Perfil de un Triunfador Isabel Noboa Pont贸n La Emoci贸n de Crear
Luis Noboa Naranjo
“No Intentes caminar en la vida sin un sueño, sin una esperanza, sin una meta para alcanzar el éxito” Luis Noboa Naranjo
ÍNDICE *Prólogo………………………………………….15 * La imagen que guardo de mi padre.…….19
Capítulo 1 Sus primeros años……………………………….23 Sus padres…………………………………………25 Soledad y desamparo……………………………29
*Niñez y adolescencia…………………………31 El Guayaquil de los años veinte……………….33 El ejemplo de una madre………………………..35 El hombre que no tuvo infancia………………..39
*Vendedor precoz………………………………….41 Un episodio memorable…………………………………49 Empresario en ciernes…………………………………..53
Capítulo 2
*El inicio de su labor empresarial………………...57 Exportador………………………………………………..61
*Matrimonio y Familia………………………………65 El amor conquista una pareja………………………..65 La casa propia…………………………………………..71
*Exportador de banano……………………..……..75 Un remolcador y una dotación de lanchones
77
El primer embarque ……………………………………81 El boon bananero……………………………………….83 Bonita banana…………………………………………..87
*El trabajador incansable……………………….…91 En el mundo de la técnica y las comunicaciones...95
*Paréntesis familiar…………………………………99 La visita de una sabio………………………………...103 La separación…………………………………….......107
*El éxito está en diversificar…………………….109 De exportador de banano a naviero………………113 Agricultura e industria………………………………119 La dulce tentación de la caña de azúcar………..123
Capítulo 3 *Primero el Ecuador………………………………127 *Embajador Plenipotenciario……………………131 *Sus años en el exterior…………………………..135 *Merecido Galardón……………………………….141
Capítulo 4 *Los proyectos que no pudo emprender……...145
*Lo que no quiso ser……………………………….149 *Lo que mi padre quiso ser………………….…..155
Capítulo 5 *El legado de Luis Noboa: Ética empresarial y eficacia competitiva……..161
*Últimos años………………………………………...165 *Luchador hasta el final……………………………167
*Epílogo………………………………………………..171 Hasta siempre padre mío
PRÓLOGO Luis Noboa Naranjo ocupa un lugar de honor en nuestra historia contemporánea. Nacido en los albores del siglo (1916), su existencia es determinante para los principales acontecimientos que han dado forma al desarrollo empresarial ecuatoriano. Quienes escriban la historia económica del Ecuador, difícilmente podrán hacerlo sin resaltar la estatura de este ecuatoriano ilustre.
Nuestro Ecuador, en el que inició, a la temprana edad de once años, su inagotable esfuerzo creativo, había dejado atrás el auge de la exportación cacaotera; las antiguas maneras y tradiciones daban paso al mundo urbano y citadino, con todos los nuevos símbolos y costumbres del liberalismo.
EI puerto de Guayaquil se hallaba en franco proceso de transición; de una economía por muchos años basada en la producción del cacao, se dirigía hacia otra de exportación más diversificada. Al empresario emergente se le presentaron desafíos mayores, debía estar armado de un espíritu más innovador y creativo que el productor rentista del período precedente. Es en este contexto donde Luis Noboa inicia, en 1927, su recorrido en el mundo empresarial; en el camino aprende, en poco tiempo, las nociones del negocio y los
principios de las finanzas y las ciencias contables. En 1933, había fundado ya su primera empresa y, en los años subsiguientes, su avidez por el trabajo lo condujo hacia el campo del comercio exterior. En 1946, constituye su primera firma exportadora. No abandonaría nunca esta actividad y, a través ella, crearía el emporio de riqueza más poderoso y productivo del que tenemos memoria los ecuatorianos.
Este ímpetu empresarial lo condujo a aprovechar, con ventaja, la coyuntura del auge productor y exportador de banano que sobrevino en el país, en la década de los cincuenta. Con una visión moderna, fue tejiendo alrededor de la producción bananera, una diversidad de actividades que dieron origen al conglomerado agrícola, industrial, comercial y financiero de mayor envergadura en nuestro país; el mismo que aporta en la actualidad con el 5% del Producto Interno Bruto (PIB), y del cual dependen 18.000 familias.
EI talento singular para percibir los hechos económicos y valorarlos con su visión excepcional de refinado comerciante, nunca riñó con su señorío y pulcritud de procedimientos, por lo cual se hizo merecedor del reconocimiento nacional e internacional. Luis Noboa fue "un líder de la comunidad", dimensión que, según la concepción angloamericana, resume las máximas virtudes del liderazgo, es decir, las de aquellos hombres que proyectan su obra en beneficio colectivo.
Como todo creador, estuvo animado por una pasión desbordante, que puso a prueba en todas las empresas que contribuyó a forjar. A ella le debemos su compromiso irrenunciable con la disciplina y la obsesiva búsqueda de la calidad, las mismas que garantizaron la competitividad de sus empresas en el mercado internacional y proyectaron su señera imagen de rectitud y templanza más allá de las fronteras patrias. La proyección internacional de Luis Noboa como empresario le permitió, en más de una ocasión, representar al país como embajador plenipotenciario; abrir mercados para nuestros productos y consolidar relaciones económicas que contribuyeron a fortalecer la imagen del Ecuador. Hoy, cuando los conceptos de globalización y apertura de los mercados se han constituido en estrategias válidas de crecimiento económico, resulta oportuno reconocer a quien tuvo una temprana visión sobre el futuro de la economía mundial y trabajó incansablemente por desarrollar nuestras ventajas competitivas.
A pesar de su recio temperamento, fue, sobre todo, un hombre de diálogo y negociación. Su creatividad se ponía en acción inmediatamente que concebía la idea de un negocio; a la cual iba dando forma y contenido con una dedicación de hortelano. Al plasmar la idea en la realidad, su capacidad se acrecentaba, daba rienda suelta a su sentido práctico y oportuno, sin perder la altura ni los modales cultivados a Io largo de toda su vida.
El sentido práctico combinado con la visión de futuro, que caracteriza a los grandes empresarios, fue indiscutiblemente uno de los atributos de Luis Noboa. Pero, junto a estos aspectos, también debemos resaltar en esta semblanza, su humanismo; el ejercicio de los principios éticos y la moderna cultura empresarial que sustentó, así como su sentido de la equidad; cualidades que hacen de él un ecuatoriano de trascendencia universal.
Paúl Velasco Ruiz.
A mi padre Figura que envolvi贸 mi pasado, Y dejo una huella imborrable, Que ha constituido la luz Que ilumina mi presente Y fortalecer谩 mi futuro. Isabel Noboa Pont贸n
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A IMAGEN OUE
GUARDO DE Ml PADRE Y0 soy el camino, la verdad y la vida, quien me sigue a mí, no morirá.
(jn.14, 6) Nací privilegiada. Soy la hija de Luis Adolfo Noboa Naranjo. Vengo de un hogar forjado en el amor y que ha constituido la luz en mi caminar.
Fui la primera niña nacida dentro del seno del hogar. De un hogar que perteneció a un pasado hermoso, que me colmó de equilibrio durante veinticinco años, tiempo en el cual presencié a un padre y una madre enamorados. Aún después de 20 años de matrimonio, mis padres se tomaban de la mano en la mesa, cuando almorzábamos, y se sentaban juntos los domingos cuando íbamos a la iglesia.
Sus amigos me comentaban que mi padre jamás aceptaba irse de parranda con ellos; pues estaba siempre muy ocupado con su obsesiva dedicación al trabajo, afición que perduró en él aun cuando ya disfrutaba de holgura económica. Siempre pensó que el trabajo engrandecía a la persona.
¿Por qué se disolvió este hogar? A los 50 años, mi padre sintió que la vida se le había ido envuelta en las responsabilidades que asumió desde niño...que siempre había sido un viejo. Fue entonces cuando cambió su actitud. Debía vivir más intensamente… Debo confesar que a su segunda esposa, Mechita Santistevan, la quiso mucho y, aunque ella nos produjera sentimientos encontrados, respetamos siempre el amor que se profesaron.
En los muchos senderos, dulces y amargos, que he recorrido en mi vida, debo recalcar que, a cada instante, he podido sentir la presencia de mis padres como una fuente de energía, llena de enseñanzas. En el trajinar del quehacer diario, valoro mucho más el afán de mi padre por ser útil a los demás. Siempre lo sentí muy cerca, aun en el significativo momento cuando constituí un hogar propio y me separé físicamente de su lado. Conservo como una muestra de gran cariño la carta que me envió, poco tiempo después de casarme, escrita con su puño y letra, raro en él, pues por sus ocupaciones, inclusive cuando escribía a sus hijos a los internados, dictaba las cartas a Dorita, su secretaria. En ella me decía; "Hijita, la estoy extrañando mucho, me hace mucha
falta. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña tendrá que ir a Mahoma, y si usted no viene rápido, tendré que ir yo a buscarla“. Siempre sentí que fui una persona especial para él, sobre todo en mi juventud. Sin embargo, estoy segura de que cada uno de mis hermanos se sintió especial en algún momento.
Este libro está dedicado a su memoria. El tiempo que he empleado en escribirlo es mi tributo de amor y admiración hacia él. Espero que la imagen de Io que fue, tanto en su vida privada, cuanto en su infatigable labor de empresario, se vea reflejada en estas páginas.
Mientras escribo, momentos imborrables acuden a mi mente. Aquella noche, cuando yo tenía seis años y un ladrón se introdujo a mi cuarto. El aire acondicionado se averió, lo habían enviado a reparar y un boquete quedó al descubierto en la pared. De pronto, me desperté... Fui yo la primera en descubrir al ladrón, sentado en el hueco de la pared. AI asentar su pie sobre una mesita empujó un chanchito de porcelana que cayó al suelo. EI ruido despertó a la empleada, quien intentó detenerlo levantando una silla; pero al ver brillar un puñal en la cintura del intruso, salió despavorida, gritando: “Señor Lucho, Señor Lucho”, mientras corría hacia la escalera que terminaba en la puerta del dormitorio de mi padre, esperando ser oída.
Inmediatamente, mi padre bajó por la escalera, haciendo mucho ruido con sus zapatillas. -"Pásame la escopeta"gritaba. EI ladrón se asustó y desapareció en un santiamén… El ardid tuvo éxito, pues mi papá jamás tuvo un arma. Fue un hombre pacífico por excelencia. Me contaba que inclusive en su niñez, jamás pudo pelear a puñetazos con ningún compañero. Quien salía siempre en su defensa, cuando algún muchacho lo atacaba, era su hermano mayor, Enrique Noboa, "el negrito" como cariñosamente lo apodaban. EI sí era diestro en defensa personal.
Recuerdo también cuando a nuestros ocho o diez años, con alegría, nos despertaba a mi hermana Diana y a mí para ir al colegio. Se enorgullecía de saber chiflar bien y entraba chiflando. "A ver mis canchunflinas", decía, “a levantarse". Se sentaba entonces sobre cada una de nosotras, que dormíamos plácidamente, y abría las cortinas... Años después, su expresión de "Viva, Viva" para que nos portemos "vivas" y nuestra mente permanezca despierta… También permanece en mi mente su expresión consternada "Ooooh", que pronunciaba agachando un poco la cabeza, golpeándose la frente. Abriendo la boca y sacando el brazo hacia la derecha. Era su manera de expresar sorpresa, cuando algo se le escapaba de la mente.
Me queda la gran satisfacción de haber tenido la oportunidad dedicarme a él día y noche, poco antes de que nos dejara
definitivamente. Su esposa Mechita tuvo que viajar a Miami por tres semanas. Durante ese tiempo lo disfruté sola, facilité sus deseos, calmé sus inquietudes, le di sus medicinas, me preocupé por su alimento, lo cuidé con mucho amor, desde que abría los ojos, hasta que Io dejaba muy acomodado en su cama, con un beso de buenas noches. Nos compenetramos tanto, que cuando tuvimos que separarnos, pues ya Mechita había vuelto y yo debía regresar con mi familia, ambos sentimos mucho dolor. EI me repetía que yo era su ángel. Le compré un almohadón y le aseguré que solo me iba físicamente, pues mis sentimientos se quedaban con él.
Luis A. Noboa Naranjo fue un visionario que se adelantó a su tiempo. Su trabajo en la competitividad colocó al Ecuador en el sitial de primer exportador de banano en el mundo. "Siempre es mejor un competidor inteligente que uno bobo", decía. "El primero no arriesga su negocio, el segundo te arrastrará su ruina“. Creó fuentes de trabajo para miles y miles de familias, en un país con un altísimo índice de desocupación. Tuvo para sus trabajadores una especial estima y gustó de tratarlos amistosamente. Jamás olvidó lo que significaba la pobreza, que equivale a angustia. Tenerla siempre presente lo movió, todo el tiempo, a ser solidario con sus colaboradores, independientemente del nivel en que se hallaran. Entendió que en la relación entre el capital y el trabajo, el empresario tiene que ceder a menudo; consiguió humanizar esa relación. Gracias a ello, sus numerosas empresas, rara vez tuvieron conflictos laborales. Su sencillez no tenía límites. Se adelantó al desarrollo sostenible con la
creación de proyectos ambientales, muchos de los cuales no alcanzo a poner en práctica.
Quiero evocar su silueta, tal como la veo en el recuerdo y en el afecto; apoyada en la talentosa investigación histórica de Rodolfo Pérez Pimentel, en el magnífico entorno literario de Angel Felicísimo Rojas y en la analítica visión de Paul Velasco Ruiz, intelectuales sin cuyo valioso aporte muy difícilmente habría realizado la presente obra. Además, quiero también destacar la entrevista que hiciera a mi padre el periodista Xavier Benedetti Roldós, el primero de septiembre de 1969, en el diario El Universo, la misma que se constituyó en una invalorable fuente de inspiración y de la cual he extraído muchas de las citas que dan inicio a cada sección del libro. Si estas páginas consiguen dar una idea de quien fuera mi padre, visto desde la intimidad familiar hasta la culminación de su carrera empresarial, a través de unas cuantas estampas que recogen algunos instantes de su vida, me sentiré complacida.
Capítulo 1
Sus Primeros Años
Sus Padres Luis Noboa Naranjo vino al mundo el primero de febrero de 1916, fue hijo de Adolfo Noboa Ledesma, guayaquileño, y de Zoila Naranjo Villota, nacida en Ambato. Cuando nació, de acuerdo con la costumbre de aquella época y de su lugar de origen, lo bañaron en agua tibia, en una bañera en la que se habían colocado varias monedas de plata. Las manos del pequeño empujaron enseguida esas monedas, para orgullo de su madre, pues aquel ritual le aseguraba que se convertiría en un hombre de fortuna.
Luis Adolfo Noboa Ledesma, mi abuelo, fue hombre de rasgos finos, risa agradable y contagiosa, tez blanca, frente alta y pelo castaño ligeramente ondulado. Mi abuela Io consideraba un Adonis, lo notábamos cuando, orgullosa,
solía contarnos historias de él. Inició sus estudios de medicina en la Universidad de Guayaquil y, al finalizar primer curso, decidió cambiarse a la recién creada escuela de odontología, carrera que no logró concluir, pero que a la postre le permitió subsistir como empírico; pues, según mi abuela, era brillante.
Hacia 1910, como empleado de la empresa de ferrocarriles del Estado, fue enviado a la estación de Ambato, que por aquella época era considerada la tercera en importancia por su flujo comercial. Ambato era una ciudad jovial y de población risueña, asentada en una pintoresca hondonada, a la vera del pequeño río que le diera su nombre, con un clima templado y suave por estar situada a 2.000 metros sobre el nivel del mar. En este hermoso paraje del altiplano andino, mi abuelo conoció a Zoila Naranjo. Ella era una espigada jovencita, de piel canela, ojos de color café oscuro y negro cabello rizado. Poseía un ánimo sereno y firme, que la ayudó para tomar fuertes decisiones en su vida. Según cuenta mi abuela, su romance comenzó cuando ella fue elegida Reina de las Flores, a los 14 años. El galán Noboa, ni bien la vio, se acercó para recitarle unas muy lindas estrofas, que ella contestaba como una poeta. Eso sí, decía: “fue mujeriego y se gasto la pequeña fortuna que teníamos en mujeres y farras". EI matrimonio de los que serían mis abuelos se consagré el 27 de mayo de 1910.
Luego de ocho años y cuando el matrimonio había procreado sus primeros tres hijos, mi abuelo decidió buscar nuevos
horizontes y partió a Chile; se radicó en un pueblito montañoso llamado Nogales, en las inmediaciones de la Serena, al norte del país. Zoila Naranjo se quedó sola, con sus tres niños. Realizó toda clase de trabajos honrados y se sometió a un régimen de enormes privaciones y esfuerzos. Los jueves y domingos concurría a las ferias para aprovisionarse de víveres; los compraba por puñados y los vendía en el Cuartel, al por mayor. Así mantenía su hogar.
En 1922, su esposo le envió una misiva con un amoroso llamado: "¡Ven pronto, te necesito amor mío!" Doña Zoila desechó los prudentes concejos de amigos y familiares, tomó a los tres pequeños y se despidió de los suyos.
Ya en Nogales, se instalaron en una casita de piedra, con techo de teja y patio de tierra, ubicada en un camino vecinal y expuesta al clima húmedo y lluvioso de la montaña. Mi "guagua", como llamábamos a mi abuela hasta el fin de sus días, se dedicó a los duros quehaceres domésticos y a la crianza de sus hijos con el dinamismo y afán de trabajo que siempre la caracterizó.
Do単a Zoila Naranjo de Noboa: Madre de Luis Noboa Naranjo
Soledad y Desamparo “! Nunca el mundo me pareció más grande ni mi vida tan sola! Tomados de la mano mi madre, frente al cadáver de mi padre quedamos estáticos, sin lágrimas, no sé cuánto tiempo”
Luis A. Noboa Naranjo Una noche lluviosa de agosto de 1924, en medio de las sombras que cubrían el horizonte, el trote del caballo en el que cabalgaba el esposo, anunció su regreso a casa. Mi abuela salió a recibirlo, llevando en una de sus manos una linterna para alumbrar el fangoso patio y en la otra a su hijo menor, Luis Adolfo, quien tenía tan solo ocho años de edad. Y ocurrió la tragedia... Cuando el jinete traté de apearse, se
enredó en el estribo y cayó al suelo. Angustiada, la bestia Io pateó descontroladamente en el vientre.
Así murió mi abuelo, a los 28 años de edad. Dona Zoila, "mi guagua", estaba embarazada. La niña que nació póstuma en Guayaquil, el 26 de noviembre de 1924, se llamaría Amanda Noboa Naranjo. Tras sepultar a su esposo en tierra extraña, mi abuela vendió Io poco que tenía, pagó los pasajes de regreso y volvió con los suyos al Ecuador. La orfandad y la miseria calaron más hondo que nunca en ellos. Eran seres desprotegidos y enfrentados a la más absoluta pobreza, prácticamente en la miseria; en una ciudad que no era la de ellos, sin parientes ni amigos a quienes recurrir; pero guiados por una joven madre de veintiocho años, siempre dispuesta a trabajar y a enfrentar la vida con la mayor entereza y dignidad.
Niñez y Adolescencia "Me aterraba el hambre. Una noche sabía que en casa no había qué comer. Saqué fuerza de mi flaqueza — tenía entonces 11 añosy le fié dos sucres de pasteles - de diez y veinte centavosal pastelero de la escuela. Esa noche cenamos los pasteles..."
Luis Noboa Naranjo
El Guayaquil de los Años Veinte Nuestra ciudad, Guayaquil. a la que arribo mi padre a los ocho años, era básicamente una urbe con edificaciones de madera, de uno o dos pisos, con ventanales que se abrían a las cinco de la tarde para que entrara la brisa del rio Guayas. Los primeros edificios de cemento armado; el Palacio de la Municipalidad y el de la Gobernación, los edificios de Rogelio Benítez Ycaza, y Juan Illingworth Ycaza, se levantaban en el boulevard 9 de Octubre.
Del Guayaquil salvado del incendio grande de 1896, en Ia actualidad sobrevive únicamente el barrio de El Conchero, con sus callejones y casas coloniales; el resto es de reciente construcción, por eso la urbe aparece nueva, lustrosa y confortable. Por esa época, acababa de ser visitada por los médicos salubristas de la Misión Rockefeller, que en 1919 terminaron con la bubónica y la fiebre amarilla. Existía el tendido de la red de cañerías del agua potable y se pensaba iniciar las obras del alcantarillado. El país pasaba por la primera crisis económica del siglo XX, producida por las pestes y el deterioro de los precios internacionales del cacao, principal producto de exportación.
Madre Ejemplar “Si he triunfado es por ella. mi triunfo es el triunfo del trabajo; nada más, y ella me enseñó a trabajar duro, franco, a fondo”
Luis Noboa Naranjo En este contexto de crisis, llegó al puerto mi abuela Zoila Naranjo de Noboa y se hospedó en el convento de la Iglesia de San Fran-cisco, en la más completa indigencia. Tomó una decisión heroica, más bien desesperada; la de no avanzar a Ambato, porque "aquí estaba la familia de mi marido" e intuía que por pobre que fuera, en Guayaquil encontraría mejores posibilidades que en la sierra. Sus parientes más próximos eran mi bisabuelo Carlos Luis Noboa Benítez, quien se encontraba bastante enfermo y el hermano de mi abuelo, Carlos Manuel Noboa Ledesma. De ninguno de los dos pudo obtener protección. Se inició para la "guagua", como he dicho que se la conoció a mi abuela, una época de esfuerzo y
sacrificio para sacar adelante a su familia; valiente y animosa, no pensaba más que en sus hijos; trabajaba día a día, sin descanso. Permanentemente evocaba: "de los familiares de mi esposo, sola-mente su abuelita -Rosa Salinas- nos entregó su apoyo, pero era viejecita y muy pobre. Fuimos a vivir en su casa un chalet antiguo, de madera y techo de zinc, ubicado en la esquina de las calles Quito y Pedro Moncayo. En un principio, tuvimos que dormir todos en una hamaca hasta juntar el dinero necesario para comprar camas".
El barrio estaba localizado en la periferia de la ciudad, sus calles eran fangales; había que aprovisionarse de agua potable en un tanque. EI clima era tan malsano, que la peste blanca, como se conocía a la tuberculosis, diezmaba familias enteras de la vecindad.
No obstante, esta mujer indomable se propuso salir adelante. Re-cuerdo, casi fielmente, cuando hablaba de aquellos tiempos; no con amargura, muy por el contrario, Io hacía como quien da una lección. Había en esos relatos una pedagogía que influenció decisivamente en la futura formación de mi padre. Decía: “De los tiempos buenos de mi esposo conservé tres libras esterlinas de oro, que él había ahorrado para nuestros hijos y, entendiendo que podía ganarme la vida en algún negocio, vendí en ochocientos sucres la primera libra esterlina. Saqué fiados algunos tarros para almacenar líquidos y empecé a aprovisionarme
diariamente de leche en las haciendas vecinas. Con varios muchachos a quienes fui vistiendo con uniformes blancos, inicié poco a poco las ventas. Como hubo algunas personas que me ayudaron al verme viuda y muy trabajadora, me fue siempre bien. Con la leche sobrante, por las tardes, hacía rompope en grandes pailas, agregando huevos y licor. Envasaba y distribuía este manjar, de suerte que no conocí el descanso ni desperdiciaba nada."
"Un día se me ocurrió hablar con el dueño de una panadería, cuyo nombre era Rigoberto Verdesoto Yagual. Él aceptó hornear en su local cien "cholitos" -así llamaban al pan integral-, cien panes de yuca y cien panes de huevo. Hice anunciar el producto como pan de Ambato. Los mismos repartidores de leche lo vendieron todo, porque iban limpios, uniformados y llevaban el pan en canastas de mimbre con tapa. Pude pagarle al panadero y me sobró dinero para continuar el negocio". ` "En otra ocasión, al ver que se acercaban las fiestas de Carnaval, adquirí papeles de colores; por las noches los cortaba sin descanso hasta formar algunas docenas de sobrecitos de mixtura de colores, que mandé a vender con buen éxito". Fueron los tiempos en que Adolfo Noboa, mi padre, a quien se lo conocía por su segundo nombre, inició sus estudios primarios en la escuela fiscal Manuel María Valverde, desde donde pasó, enseguida, al colegio salesiano Cristóbal Colón el que se educaba su hermano Enrique. Mi abuela Zoila, una mujer guapa y con mucho espíritu, se había encargado de
convencer al rector: 'Me he quedado viuda y mis hijos son chicos decentes que necesitan educarse bien. No tengo con qué pagar las pensiones, pero yo le ruego que me los reciba”; súplica que por su sinceridad y emoción fue aceptada. Fue éste un período muy difícil en la niñez de Luis Noboa. Nos con-taba a sus hijos que para ahorrar el poco dinero del transporte, se levantaba más temprano para llegar al colegio caminando con mi tío Enrique. Cualquier sacrificio era poco para llevar algo de vuelta para su familia. Luego de tres años de estudios en el colegio salesiano, tuvo que abandonarlo en 1927, a los once años, pues tomó la decisión de trabajar; aunque, según él, continuó en la escuela nocturna por un tiempo. Esta decisión, tomada a tan corta edad, seria anunciadora de su férrea voluntad de triunfar por sobre las durezas de la existencia; esta firmeza de ánimo lo acompañaría siempre y motivaría todos los actos de su vida.
