La mochila del catequista

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Religión / Catolicismo

$9.95 U.S.

la

Promover, explorar y celebrar la espiritualidad del catequista

joe paprocki y julianne stanz

mochila del

L

os catequistas dedican su tiempo a guiar a niños y adultos a profundizar su fe católica. Pero, ¿quién guía a los catequistas en su viaje espiritual? Aunque hay muchos libros que tratan de lo que los catequistas deberían saber y hacer, hay muy pocos que traten de la espiritualidad del catequista. Escrito por dos laicos expertos en catequesis de renombre en el ámbito nacional, La mochila del catequista brinda a los catequistas recursos que atienden a la dimensión espiritual de su llamado a compartir la fe católica.

catequista

Joe Paprocki y Julianne Stanz, con un tono cálido y familiar, promueven, exploran y celebran la espiritualidad de los catequistas, animándolos a abrazar su espiritualidad para que puedan transmitir la fe viva a los niños y adultos a quienes enseñan.

Julianne Stanz es directora de la Nueva Evangelización para la diócesis de Green Bay, Wisconsin. Es asesora del Comité para la Evangelización y Catequesis de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y es también una conocida oradora. Este es su primer libro.

ISBN-13: 978-0-8294-4421-6 ISBN-10: 0-8294-4421-1

www.loyolapress.com Chicago

paprocki y stanz

Joe Paprocki, Doctor en Ministerio, es asesor nacional para la formación de la fe en Loyola Press. Autor de numerosos libros de gran éxito, entre ellos la serie La caja de herramientas, Practice Makes Catholic [La práctica hace al católico], y Una fe bien construida. También es el autor del blog CatechistsJourney.com.

Lo indispensable para el camino espiritual


joe paprocki, D.Min. y julianne stanz

la

mochila del

catequista Lo indispensable para el camino espiritual


La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

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© 2015 Joe Paprocki y Julianne Stanz. Todos los derechos reservados. © 2016 Loyola Press, edición en español. Todos los derechos reservados. Título original en inglés: The Catechist’s Backpack: Spiritual Essentials for the Journey (Chicago, IL: Loyola Press, 2015). Traducción al castellano de Redactores en red. Los textos bíblicos en esta obra corresponden a La Biblia de nuestro pueblo (© 2007 Pastoral Bible Foundation y © 2007 Ediciones Mensajero). Diseño interior y de la portada: Loyola Press Imagen de la portada: mochila de Ryan McVay/Photodisc/Thinkstock, zapatos de epantha/iStock/Thinkstock Viñetas: © 1991 Doug Hall. Usado con permiso. ISBN-13: 978-0-8294-4421-6 ISBN-10: 0-8294-4421-1 Número de Control de Biblioteca del Congreso USA: 2015953823 Impreso en los Estados Unidos de América. 15 16 17 18 19 20 RRD/USA 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1


D E DICATO R I A

Dedicado a la memoria de Lee Nagel, maestro de catequistas, quien llenĂł espiritualmente las mochilas de tantas personas con sus animadas historias, su risa y alegrĂ­a contagiosas.

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Otras obras de Joe Paprocki publicadas por Loyola Press La caja de herramientas del catequista: cómo triunfar en el ministerio de la catequesis Una fe bien construida: guía católica para conocer y compartir lo que creemos Los planos de la Biblia: una guía católica para entender y acoger la Palabra de Dios Vivir la misa: cómo una hora a la semana puede cambiar tu vida (con el padre Dominic Grassi) Más allá de la caja de herramientas del catequista: catequesis que no solo informa, sino que también transforma La experiencia transformadora de encontrarse con Cristo: bajo la influencia de Jesús


ÍN DICE

Agradecimientos.............................................................................vii

Introducción..................................................................................... ix

Capítulo 1 Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua.......................................... 1 Capítulo 2 Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados.............................................. 13 Capítulo 3 Apertura al mundo: un mapa topográfico.............................................................. 31 Capítulo 4 Coherencia y autenticidad: ropa y calzado adecuados................................................... 45 Capítulo 5 Fervor misionero: combustible y fósforos.......................................................... 61 Capítulo 6 Devoción a María y a los santos: linterna y baterías.................................................................. 77 Capítulo 7 Desempacar la mochila: compartir nuestra historia de fe........................................ 93 Bibliografía.................................................................................... 107

Índice

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Agr a d ecimiento s

Quisiera dar las gracias a las siguientes personas: Arlene Astrowski y Deb Breakey, dos magníficas líderes de catequesis que durante muchos años me permitieron practicar mi oficio de catequista en sus respectivas parroquias; a Maureen, mi directora espiritual, por brindarme lo necesario para mi mochila espiritual; a Doug Hall por sus geniales viñetas; a mi esposa Jo y a mis hijos, Mike y Amy, por brindarme todo su amor. Joe Paprocki

Agradecimientos

A los muchos líderes catequistas, en especial a los de la diócesis de Green Bay, que me aconsejan y alientan: muchas gracias por su guía y paciencia. A mi familia y amigos que me apoyan y me sustentan: gracias por vuestra ayuda y cariño. A mi roca, mi esposo Wayne, por su inquebrantable confianza en mí y por su devoción a nuestra familia: gracias por tu amor. Julianne Stanz

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Introducción

Viajar con tan solo una mochila al hombro es una manera divertida y sana de disfrutar de un viaje de descubrimientos; también es un reto físico. Embarcarse en una nueva aventura puede traer toda clase de sorpresas, oportunidades y desafíos. Durante el viaje en sí se adquieren nuevas perspectivas y una comprensión más profunda, y se suele llegar a destino con energía y fuerza renovadas. Por supuesto, todo el que emprende un viaje de este tipo sabe que hay muchas cosas a tener en cuenta y ciertos artículos de primera necesidad que deberá incluir en su mochila. Tienes que elegir un destino y tener en cuenta la geografía y los peligros inherentes. Se debe llevar una brújula, un GPS o mapas; suficiente agua; un botiquín de primeros auxilios; ropa y calzado adecuados; alimentos no perecederos y nutritivos; artículos de higiene personal; provisiones y herramientas; protector solar y repelente para insectos. Todos estos artículos ayudan a asegurar que el viaje sea lo más gratificante y agradable posible. De manera similar, los catequistas participan en una estimulante y desafiante jornada de fe llena de descubrimientos. Sin lo imprescindible para este viaje espiritual, un catequista corre el riesgo de fatigarse, de enfrentar obstáculos, frustraciones y hasta peligros; todo esto amenaza la satisfacción y la gratificación en el viaje, y hasta puede llegar a interrumpirlo. Basta con mencionar que “Después de tres semanas disfrutando los catequistas necesitan ciertos recur- las misas, la oración, el compañerismo y los consejos, todavía siento un sos espirituales que les permitan no solo hambre espiritual. Por eso los voy realizar el viaje, sino también prosperar a demandar hasta dejarlos solo con lo puesto”. en él.

Introducción

Es necesario que el catequista tenga una profunda espiritualidad, es decir, que viva en el Espíritu que le ayude a renovarse continuamente en su identidad específica. —Guía para los catequistas, núm. 6

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Esto significa que, además de adquirir técnicas de enseñanza, de aprender estrategias y de afinar metodologías, también debemos atender a nuestra propia espiritualidad. Como catequistas, no somos maestros de una materia, sino testigos de una persona que está viva: Jesucristo. Como tales, somos llamados a cultivar esa relación y a compartirla con los demás. Estas acciones, el cultivar y el compartir nuestra relación con Cristo, constituyen nuestra espiritualidad.

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

¿Qué es la espiritualidad?

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En general, la espiritualidad se refiere a la manera en que los seres humanos vivimos y fomentamos nuestra relación con Dios. Todo ser humano tiene una espiritualidad. La espiritualidad cristiana trata de Dios en y a través de Jesucristo. Cuando se busca con ahínco, la espiritualidad es un camino a la santidad. Pero si bien la vida espiritual de todos los cristianos tiene determinadas características en común, la espiritualidad de cada persona es única. Está influenciada por la educación de la persona, su formación, género, ubicación geográfica, edad, origen étnico, etcétera. Así podemos hablar de una espiritualidad celta, ignaciana, dominica, hispana, o de una espiritualidad anterior al Concilio Vaticano Segundo, por citar algunos ejemplos. Del mismo modo, la espiritualidad de una persona está influenciada por su vocación o el momento concreto de su vida. Una persona casada tiene una espiritualidad diferente a la de un sacerdote o monja célibes. La vida espiritual de una persona soltera se manifiesta de manera distinta a la de una persona casada. En cierto modo, la espiritualidad de cada persona es única porque cada uno de nosotros es un ser humano único. Teniendo todo esto en cuenta, podemos hablar de la espiritualidad del catequista. Cuando en este libro hablamos de catequistas nos referimos a todos aquellos que facilitan la formación en la fe para niños, jóvenes, jóvenes adultos o adultos en general. ¿Sabías que el ser catequista es una vocación? La palabra “vocación” proviene del latín vocatio, que significa “llamar” o “convocar”. El llamado a ser catequista no es nada menos que un llamado o una convocatoria de Dios. Es posible que no hayas considerado esto. Son pocas las personas que han experimentado una epifanía que las haya hecho ir a la parroquia un día y declarar que Dios los ha llamado a ser catequistas. Muchos de nosotros llegamos al ministerio de la catequesis gracias a alguna conversación, una llamada telefónica o un correo electrónico inesperado. Pero Dios a menudo nos habla de maneras únicas; por eso tiene mucho sentido que los catequistas sean llamados a desarrollar una espiritualidad que les es única.


No podía creerlo Los tres hijos de Christine recibían educación religiosa en la escuela secundaria. Ella solía conversar con Anne, la directora de educación religiosa, sobre lo que sus hijos aprendían en clase y cómo conversaban en casa sobre esto. Un día Anne le pidió a Christine que fuera catequista. “No podía creerlo”, dijo Christine. “Me sentí tan humilde y a la vez honrada de que Anne, en quien confiaba y a quien admiraba, pudiera pensar que yo era capaz de transmitir mi fe a otros. Al principio le dije que no, pero cuanto más pensaba sobre el asunto, más me entusiasmaba. Si no hubiera sido porque Anne vio algo especial en mí, jamás hubiera pensado que tenía los dones necesarios para llegar a ser catequista”. —Julianne

La historia de Christine nos resulta familiar a muchos. Quizás fue un párroco, el líder de catequesis de parroquia, o uno de nuestros hijos, quien nos pidió que considerásemos la posibilidad de ayudar en el programa de formación de la fe de la parroquia. Estas personas reconocieron en nosotros el potencial y los dones necesarios para ser catequistas, aunque nosotros mismos no lo hubiésemos advertido. Queriendo ayudar dijimos que sí, acaso sin estar muy seguros al principio. Nos lanzamos porque confiamos en la persona que nos pidió que ayudásemos. Pero después, de alguna manera, el compromiso de un año fue de dos años, y después esos dos años fueron cinco. En algún momento nos dimos cuenta de que nos encantaba compartir nuestra fe con aquellos a quienes servimos. Nos dimos cuenta de que al prepararnos Y me dije: No me para nuestras clases, crecíamos acordaré de él, no hablaré más en nuestro entendimiento y en su Nombre. Pero la sentía [la amor a Jesucristo y a la Iglesia. Palabra del Señor] dentro como fuego Tal vez fue de esa manera ardiente encerrado en los huesos: hacía como descubrimos por priesfuerzos por contenerla y no podía. mera vez nuestra vocación de —Jeremías 20:9 catequista. Por nuestra vocación, los catequistas somos llamados a emprender un viaje espiritual único. Para alcanzar el éxito en este viaje debemos llevar en nuestra mochila de catequistas algunos recursos espirituales

