coherencia, si la tiene conmigo y siempre pago, si el cáncer y el salario y la muerte me salvan de la lógica: si es cosa seria elegir y difícil exhibir documentos sin sentirse culpable y no obstante ser nadie a pesar de mis ojos.” De acuerdo, señor mío, de acuerdo, decían tus amigos


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en noches de verano, todos de acuerdo estamos, pero tú ¿dónde ibas a meterte? Eras juicioso, caías en la edad en que no estar conforme y ser equivocado e insensato eran insoportables lujos para ti que tampoco de tu mente sacabas conclusiones ni justicia; de manera que te quedó un perverso hueco de la noche, minutos antes de dormir-morir, donde arrojar el perro mental que padecías bajo el cráneo: el mundo, cavilabas, que merecido está por nuestros huesos, qué medida implacable tomó de nuestra piel para meternos dentro de sus indiferentes construcciones y dejarnos después la primera y la última palabra; porque hay algo, supongo, desde abajo, empujando, como un puño que rige los tristes movimientos de la gente; una razón primaria que determina y envenena el resto: la mentira en la cara, pero antes el dinero y la muerte, el poder y la culpa, algo habrá que se defina por sí mismo y no por sus podridas consecuencias; de modo que aquí estamos en el vicioso círculo de un perro que va siguiendo un ilusorio hueso adherido al extremo de su cola. Hasta que el perro se durmió en un inexplicable rincón de tu cabeza y hubo paz y hubo tiempo y espacio para todo. Tú gozabas el indulto del mundo, aniquilado antes del alba-náusea, mientras caía la lluvia sobre la tumba de papá y mamá y sobre la de todos esos héroes de nuestro tiempo.

Cumpleaños Y de pronto me aplastaron los años. Miré en torno, incrédulo y buscando dónde depositar la carga, como si creyera en la universalidad de la condena. Pero la verdad personal me devolvió con la evidencia de un alambre de púas. No les deseo certezas de este tipo sigan nomás comiendo que en nada hay gloria mientras en algún lugar del esqueleto palpo el hueso más cercano a su fin.


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Basta cruzar la calle Al cruzar la calle su ondulación trasera provocó confusión y júbilo y una brusca asfixia en el tráfico. Los automovilistas silbaron un rápido entusiasmo genital y vibraron sus narices de felinos superiores. A esas horas el país era una crisis mortecina, una triste descomposición se olía en sus imágenes, la temperatura subía en los sótanos bancarios. Pero la salud sexual de nuestros compatriotas parecía inconmovible. Y desde sus intactos reflejos ascendía una promesa de resurrección contra la época.

El iluminado ¿Cómo puede el pequeño cerebro soportar proyectos más vastos que el océano cómo resuelve el problema de no ser sobrepasado y no estallar?: este módico humano en su maloliente cuarto frío, la foto de su héroe pringado de moscas. ¿Cómo logra concebir un destino detrás de su rostro, una redención para todo el mundo? Por eso cada mañana, a menos que el insomnio repique su martillo, despierta cubierto de cicatrices. Pero es el mártir que necesita toda verdad utópica. Sale a comprar la leche para su desayuno, se parece a todos y no merece su imagen. ¡Pero cómo resplandece dentro de su cabeza!

Perro y amo Con el último estertor de mi vecino su perro aulló pues había amado lo suficiente para no creer en la vida eterna. Vivían solos del otro lado de la pared y desde mi agujero escuchaba sus ruidos inexplicables.


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Compartían la vejez y un mortecino abatimiento. A veces los encontraba en el ascensor cuando salían a la calle como para probar el paso de los días. El perro murió poco después para no desmentir la lógica de una causalidad emocional: pero amo y perro no tuvieron la misma tumba y cada uno bajó a la suya, en demanda de una sola y triste necesidad.

Algunas vez, las líneas Alguna vez, las líneas de este lenguaje comprimido no moverán la misericordia de un oído o un ojo. Para entonces me habré perdido, no justificado en una zona sin identificación posible. Trabajos solitarios y extranjeros, muescas en la dura madera de la mesa: ¿dónde estamos cuando nuestros trabajos se desvanecen ante los rostros oscuros? ¿Dónde se mete el flautista cuando la música cesa y el público abandona la sala hacia otros estruendos menos organizados, cuando el oído y el ojo vuelven a las palabras sueltas y multiplicadas como una epidemia bajo un estrépito de butacas que se despueblan?

Del otro lado Alguien ha muerto del otro lado de la pared. A ratos hay una voz aprisionada por un sollozo. Soy el vecino más próximo y me siento un poco responsable: la culpa encuentra siempre una oportunidad. En el resto del edificio nadie parece enterado. Hablan, ríen, encienden televisores, devoran

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toda la carne y la canción posibles. Si supieran lo que ha ocurrido allí cerca, no alcanzaría el pensamiento de la muerte para alterar el ritmo cardíaco del conjunto. Empujarían al difunto hacia el futuro y la indiferencia tendría sus razones: después de todo, nadie se muere más que otro.

La rueda La rueda sigue girando después del accidente pero el hombre ha cesado como el resto de los escombros humeantes. A un costado de la ruta el auto aplastado como un insecto, sangre y aceite mezclados, ya no tiene explicación ni contexto. Pero la inercia del mundo impulsará el movimiento de la rueda hasta su agotamiento y el viudo zapato en el asfalto encarnando una finitud que no estaba prevista luego de girar la curva cerrada.

Acoplamiento Afinidades sanguíneas en la oscuridad. El varón se desploma íntimamente, cava, hace nudos por dentro, pegotea, raspa cosas blandas, y ardidas, llama, propone muerte y resurrección hasta obtener respuesta. El conjunto se unifica en un jugo solar un espacio cerrado de energía, asociado al porvenir, girando sobre sí mismo compacto como un verbo y una identidad. El ojo helado de Leonardo hizo un corte vertical y apolítico en la pulsante combustión y en el dibujo, su mano sacó sombras de vísceras y huecos


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hasta enfriar el mecanismo interno.

Uvas rosadas Este breve racimo de uvas rosadas pertenece a otro reino. Yace, sobre mi mesa, en la fría integridad de su peso terrestre mientras yo permanezco silencioso imposibilitado de oponer mi vida a su carnal exuberancia. Casi con horror admiro allí la dura tensión del agua hacia la piel mortal como una realidad insoportable. He aquí un remoto acontecer: todo transcurre del otro lado, fuera del rumor insensato de la existencia humana. Comprendo que hay un límite cuyo paso en el tiempo me está vedado de modo que el puro conocimiento sólo cabe en la mera travesura de la mente. Más allá está la misma tierra a la que regresamos como extraños; en el racimo de uvas rosadas yace la imagen de otro regreso y este enigmático existir dulcemente en el rosa tiende a cumplir el ciclo que comenzó, radiante, en el verde lejano. Otros días transcurren aquí, en otro espacio que colmó la inutilidad de una vida ocupada. Ajeno a la región de las uvas permanece mi estupor desalentado; pero nunca la esperanza tuvo mejor imagen que esto: la travesía del límite que da a lo secreto vendrá de la misma costumbre de la luz con que las uvas rosadas van a entrar en la muerte.

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Insecto en el verano Tendida sobre la hierba, mi mano derecha retrocedió, como volviendo a una vieja perplejidad: la tierra le ofrecía de pronto, un abierto acontecer de sí misma, con el insecto verde, en el lento latido de su abdomen que cruzaban rotundas rayas azules. Yo, en inmóvil desconcierto, acepté el hecho y justifiqué con extraña vacilación una existencia imperturbable, de colmada gravedad, que atravesaba con el sol la mañana de verano. Logré apenas soportar la tensión con que el insecto arqueaba hacia abajo su desnuda materia y vi dos ojos de púrpura estriada vueltos al resplandor desde una sombra remota. El mundo allí alcanzaba otra imagen, acaso demasiado esquemática para ser soportada por el conocimiento. Esto ocurría bajo el cielo y recuerdo que entonces cansado del desorden de la mente y la piedad y la dialéctica de la culpa pretendí que esos vivos espejos de la tierra contuvieran mi imagen. Nada entendí, sino que ya era tarde. Desde hace tiempo nuestro dominio es otro. Lejos como un antiguo error yace a nuestras espaldas, más allá todavía de la hedionda caverna de Platón, una oportunidad perdida. El retroceso, el horror de mi mano derecha, tan cerca del espíritu, fue tan sólo la imagen del renovado fracaso ante el insecto verde, en la lenta mañana del verano.