El HOMBRE QUE NO TUVO INFANCIA
Los entendidos hablan de la influencia que tiene la infancia en la formación del espíritu adulto, Rudyard Kipling manifestaba: “Denme un niño de siete años y haré de él un hombre". Algunos sostienen que la estrechez económica y el trabajo prematuro dejan una huella imborrable, marcada por lo general, de rencor y hostilidad. Pero el caso de mi padre desmiente esta hipótesis. Transcurrieron sus primeros años en la mayor pobreza y se vio obligado a trabajar contribuir al reducido presupuesto familiar, pero jamás se amargó ni resintió. EI trabajo infantil, realizado con amor y dedicación no esteriliza la vida: es una manera amena de jugar.
Nuestro padre nos mencionaba algunas veces a un personaje comí-co argentino que aparecía en los diarios; Don Fulgenio, el hombre que no tuvo infancia. "Solamente que yo -nos decía- Io recuerdo con emoción, porque me alegra haber aprendido tan tempranamente cómo hay que luchar para sobrevivir. Esa es una experiencia que jamás podré olvidar o desoír". Esta circunstancia ayudó a forjar uno de los rasgos más acusados de su carácter: la laboriosidad. Desde la infancia, el trabajo que apenas le dejaba tiempo para la escuela, se constituyó en una asignatura más que debía aprender, sin que le produjera ninguna decepción; por el contrario, el trabajo le proporcionaba gozo y el convencimiento de que era un modo para conquistar el pan y el derecho a cobijarse a la sombra de su hogar.
Su recompensa se vio reflejada en la imagen que llegó a proyectar nacional e internacionalmente; su opinión adquirió mucho valor y llegó a convertirse en el empresario más grande del país. Más de cien mil personas tuvieron la oportunidad de laborar en las fuentes de trabajo que él creó. Partiendo de la nada, logró fundar la estructura agroindustrial y exportadora más poderosa del Ecuador. Durante su vida transitó por muchas áreas de trabajo: empezó como pequeño vendedor informal, se desempeñó como escribiente, empleado bancario, pequeño y grande exportador e importador, armador de una flota naviera, agricultor y ganadero, banquero e industrial. Fue, por lo tanto, uno de los grandes motores de la producción de nuestra nación. ¿Su
máximo reto? Convertir al Ecuador en el mayor exportador de banano en el mundo, con él a la delantera de los exportadores del país.
Alguna vez le oímos hablar del efecto multiplicador que producían sus empresas; pues daban trabajo, directa o indirectamente, a mi-llares de ecuatorianos, en un país pobre y afligido por la desocupación.
Luis Noboa, el hombre que no tuvo infancia y que no demostró por ello ningún resentimiento, sino que lo aceptó como una gozosa experiencia de vida; que demostraba la nobleza de su corazón y pensó que sus hijos merecían de él su viril ternura, su constante alegría, su asistencia permanente y su oportuno consejo de lealtad, honestidad y principios. Por su ejemplo de trabajo y su amor, le estaremos eternamente agradecidos.
VENDEDOR PRECOZ "No importa qué tipo de trabajo sea, lo importante es trabajar, única manera de seguir adelante. La cosa más vil de este mund0, lo que degrada, es la dádiva fácil. el pedigüeño es negativo para la sociedad". Luis Noboa Naranjo A los once años, cuando la mayor parte de los niños aún piensan en juegos y diversiones, empezó a trabajar como vendedor de la revista "SAVIA", que editaban mensualmente José María Aspiazu Valdez y Luis Gerardo Gallegos; artista, dibujante y pintor el primero, y escritor e intelectual el segundo.
"Savia" se convirtió en la preferida de los guayaquileños hasta 1929. Se anunciaba como una revista de información, artes y letras. Alcanzó la gran difusión al patrocinar durante tres años la "fiesta del montubio", que se realizaba en el parque de diversiones y deportes American Park,
Los primeros ingresos obtenidos con la venta de las revistas se los entregó a mi abuela. Ella lloró y él, mirándole le dijo: "No llores mamá, algún día seré rico y te haré muchos regalos", Para la edición del primer aniversario de 'Savia" aparecieron algunas síntesis biográficas de quienes trabajaban en la revista. Mi padre reclamó amistosamente a los redactores porque no habían tomado en cuenta. Su fotografía de cuerpo entero salió en el siguiente, con la nota que se transcribe a continuación: "Adolfo Noboa Naranjo: Así se llama este simpático pibe, inteligente y muy acucioso agente de circulación de Savia en Guayaquil. Es, a la vez, la mascotita de la administración, pues en cuanto circula la revista, nos trae mucha suerte, o lo que es lo mismo, mucha plata. No hay quien pueda con este chico en cuestión de circulación. Sólo sus cacerías conocidas ascienden a más de doscientas. Y como quien no quiere la cosa, liquida sus operaciones al mes con un promedio de ganancia de s./ 100. Ya ven ustedes si vale plata este pibe. Sería un encanto… si no fuere por su insigne travesura que solo puede aguantar la paciencia de su mamá. Como Adolfito advirtiera que en la edición de nuestro primer aniversario se habla pasado por alto su persona en las caricaturescas
biografías que se hicieron en la redacción de Savia en esa ocasión, planteó en legal forma el reclamo y claro, reparamos hoy ese injusto olvido, publicando complacidos en sección especial, la foto de este minúsculo diablejo e importante personaje.”
Su avidez por contribuir con los exiguos ingresos familiares, pronto Io llevó a incursionar en otras actividades. Ricardo Chacón García cuenta que, siendo un joven trabajador de la lotería de la Junta de Beneficencia, conoció a Adolfito y lo llevo a trabajar en esa institución los días domingos; su labor consistía en sacar las bolas con los números premiados de la lotería desde unas ánforas colocadas en medio del público espectador. Cada domingo, uniformado de pantalón azul marino, saco blanco y botones dorados, este joven de doce años se ilusionaba con su trabajo: "Sacar el número correspondiente al premio gordo era para mí toda una experiencia, me dejaba llevar por el sueño de lo que yo podría hacer con cien mil sucres de aquellos días en el bolsillo. Fletar un barco y comprar mercaderías en Panamá o en algún puerto norteamericano, para venderlas en Guayaquil", diría mas tarde, cuando recordaba este episodio.
Sus primeros trabajos infantiles fueron los que le hicieron compren-der el profundo significado de la riqueza. Años después confesaría:
"Siempre quise dinero, por su efecto multiplicador cuando se opera Bien y por la riqueza que produce”. ¡Pero nunca jugó a la lotería ni a la bolsa… Otro sería su camino!
Luis Noboa Naranjo A la edad de 11 años Fotografía que apareció en la revista “Savia”
En este periodo de su temprana adolescencia, empezó su avidez por el trabajo. Junto a su amigo Ricardo Chacón, concurría los domingos por la tarde al Coliseo de propiedad de Rodolfo Baquerizo Moreno, al otro lado del Estero Salado y frente al American Park. Allí se realizaban combates de box y hasta corridas de toros en ciertas fechas especiales. Adolfito subía al ring, daba las vueltas mostrando los carteles con los números de los rounds y Ricardo se situaba en las esquinas para ayudar a los contendientes, pasar las toallas, el agua, los hielos y las naranjas, porque todo se hacía con sencillez. EI sueldo era de 2 sucres por domingo, pero como veían las peleas gratuitamente y en palco de primera, se duplicaba la ganancia con el ahorro del valor de la entrada.
Ricardo Chacón recuerda que en esos tiempos se jugaba entre los muchachos, con apuestas de diez centavos, un juego que se llamaba Chacabuco. "Éramos bastante expertos en tirar la moneda y ganar unos cuantos centavos, pero nunca supe que Io jugara Adolfito, porque desde chiquito era muy serio y vivía abstraído en sus diversos negocios."
En efecto, mi padre no tendría jamás sosiego desde sus tiernos años. Se volcó infatigablemente a trabajar en cuanto podía, sin atención a horario ni tiempo, menos aún subestimar cualquier actividad legítima que le produjera algún ingreso. Contumaz vendedor de la lotería guayaquileña, pronto incursionó en la venta de números de la de Panamá.
En esta faena que lo llevaba por todos los almacenes de los nuevos inmigrantes libaneses, sus principales compradores, entró una mañana en la oficina de representaciones de don Luis Vernaza Lazarte para ofrecerle un número. Otro joven, poco mayor que él, que oficiaba de mensajero, Joaquín Orrantia González, le dijo: "¡oye! Véndeme un número". Recibió esta rápida respuesta: "¡He venido aquí por mi cliente el señor Vernaza, no por ti, pero voy hacer una excepción porque trabajas para él." Desde entonces se fraguó una Amistad entre los dos adolescentes, que perduraría toda la vida.
En 1.928 acostumbraba viajar en el vagón de carga de ferrocarril, a fin de vender revistas en la capital. El negocio no era malo, pero no estaba exento de ciertos peligros. En cada ocasión llevaba "Savia" y “Semana Gráfica", que editaba El Telégrafo y, además, las afamadas "Para Ti”, "Gráfico”, ”Goles“, y “Billiken", importadas desde la Argentina por Luis Alvear Terán, y cuyo costo era de un sucre. Para evitar que le robaran, si se quedaba dormido, se sentaba sobre las rumas. EI viaje de ida y vuelta duraba cuatro días. Solo tenía doce años y las ganancias, como de costumbre, eran para su madre, Años después, cuando ya había llegado a ser un empresario importante, saludaba afectuosamente con quienes le habían tratado bien cuando era un precoz comerciante, que subía y bajaba de los vagones ofreciendo su portátil mercadería.
"Con la venta de los primeros números de lotería y con las revistas que entregaba en consultorios y domicilios, tomé dos pólizas de Seguro de Vida: una de 1.000 dólares para mí, y luego otra de 2.000 naturalmente a favor de mi madre. Sentía la muerte cerca. EI recuerdo de mi padre y el abandono de mi madre me cercaban. Por la primera pagaría 41,56 dólares anuales y por la segunda, el doble; si yo moría, al menos ella cobraría unos dólares. Cuando tuve 37 años de edad, en 1.953 tras 25 de haberlas adquirido, las cobró mi madre".
Por esos días, mi abuela Zoila y sus hijos se cambiaron a un departamento bajo, en General Córdova y Bolívar, frente al antiguo edificio del Correo. Luis Adolfo instaló un tenderete junto a un betunero de apellido Basantes, hombre sencillo que lo protegía, pero al que nunca más volvió a ver, pues debió abandonar la ciudad a los pocos meses. Su actividad de pequeño comerciante informal hizo que adquiriera una bicicleta, en la que deambulaba gépidamente por toda la ciudad ofreciendo sus productos.
Se inicio con productos de fácil salida que acomodaba en un cajón de cigarrillos "EI Progreso” para su exhibición: estampillas, pastas de dientes, alfileres, lápices, cintas de colores, peines y diversas baratijas. Luego trabajó con Modesto Rivadeneira S., persona humilde y emprendedora; ambos llegaron a ganar cien sucres mensuales en sus comienzos.
Cuenta doña Beatriz Traversari, viuda de Modesto Rivadeneira, que por entonces vivía en Guayaquil, que su esposo abrió un pequeño negocio auxiliado por un empleado, quien a más de ayudarlo en las ventas, hacía labores de limpieza en su casa.
Como don Modesto era comensal en la residencial que regentaba mi abuela Zoila, ella le solicitó que recibiera a su hijo para que lo ayudara con sus ventas. Don Modesto relataba que se le presentó un muchachito de doce años: "Vea don Modesto, yo soy Luis Noboa Naranjo, ¿puedo trabajar con usted? Mi madre no tiene dinero y quiero ayudarla". Don Modesto le respondió: "No sé cómo puedo darte trabajo, a Io mucho tengo al empleado que barre y limpia mi casa y me ayuda aquí". Como mi padre era muy persistente en sus propósitos, insistió: "A mí hágame limpiar todo, no tengo pretensiones y puedo hacer Io mismo que él". Don Modesto accedió y mi padre se convirtió una vez más en vendedor ambulante, ahora, de unas franelas especiales para limpiar metales, producto que don Modesto Rivadeneira compraba a los distribuidores mayoristas. El vendedor precoz iba, de casa en casa y de oficina en oficina, vendiendo esta franela.
Doña Beatriz Traversari viuda de Rivadeneira recuerda que el muchacho, haciendo uso de sus cualidades de vendedor, tocaba el timbre de las casas. Cuando salían a atenderlo, generalmente un ama de casa, le decía: "Vea señora, vengo a ofrecerle esta franela para limpiar platería y bronce, es una
maravilla". Si recibía como respuesta un "¡No chico, no quiero nada de eso", sin arredrarse insistía: "Pero señora, déjeme hacerle una prueba", En muchas ocasiones, recibía un no rotundo; sin embargo, como generalmente las casas en esa época tenían una placa de bronce a la entrada, que señalaba el nombre de la familia o la profesión de su propietario, luego de que se cerraba la puerta, él procedía a limpiar la mitad de la placa, la que quedaba reluciente y contrastaba con la otra mitad enmohecida. Entonces volvía a timbrar en la casa de donde había sido despedido; la propietaria volvía a recibirlo, pero esta vez, al comprobar la virtualidad de la mágica franela, no tenía más remedio que comprarla. Así, Luis Noboa Naranjo y incrementaron sus utilidades y reconocimiento de por vida. Como
Modesto Rivadeneira guardaron un mutuo
Dice doña Beatriz Traversari viuda de Rivadeneira: “Luis Noboa reconoció siempre el valor de la gente. A mi esposo le guardó reconocimiento y afecto. En una ocasión, cuando él ya había muerto, en una reunión social a la que asistimos, Lucho se acercó a mí y, sentándose a mi lado, les dijo a todos los presentes que su éxito se lo debía a Modesto Rivadeneira. Así de generoso fue Lucho".
Con su socio Juan X. Marcos y su colaborador de siempre Don Enrique Ponce Luque
UN
EPISODIO
MEMORABLE “La falta de educación superior oficial no me significó ningún obstáculo por haber tenido la suerte de poder trabajar por más de cinco años en el Banco “Sociedad General” bajo la tutela de mi buen amigo, Juan X. Marcos, quien hizo para mí las veces de maestro, cuyas sabias enseñanzas supe aprovechar, además de guiarme siempre por los buenos consejos de los mayores”.
Luis A. Noboa Naranjo Una mañana del año de 1.928 fue memorable en la vida de mi padre. Salió a vender los paños para pulir metales y al pasar por el portal del Banco Sociedad General de Crédito, de propiedad de Juan Francisco Marcos Aguirre; entró y se anuncio a su hijo, Juan Xavier Marcos Aguirre: "Vengo a venderle un tipo de paño especial para limpiar metales, pues he observado que en este edilicio hay muchos bronces y ninguno reluce". Mientras Io decía, el pequeño agarró un
jarrón de bronce empañado y, en pocos segundos, lo dejó reluciente.
Efectuada la demostración, el joven Marcos quedó impresionado con la fuerte personalidad de quien demostraba ser tan emprendedor; no solo le sorprendió la agilidad mental del pequeño, sino la pulcritud de su vestuario: su camisa y pantalón eran de un blanco impecable. Movido por la curiosidad, le preguntó por su nombre y le ofreció un puesto en el Banco para trabajar junto a él, con un sueldo de cuarenta sucres mensuales. EI chico pidió que le dieran tiempo para contestar. Fue a su casa y le contó todo a su madre.
Cuando su madre le preguntó qué puesto le habían ofrecido, él cándidamente contesto: "El de Gerente, junto al Sr. Juan Marcos, pero no deseo aceptarlo, pues gano mas en mis negocitos". Su mama lo amonestó: "Chico malcriado, ¿cómo se te ocurre que a un "mocosito" como tú Io van a nombrar Gerente? En lo referente al sueldo, lo importante es que allí vas a aprender a trabajar, en vez de deambular por las calles. Anda enseguida y acepta". Adolfito, acostumbrado a obedecer a su madre, enjugó sus lágrimas y fue a aceptar la oferta rápidamente, no sin antes considerar la oportunidad de continuar vendiendo sus productos, dentro del Banco, a los empleados, con pago asegurado, pues podría descontarlo de los sobres quincenales que él mismo distribuía.
Juan Marcos, al referirse a este episodio, me comentaba que al mes mi papá conocía todo lo que hacía cada empleado en el Banco, por Io que si alguno faltaba, él podía reemplazarlo sin problema. En realidad el puesto que se le había ofrecido era el de conserje en el Departamento de Suministros.
El Banco Sociedad General de Crédito que tenía como antecedente la firma "Juan Marcos y Co.", giraba con un capital de un millón de sucres y cien mil para fondo de reserva. Era una de las principales accionistas del Ingenio San Carlos. Ejercía la Presidencia Juan Francisco Marcos Aguirre y actuaba como Gerente, Juan X. Marcos.
EI trabajo del joven muchacho consistía en pasar papeles, engomar sobres, poner en orden los escritorios. Como mensajero tenía la responsabilidad de entregar la correspondencia en diferentes sectores de la ciudad. Cuando rememoraba aquel primer trabajo fijo, destacaba dos aspectos que marcarían su comportamiento siempre austero y serio en el tratamiento de cualquier asunto relativo al trabajo y los negocios. Contaba: "Como me hice cargo del almacén, en cada ocasión que un empleado me solicitaba un canutero nuevo, debía exigir el usado, como control. Lo mismo con el papel secante y con los demás útiles de oficina. El ahorro se practicaba en el Banco por principio y no por otra razón. Pronto me quisieron todos mis compañeros de trabajo, quienes, dada su edad, bien podían haber sido mis padres. El propio Gerente Juan X. Marcos me tomó aprecio y a veces
me hacía sentar a su lado, así pude observar cómo se realizaban las transacciones económicas en la ciudad".
Luis A. Noboa Naranjo, como empezó a llamarse desde entonces, inició su pubertad en un mundo de adultos; aprendió rápidamente a ser como ellos y no se dio ni tuvo el tiempo para el juvenil esparcimiento. Por ser un hombre grande, sus sentimientos nunca se agrietaron, mantuvo una mansedumbre de corazón, que lo hizo perdonar agravios y olvidar ofensas a lo largo de su vida.
El encuentro del impetuoso adolescente con el joven banquero Juan X. Marcos constituyó un acontecimiento decisivo en la vida de estos seres privilegiados. Fue en adelante, no solo una sociedad comercial sino una amistad entrañable, nunca ensombrecida por una disputa o un resentimiento. Como sostiene Enrique Ponce Luque, refiriéndose familiarmente: "Lucho fue el hijo que Juan nunca tuvo". Mi padre guardó hacia él una gratitud imperecedera que lo enorgullecía. Lo mantuvo como socio y trabajó con él hasta el final de sus días.
EL EMPRESARIO EN CIERNES “Que cada cual encamine sus pasos hacia el campo de las actividades que son de su atracción y que una vez en él ponga esfuerzo, constancia y buena fe” Luis A. Noboa Naranjo
Una cualidad que se anunció temprano en él fue la portentosa capacidad para los ejercicios matemáticos y la destreza para el cálculo. Consciente de ello, inició cursos nocturnos de contabilidad en el Colegio Mercantil del profesor Marco Reinoso. En poco tiempo logró aprender las nociones y los principios de las ciencias contables. Estos conocimientos serían para él una enorme ventaja, posteriormente, en sus futuros negocios.
Este excepcional don para los números y su ulterior educación en el mundo práctico de las transacciones económicas, junto a la dureza con que enfrentaba la vida, hicieron de él un hombre pragmático, de mente rápida, despierta, sin complicaciones existenciales, muy dado a la sencillez.
También, por aquella época, se anunciaba su gran audacia como hombre de empresa. Seis meses después de haberse iniciado en el Banco Sociedad General, solicité un crédito de tres mil sucres. -"¡En tres meses tendrá usted de regreso su dinero y una ganancia de tres mil sucres!”-, le dijo al joven Marcos. Deslumbrado este por la seguridad con que el pequeño -trece años- le proponía el negocio, le concedió el préstamo. Una vez pagado el primero en la fecha prevista, volvió a solicitar un segundo crédito y finalmente otro por la suma de diez mil sucres, monto bastante considerable para la época. "¿En qué negocios somos socios?", inquirió el joven Marcos. Mi padre había iniciado una nueva actividad: rematista en la Aduana.
Al margen de estas actividades, a fin de ganar algo más para ayudar al sostenimiento de su hogar, donde ya era el jefe, se propuso utilizar su buena caligrafía desde las seis de la tarde en adelante, cuando las oficinas del Correo cerraban sus puertas. Entonces, se sentaba en una de las esquinas y por dos sucres escribía cartas, que los indígenas y policías, en su mayor parte iletrados, enviaban a sus familiares de la
sierra. En el precio estaban incluidos el papel, el sobre y la estampilla que sacaba de su bolsillo. Había noches que escribía hasta treinta cartas.
Los fines de semana y días de fiesta salía a la calle en busca de algún negocio, que casi siempre encontraba porque era un zahorí en esa materia. Tras cinco años de trabajar en el Sociedad General, con un sueldo de ochenta sucres mensuales, es decir, el doble de cuando entró, se desempeñó por corto tiempo como vendedor de la Unión Azucarera, también de los Marcos; allí percibía únicamente comisiones sobre las ventas. Empezaba a abrirse campo por su propia cuenta y quedaban atrás sus tiempos de canillita, de buhonero. de conserje y de "escribidor”.
Para mi familia siempre constituyó un acontecimiento célebre la ocasión en que pudieron juntarse el trabajo de mi padre con el espíritu indomable de mi abuela Zoila. Ello ocurrió cuando "Adolfito", convertido casi en el jefe del hogar, unió capitales con mi abuela, quien vendió las dos últimas libras esterlinas heredadas de su esposo, para instalar una pequeña residencial en un departamento alquilado en el boulevard 9 de Octubre. Esta residencial para las familias provenientes de la Sierra que arribaban en tren a Guayaquil pronto obtuvo clientela. Por las noches, mi padre, incansable, lustraba los zapatos de los huéspedes, para recopilar algún dinero extra.
Dos años después, la “guagua”, doña Zoila, mi abuela, amplió su negocio adquiriendo en alquiler el Hotel Guayaquil que funcionaba en una casa de madera de planta baja y dos pisos, donde hoy se levanta el edificio del Banco Central del Ecuador. Su ajetreo comenzaba a las seis de la mañana, cuando concurría al mercado para la compra de alimentos, y terminaba hacia las nueve de la noche. Solo entonces, dona Zoila regresaba a su hogar, en donde su hija María hacia sus veces; casi siempre acompañada por Luis Adolfo.
Por aquellos días, y por el carácter jovial que facilitaba su relación con los huéspedes del hotel, Adolfito trabo amistad con Víctor Manuel Toral Illescas, cuencano y comerciante en Guayaquil, con quien salía a trotar a las seis de la mañana hasta el Estero Salado, en cuyas aguas se refrescaba con un saludable baño.
El denodado esfuerzo de su juventud y su empeño por trabajar y progresar tuvo su primera realización y recompensa en el año 1933, cuando constituyó su propia firma y estableció un negocio de "cambio de monedas y venta de souvenirs". En él se ofrecían diversos artículos, tales como monedas, billetes de lotería, sombreros de paja toquilla, y representaciones como la de las plumas Parker. Pronto este local fue conocido como "la funeraria“, gracias a la costumbre de su dueño de no cerrar nunca, ni siquiera sábados y domingos. También fue el lugar de concurrencia de sus amigos, entre los que se destacan: Gustavo Medina Vallejo, Carlos D'Ortignacq, Marcos Lamota, Martín Arellano, Víctor
Salgado y Alberto Ruiz de Venegas, entre otros; con quienes departía mientras se distraía en cuentas y cálculos.
En una de aquellas tertulias, Gustavo Medina Vallejo pronosticó: "¡Noboa es de la madera de los millonarios!"