Introducción

Los seis no negociables

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esenciales. Estos recursos espirituales se identifican y exploran en la Guía para los catequistas (1993). Este documento, emitido por la oficina del Vaticano llamada Congregación para la Evangelización de los Pueblos, describe la espiritualidad del catequista, que se fundamenta en la espiritualidad del laicado y emana del sacramento del Bautismo. En síntesis, la espiritualidad del catequista está marcada por estas seis características: 1. Apertura a Dios

2. Apertura a la Iglesia 3. Apertura al mundo

4. Autenticidad de vida 5. Fervor misionero

6. Devoción a María

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

Estas seis características son el eje central de este libro. Para demostrar la manera en que cada una es fundamental para el viaje del catequista, las comparamos con un artículo de primera necesidad para llevar en la mochila durante un viaje. He aquí un breve resumen de estos artículos para el viaje:

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Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua.  Todo Deseamos viajero sabe que nadie puede sobreviprofundamente tener vir sin agua. Es la fuente de vida y el una relación íntima recurso más importante para incluir con Dios e invitar a otros a hacer lo mismo. en la mochila. De la misma manera, los catequistas reconocen su fuente espiritual de vida: Dios. Para este viaje espiritual, el sustento consiste principalmente en una abundante provisión de agua viva: la vida misma de Dios en nosotros. Los catequistas somos llamados a depender de manera absoluta de Dios y aprender a saciar a diario la sed de él. Esto es dependencia de una Palabra viva, de una persona a la que reconocemos como fuente de toda vida. Deseamos profundamente tener una relación íntima con Dios e invitar a otros a hacer lo mismo. Nuestro deseo es ser transformados por esta relación que da vida e invitar a otros a vivir esta transformación salvadora que nos sustenta. Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados.  Como sustento para el viaje es fundamental que en la mochila se lleve una provisión adecuada de alimentos nutritivos así como también las


herramientas y utensilios necesarios para preparar esos alimentos. Nuestro llamado a servir como catequistas proviene de la Iglesia, fuente de nuestro sustento y proveedora de las herramientas necesarias para acceder a ese sustento y para compartirlo con otros. No dependemos de nosotros mismos, sino que se nos envía a una misión, y la Iglesia nos sostiene a lo largo del camino. Habiendo sido llamados a servir como catequistas, la Iglesia nos alimenta y a la vez nos da las herramientas para alimentar a otros.

Coherencia y autenticidad: ropa y calzado adecuados.  Hay pocas Ser catequista no es tener cosas que pueden arruinar una un sombrero que nos aventura con la mochila al hombro podemos poner y quitar como el llevar ropa y calzado inadecuando se nos antoje. cuados. Para afrontar las inclemencias, andar por terrenos dificultosos e ir a un ritmo apropiado, es necesario llevar ropa adecuada y calzado resistente y que ofrezca sujeción. No es momento de “apañárselas” con unas zapatillas viejas y unas camisetas. Se necesita la vestimenta adecuada para la tarea. También como catequistas necesitamos el atuendo adecuado para navegar el terreno siempre cambiante de la vida. En este caso, el atuendo adecuado es nuestro verdadero ser, que es Cristo mismo. Por virtud del Bautismo nos hemos “revestido” de Cristo y somos miembros de su Cuerpo. Dicho

Introducción

Apertura al mundo: un mapa topográfico.  Cuando se viaja solo con una mochila, un mapa topográfico es de gran ayuda; también lo son una guía de campo o algún sistema de navegación que nos ayude a familiarizarnos con la geografía y el tipo de terreno que se va a atravesar. Es muy útil informarnos sobre la fauna y la vegetación del lugar, así como también de las oportunidades y peligros que pueden encontrarse en el camino. Como catequistas debemos familiarizarnos con el “terreno” de este mundo. El Espíritu Santo fue derramado para que pudiéramos proclamar el Evangelio a todas las naciones. Este nos sirve de mapa, de brújula y en última instancia de GPS espiritual. Sin esta herramienta andaríamos errantes, sin un rumbo fijo. Con esta herramienta podemos mantenernos en contacto con el campo en el cual debemos sembrar las semillas del Evangelio: el mundo. Pero somos llamados no solo a estar inmersos en el mundo, sino también a sondearlo, a participar en él y desafiarlo para que pueda ser transformado en y por medio de Cristo.

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de otro modo, ser catequista no es tener un sombrero que nos podemos poner y quitar cuando se nos antoje. No enseñamos una materia o habilidad que tiene que ver con una sola área de nuestra vida. Lo que hacemos es invitar a otros a una nueva forma de vivir que define quiénes somos en el fondo de nuestro ser. El hecho es que no podemos enseñar algo que no conocemos ni acerca de quien no conocemos. Esto significa que debemos esforzarnos por conocer de verdad a Jesús, asimilar su mensaje y seguir el modo católico de vivir que nos lleva a él. Tenemos que ser auténticos.

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

Fervor misionero: combustible y fósforos.  A lo largo del camino es posible que un viajero tenga que hacer una fogata para cocinar o calentarse, o ambas cosas. Para esto, hacen falta fósforos para encender el fuego y una fuente fiable de combustible para mantenerlo encendido. De manera similar, la vocación de catequista nos llama a mantenernos “encendidos” para Cristo. El deseo de compartir a Cristo con los demás es algo poderoso y a veces desbordante. ¡Es imposible no compartir el Evangelio con los demás! Además de esta poderosa llama, necesitamos cierta capacidad de resistencia, un fervor misionero alimentado por un combustible que dure para siempre. Este combustible es el Espíritu Santo.

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Devoción a María y los santos: linterna y baterías.  A veces se puede hacer de noche en el camino o en el campamento, y se tiene que generar algo de luz con una linterna que funcione bien y baterías nuevas. Los catequistas se dan cuenta de que también a veces el camino espiritual puede ponerse sombrío. Por suerte disponemos de fuentes de luz: María y los santos, que iluminan el camino hacia Jesús, alumbrándolo para que no tropecemos ni nos perdamos. María fue la primera maestra de Jesús y su primera discípula. Ella es un “catecismo vivo” y un “modelo para los catequistas”. La espiritualidad de todos los bautizados es enriquecida por la devoción a María, pero, como catequistas, nuestro ministerio es especialmente

Feligrés ansioso: Padre, todo el mundo me dice que debo calmarme. ¿Me podría recomendar alguna casa de retiro donde se pueda experimentar paz espiritual? Párroco: Por supuesto. ¡Pero dudo de que una vez que USTED esté allí siga siendo un lugar de paz!


“¡Sí! ¡Es mi llamado!” John, un compañero catequista de octavo grado, llevaba enseñando más de diez años; había empezado cuando sus hijas comenzaron con el programa en primer grado. Cuando su hija menor estaba por recibir la Confirmación, le pregunté si volvería el año siguiente. John respondió: “Pensaba retirarme cuando la más pequeña de mis hijas recibiera la Confirmación. Pero ahora me doy cuenta de que quiero volver y seguir enseñando. Creo que me he dado cuenta de que este es. . . es mi. . .”. “¿Tu llamado?”, le pregunté. “¡Sí! ¡Es mi llamado!”, respondió entusiasmado. John no se había dado cuenta antes de que lo que estaba haciendo era una vocación. —Joe

enriquecido por la devoción a nuestra Madre Santísima y a todos los santos, quienes nos muestran el camino a la Luz verdadera del mundo: Jesucristo.

En cada capítulo de La mochila del catequista haremos un análisis más detallado de cada uno de estos artículos indispensables para el viaje, reflexionaremos sobre ellos y los aplicaremos a nuestra vida y a nuestra vocación como catequistas. Estas seis características resumen todo aquello que los catequistas tenemos o procuramos tener en nuestra relación con Dios, por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo. Al igual que un viajero necesita recursos básicos, una vida espiritual sana también necesita recursos básicos. Ya que es cierto que no podemos dar lo que no tenemos, los catequistas necesitamos de estos recursos espirituales si es que deseamos compartirlos con los demás y prepararlos a su vez para el viaje.

Una sed insaciable de agua viva “Lo que eres es el regalo que Dios te hace; aquello en lo que te conviertes es tu ofrenda a Dios” [v.d.t.]. —Hans Urs von Balthasar

Introducción

Quizás muchos de nosotros no nos describiríamos como profundamente espirituales. A decir verdad, solemos avergonzarnos de que nuestra vida espiritual no sea tan sólida como quisiéramos. Si sientes algo así como un hambre de Dios y un deseo de conocerlo mejor,

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considéralo una bendición. Este es el fundamento de una vida espiritual sana: no es una sensación de plenitud o perfección, sino una sed insaciable de agua viva. Una de las últimas cosas que dijo Jesús en la cruz fue: “Tengo sed” (Juan 19:28). El clamor de Jesús por agua viva no fue simplemente por un alivio físico de la deshidratación que estaba sufriendo. Era también un clamor para saciar la sed de nuestros deseos y anhelos; en última instancia, un clamor por nuestra salvación. Esta sed de agua viva es una sed de la vida misma de Dios, un anhelo Quien tenga sed venga a de Dios que solo él puede mí; y beba quien crea en mí. saciar. Tener sed de Dios es Así dice la Escritura: De sus natural y saludable, mucho entrañas brotarán ríos de más que dar por hecho que agua viva. Dios está siempre con noso—Juan 7:38 tros o pretender que no tenemos sed de él. Clamar a Dios pidiendo ayuda no es demostrar debilidad, sino reconocer nuestra relación con él y nuestra dependencia de él. Incluso manifestar enojo contra Dios es algo saludable, ya que solo podemos enojarnos con quienes nos importan y nos preocupan de verdad. Las seis características de la espiritualidad del catequista son seis maneras en que podemos profundizar y ampliar nuestra relación con Dios y saciar nuestra sed de él. Este libro te ayudará a fomentar tu vocación como catequista y alimentará tu vida espiritual. Puede utilizarse de varias maneras: puede que quieras usarlo para la reflexión personal, o quizás desees organizar o unirte a un grupo en tu parroquia con reuniones semanales para dialogar y compartir la fe. También puedes prestárselo a un amigo, en especial si crees que ese amigo podría ser un buen catequista. Sea como fuere que lo uses, es nuestro deseo que este libro te ayude a centrar tu atención en el obrar de Dios en tu vida y a cultivar una relación con el Dios vivo, que a su vez te ayudará a hacer el viaje con entusiasmo y autenticidad y a invitar a otros a hacer lo mismo.

