Antología de la poesía española

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Antología de la poesía española. Bachillerato

Antología de la poesía española Índice de contenidos

1. Jarchas, (siglo XI) “Vayse meu corachón de mib” “Garid vos, ay yermanelas” “¿Qué faré, mamma?, “Si me quereses” 2. Lírica tradicional (siglos XI-XVII) “En Ávila, mis ojos” “Que miraba la mar / la mal casada” “Al alba venid, buen amigo” “Aprended, flores, de mí” * “Dentro en el vergel, moriré” 3. Poema de Mio Cid (finales del siglo XII) vv. 1-14 vv. 715-777, vv. 2689-2762 4. Romancero viejo, (siglos XIV-XIX) “Romance del conde Arnaldos” “Romance de la jura de Santa Águeda”


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Jarchas Vayse meu corachón de mib Vayse meu corachón de mib; ya Rab, ¿si se me tornarad? ¡Tan mal meu doler li-l-habib!; enfermo yed, ¿cuánd sanarad?

Mi corazón se me va de mí. ¡Oh Señor! ¿acaso regresará? Es tan grave mi dolor por el amado! [Mi corazón] está enfermo, ¿cuándo sanará?

Garid vos, ay yermaniellas Garid vos, ¡ay yermaniellas! ¡com contenir a meu male! Sin el habīb non vivireyu; advolarey demandare.

Decid vosotras, ¡ay hermanillas!, ¡cómo resistir a mi pena! Sin el amado no podré vivir; volaré en su busca.

¿Qué faré, mamma? ¿Qué faré mamma? Meu-l-habib est' ad yana.

¿Qué haré, mamá? ¡Mi amado está a la puerta!

Si me quereses Si me quereses, ya uomne bono, si me quereses, darasme uno.

(Si me quisieses, ¡oh hombre bueno!, si me quisieses, me darías uno.)


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Villancicos En Ávila, mis ojos,… En Ávila, mis ojos, dentro en Ávila. En Ávila del Río mataron a mi amigo, dentro en Ávila.

Miraba la mar / la mal casada… Miraba la mar la mal casada, que miraba la mar cómo es ancha y larga. Descuidos ajenos y propios gemidos tienen sus sentidos de pesares llenos. Con ojos serenos la mal casada, que miraba la mar cómo es ancha y larga. Muy ancho es el mar que miran sus ojos, aunque a sus enojos bien puede igualar. Mas por se alegrar la mal casada, que miraba la mar cómo es ancha y larga.


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Al alba venid, buen amigo… Al alba venid, buen amigo, al alba venid. Amigo el que yo más quería, venid al alba del día. Amigo el que yo más amaba, venid a la luz del alba, Venid a la luz del día, non trayáis compañía. Venid a la luz del día, non traigáis gran compañía.

Dentro en el vergel, moriré Dentro en el vergel moriré. Dentro en el rosal matarm' han. Yo m'iba, mi madre, las rosas coger; hallé mis amores dentro en el vergel. Dentro del rosal matarm' han.


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Poema de Mio Cid Cantar del destierro (vv. 1-1086) El Cid se ve obligado a abandonar Castilla por motivos no aclarados5. Tas abandonar su casa, situada en Vivar, pasa por Burgos y acompaña y deja a su familia en el monasterio de San Pedro de Cardeña. En el destierro le acompañan sesenta guerreros, y se siente tan atenazado por la tristeza que rompe a llorar. [1] El Cid sale de Vivar para el destierro. 1 De los sos ojos | tan fuerte mientre lorando tornava la cabeça | y estava los catando. Vio puertas abiertas | e uços sin cañados, alcandaras vazias | sin pielles e sin mantos e sin falcones e sin adtores mudados. Sospiro mio Çid | ca mucho avie grandes cuidados. Ffablo mio Çid | bien e tan mesurado: «¡Grado a ti, señor, | padre que estas en alto! ¡Esto me an buelto | mios enemigos malos!» 2 Alli pienssan de aguijar, | alli sueltan las riendas. A la exida de Bivar | ovieron la corneja diestra y entrando a Burgos | ovieron la siniestra. Meçio mio Çid los ombros | y engrameo la tiesta: «¡Albriçia, Albar Ffañez, | ca echados somos de tierra!»

