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• rita paz torres vásquez •
así pedaleábamos REVISTA LA BICICLETA (1978-1990)
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sobre la autora Santiago, 1993. Diseñadora gráfica, Universidad de Chile.
Me interesan los proyectos e iniciativas editoriales en el ámbitos de la historia y patrimonio visual de Chile. Fui parte del equipo
Comunicaciones y Coordinación del Encuentro Nacional de Escuelas
de Diseño, –enedi 2014–, tomando a cargo el proyecto publicación
enedi. Actualmente estoy encargada de la propuesta gráfica de la agrupación artística emergente Canto Crisol.
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ASÍ PEDALEÁBAMOS Revista La Bicicleta (1978-1990) Primera edición: Noviembre de 2014 © 2014, Rita Paz Torres V. Impreso en Chile / Printed in Chile 1.500 ejemplares Edición & Diseño Rita Paz Torres Corrección de textos: Mariana Muñoz y Gabriela Diéguez Investigación y entrevistas: Rita Paz Torres Documentación Visual: Rita Paz Torres Diseño portada: Rita Paz Torres Impresión: Salviat Impresores S.A Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del <<Copyright>>, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por el tratamiento informático, y la distribución de ella mediante alquiler o préstamos públicos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada, o transmitida a través de cualquier medio, sin la expresa autorización del editor. RPI: 274.876 ISBN Nº 978-746-7384-75-3
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El director no comparte necesariamente las opiniones
del subdirector, ni este las de aquel, ni ambos las del jefe de redacción y viceversa, ni los tres las opiniones de los
otros redactores, secretarias, impresores, diagramadores
y gerentes, ni todos estos las de aquellos, porque aquí pensamos todos distinto. Aunque no necesariamente. “Editorial”, La Bicicleta Nº 28, Noviembre de 1982.
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agradecimientos
Al Centro de Documentación de Artes Visuales
(CeDoc) del Centro Cultural del Palacio La Moneda, especialmente a su referencista Sebastián
Valenzuela, y a su coordinadora Soledad García, por su excelente disposición y su participación en el prólogo de este libro.
Al blog revistalabicicleta.blogspot.com, por preservar el patrimonio cultural de esta revista, junto a la
iniciativa de lograr compartir la colección con todo
el interesado que visite su blog de manera gratuita. A los entrevistados; Eduardo Yentzen, Álvaro Godoy, y Hernán Vidal (Hervi), por su excelente disposición y colaboración en este proyecto.
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A Miguel Ángel Larrea, Rodrigo Dueñas y a la familia Castillo Muñoz, por el apoyo y colaboración
a través de contactos y de material de archivo, pilar fundamental en este proyecto de investigación.
A Mariana Muñoz y Gabriela Diéguez, que gracias
a su constante apoyo e infinita paciencia, se logró sacar este proyecto.
A María Loreto Baeza, Nicole Cristi y Anais Godoy, por los facilitación de contacto y la buena onda.
A Vicente Ibarra, Augusto Causa y a mi familia, por
el constante apoyo a lo largo de todo este proceso, que finalmente dio frutos.
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por un camino más humano Soledad García Saavedra Sebastián Valenzuela Valdivia
Centro de Documentación de las Artes Visuales (CeDoc) Centro Cultural Palacio La Moneda Tras veinticuatro años del lanzamiento de su último número, La Bicicleta es
revisitada como uno de los medios más importante en torno a la producción
cultural durante el golpe militar. Tuvo su funcionamiento desde 1978 a 1990;
cubriendo casi por completo los diecisiete años de dictadura en nuestro país. En ninguno de sus 75 números, faltó la promoción y difusión de otras revistas de la misma índole: cause, apsi y hoy fueron parte también de las páginas de La Bicicleta, medio que apeló a la construcción y mantención de un movimiento cultural a pesar de las dificultades políticas que la dictadura
imponía, llevando a éstas a ser censuradas o formar parte de los procesos
de represión que realizaba la junta militar; impidiendo la difusión cultural que se encontrara contra el régimen dictatorial en Chile.
Bajo la dirección de Eduardo Yentzen y editorial granizo, La Bicicleta se
centró principalmente en la difusión musical de la Nueva Canción Chilena, aunque también tuvo su gran significancia en otros campos como las Artes Visuales, la Psicología, el Teatro y la Danza. Los primeros ocho números fueron elaborados de forma artesanal, donde cada tiraje no superaba las 500
copias; desde el número nueve –bajo un reportaje al cantautor Silvio Rodríguez–, la revista da un gran vuelco, aumentando su difusión y alcanzando
alrededor de 40.000 ejemplares en cada tiraje. Este panorama y el creciente
interés por las revista, desencadena una contraposición a la oficialidad del momento, ligada a la circulación de la creación autoral como de espacios
de desarrollo cultural, generando un registro y análisis del panorama del Santiago de aquellos años.
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Tener que centrarse en algún volumen específico, nos dejaría limitados al
inmenso espectro de temas, artistas, cantantes y compositores que fueron captados e impulsados por este medio. Sin embargo, en lo que refiere a las Artes Visuales, encontramos registros de actividades, entrevistas o breves
reseñas a trabajos de artistas y escritores que desde fines de los 70 reconfi-
guraban la escena artística con propuestas renovadoras y en algunos casos, dejando testimonios de los intensos debates.
Destacan entre las primeras ediciones de La Bicicleta, el registro Seminario Arte
Actual Información Cuestionamiento transcrito por Nelly Richard; las propuestas de gráfica y performance de Elias Adasme en el metro de Santiago; el artículo
sobre las cruces en el pavimento de Lotty Rosenfeld; la entrevista a Juan Downey y las acciones de Juan Castillo; mientras que por otro lado, también aparecen
famosos escritores como Joaquín Brunner, Fernando Balcells o Soledad Bianchi, aportando con sus letras a este incipiente escenario cultural. Sin duda, el impacto más importante de La Bicicleta fue en la Música, generando una plataforma
nacional de distribución y generación de contenidos; publicando partituras musicales o avisos sobre conciertos o presentaciones en el under santiaguino.
La Bicicleta, no sólo tuvo como horizonte la difusión de creaciones nacionales, sino que poco a poco, en la sucesión de números, se fue incorporando las nuevas ideas de autores internacionales. Dentro de ellas se encuentra un
novedoso artículo sobre Fassbinder y el cine alemán; en otro de los números se hace un repaso sobre la unión de la transexualidad, homosexualidad y
bisexualidad en la música, utilizando como referentes a Michael Jackson,
Boy George de Culture Club y Lou Reed de The Velvet Undergraund; e incluso, uno que otro artículo sobre feminismo, discurso poco visitado por la cultura popular de aquellos años. El eficaz impacto cultural que tuvo los números
de La Bicicleta –como tantas otras revistas– fue clave para poder conllevar
dichos años de represión. El carácter precario que tenían estos medios, pasaban a un segundo plano; la propiedad principal de ellos, recaía en el
contenido de sus propuestas, las pantallas que se permeaban, las canciones que proponían, o las obras que eran analizadas.
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sobre los entrevistados
Eduardo Yentzen Peric
Se desempeña como periodista, guía de desarrollo personal, escritor y Docente de la Universidad Bolivariana. Ha dirigido y colaborado en diversas
revistas y diarios en Chile, entre ellas fue el Director fundador de la revista La Bicicleta y del periódico
el utopista pragmático, así como el ideador
y realizador del Día Nacional de la Creatividad. Creador del método de desarrollo personal espin
(Educación y Sanación de mis Personajes Interiores).
Álvaro Godoy Hæberle
Egresado como Director de Televisión de la Escuela
de Artes de la Comunicación de la Pontifícia Uni-
versidad Católica. Diplomado en Coaching Integral, Pontifícia Universidad Católica. Actualmente se
desempeña como Positive Coach en ceppas (Centro de la Persona, la Pareja y la Sexualidad) y Consultor en Coaching en target.ddi.
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Hernán Vidal Martínez (Hervi)
Dibujante de historietas chileno, destacado por su humor político. Discípulo y ayudante del his-
torietista nacional, Pepo, estudió ilustración en la Escuela Experimental de Educación Artística y Arquitectura en la Universidad de Chile. Sus obras
han aparecido en periódicos y revistas chilenas
como el mercurio, las últimas noticias, la época, la tercera, la voz, ercilla , qué pasa, entre otras.
Sus personajes más destacados son Super Cifuentes, Benjamín, Farzán y Cuprito.
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índice
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La resistencia cultural a la dictadura Eduardo Yentzen Peric
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Tramas musicales de una generación en movimiento Álvaro Godoy Hæberle
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El humor como una herramienta crítica
Hernán Vidal Martínez (Hervi)
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la resistencia cultural a la dictadura Eduardo Yentzen Peric* Somos los jóvenes de los años setenta. Nacimos como generación el primer año de la vía chilena al socialismo, y la dictadura nos condenó a muerte. En
esos años miramos a la cara lo más noble y lo más horroroso del ser humano. Frente a la crueldad y al intento de moldeamiento autoritario del país, nos propusimos levantar una resistencia cultural contra la dictadura, lucha que
llevamos adelante entre los años 75 y 82, y que constituyó nuestro aporte más específico como generación. Luego nos integraríamos a la segunda etapa donde –a partir de las protestas– la lucha social de los ochenta saldría a las
calles. En ese contexto de país sitiado, de tortura y detenidos-desaparecidos, de amedrentamiento generalizado –el 74 o 75 no se podía hablar con el vecino
o el compañero de estudios o de trabajo, sin temer que podía ser un soplón del
régimen– algo en nosotros hizo que nos entregáramos a lo que nos pareció ineludible: no tolerar esos hechos, y no tolerar vivir en esas condiciones.
