Sobre la esperanza By Pope Francis

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esperanza PAPA FRANCISCO


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esperanza


Otros libros del Papa Francisco publicados por Loyola Press en espaĂąol

El Papa Francisco: vida y revoluciĂłn Querido Papa Francisco


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esperanza PAPA FRANCISCO


© 2018 Libreria Editrice Vaticana Todos los derechos reservados. Diseño de la portada: Loyola Press ISBN: 978-0-8294-4649-4 Número de Control de Biblioteca del Congreso USA: 2017962526 Impreso en los Estados Unidos de América. 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 Bang 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1


Índice Nota del editor .........................................................................vii Capítulo I: El consuelo de la esperanza .................................... 1 Capítulo II: Motivos para la esperanza ..................................... 9 Capítulo III: La esperanza es un camino ................................ 15 Capítulo IV: Seguir esperando cuando no hay

ninguna esperanza........................................................................ 23 Capítulo V: Lágrimas de esperanza ......................................... 29 Capítulo VI: La realidad de la esperanza ................................ 35 Capítulo VII: Oración y esperanza .......................................... 43 Capítulo VIII: El lenguaje de la esperanza.............................. 49 Capítulo IX: La esperanza cristiana es la espera de algo

que ya se ha cumplido ................................................................. 57 Capítulo X: El Espíritu Santo es el signo vivo de la

esperanza de Dios......................................................................... 65 Capítulo XI: La esperanza cristiana es sólida ......................... 71 Capítulo XII: El espíritu de nuestra esperanza ...................... 77 Capítulo XIII: La Cuaresma, un tiempo de esperanza ......... 83 Capítulo XIV: Con la alegría de la esperanza ......................... 89

Fuentes ......................................................................................... 95 v



Nota del editor

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n mi experiencia como editor he trabajado en libros escritos por dos santos modernos y he ayudado a encaminar la publicación de obras escritas por algunos de los escritores y maestros católicos más inspiradores de nuestro tiempo. Habiendo crecido en una familia católica, he encontrado muchas bendiciones en estos proyectos y, siempre, un entendimiento más profundo de mi fe y mi relación con Jesús. Pero hay algo especial en el Papa Francisco: esa capacidad de mostrar misericordia, esa gentileza de espíritu, esa intimidad con su fe, que me hace querer más de lo que él tiene y me habla directamente al corazón.

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Sobre la esperanza

El libro que usted ahora sostiene en sus manos es el sexto libro del Papa Francisco que la editorial para la cual trabajo, Loyola Press, ha publicado. Lo menciono porque Loyola Press es una editorial jesuita y el Papa Francisco es el primer papa jesuita. Pero más que ser un jesuita, el Papa Francisco es la cabeza de la santa Iglesia católica romana, es el Vicario de Cristo, el líder espiritual de más de 1,200 millones de personas en el planeta, la cabeza de una comunidad de fe que se originó hace más de dos mil años y aún continúa vibrante, a pesar de lo que se pueda ver o escuchar en los medios de comunicación seculares. En este momento, el Papa Francisco además de ser la persona más reconocible del mundo es también el líder religioso más respetado en el mundo. ¿Por qué estoy escribiendo esto en mi nota del editor? Porque cuando el líder religioso más respetado del mundo elige enseñar sobre algo, como lo ha hecho el Papa Francisco con la misericordia, merece nuestra atención.

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Papa Francisco

En esta obra, el Papa Francisco ha elegido otro mensaje muy oportuno: la esperanza, y, específicamente, la esperanza cristiana. En su capítulo inicial, el Papa Francisco escribe: “En estos tiempos que parecen oscuros, donde a veces nos sentimos perdidos frente al mal y la violencia que nos rodea, frente al dolor de tantos hermanos nuestros, ¡necesitamos esperanza!”. Esta obra ha sido adaptada de una serie de audiencias generales que el Papa Francisco presentó en Roma de diciembre de 2016 a marzo de 2017. El Papa Francisco nos ofrece una visión de la esperanza que es resueltamente diferente de la opinión secular predominante: “Fijemos esto en la cabeza: las propias seguridades no nos salvarán; la única seguridad que nos salva es aquella de la esperanza en Dios”. Este breve libro representa el mensaje de esperanza del Papa Francisco para todos nosotros, que nos encontramos viviendo en situaciones difíciles y tiempos difíciles. La esperanza de la que habla el Papa Francisco se encuentra en las Sagradas Escrituras, en las historias

