Vivir los sacramentos: Encontrar a Dios en la intersección de cielo y tierra

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joe paprocki,

D.Min.

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© 2018 Joe Paprocki. Todos los derechos reservados. © 2019 Loyola Press, edición en español. Todos los derechos reservados.

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Conforme al canon 827 del Código de Derecho Canónico, el Reverendísimo Ronald A. Hicks, Vicario General de la Arquidiócesis de Chicago, ha otorgado el 14 noviembre de 2018 aprobación para la publicación. La aprobación para la publicación es una declaración oficial de la autoridad eclesiástica, la cual establece que el material en cuestión carece de errores morales o doctrinales. De lo establecido no se infiere que quienes han otorgado la aprobación están de acuerdo con el contenido, opiniones o expresiones vertidas en el trabajo ni asumen responsabilidad legal alguna relacionada con la publicación. Diseño interior y de la portada: Loyola Press Imagen de la portada: mustafaU/iStock/Getty Images Viñetas por Leighton Drake Viñetas: © 2018 Loyola Press p. 81 por Frederick George Cotman, One of the Family [Uno de la familia], vía Wikimedia Commons p. 122 por William Ely Hill (1887–1962), Puck [Disco], 6. Nov 1915, vía Wikimedia Commons Título original en inglés: Living the Sacraments (Chicago, IL: Loyola Press, 2018). Traducción al castellano de Redactores en red. Los textos bíblicos en esta obra corresponden a La Biblia de nuestro pueblo (© 2007 Pastoral Bible Foundation y © 2007 Ediciones Mensajero). ISBN-13: 978-0-8294-4866-5 Número de Control de Biblioteca del Congreso USA: 2018960901 Impreso en los Estados Unidos de América. 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 Versa 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1

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D E DICATO R I A

Dedico este libro a Joe y Maryann Sodini, con quienes Joanne y yo hemos tenido y continuamos teniendo el privilegio de compartir tantos “momentos delgados” en un “ lugar delgado” conocido como Center Lake, WI.

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Otras obras de Joe Paprocki publicadas por Loyola Press La mochila del catequista: lo indispensable para el camino espiritual La caja de herramientas del catequista: cómo triunfar en el ministerio de la catequesis Una fe bien construida: guía católica para conocer y compartir lo que creemos Los planos de la Biblia: una guía católica para entender y acoger la Palabra de Dios Vivir la misa: cómo una hora a la semana puede cambiar tu vida (con el padre Dominic Grassi) Más allá de la caja de herramientas del catequista: catequesis que no solo informa, sino que también transforma La experiencia transformadora de encontrarse con Cristo: bajo la influencia de Jesús

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Índice

Reconocimientos........................................................................... vii

Introducción: momentos delgados............................................. ix

Capítulo 1 Aprender a leer las señales: hablar el lenguaje de Dios.............................................................. 1 Capítulo 2 Vivir el sacramento del Bautismo: un mundo nuevo............................................................................ 19 Capítulo 3 Vivir el sacramento de la Confirmación: ¿Qué es lo que te pasa?.............................................................. 35 Capítulo 4 Vivir el sacramento de la Eucaristía: ¿Qué se te antoja?........................................................................ 53 Capítulo 5 Vivir el sacramento de la Reconciliación: ¡Rescátame!................................................................................... 69 Capítulo 6 Vivir el sacramento de la Unción de los Enfermos: la sanación como modus operandi de Dios............................ 85 Capítulo 7 Vivir el sacramento del Matrimonio: ¿Quién te ama más?................................................................... 103 Capítulo 8 Vivir el sacramento del Orden: ayudar a que los demás vean.................................................... 121 Epílogo: ponerte las gafas católicas....................................... 135

Bibliografía.................................................................................... 145 Índice

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R econo cimientos

Reconocimientos

Quisiera agradecer a las siguientes personas: a Leighton Drake, por las geniales, divertidas y creativas viñetas que enriquecen este libro; a Jack Shea, por enseñarme sobre la noción de encontrar a Dios en la intersección de cielo y tierra; a D. Todd Williamson, por enseñarme a ver desde la mistagogia; a Joe Durepos, por no darse por vencido y convencerme de escribir un libro sobre los sacramentos; a Rosemary Lane, Vinita Hampton Wright y Beth Renaldi, por su exquisita edición; a Donna Antkowiak, por el atractivo diseño de este libro; a Carrie Freyer, por la incesante promoción de todos mis libros; a Maureen Kuhn, por años de sabia y generosa orientación espiritual; a mis padres, por brindarme una narrativa positiva dentro de la cual vivir el don de la vida; a los catequistas, maestros, padres de familia y ministros del RICA, que con tanto amor preparan a tantas personas, tanto niños como adultos, para un encuentro con Jesús en los sacramentos; a los miembros del clero que presiden nuestras celebraciones sacramentales con un profundo reconocimiento del gran misterio que se consuma en esos momentos; a todos los discípulos de Cristo, cuya unción me ha contagiado; y a mi esposa Jo, por darle color a mi mundo desde nuestra primera cita en 1976.