Eduardo en 1968, San Diego, EEUU Archivo Eduardo Yentzen Peric * entrevista basada en el libro la voz de los setenta (aprobada por el autor. 03-11-14)
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Ni siquiera hoy sé llamar a esa decisión un acto de valentía; lo interpreto ayer
y hoy como un mandato interior que decía que sin hacer eso no valía la pena vivir. Por cierto que tuvimos que vencer el miedo, pero fue la necesidad de dar sentido a nuestras vidas en ese contexto lo que venció el miedo.
Ahora bien, una vez sentida la misión, fue necesario descubrir cómo llevarla adelante. En este punto se encuentran dos realidades: la del rechazo a la
dictadura desde un sentido de humanidad que surge de nuestra gene- ración, y la estrategia de resistencia política a la dictadura emprendida por
los dirigentes clandestinos y exiliados de la izquierda. La articulación entre
la resistencia desde las tripas y la estrategia política de resistencia cultural, fue realizada por personas que actuamos de enlace entre ambos mundos, participando por una parte en un plano clandestino y por otra en un rol de liderazgo cultural legal y visible.
Entre los años 75 al 82, nació y creció un gran movimiento en el que partici-
pamos un conjunto multiforme de subculturas: izquierdistas y cristianos, anarquistas, existencialistas y hippies, creadores y humanistas, todas desde
el imperativo de la democracia, los derechos humanos y la libertad, todas
articulándonos desde la plataforma de un movimiento cultural de resistencia a la dictadura. Junto a la importantísima defensa de los Derechos Humanos que se generó en ese periodo, y que tuvo un gran soporte en la Iglesia
Católica, la resistencia cultural fue la acción propositiva y constructiva que
dio inicio a la recuperación democrática del país, y que asomará a la calle en los 80, para culminar con el triunfo del no el 88.
Aún me resulta conmovedor e impresionante revivir en el recuerdo toda nuestra creatividad en ese segundo quinquenio de los setenta. Allí se produjo
efectivamente que debajo de cada piedra aparecía un artista, porque todos los
que querían luchar contra la dictadura nos hicimos cantautores, poetas, actores, artistas gráficos, productores, difusores, creadores de talle- res, vendedores de
entradas o de suscripciones, elaboradores de volantes y rayados; y cada uno fue un resistente cultural, alguien que debía enfrentar los riesgos de la represión
la resistencia cultural a la dictadura
Equipo de Vóleibol de la Escuela Militar, 1967. Archivo Eduardo Yentzen Peric
Mi adolescencia y juventud en la prehistoria del Golpe Mi familia es una familia chica sin historia política ni interés mayor por los grandes temas, más allá de cumplir con el deber cívico, a lo que se suma
una adscripción al catolicismo, y a las formas de vida de una de las muchas clases medias de nuestro país. Vivimos entre el 56 y el 67 en el sector de Bilbao, entre Tobalaba y Américo Vespucio.
El año 62 tengo nueve años y veo el mundial de fútbol en la tele, el 64 mi fa-
milia vota por Frei, el 66 estoy jugando fútbol en mi colegio –el San Gaspar–y el entrenador, Guido Ossandón, nos dice: Cabros, los voy a llevar a visitar la Escuela Militar para que vean cómo se hace deportes allá.
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Fui por cumplir, pero con mis 13 años y mi pasión deportiva, me sedujeron los
gimnasios techados, la cancha de fútbol empastada y la piscina temperada. Al año siguiente 1967 unos nueve compañeros del colegio ingresamos como
cadetes. El subdirector de la Escuela era Carlos Ossandón, hermano de nuestro profesor. El director era René Schneider, quien sería asesinado dos años
después por un comando de Patria y Libertad. Lo mío nunca fue lo militar, pero cuando estás adentro, tienes que vivirlo igual. Ese contexto acelera la vida de un muchacho de 14 años, porque hay que hacerse hombrecitos: el
encierro, las armas, la jerarquía, la obediencia y la guerra como clima cultural.
11 de octubre de 1970, Festival Piedra Roja Archivo La Tercera
la resistencia cultural a la dictadura
Es muy extraño manejar fusiles, arrastrarse por el suelo, marchar y marchar, caminar y caminar, tomarse colinas en ejercicios militares, desfilar en la
parada militar con un fusil que con la bayoneta te sobrepasa en altura, cantar marchas militares, disciplina y disciplina. Todo esto mientras estudias el segundo y tercero medio, y compites en voleyball en las olimpiadas
inter ffaa donde el capitán del equipo era un ex Comandante en Jefe, Óscar Izurieta. También vives una camaradería intensa. Fue toda una vida en dos años, que tuvo excitación, pero que la viví sobretodo como un
aguantar un modo de vivir que me tensionaba, y tras cursar mi segundo año allí lo suficiente para completar el equivalente al servicio militar- me retiro a fines del 68.
El 69 estoy de regreso en mi antiguo colegio para hacer el último año, pero me seducen con la idea de ir a hacer el Cuarto Medio en un programa de
intercambio a eeuu al que van estudiantes de países de Latinoamérica y Europa. Es una experiencia deleitosa, excitante, sobretodo viniendo desde
el internado de la Escuela, y desde el catolicismo de un colegio puramente masculino, para llegar a un liceo mixto laico, sin uso de uniforme, y con
la revolución de las flores aromando el ambiente. El grupo de distintos
países llega primero a Washington para de ahí repartirnos por todo el país. Yo voy a un pueblo en Arizona, vivo con una familia de muchos hijos, los
Hays. Recuerdo dar una charla en el Club de Leones donde no podían creer que en Chile se estuviera realizando la reforma agraria de Frei, y que se expropiaran tierras. Egreso de cuarto medio. A mediados del 70, regreso a
Washington para volver a Chile. Tengo 17 años y me han seducido los jipis. Voy a Piedra Roja, el Woodstock chileno, que fue un despelote eriazo y
sensual, polvoriento y místico. Con los amigotes del curso vamos a fiestas, los fines de semana vamos a Quinteros, ni le hago el quite ni me pego a
la marihuana. Pasa por mi vida durante un par de años y en unos veinte pitos, dejando el sabor de que existe una voladura real, de que hay algo de otro mundo en este mundo. En Diciembre vienen las nuevas elecciones y el tema político se empieza a hacer notar.
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Es fascinante como Chile vive una ola que va creciendo y te arrastra. No era
imaginable que la excitación y la energía ambiente deviniera en odiosidad, desolación y muerte. Asciende Allende. Yo palomillaba en las marchas de
manera parecida a como nos colábamos en los cines. Era principalmente un chico ordenado y bueno, que apenas se había despeinado un poco con el
aroma de los jipis. Lo mío era la universidad, ser un ingeniero de la Univer-
sidad de Chile. Ni siquiera cuando mataron a Schneider, mi ex director de la
Escuela Militar, alcancé a sentir una preocupación por lo que podía ocurrir. Llegó Marzo y piso los patios y salas de Beaucheff. Ingeniería es exigente, pero los patios eran un carnaval político. Las canchas se peleaban entre el baby y la construcción de medias aguas tras el temporal de Mayo de ese año. Pasar
ramos se volvió una rutina secundaria, en un año de sacudones de tierra, acompañando a la agitación política. Muchos burgueses comenzaron a huir del país, y vendían todo barato.La política como territorio donde se jugaban cosas serias entró en tono menor a mi familia. Mi madre y mi padre, por
circunstancias azarosas, se sensibilizan en direcciones contrapuestas. Mi
madre había ingresado a trabajar como secretaria de la dirección a flacso, que dirigía en esa época Ricardo Lagos. Mi padre el año 67 había renunciado a la subgerencia de una oficina comercial grande, para embarcarse en una
pequeña empresa propia con un socio de esa misma firma, aportando como capital la casa familiar puesta en venta. Para él, la up amenazó su proyecto de vida y su seguridad. De estas circunstancias accidentales, mi madre se
sensibilizó hacia el progresismo, y mi padre se atrinchera en el derechismo. Una muestra de bajo dramatismo de lo que fue la ruptura de casi todas las familias chilenas. Es especial esto de que cada familia tiene entre los suyos
a un militar y a un adherente a la up. Yo miro en esa época con una mezcla de fascinación y temor la cultura de izquierda, y la ideología marxista.
Concentración de la Unidad Popular (1970)
Colección Fundación Salvador Allende.
Archivo Memoria Chilena.
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Sentía ese cosquilleo inconsciente de excitación ante lo desconocido, que
remecía a una mente juvenil domesticada por la ideología oficial del catoli-
cismo; sentía la mística y el fervor, encontraba inteligentes los textos de Marx y otros autores que leí con voracidad, pero rechazaba la actitud de muchos
militantes de izquierda que con discursos en mi opinión simples y reflexión dogmática creían saberlo todo. Y además yo rechazaba particularmente la violencia. Era moderado y pacifista/existencialista.