Narrador De los sus ojos tan fuertemente llorando, tornaba la cabeza y estábalos catando. Vio puertas abiertas y postigos sin candados, alcándaras vacías, sin pieles y sin mantos, y sin halcones y sin azores mudados. Suspiró mío Cid pues tenía muy grandes cuidados. fabló mío Cid, bien y tan mesurado: Cid ¡Gracias a ti, Señor, Padre que estás en alto! ¡Esto me han vuelto mis enemigos malos! [2] El Cid ve agüeros en la salida. Narrador Allí piensan aguijar, allí sueltan las riendas. A la salida de Vivar, tuvieron la corneja diestra,12 y, entrando en Burgos, tuviéronla siniestra. Meció mío Cid los hombros y movió la cabeza: Cid ¡Albricias, Álvar Fáñez,

que echados somos de tierra!


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La defensa de Alcocer. Los del Cid socorren a Pero Bermúdez que lleva la enseña al grueso de los moros. 35 Enbraçan los escudos | delant los coraçones, abaxan las lancas | abue[l]tas de los pendones, enclinaron las caras | de suso de los arzones, ivan los ferir | de fuertes coraçones. A grandes vozes lama | el que en buen ora na[çi]o: «¡Ferid los, cavalleros, | por amor de caridad! ¡Yo so Ruy Diaz el Çid | Campeador de Bivar!» Todos fieren en el az | do esta Pero Vermuez; trezientas lanças son, | todos tienen pendones; seños moros mataron, | todos de seños colpes; a la tornada que fazen | otros tantos son.

Narrador Embrazan los escudos delante los corazones; bajan las lanzas, abueltas de los pendones inclinaron las caras, arriba de los arzones; íbanlos a herir con fuertes corazones. Con grandes voces llama el que en buena hora nació: Cid ¡Heridlos, caballeros, por amor de caridad! ¡Yo soy Ruy Díaz, el Cid Campeador de Vivar! Narrador Todos hieren en el haz donde está Pero Bermúdez; trescientas lanzas son, todas tienen pendones; sendos moros mataron, todos de sendos golpes; a la tornada que hacen, otros tantos son.

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Descripción de la batalla.

Veriedes tantas lanças | premer e alçar, tanta adagara | foradar e passar, tanta loriga | falsa[r e] desmanchar, tantos pendones blancos | salir vermejos en sangre, tantos buenos cavallos | sin sos dueños andar. Los moros laman «¡Mahomat!» | e los christianos «¡Santi Yagu[e]! Cayen en un poco de logar | moros muertos mill e .ccc. ya.

¡Veríais tantas lanzas bajar y alzar; tanta adarga horadar y traspasar; tanta loriga romper y desmallar; tantos pendones blancos salir bermejos de sangre; tantos buenos caballos sin sus dueños andar! Los moros llaman: “¡Mahoma!” Y los cristianos: “¡Santi Yague!” Caían en un poco de lugar moros muertos mil y trescientos ya.

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Mención de los caballeros que luchan con el Cid.


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¡Qual lidia bien | sobre exorado arzon mio Çid Ruy Diaz | el buen lidiador! Minaya Albar Fañez | que Çorita mando, Martin Antolinez | el burgales de pro, Muño Gustioz | que so criado fue, Martin Muñoz | el que mando a Mont Mayor Albar Albarez | e Albar Salvadorez, Galin Garçia | el bueno de Aragon, Felez Muñoz | so sobrino del Campeador: desi adelante | quantos que i son acorren la seña | e a mio Çid el Campeador.