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La pregunta más importante del ser humano es doble: ¿dónde está Dios? y ¿tengo acceso a Dios en mi vida? Desde el inicio de los tiempos, los seres humanos han buscado a Dios y los medios para La pregunta más estar en comunión con lo divino. En algunas traimportante del ser humano es diciones (como, por ejemplo, en la espiritualidad doble: ¿dónde celta) se han identificado ciertos lugares como está Dios? y espacios donde la presencia de Dios se intensifica ¿tengo acceso a y, por lo tanto, es más fácil encontrarlo. A estos Dios en mi vida? espacios se los conoce como “lugares delgados”, lo que se refiere a la creencia de que la presencia de Dios suele estar velada a la percepción humana, salvo en ciertos lugares donde el velo parece ser bastante delgado. Dichos lugares delgados suelen ser vistas majestuosas de paisajes naturales: montañas, cañones, cascadas, bosques, ríos, océanos, etcétera. Si bien dichos lugares parecen hacernos más conscientes de la presencia de Dios, no son propiamente lugares donde está Dios. Por ejemplo, puedo encontrarme en la cima de la más increíble montaña, rodeado de millas de exuberantes bosques y caudalosos arroyos, observando un impresionante atardecer, sin embargo, si en ese preciso instante me consumen las náuseas debido a mi miedo a las alturas, estoy ardiendo de fiebre a causa de algún virus que contraje o retorciéndome por un dolor de muelas, no encontraré a Dios en ese lugar. Del mismo modo, puedo estar encerrado en el entorno más común con todos los síntomas arriba descritos y reconocer la presencia de Dios al escuchar el dulce canto de un pájaro en la distancia. Por ello me parece que es más adecuado hablar de “momentos delgados” que de “lugares delgados”. Los cristianos creemos que Dios, que trasciende la creación y la excede, puede encontrarse en nuestra experiencia e interacción con la creación. Los católicos en particular sostienen que podemos encontrar a Dios en cada momento de nuestra vida si es que

Introducción: momentos delgados

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hemos capacitado nuestros sentidos espirituales para reconocer su presencia a nuestro alrededor. San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, hablaba de “encontrar a Dios en todas las cosas”; es decir, si miramos de la manera adecuada, deberíamos ser capaces de vivir estos momentos cuando somos conscientes de la presencia de Dios en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier experiencia. Estos momentos delgados suceden cuando reconocemos que estamos metafóricamente parados en la intersección de cielo y tierra; no en un lugar físico, sino en una realidad en la que la presencia de Dios fluye y cubre cada aspecto de nuestra existencia humana con remanente divino.

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La intersección de cielo y tierra Para los cristianos, Jesucristo mismo es la intersección de cielo y tierra, el matrimonio de la divinidad y la humanidad. Jesús es el Sacramento de Dios, la representación tangible del Dios intangible. Desde su Ascensión y la venida del Espíritu Santo, Jesús ha dado a sus seguidores señales tangibles de su propia presencia intangible. Nos ha dado los sacramentos: esos momentos delgados en que nos descubrimos teniendo un encuentro con la presencia divina y siendo plenamente conscientes de ella. Para los católicos, esos momentos delgados, esos sacramentos, son siete. La presencia y la gracia de Dios no encuenComo católicos, tran mágicamente su provecho o límite final en nuestra misión estos objetos y acciones sacramentales. Más bien, no consiste solo Dios, que siempre está con nosotros, habla y obra en recibir los directamente en estos ritos sacramentales y por sacramentos, medio de ellos. La presencia de Dios se vive con sino en vivir los intensidad tanto en el ritual como en el remasacramentos. nente divino que queda después de la celebración del sacramento. Como católicos, nuestra misión no consiste solo en recibir los sacramentos, sino en vivir los sacramentos. Los sacramentos representan un modo de vida para nosotros. No fue casualidad que los primeros cristianos fueran llamados seguidores de “el Camino”. Se consideraba que los cristianos adoptaban lo que san Ignacio más tarde denominó un “modo de proceder” o, por así decirlo, un modus operandi. El modus operandi cristiano era y es sacramental: es una manera de vivir en la que la persona busca reconocer cada encuentro y cada experiencia de vida como un posible momento delgado y una oportunidad para encontrarse con Dios.

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Ser católico es posicionarse permanentemente en la intersección de cielo y tierra, ese mirador que nos permite ver a la humanidad y la divinidad como inseparables y eternamente entrelazadas. Los sacramentos nos conducen continuamente hacia esa intersección, en lugar de hacia las muchas avenidas y desvíos que demasiado a menudo recorremos y que terminan en callejones sin salida. Por ello, este libro busca ser un mapa de ruta para descubrir las respuestas a las preguntas con las que comenzamos: ¿dónde está Dios? (Muy cerca de nosotros) y ¿tengo acceso a Dios en mi vida? (Sí, sí, y una vez más, ¡sí!).

Ser católico es posicionarse permanentemente en la intersección de cielo y tierra, ese mirador que nos permite ver a la humanidad y la divinidad como inseparables y eternamente entrelazadas.

A menudo los mapas incluyen una leyenda o clave que explica los diversos símbolos que se han usado. Dicha leyenda ayuda a leer e interpretar de mapa de forma correcta. De modo similar, me gustaría ofrecerte una leyenda o clave para leer mejor este libro. En el género literario, esta clave se conoce como hermenéutica: un método de interpretación. Pero primero permíteme decirte lo que este libro no es. No es una obra de apologética sobre los siete sacramentos de la Iglesia, pues no procura defender ni demostrar la verdad de los sacramentos por medio de algún tipo de argumentación sistemática. Del mismo modo, no es una exploración teológica sistemática de los sacramentos, ni una guía explicativa sobre cómo celebrar los sacramentos de manera adecuada. Estas tres clases de enfoques, si bien son valiosas y muy necesarias, no son mi fuerte, ni tampoco creo que sean lo que más necesita la persona común en este momento de la vida de la Iglesia. La clave para leer este libro es verlo como una invitación a la mistagogia, palabra que significa “que conduce al misterio”. Es una invitación hacia una nueva manera de pensar y una nueva manera de ver, que nos lleva a encontrar a Dios en todas las cosas. Si lees este libro con una lente mistagógica, saldrás con una comprensión totalmente nueva de los sacramentos: no como un acontecimiento o hito único y aislado, sino como un sendero espiritual para encontrarse con Dios en la vida cotidiana. Dios está entre nosotros y puede ser vivido verdaderamente por aquellos que eligen seguir

Introducción: momentos delgados

Una clave para leer este libro

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“el Camino”, el modo sacramental de vivir que nos permite encontrar a Dios en todas las cosas. Por lo tanto, ponte tus lentes mistagógicos y prepárate para leer este libro no como un libro de texto, sino como si estuvieras escuchando las palabras de un guía turístico en una maravilla natural o a un guía en un museo de arte. Este viaje es una invitación a admirar la belleza y el misterio de una impresionante realidad que quizás no puedas comprender ni apreciar del todo, pero a la que puedes contemplar todo el tiempo que quieras. —¡Bienvenido! Pero... ¿por qué estás vestido así, Phil?