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pastorales y de enseñanza que comparte de su propia vida, en las tradiciones y enseñanzas de la Iglesia, y siempre en el misericordioso y transformador corazón de nuestro Señor, Jesucristo. Que estas palabras del Papa Francisco le lleguen al corazón, inspiren su alma y le ofrezcan esperanza sustentadora: “El fundamento de la esperanza cristiana es lo más fiel y seguro que puede haber: el amor que Dios mismo siente por cada uno de nosotros”. Joseph Durepos Chicago, julio de 2017

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Pero no hay que dejar que la esperanza nos abandone. ¡El optimismo defrauda; la esperanza, no! —PAPA FRANCISCO


CAPÍTULO I

El consuelo de la esperanza

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niciamos hoy una nueva serie de catequesis sobre el tema de la esperanza cristiana. Es muy importante, ya que la esperanza nunca defrauda. El optimismo defrauda; la esperanza, no. La necesitamos especialmente en estos tiempos que parecen oscuros, donde a veces nos sentimos perdidos frente al mal y la violencia que nos rodea, frente al dolor de tantos hermanos nuestros. ¡Necesitamos esperanza! Nos sentimos perdidos y también un poco desanimados, porque nos sentimos impotentes y nos parece que esta oscuridad no se acabará nunca. No debemos dejar que la esperanza nos abandone porque Dios, con su amor, camina con nosotros. “Yo tengo

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Sobre la esperanza

esperanza porque Dios camina conmigo”, esto es algo que todos podemos decir. Cada uno de nosotros puede decir: “Yo espero, tengo esperanza, porque Dios camina conmigo. Camina y me lleva de la mano”. Dios no nos deja solos y el Señor Jesús ha vencido al mal y nos ha abierto el camino de la vida. Dejemos que el Señor nos enseñe lo que tener esperanza significa. Escuchemos las palabras de la Sagrada Escritura, empezando por el profeta Isaías, el gran mensajero de la esperanza. En la segunda parte de su libro, Isaías se dirige al pueblo con su anuncio de consolación: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa. . . ‘Una voz clama: En el desierto abrid camino al Señor, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano y las breñas, planicie. Se revelará la gloria del Señor y toda criatura a una la verá, porque la boca del Señor ha hablado’” (40:1–2, 3–5).

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Papa Francisco

Dios Padre consuela brindando consoladores, a quienes pide que alienten a su pueblo, a sus hijos, con el anuncio de que la tribulación ha terminado, que el dolor se ha acabado y el pecado ha sido perdonado. Esto es lo que sana el corazón angustiado y asustado. Por eso el profeta Isaías les pide que abran el camino del Señor, que estén preparados para recibir sus dones y su salvación. La consolación, para el pueblo, comienza con la posibilidad de caminar por el camino de Dios, un camino nuevo, rectificado y viable, un camino preparado en el desierto, para que sea posible atravesarlo y volver a la patria. El profeta se dirige a un pueblo que está viviendo la tragedia del exilio en Babilonia, y ahora escucha decir que podrá volver a su tierra, a través de un camino hecho cómodo y largo, sin valles ni montañas que hacen cansado el caminar; un camino llano en el desierto. Por tanto, preparar ese camino significa preparar un camino de salvación y un camino de liberación de todo obstáculo y tropiezo. El exilio fue un momento dramático en la historia de Israel, cuando el pueblo lo había perdido todo: la patria,

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Sobre la esperanza

la libertad, la dignidad e incluso la confianza en Dios. Se sentía abandonado y sin esperanza. Pero aquí está el llamamiento del profeta que vuelve a abrir el corazón a la fe. El desierto es un lugar donde es difícil vivir, pero justo allí, ahora se podrá caminar no solo para volver a la patria, sino para volver a Dios, para volver a tener esperanza y a sonreír. Cuando estamos en la oscuridad, en las dificultades, no viene la sonrisa, y es precisamente la esperanza la que nos enseña a sonreír para encontrar el camino que lleva a Dios. Una de las primeras cosas que les sucede a las personas que se separan de Dios es que son personas sin sonrisa. Quizás puedan reírse, un chiste, una carcajada. . . pero les falta la sonrisa. La sonrisa la da solamente la esperanza: es la sonrisa de la esperanza de encontrar a Dios. La vida es a menudo un desierto; es difícil caminar por la vida, pero si nos encomendamos a Dios puede llegar a ser hermosa y ancha como una autopista. Es suficiente con no perder nunca la esperanza, basta con que sigamos creyendo, siempre, a pesar de todo. Cuando nos