¡Qué bien lidia sobre dorado arzón Mío Cid Ruy Díaz, el buen lidiador! Minaya Álvar Fáñez, que Zorita mandó; Martín Antolínez, el burgalés de pro; Muño Gustioz, que su criado fue; Martín Muñoz, el que mandó a Montemayor; Álvar Álvarez y Álvar Salvadórez; Galín García, el bueno de Aragón; Félez Muñoz, sobrino del Campeador. Desde allí adelante cuantos allí son, socorren la enseña y a mío Cid el Campeador.

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El Cid socorre a Álvar Fáñez y lucha contra Fáriz.

A Minaya Albar Fañez | mataron le el cavallo, bien lo acorren | mesnadas de christianos; la lança a quebrada, | al espada metio mano, mager de pie | buenos colpes va dando. Violo mio Çid | Ruy Diaz el Castelano: acostos a un aguazil | que tenie buen cavallo, diol tal espadada | con el so diestro braço cortol por la çintura | el medio echo en campo. A Minaya Albar Fañez | ival dar el cavallo: «¡Cavalgad, Minaya, | vos sodes el mio diestro braço! Oy en este dia | de vos abre grand bando; firme[s] son los moros, | aun nos van del campo.» Cavalgo Minaya | el espada en la mano, por estas fuerças | fuerte mientre lidiando; a los que alcança | valos delibrando. Mio Çid Ruy Diaz | el que en buen ora nasco al rey Fariz | .iii. colpes le avie dado, los dos le fallen | y el unol ha tomado, por la loriga ayuso | la sangre destellando; bolvio la rienda | por ir se le del campo. Por aquel colpe | rancado es el fonssado.

A Minaya Álvar Fáñez, matáronle el caballo; bien le socorren mesnadas de cristianos; la lanza ha quebrado, a la espada metió mano; aunque de pie, buenos golpes va dando. Violo mío Cid, Ruy Díaz el castellano, arrimose a un alguacil, que tenía buen caballo, diole tal golpe de espada con el su diestro brazo, cortole por la cintura, el medio echó en el campo; a Minaya Álvar Fáñez, íbale a dar el caballo: Cid ¡Cabalgad, Minaya, vos sois el mi diestro brazo! Hoy en este día, de vos habré gran amparo. Firmes están los moros, aún no se van del campo. Narrador Cabalgó Minaya, la espada en la mano, por estas fuerzas firmemente lidiando; a los que alcanza, valos matando. Mío Cid Ruy Díaz, el Campeador contado, al rey Fáriz, tres golpes le había dado;


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los dos le fallan y el uno le ha alcanzado; por la loriga abajo, la sangre destellando; volvió las riendas por írsele del campo. por aquel golpe el ejército es derrotado. 39

Martín Antolínez lucha contra Galve. Huida de los moros.

Martin Antalinez | un colpe dio a Galve, las carbonclas del yelmo | echo gelas aparte, cortol el yelmo | que lego a la carne; sabet, el otro | non gel oso esperar. Arancado es | el rey Fariz e Galve: ¡Tan buen dia | por la christiandad ca fuyen los moros | de la [e de la] part! Los de mio Cid | firiendo en alcaz, el rey Fariz | en Ter[rer] se fue entrar, e a Galve | nol cogieron alla; para Calatayu[t]h | quanto puede se va. El Campeador | ival en alcaz, fata Calatayu[t]h | duro el segudar.

Martín Antolínez un golpe dio a Galve; los rubíes del yelmo echóselos aparte; cortole el yelmo, que llegó a la carne. Sabed, el otro no se atrevió a esperarle. Derrotado es el rey Fáriz y Galve. ¡Tan buen día para la cristiandad pues huyen los moros de una y otra parte! Los de mío Cid hiriendo en alcance; el rey Fáriz en Terrer se fue a entrar, y, a Galve, no le acogieron allá; para Calatayud, cuanto puede se va. El Campeador íbalo en alcance; hasta Calatayud duró el acosar.