—¡Estoy listo para resolver el misterio de Dios!

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Capítulo 1 Aprender a leer las señales: hablar el lenguaje de Dios

“Este es el misterio de la fe”. Por tanto, este misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 2558)

Es muy común que un niño que se golpea le pida a mamá o a papá que le dé “un besito para que se sienta mejor” en la parte donde se golpeó. Dudo mucho que haya alguna madre o algún padre que se niegue a hacer esto si alguno de sus hijos se lo pide. De hecho, si le preguntáramos a algún padre si este enfoque “funciona” realmente, estoy seguro que diría que sí. Yo también diría que sí. Ahora bien, esos mismos padres (incluyéndome a mí) aclararíamos que no creemos que el acto de besar un rasguño, un chichón, un corte o un moretón en realidad tenga un efecto sanador clínicamente comprobable. No obstante, seguimos sosteniendo como verdadera la afirmación de que besar ese golpecito hace al pequeñín sentirse mejor, pues sabemos que los actos simbólicos como abrazar, regalar flores, poner el brazo alrededor de otro, sostener a alguien de la mano e incluso sonreír tienen un efecto en los seres humanos. Las acciones simbólicas o rituales y “Su papá tiene un título honorífico los objetos pueden considerarse en Medicina de Papi”.

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¿Qué es lo que realmente nos hace sentir mejor?

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representaciones o materializaciones de una narrativa, en términos sencillos: cuentan una historia. Cuando un niño se cae y se raspa una rodilla, entra en una experiencia, una narrativa, que le es extraña: dolor y miedo. Cuando mamá Las acciones o papá besa el rasguño, el niño vuelve a una simbólicas o rituales y los objetos pueden narrativa conocida: una narrativa en la que considerarse se sabe amado, cuidado, protegido y acomrepresentaciones o pañado por un padre o madre que no dejará materializaciones que el dolor prevalezca. Como resultado, el de una narrativa, en niño se siente consolado, recobra fuerzas y términos sencillos: valor, e incluso aprende a reírse del episodio. cuentan una historia. En verdad, un beso hace que se sienta mejor. Todas las acciones rituales logran el mismo resultado: representan una narrativa. Y si bien la mayoría de los rituales y símbolos se realizan para invocar narrativas positivas, algunos no funcionan así. Las acciones simbólicas como desplegar una bandera confederada, una esvástica o una cruz en llamas invocan narrativas dolorosas de esclavitud, opresión y exterminio de seres humanos. Los símbolos y los rituales cuentan una historia. Vivir los sacramentos: encontrar a Dios en la intersección de cielo y tierra

Gestos vacíos Si una acción ritual se desconecta de su narrativa, deja de invocar una historia para convertirse en un gesto vacío, una rutina o una superstición. Dicho de otro modo, un ritual debe conectarse con una historia de modo que, al realizarlo, evoque de inmediato la historia. Entonces, ¿cuál es la narrativa que invoca la vida sacramental de la Iglesia? No hace falta más que considerar el Credo Niceno que recitamos en la misa, por medio del cual proclamamos que Jesucristo, “Hijo único de Dios. . . bajó del cielo. . . se hizo hombre. . . fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato. . . padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día. . . subió al cielo. . . y “A veces los símbolos de nuevo vendrá con gloria”. pueden ser hermosos”. Seguramente conocerás una —Kurt Vonnegut, Desayuno de campeones versión abreviada de esta narrativa que se encuentra en

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uno de los versículos del Evangelio más populares de todos los tiempos: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna”. (Juan 3:16)

Conocer nuestra narrativa cristiana Dicho de manera sencilla, la narrativa cristiana puede resumirse con tres “erres”: Rescate: La historia de la salvación trata sobre un Dios que rescata a su pueblo de la esclavitud: primero, de la esclavitud en Egipto y, finalmente, de la esclavitud del pecado por medio de la vida, muerte y Resurrección de Jesucristo. Restauración: Dios nos restaura continuamente para vivir en una relación correcta con él y con los demás.

Eso es todo. Esa es nuestra narrativa. Vivimos nuestra vida dentro del contexto de esta Buena Nueva: somos rescatados, restaurados y reafirmados. Cada vez que vertemos agua, ungimos con aceite, imponemos las manos sobre alguien, encendemos un cirio, partimos el pan, hacemos la Señal de la Cruz, rezamos el Rosario o nos ponemos un escapulario, los católicos invocamos esta narrativa: una que se opone a las realidades tan predominantes de dolor y pérdida, de vacío y quebranto, y de aislamiento y soledad que suelen colarse en nuestra vida como filtraciones por las grietas de los cimientos de nuestra casa. La narrativa cristiana, que da forma a la dirección de nuestra vida, es un “final alternativo” Vivimos nuestra a una historia que parece no tener esperanza y que vida dentro del avanza sin control hacia un final trágico. La narracontexto de esta tiva cristiana es la versión definitiva del director, Buena Nueva: pues representa la manera en que Dios desea que somos rescatados, termine la historia. Por tanto, la manera más efirestaurados y reafirmados. caz de proclamar la Buena Nueva es presentarla como una respuesta a las malas noticias.

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Reafirmación: La gracia salvadora de Dios sigue presente para nosotros por medio de la presencia del Espíritu Santo y de la Iglesia y, en particular, de los sacramentos.

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1. La mala noticia: Nosotros, los seres humanos, estamos averiados y

necesitamos reparaciones. Somos incapaces de sustentarnos o de vencer el pecado por nuestra cuenta.

2. La Buena Nueva: Dios ha intervenido para rescatarnos convirtiéndose

en uno de nosotros por medio de su Hijo, Jesucristo, quien venció al pecado y la muerte por medio de su cruz y Resurrección y nos restauró para una vida de gracia. Jesús nos invita a comenzar a participar ahora en la vida eterna y nos da la seguridad de su presencia continua por medio del Espíritu Santo y la Iglesia de modo que podamos disfrutar de la nueva vida (la gracia) como sus discípulos.