Lo que los catequistas dicen sobre su vida espiritual

La mejor manera de describir mi vida espiritual actualmente es comparándola con la de los discípulos que estaban en el piso superior esperando la venida del Espíritu Santo. Estoy aprendiendo a depender del Espíritu Santo para que él se ocupe de todo aquello que me produce ansiedad. Y el


Espíritu Santo me está enseñando a confiar. Mi cita favorita es una de santa Catalina de Siena: “Sé quién Dios te pide que seas e incendiarás el mundo” [v.d.t.]. —Jenn Puedo describir mi vida espiritual presente comparándola con el viaje de san Pablo. Él se esforzó tanto en tratar de completar el plan divino de evangelización, y eso es una inspiración para mí. Tengo que mencionar toda la ayuda que he recibido del santo patrono de los catequistas, san Juan Bosco, durante los últimos nueve años. Me ha enseñado a ser paciente y perseverante. Me siento bendecido de haber tenido la oportunidad de influenciar la vida espiritual de más de 100 hijos de Dios. —Tony En este momento puedo comparar mi jornada de fe con la Cuaresma: errante en el desierto y con sequía espiritual. Lo primero requiere usar una brújula y lo segundo, saciar la sed. —Susan Mi presente vida espiritual puede describirse mejor comparándola con la mujer samaritana del Evangelio de Juan, que se encuentra con Jesús en el pozo. Jesús se revela a la mujer en el pozo, y cada año se me revela a mí. Tras la primera clase, me siento como la mujer samaritana después de conversar con Jesús: ¡quiero salir y contarle a todo el mundo que conocí al Salvador! —Patty Soy catequista de una niña desde que comenzó el programa cuando tenía tres años. . . este otoño comenzaremos el octavo grado. La niña tiene parálisis cerebral y solo se comunica por medio de sus hermosos ojos. Mi experiencia de los últimos años ha sido diferente del resto. En ella veo a Jesús cada vez que estamos juntas. . . puedo describir mejor mi espiritualidad con mi nombre de Confirmación, Marie: amo a Nuestra Señora y quiero hacer todo lo que el Señor me pida. —Karen

Describiría mi vida espiritual de catequista como estar en este momento en un estado de hibernación. En la formación espiritual para adultos presto tanta atención a la vida espiritual de otros adultos, sobre todo en la Cuaresma y el Adviento, que suelo olvidarme de mí misma. Pero sé que después del invierno llega la primavera, y que las semillas que germinan en el invierno de mi corazón darán fruto con el descanso, la oración y la gracia de Dios. Me fortalece el rezar el Rosario todos los días mientras voy camino a mi trabajo en el auto. —Penny

Introducción

He sido catequista por más de cincuenta años. Mi crecimiento espiritual está en un punto intermedio entre recién empezando y preparándome para el final. Soy adicto a enseñar y veo a Pablo como mi mentor como, mi patrono. Mi vida de oración gira en torno a la Liturgia de las Horas. —Al

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Solo en los últimos años me he llegado a sentir cómodo con mi propia vida espiritual y con cómo se expresa. En el pasado me hubiera descrito como alguien en una búsqueda espiritual constante, rezando por una personalidad más estable y pacífica en vez de la personalidad fuerte y enérgica que recibí. Tenía el concepto de que una persona profundamente espiritual era alguien siempre en calma, estable, seria y con voz suave. ¡Definitivamente no era yo! Hasta conocía a alguien que mostraba esas características a la perfección y así me encontraba rezándole a Dios para poder llegar a ser como esa persona. Pero un día me di cuenta de que la energía natural y fortaleza de carácter que Dios me había dado provenían de él. Podía ser una persona espiritual y de oración a mi modo, agradeciéndole a Dios por los dones que me había dado, poniéndolos al servicio para sus propósitos y pidiéndole que aumentara estos dones. —Shaun

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Capítulo 1 Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua

El catequista debe dejarse atraer a la esfera del Padre que comunica la Palabra; de Cristo, Verbo Encarnado, que pronuncia todas y solo las Palabras que oye al Padre; del Espíritu Santo que ilumina la mente para poder conocer toda la Palabra y caldea el corazón para amarla y ponerla fielmente en práctica. —Guía para los catequistas, núm. 7

Todos sabemos que el agua es necesaria para la supervivencia. No existe otro recurso más importante para el bienestar del caminante que una abundante provisión de agua. Para no deshidratarse, el caminante debe beber entre dos y ocho litros, dependiendo del terreno y de la temperatura. Y si bien el agua de los arroyos y ríos que naturalmente encontramos a lo largo del camino puede parecer pura y refrescante, es posible que contenga impurezas nocivas. No siempre notamos la existencia de estas impurezas; por esta razón, es aún más importante que el agua que bebemos provenga de una fuente pura y que da vida. Para sobrevivir y prosperar en el viaje como catequistas dependemos de una fuente pura de ¡Atención, sedientos!, agua viva: la vida misma de vengan por agua. Dios que recorre todo nues—Isaías 55:1 tro ser y nos sustenta en todo momento. Puede que nos sintamos tentados por otras fuentes de “sustento” que parecen atractivas,

Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua

Una abundante provisión de agua potable

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pero, al igual que el agua de un arroyo, también pueden contener “impurezas” que nos pueden hacer más mal que bien. Los catequistas reconocemos que nuestro corazón anhela la bondad pura de Dios “como anhela la cierva corrientes de agua” (Salmo 42:2). Ser catequista significa estar arraigados en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Miremos con más detenimiento lo que significa vivir en absoluta dependencia de Dios.

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Confía en mí

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La confianza emana del alma La triqueta y el trébol eran símbolos muy importantes para los antiguos pueblos celtas, entre los que se hallaban los gálatas de la Biblia. Se dice que san Patricio usó el símbolo del trébol para predicar el Evangelio a los irlandeses comparando sus tres hojas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esto quizás tenga su origen en la creencia celta de que la confianza emana del alma, las creencias brotan del corazón, y la fe proviene de la mente.

Una de las frases que más tememos oír es confía en mí. Cuando alguien dice estas palabras recordamos nuestras propias dudas y vulnerabilidad. Sabemos que se nos está pidiendo dejar de lado nuestro sentido de autonomía y determinación para dejar que otros nos guíen. En un instante, recordamos todas las situaciones donde nuestra confianza se quebrantó y no podemos sino preguntarnos si esta vez las cosas serán diferentes. Para poder avanzar debemos confiar en la persona que nos pide que confiemos. Debemos colocar nuestro bienestar, nuestro corazón mismo, en manos de esa persona. En el camino del catequista y en el camino de todos los bautizados, es Dios quien nos dice: “confía en mí”. Hacerlo requiere tanto de valor como de fe. La fe del catequista no es simplemente estar de acuerdo con un conjunto de doctrinas. Es abrir el corazón y darnos a otro, en este caso, a Dios.

Un viaje de unas dieciocho pulgadas Se dice que el viaje más importante que haremos como cristianos tiene una extensión de unas dieciocho pulgadas. Esta es la distancia aproximada que hay entre la cabeza y el corazón. La vida cristiana consiste en traducir lo que sabemos acerca de Dios en una respuesta sincera a él y al mundo que nos rodea. Cuando rezamos el Credo, “Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso. . . en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios. . . en el Espíritu Santo, Señor y


¿A quién le tienes más confianza? Una vez enseñaba a estudiantes de octavo grado una clase sobre poner nuestra confianza en Dios. Pregunté a los jóvenes en quién confiaban más. Me dieron diversas respuestas: en su mamá, en su papá, en su hermana, en su hermano, en su mejor amigo o amiga. Pero uno de los jóvenes me respondió con mucha calma: “En mí mismo”. No creía que podía confiar en nadie más que en sí mismo. Posiblemente todos hemos tenido momentos en que también nos hemos sentido así. —Joe

Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua

dador de vida”, estamos diciendo que le entregamos nuestro corazón a Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Confiar no es algo que muchas personas puedan hacer fácilmente. Muchos de nosotros alguna vez hemos experimentado la pérdida de confianza en nuestras relaciones con los demás. Nos hemos sentido quebrantados, enojados, vulnerables y sensibles. Nos decimos que jamás volveremos a confiar en nadie. Cuando le damos nuestro corazón a alguien y este alguien nos lastima, no nos resulta fácil volver a confiar. Podemos ver los efectos de la confianza rota en los niños, los jóvenes y los adultos a quienes enseñamos. Lo vemos también en las familias con quienes interactuamos, incluyendo nuestra propia familia. La confianza es el cimiento de la fe, pues lleva a la esperanza. Como catequistas, somos La confianza es el llamados a tener una profunda confianza en cimiento de la fe, pues Dios, a estar abiertos a entablar una relación lleva a la esperanza. con la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A su vez esto nos da una enorme sensación de esperanza. Cristo resucitado, quien vino a nosotros de manera tan íntima en la forma de un niño inocente, nos ha dado la promesa de la vida eterna. La confianza genuina en Dios nos toca en lo más profundo de nuestro ser. Da forma a nuestro ser. Orienta nuestros valores, convicciones, decisiones y conductas. Como catequistas nos convertimos en campeones del Primer Mandamiento: nos apasiona que solo Dios sea el centro de nuestra vida. Esto es lo que implica una vida centrada en Dios, en lugar de una vida centrada en nosotros mismos que nos coloca a nosotros en el centro y a Dios en la periferia. Cuando Dios es el centro de nuestra vida, reflejamos lo que esto significa para aquellos a quienes enseñamos. Dedicamos mucha energía

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La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

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a crear conciencia sobre las muchas aguas contaminadas que pueden hallar: fama, poder, placer, posesiones, estatus, comodidades, etcétera. Creemos que es nuestra misión invitarlos a experimentar cómo Dios es el único que puede saciar la sed que hay en nosotros. Lo hacemos porque nosotros mismos hemos llegado a saber y creer que esto es verdad. Y sin embargo, nosotros también necesitamos recordarlo una y otra vez. La tentación suele ser muy sutil y está siempre cerca. Necesitamos renovar la dependencia absoluta en Dios y descubrir una y otra “¿Está cualificado?” vez nosotros mismos que podemos confiar en Dios. El Papa Francisco ha dicho que “el hombre o la mujer que tiene fe se confía a Dios. Se confía. [. . .] Y fiarse nos conduce a la esperanza. Así como la confesión de la fe nos conduce a la adoración y a la alabanza de Dios, el confiarse a Dios nos lleva a una actitud de esperanza. Sin embargo hay muchos cristianos con una esperanza con demasiada agua, una esperanza aguada que no es fuerte. ¿Y cuál es la razón de esta esperanza débil? Precisamente la falta de fuerza y valentía para confiarse al Señor”. Como catequistas somos llamados a ser conscientes de nuestra dependencia absoluta de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Hasta qué punto estoy abierto al amor del Padre? ¿Cómo busco estar en comunión con Cristo y experimentar su presencia consoladora? ¿Cómo dejo que el Espíritu Santo me moldee y me transforme en discípulo de Cristo? ¿Cómo me voy transformando en un valiente predicador de la Palabra, en campeón del Primer Mandamiento? ¿Mi vida está marcada por la apertura, la dicha y la esperanza? Para fomentar estas cualidades debemos rezar pidiendo fe, confianza para poder entrar más profundamente en las aguas de vida de la Trinidad y vivir en relación con Dios Padre, Dios “Ama a Dios, sirve a Dios; Hijo y Dios Espíritu Santo. todo está en eso” [v.d.t.]. Creer es entrar en una Santa Clara de Asís relación con otra persona y depositar nuestra confianza en


Sé que siempre volverás

ella. Es tener fe en lo que no podemos ver. “Felices los que crean sin haber visto”, dicen las Sagradas Escrituras (Juan 20:29). A veces, el confiar también exige que arriesguemos nuestra comodidad, reputación y aún nuestro buen criterio. ¡Este tipo de confianza no es fácil! Como catequistas estamos convencidos de que nuestra vida debe estar centrada en Dios. Quizás hayamos intentado varias veces beber de otros arroyos y, al igual que san Agustín, hemos llegado a descubrir que “nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti”. Pero, como a cualquier otro ser humano, esto no nos resulta fácil. Necesitamos recordar continuamente dónde y en quién depositar nuestra confianza. Y para mantenernos enfocados, practicamos la dependencia absoluta de Dios.

Una relación de amor desinteresado La dependencia absoluta de Dios requiere estar abierto a tener una relación con la Trinidad, una relación de amor desinteresado. Toda relación requiere confianza; y confiar implica riesgos. Quizás el mayor riesgo para nuestra vida es el de aceptar nuestro Bautismo: ofrecer a diario nuestro corazón a Dios, confiarle nuestra vida a ese Dios a quien no podemos ver. Por fortuna, las Sagradas Escrituras nos recuerdan que Dios ha demostrado ser digno Ustedes confíen siempre en él, de esa confianza. Esto es lo desahoguen con él su corazón, que les enseñamos a nuestros que Dios es nuestro refugio. estudiantes: que Dios es digno —Salmo 62:9 de confianza y nos da muchas razones para tener esperanza.

Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua

Mi hijo Ian, como la mayoría de los niños a los cinco años, tiene miedo a la oscuridad. Normalmente su padre o yo tenemos que acostamos con él hasta que se queda dormido. Antes de irnos a dormir, uno de nosotros siempre le echa un vistazo y le acomoda de nuevo la cobija. Una noche, cuando volví a su cuarto para acomodarle, Ian abrió los ojos y me dijo: “Está bien, mami. Si te vas o duermes en tu cama, de todos modos sé que siempre vuelves cuando estoy durmiendo. Por eso puedo dormir mejor, ¿sabes?”. Y con eso, cerró los ojos y se quedó profundamente dormido. —Julianne

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Saludar a Jesús Cuando mi hija tenía tres años, solía ponernos en aprietos durante la misa. Por ejemplo, pasar adelante a recibir la Sagrada Comunión siempre era algo muy interesante. Ella solía acompañarme y con una sonrisa saludaba con la mano a las personas y susurraba algún saludo a sus amigos en el camino. Un domingo, mientras me arrodillaba en oración después de comulgar, me preguntó si la misa ya estaba por finalizar. Le respondí que pronto nos despediríamos de Jesús y volveríamos a casa. Sin hacerse notar, se arrodilló en el medio del pasillo por unos instantes y comenzó a saludar disimuladamente con la mano al altar. Después de que la pude hacer volver a nuestro asiento, le pregunté a quién había estado saludando. “A Jesús”, me dijo. “Quería asegurarme de despedirme de él antes de ir a casa”. Me alegró saber que en el corazón de mi hija, Jesús es tan real como las personas a las que ella puede ver. ¡Ojalá todos pudiéramos acercarnos a Jesús con la misma simplicidad y confianza que los niños! —Julianne

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

La catequesis: un encuentro con la Persona Viva de Jesucristo

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Para muchos de aquellos a quienes enseñamos, sobre todo los niños, la educación religiosa es solo una de las muchas actividades que conforman una semana ocupada. Para ellos la formación religiosa se entremezcla con el fútbol, la animación deportiva, clases de danza, piano y fútbol americano. Y seguirá siendo así a menos que invitemos a nuestros jóvenes a conocer a una persona viva, a Jesucristo. Conocer y aceptar a Jesús es lo que hace que nuestro esfuerzo por enseñar una materia se convierta en un encuentro con una persona. Por medio de nuestra absoluta dependencia de Dios —Padre, Hijo y Espíritu Santo—, cultivamos una espiritualidad activa y vibrante, que nos permite invitar a otros a entrar más de lleno en esta profunda relación que cambia la vida.

Preguntas para la reflexión Como catequistas deseamos dedicar tiempo con regularidad a profundizar nuestra dependencia de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Quizás hagamos una pausa, ya sea diaria o semanal para reflexionar sobre cómo Dios ha demostrado, en los acontecimientos de nuestra vida, que es digno de nuestra confianza. Hacerlo nos dará la seguridad que


necesitamos para enseñar a otros que poner nuestra confianza en Dios no es algo que se hace en vano y que, sin duda, dará fruto.

Ana era una catequista que deseaba profundizar su conocimiento de Dios; así fué a una parroquia donde el párroco era famoso por sus profundos conocimientos sobre teología. Pero tras la primera homilía, estaba aburrida por lo larga que había sido y confundida por lo profunda que era. Al salir de la iglesia el párroco se le acercó y le preguntó qué opinaba de su homilía. Como no quería ofender, dijo: “Bueno, padre, me recordó la paz y el amor de Dios”. Esperaba dejarlo ahí, pero el párroco insistió: “¿De veras? ¿Por qué?”. Ana respondió: “La verdad, padre, me recordó la paz de Dios porque superó todo entendimiento. Y me acordé del amor de Dios porque se hizo eterna”.

Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua

Estas son algunas preguntas que puedes usar para reflexionar: >> ¿En quién confías más en este mundo? ¿Por qué? ¿Quién confía en tí? >> Cuando piensas en un momento en tu vida en el que perdiste la confianza, ¿de qué manera te afectó o sigue afectando? >> ¿Por qué crees que podemos confiar en Dios? >> ¿Cómo ha sido validada o reafirmada tu confianza en Dios a lo largo de tu vida? ¿Y durante esta semana? ¿Y hoy? >> ¿Cuál puede ser la causa de que te resulte difícil confiar en Dios? >> ¿En qué situaciones te es más difícil confiar en Dios? ¿En cuáles te es más fácil? >> ¿Qué puedes hacer para profundizar en tu dependencia absoluta de Dios? >> ¿A quién conoces que demuestre una confianza absoluta en Dios? ¿Qué características de esta persona te gustaría imitar? >> ¿De qué manera tu dependencia absoluta de Dios te afecta en tu papel como catequista? >> ¿Cómo sabes que tienes sed espiritual? ¿Cómo sacias esa sed por el agua viva de Dios? >> ¿Cómo puedes ayudar a quienes enseñas a depender más de Dios? >> ¿Dónde ves indicios de esperanza en tu corazón como catequista? ¿Cómo compartes esa esperanza con aquellos a quienes enseñas? >> ¿A qué cosas renunciarías ahora mismo para sentir verdadera confianza y esperanza?

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Para seguir reflexionando “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”. —Papa Francisco, Evangelii Gaudium

Ejercicios espirituales Los siguientes ejercicios espirituales están diseñados para profundizar nuestra dependencia absoluta de Dios y asegurar que el agua viva sea un elemento indispensable en la mochila del catequista. Considera la opción de compartir los frutos de estos ejercicios con un amigo u otro catequista.

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

>> Dedica tiempo al principio de cada día para entregar tu corazón a Dios. Puedes utilizar tus propias palabras o puedes rezar el Suscipe (Oración de entrega) de san Ignacio de Loyola.

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Toma, Señor, y recibe mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a Ti, Señor, lo torno; todo es tuyo; dispón de ello conforme a tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que esto me basta. >> La dependencia absoluta de Dios abre el corazón y la mente a las posibilidades que nos rodean. Y esto, a su vez, nos lleva a vivir con esperanza. Durante los próximos días, anota en un diario o en una ficha al menos diez cosas que deseas. Házlo completando esta frase: “Deseo que. . .”. Ten esta lista a mano para poder consultarla con frecuencia. Revísala de vez en cuando. Antes de empezar a escribir tu lista, reza el Salmo 62:2–9: Sólo en Dios encuentro descanso, de él viene mi salvación. Sólo él es mi roca, mi salvación, mi alcázar: jamás vacilaré. ¿Hasta cuándo arremeterán contra uno, para abatirlo todos juntos como a una pared que cede o a una tapia que se desploma?


Sólo piensan en derribarme de mi altura, se complacen en la mentira: con la boca bendicen, con el corazón maldicen. Sólo en Dios encuentro descanso, de él viene mi salvación. Sólo él es mi roca, mi salvación, mi alcázar: jamás vacilaré. En Dios está mi salvación y mi gloria, mi roca firme, mi refugio está en Dios. Ustedes confíen siempre en él, desahoguen con él su corazón, que Dios es nuestro refugio.

Dios mío, te amo sobre todas las cosas y al prójimo por ti, porque Tú eres el infinito, sumo y perfecto Bien, digno de todo amor. Quiero vivir y morir en este amor. Amén. >> La dependencia absoluta de Dios es sobre todo una actitud que orienta nuestra conducta, nuestras decisiones y nuestro modo de vida. Se pone a prueba, se refina y se fortalece a medida que avanzamos en nuestro viaje. Dedica unos momentos a en silencio reflexionar sobre esta oración en tu corazón. Advierte en qué momentos sientes la necesidad de hacer una pausa y cuáles son los sentimientos que surgen. Por unos momentos, medita en esos sentimientos y finaliza con una oración de acción de gracias por la fidelidad de Dios.

Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua

>> La dependencia absoluta de Dios se demuestra en la apertura hacia los demás. En los próximos días, haz un plan específico para realizar un acto de hospitalidad fuera de lo común y que haga que puedas abrirte a otra persona o grupo de personas. Quizás puedes identificar a alguien cercano que necesite un acto especial de bondad. Este acto puede hacerse en casa, en el trabajo o en la comunidad. Después dedica unos minutos a reflexionar sobre la experiencia. ¿Qué sentiste antes, durante y después del acto de hospitalidad? ¿Hubo algo que te sorprendió? ¿Cuál fue la parte más difícil? ¿Y la más fácil? Finaliza la reflexión rezando el Acto de Caridad.

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>> La dependencia absoluta de Dios requiere de una metanoia, de una conversión genuina de corazón y de mente. Al volvemos hacia Dios, a menudo nos alejamos de otras cosas. Dedica tiempo para reflexionar sobre esta idea. Mientras bebes de la abundante fuente divina de amor, misericordia y esperanza, recuerda también identificar patrones de pecado de los que te hayas alejado o desees alejarte. Identifica esos “contaminantes espirituales” que pueden haber contaminado tu propia fuente de amor, misericordia y esperanza y pide perdón y la capacidad de reconciliarlos con Dios. Si no has recibido el sacramento de la Reconciliación por un tiempo, considera volver para hablar sobre los asuntos que hayas identificado.

Lo que los catequistas dicen sobre la dependencia absoluta de Dios

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

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Los pequeños nos enseñan sobre la confianza. Por lo general, los niños de cuatro a seis años aún no están cansados de esta vida ni demuestran cinismo. Están tan “llenos” de todo: vida, asombro, imaginación y, por supuesto, confianza. Como adultos tenemos la tendencia a dar la espalda a quienes nos decepcionan y quebrantan nuestra confianza. Pero eso no sucede con los pequeños, que se nos vuelven a nuestros brazos con energía y piden razones para seguir confiando en nosotros. Tenemos mucho para aprender de ellos, ¿no es cierto? –Ali Creo que debemos compartir nuestras historias, con todos sus altibajos, para que nuestros jóvenes puedan ver ejemplos reales de cómo hemos confiado en Dios a lo largo de nuestra vida. Creo que es importante que los jóvenes vean que también ocurren cosas malas, pero si somos personas de fe y confiamos en Dios, él nos guiará a través de los “baches del camino”. —Nancy Creo que me he convertido en una persona que confía, y créanme, eso no suele ser muy popular en el mundo de los negocios. Por ejemplo, solía despertarme por las noches preocupándome por el trabajo, pero ahora suelo confiar tanto en Dios que solo me digo a mí mismo que Jesús se encargará de las preocupaciones de mi trabajo y de mi vida hasta la mañana y vuelvo a dormirme. —Greg Confiar en Dios es algo por lo que me sigo esforzando. Trato de practicar a diario lo que yo llamo observaciones de Dios: aquellos momentos cuando Dios está presente en lo cotidiano. Esta práctica me ha ayudado a confiar


en Dios y compartir con los demás su amor y fidelidad hacia nosotros. ¡Es bueno estar cerca de Dios! —Stephanie Siento que mi corazón está abierto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo cada día más gracias a la oración y la obra del Espíritu Santo en otras personas por medio de mí. Cuando me preparo antes de la clase, me abro completamente a la influencia del Espíritu Santo y dejo que obre por medio de mí. —Katherine A lo largo de los años he desarrollado una confianza muy grande en Dios y en su perfecto amor porque he visto prueba de él en mi propia vida: en las circunstancias que trajeron a mi esposa a mi vida, en las bendiciones que él nos da cada día, en cómo él siempre ha encontrado la manera de hacernos salir de los momentos difíciles, etcétera. Lo más difícil que he tenido que aprender es a dejar que “Dios me muestre el camino”. Y este es un proceso continuo de aprendizaje que dura toda la vida. —Henry