Cantar de la afrenta de Corpes (vv. 2278-3730) Tras el célebre incidente del león, los infantes de Carrión traman su venganza contra el Cid, a quien responsabilizan de su desprestigio, por ver lesionada su honra por el gran ridículo que protagonizan en Valencia. Primero le piden al Campeador que les deje llevarse a doña Sol y a doña Elvira, las hijas del Cid, a su tierra natal. El padre da su permiso, ignorante de las malévolas intenciones de sus yernos, pero las infantas nunca llegan a Carrión. [128] Abengalbón increpa a los infantes y presiente lo peor. El moro se vuelve; la comitiva sigue el viaje. Los infantes y sus mujeres se desvían de la


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comitiva. La afrenta del robledal de Corpes. Aquim parto de vos | commo de malos e de traidores. Hire con vuestra graçia, | don Elvira e doña Sol; ¡poco preçio las nuevas | de los de Carrion! Dios lo quiera e lo mande, | que de tod el mundo es señor, d'aqueste casamiento | que[s] grade el Campeador.» Esto les ha dicho | y el moro se torno; teniendo ivan armas | al troçir de Salon, cuemmo de buen seso | a Molina se torno. Ya movieron del Anssarera | los ifantes de Carrion; acojen se a andar | de dia e de noch, a ssiniestro dexan Ati[en]za | una peña muy fuert, la sierra de Miedes | passaron la estoz, por los Montes Claros | aguijan a espolon, a ssiniestro dexan a Griza | que Alamos poblo - alli son caños | do a Elpha ençerro a diestro dexan a Sant Estevan, | mas cae aluen; entrados son los ifantes | al robredo de Corpes, los montes son altos, | las ramas pujan con las nues, e las bestias fieras | que andan aderredor. Falaron un vergel | con una linpia fuent, mandan fincar la tienda | ifantes de Carrion; con quantos que ellos traen | i yazen essa noch. Con sus mugieres en braços | demuestran les amor: ¡mal gelo cunplieron | quando salie el sol! Mandaron cargar las azemilas | con grandes averes; cogida han la tienda | do albergaron de noch, adelant eran idos | los de criazon. Assi lo mandaron | los ifantes de Carrion que non i fincas ninguno, | mugier nin varon, si non amas sus mugieres | doña Elvira e doña Sol; deportar se quieren con ellas | a todo su sabor. Todos eran idos, | ellos .iiii. solos son.

Aquí me parto de vos como de malos y de traidores. Iré con vuestra gracia, doña Elvira y doña Sol; poco precio las nuevas de los de Carrión. Dios lo quiera y lo mande, que de todo el mundo es señor, de este casamiento que se agrade el Campeador. Narrador Esto les ha dicho y el moro se tornó; teniendo iban armas, al pasar el Jalón; como de buen seso, a Molina se tornó. Ya partieron de La Ansarera los infantes de Carrión; dispónense a andar de día y de noche. A siniestro dejan a Atienza, una peña muy fuerte; la sierra de Miedes pasáronla entonces; por los Montes Claros aguijan a espolón; a siniestro dejan a Griza que Álamos pobló; allí están los caños do a Elfa encerró; a diestro dejan a San Esteban, mas a lo lejos quedó; entrados son los infantes al robledo de Corpes; los montes son altos, las ramas pujan con las nubes; y las bestias fieras que andan alrededor. Hallaron un vergel con una limpia fuente; mandan hincar la tienda los infantes de Carrión; con cuantos ellos traen, allí yacen esa noche; con sus mujeres en brazos demuéstranles amor. ¡Mal se lo cumplieron cuando salía el sol! Mandaron cargar las acémilas con haberes de valor han recogido la tienda donde albergaron de noche; adelante eran idos los de criazón; así lo mandaron los infantes de Carrión: que no quedase allí ninguno, mujer ni varón,


