Nuestra historia de cada día L
os 70 años transcurridos desde que el primer ejemplar de Los Tiempos saliera a las calles de Cochabamba, aun a pesar del paréntesis abierto entre 1953 y 1967, son más que suficientes para que este matutino pueda ser considerado toda una institución. Quienes lo escriben e imprimen a diario lo hacen sobre páginas que son y seguirán siendo las de la historia de nuestra ciudad y nuestro país.
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LA NOTICIA DE PERFIL
Historia imaginaria de Los Tiempos
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egún cuentan algunas crónicas incaicas, el primer Director de este singular periódico fue un señor llamado Tupac Canelas, fundador de una gran familia periodística que sobrevive hasta nuestros días
Todo mi universo actual que me rodea es imaginario. Desde la chola cochabambina y adinerada que me guía en mi mundo de tinieblas hasta mi poderosa motocicleta Harley Davidson que cruza Bolivia sin tropezarse jamás con policías del Tránsito que traten de multar a su conductora con polleras. ¿Por qué no poder imaginar una historia de Los Tiempos si otras personas de magín más estrecho nos trasladan en sus peroratas a las épocas del imperio socialista de los incas? En aquellos felices años yo no era otra cosa que un “corre, ve y dile” al que los aimaras conquistados por los quechuas llamaron un “cuento Kepi”, expresión que servía para designar a un periodista de nuestros días, como pretendo ser en el mundo actual. En esos felices tiempos del Incario comenzó a circular un
periódico que sería el directo antecesor de Los Tiempos y que su nombre fue El Timpu, nombre que también llevaba un plato típico local de gran aceptación popular, circulando profusamente El Timpu como alimento espiritual y material de los cochabambinos. Según cuentan algunas crónicas incaicas, el primer Director de este singular periódico fue un señor llamado Tupac Canelas, fundador de una gran familia periodística que sobrevive hasta nuestros días, a pesar del encarcelamiento y violentas represiones que culminaron con la destrucción de sus instalaciones ya en tiempos de movimientos revolucionarios inspirados en totalitarismos europeos a los que vistieron de cholas. De Tupac Canelas que fundó El Timpu en las felices horas del Incario hasta llegar hoy a la Dirección de Juan Cristóbal
CARTUCHOS DE HARINA
MENDIETA ROMERO El autor es abogado.
Los 70 años de Los Tiempos hacían imperativo que me ciñera al pedido recibido de aportar mi “visión del periódico, sus fortalezas, limitaciones y perspectivas”. El único inconveniente fue que, de verdad, no pude. Un periódico de esa edad es una institución nacional, pero cuando pienso en él no me llenan su edificio, el emblema, su línea editorial, el equipo periodístico juicioso, la página web actualizada cada hora por la desventura de algún trabajador mártir; atributos de los que Los Tiempos goza, y potentemente. Me invaden, más bien, los rostros de mis amigos y las historias de algunos que hubiera querido que lo fueran. Comienzo por lo último, invocando a Demetrio Canelas, entrevistador en 1925 de Don José Gabino Villanueva, sucesor electo del Presidente Siles. Como en las grandes historias del periodismo, esa entrevista causó la ruptura del Presidente con su sucesor y la impugnación -chicanera y efectiva- de su elección. Pienso también en la casa de Pucara de Don Demetrio, a la que es un delito no haber vuelto en 20 años. Seguro que eran sus molles y
El autor es periodista.
Emociones que se leen
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ompartimos una historia común, con genialidades que, gracias a la prensa, gracias a la tinta de Los Tiempos, han quedado registradas en esas hemerotecas mentales que tenemos.
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GONZALO
PAULOVICH
EL CLAVO EN EL ZAPATO
Los Tiempos, los molles, mis amigos emos construido ilusiones que duran ya 70 años. Debe ser por ese discreto esfuerzo de bisabuelos y bisnietos, por ese ahínco que inclusive ahora nos hace saber que han llegado los tiempos de lavar varias injusticias
Soruco ha corrido mucha agua bajo los puentes de Cochabamba y desde El Timpu hasta Los Tiempos ha corrido tinta de imprenta y también de respetables már tires laicos que ofrendaron diariamente sus esfuerzos e ilusiones en las diarias ediciones y que al cabo de tantos años conserva mi memoria como Demetrio Canelas, Carlos Canelas, Alfonso Canelas, Feni Canelas y otros Canelitas que ayudaron a dar mayor sentido a la frase popular incorporada al hablar cochabambino y que dice: “Ahora vas a saber lo que es canela”, dando a entender que nada es fácil en esta vida y que al cocinar un Timpu o producir Los Tiempos, escribiendo verdades y enseñando patriotismo, comprendemos mejor el orgullo de recalcar ante mis hijos y nietos: “tengo el honor de ser un viejo columnista de Los Tiempos”.
sus estirados pinos columnares los que permitían a gente como Canelas, a los bisabuelos del periodismo boliviano, el ánimo para cortejar a la elusiva verdad, desdeñando con escéptica media sonrisa los favores o rigores del poder. No por nada esos pinos suelen guarecer a los muertos, como me repetía un amigo en Pucara, ahora también convertido en fantasma. Pienso no sólo ya en Los Tiempos, sino en La Patria de Oruro, también fundada por Canelas; en mi júbilo cuando ocasionalmente, gracias a Los Tiempos, me leo en Internet desde el Correo del Sur y recuerdo que, otrora, parte de mi familia sólo repasaba periódicos en Sucre. También imagino a mis amigos Juan Cristóbal y Luis René; a este último con sus retamas y sus picantes, certero y generoso, pero con franqueza, en sus comentarios a las columnas que edita. A mi amigo Director, buenamente obsesionado con la responsabilidad del Gobierno ese o aquel que provocó parte de cierta mala pata. Su entusiasmo, desde que lo conocí en el edificio de Presencia, en La Paz, no ha cejado. Que siga dedicándose a este oficio en Los Tiempos lo desmiente un tantico, como dicen los cubanos, pues revela que nuestra mala pata no es tan grande: hemos construido ilusiones que duran ya 70 años. Debe ser por ese discreto esfuerzo de bisabuelos y bisnietos, por ese ahínco que inclusive ahora nos hace saber que han llegado los tiempos de lavar varias injusticias, sí, pero de buen modo. Al escribir estas líneas, me alegro mucho de intentar ayudar a hacerlo desde esta respetable casa.
FADRIQUE IGLESIAS MENDIZÁBAL El autor fue subcampeón iberoamericano de
800 metros en atletismo y es gestor cultural.
En mi infancia, mis mañanas de domingo familiares consistían en la lectura, principalmente de prensa nacional, instaurando mis padres una férrea dictadura acerca de las actividades de ocio. Puesto que de niño me aburría la economía o las columnas de opinión, no me quedaba más remedio que leer el suplemento deportivo. Me construí ídolos apelando a la arqueología de prensa, convirtiéndome en un consumado fetichista del escaso material que salía publicado de atletas nacionales como Policarpio Calzaya, Genaro Agostopa, Katherine Moreno, Heriberto Lema, Totoño Pavisic, hasta llegar a la atleta Jacky Soliz, medallista en aquellos Juegos Bolivarianos de Cochabamba, quien fue mi primera entrenadora. Un día, después de haber pegado en mi ventana una foto del entonces capitán de Wilstermann Gastón Taborga, advertí que al otro lado del folio había una crónica sobre Urkupiña escrita por un tal Paulovich, con tanta gracia y picaresca que cambié mi visión de aquellas pesadas y hercúleas columnas de opinión, perdiéndoles definitivamente el miedo, lo que devino progresivamente en otras lecturas de Gregorio Iriarte, Gonzalo Chávez, Óscar Uzín, Carlos Mesa, Cayetano Llobet, HCF Mansilla, Claudio Ferrufino, Ramón Rocha, Luis Bredow, Roberto Laserna, Gonzalo Le-
ma, Leo De La Torre o Marcelo Guardia. Años más tarde me tocaría emigrar, afortunadamente ya en tiempos de Internet, lo que hizo mi adaptación más fácil. O quizás no tanto. Para entonces representaba a Bolivia en campeonatos internacionales de atletismo y vivía en un centro de tecnificación deportiva. En 2003, tras una profunda desilusión al no clasificar a los Juegos Panamericanos de Santo Domingo, finalicé mi temporada, en lugar de la pista, en el gabinete de la psicóloga, quien me instó a adaptarme más al país de acogida, recomendándome dejar de leer (tanta) prensa boliviana, en favor de la local. Afortunadamente no le hice caso, y conocí y recordé, a distancia, las hazañas del Teatro de Los Andes, y lamenté la muerte de Werner Güttentag, y supe de la capacidad creativa de Edmundo Paz Soldán, y envidié asistir al mARTadero, y festejé los títulos de Wilstermann, y me plegué a la lista de fanáticos de Jaime Sáenz, y supe que Jaime Laredo dirigía la Sinfónica de Vermont, y sentí vergüenza de haber tenido como presidente a García Meza, y conocí que el Grillo Villegas tenía vida más allá de su exgrupo de rock LouKass, y me enteré que designaron al Carnaval de Oruro como Patrimonio de la Humanidad, lo que me causó una inmensa alegría de haber nacido donde nací. No porque nuestra tierra fuera especial porque sí, como proclaman los nacionalismos inútiles, sino porque compartimos una historia común, con genialidades que, gracias a la prensa, gracias a la tinta de Los Tiempos, han quedado registradas en esas hemerotecas mentales que tenemos.
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DESDE EL FARO
TORMENTA MUDA
Las páginas de los Puntos de Vista
Los Tiempos y la huella de aquellos años
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l matutino es referencia de un periodismo que no retacea esfuerzos para garantizarnos información objetiva y un enfoque plural
ÉRIKA BROCKMANN QUIROGA La autora es psicóloga, politóloga y exparlamentaria por
Cochabamba. Columnista de Escenarios y a partir de 2011 de “Desde el FARO”
Fue en octubre del año 1967 cuando sentí la urgencia de sumergirme en la lectura del flamante matutino Los Tiempos, cuyo relanzamiento coincidiera con el estallido de la guerrilla de Ñankahuazú en el país. Era ineludible hacerlo. Al confirmarse la presencia, y más tarde la muerte del “Che Guevara en Bolivia”, se convertiría en polémica leyenda hasta estos días. La Guerra Fría marcó una época que generó un clima enrarecido en la sociedad y la política. Omnipresente en la información periodística y en la cartelera cinematográfica hollywoodense, gravitaba en discusiones de sobremesa. Ello acontecía, mientras la revolución cubana y la rebeldía de mayo del 68, ganaba terreno en sueños y discursos tejidos por un movimiento generacional insurgente. Desde entonces, agradecí la existencia de Los Tiempos en una Cochabamba, anclada en el centro de Sudamérica, pero no por ello ajena a los vientos de cambio huracanados que asediaban al mundo al clausurarse tan convulsionada y emblemática década. Con sus imágenes, partes informativos, crónicas y editoriales, nuestro matutino ampliaba el contenido y bullicio de partes radiales informativos. Esos de último momento, cuya cortina musical, marcial e inconfundible alteraba rutinas y provocaba más de un sobresalto, al extremo de convertir la necesidad de información en obsesiva espera del diario de la mañana. Sus titulares y la realidad no nos daban tregua. El frenesí populista implantando por el carismático presidente
Barrientos Ortuño fue bien reflejado por la crónica política. La polémica en tor no al pacto militar-campesino, la inesperada y llorada muerte del general en abril de 1969 fueron referentes asociados a la seguidilla de golpes de Estado de los que tengo memoria. Los Tiempos escribió sobre las malandanzas de élites políticas y sindicales, sobre ocasionales, dudosos y frustrados procesos electorales, así como la saga de trágicos, misteriosos y no esclarecidos asesinatos que cegaron la vida de periodistas como los esposos Alexander y Jaime Otero. En junio de 1970, la muerte de Jenny Köller, joven dirigente universitaria adscrita al movimiento más radical de izquierda, impresionó, sembró muchas preguntas sobre el significado de la vida, de las utopías y los dogmas revolucionarios, cuyo alcance global se hacía sentir desde Vietnam hasta Teoponte. Pero así como reflejaba el dramático devenir de una pendular historia política de aquel tiempo, Los Tiempos, en ejercicio del buen oficio periodístico, acompañó la difusión de la actividad cultural y teatral que irrumpía el año 1967, haciendo de Cochabamba el epicentro de las artes escénicas bajo el liderazgo del Instituto Boliviano de Arte (Ibart). Los Tiempos se encargó de inmortalizar el nombre de pioneros que aportaron al desarrollo de las artes y el pensamiento político que nos proyectaría al nuevo milenio. En vísperas de la llegada de la televisión al país, Los Tiempos nos permitió enterarnos e imaginar los primeros pasos del hombre en la Luna. El matutino es referencia de un periodismo que no retacea esfuerzos para garantizarnos información objetiva y un enfoque plural, que diluye las fronteras de la dogmática y maniquea polarización política imperante. Por eso y mucho más, agradezco el privilegio de ser parte del plantel de columnistas, hecho que celebro por permitirme construir puentes de comunicación con la gente. Y es que, como muchos de mi generación, reconozco su legado, ése que me acompaña e inspira desde los años turbulentos que aquí evoco.
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os editoriales y las columnas son escenario íntimo para el debate político moderno y oráculo del próximo movimiento. ¿Qué sería la democracia en la polis sin un escenario?