Cada sacramento de la Iglesia, cada ritual, cada objeto sacramental cuenta esta historia y representa esta narrativa. Una acción ritual que fracasa en este intento suena hueca. Por otra parte, esas acciones rituales que invocan esta narrativa de la manera más poderosa siguen siendo las prácticas más populares para los católicos a través de los tiempos.

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Encontrar a Dios entre nosotros Como una persona que usa anteojos, entiendo lo que significa ver el mundo a través de un par de La cercanía de lentes. Lo cierto es que todos vemos el mundo a Dios es lo que los través de una lente determinada de la que se nos seres humanos más deseamos. ha predispuesto a depender. Esta lente da forma a nuestros pensamientos, palabras y acciones. La lente católica está moldeada por nuestra narrativa cristiana. En la esencia de esta narrativa está la realidad de la Encarnación de Jesucristo: la gran Buena Nueva de que Dios eligió morar en medio de su pueblo. La cercanía de Dios es lo que los seres humanos más deseamos, sobre todo cuando la vida nos hace creer que estamos solos, abandonados, sin amor ni cuidado, o incluso olvidados. Al igual que un padre amoroso, Dios se ha hecho presente para sus hijos: eligió ingresar en el mundo físico que creó y se encarnó en la persona de Jesús. El Dios invisible se hizo visible: Jesús fue y es el “sacramento de Dios” (Edward Schillebeeckx, Cristo, sacramento del encuentro con Dios), la señal tangible y visible de una realidad intangible e invisible. La visión católica, por lo tanto, es aquella que reconoce a Dios como presente en el mundo, una visión sacramental. Según san Ignacio, si los

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seres humanos ajustamos nuestra visión, deberíamos ser capaces de encontrar y reconocer a Dios en todas las cosas. Esta lente inspiró al sacerdote y poeta jesuita Gerard Manley Hopkins a escribir su clásico poema “La grandeza de Dios”:

La visión sacramental católica se alimenta de su narrativa. Es decir, la narrativa cristiana que se enfoca en la presencia de Dios entre su pueblo y dentro de su creación nos permite ver “en lo hondo de las cosas”, específicamente, la presencia de Dios reflejada en la belleza de la tierra y en la naturaleza. Dios eligió revelar su presencia a su pueblo por medio de diversos aspectos de la naturaleza: una zarza ardiendo, una columna de humo,

Dios es accesible La Encarnación es la manera profunda con la que Dios nos recuerda cuán accesibles son su presencia amorosa y su voluntad divina: “no está en el cielo para que se diga: ¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará para que lo cumplamos?; ni está más allá del mar, para que se diga: ¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará para que lo cumplamos? El mandamiento está a tu alcance: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”. —Deuteronomio 30:12–14

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El mundo está cargado de la grandeza de Dios. Flamea de pronto, como relumbre de oropel sacudido; Se congrega en magnitud, como el légamo de aceite aplastado. ¿Por qué pues los hombres no acatan su vara? Generaciones han ido pisando, pisando, pisando; Y todo lo agosta el comercio; lo ofusca, lo ensucia el afán; Y lleva la mancha del hombre y comparte del hombre el olor: el suelo se halla desnudo, ni el pie, calzado, puede ya sentir. Y con todo esto, natura nunca se agota; Vive en lo hondo de las cosas la frescura más amada; Y aunque las últimas luces del negro occidente partieron, Oh, la mañana, en el pardo borde oriental, mana; Pues el Espíritu Santo sobre el corvado mundo cavila con cálido pecho y con ¡ah! vívidas alas.

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un pilar de fuego, una brisa tenue, un viento fuerte, lenguas de fuego. La lente católica, por ende, nos permite ver a Dios revelado en todas las cosas. Tenemos una cosmovisión sacramental, lo que significa que vemos a Dios revelado en cosas naturales como el agua, el aceite, el pan, el vino, el fuego, el contacto humano, los gestos humanos y las palabras Si bien reconocemos humanas. Si bien reconocemos tanto la inmatanto la inmanencia como la nencia como la trascendencia de Dios, la trascendencia de cosmovisión católica se inclina indefectibleDios, la cosmovisión mente en la dirección de la cercanía de Dios católica se inclina con nosotros. Como le agrada decir a mi indefectiblemente amigo y excepcional liturgista D. Todd en la dirección de Williamson, “Dios no visitó el planeta Tierra la cercanía de Dios y se quedó un tiempo y luego se marchó, sino con nosotros. que se convirtió en aquello que creó: ¡en humano!” [versión del traductor (v.d.t.)]. Por medio del Espíritu Santo y los sacramentos de la Iglesia, Jesucristo, la Palabra viva de Dios, sigue estando muy cerca de nosotros, no solo en una ubicación geográfica como cuando recorrió la tierra hace dos mil años, sino en todo el mundo. Pero la presencia de Dios, aunque muy real, es igualmente misteriosa.

Entender el misterio En la cultura contemporánea, un misterio es algo que debe resolverse. En la tradición bíblica, no obstante, un misterio es algo en lo que se entra, algo que se contempla con asombro. En esencia, un misterio es algo oculto que se revela pero que sigue permaneciendo oculto. Si bien Dios se nos ha revelado a lo largo de toda la historia de la salvación y alcanzó el punto culminante de su revelación en Jesucristo, Dios sigue estando más allá de nuestro alcance. Podemos tener un encuentro con Dios. Podemos conocer a Dios. Pero no podemos resolverlo. Tenemos una experiencia de Dios en esos momentos delgados que pasan demasiado rápido y que están cubiertos por una niebla que evita que podamos ver con nitidez. Otra manera moderna de entender el misterio es pensar en algo que no puede comprenderse. Cuando los católicos escuchamos sobre el misterio de nuestra fe, el Misterio Pascual de Jesús, el misterio de la Trinidad, o los misterios del Rosario, podemos creer erróneamente que se nos llama a