En el tercer semestre de ingeniería, sin retirarme formalmente, voy dejando de asistir a clases. El segundo semestre del 71 ya había comenzado un cuestionamiento a seguir el camino trazado, a hacer una vida tras el guión
establecido. El catolicismo en mí daba sus últimos coletazos, me planteo
cosas como las siguientes: si me quito mi nombre, mi cara, mis gustos, mis experiencias, ya no tengo a quien mandar al cielo. Paso horas tumbado en mi cama en la casa de California. Si no hubiera sido algo tan profundo
existencialmente, lo habría llamado depresión. Mi crisis existencial fue quizás un grito interior para no encerrarme en hacer una vida como la que debía hacerse. En retrospectiva, creo que algo dentro de mí pensó: si
los hombres pueden construir dos ideas tan distintas sobre el hombre y
el mundo, no puede ser que una sea verdadera y la otra no lo sea. No sé
si eso se pensó en mí, lo cierto es que empecé a vivir un sentimiento de desamparo, de crisis de sentido.
Dentro de todas esas influencias, el gran remezón provino de un curso que
tomé el primer semestre del 72 en la escuela de psicología de la Universidad
Católica, que estaba en Apoquindo. Alex Kalawski había creado el curso. Enseñaba a Erick Fromm, abriendo el camino en Chile a terapias más existenciales y vinculadas a lo emocional. El segundo semestre, tengo otro curso
que me revoluciona, la psicodanza que dictaba Rolando Toro en el Campus Oriente. Era el arte en la psicología, era vivencia y sensualidad, era ser pájaro
y flor, era abrazarse y acariciarse con la prójima, era experienciarse como
un ser lleno de cuerdas que vibraban, y no como un computador –no los conocíamos en esa época– metódico y frío.
la resistencia cultural a la dictadura
Me comencé a preguntar intuitivamente si lo que no había podido encontrar a través de la religión, ni de la ciencia ni de la filosofía, lo podría tal
vez encontrar a partir de la exploración de mi propio psiquismo. Esto me
servía de motivación y esperanza. A fines de ese año, postulé a la carrera de psicología en la Universidad Católica. Saco con facilidad el puntaje, pero no me aceptan en las entrevistas.
Todo en el país se va volviendo amenazante, pero yo no lo vivo desde la política. Mi modo de comprender la vida que surgió en estos años me ha
seguido para siempre, y su semilla ya está expresada en la revista Andros, y en el libro de comics Andro que hago junto a mi amigo Coco Silva también durante el 73. En la editorial de ese único número de Andros escribía: alguien alguna vez nos enseñó el verdadero camino; no se trata de una religión o de un sistema filosófico, sino de la capacidad de guiar nuestra vida desde
dentro, y para llegar a ese dentro existen muchos caminos, uno es el arte. En fin, postulo ahí el arte no como la obra sino como la emoción que motiva la obra y la emoción que la recibe. Otra idea fuerte ahí es que no podemos
dejar pasar una idea sin cuestionarla, confrontándola con nuestro conocimiento anterior y nuestra experiencia vivencial; y si sentimos que esa idea
llega a ser también nuestra, debemos hacerla convicción y no sólo opinión; es decir, debe llegar a formar parte integral de nuestro carácter, manifestar se en la totalidad de nuestro ser.
En Enero del 77, en la ujd (Unión de Jóvenes Democráticos) nos proponemos un desafío mayor, realizar una jornada masiva en Punta de Tralca. Iríamos los distintos militantes clandestinos vinculados a las actividades culturales
y poblacionales: la uej, Puelche, Agrupación Cultural Santa Marta... En un momento de la jornada llega uno de nuestros compañeros corriendo agitado
y dice que está llegando el Cardenal Silva Henríquez, y que va a celebrar una
misa. El encargado de nuestra jornada clandestina solicita voluntarios para comul-gar. En estas jornadas conozco a Álvaro Godoy. Él canta, y quiere par-
ticipar en la Semana por la Cultura y la Paz. Conversamos. Nos entendemos, nos hacemos amigos. Hasta hoy.
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Artículo de Prensa, La Tercera (1978).
Eduardo junto a Anny Rivera, anunciando la colaboración
exclusiva de Julio Cortázar en el Nº3 de la revista La Bicicleta. Archivo Eduardo Yentzen Peric
Comienza un nuevo año de clases. Ingeniería Comercial se vuelve para
mí un escenario que ya no podía seguir soportando. Finalmente no toleré la soberbia chicagista de esos años, y me cambié a mediados del 77
a estudiar la misma carrera pero en la Universidad de Chile, buscando un clima de profesores y estudiantes distinto. Junto con ingresar a la
Universidad, me integro al núcleo directivo que formó la poderosa acu, (Agrupación Cultural Universitaria).
la resistencia cultural a la dictadura
Sostuvimos una reunión especial de la ujd donde me presentaron a mis compañeros que estaban trabajando en la Universidad de Chile: la Paula, la
Rebeca, el Michel. Había que entrar a la acu y tener una influencia, frente al monopolio de la Jota. Así llegamos un día al hoyo de Ingeniería. Los de la
Jota eran fuertes en gestión, nosotros nos insertamos en la elaboración de los
libretos de los encuentros. Los realizamos junto a Paula Edwards y a Álvaro. Ellos dos hacían de locutores. Las reuniones en el hoyo a la que llegábamos todos los sábados eran de una adrenalina desbordante.
Yo alcanzo a participar con ellos sólo durante el año, el 77, pues a comienzos
del 78 me retiro de la Universidad y me embarco en la creación de La Bicicleta. En diciembre del 77 Naciones Unidas condenó al régimen chileno por violaciones a los derechos humanos. Pinochet anuncia por cadena nacional la
convocatoria a un plebiscito para respaldar al gobierno militar frente a la agresión internacional. Éste se realiza el 4 de Enero del 78. En este año voy seguido a la Vicaría de la Solidaridad. Entremedio de arpilleras y de todos los
abogados y equipos jugándoselas en la defensa de los derechos humanos, visito a Gustavo Villalobos para recibir su asesoría legal en la fundación de
La Bicicleta, y también con el equipo del Boletín Solidaridad. Además me reúno con el equipo que había ideado el boletín internacional, Apsi, aprovechando el resquicio de que la dictadura solo había prohibido explícitamente la publicación de nuevas revistas nacionales; y finalmente con el equipo de
Análisis, que publicaba bajo el alero de la Academia de Humanismo Cristiano. Ese primer semestre del 1978 me resultó intolerable seguir estudiando ingeniería comercial; los profes de la Chile en su mayoría no se creían el modelo pero lo enseñaban. En esos días estaba vinculado además del trabajo en la
acu y la unac–al Grupo Cámara Chile –fundado y dirigido por Mario Baeza, a quién no se la ha hecho el homenaje que se merece por su entrega a la
actividad cultural con valores democráticos. Con él creamos un órgano de comunicación que no figura hasta ahora en la historia de la comunicación
cultural de resistencia. Mario quería representar que su trabajo cultural era una estridencia frente a la pomposa cultural oficial de la época.
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Entonces lo bautizamos como La Corneta, y creamos dos personajes que representaban uno al pueblo y el otro a la oficialidad cultural dictatorial. En la dirección de arte estuvo Nacho Reyes, a quien había invitado a ser parte del
equipo de diagramación de La Bicicleta en el que habíamos comenzado a trabajar. En lo periodístico estuvieron Eduardo Peralta que estudiaba en la Católica y
todavía no se consagraba exclusivamente a la música, Heidi Schmidlin, Isabel
Lipthay, María Teresa Iglesias e Ivonne Figueroa. Colaboraban también desde el equipo del Cámara Chile Vicente Germano y Abel Carrizo. Editamos tres números, y por la vocación de Mario combinábamos el interés por la música culta con las expresiones emergentes vinculadas a la resistencia cultural. La Bicicleta. Para nacer he nacido Los proyectos la gran mayoría de las veces pueden surgir de un detalle, un
gesto. En mi caso, un amigo y compañero de la ujd, Sergio Martinic, me dice: ¿Y por qué no te hacís una revista cultural? Sin ese comentario, quizás
no lo habría pensado nunca, es imposible saberlo. Concebir una publicación de circulación pública en ese momento era, sobretodo, una subversión al cerco cultural de la dictadura. El movimiento cultural fue una resistencia
y reconquista de espacio público a la mínima escala. Locales cerrados. La
comunicación era directa, no de medios. Llegar a un lugar de actividad cultural de resistencia era un riesgo hasta de perder la vida. En los años del 74 al 78 ese territorio se había ido conquistando. La dictadura dejó de controlar esos espacios. La siguiente etapa de la resistencia cultural era la lucha por
recuperar espacios de comunicación mediática, para ejercer una influencia
comunicacional más allá de la comunicación directa. Un medio de comunicación público del movimiento cultural era saltar a un territorio nuevo de exposición, un avance estratégico, una aventura y un peligro.
