16 de julio Pensamientos de paz No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación. Salmo 27:9. Julio abrió la caja con cuidado e intriga: era un regalo que, según los primos, el tío José le había dejado antes de fallecer. A Julio le pareció curioso que el tío se hubiese acordado de él ya que, en vida, daba la impresión de que no sentía ningún afecto por el sobrino. Dentro de la caja, encontró un par de guantes forrados en piel. Como vivía en un clima tropical, no necesitaba de los guantes, y los guardó en una gaveta. Con el tiempo, se olvidó de ellos. Algún tiempo después, lo llamaron para trabajar en una ciudad de clima frío, y entonces se acordó de los guantes. ¡Al fin daría uso a un regalo que siempre consideró una burla del tío! Al colocar la mano en uno de los guantes, sintió algo que incomodaba el dedo pulgar. Sorprendido, vio que era un billete, enrollado, de cien dólares. Revisó los otros dedos del guante, y descubrió que en cada uno de ellos había un billete de cien dólares. Los billetes habían estado allí todo el tiempo, pero él no se había dado cuenta. El primer pensamiento que surgió en la mente de Julio fue de arrepentimiento: ¡había estado equivocado todo el tiempo! Creía que el tío se burlaba de él y, por el contrario, el anciano, que no había sido un hombre rico, le estaba dejando una buena herencia. Es el riesgo que los seres humanos corremos: cada vez que el dolor toca a la puerta de tu corazón, piensas que Dios se ha olvidado de ti o que no le importas. El texto de hoy muestra la oración de David, en ese sentido: él pensaba que, en el momento del sufrimiento, Dios lo abandonaba. Un día, en el Reino de los cielos, con seguridad serán aclaradas muchas cosas. Entonces entenderás que, todas las veces que pensaste que Dios te había dejado, estaba más cerca de ti de lo que tú podías imaginar. Por eso hoy, sal para afrontar los trabajos que te esperan seguro del amor de Dios. Puede haber neblina o lluvia torrencial; puede brillar el sol o no. Pero, nada de lo que te hace sufrir nace en la mente divina; no creas que Dios te está castigando por algo. No digas: "No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación".
17 de julio El único remedio para tu mal No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable; todos los que oigan tu fama batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó continuamente tu maldad? Nahum 3:19. El sol de mediodía castiga la carretera con la fuerza del verano. Un hombre humilde carga un saco de papas sobre sus hombros. Todos lo conocen, en la ciudad, por su espíritu de servicio y su fidelidad a Dios. Al cruzarse en el camino con un muchacho incrédulo, oye la voz socarrona: -¿Cómo sabes que eres salvo? El cristiano sigue unos pasos adelante, y deja caer la carga. Entonces, dice: -¿Cómo sé que se me cayó el bulto? No he mirado atrás. -No -replica el muchacho-, no has mirado atrás, pero ya no sientes el peso. -¡Exactamente! -respondió el hombre-. Es por esa misma razón que sé que soy salvo: ya no siento la carga de pecado y de tristeza, y he encontrado paz y satisfacción en el Señor. El texto de hoy habla de una imposibilidad: "No hay medicina para tu quebradura", afirma el profeta. Se está refiriendo al pecado: cuando el pecado toca una vida, la anula poco a poco. Los estragos del pecado no aparecen intempestivamente; en la mayoría de los casos, no. Son como los efectos que causa la lepra: en los tiempos bíblicos, el leproso solo percibía su mal cuando su carne empezaba a caer en pedazos; entonces, ya era demasiado tarde. El pobre hombre tenía que abandonar a la familia, a los amigos, el trabajo, en fin. Su futuro era confinarse, con los otros enfermos, en el valle de los leprosos. En aquellos tiempos, no había remedio para la lepra. Hoy, ayer y para siempre, nunca habrá remedio humano para el pecado. No es solo un asunto de conducta o de comportamiento: es un asunto del corazón. Acompaña al pecador por dondequiera que vaya. La única solución es Jesús. Y él no empieza trabajando por fuera; la fachada es lo último que él restaura. Su maravilloso trabajo de salvación empieza donde está el nido del pecado: en la mente. Él te brinda una nueva mente, nuevas motivaciones, nuevos horizontes. Las cosas pasadas quedan enterradas para siempre, y la vida empieza a partir del encuentro con Jesús. Recuerda bien esto, a lo largo del día. Y piensa en el planteo del profeta: "No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable".