Empresario en ciernes
Capítulo 2 PRIMEROS AÑOS DE LABOR EMPRESARIAL “Considero que el buen hombre de negocios tiene que ser un permanente practicante de su palabra de honor. para mí la palabra empeñada vale más que el documento firmado” Luis Noboa Naranjo
La vecindad de su negocio de "cambios y souvenirs" con el Banco La Previsora le permitió que conociera e hiciera amistad con Víctor Emilio Estrada, Gerente de la entidad, con quien saludaba diariamente. Estrada era un hombre inteligente y gran conocedor del corazón humano. Cuando vio al joven Noboa tan activo, le ofreció una de las Subgerencias del Banco; pero que éste no aceptó por cuanto jamás le interesaron los empleos de escritorio. Sin embargo, era tal la personalidad vivaz y extrovertida de Noboa, que Estrada decidió no perderlo. "Este joven vale oro", decía para sí y lo invitó a formar parte de su compañía. Así se integró, como socio y accionista minoritario, en la firma "Comercio y Mandato”, después transformada en “Comandato S.A”, empresa importadora y de representaciones - sobre todo norteamericanas - que acababa de fundar.
Era la gran oportunidad esperada, tenía crédito abierto, pero había que trabajar duro para introducir los nuevos artículos en el mercado. La Previsora era un banco comercial, en contraste con el Sociedad General que se dedicaba a representaciones bancarias, navieras y de seguros; administración de propiedades, custodia de valores y a respaldar los negocios privados de los Marcos, padre e hijo, sin tener una sección comercial,
Víctor Emilio Estrada le ofreció el 33% de las acciones, lo que no era poca cosa, dada la terrible pobreza reinante en el país desde la crisis del cacao, que se veía agravada con la crisis política provocada por la revolución del 9 de Julio de 1925 y
que ocasionó el cierre del Banco Comercial y Agrícola, gerenciado por Francisco Urbina Jado. En noviembre del 29, vino la quiebra de la bolsa de valores de Wall Street, en la que el Banco del Ecuador perdió sus depósitos oro, lo que motivo que entrara en liquidación voluntaria, en 1931. Todo indicaba que se sufría la peor época de la historia del país y efectivamente lo fue. Los negocios decayeron, las construcciones se paralizaron, los campesinos desesperaban al ver que las otrora ricas plantaciones de cacao se convertían en simples manchas que producían pocas mazorcas. En 1934, Luis Noboa asumió la gerencia de Comercio y Mandato, sin cerrar su propio negocio, que continuó funcionando administrado por su amigo Miguel Macías Burham. Pronto logró llevar a su compañía algunas representaciones de importancia como la Chrysler Motor Co. Y, sobre todo, gestionó en Atlanta, Estados Unidos, con los dueños de Coca Cola la producción y embotellado de la bebida en Guayaquil, a través de una planta propia, la que por falta de capital terminó cediendo a Estrada.
Cuando esto acontecía, logró obtener para la compañía Comercio y Mandato la representación de la firma de automotores "De Soto". Llevó, con mucho orgullo, un hermoso ejemplar a casa para uso de su madre, el mismo que pagó sin perjudicar a su socio, hecho demostrativo de su delicadeza con los demás. Incursionó también en el negocio de arroz, que se convirtió en 1937 en el principal rubro de la
compañía, con la compra de arroz en cáscara, pero aún en pequeña escala.
Como comerciante vivaz y arriesgado, buscaba diversificar sus actividades, fue así como se inició en el negocio de compra de oro, en sociedad con un comerciante de nacionalidad peruana. Invirtió todos sus ahorros, pero por desgracia resultó estafado por su nuevo socio. Esto lo dejó en una situación de liquidación. Según alguna vez me expresó con sus propias palabras: “Nunca quebré, solo liquidé, pues el que quiebra no paga deudas, mientras que el que liquida paga todas sus deudas". Este episodio que sucedió cuando frisaba los veintitrés años, puso a prueba su perseverancia y tenacidad; atributos de su carácter que, para un hombre como Enrique Ponce Luque, mi tío, quien estaría ligado estrechamente a él en los años siguientes y hasta su muerte, constituyeron su principal armadura para enfrentar el difícil camino que le estaría deparado.
Conociendo Juan X. Marcos, del dinamismo de su amigo y de la provechosa sociedad que podía formar con él, Io convocó en 1940 y le propuso varios negocios, porque acababa de acceder a la presidencia de la República el Dr. Carlos Alberto Arroyo del Rio, abogado y amigo personal de muchos años. La situación se presentaba favorable, pues Arroyo dictó un decreto que permitía que las industrias azucareras reemplazaran sus maquinarias obsoletas con otras nuevas, sin el requisito de los impuestos de importación, lo que
beneficiaba, principalmente, a los ingenios Valdez y San Carlos.
EXPORTADOR
En 1940, con una visión futurista, deciden les des socios dedicarse a la agroindustria porque consideraban que nuestros recursos naturales debían ser optimizados Comenzaron incursionando en la exportación de arroz, operación nada fácil, pues se requerían cuatro condiciones básicas; a saber: 1. Capital para adquirir la gramínea directamente en el campo y ganar en el precio. 2. Un sitio cercano con un molino para pilar y embodegar. 3. La aprobación y el permiso del gobierno para las exportaciones, debido al restrictivo sistema de cupos imperante desde diciembre de 1941 cuando Estados Unidos ingresó a la guerra. 4. Buques, cuyes capitanes estuvieran listos a correr el riesgo de una navegación altamente peligrosa, causada por la posible acción destructiva de los submarinos alemanes. En Guayaquil existían muchos grupos de poder, entre ellos Marcos y Estrada, quienes se disputaban los pocos barcos
que cada cierto tiempo se presentaban disponibles. Otros comerciantes minoritarios se unían entre sí para enviar uno que otro barco a Panamá o Venezuela, mientras los dos mayores acaparaban prácticamente lo mejor del negocio.
Cierto día de 1941, le informaron que llegaba a Guayaquil el buque argentino Río Iguazú con capacidad para llevar 110.000 quintales de arroz. El episodio fue relatado por mi padre en una de sus primeras entrevistas periodísticas: "Plena guerra mundial. Flete peligroso, el transporte era para Venezuela, zona infestada de submarinos alemanes por el canal de Panamá y por la ruta obligada a Europa. ! Qué caro se pagaba entonces el seguro! Cada saco de arroz pagaba un dólar con sesenta centavos de seguro. Me arriesgué en la empresa, sesenta días de nerviosismo, el buque llegó y contabilicé mi primer millón".
Con parte de esas ganancias adquirió una extensión de terreno que iba del río Guayas a la primera calle, casi en los límites de la ciudad (el terreno se ha prolongado por compras sucesivas hasta la calle Eloy Alfaro). Allí fundó la Piladora Ecuador e instaló una máquina para pilar arroz, tendales y secadoras. También compró la Compañía Cotopaxi, dueña de una pequeña flotilla de lanchas a motor que se internaban por los ríos de las provincias del Guayas y Los Ríos, a fin de adquirir la gramínea directamente a los productores y asegurar un mejor precio. Narraba: "En esas labores me ayudaba Enrique Ponce Luque, con quien me tocaba dormir
muchas noches sobre los sacos de arroz, pese a las inclemencias del tiempo".
Posteriormente, con el respaldo de Juan X. Marcos, que otorgaba los créditos y avalaba los negocios internacionales a través de su Banco, prosiguió exitosamente, durante la segunda Guerra Mundial, el negocio de exportación de arroz. En cinco años más, logró diversificar las exportaciones enviando café y cacao, productos que industrializaría luego, en los años setenta, bajo las marcas de Prescafé y Perugina, utilizando únicamente materia prima nacional.
Ingresó en el negocio de exportación de cacao y café, en el año 1944, con la constitución de la firma "Luis A. Noboa N.", con un capital de 400.000 sucres. EI paquete accionario se repartió en los siguientes porcentajes; 37,5% de propiedad de Luis Noboa; 37.5%, Juan X. Marcos; y, 25%, Hermann Herzfeld. Luego de dos años, se abrió una representación a nombre de Luis A. Noboa Inc., en New York, la que fue gerenciada por el señor Herzfeld.
A mediados de los años cincuenta, la empresa adoptó la denominación de Ultramares Cía., con el ingreso del señor Arnoldo Panse, antiguo propietario de la difunta firma Ultramares Trading Co., como ejecutivo en la empresa de exportación de cacao y café. Hoy, Ultramares continúa siendo una compañía de gran importancia. Exporta principalmente
café industrializado y en grano y, en ocasiones, ha representado hasta el 40% de la cosecha de café nacional.
Con la caída del Gobierno de Carlos Alberto Arroyo del Río. personaje público y talentoso jurista, que había conducido la asesoría legal de los negocios de Juan X. Marcos, socio de mi padre, la revolución del 28 de Mayo de 1942 los persiguió.
"En esos aciagos días, -cuenta Enrique Ponce- debimos salir de la ciudad y refugiarnos en el campo; era el día en que arribaba el Dr. José María Velasco Ibarra y el pueblo estaba convulsionado. Incluso, en la hacienda en la que almorzábamos, junto a Vicente Dáger y los señores Abud y Dumani, se había arremolinado una turba de campesinos, que al calor del aguardiente, se iba enardeciendo cada vez más. Los campesinos subieron a la casa de hacienda y exigieron que se les diera aguardiente. Preguntaron a su dueño: "¿Y estos blancos qué hacen aquí?"
"Ante tal situación -continúa en su relato Enrique Ponce- opté por dirigirme a Vicente Dáger: !Vicente, esto no anda bien, ordena que enciendan los motores de la lancha… yo sé cuándo bajamos!. Como a las seis de la tarde decidimos irnos. AI momento de salir y bajar de la casa, la turba se había hecho más agresiva e intento impedirnos el paso. Armado de una ametralladora, disparé una ráfaga al aire y le dije a Lucho: “¡Corre!”, mientras, con Vicente, conteníamos a la gente. Una vez embarcados en la lancha, partimos hacia la
hacienda "Elvira" de propiedad de José Falquez, quien nos llevó a la casa de un mayordomo, frente a Jujan.
"Ahí permanecimos un tiempo, con grandes privaciones, pues no había luz eléctrica y los mosquitos prácticamente nos devoraban.”
"Consideramos que mejor debíamos regresar a la ciudad. La primera noche dormimos en casa de doña; Zoila luego Lucho se refugió en otra casa que nos prestaron exclusivamente para él. Un muchacho de nombre Luis Muñoz Fuentes lo atendió esmeradamente durante este tiempo, posteriormente Lucho lo recompensaría con su habitual generosidad.”
"Luego de cuatro meses, tuvimos una conversación con el Presidente Velasco Ibarra y pudimos demostrar que la relación con Arroyo del Rio nunca fue política, con lo cual todo se aclaró y con renovador esfuerzo Luis se entregó a sus empresas”; señala Enrique Ponce en su relato.
Así se cierra un ciclo en la vida de mi padre, marcado por la lucha tenaz para abrirse campo en la vida. Período de aprendizaje en el complejo mundo de los negocios y del que su espíritu inquieto y despierto absorbería todas las enseñanzas que harían de él lo que John Gunter, en su libro "lnside South America", dice:”...hizo su fortuna con arroz,
molinos de harina, bananos. Es extraordinario. Sus orígenes son humildes".
Cuando hoy miro su adusta figura en el retrato que siempre me acompaña, pongo atención en sus manos y su mirada; con ellas alentó a mucha gente y miró la vida con la templanza de quien fue forjador de su propio destino. Por eso me causa regocijo observar el anillo de rubí, que adquirió como forma de pago en 1935, de un joven marinero -se trataba de su anillo de graduación- y que usó siempre porque pensaba que le traía buena suerte.
MATRIMONIO Y FAMILIA EL AMOR CONQUISTA A UNA PAREJA
Isabel Pontón tenía dieciséis años cuando Luis Noboa la conoció en una verbena del parque Seminario, en 1937; es decir, cuando mi padre frisaba los veintiún años. Mi madre era una mujer hermosa, inocente y limpia de alma. Entre ambos siempre nos educaron para comprender y disculpar los errores de nuestros semejantes, en la certeza de que los seres humanos somos básicamente buenos; aunque a veces las circunstancias nos lleven a obrar impropiamente. EI de ellos fue un noviazgo de balcón que duró 5 años. Cuando mi padre contrajo matrimonio, el 8 de enero de 1943,
él ya podía asumir la responsabilidad de una familia; pues cumplía todos los actos de su vida de una manera muy juiciosa. Así, aunque el amor lo empujaba a casarse antes, esperó el momento adecuado para asegurarse de que podría vivir una situación estable. De esta unión nacimos; Luis, Isabel, que es quien realiza esta semblanza, Diana, Álvaro, María Elena y María Leonor, en ese orden.
Me vienen a la memoria muchos momentos de alegría, cuando todos los seis hermanos reíamos al unísono, en un hogar en el que mi padre demostraba constantemente su amor por mi madre y ella por él.
Matrimonio con su primera esposa Isabel Pontテウn テ」ila
La unidad, sin embargo, comenzó a sufrir resquebrajamientos cuando, a la tierna edad de nueve años, enviaron a mi hermano Lucho a estudiar en Quito, en la Academia San Gabriel, con sus dos primos Ponce Noboa. Y luego a Suiza. Con gran pena, recuerdo cuando me dijeron, a los doce años que yo también tenía que ir interna con mi hermana de once años a un colegio inglés en Montreux, lugar que mis padres ya habían visitado. Mi prima, Lourdes Ponce Noboa, iría con nosotros. Mi padre sentía que era muy importante darnos la educación que él había añorado. Teníamos que aprender otros idiomas, visitar el mundo y nutrirnos de todo el conocimiento y la educación que Europa nos podía brindar. Mi madre sufría con esta separación, pero mi padre ya le había advertido que tenía que ser fuerte por nuestro bien; que esta separación que constituía un gran sacrificio emocional y económico, se producía en bien de nuestro futuro.
Personalmente, me costó mucho desarraigarme de mi familia y de mis amigas, para frecuentar un mundo del que ni siquiera el idioma conocía. Pero era tal el empeño de mi padre, que cuando le dijeron, al llegar a St. Georges School, que en el primer trimestre solo podía llegar una de las dos hermanas porque no había suficiente espacio, compró, para sorpresa de todo el colegio, una litera que causo gran admiración. Claro, con la litera ocupábamos el sitio de una sola cama Mi hermana Diana y yo nos convertimos en una novedad. Nadie jamás había introducido en el dormitorio del colegio una cama de dos pisos y todas las alumnas querían verla.
Así nos separamos los hermanos y cada uno, en su turno, a la edad de los once años, tenía que ir a Suiza y permanecer hasta los 18. Solo Álvaro se escapo de aquello, pues él permaneció menos de 4 años en "Le Rosey", en Suiza.
Mi hermano Lucho se estableció en Alemania, luego de contraer matrimonio con Lourdes Ycaza Ponce. Allí nació la primera nieta de mi padre, María de Lourdes. Poco tiempo después, llegó el primer nieto varón, a quien prefirió abiertamente, sin que por ello dejara de ser cordial con todos los que tuvo con posterioridad. De la misma manera como fue un· padre preocupado y cariñoso, como abuelo fue afectuoso y atento, aunque subrayara su preferencia hacia sus primeros
Nietos, María de Lourdes y Luis Noboa Ycaza, de cuya compañía tuvo la oportunidad de disfrutar largamente. Con los otros nietos tuvo menos trato, ya que sus últimos años se radicó fuera del país.
Veinticinco años duró el matrimonio Noboa Pontón. Terminó en divorcio. Pero, para nosotros, sus hijos, esa unión que no tuvo un desenlace feliz, es un recuerdo de largos años de vida común: un nimbo de maravillosa dulzura.
Los hermanos Noboa Pontón seguimos profesando el mismo afecto a nuestro padre y a nuestra madre. Y la relación que mantuvimos con él, inclusive después de que contrajera
nuevas nupcias, sigui贸 siendo cordial: respetamos sus decisiones, y nos abstuvimos, prudentemente, de juzgarlas.
LA CASA PROPIA Hacia el año de 1946, adquirió una casa de cemento, de dos pisos, ubicada en la calles Chile y Maldonado, de propiedad de Federico Saporitti y que fue edificada en los años treinta por la Compañía Italiana de Construcciones, del ingeniero Macaferri. Con el tiempo, le aumentó una terraza cubierta donde celebró hermosas veladas con amigos y parientes; pues apreciaba en alto grado la amistad y la vida social, a pesar del poco tiempo libre del que disponía. Esta casa figuró siempre a nombre de su madre. En ella, mi padre veía la oportunidad de que mi abuela recibiera un ingreso adicional pues ella no aceptaba fácilmente que mi padre le regalara dinero; actitud que empeoró cuando ella consiguiera sus propios ingresos con la administración del hotel.
Nuestro padre nos contó cuánta emoción le produjo comprar esa casa, pues en su niñez pudo palpar las vicisitudes que sufre, a menudo un inquilino.
Le oíamos razonar que el afán de tener la propia casa no es exclusivo del hombre. Afirmaba que el instinto llevaba a las aves a construir su nido, no solo para sí y para su pareja, sino para criar. ¿Por qué, entonces los humanos no podemos
tener casa propia para habitar con la pareja y los descendientes?
En el anhelo de adquirir una vivienda para alojar a la familia, tenía en la mente a su heroica madre viuda, luchadora y valiente, quien sostuvo el hogar, con cuatro hijos menores, y sin recursos suficientes. Ella tenía que ser, con todo derecho, la dueña titular de la 'casa propia".
La compra del inmueble se había realizado en secreto. Recién cuando estaba completamente amoblado y se había previsto la distribución de las habitaciones, se la puso en antecedentes, pues debía suscribir la escritura de compra. La convencieron con la condición de que la firmaría como legítima propietaria y que se le pagaría mensualmente el respectivo canon de arrendamiento. Ella destinó siempre esa renta a sus obras benéficas, a las que me invitaba frecuentemente a participar, recorriendo los barrios suburbanos.
EI valioso inmueble lo ocupó nuestro padre con su familia un cuarto de siglo. Concretamente, mientras estuvo casado con nuestra querida madre, Isabel Pontón de Noboa. Ahora se encuentra en poder de nuestro hermano Luis. Obviamente se fue quedando, poco a poco, con menos número de ocupantes. Cada matrimonio significo una ausencia.
En la tradición de las familias afortunadas del puerto, hasta hace no mucho tiempo, el dinero se invertía más en los negocios, sin distraerlo en la construcción de viviendas lujosas. Lo empleaban en el fomento de la producción, ya sea agrícola, industrial o mercantil. Nuestro padre, que pudo haber construido un opulento palacio en Guayaquil, no quiso hacerlo. Cuando nosotros, sus hijos, en plena juventud, nos entusiasmamos con la idea de ir a pasar algunas semanas del invierno en las playas de Salinas, conseguimos que adquiriera y ampliara una hermosa villa, ya de gran categoría arquitectónica, que pertenecía a la familia Orrantia.
Desde entonces, con frecuencia se celebraban algunos de sus negocios más importantes en el balneario de Salinas. Las jornadas de trabajo allí realizadas, casi siempre llegaban a una satisfactoria culminación.
En esa casa, junto a nuestra madre, compartimos el techo, la protección y el abrigo que aquella nos proporcionaba. Allí pudimos sentir el irremplazable calor del hogar. Luego, mi padre adquirió, a través de sus empresas, otros numerosos bienes raíces, pero ninguno, nos dijo, le produjo la satisfacción que le proporcionó la compra de su primera casa.
EXPORTADOR DE BANANO “Conquistó el mercado internacional con audacia, con organización, con técnica, con un saber hacer que es digno de admiración nacional; hombres como Noboa Naranjo son los que construyen la economía nacional”. Alejandro Carrión (Citado por Xavier Benedetti Roldós, Diario El Universo, 1 de septiembre de 1969)
UN REMOLCADOR Y UNA DOTACIÓN DE LANCHONES La movilización de la carga de exportación, para embarcarla a bordo de la flota mercante que acoderaba en el puerto de Guayaquil, se hizo muy difícil porque las naves de alto bordo se abstenían de arriesgarse a entrar si la marea estaba en bajante. Aducían los capitanes de barco que el lecho del río Guayas exigía un dragado a fondo para destruir una barrera de limo que amenazaba con encallar las naves. Para superar esta situación, se escogió la variante de acoderar en la isla Puná; por lo tanto, era menester transportar la carga de ida y vuelta, entre Guayaquil y el barco, o viceversa, mediante el empleo de lanchones unidos a un remolcador.
Cuando mi padre hizo su primer embarque de arroz para la firma argentina "Bunge y Borg”, advirtió la importancia de disponer de una flotilla de lanchones, con su correspondiente remolcador. Años más tarde, tuvo la oportunidad de adquirir un equipo completo, que sirvió de base para la que, en el futuro, llegaría a ser una poderosa flota de naves de alto
bordo, aptas para el comercio internacional. La expansión de sus ventas de banano, tanto a Estados Unidos como a los países europeos no habría sido posible si no hubiera dispuesto de sus propios medios de transporte. EI itinerario de sus barcos era de una exactitud cronométrica. La llegada a los puertos de destino debía ser puntual, pues el banano es de una extrema delicadeza. Un atraso en el itinerario puede dañar todo el embarque, con la consecuente pérdida para el exportador.
La Grace Line era una empresa naviera que tenía una excelente flota: los famosos "Santa“, que acoderaban semanalmente, primero en forma directa en el fondeadero de Guayaquil y, posteriormente, en Puná. Igual acontecía con otras compañías de transporte marítimo, como la United Fruit que era dueña de sus propios barcos. Cuando la compañía Standard Fruit entró al mercado ecuatoriano, para comprar parte de su producción bananera, tenía que transportar los racimos desde el embarcadero hasta la nave, en lanchones alquilados. Igual operación debía realizar con la producción que adquiría en la provincia de El Oro, que por cierto contaba con un puerto de aguas profundas, hasta el cual confluía la producción bananera de los cantones Machala, Pasaje y Santa Rosa, principalmente. La United se había adelantado. Contaba ya con un complejo de plantaciones que pronto se harían famosas y que dieron lugar a la formación de activas poblaciones de trabajadores. La plantación más conocida de todas ellas es la que tenla y tiene el nombre de Tenguel.
Mi padre fue, durante algún tiempo, el contratista que hizo el transporte de todo el banano que la Standard compraba a los productores del Guayas, Los Ríos y El Oro; desde los puertos de origen hasta los barcos que anclaban, bien sea en Guayaquil o en Puerto Bolívar. Pensaba incorporar a la provincia de Esmeraldas como zona exportadora en un futuro. No podría asegurar hasta qué punto logró conseguirlo.
Pero antes de emprender, en gran escala, la peligrosa aventura, hizo pequeños ensayos. Su primer embarque data del año de 1952 y consistió en doscientos racimos de banano, enviados al mercado norteamericano. Fue el comienzo. Apenas terminó su contrato con la Standard Fruit planeé adquirir una flota capacitada para el transporte internacional.
Un antiguo empleado de la Exportadora Noboa S.A., el señor Jorge Larrea García, quien fue testigo y parte de esa inicial experiencia, recuerda “EI embarque lo hicimos desde Puná porque en esos años no existía Puerto Marítimo”. Al mismo señor Larrea García pertenecen estos párrafos, que se refieren a la audaz decisión que nuestro padre había tomado de hacerse dueño de una flota naviera: "Recuerdo que un día, observando un vapor que recibía una inmensa carga de banano, nos pregunto, a mi hermano y a mí, qué nos parecía ese tipo de buques. Le dijimos que estaban un poco viejos. Nos respondió: Sí, pero los están vendiendo. Ese fue el inicio de su ingreso al negocio naviero."
La flota que con los años llegó a formar tenía la suficiente capacidad de embarque y autonomía, como para transportar toda la carga que cupiera en sus bodegas. Y éstas, para los menesteres del comercio bananero, tenían que estar refrigeradas.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, una vez reavivado el comercio internacional, advino el flujo incesante de los intercambios en los mercados mundiales; dos grandes transnacionales de alimentos de los Estados Unidos cambiaron sus esquemas y políticas bananeras. La "Standard Fruit Co." arribó al Ecuador, porque el "mal de Panamá" había infectado la producción de sus plantaciones en Centroamérica, especialmente en Panamá, Honduras, EI Salvador y Guatemala, y requería la fruta de otros países.
En el Ecuador, el banano aun era un producto marginal y sus exportaciones no alcanzaban sino un 4%. No existía una infraestructura vial que permitiera adquirir la fruta a través de carreteras, de suerte que la Standard se vio precisada a contratar los servicios de las lanchas y los trabajadores de la empresa de Luis A. Noboa Naranjo, para retirar los racimos de las haciendas de la provincia de Los Ríos, por vía fluvial.