El sapo Al pie del agua de un verde inmóvil había un sapo que dulcemente vi hace tiempo, en un verano, y su forma contenía un posible mundo desconocido, quizás semejante a los vastos cielos de diciembre.


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Pero el cielo mismo no se comprende en absoluto. Estaba allí, reposado en la placidez de su propia y espesa materia palpitante, sensato como todas las cosas que desde su centro aguardan la disolución de sí mismas. Me detuve y logré alcanzar sus ojos con los míos y pensé que, sin duda, la perplejidad de ser estaba superada. Consideré inútil otro conocimiento. El sapo alcanzaba una región más vasta, no extraña precisamente sino ajena, una manera de sobrevivir lo exactamente necesario. Precipitado, aventurado a la existencia, como un sapo simplemente, más allá que la belleza de da paz y enloquece a los hombres el único significado de todo eso era la tranquila complacencia de la húmeda piel verdosa, vistiendo a un dios obstinado en la razón secreta de sí mismo. Me inundó un colmado sosiego y desmentí la náusea y la muchedumbre de sabios que desde Thales de Mileto inclinan hacia el error el tumulto precipitado bajo la frente. Ante esa vana fatiga permanecía idéntico a sí mismo e infatigable además el sapo que dulcemente vi hace tiempo, en un verano.

Astrología En un punto del universo ha estallado una estrella y simultáneamente el equilibrio químico se turba desconcertado en una célula de mi vecino. De este modo el cáncer se instala del otro lado de la pared. Si tengo una estrella para mí, por el momento brilla estáticamente sostenida,


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hasta que alguna mutación en su vientre llameante determine un coágulo en mi historia personal. No es que crea mucho en estas relaciones, en el lenguaje prefigurado que torna dramáticas las constelaciones. Creo sí en el deterioro universal, en las fallas del mecanismo que no entraron en la cabeza de Kepler, en el movimiento falso del músculo en la cláusula ambigua del tratado de paz: Dones de un mismo reino donde las proporciones son apenas un accidente y la falta de sentido y de fidelidad lo único serio; piedras en la vesícula, explosiones en el sol, una chinche aplastada y una clamorosa colisión en la cabellera de Andrómeda.

Escuchando el laúd Escuchando en el laúd la nota antigua uno ve poetas en el pasado pero no asesinos. Ve la ingrávida sustancia incorporada a la gelatinosa energía de la historia y esta confusión no termina de aclararse. Increíbles poetas entre nubes de sangre salvando a medias la verdad, dejando el resto a la convicción del crimen general como un error que debe soslayarse. Cómo consiguió la belleza aislar las rosas, construir un recluso jardín incorrupto y dar materia a este cantor eterno. Pero la estúpida crueldad y el martirio no fueron cosas transitorias ni objetos irreales que pueden apartarse como una falla terrestre, una fractura en la roca, un paso en falso en el mundo. Aquí están todavía, no en el mito y a su manera se empeñan en dar música. Las cuerdas siguen resonando en medio de la masacre, la vida corporal de esta madera finamente curvada es aceptada como un conocimiento ilusorio. El laúd rescata un engaño hasta el fin de los tiempos.

Accidente aéreo Leímos que el accidente aéreo se produjo a causa de una falla en el radar, cuando la niebla devoraba esa noche el aeropuerto.


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Aquí están los rostros en las fotografías reproducidas en frío de los desolados documentos personales. Destinos resueltos en una conmoción instantánea al final de una parábola cuyo curso no entró en los cálculos, paralizados por un error no previsto en la materia irresponsable no del todo dispuesta a coincidir con nuestras informaciones, o por falta de amor en una incierta sección del mecanismo.

Frank Kafka en el sanatorio El mundo parecía en orden fuera de su cabeza, el cuarto del sanatorio, la vana imprecación de las pócimas, el vaso con flores desoladas. El médico, de pronto, se volvió absurdo al insistir mecánicamente hacia su pecho buscando un latido perdido, un lenguaje en la oscuridad. Entonces lo apartó con una cólera triste, la sombría fatiga que siempre había ordenado ademanes tan delicados para amparar su destierro. Todos los que lo amaban estaban allí moviéndose detrás de la puerta o precipitándose en oleadas hacia el remoto rostro parloteando preguntas sin salida, en el mejor estilo judío. Pero allí se limitaba el mundo a encarnar los intensos silogismos de sus textos y al mismo tiempo confirmaba su poesía en un código monótono y fragmentario de marionetas. Toda esa agitación ¿quién la necesitaba sino la voracidad de vivir al precio de cualquier vergüenza? Un moribundo muy especial, hermoso como un condenado, quizás con abundantes pruebas acerca de lo secreto, desapareciendo, contra toda lógica, en un cuerpo pequeño.

Mi hija se viste y sale El perfume nocturno instala su cuerpo en una segunda perfección de lo natural. Por la gracia de su vid la noche comienza y el cuarto iluminado

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es una palpitación de joven felino. Ahora se pone el vestido con una fe que no puedo imaginar y un susurro de seda la recorre hasta los pies. Entonces gira sobre el eje del espejo, sometida a la contemplación de un presente absoluto. Un dulce desorden se inmoviliza en torno hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse anuncia que todas mis opciones están resueltas. Ella sale del cuarto, ingresa a una víspera de música incesante y todo lo que yo no soy la acompaña.

La desaparición Con un par de convicciones y algunas blasfemias violaron la cerradura a tiros. Animales de caza nocturna lo sacaron de la cama. La presa no alcanzó a despedir su rostro ni poner a salvo su nervio principal. En la vejación, el mundo perdía su nombre y sospechó no más poemas después de eso. En nombre de un orden que despuebla la vida, lo condujeron en un coche cerrado como un ataúd hurtando la vergüenza al exterior. Entonces atravesaron la vasta oscuridad sin jueces de una ciudad en la que desapareció y en cuyos jardines había amado con un cuerpo visible tendido al sol.

La batalla La manada policial había bloqueado las calles laterales. Una operación mental tácticamente correcta y fría. Pero en el tumulto vibraba un núcleo incandescente donde se decidían las cosas con puños alzados, alaridos, blasfemias y razones coléricas. Volaron llamas, escupitajos, mamposterías,

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vidrios pulverizados, bulones: el lenguaje encarnado de gente que sabe lo que quiere en tiempos miserables. La multitud onduló jadeante y ciega al estallido del gas y aunque condenada a una asfixia de lágrimas perforó por un instante el cerco de escudos y plástico reforzado. Silbaron balas y el aire humoso se astilló en la dispersión. La furia general se concentró, vaciada en las tensadas cavidades de cada rostro. En la cabeza de la nación hubo un leve crujido, como si allá afuera hubiera sucedido algo todavía desconocido. Las pantallas de la televisión dieron por apagada la escena. Había otros temas que atender y desmentir el desorden: allí donde al amor sólo le quedaban falsas definiciones, pero también sospechando cuántas mutaciones llegarían a depender de aquella batalla perdida en el recodo de una guerra interminable. Después, montado en un aullido de sirenas, llegó el Estado perfecto en auxilio de los muertos.

Dalia en el viento Erguida junto al pilar donde acuden los borrachos y todos los perros del mundo busca la luz que demanda su juventud. En la alta profundidad, ordenados sus pétalos violáceos en torno a un centro dorado que actúa como un ojo, oscila sobre un fino tallo articulado. Hacia un fondo de cielo nuboso y cerros verdiazules entona una danza circular hasta que el viento la abandona y desmayando su cabeza en la piedra exige un poder imperial sobre el paisaje. Pero no intenta inyectar su sangre a ese anciano allí abajo derrumbado en un sillón con hojas orinadas a sus pies, obstinado en no abandonar sus huesos que dentro de sí mismo cavan su propia tumba.

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Texto para un cuarto de hotel Señor pasajero no arroje preservativos por el inodoro. Sea responsable después del amor, existe un coágulo en las arterias de la Nación. Llévelos consigo colmados de su jugo y dónelos al banco de semen general. Allá sabrán qué hacer con tanta energía germinal, su derecho a desmentir la muerte propia. Mientras tanto confíe en su continuación personal y en el porvenir de la especie. Gracias por la colaboración: su gesto aplazará el sollozo terminal que se atribuye al mundo.