De izq. a derecha: Álvaro Godoy , Paula Edwards y Eduardo Yentzen Nota de revista Ercilla por aparición del Nº1 de La Bicicleta. Archivo Eduardo Yentzen Peric
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Pero la lucha cultural y la resistencia internacional habían logrado avances, y la dictadura otorgó este año autorización para crear nuevas publicaciones. La Bicicleta nació en septiembre/octubre del 78, y se planteó como un medio
de comunicación masivo de apoyo al movimiento cultural de resistencia, y
como tal, de libre circulación. Pero una libertad que pasaba por pedir permiso
a los organismos censores del régimen. Además, surgían en ese contexto varios temas no menores, ¿Cómo financiarla?, ¿Cómo constituir un equipo estable para una publicación cultural, sin posibilidad de pagar por el trabajo?
Lo primero era encontrar un grupo de gente que estuviera dispuesta. La cantera más inmediata era la gente vinculada a la ujd con un perfil de masas y efectivamente demostrable que fueran periodistas, artistas o personas
vinculadas a las ciencias sociales para que la dictadura no nos cayera encima bajo la acusación de ser un proyecto político de izquierda. Las personas más
próximas eran Paula Edwards y Álvaro Godoy. Paula estudiaba periodismo
en la Universidad de Chile, Álvaro había egresado como Director de Televi-
sión de la Escuela de Artes de la Comunicación de la Universidad Católica. Compartíamos los tres el trabajo en la acu. Álvaro se mantendría hasta el final, Paula tuvo una importante participación los dos primeros años. Los tres éramos el núcleo de redacción de ese primer período. Pero queríamos
una revista que dentro de los precarios recursos tuviera un estilo de diagramación que mostrara el interés por el arte. Allí se formó otro trío, también
con dos hombres y una mujer: Izabel Franzoy y Miguel Briceño, participan-
tes de los dos primeros años, e Ignacio Reyes, quien seguiría hasta el final. Isabel y Miguel eran pareja, y amigos de Álvaro. A Ignacio me lo presentó el amigo de un militante de la ujd y debimos realizar el chequeo necesario para poder incorporarlo sin riesgos.
Completaron el equipo de redacción del primer número Erik Pohlammer y Soledad Cortés, ambos con un paso de cometa por la revista, para seguir
después con otros proyectos. Erik nos aportó en este número con su notable poema Los helicópteros, que fue la página inicial de la revista y en base al cual hicimos el contrapunto con La Bicicleta.
la resistencia cultural a la dictadura
Uno de los tantos “carretes” de La Bicicleta,
De izq. a der: Miguel Ángel Larrea, Paula Edwards y Paulina Elissetche. Al fondo, de izq. a der: Ale Rosas, Eduardo Yentzen, María Dolores Soler. Archivo Eduardo Yentzen Peric
Página siguiente: Poema “Los Helicópteros” de Erik Pohlammer Nº1 revista La Bicicleta, Septiembre 1978. Archivo Blog Revista La Bicicleta
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A éstos se agregó Miguel Ángel Larrea, hermano de una amiga, y quien fue
fotógrafo de La Bicicleta durante varios años. Carlos Baeza diseñó nuestra
primera portada. El logotipo de la revista lo hizo Luis Hernán Silva. Colabo-
raron además con artículos en ese primer número Edmundo Concha, Carlos
Ochsenius e Isabel Lipthay. En un segundo aspecto indispensable para llevar adelante el proyecto, comienzo a indagar si resulta posible por la legalidad
de la dictadura conseguir autorización para una nueva publicación. Por redes del moc visito en la Vicaría de la Solidaridad a Gustavo Villalobos. Él había
asesorado a la gente que había comenzado a sacar el boletín internacional
apsi, resquicio que habían descubierto Arturo Navarro, Marcelo Contreras, Sergio Marras y Rafael Otano, y nos aportó toda la gestión legal. La célula cultural de la UJD Desde los primeros momentos de la resistencia cultural se creó una división de aguas entre los directivos del partido, que eran propiamente militantes clandestinos, que venía de la acción política durante la up, y los nuevos reclutas que por
desconocidos podíamos realizar actividad cultural de resistencia dando la cara. Así, La Bicicleta nació en una relación de colaboración/tensión dentro del núcleo cultural de la ujd, y como parte de la estrategia de resistencia cultural, pero el grupo de trabajo que invité a realizar la revista contó con muchos independientes, y predominó el vínculo personal. Los dirigentes
políticos aspiraban a dar la línea de la revista; pero para mí eso era claramente inconcebible.
Primero, por mi vocación de independiente; luego porque era inconcebible que el proyecto editorial tuviera vitalidad si se dirigía desde fuera del grupo
que lo realizaba; además, el grupo que yo había reunido era también demasiado independiente como para tolerar eso. El proyecto debía desarrollarse
en mi concepción como un medio de comunicación social independiente. El último intento de la dirección del partido –no sé a qué nivel lo debatieron–
era que el encargado cultural clandestino del partido escribiera la editorial;
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pero yo tenía la convicción de que el lenguaje y la lógica de los dirigentes
clandestinos y los dirigentes legales del mundo de la cultura tenía ya una
brecha demasiado grande, y que se habría hecho evidente –cuando se trataba
de un proyecto de circulación legal– la mano clandestina. En su momento y hasta hoy encuentro altamente valorable que el partido atendiera a estas razones y permitiera la ejecución independiente de la revista, aunque en la
comisión de cultura del partido a la que yo pertenecí hasta mediados de los
80, se debatía la política cultural de la resistencia. Es del todo justo reconocer el valor de los partidos políticos de izquierda y de la Democracia Cristiana
en el inicio de la construcción del movimiento cultural de oposición, como también el de la Iglesia. Muchos tuvieron el valor de seguir trabajando en
la lucha política y de quedarse en Chile a pesar de ser perseguidos, en circunstancias en que sus amigos eran detenidos, torturados y desparecidos.
Finalmente había que financiar el proyecto, y el equipo de la revista nos lanzamos en una campaña de venta previa de suscripciones; pero ya sa-
bíamos que eso nunca sería suficiente. Allí Herman Mondaca, encargado cultural del moc juvenil, o ujd, me confidencia que existían unas platas –yo
era totalmente ignorante respecto del flujo de aportes de fundaciones europeas– pero que teníamos que competir con otro par de grupos cercanos al moc que estaban con el proyecto de una revista cultural.
Nuestro equipo de redacción se exigió a fondo, y a los pocos días les presenté
el proyecto y los primeros artículos a máquina. Conseguimos el aporte, y con eso completamos el financiamiento del primer número.
Y llegó el día de presentarse ante las autoridades encargadas del control comunicacional de la dictadura. Bien peinadito y lo menos artesa posible
fui primero a la Intendencia y luego a la dinacos (Dirección Nacional de Comunicación Social) a presentar la solicitud de autorización para crear un nuevo medio de comunicación cultural. La guata iba apretada, y miraba de
reojo para todos lados, pero no se justificó. Fue sólo un trámite burocrático.
El 4 de Septiembre de 1978 retiré la notificación de registro de la revista.
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la resistencia cultural a la dictadura
Obtuvimos la autorización oficial de la dictadura para publicar, y hacia adelante teníamos domicilio conocido y circulación legal, aunque sometida
a censura previa. La comunicación agregaba: Agradeceré enviar un ejemplar de la revista impresa, cada vez que se publique, para acompañar el registro respectivo al Departamento de Evaluación.
Sin embargo un día, me contaron como anécdota, un joven de provincia como se decía entonces llegó a comprarnos unos ejemplares que se llevó
feliz bajo el brazo, pero fue detenido por las Fuerzas Especiales de Carabineros que tenían su cuartel a unas tres cuadras de nuestra oficina, por portar
material prohibido. De estos contrastes absurdos estuvo llena la dictadura. Cuando el 76 o el 77 ibas a una Peña, no sabías si habría un allanamiento y si terminarías detenido. A veces no pasaba nada, a veces detenían a los
artistas, otras veces al público. De lo que se trataba era de mantener a la población sometida a la incertidumbre y al miedo.
Al juntarnos con el equipo para conocer la noticia de la autorización, ahí si que estuvimos entremedio de la celebración y el miedo, porque ahora la cosa se venía de verdad.
Junio 1978, Santiago. Primera hoja de suscripción, para financiar el primer número de la revista. Archivo Eduardo Yentzen Peric
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tramas musicales de una generación en movimiento Álvaro Godoy Hæberle El año 74 ingresé a la Universidad, recién sucedido el Golpe, básicamente. Entre a estudiar Comunicaciones, en la escuela de Artes de la Comunicación
de la Universidad Católica, donde se encontraban juntas las carreras de cine, teatro y televisión. Ese primero año, pasé por esas tres áreas, teniendo un
factor común de dos años, donde luego se elegía en que nos especializábamos. Yo me interesé sobretodo en el tema cultural, que estaba dándose en varias
actividades, en la Universidad Católica, que era bien poco, porque se produjo este especie de “apagón cultural” pero en uno que otro momento, sacábamos la guitarra y empezábamos a tocar canciones antiguas, de cuando nosotros estábamos en el colegio. Es ahí donde empecé a contactarme con cabros de otras carreras, a conocer gente muy distinta entre sí.