Así fue como Luis A. Noboa se convirtió en exportador exclusivo para el mercado norteamericano y, el 26 de diciembre de 1946, constituyó la "Compañía de Comercio y Transporte S.A.”, inscrita el 30 del mismo mes en el Registro
de la Propiedad con un capital inicial de s./ 500.000 sucres, la que se transformaría, con el paso del tiempo, en la actual "Exportadora Bananera Noboa S.A”
EI banano, en su variedad de guineo de seda, había crecido en la costa ecuatoriana desde siempre, pero su siembra se efectuaba a partir de colines o raíces que crecían silvestres en las zonas montañosas de Catarama y Quevedo. En 1930, se iniciaron los primeros cultivos en la provincia de El Oro para la venta en Guayaquil; después se exportó en pequeñísimas cantidades a Chile. Cada racimo iba envuelto en un petate para evitar el estropeo, amarrado con chantas sacadas de la misma mata. Los petates eran devueltos desde las bodegas del barco. Esta curiosa modalidad persistió hasta 1947, cuando empezaron a envolverse los racimos en sus propias hojas. En las bodegas con cámaras frigoríficas, se transportaban guindados, uno al lado del otro, para que no ocuparan mucho espacio ni sufrieran magulladuras. Finalmente, se impulsó la norma de exportar solamente las manos manojos del racimo, en cajas de cartón.
EL PRIMER EMBARQUE
Un atardecer del verano de 1947, Luis Noboa embarco para la Standard Fruit Co., cien racimos de banano de la variedad Gross Mitchel que existía en el país desde siempre, con el nombre de guineo de seda y considerado el de mejor tamaño y sabor del mundo; sobre todo, cuando estaba en toda su sazón, es decir, ligeramente manchado de pintas color café. Para las exportaciones, se cortaban y enviaban los racimos aun verdes. Para evitar la rápida maduración, se los protegía con una sustancia química color azul que se aplicaba en el corte del tallo. El viaje se realizaba en cámaras frigoríficas. Una vez en el puerto de destino, la fruta se introducía en cámaras calientes que aceleraban su maduración, antes de ser expuesta a la venta al público. El primer embarque se envió a New York con un éxito completo, La Standard comenzó a producir banano en la histórica plantación de la hacienda Tenguel, situada en la zona de Balao, provincia del Guayas; aunque la mayor parte de la producción la obtenía de agricultores independientes, que se establecían en las
zonas vírgenes de la costa, con el apoyo crediticio del Estado y, en menor proporción, de las transnacionales.
Aunque el mal de Panamá, que aquejaba a las plantaciones centroamericanas, insertó al país en el mercado internacional del banano; también ayudaron otros factores, como los muy convenientes costos gracias al bajo salario que percibía el trabajador agrícola; así como la propicia situación geográfica de nuestro país, a salvo de la zona negativa de los ciclones. Estos aspectos hicieron que el negocio bananero progresara rápidamente en el Ecuador; a pesar de las mayores distancias hasta los sitios de venta y del pago de peaje en el Canal de Panamá, que encarecían nuestra fruta.
EL BOOM BANANERO A partir de 1948, cuando asumió la presidencia Galo Plaza Lasso, se propagaron los cultivos. Las exportaciones bananeras fueron creciendo hasta convertirse en el primer rubro de ingreso de divisas para la economía nacional. Hubo una fuerte demanda de mano de obra agrícola y nuestro banano se consideró el mejor del mundo. Surgieron numerosas compañías exportadoras abastecidas por productores independientes.
EI país experimentó un significativo cambio demográfico con el crecimiento de ciudades bananeras como Quevedo, Santo Domingo y Machala. Guayaquil, por su parte, recibía los beneficios como principal puerto de embarque. Una importante infraestructura vial se desarrollo como consecuencia de la producción y exportación bananera: las vías entre Guayaquil, Daule, Empalme, Quevedo y Santo Domingo; las de Puerto Inca, Balao, Naranjal y Machala, etc.
Por esta época, en septiembre de I956, cuando a través de la Grace Line realizaba sus embarques de banano, el
exportador conoce a Shillo Adir, quien se iniciaba en el negocio del transporte de la fruta al mercado newyorquino. Relata Shillo Adir: “Yo había hecho un arreglo especial con el supermercado más grande de la época. Supermercado A y P para vender a un precio fijo de $0.5 por libra de banano, que era más o menos nuestro costo. El precio promedio de venta en los últimos dos meses había sido de aproximadamente $0.3, Io que le había causado una fuerte pérdida. Luis Noboa nos pregunto a Sol Palitz y a mí, si venderíamos su banano. Yo le contesté afirmativamente. Cerca de dos años comercializamos en conjunto y luego trabajé directamente para él. Fue la mejor decisión que tomé en mi vida y él también estuvo muy satisfecho con nuestro trabajo. No recuerdo verdaderamente haber tenido nunca una discusión ni un desacuerdo.
“AI comienzo, mi rol era vender la fruta en los Estados Unidos. Yo convencí también a Luis Noboa de que debamos vender en todos los mercados a donde la marca Chiquita llegaba. EI estuvo de acuerdo conmigo. Por supuesto que con Lucho era realmente un placer trabajar, y él era extremamente correcto.”
"Abrí los mercados en Europa, Japón e Italia. Inclusive vendimos en pequeños países como Nueva Zelandia. Llevamos banano hasta Arabia Saudita y otras naciones en el Golfo Pérsico.”
"Lucho tenía, por aquella época, como único socio a Juan Marcos, que posiblemente era el hombre más rico del Ecuador. Cuando Marcos y Lucho estaban en desacuerdo, siempre me llamaban para que sirviera de árbitro. En una ocasión, Luis me confió que Juan Marcos deseaba independizarse y que quería que le pagaran $ 5 millones por el 50% de sus acciones, las que valían mucho mas. Recuerdo haberle dicho que esa oferta era un regalo, pero Lucho la rechazo, pues decía que Juan Marcos siempre había sido su socio y que continuaría siéndolo".
"Posteriormente, Luis Noboa pago a la hija de Juan Marcos, una suma mayor a los 30 millones de dólares. Para entonces, Lucho ya tenía el 100% del negocio. Esto sucedió después de la muerte del señor Marcos."
Sólo una vez que Juan X. Marcos falleció, mi padre acepté comprar su parte accionaria; prueba de su infinita lealtad y agradecimiento para con su amigo, al cual nunca quiso aminorar los ingresos, comprándole sus acciones.
Luis A. Noboa ya era una figura nacional. Se entendía en el idioma inglés. El 18 de abril de 1956, presidio la delegación del Ecuador a la Conferencia Internacional de Bananeros en San losé de Costa Rica. Dicho evento, convocado por el Presidente de esa nación, tenía por objeto obligar a los países centroamericanos, a Ecuador y a Colombia, a aceptar las asignaciones de cuotas para las exportaciones de
banano. Se opuso tenazmente a este prop贸sito porque coartaba la libre empresa. Las estad铆sticas posteriores demostraron su indiscutible acierto, pues el Ecuador logro exportar cantidades muy superiores a las que hubiera podido, de haberse sujetado al sistema de cuotas.
Con David Rockeffeler, visitando Plantaciones de banano en el Ecuador
BONITA BANANA
En 1956, solicitó de la "Standard Fruit Co.” un mayor porcentaje en la comisión, porque dicha empresa tenía volúmenes de exportación relativamente pequeños en el Ecuador. Al no lograr el aumento sin distanciarse de sus directivos, de]6 de representarlos y se inicio directamente como exportador, a través de la marca "Bonita Banana" que patentó en los Estados Unidos.
Empezó la búsqueda de nuevos mercados en Europa. En 1957 exportó a Alemania y un año después al Japón, a través de su agente en Tokio, Carolina Fusimada. Esta rápida expansión solo puede explicarse por su gran capacidad de trabajo y el apoyo de sus colaboradores: Enrique Ponce Luque, quien dirigía las compras de banano y, Miguel Macías Burnham, que realizaba las labores de auditoría. En ese año, abrió una oficina en el piso 30 de un edificio del número 19 de la antigua calle Rector Street, en el sector de Wall Street, al sur de New York. EI edificio había sido construido a finales del siglo XIX, pero era cómodo gracias a la restauración que lo equipé con modernos ascensores. La oficina estaba en el sector portuario de New York, donde realizaba sus
operaciones de descarga de fruta; aunque también recibía embarques por Brooklyn y Baltimore en e1Atlántico, Gulf Port en el golfo de México y, desde 1982, por Long Beach en California.
Como exportador independiente, en los vapores de la Grace Line y de la Flota Grancolombiana. Hacia el Japón, a medias con el grupo UBESA, en los vapores de la Bruns. Un vapor de Grace salía normalmente de Guayaquil los días martes, llevando entre 20 y 40.000 cajas grandes de banano. Los miércoles, partía otro de la Gran Colombiana, con similar embarque, cuando abrió la oficina en Amberes (Bélgica), con los vapores de la Frubel. Posteriormente, enviaba desde Puerto Bolívar, cada quince días, un embarque con destino a Italia y Yugoeslavia, hasta que, en I974, inició sus propias descargas. Para ese año, atendía en mercados de Nueva Zelandia dos veces al mes, mediante contratos de flete con la compañía danesa Lauritzen, propietaria de los vapores Luhesand y Farhmasand.
Su personalidad multifacética y el éxito en los negocios le habían conquistado un altísimo sitial en la economía del país. No se le miraba como al comerciante exportador exitoso, sino como al mayor exportador y, al mismo tiempo, como al mejor conocedor del mercado internacional del banano. EI 21 de marzo de 1.956, fue delegado por el gobierno ecuatoriano ante los Estados Unidos, Venezuela y Costa Rica para estudiar los mercados.
Carlos Aguirre Millet, evocando esta época, lo describe así; "Amable y considerado, se rodeaba de gente y dominaba la vida de todos. Al principio tímido con los extraños, no se sentía cómodo entre ellos, o hablaba mucho o se quedaba callado, luego cobraba confianza y volvía a ser él mismo. A veces era supersticioso. No se sentaba si se percataba de que habría trece personas alrededor de la mesa. La sal no podía pasarse de mano en mano, había que depositar el salero en la mesa. Era un dínamo, tenía fuerza física y mental, aparte de eso era muy hablantín, por eso agotaba a los que Io trataban.” "En una ocasión, le acompañé una semana en las Bahamas. Me habló tanto y de tan diversos negocios, que al regreso en el avión, como me siguiera hablando, tuve que ponerme las gafas obscuras para que me dejara dormir. Cuando se le presentaba súbitamente un problema, solía cambiar de tema para pensar en las soluciones posibles y, enseguida - sin dejar de hablar— daba la respuesta, casi siempre acertada. Por eso decían que tenía la facultad de desdoblar su mente. Le agradaba el arte de la negociación y pedir rebaja para conseguir los mejores precios. Por ejemplo, con motivo de la construcción del edificio de la compañía de Seguros Cóndor, decidió adquirir las vigas de acero. En Alemania invito a desayunar a los vendedores (padre e hijo) a su habitación del hotel. Les pidió rebaja hasta la hora del almuerzo. Cuando encargó la cena, a las siete de la noche, el hijo acepto la rebaja exclamando: "¡Mi padre es una persona mayor y está cansado!". En otra ocasión, llamó por teléfono a Juan Aguirre Avilés para comprar los equipos de aire acondicionado central
para el mismo edificio. Le hablo tanto que, cansándolo, consiguió el precio que quería".
En 1972, el banano ocupó el primer lugar en las exportaciones ecuatorianas. Había generado 109 millones de dólares. Como es de suponerse, la actividad de Luis Noboa era febril. Las jornadas eran agotadoras. Por las noches, debía, a través del telex y la telefonía internacional, mantenerse en contacto directo con los diferentes países del mundo que compraban la fruta. Uno de sus ejecutivos relató a la revista Vistazo: "Es común que trabajemos hasta las cuatro de la mañana, tomando café negro para no dormirnos y que nos citemos nuevamente a las nueve. Cuando Lucho perseguía un objetivo, no descansaba"; Leonardo Stagg lo calificó como "nuestro Aristóteles Onasis"; sin embargo su apariencia y su trato nunca dejaron de ser sencillos.
TRABAJADOR INCANSABLE “Trabajo por la emoción de crear” Luis Noboa Naranjo
A la par que incrementaba el negocio del banano, seguía con la exportación de arroz, actividad muy productiva, al punto que había adquirido la extensa hacienda San Luis que siempre fue una gran productora de arroz. Allí instaló otra piladora. La hacienda San Luis fue la primera de sus propiedades agrícolas. Por esos días se asoció con las firmas internacionales Bunge y Born, de Buenos Aires y New York. Con ellas logró el primer sitial en la exportación de arroz. Abarcó mercados como los de Japón, Sudáfrica y la India.
Gustavo Negrete recuerda que a finales de julio de los años cincuenta, mientras trabajaba en el recinto Las Maravillas del
Cantón Daule, como comprador de arroz para la Piladora San Javier, de propiedad de Luis Vallarino Febres Cordero, se le acercó un señor que manejaba un Jeep. Este señor lo invitó a formar parte de su equipo de trabajo con un pago tres veces mayor al que estaba ganando en San Javier. El señor resultó ser Luis A. Noboa Naranjo. Ya de regreso por un camino de tierra, le habló de negocios, como era su costumbre. Quería adquirir arroz en cáscara, pilarlo y enviarlo al Japón y Venezuela, donde ya tenía compradores.
“Su vida va a cambiar conmigo porque le voy a pagar s. / 1,50 por cada saco de arroz; pero tiene que venirse inmediatamente”. Tenía tal poder de convicción… que Gustavo aceptó inmediatamente. Cuando llegaron a un canchón de la calle El Oro, bajo una ramada inmensa, le mostró las rumas de arroz que a veces hasta inundaban la calle, pues las secadoras no abastecían. Numerosos romaneros, calificadores y obreros trabajaban incansablemente. El negocio no era nada fácil, tenía sus secretos, pues se producían tres cosechas, dos en invierno y una en verano. La primera del año era de arroz de crecimiento rápido, no más de tres meses, para consumo interno del país. La segunda variedad que se denominaba “Fortuna”, de mayor tiempo de maduración, tenía mejor precio por ser del grano grande. La tercera o veraniega, también de la misma variedad, comenzaba a finales de julio y terminaba en octubre. Es decir, de los doce meses de año, durante diez se cosechaba la gramínea.
Cada fin de semana, el exportador recorría los recintos Las Maravillas, Laurel y Junquillal en la zona del río Pula, que va hasta Vinces, porque los capitanes de los barcos se enfiestaban en esos días y no tenían competencia. En la Piladora Ecuador, formó un equipo de compradores compuesto de las siguientes personas: Luis Napoleón Icaza, que recorría Samborondón y el Salitre; Luis Florencio Lastra, en Catarama y Ventanas; Gerardo Brando Naranjo, en Daule y Santa Lucía; los Hermanos Otón y Bolívar Landívar, en Catarama, Ventanas y Babahoyo, con lancha propia; Luis Coello, en Babahoyo; Antenor Noriega, en Samborondón, Jujan y Babahoyo; y, Olmedo Rendón en el Río Paula. Miguel Portugal y Ricardo Pacheco eran los calificadores del grano. Eduardo Cruz tenía a su cargo el laboratorio. Enrique Stéfano, la bodega. Alberto Medina capitaneaba las cuadrillas y el técnico mecánico de las máquinas de la Piladora era Gunther Weiss.
En época de embarque, que casi siempre demoraba hasta una semana, los lanchones repletos de quintales de arroz se dirigían al barco fondeado en mitad de la ría. Luis Arcentales González controlaba todos los detalles de tan difícil operación, pues se trataba de una faena delicada que no se podía descuidar, quizá, por eso –relata Gustavo NegreteNoboa hacía llevar un colchón desde su casa, para descansar en el muelle. Por las noches se tomaba el trabajo de dejar personalmente a sus empleados en sus domicilios. Al despedirse, les decía: “¡No dejes de venir a las siete!” Cuando regresaban al día siguiente, él ya estaba ahí. Enrique Ponce Luque le ayudaba en todo y eran inseparables amigos.
Al finalizar los embarques, se vendían los saldos de arroz a los mayoristas de la calle Pichincha, entre Sucre y Colón. Los más conocidos eran Alfredo Armijos y Bolívar Neira Guerra. “Si el mercado de satura hay que moverse más, en ello radica el éxito en tiempos de crisis”, decía Luis Noboa.
Las lanchas del Grupo Noboa, llamadas La Abundancia, el Jorupe, la San Luis, la Gantún y la Granada, arrastraban cuatro canoas acoderadas a sus dos lados. El remolque Santa Lucía, que poseía más potencia de máquina, se encargaba de sacarlas cuando, por efecto del verano, bajaban los caudales de los ríos y las canoas repletas de arroz se varaban. El Ingeniero Nicolás Pecharich organizaba las reparaciones en el muelle de la ría, con su ayudante el maestro Adolfo Clavijo.
José Miguel Rendón Moreira, desde la Gerencia, controlaba la producción, los aspectos mecánicos de la Piladora y la contratación del personal. Después lo reemplazó Tomás Pulley Fuentes y, finalmente, Carlos Aguirre Avilés. La Piladora Ecuador fue un emporio de trabajo y riqueza por la cantidad de cuadrilleros, empleados y funcionarios. Como todas las empresas de mi padre, se caracterizó por una gran laboriosidad.
El negocio del arroz lo dirigía desde su oficina principal ubicada en Malecón y P. Icaza, inmueble de propiedad de su socio Juan X. Marcos. Ya en años anteriores, su incalculable
dedicación al trabajo se había vuelto proverbial: mientras algunas personas de la sociedad guayaquileña paseaban en sus coches, a las once o doce de la noche, luego de las fiestas, las oficinas de Marcos estaban encendidas, señal inequívoca de que Luis Noboa se hallaba trabajando. Esta conducta fue calificada como de inofensiva locura. Este ímpetu para el trabajo contrastaba con las holgadas costumbres de su socio, quien participaba de una intensa vida social, entre los descendientes de los “gran cacao”; todos ellos de costumbre afrancesadas, que por la mañana jugaban golf en el Country Club y, en las tardes, al bridge.
Estos disímiles estilos de vida, marcaron las diferencias entre estos dos personajes, aunque, como hemos señalado, nunca afectaron a su amistad. Cuando se inició la exportación de arroz en 1941, Juan X. Marcos recibía el 60% de las ganancias y Luis Noboa, el 40%. El año 1947, cuando se asociaron con la Standard Fruit en la exportación de banano, los porcentajes se igualaron. En los años setenta, mi padre empezó a ganar el 60% de las utilidades.
EN EL MUNDO DE LA TÉCNICA Y LAS COMUNICACIONES Como vivió en una época de cambios radicales en la técnica de las comunicaciones, pudo abarcar, con una vista de conjunto, la situación de sus numerosos negocios. Tener en la mente la innumerable cantidad de problemas que se suscitaban diariamente, en todas y cada una de sus compañías, tanto a nivel nacional como internacional, constituía un verdadero desafío.
La comunicación telefónica a distancia, le permitió el prodigio de permanecer vinculado diariamente con sus colaboradores, que por cierto los tenía excelentes. Hablar desde otro país o desde otro continente; se le hizo práctica de rutina. No coincidían las horas de trabajo de un continente a otro, pero este desfase no impedía a mi padre recibir y enviar mensajes telefónicos y, al final de su vida, ratificarlos mediante el novísimo fax. Por algo la frase "control remoto" le parecía responder a una fórmula mágica. La comunicación a distancia
se convirtió en un instrumento de trabajo: fiel, incansable e incorruptible.
Las comunicaciones, nos decía, tienen ya, en el mundo de los negocios, una importancia decisiva. Igual tributo rendía a la televisión. Sin embargo, no le hubiera servido de mucho la perfección de los medios sin el permanente contacto que mantenía con sus organizadores y su asombrosa retentiva, que despertaba la admiración de sus colaboradores.
A esa poderosa retentiva había que agregar, y así lo reconocían quienes estaban cerca de él, su extraordinaria capacidad para barajar mentalmente las más complicadas cifras. En sus oficinas se empleaban muchas calculadoras, pero él se daba el lujo de calcular de forma instantánea, casi con la misma velocidad de aquellas. Le complacía dar verbalmente los resultados y cortejarlos con los que se obtenían en las máquinas. Era, por lo mismo, el terror de los contadores; glosaba sus laboriosas cifras y descubría, al punto, sus equivocaciones.
Lo que le defraudaba era la dificultad que encontraba en el trato con los pequeños productores de banano. Eran modestos propietarios, que se habían improvisado como sembradores de la planta más delicada y difícil que existe en el trópico, según el decir de nuestro padre, y el más exigente.
“Ellos desatendían las normas y cosechaban una fruta que los compradores foráneos rechazaban, o pagaban a precios ínfimos. Era un problema convencerlos de que el cultivo del producto es una actividad agroindustrial. Y, como toda agroindustria, era necesario dotarla de una costosa infraestructura. La época de vender el banano en racimos pasó definitivamente”, nos decía. Se propuso no solamente exportar banano, sino producirlo. Se convirtió, mediante sus empresas agrícolas, en propietario de numerosas hectáreas. Demás está decir, que todas y cada una de sus haciendas bananeras se convirtieron en plantaciones tecnificadas. Los pequeños productores que le vendían la fruta, caminos interiores y cables de acero para movilizar los racimos hacia las empacadoras, además de un aeropuerto de avionetas para la fumigación de los plantíos, a fin de combatir plagas.
Los pequeños y medianos productores bananeros aprendieron la ruda lección. A ello contribuyeron también otras compañías nacionales y extranjeras, que adquirían la fruta en la costa ecuatoriana, con la “Exportadora BANANERA NOBOA S.A.” a la cabeza. El resultado de algunos años de dolorosas experiencias, había sido debidamente reconocido: el Ecuador era el máximo exportador de banano en el mundo y la “Exportadora Bananera Noboa” se convirtió en la firma de mayor exportación del Ecuador.
Todos los días, por obra de las comunicaciones electrónicas, nuestro padre podía emitir, de un modo seguro, las órdenes
de corte de banano, a las haciendas propias y a las de sus proveedores de todo el litoral. El sistema parecía marchar sobre ruedas, ya que, en los puertos de embarque, las naves de turno aguardaban listas para recibir la delicada carga. Pero había un cuello de botella en alguna parte, que condujo a mi padre a convertirse, adicionalmente, en fabricante al por mayor, de los millones de cajas de cartón corrugado, en las que se empacaba el banano que iba a entregarse en el extranjero.
“Usted no tiene compostura, papá”, le decíamos en tono de broma. No dejábamos de inquietarnos al advertir que, cada día, la cargas que no soportaba sobre sus hombros, se hacía más dura de sobrellevar.
PARÉNTESIS FAMILIAR Nueva York fue una ciudad especial para todos nosotros. Allí nació mi hermana Diana. La frecuentamos desde mi padre abrió la oficina de Panamerican Trading en Wall Street.
En contraste con nuestra manera habitual de vestir en el trópico, la indumentaria en aquellas regiones heladas nos hacía reír; parecía que estábamos disfrazándonos. Pero los otros niños que veíamos cerca, vestían como nosotros. Dejamos de reírnos cuando observábamos una facha peregrina, nos procuraban abrigo. Nuestra madre, que era muy bella, vestida elegantemente, nos hacía recordar aquellas revistas de moda que habíamos visto en Guayaquil.
En las primeras giras familiares de vacaciones, nuestro padre infatigablemente hacía relaciones mercantiles. Le interesaba vincularse con empresarios dinámicos y valientes, que confiaran en el Ecuador, porque ya le tentaba exportar al gran mercado del norte. Todo negocio que se proponía exigía cálculos minuciosos y, a veces, largas y dramáticas negociaciones. Le explicaba a nuestra madre la razón de
estas interrupciones: “En el mundo de los negocios no hay cómo descansar, es como andar en bicicleta; si ésta se para, el ciclista se cae”. Sus viajes de placer eran también un modo de trabajar. Cómo podía hacer ambas cosas a la vez fue siempre para nosotros un misterio indescifrable.
En cada uno de aquellos viajes, conocía y trataba a futuros clientes y colaboradores o, también, socios potenciales, Y claro está, a sus rivales, cuando entró a negociar en el complejo y peligroso mercado bananero internacional.