Viaje suspendido Un soplo de viento gris en la ventana te arranca del sueño. Te espera un avión embargado en el aeropuerto. Dudosas promesas de una época distinta: ¿te alcanzará la fe para tanto o te dispones a un viaje de vencido? Alzás el bolso donde has apilado ropas y papeles, caminás hacia la puerta y al aferrar el picaporte tu mano descubre la náusea del umbral y retrocede. De pronto se ha inclinado tu espinazo y la revolución está muerta: se fue sin despedirse en un recodo tumefacto de nuestro tiempo sin saber hacia dónde. Así que volvés a la misma cama donde la soñaste. Entonces te aferrás al cráneo pulido y vacío de Marx que tantos mártires engendrara para dar mundo a la justicia. Y vos tendido, demasiado fatigado para alcanzar el tren de aquel enorme pensamiento y su verdad sin tregua con todo un siglo por delante.

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Pulitzer Los niños despavoridos alzan los brazos en la carretera bombardeada. Hay un cielo humoso que ha resignado su inocencia sin preguntar qué sucede con las lágrimas ni si el dolor tenía ya lenguaje suficiente. La fotografía planea hacia el escritorio del presidente como un naipe y pierde la apuesta: no logra detener la guerra. Entre la imagen y los ojos del Gran Magistrado circula una sombra que de pronto es coagulada para que el imperio devore su petróleo mortal. Pulcro y contra natura, tiene ante sí suficientes razones de estado, su bandera en la luna y una familia sonriendo detrás del vidrio. Y no está en sus manos hacer de la historia un lugar para vivir.

Zapatos He pensado en la poesía tendido en medio de la noche. No lamento su juventud perdida. Al pie de la cama mis zapatos cansados hacen todo lo posible para perdurar aplicados con bostezos finales a una lírica secreta.

La rama caída Una ráfaga de viento ha quebrado la rama del gladiolo bermejo. Caída junto a la cerca de alambre es como un brazo vencido por una brusca fatiga. En el vasto entorno, el paisaje atiende a su propio verdor creado por la lluvia. Ahora, la intensidad del sol marchita el bermejo hacia un marrón reseco y el tallo oscurece adherido a la tierra. Muy vagamente sabemos por qué sucede esto ante nosotros ebrios de identidad y permanencia: unos pocos días consumarán la disolución

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pero lenta es la muerte en este final que olvidaremos.

Escuchando el presente En la plenitud de la noche, el esposo se vuelve hacia la esposa dormida cuando en la cerrada oscuridad escucha el asedio de la antigua aflicción: el tiempo clavando en la mitad de la almohada una promesa de aniquilación. Pero ella está allí, un centro vivo que no se aisla en su respiración y que transmite a la materia circundante, -la pulsación de la sábana, latidos en el airela certeza de un presente amado e inviolable. Entonces se inclina, se deleita en el instante y deposita el sufrimiento en la desolación del futuro.

Acción fílmica Una mano abierta, como de nieve desplomada, colgando de la cama hacia la pesada oscuridad. La imagen propone un enigma, allí donde algo mortal sucedió. Hasta hace poco, ella, en una fisura crepuscular jadeaba junto al teléfono dormido extendiendo un terror no resuelto a la amenaza de la materia. Pero la escena se cerró. Bruscamente cayó la anestesia de lo negro cubriendo toda posible respiración. Así se negó espacio y entre dos parpadeos fue incubado un tumor de hierro.

La noche del esposo Buenas noches. El esposo que hay en mí impide que el sueño nos divida.

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Y aunque el cuerpo nupcial tienda hacia un oscuro estallido, a partir de la bestia cavando en mitad de la almohada yo escucho el poder unificado que fluye de nuestra vida. Receptivo como la boca de un horno fundiendo metales, devorando tu finitud y la mía absorbiendo profundamente las señales de tu respiración a mi costado. Juntas nuestras amantes cabezas sin error ante la muerte sentada en un rincón del dormitorio, despierta y hurgando en porciones de mutilada carne con frías uñas bajo sus alas plegadas.

Hipótesis sobre objetos La materia es excesiva y comediante a mi alrededor fatigado. Al caer la noche suelta a sus hijos en la habitación: las cosas sometidas se dispersan, pierden relación y entran en verdadera escena. Mis manos planean, descienden a la oscuridad. A partir de la mesa cuadrada, cotidiana, espesa, los objetos ligados a mi fracaso descubren su finitud y tienden hacia una especie de emocionada autonomía, libres para la acción de un teatro cerrado. Son las 10 de la noche. Pierden sus pálidos dioses, entran en la anarquía de un mito olvidado: ahora se disputan el campo de apariencia y aumentan la presión de la realidad sobre mi cabeza volcada.

Texto para un cuarto de hotel Señor pasajero no arroje preservativos por el inodoro. Sea responsable después del amor, existe un coágulo en las arterias de la Nación. Llévelos consigo colmados de su jugo

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y dónelos al banco de semen general. Allá sabrán qué hacer con tanta energía germinal, su derecho a desmentir la muerte propia. Mientras tanto confíe en su continuación personal y en el porvenir de la especie. Gracias por la colaboración: su gesto aplazará el sollozo terminal que se atribuye al mundo.

Reflejo condicionado Intento una payasada neutral frente a esta mosca que ha venido a posarse en mi cuaderno de poemas para lavarse las manos. Paralizo mi cuerpo y mi respiración. No tomo parte en el curso de las cosas. Pero la mosca sospecha una conciencia mortal en las inmediaciones. Salta y desaparece en el mundo ilegible y eterno.

(La lluvia es un apaciguamiento universal…) La lluvia es un apaciguamiento universal desde la ventana árboles y animales paralizados en su unidad. Una dalia de suntuosa combustión revela bajo el agua su paz interna. ¡Espacio y dominio de la naturaleza impersonal! Pero aquí, en su campo nervioso, particular, el prisionero rechina los dientes. Desde todos los objetos, llega una amenaza, la hostilidad de su dios, sus ojos bloqueados, creando cosas húmedas y terribles en un cuarto cerrado.

Poética La poesía no nace. Está allí, al alcance de toda boca para ser doblada, repetida, citada total y textualmente.

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Usted, al despertarse esta mañana, vio cosas, aquí y allá, objetos, por ejemplo. Sobre su mesa de luz digamos que vio una lámpara, una radio portátil, una taza azul. Vio cada cosa solitaria y vio su conjunto. Todo eso ya tenía nombre. Lo hubiera escrito así. ¿Necesitaba otro lenguaje, otra mano, otro par de ojos, otra flauta? No agregue. No distorsione. No cambie la música de lugar. Poesía es lo que se está viendo.

Pero mire un poco Pero vean qué manera de yacer este cadáver de J.O.G. La cosa parece de veras decisiva y pueden creerle por esta vez. Yo lo conocí bien, puedo decirlo; este sujeto tenía una manera extraña de enfrentar el mundo y sus calamidades: hablaba todo el tiempo de eso. Cuando vio que la muerte estaba encima la barba crecida se le puso verde y ya no habló. Buscó en el fondo remoto de los años alguna fe que lograra apuntalar los escombros finales, un ensayo ilusorio de una cierta existencia con sentido. Pero entendió que el mundo sólo había esperado un cadáver, no un poema. El amor, sin embargo, había tenido mucha importancia en su vida,

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de manera que, créanme, valía tanto como cualquiera de nosotros.

Apuntes de época Frecuencia de tiroteos En las inmediaciones de nuestro cuerpo. Las noches llegan como amenazas secretas. Explosiones, aullidos de ambulancias y neumáticos, pasos que se precipitan. Espasmos de una agitación avanzada. La vieja época pierde el ritmo cardíaco, boquea en el estanque seco de su propia historia. Detrás de las puertas cerradas a doble llave, pasador y moral sin dientes todo el mundo conteniendo el aliento. Timbales y música a volumen crítico. El baile de los muchachos del otro lado de la pared. Desde aquí no hay mucho que explicar: acumulo muecas, examino ideologías pero en conjunto ignoro si son libres o felices, qué heroísmo reclaman, qué sueños conciben.


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A veces hay un accidente en el tocadiscos y entonces los muchachos con puños y pies golpean las paredes para escapar de estos tiempos difíciles y oscuros.