18 de julio ¿Está contigo? Y Jehová me dijo: Diles: No subáis, ni peleéis, pues no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos. Sandro se da vuelta en la cama; las horas pasan, y no duerme. En la penumbra de su mente, se abrazan los recuerdos y los olvidos; se encadenan sus miedos con sus fracasos. Y aquellas luchas internas parecen besar al niño escondido en lo recóndito de sus temores. Sandro llora el dolor del fracaso. Su mundo se ha derrumbado en pedazos; sus sueños se han transformado en pesadillas. Él se consideraba un águila que surcaba el espacio azul; el cielo infinito era su límite. Tal vez por eso, su caída fue estrepitosa. Quién sabe, tal vez por eso su orgullo sangra, como herida abierta. El Señor lo advirtió muchas veces, pero parecería que la criatura insiste en no aprender: "No subas ni pelees, si rio estoy contigo. No te atrevas a enfrentar los desafíos que la vida te presenta, si no tienes la convicción de que estoy a tu lado". Sandro fue a la "guerra" solo. Al principio, parecía que las cosas le iban bien; que no necesitaba de Dios. Repentinamente los vientos favorables de la economía empezaron a soplar en dirección contraria, y el joven promisorio percibió que su embarcación se iba a pique. Luchó con todas sus fuerzas; como un león hambriento, buscando la supervivencia. Todo falló. El barco se hundió definitivamente, y ahora Sandro llora el error de haber salido en solitario a enfrentar las batallas de la vida. El otro día, un hombre incrédulo me preguntó: -¿Cuál es la ventaja de tener a Dios en los negocios? ¿No crees que Dios tiene mucho trabajo, como resolver el problema de millones de niños que mueren de hambre todos los días? ¿Para qué colocar sobre sus hombros el trabajo que yo puedo hacer? Sí, Dios se preocupa con los niños hambrientos. Pero, se preocupa también por ti, y desea participar de tus sueños. Sandro no es la única persona que llora la tragedia de haber querido triunfar solo. Miles de cadáveres yacen en la historia del éxito, como hojas secas llevadas por el viento del fracaso. Por eso, hoy, no saigas sin tener en cuenta el consejo divino: "No subáis, ni peleéis, pues no estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por vuestros enemigos".
19 de julio ¡Trabaja! Seis días trabajarás, y harás toda tu obra. Éxodo 20:9. Fue un sacudón en mi cerebro. Jamás lo hubiese imaginado. El cuarto Mandamiento de la Ley de Dios, registrado en el capítulo 20 de Éxodo, no tiene que ver solamente con el reposo en el séptimo día, sino también con el trabajo en los seis días restantes. El trabajo fue establecido por Dios como un instrumento de felicidad. Desdichadamente, entró el pecado, y trastocó las cosas bellas de la creación. Al trabajo se añadieron los elementos del cansancio y de la fatiga. Lo transformaron en un fardo. Pero, el trabajo continúa siendo una bendición. Y, cuando Jesús llega a tu vida, llega para transformarte en un hombre productivo; la mediocridad y el conformismo no combinan con el cristianismo. No puedes vivir esperando a las oportunidades; necesitas buscarlas. Cada problema que encuentres en el camino debe transformarse en el desafío de buscar una solución; cada desierto, la posibilidad de un oasis. No te quejes de la vida. Los únicos obstáculos de verdad son tus propios temores y preconceptos. Pero, con Jesús, mira hacia arriba; por encima de la intolerancia humana. Lo difícil no es llegar a la cumbre, sino jamás dejar de ascender. ¡Sube! Mientras vivas, sube. El día que dejes de subir, dejarás de vivir. A partir de ese momento, no valdrá más la pena continuar viviendo. Pero, por lo que más quieras, no midas la ascensión comparándote con los demás. Deja que los otros sigan su camino; tú, sigue el tuyo, el que Dios preparó para ti desde cuando estabas en el vientre de tu madre. Levántate de mañana, acuéstate tarde... en fin, "suda la camiseta"; no te quedes parado, viendo la pelota correr en los pies de los demás. No te acomodes en la galería, a contemplar el desfile de los vencedores: sé tú uno de ellos. Dios te dio talentos: ejercítalos, cultívalos y trabájalos, consciente de que, un día, el Señor te preguntará qué hiciste con las capacidades que recibiste de sus manos. Hoy puede ser un día diferente; será un día diferente. No porque te hayas propuesto que así sea; si lo intentas, solo caerás en el terreno del humanismo. El humanismo te enseña a depender solo de ti y de tus fuerzas. Pero tú, corre a los brazos de Jesús y deja que él te conduzca por los caminos del trabajo y te corone de gloria. No lo olvides: "Seis días trabajarás y harás toda tu obra".