Luego de unos pocos años, a partir de nuestro primer viaje a los Estados Unidos, encuentro en el recuerdo la figura de un estadounidense, James Georgallas, atlético y extrovertido, que hablaba a gritos, en correcto español. Era alguien muy significativo en el negocio de la fruta y entiendo que disponía de grandes cámaras de maduración en los muelles de Nueva York. Llegó a cerrar importantes compras con nuestro padre, que por esa época se iniciaba como un principiante en ese aventurado negocio. Mucho más tarde, tuvimos la ocasión de recibirlo, como un amigo, en nuestra villa de Salinas, donde mi padre se reunía con importantes personajes extranjeros para finiquitar sus transacciones.
En un principio, el corpulento James, que se expresaba a gritos y era en verdad un "gringo” de lo mas pintoresco, hablaba de "racimos".
Años después, hablaba de "cajas". Atando cabos, comprendí la diferencia. AI principio, el banano se embarcaba en racimos y, más adelante, en cajas de cartón corrugado. Era éste un modo de ahorrar espacio refrigerado y, por ende, rebajar el costo de los fletes en los barcos de transporte.
Mi abuela, doña Zoila, que hemos dicho constituyó un factor decisivo en la formación de mi padre, siempre estuvo a nuestro lado. Por aquellos años -los sesenta- mi padre siempre que podía la llevaba a almorzar a nuestra casa y hacía que se sentara junto a mi madre. Gustaba de quedarse con nosotros en las escaleras de la casa por muchas horas. Era una anciana dinámica, con mucho carácter, siempre activa, despierta y con un gran sentido caritativo. Fundó, en 1955, el movimiento cívico "Justicia Social", que alcanzó notoriedad política. Posteriormente al tiempo que permaneció con mi tía Maruja Noboa, vivía holgada del barrio del Centenario, que fue obsequio de mi padre, en vecindad con su hija Amanda, a quien era muy unida. Su vida transcurría al calor de las numerosas amigas que reunía las tardes, en alegres jornadas de rumy canasta y dulces preparados por ella misma. Los fines de semana acostumbraba ir hacia Daule, a una casita de madera que se había hecho construir. Casi siempre iba en compañía de algún nieto.
Practicaba calladamente la caridad con el prójimo. Ayudaba a numerosas familias pobres, discretamente y en silencio, con entera voluntad. Su generosidad y bondad eran proverbiales; quienes la conocían y trataban quedaban encantados con su
forma de ser, su sencillez tan personal y su naturaleza amistosa y veraz.
Creo firmemente que mi vocación por servir y mi actividad como voluntaria en diversas instituciones sociales, la heredé no solo de mi madre, sino de esta mujer altiva y generosa, que me motivó a las visitas frecuentes a los barrios suburbanos, donde reinaba la necesidad.
En fin, Nueva York sería el lugar donde mi padre se radicaría, luego de su divorcio. Compré un departamento en el 740 Park Avenue y otro en el 475 Park, para que pudiéramos disfrutar sus hijos. Este último, sin embargo, Io inscribió a nombre de su esposa Mercedes Santistevan.
LA VISITA DE UN SABIO
La visita de un estudioso que se habla hecho un nombre en el campo de las ciencias naturales fue uno de los fugaces recuerdos de nuestra adolescencia. Mi padre Io esperaba desde hacía meses, y por una u otra causa, la venida del gran botánico se postergaba. Sabíamos que su principal interés estaba en la reforestación del país y que se proponía visitar las haciendas que cultivaba mi padre, con el fin de formarse una idea de sus posibilidades. Según supimos después, creía factible fundar en alguna de ellas una especie de semillero o de granja experimental, dedicada a la producción de especies vegetales nativas de la región, que se propagaría no por obra del Estado, sino gracias a la iniciativa privada. Consideraba que tal actividad podría ser un negocio rentable.
El tan esperado sabio era el naturalista ecuatoriano, doctor Misael Acosta Solís, quien no solo visitaría las oficinas de mi padre sino nuestra casa, la que sería el punto de partida para sus excursiones.
Su visita era aguardada, de nuestra parte, con una gran curiosidad y estuvo precedida por una remesa de libros y revistas, todos ellos referentes a botánica, la mayor parte de su propia autoría. Como estaban ilustrados con dibujos trabajados por el mismo autor, nuestro deseo de conocer al personaje se justificaba todavía más. Claro que en este caso, nuestra imaginación pobló las conjeturas de nuestra adolescencia con imágenes presentidas que tenían mucho de romántico. Era la época de los actores de cine de glamoroso aspecto, y ya que habíamos visto más de un sabio en las películas, nos preguntábamos: ¿cómo será el invitado de nuestro padre?
Debo reconocer que la presencia física del conocido sabio no correspondía a la imagen que me había formado de él. Era un personaje de modesta apariencia: de baja estatura pero fornida contextura; un poco cargado de hombros; de tez cobriza, que delataba a la distancia el predominio de la sangre aborigen. Su presencia irradiaba fuerza, agilidad, aplomo. Sus ojos, ligeramente achinados, miraban de frente. Un pequeño bigote se extendía sobre el labio superior, de comisura a comisura. Vestía sencillamente. Llamaba la atención, en su indumentaria, la tosca apariencia de su fuerte calzado.
Mi padre Io trataba con gran respeto. Conversaban sobre temas que para nosotros, la gente menuda, eran poco familiares. Lo que sí pudimos notar es que esa visita dejó en el ánimo de nuestro padre una profunda huella. Durante
algunas semanas la tuvo presente, pues su vasto plan de reforestar el país también le pareció factible y eminentemente patriótico. Este proyecto podría realizarse y alcanzar una dimensión nacional con el apoyo de la empresa privada. La triste realidad de hoy es que la riqueza forestal del Ecuador se encuentra en trance de desaparecer.
Según alcanzamos a conocer por entonces, el doctor Solís sostenía que la explotación maderera tecnificada, no solo sería un gran negocio para el productor, sino que impediría a tiempo la destrucción del patrimonio arbóreo del Ecuador, donde ahora, irresponsablemente, se tala el bosque sin reponerlo. Pero mi padre no tuvo tiempo de constituir una empresa como la que el doctor Acosta Solís le proponí.a Su cuerpo le habla enviado una advertencia sobre una terrible asechanza que amenazaba su salud. Pudo contrarrestar el riesgo, gracias a su extraordinario vigor. Se recuperó, mas su corazón quedó sensible y ya no inspiraba la misma confianza que antes despertaba en su dueño.
De haber tenido tiempo, le hubiera gustado realizar un doctor Acosta Solís: emprender el cultivo, en gran escala, de especies endémicas, nativas de nuestro propio suelo. “Estoy descorazonado”, decía tomando a broma su problema de salud. Por cierto, no dejó por ello de trabajar a ritmo vertiginoso, lo que podía acelerar un fatal desenlace. Pero el trabajo era para él una terapia. ¿Y el doctor Acosta Solís, el sabio naturalista? Pues, sobrevivió a nuestro padre, y lo siguió a la tumba dos años después.
Fue en 1960 cuando mi padre sufrió un infarto. Yo me encontraba interna en el colegio y, a mi llegada para las vacaciones de junio, sentí el cambio. En pleno estado de recuperación y pocos meses después del hecho, mi padre iba a su oficina, cargado en una silla, para trabajar al menos algunas horas. Luego, de la misma manera regresaba, escaleras arriba. Las noches eran muy tranquilas. Generalmente disfrutábamos juntos de una película mientras saboreábamos unos caramelos toffees americanos, con los que él reemplazaba el cigarrillo que el médico le había prohibido.
LA SEPARACIÓN A esta altura de mi evocación, encuentro que el cielo se nubla de pronto. No puedo ni debo juzgar Io que ocurrió, pero sí revelar, con respeto, pero con dolor el año en que se produjo la separación en el hogar: el divorcio de mis padres ocurrió en 1968. Veinticinco años habían pasado desde el 8 de enero de 1943, cuando ellos contrajeron matrimonio. Nosotros, los hijos, fruto de ese amor, les debemos mucho a los dos. Nuestra madre dio paz y amor a manos llenas, a lo largo de un cuarto de siglo. Siempre respaldé a nuestro padre, desde el trabajoso comienzo de su vida de hombre de empresa, hasta que alcanzó la meta que le permitiera dominar el mundo de los negocios.
Luego mi padre rehizo su vida afectiva y se caso con Mercedes Santistevan, mujer a quien él amó y respetó. Continuó cumpliendo siempre sus deberes de padre, pero cuando se estableció en Estados Unidos, ya no nos fue posible departir con él todos los días. Acuden a mi mente sin embargo, maravillosos recuerdos compartidos con él y
Mechita en su casa de Southampton, que él mucho disfrutaba, o en su casa de Nassau o el departamento de New York.
Nada podíamos reclamarle. Además, sabíamos que seguíamos amparándonos bajo su sombra y eso lo hacía sentirse feliz. Parecía que nos debía una especie de reparación sentimental que hizo que sus desvelos por nosotros, cuando ya todos habíamos constituido un hogar, contribuyeran a hacernos más grata la existencia.
Don Luis Noboa Naranjo, la Sra. Fanfani y Do単a Mercedes Santistevan de Noboa, segunda esposa de Luis Noboa Naranjo.
EL ÉXITO ESTÁ EN DIVERSIFICAR “Con el amanecer de cada día, se incrementa Mi entusiasmo por el trabajo y estoy en el Mundo de negocios, no por simple rutina Sino por el renovado afán de llevar adelante la obra iniciada hace ya años”. Luis Noboa Naranjo
La década del 60 significó una nueva etapa en su vida de empresario, principalmente porque inició la diversificación de sus actividades con la incursión en la industria. La primera empresa que lo llevó en esa dirección fue "Industrial Molinera S.A.", con la cual abasteció el consumo nacional de harina de trigo, importando variedades de la gramínea que se mezclaban con las variedades nacionales de trigo.
Esta empresa y sus filiales estuvieron gerenciadas primero por León Febres Cordero y luego por Isidro Romero; dos personajes que se constituyeron en significativos pilares de apoyo para el éxito empresarial y fueron muy valorados por mi padre.
La Molinera utilizó costosos equipos de descarga por succión para transportar el cereal desde las bodegas de los buques hasta la planta, Io que permitía un proceso que evitaba toda contaminación. Estos rigurosos procedimientos, con las técnicas más modernas y bajo estrictas medidas de control de calidad, dieron un producto inmejorable. Contrató un personal idóneo y lo capacitó con técnicos del exterior. Levanto los más funcionales silos del país y lanzo al mercado una serie de productos de consumo masivo y popular.
En noviembre de 1980 compro los afamados Molinos Poultier ubicados en Latacunga y puso al frente de ellos al ingeniero chileno Richard Watt. EI año siguiente contrató al técnico alemán Konrad Linder, y con una serie de cambios y el montaje de maquinarias italianas marca Golfetto, aumentó la producción de 33 a 52 toneladas de harina de trigo por día, en mayo de 1982; cantidad que se ha ido incrementando hasta llegar a las 170 toneladas diarias, con una excelencia de calidad que es controlada por un moderno laboratorio. EI tradicional edificio fue ampliado en tan solo seis meses por Ia compañía Foram; la obra resultó monumental en varios aspectos, como las enormes bodegas de almacenamiento del producto terminado, que dan un absoluto margen de
seguridad con una provisión permanente al mercado nacional para evitar el desabastecimiento de harina de trigo, imperativo vital para el país pues se trata de un producto de primera necesidad y consumo diario.
EI negocio naviero evolucionó gracias a que realizo trueques de banano por papel craft y almidón, materia prima para la elaboración de cajas de cartón en las que comenzó a embalar la fruta de exportación. También hizo negocios triangulares: transportaba banano desde el Ecuador hacia el país consumidor; allí tomaba carga para otros países y, en su viaje de retorno, traía un nuevo cargamento al Ecuador. Para tal efecto constituyó la Pacific Fruit Co. en Nassau, capital de las Islas Bahamas.
La expansión del negocio bananero adquirió un nuevo impulso gracias al esfuerzo infatigable de mi padre, acicateado por las nuevas exigencias de la exportación de la fruta, que volvían imprescindible la tecnificación a fin de competir con ventaja en un mercado, que en los años sesenta y setenta había adquirido mayor complejidad. Para el incremento del hectareaje bananero, en septiembre de 1964, adquirió la hacienda Martinica en Pimocha, provincia de Los Ríos, con una extensión de 785 hectáreas. Cambió la denominación de su empresa al nombre de “Exportadora Bananera Noboa S.A.”, como actualmente se la conoce.
Para hacerle frente a la creciente demanda internacional, fundó en 1974, junto a Leonardo Stagg Durkopp, una oficina en Amberes y otra en Londres. El 13 de enero de 1978, después de un enorme esfuerzo de tecnificación y destreza comercial en el difícil campo de los negocios mundiales, logró vender en el exterior 31’600.000 cajas de banano. Fue un año cumbre, pues había tenido que luchar con la competencia de otros países más cercanos a los mercados de Estados Unidos y Europa, Io que les daba ventaja sobre el banano ecuatoriano, que incrementaba su precio, por la obligada ruta de transporte, a través del canal de Panamá.
Para esa fecha, había adquirido acciones en las grandes transnacionales de la fruta y poseía un conocimiento muy completo de los mercados mundiales, gracias a sus continuas visitas al exterior. Adecuó sus negocios al nuevo esquema comercial, establecido principalmente por la Standard Fruit Co., Io que le permitió obtener una producción de primerísima calidad mundial y volver a vender su fruta en los Estados Unidos.
Este esquema de calidad se sustenté en una alta tecnificación de los cultivos; en la utilización de una fuerza de obreros calificados; en el empleo de sistemas automatizados de transporte por riel para evitar el manoseo de la fruta; el uso de riego por aspersión; fumigaciones periódicas; reducción de las áreas de cultivo; estabilización del comercio a través de contratos permanentes y no circunstanciales con los proveedores asociados, pues ya dejaban de ser simples
productores, para convertirse en socios a quienes había que asegurar una rentabilidad. Todo esto además para evitar la Sigatoka, plaga nueva que se había presentado en las bananeras de Centroamérica y que llegó al Ecuador desde Colombia.
Efectuada la reapertura del mercado norteamericano para el banano del Ecuador, éste ya no volvió a ser el primer rubro de exportación y se colocó detrás del petróleo y el camarón.
El 20 de septiembre de 1979, Agustín Arroyo Yerovi, Embalador ecuatoriano en Londres, presento la Nota No. 4-188-78 a la Cancillería Ecuatoriana. Esta nota corroboraba Io expuesto por Luis Noboa y el Ministro de Industrias e Integración, Galo Montano, acerca de las exportaciones de banano al Reino Unido, país que anualmente importaba entre 280.000 y 300.000 toneladas métricas de banano. De esta cantidad, 220.000 correspondían a compromisos ineludibles con países de la Commonwealth y, las restantes 60 u 80.000 toneladas, a los países llamados del área del dólar, con base a licencias de importación. De esta última cuota, la cuarta parte era banano ecuatoriano, a través de reimportaciones desde otros países europeos. Para terminar con este negocio que beneficiaba a unas cuantas transnacionales, mi padre viajó a Londres desde 1976 y asistió a reuniones, acompañando a los Embajadores Gustavo Ycaza Borja y Arroyo Yerovi, pero los resultados no fueron del todo favorables.
DE EXPORTADOR DE BANANO A NAVIERO Las actividades a las cuales mi padre dedico su vida se fueron eslabonando como una cadena. Cada eslabón, a su vez, dio lugar a otras empresas simultaneas o sucesivas, subordinadas o no a la principal.
Con su divisa "a tiempo todo el tiempo”, que repetía constantemente, el propietario de la modesta flota de lanchones y un viejo remolcador, dio un paso audaz: dejó de trabajar para la Standard Fruit y comenzó a exportar, por su propia cuenta, unos cuantos embarques de prueba a los Estados Unidos. Cuando empezaba a afirmarse en el negocio, tuvo que desafiar, como un intruso imprudente, a tres colosos del mercado bananero: United Fruit, Del Monte y la propia Standard Fruit. AI principio le toleraban su intromisión, acaso porque entre ellas se encontraban empeñadas en un duelo a muerte por ampliar sus mercados.
Esta lucha implacable duró algún tiempo y, como lo saben las personas vinculadas a este negocio, la compañía Standard estuvo a punto de liquidarse. La salvó la Prudential, una compañía norteamericana, que se convirtió en su virtual propietaria. Entretanto, mi padre conquistaba un sitio cada vez más amplio y firme en el mercado internacional del banano.
El eslabón de la cadena que mas notoriedad le ha dado es la "Exportadora Bananera Noboa S.A.”. En un comienzo, esta compañía funcionó gracias al alquiler de espacio refrigerado en los barcos de alto bordo que hacían el recorrido de ida, desde Guayaquil, Puná o Puerto Bolívar hacia el norte. Le tocó adaptarse a las distintas formas de preparación de los racimos de banano. Pronto fue necesario embalarlos en cajas de cartón, lo cual exigía del productor un cambio radical en sus operaciones de campo. En poco tiempo el negocio se convirtió en agroindustria.
La lucha que libraron los tres grandes del banano por ampliar sus respectivos ámbitos comerciales, le demostró a mi padre cuán peligroso era depender de los itinerarios, a veces cambiantes, de los barcos que seguían su viaje hacia los Estados Unidos. Un atraso en el arribo al puerto podía significar, si no la pérdida de la carga, por lo menos un grave deterioro. Y algo más, en el curso de la guerra que libraban los tres grandes, quien se retrasaba en el puerto de llegada, estaba expuesto a encontrar una tremenda sorpresa; el
precio de la caja de banano podía bajar hasta ser inferior a su costo y arruinar al exportador.
Uno de sus colaboradores de la "vieja guardia", mi tío Enrique Ponce Luque, recuerda cómo llegaron a contar con treinta y cuatro barcos en servicio regular. Era un eslabón más que el negocio de exportación exigía para responder adecuadamente con los compromisos: una flota naviera de alto bordo. En la década de los ochenta, la flota llegó a estar conformada por 13 barcos de bandera nacional.
Los amplios conocimientos y experiencia que adquirió rápidamente en el negocio naviero le dieron una gran reputación a escala internacional, sobre todo en Norteamérica. A fines de la década de los sesenta, Lyndon B. Johnson, entonces Presidente de los EEUU – como nos lo cuenta Xavier Benedetti Roldós, quien entrevisto a mi padre en 1969 -, lo llamó para que asesorara su política naviera; pues, la guerra de Vietnan había complicado enormemente el tráfico de buques en el mundo. Asumió el cargo de manera honorífica y contribuyó a la creación de una política del transporte naviero adaptada a las nuevas circunstancias mundiales.
El 13 de enero de 1978 viajó a Machala, especialmente invitado por las autoridades de la provincia de El Oro para asistir a la inauguración del monumento al agricultor bananero orense. En el acto, hizo formal entrega de la obra y
anuncio la constitución de la primera empresa naviera nacional de buques con cámaras de refrigeración, que surcarían los mares llevando el banano ecuatoriano a los diferentes puertos del mundo. Para conseguirlo, el Estado debla expedir la Ley de Fomento de la Marina Mercante y dejaría de gravar la nacionalización de cada barco con el impuesto del 16% sobre el valor de la nave; traba que no existía en los países que estimulaban el desarrollo de una marina mercante poderosa. En el Ecuador, por el contrario, solo existían flotas estatales, favorecidas con la exoneración total de impuestos. Demás esta indicar que para esa fechar otros armadores también habían solicitado la expedición de la nueva Ley.
El negocio naviero que iniciara en las Bahamas se veía impedido de usar la bandera ecuatoriana por el anacronismo de nuestras leyes, que gravaban a las naves nacionales con inoportunos requisitos y cuantiosos impuestos. Por ejemplo, en la Ley de Reserva de Carga se disponía que toda carga de regreso al Ecuador debía ser transportada en vapores de bandera ecuatoriana o en vapores de banderas afiliadas a la ecuatoriana. Por cada vapor de bandera ecuatoriana se ponían hasta tres vapores de cualquier otra bandera (arrendados), los que conseguían gran beneficio en la compra del combustible ecuatoriano que tenía un precio menor al internacional. Esto, por supuesto, iba en detrimento de la propia economía nacional.
El 29 de enero de 1979, en presencia del Contralmirante Alfredo Poveda Burbano, Presidente del Consejo Supremo de Gobierno, Luis Noboa incorporó el primer barco de su flota ecuatoriana que denominó “Compañía Naviera del Pacífico S.A. NAPACA”. Explico que la competencia extranjera tenía la ventaja de estar más cercana a los centros mundiales de consumo de banano y por tal razón no pagaban el peaje por el canal de Panamá, pues embarcaban directamente desde las costas del Caribe y Centroamérica. Igualmente, se salvaban de la demora de horas y días en espera del turno para el paso, soportaban un menor millaje de recorrido, menor consumo de insumos y combustibles, etc. Todo ello se traducía en un mayor costo para la fruta ecuatoriana.
En noviembre del 75, había comprado la nave "Boering Core" a la Maritime Fruit Traders, una compañía israelita en quiebra. La nave fue bautizada con el nombre de "Bonita". Se hundió en 1981, en el Canal de la Mancha, presumiblemente por el mal estivado con una carga de sacos de urea que se deslizó y desniveló la nave. En este percance fallecieron dos marinos ecuatorianos. En 1976 adquirió el "Maglevy Maersk" a la compañía A.P Moeller de Dinamarca. Este barco fue bautizado como “Pacific Ocean" y tomé el nombre de "Provincia de El Oro", cuando se le puso bajo bandera ecuatoriana.
Al año siguiente, adquirió otro por subasta a la Maritime Fruit Care, al que los banqueros acreedores tenían embargado. Éste, bajo bandera ecuatoriana se llamó "Ciudad de
Guayaquil". En 1979 compré dos más de bandera italiana, el "Punta Blanca" y el “Punta Verde", los que fueron convertidos a bandera de Las Bahamas. De la compañía Lauritzen, de Dinamarca, adquirió el "Nipon Refer" que fue bautizado como "Artic Ocean" y el "ltalian Refer", como "lndian Ocean". Cuando tomaron la bandera ecuatoriana cambiaron de nombre.
En l979 dispuso la fabricación de tres naves en los astilleros Uljanik de Pula, Yugoeslavia. La adquisición fue realizada de una manera suigéneris: pagó una parte en dólares, otra en divisas yugoeslavas provenientes de clientes bananeros en ese país y una a crédito; mas, como en el curso de la construcción variaron notablemente las condiciones laborales de ese país, viajó a Venecia, se entrevistó con los representantes de los astilleros y reajustó los precios. Los barcos fueron terminados en 1992 y se usan en la ruta Guayaquil - New York.
Entre 1981 y I985, compró dos vapores a la Flota Bananera Ecuatoriana y a la Flota Grancolombiana: los barcos "Republica del Ecuador", “Ciudad de Mama", "Ciudad de Ibagué" y "Ciudad de Cali". En 1986 adquirió el "World Oak" y luego el "Lucky" y el "Baltic Sea".
En 1992 contrató la construcción de cinco vapores con el astillero Danyard en Frederickhaven, Dinamarca. Completó entonces un total de 21 naves.
Así fue como mi padre se convirtió en el armador de la flota mercante más grande del Ecuador. También en este campo comenzó modestamente. Ahora, esa poderosa y moderna flota llega con frecuencias regulares, a los Estados Unidos, al norte de Europa, al Mediterráneo, al Japón, al mar Báltico, Perú, Chile, Uruguay, Argentina, Nueva Zelandia, China y Rusia. La marca "Bonita" ampara la excelencia de la oferta.
Pero los barcos que llevaban banano no debían regresar vacíos y en lastre, pues hubiera sido ruinoso. Esa fue una de las razones que tuvo mi padre para añadir un eslabón más a la cadena; adquirió una importante empresa llamada por entonces "Harinas del Ecuador", que estaba situada al sur de la ciudad de Guayaquil, sobre la ribera derecha del río Guayas, dotada de silos y facilidades portuarias idóneas como para traer trigo al granel, que se procesaba en sus modernísimos molinos.
La flota fue adquiriendo prestigio por la puntualidad y eficiencia de sus servicios y conquistó un importante volumen de carga de importación. La expansión de la flota abrió la posibilidad de añadir un eslabón más a la cadena: se creó un área naviera, a cargo de la compañía denominada "Fluidos Navieros S.A.", que provee de combustible a las naves de.la flota, además de una sección de Bodegas de Almacenamiento Temporal (BODALMET), que proporciona al usuario del comercio exterior un servicio completo de trámites de desaduanización, transporte, almacenamiento y entrega de carga.