Una vez escuché decir a alguien que “si Dios te lleva hacia algo, también te guiará a través de ello”. Esta ha sido una continua revelación en mi vida. Por ello tengo una gran esperanza sobre el plan de Dios para mi vida, incluso cuando no estoy segura de hacia dónde voy. Creo que la presencia de Dios está conmigo incluso en las tareas más pequeñas de mi vida cotidiana y esto me da consuelo y fortaleza incluso cuando siento miedo o me siento sola. —Claire

Dependencia absoluta de Dios: una abundante provisión de agua

Coincido en que la palabra “confianza” es clave para acercarnos más a nuestro Señor y para entender la manera de actuar de Dios por encima de la nuestra. Siempre me he dicho: “No sé cómo, Señor, pero sé que puedes”. Él ha respondido a mis oraciones en maneras que jamás hubiera esperado. He visto a Dios dar respuesta a tantas oraciones, demostrando que cuando ponemos nuestras preocupaciones, nuestros problemas y necesidades en sus manos, no nos abandona. —Nancy

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Capítulo 2 Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

Esta Iglesia, como Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo, exige del catequista un sentido profundo de pertenencia y de responsabilidad por ser miembro vivo y activo de ella; como sacramento universal de salvación, ella le pide que se empeñe en vivir su misterio y gracia multiforme para enriquecerse con ellos y llegar a ser signo visible en la comunidad de los hermanos. El servicio del catequista no es nunca un acto individual o aislado, sino siempre profundamente eclesial. —Guía para los catequistas, núm. 7

No hace falta decirlo, por supuesto, pero ir de acampada es algo que se hace afuera, en la naturaleza. Significa que cuando hay que comer y dormir no se tienen (ni tampoco se buscan) lujos tales como alojarse en un motel para comer algo caliente y dormir en una cama cómoda. Parte de la aventura de acampar consiste en volver a lo esencial, en volver a conectarnos con la necesidad de paz y naturaleza y tomar la ruta menos transitada. Para hacerlo con éxito hay que asegurarse de llevar una provisión adecuada de comida nutritiva y una tienda de campaña para protegerse de las inclemencias del tiempo. ¿Dónde encontramos alimento y refugio como catequistas? En un sentido estricto, por supuesto, en Dios. Pero Dios “nos hace llegar” estas realidades por medio de la Iglesia. Nuestro singular llamado a servir como catequistas proviene de la Iglesia, y a cambio de nuestro servicio, la Iglesia nos brinda alimento y refugio. Como catequistas, no somos “llaneros solitarios”, sino que obtenemos refugio y alimento en una tienda de campaña muy grande, la Iglesia. Pero ¿qué es la Iglesia?

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

Lo siento: sin motel

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Esta es la iglesia, este el campanario A los niños les encantan las canciones infantiles, y muchos adultos recordamos con facilidad aquellas canciones que nos enseñaron unos años atrás. Una de estas canciones que la mayoría de los americanos recordamos de nuestra niñez dice así: Esta es la iglesia. Este el campanario. Abre las puertas y verás al pueblo. Cierra las puertas y déjalos rezar. Abre las puertas y todos se marcharán [v.d.t.]. Esta canción nos enseña una sencilla verdad: si bien recurrimos a adorar y dar gracias a Dios en un edificio al que llamamos “iglesia”, la Iglesia es más que eso. La Iglesia está compuesta por las personas que son el Cuerpo de Cristo. No es simplemente un lugar al que vamos, sino más bien algo en lo que nos convertimos. Ese algo no es una colección informe de individuos que piensan de la misma manera, es más bien una comunidad viva de creyentes que están atados, por así decirlo, unos con otros en la fe y refugiados bajo la protección y el amor de la Iglesia.

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El hombre no vive solo del aire

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Una canción de The Hollies muy popular en el año 1974 decía: “All I need is the air that I breathe, yes to love you” [Todo lo que necesito es el aire que

Somos Iglesia para los demás “Al principio de ser catequista, ir a la iglesia es algo que hacía para mí misma y no porque pensara mucho en los demás. Eso fue así hasta que un día vi a una mujer joven que venía a la iglesia con cuatro niños muy pequeños. Sabía que acababa de perder a su esposo de manera trágica, y aun así estaba ahí, sentada a mi lado, con lo que debía ser un dolor insoportable en su corazón. Cuando llegó el momento de darnos la paz, me dirigí a ella y le dije: “La paz sea con usted. Me da mucho gusto de verla aquí”. Cuando la vi sonreír entre lágrimas, mi corazón se sintió conmovido, más de lo que cualquiera pueda imaginar. Me di cuenta entonces de que no vamos a la iglesia solo para nosotros mismos, sino para ‘ser’ Iglesia para y por los demás”. —Karen S.


No es fácil compartir una tienda de campaña (Joe) Cuando enseñaba en un seminario de escuela secundaria en Chicago, hace ya algunos años, recuerdo hablar a mis estudiantes sobre la vida religiosa y, en especial, de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Después de darles una explicación detallada, invité a los estudiantes a hacer preguntas o comentarios. Un joven dijo: “No veo claro este asunto de la pobreza, la castidad y la obediencia. Parece muy difícil. Creo que prefiero casarme”. Claro. ¡Ve por la “vida fácil”!

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

respiro, sí, para amarte]. Aunque los sentimientos de esta canción son cautivadores, el hombre no puede, de hecho, vivir del aire solamente. Disponer de alimentos y refugio es también fundamental; si pasamos demasiado tiempo sin alguno de estos, el cuerpo nos lo hará saber. Un catequista se da cuenta de que dado que el viaje en el que estamos es largo, necesitaremos alimento y refugio de una fuente que está más allá de nosotros. Sin ello, ni disfrutaremos del viaje ni tendremos los recursos para enfrentar los desafíos que se puedan presentar. Nos sentiremos exhaustos y agotaremos rápidamente. No tendremos la capacidad de enfocarnos de manera productiva en todo lo que acontece a nuestro alrededor. Nos sentiremos desgraciados, enfocándonos solo en lo que nos pasa a nosotros y perdiendo la capacidad de ver las cosas desde un punto de vista más amplio. Nos sentiremos consumidos por aquello de lo que carecemos en vez de nutrirnos de aquello que sí tenemos. Tener refugio y alimentos adecuados, por otra parte, nos mantendrá enfocados, con energía y en el buen camino. Estas cosas imprescindibles nos dan energía renovada, una nueva perspectiva y una visión clara. Nos permiten alcanzar la cima de las montañas de la vida y atravesar sus valles. El alimento y el refugio que los catequistas necesitamos vienen de nuestra No podemos sustentarnos relación con la Iglesia, pues la vocación en cuerpo y espíritu sin misma está arraigada en nuestro llael alimento y el refugio mado bautismal. Nuestra vocación se que nos da la Iglesia. fortalece aún más en los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación y la alimenta el Espíritu Santo. No podemos sustentarnos en cuerpo y espíritu sin el alimento y el refugio que nos da la Iglesia. Sin ello somos cristianos más débiles y más vulnerables, careciendo del fervor y el espíritu para motivarnos e inspirarnos, o para motivar e inspirar a otros.

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Continué explicando que todos los cristianos bautizados son llamados a practicar el espíritu de estos consejos: pobreza, castidad y obediencia, que efectivamente son las piedras angulares de la vida comunitaria. Expliqué que en el matrimonio, los practicamos de las siguientes maneras: Practicamos la pobreza como un desapego de las posesiones. Por ejemplo, los padres no acumulan sus posesiones (casas, muebles, carros, estéreos, dinero, comida), sino que las comparten con los miembros de la familia. Los padres tienen el llamado constante a poner las necesidades de sus hijos por encima de las propias. Practicamos la castidad como fidelidad a la propia sexualidad. Las personas casadas reconocen que la fortaleza de la familia reside en la fortaleza de su relación comprometida y fiel entre sí como cónyuges.

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Practicamos la obediencia como responsabilidad. Los miembros de la familia no van y vienen como se les antoja, sino que son responsables unos ante los otros justamente por el amor que existe entre ellos.

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Dicho de otra manera, estos votos nos recuerdan que somos miembros de una comunidad, no individuos aislados. En la cultura occidental actual se rinde culto al individualismo. A través de la televisión y otros medios de comunicación, somos constantemente bombardeados con la idea de que somos dueños de nuestra vida y que el objetivo fundamental es la libertad de hacer lo que se nos antoja. Es decir, que nadie puede decirnos qué hacer. No es de sorprender que muchos de los superhéroes de la actualidad sean personas solitarias: Batman, Iron Man, Hulk; todas versiones modernas del Llanero Solitario. Como catequistas, tenemos un profundo sentido de comunidad. Reconocemos que Como catequistas, somos parte de algo más grande que nosotenemos un profundo tros. No estamos invitando a los demás a una sentido de comunidad. experiencia de “Dios y yo”, sino a una experiencia de “Dios y nosotros”. La actitud de “hágase mi voluntad”, que caracteriza a gran parte de nuestra sociedad, es reemplazada por la actitud de “hágase tu voluntad” a medida que aprendemos a colocar a Dios y las necesidades de los demás por encima de las nuestras. Nos inspiramos en las mujeres y hombres religiosos que viven una vida de pobreza, castidad y obediencia, y que son ejemplo para nosotros de que vivir en una relación amorosa con la comunidad es fundamental para


Un puerco y un pollo entraron en una iglesia católica justo cuando el sacerdote estaba dando una homilía sobre compartir con la comunidad. El pollo dijo: “¡Qué buena idea! ¿Por qué no les ofrecemos jamón y huevos?”. “¡No tan rápido!”, respondió el puerco. “Para ti es solo un donativo; ¡para mí, es un compromiso total!”.

nuestra salvación. La espiritualidad del catequista se caracteriza por un compromiso con la comunidad de la Iglesia y se alimenta y sustenta gracias a esa comunidad. Quizás hayan oído la expresión “soy espiritual, pero no religioso”. Lo que suele haber en el centro de este sentimiento es un deseo de Dios, pero no de la religión institucionalizada. La palabra “religión” viene del latín ligare, “atar”. El ser religioso no entra en conflicto con la vida espiritual. De hecho, una vida espiritual bien integrada es justamente aquella que se alimenta y refugia en la comunidad de creyentes que llamamos Iglesia. La religión y la fe nos obligan a aceptar la realidad de que el amor de Dios no puede ir separado del amor al prójimo. Es dentro de esta Iglesia, compuesta de prójimos tan imperfectos como nosotros, donde aprendemos a practicar este amor. La Iglesia es el sacramento de la unión de todas las personas con Dios. Una vez que se abren las puertas de la iglesia al final de la misa salimos al mundo para compartir el amor de Cristo con los demás. Lo hacemos, sin embargo, fortalecidos por una realidad invisible forjada por el Espíritu Santo con vínculos de fe y de amor. Por tradición describimos esta realidad espiritual como el Cuerpo Místico de Cristo: un cuerpo vivo que respira, razona y llega al mundo en forma de amor. La apertura a la Iglesia se expresa en el amor de los unos por los otros, la dedicación al servicio y la disposición a sufrir por su causa. Donde más fácilmente encontramos a Jesucristo es dentro de “No puede tener a Dios como esta comunidad de fe que llasu padre quien no tiene a la mamos Iglesia. Amar a Cristo Iglesia como su madre” [v.d.t.]. es amar a su Iglesia, pues es —Agustín de Hipona su Cuerpo. Como catequistas no somos inconformistas ni

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

Los catequistas son espirituales y religiosos

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vivimos solos en una isla, sino que somos una comunidad de personas a quienes la Iglesia envía a una misión, y alimentados y refugiados por la Iglesia, tenemos la capacidad de llevar ese alimento a otros. De hecho, nuestra presencia física como catequistas es un vínculo muy tangible con la Iglesia. Para aquellos a quienes enseñamos y formamos, encarnamos la Buena Nueva al buscar permanentemente revelar la persona de Jesucristo y la Palabra de Dios. No podemos hacer esto de manera genuina sin ser parte de la Iglesia o participar en su misión.