De izq. a derecha: Álvaro Godoy con Silvio Rodríguez en Argentina (1984) Archico Álvaro Godoy Haberle
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Por ejemplo en la carrera de periodismo estaba estudiando Eduardo Peralta, y nos juntábamos con las personas que, en un futuro no muy lejano, conformaríamos el Canto Nuevo. Tocábamos las canciones de Silvio Rodríguez en los pasillos, que en ese tiempo era el cantor cubano prohibido, pero tenía
canciones de amor, de rebeldía y nosotros como jóvenes nos llegaban mucho. En el 75 fui detenido por la dina junto a un grupo de estudiantes de la universidad y fui a caer en el centro de detención tres álamos. Es ahí donde una de las habitaciones que nos tenían incomunicados, leo escrito en la
pared “Quedamos los que puedan sonreír en medio de la muerte, en plena luz”.
Álvaro Godoy junto a Janito Reed en el Pub-Concert “El Cimarro” Archivo Álvaro Godoy Haeberle
tramas musicales de una generación en movimiento
Me impactó la frase, el contexto, la situación que estaba viviendo y años
después me enteré que era una línea de una canción de Silvio Rodríguez. Para mi tiempo en detención, mi papá me llevó una guitarra. Y solo sabía
tocar piano y poco a poco empecé a especializarme y conocer canciones más canciones para guitarra. Tiempo después de salir libre, gracias a la Amnistía que promovió la Iglesia Católica a fines del año 75, pude volver a integrarme a mi carrera.
La parte de la música me empezó a tomar muy fuerte, potenciado con ese
ambiente universitario. Me fui contactando tímidamente con lo que veía
como una forma de resistencia mucho más a afín a mi manera de sentir, a través de la expresión y la cultura. Comencé a rodearme de personas que estaban a cargo de festivales y actividades culturales. Me acuerdo de una
visita a la peña canto nuevo, invitado por mi amigo musicólogo Juan Pablo González. Ahí conocí a Eduardo Yentzen y a Paula Edwars, que tiempo después fundaríamos La Bicicleta, en el año 78. Creación de medios alternativos de difusión A mediados de los 70 estaban recién empezando el movimiento cultural, sobretodo en el sector universitario y no había difusión en los medios. En el 76, Ricardo García y Carlos Necochea se propusieron la creación del sello
alerce para dar a conocer a un conjunto de cantautores y agrupaciones surgidos en el contexto de la dictadura a través de la venta de sus discos. Esta
producción de estos jóvenes músicos populares adquiriría un lugar relevante en la recomposición del espacio público y en las expresiones políticas de
oposición a la dictadura. Ellos aportarían un nuevo canto, un Canto Nuevo, siendo algo distinto, en nuevas condiciones y experiencias.
Otro aporte muy grande fue La Vicaría, organismo que difundía a través de actividades en vivo, lo que estaba ocurriendo en esa época., sobretodo en la
música.Ésta era la que reunía a la gente, a los jóvenes, con ciertas canciones y sonidos de épocas pasadas que recordaban un pasado prohibido.
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Por ejemplo sonaba una zampoña, un charango y toda la gente aplaudía, recordándoles bandas de la añorada Nueva Canción Chilena como Quilapayún, Illapu, Inti-Illimani, entre otros. Estos actos culturales tenían una
fuerte carga de un recuerdo político y de gente que estaba en contra de la
dictadura, buscando la libertad y la vuelta a la democracia. Con Eduardo y Paula coincidíamos que esto que estaba ocurriendo no tenía ninguna difusión
en las radios, ni en la televisión, en ninguna parte. Como único medio de difusión, nos quedaba apropiarnos de una plataforma que conocíamos muy bien, que era accesible, que consiguiéndonos unas lucas para imprimir unas
cuantas páginas en papel roneo, como diría Silvio en una de sus canciones, lograríamos hacer “Un sueño hecho a mano y sin permiso”.
Nosotros queríamos hacer algo que difundiera lo que estaba pasando, más allá de sus propias fronteras y pensamos que una revista era un espacio donde
se juntarian las distintas actividades culturales que se estaban viviendo. El proyecto nació con la idea de la creación de una plataforma, que tuviera
una gráfica y un espíritu común. Es por eso que se llamó La Bicicleta, que representaba la idea del movimiento, de un movimiento artesanal, a escala
humana. No era una moto ni un auto, era una bicicleta de tracción humana. Inicios de un Nuevo Canto Desde las propias universidades y la Vicaría, comenzó a renacer la idea de
congregar a la gente a partir de la música más chilena, más propia. Una no
tan comercial, sino mucho más de expresión. La misma Pastoral de la Vicaría organizaba encuentros, donde la gente mandaba sus canciones. Estos
se realizaban en el Caupolicán y como la Iglesia estaba detrás, no se podía prohibir. Por supuesto estaba lleno de agrupaciones pacos afuera, donde se realizaban manifestaciones previas y después de estos encuentros.
Había muchísima censura, había que pedir permiso para todo, mostrar la
letra de todas las canciones que se iban a tocar ese día, pero la Iglesia ayudó mucho a que esa instancia se pudiera lograr.
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Fotografía que acompaña artículo
“Aquellare, reunión de brujos e influencias”
Número Especial, revista La Bicicleta, Abril-Mayo 1981 Archivo Memoria Chilena
Por otro lado estaban las peñas, que eran esta especie de “cafecitos artesanales”, que quedaban cerca de San Diego, como la peña del nano acevedo, doña javiera, o la del canto nuevo, entre otras. Ahí el protagonismo lo teníamos nosotros, los estudiantes, los jóvenes que cantaban al movimiento cultural
universitario. Así surgió el Canto Nuevo. Nace de una mezcla de gente que
pertenecía a esta antigua generación de bandas nacionales como Illapu, Congreso, pertenecientes a la Nueva Canción Chilena.
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Eso si eran las agrupaciones menos conocidas, porque las más populares se
encontraban fuera de Chile para la dictadura, siendo exiliados, o asesinados
como Víctor Jara y muchos más. Algunos de ellos, el Tito Fernández por
ejemplo, empezaron a cantar en estos lugares de nuevo, en estos encuentros que se hacían. Gracias a Ricardo García, del sello alerce, se empezó a rescatar esta música, atreviéndose a publicarla acá en Chile. El fue el que lo nombró como este “Canto Nuevo”. A muchos no les gustó.
Santiago del Nuevo Extremo Número Especial: Nº11, “El Nuevo Canto Chileno“ Revista La Bicicleta, Abril-Mayo 1981. Archivo Blog Revista La Bicicleta
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Algunos pensaba que no tendría que haber otra denominación para este
grupo de músicos, teniendo a gente de la Nueva Canción Chilena participando, no encontraban fundamentado de un corte entre estos dos estilos, pero la verdad es que lo había. No era un corte del estilo musical o del contenido
de las canciones, sino que era sobre los que nos encontrábamos adentro y los que estaban afuera del país. Ahí estaba el corte.
Era muy distinto lo que se podía hacer acá, de lo que se estaba publicando
afuera. Afuera se encontraba cantos de resistencia, con letras de mensajes directos y evidentes. En cambio acá dentro, las cosas eran bien distintas. Si querías hacer canciones nuevas, tenían que estar rodeadas de metáforas y simbolismos, tratando de burlar la censura sufrida en esos tiempos. Nos
encontrábamos rodeados de un aire de complicidad, donde uno coreaba una canción y la gente te apoyaba inmediatamente aplaudiendo. Un ejemplo
muy claro es la canción “A mi ciudad” de la agrupación Santiago del Nuevo
Extremo. “En mi ciudad murio un dia el sol de primavera a mi ventana me
fueron a avisar”. Todos al corearla, sabíamos que hablaba del Golpe Militar, tal vez para una persona externa, habría encontrado en esa canción una muy linda metáfora romántica, pero para nosotros era un momento y un mensaje específico.
Nosotros lo que queríamos hacer con la revista era difundir el movimiento
cultural hacia otros, pero no pretendíamos ser un medio de comunicación
comercial, no nos regíamos por lo que estaba de moda o que le gustaba a los jóvenes de ese tiempo. Queríamos difundir temáticas que nos inte-
resaran a nosotros y descubrir a quienes más le podía interesar también, teniendo como objetivo el querer llegar a otros, a un publico más grande
y a nivel nacional. Junto a La Bicicleta creamos un mundo, un espacio antigravitacional, por decirlo de algún modo, donde la dictadura no entraba
tanto. Generamos un espacio alternativo más que de resistencia. Nuestro
objetivo no era querer desestabilizar el régimen, sino era el de juntarnos, seguir viviendo, compartiendo, creyendo en lo que teníamos, que era una especie de grito de expresión de libertad.
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Punto de inflexión: Silvio Rodríguez Con el cargo de subdirector de la revista por los casi diez años que duró y más la responsabilidad de ser el encargado de la sección musical, fui colocando el
elemento de la música de a poco, por ejemplo, transcribir unas letras que yo
iba analizando. A mi me gustaba mucho Silvio Rodríguez. Admiraba y seguía fielmente su obra musical y sólo soñaba con poder conocerlo y confrontar
mi visión de sus canciones con el ser humano real que las había creado. Para mí, era un amigo íntimo que aún no había conocido.