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Aprender el lenguaje de misterio Cuando Dios le reveló su misteriosa presencia a Moisés, lo hizo de modo tal que Moisés pudiera entender. Moisés era pastor y un día cualquiera durante su rutina laboral podía ver una zarza ardiendo. En esta ocasión, no obstante, sucedió algo misterioso: la zarza ardía, pero no se consumía. Como cualquier ser humano común frente al misterio, Moisés se debatía entre acercarse y quedarse donde estaba: se sentía impulsado a explorar más de cerca, pero con una sensación de precaución e incluso temor. Debemos observar, sin embargo, que el encuentro de Moisés comenzó sin que se

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resolver estos misterios o a desecharlos por estar más allá de nuestra capacidad de comprensión. De ser este el caso, entonces, cuando el sacerdote nos invita a proclamar “el misterio de la fe” después de la Consagración en la misa, nos está invitando a proclamar algo que ninguno de nosotros comprende. Lo cierto es que no podemos resolver el misterio de la fe, y quizás no lo entendamos por completo, pero sí podemos conocerlo de la misma manera en que conocemos a un cónyuge, un hijo, un padre, un hermano o amigo cercano, y sin embargo no logramos explicar ni entender completamente a esa persona. En cada fibra de nuestro ser conocemos, en efecto, el misterio de nuestra fe: el Dios Todopoderoso y que vive para siempre se hizo uno de nosotros, murió para salvarnos, resucitó y vendrá otra vez. Esta es la esencia del misterio central de nuestra fe: el Misterio Pascual de Jesús. La palabra pascual proviene de la palabra griega para El misterio, que es la esencia de nuestra fe, Pascua, cuando el pueblo hebreo fue sales que de la muerte vado por la sangre del cordero. A su vez, surge nueva vida. No nosotros somos salvados por la sangre del podemos entender este Cordero de Dios, Jesús, que es nuestra misterio plenamente. Pascua, nuestro pesaj; de ahí el Misterio No podemos resolverlo. Pascual. El misterio, que es la esencia de Pero en lo más íntimo nuestra fe, es que de la muerte surge nueva de nuestro corazón vida. No podemos entender este misterio sabemos que de la plenamente. No podemos resolverlo. Pero muerte surge nueva vida. La muerte en lo más íntimo de nuestro corazón sabeno es el final. mos que de la muerte surge nueva vida. La muerte no es el final.

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pronunciara una sola palabra. Dios reveló su presencia por medio de un fenómeno natural con un giro misterioso. Incluso cuando Dios finalmente le habló a Moisés, no le pidió que dijera palabra alguna. En cambio, le pidió que se quitara las sandalias en señal de reverencia. Dios entra en la vida de las personas de su pueblo por medio de signos y símbolos que nos orientan hacia su presencia y que nos permiten tener un encuentro con él y conocerlo, pero sin llegar a comprender del todo ni a resolver el misterio de la esencia de Dios. La Iglesia católica no inventó los signos y los símbolos como una manera de tener un encuentro con lo divino. Fue Dios. Los seres humanos reconocen que, en los momentos más profundos de la vida, las palaLos seres humanos bras no alcanzan. Algunos años después de las reconocen que, en atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, el los momentos más profundos de la alcalde de Berlín, Willy Brandt, visitó un monuvida, las palabras mento en Polonia en homenaje a las víctimas del no alcanzan. Levantamiento del gueto de Varsovia. Al acercarse al monumento, Brandt se arrodilló e inclinó la cabeza en silencio. Cuando más tarde le preguntaron el porqué de su gesto, Brandt dijo: “Este gesto no fue planeado. Solo hice lo que las personas hacen cuando no hay palabras” [v.d.t.] (Willy Brandt, People and Politics [Las personas y la política]). Tal es la respuesta humana frente a un encuentro con lo Divino. No hay palabras. Para los católicos, la sacramentalidad es un lenguaje: depende de signos, símbolos, rituales y gestos para expresar nuestros encuentros con Dios. En definitiva, la sacramentalidad tiene que ver con esta pregunta: “¿Dónde encontramos a Dios?”. Para algunos, Dios es una realidad distante. Pero no para los católicos. Nosotros creemos que Dios puede encontrarse en todas las cosas y sin embargo sigue siendo un misterio. No equiparamos el mundo natural con Dios (panteísmo) ni creemos que Dios es una realidad distante (deísmo). En cambio, creemos que el mundo natural es una reflexión de la presencia trascendente de Dios y “Si pudieras decirlo con que toda la creación de Dios es las palabras, no habría un canal de gracia. Podemos ninguna razón para pintar”. denominar a esta manera de ver la realidad la sensibilidad sacramental católica.

—Edward Hopper

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Las cosas comunes Debido a nuestra sensibilidad sacramental, no sorprende que cuando celebramos nuestros encuentros con Dios en los siete sacramentos usemos cosas comunes del mundo natural, como agua, aceite, fuego, pan y vino como canales de la gracia de Dios. Del mismo modo, nos sentimos muy cómodos usando imágenes y objetos que nos ayudan en nuestras oraciones y devociones. Para los católicos las estatuas, las estampas, los íconos, los rosarios, los crucifijos y otras imágenes sagradas, que llamamos sacramentales, dirigen nuestra atención a la presencia misteriosa de Dios. Sabemos muy bien que cuando rezamos frente a una estatua no estamos rezándole a esa estatua ni adorándola. Desde luego, no creemos que la estatua sea la manifestación de Dios, de la Virgen María ni de los santos. En cambio, usamos las imágenes como recordatorios de la gracia de Dios y de su misteriosa presencia en este mundo. En estos momentos en que experimentamos lo divino, las palabras no son la principal forma de expresión. Los católicos se sienten más a gusto con un lenguaje de misterio que no depende tanto de un alfabeto, sino de expresiones que apelan a la imaginación y la incentivan. Entonces, ¿cuáles son los elementos de este lenguaje de misterio? Echemos un vistazo.