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Dios es comunidad

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Tú y yo hemos recibido el llamado a servir como catequistas. Tenemos una vocación. Y la vocación viene de Dios por medio de la Iglesia. Servimos en la misión de la Iglesia y tenemos la autorización, es decir, se nos ha confiado la responsabilidad, de proclamar el mensaje del Evangelio con fidelidad. Vivir en comunidad no es fácil; requiere sacrificio. A veces la vida de un llanero solitario resulta atractiva; nos parece más fácil hacer las cosas “a nuestro modo”. ¿Cuántas veces habremos escuchado a alguien decir: “se hace a mi manera o no se hace”? Lo que se nos pide que recordemos es que el plan de Dios para nuestra vida implica hacer las cosas “a su manera”. Nuestro verdadero llamado es a vivir en la imagen de Dios que es, en esencia, una comunidad de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En todo lo que hacemos como catequistas, nuestro objetivo es iniciar y enseñar a otros en la vida de la comunidad de fe. Es nuestra responsabilidad, por tanto, saber lo que la Iglesia enseña y nos ha confiado transmitir. Nos dedicamos a aprender sobre la Iglesia y sus enseñanzas para poder invitar más eficientemente a otros a disfrutar de los frutos de pertenecer a una comunidad de fe. En alguna ocasión habrás oído a alguien decir: “dejamos de ir a la iglesia porque hay muchos hipócritas. Sí, esos que rezan los domingos pero que durante la semana no se comportan como cristianos”. Pero ¿podríamos aplicar ese mismo razonamiento a, por ejemplo, llevar una vida más sana e ir al gimnasio? “No voy al gimnasio porque todas las personas que van ahí no están en forma y no llevan una vida sana. Van al gimnasio pero eso no parece tener ningún efecto”. Si adoptamos esa actitud en todas las áreas de la vida jamás nos arriesgaríamos, jamás desarrollaríamos relaciones estrechas con las personas y ciertamente jamás mostraríamos nuestra vulnerabilidad. El Papa Francisco suele referirse a la Iglesia como un “hospital de campaña”. El hospital de campaña de la Iglesia es claramente el mundo en que vivimos, un mundo donde las personas son maltratadas, abusadas,


quebrantadas y abandonadas. La Iglesia no es simplemente un refugio para el pecador, sino un hospital donde puede haber restauración y sanación. Es un lugar donde la misericordia se da sin límites, un santuario donde los sedientos vienen a beber y un oasis de calma en lo que a menudo parece una jungla de caos. Todos estamos quebrantados y necesitados de esta gracia sanadora. La Iglesia es el vehículo por el que nos llega esta gracia sanadora y tenemos la bendición de participar en su vida.

“Me complace informar que hemos llegado a nuestro objetivo de distinción doctrinal”.

Como ya dijimos antes, no es fácil compartir una tienda de campaña con otros, sobre todo si alguno ronca, a otro le gusta quedarse despierto leyendo a la luz de la linterna y otro habla en sueños. En la sociedad en que vivimos es más y más habitual que la solución sea conseguirse una tienda propia, una tienda pequeña donde podemos estar solos y tener las cosas exactamente como nos gusta. Rendimos culto ante el altar del individualismo, donde no se nos exige nada excepto nuestras propias preferencias. Por supuesto que la privacidad y la soledad son cosas valiosas, pero en lo más profundo, como personas hechas a imagen de un Dios trino, necesitamos de la comunidad para nuestro bienestar espiritual y mental. La Iglesia católica es una tienda de campaña inmensamente ¿Son todos apóstoles?, ¿son grande. Aun así, existe la tentatodos profetas?, ¿son todos maestros?, ción de rechazar a quienes no ¿todos hacen milagros?, ¿tienen todos piensan como nosotros y de el don de sanar?, ¿hablan todos achicar la tienda de modo que lenguas desconocidas?, ¿son todos la comunidad sea más pequeña intérpretes? pero acaso más “pura”. Pero esto —1 Corintios 12:29–30 no es lo que Jesús nos enseña, no es la manera de ser católico. Durante siglos la Iglesia católica ha hallado maneras de ampliar la tienda sin estirarla demasiado ni que se termine rasgando. El mejor ejemplo de esto es la amplia variedad de comunidades y movimientos religiosos que han hallado un hogar dentro de la Iglesia. En vez de recluirse en tiendas aisladas,

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

La Iglesia es una tienda de campaña muy grande

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La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

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estas comunidades y movimientos han creado una diversidad maravillosa dentro de la unidad de la Iglesia. Jesuitas, dominicos, franciscanos, ursulinas, felicianos, carmelitas, benedictinos, claretianos, alexianos, cistercienses, marianistas, norbertinos, pasionistas, redentoristas, paulistas, vicentianos y scalabrinianos (solo por nombrar algunos); cada comunidad religiosa es única, pero todas tienen un lugar en la gran tienda de campaña llamada Iglesia católica. También hay movimientos eclesiásticos laicos como el Regnum Christi, el Opus Dei, la Comunidad de Sant’Egidio, el Movimiento de los Focolares, L’Arche, la Legión de María y el Camino Neocatecumenal, todos viviendo bajo la misma tienda. Por último, la Iglesia católica misma, bajo la jurisdicción de Roma, se compone de veinticuatro iglesias individuales agrupadas en cuatro ritos: el rito armenio, el caldeo, el bizantino y el antioqueno. Entre estas iglesias están la latina, la alejandrina, la siríaca, la copta, la maronita, la siro-malabar, la caldea, la bizantina, la armenia, la ucraniana, la macedónica y la melquita, por mencionar algunas. Si bien cada rito tiene sus propias prácticas eclesiásticas, litúrgicas y espirituales, todas están al cuidado del papa. Es decir, todas están bajo la misma tienda. ¿No brinda esto una comprensión más profunda de la expresión “una, santa, católica y apostólica”? Bien haríamos en recordar que unidad y uniformidad no son lo mismo. La unidad implica que todos somos invitados a encontrar refugio en la tienda de campaña católica justamente porque cada individuo y comunidad ofrece una dimensión única a la vida de la Iglesia. Pensemos, por ejemplo, en la parroquia donde servimos como catequistas. ¿Esta parroquia es acaso exactamente igual que las otras parroquias en nuestra ciudad o localidad? Por supuesto que no. Aunque hay un denominador común en las alegrías, luchas y triunfos que cada parroquia enfrenta, también es cierto que no hay otra parroquia como la nuestra en ninguna parte del mundo. Cada parroquia tiene su propia cultura, tradiciones y costumbres, todas las cuales aportan al color y la composición a la Iglesia en su conjunto. Lo particular de cada una de nuestras parroquias, con sus diversos problemas, fortalezas y retos, crea un maravilloso mosaico de unidad dentro de la Iglesia. Y como catequistas nos beneficiamos del amplio espectro de espiritualidades que pueden hallarse en esta enorme tienda que llamamos Iglesia. No solamente podemos hallar refugio y fortaleza en la unidad dentro de esta tienda, sino que también hallamos alimento gracias a la diversidad de prácticas espirituales que en ella se encuentran.


Recetas de la abuela (Joe) Mi nuera Sarah está coleccionando recetas de cocina originales de la familia para hacer un collage. Será un modo maravilloso de mostrar cómo nuestras familias han cocinado deliciosos platos a lo largo de los años, generación tras generación y preservará estas maravillosas recetas para que las futuras generaciones las puedan disfrutar también. Fundamentalmente esto es lo que hacemos como catequistas. Somos guardianes de un conjunto de recetas, recetas que no son solamente nuestras sino que nos han sido confiadas por la Iglesia. Estas “recetas de la abuela” se transmiten de generación en generación y se encuentran en las Sagradas Escrituras, los sacramentos, los rituales y las tradiciones, es decir, todos los “olores y texturas”, de nuestra fe católica. Nuestra función consiste en recibir esas recetas, protegerlas, compartir sus historias y pasarlas a la próxima generación. O lo que es lo mismo, como catequistas somos corresponsables del Evangelio de Jesucristo. Para cumplir mejor nuestra función, los catequistas somos llamados a estar abiertos a la Iglesia, no a un edificio o una institución, sino a una comunidad viva de fe. Al igual que una relación de familia, nuestra relación con la Iglesia puede tener sus altibajos, pero es una relación que nos define. Nos esforzamos en construir la Iglesia porque esta nos ampara, nos alimenta y nos sustenta a lo largo del viaje de nuestra vida. Demostramos esta apertura a la Iglesia amándola y amando también a sus miembros al igual que amamos a

En la trilogía épica El Señor de los Anillos, del genial escritor y erudito católico J. R. R. Tolkien, dos hobbits, Frodo Bolsón y Samsagaz Gamyi, emprenden el viaje de sus vidas. Los acompaña un grupo de protectores conocido como “la comunidad del anillo”. Para sustento en este peligroso viaje, Frodo y Sam reciben un pan especial conocido como “lembas” o “pan de viaje”. En la cultura hobbit, estos pastelillos delgados y crujientes de color marrón claro brindan fortaleza a los viajeros y curación a los heridos y los enfermos. Muchos lectores han advertido el simbolismo eucarístico de las lembas, pues es pan que nutre tanto física como espiritualmente. Sin el alimento de las lembas y la protección de la comunidad, Frodo y Sam no sobrevivirían el viaje. Esto es cierto también para los catequistas. Sin el alimento y refugio de la Iglesia, el viaje sería ciertamente peligroso.

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

Comida y compañerismo

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los miembros de nuestra familia. Lo hacemos mostrando a los líderes de la Iglesia el mismo respeto que debemos mostrar a nuestros padres. Lo hacemos dedicando nuestro tiempo, talento y riqueza al servicio de la Iglesia. Y lo hacemos soportando con paciencia los desafíos y las pruebas que surgen de nuestra relación con Jesucristo y su mensaje. Seamos sinceros: amar a nuestra familia eclesiástica, al igual que amar a nuestra familia original, no siempre es fácil. A veces una diferencia de opinión puede causar tensión y desasosiego. A veces es difícil sentarnos a la mesa con algún familiar que nos ha lastimado o decepcionado. Pero no importa cuáles son las diferencias en la familia, los lazos que la unen son más fuertes y más amplios que las brechas que la separan. Una de las maneras más profundas de mostrar apertura a la Iglesia es por medio de nuestros continuos esfuerzos para entender y aceptar el mensaje que la Iglesia nos ha confiado. Cuando nos cuesta entender alguna enseñanza de la Iglesia no la reemplazamos con nuestro propio mensaje, sino que nos dedicamos a aprender más sobre esa enseñanza para poder proclamarla con más eficacia.