Sentía que tenía que rescatar algo que yo aprendí de cuando era cabro chico, que fue la experiencia de tener un un cancionero, donde aprendí las primeras
canciones de guitarra. Recientemente había viajada a Brasil, en el año 76 y
me había encontrado con una calidad de cancioneros espectaculares, donde
las posturas y la música sonaba tal cual como se transmitían los artistas
de verdad. Ahí los cabros jóvenes tocaban música, con mucha facilidad, posturas que yo nunca había visto. Yo solo contaba con conocimientos muy básicos de las notas y tocaba como podía. Se necesitaba una plataforma que
te enseñara a tocar bien la guitarra y los cabros parten de ahí para delante. El acervo cultural de estos compositores o músicos se encontrara accesible
a todo el que quisiera tocarla. Eso hacía falta en Chile. Propuse que para el
número 9 no hiciéramos una revista, sino un cancionero de Silvio Rodríguez.
Primer Poster Coleccionable, Silvio Rodríguez Número Especial: Silvio Rodríguez (Nº9)
Revista La Bicicleta, Febrero - Marzo 1981 Archivo Paula Sanchez
Página siguiente: Acordes para desprender, en “La Música de Chiloe” Nº15 revista La Bicicleta, Agosto 1981. Archivo Blog Revista La Bicicleta
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No me creyeron mucho la idea al principio, comentaron que ese tipo de
cosas no se vendía mucho acá, que nuestra línea editorial era difundir actividades culturales, no solo música, etc. Me dijeron que me consiguiera
algun financiamiento externo, ya que no contabamos con los recursos para poder mandarlo a imprimir. Eduardo me presentó a un amigo suyo que tenía la plata, yo le propuse esta nueva idea, le gustó e invirtió de su plata personal y logró salir impreso el cancionero.
Yo no sabía mucho de música en ese tiempo, solo tenía los conocimientos básicos de como tomar una guitarra. Fui aprendiendo a través del montaje
de estos mismos cancioneros, donde les iba colocando número a las diferentes posturas de la guitarra, porque ni siquiera me sabía sus nombres verdaderos. Finalmente se convirtió en un éxito pero tremendo.
Nosotros normalmente vendíamos 500 a 1.000 ejemplares por número y cuando salió este cancionero, sacamos 10.000 ejemplares y se vendieron
en una semana y media. En verdad no entendíamos muy bien que estaba ocurriendo, no sabíamos el grado de penetración e impacto que tenía esta
idea entre los jóvenes. Era un fenómeno musical desconocido. No podíamos medir su difusión, ya que no era un cantante que lo no transmitían por la
radio, no podíamos calibrarlo. Seguimos sacando ediciones de ese cancionero, vendiendo finalmente 45.000 ejemplares de ese número.
Con este éxito nos dimos cuenta que además de nosotros, un pequeño grupo vinculado a lo cultural, se encontraba una masa muchísimo más grande que
solo nosotros, y que con ese cancionero logramos llegar y acercarnos a ellos. Llegaron cartas pidiendo más ejemplares, preguntando si teníamos más
cancioneros de este tipo, etc. Es ahí entonces, donde fuimos enfrentados a decidir si, seguíamos como una revista cultura o nos convertíamos en una
revista juvenil. Intentamos ser ambas cosas, pero nuestro nuevo objetivo fue salir de la cosa auto-marginada, que fue nuestra característica principal en
los números anteriores, transformándonos en una revista más mediática, juvenil y abierta a otros jovenes.
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Con esta acción, empezamos a hacer un acto, más que de expresión misma, sino de difusión del movimiento cultural, por que a partir de ese momento, la revista pudo dar a conocer a otros jóvenes que existían grupos llamados Congreso, Eduardo Gatti, Santiago del Nuevo Extremo, Eduardo Peralta y
por lo tanto, empezamos a generar un vinculo y dejar de hacer expresión de algo que todos conocían, sino hacer difusión de algo nuevo, llegando a
un público mucho mayor. De ahí para delante, la revista empezó a vender otra cantidad de números, empezó a abrirse en cuanto a la temática y a contactos con otros jóvenes hasta el día de hoy.
La Bicicleta estaba pensada para la fogata, no para encenderla sino para acompañarla. Eso generaba que esta fuera una revista muy prestada, que
pasara de mano en mano, y se mantuviera en el tiempo. Era coleccionable, era un objeto cultural, porque tenía un uso permanente. Sin internet y todas esas redes actuales, quien quisiera transformarse en guitarrista, tenía que tener por ahí una de nuestras revistas guardada o prestada. También hicimos
unos especiales para enseñar a tocar guitarra, porque nos dimos cuenta que ese era el uso que se le daba, por eso era tan leía. No era una revista de
difusión de noticias o de actualidad, era una revista que se mantenía por su contenido atemporal y se atesoraba.
Una de las cosas que más recuerdo con cariño sobre el proceso de producción de la revista, era como se llenaba siempre de colaboradores. Llevándola a
esta época actual, súper conectada y llena de redes cooperativas, La Bicicleta
era una especie de blog, donde estábamos nosotros, el equipo que la producíamos artesanalmente, definíamos ciertos temas y lineamientos, pero llegaban todo tipo de colaboraciones. Un de los tantos ejemplo de ello fue
el escritor argentino Julio Cortázar, que nos envió un capítulo inédito de su última novela hasta ese minuto, para ser lanzada exclusivamente en un
número de nuestra revista. Y todo esto era un aporte completamente gratuito, siendo nosotros incapaces de poder pagarlo o retribuirlo monetariamente. Era un blog que estaba hecho por jóvenes vinculados a la cultura y de la gente que seguía la revista.
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La cultura musical que me llegaba a mi tenía mucho que ver con lo que estaba resonando en la gente a fin a este movimiento cultural. No podríamos hablar
de la música que sintonizaban en las radio, porque ahí estaban pura música disco. Lo que se encontraba en el ambiente, era música pirateada a través de
cassettes, que se tocaban en las fogatas, una música bien orgánica, sin obedecer
una lógica, sino a las ganas de que otros que conozcan la música que te gusta a ti. Ahí se encontraba Joan Baez, un ícono internacional de la música de protesta, del estilo folk americano, que nosotros decíamos que sería como lo que hace la Violeta Parra acá. Cuando nos enteramos que la Joan iba a venir a
Chile, pensamos altiro en ella y en darle la portada de un número, porque sentíamos que nos honraba con su presencia. De hecho, nos juntamos con
ella, todos los músicos del Canto Nuevo y estuvo conversando con nosotros, no con los canales de televisión, no con la prensa y medios de comunicación masivos. Estuvo con nosotros, los del movimiento cultural alternativo, y eso se agradecía muchísimo.
Ella era un ídolo mundial, muy famosa y estaba muy prohibida acá. La trajo
el Servicio de Paz y Justicia, el sepaj, donde le prohibieron cantar. Lo hizo igual, pero dentro de una Iglesia, donde no le pudieron decir nada. Eduardo
se contactó con unos conocidos que tenía por el sepaj, generado por el cariño que le tenían a la revista y le tocó ser el traductor oficial de la Joan, por lo
que la acompañamos en todo su transcurso en el país. Ahí pudimos estar
presente en todas las entrevistas que se le hicieron. Recuerdo que yo, no cachando mucho el inglés y tampoco el repertorio de la Joan, le pedí ayuda
a Eduardo Gatti y el se hizo cargo de la selección de las canciones para ese
número especial dedicado a ella. También nos aportó con las traducciones de
las letras, escribiendo una interpretación de lo que él sentía al escucharlas, porque para el además de Bob Dylan, estos dos músicos fueron unos grandes referentes para él. Tuvimos cancioneros tanto de Pablo Milanes, como después uno de Los Jaivas, que fue cuando volvieron a Chile y se transformaron en
uno de los grupos más famosos de esa época, atribuyéndoles el “despertar del Canto Nuevo”, a partir de su vuelta.
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Yo no era de la generación de Los Jaivas, ellos eran de una época anterior a la mia, pero me empecé a interesar, a sacar sus canciones y vi que los mismos
jóvenes que escuchan a Led Zeppelin, Pink Floyd, a Queen, les gusta también Los Jaivas. Nosotros estábamos bien definidos por un tipo de música
folclórica, en castellano y de protesta, pero uno se daba cuenta que hay un mundo detrás de gente que tiene otras mezclas culturales.
Joan Baez en uno de sus conciertos en Chile
Nº13 de la revista La Bicicleta, Junio-Julio 1981 Archivo Álvaro Godoy Haeberle
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Los Beatles, en el shea stadium, en uno de sus últimos conciertos (1966) Nº20 de la revista La Bicicleta, Marzo-Abril 1982 Archivo Blog Revista La Bicicleta
Los Beatles fueron también un grupo icónico en ese tiempo, empezando como
un grupo netamente comercial y después se van metiendo en un intenso desarrollo espiritual, tocando el lado esotérico de George Harrison, el lado de protesta con John Lennon entre tantos otras temáticas. Haciendo su
número dedicado a ellos me doy cuenta que yo no los conocía aparte de sus canciones bailables, de su época comercial. Empecé a escuchar sus letras y
ver sus performance, su actitud ante la prensa, su postura era contestataria.