20 de julio El nombre de Jesús Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Hechos 4:10. Creo en los milagros. A lo largo de mi vida, los he presenciado muchas veces. Desde vidas transformadas hasta enfermos curados por Dios, cuando la ciencia dictaminaba que no había más posibilidad de recuperación. El otro día, un joven me preguntó por qué hoy Dios no sigue operando milagros, como en los tiempos apostólicos. La verdad es que sí, los sigue operando hoy como ayer. Solo que, en los tiempos apostólicos, la iglesia necesitaba más de ellos porque representaban una especie de credencial de poder, para establecer la obra del evangelio. El texto de hoy menciona el nombre de Jesucristo. En los tiempos apostólicos, los grandes milagros ocurrían "en el nombre de Jesús". Mirando hacia aquellos tiempos, el pueblo cristiano corre el peligro de banalizar el nombre de Jesús, creyendo que es una especie de fórmula mágica para resolver todo tipo de problemas. En la Biblia, el nombre de una persona simbolizaba su carácter. Hacer las cosas en el nombre del Señor es vivir la vida que él vivió, reflejar su carácter y andar en sus caminos. Cuando Jesús estuvo en esta tierra, advirtió que, en el día final, muchos que estarán condenados a la muerte eterna se presentarán a él, alegando que habían hecho milagros en "su nombre". Y la respuesta del Maestro será: "Yo no os conozco, apartaos de mí, obradores de maldad". ¿Puede un obrador de maldad hacer milagros en el nombre de Jesús? ¡Evidentemente que sí! Esas personas se limitaron a mencionar el nombre, pero se resistieron a reflejar el carácter del Salvador. Hoy es un día para meditar. ¿Hasta qué punto el carácter de Jesucristo se refleja en mi vida? Ve a Jesús esta mañana, y permite que él conduzca tus caminos. Y prepárate para los grandes milagros que el Señor está dispuesto a obrar en la vida de los que lo buscan de todo corazón y con toda humildad. "Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano".
21 de julio La sombra Tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Hechos 5:15. Hay personas que jamás olvidamos: el tiempo pasa, la juventud se va, las arrugas aparecen, como surcos que abre el tiempo; pero, el recuerdo de ellas perdura. Su influencia es semejante a un perfume que insiste en quedar impregnado en la piel. Creo que Pedro era una de esas personas. Los últimos años de su vida, la gente seguía colocando lechos y camas con la idea de que, al pasar el apóstol, "a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos". Me emociona leer esto, porque este Pedro que las personas seguían por todos lados era el mismo que, una noche oscura y fría de invierno, había negado al Señor Jesús. En aquel momento, después de que el gallo cantara por tercera vez, el derrotado Pedro corrió desesperado, rumbo a las tinieblas de su propia consciencia. El martilleo de la culpa lo golpeaba, inclemente: había traicionado a su Maestro; lo había abandonado en el momento en que el Señor más lo necesitaba. El rayar de un nuevo día encontró a un hombre hecho pedazos. El enemigo le susurraba: "Tú ya no vales nada, ¿por qué no te ahorcas, como lo hizo Judas?" En el silencio del alba, sin embargo, recordó aquella mirada de Jesús, al cruzar el patio del Templo. Humillado, azotado, burlado, el Maestro le expresó, en aquella mirada: "Tú, Pedro, lo arruinaste todo. Pero, yo vine para hacer todo de nuevo. Confía en mí; yo te sigo amando". Fue aquella mirada lo que lo animó a creer que era posible levantarse. Y se levantó. Cayó de rodillas, pidiendo perdón, y se irguió. Antes de levantarte, es necesario caer arrodillado, y reconocer que tú no puedes. El poder de Dios solo se manifiesta en el alma contrita y humilde. Poco tiempo después, encontramos a Pedro ordenando al paralítico: "No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesús te digo, levántate y anda". Y el hombre salió, saltando como un niño. Sí, algunas personas van y vienen. Pero otras, como Pedro, llegan a tu vida y, a partir de ese momento, jamás eres el mismo: su influencia marca, impresiona e inspira. Haz de este día un día de inspiración. Utiliza tu influencia para el bien. Pide a Dios que, por donde fueres, las personas deseen estar a tu lado, aunque sea para recibir tu sombra. Que tu vida y tu influencia sean como las de Pedro: "Tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos".