Una vez, el expresidente George W. Bush (cuyo apellido, en inglés, significa “arbusto”) soñó que moría e iba al cielo, donde lo recibían todos los santos, mártires y profetas, excepto Moisés, que se dio la vuelta y se marchó. Más tarde, el presidente Bush alcanzó a Moisés y le dijo: “Disculpe, Moisés. ¿Por qué se marchó? ¿Usted sabe quién soy yo?”. Moisés respondió: “Claro que sí. Usted es el expresidente George W. Bush”. El expresidente se alegró de que lo reconociera, pero prosiguió: “Entonces, ¿por qué se marchó?”. Moisés le respondió: “¡La última vez que hablé con un arbusto, mi pueblo se perdió y padeció hambre durante 40 años!”.

Aprender a leer las señales: hablar el lenguaje de Dios

Signo y símbolo: En la intersección de cielo y tierra se habla una especie de lenguaje de signos. Como dijimos antes, Dios le reveló su presencia a Moisés por medio de un signo: una zarza ardiente. Los signos y los símbolos hablan directamente al corazón por medio de

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la imaginación. Más que ordenar, invitan, y más que explicar, inspiran. Nosotros dependemos de signos visibles y tangibles (estatuas, íconos, rosarios, medallas, agua bendita) para buscar fortaleza a partir de gracias escondidas e invisibles, y protección y liberación de peligros escondidos e invisibles. (Ejemplos de la liturgia y la vida sacramental incluyen agua, aceite, fuego, pan, prendas blancas, vino, incienso, estatuas, íconos y vitrales). Ritual: Existe una delgada línea entre la rutina y el ritual. Una rutina es algo que hacemos del mismo modo de manera habitual y casi sin pensarlo. Todas las mañanas seguimos, sin pensarlo, una rutina: apagamos la alarma del despertador, encendemos la cafetera, desayunamos un tazón de cereal, nos cepillamos los dientes, etcétera. Un ritual es algo que hacemos del mismo modo, de manera habitual, pero de forma profunda e intencional. Santiguarnos con agua bendita, arrodillarnos, ungir con aceite, caminar en procesión, todos estos son ejemplos de acciones rituales. Si no se hacen de forma profunda e intencional, corren el riesgo de convertirse en rutina. Cuando se realizan de forma profunda e intencional, estas acciones rituales invocan la narrativa cristiana. En la intersección de cielo y tierra abundan los rituales. Nos conectan con sucesos significativos de nuestro pasado (rescate), nos anclan en el presente (restauración) y nos conducen con confianza hacia el futuro (reafirmación). Los rituales despiertan en nosotros un nivel de conciencia más profundo. Nos recuerdan que estamos realmente en casa cuando estamos en ese lugar especial donde mora el espíritu. (Ejemplos de la liturgia y de la vida sacramental incluyen los ritos de aspersión, las unciones, las bendiciones, el diálogo ritual, la imposición de manos y el vestir una prenda blanca). Movimientos y gestos: Cuando los no católicos viven la liturgia católica por primera vez, suelen comentar cómo los católicos parecemos movernos constantemente mientras rendimos culto: nos sentamos, nos ponemos de pie, nos arrodillamos, hacemos la Señal de la Cruz, nos inclinamos y caminamos en procesión. Estos movimientos no se hacen sin pensar, como hámsteres en una rueda, sino que son intencionales, como los de los bailarines en un escenario. En el culto nos movemos en espíritu de oración, como si cada movimiento dijera algo. Estos movimientos controlados conectan el cuerpo, la mente y el espíritu de acuerdo con la creencia de que lo que le pasa a uno

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afecta a los demás. Cuando usamos nuestro cuerpo para movernos y hacer gestos en oración, la mente oye y el corazón responde. (Ejemplos de la liturgia y de la vida sacramental incluyen hacer la Señal de la Cruz, las procesiones, inclinarse y hacer genuflexión).

Canto: ¡La música nunca cesa en la intersección de cielo y tierra! Hay pocas cosas que llegan al corazón y motivan la mente mejor que la música y el canto. Debe de ser por esto que los Salmos aluden a la música con tanta frecuencia; a decir verdad, casi cien veces. “Canten al Señor un cántico nuevo”, nos pide el salmista (96:1). Por suerte para nosotros, a Dios le encanta la música y le encanta escucharnos cantar. Las canciones más poderosas de nuestra tradición cristiana son aquellas que no solo elevan nuestro corazón, sino que también cuentan la narrativa de nuestra salvación. Nos catequizan. He insistido durante mucho tiempo en que si algún gruñón viniera y se llevara consigo todos los libros de texto catequéticos y todos los catecismos de la fe católica, ¡aún podríamos formar eficazmente a discípulos de Jesús mientras tuviéramos acceso a los himnarios! (Ejemplos incluyen los himnos y las partes cantadas de la misa). Narración: En la intersección de cielo y tierra siempre es hora de contar historias. Aproximadamente un tercio de los dichos registrados de Jesús tienen la forma de parábola. ¡Él sí que sabía contar historias! Él sabía que las historias crean mundos y nuevas realidades que podemos visualizar y en las que podemos entrar. Las historias

Aprender a leer las señales: hablar el lenguaje de Dios

Silencio: Cuando estamos frente a momentos delgados, descubrimos que la forma En la intersección principal de expresión es el silencio. Thomas de cielo y tierra, descubrimos que Keating, un monje trapense, dice que “el la forma principal silencio es la primera lengua de Dios; todo de expresión lo demás es una mala traducción. Para es el silencio. escuchar esa lengua debemos aprender a permanecer quietos y descansar en Dios” (Invitación a amar). Vivimos en un mundo que evita el silencio y busca llenar cada espacio con sonidos. Como resultado, nos alejamos del susurro de Dios. (Ejemplos de la liturgia y de la vida sacramental incluyen el silencio antes de la misa, después de la lectura de las Sagradas Escrituras, después de la homilía y después de la Comunión).