El negocio naviero tuvo su momento más excelso cuando, en 1992, hizo un trato para la compra de cinco barcos del astillero de Danyard, por un valor de US$ l5'000.000 (quince millones de dólares). Cerró el negocio con la garantía de la confianza en su palabra. Un apretón de manos dio inicio a la compra de los materiales necesarios para armar los cinco barcos. Solo muy posteriormente quedaría formalizado en el papel este acuerdo. Señala Kurt Maier: "Todos los que hacían negocios con Luis Noboa confiaban en su palabra y los documentos firmados fueron muchas veces desechados”.
Nos asombraba la capacidad de trabajo de nuestro padre, cuyas empresas, ya numerosas, iban adquiriendo una dimensión extraordinaria. Pero nos angustiaba también el darnos cuenta del trabajo ciclópeo que sostenía sobre sus hombros. Era inútil hablar de reposos. “El trabajo es para mí una terapia”, nos decía.
AGRICULTURA E INDUSTRIA Desde su infancia, Luis Noboa aprendió ciertos elementos que forman parte esencial de todo hombre de negocios: conocer dónde está el cliente y cuál es la necesidad que desea satisfacer. La experiencia adquirida en sus primeros años le permitió imponerse, no sin dificultades, en el mundo empresarial. Su paso por el Banco que dirigía Juan X, Marcos fue de una importancia decisiva. Éste reconoció con hidalguía cuánto bien le proporcionó al Banco Sociedad General de Crédito la colaboración que presté su joven amigo y socio a las actividades en que el notable banquero participó. Particularmente en los primeros tiempos, cuando la exportación de arroz convirtió a mi padre, en su laboriosa juventud, en mayorista precoz. Al mismo tiempo comprendió que, en un país predominante agrícola, como es el Ecuador, era preciso fomentar la agroindustria.
Con extraordinaria visión, mi padre fue diversificando paulatinamente su trabajo, encaminándolo hacia lo agroindustrial. Tecnificó la producción bananera y trabajó sus haciendas productoras de caña de azúcar con una clara vocación para racionalizar la industrialización del producto y
sus subproductos. Le pareció imperdonable que los ingenios azucareros desperdiciaran la melaza vertiéndola al río, cuando se trataba de un alimento “sin igual para la ceba de ganado”. El bagazo se utilizaba como combustible para alimentar los calderos y el remanente podía servir como materia prima para la fabricación de cartón. Era una fibra que debía aprovecharse.
Se interesó también por la agroindustria que empleaba el cacao como materia prima. No tuvo tiempo para explorarla a fondo, como él sabía hacerlo, corrigiendo los gravísimos defectos que veía en manos de competidores apegados a la rutina y a la explotación primitiva de tan valioso producto. Sabía que se estaba desperdiciando un elemento primordial y de gran privilegio; la calidad excepcional del cacao ecuatoriano. Le hubiera parecido magnífico preparar él mismo una gran plantación de cacao que sirviera de modelo, pero para ello requería de muchos años, en tanto que tecnificar el banano y perfeccionar su calidad requería menos tiempo, por lo que se convirtió en el cultivo de su preferencia. La prisa con que manejaba sus empresas no cuadraba con la lentitud inevitable que exigiría habilitar una plantación modelo de cacao, capacitada para ofrecer un producto de calidad excepcional, susceptible de industrializarse. Sin embargo, el tiempo fue un factor del que no dispuso suficiente, el que detuvo en forma inexorable, muchas de sus ideas creadoras.
EI tiempo también conspiró en contra para organizar una granja de ganadería que, así mismo, fuese ejemplar. Verdad
es que tuvo la hacienda San Luis, pero le interesaba, principalmente, hacer una demostración que le hubiese apasionado: desarrollar la capacidad, jamás reconocida y explotada, de la ganadería tropical para la producción lechera. Con ella habría demostrado cuan equivocados estaban los burócratas del Ministerio de Agricultura, que sostenían que la costa no era apta para la ganadería lechera. Mi padre había experimentado en pequeña escala y se convenció de que la tesis oficial del Ministerio era un imperdonable error. En la actualidad tenemos ya en las provincias del Guayas y Manabí, ganaderos especializados en la crianza de ganado de leche, con alta productividad. Mi padre tenía razón, pero no tuvo en esos años, la oportunidad de demostrarlo.
Hoy el criterio oficial ya no es el mismo, tuvo oportunidad de leer las declaraciones de un flamante ministro guayaquileño, que conocía de su experiencia piloto: “La gente joven se resistiría a creer en la sabiduría de los expertos del Ministerio, que sostuvieron como un dogma científico, que la costa no se prestaba para la crianza de ganado lechero. Con esta tesis absurda se perjudicó grandemente, no solo a los intereses de los ganaderos costeños, sino que se impidió el desarrollo de una gran industria láctea". Eran otros tiempos, hoy pesa, con toda autoridad, el dictamen de una generación de expertos ecuatorianos, formados en la famosa escuela de agricultura tropical de Honduras: los profesionales "zamoranos", quienes han contribuido en gran parte a la nueva orientación de la todavía incipiente política agropecuaria del Ecuador.
Mi padre tenía, sobre este tema, algo así como una obsesión patriótica: ¿Por qué no puede el país contar con una escuela de agricultura tropical, tan buena como la que viene produciendo el personal de zamoranos?" Creía que la institución creada por el presidente Galo Plaza era ya un promisorio comienzo. No está a mi alcance juzgar si la llamada escuela de agricultura tropical de Daule ha respondido a las esperanzas de su fundador, que mi padre compartió también. El silencio que observo frente a esta experiencia acaso sea una respuesta.
LA DULCE TENTACIÓN DE LA CAÑA DE AZÚCAR Para llegar a la hacienda San Luis, que se estaba convirtiendo en un modelo de perfección, mi padre tenía que viajar por una carretera que cruzaba, por ambos costados, una extensa llanura íntegramente sembrada de caña de azúcar. Todos sabían que se trataba de los canteros que pertenecían al Ingenio Valdez, fundado hace casi un siglo.
Impresionaba al viajero el recorrido por los inmensos sembríos que se perdían en el horizonte. Se notaba además que la vasta extensión sembrada se dividía en cuarteles cuadriculados, separados entre sí por caminos carrozables, identificados con el nombre de "guardarrayas". El desplazamiento de las máquinas y los transportes se hacía de una forma espectacular. A Io lejos, los aspersores elevaban sus penachos de agua en airosa curva. En nuestro
medio, este despliegue técnico no era muy frecuente. Todavía se cultivaba la tierra de un modo muy tradicional.
Como lo he recordado en otras páginas, a mi padre le descomponía el ánimo leer en los diarios, con alguna frecuencia, que faltara arroz y azúcar en el mercado nacional, a causa, ya sea de la escasez de agua en el verano o su abundancia en la estación invernal; situación que se superaba importando ambos productos del extranjero. Le parecía imperdonable que los gobiernos adolecieran de una política económica coherente que promoviera el cultivo regular de estos dos productos de primera necesidad.
En concreto, tratándose de la producción de azúcar ésta no lograba despegar de acuerdo a su potencial, parecía que en ello tenían que ver los comerciantes importadores, quienes, en poco tiempo y con un mínimo riesgo, podían traer de otros países, a un precio ventajoso tanto el azúcar como el arroz para colocarlos en el mercado interno, a precios de especulación. Aquello, pensando en las potencialidades de nuestro país tropical, lo avergonzaba. Le parecía inconcebible que, siendo el nuestro un país agrícola por excelencia, no pudiera producir para su propio consumo. Estaba preparando el terreno, para la futura adquisición del Ingenio Valdez. Sin embargo, por aquel tiempo, la industria azucarera no era aún un buen negocio. Estudiaría a fondo sus complejidades antes de efectuar la compra. Hacía notar que, en los últimos 50 anos, más de un capitalista audaz
intentó establecer un Ingenio. Todos fracasaron, inclusive el que se conoce con el nombre de Ingenio Aztra, del que decía que merecía que Io llamaran "Desaztra". Siguió analizando los mejores términos para la operación del "Ingenio Valdez” pero no vivió lo suficiente como para llegar a las metas que tenía por delante. Alcanzó, es cierto, a incrementar el rendimiento del ingenio hasta una cota que jamás había alcanzado antes, pero no pudo asegurar, conjuntamente con los otros dos grandes ingenios azucareros, que las importaciones de azúcar en las temporadas conflictivas, fuera un capítulo cerrado definitivamente.
No me corresponde transitar por un terreno que no me es familiar, pero por testimonios de amigos comunes, vinculados a la producción azucarera, conocimos que puso toda la maquinaria que tenía el ingenio en eficiente servicio y negoció con firmeza con los cultivadores de caña del vecindario, que le vendían la zafra. Mejoró también el siempre delicado problema de las relaciones laborales, acaso el más complejo y temido por todos los empresarios en el Ecuador.
EI trato de las compañías de mi padre con sus trabajadores nunca fue un asunto difícil. Sus empresas han dado trabajo a millares de obreros y hombres de campo. Su táctica: cumplir puntualmente con los derechos laborales. EI pago oportuno de los sueldos y salarios y la asistencia médica puntual y eficiente han mantenido todo el tiempo una pacífica convivencia entre las empresas y sus colaboradores.
Nuestro padre tenía fe en el futuro de la agroindustria. Sostenía que la agricultura en gran escala convertida en industrial es una buena inversión. Demora en dar rendimientos y por años se trabaja a pérdida, pero en la agricultura hay que perseverar y tener una infinita paciencia, así como una constante vigila. La técnica del cultivo, decía, seré la salvación del país y de sus inversionistas. Mi padre escogió trabajar con los productos básicos de consumo para el pueblo. En la mesa, cotidianamente, seguimos alimentándonos con arroz y azúcar. La presencia de estos dos productos de consumo familiar nos trae a la mente la labor incansable de nuestro padre, que desde su juventud se familiarizó con el mercado arrocero del litoral y fue también productor de azúcar. Y el pan diario, el alimento popular por antonomasia, sigue amasándose con la harina de trigo que elaboran los molinos de propiedad de una de las compañías fundadas por don Luis Adolfo Noboa Naranjo.
Capítulo 3 PRIMERO EL ECUADOR “Pocos países en el mundo gozan de tanta riqueza, comparativamente, como el nuestro. Por eso miro con optimismo el porvenir económico del país, en el que he tenido confianza toda mi vida”.
Luis Noboa Naranjo
Uno de los viajes que hiciera nuestro padre a los países orientales, a JAPÓN principalmente, tuvo un ingrediente inesperado, que le dio un sabor especial, más bien agridulce. Quiero referirme a la invitación que un poderoso grupo de financistas le hiciera, aprovechando la escala que hubo de hacer en Manila, ya en su viaje de regreso al Ecuador. Pues bien, allí lo esperaban, con un proyecto preparado minuciosamente, que le proponían impulsar. Mi padre quiso conocer, sin compromiso, el lugar que tenían reservado para tal propósito. EI grupo intentaba ocupar una considerable extensión de la isla filipina de Mindanao para dedicarla al cultivo de banano. EI negocio era redondo, pues el sitio quedaba a corta distancia del Japón, comprador seguro para toda la producción.
Visitaron la isla filipina. Mi padre encontró excelente la ubicación de la proyectada plantación, pues estaba frente a un mar de aguas profundas y tenía como base la población de Davao. Exploraron, en helicóptero primero y en jeep donde era posible, la extensa zona costera con sus enormes bosques nativos e innumerables manchones de palmeras en la sinuosa orilla. Lo que aquel grupo de capitalistas se proponía era entregarle a mi padre un gran sector costero de la isla para que hiciera una gran siembra de banano. Las condiciones las pondría él. Las tierras, nos contaba nuestro padre, eran de una privilegiada riqueza y los proponentes legítimos dueños de extensas y porciones de esa isla; pero, por sobre todo, un elemento importantísimo, no la afectaban
los tifones que destruyen casi todos los años las otras islas del archipiélago filipino. La tentación se presentaba seductora, pero el ecuatoriano enamorado de su patria, respondió negativamente. En este punto quiero reflexionar sobre el gran amor que tenía mi padre por su patria, que caló profundamente en mi alma de niña. EI proyecto tenía un seguro porvenir según los empresarios. Avanzando aun más en la propuesta, los capitalistas aportarían todo el dinero necesario para construir primero una gran infraestructura agrícola, luego los caminos interiores para la movilización de la cosecha, así como los diversos puertos de embarque. Mi padre les dejó un esbozo de Io que debían hacer, pero declinó amablemente la tentadora oferta. Pensó, nos decía, que cada racimo que produjera Mindanao sería un racimo menos que pudiera vender el Ecuador al mercado japonés.
Propuestas parecidas le hacían de todas panes, principalmente, de otros países asiáticos. "¿Acaso me consideran como si fuera el rey Midas?", decía. "Dinero para invertir sobra en los países capitalistas más poderosos. Lo que no encuentran es negocio en los países de América Latina, en los cuales se les asegure cierta estabilidad política y honrado cumplimiento de los contratos". Nuestro padre les merecía plena confianza, pero no aceptaba la idea de ir a trabajar en el extranjero, cuando había tanto que hacer en nuestro propio país. Por entonces, a sus preocupaciones de empresario, se añadían las que afligían al Ecuador. Era una temporada en la
cual las lluvias excesivas malograron las sementeras de arroz y había que importar este cereal para satisfacer la demanda popular; de igual forma se malogró también la zafra de la caña de azúcar, impidiendo a los ingenios exportar este producto, pues los sembríos estaban inundados. Se imponía comprar azúcar en el extranjero. Luego, advenía un invierno seco, que tampoco facilitaba la siembra de arroz en la proporción adecuada para satisfacer la demanda interna. También se reducía notablemente las áreas de cañaverales sin el beneficio de la irrigación: y a importar azúcar otra vez. Si el invierno era copioso, sufría el agricultor de la costa; si era seco el verano, también las consecuencias Io impactaban. Un país con vocación de productor de arroz y azúcar tenía que mermar sus posibilidades comprando estos productos en el extranjero y demostrando internacionalmente su incompetencia, Io cual para mi padre era una humillación. Le pareció entonces que el destino le había puesto el desafío de convertirse en productor de azúcar. ¿Para qué pensar en Mindanao si había en el Ecuador tantos problemas de producción por resolver, o por Io menos atenuar?
EMBAJADOR PLENIPOTENCIARIO “Varias veces he tenido de ser propuesto para desempeñar funciones públicas, lamentablemente en ese entonces me encontraba en pleno desarrollo de mis negocios, con grandes compromisos económicos contraídos por la edificación de mis empresas, desde las cuales creo haber servido al país con la misma entereza y responsabilidad cívica con la que lo habría hecho desde una función pública”. Luis Noboa Naranjo
Su reconocida figura en el ámbito nacional y sus relaciones con el exterior atrajeron la atención de los gobiernos en las décadas de los cincuenta y sesenta, a los que representó como Embajador en misión económica ante los países europeos (febrero de 1959 y septiembre de 1960). En mayo de 1961, nuevamente fue designado Embajador en misión especial a la conferencia de países productores de banano, celebrada en San José de Costa Rica y, al año siguiente, representé al Ecuador en la reunión de la Organización Internacional del Banano celebrada en Guayaquil.
Durante la presidencia de Clemente Yerovi Indaburo (1966) fue designado embajador en misión especial ante los países de Europa para estudiar la apertura de nuevos mercados para el banano. Un año después, con las mismas funciones, concurrió a Asia, E.E U.U. y Europa del Este, países estos últimos ubicados en la zona que en aquellos tiempos se denominaba "tras la cortina de hierro".
Nuestra llegada a Moscú, en esa época, fue memorable. Mi papá llegó al hotel con mi mamá. Mi hermana Diana y yo a la embajada, con Virgilio Sampoñaro, su esposa y su hija Inés. Tan austera era la situación de Rusia en esa época, que Inesita nos pidió le lleváramos cepillos de dientes, pues los que se vendían en las farmacias no tenían cajas protectoras y el público los manoseaba con el fin de comprobar su calidad, En estos países "tras la cortina de hierro” nos asignaron guías policías que nos observaban continuamente y estaban
impedidas de recibir propinas y regalos de ninguna clase, por más insignificantes que estos fueran.
En 1976, la situación del banano ecuatoriano se había tornado crítica debido a que las tres grandes transnacionales: United Fruit, Standard Fruit y Delmonte pretendían que el Ecuador ingresara como miembro de la UPEB (Unión de Países Exportadores de Banano) con sede en Costa Rica, para establecer cuotas anuales, limitando de esa manera nuestras exportaciones, y en busca de impedir nuestro liderazgo mundial. Dichas transnacionales eran dueñas del 90% de las plantaciones centroamericanas y controlaban el otro 10%, bajo contrato con los pequeños productores; de suerte que sus intereses se contraponían a los del Ecuador, en donde no manejaban ni el mercado interno ni el de exportación; en cambio, la Exportadora Bananera Noboa, que había continuado abasteciendo los excedentes del gran mercado norteamericano con fruta barata, y de segunda categoría para los hospitales y el ejército de ese país, les estaba causando impacto al haber incrementado las ventas en otros mercados secundarios, pero igualmente efectivos.
En abril fue invitado a una reunión convocada por el Consejo Supremo de Gobierno, junto con los Ministros de Estado involucrados, para tratar el tema del fuerte excedente de fruta que se perdía al no poder ser exportada, con el consiguiente perjuicio para el agricultor. Después de una exhaustiva discusión se resolvió su designación como Embajador, pues "e| problema bananero", que realmente se convertía en un
problema social nacional, hacía mucho tiempo había escapado del control del gobierno.
El 27 de mayo del mismo año, fue como Embajador en misión especial ante los países de América, Europa, Asia y África para tratar con sus gobiernos sobre la ampliación de los mercados para el banano ecuatoriano. La Exportadora Bananera Noboa SA. exportaba el 65% del banano nacional y tenía otras líneas de productos como el cacao, frutas, café, etc. Viajaba constantemente entre New York, Guayaquil, Quito y el resto del mundo. En septiembre, nuevamente, fue designado Embajador en misión especial, ya que la situación del banano se había tornado crítica, pues no se vendía la fruta en los mercados europeos. En marzo de 1977 fue designado adjunto civil con rango de embajador, para acompañar al Ministro de Comercio Exterior de Italia, Reinaldo Ossola, durante su breve visita al Ecuador.
Estrechando la mano al entonces Presidente norteamericano George Bush
SUS AÑOS EN EL EXTERIOR “Soy partidario de que prevalezca la libre empresa, porque creo firmemente, debido a la experiencia adquirida a través de ella, que es en el campo de la dura competencia donde el hombre desarrolla a cabalidad sus mejores iniciativas y con ellas alcanza el máximo rendimiento de su propio esfuerzo. Si por mantener y practicar estas ideas despierto hostilidad en determinados grupos políticos que preconizan la pronta o la mediana estatización de las actividades económicas de nuestro país, lamento que eso ocurra, pero la prefiero antes que sumarme a una corriente de opinión económica y política cuya preponderancia sería sin duda fatal para la colectividad y la patria”.
Luis Noboa Naranjo
Terminada la dictadura militar del Triunvirato, es decir, el 6 de agosto de 1979, mi padre renunció de su cargo de Embajador, pues asumiría el poder el candidato triunfador, Jaime Roldós Aguilera, con quien no le ligaba ningún nexo; sin embargo, fiel a su línea de conducta de servicio al país, en 1980 envió un memorando al nuevo gobierno, que explicaba la situación de las exportaciones del Ecuador a Alemania Oriental, Yugoeslavia y Checoslovaquia, que habían decaído sustancialmente.
Con el advenimiento de la democracia, los políticos le consideraban el mayor poder privado en el país. Quizá por ello prefería venir sólo ocasionalmente al Ecuador.
Gozaba trabajando, amaba a su país, le deseaba éxitos y Io defendía en el exterior Su amplia residencia, llamada "Normandy House", ubicada en Southampton, New England, USA, tiene una espléndida vista hacia un campo de golf siempre verde y cuenta con un invernadero muy acogedor. Fue el lugar preferido para reunirse con su familia y otros empresarios. En la década de los años setenta, era usual que invitara entre 14 y 16 personas a pasar los fines de semana. Uno de sus convidados habituales fue Leopoldo Benítez Vinueza, escritor y diplomático. Presidente desde 1973 de las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, función entre las más altas de ese organismo, y personaje de mucho ingenio, quien hacía las delicias en esas reuniones que se iniciaban los viernes por la tarde y se prolongaban hasta el lunes por la mañana. Cada invitado podía hacer lo
que más le placía; nadaban, remaban, hacían gimnasia, visitaban los alrededores, iban a los pueblos vecinos, etc. Se almorzaba libremente en el jardín, pero las cenas eran formales. Cuando no necesitaba ser formal, gozaba de los platos típicos ecuatorianos que las esporádicas cocineras extranjeras no sabían preparar. Dejaba que le expusieran todas sus exquisiteces y luego se decidía por lo que sus empleados ecuatorianos, que trabajaban para él por muchos años, le preparaban; nuestras comidas nacionales.
Fue por esta época, cuando constituyó la Compañía "MEDITERRANEAN FRUIT CO.S.p.A." (1973), que había venido actuando regularmente en la exportación de banano para el mercado italiano, bajo el nombre de "ITALNOBOA S.p.A.”. AI año siguiente constituyó la "PACIFIC FRUIT CO. ITALY S.p.A." con un capital accionario de un millón de liras, incrementando, hacia 1976, a la suma de veinticinco millones de Iiras, para terminar a inicios de los ochenta, con cuatro millones de dólares. En 1994, las acciones fueron vendidas por "Pacific Fruit Limited Bermuda" a la firma Leon Van Parys, actual propietaria de P.F.L.
A fines de los ochenta, P.F.L. se fusionó con la "Sociedad di Navigazione Italo-Ecuatoriana", compañía perteneciente al grupo de su propiedad. Es en aquellos días cuando mi padre compró dos barcos italianos equipados con cámaras de refrigeración; "Punta Blanca" y "Punta Verde", de los astilleros de Pincantieri, con capacidad de carga de 440.000 pies cúbicos, de banderas italianas, que por su costo fueron
cambiados a bandera de Las Bahamas, con nuevos nombres: Baering Sea y Coral Sea.
La actividad comercial de P.F.L. se regía contractualmente con base a comisiones en la venta de Bonita Banana. Luego de las regulaciones 404/93, de los estados europeos, P.F.I. cambio el acuerdo comprando a Kelso, a un precio convenido, para el mercado italiano; mientras que para los otros mercados se continuaba operando sobre una base de comisión. Posteriormente, desde julio del 95, las compras y ventas acordadas con Kelso fueron extendidas a todos los mercados.
En política rehuía toda figuración y nunca quiso intervenir directamente en el manejo de la cosa pública, solo deseaba que no lo perturbaran los partidos. Desdeño los honores, las preeminencias y todo el oropel del poder. Esta aparente apatía por la vida pública, a pesar de la diversificación de sus empresas y negocios que le daba prestancia internacional, ocasionó que se le tuviera por hombre universal.
El 5 de julio de 1986 recibió la orden al Mérito de la Republica Italiana, en el grado de Comendador, de manos del Embajador Francisco Capece Galerta.
Como miembro de la "Sociedad de las Américas" hospedó en el país a David Rockefeller y a su esposa Peggy. En la cena
que se les brindó en el Club de la Unión, Rockefeller comento que había venido a conocer el Ecuador atendiendo la invitación de su amigo Lucho, miembro del "Chairmans Council de la Sociedad de las Américas", fundación dedicada a la promoción de un mayor entendimiento y confraternidad entre E.E.U.U., Canadá y Latinoamérica.
A Io mejor por eso, el 11 de enero de 1988, el gobierno le pidió que intercediera ante los bancos acreedores del Ecuador en New York, para una nueva ronda de negociaciones de la deuda externa. Asistió a las siete de la mañana al Ministerio de Finanzas, se sirvió un café, conoció los puntos de vista del gobierno y acepto servir gratuitamente como intermediario ante su amigo John Reed, Presidente del Citybank, de quien consiguió un tratamiento preferencial para nuestro país, pues su buen ganado prestigio entre los financistas y banqueros del mundo le otorgaba un tratamiento de igual a igual.
En enero de 1989, el Ministerio de Industrias aprobó el aumento del precio FOB de la caja de banano de US$ 3.60 a US$ 4,20, medida que sirvió para compensar a los productores por el aumento de los costos de los insumos.
El 9 de abril, le nominaron Presidente por elección directa, de la reunión de la FAO realizada ese año en Roma. Fue un gran honor personal para él y para el Ecuador. Impresionaba su energía, a la par que su simpatía natural. Conservaba
siempre, y en todo momento, una sencillez inspirada en el respeto y las buenas maneras; pues, aunque la comparación no viene al caso, sus amigos y admiradores decían que poseía la delicadeza y diplomacia de un "encantador de serpientes".