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Tanto mal comidieron | los ifantes de Carrion: «Bien lo creades | don Elvira e doña Sol: aqui seredes escarnidas | en estos fieros montes; oy nos partiremos | e dexadas seredes de nos, non abredes part | en tierras de Carrion. Hiran aquestos mandados | al Çid Campeador; ¡nos vengaremos aquesta | por la del leon!» Alli les tuellen | los mantos e los pelliçones, paran las en cuerpos | y en camisas y en çiclatones. Espuelas tienen calçadas | los malos traidores, en mano prenden las çinchas | fuertes e duradores. Quando esto vieron las dueñas | fablava doña Sol: «¡Por Dios vos rogamos don Diego e don Ferando! Dos espadas tenedes | fuertes e tajadores - al una dizen Colada | e al otra Tizon ¡cortandos las cabeças, | martires seremos nos! Moros e christianos | departiran desta razon, que por lo que nos mereçemos | no lo prendemos nos; ¡atan malos enssienplos | non fagades sobre nos! Si nos fueremos majadas | abiltaredes a vos, retraer vos lo an | en vistas o en cortes.» Lo que ruegan las dueñas | non les ha ningun pro. Essora les conpieçan a dar | los ifantes de Carrion, con las çinchas corredizas | majan las tan sin sabor, con las espuelas agudas | don ellas an mal sabor roupien las camisas e las carnes | a ellas amas a dos; linpia salie la sangre | sobre los çiclatones. Ya lo sienten ellas | en los sos coraçones. ¡Qual ventura serie esta | si ploguiesse al Criador que assomasse essora | el Çid Campeador! Tanto las majaron | que sin cosimente son, sangrientas en las camisas | e todos los çiclatones. Canssados son de ferir | ellos amos a dos ensayandos amos | qual dara mejores colpes. Hya non pueden fablar | don Elvira e doña Sol, por muertas las dexaron | en el robredo de Corpes.

sino ambas sus mujeres, doña Elvira y doña Sol: solazarse quieren con ellas a todo su sabor todos eran idos, ellos cuatro solos son. Tanto mal urdieron los infantes de Carrión: Infantes Creedlo bien, doña Elvira y doña Sol, aquí seréis escarnecidas en estos fieros montes. Hoy nos partiremos y dejadas seréis de nos; no tendréis parte en tierras de Carrión. Irán estos mandados al Cid Campeador; nos vengaremos en ésta por la del león. Narrador Allí les quitan los mantos y los pellizones; déjanlas en cuerpo y en camisas y en ciclatones. ¡Espuelas tienen calzadas los malos traidores! En mano prenden las cinchas resistentes y fuertes. Cuando esto vieron las dueñas, hablaba doña Sol: Doña Sol ¡Por Dios os rogamos, don Diego y don Fernando, nos! Dos espadas tenéis tajadoras y fuertes; a la una dicen Colada y a la otra Tizón; cortadnos las cabezas, mártires seremos nos. Moros y cristianos hablarán de esta razón; que, por lo que nos merecemos, no lo recibimos nos; tan malos ejemplos no hagáis sobre nos. Si nos fuéremos majadas, os deshonraréis vos; os lo retraerán en vistas o en cortes. Narrador Lo que ruegan las dueñas no les ha ningún pro. ya les empiezan a dar los infantes de Carrión; con las cinchas corredizas, májanlas tan sin sabor; con las espuelas agudas, donde ellas han mal sabor,


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rompían las camisas y las carnes a ellas ambas a dos; limpia salía la sangre sobre los ciclatones. Ya lo sienten ellas en los sus corazones. ¡Cuál ventura sería ésta, si pluguiese al Criador que asomase ahora el Cid Campeador! Tanto las majaron que sin aliento son; sangrientas en las camisas y todos los ciclatones. Cansados son de herir ellos ambos a dos, ensayándose ambos cuál dará mejores golpes. Ya no pueden hablar doña Elvira y doña Sol; por muertas las dejaron en el Robledo de Corpes. Los infantes dejan abandonadas a las hijas del Cid. 129 Levaron les los mantos | e las pieles armiñas mas dexan las maridas | en briales y en camisas e a las aves del monte | e a las bestias de la fiera guisa. Por muertas la[s] dexaron | sabed, que non por bivas. 130 ¡Qual ventura serie | si assomas essora el Çid Campeador! Los ifantes de Carrion | en el robredo de Corpes por muertas las dexaron, que el una al otra | nol torna recabdo. Por los montes do ivan | ellos ivan se alabando: «De nuestros casamientos | agora somos vengados; non las deviemos | tomar por varraganas si non fuessemos | rogados, pues nuestras parejas | non eran pora en braços. ¡La desondra del leon | assis ira vengando!»