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de Jesús acceden a nuestra imaginación y nos ayudan a considerar la posibilidad de una realidad alternativa, de una nueva narrativa. El escritor John Shea nos dice que “las historias son la forma de lenguaje más interesante y atractiva” y que “la narración de historias nos saca de lo aleatorio del momento y nos inserta en un contexto mucho más grande” (Stories of Faith [Historias de fe]). Ese contexto más grande es el Reino de Dios, y todos tenemos una función allí. La narración es uno de los principales vehículos para transmitir la narrativa cristiana que da forma a nuestra visión de la vida, de los demás, de nosotros mismos y de Dios. (Ejemplos incluyen la lectura de las Sagradas Escrituras, la homilía, los vitrales y el arte sacro).

Momentos delgados: el lenguaje de misterio

Vivir los sacramentos: encontrar a Dios en la intersección de cielo y tierra

Como cualquier otro lenguaje, el lenguaje de misterio puede perderse si no se lo practica con regularidad. Puedes practicar el lenguaje de misterio en tu vida cotidiana de estas maneras sencillas: >> Signo y símbolo: Elige un símbolo (un crucifijo, un ícono o una medalla) que sea lo primero que veas cada mañana para recordarte la cercanía de Dios durante el día. >> Ritual: Fija tu propio ritual diario de oración. Por ejemplo, enciende una vela; siéntate en silencio unos minutos y respira profundamente con los ojos cerrados; haz la Señal de la Cruz con tu pulgar en la frente, labios y pecho mientras rezas para que Dios esté en tu cabeza, en tus labios y en tu corazón; sostén un pequeño crucifijo en las manos mientras rezas por las necesidades de los demás. >> Movimientos y gestos: Inclina suavemente la cabeza en dirección al este, por donde nace el sol, para recordar que hay que dirigir toda tu atención al Señor cada día. >> Silencio: Dedica varios minutos para estar en total silencio y soledad para permitir que la gracia de Dios te rodee. >> Canto: Escucha al menos una canción de alabanza cada día en tu aparato de música favorito. >> Narración: Cada día cuéntale a alguien sobre algún momento de gracia que viviste: un amanecer, una sonrisa amable, un encuentro significativo, un momento de alegría.

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El lenguaje de misterio que se habla en la intersección de cielo y tierra nos predispone a la posibilidad de una realidad alternativa, una nueva narrativa. El Reino de Dios es, de hecho, una realidad alternativa inmersa en aquella que podemos ver y oír. Somos llamados a entrar en esta realidad capacitando nuestros ojos, oídos y espíritu para percibir el mundo de una manera nueva. Conocer el lenguaje de misterio puede ayudarnos a responder al llamado. De esto se trata la formación en la fe. Si las cosas fueran tan simples como parecen, no tendríamos necesidad de una formación continua en la fe. Sin embargo, el significado máximo de la vida está velado y es misterioso. Por eso es que necesitamos una formación en la fe para incorporar esos diversos elementos del lenguaje de misterio en la dieta diaria de nuestra alma. Al momento de escribir este libro se supo que Chester Bennington, el vocalista principal del grupo de rock Linkin Park se había suicidado. En una entrevista de radio que se transmitió después de su muerte, Chester habló sobre las dificultades con las que estaba luchando y dijo: “No sé si hay alguien que pueda sentirse identificado, pero la vida es muy difícil. A veces es genial, pero muchas veces es realmente muy difícil para mí”. También habló sobre cómo “la calavera entre sus orejas” era una “mala consejera” y que a él le era muy difícil mirar “dentro de sí mismo”. Como muchas personas, Chester Bennington se dio cuenta de que la narrativa que dirigía sus pensamientos y acciones no era sana y que era necesario mucho más que sacudirse esta narrativa de encima o tener pensamientos positivos para modificarla. Demasiados de nosotros andamos por ahí con narrativas que nos dicen que somos: despreciables

personas sin talento

feos

poco fiables

gordos

poco interesantes

antipáticos

merecedores de nada

una vergüenza

incapaces de ser felices

inferiores

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Una nueva narrativa

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. . . y que necesitamos: dinero

popularidad

poder

éxito

posesiones

conquistas

placer

prestigio

control

fama

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En busca de una narrativa sana Lo que el Evangelio ofrece, primero que nada, es un cambio de narrativa. Con A lo que el Evangelio demasiada frecuencia reducimos el llanos llama, sin embargo, no es mado de Jesús al arrepentimiento a un simplemente a cambiar mero llamado a abandonar nuestros malos de hábitos sino a lo que hábitos. Este enfoque nos lleva a concenes más importante, a trarnos en una lista interminable para el cambiar nuestra visión arrepentimiento: si dejo de insultar, si conde la vida, a un cambio trolo mi temperamento y si dejo de tenerle en la narrativa propia. envidia a mi prójimo, seré salvo. A lo que el Evangelio nos llama, sin embargo, no es simplemente a cambiar de hábitos sino a lo que es más importante, a cambiar nuestra visión de la vida, a un cambio en la narrativa propia. Con demasiada frecuencia la Iglesia ha perdido de vista este llamado a adoptar una nueva narrativa y, en cambio, ha reducido el Evangelio a un código de ética al que debemos adherirnos para dar la talla como verdaderos cristianos. Con razón muchas personas sienten que la religión en general, y el cristianismo en particular, no son necesarios. Los malos hábitos pueden cambiarse sin todos los adornos de la religión organizada. Cuando las personas dicen que son “espirituales pero no religiosas”, eso suele significar que están en busca de una narrativa saludable que guíe su vida y que no hallan esa narrativa en la iglesia institucional, solo hallan juicios. Lo último que deseamos cuando el auto se descompone a la orilla del camino es que alguien pase manejando y nos grite qué es lo que hicimos mal. Lo que todos queremos y necesitamos es ser rescatados, restaurados y reafirmados. Según el psicólogo Eugene Taylor, “los testimonios personales sobre las creencias en un poder superior se proclaman hoy con frecuencia, no desde los bancos