En octubre asistió a una cena ofrecida por el ingeniero Mario Jalil Rodríguez, Ministro de Agricultura y Ganadería del Ecuador, a las delegaciones participantes en la undécima reunión del grupo intergubernamental sobre el banano de la FAO, en el Hotel Ramada. Esta fue una de las poquísimas ocasiones en que se mostro en un acto público, pues prefería vivir retirado.
Durante los primeros meses de 1990, coincidiendo con el invierno norteamericano, inspeccionó sus oficinas en Miami y Tampa. No le agradaba descuidar los detalles del negocio. Después paso varias semanas de vacaciones con su esposa Mercedes Santistevan de Noboa, en su villa de Lyford Key de Nassau, capital de las Bahamas, cerca de un popular Yatch Club. Quería formar un equipo gerencial para la comercialización mundial, con sede en New York, presidido por Shillo Adir e integrado por Robert Fisher ex presidente de Dole Fresh Fruit y Del Monte, y por David Mace, del Irving Trust Bank. Para las oficinas de la Bananera en Guayaquil contrato a Ernesto Weisson como Contralor, a Roberto Baquerizo Valenzuela como Director Financiero del grupo industrial, a Francisco Swett Morales como Gerente Financiero de la Exportadora Bananera Noboa y, a Juan José
Pons Arízaga como Director de Operaciones y Comercialización. Enrique Ponce Luque seguiría como Vicepresidente de la Bananera y su esposa Mercedes presidiría el Directorio. Este equipo comenzó a actuar el 14 de enero de 1991.
Durante el año 1995, un año después de su muerte, los volúmenes de ventas de Pacific Fruit Italy llegaron a 13’387.475 cajas de 22XU. Un 10% más que en 1994. Gracias a estas cantidades, Pacific Fruit Italy fue la segunda compañía más grande en volumen en el Mediterráneo, después de la marca Chiquita, con alrededor de 14’400.000 cajas, y seguida por Dole, con alrededor de 11'960.000 cajas.
En España, Portugal y Grecia se incrementó sustancialmente nuestro mercado de acciones. Para este propósito, se compró una licencia de importación durante el año 1995. En el primer cuarto de ese año se adquirió un total de 107.744 cajas a US$ 6.56 la caja, y al final del año se garantizó la compra de aproximadamente 215.272 cajas a US$ 4.33 cada una. La ex Yugoslavia constituyó un mercado tradicional para P.F.L. En este país logro ser el primero y único exportador por muchos años. Ahí compró cantidades sustanciales de papel para su industria cartonera. Además, los astilleros yugoslavos en Pula construyeron tres barcos refrigerados, pagados parcialmente con banano. Todo este gran esfuerzo lo lideré mi padre, junto a Enrique Ponce y con el contingente de los Gerentes de Ventas,
A.Bolla, y G. Mattioni para las ventas europeas y A. Trobec y S. Ferro, para las ventas no europeas, quienes con trabajo y dedicación fueron parte esencial de los grandes sucesos del negocio bananero y de los resultados de las ventas en la última década de vida de mi padre, como ilustra la estadística que reproducimos a continuación:
Exportación de banano (última década de vida de Luis Noboa)
Fuente: Estadísticas de Bananera Noboa
UN MERECIDO GALARDÓN “Guayaquil constituye un conglomerado humano de primerísima categoría, que es ejemplo de trabajo, dinamismo, esfuerzo y perseverancia, gracias a lo cual, no solo la ciudadanía sino el país entero se está transformando bajo el signo de un acelerado desarrollo. Este conglomerado social es, tradicionalmente, el de las grandes iniciativas por la libertad y el progreso.” Luis Noboa Naranjo
Al poco tiempo, la Cámara de Comercio de Guayaquil resolvió otorgarle la máxima condecoración institucional con motivo del centenario de la Cámara, presea nunca antes entregada y que fue instituida para sus socios más distinguidos. El miércoles 5 de junio, la recibió de manos de Andrés Barreiro Vivas, en acto que revistió especiales características, pues fue como su canto del cisne. Se le vio afectado por su enfermedad, pero no disminuido. El discurso tuvo especiales toques de vivacidad e ingenio, hasta se mostro humorista, comentó la información traída por un diario
y, como casi todo Io suyo, tuvo la virtud de ser fácil, directo y discreto.
Comenzó con un recuento de sus orígenes humildes como niño huérfano y pobre, habló sobre sus trabajos iniciales, de sus empresas y terminó manifestando con sano orgullo: "todas las actividades y empresas que he mencionado y que son el producto de la fe en el trabajo, representan en el país una sustancial fuente de divisas y una muy importante contribución en el aspecto económico, al dar empleo a más de 20.000 personas. Para mí, cada uno de los empleados y obreros merece mi reconocimiento por su valioso aporte. La prosperidad generada en base del trabajo eficiente y honesto tiene como resultado el bienestar y progreso de sus familias. Deseo que este empeño mío que ha constituido una vida de trabajo y producción perdure en mi esposa, mis hijos y mis nietos. Mi actitud ante la vida la adquirí, en gran medida, de las lecciones que me brindó mi madre. Su memoria deberá ser una inspiración para todos los míos. Señor Presidente y señores Directores, he trazado algo de mi vida y de mi esfuerzo creador. Como ciudadano aprovecho la oportunidad para agradecer, Una vez más, a ustedes por el honor que me han dispensado y para reconocer públicamente la importantísima función orientadora que desempeña esta Cámara, no solamente en el caso de las grandes empresas sino en todos los aspectos relacionados con el comercio pequeño o mediano. Bien puedo afirmarlo yo, al haber recorrido gran parte del camino".
En otro párrafo de su alocución dijo una gran verdad, que revelo cuan firme era su carácter: "Hoy, al dirigir mis empresas, aún conservo el cargo de portero, soy el primero que entra a trabajar y el último que sale, pero soy el portero que tiene la llave maestra".
Durante la reunión emitió algunas opiniones que reprodujo la prensa nacional. Con relación al país indicó: "Es sumamente interesante el cambio económico que está dando el país, pues vamos hacia la formación de una zona de libre comercio andino y se vislumbran las corrientes aperturistas a nivel mundial". De su visita a Venezuela informó que esperaba ensamblar autos en el Ecuador y venderlos por el sistema de trueque, pues la liberación del mercado es totalmente favorable para la libre competencia, de ahí que se mostrara a favor de la privatización de las empresas estatales, como condición para optimizar su funcionamiento. "El secreto para lograr éxito en los negocios es trabajar y dejar el pesimismo a un lado. EI trabajo me ha mantenido bien hasta ahora que tengo 75 años de edad y el secreto es sostenerse con la cabeza fresca. Por lo general, todo lo que voy ganando Io voy invirtiendo, con Io cual se multiplica, y si no hubiera multiplicación, tampoco hubiera dieciocho nietos“.
Por esa época, su grupo bananero y naviero mantenía oficinas en Roma, Amberes, Hamburgo, Sarajevo, Tokio, Seoul, Los Angeles, Miami, New York, Panamá y Buenos Aires.
Condecoraci贸n del gobierno italiano a trav茅s de la Sra. Fanfani, esposa del Primer Ministro italiano Amintore Fanfani.
Capítulo 4
LOS PROYECTOS QUE NO PUDO EMPRENDER A raíz del fallecimiento de nuestro padre, tanto en el país como en el extranjero, se le dedicaron artículos diversos. La muerte de quien se afirmaba que era el ecuatoriano más afortunado de su país, fue toda una noticia. Y claro está, se hizo una descripción más o menos prolija, de sus conquistas como hombre de empresa. Se habló del imperio
agroindustrial que había fundado. Algunos de los fragmentos de su vida de grandes éxitos salieron a relucir.
Al parecer, la vida de Luis Adolfo Noboa Naranjo había sido una sucesión ininterrumpida de triunfos que le llevaron a la cima. Pues bien: esta imagen es incompleta. Nada más inexacto. Nuestro padre sufrió también algunos reveses. Acaso su mérito principal estuvo en que los fracasos, en vez de desalentarlo, le infundieron más valor para seguir adelante. No viene al caso describirlos, pues estas páginas, en las cuales evoco su memoria, no pretenden presentar por igual, luces y sombras. Prefiero destacar lo que su obra de conjunto nos dejó al despedirse. Queda la huella del sacrificio que le significó crear y prevalecer. Cabe hacer hincapié en su gran honestidad, señalada en cierta ocasión que le pregunté si él había quebrado alguna vez. A lo que me contestó: "Jamás quebré, liquidé, que no es lo mismo, pues pagué hasta el último centavo de mis deudas".
Las dos frustraciones que le dejaron un sabor amargo no tienen que ver con sus empresas, ni con su vida personal. Desde la cumbre económica a la cual había ascendido, dominando el panorama nacional, prescindía de su interés personal. Estas frustraciones, que consideraba como fracasos en su vida fueron: primero, la destrucción de nuestra selva tropical y, segundo, el deterioro del prestigio internacional del que antaño gozaba el cacao del Ecuador.
Me referí a la visita del doctor Misael Acosta Solís, cuyo proyecto de reforestar el país le pareció digno de la mayor prioridad, pues el patrimonio forestal del Ecuador estaba en trance de desaparecer. Ahora quiero aludir a una entrevista que tuviera con un alto funcionario del Ministerio de Agricultura ante quien defendió el mencionado proyecto, que aunque personalmente no le interesaba desarrollar como empresario privado, si considero que el Estado debía enfrentar. EI funcionario creyó, en un principio, viable tal posibilidad, pero alguien le persuadió de que nada bueno podía esperarse del "rey de la empresa privada del Ecuador". Le pareció que, de seguro, había por algún lado, un gran negocio en ciernes. Han pasado los años y ese plan de grandes dimensiones nacionales no se ha implantado. Unos cuantos minúsculos esfuerzos aislados no resuelven el problema. Penoso fracaso para el país, que mi padre tan intensamente amaba y defendía.
La vida no le dio tiempo para imprimir un cambio radical en cuanto a la producción y comercialización del cacao nacional. Le parecía imperdonable que agricultores, industriales y exportadores no hayan hecho lo debido, y que tan noble producto estuviera perdiendo, poco a poco, la fama que tuvo en otro tiempo.
Pero aquella era una tarea que requería muchos años de trabajo. Había que comenzar, según él, por la siembra de semilla selecta y cuidar la huerta como si se tratara de cultivar
un jardín. Los productores ecuatorianos se obstinaron en sostener que el cacao no necesitaba riego.
Quizá la familia Seminario, que ha mantenido la tradición del cultivo apropiado de sus huertas de cacao, siga en su empeño, nos decía nuestro padre. Y nos contaba que le habían informado que los personeros de esa familia estaban ensayando, por primera vez en el Ecuador, la propagación del cacao por el sistema clonal. "Si tuviera treinta años menos, experimentaría en gran escala", decía.
Nuestro padre pudo alentar la agroindustria del banano debido, en gran parte, a que el desarrollo de las plantaciones bananeras es precoz, en tanto que levantar una buena huerta de cacao requiere muchos años. De todos modos, agregaba, que aún atendiendo modestamente las viejas plantaciones, con un buen tratamiento posterior a la cosecha, mejoraría la calidad del cacao que actualmente se exporta. EI trato que se da en las haciendas a la mazorca recién recogida es imperdonable. Y los exportadores no se comportan mejor. Por lo general, llenan los sacos con un producto que ha perdido gran parte de su aroma y de su color de oro viejo. También le parecía imperdonable que no se hubiera montado una gran industria chocolatera con la materia prima privilegiada de que disponíamos. Los elaborados más finos nos vienen, importados, desde Europa,
No dejo de hacer algunos ensayos en pequeña escala, pero no pudo disponer del tiempo necesario para iniciar, en grande, una manera ejemplar de convertir a la anémica producción de cacao en una poderosa agroindustria capaz de competir con la agroindustria bananera.
Corresponde a los jóvenes empresarios del Ecuador poner manos a la obra, La del cacao, pensaba mi padre, debe ser una agroindustria poderosa. Nuevas generaciones con conceptos renovados podrían trabajar por el país, en sus aspectos agrícola y económico, Io que tanto se necesita para progresar. "Él ya había hecho su parte".
LO QUE NO QUISO SER “Mal podría yo considerarme un oligarca si nunca he formado parte de ningún gobierno, más aún cuando todos los negocios en que participo son ampliamente competidos por otros. Oligarca y oligarquía son expresiones políticas de combate, pero ¿por qué se lo dicen al que crea trabajo honorable para sí y para los demás”.
Luis Noboa Naranjo
El empresario, decía mi padre, debe imitarse a ser empresario. Traía a cuento Io que había leído en un libro sobre el tema, a saber, que en la economía no solamente intervienen naturaleza, capital y trabajo, sino también un factor clave e indispensable; el espíritu empresarial, cualidad que no siempre es fácil de adquirir. EI amaba la perfección y era exigente, hasta la crueldad, consigo mismo. Algunos de
sus más antiguos colaboradores recordarían, cuando se trataba de despachar pedidos para exportación, de qué manera organizaba el trabajo en cadena, de suerte que nada sufriera un atraso ni apresuramiento. La divisa que ostentaba su empresa naviera rezaba lacónicamente: "A tiempo todo el tiempo". Y predicaba con el ejemplo. Sostenía la necesidad de que el empresario, nexo tan importante entre el capital y el trabajo, desempeñara a conciencia su función.
Se burlaba un poco de aquellos agricultores, comerciantes o industriales, que mezclan la actividad empresarial, que es tan exigente, con más de una distracción, especialmente la política. Sostenía que ésta de por sí es una profesión que exige emplearse a fondo.
Dicen los entendidos, explicaba, que el poder económico confiere poder político, y que el poder político atrae al poder económico. Pero, durante algunos años, cuando ya había hecho fortuna y disponía, por lo tanto, de cierto poder económico, lo que éste le trajo fue contrariedades y persecuciones: “Los gobernantes me suponían un hombre peligroso. Se equivocaban, me he limitado a ser simplemente un buen empresario. He visto tantas vicisitudes en la carrera política, que me reafirmaba en mi convicción de que el camino que había escogido era el correcto”.
Por lo tanto, no intervino en la política nacional, no obstante las innumerables ocasiones en que sus allegados le tentaban
con el sueño del poder. No se trataba de la Presidencia de la República: se le invitaba a compartir el poder, ya sea desde el Parlamento, un Ministerio de Estado o cualquier otra función pública. Sabía, porque le oímos decir muchas veces, que la riqueza engendra, o por lo menos facilita ganar el poder político, así como éste permite la conquista de la riqueza. Es el juego que viene haciendo, con mayor o menor disimulo, nuestro sistema democrático y, en general, quienes manejan los mecanismos de la administración pública.
Pero nuestro país se sentía a gusto con el manejo de las empresas que había fundado. Nos decía, y así lo recuerdo siempre, que en la política, hace falta un aprendizaje. “Yo no aprobaría las materias que son necesarias para ser un político de éxito. Bien estoy con mis empresas a cuestas”.
Con frecuencia lo enfurecían las leyes y decretos ejecutivos conseguidos a favor de determinados personajes y los negocios en los cuales el Estado era uno de los contratantes. Le mortificaba darse cuenta de que en gran medida, se promulgaban disposiciones que tenían dedicatoria personal. Entonces había que oírlo lamentarse de no tener el poder en sus manos para oponerse a tanto descaro. Pero no pasaba de ahí.
Cuando leía en los diarios que algún hombre de empresa había fracasado, se ponía imaginariamente en su caso y estudiaba como si fuera parte interesada los elementos y
circunstancias que causaron el colapso. Y nos recordaba que él, más de una vez, estuvo en inminente peligro de zozobrar.
Le repugnaba la idea de participar en los avatares del poder político, como medio de enriquecerse, ya sea mediante la suscripción de contratos con el Estado o consiguiendo privilegios especiales, en perjuicio de otros. Aquello no era un juego limpio. Renunció, sistemáticamente, a valerse de su poderío económico para traficar con él.
Por estas razones mi padre se negó a hacer vida política. No se cansaba de sostener que la política debe ser manejada por los profesionales honestos que se han especializado en ella y conocen todas sus técnicas, que por supuesto pueden ser buenas o malas; que los profanos no deberían meter la mano en ella, pero si poner todo su empeño para elegir a la gente que domina ese arte. Decía que así como la construcción de los puentes se la confía a los ingenieros y las operaciones quirúrgicas se ponen en manos de los médicos, la lógica nos aconseja buscar a los políticos más hábiles y mejor preparados para el país.
El Estado fue en su búsqueda. Quien fuera un perseguido por la dictadura, pasó a ser el consejero ad honorem de los Ministerios de Agricultura y Relaciones Exteriores, en los problemas relacionados con el mercado internacional. Sus informes y estudios sobre esas materias dan una imagen cabal de la seriedad y eficiencia con que representó,
airosamente, al Ecuador en diversos foros internacionales vinculados a la producción agrícola del trópico.
No tenía mucha fe en que la burocracia acogiera los informes que había elaborado, como resultado de cada misión, pero cumplía celosamente con su compromiso. Al Estado le resultaba con ello un provecho: no le costaba un centavo el encargo y podía obtener, gratuitamente, valiosa información Fue su modo de hacer política, sin aprovecharse de ella.
“Se hacer querer –nos decía uno de sus más antiguos colaboradores- porque en los intervalos de nuestro trabajo nos distrae, contándonos algunos de sus aventuras de principiante. Le gusta oír contar chascarrillos licenciosos, lo llaman comúnmente “cachos colorados”.
Además nos regañaba como si fuéramos chicos malcriados y él hiciera el papel de padre. Después de la reprimenda, venía un chiste. Era como si estuviera dando disculpas. Eso desarma a la gente”.
Era extraordinaria la manera cómo ajustaba, hábilmente, su forma de trato a la personalidad del interlocutor. No se aislaba en la gerencia, y por lo tanto, tenía la oportunidad de tratar a personas de la más variada condición. Era "plazuela", como dicen los chicos, cuando estaba tratando con las cuadrillas de
trabajadores de los muelles. Conocía a los capataces por su nombre y, más frecuentemente, por su apodo.
Pudiera decirse, sin exagerar, que el personal de las cuadrillas le profesaba verdadera devoción. "¿Qué hubo, don Lucho? " era la forma habitual para saludarlo. Le hacían, amistosamente y sin solemnidad, una calle de honor. AI mismo tiempo que lo respetaban, le tenían confianza. Cuentan que, cuando hacía falta, sabia emplear también el lenguaje del cuartel.
Era también de leyenda su excelente memoria para las fisonomías. En la época de zafra había millares de jornaleros cortando caña. Él reconocía a los guías que habían trabajado en la zafra anterior y los llamaba aparte para hacerles preguntas. Al principio aceptó que muchos de sus jornaleros le hicieran compadre, pero después se convenció de que se aprovechaban maliciosamente del vínculo creado por el compadrazgo, para holgazanear y pedir grandes suplidos. Se dio cuenta de que numerosos niños resultaban ahijados suyos, aún cuando jamás los había apadrinado. Gozaba descubriendo la trampa. Algunos de esos "ahijados" fueron después magníficos colaboradores.
Ya he mencionado que uno de sus colaboradores más antiguos, Jorge Washington Larrea, estuvo presente en la ocasión en que mi padre hizo una visita al barco usado que tenía interés en comprar. Pues bien, cuando formalizó el
negocio, una semana después, uno de los marinos de la nave le preguntó, un poco burlonamente, qué experiencia tenía de la navegación de alto bordo y si conocía la diferencia entre tonelaje de medida y tonelaje de registro. "Tengo conocimiento del asunto”, contestó mi padre y, en medio del asombro de todos, expresó, en voz alta, que él sabía lo que compraba. Inmediatamente preguntó al marino: “¿Sabías tú, que el barco tiene aparejo de motonave; 544 pies de eslora; 60 de manga y 42 de puntal; y, que el tonelaje de medida es 11.6l5, 75 y el tonelaje de registro, 6.787?”
Por supuesto que el marino no lo sabía, pero les pico la curiosidad a los testigos presentes, y uno de ellos quiso constatar si los datos enunciados por "Don Luis" eran, por Io menos, aproximados, consultando la matricula de a bordo. No solo eran aproximados, sino exactamente iguales. EI documento oficial de la Capitanía del Puerto de Guayaquil, que reposaba en el camarote del capitán de la nave, decía lo mismo.
Así nació una de las leyendas que circulaban en torno a mi padre. Es posible que uno de los primeros en divulgar el hecho fuera el propio oficial de marina, que después fue uno de sus fieles colaboradores.
Se contaba también que mi padre, entre molesto y halagado por el desenlace, volvió a dirigirse al marino y le hizo esta pregunta; "¿Cómo resolvería usted el siguiente problema? Si
el barco tiene 544 pies de eslora, 60 de manga y 42 de puntal, ¿qué edad tiene el capitán?". Los amigos comunes bromeaban con el hombre de mar, preguntándole si ya había encontrado la respuesta. Cuando debía tratar con un personaje de altura, la actitud de nuestro padre era otra. ”Eres un magnífico actor", le decíamos.
Con el tiempo fue cambiando la actitud de los gobernantes. Dejaron de perseguirlo y, por el contrario, comenzó la etapa en la cual era el consejero más indicado para las consultas. Al final, se le nombró como representante honorario del país, en distintas reuniones internacionales referidas a la política bananera de los países productores y a la delicada relación con los principales mercados de consumo. Los informes elaborados por él, que enviaba puntualmente al ministerio del ramo, hablan con elocuencia del devoto cuidado que había puesto en la eventual misión. El temido magnate de otra época ya no despertaba temor. Por supuesto, las sugerencias que contenían esos informes solían quedarse olvidadas en la mesa del ministerio al cual iban dirigidas.”
También llovieron las condecoraciones y testimonios nacionales e internacionales de reconocimiento. “Me están amortajando antes de tiempo” solía decir. Los gobernantes y los gobiernos pasaban, uno tras otro. El empresario Luis A. Noboa Naranjo siempre estaba en su sitio.
LO QUE MI PADRE QUISO SER “Como ciudadano ecuatoriano que soy, por sobre todas las cosas, anhelo una paz fructífera para el país, dentro de la cual se plasme el progreso de este Ecuador tan hermoso, tan rico, tan merecedor de un extraordinario porvenir”. Luis Noboa Naranjo
La biografía de Luis Adolfo Noboa Naranjo es una historia con su propia moraleja. Fue, como suele decirse, el hijo de sus obras. Levantó desde la nada una serie de grandes y pequeñas empresas, generalmente gemelas o dependientes unas de otras. Las mencioné en otro capítulo como los eslabones de una cadena, vinculados entre sí. Y se dio el tiempo para ponerlas en marcha, dirigirlas y controlarlas. Tenía a intuición de lo que convenía hacerse en cada caso, y de lo que era además, comercialmente factible. EI Estado, nos decía, cuando actúa como empresario, es el único que puede darse el lujo de trabajar a pérdida sin ir a la quiebra, aun cuando arruina al pueblo desvalido al que aparenta favorecer. EI empresario privado en cambio, si no ha calculado bien, se arruina a sí mismo.
Cuando él hablaba de la suerte como uno de los factores del éxito, olvidaba decir que se necesita algo más: ojo avisor, un sexto sentido para percibir la realidad del medio en el cual se va a actuar y un intuitivo cálculo de probabilidades. Esas cualidades las puso en práctica y llegó a la cúspide. Tuvo, es cierto más de un grave contratiempo, pero como buen estratega, supo retirarse a tiempo, o dar batalla en otros campos. No hay que olvidar, decía, que el mundo de los negocios es despiadado y que, como en la guerra, la táctica, la estrategia y la logística juegan un papel decisivo.
Por la misma razón, el camino que le toca correr al empresario no es un sendero fácil. Hay, entre otras amenazas, una que puede estrangular al más valeroso: el
pago de los intereses que debe satisfacerse por el capital prestado. Otro factor adverso, en determinadas circunstancias, es aquel relacionado con el sindicalismo. Muchos empresarios, comentaba nuestro padre, han fracasado porque descuidaron al, trabajador y permitieron que las organizaciones sindicales se convirtieran en sus opositoras. Mi padre, por el contrario, pudo entenderse con sus colaboradores, grandes y pequeños, estén arriba o abajo. Sin duda le sirvió para ello el tino y la firmeza que impuso como norma y haber tenido un duro comienzo en los primeros años de su vida Sabía cómo tratar a los trabajadores, pues había sido uno de ellos; recordaba que en su niñez, formó fila con quienes tenían que ganarse el pan con el sudor de su frente, para poder compartirlo con los suyos.