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Recuerdo una entrevista que le hicieron a la cantante Mercedes Sosa con
respecto a los Beatles, donde ella dijo: “¿Los Beatles? Que tonta fui, yo siempre tuve prejuicio con ellos, porque eran ingleses y cantaban en inglés y me
perdí tantos años de una música maravillosa, por prejuicio”. Finalmente, al ritmo de la música se fue generando, tal como el movimiento estudiantil
actualmente, una masa crítica, que fue moviéndose en las peñas primero, luego a los recitales y al final a las mismas marchas. Ahí tu podías encontrar a Illapu, Sol y Lluvia, Congreso, Los Jaivas. Gracias a ellos, el movimiento de
protesta fue acompañado fielmente por la música y nosotros como revista, acompañamos a esa música.
Yo creo que la música era el factor de unión, el factor que volvió a congregar
a la gente en un mismo lugar, a encontrarse, a perder el miedo. Después la música pasó a sWer un símbolo, con un grupos. Recuerdo que Santiago Nuevo Extremo fue invitado al cantar al Festival de Viña del Mar, dándole
significado y cara a parte un movimiento ideológico como el de nosotros, estaba representado y difundido a cadena nacional por la televisión. Eso fue
un símbolo. Por ejemplo el “boom” del Canto Nuevo anticipa la llegada de la
democracia, pasando desde la música underground a un triunfo reconocido, de un tipo de cultura en los medios de comunicación masiva, que ya dejaba
de ser censurado. Por eso siempre la música anticipaba, de una manera, lo que venía políticamente para el país. Finalmente en los finales de los 80, la
música se convierte en “comparsa”, convirtiéndose en un elemento más que
acompaña a este ímpetu nacional de volver a la democracia. Pero siempre, de alguna manera la música estaba en adelantada, anticipando lo que se iba a construir en el campo político.
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el humor como una herramienta crítica Hernán Vidal Martínez (Hervi)* Mis primeros pasos al mundo del dibujo se fueron dando gracias a mi ambiente familiar. En casa, mi hermano pintor tenía siempre lleno de elementos de dibujo, muchos papeles, muchos lápices. Él era cinco años mayo y yo tenía todo el material ahí, a mi disposición. Creo que antes de dibujar
yo hice una película de monos animados con él. La verdad es que era de esas peliculitas que se hacían en el papel transparente, se dibujaban cuadro a cuadro y después se pasaban por un aparato rudimentario; en el fondo era
una historieta proyectada. En la escuela, rápidamente detectaron que yo tenía habilidad para el dibujo y me becaron a una escuela especializada a los 9 años. Entonces, a los trece, ya era dibujante consumado.
Hernán Vidal Martínez, “Este desierto florido“, entrevista del libro “Supersifuentes: El Justicierio“ 2008 Archivo Feroces Editores * entrevista basada en el libro “supercifuentes: el justiciero” (aprobada por el autor. 21-10-14)
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Primero empecé en participando en publicaciones en un suplemento infantil de el mercurio, yo hacía una tira cómica que se llamaba “El doctor
Jeringotti”, con clara influencia de la revista argentina “Rico Tipo”, donde
todos los personajes tenían apellidos italianizados. En ese mismo tiempo, me fui a meter a la oficina de Pepo, para conocerlo. Yo estaba fascinado con
las cosas que hacía, entonces, inmediatamente pasé a ser su ayudante. A los catorce años ya le pasaba a tinta “Condorito”. Paralelamente, seguía en la
Escuela Experimental Artística. Era obvio que tenía que aprender a dibujar.
Por ese tiempo, me pidieron la historieta para una revista del arzobispado, entonces yo hice un angelito que tenía cosas muy inocentonas, muy tiernas. Esa publicación fue tomando harto carácter, se incorporaron muchos periodistas que todavía mantienen vigencia… Abraham Santibáñez, Emilio
Rojas, Alejandro Magnet, en la parte internacional, Guillermo Blanco. Le
dieron un carácter más contemporáneo a la revista, que era demasiado
religiosa al comienzo. Ahí me empezaron a pedir ilustraciones, caricaturas, humor político y ese tipo de cosas que, como a la fuerza, tuve que meterme a desarrollar, guiado, desde luego, por los periodistas.
Es justo en esa época donde conozco a José “Pepe” Palomo. De hecho, la
primera foto donde aparezco en un diario, estoy con el Pepe Palomo al lado. Los dos estudiábamos en la misma escuela, íbamos a dibujar al mismo
suplemento de el mercurio en Compañía, a dos cuadras de la escuela que
estaba en Huérfanos con San Martín En esa foto salimos haciendo dibujitos. Ya en los años 60’s se tenía la visión de que el dibujante es siempre el que
hace monitos, la magnitud que se le da no es la de un creador, la de un artista, siempre es el que hace los monitos… Desgraciadamente, es así y no es
culpa de la gente, sino del país que es muy chico. Yo he estado en muchas
reuniones para organizar un núcleo, un sindicato… en muchas, muchas re-
uniones, de hecho, ya no iría nunca más porque es una pérdida de tiempo, terrible… Siempre hay pequeños intereses, un desastre. Creo que hay un ingrediente de sobreestimarse.
el humor como herramienta crítica
Sentados de izquierda a derecha: Guau, César Boasi, Pepo, Nato y un fotógrafo sin identificar. De pie de izquierda a derecha: un junior sin identificar, el Chuleta (personaje de Condorito), Ricardo González (Ric). Luis Cerna y Hervi. Archivo Feroces Editores
De repente el dibujante ve que tiene algo en las manos y cree que todo lo
que se ha hecho antes no vale… será un síndrome inherente al oficio. Dado
la efervescencia política de ese momento, ni siquiera me cuestioné nunca, que la el comic, la historieta, podía ser un elemento comunicador importante. Yo sabía, desde que empecé a dibujar, que eso era una herramienta importantísima. Con el Pepe Palomo nos conocíamos Santiago de memoria…
caminábamos mucho por San Diego, las librerías de viejo y conseguíamos bastantes cosas muy buenas...
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Comprábamos los “Punch”, el “Saturday Evening Post”, “Squire”… muy interesantes, porque incluían el humor y había artistas fabulosos. No era solo
“Condorito”. Cuando hicimos “La Chiva” teníamos mucha influencia de
Rius, un dibujante mexicano que, además de contar historias divertidas, eran historias que contaban cosas, más allá de la anécdota. El “Barrio Lo Chamullo” tenía un equivalente en “Los Supermercados” o “Los agachados” que hacía Eduardo del Rio (Rius).
De izquierda a derecha: Pepe Palomo, Hervi, Ricardo González (Ric) y Nato Archivo Feroces Editores
el humor como herramienta crítica
Origen del trabajo colectivo Siempre digo que no hay mal que por bien no venga. Echaron de “El Pingüino” a su director, Alberto Vivanco, con el que hacíamos un equipo muy afiatado los cuatro, junto a Jorge Vivanco y Pepe Palomo. Solidarizamos con él y nos
fuimos todos. Habíamos experimentado allí un humor más ácido, bajo la
influencias de “Mad” y otras publicaciones extranjeras. Inmediatamente decidimos hacer nuestra propia revista, y arrendamos un departamento a pocas cuadras de la editorial Lord Cochrane, en plena Plaza Baquedano. Allí
nos divertimos mucho, auto editando con grandes ínfulas al comienzo, tapa a todo color, offset, en fin, un lujo para esos tiempos. Imprimíamos cuatro
portadas juntas cada vez, para reducir los costos. Pero la realidad nos golpeó rápidamente, el precio impreso en la tapa no pagaba los gastos. El precio
iba dentro de esta. La economía siguió en bajada: gran éxito de público pero pocas ventas. En cada escuela universitaria la revista pasaba de mano en mano y terminaba muy ajada pero muy leída.
Tomábamos mucho té en aquel tiempo. Reciclábamos las bolsitas hasta lo imposible. En las paginas de la revista se daban métodos absurdos para sacar
de ellas lo mejor de sí, o más bien dicho lo mejor del té. Una tarde ocurrió
algo insólito. En plena faena trabajólica tocan el timbre y yo, apurado, salgo a ver. Era un joven entregando un paquete pequeño. Lo recibí, di las gracias y cerré la puerta. Con sorpresa vimos que era… ¡Una caja de bolsitas de té!
Un acto de humor y cariño de un lector. Corrí para alcanzarlo, pero era tarde. Estábamos emocionados y a la vez tristes por no haber hecho pasar al muchacho y agradecerle como correspondía.