Fábula Abrumado por el tabaco y la cultura y convertido en un engaño por su propia clase estaba esperando la revolución por la desnuda, terrible acción de los otros en la calle. Pero detrás de los cristales a cubierto del viento social donde toda culpa entra en crisis con sus razones podridas, resolvió que el cambio acontecía en las pequeñas mutaciones permanentes del cielo y el polvo, en el giro de la cuchara en la taza de té, en las decepciones periódicas del hígado, en la muerte de papá y de las moscas. Inventó un poema con todo eso y el resultado es una estafa a la vieja forma, una lejanía cada vez más vergonzante de un nuevo lenguaje que puede estallar en cualquier momento

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Por alguna razón Compré café, cigarrillos, fósforos. Fumé, bebí y fiel a mi retórica particular puse los pies sobre la mesa. Cincuenta anos y una certeza de condenado. Como casi todo el mundo fracasé sin hacer ruido; Bostezando al caer la noche murmuré mis decepciones, escupí sobre mi sombra antes de ir a la cama. Esta fue toda la respuesta que pude ofrecer a un mundo que reclamaba de mí un estilo que posiblemente no me correspondía. O puede ser que se trate de otra cosa. Quizás hubo un proyecto distinto para mí en alguna probable lotería y mi número no salió. Quizá nadie resuelva un destino estrictamente privado. Quizás la marea histórica lo resuelva por uno y por todos. Me queda esto. Una porción de vida que me cansó de antemano, Un poema paralizado en mitad de camino hacia una conclusión desconocida; un resto de café en la taza


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que por alguna razón nunca me atreví a apurar hasta el fondo.

Zona bancaria A mediodía, la cruda misión de la materia silba en la zona de oro. La divinidad está aquí por una especie de delegación sombría, pero la maquinaria bancaria trabaja para el cielo. Qué propicio el tumulto de las operaciones bursátiles, qué oportunidad tangible para una conversión a lo sobrenatural. Pues, ¿cómo no creer en el demonio, mi paso de animal herido por esta tierra, mientras huyo del templo corrido a latigazos, la mercancía equivocada de la creación dejando mi dinero en manos de los oscuros príncipes de nuestro tiempo?


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El poder de la palabra, entrevista a Joaquín Giannuzzi Por Martha Vargas Para asumir las verdades humanas hay que estar en el mundo Joaquín Giannuzzi

Mijail Bajtin ha dicho que la poesía "es un lenguaje de dioses". Como tal, su lenguaje es autónomo y absoluto, se basta en sí misma, tiene categoría de ser, un ser verbal en el mundo. La poesía moderna juega con la ironía y presenta las preguntas sobre las problemáticas y hasta el enjuiciamiento de las palabras y de la vida misma. Desde el ángulo de "lector común", el que se implica en la palabra poética por placer y casi por necesidad existencial, aparece esta necesidad de adentramiento, de contacto, con el mundo de la poesía, con el ámbito de las palabras del poeta, con la imagen del mundo del poema. Tratemos de descubrir el mundo poético del poeta argentino Joaquín Giannuzzi, que en su enorme departamento porteño, donde "se percibe la soledad, como compañía", se presta al diálogo. -¿Desde qué edad escribe? -Se despertó el gusto por la escritura cuando el maestro nos pidió que hiciéramos un resumen sobre un capítulo de "Facundo" de Sarmiento, bueno, ahí descubrí la felicidad de escribir. A partir de eso, seguí escribiendo, como un destino en mi vida. A partir de eso, hice estudios de ingeniería en La Plata, después dejé la universidad e ingresé al periodismo. -¿Hizo Escuela de Periodismo? -No, directamente. Parece que ahora la modalidad es ir a una escuela, pero en esa época directamente se ingresaba al diario y allí se aprendía. -Como muchos otros periodistas, grandes escritores, como por ejemplo Roberto Arlt. ¿En qué diario empezó? -En Crítica, en el año 1953 y después pasé a Crónica. Por fin, hice periodismo cultural, hice crítica de poesía en la Revista Sur, por los años 60, después en Clarín, en La Nación y en distintas revistas críticas de poesía, sobre todo. -¿Qué premios ha obtenido? -Tuve varios, entre ellos, el Premio Municipal, el Premio Esteban Echeverría, el del Fondo Nacional de las Artes, Premio de Honor para la Fundación Argentina para la Poesía y como una culminación, el Premio Nacional de Poesía del año 92. Este año en la Feria del Libro, con Saer, gané el Premio de la Feria. -¿Qué siente, qué experimenta al escribir poesía? -Escribir poesía es un acto de felicidad y también un tormento. Puede llegar a


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ser una desesperación. Si uno está satisfecho con el resultado, puede llegar a ser un estado de exaltación, como un estado de gracia. -¿No podemos hablar de inspiración? -No está de moda la inspiración, pero podría ser. Esa palabra existe y por lo tanto, también la emoción. Es un estado emocional, que es la inspiración. Algunos escriben en frío, otros necesitan cierto clima espiritual para escribir. Ese clima, en el caso mío, viene solo, no porque lo busque. -Usted habló de cierta exaltación. -Sí, un estado de gracia, a lo mejor es demasiado llamarla así, pero... -¿Su poesía es serena o exaltada? -Yo creo que hay un estado intermedio, entre los dos estados. Puede ser reflexiva, descriptiva. Trato que no sea demasiado reflexiva, porque no es lo que corresponde, el poeta no es un pensador. Pero sí, puede haber un pensamiento dentro de cada poema. El poeta expresa, no piensa. -¿Son sus obsesiones la muerte, la naturaleza, la vida? -Yo creo que son obsesiones que ya duran 4000 años. El hombre tiene esas obsesiones, su gran problemática, sobre la condición humana y la conciencia, sobre la finitud, que es su gran tragedia. Por supuesto, yo no soslayo la tragedia histórica, que es la tragedia sobre la existencia. ¿Por qué vivimos? Pero también ¿de qué vivimos? -¿Su poesía expresa también las angustias sociales? -Sí, pero no siempre están explicitadas. A veces, con más claridad. Pero no me propongo hacer literatura comprometida. En la década del 50 se hacía. El compromiso del poeta, ante todo es con su lenguaje. Puede expresar el drama de la época, sí, cada uno tendrá su camino, de acuerdo a sus obsesiones, a sus pasiones, a su visión del mundo. A veces trato temas que se refieren a la actualidad, a la actualidad histórica ¿no?. Creo que todo poeta, bien o mal, refleja el drama de su época, claro, no siempre en forma explícita, a veces hay que leer entre líneas. Pablo Neruda decía "Yo hablo de las cosas que existen"... Se suponía en otra época, que el poeta vivía en las nubes. Para asumir las verdades humanas hay que estar en el mundo, también en el sentido de la sensibilidad. -¿Participa de la nueva poesía argentina? -Yo evoluciono, como casi toda la gente que escribe, que no se queda con una forma determinada, hay otros registros formales. Hoy mismo, basta echar una ojeada a la poesía que hacen los jóvenes, hay diversos registros, muchos tonos y acentos y variedades temáticas. Casi no podemos señalar un rasgo común. Hay cierta poética donde hay un realismo extremo, un lenguaje violento, la irreverencia que es propia de la poesía joven de todos los tiempos, la crudeza de las expresiones. Ahora todos somos algo minimalistas, a veces recomiendo a los jóvenes que me consultan, no apelar a las abstracciones, mundo correcto, el mundo que los rodea, las cosas. No poemas con ideas como decía Mallarmé, que la poesía no se hace con ideas sino con palabras.


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-Usted es un poeta preferido por los jóvenes. -Sí, me han dicho eso. Hay alguna afinidad. Tal vez por los temas, en cuanto a la forma, no sé. ¿Usted ha escuchado eso?. Bueno espero que esa influencia haya sido para bien. -En su libro Obra Poética, dice que es la despedida, que ese es el final. -Es que Obra Poética, Obras Completas, suena sí a bajada de telón, a despedida. Pero, en poesía, nunca hay despedidas. Creo que el título del volumen debería ser poesías completas hasta aquí, lo cual deja una puerta abierta para seguir, la prueba está en que he seguido escribiendo, podría publicar un libro más. -¿La poesía puede ser una ideología? -Es una pregunta difícil, mejor dicho, es difícil la respuesta. La poesía no tiene ideología, tiene mundo, tiene vida. Si hubiera que definirla, hay tantas definiciones como poetas. Casi siempre, las definiciones son obras de los poetas, no de teóricos ni de filósofos. Si yo quisiera dar una definición, yo diría que la poesía es una eterna juventud. Siempre encuentro recursos, no se sabe de donde, es un manantial permanente. El lenguaje poético puede ser revolucionario, pero, vuelvo a repetir, la misión de la poesía no es pedir justicia, es revelar la injusticia. Está como implícito el concepto, de que el momento en que se revela el estado del mundo, hay una demanda de justicia. Pero, insisto, no es la misión poética. Hay también una misión social de la poesía, el hecho de escribir para los otros, ya está determinando la función social. Para eso uno publica. ¿Para qué uno escribe?. Bueno, para no morirse, porque le da la gana. En el hecho de publicar se hace la entrega al mundo de la poesía, y el mundo sabrá que hacer con ella. -¿Usted puede imaginar la poesía como un lugar de resistencia? -De por sí, la poesía es resistencia, siempre va a contrapelo de lo convencional, de ciertos códigos. Apunta siempre a la verdad, a la verdad profunda del mundo ¿no? -¿Su poesía es una poesía de contenidos, de esencias? -La poesía es ante todo forma, el contenido a veces determina una forma. Lo decía Benedetto Crocce que resolvió en su momento, el eterno problema entre el contenido y la forma. Afirmaba que el contenido es la forma. Después de esto, ya no hay más discusión sobre el tema. -¿Para qué sirvió en América Latina este gritar tantos dolores? -Me plantea un problema muy interesante, es, en qué medida, el arte en general, puede modificar el mundo, puede cambiar la historia. ¿El mundo hubiera sido lo mismo si Shakespeare no hubiera existido?. Pregunta quizás, un poco absurda. No puedo aseverar que el arte pueda transformar la historia del mundo. En América Latina, evidentemente no sirvió. Pero puede despertar conciencias, conciencia de la realidad y de sí mismos, que sería una de las funciones de la poesía. Justamente, en la poesía moderna se da esta conciencia de sí misma. El poeta habla en nombre de una colectividad, no es que haya recibido un mandato de esa colectividad, sino que directamente asume la voz de esa colectividad, lo expresa. Kafka, dice: "El rumor eterno del pueblo". Podría decirse que la poesía va a contrapelo de la historia. Un poeta puede ser también