22 de julio Impiedad Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. Romanos 1:18. Las angostas callejuelas del pueblecito nos llevaron hasta el único hotel. Había comenzado a nevar, y el frío atravesaba el abrigo de lana que vestía. Era un pequeño hotel, de pocas habitaciones y techo de calamina. Para pasar una noche de emergencia, estaba más que bien. El recepcionista, un hombre obeso, mal encarado, nos recibió de mala gana. Al enterarse de que éramos pastores, vociferó y espetó pestes de Dios y de los creyentes. No le hicimos caso; pagamos y entramos. "Es un hombre sin cultura", me comentó mi compañero, en un intento de amenizar la actitud grosera del hombrón. Tal vez sí; quizás, él dijo todo aquello porque era falto de cultura. Pero la impiedad, que significa irreverencia contra Dios, no es patrimonio de gente sin cultura. La mañana que escribo este devocional, los periódicos publican la noticia de que la escritora Ariane Sherine y el biólogo Richard Dawkins iniciaron una campaña publicitaria, en los ómnibus de Londres. Enormes pancartas exhiben la frase: "Probablemente Dios no existe. Para de preocuparte y vive la vida". Los autores de la campaña alegan que la suya es una reacción en contra de la histeria de los cristianos que, frente a la crisis económica que asusta al mundo, dicen que es el juicio divino sobre los hombres impenitentes. Hay dos problemas detrás de la noticia: el primero es la "impiedad" del hombre moderno: San Pablo ya anunció que esta sería una característica de los tiempos previos a la segunda venida de Cristo. El segundo problema es la idea equivocada de la ira divina. La palabra "ira", en hebreo, es orge, que literalmente significa "impulso violento", pero que también significa "indignación" o "rechazo". Tú no puedes imaginar a Dios llevado a actuar por impulso violento; eso es propio de la naturaleza pecaminosa. Dios es santo; en él, no tienen cabida los "impulsos violentos". Pero, por otro lado, Dios tampoco acepta la actitud rebelde e irreverente del ser humano: lo libera a su propia destrucción. Dios no necesita hacer nada para destruir al impiadoso; es solo dejarlo, y él se autodestruirá. Hoy es el día de buena nueva; hoy es el día de salvación. Este es el momento de reconocer a Dios, y de permitir que él asuma el control de la vida. "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad".
23 de julio Reconciliación Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación. 2 Corintios 5:18. El ascensor era lo suficientemente amplio, y tenía capacidad para varias personas. Sin embargo, Clayton prefirió tomar las escaleras, a pesar del maletín pesado; es que Lauro estaba en el elevador, y Clayton no deseaba hablar con él. Nadie entendía la situación, porque ambos habían sido amigos hacía mucho tiempo. Lo peor es que los dos se sentían mal con esa situación. Entonces, surgió la presencia de Juana, que sirvió de mediadora para reconciliarlos. Los tres se abrazaron. A partir de aquel día, Clayton y Lauro volvieron a sonreír. No sé si percibiste que, cuando estás disgustado con alguna persona, no tienes paz en el corazón. Esa era la situación del ser humano después de caer en el pecado. Recuerda que lo primero que hicieron Adán y Eva, después de la desobediencia, fue huir y esconderse de la presencia de Dios. Esa situación tampoco dejaba feliz a Dios, porque amaba al ser humano y sufría al verlo huyendo de su amor. ¿Qué hacer? El texto de hoy enseña que la iniciativa de la reconciliación fue divina. "Todo esto proviene de Dios", aclara Pablo. El ser humano no se salva porque quiera salvarse, sino porque Dios quiere hacerlo: es Dios quien lo busca, incansablemente, hasta encontrarlo. A fin de que su presencia gloriosa, de santidad y de pureza, no destruya al pobre pecador, Dios se vale de un Mediador; y ese mediador es Cristo. "Quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo". Aquí, encontramos la idea de que había una distancia enorme entre Dios y el hombre, y Cristo se constituyó en el puente a través del cual podemos tener otra vez acceso al Padre. Con su naturaleza divina el Señor Jesús toma la mano del Padre, y con su naturaleza humana extiende su otra mano en dirección al hombre caído, a fin de rescatarlo. Y, de esta manera, reconcilia al hombre con Dios. Todo lo que necesitas hacer es aceptar que Jesús te tome de la mano. Y hoy puede ser ese gran momento, porque cada mañana es siempre una nueva oportunidad. No salgas, sin saber que "todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación".