Cuento

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Alejandra Torigino

Belinda, mi estrella favorita


Una noche muy calurosa de verano, los niños del pequeño pueblo se habían ido a dormir.

Era tarde, la luna brillaba y se reflejaba en el río… Pero una pastorcita, de larga cabellera, estaba sentada sobre una piedra y el rio estaba tan límpido y tan azul como sus ojos… Se acostaba siempre muy tarde, parecía siempre esperar a alguien… Miraba el cielo, admirando las estrellas, mientras su abuelita la esperaba en su casa, para acostarse… Las ovejitas dormían y la niña se sentía muy tranquila esa noche, con su bastón, comenzó a cantar lo que su mamá le había enseñado durante años cuando era muy pequeñita….pero se acordaba de todas esas canciones. La niña se puso a contar las estrellas, no quería ir a dormir. Hasta que de pronto vio bajar del cielo, muy ligero, una hermosa estrellita. Era la más linda de todas, jamás había visto una más brillante… La pastorcita se asustó un poco ,y se puso de pie de un salto.

El lugar quedó todo iluminado, y con una sonrisa ésta la saludó:

-Hola -le dijo a la niña-Es muy bonito aquí abajo. Siempre te quedas allí sentada mirándonos hasta tarde. La pastorcita le contestó: – Pero….¿Tú cómo te llamas? -Belinda, me llamo así…pero ningún niño me conoce. La pastorcita le dijo: -Sabes Belinda, los niños de este lugar no me van a creer si les cuento que bajaste a saludarme pues no creen en esas cosas. Belinda prosiguió y le dijo: – Sabes siempre te escuchamos cantar, nosotras oímos tu voz y es un don maravilloso el que tienes ¿Podrías cantar para mí por favor?

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La pastorcita, un poco tímida, al principio, comenzó a cantar y su voz tan dulce hizo que las demás estrellas bajaran encantadas e hicieran una ronda a su alrededor. Nunca había sido tan feliz. Había descubierto a través de una estrella lo que más amaba hacer. Sentía que se elevaba y flotaba cuando cantaba y le podía dar gracias a su mami que le sonreía desde el cielo. Entonces Belinda le dijo: -Recuerda querida amiguita, allí estaremos para admirarte cada noche, Dios te ha regalado un hermoso don porque quiere que no estés más triste y que al cantar seas muy feliz y puedas alegrar a muchos niños como tú. Al día siguiente, nuestra pastorcita se dirigió a la iglesia del pueblo y se ofreció para cantar a un montón de niñitos que concurrían allí cada domingo. Y así, la niña supo que tenía mucho amor para dar y que su don era de verdad, los hizo muy feliz y Belinda había cumplido su misión.

Fin.

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Cuento sugerido para niños a partir de siete años.

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