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un clarividente, se habla de clarividencia de la poesía. Por ejemplo, en el caso de Kafka que es un narrador, pero, yo creo que en Kafka había un gran poeta, el mundo del presente, que vio en su época... -Es la concepción clásica del artista, como un adelantado a su tiempo. -Exactamente. Rimbaud decía que el poeta debe hacerse vidente. Ese es el poder de la palabra. Ella le da su poder. -¿Tiene otro libro en preparación? -Siempre tengo para hacer otro libro. Si veo que puedo darle una unidad, lo editaré. Bueno, no tengo mucho horizonte para poder pensar en otra obra completa. -¿Cómo es su método de trabajo, tiene horarios, trabaja en cualquier momento del día, tomando notas previas? -No, no soy un empleado de la poesía. Justamente creo que el ejercicio de la poesía es el ejercicio de la libertad absoluta, incluso la libertad para usar el lenguaje, no sólo la libertad para sentarse a laburar cuando uno tiene ganas. Además, se puede escribir en cualquier circunstancia, en cualquier lugar. Algunos necesitan aislamiento, otros estar inmersos en la muchedumbre, en el rumor del mundo, para escribir. Yo necesito un poco de silencio, nada más y un buen café. -¿Es un buen lector? -Bueno, siempre, leo muchísimo. En mi juventud también. La lectura es indispensable y creo que define, en cierta forma, el rumbo del joven escritor. La lectura alimenta. Leer poesía ajena es un alimento necesario. Se escribe mucha poesía actualmente, lo cual me parece muy bien. -¿Por qué somos un país donde se escribe tanta poesía, es fácil escribir poesía? -No creo que escribir poesía sea fácil. Bueno, a algunos les resulta fácil, a otros no. Pero claro, existe el talento de algunos. El talento lo da Dios, la naturaleza, no sé, lo genético. Aunque como dice Almafuerte, el fracaso también merece su premio. Pero vemos que los elegidos son pocos. Creo que cuanto más poesía haya en el mundo, buena o mala, eso espiritualiza la vida. El acto de escribir, aunque el resultado artístico no sea óptimo, siempre conlleva una voluntad de belleza, de perfección y de búsqueda de la palabra. Hay vocaciones y después viene la aptitud. Porque puede haber una gran vocación literaria y no existir la aptitud, como en cualquier arte, como en cualquier manifestación humana. -Usted escribió varios poemas a sus padres. -Mi padre ha sido una de mis obsesiones, pero en fin, era un humilde trabajador. Eso me honra a mí. Era un trabajador de la construcción, como había sido su padre A menos de cinco meses de su muerte, Katarsis publica una entrevista a Joaquín Gianuzzi aparecida en el periódico de poesía La Guacha allá por


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1999, que por ese entonces coincidía con el lanzamiento de su libro ‘Cabeza final’. Presentación ¿Por qué cree que lo venimos a ver y editamos Cabeza Final en nuestro segundo aniversario? Yo te dije cuando entrabas que los estaba esperando con un sentimiento de condenado, por las preguntas que me iban a hacer, como a quien lo toman por sorpresa a la vuelta de la esquina, o “como un síncope detrás de la puerta “. Hablar de poesía me produce angustia y una suerte de fatiga física, la impotencia de no poder definir nada, la teorización. Vos dirás, recién empezamos y ya estás fatigado, vamos mal. Con respecto a la edición del libro me resulta, justamente, inexplicable. ¿Qué encontrará el lector en este libro? ¿Qué puedo decirte? ¿Que toca a un hombre, como diría Whitman? Hablando en términos más serios mi objetivo sería que se enriqueciera la experiencia, la sensibilidad del lector. (¡Nada menos!) Que se sienta, además autor. ¿Hay alguna preocupación general en él? Son poemas de distintas épocas de mi vida. Parte de una serie de experiencias. Creo que el lector se encuentra siempre con lo que quiere encontrar. Ojalá, en este caso, se encuentre con lo inesperado, esa es mi esperanza. Aunque todos los días pierdo una. Como decía Kafka, “no hay esperanzas para nadie salvo para Dios”. La poesía es a la vez un campo de infinitas posibilidades, por eso la defino como una eterna juventud. Uno escribe para sentir esa juventud, también para saber por qué uno escribe, y finalmente, porque se le da la gana. ¿Tiene algún juicio personal sobre Cabeza final? No voy a decir que es el final de una trayectoria. Porque son textos de distintas épocas de mi vida. pero además porque los he remozado, algo aprendí con el tiempo acerca de mi propia poesía; es decir, aumentaron mis dudas. (…) Composición En su caso hay una constante: la crudeza de los finales donde los poemas se resuelven, con una visión crítica. Es cerrar el poema. No me gusta la imprecisión en el desarrollo del poema, debe haber cierta coherencia entre las partes. De hecho se pueden hacer poemas deconstruidos, donde el sentido aparece errático, en un extremo del poema, después se suspende, luego se descubre al final. Lo mío es una especie no de reflexión, porque no es un pensamiento visible. Este debe estar diluido en la imagen. Creo que hay que suscitar el pensamiento en el lector. (…) A mí me


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gustan los finales que cierran no diría con una reflexión sino con una visión del mundo, dando la sensación de un todo acabado. Pero supongo que un poema no debe terminar nunca. Gombrowicz habla de la necesidad de lo inacabado de lo imperfecto, como uno de los objetivos del hombre. Pero más que un cierre, diría que al final de mis poemas hay una resolución. Esos finales ¿no engañan la ilusión del poema descriptivo, no la contradicen? Sí pero yo no busco en ese caso la descripción. A mí me funciona esa visión dentro del poema, así que no puedo hacer nada. ¿Y por qué son pesimistas en general, esos finales? Una decisión de no ahorrarle nada al lector. No quiero simplificar. Desde mi punto de vista diría que soy un pesimista jovial, en todo caso, no solemne. Eso proviene de mi temperamento, de mi visión de la condición humana. Y todos sabemos el espanto que nos ha tocado vivir. La realidad de la época a mí me impregna, en mis poemas aparece mucho la época, la palabra misma incluso. Todo poema revela un poco el drama de la época. Incluso en aquellos donde el tema parece intemporal. Llevo la impronta de una infancia carenciada. No me quejo pero eso me hizo un resentido; se me negaron oportunidades. Tengo una cultura periodística, un poco fragmentaria. Aunque esa carencia pudo haber operado como estímulo, pero no fue así. (…) El poema es una especie de equilibrio entre varios elementos ¿no? Un poema es una especie de acto sinfónico. Personalmente corrijo mucho. Es raro que un poema salga de un tirón. Si el poema necesita mejorarse y uno vuelve y vuelve sobre él, es porque está fracasado. Hay que sumergirse en un mundo de particularidades, apoyarse en las cosas, y hablar como si la palabra estuviera en un estado más cercano a la cosa nombrada, como si se obtuviera una palabra en estado naciente, es decir, un lenguaje originario. Hay que escuchar las cosas, sólo así el poema puede ser un acontecimiento y no el registro de un acontecimiento. La abstracción, como la inteligencia, lo discursivo, puede matar el poema, si no se la pone en función de la forma. Noto un poco en la poesía actual la despreocupación por la forma y el rigor. Todo poema tiene que ser una lección de rigor. Esa falta de rigor ¿es producto de un postulado estético o simple ignorancia? Yo hablo de una despreocupación por la forma. Hay poemas que aparecen muy embrollados. Parten de una poca claridad de visión que se traduce en una poca claridad expresiva. Por eso se incurre a menudo en el solipsismo. Pero ese no es un rasgo general en el panorama de la poesía joven. Siempre hace ese juego. Primero tira el juicio y después se matiza, o mitiga el efecto de lo que dice.