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Papa Francisco

encontramos frente a un niño, quizá tengamos muchos problemas y muchas dificultades, pero nos viene de adentro una sonrisa, porque tenemos delante la esperanza: un niño es una esperanza. Así tenemos que saber ver en la vida el camino que nos lleva a encontrarnos con Dios, Dios que se hizo niño por nosotros. Y él nos hará sonreír, nos dará todo. Precisamente estas palabras de Isaías son las que después utilizó Juan Bautista en su invitación a la conversión. Dice así: “Voz que clama en el desierto: preparad el camino al Señor” (Mt 3:3). Es una voz que grita donde parece que nadie puede escuchar —porque, ¿quién puede escuchar en el desierto?—, que clama desorientada porque sufre una crisis de fe. Nosotros no podemos negar que el mundo de hoy está en crisis de fe. Sí, decimos: “Yo creo en Dios, yo soy cristiano, yo soy de esa religión”, pero nuestra vida está muy lejos de ser cristiana, está muy lejos de Dios. La religión, la fe, se resume en una palabra: “¿Creo?” “Sí ”. Se trata de volver a Dios, de convertir el corazón a Dios e ir por este camino para encontrarlo. Él nos espera.

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Sobre la esperanza

Esto es lo que Juan Bautista nos dice: preparémonos. Preparémonos para el encuentro con ese Niño que nos dará de nuevo la sonrisa. Cuando el Bautista anuncia la venida de Jesús, es como si los israelitas estuvieran todavía en el exilio, ahora bajo el dominio de Roma, que les hace extranjeros en su propia patria, gobernados por ocupantes poderosos que deciden sobre sus vidas. Pero la verdadera historia no es la hecha por los poderosos, sino la hecha por Dios junto con sus pequeños. La verdadera historia, la que permanecerá en la eternidad, es la que escribe Dios con sus pequeños: Dios con María, Dios con Jesús, Dios con José, Dios con los pequeños. Esos pequeños y sencillos que encontramos junto a un Jesús recién nacido: Zacarías e Isabel, ancianos y marcados por la esterilidad; María, joven virgen prometida con José; los pastores, que eran despreciados y no contaban para nada. Son los pequeños, hechos grandes por su fe, quienes saben continuar teniendo esperanza. La esperanza es una virtud de los

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pequeños. Los grandes, los satisfechos, no conocen la esperanza, no saben qué es. Son los pequeños con Dios, con Jesús, los que transforman el desierto del exilio, de la soledad desesperada, del sufrimiento, en un camino plano sobre el que caminar para ir al encuentro de la gloria del Señor. Permitamos que se nos enseñe la esperanza mientras esperamos la venida del Señor, y cualquiera que sea el desierto de nuestras vidas, pues cada uno sabe en qué desierto camina, se convertirá en un jardín florecido. La esperanza no decepciona.

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Estamos llamados a convertirnos en hombres y mujeres de esperanza. —PAPA FRANCISCO


CAPÍTULO II

Motivos para la esperanza

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l capítulo 52 de Isaías empieza con la invitación dirigida a Jerusalén para que se despierte, se sacuda el polvo y las cadenas y se ponga los vestidos más bonitos, porque el Señor ha venido a liberar a su pueblo (vv. 1–3). Y añade: “Por eso mi Pueblo conocerá mi Nombre en ese día, porque yo soy aquel que dice: ‘¡Aquí estoy!’” (v. 6). A este “aquí estoy” dicho por Dios, que resume toda su voluntad de salvación, responde el canto de alegría de Jerusalén, según la invitación del profeta. Es el final del exilio de Babilonia, es la posibilidad para Israel de encontrar a Dios y, en la fe, de encontrarse a sí misma. El Señor se hace cercano y el “pequeño resto”, que en exilio ha resistido en la fe, que ha atravesado la

