25 de febrero De todo corazón "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mateo 6:12). Durante la Segunda Guerra Mundial, en Holanda, la familia Ten Boom escondió en su casa a judíos que trataban de escapar del régimen nazi. Cuando fueron descubiertos, CorrieTen Boom y su hermana Betsie fueron llevadas al campo de concentración de mujeres de Ravensbrück, al norte de Alemania, en el que 92.000 mujeres perdieron la vida durante la guerra. Al cabo de un tiempo en el campo, Betsi murió. A causa de un error administrativo, Corrie fue liberada una semana antes de que todas las mujeres de su edad fueran ejecutadas. Después de la guerra, Corrie empezó a viajar por el mundo contando la historia de su familia y lo que ella y Betsie habían visto en el campo de concentración. Una noche, después que hubo hablado, reconoció a un hombre que se adelantaba hacia el estrado para hablar con ella. Había sido uno de los guardias del campo de concentración. El hombre dijo: "Señora Ten Boom, en su discurso ha mencionado Ravensbrück. Yo fui uno de los guardias de ese campo. Pero después me convertí. Sé que Dios me ha perdonado por todas las crueldades que cometí". Y extendiendo la mano, añadió: "¿Me perdona?". Posteriormente, Corrie escribió: "Aquella mano solo estuvo extendida durante unos segundos; pero a mí me parecieron horas, mientras me debatía en el combate más difícil que jamás haya librado. Porque tenía que hacerlo, lo sabía. La promesa de que Dios nos perdona tiene una condición previa: que perdonemos a los que nos han causado algún mal. 'Si no perdonáis a los hombres sus ofensas', dijo Jesús, 'tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras ofensas'. "Y así, inexpresiva, mecánicamente, estreché la mano que me tendía. Al hacerlo ocurrió una cosa increíble... Un calor sanador recorrió todo mi ser y mis ojos se llenaron de lágrimas. 'Lo perdono, hermano', dije entre sollozos. 'De todo corazón'. Durante un largo rato, quienes habíamos sido guardia y prisionera, mantuvimos las manos estrechadas. Jamás había conocido el amor de Dios tan intensamente como en aquella ocasión". ¿Quiere usted experimentar ese calor sanador? Perdonémonos "unos a otros, como Dios también [nos] perdonó a [nosotros] en Cristo" (Efe. 4:32).
26 de febrero Amar es cuidar Basado en Mateo 5:44 "Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mateo 5:44). LOS HISTORIADORES nos hablan de un personaje llamado Dirk Willumsoon que se convirtió al protestantismo. Como resultado de ello, fue condenado a ser torturado hasta la muerte. De alguna manera, pudo librarse y empezó a correr para salvar su vida. Un soldado fue tras él. Corrió hasta que finalmente llegó a un gran lago. El lago estaba helado, pero el hielo era débil porque el invierno estaba llegando a su fin. A Willumsoon no le quedaba otra salida. Decidió correr por el hielo. Mientras corría, el hielo del lago comenzó a resquebrajarse. Pero no se detuvo. Quería evitar la terrible muerte que le esperaba si era capturado. A grandes zancadas avanzó hasta que, con gran esfuerzo, pudo saltar a la orilla. Mientras recuperaba sus fuerzas para seguir corriendo, oyó un grito de terror a sus espaldas. Se dio la vuelta y vio que el soldado que lo perseguía había caído en el agua y se debatía intentando aferrarse al hielo. No había nadie cerca para ayudar al desdichado, solo Dirk. Aquel soldado era su enemigo. Arrastrándose con cuidado por el quebradizo hielo, alcanzó al soldado. Lo sacó del agua helada y, tirando de él por el hielo, lo acercó a la orilla. Jesús dijo: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13). Por los amigos, podemos entenderlo... Pero, ¿por nuestros enemigos? Leamos las palabras de Jesús: "Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mat. 5:44). Para el que sigue a Jesús, amigo o enemigo, da lo mismo. Huelga decir que amar a nuestros enemigos no es fácil. Amar a nuestros enemigos no significa necesariamente que tengamos que ser los mejores amigos, sino que queremos su bien y oramos por ellos. Aquí se esconde un secreto: Si hacemos esto, hay muchas posibilidades de que esa persona en poco tiempo ya no se sienta enemiga nuestra.