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Lo que quiero decir es que no cumplo con mi preceptiva personal. Mi obra desmiente un poco los ideales de mi poética. Y eso quiere decir que por más que me empeño no lo consigo. Tiene que ver con los mecanismos secretos de todo acto creador. Quién puede saber los resortes secretos que se movilizan allí. ¿La deficiencia no está en la herramienta? Pero justamente, el genio poético consiste en saber manejar la herramienta o manejar la herramienta adecuada. Creo que a algunos de mis poemas, les falta el elemento que es la. extrañeza, una atmósfera, un clima. Mucho del pánico ante la página en blanco proviene de que uno se encuentra ante el drama de la expresión, de quedarse a solas con el lenguaje. Estoy ahogándome en un pantano de millones de palabras que están a mi disposición y frente a alas cuales debo ejercer mi libertad de optar. Tengo el temor de naufragar en ese mar, que no es precisamente el mar de Leopardi. Y debo elegir entre las palabras. Eso me produce una especie de terror que puede ser el terror a la libertad absoluta, el no saber qué hacer con ella. Relación con la historia ¿Cómo ha sido su experiencia personal con la historia? Fui periodista durante muchos años, y me tocó vivir en el corazón llameante de esta época como testigo directo de golpes de estado, revoluciones, huelgas generales, asesinatos, hasta que se llega al horror de los 70. Compartí utopías, que no perdí, aunque las mantengo por desesperación. Tengo expectativas, porque creo que a lucha va a seguir, no me refiero sólo a la lucha de clases, aunque está siempre implícita en cualquier poesía. ¿La lucha de quiénes contra quiénes? Por supuesto, los pobres contra los ricos; los ricos contra los pobres. Para hablar en términos crudos y primarios. Es obvio que este combate llega desde el fondo de la historia. Es un drama creciente que abarca eras incalculables. Me tocó ver la historia en su mayor horror y violencia. Algo de eso impregnó algunos de mis poemas. En ciertos casos he tratado intencionalmente de registrarlo, la intención de referenciarme en la realidad. A veces elijo una situación emblemática. Un poema de que empieza describiendo el hecho de que a altas horas de la noche tocan el timbre a la casa de uno. Aparte de sentirse vagamente culpable, si a esa hora suena el timbre es porque la policía está detrás de la puerta. La palabra policía aparece mucho en mi poesía; por lo demás es notorio su protagonismo en las calles de nuestro tiempo. “Tiroteo en la noche” es un poema bastante explícito. Sí, la violencia, la represión. Siembre hay una bala que lo está buscando a uno. Hay referencias demasiado explícitas en ese poema. La otra pregunta es si ese horror debe entrar en la poesía. La narrativa le ha dado bastante lugar, pero en poesía no lo veo tanto. Habría que evitar el alegato o el panfleto, aunque de hecho puede haber panfletos geniales. Otro es el caso de Paul Celan, que expresa


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un estremecimiento como testigo del horror, un poeta de los puros, hermético, terrible. Como su vida, su suicidio. (…) En los narradores argentinos, el periodismo ha ejercido una gran influencia. Es usted poeta, ¿cómo influyó esa profesión? Creo que de ninguna manera. Me he pasado la vida frente a la máquina de escribir, pero el periodismo es ajeno al ejercicio poético. Diría que el periodismo mira, la poesía ve. Claro que esta es una observación simplificadora y superficial. Creo que pudo haber influido en las frases lineales y ciertas temáticas obsesivas como los accidentes, que me preocupan menos en sí mismos que por el azar, las maniobras del destino. Ahora, hay páginas periodísticas que son bellas. Y esa también es la finalidad última del poema. ¿La belleza? Por supuesto. Además como una puerta posible para acceder a un conocimiento superior. Quizás impulse a instalar una fe en lo desconocido. (…) ¿Se ha tenido que privar de escribir? He atravesado experiencias terrible en lo personal. Necesito para escribir cierta paz espiritual, si tengo una preocupación aunque sea mínima, me paralizo. No coincido con la idea de que se escribe desde el dolor, que a lo mejor está ahí, callado pero obrando. Esas experiencias terribles han enriquecido mi espíritu pero no sé si han mejorado mi literatura. También es un lugar común decir que se parte de la experiencia. Pero ocurre que hay diversos niveles de experiencia. La experiencia del mundo, de lo histórico, es diferente a la experiencia que uno moviliza en su interior. A lo mejor desde el encierro en una habitación oscura, sin tener contacto con la realidad sensible del exterior, puede brotar la poesía. A la larga, uno siempre se queda a solas con el lenguaje. Lecturas poéticas ¿Y cuándo empezó a pulir esas influencias y tener un estilo, tonos, o acentos propios? Yo creo que no tengo tal acento propio. Algunos creen ver alguna personalidad pero me considero, como dije muchas veces, un poeta standard. Eso es falsa modestia. Parece una pose, ¿no? Pero a mi edad me niego el derecho de equivocarme respecto a mis juicios sobre mis propios poemas. Es una especie de cortesía para con los demás. No me considero un poeta importante, eso es todo.


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¿Y a qué adjudica entonces su influencia? Eso es una cosa que no puedo entender. Allí debe haber un malentendido grueso. Yo no lo advierto. No creo tener esa influencia. ¿Qué me contás entonces de la influencia que ejerció Pizarnik? Todavía hay vestigios. Y Gelman, Madariaga, Lamborghini, Biagioni, Alonso, tienen sus seguidores. ¿Pero se nota mi influencia en la poesía que hacen algunos jóvenes? No lo noto para nada. Ese es otro problema. ¿No pretenderá que se lo imite descaradamente? Se trata de buscar la propia voz. Bueno, pero entonces ¿dónde está la influencia? Tal vez a nivel de lectura y no de escritura. Y tener un referente ahí. Todos lo hemos tenido. ¿Le molesta que lo referencien de esa manera? No, halaga mi vanidad si me queda alguna. ¿O le desagrada la calidad de las poéticas de los que lo reconocen como influencia? Yo no creo que se esté escribiendo mal. Actualmente se está haciendo una poesía de tonos diversos, de gran variedad de registros: realismo delirante muy violentado, la irreverencia, crisis de erotismo, desarticulación. También alguna poética agonizante que parte de los signos y no de la existencia, con palabras típicamente abstractas e incoloras, ajenas al regodeo inmediato de las cosas. Pero se advierte también la presencia de lo cotidiano y un lenguaje coloquial de rica inventiva. (…) ¿Qué debate le queda a la poesía argentina? Le quedan todos los debates, incluso en un universo en bancarrota. Aclaro que termino esta entrevista, fatigado no por ustedes, ni por la poesía, sino por las reflexiones acerca de la poesía. Estuve en estado de alerta todo el tiempo, pues vivo en situación de duda. Hasta diría de culpa y castigos que inflijo a la poesía. Por lo demás, pido disculpas por las incoherencias de mis respuestas. //