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de una iglesia, sino en los grupos de apoyo para pacientes con cáncer, en los centros de meditación y en grupos de actividades saludables, sin mencionar a Alcohólicos Anónimos y otros programas de ayuda de 12 pasos” [v.d.t.] (“Desperately Seeking Spirituality” [Buscando desesperadamente la espiritualidad], Psychology Today [Psicología hoy], 1 de noviembre de 1994). Estos sitios, sobre todo los grupos de ayuda de 12 pasos, ofrecen a las personas una nueva narrativa para reemplazar las narrativas poco saludables que conducen sus vidas al desorden, a la infelicidad y, en muchos casos, a la ruina. La recuperación de cualquier forma de adicción requiere de una narrativa saludable sobre uno mismo, para evitar que los pensamientos negativos que causaron la adicción vuelvan a aparecer. La narrativa cristiana nos La narrativa cristiana dice que nacemos y vivimos adictos al nos dice que nacemos y vivimos adictos al pecado, pero que en Jesucristo encontrapecado, pero que en mos el camino hacia la recuperación y la Jesucristo encontramos sobriedad, hacia una nueva vida que tamel camino hacia la bién se conoce como salvación. Es por recuperación y la medio de los sacramentos de la Iglesia que sobriedad, hacia se nos llama constantemente a esta narrauna nueva vida que tiva salvadora que nos confirma la también se conoce cercanía de Dios y su eterno amor por como salvación. nosotros. Hace poco vi un video que se hizo viral en Facebook y que mostraba a algunas adolescentes tendiendo una emboscada y golpeando a otra adolescente solo porque era musulmana. En la sección de comentarios vi el siguiente: “¡Cuán despreciable! La culpa es de la religión. ¡TODAS las religiones son una porquería! ¡Solo se puede confiar en la ciencia, la lógica y la razón!”. Si bien este sentir es común en la actualidad (en su libro iGen, la catedrática Jean Twenge se refiere a los miembros de la generación nacida a partir de mediados de los años noventa “Un poco de ciencia nos como la generación menos aleja de Dios; mucha, religiosa de la historia de los nos aproxima”. Estados Unidos), hay muchas razones que explican por qué es

—Louis Pasteur

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La ciencia, la lógica, la razón. . . y el misterio

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problemático, entre las cuales no es menor el hecho de que este argumento genera una dicotomía falsa entre la ciencia y la fe. Si bien la Iglesia ha sido a veces culpable de tildar de enemiga a la ciencia, en realidad algunos de los más grandes defensores de la ciencia fueron devotamente religiosos (entre ellos el científico que formuló lo que más tarde se conoció como la teoría del Big Bang: un sacerdote católico belga de nombre Georges Henri Joseph Édouard Lemaître, que era astrónomo y físico). Dicho esto, hay muchas cosas que la ciencia no puede medir ni explicar. La ciencia nunca podrá explicar el significado de una obra de arte, de una poesía o de la literatura. La ciencia no puede definir ni explicar la belleza. La ciencia nunca podrá definir la bondad ni la alegría. La ciencia nunca podrá explicar el propósito de una vida humana. La ciencia no puede explicar qué es lo que hace que algo sea gracioso o triste. La ciencia no puede definir qué es lo que constituye el amor verdadero. Esta es exactamente la razón por la que en el Credo Niceno decimos que creemos que Dios es “creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible”. Creemos que Dios es el creador de todas las cosas empíricas, lo que significa que deberíamos estudiarlas para aumentar nuestro conocimiento de la extraordinaria creación de Dios. También significa, sin embargo, que creemos en una realidad, en una verdad, que va más allá de lo empírico: creemos en una realidad invisible. Nuestros ejemplos de esto son los Reyes Magos, que vinieron en busca del Rey recién nacido (como se describe en el Evangelio de Mateo). Ellos eran astrónomos, científicos que se basaban en la ciencia para llevarlos a una comprensión más profunda de la realidad y la verdad. Ellos consideraron la ciencia como algo para explorar y respetar, pero a Dios como “algo” ante quien inclinarse. Si bien la ciencia estudia aquello que es racional y comprobable, esto no significa que la fe sea irracional o que las experiencias de fe no puedan comprobarse. Aquello que es misterio no es incognoscible, sino, más bien, “infinitamente cognoscible”. Nuestros “Creo en un solo Dios, cinco sentidos son limitaPadre Todopoderoso, dos: solo nos informan sobre Creador del cielo y de la una fracción mínima de lo tierra, de todo lo visible que llamamos realidad. Lo y lo invisible”. impalpable o invisible no debe —Credo Niceno equipararse con lo imaginario.

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Una visión católica verdadera reconoce que tanto la realidad visible como la invisible son reales; no existen una al lado de la otra, pero están íntimamente conectadas y entrelazadas en la realidad múltiple que es la creación de Dios. La esencia de la sacramentalidad es la creencia no solo en aquello que es visible, sino también en aquello que es invisible. Los momentos o lugares delgados son justamente esos lugares y experiencias en los que llegamos a conocer lo invisible. Bienvenido a los sacramentos: los momentos delgados de nuestra experiencia católica.

Sagradas Escrituras Por eso doblo las rodillas ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Que él se digne según la riqueza de su gloria fortalecerlos internamente con el Espíritu, que Cristo habite en sus corazones por la fe, que estén arraigados y cimentados en el amor, de modo que logren comprender, junto con todos los consagrados, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, que conozcan el amor de Cristo, que supera todo conocimiento. Así serán colmados de la plenitud de Dios. (EFESIOS 3:14–19)

Dios bueno y misericordioso, revélame tu presencia invisible. Dame ojos para ver tu presencia refl ejada en las realidades visibles de este mundo. Por medio de los sacramentos de tu Iglesia cuéntame las historias de rescate, restauración y reafi rmación. Ayúdame a tener un acceso más profundo a tu amorosa y misericordiosa presencia. Enséñame tu lenguaje de misterio para que pueda encontrar “lo hondo de las cosas” como tu amor y tu gracia en todas las cosas visibles e invisibles. Concédeme muchos momentos delgados en mi vida diaria, momentos en los que se revela tu misterio y, a la vez, se mantiene escondido. Amén.

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Oración

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