Lleváronles los mantos y las pieles armiñas, mas déjanlas apenadas en briales y en camisas, y a las aves del monte y a las bestias de fiera guisa. Por muertas las dejaron sabed, que no por vivas. Los infantes se alaban por la afrenta. ¡Cuál ventura sería, si asomase ahora el Cid Campeador! Los infantes de Carrión, en el Robledo de Corpes, a las hijas del Cid por muertas las dejaron que la una a la otra no le torna recado. Por los montes do iban, ellos se iban alabando: Infantes De nuestros casamientos, ahora somos vengados; no las debíamos tomar por barraganas si no fuésemos rogados, pues nuestras parejas no eran para en brazos. La deshonra del león así se irá vengando.


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Romances

Romance de la Jura de Santa Gadea En Santa Águeda de Burgos, do juran los hijosdalgo, allí tomaba juramento el Cid al rey castellano, si se halló en la muerte del rey don Sancho su hermano. Las juras eran tan recias, el rey no las ha otorgado: –Villanos te maten, Alfonso, villanos, que no hidalgos, de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos; si ellos son de León, yo te los dó por marcados; cavalleros vayan en yeguas, en yeguas, que no en cavallos; las riendas traigan de cuerda, y no con frenos dorados; abarcas traigan calzadas, que no çapatos con lazo; las piernas traigan desnudas, no calças de fino paño; trayan capas aguaderas, no capuzes ni tavardos con camisones de estopa, no de holanda, ni labrados. mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos; con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados; mátente por las aradas, no por caminos hollados; sáquente el coraçón por el derecho costado, si no dizes la verdad de lo que te es preguntado, si tú fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano. Allí respondió el buen rey, bien oiréis lo que ha hablado: –Mucho me aprietas, Rodrigo, Rodrigo, mal me has tratado; Mas hoy me tomas la jura, cras me besarás la mano. Allí respondió el buen Cid, como hombre muy enojado: –Aqueso será, buen rey, como fuere galardonado; que allá en las otras tierras dan sueldo a los hijosdalgo. Por besar mano de rey no me tengo por honrado; porque las besó mi padre me tengo por afrentado. –Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado, vete, no m’entres en ellas dende este día en un año. –Pláceme, dijo el buen Cid, –pláceme, dijo, de grado,


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por ser la primera cosa que mandas en tu reinado. Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro. Ya se partía el buen Cid, de Bivar, esos palaçios. Las puertas dexa cerradas los alamudes echados, las cadenas dexa llenas de podencos y de galgos. Con el leva sus halcones, los pollos y los mudados. Con él van çien cavalleros, todos eran hijosdalgo; los unos ivan a mula; y los otros a cavallo; por una ribera arriba al Cid van acompañando; acompañando ivan mientras él iva caçando.

Romance del Conde Arnaldos ¡Quién hubiera tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de san Juan! Yendo a buscar la caza para su falcón cebar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar; las velas trae de seda, jarcias de oro torzal, áncoras tiene de plata, tablas de fino coral. Marinero que la guía diciendo viene un cantar, que la mar ponía en calma, los vientos hace amainar, las aves que van volando al mástil vienen posar, los peces que andan al fondo arriba los hace andar. Allí habló el infante Arnaldos


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bien oiréis lo que dirá: –Por tu vida el marinero dígasme ahora ese cantar. Respondiole el marinero tal respuesta le fue a dar: –Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va.


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