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Sentimiento trágico del tiempo Diálogo con el poeta argentino Joaquín Giannuzzi Por Jorge Ariel Madrazo "Usted, al despertarse esta mañana, vio cosas, aquí y allá, objetos, por ejemplo. Sobre su mesa de luz digamos que vio una lámpara, una radio portátil, una taza azul. Vio cada cosa solitaria y vio su conjunto. Todo eso ya tenía nombre. Lo hubiera escrito así. ¿Necesitaba otro lenguaje, otra mano, otro par de ojos, otra flauta? No agregue. No distorsione. No cambie la música de lugar. Poesía es lo que se está viendo." Este muy conocido poema de Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924; Premio Nacional de Poesía y una de las voces poéticas más jerarquizadas e inquietantes de la Argentina) radiografía un afán en el fondo utópico: el de recuperar, en la mayor medida imaginable, lo específico de seres y cosas, reviviéndolos en su unicidad intransferible al volver a darles nombre; y al renominarlos, hacerlo de un modo tan austero como desconcertante; podría decirse: corrido de lugar. Este poeta no adhiere, sin embargo, a un “objetivismo” a ultranza; por el contrario, su palabra trasciende con amplitud a objetos y situaciones, abarcándolos en una cosmovisión honda y sugerente. Ocurre que el universo objetal sugiere, para Giannuzzi, el funcionamiento de leyes que nos resultan inescrutables, y opuestas al caos humano: «...el frío interno de las manzanas, / el calor inestable del café, / dos razones de la naturaleza que escapan a mi dominio...». Los tramos de diálogo que siguen, acaso den mejor cuenta de esta postura -de inusual coherencia, y rastreable a través de libros y años- del notable poeta argentino. -Llama la atención la recurrencia, en tu poesía, de ciertas palabras: oscuridad, brumoso, error, confusión, devastación. Y otras similares: tiempo carnívoro, yo calcinado. ¿Qué podrías comentar sobre esto? -Hay palabras que tienen resonancia poética, más allá del sentido. "Oscuridad" es una de mis obsesiones, lo mismo que "error". Llevan a pensar en las falacias o fisuras del mundo sensible. Siempre me llamó la atención la definición que dio Joseph Conrad sobre la misión de la poesía, o del arte en general: "Rendir justicia al mundo visible". Una frase que autoriza lecturas profundas. Una de


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ellas, sería que este mundo visible reclama un significado, una representación estética, una sublimación. -Cuando, en un poema, una de tus hijas se peina, vemos que no se limita a peinarse, sino que "se peina para el mundo". El acto trasciende al acto mismo, «el gato es más que un gato”. -Sí, y en "Señales de una causa personal" les digo a mis hijas: "Adiós/ y mucho gusto de haberlas conocido...". -En tus textos se siente así muy vivamente la presencia del destino aun cuando en apariencia se hable de lo cotidiano. -Destino, o falta de destino. Creo que en mi poesía hay al menos dos claves: una, cierta especie de nostalgia por un orden perdido, el orden natural por oposición al orden de la civilización; y la otra es una suerte de fatalidad del tiempo, la aguda conciencia de la finitud. Aunque habría también otra constante en mi universo emotivo: la permanente sensación de una catástrofe inminente. No sé qué origen tenga esta sensación, pero supongo que es parte de la condición humana... -Es también una idea algo pascaliana ¿verdad? -Pascal es una de mis viejas obsesiones. Otro de mis ídolos, ya con posterioridad, es Kafka: una especie de dios infalible en el sentido del don profético, a pesar de que él no crea en sí mismo.Para mí es el mayor escritor de nuestra época: el sentimiento de extrañeza por hallarse en el mundo está perfectamente encarnado en él; además, considero que los suyos son textos poéticos. Podría citarte de memoria párrafos enteros de «El castillo», y en especial el final de "El proceso" y muchos fragmentos de su diario, auténticos poemas por múltiples motivos: por la intensidad de la expresión, la inventiva metafórica y la multiplicidad de significados. Inclusive, Kafka se acerca a la poesía moderna en la forma elíptica de describir una supuesta verdad. Y una prueba de esta obsesión mía son los poemas "Kafka en el sanatorio" y "Kafka detrás del escritorio". Me asombra allí lo increíble de ese "moribundo muy especial, hermoso como un condenado,/ quiza con pruebas desesperadas acerca de lo secreto/ y desapareciendo, contra toda lógica, en un cuerpo pequeño". Es la trivialidad y la absurda displicencia de la muerte, de sus gestos indiferenciados. *** Desde Nuestros días mortales (1958) a Cabeza final (1991), pasando por Contemporáneo del mundo (1963), Las condiciones de la época (1968), Señales de una causa personal (1977), Principios de incertidumbre (1981) y Violín obligado (1984), la obra poética de este autor, vastamente premiada y traducida sobre todo al inglés e italiano, aspira a la máxima energía y precisión. Los materiales cotidianos y de la esfera íntima se dan la mano, allí, con las certidumbres e incertidumbres de lo histórico. Casi cada poema de Giannuzzi destila un humor oscuro, cáustico y hasta


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insolente; pero en lo personal, su sencillez y su rica condición humana abaten cualquier barrera. Ama recitar largos poemas de memoria entre amigos y colegas, en un friso que puede abarcar tanto al Dante como a sus amados William Carlos Williams, Wallace Stevens y Walt Whitman, aparte de poetas de las más diversas latitudes. Y si bien construye sus poemas sobre un esqueleto a menudo conceptual, sabe que "la imagen debe ir por delante del pensamiento, y no al revés. La poesía es una fiesta del sentido, dispara hacia todas las direcciones. El pensamiento especulativo que no esté encarnado en imagen, puede acarrear la muerte de la poesía." Joaquín Giannuzzi cree que el Universo cobija una finalidad ética, relacionando el término ético con totalizador: por ello, en su opinión la poesía ha de ser capaz de dilatar la realidad total, incluído la del sí mismo, y aunque haya que pagar por ello un alto precio y otro no menos alto para obtener una línea lograda. Porque -explica con sonrisa de inconfundible sesgo irónico- "uno se angustia y tiembla ante la posibilidad de encontrarse con lo feo: un mal poema afea al Universo".

La poesía es una eterna juventud Por Mario Sampaolesi "Todo transcurre del otro lado, fuera / del rumor insensato / de la existencia humana." Tenemos que empeñarnos en buscar una nueva manera de escribir. Hay distintos registros para manifestar nuestra identidad. A través de las obsesiones, el drama de la época, la realidad, penetran en mi poesía. Estoy adscripto a una especie de realismo - si es que vamos a hablar de lenguaje quizás trasnochado para algunos. He tratado de practicar una especie de objetivismo fenomenológico, un objetivismo plástico; a partir de la visión directa de la cotidianeidad. No utilizo elementos surrealistas ni demasiadas metáforas en mi lenguaje. Son expresiones más bien directas: un trabajo con la imagen realista. Y cuido mucho la estructura del poema. Me interesa un orden donde no aparezcan cabos sueltos, que sea lo más coherente posible y con el mayor despojamiento. Y cierro el poema con una idea, aunque tal vez el concepto de idea sea un tanto presuntuoso: diría más bien con una visión generalizada del mundo. Vivimos en medio de un mundo de particularidades. Entonces el poeta suele rescatar una forma ordenada de ese caos.

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"Contemplé el cuerpo de la paloma / que la muerte hizo descender / extrañamente, con un peso desconocido / hacia un trozo increíble de la tierra." Intento no ser fragmentario, por más que la realidad está fragmentada. Busco la síntesis. Para mí lo importante es el lenguaje, la forma. El poema está siempre en el cómo no en el qué. Tengo la noción clara de qué voy a decir pero no cómo lo voy a decir. Y aquí no me refiero a la idea sino a la expresión. No encuentro en la poesía palabras prohibidas, aunque trato de evitar lo que se llama poesía en general: cierto convencionalismo, ciertas temáticas convencionales; trato de evitar el abuso de palabras que resultan poéticas en sí mismas, poéticas entre comillas. Huyo de la confesión emocional. Adhiero a las palabras que no actúan en función simbólica. Designar la cosa, acercarnos a la cosa y acercar la cosa a nosotros. Busco designar la cosa en sí misma, despojada de toda connotación simbólica. La paloma tiene que ser la paloma. Y trato de no meterme con Dios.

-------------------"¿Cómo resolver el mundo en imágenes?" No deseo alcanzar el poema especulativo puro. A pesar de que trato de despersonalizar lo más posible, siento que estamos de alguna manera condenados al yo. Se habla mucho de la poesía objetivista. Ningún compromiso emocional ni intelectual con el objeto. Es mi ideal. No sé si lo he conseguido o no.

----------------------"El fondo de la piedra era la piedra misma" Yo diría que he tratado de establecer aperturas hacia la diversidad del mundo. Mis libros tienen un rasgo predominante que es la variedad temática, la variedad de objetos. Como vivimos en un mundo de singularidades, los detalles adquieren una importancia capital. Yo no los busco, se presentan y los atrapo. Una especie de idea núcleo despierta al poema. También creo que se impone un adelgazamiento de cierta retórica lujosa, de cierta masa verbal luminosa. Se impone dotar a la palabra de una menor elocuencia, digamos una tendencia a lo coloquial. He tratado de bajar el tono, de hacerlo menos grandilocuente, de conferir al poema una menor carga emocional, volverlo más impersonal. Y al mismo tiempo encarar los temas más crudos de la realidad. ------------------"Con tabaco y café / y rosas que el verano / dispuso en una jarra / usted aventuraba / la posibilidad de un paraíso / ..."