27 de febrero Amar al prójimo "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:39). ¿Alguna vez ha pensado en qué quiso decir Jesús al ordenarnos que amemos al prójimo como a nosotros mismos? No dijo que tenemos que amar al prójimo y ya está. Si eso fuera todo, quizá pudiéramos amarlo a distancia. Quizá lo tratásemos como si fuera de la familia, pero un poco menos. Probablemente haríamos por él la mitad, una tercera parte o una décima parte de lo que hacemos por nosotros mismos. Sí, habría resultado más cómodo que Jesús dijera: "Amad al prójimo". Pero no, dijo que tenemos que amar al prójimo como a nosotros mismos. Ahora repito la pregunta: ¿Qué significa amar a alguien como a uno mismo? Está bien, responda a esta pregunta: ¿De quién son los dientes que cepilló esta mañana? ¿De quién es el pelo que peinó? ¿De quién, la ropa que cuelga en su armario? ¿Y la cuenta de ahorros que tiene en el banco? Nos ocupamos de nosotros mismos. Nos amamos. Amar es ocuparse de las necesidades. Aceptémoslo. Nos ocupamos de nuestras necesidades. Cuando tenemos un interés personal, queremos satisfacerlo. Cuando tenemos una necesidad, queremos satisfacerla. Cuando tenemos un deseo, queremos cumplirlo. Si tenemos una esperanza, queremos que se cumpla. Estamos preocupados por nuestro bienestar, nuestra comodidad, nuestra seguridad, nuestros intereses y nuestra salud, tanto física como espiritual, temporal y eterna. Nos preocupamos mucho por nuestros asuntos. Buscamos nuestro propio placer y no conocemos límite a la hora de obtener lo que deseamos. Ya ve, esta es exactamente la forma en que tenemos que amar a los demás. En otras palabras, tenemos que alimentar por el prójimo un amor completamente sincero, ferviente, habitual y permanente, que ponga en nuestro corazón su interés, sus necesidades, sus deseos, sus ansias, sus esperanzas y sus ambiciones; a la vez que nos impulsa a hacer todo lo posible para asegurarnos de que todo su bienestar, toda su seguridad, toda su comodidad y todos sus intereses se cumplen, de modo que cumplir para él todo lo que necesite, lo que quiera o lo que le da placer, sea nuestro principal anhelo. Eso es lo que Jesús quiso decir con el mandato de amar al prójimo como a nosotros mismos. Hoy le sugiero que piense en todo lo bueno que Dios ha hecho por usted. Luego ore para que él le muestre de qué manera usted puede convertirse en una bendición para los demás.
28 de febrero Cristo nos fortalece Basado en Mateo 5:44 "Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Lucas 6:31). ¿Ha tenido, o tiene, algún enemigo? Es probable que la mayoría de la gente responda que sí. ¿Quién es un enemigo? Es aquella persona que nos desprecia, nos detesta, nos desea mal, que siente un odio visceral por nosotros y que se enfada cuando hacemos alguna buena obra por ella. Hagamos lo que hagamos, nos odia. Jesús enseñó que los enemigos son los que nos ultrajan, nos amenazan, nos insultan, nos persiguen, nos calumnian e, incluso, llegan a agredirnos. Por eso, las palabras de Jesús son tan difíciles de entender: "Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mat. 5:44). Sus palabras se oponen diametralmente a lo que nos enseña nuestra cultura. El mundo dice: "¡No seas tonto y paga con la misma moneda!". Sin embargo, Jesús dijo: "Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Luc. 6:31). Este texto se conoce como la Regla de Oro. La regla del mundo es la venganza y el odio. Pero como hijos e hijas de Dios, tenemos una regla superior. Si las personas nos provocan, no debemos responder a su provocación. Si nuestros enemigos nos insultan, nos persiguen, nos calumnian y nos ultrajan, no hagamos lo mismo con ellos. El reto que Jesús nos plantea es como una elevada cumbre difícil de escalar. Al orar, quisiera decir: "Señor, ¿cómo puedes pedirme que ame a mis enemigos?". La verdad es que, solo con nuestras propias fuerzas es imposible. No podemos escalar esa cumbre por nosotros mismos. Necesitamos la ayuda del Señor. La naturaleza humana es egoísta y, por eso, nos cuesta amar al prójimo. Jesús no vino a este mundo para que nosotros no tuviéramos enemigos, sino para enseñarnos cómo tenemos que relacionamos con ellos. Sin embargo, la meta está a nuestro alcance cuando sabemos que "todo lo [podemos] en Cristo que [nos] fortalece" (Fil. 4:13).