JUAN JOSÉ ANAYA GIORGIS El autor es economista llamadecristal@ hotmail.com
Quien haya hecho proselitismo andante a través de la ciudad, parchando la suela del zapato con cartones doblados, si acaso era preciso, para cumplir el compromiso, sin duda llevó bajo el brazo al pasquín de la organización, o el periódico del día. Los diarios son amigo y escuela del militante, joven o viejo; y como los íconos divinos del templo sagrado, no faltan entre las paredes descascaradas de los sindicatos y la política en la célula. Vivir leyendo diarios tal vez sea el único hábito común del oficio político, si alguno existe. Están en la cafetería italiana más elegante de la ciudad, amenizando las charlas de oficiantes con alcurnia afortunada, unos luciendo los colmillos y el abultado vientre de la morsa, otros, sólo caballeros e intelectuales glamorosos, también el empresario inquieto; circulan en cualquier cafetín que se respete, en los cuarteles de invierno de simpáticos jubilados, etc. Arriba o debajo, los diarios son un ingrediente tan elemental y modesto en la política, como la sal al alimento. La democracia moder na y los medios escritos de comunicación (sea libelo, pasquín o prensa) crecieron de la mano y no podrían entenderse uno sin
el otro. Sin embargo, la relevancia esencial de los diarios en el mundo proselitista, vedado y misterioso para el grueso de la sociedad civil, no implica a los escándalos sórdidos del día, si fulano robó más que zutano, o si a mengano lo corrieron del gobierno… sino las páginas editoriales y de opinión. Ahí está el espacio del análisis, la cuna general de las grandes tesis que inauguran y cierran eras en la historia intelectual; sin ellas, la ironía maestra de cínicos o hipócritas no tendría sustento. Los editoriales y las columnas son escenario íntimo para el debate político moderno y oráculo del próximo movimiento. ¿Qué sería la democracia en la polis sin un escenario? En ese sentido, el diario Los Tiempos se ha destacado propiciando un escenario amplio y diverso desempeñado ese rol con éxito. Como dice Yuri Tórrez, columnista de dicho medio, “agradezco a Los Tiempos por brindarme las condiciones para verter mis opiniones sin queja, ni censura, sea cual fuera el tema tratado; inclusive en algunos casos extremos, cuando mi postura era diametralmente opuesta a la de los editores” (La Telaraña, 23/08/2013). Es pues un orgullo participar en la comunidad editorialista de Los Tiempos, siempre abierta para la pluma del escritor entusiasta; lástima que esta “saludable dieta mediterránea” de “pasas y almendras” tostadas, venga con la “crema”…
VENI, VIDI, VICI
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Madurar con Los Tiempos
...) cultivar la objetividad no como neutralismo, sino como la capacidad de identificar claros y obscuros en cada objeto de análisis, en cada personaje. Lograr la imparcialidad como justicia, mas no como tibieza.
Comencé a escribir para Los Tiempos en el año 2007, meses después de los trágicos sucesos del 11 de enero y en medio del proceso constituyente boliviano. Entre un deseo casi desenfrenado por expresar mi pesar e indignación ante la aparente imposibilidad de que los bolivianos pudiéramos construir juntos un país, y una profunda ingenuidad respecto de las diferencias entre la teoría y la praxis de la política. Eran tiempos difíciles para Bolivia, sin que los actuales dejen de implicarme preocupaciones, pesares e indignaciones. Viendo en perspectiva mis escritos de entonces, hasta hoy, me suelo preguntar cómo es que el periódico me ha soportado tanta ingenuidad e inmadurez. Mis críticas siempre fueron contundentes, porque me hice a mí mismo la promesa de no ocultar mis juicios de valor por una absurda pretensión de apa-
rentar neutralidad, pero los ingredientes de la serenidad y la mesura de las palabras no estaban aún presentes en la transcripción de mis ideas. Quería cultivar la objetividad no como neutralismo, sino como la capacidad de identificar claros y obscuros en cada objeto de análisis, en cada personaje. Lograr la imparcialidad como justicia, mas no como tibieza. Pero no me percataba de que las acciones y actitudes son mucho más difíciles de evaluar cuando las emociones y las pasiones no están a la vista, que los seres humanos no siempre nos movemos inspirados por la racionalidad o por los ideales, y que esto últimos a veces no son comprendidos por todos de las mismas maneras. Con todo, Los Tiempos me otorgó el privilegio y el honor de publicar mis puntos de vista en sus páginas. Y he concluido que no me ha tenido que soportar, sino que me ha acompañado
en mi proceso de maduración y evolución, habiéndome permitido ser quien soy y escribir lo que pienso y siento. Los Tiempos es un compañero que me ha dejado hablar, me ha visto equivocarme y me ha impulsado a aprender y mejorar. No puedo dejar de recordar que el espacio de los miércoles donde comencé, era el lugar en que Orlando “Maqui” Mercado publicaba sus pensamientos; hábil sociólogo cochabambino que nos dejó hace poco más de seis años. Mi primera columna fue para él. Tampoco puedo dejar de agradecer a Luis René Baptista por esa oportunidad otorgada y, espero, bien aprovechada. Y, por supuesto, a Los Tiempos, no sólo como una institución tan querida y valorada, sino como equipo de personas a quienes estimo, respeto y admiro. ¡Mil felicidades!
J. LIZANDRO COCA OLMOS El autor es analista político. www. lizandrocolmos.com
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COLUMNA VERTEBRAL
Con la libertad como espada
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etenta años después, Canelas no ha sido traicionado, el periodismo de Los Tiempos ya en el mundo del Internet y de la web, expresa ideas en libertad, busca en el periodismo un camino de compromiso con el país
En tiempos de transformación en los que nada parece poder permanecer, en los que las afirmaciones de: “es historia” o “ya fue”, son moneda corriente, celebrar las décadas que celebra Los Tiempos es una hazaña. Demetrio Canelas creía en la libertad, la de conciencia, la de pensamiento, la de palabra, era —por eso— un liberal en el mejor sentido de la palabra. Creía en el periodismo como bandera, como instrumento, como camino. Desde esa trinchera es que construyó un periódico ligado a un apellido, pero sobre todo ligado a un compromiso. Así es como entendía el país Canelas y así lo entendió el periódico de su creación. A la hora de las vicisitudes, Los Tiempos fue arrollado por el imperio del cambio, por aquella idea tan revolucionaria y tan absurda de que el nuevo tiempo debe arrasar con el pasado, hundirlo, hacerlo desaparecer. Cuando el periódico emblemático de Cochabamba fue cerrado, los revolucionarios creye-
ron que enterraban para siempre al viejo liberalismo, a “los servidores de la rosca”. Canelas tenía un servicio mayor, el del derecho a disentir. Por eso, cuando el proceso político que había intentado barrer al periódico se hundió en su propio pantano, las ideas, las buenas, las que permanecen porque están ancladas en principios mucho más profundos que la obsesión por el cambio, volvieron a expresarse y Los Tiempos fue de nuevo el compañero de todos los días de los cochabambinos y de los bolivianos. Setenta años después, Canelas no ha sido traicionado, el periodismo de Los Tiempos ya en el mundo del Internet y de la web, expresa ideas en libertad, busca en el periodismo un camino de compromiso con el país, el único posible, no el de envolverse en la bandera, sino el de pensar, decir e interpelar. El matutino es ya parte de la historia del periodismo boliviano y parte del presente de una profesión de trabajo que debe responder a los
DE-LIRIOS
desafíos de una generación audiovisual, de la noticia en tiempo real, de la opinión expresada con fuerza y brevedad, de una página web que se actualiza varias veces en el día, del Twitter que demanda tiránicos pero eficientes 140 caracteres, del Facebook y los blogs, la de una virtualidad —en suma— que demuestra algo contundente; la columna vertebral de un periódico no es ya el soporte físico del papel, sino el soporte inmaterial pero definitivo de las ideas. El periódico ha sido capaz de responder al siglo XXI con un sentido práctico y profesional, más allá del apellido buscó el mejor periodismo y el más profesional. La tradición no está reñida con la renovación. Finalmente el sello de marca en Los Tiempos es un lema: “Informar con asiduidad y honestidad profesional”. Lo escribió Canelas en 1943 en el primer editorial del periódico, que conmemora hoy 70 años de estar con la gente todos los días. El paréntesis del 53, fue eso, sólo un paréntesis.
CARLOS D. MESA GISBERT El autor fue Presidente de la República http://carlosdmesa. com/ Twitter: @ carlosdmesag
LIBERTARIA
El espacio La crítica para los delirios como fortaleza
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s habitual encontrar en la sección de columnistas de Los Tiempos una multiplicidad de visiones, lo que se constituye en un aporte invaluable en una coyuntura donde la censura y la autocensura tienden a imponerse silenciosamente.
ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA La autora es socióloga.
A estas alturas, es imposible no admitir que un rasgo de la cultura política boliviana es una tendencia al autoritarismo. Y no estoy hablando de determinados gobiernos o contextos específicos, sino de una faceta que tiende a permanecer. Un legado de ello es la proclividad a censurar y censurar nos, la tendencia a querer “desaparecer” las posiciones que no concuerdan con nuestros planteamientos o, lo que es peor, de adaptar nuestro propio sentir a lo que los representantes coyunturales del poder quieren escuchar. Eso incluye la poca tolerancia a la crítica y la autocrítica, al sarcasmo y a la sardonia, aspecto que se intensifica con la “seriedad” monolítica que, muchas veces, nos caracteriza a los bolivianos. Una de las manifestaciones más terribles de la censura, es la autocensura. Esa especie de miedo contenido a las reacciones del poder, cualquiera que este sea, respecto de nuestras ideas y creaciones; la obsesión por lograr la aprobación colectiva; esa resistencia instintiva a la irreverencia. La autocensura opera con mayor eficacia que la censura porque no requiere de coer-
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ción alguna, es como una pústula interna que va creciendo sin que nos demos cuenta. En consecuencia, mediante la censura abierta o disimulada y la autocensura, la libre expresión puede ser relativamente escasa. En sociedades que además son desmemoriadas, donde cuesta asumir las heridas de la historia, la libre expresión, principalmente escrita, se mantiene como algo marginal, peor aún en un medio donde pocos leen. Al escribir una columna en Los Tiempos he llevado varias lecciones. La más importante ha sido aprender a respetar las posiciones con las que no concuerdo. Es habitual encontrar en la sección de columnistas de Los Tiempos una multiplicidad de visiones, lo que se constituye en un aporte invaluable en una coyuntura donde la censura y la autocensura tienden a imponerse silenciosamente. Desde que escribo mi columna “De-lirios”, nunca recibí la más mínima palabra de desaprobación y/o censura y tampoco recurrí al mecanismo tan humano de la autocensura. De esta forma, amparada en esa idea foucaultiana de que en la locura y el delirio se pueden develar las percepciones más incómodas y dolorosas —o las más “descabelladas”— me agarro a mis “De-lirios”, segura de que continuaré en el largo aprendizaje del oficio de escribir. En ese marco, agradezco públicamente a Los Tiempos en su aniversario por la oportunidad de expresarme sin tapujos.
a fortaleza de Los Tiempos radica en que todavía tiene puertas abiertas para criticar al gobernante, quien con su “personalidad autoritaria” busca disminuir la crítica y debilitar a la opinión pública independiente
LUIS CHRISTIAN RIVAS SALAZAR El autor es abogado
Empecé a escribir en Los Tiempos por recomendación del columnista Orlando Mercado Camacho, “Maqui”, quien poco tiempo después falleció de forma trágica, sin un merecido reconocimiento por su labor. Alguna vez me dijo: “Nos reuniremos para dialogar sobre la época de los griegos, la época de los romanos, hasta ter minar en la Bella Época…”. Muchos periódicos que circulan por las calles tienen el formato de revista, notas breves, pocas palabras, más imágenes y más colores. El periód i c o L o s T i e m p o s t o d av í a mantiene una de las secciones menos leídas por los ciudadanos, la sección de opiniones, Puntos de Vista, sección que si bien no se lee o se pasa de largo en el formato impreso, en el formato digital tiene sus lectores-seguidores en Facebook, Twitter, Bloggers, etc. Las revistas tienen notas que pueden ser encontradas en cualquier lugar del ciberespacio, mientras que los análisis de los columnistas y sus opiniones no. Cada vez es más difícil ser crítico del gobierno; hasta los lectores han perdido su espacio de comentarios en la página electrónica del periódico. La presión que ejerci-
ta el Estado mediante leyes, demandas tributarias y laborales provoca que exista miedo, con la consiguiente autocensura. Lejos están los tiempos cuando personas de la envergadura de Vicente Pazos Kanki, Alcides Arguedas, Augusto Céspedes, podían expresarse libremente incluso injuriando y llegando a la diatriba en contra de políticos o poderosos, hoy en día impera lo “políticamente correcto”. Lejanos están los tiempos cuando el mismísimo Demetrio Canelas encabezaba los debates y exigía el cumplimiento de la Constitución y a los ministros les pedía el esclarecimiento sobre defraudaciones de la Guerra del Chaco, y embanderado del Partido Republicano decía: “No hay vida nacional sin luchas políticas. Lo dañoso y revelador de decadencia y muerte, es la parálisis de las actividades políticas. Los partidos y los hombres que tienen conciencia de su misión, deben reivindicar con energía su derecho de discernir y de tener voz y voto en las cuestiones de su patria…” (Documentos Políticos, presentados a la 5ta. Convención Republicana, 1938). Hoy en día, las ideas republicanas han sido envenenadas por el estatismo. La fortaleza de Los Tiempos radica en que todavía tiene puertas abiertas para criticar al gober nante, quien con su “personalidad autoritaria”, como bien dice Fernando Molina, busca disminuir la crítica y debilitar a la opinión pública independiente, a fin de asegurar y extender su poder.
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TAL COMO LO VEO
RATIO IURIS
Las opiniones El periódico con de un columnista mi generación
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a mayoría de los periodistas, comodones, creían que los dueños del poder tenían derecho a dosificar la información. Los Tiempos rompió esa tradición
WALDO PEÑA CAZAS (VeDOBLE) El autor es escritor
Por mucho tiempo, la opinión pública conoció sólo lo que los gobernantes querían hacer conocer, y el periodismo se caracterizaba por una excesiva pasividad y falta de iniciativa para descubrir las caras ocultas de los hechos. En Bolivia, la mayoría de los periodistas, comodones, creían que los dueños del poder tenían derecho a dosificar la información como les viniera en gana, y algunos alzaban la voz motivados sólo por intereses políticos, deformando la realidad. Los Tiempos rompió esa tradición promoviendo el periodismo de investigación, que es una amenaza para quienes están interesados en ocultar información o en tergiversarla. Mi largo trabajo como columnista ha estado bien condimentado con ajos cebollas y picantes, porque hablar abiertamente de cosas de interés público implica afectar intereses, herir vanidades y desinflar egos. He recibido infinidad de insultos y amenazas que me divierten tanto como la reacción de algunos políticos corruptos que me felicitan por mis artículos contra la corrupción. En realidad, el mayor problema de un columnista es que el lector no le entienda, o le entienda al revés, lo cual tiene sólo dos explicaciones: 1) el lector es un bruto, o 2) el bruto es el escritor. ¿Qué se necesita para escribir “bien”? Básicamente, dos cosas: tener algo que decir, y saber cómo decirlo. Receta sencilla; pero otra cosa es con guitarra. La única verdad es que el buen decir se cultiva con las buenas lecturas, y malos
escritores son los que leen poco o nunca leen. Pero muchos factores pueden afectar a la calidad de la columna. Ahí está mi caso: está tan revuelto el panorama político y social, que tengo un puchero de datos en la cabeza, y no sé qué demonios ocurre en este pobre país. Agobiado por el exceso de trabajo, desconcertado por la avalancha de noticias, a veces lo enmaraño todo en mi mollera, con ingredientes superpuestos, entremezclados y añadidos, a tal punto que no sé si vivo una realidad o si estoy loco. Cierta vez, al leer que el Presidente de la Cámara de Diputados se proponía eliminar la subvención del Estado a las partidos políticos, pensé que me vino una recaída. ¿Un político profesional defendiendo el Erario, atentando contra sus propios bolsillos? Otras veces, por fatiga física, por debilidad mental o porque algún virus invade el disco duro de mi cerebro, confundo personas, hechos y lugares, y mi columna resulta espantosamente surrealista, como le sucedía a ese prolífico escribidor cuyos personajes, según Vargas Llosa, se escapaban de una radionovela para meter las patas en otras. Quizá por eso hago montajes, por un deseo subconsciente de que la realidad sea mejor, como una masturbación mental evasiva o como una gimnasia intelectual que ordene mejor nuestra vida pública e institucional. A veces creo que el secreto está en poner el país patas arriba y establecer de veras un matadero de diputados en cualquier parte, o instalar a los burros en el Parlamento. O sea poner personas y cosas en el lugar que les corresponde. Sólo así evitaríamos que los burros sigan volando y los cerdos trinando.
on el paso de los años el periódico se consolidó no solamente por la claridad de su línea editorial, sino por la transparencia e independencia de la noticia que brinda
CAYO SALINAS El autor es abogado
Mi relación con Los Tiempos data de 1989. Recuerdo que mi primer artículo titulaba “¿Qué pasará con Bolivia?” y, por supuesto, tengo fresco en la memoria el día en que lo presenté a la Dirección y cómo lo hice. Era una mañana de enero y Los Tiempos funcionaba en la calle Santivañez. Me recibió Coco Canelas en una oficina en la que frente a él se hallaba el escritorio de Feni. Recuerdo también que al medio había una gran maqueta de lo que ahora es el edificio “Los Tiempos”, el más emblemático de la ciudad. En ese momento y a esa edad, la aventura de poner a consideración del periódico m i s o p i n i o n e s m e p a re c í a cautivadora, además de desafiante en la medida que una opinión importa una insoslayable responsabilidad. En todo caso, el hecho de escribir y el ejercicio de hacerlo cotidianamente, ayuda a consolidar puntos de vista y a enfocar las cosas en los planos diversos que la vida nos plantea. Estudiaba y escribía para Los Tiempos; me formé como abogado haciéndolo, y después de todos estos años en el ejercicio de mi profesión, comentar sobre fortalezas, limitaciones y perspecti-
va s, t a l c o m o g e n t i l m e n t e Juan Cristóbal me solicitó, me sigue pareciendo una aventura cautivadora como en enero de 1989. Pues bien, ese ejercicio también lo plasmé en los suplementos de jueves y doming o , c o n a l g u n o s e n s ayo s , cuentos y entrevistas a personas que en su momento me parecía importante contactarlas mientras me formaba como abogado. Con Hugo Boero Rojo, Mariano Baptista Gumucio, Juan Lechín Oquendo, Roberto Querejazu Calvo, Javier del Granado y Granado, “el Goni del 93”, entre otros, entablé conversaciones de diversos tópicos, las mismas que después fueron puestas a consideración del lector. Han sido, por tanto, innumerables los artículos publicados desde entonces y muchos los episodios y acontecimientos que se fueron dando en la medida que el tiempo transcurría. Hoy, definitivamente, Los Tiempos es uno de los referentes más importantes a nivel nacional y tal como lo viví —de 1989 al 2013— con el paso de los años el periódico se consolidó no solamente por la claridad de su línea editorial, sino por la transparencia e independencia de la noticia que brinda. Por supuesto que habrá cosas por mejorar, otras por cambiar y otras tantas por seguir llevándolas a cabo. Ese el desafío de todo emprendimiento y esa la obligación, que en el día a día, todos debemos afrontar. Le pasará a usted, a mí y a estos 70 años que bien merecen ser celebrados.
FOJAS CERO
Poco o nada cuenta ser un periódico más
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os Tiempos tuvo que recrearse en medio de sus cenizas, alzar vuelo y detenerse prudentemente cuando le envolvía el esplendor desmedido. Y todo esto se nota cada mañana
Allá por los años 60 del siglo pasado conocí Los Tiempos. Fue cuando mi madre, con este periódico en la mano, me mostraba esa fotografía emblemática del guerrillero cubano Ernesto Che Guevara, con los ojos muertos. Años después vi cómo lloraba la muerte accidental del presidente boliviano René Barrientos, con Los Tiempos como un paño de lágrimas. Así, entre regocijos y congojas, se presentaba el periódico en mi casa todos los días de toda una vida, con novedades en papel y tinta, noticias en blanco y negro. Los Tiempos es un periódico que no deja indiferente a nadie. En la vida de cualquier mortal algún día se tornó inolvidable con este diario de por medio. Mi primer contacto íntimo con el periódico se produjo en 1974. Fue en cuarto de primaria del colegio La Salle cuando nos pidieron a todos los alumnos un ejemplar de Los Tiempos
para materializar esos ejercicios que los curas llamaban “gramaticales”, y que eran parte de la metodología de un libro de texto denominado “Cuesta arriba”, imagínense. Se trataba de identificar, leyendo y marcando con un círculo rojo y entre los intestinos de los artículos y las noticias, los nombres propios masculinos un día, los femeninos otro, siguiendo con los pronombres, los demostrativos, los verbos, los adjetivos calificativos, las preposiciones, etc.; así cada día sin pausa. Tildar a estas tareas escolares como una carga traumática era algo absolutamente legítimo, pero hoy, 40 años después, las reconozco como muy valiosas, porque por responsabilidad y autorregulación ese círculo rojo no ha desaparecido de mis escritos. Es que este periódico en 70 años ha registrado, apunta y seguirá anotando esos renom-
bres propios, masculinos y femeninos, los verbos o todos los adjetivos calificativos, muy propios de la historia boliviana. Con esas palabras y Los Tiempos en las manos fue que me atreví a opinar por escrito sobre temas ciudadanos, razón de mi columna Fojas Cero, bien ubicada en la fortaleza de Los Tiempos. Desde ahí atisbé la democracia en los 80, viví la consolidación de lo neoliberal en los 90; y lo peor en este nuevo siglo, fui un testigo más de la aniquilación de lo republicano, abruptamente sustituido por lo comunitario. Los Tiempos tuvo que recrearse en medio de sus cenizas, alzar vuelo y detenerse prudentemente cuando le envolvía el esplendor desmedido. Y todo esto se nota cada mañana, cuando el papel periódico coge las calles y llega a nuestras manos para contagiarnos con el sustantivo que mejor dedica: la libertad.
MARCELO GONZALES YAKSIC El autor es abogado tributarista fojascero@gmail. com
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Los Tiempos | Cochabamba | Año 2013 | Lunes | 16
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ESCENARIO GLOBAL
La búsqueda de la verdad y la práctica de la libertad
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...) no es difícil mostrar que algunos filósofos practican el periodismo y, lo más importante, que los periodistas, aún sin saberlo, hacen filosofía
Describir y analizar los hechos que discurren a diario para elaborar un texto o una imagen a ser transmitida por un medio de comunicación social, son dos tareas diferentes que exigen idoneidad profesional y entrañan, al mismo tiempo, una responsabilidad frente a los destinatarios del mensaje. Estas tareas corresponden a los periodistas que, por esta circunstancia y de manera implícita, están reatados por sendos compromisos morales con la sociedad y con ellos mismos. A propósito de esta cuestión, el conocido intelectual argentino Mario Bunge se preguntaba si el periodismo tiene o no algo que ver con la filosofía. En apariencia, se trata de dos actividades muy distantes entre sí, pues el filósofo se especializa en “problemas eternos” mientras que el periodista se ocupa de lo que “acaba de acontecer”. Sin embargo, no es difícil mostrar que algunos filósofos practican el periodismo y, lo más importante, que los periodistas, aún sin saberlo, hacen filosofía. La consideración del simple
punto de partida o marco de referencia de la labor del periodista roza con dos cuestiones filosóficas básicas. La primera, tiene que ver con la “visión moderna del mundo” que de manera implícita adopta el periodista y que afirma la “existencia de verdades objetivas”. La segunda, se relaciona con la convicción de que su tarea está sujeta a ciertas “normas morales”. Al decir del pensador argentino, el periodista se debe limitar a “contar objetivamente lo que ocurrió” y dejar al lector en libertad de creer o no creer lo narrado. Tanto al describir como al analizar, su actitud debe ser “neutral y sobria”, realista y “escéptica”. No puede pasar por alto que su labor lo mantiene en una encrucijada permanente: “Si miente, viola el código moral”, y si dice verdades que no le gustan al poderoso, se arriesga. En dónde está en todo esto, se pregunta Mario Bunge, la filosofía. Está en la estricta distinción entre “hecho y ficción”, entre “verdad y falsedad” y entre “noticia y opinión”. Al buscar, así sea sin querer-
MARTILLEANDO
lo, la precisión de estas distinciones, el periodista hace algo muy parecido a lo que hace un filósofo. Del mismo modo, cuando reflexiona sobre las barreras o condiciones morales que constriñen su voluntad al cumplir con sus tareas. El principal compromiso y la principal responsabilidad del periodista para con la sociedad, consiste en la fidelidad a la verdad y a la objetividad, cuando oficia como testigo directo o indirecto de los acontecimientos. Se expresa en su apego a la imparcialidad cuando desempeña el rol o la función de analista y orientador. Los supuestos morales de la actividad del periodista tienen que ver también con los deberes para consigo mismo. El principal de ellos es la afirmación permanente, inclusive en circunstancias adversas, de su libertad para buscar la información y para narrar e interpretar los hechos. Esta libertad es la garantía del cumplimiento de las compromisos morales para con la sociedad, por lo cual no es sólo un valor individual, sino también un valor social.
ALBERTO ZELADA CASTEDO El autor es miembro del Observatorio Político de la Universidad Gabriel René Moreno
MUNDO CONVERGENTE
Siete décadas Edad buscando la verdad madura
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ceptando el reto de la era electrónica, Los Tiempos puede garantizar que la información “on line” que brinda desde su página digital tenga calidad, imparcialidad, veracidad y credibilidad, garantizando así su función en nuestra sociedad
MÓNICA BRIANÇON MESSINGER La autora es comunicadora social. monica_briancon@ bolivia.com
La verdad es compleja, multifacética, y a veces muy difícil de entender. Pero no es relativa. Hay una verdad ahí afuera; y debemos dar nos cuenta de cuál pieza del rompecabezas estamos tomando para terminar de armarlo. El periodismo es, precisamente, una herramienta que ayuda a componer la, a veces, tan distorsionada verdad. El periodismo forjado por Los Tiempos, durante sus 70 años de vida, ha procurado brindar información precisa, equilibrada e imparcial para otorgar a sus lectores un periodismo cercano a la verdad, con lo que posibilita que conociendo el todo —el principio, el medio y el final— quien lee sus noticias y reportajes pueda llegar a conceptuar aquello que conocemos como realidad. Y esa realidad puede ser dura, negativa y cargada de problemas, con lo que en más de una ocasión buscamos protegernos de la misma porque la percibimos como una amenaza, ya que al revés de una computadora, tenemos emociones y sentimientos y estamos conscientes de que nuestro mundo emocional es volátil. Inicialmente, el descubri-
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miento de que la Tierra era redonda fue rechazado incluso en el siglo XVII, cuando Galileo presentó pruebas inobjetables a través de la utilización de telescopios. Sin entender la ley de la gravedad, la gente no podía comprender por qué no se caía de la Tierra. Aceptar esta noción extraña era demasiado inestable, y además ¿a quién le gusta admitir que está equivocado? Era más fácil para todos ignorar los hechos. Empero los hechos están allí y Los Tiempos ha sido testigo oficial de muchos de ellos, gracias a un equipo de profesionales que viene editando las noticias, corriendo de un lugar a otro, para hacer lo que ha sido siempre, el principal vocero de Cochabamba y un referente para el periodismo nacional. Aún quedan muchas cosas por hacer, entre ellas aceptar el desafío que proviene del mundo digital, considerado por muchos autores como un nuevo medio. Esta competencia, que probablemente hace más al medio que al mensaje, deberá verse tan sólo como un elemento técnico que posibilite la labor del periodista, quien no debe olvidar que su principal trabajo es informar independientemente del medio que use. Por ello es que Los Tiempos, aceptando este reto de la era electrónica, puede garantizar que la información “on line” que brinda desde su página digital tenga calidad, imparcialidad, veracidad y credibilidad, garantizando así su función en nuestra sociedad.
n síntesis, es un matutino que a pesar de las enormes dificultades con que ha tropezado a lo largo de su existencia ha llegado a ocupar un lugar destacado en el concierto de medios de comunicación del país
STANISLAW CZAPLICKI El autor es comunicador social
Setenta años es una edad madura. Fundado en 1943, Los Tiempos ha vivido los cambios de la Revolución del 52, gobiernos militares y de la democracia popular. Asimismo, Los Tiempos se ha adaptado a la aparición de la televisión en 1969, del Internet y de la telefonía móvil. Cuando llegué a Bolivia en 1978 para trabajar en la Universidad Católica en La Paz no conocía la prensa boliviana. En 1980, con 23 estudiantes del Seminario de Prensa de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, preparamos un Catálogo de la Prensa Boliviana. Aquí reproduzco la nota que sobre Los Tiempos escribió en ese entonces uno de los estudiantes, Óscar Dorado Vega. “Los Tiempos es un diario cochabambino de información general y tendencia independiente. Se encuentra en manos de la familia Canelas. Fundado por Demetrio Canelas el 16 de septiembre de 1943, fue asaltado y destruido por motivos de orden político el 9 de noviembre de 1953. Reinició sus ediciones el 19 de julio de 1967 bajo la dirección de Carlos Canelas”. “Apreciado por amplia cobertura que brinda a la actualidad
local y provincial, publica también información procedente de otras ciudades del país, contando para tal efecto con corresponsales en La Paz, Santa Cruz, Trinidad, Sucre, Oruro y los servicios de la agencia nacional de noticias Fides. Asimismo, a través de los despachos de AP, France Presse, ALA y EPS satisface el sector noticioso de índole internacional. Su presentación es buena: excelente diagramado y el sistema offset de impresión. Se distribuye en Cochabamba, La Paz, Santa Cruz y por suscripciones en el interior de Bolivia, completando sus ingresos con una abundante publicidad (65 por ciento del total impreso) y sobre todo gran cantidad de avisos clasificados”. “El diario edita dos suplementos semanales. Uno de ellos presenta textos de carácter literario. Otro, tabloide denominado ‘Facetas’, responde acertadamente a las características de un magazín. El deporte se difunde ampliamente; dos páginas en ediciones ordinarias, acrecentándose este espacio los días lunes”. “En síntesis, un matutino que a pesar de las enormes dificultades con que ha tropezado a lo largo de su existencia, ha llegado a convertirse en el principal órgano periodístico escrito en Cochabamba y a ocupar un lugar destacado en el concierto de medios de comunicación del país”. Desde que estas palabras fueron escritas pasaron 33 años. Con el tiempo cambiaron los detalles, pero sigue la calidad del periodismo.
Puntos de vista DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
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SIN PELOS EN LA LENGUA
No sólo son 70 años; también, la incesante lucha por ser libre
La vitalidad de la columna
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ercibo y evidencio que cada vez son más los lectores seducidos por la vitalidad de la columna de opinión con la cual Los Tiempos se permite hace 70 años recorrer —con paso firme y orgulloso— el camino del respeto a la libertad
MÓNICA OLMOS CAMPOS La autora es comunicadora social molmitos2010@ gmail.com
Los Tiempos me invita a escribir sobre el periódico a propósito de su 70 aniversario. Me niego, pero no del todo; entre halagos y críticas perdería la objetividad que el caso amerita y eso no le hace honor al medio viniendo de una columnista sin pelos en la lengua mal acostumbrada a huir del equilibrio periodístico. Pero tampoco dejaré pasar la oportunidad para, en ese mi habitual desequilibrio —permitido únicamente en el periodismo de opinión—, referirme a la vitalidad de la columna, de ésta y de las demás que usted lee todos los días en Puntos de Vista con la intención de “desenredar” la complejidad que subyace al hecho informativo y a sus protagonistas, y que encuentra sosiego en la columna de opinión. Así como la columna vertebral se constituye en aquello que nos permite caminar, mantenernos erguidos y tener sensibilidad en nuestras extremidades, la columna de opinión le otorga a un medio escrito similar vitalidad. Sí, las columnas son vitales para un periódico, constituyen sus
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órganos, sus sentidos. Son sus ojos, sus oídos, su voz y sus pasos, su corazón y su cerebro permitiéndole ver y observar, escuchar y oír, andar y avanzar, sentir y reflexionar. Más allá de esa anatomía frívola que es la noticia, la columna de opinión es la parte tibia, la que sin quemarlo, le otorga vida y sentido al cuerpo. La columna de opinión orienta, guía, ofrece un punto de vista y otro, replantea el hecho, lo cuestiona e interpela, hurga en la realidad, la desnuda e intenta vestir una verdad. Cuando el columnista se aproxima al análisis e intenta una opinión, se acerca de una u otra forma a la verdad que es su verdad, sin duda, pero que puede ser compartida con el lector y, aunque no fuera así, no deja de significar una oportunidad para obtener una “ganancia”, la misma que radica en la posibilidad de involucrarse en ese siempre saludable y necesario pluralismo de ideas que habla muy bien de cuánto valora un medio de comunicación la libertad de pensamiento y de expresión que le rinden honores a la libertad de prensa, esa que no es más que la libertad de todos. Percibo y evidencio que cada vez son más los lectores seducidos por la vitalidad de la columna de opinión con la cual Los Tiempos se permite hace 70 años recorrer —con paso firme y orgulloso— el camino del respeto a la libertad.
o dudo que los puntales en los que se sostuvo Los Tiempos partieron de ese cimiento tan esquivo, ¡la libertad! Ésa que se pretendió coartar en varias ocasiones
RUDDY ORELLANA V. El autor es comunicador social
Qué difícil se me hace resumir en esta corta columna una larga historia de 70 años en la que, sin duda, se aunaron frustraciones, triunfos y censuras. Complicado, porque desde ese 16 de septiembre de 1943 hasta hoy, al periódico Los Tiempos le tocó vivir e informar con determinación momentos trascendentales en la historia del mundo y, desde luego, de nuestro país. Pero también revivir, cual Ave Fénix, de las cenizas del asalto y de quienes aún poseen la torpe idea de creer que la libertad tiene fecha de caducidad, para seguir pregonando talantes libertarios, para continuar la senda que marcaron Demetrio Canelas, Carlos Canelas y Julio César Canelas y así, con el espíritu combativo que tienen los visionarios, seguir en la lucha, pese a los obstáculos. “El periodismo es libre o es una farsa”, decía el periodista argentino Rodolfo Walsh. No dudo que los puntales en los que se sostuvo Los Tiempos, partieron de ese cimiento tan esquivo, ¡la libertad! Ésa, que sin empacho, me atrevo a decir que se pretendió coartar en varias ocasiones de nuestra variopinta y accidentada política nacional. Libertad, para hacer y decir las cosas con justeza, también, para asumir los retos, pero no con esa independencia que “sugiere cierta
doblez calculada”, sino con esa determinación invencible de ser un diario libre, lo cual siempre será diferente. 70 años para evaluar el pasado, presente y futuro de un periódico que se forjó a base de coraje por defender intereses comunes ligados a la sociedad: informar con equidad y apego a las realidades históricas de Bolivia, para excluir, con férrea voluntad, el sesgo de esa “ausencia de determinación conciencial”. El pasado, para advertir que la vocación por el periodismo y el servicio siempre fueron inquebrantables. Ése triunvirato de marras, demostró con creces que los caminos históricos del periodismo boliviano fueron labrados con tinta indeleble. El presente, para ser críticos con las debilidades y rigurosos con las fortalezas. Los Tiempos de hoy, debe homologar el legado de un periodismo combativo e investigativo que no se apartó de la ética, con éste que, por momentos, parece asomar un rostro superficial y proclive al simple hecho de ser transmisores de información, sin generar opinión pública. El futuro, para asumir con entereza nuevos escenarios que demandarán conocimientos tecnológicos, sin postergar el trabajo crítico y elaborado. Finalmente, a 70 años de la creación de Los Tiempos, quiero concederme un exceso, agradecer profundamente por haberme permitido ser testigo de una pequeña parte de la historia de este diario.
MIRADA CONSTITUCIONAL
Siete décadas construyendo prensa libre
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ara mantenerse en circulación por 70 años, este medio de comunicación tuvo fortalezas en su capacidad de renovación constante
El derecho a la libertad de información o de prensa, como elemento esencial del derecho a la libertad de expresión, es el instrumento esencial para la defensa de los demás derechos humanos y fundamentales, asimismo, es el pilar fundamental de la democracia. Consciente de ello, el meritorio ciudadano Demetrio Canelas fundó el periódico Los Tiempos un 16 de septiembre de 1943; fundación que se produjo en un contexto difícil de la vida política de Bolivia, en que se vivía los embates históricos de la posguerra del Chaco, el desmoronamiento de la oligarquía minera feudal y del viejo Estado cuasi feudal, constituido sobre el constitucionalismo clásico demoliberal. En el ámbito periodístico, el nacimiento de Los Tiempos marcó el inicio del periodismo moderno libre, imparcial y objetivo, abandonando su vieja “función tribunicia” y su condición de “instrumento de combate”, para convertirse en un instrumento de generación de la conciencia pública, informando con asidui-
dad y honestidad profesional. Han transcurrido siete décadas desde su nacimiento, en las que, siguiendo los principios delineados por su fundador, ha desarrollado un periodismo libre, independiente e imparcial, logrando que el ejercicio del derecho a la libertad de expresión, pensamiento y opinión, y su elemento esencial del derecho a la libertad de información o prensa, se constituya en el eficiente mecanismo de control al ejercicio del poder político, en una herramienta de defensa de los derechos humanos, y en generador de corrientes de opinión pública. Pero también son 70 años en los que tuvo que transitar caminos minados por la prepotencia, el autoritarismo y verticalismo de algunos gobiernos de turno; una de esas minas le estalló, pues fue asaltado y destruido el 9 de noviembre de 1953, razón por la que fue cerrado por largos 14 años; habiendo reanudando sus ediciones el 19 de julio de 1967. Para mantenerse en circulación por 70 años, este medio de comuni-
cación tuvo fortalezas en su capacidad de renovación constante, para colocarse a la altura de los desafíos que plantea cada contexto social y político; en el desarrollo de un periodismo libre, independiente e imparcial, sin tomar partido con quienes detentan el poder político ni direccionar la opinión pública; y en la incorporación de periodistas, colaboradores y columnistas, que trabajaron y trabajan con alta profesionalidad y responsabilidad. En síntesis, son siete décadas de lucha incansable por la construcción de una prensa libre; por lo que la mejor manera de celebrar será asumiendo el reto de consolidarse como el símbolo cochabambino y nacional del periodismo libre, objetivo e imparcial, manteniendo el rigor informativo e interpretativo apegado a normas éticas que respeten los derechos humanos, entre ellos el derecho a la intimidad o vida privada, el derecho a la imagen y la dignidad, en la tarea de investigar, recoger, procesar y difundir la información acorde con el mundo contemporáneo.