La economía siguió mal; terminamos imprimiendo, encuadernando
y repartiendo la revista nosotros mismos, con una maquinita Multilit doble oficio, en mi casa en Quinta Normal. Ahí descubrí que el trabajo
mecánico y repetitivo es un buen medio de relajación. Compaginar o cor-
chetear a mano 3.000 revistas termina siendo entretenido, se descansa, la memoria vaga, vuela…
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De ahí a “La Firme” hubo un paso, en el tiempo y en el espacio. Era el fin de
los setenta y llegó la tan esperada victoria de Salvador Allende, de quien
“La Chiva” era abiertamente partidaria. La recién creada Editora Nacional
quimantú nos contactó y nos cambiamos desde la entrada de Vicuña Mac-
kenna a la ex zig-zag , al otro lado del Mapocho. Allí pasaron muchas cosas. Nos enfrentamos a los temibles sociólogos que traían sus teorías acerca de cómo hacer revistas, cosa de la que sabíamos mucho más.
Un par de ellos, que no mencionaré, llego a pergeñar una revista para trabajadores llamada “Juan” ¡manuscrita!... La teoría era que ellos estaban más
familiarizados con la escritura a mano que con los tipos de imprenta. ¡Gutenber debió revolcarse en su tumba! Por suerte duraron poco. Los directivos de la
empresa y los comités de producción optaron por lo sano y se llegó a la enor-
me desarrollo de la industria en nuestra editorial. Las revistas de historietas, culturales, didácticas, la revista femenina “Paloma”, los libros, en fin, todo tuvo un éxito que difícilmente se repetiría en nuestro país.
Luego, en los años 70, me dediqué a terminar mis estudios de arquitectura. El 75 estaba titulado y me puse a trabajar en eso, la construcción. Hasta que
se pudo publicar en la revista “Hoy”. Desde el primer número yo empecé a dibujar, era exactamente el año 77. En esos tiempos de dictadura, nunca tuve
mucha conciencia de todo el miedo que pasamos entonces. Si hubiera pensado más fríamente, seguro habría hecho otra cosa que dibujar.
Creo que el principal antídoto para ese miedo fue el humor ácido, la rabia transformada en burla, en ironía, en sarcasmo, y toda esa pequeña maldad que, como reacción, genera la impotencia frente al poder, a aquel poder.
Tira Supercifuentes
Nº31, La Bicicleta, Febrero 1981 Archivo Blog Revista La Bicicleta
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el humor como herramienta crítica
Las desventuras del mas grande antihéroe subversivo del mundo. En los ochentas me meto de lleno a colaborar en la revista “La Bicicleta”, donde surge uno de mis personajes, talvez más recordados por los chilenos: Supercifuentes. Llegué gracias a su director, Eduardo Yentzen. Me contactó y empecé
a hacer la pagina, basándome en lo que estaba a la vista: el estereotipo del
momento surrealista y dramático que se vivía en el Chile de los ochenta, el cesante vendedor de las más increíblemente inútiles porquerías de la
naciente industria china. Eso, mezclado con la ingenuidad de un antihéroe
extraterrestre que cree que puede hacer el bien y la justicia con sólo quererlo. Supercifuentes tuvo 33 episodios publicados en la revista La Bicicleta, teniendo su debut en la revista Nº8, que correspondió a los meses de noviembre- diciembre del año 1980, siendo la primera publicación en formato horizontal
inicial de la revista. Su última aparición fue en el Nº49 del mes de mayo de
1984, sumando 36 episodios con la inclusión de tres historietas poco conocidas (“La vera historia de Supercifuentes”, “Adiós a las armas” y “La cosa”) que únicamente vieron las luz en el especial dedicado al personaje y publicado en el verano de 1983, “Todo Supercifuentes.”
Al recordar su calvicie y sus desafortunados intentos del personaje en cuestión por hacer justicia en los terribles años 80, pletóricos de cesantía, represión y
de chilenos, asesinados sistemáticamente. Supercifuentes no es un ganador, sino la de un cesante, un paria de los experimentos económicos de la escuela
de Chicago en un Chile abierto de patas a la experimentación del neoliberalismo mas despiadado. A la izquierda:
Portada del Número Especial “Todo Supercifuentes” La Bicicleta, Enero 1983 Archivo Blog Revista La Bicicleta
Página siguiente: “La Vera Historia de Supercifuentes”
Número Especial “ Todo Supercifuentes”, La Bicicleta, Enero 1983. Archivo Blog Revista La Bicicleta
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Es el típico chileno medio, tan común en las páginas de nuestra historia pí-
cara. Chico, pelado, cintura de ampolleta, pero un grande en su particularidad y secreto estilo. Supercifuentes es foco de una identidad desalienante, un
héroe de verdad, uno que siendo capaz de detectar una injusticia, la com-
batía como mejor podía, torpeza mediante, hasta acabar siempre confinado en una húmeda celda en la viñeta final del breve espacio de una página de
historieta. Por ese entonces, las celdas eran un espacio común para muchos de nuestros amigos y nosotros mismos en los de hoy.
De repente hasta hoy en día me encuentro con gente que uno ni se imagina que haya leído una historia en su vida y lo único que recuerdan es el
Supercifuentes, y yo he hecho montones de otro tipo de historietas, pero se
acuerdan de esa. Tal vez era porque eran jóvenes cuando leían La Bicicleta. Yo estuve haciendo nuevos capítulos de Supercifuentes cuando cayó preso
Pinochet en Londres, porque eso fue realmente una fiesta. ¡un pastel de fresas después de haber pasado un hambre caballa! Esos capítulos salieron publicados en el diario el mostrador.
Yo creo que la figura de “Supercifuentes” sigue viva en gran parte del público, ya que se genera una complicidad entre el lector y el dibujante, se comparte
la risa, la burla, se disfruta la pequeña patada en la canilla de la gran bestia. Y este personaje, o cualquier personaje, es una concreción, objetiva y encarna
al inconsciente colectivo. Esa idea tan simple de humanoide con poderes especiales que “lucha por el bien hasta derrotar el mal”, ha probado su eficacia
en toda la galería infinita de los superhéroes. Si a eso se añade el ingrediente del absurdo, el ridículo, la doble lectura, en suma, el humor, ya esta medio cocinado el producto. El subproducto. El “surproducto”.
Tira Supercifuentes
Nº45 de la revista La Bicicleta, Abril 1984 Archivo Blog Revista La Bicicleta
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bibliografía
I. Fuentes Escritas libros Yenzten Peric, Eduardo. La Voz de los Setenta. Un
testimonio sobre la resistencia cultural a la dictadura 1975 - 1982. Santiago, 2014.
Editores, Feroces Supercifuentes, El Justiciero. Santiago, 2008
artículos Osorio Fernández, Javier. “La Bicicleta, El Canto
Nuevo y las tramas musicales dela disidencia. Música popular, juventud y política en Chile du-
rante la dictadura, 1976-1984”. A Contracorriente, vol. 8, núm. 3, Santiago, 2011.
internet “Revistas de Transición 80-90”
http://www.ccplm.cl/sitio/2014/revistas-de-transicion-80-90/ [fecha de consulta: 10-08-14] “Revista La Bicicleta”
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http://www.revisteros.cl/edicion.php?cid=1132 [fecha de consulta: 20-08-14]
“La Bicicleta, 30 años después: Pedaleo Libre”
http://www.observatoriofucatel.cl/revista-la-bicicleta-30-anos-deespues-pedaleo-libre/ [fecha de consulta: 22-08-14]
“Lanzan libro en homenaje a La Bicicleta, la emble-
mática revista de cultura y contracultura de los 80” http://www.elmostrador.cl/cultura/2014/01/10/lan-
zan-libro-en-homenaje-a-la-bicicleta-la-emblema-
tica-revista-de-cultura-y-contracultura-de-los-80/ [fecha de consulta: 22-08-14] “Revisteros, La Bicicleta”
http://www.revisteros.cl/edicion.php?cid=1132 [fecha de consulta: 20-08-14]
II. Entrevistas realizadas por la autora Godoy Hæberle, Álvaro 04-11-14.
Larrea Peroldo, Miguel Ángel 28-10-14.
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Este libro se terminó de impimir en noviembre del 2014. Se utilizó papel Bond de 106 gramos para su interior, y Duplex Maule de 300 gramaje para la tapa. En su realización se utilizó la fuente TheSerif, diseñada por Lucas De Groot, en sus siguientes variantes: ExtraBold para los títulos; Semi Bold para los subtítulos; Semi Light para el texto principal; Extra Light para los pie de página; Regular Caps para los permanentes y folios; Semi Bold Caps para el nombre de los autores.
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La Bicicleta: por un camino humano. El espíritu planteado en esa última frase, ilustrada con una bicicleta doble en la que dos ciclistas se esfuerzan por avanzar y por decir lo que sienten, es un excelente resumen de lo que fueron los casi diez años que duró activamente la revista nacional La Bicicleta. Este libro busca difundir el patrimonio cultural que fue registrado en esta revista, dar a conocer el proceso de producción del equipo creativo que se encontraba detrás de esta publicación. Se busca acercar la revista a nuevas generaciones que estén vinculadas al área cultural, rescatando y resignificando este material de difusión contracultural de carácter universitaro, como una plataforma alternativa potente frente a la ilegalidad de la militancia política, desde mediados de los años 70. Operó dentro de actividades y prácticas de espacios universitarios y de izquierda, con una lógica inicial de emergencia, con un formato inicial de publicación alternativa y autogestionada, a una de carácter masivo, transformándose en un referente cultural asociado a instituciones, grupos sociales y exponentes que ya gozan de prestigio nacional.