29 de febrero Distinguir las señales "¡Hipócritas, que sabéis distinguir el aspecto del cielo, pero las señales de los tiempos no podéis distinguir!" (Mateo 16:3). Hay un pequeño poema que dice algo parecido a esto: Treinta días tiene noviembre con abril, junio y septiembre; de veintiocho solo uno y los demás de treinta y uno. Si el año bisiesto fuere, ponle a febrero veintinueve. ¿Por qué, cuando el año es bisiesto, ese día de más cae en febrero? Ese día se añade para que el número de días del año refleje con más precisión la traslación de la Tierra alrededor de! sol. El tiempo exacto que tarda nuestro planeta en dar una vuelta alrededor del sol es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. Esto significa que el año del calendario es ligeramente más corto que el año solar. Por tanto, siguiendo una fórmula precisa de cálculo, cada cuatro años se añade un día al mes de febrero. A ese año lo llamamos bisiesto. Quizá le interese saber que detrás de! origen de los años bisiestos, en e! año 45 a.C., se encuentra Julio César. Sin embargo, existen registros de ajustes calendarios llevados a cabo por los faraones egipcios. Cierto día, los fariseos le pidieron a Jesús que les diera una señal del cielo que indicara que él era el Mesías. Jesús respondió: "¡Hipócritas, que sabéis distinguir el aspecto del cielo, pero las señales de los tiempos no podéis distinguir!" (Mat. 16:3). Si esa misma pregunta se formulara hoy, 29 de febrero de 2012, Jesús respondería: "¡Hipócritas, que se preocupan por la precisión del calendario pero no se dan cuenta de que viven los últimos días de la historia de este mundo! Dejen de pensar tanto en su calendario y ocúpense más en prepararse para mi segunda venida". Sí, quizá sea recomendable que el calendario y el año solar estén sincronizados; pero que, con ¡a ayuda del Espíritu Santo, mantengamos sincronizada nuestra vida con la Palabra de Dios es de importancia eterna. La pregunta que tenemos que formularnos a diario no es: "¿Qué día es hoy?", sino: "¿Mi vida refleja hoy y cada día la voluntad de Dios?". Padre mío que estás en los cielos, haz que las palabras que salgan de mi boca y la meditación de mi corazón te sean aceptables.
1 de marzo "Cortar y pegar la Palabra de Dios Basado en Mateo 5:44 "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad" (2Timoteo 2:15). "OÍSTEIS que fue dicho: 'Amarás a tu prójimo'" (Mat. 5:43). Cuando leí por primera vez las palabras de este versículo pensé que Jesús se refería a algún texto del Antiguo Testamento. Pero no; citaba un ejemplo que muestra cómo los hombres han manipulado la clara y diáfana Palabra de Dios y han cambiado la ley para que se adapte a su conveniencia. Si usted, estimado lector, dispone de computadora, con toda certeza habrá usado las funciones "cortar" y "pegar". En otras palabras, si en la pantalla tiene un texto que le estorba, puede "cortarlo" y "pegarlo" en el lugar del documento que le convenga o, sencillamente, puede eliminarlo. Y no solo eso; también puede "pegar" en el texto algo que está en otro documento. En los días del Señor Jesús, los escribas y los fariseos tenían una mentalidad de "cortar y pegar" cuando de la Palabra de Dios se trataba. Cortaban y pegaban leyes, o algunas partes de las mismas, según su conveniencia. El segundo gran mandamiento, que aparece por primera vez en Levítico 19:18, no dice simplemente que debemos amar a nuestro prójimo. Reza: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Fíjese que si eliminamos las palabras: "como a ti mismo" podemos decidir cuánto amaremos al prójimo, si mucho, poco o muy poco. El Señor no dejó en nuestras manos la decisión de cuánto teníamos que amarnos unos a otros. Dijo que debemos amarnos unos a otros como a nosotros mismos. Por eso, Jesús condenó a los fariseos; porque, a pesar de que pretendían obedecer la Palabra de Dios, en realidad, la desobedecían. Jesús dijo: "En vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres" (Mat. 15:9). Para jugar al fútbol es preciso seguir unas reglas. Esas reglas no siempre ayudan a ganar. Sin embargo, los fariseos habían hecho exactamente eso con la Palabra de Dios: la habían manipulado para ganar. Sin Cristo somos egoístas. Si podemos hacerlo según nuestra conveniencia y si no nos causa demasiado trastorno, no nos importa ayudar a los demás. Pero ayudar y amar a los demás como a uno mismo exige sacrificio. Pongamos cuidado en no "cortar y pegar" la Palabra de Dios.