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El punto de partida siempre es un estado de exaltación, un estado de gracia, si no es demasiado ostentoso hablar de gracia; un estado de ánimo predispuesto a la poesía. Eso como primera medida. Mientras tanto busco un tema, y el tema puede surgir de un objeto, de una situación cotidiana. Después le asigno una resonancia con la cual aspiro a crear en el lector una expectativa; el espíritu de un descubrimiento. ---------------------

"Es extraña la manera / con que dispones las rosas / antes de la comida- / dijo él." Hay infinidad de definiciones sobre la poesía. Pero he llegado a la conclusión de que las mejores definiciones, o al menos las que más me satisfacen son las de los poetas. Para Keats, "el poeta es el espía de Dios". Para otros, como podría ser Denise Levertov, la poesía es definida por su función: "Yo escribo para apremiar a Dios a que hable". Sobre ese tema he dado vueltas y vueltas y finalmente me he quedado con una: La poesía es una eterna juventud. Tengo la impresión de que la poesía, a diferencia de la novela, que aparecería como empantanada, extrae recursos infinitamente. Es una especie de energía inagotable. Hay muchas definiciones sobre la poesía y todas son verdad. Todas son válidas. A veces se escriben poemas sobre la poesía que son otras tantas definiciones. La poesía posee la riqueza de regenerarse a sí misma. La poesía es una forma de conocimiento.

------------------"¿Qué significan mis años, / si, como esta noche, apartados / mi hija pequeña y yo / de la lluvia silenciosa / nunca me pareció mi muerte / tan cercana a esta lumbre / y a la vez tan remota?" El acto de escribir es como una agonía, en el sentido de lucha, de combate. Empezando por ese campo de batalla que es la página en blanco, el pánico del papel en blanco. Un poema puede ser escrito a lo largo de los años, puede salir de un tirón, puede dar trabajo. Pero de algo estoy completamente seguro: si hay una actividad espiritual donde no hay normas esa actividad es la poesía.

-------------------"Ví ultrajados papeles, cáscaras de fruta, vidrios / de color inédito, extraños y atormentados metales, / trapos, huesos, polvo, sustancias inexplicables / que rechazó la vida."


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En términos generales la poesía desde que se hace presente en la cultura, expresa la condición humana. Es el objetivo principal de todo arte. En estos momentos se está acentuando esa búsqueda de expresión de la condición humana como drama. Y eso de algún modo está de acuerdo con el momento histórico que estamos viviendo. Una época de inseguridad, de intemperie. Y el fantasma siempre presente del Apocalipsis; ese sentimiento de catástrofe inminente, esa zozobra que está viviendo el hombre. Aparte de los problemas de la supervivencia, cada vez más arduos.

-----------------"Indefenso y expuesto a la verdad / vagamente colérico disperso despeinado / humano por supuesto muy humano." ¿En qué medida la poesía o el arte en general pueden modificar el curso de la historia? El pensamiento desde luego que sí. Pero no sé si la historia hubiera sido la misma sin el arte. La poesía, en un mundo sin Dios, puede darnos una expectativa, podría abrirnos una puerta. Oigo Bach, y yo he reemplazado a Dios por Bach. Creo que Bach podría probar la existencia de Dios. Después de escuchar a Bach, de ciertos pasajes, me digo: esta música no pudo haber sido escrita en vano. Esta belleza inconmensurable algo está significando, algo está queriendo decir. Y en ese algo se abre una puerta hacia una expectativa. A una especie de sentido, a una iluminación. También cuando leo gran poesía me ocurre lo mismo. Por eso a veces yo podría definir a la poesía como una fiesta del sentido. Por supuesto, en esta dirección la poesía se convierte en un consuelo. Yo creo, incluso, que la gran poesía está postulando una eternidad que debe incluirnos a todos. Tengo el sentimiento dramático de la poesía. Y es como una instancia religiosa. Podría considerar incluso aspectos parciales para reflexionar sobre el arte de la poesía. El arte de occidente siempre me pareció un largo lamento contra la muerte.

-----------------"Compré café, cigarrillos, fósforos. / Fumé, bebí / y fiel a mi retórica particular / puse los pies sobre la mesa." A causa de mi oficio, el periodismo, me acostumbré a escribir en el tumulto. En mi época las redacciones de los diarios eran tumultuosas. Ahora parecen un laboratorio; son silenciosas a raíz del uso de las computadoras por sobre las antiguas máquinas de escribir. Esta experiencia fue de alguna manera una conquista. Poder escribir en medio del ruido, del tumulto. Incluso fue como estimulante. Pero después fui perdiendo esa capacidad, y ahora necesito del silencio para escribir. Y sobre todo, necesito de la paz espiritual para trazar una línea.


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-------------------"La lámpara despoja / un fragmento de oscuridad a la noche." Como todos los jóvenes, cuando yo empecé a escribir, había cierta tendencia a encarar los grandes temas. Me fui alejando de eso para abordar los elementos cotidianos de la existencia y así apartarme de toda abstracción. Y mi impresión es que no tengo nada más que decir. Como expresaba Rimbaud, mis ejercicios están cumplidos. Pero leo muchisima poesía. Kafka ha sido la obsesión de toda mi vida. Sus textos son ante todo poéticos. Rilke es el gran poeta de la época. Aunque en estas opiniones siempre interviene la subjetividad. Yo trato de escapar de eso porque las considero arbitrariedades, son un deporte. Aunque ahora está de moda el canon. La poesía no es un deporte olímpico de Grecia como decía Almafuerte.


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Joaquín Giannuzzi / biografía Joaquín Giannuzzi, poeta y periodista argentino. Nació en 1924 en Buenos Aires y murió en 2004 en la provincia de Salta. Su obra ejerció una gran influencia en poetas de las generaciones posteriores. Comenzó estudios de ingeniería pero los abandonó para estudiar periodismo. Escribió desde noticias policiales hasta críticas literarias en los diarios Crítica, Crónica, Clarín y La Nación. En 1958 publicó "Nuestros días mortales" y ganó el premio de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1962 empezó a colaborar con la revista Sur que dirigía Victoria Ocampo. Por esa época publicó "Contemporáneo del mundo". En 1967, "Las condiciones de la época" y en 1977, "Señales de una causa personal". En 1980 apareció "Principios de incertidumbre"; en 1984, "Violín obligado" y en 1991, "Cabeza final". Su último libro, "¿Hay alguien ahí?", se publicó poco antes de su fallecimiento en enero de 2004. Giannuzzi ganó los premios Municipal y Nacional de Poesía. Fue un hombre de vida austera y ejercía un suave humor negro. La alusión al entorno social y cotidiano, la muerte, la incertidumbre, fueron frecuentados por su poesía tersa y de sorpresivos remates. El crítico Mario Sampaolesi escribió: "Abrirse a la obra de Joaquín Giannuzzi es, de alguna forma, exponerse a la constatación de que la poesía - esa escritura de la incertidumbre pero también de la intensidad, esa escritura del no saber, del desconocimiento, esa escritura que habla también de su contrario - puede convertirse en una experiencia concreta. Todo en la poesía de Giannuzzi, impulsa hacia el mundo real; un mundo sólido, compacto, por momentos opresivo; un mundo donde el sentimiento dramático de la vida adquiere consistencia; un mundo en el cual los objetos revelan - al ser reconocidos en su completa dimensión de objeto - la propiedad central de su desnudez, de su despojamiento, de su precariedad." Así escribía: "Sobre el pasto declinante / un grillo se arrastró hasta mi sombra / y se detuvo, perplejo, / ante una amenaza de disolución. / Después se aplastó, buscando / su propia tumba / y sintió cómo el mundo se enfriaba. / Así fue el comienzo / de la verdad de un año que no amé". Tomado de Wikipedia


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Muestrario de Poesía 1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos 4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza 5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos 6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado. 8. Haikus / Matsuo Basho 9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish 10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas 11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade 13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger 14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes contemporáneos 16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom Raworth 18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú 19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Rawlings 20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza 22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos Martínez Rivas 24. Antología esencial / Joseph Brodsky 25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome Rothenberg

28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio Pacheco 29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas Elytis 31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth Rexroth 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo Rojas 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio Gamoneda 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa Szymborska 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas / Seamus Heaney 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas / Eugenio Montejo 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano Brull 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir Holan 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas / Gastón Baquero 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín Giannuzzi


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Colección

Muestrario de Poesía 2009


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