JOSÉ ANTONIO RIVERA S. El autor es Catedrático de Derecho Constitucional. riverasa@gmail.com
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OJO DE VIDRIO
Mi vecino de página
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...) el secreto estaba en el lenguaje coloquial que usábamos Alfredo y menda, en la selección de personajes entre aquellos que nunca saldrían en letras de molde, como no fuera en la crónica roja o en los necrológicos
Nada hubiera sido la columna que sostengo desde 1984 sin un cálido vecino de página que me acompañó un buen tiempo y luego pasó a los talleres de la otra vida. La iniciativa fue de Feni Canelas y de José Nogales Nogales, con la venia de ese caballero insigne que fue en todo momento don Carlos Canelas; y consistía en romper la página editorial de dos maneras: incorporando cuatro columnas de opinión en las centrales, que eran de puras noticias, y encargando la redacción a dos escribidores, para que dijeran lo que les viniera a cuento. De las mil anécdotas que me ocurrieron con mi carnal Alfredo Medrano debo rescatar dos: la ecuanimidad y libertad de pensamiento con que me acogieron en Los Tiempos, pues nunca jamás sufrí de censura alguna, y el inesperado arribo de un jujeño de apellido francés, que se reunió con los dos y nos cambió el panorama de un modo que no teníamos conciencia. No recuerdo el nombre de este señor. Únicamente que era flaco y colorado como gallo de pelea viejo, que vestía mal y contaba descubrimientos insospechados. Nos había buscado expresamente para preguntarnos por qué Alfredo y yo es-
cribíamos en castellano pero pensábamos en quechua. Entonces me enteré que era lingüista y que había perseguido la sintaxis quechua más allá de Buenos Aires, siempre con resultados positivos. Para hacerla fácil, el secreto estaba en el lenguaje coloquial que usábamos Alfredo y menda, en la selección de personajes entre aquellos que nunca saldrían en letras de molde, como no fuera en la crónica roja o en los necrológicos, y en la observación de la vida cotidiana, que nunca ha sido de los poderosos, porque éstos suelen ser austeros en sus costumbres, reservados en sus gestos, impenetrables en sus secretos de familia, lejanos y sonrientes, mientras la vida cotidiana vibra en los antojitos de la calle y en las costumbres populares expresadas en apodos, dichos, coplas, micros de letreros sentenciosos y adornos de sus paneles, que son una maravilla del kitsch, además de sus rostros de alarma, sus alaridos en los velorios, sus carcajadas, sus voces estentóreas y esa manera de decir y nombrar la vida, que está hecha de pura espontaneidad. Y era por demás evidente que no pensábamos en castellano, pues no se pregunta: ¿Vas a ir al mercado?, sino
LA CURVA RECTA
¿Al mercado vas a ir? No se dice: ¿Vas a comprar carne?, sino ¿Carne vas a comprar? ¿Plata tienes? ¿Con tu compadre vas a estar? Se trataba de un hijo de belgas que había vivido aislado en una propiedad rural con los ojos puestos en Europa, en particular durante la Segunda Guerra Mundial, que había seguido con alfileres de colores en un mapa gigante fijado en su cuarto. Sin embargo, vino la guerra de las Malvinas y muchos argentinos cruzaron el camino de Damasco, porque volvieron los ojos a este lado de los Andes y se interesaron por nuestros idiomas y culturas. De ahí venía el señor a Cochabamba en busca de mi carnal y de su servidor el Ojo de Vidrio. A Alfredo le debemos muchas campañas, usos y costumbres que hoy parecerían no tener origen y que él se encargó de rescatar del olvido. Murió muy joven, dejó muchos amigos, buena parte de su vida la consagró a Los Tiempos, y ahora que nos hace tanta falta, suelo encontrarme con gente que nos confunde, como ese señor que me dice: Alfredito, ¿qué has sabido del Ojo de Vidrio? Se ha muerto, le digo y contesta: Qué pena, es que le cascaba fuerte, ¿no? En fin, chau Alfredito.
RAMÓN ROCHA MONROY El autor es cronista de Cochabamba
BUSCANDO LA VERDAD
“Baluarte 70 años de la prensa escribiendo la historia de Bolivia nacional”
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ue un periódico celebre su septuagésimo aniversario en medio de un gran prestigio a nivel nacional y siendo un referente internacional del acontecer en Bolivia, es algo que podemos festejar con entusiasmo (casi) todos los bolivianos
AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ El autor es operador de turismo
Aunque las edades avanzadas no garantizan nada, ni en personas ni en instituciones, no cabe la menor duda de que la sobrevivencia de un periódico a lo largo de posiblemente los más tortuosos años de la historia del país da para reflexionar. Setenta años es mucho, sobre todo si hay de por medio el colgamiento de un presidente, una revolución que acabó con el latifundio en las tierras altas del país, y que nacionalizó las empresas más grandes de la época, el advenimiento de las dictaduras militares, tan apañadas por los Estados Unidos, pero tan parte de la Guerra Fría también, un volver, que fue en realidad un empezar con una democracia nunca antes experimentada, a partir del año 82, y un cambio radical, a principios de este siglo, que arrasó inclusive con el nombre del país. Los Tiempos ha visto pasar el tiempo en este país, y lo ha registrado. Su hemeroteca debe ser uno de los más importantes documentos de la vida de este país a lo largo de siete décadas, y por eso no puedo dejar de sentirme un privilegiado por ser en los últimos tres años parte, aunque tangencial, de este emprendimiento-patrimonio.
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Cuando empecé mis contribuciones como columnista en un periódico paceño hace más de 15 años, me sentí como un tipo muy suertudo. Se trataba de un emprendimiento nuevo y el entonces director me dio una oportunidad a pesar de no tener oficio ni conocido ni reconocido. Con los años he hecho de la columna periodística una parte importante de mi vida. Una vez por semana tengo que sentarme a hilvanar mis pensamientos o mis preocupaciones respecto a temas actuales o temas importantes, y tratar de hacerlos legibles para un público que sé no es inmenso, pero sí, el más criteriado del país. La existencia de un periódico en Bolivia es algo extremadamente difícil, no somos ni un país de lectores, ni un país con una clase media extendida que puede costearse un promedio de 150 bolivianos al mes para recibir un ejemplar al día en su casa. A esto se suma la crisis global de la prensa escrita causada por los medios electrónicos, que ha acabado con buena parte del avisaje, y que dan un acceso a la información mucho más extendido de lo que puede hacer cualquier medio impreso, más allá de que esta información no procesada pueda estar plagada de falsedades. Por estas razones, que un periódico celebre su septuagésimo aniversario, en medio de un gran prestigio a nivel nacional, y siendo un referente internacional del acontecer en Bolivia, es algo que podemos festejar con entusiasmo (casi) todos los bolivianos.
legar a los 70 años superando todas las vicisitudes por las que atravesó nuestro país es un mérito adicional y su existencia da cuenta de que su visión fue la correcta durante este tiempo
GARY ANTONIO RODRÍGUEZ ÁLVAREZ El autor es economista, magíster en comercio internacional
Festejar 70 años de vida no es algo que ocurra cada día, por lo que debe ser destacado como un mérito que pocos alcanzan hoy, especialmente cuando quien lo celebra es un medio periodístico que — por su integridad— ha alcanzado un alto sitial en la historia informativa y comunicacional en Bolivia. Este es el caso del matutino Los Tiempos para quien, en lo personal —como un agradecido columnista de esta casa periodística desde el año 2008— y en lo institucional, al estar en un ininterrumpido contacto como lector y también como fuente informativa durante 26 años desde el Instituto Boliviano de Comercio Exterior, hago llegar mi sincera felicitación. Conozco muy bien a Los Tiempos desde niño porque soy cochabambino de nacimiento —migrado a Santa Cruz a mis seis años— y digo que lo conozco bien pues mis abuelos vivían “a la vueltita” del periódico, casi colindando con él en la calle Junín. Y en verdad no exagero cuando digo que sé de su trabajo y sacrificio, puesto que siendo niño escuchaba hasta bien tarde en la noche el incesante traquetear de la rotativa, imprimiendo la buena información que du-
rante el día se había recogido, a fin de entregarla a la ciudadanía como un producto de profundo contenido, muy temprano todas las mañanas. Llegar a los 70 años superando todas las vicisitudes por las que atravesó nuestro país es un mérito adicional y su existencia da cuenta de que su visión fue la correcta durante este tiempo, encarnando el sentir del cochabambino empezando por su formato que no abandona hasta hoy diferenciándose de casi todos sus competidores, manteniendo una alta calidad del papel, pero, por sobre todo, un muy profesional y variado tratamiento periodístico, lo que resulta una fortaleza. Se suma a ello el haber sabido superar las limitaciones, el consolidar un hermoso edificio como patrimonio y convertir las “amenazas” de la globalización en una “oportunidad”, tal el caso de las TICs para informar en “tiempo real” con un sitio web que, según un rankeador mundial y otro nacional, es parte del exclusivo grupo de los 35.000 más visitados del mundo; el 14 más importante en Bolivia a nivel general; y, el tercero entre los “Top 20” de los 100 por ciento bolivianos. Así, las perspectivas para el periódico son inmejorables. Finalmente —creyente como soy— siendo que el “7” es el número de Dios, en este 70 aniversario sólo me queda pronosticar para Los Tiempos éxitos por 10 veces más, para regocijo de todos quienes vemos en él un verdadero baluarte de la prensa nacional.
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DESDE LA TIERRA
PLUS ULTRA
Los Tiempos en Felicidades a el tiempo Los Tiempos
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emetrio Canelas era una de las figuras que intentó combinar posturas personales con propuestas colectivas a través del más difícil oficio: la difusión del pensamiento, de las palabras
LUPE CAJÍAS La autora es periodista
No es posible recordar la historia del matutino Los Tiempos editado durante siete décadas en Cochabamba, Bolivia, sin ubicarlo en el complejo contexto que enmarcó su trabajo informativo. Tampoco es posible hablar de periodismo sin nombrar a su fundador Demetrio Canelas, pues ese sólo nombre nos evoca una forma de concebir la comunicación social al servicio del bien común. El periódico salió a la luz cuando el país se debatía en un diálogo confrontacional y doloroso en búsqueda de aquello que se debía entender como “nación”. El modelo liberal impulsado desde 1880 como parte de una visión hacia el “progreso” estaba agotado y los diversos actores sociales buscaban respuestas desde sus propias ideas y actividades. El impulso político era un torrente de posturas, desde el nacionalismo católico hasta el anarquismo internacionalista. Los intelectuales, las personas ligadas al quehacer cultural, tenían sus propias concepciones. Demetrio Canelas era una de las figuras que intentó combinar posturas personales con propuestas colectivas a través del más difícil oficio: la difusión del pensamiento, de las palabras. Ese sólo intento, iniciado con La Patria en el pujante Oruro del inicio secular, era ya un riesgo. Ese matutino orureño fue como un ensayo general para un desafío mayor, fundar un periódico en el centro intelectual de la época. Recordemos que en Cochabam-
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ba se habían concentrado, desde fines de los años 20 del pasado siglo, tertulias juveniles que habrían de transformarse, después de la Guerra del Chaco, en los núcleos fecundos de los nuevos partidos políticos. Eran cochabambinos o ligados a esa tierra los fundadores de Falange Socialista Boliviana, del Movimiento Nacionalista Revolucionario, del Partido Obrero Revolucionario y del Partido de la Izquierda Revolucionaria. Además, era en esa campiña donde también había nacido el sindicalismo agrario y eran cochabambinos los que impulsaban la formación cultural y política de los obreros. Los Tiempos desarrolló su adolescencia en medio de esas bullas y forjó su temple atendiendo la información que llegaba como torrente en un país en permanente convulsión. Sin olvidar, además, que también le tocó transmitir las noticias de la Segunda Guerra Mundial y la larga confrontación de la Guerra Fría. Días de duelos y de odios que no dejaron de tocar al periódico cuando una turba lo saqueó, seguramente por órdenes del poder poco democrático surgido después de la Revolución de 1952. La saga de don Demetrio fue continuada por sus hijos con el mismo espíritu de servir a la sociedad, sin dejar de tener y manifestar una propia visión del mundo y una ideología determinada. Como ya escribí hace una década, la gran marca de los Canelas en Los Tiempos es que sus intereses personales nunca torcieron el interés social supremo de llevar una información apegada a la verdad. Quizá esto último no sea una categoría sociológica, pero sí es una realidad contrastable. De ahí el respeto de sus lectores y la permanencia de Los Tiempos en el tiempo de ya cuatro generaciones.
a historia de Los Tiempos está íntimamente ligada a la familia Canelas iniciada por don Demetrio, el fundador
JOSÉ GUILLERMO TORREZ G.O. El autor es ingeniero geólogo y administrador de empresas jgtorrez@gmail.com
En este setenta aniversario de la fundación del periódico Los Tiempos no se puede dejar de lado a su fundador, ese prestigioso hombre de letras y abogado que en vida fue don Demetrio Canelas Canelas (1880-1958). El primer editorial del diario Los Tiempos, publicado el 16 de septiembre de 1943, que para muchos profesionales de la prensa marcó un antes y un después en el ejercicio del periodismo boliviano. Con la mayor imparcialidad… para ilustrar y documentar la conciencia pública. Esta regla de oro formulada por Demetrio Canelas fue el principio básico del periodismo moderno, con honestidad profesional para un público bien informado que es la mejor defensa para la moral y el orden político. Demetrio Canelas fue hombre público y un político de principios; pudo haber accedido a la primera magistratura del país, pero la estructura íntima de su personalidad lo inclinó por la profesión más emblemática de una democracia: el periodismo. Simplemente analizar los principios del periodismo, planteados por este insigne personaje, nos da la muestra del talento de este extraordinario hombre cuando planteaba que “la parte trascendental de la vida no está en lo que uno piensa, sino en los hechos cotidianos que acontecen. Ilustrar y documentar la conciencia pública antes que asumir el papel de conversor y catequista. Llevar a los lectores informaciones seleccionadas con asiduidad y honestidad profesional para habilitarles a formar sobre los hechos ocurrentes su propio criterio sobre la base del conocimiento de la verdad. Un público bien informado es la mejor defensa para la moral y el orden político”. “La palabra ‘independiente’ tie-
ne un sentido que sugiere cierta doblez calculada, cierta ausencia de determinación consciencial para estar al alcance de toda conveniencia. Este es un diario libre, lo que es algo diferente. No importa la tendencia política que tenga un periodista; lo único que tiene que hacer aquí es colgarla en el perchero, antes de empezar a escribir. Escribo, ante todo, porque sí. Escribo sin animadversión para nadie, pero también me es preciso confesarlo, sin amor para nadie. Contribuir, desde una esfera neutral, a la acción progresiva del periodismo. No propiciar en la palestra ningún interés banderizo ni consigna ni fórmula preconcebida. Alejarse tanto de las exacerbaciones tenaces de la oposición como de las complacencias del periodismo disciplinado. No secundar las contiendas estériles y odiosas ni favorecer las obcecaciones del proselitismo inconsciente, en vez de infundir en las masas ideas de buen sentido y sabiduría práctica. Libres de prejuicios y de vinculaciones que embarazan y tuercen el criterio, seguir y apreciar los hechos de la vida nacional, serena e imparcialmente. Para cumplir con honradez los deberes democráticos, no es necesario acogerse a ninguna tendencia exclusiva y disociadora. El interés de la nación se contempla mejor desde un punto de mira alejado de las contiendas activas, en las que la obstinación apasionada obscurece el sentido práctico que debe informar todos los actos humanos. Nosotros tenemos fe en el porvenir y en el progreso de Bolivia, por obra del trabajo y de la industria. Creemos que este país será libre y fuerte, en su régimen administrativo y en su carácter de entidad internacional, solamente cuando la acción de sus hombres dirigentes y las energías de las masas sean encaminadas con inteligencia y decisión por el sendero de la vida moderna, cuyo evangelio es la riqueza”. Por esto, la historia de “Los Tiempos” está íntimamente ligada a la familia Canelas iniciada por don Demetrio, el fundador; secundada por Julio César y Carlos; y continuada hoy por la tercera y cuarta generación de esta ilustre familia. A mí, que escribo en este prestigioso matutino desde 1978, me impresiona todos y cada uno de estos conceptos que se muestran como una enseñanza para el presente y las nuevas generaciones.
OJO AL CHARQUE
Los Tiempos en la vida cotidiana de la gente
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l periódico Los Tiempos, en 70 años de vida, escribe y registra la historia del departamento y del país, destacándose por el esfuerzo y el compromiso por contribuir en el desarrollo del departamento
El periódico Los Tiempos ya es parte de la tradición en la población de Cochabamba, precisamente por los 70 años de existencia y porque, en su larga vida institucional, a pesar de las dificultades en el orden político-partidario que vivió el país, supo ganar un espacio en el hábito de información de los qhochalas que siguen día a día los hechos y acontecimientos que se registran en sus páginas. Los Tiempos es un periódico serio, responsable, respetuoso de la opinión pública, con amplitud para cubrir información de todos los sectores de la sociedad que hacen noticia en un determinado contexto, sea local, regional y nacional. Es destacable el interés de acompañar sus ediciones con diferentes suplementos que complementan la información noticiosa con otras áreas del conocimiento,
con el propósito de llegar a todos los sectores y motivar a la lectura, a pesar de la cultura de la imagen que se impone frente a la lectura. Además del medio impreso, Los Tiempos está dispuesto a impulsar las tecnologías de la información, pues dispone de un periódico digital ágil, actualizado, utilizando la multimedia con galería de fotos, videos, audios de entrevistas. Utiliza el Twitter, el Facebook, herramientas de las redes sociales dirigidas a un público de los nativos digitales que ahora prefieren leer el periódico en Internet, logrando una buena combinación entre el medio impreso y el digital. El impreso va dirigido para los habituales lectores que prefieren el producto físico para la revisión de los hechos noticiosos, pero también el digital por la urgencia, además para un público que
se encuentra fuera del país y que hace seguimiento de los acontecimientos que ocurren en el contexto boliviano, con interés y añoranza de la patria que los vio nacer. El periódico “Los Tiempos”, en 70 años de vida, escribe y registra la historia del departamento y del país, destacándose por el esfuerzo y el compromiso por contribuir en el desarrollo del departamento. “Los Tiempos” escribe en el día a día la historia inmediata para la memoria local y nacional. “Los Tiempos”, finalmente, es el medio escrito que me permite escribir una columna para expresar mis ideas, percepciones y opiniones. Gracias a su director Juan Cristóbal Soruco y al equipo de redactores por permitirme ser parte de los columnistas del periódico y felicidades por los 70 años de presencia en la Llajta.
CONSTANTINO ROJAS BURGOS El autor es periodista y docente universitario
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Los Tiempos de tiempo presente
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o que más me gusta de Los Tiempos es que es probablemente el periódico boliviano que tiene más columnistas mujeres y que varias, principalmente las jóvenes, son irreverentes, boconas y provocadoras
Como con las Heroínas de la Coronilla, la sajra hora y el sillpancho, cuando, leo, digo o escucho Los Tiempos pienso en Cochabamba. Será por la edad, 70 años es nomás una edad provecta, sobre todo para un periódico en nuestro país, donde la sobrevivencia promedio de los medios escritos suele ser baja. No sólo es cuestión de edad, también de oficio. Es que un periódico tiene en su principal fortaleza e identidad (las letras) una de sus debilidades. Mientras que en los medios audiovisuales la materia prima son las palabras “que se llevan el viento”, lo escrito, “escrito está”, permanece, se registra y archiva y puede volver a surgir, pese a quien pese, para eterna memoria. Y a lo largo de los años, los cientos de millones de páginas de Los Tiempos contienen y despliegan la memoria de Cochabamba. Ambos son, pues, his-
toria y presente, como en un buensirviñaco. Del tiempo presente de este periódico fiel a sí mismo, destaco que, sin perder las señales de identidad y misión regional, informa acuciosamente sobre el país y el mundo. A ve c e s fo r t a l e c e r l a p ro p i a identidad suele hacer perder de vista los entornos más amplios. Soy asidua consumidora de su edición digital. También me gusta su pluralismo. En Los Tiempos es posible encontrar distintas y encontradas posiciones políticas, columnistas de Cochabamba y de otros puntos del país y columnas que se difunden en él y periódicos de otras ciudades. Pero lo que más me gusta de Los Tiempos es que es probablemente el periódico boliviano que tiene más columnistas mujeres y que varias, principalmente las jóvenes, son irreverentes, boconas y provoca-
OBSERVATORIO
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DEMETRIO REYNOLDS El autor es miembro del PEN Bolivia
Desde 1943, año de su fundación, han cruzado muchas aguas por debajo del tiempo y de Los Tiempos. No es poco ni mucho ese lapso, pero suficiente para consolidar su madurez institucional. No fue camino llano el que ha recorrido. Con sus características, ningún periódico encuentra su ruta despejada, mucho menos en un país donde la defensa de valores y principios es un desafío de todos los días. Cuando se abraza un ideal con pasión, las contingencias materiales no arredran el espíritu. A una década de haber sufrido la destrucción de sus talleres (1953) el periódico resurgió con renovado brío. Esa firmeza con que supo resistir y rehacerse el fundador, el Dr. Demetrio Canelas, se mantiene hasta hoy como un legado inmarcesible no ya sólo de la familia Canelas, sino de Cochabamba, su ínclita tierra natal. “Si el propósito del gobierno fuera cambiar el periodismo que se ejerce en un plano de dignidad e independencia moral, eso sería imposible. Ahora que llego a la vejez —dijo el Dr. Canelas en respuesta a las amenazas—, no puedo renunciar a la defensa de la libertad por la cual he luchado toda mi vida” (1953).
CARMEN BEATRIZ RUIZ La autora es comunicadora social
DES-TACADA
A Los Tiempos en su aniversario n los momentos más cruciales de la historia patria Los Tiempos nunca dejó de ser “la alta tribuna del pensamiento libre” y una referencia plausible para seguir adelante por la vía más correcta
doras. ¿Serán los aires de la Coronilla? Corren nuevos vientos en el país y en el mundo, por lo tanto también en Cochabamba. Uno de ellos trae en sus alas la descentralización, desde hace más de una década, otro ya lleva varios lustros transportando el alza de la defensa de los derechos de las mujeres y otro, majestuoso, planea sobre las ciudades soliviantando identidades. ¿Podrá Los Tiempos acompañar esos nuevos compases? Para ello, tiene que mirar más hacia las poblaciones de las provincias, acercarse a su gente de la misma forma en que los municipios del departamento, de facto, están entrelazando una dinámica conurbana y, en esa diversidad, saber descubrir los múltiples y diversos sujetos económicos y políticos que ya le cambiaron, irremediablemente y para bien, el rostro a la Llajta.
Un periodista de luminosa trayectoria, como Ocampo Moscoso, dejó anotado que Los Tiempos acorde con las sabias orientaciones del Dr. Canelas se caracterizó por la ponderación de sus juicios; imparcialidad y objetividad en sus informaciones, enfocando, a la vez, con serenidad y valentía, las distintas manifestaciones del acontecer institucional del país” (1978). Esa es también ahora, junto a la pulcritud invariable de sus ediciones, su fortaleza para responder con idoneidad a los desafíos de hoy. En los momentos más cruciales de la historia patria Los Tiempos nunca dejó de ser “la alta tribuna del pensamiento libre” y una referencia plausible para seguir adelante por la vía más correcta. Sin embargo, en contraste con el periodismo del siglo XX es notoria en el país la ausencia de revistas literarias y suplementos cuyo contenido habitual era el tratamiento serio de temas socioeconómicos y políticos de gran utilidad para la opinión pública. ¿Cuál será la causa? La perspectiva que sigue no es halagüeña; el Gobierno promulga leyes que apuntan a restringir y controlar a los medios de comunicación igual que en los países signados por la política totalitaria; pero la prensa independiente sigue siendo la trinchera inexpugnable donde Los Tiempos tiene su puesto de honor. La “desgraciada República” de que hablaba el Dr. Canelas no ha cambiado de suerte. A manera de colofón: Permitidme añadir que me es muy honroso ser columnista de Los Tiempo .
El reto de la tradición y el vanguardismo
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otado de conceptos modernos de periodismo, este periódico no pierde la esencia de la identidad cochabambina que reafirma internamente y transmite al mundo
MÓNICA OBLITAS La autora es periodista
Hace poco cumplí 12 años trabajando como periodista en Los Tiempos y también escribo una columna de opinión. Ser periodista y columnista combina lo que es hasta ahora una regla en el periódico: las opiniones de los periodistas no están reñidas con la línea editorial porque ésta se basa en el ejercicio de la libertad de expresión siempre y cuando estas opiniones tengan sustento, una premisa que se ha mantenido gracias a la dirección de Fernando Canelas primero, y hoy de Juan Cristóbal Soruco. Al ser Los Tiempos el periódico más grande de Cochabamba, sus referentes están fuera, en medios nacionales e internacionales y esto le ha permitido generar un producto que, dotado de conceptos modernos de periodismo, no pierde la esencia de la identidad cochabambina que reafirma internamente y transmite al mundo. Eso a través de toda la coyuntura política, económica y social que ha pasado y está pasando en estos 70 años. Tiempos de crisis, de recuperación de libertades, de conflicto e intereses diferentes donde todo medio de comunicación, por su naturaleza, experimenta pruebas de fuego. Estos años de trabajo me han permitido crecer profesionalmente junto al equipo de la revista OH!
Bajo la visión de nuestra directora de suplementos, María Renée Canelas, hemos logrado posicionar al periodismo ambiental como un eje central en la necesidad de informar acerca de lo que le sucede a nuestro planeta, a nuestro entorno y a nuestras vidas. Los Tiempos ha cubierto cinco Conferencias de las Partes de las Naciones Unidas (COP) en diferentes países del mundo, varias reuniones de negociaciones políticas ambientales como la de Río+20, y se ha convertido en una referencia en cuanto a periodismo ambiental dentro del país y fuera de él, ganando varios premios nacionales e internacionales. Más allá de enfocarnos y trabajar en lo que nos afecta directamente como país, consideramos de esencial importancia el contexto mundial y político respecto al medio ambiente, que al final es el que decide la suerte del planeta en el que vivimos. Además crónicas, reportajes de viajes, temas sociales, análisis y entrevistas políticas, orientadores textos de salud y temas culturales… el campo en el que nos movemos es amplio y desafiante. Por ello considero fundamental que el periódico fortalezca el desarrollo tecnológico en el que viene trabajando, que los periodistas nos apropiemos obligatoriamente de las herramientas digitales que permitirán mejorar nuestro trabajo, hacerlo más accesible a los lectores, abrirnos hacia nuevos públicos e impulsar a que Los Tiempos entre de lleno en las nuevas tendencias que están revolucionando al periodismo, y que pueda aún así, conservar esa tradición que lo hace único en Bolivia.
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SURAZO
BARLAMENTOS
Los tiempos de Los Tiempos
Los diarios, ¿especie en extinción?
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i incursión al periódico cochabambino fue posterior, cuando comencé a escribir esta columna.
JUAN JOSÉ TORO MONTOYA El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Yo fui niño en los tiempos en los que la televisión era una caja misteriosa que ocupaba un gran espacio en el living sin que nadie sepa exactamente para qué servía. A veces, generalmente un martes o un jueves, el aparato era encendido y unas figuras borrosas aparecían en la pantalla. Era el momento en que mi padre o alguno de los jóvenes del barrio se subían a la terraza, allá donde estaba la antena, para moverla en diferentes direcciones mientras nosotros, desde abajo, gritábamos “ya casi, ya casi… ¡ya está!” Pero no estaba. A veces, muy pocas, las figuras borrosas tomaban apariencia humana y todos aplaudíamos porque parecía que por fin la caja servía para algo. Escuchábamos algo sobre el Perú, Panamericana o algo así, pero no terminábamos de entenderlo todo porque las figuras volvían a hacerse borrosas y, al final, se perdían en el granizo eterno de la pantalla sin importar los esfuerzos que se hacía afuera con la antena. Yo fui niño en los tiempos en los que la reina de la comunicación masiva era la radio. En Potosí sólo había tres —Indoamérica, Electra y Kollasuyo— y mi papá escuchaba una de La Paz en una radio de tres bandas que hace mucho dejé de ver en su casa. “¿Qué radio es, papi?”, le preguntaba. Panamericana, me respondía. “¿Cómo la de la tele?”, insistía. “No. Esta es boliviana”. Yo fui niño en los tiempos en los que los periódicos habían dejado de editarse en Potosí. Tres de ellos
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llegaban por bus con un día o más de retraso, Presencia, El Diario y Hoy, pero en la casa sólo leíamos este último porque mi padre, que por entonces ya era un reconocido periodista deportivo, era su corresponsal de deportes. El Siglo vino después, y mi padre pasó a formar parte de su plantilla. Yo fui niño en los tiempos en los que Los Tiempos no llegaba a Potosí. Aquí sabíamos que existía porque escuchábamos mencionarlo como fuente en algunos noticieros radiofónicos. Pasó lo propio en tiempos de la televisión, primero con el canal estatal y luego con el universitario. La televisión privada llegaría mucho después. Yo fui universitario en los tiempos en los que no había celular ni Internet. Para entonces, cuando combinaba mis estudios de Derecho con mi trabajo de redactor en Gaceta del Sur o El Siglo, Los Tiempos ya era una leyenda, tanto que mi amigo y compinche en las letras Willams Aguilar me dijo que conocía a alguien que conocía a alguien que trabajaba en el periódico cochabambino y quizás podría ser su corresponsal. Nunca conocí a ese alguien. Fui corresponsal de El Diario y Presencia, pero no de Los Tiempos. El tiempo que viví en Sucre, como jefe de redacción de Correo del Sur, también fui corresponsal de La Prensa pero no de “Los Tiempos”. Mi incursión al periódico cochabambino fue posterior, cuando comencé a escribir esta columna. Lo demás ya es historia, mi historia personal, una historia en la que el sueño de universitario se hizo realidad casi sin querer. Ahora son los tiempos de “Los Tiempos”.
ranquiliza saber que aunque los diarios digitales seguirán evolucionando, “la reflexión, la opinión y la densidad serán tareas de los medios impresos”
WINSTON ESTREMADOIRO El autor es antropólogo win1943@gmail.com
Mucho se ha dicho sobre la extinción de los periódicos en soporte de papel, desde que se replegó The Washington Post a versión digital. La retirada del conocido diario estadounidense fue como bíblica escritura en la pared vaticinando el fin. Pérdidas en lectores y avisaje, indican que publicar es mal negocio, por lo menos de lunes a miércoles. Los gerentes, pensando en centavos, se alían con los que ven selvas en el papel en que imprimen los diarios. Artilugios tecnológicos favorecen la versión digital de transmitir noticias, y publicidad. En España impresionaban las publicaciones gratuitas con salpicado de noticias entre avisaje. Coexistían con diarios donde la noticia reinaba y los avisos eran simples vasallos. Sobrevino la crisis y hoy la situación es otra. Los periódicos españoles tienen cada vez menos páginas, se venden menos, y para colmo, atraen menos publicidad. Los empresarios se vuelcan más a la publicidad digital: forcejean los que defienden la gratuidad digital con los que idean lucros con los contenidos web. Los casos en Sudamérica se relacionan con el resbalón de las democracias incipientes o endebles, hacia democracias nominales solamente. Estas últimas, en mi opinión, son facilitadas por la
inclusión de más personas al proceso democrático (algo bueno); pero campea la ignorancia, campo fértil a propaganda y otros recursos de gobiernos autoritarios para restringir el derecho a la libre expresión (algo malo). En Venezuela, el Gobierno puso bozal a la prensa libre mediante control de cambio que obliga a gestionar divisas extranjeras ante oficinas estatales; la falta de divisas para importar papel para imprimir diarios ha dificultado mantener algunos medios críticos del Gobierno. En Argentina, el pretexto de reducir un gigantesco grupo, esconde la intención de acallar críticas a la corrupción del Gobierno. En Ecuador, las críticas a explotar petróleo en un área protegida dieron pie a sugerir referendo y eliminar diarios en soporte de papel. En Bolivia, es sugestiva la compra de medios por el Gobierno, amenazas de nueva “ley mordaza” que aplaque medios críticos, el uso de acoso judicial para acallar periodistas, y la selectividad de publicidad en la que el Estado es principal contratista. Tranquiliza saber que aunque los diarios digitales seguirán evolucionando, “la reflexión, la opinión y la densidad serán tareas de los medios impresos”. Apenas meses me separan de los 70 azarosos años que cumple “Los Tiempos” siguiendo la tradición de don Demetrio Canelas. Recordando una canción de Caetano Veloso, brindo porque continúe esa fuerza extraña que me impele a publicar, y que por muchos años más mi hogar inicial —Los Tiempos— continúe en la a veces ingrata tarea de informar, y opinar.
EL SATÉLITE DE LA LUNA
La columna de opinión, pilar del periódico del futuro
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e atrevo a pronosticar que la tabla de salvación y, al mismo tiempo, la identidad específica del periódico es la opinión (editorial y columnas), entendida como el análisis preciso, competente y orientador de la coyuntura y de las tendencias de la sociedad
No es un secreto que los periódicos afrontan tiempos de crisis debido a la competencia de dos medios y Los Tiempos, que hoy apaga su 70ava velita, no es la excepción. Por un lado está la televisión, que se dirige a una generación acostumbrada a nutrirse de imágenes, a leer menos y a olvidar rápidamente los sucesos de la aldea global. Por el otro tenemos a las redes sociales, que permiten informarse en tiempo real, sin esperar el periódico del día después (o de dos si el evento ha ocurrido a altas horas de la noche). Paradójicamente, los periodistas trasnochan… para que sus noticias aparezcan trasnochadas. ¿Qué hacer ante esos cambios? ¿Para qué seguir talando árboles para imprimir periódicos y convertir papel noble en otro de uso menos noble, cuando tenemos las noticias al instante, las escuchamos, las leemos, las vemos y las olvidamos
con la misma rapidez, tal vez en respuesta a un deseo profundo de la mayoría de la gente? La respuesta al primer reto ha sido, en todo lado, abrir portales gratuitos en la Internet, de modo que el periódico ha irrumpido en el campo de batalla de la información con las mismas armas de sus competidores. Asimismo, los “blogs” al pie del artículo permiten (con mil limitaciones) el intercambio de opiniones entre lectores y una cierta interacción con el periodista. Sin embargo, esas iniciativas hacen más apremiante la segunda pregunta, debido a que en la edición impresa se encontrará el mismo contenido noticioso de la web, sin contar que los impactos económicos difícilmente compensan la satisfacción de saberse leído en muchas partes del mundo. Me atrevo a pronosticar que la tabla de salvación y, al mis-
mo tiempo, la identidad específica del periódico es la opinión (editorial y columnas), entendida como el análisis preciso, competente y orientador de la coyuntura y de las tendencias de la sociedad. Eso es precisamente lo que las redes sociales o la televisión no suelen dar y eso es lo que necesita el lector informado que desea interpretar los eventos. Sin embargo, también las columnas de opinión (y sus autores) deben cambiar: no tiene sentido en general comentar ex-cátedra sucesos de hace una semana o quince días. Lo que sí debe fomentarse son las columnas “en caliente”, o sea columnas de especialistas en diferentes áreas de interés, contratados en exclusiva por el medio, capaces de escribir sobre la marcha (¡y a su propio riesgo!) una opinión o comentario en torno a noticias relevantes del día. ¡Lindo, pero cuesta!
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FRANCESCO ZARATTI El autor es físico
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KUTI VUELTA
Mi tiempo en Los Tiempos
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o me hice finalmente periodista, pero aquellas marcas de la casona de la calle Santivañez nunca desaparecieron. Escribo actualmente para varios periódicos y dirijo un canal de televisión. No es casual. El origen está en 1967
Conocí Los Tiempos en 1967. Una antigua casona de escalera de piedra de varios patios. Allí trabajaba un primo de mi madre, José Cruz Aufrere, como Jefe de Redacción. Decidido a convertirme en periodista iba cada viernes en la noche a interiorizarme de su labor, pero también miraba el armado del matutino y algunas veces, cuando me amanecía, su edición en la prensa plana. Incluso me quedaba a oír a los voceadores anunciando las noticias de la primera plana. A mis 15 años, todo me sorprendía y me gustaba esa labor en medio de crudas interjecciones de los reporteros, de ríos de tinta y de montañas de papel. Conocer las noticias de primera mano y antes que el resto, me daba importancia y un pequeño poder. De vez en cuando recogía alguna foto desechada, que para mí era un tesoro. Los domingos sagradamente com-
praba un ejemplar, que aguardaba con ansiedad. Allí —lo sabía— estaban guardados los secretos del mundo. Cuando el Che fue asesinado fui uno de los miles que pugnó por un ejemplar. No sabía quién era ese personaje, pero me impresionó, como a otros millones. Años más tarde, me encargaría de rastrear por todo el mundo las trágicas vidas de quienes decidieron seguir al comandante argentino. En ese periplo histórico, los viejos ejemplares de Los Tiempos de 1967 me ayudaron a construir rutas y pistas sobre la guerrilla guevarista en Bolivia y las vidas de sus integrantes. Con el mismo propósito de (re)construir el pasado he vuelto una y otra vez a las páginas del matutino. Los Tiempos fue desde su fundación en 1943 una prensa pluralista, lo que le permitió recoger varias opiniones, incluso contrapuestas. Hizo gala de buenos redactores y co-
ERRAR ES HUMANO
lumnistas, lo que me proporciona una fuente imprescindible para auscultar el pasado. Para un historiador sus páginas son como un gran baúl de reservas, cargadas de dudas y certezas; como la estampa fiel de un país o una región y de sus habitantes, en sus disputas, en sus triunfos o sus derrotas, en fin en su vida. No me hice finalmente periodista, pero aquellas marcas de la casona de la calle Santivañez nunca desaparecieron. Escribo actualmente para varios periódicos, entre ellos Los Tiempos y dirijo un canal de televisión. No es casual. El origen está en 1967. Y aún, pese a los años pasados, siento frecuentemente que subo con prisa los peldaños de piedra labrados cuidadosamente por los picapedreros del Ticti, rumbo a mi puesto que me está esperando. Allí, junto a la mesa de madera y la silla estrecha, aguarda una máquina Remington y es viernes.
GUSTAVO RODRÍGUEZ OSTRIA El autor es historiador
DÁRSENA DE PAPEL
Los Tiempos, Leer una tradición en en las arrugas periodismo
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0 años más vendrán, Los Tiempos en formato físico ya pasa a los nuevos retos que implica la existencia del Internet, su formato virtual es ya el futuro que hoy vivimos y disfrutamos miles de personas
RONNIE PIÉROLA GÓMEZ El autor es abogado http://www. ronniepierola. blogspot.com
Pensar en Los Tiempos es pensar en Cochabamba, es confiar en un periódico de calidad, en una ventana a noticias de interés, desde las más felices hasta las más lúgubres, es soñar con las esperanzas que puede tener nuestro país en general y nuestra región en particular, es sentir el cotidiano vivir de las y los habitantes del mundo y Bolivia, es recibir la inspiración diaria de saberse enterado y bien informado por un matutino fiable y profesional. Hoy, a 70 años de la existencia de nuestro periódico, podemos recrear con agrado una retrospectiva gratificante y valerosa de esta institución que, ante todo, es un cobijo de alta calidad e innovación diaria, de cariño y amor por su patria Bolivia y su tierra Cochabamba. Como lector de Los Tiempos, resultó siempre un orgullo tener cerca a un matutino de la envergadura que posee esta casa periodística, ser parte de ese común denominador de los habitantes de esta hermosa tierra que había hecho ya a Los Tiempos parte de su cotidiano vivir. Como profesional, llegar a
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ser columnista de Los Tiempos y poder de este modo expresar un mensaje o un análisis a mis compatriotas es definitivamente un honor, constituir parte de ese equipo de trabajo que mueve al periódico implica una responsabilidad mayúscula que, con humildad, se la trata de cumplir. Tener esta oportunidad implica muchas cosas, significa que uno debe ser creíble, técnico, profesional y honesto, debe asumir en mucho el espíritu que Los Tiempos tiene para con sus con ciudadanos. Setenta años han pasado desde las primeras páginas de Los Tiempos y en este ir y venir de los años muchas cosas han cambiado en la sociedad, pero ante todo, se ha sostenido inmaculada la alta imagen del periódico que sigue cumpliendo su rol en la sociedad, de manera humilde pero fir me, fiel a sus lectores, pero ante todo, fiel a la verdad. Setenta años más vendrán, Los Tiempos en formato físico ya pasa a los nuevos retos que implica la existencia del Internet, su formato virtual es ya el futuro que hoy vivimos y disfrutamos miles de personas, pero su alta calidad y profesionalidad nos llega a través de los monitores y los celulares inteligentes. Como ciudadano boliviano felicito a Los Tiempos en sus 70 años, pero como parte de la familia de Los Tiempos, no me queda más que sentirme orgulloso de todo este tiempo transcurrido bajo la luz de la verdad y la profesionalidad.
ÓSCAR DÍAZ ARNAU El autor es periodista
e contar la vida se ocupan los periódicos, y la mayoría lo aprende de unos pocos a los que sus años hacen grandes y sabios. Cuesta asumirlo frente al espejo, pero las canas vivifican: a fin de cuentas, de cumplir años se trata...