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crisis y ha continuado creyendo y esperando también en medio de la oscuridad, ese “pequeño resto” podrá ver las maravillas de Dios. En este punto el profeta introduce un canto de júbilo: “Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: ‘¡Tu Dios reina!’. [. . .] ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones; verán la salvación de nuestro Dios” (Is 52:7, 9–10). Estas palabras de Isaías, en las que queremos detenernos, hacen referencia al milagro de la paz, y lo hacen de una forma muy particular, poniendo la mirada no solo en el mensajero sino en los pies que corren veloces: “Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia”. Parece el esposo del Cantar de los Cantares que corre hacia la amada: “Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas”. Así también el mensajero de

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Papa Francisco

la paz corre, llevando el feliz anuncio de liberación, de salvación y proclamando que Dios reina. Dios no ha abandonado a su pueblo y no se ha dejado derrotar por el mal, porque él es fiel, y su gracia es más grande que el pecado. Esto tenemos que aprenderlo, porque somos cabezotas y no lo aprendemos. Pero os haré una pregunta: ¿quién es más grande, Dios o el pecado? Dios. Y Dios es capaz de vencer al pecado más grande. También al pecado más vergonzoso. Y, ¿con qué arma vence Dios al pecado? El amor. Esto quiere decir que “Dios reina” son las palabras de la fe en un Señor cuyo poder se inclina sobre la humanidad para ofrecer misericordia y liberar al hombre de aquello que desfigura en él la bella imagen de Dios. Y el cumplimiento de tanto amor será precisamente el Reino instaurado por Jesús, ese Reino de perdón y de paz: el Señor ha cancelado mis pecados, el Señor me ha perdonado, el Señor ha tenido misericordia de mí, ha venido a salvarme. Este es el motivo de nuestra esperanza: cuando parece que todo ha terminado, cuando, frente a tantas realidades negativas la fe se hace cansada y viene la

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tentación de decir que nada tiene sentido, aquí está sin embargo la buena noticia traída por esos pies rápidos. Dios está viniendo a realizar algo nuevo, a instaurar un reino de paz; Dios. . . viene a traer libertad y consolación. El mal no triunfará para siempre, hay un fin al dolor. La desesperación es vencida porque Dios está entre nosotros. Y como a Jerusalén, también a nosotros se nos pide despertar, según la invitación del profeta. Estamos llamados a convertirnos en hombres y mujeres de esperanza, colaborando con la venida de este Reino hecho de luz y destinado a todos, hombres y mujeres de esperanza. Pero qué triste es cuando encontramos un cristiano que ha perdido la esperanza: “Yo no espero nada, todo ha terminado para mí”; un cristiano que no es capaz de ver horizontes de esperanza y delante de su corazón solo ve un muro. Pero Dios destruye estos muros con el perdón, y por eso rezamos para que Dios nos dé cada día la esperanza y nos la de a todos, esa esperanza que nace cuando vemos a Dios en el pesebre en Belén.

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El mensaje de la Buena Nueva que se nos ha confiado es urgente, también nosotros tenemos que correr como el mensajero en las montañas, porque el mundo no puede esperar, la humanidad tiene hambre y sed de justicia, de verdad, de paz. Y viendo al pequeño Niño de Belén, los pequeños del mundo sabrán que la promesa se ha cumplido; el mensaje se ha realizado. Es necesario abrir el corazón a ese pequeño y a tanta maravilla. Es la sorpresa de un Dios niño, de un Dios pobre, de un Dios débil, de un Dios que abandona su grandeza para hacerse cercano a cada uno de nosotros.

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Fijemos esto en la cabeza: las propias seguridades no nos salvarán; la única seguridad que nos salva es aquella de la esperanza en Dios. —PAPA FRANCISCO





Religión/Inspiración

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L PAPA FRANCISCO ofrece un mensaje simple y transformador: el amor de Dios nos ofrece la gracia de una esperanza duradera y sustentadora, sin importar lo oscuro o confuso de nuestra situación.

Sobre la esperanza muestra al Papa Francisco en su estado más íntimo e inspirador. “La vida es a menudo un desierto; es difícil caminar por la vida, pero si nos encomendamos a Dios puede llegar a ser hermosa y ancha como una autopista. Es suficiente con no perder nunca la esperanza. Basta con que sigamos creyendo, siempre, a pesar de todo. La esperanza abre nuevos horizontes, nos hace capaces de soñar aquello que ni siquiera es imaginable”. –Papa Francisco ISBN: 978-0-8294-4649-4

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