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

Nuestra dieta espiritual

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Somos lo que comemos. Si no ingerimos una amplia variedad de alimentos, nuestro cuerpo puede sufrir un desequilibrio nutricional y esos desequilibrios pueden ser graves. Una dieta equilibrada, por otra parte, es aquella que contiene una variedad de frutas frescas y verduras además de los alimentos básicos que solemos tener en nuestra despensa. Todo esto es válido también para nuestra “dieta” espiritual. La Iglesia nos ofrece una gran variedad de alimentos que nos dan esperanza y nos sustentan en nuestra jornada de fe. Mientras revisamos la siguiente lista de prácticas católicas comunes, o “alimentos”, hagamos un inventario mental de aquellos que suelen nutrirnos de manera regular y de aquellos que no. ¿Cuáles son las prácticas que llamaríamos “básicas”? ¿Cuáles “renuevan” nuestra dieta espiritual? ¿Cuáles podríamos añadir para lograr una dieta más equilibrada? el Rosario la lectura diaria de las Sagradas Escrituras la lectio divina la adoración del Santísimo Sacramento la misa el estudio de las Sagradas Escrituras


la oración contemplativa la orientación espiritual el sacramento de la Reconciliación retiros espirituales los ejercicios espirituales el examen de conciencia las novenas las obras de misericordia corporales y espirituales peregrinajes la Liturgia de las Horas

La Eucaristía es el pan de vida. Utilizamos el término latino viaticum, que significa “para el camino”, para referirnos a la última Comunión terrena de una persona: el alimento espiritual para el viaje que el cristiano hace de la tierra al cielo. Pero de muchas maneras, cada vez que se recibe la Eucaristía es un viaticum: este pan de vida alimenta al creyente en el peregrinaje de fe y nos sustenta en las pruebas, dificultades y momentos de gran gozo. Como catequistas buscamos y nos aferramos a la esperanza, y “digerimos” esta esperanza a lo largo de nuestra vida como podemos. En su sabiduría, la Iglesia sabe que no podemos pasar por la vida sin la esperanza que la Eucaristía alimenta y sustenta. Este alimento para el viaje nos acompaña por montañas, valles, bosques, colinas y llanuras y un día nos llevará de este viaje terrenal al viaje eterno que todos estamos llamados a realizar.

Un obispo alimenta a su pueblo En una lejana región de la India, un joven sacerdote salesiano llamado George solía aventurarse a los lugares más recónditos de las junglas y montañas para llevar su ministerio a las tribus y enseñarles acerca de Dios. Las tribus parecían hambrientas por el Evangelio y, con el tiempo, y pese a ser perseguidos, lograron llevar adelante una vida de fe activa y sólida. El joven salesiano fue nombrado primer obispo de la diócesis de Miao y siguió con su labor misionera educando a los niños más pobres de la India y brindando atención médica a pueblos enteros devastados por la malaria y la fiebre tifoidea. El obispo George compartió esta admirable historia conmigo (Julianne). Es un

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

La Eucaristía: la mejor comida para el camino

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testimonio de la profunda fe de las personas y la determinación de un obispo de llevar la Eucaristía a las partes más remotas del mundo. El obispo George solía visitar una tribu muy lejana y celebrar la misa antes del comienzo de la temporada de monzones, cuando los ríos crecían tanto que la tribu quedaba aislada del resto del mundo durante meses. Un día, el obispo George y su grupo llegaron a la orilla del río y se les informó que las condiciones climáticas eran demasiado peligrosas como para cruzarlo. La pequeña barca que hacía las veces de ferry no podría cruzar el río. Sin embargo el obispo George no se amedrentó. Le pidió a uno de los hombres de la tribu que arrojara una flecha con una soga que uniera ambas orillas. Amarraron la soga en una roca del otro lado del río para que quedara tirante. El obispo George colocó las cosas para la misa en su cabeza y cruzó lenta y cuidadosamente las embravecidas aguas, guiándose solamente con la soga. Al llegar al otro lado caminó otras cuatro horas por la jungla para poder celebrar la misa con la tribu. Pese al riesgo que esto significaba para su vida, el obispo no iba a decepcionar a la tribu. Hoy en día muchos nos desanimaríamos ante la idea de tener que realizar aunque sea un corto trayecto para ir a misa, ni qué decir sobre arriesgar la vida cruzando un río embravecido. Y sin embargo, todos los días, millones de cristianos en todo el mundo están dispuestos a arriesgarlo todo para encontrar a Jesús en la Eucaristía. ¿Qué estamos dispuestos a arriesgar por Jesús? La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

Abrir la “lata” de fe para los demás

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Muchas veces las personas que van de acampada llevan los alimentos apropiados para el viaje, por ejemplo una lata de habichuelas o de atún. Pero se olvidan de empacar utensilios fundamentales como un abrelatas o una cacerola. Sin estos utensilios es prácticamente imposible preparar y comer una dieta equilibrada. Lo mismo ocurre en nuestra vida de fe. Muchos podemos recordar a todas las personas que nos han abierto la “lata” de fe en el camino haciendo posible que nuestro espíritu recibiera el alimento apropiado. También podemos nombrar a personas que siguen trayéndonos comida fresca en la forma de perspectivas nuevas y más profundas sobre las enseñanzas de la Iglesia. ¿Quiénes son estas personas en nuestra vida? ¿Cómo compartieron, o siguen compartiendo, el alimento de la fe con nosotros? Dediquemos unos momentos para dar gracias por ellos y por su generosidad. Antes de convertirse en nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, explicó que los discípulos de Cristo no deben ver el creer como un acto privado, ya que todos somos hijos e hijas de la Iglesia.


Una oración por quienes han compartido su fe

Aunque es cierto que existe una dimensión privada de nuestra fe, esta viene primero a nosotros por medio de otros. Muchos aprendimos primero en qué creer y cómo practicar nuestra fe gracias a familiares, amigos y los maestros de nuestra infancia. Los catequistas son figuras clave en este proceso. Como catequistas somos el “abrelatas” de la fe para aquellos a quienes enseñamos; el medio por el que el alimento espiritual de la Iglesia se hace accesible. También proporcionamos el tenedor y la cuchara con los que se alimenta al pueblo de Dios. El chiste “¿Cómo se puede comer un elefante? ¡De bocado en bocado!” es un buen recordatorio para nosotros cuando abrimos las enseñanzas de la Iglesia y ayudamos a las personas a aplicar esas enseñanzas en su vida. Al igual que los enfermeros, los catequistas sabemos que a veces debemos dar de comer a las personas con una cuchara hasta que puedan alimentarse por sí solas. Cuando los alimentos simples se ingieren y digieren fácilmente, se podrá pasar a probar sabores y texturas más complejas. Y cuando existe un rechazo a ciertos alimentos, no nos desalentamos. Si bien cuando los alimentos no sientan bien puede ser desagradable y causar desaliento, mantenemos la calma y la determinación de cumplir la tarea de alimentar al pueblo de Dios. Como catequistas prestamos atención a las señales que indican que las personas están listas para más Les di de beber leche y no o menos “comida”, para conalimento sólido, porque aún ceptos difíciles, para una no podían tolerarlo; como comprensión más profunda tampoco ahora. y para la oportunidad de —1 Corintios 3:2 experimentar el misterio de la Iglesia en maneras más profundas e intensas.

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

Padre celestial, te doy gracias por aquellos que con generosidad y amor compartieron su fe católica conmigo. Así como Jesús alimentó las multitudes con cinco panes y dos pescados, que pueda yo compartir con generosidad la fe que me has dado con amor. Ayúdame a ser un guardián agradecido de esta fe, compartiendo mi tiempo, mi talento y mi riqueza libremente con los demás. Te lo pido en el santo nombre de Jesús. Amén [v.d.t.].

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Un cuerpo en movimiento Volvamos a revisar nuestra canción infantil: Esta es la iglesia. Este el campanario. Abre las puertas y verás al pueblo. Cierra las puertas y déjalos rezar. Abre las puertas y todos se marcharán [v.d.t.]. La Iglesia como Cuerpo de Cristo es un cuerpo en movimiento. Es una familia activa, viva, que respira, compuesta por todos aquellos que se reúnen y son alimentados y sanados. Observa que el movimiento en esta canción es de un pueblo que “es” a un pueblo que “hace”. Antes de emprender cualquier obra de la Iglesia, es esencial tener un firme compromiso con la Iglesia y que estemos arraigados en la oración. Sin esto, nuestro esfuerzo no será tan efectivo ni tendrá tanto alcance.

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

Abre las puertas y todos se marcharán

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Esta es la gran belleza y el tesoro de la Iglesia. Cuando se abren sus puertas, salimos renovados para llevar y compartir con otros lo que hemos recibido. Alimentados y refugiados en la gran tienda de campaña del catolicismo, el pueblo de Dios está allá afuera en el mundo en este mismo instante. Están alimentando a los hambrientos, cuidando a los enfermos, educando a los niños y formando a adultos en la fe. ¡Esta sí que es la mayor aventura!

Preguntas para la reflexión >> Piensa en un recuerdo de familia que te haya sido confiado. ¿Qué historia hay detrás de ese objeto? ¿Cómo lo guardas y proteges? ¿Cómo y a quién deseas pasarlo? >> ¿Quiénes son las personas que te confiaron el mensaje del Evangelio? (puede que sea algún pariente, amigo, párroco, maestro, catequista, profesor, etcétera). ¿Por medio de quién recibiste el llamado a servir como catequista? ¿Cómo ocurrió ese llamado? >> Describe tu sentido de pertenencia cuando de la Iglesia se trata. ¿Es tu sentido de pertenencia sólido o podría recibir algún tipo de fortalecimiento? >> ¿Qué desafíos y frustraciones vives en tu vida familiar? ¿Qué dichas experimentas? ¿Qué desafíos, frustraciones y dichas vives en tu relación con la Iglesia?


Para seguir reflexionando “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida”. —Papa Francisco, Evangelii Gaudium

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

>> ¿Qué enseñanza de la Iglesia te cuesta más entender? ¿Qué puedes hacer para profundizar la comprensión de esta y de otras enseñanzas de la Iglesia? ¿Qué enseñanza has logrado entender mejor últimamente? >> ¿Qué sacrificios realizas como catequista? ¿Cómo te sientes respecto de esos sacrificios y desafíos? ¿Por qué lo sigues haciendo, a pesar de todo? >> ¿Qué haces o puedes hacer para profundizar tu compromiso con la Iglesia? >> ¿A quién conoces que muestre un gran compromiso con la Iglesia? ¿Cómo puedes imitar a esa persona? >> ¿En qué manera tu compromiso con la Iglesia incide en tu función como catequista? >> ¿Cómo puedes ayudar a las personas a quienes enseñas a ser más abiertas a la Iglesia? >> ¿Cuál es una receta favorita de tu familia? ¿Qué historia hay detrás de ella? ¿Cómo ha sido pasada de generación en generación? ¿Cuál es tu plan para pasarla? >> ¿Por qué amas a la Iglesia? ¿Qué momentos de tu vida han confirmado y vuelto a confirmar este amor? >> Si tuvieras que describir tu relación con la Iglesia en una palabra, ¿cuál sería? ¿Por qué? >> ¿Tienes un sentido de responsabilidad hacia y para la Iglesia? ¿Cómo se manifiesta eso en tu vida?

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Ejercicios espirituales

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

Los siguientes ejercicios espirituales están diseñados para profundizar nuestro compromiso con la Iglesia y asegurar que el alimento de la Iglesia sea un elemento fundamental en la mochila del catequista. Considera la opción de compartir los frutos de estos ejercicios con un amigo u otro catequista.

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>> Piensa en la primera cosa que poseíste que tenga que ver con la Iglesia. ¿Se trata del libro de oraciones y rosario de tu Primera Comunión? ¿Un escapulario? ¿La túnica de tu Bautismo? Busca este artículo especial y colócalo esta semana en el lugar donde rezas como recordatorio de tu relación con la Iglesia. Lee y reflexiona sobre Juan 17, la oración que Jesús hizo por la Iglesia. >> Esta semana reza cada día por una persona distinta que haya tenido un papel instrumental en transmitirte la fe católica. Reflexiona sobre cómo estas personas lo hicieron y cómo podrías imitarlas en tu vocación como catequista. Reza especialmente por los líderes de la Iglesia: el papa, los obispos, el clero y los ministros laicos responsables de transmitir la fe. >> Dedica tiempo esta semana a reflexionar sobre tu propia comprensión de los cuatro “pilares” del Catecismo de la Iglesia Católica: el Credo, los sacramentos, la moralidad y la oración. Reflexiona cada día sobre uno de los pilares durante los próximos cuatro días. Registra tu propia comprensión de cada pilar en un diario. Credo: ¿Qué creencias están en el centro de mi fe católica? Sacramentos: ¿Cómo has encontrado o encuentras a Jesús en los sacramentos? Moralidad: ¿Cuál es tu comprensión de la moralidad católica? Oración: ¿Cómo y por qué rezas? ¿Cuál de estas áreas requiere más atención a medida que profundizas en tu comprensión de la fe católica? Comprométete a tener una oportunidad de ocuparte de esto durante este año. >> Reflexiona en la siguiente cita de la Guía para los catequistas: “Mediante la instrucción religiosa, la preparación a los sacramentos, la promoción de la oración y de las obras de caridad, [los catequistas] ayudan a los bautizados a crecer en el fervor de la vida cristiana (. . .) Y también, sosteniendo duras pruebas y dolorosas privaciones, ellos son frecuentemente llamados a testimoniar su propia fidelidad. La historia pasada y reciente de la evangelización ratifican esta coherencia


que, siendo tal, no raramente los ha conducido a donar hasta la propia vida. ¡Verdaderamente los catequistas son un honor de la Iglesia misionera!”. ¿Crees que eres una pieza irremplazable en el alcance misionero de la Iglesia? ¿Cómo te esfuerzas en comunicar esta comprensión a tus amigos, familia y estudiantes? ¿Has soportado pruebas difíciles en tu jornada catequética? ¿Qué o quién fue tu sostén durante esos momentos? >> Toma la lista de tu clase y revisa los nombres. Reflexiona sobre los estudiantes a quienes instruyes en la fe. Toma nota de aquellos que están listos para experimentar texturas y sabores más complejos; ten en cuenta a aquellos que todavía no están preparados para explorar alimentos nuevos; y finalmente, toma nota de aquellos estudiantes que por ahora quizás necesiten comida más sencilla o más suave. Reflexiona sobre los tipos de alimentos que podrías llevar a la clase y en qué orden los presentarías. Da gracias a Dios por todos tus estudiantes. Ofrece una oración de gratitud.

Lo que los catequistas dicen sobre el compromiso con la Iglesia

La unión espiritual con la familia de la Iglesia es la misma que con los miembros de la familia nuclear: compartir el dolor y el sufrimiento con otros y la dicha de poder reunirnos con los demás para ayudar a cambiar las cosas por medio de la oración; comprender cómo todos estamos interconectados. Revelar esta interconexión con Dios que ya ocurre en nuestra vida y estar abiertos a su guía en oración puede traernos la felicidad que buscamos. —Val Crecí en mi parroquia, y la comunidad de mi iglesia es como una segunda familia. Quiero compartir algo que rescaté del boletín de nuestra parroquia: “Esta es mi parroquia. Se compone de personas como yo. Será como nosotros hagamos que sea. Será acogedora, si yo lo soy. Se llenarán sus bancos, si yo ayudo a que se llenen. Hará contribuciones generosas a muchas causas, si yo doy con generosidad. Traerá a otros para rendir culto y colaborar, si yo los traigo. Será una Iglesia de lealtad y de amor, de valor y

Compromiso con la Iglesia: alimento y refugio adecuados

La Iglesia para mí en este momento es las personas con quienes rindo culto, y la comunidad que formamos. Un diácono nos dijo una vez que si lo que oímos dentro de estas cuatro paredes se queda aquí dentro, entonces no somos Iglesia. Lo que oímos dentro de estas cuatro paredes debe llevarse y compartirse con todas las personas afuera. Eso es Iglesia. Eso es lo que siento respecto de mi parroquia. Es mi casa. —Karen

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de fe, y una Iglesia de espíritu noble si yo, que hago de ella lo que es, tengo esas cualidades. Por lo tanto, con la ayuda de Dios, me dedicaré a la tarea de ser todo aquello que quiero que mi Iglesia sea”. —Bernie La Iglesia es mi familia. Recibo fuerza, aliento y amor. Estoy aprendiendo más sobre el poder de la Eucaristía por medio de la misa y la Hora Santa. Ahora me es necesario confiar en la gracia sanadora del examen de conciencia nocturno y de la Reconciliación. Quiero transmitirles esto a mis estudiantes que me han sido confiados por este tiempo tan breve. —Dorothy Mi sensación de pertenencia se remonta a unos quince años atrás, cuando trabajaba en Washington, D.C. e iba a una iglesia distinta cada domingo, entre ellas la catedral Nacional [Episcopal]. Las únicas iglesias donde me sentía cómodo eran la catedral de San Mateo y la basílica de la Inmaculada Concepción. Me di cuenta de que estaba destinado a ser católico. —Steve

La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual

Mi sensación de pertenencia a la Iglesia a decir verdad, me supera. Puedo pensar en cantidad de veces en los últimos dos años cuando he tenido preguntas, y no importa quién las haya contestado, ya sea el párroco o el director de educación religiosa o alguien de la diócesis, siempre me sentí muy reconfortado con la respuesta. Con frecuencia he dicho que “sentía como que estaban esperando a que yo los llamara”. Trato de compartir con otros (ya sea amigos que se han alejado de la Iglesia o algún hermano escéptico de la ayuda que cualquiera en la parroquia podría ofrecerle) que si no pides ayuda, nunca aprenderás. —Greg

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La Iglesia siempre ha sido una influencia que ha traído estabilidad a mi vida, un lugar de consuelo y refugio. Cuando tenía doce años mis padres se divorciaron, y el enorme vacío que se abrió en mi corazón por esa experiencia todavía me deja sin aliento. La vida en mi hogar jamás volvió a ser la misma. No obstante, mientras viví el dolor de esa experiencia, fueron las personas de mi familia parroquial quienes me sostuvieron y me ayudaron en los peores momentos. No fue hasta que me fui a la universidad y no tenía una casa parroquial que me di cuenta cuánto significaba para mí ser parte de una parroquia. Desde que volví a la fe como adulto me doy cuenta de que la Iglesia, que siempre me ha amado y ha rezado por mí, es mi verdadero hogar. —Allen


Biblio gr a fí a

Barber, Terry. How to Share Your Faith with Anyone: A Practical Manual of Catholic Evangelization [Cómo compartir su fe con cualquier persona: un manual práctico para la evangelización católica]. San Francisco: Ignatius Press, 2013. Catecismo de la Iglesia católica (www.vatican.va). Evangelii Gaudium, 2013 (www.vatican.va).

Gaudium et Spes. Concilio Vaticano Segundo, 1963 (www.vatican.va). Directorio General para la Catequesis (www.vatican.va).

Gilmore, James H. and B. Joseph Pine II. Authenticity: What Consumers Really Want [Autenticidad: lo que los consumidores quieren en realidad]. Cambridge, MA: Harvard Business School Press, 2007.

Vayan y hagan discípulos. Washington, D.C.: Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, 2002. Guía para los catequistas, 1997 (www.vatican.va).

Kahnweiler, Jennifer B., Ph.D. Influir silenciosamente: una guía para introvertidos que quieren dejar huella. Barcelona: Empresa Activa, 2013. 1ª edición.

Kruse, Kevin. “What Is Authentic Leadership?” [¿Cuál es el auténtico liderazgo?]. Forbes, 12 de mayo de 2013. Martin, James, S.J. Mi vida con los santos. Chicago: Loyola Press, 2010.

Sentíamos arder nuestro corazón: plan pastoral de Estados Unidos para la formación en la fe del adulto. Washington, D.C.: Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, 1999.

Robbins, Mike. Be Yourself, Everyone Else IS Already Taken: Transform Your Life with the Power of Authenticity [Sea usted mismo; el resto ya está tomado: transforme su vida con el poder de la autenticidad]. San Francisco: JosseyBass, 2009.

Bibliografía

Paprocki, Joe. 7 Keys to Spiritual Wellness: Enriching Your Faith by Strengthening the Health of Your Soul [7 Claves para el bienestar spiritual: enriquezca y fortalezca su fe]. Chicago: Loyola Press, 2012.

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Otros libros de Joe Paprocki publicados por Loyola Press Los planos de la Biblia Una guía católica para entender y acoger la Palabra de Dios ISBN-13: 978-0-8294-2858-2 ISBN-10: 0-8294-2858-5 7” x 9” rústica 134 páginas $9.95 También disponible en inglés ISBN-13: 978-0-8294-2898-8 ISBN-10: 0-8294-2898-4 $9.95 En Los planos de Biblia, el exitoso autor Joe Paprocki hace que la Biblia se entienda de forma no solo fácil sino hasta chistosa para el católico de la calle. Usando caricaturas ingeniosas, recuadros que ponen a pensar y pequeños cuestionarios que completan sus fáciles enseñanzas sobre la Biblia, Paprocki lleva a los católicos laicos a entender la estructura, la organización y los objetivos de la Palabra de Dios. Entre otros temas, Paprocki presenta los géneros literarios de la Biblia y explica los números bíblicos más importantes de la historia y los métodos que usamos los católicos para interpretarla. Los lectores van a ir incrementado su conocimiento de la Biblia y al mismo tiempo su capacidad para manejarla; por eso, incluimos con el libro ocho separadores bíblicos. Desgarga GRATIS la guía del líder en español en loyolapress.com/planos


La caja de herramientas del catequista Cómo triunfar en el ministerio de la catequesis ISBN-13: 978-0-8294-2767-7 ISBN-10: 0-8294-2767-8 7” x 9” rústica 152 páginas $9.95 También disponible en inglés ISBN-13: 978-0-8294-2451-5 ISBN-10: 0-8294-2451-2 $9.95 La caja de herramientas del catequista es una valiosa colección de metodologías, técnicas y consejos para que implementen quienes están preparándose para ser catequistas o quienes ya tienen experiencia catequética. Este libro explica lo que cada catequista debe saber y hacer para desarrollar los talentos necesarios a fin de triunfar en el ministerio de la catequesis.

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Promover, explorar y celebrar la espiritualidad del catequista

joe paprocki y julianne stanz

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os catequistas dedican su tiempo a guiar a niños y adultos a profundizar su fe católica. Pero, ¿quién guía a los catequistas en su viaje espiritual? Aunque hay muchos libros que tratan de lo que los catequistas deberían saber y hacer, hay muy pocos que traten de la espiritualidad del catequista. Escrito por dos laicos expertos en catequesis de renombre en el ámbito nacional, La mochila del catequista brinda a los catequistas recursos que atienden a la dimensión espiritual de su llamado a compartir la fe católica.

catequista

Joe Paprocki y Julianne Stanz, con un tono cálido y familiar, promueven, exploran y celebran la espiritualidad de los catequistas, animándolos a abrazar su espiritualidad para que puedan transmitir la fe viva a los niños y adultos a quienes enseñan.

Julianne Stanz es directora de la Nueva Evangelización para la diócesis de Green Bay, Wisconsin. Es asesora del Comité para la Evangelización y Catequesis de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y es también una conocida oradora. Este es su primer libro.

ISBN-13: 978-0-8294-4421-6 ISBN-10: 0-8294-4421-1

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Joe Paprocki, Doctor en Ministerio, es asesor nacional para la formación de la fe en Loyola Press. Autor de numerosos libros de gran éxito, entre ellos la serie La caja de herramientas, Practice Makes Catholic [La práctica hace al católico], y Una fe bien construida. También es el autor del blog CatechistsJourney.com.

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