Todos somos, en alguna medida, hijos de Los Tiempos. Unos más, otros menos, hemos crecido de la mano de este padre leído, cronista en blanco y negro y en colores. Directa o indirectamente nos hemos nutrido de sus historias compaginadas, y por su prudencia nos hemos guiado tratando de entender el porqué de nuestros días, la sociedad que conformamos, el lugar donde vivimos. Setenta años son muchos, tantos que el más longevo de los lectores debería declararse incompetente si pretendiese aprehenderlos con el puño de las palabras: entre los dedos de toda memoria elefantina se escurrirían inexorablemente. La cosa se pone más difícil para un imberbe de 40 y pico como yo. ¡Quién pudiera contar la vida como lo ha hecho Los Tiempos…! Mi relación con el cumpleañero es, por lo antes dicho, como con todos, filial. Pero en mi caso hubo cordón umbilical: he nacido y dado la mayoría de mis pasos en la profesión dentro de Correo del Sur, hijo menor de la familia Canelas que, como sabemos, es sinóni-
mo de periodismo en Bolivia, entre otros hitos, por los 70 años que hoy celebramos y los 26 del diario de la Capital, apreciado patrimonio de los chuquisaqueños. A nosotros, sus hijos legítimos, “papá” nos ha enseñado a cimentar el oficio de la prensa sobre principios éticos que se practican a diario. En lo que a mí respecta, con esa mochila al hombro me desprendí de su mano para salir en busca de experiencias en diferentes periódicos del país y, años más tarde, al volver sobre mis pasos, lo encontré igual, salvo alguna que otra arruga, con los brazos abiertos en la puerta de casa. ¿Quién se atreve a negar el legado del contador de vidas, que en 70 años han sido ni más ni menos que las nuestras y las de los nuestros? No siempre es grato narrar la historia de un pueblo que no sale de pobre; sorteando las caprichosas y alternantes vicisitudes de procesos dictatoriales y democráticos, Los Tiempos escogió no transigir con la moral imperante y se mantuvo firme al lado de la verdad, por más que esto significara desnudar las estructuras corruptas y antipatriotas desde infinito enraizadas en nuestra Bolivia. De contar la vida se ocupan los periódicos, y la mayoría lo aprende de unos pocos a los que sus años hacen grandes y sabios. Cuesta asumirlo frente al espejo, pero las canas vivifican: a fin de cuentas, de cumplir años se trata... Agradezcámosle a Los Tiempos por seguir compartiendo con nosotros sus años cada mañana. ¡Salud! Y que sigamos leyendo en sus arrugas el derrotero de este mundo.
Puntos de vista DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
Los Tiempos | Cochabamba | Año 2013 | Lunes | 16
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ASÍ SE HACE SU PERIÓDICO
24 horas en
La producción de Los Tiempos implica un proceso complejo que involucra a muchas personas y áreas. Conozca todas las etapas desde la recolección de información hasta la impresión y distribución para la venta al público. 1 Primera reunión Los editores o sse reúnen todas las mañanas para discutir los artículos u que q se abordarán en la edición diaria y semanal. mana Los redactores, aunque no participan en la aportan con sugerencias de temas a tratar. actividad, dad, ad, d aapo o
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2 3 Maquetación Los diagramadores elaboran las páginas para que los redactores escriban sus artículos, basándose en maquetas predeterminadas para tal efecto.
Cronistas y fotógrafos Los redactores salen a las calles a recopilar la información. Los reporteros gráficos toman fotografías de los hechos.
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4 Redacción Los redactores y editores coordinan el enfoque que tendrán las notas, para que los periodistas, escriban sus notas en las páginas elaboradas por la sección de diseño.
6 Esta área se encarga de converti la información en imágenes para facilitar el entendimiento de los lectores.
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7 Cuando los artículos están terminados y aprobados por redacción, el corrector revisa lasnotas y corrige cualquier error de transcripción u ortografía.
5 Cuando los artículos están terminados se eligen las fotografías para completar la información.
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que el público desea publicar, ya sea en las páginas del periódico o bien en los clasificados.
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Se digitalizan las páginas, se separa el color, todo para brindar una excelente calidad del producto, que toma cuerpo físico.
INFOGRAFÍA: LOS TIEMPOS / RAMIRO MONCADA AVERANGA FOTOS: DANIEL JAMES
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8 Portada La jefa de Redacción y la Jefa de Informaciones, en coordinación con el Director, elaboran la portada junto al diseñador gráfico.
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Los Tiempos | Cochabamba | Año 2013 | Lunes | 16
de
Septiembre
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CANELAS MONTAÑO MAURICIO Gerente de Distribución
TORREZ OSSIO GERARDO RAÚL Gerente General
QUINTANA TABORGA JIMENA Recepcionista
ROMERO MEDRANO NINET Recepcionista
de publicidad
de publicidad
SORUCO QUIROGA JUAN C. Director del Periódico Los Tiempos
RUIZ VACA FERNANDO Asistente Administrativo
ARRÁZOLA SANDOVAL MA. ELIZABETH Jefa de Redacción
OSORIO MICHEL MARIA JULIA Jefe de Informaciones
LORETO CORTEZ VACA ROSMINA Limpieza
MONCADA AVERANGA RAMIRO MARCELO Jefe de Diseño
TORRICO TORREZ WILMA ANTONIETA Recepcionista
VILLARREAL PEÑALOZA EDGAR Cobrador
de publicidad
ANGULO TORRICO MARÍA CECILIA Encargada de Adquisiciones y Servicios Generales
MURUA PARA LUZGARDO Director Periódico Gente
ORELLANA VARGAS RUDY MILTON Diseñador
PALACIOS CHACON MIGUEL ÁNGEL Diseñador
UNZUETA PEREZ WALTER Redactor Gente
ESTRADA MICHEL CRISTHIAN PATRICK Jefe de Recursos Humanos
MAMANI CONDORI LUISA Limpieza
MOYA ARIAS CRISTIAN JESUS Mensajero
NICOLAS COLQUE BASILIO Conserje
ROJAS RODRÍGUEZ SILVIA Limpieza
SANCHEZ PONCE RICHARD Encargado de Cartera
ETEROVIC ORÍAS PATRICIA Recepcionista
VALDES RUDZINSKI GABRIELA L. Asororía Legal
VERA PORTANDA RAÚL Encargado de Sistemas
BERNAL PEÑALOZA JUAN Diseñador
BURGOA ARNEZ TITO JORGE Diseñador
CAMPUZANO PELAEZ JORGE MARTÍN Jefe de Marketing
CAMACHO SALAMANCA ALBERTO Prensista B
CANELAS MENDEZ BERNARDO Gerente de Producción
CÁRDENAS DUCHEN FERNANDO Ayudante de Prensista
CHOQUE EYZAGUIRRE CHARLES Regraneador
CONDORI ARROYO ROMÁN Armador
COSSIO QUISPE DAVID I. Transcriptor
GUARDIA TORRES IVAN Prensista A
LAURA RAMOS GERMÁN Prensista B
MAMANI GUTIERREZ ANA Compaginador
MOREJON FLORES DAVID BERNARDO Compaginador
PEÑALOZA URQUIOLA MICHEL Jefe de Transcripción
RAMIREZ QUISPE RONALD Ayudante de Prensista
VIDAL GUTIERREZ EDGAR Encargado de Almacenes
VOCAL VEGA JHONY Jefe de Armado Clasificados
ALCOCER CAERO GISELA Redactora Local
ALEMÁN FLORES JEAN PAÚL Redactor Deportes
CABRERA FERRUFINO MARY CRUZ Secretaria de Dirección
CAERO RODRIGUEZ JOSÉ GABRIEL Redactor Deportes
CAMACHO CLAROS CATHERINE Redactora Productos Especiales
CANELAS LEYTON MA. RENÉ Editora Oh!
GONZALES YAKSIC CARMEN CLAUDIA Editora Cultura
GUERECA HENRIQUES LUIS FERNANDO Redactor Local
JALDÍN PEREIRA GIULIANA ROSARIO Redactora WEB
JAMES WOLF DANIEL Fotógrafo
VARGAS ESPINOZA LUIS Jefe de Rotativa
ZELADA CABRERA WILLIAM MICHEL Editor Productos
VASQUEZ PARADA KATIUSKA Editora Local
CAREAGA CAMACHO RENÉ FERNANDO Cobrador
VEIZAGA VALDEZ JOHN MARCELO Armador
TRIGO AMADOR ADRIANA Redactora Click
de publicidad
ANTELO ROXANA Recepcionista
especiales
VENTURA ALARCÓN ISABEL Responsable de Pre Prensa
BRAVO GARCÍA ANA MARÍA DEL P. Correctora
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Los Tiempos | Cochabamba | Año 2013 | Lunes | 16
de Septiembre DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
MELGAR ICHAZO ANA PAULA Diseñador
ZEBALLOS URQUIETA NARDA ANDREA Asistente
MIRANDA GUZMÁN ALFREDO Tecnico en Sistemas
AVILES MALDONADO MARIA ELENA Recepcionista de publicidad
Administrativo
BALDIVIEZO ROMERO MIGUEL Chofer
BARCO LAURA ADOLFO Jefe de
MORALES REVUELTA SHIRLEY Recepcionista de publicidad
OSORIO MALDONADO ALESSANDRA NADIWSKA Jefe de Plataforma Atención al Cliente
PACO MALDONADO WENDDY Jefe Comercial
PERROGÓN AYALA DIEGO Vendedor Publicidad
CUESTA DIAZ MARIA TERESA Redactora Gente
ERQUICIA CHACON EDITH MIGUELINA Redactora Gente
FLORES SAAVEDRA DAVID JOSÉ Fotógrafo
CHAMBI PALLI CANDELARIA Limpieza
CORDERO PINTO HELGA Gerente de Finanzas y
BELTRÁN ROJAS ANDREW MAURICIO Redactor Gente
BUENDIA MAREÑO FRANCO Cobrador
Contabilidad y Costos
TORRICO SILES EDGAR Chofer
VARGAS ROJAS GRISEL Jefe de Finanzas
Administración de Recursos
YAVE COTEJA LILIAN MÓNICA Auxiliar Contable
ZUAZO AMPUERO ANA MARÍA Encargada
CUSSI CORI MIGUEL ANGEL Asistente de Servicios Generales
ARCE RODRÍGUEZ FREDDY R. Técnico en Sistemas
QUINTEROS ROCHA GARDENIA A. Secretaria de Gerencia General
de caja
ALVARADO VILLCA TEÓFILO Electricista
ANGULO ANTEZANA ISMAEL CARLOS Ayudante de Prensista
APAZA PAZ ALEX Armador
ARUNI TERRAZAS LIONEL WEYMAR Asistente de Pre Prensa
CABALLERO GAMBOA MARCELO Compaginador
CACERES CARRILLO JUAN WALTER Corrector
CRUZ GABRIEL RIDERT
DELGADILLO URIONA EDUARDO Transcriptor
DUCHEN LÓPEZ EDUARDO FAUSTO Guillotinista
GAMBOA GASTÓN Jefe Montajista
GAMBOA TORRICO FERNANDO Ayudante de Prensista
GONZALES ZENTENO JOSÉ ÓSCAR Jefe de Imprenta
RÍOS GONZALES JOSÉ WILZON
RUIZ UÑO MARIO Prensista B
TABORGA ZAMBRANA JESUS J. Compaginador
UDAETA GUZMAN HERNAN
UDAETA GUZMAN JOSE LUIS
Compaginador
Compaginador
de publicidad
AVENDAÑO VACA L. FERNANDO Editor al Filo
BAPTISTA CANEDO LUIS RENÉ Editor Opiniones
CORTEZ BARRIENTOS MA. RENEE Editor M
EID ASBÚN CLAUDIA NADIA Editora H.
FERNÁNDEZ ROJAS EDWIN MILTON Editor Deportes
LUJÁN ÁLVAREZ MÓNICA Editora Tendencias
MANZANEDA BARRIOS LAURA XIMENA Redactora Local
MARQUEZ FLORES RUTH Armadora
ICHASO SAUCEDO MARÍA VIRGINIA DEL ROSARIO
OBLITAS ZAMORA MÓNICA Editora
SELAEZ LOAYZA MARCO ANTONIO Cobrador
OLIART TORREZ LORENA Operadora WEB
MORALES HINOJOSA FEDERICO
Regraneador
RÍOS GONZALES JOSÉ ÓSCAR Ayudante de Prensista
ANDIA QUINTANILLA HERNÁN Fotógrafo
CANO PRADO CLARA Secretaria de Redacción
Compaginador
ARCE MORENO CARLOS Corrector
CARTAGENA TORRICO JENNY Editora Nacional
JIMÉNEZ PEREYRA ALFREDO Editor
LÓPEZ GAMBOA CARLOS Editor
Internacional
fotográfico
SORIA ORDOÑEZ ALEX DANIEL Redactor Economía
SANTANDER GUZMÁN LUIS FERNANDO Armador
SORIA TORRICO LUZ VIOLETA Redactor Local
SEJAS ALCOBA RAFAEL
ARIAS LAZCANO SANDRA M. Editora Economía
CHAMBI ALTAMIRANO FABIOLA Editora de WEB
AUKEL MORALES ROCÍO Recepcionista
LÓPEZ JOSÉ LUIS Diseñador
ROCHA MORALES JOSÉ FRANCISCO Fotógrafo
Secretaria de Presidencia
Fotocromista
ROJAS RODRÍGUEZ BETTY WILMA Redactor Deportes
PEREDO CUENTAS NELSON MIGUEL Redactor WEB
Todos los profesionales de las diferentes secciones del periódico Los Tiempos.
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Fotocromista
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Periodistas, ejecutivos, diseñadores, administrativos, personal de limpieza, fotógrafos, prensistas, armadores... todos aportan para que día a día este diario llegue a manos de sus lectores.