2 de marzo Ya tienen su recompensa "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 6:1). Aquella mañana de sábado yo era el orador invitado. Antes del sermón, un cuarteto vocal masculino interpretó una música especial. Armonizaban magníficamente las voces, al tiempo que la melodía y la letra del himno eran una genuina expresión de alabanza a Dios. Cuando acabó el canto, la congregación prorrumpió en un sonoro aplauso. Aguardé un momento, tras el cual me dirigí al púlpito, y recordé a la congregación que los jóvenes no cantaban para nosotros sino para el Señor. Entonces sugerí que, en lugar de aplaudir, podríamos decir: "Amén". El aplauso expresa aprobación o elogio de una acción. Disfruté de aquella música tanto como el que más, pero no creía que el aplauso fuera lo más adecuado. Jesús dijo que nuestra adoración no tiene que ser para aparentar. A menudo me invitan a predicar en diferentes iglesias. Es frecuente que, antes del servicio, el pastor o el primer anciano me pregunten cómo quiero que me presenten. Mi respuesta suele ser: "Con sencillez, por favor". La cuestión es que acudimos a adorar a Dios, no a ensalzarnos unos a otros. La iglesia no es lugar para ensalzar a nadie más que a nuestro Padre celestial. Hace un tiempo, en una gran reunión a la que había asistido, un rico hombre de negocios entregó a uno de los dirigentes un cheque por un millón de dólares. La emoción embargaba el ambiente. Me pregunté qué habría dicho Jesús. Recuerdo que Jesús y sus discípulos estaban en el templo y se encontraron ante una situación parecida. "Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre y echó dos blancas, o sea, un cuadrante. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: 'De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca, porque todos han echado de lo que les sobra, pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento'" (Mar. 12:41 -44). La naturaleza humana intenta impresionara los demás. No viva para impresionar, sino para glorificar a su Padre celestial.
3 de marzo Nuestro Padre celestial "Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que lo temen" (Salmo 103:13). Es una lástima que, para algunos, la palabra "padre" pueda despertar sentimientos negativos. El diablo ha conseguido manchar y casi destruir por completo muchas de las cosas que, para la existencia humana, son preciosas y sagradas. Dios quiso que, aunque solo fuera en parte, pudiésemos entender nuestra relación con él a través de los vínculos familiares. Si en el hogar impera la infelicidad, el concepto de Dios que pueda tener una persona estará distorsionado. Una familia disfuncional puede ser la causa de que aparezcan grandes obstáculos en nuestras relaciones, lo que nos impediría conocer y entender a Dios como nuestro Padre celestial. A pesar de que, para muchos, su familia ha sido causa de grandes sufrimientos, Jesús enseña que al orar nos dirigimos al Padre que todos los hijos quisieran tener y que, de hecho, tenemos. Nuestro Padre celestial conoce cosas de nosotros que ni nosotros mismos llegamos a entender. Sabe qué nos conviene y, si se lo permitimos, hará que todo nos ayude para bien. Eso no quiere decir que todo lo que nos sucede tenga que ser agradable; sino que, a pesar de todo, él acabará sacando algún bien de una situación adversa. ¿Qué pasa con la comunicación entre padres e hijos? Un estudio de la Universidad Cornell indica que los padres con niños en edad pre-escolar dedican un promedio diario de 37.7 segundos a tener contacto real con sus pequeños. En cambio, el estudio reveló que los niños ven la televisión alrededor de 54 horas semanales. ¿Se puede conocer a alguien dedicándole solo 37.7 segundos al día? Cuando oramos, nuestro Padre celestial nos asegura de que él nos oye. Cada vez más, las grandes empresas automatizan sus servicios de atención al cliente. Se trata de llegar al extremo de poder llamar a una empresa, mantener una conversación, dar y recibir información... ¡sin que medie contacto humano alguno! Es posible que una voz nos diga: "Gracias por su llamada, que tenga un buen día". ¡Y, de hecho, habremos hablado con una computadora!