Cuando, después de su muerte, volví a leer con emocionada atención, la semblanza del empresario italiano Marzotto, comprendí mejor la dedicación de mi padre por "sus" trabajadores. Los hizo copartícipes de sus éxitos. Aprendieron a amar las empresas en las cuales colaboraban. Se sentían responsables de la buena marcha de las haciendas, de los muelles, de las fábricas, de las oficinas cercanas o lejanas. De no haber tenido su ayuda y participación comprometida, jamás hubiera logrado construir el extraordinario complejo empresarial que se conoció con el nombre de Grupo Noboa Naranjo.
El control a distancia, del cual era tan afecto y entusiasta panegirista, le permitió, hasta el final, manejar todos los
mecanismos que conformaban ese complejo empresarial, tan extenso y complicado. Su asombrosa retentiva y el don para el cálculo matemático le permitieron dominar ese intrincado mundo y gobernarlo desde donde se encontrara.
El centro de sus negocios fue, desde luego, la ciudad de Guayaquil. Allí surgen las empresas más importantes creadas por él. Previó, sin embargo, las grandes posibilidades del puerto de Manta, como vía cómoda de entrada y salida del comercio Internacional. Advirtió que su desarrollo serviría para descongestionar el puerto marítimo de Guayaquil y para propiciar el crecimiento agroindustrial de Manabí su extensa zona de influencia. ¿Y qué podía resultar mejor que instalar allí una gran fábrica ensambladora de vehículos automotores? Así nació una empresa, dotada, desde su inicio, con una maquinaria funcional que asimilaba los procedimientos y sistemas modernos. Suscribió contratos con dos fábricas, europea la una y japonesa la otra para ensamblar vehículos que, además de satisfacer la demanda interna, colocarían sus unidades en el exterior.
Esta formidable empresa fue tal vez el último esfuerzo de mi creador padre. Contaba con dar trabajo a unos cuantos centenares de obreros y con preparar gente especializada. Requería de una considerable transferencia tecnológica para estar en capacidad de responder a la demanda que se veía venir. Uno de los indiscutibles méritos de mi padre fue el de saber adelantarse a los acontecimientos, preparando el terreno para cuando éstos se produjeran. La agroindustria en
el Ecuador tiene mucho que ver con é: fue uno de sus más resueltos capitanes.
Quiero destacar también la entrañable amistad que le unía a muchísimos quiteños y cuencanos. Entre otros, los González Chiribogas, los Vinuezas, los Crespos, los Plazas.
Particular mención merece una anécdota que me fue confiada por el Ex Vicepresidente Alberto Dahik, que revela la actitud generosa de mi padre, siempre exenta de favoritismos y que nunca buscó influenciar o interferir en decisiones gubernamentales, pero que dice mucho de su reconocimiento para con el consejo y asesoramiento que como amigos le brindaron muchas personas.
Relata el economista Alberto Dahik que una noche estaba disfrutando de una cena en casa de Luis Noboa, cuando una llamada de Shillo Adir desde New York, interrumpió momentáneamente. "Me pude dar cuenta, porque era imposible no escuchar, que se trataba de un negocio: cargar el barco con banano en el Ecuador, bajar parte de esta carga en California, embarcar otras frutas con destino al Japón y por fin, traer al Ecuador, en el barco, lo vehículos Montero que el distribuía.
"Le dije entonces: Lucho, me preocupa este negocio. Veo que las cosas no se están haciendo bien en el Ecuador y dentro
de unos meses puede haber una estampida cambiaria. De igual manera, veo que el yen va a sufrir frente al dólar. En este negocio usted debe cubrirse, vaya al mercado de futuros, venda todos los dólares y compre yenes. En el Ecuador, venda todos los sucres y compre dólares. Importe en sucres y exporte en yenes. Su agilidad era más sorprendente que la de cualquiera. Me dijo; "Realmente piensas que esto va a pasar con las monedas". Lucho, le repliqué, no lo dude.
"Seguimos disfrutando de la cena, y de los temas de la conversación, que con él siempre eran ilimitados. Varios meses después, estaba yo en casa y recibí una llamada de Lucho; "Mijo, ¿te acuerdas del consejo que me diste con respecto a las monedas?" Por supuesto Lucho, le contesté. "Pues me salvaste la camisa. Anda al almacén de tu papá que te mandé un regalito". `
"Le agradecí y supuse que era algún juego fino de plumas o una caja de Champagne Laurent Perrier, que una de sus empresas distribuía. Sin embargo, mi padre me llamo con un sentido de urgencia y me dijo que había algo importante para mí, que bajara.”
"Así Io hice, y ahí estaba un Montero cinco puertas nuevo, con menos de mil kilómetros de recorrido, absolutamente flamante, con todas las cartas de transferencia de propiedad debidamente firmadas.”
"Lo llamé con gran emoción para agradecerle, y me dijo: "Mijo, discúlpeme que el carro no sea nuevo, de agencia. Te he dado uno que era mío, para no tener que decir en CORASA que te entreguen un vehículo a ti, y alguien vaya a creer que te estoy pagando algún favor que me hiciste en el gobierno”.
Un penetrante observador del acontecer mundial, el célebre cronista de su tiempo, John Gunter, en su libro “Inside South America”, ya decía en 1967: “Luis Noboa es un líder de la comunidad al referirse al Ecuador y a sus hombres representativos. El escritor norteamericano que emitió hace tres décadas ese juicio, no se había equivocado. Como tampoco se equivoco mi padre cuando se propuso ser un gran empresario y llegó a serlo.
Uno de sus colaboradores dice: "Trabajé con el señor Luis Noboa Naranjo durante un tercio de siglo, lo que me permitió apreciar de cerca sus grandes cualidades personales. Lo recuerdo como hombre dotado de una poderosa inteligencia analítica que le permitió ser un negociador sutil, tenaz, perseverante y paciente, que cuidaba obtener los mejores resultados para sí y para la contraparte. No le gustaba imponer el resultado sino lograr el convencimiento de que se buscaba el bien de las dos partes. Profundamente humano, nunca permitió que alguien se regresara sin recibir la ayuda que le había solicitado. Como trabajador fue un ejemplo. Nunca se dio reposo. Padre cariñoso, servicial y exigente. Sus hijos fueron beneficiados con los padres que Dios les dio,
porque dona Chabela también ha sido para ellos fuente de dulzura y abnegación. Fue severo y amable a la vez. Leal con todos. Supo cultivar la gratitud en forma ejemplar. Sirvió sin desmayo hasta que Io sorprendió la muerte. Es mi personaje inolvidable.” *
EI Ingeniero León Febres Cordero Rivadeneira, Ex Presidente Constitucional de la República, quien trabajó por dieciocho años con mi padre, como gerente de Industrial Molinera y las empresas cobijadas bajo su paraguas, lo describe así: "Siempre he dicho que los seres humanos tenemos la obligación de producir más de lo que consumimos. Luis Noboa Naranjo fue eso, antes que cualquier otra cosa, un ser que produjo, que lo hizo infatigablemente, que vino de abajo, buscando oportunidades, aprovechándolas responsablemente, creándolas con imaginación y tesón, con confianza en su país, dando trabajo, promoviendo riqueza y, fundamentalmente, abriendo el Ecuador a los mercados del mundo, en donde lució al más alto nivel.
*Tomado de “Relatos para la familia” de Manuel Rodríguez Morales
“Su gestión como principal exportador y fomentador de la producción bananera del Ecuador, nos condujo a liderar los mercados mundiales, su falta se hace evidente hoy, cuando el negocio bananero se derrumba y el caos amenaza esta importante actividad, que fue durante muchos años, gran fuente de ingresos y de trabajo en el Litoral Ecuatoriano”.
Con el Papa Juan Pablo II.
Capítulo 5
EL LEGADO DE LUIS NOBOA: ÉTICA EMPRESARIAL Y EFICACIA COMPETITIVA “Si usted no consigue confianza en la esfera de los negocios, no prospera y, al igual, si los gobiernos no crean la confianza, los negocios se paralizan”. Luis Noboa Naranjo
¿Cuáles fueron los valores fundamentales que caracterizaron a Luis Noboa como creador del emporio empresarial más destacado en el Ecuador del siglo XX? Sin lugar a dudas, su comportamiento inspirado en una ética de trabajo que cultivó como un principio insoslayable en todas sus transacciones y negocios. Su respeto a los compromisos fue proverbial en él, de ahí las consideraciones de que fue objeto por parte de todos quienes en algún momento tuvieron que realizar negocios con mi padre. EI respeto a los demás provenía de un profundo sentido de valoración a sí mismo, exento de cualquier orgullo fatuo. Hoy se apela a la confianza como un bien y un recurso de invalorable trascendencia en la vida de las naciones, sin ella las personas y los países están condenados a no crecer ni desarrollarse.
Mi padre, tempranamente, a inicios del siglo anterior, ya lo comprendió y valoró en su real dimensión: generar confianza fue siempre una actitud que mantuvo, a pesar de su ímpetu empresarial. De su comportamiento no ha quedado un solo signo que desdibuje su figura de integridad y honradez. Pasó a la historia de los personajes ilustres de nuestro país enhiesto y sin mancha: ¡Cuánto deben aprender de él las próximas generaciones!
Su vida nos deja otra gran lección de enorme trascendencia para el presente, cuando el mundo se globaliza y la apertura de los mercados es una realidad en el mundo competitivo que nos aprestamos a enfrentar. Luis Noboa avisoró en este país pequeño y de incipiente industrialización, que era preciso
potenciar las ventajas comparativas con respecto a otras naciones. La exportación se convirtió en su primera obsesión y desde ahí produjo una sorprendente diversificación, con encadenamientos productivos con base en la alta calidad. Sus negocios fueron un adelanto a Io que hoy se ha dado en llamar los "clusters", es decir, actividades económicas relacionadas que generan un dinamismo económico capaz de provocar el desarrollo de las regiones y países. Esto es, justamente, lo que mi padre impulsó a partir de la exportación de banano: encadenó su producción con la industria del cartón y el transporte naviero. Y relaciono esta última actividad con la exportación e industrialización de la harina, del cacao y el café.
Así surgió y tomó forma un importante conglomerado industrial, constituido por varias empresas de primer orden: Industrial Molinera y Molinos Poultier que sigue siendo la principal industria de harina del país, en cuya planta se procesa también avena, con la afamada marca Quaker. La industria Cartonera Ecuatoriana es también la más importante manufactura de cajas de cartón en el Ecuador y una de las más modernas, en su género, de toda la América del Sur, Ultramares Corporación, dedicada a la exportación de cacao y café en grano para los mercados de Norteamérica, Europa y Chile, y sus subsidiarias; INDECSA, industria dedicada a la fabricación de chocolates bajo la afamada marca Perugina; COLCACAO, compañía de elaborados de cacao para la exportación del producto procesado, que agregó valor a este rubro tradicional de la economía ecuatoriana; COLCAFÉ, empresa dedicada a la elaboración de café soluble.
Para enfrentar la comercialización de estos diversos productos, constituyó la firma DISPACIF, especializada en mercadeo, tanto nacional como internacional, a través de la cual brindó asesoría y asistencia en comercialización a una diversidad de exportadores nacionales.
En todo este Complejo Industrial se destaca un principio clave para entender la dimensión empresarial y humana de Luis Noboa: muchas de sus plantas industriales fueron instaladas en la ciudad de Manta, lo que demuestra su permanente preocupación por crear polos de desarrollo regional. Nunca pretendió centralizar sus actividades exclusivamente en el puerto de Guayaquil; incluso, una de sus últimas iniciativas, la ensambladora automotriz que llevó el sello de la marca FIAT fue ubicada en el puerto de Manta. Todo ello nos habla de un hombre con visión de país y con la clarividencia de que el Ecuador sólo podrá superarse cuando se trabaje en la unidad nacional.
Si asumimos el concepto de competitividad como "el grado en el cual, bajo condiciones abiertas de mercado, un país puede producir productos y servicios que cumplan con la prueba de competencia extranjera, mientras que, simultáneamente, mantiene y expanden los ingresos reales nacionales”, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Luis Noboa, a pesar de haber desarrollado sus actividades en mercados más cerrados, es el pionero de la competitividad moderna en nuestro país.
Ética empresarial y competitividad dieron origen al mayor conglomerado económico del Ecuador republicano, Hacia 1982, ya sus negocios estaban plenamente constituidos. En una publicación de la época, "Grupo Noboa-Ecuador, 1982”, que reseña cada una de sus empresas, mi padre aparece algo cansado, pero conservando intacta su mirada directa, y en el rictus de su boca y en la firmeza con que sostiene su pluma, se aprecia todo el vigoroso empuje de siempre.
Describió a su imperio con el genérico y discreto nombre de Grupo Noboa, manifestando que estaba constituido por varias empresas que desarrollaban sus actividades en diferentes áreas de la economía ecuatoriana, como el comercio, el transporte naviero, la agricultura, la industria, los seguros y la banca. Por esos días también promovía al Canal 4 de Televisión, actividad que después abandonó.
En cada área había desarrollado importantes compañías, pero reconocía que su principal actividad había sido la promoción de productos agrícolas como el banano, el café y el cacao. Los negocios agroexportadores y el naviero le permitieron poseer oficinas en los Estados Unidos, Japón, Argentina, Holanda, Bélgica, Francia e Italia, destinadas principalmente a promover los productos ecuatorianos exportables. Esta diversificación de actividades y el impacto de sus inversiones dieron trabajo a miles de ecuatorianos.
ÚLTIMOS AÑOS “¿Qué se debe de entender por dignidad del hombre?” “El respeto que él tiene de sí mismo, el decoro que busca para sí. La dignidad constituye la suma de distinción y honor que hacen del ser humano una excelencia”. Luis Noboa Naranjo Entrevista de Xavier Benedetti Roldós, diario El Universo, 1969
Radicado nuevamente en Guayaquil, por una temporada vivió una época brillante, almorzaba con sus amigos y desplegaba un humor inagotable. Eran frecuentes las reuniones con sus colaboradores y amigos, entre ellos Enrique Ponce Luque. En estos almuerzos que se prolongaban hasta las cuatro y treinta de la tarde, se conversaba de todo. Sus consejos, nacidos de la experiencia, menudeaban llenos de sabiduría, sobre todo cuando se dirigía a los más jóvenes. Esa fue otra de sus nobles facetas; la de maestro que trasladaba sus
conocimientos a quienes le acompañaban. Y cuando se disentía, prefería preguntar con toda educación: "Mijo, ¿por qué no hacemos lo que la experiencia manda?..."
EI Gobierno de Sixto Durán Ballén acudió a él en 1992 y Io nombró, nuevamente, como Embajador itinerante en misión especial ante el Mercado Común Europeo, con motivo del señalamiento de cuotas para los países bananeros Iatinoamericanos. Por su desempeño en esta nueva y otras misiones fue honrado, el 20 de septiembre, con la orden italiana, que ya poseía, pero en un grado superior: el de Gran Oficial.
El 22 de octubre recibió en Guayaquil a la Sra. María Pla Fanfani, esposa del Ex Presidente italiano Amintore Fanfani y Presidenta de la Fundación Internacional "Juntos por la Paz", quien arribó para entregar al INNFA (Instituto Nacional del Nino y la Familia) una importante donación, consistente en 562 paquetes de alimentos, que llegaron al muelle de la Flota Bananera Noboa, a bordo de la nave "Islas Galápagos”. Al acto asistió la primera Dama de la Nación, Josefina Villalobos de Durán Ballén.
En su discurso de agradecimiento, solicitó a la señora de Fanfani que se uniera a los esfuerzos del Ecuador para impedir que nuestro banano fuera afectado en Europa y, al final, como recuerdo, le obsequió dos finos sombreros de Montecristi para ella y su esposo. La Primera Dama entregó
un botón de oro a la señora de Fanfani, quien manifestó en su agradecimiento que cuando pensó en enviar esa donación, no disponía de un barco para el transporte, pero creía en la divina providencia, que en esta ocasión tomó el nombre de Luis Noboa. "Él se ha convertido en nuestro ángel, quien llevó en sus alas todos los problemas, que fueron muchos". También expresó su gratitud al Capitán De la Torre, de quien señalo que había convertido el barco en un avión, para que se cumpla la misión de esta segunda nave de la paz. Finalmente dijo, dirigiéndose a mi padre: "En tu barco llevaste la esperanza y el mundo que sufre nunca lo va a olvidar".
A principios de 1993 trasladó, sus oficinas centrales New York al piso once de un lujoso edificio ubicado en la calle 56, entre Madison y Park Avenue. En octubre, el gobierno del Arq. Sixto Durán Ballén Cordovez, le otorgo la Gran Cruz de la Orden Nacional al Mérito, pero por el mal estado de salud que aquejaba a mi padre, se postergó la imposición de la medalla y la banda respectiva. Ya le habían comenzado los sufrimientos de su última enfermedad.
Las empresas del Grupo Noboa generaban 20.000 plazas de trabajo y alrededor del 5% de PIB ecuatoriano. La Bananera Noboa SA. (EBNSA) constituía el cuarto grupo comercializador de banano en el mundo y el mayor del país. Sus activos fijos estaban conformados por catorce haciendas bananeras, divididas en tres grupos de gestión denominados: Agrícola Clementina, Álamos y La Julia. Tenía dos subsidiarias: Bananera Continental (Banacont S.A.) y Bananera Esmeral-
das (Banaesmera|das SA.), empresas asociadas; Oro Banana (Obsa) y una docena de cooperativas bananeras radicadas en la provincia de El Oro. Este complejo agrícola se articulaba con dos empresas cartoneras y una de plásticos, denominadas; Industria Cartonera Ecuatoriana (ICESA); Manufacturas de Cartón (MACARSA) y Compañía Nacional de Plásticos (CONAPLAST). En materia de fumigación y servicios aéreos constituyó: "Líneas Aéreas Nacionales del Ecuador" (LANEcuador).
LUCHADOR HASTA EL FINAL “No intentes caminar en la vida sin un sueño, sin una esperanza, sin una meta para alcanzar el éxito”. Luis Noboa Naranjo
La batalla final se libró en una clínica norteamericana. No le fue fácil a la muerte apagar una vida que había sido vivida plenamente durante setenta y ocho años.
Había salido triunfante frente a numerosas asechanzas y encarnizados enemigos. En el campo empresarial, habían cesado los ataques de algunos detractores. Ciertas personas no se resignaban a que hubiera triunfado en los diversos campos en los que le toco actuar; para aquellos, hubiera sido mejor destruirlo. AI final, más de uno se sometió a aquel proverbio que dice: "Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él". En efecto, antiguos adversarios se plegaron a las filas de quienes estuvieron a su lado. Había llegado a la cima .
Pero la salud le pasó, al fin, una cuenta inexorable. Aquella constitución de acero fue debilitándose y vinieron las dolencias que le recordaban que era menester hacer un alto en la lucha, para restañar heridas; pero su temperamento le imponía seguir trabajando hasta la extenuación. Las fuerzas humanas tienen un límite y mi padre había abusado de las que dinamizaban su pensamiento y acción. Era el empresario por antonomasia; conquistaba un reto, pero siempre se imponía otro por delante. Así ascendió la ruta que lo llevó a la cumbre. Tuvo que pagar, es cierto, un precio muy alto.
Cuán numerosas fueron las personas cuyas vidas, por millares, dependieron de las empresas que él había fundado. En las fábricas, en las naves, en las empacadoras, en los cañaverales y en los enormes trapiches, en los molinos harineros, en las haciendas modelo, en los muelles y en los silos, en las bananeras con apariencia de jardines, en los dispensarios para trabajadores, en la banca, en las agencias y sucursales lejanas, estaría presente el esfuerzo de Luis Noboa, quien reunió, en un solo conglomerado, aquel emporio de bienes y servicios para el país.
Este hombre excepcional, el día 28 de abril de 1994, escuchó por fin el consejo de no trabajar más, y rindió su tributo al Creador
Antes, en 1993, sufrió dos crisis cardíacas y, en febrero de 1994, fue sometido a una operación de by-pass. El martes 26
de abril, ingresó de urgencia a la sala de cuidados intensivos del New York Hospital por un paro cardiorespiratorio que había sufrido en la madrugada. En dicho centro se había asilado, hacia pocas semanas, el Ex Presidente Richard Nixon. De inmediato se vio rodeado de todos los suyos, que viajaron presurosos desde el Ecuador, pero ya no pudo despedirse, pues ya estaba inconsciente.
El Dr. Manuel Rodríguez Morales, su abogado en los asuntos societarios de sus compañías durante 32 años, estaba sometiéndose a un chequeo médico y fue a visitarlo, a las cinco de la tarde. Lo felicitó por su recuperación, a lo cual mi padre contestó: "Ya sé que dijiste que no venías a tratar asuntos de oficina, pero dime, qué hay de..." y sin poder contenerse entró en materia. Se hallaba lúcido, aunque disminuido en sus fuerzas y hablaba con lentitud debido a la flema bronquial que Io aquejaba. "A la salida me atrajo muy cerca de su rostro, me alborotó el pelo y me pidió: "Venme a ver si vas a estar aquí ocho días más. No te pierdas". Era el 25 de abril de 1994. Fue la última visita que él recibió.
AI día siguiente, a las seis de la mañana del martes 26, despertó, entró al baño, pero salió al momento, tosió y no recuperó más la conciencia. Falleció a las 14h10 del jueves 28 de abril de 1994, sin sufrimiento alguno. Fue conducido a una funeraria privada, como se acostumbra en los Estados Unidos. Su cadáver llegó a Guayaquil el día sábado 30, a las siete de la mañana, para el velatorio preparado de antemano por la familia.
La Comisión de Transito y la Policía Nacional coordinaron su traslado a los patios de la Industrial Molinera Noboa, en donde se levantó una severa Capilla Ardiente. La calle El Oro se cerró a la altura de Eloy Alfaro, para permitir solamente el ingreso de la carroza y de los vehículos de sus familiares.
La carroza fúnebre recorrió, con escolta, la Avenida de las Américas y las calles Los Ríos y EI Oro. AI llegar a la Molinera, el féretro fue cargado por los obreros de sus compañías, divididos en dos turnos.
Monseñor Néstor Astudillo y el Padre Guillermo Quinteros celebraron una misa de cuerpo presente. Intervinieron los señores Pedro Mujica, Roberto Baquerizo Valenzuela y Juan José Pons Arízaga. La asistencia fue masiva, pues se habían congregado centenares de empleados y obreros de sus empresas. A las 12h30 fue conducido por la calle Eloy Alfaro hasta la Venezuela, por ésta a la Chimborazo y de allí a la Catedral, donde permaneció expuesto su féretro.
A las 5h30 arribó, procedente de Bahía de Caráquez, el Presidente Sixto Durán Ballén Cordovez, quien saludó a los deudos y entregó manos de Mercedes Santistevan de Noboa, la insignia de la Orden Nacional al Mérito decretada meses atrás, después de lo cual se ofició otra misa. Junto al Presidente, arribaron los ministros de Agricultura, Mariano González Portés; de Relaciones Exteriores, Diego Paredes; y de Energía y Minas, Francisco Acosta; el Contralor General,
Juan Carlos Faidutti Estrada y otros funcionarios de alto nivel.
A las 18h30 se realizó el postrer traslado por la calle Chimborazo hasta la Julián Coronel. Fue enterrado en el Cementerio General, en el sector de la puerta número tres.
En conocimiento de cual había sido uno de sus más preciados empeños antes de su muerte, decidí impulsar ese afán que no pudo cristalizarse mientras tuvo vida y salud: “Luis A. Noboa Naranjo". LANN-Consorcio Noboa es hoy, y lo será siempre, una institución consagrada a interpretar póstumamente su voluntad en el ámbito de la filantropía; es decir, a prestar un eficiente servicio social, particularmente, a quienes dependieron de sus empresas, así como a los pobres que necesitan ayuda.
Estoy convencida que, de esta manera, nuestro padre sigue, más allá de la muerte, sirviendo a su país.
HASTA SIEMPRE, PADRE MÍO
La distancia y el tiempo se acortan en la eternidad. Cada paso nos acerca al encuentro final con los seres queridos que nos han precedido en la partida de esta nave hacia la vida inmortal, junto a Dios.
Gibrán Jalil Gibrán nos dice: "La vida y la muerte son uno, como lo son el río y el mar". Hoy añoro, padre mío, los breves días que estuviste con nosotros, tus enseñanzas, tus palabras, nuestro compartir de alegrías y dolores, tu sabiduría y tu espíritu iluminador.
Por razones de tu trabajo, en el tiempo de nuestra vida común, tus ausencias del hogar fueron muy frecuentes y, a veces, muy largas. Nos habíamos habituado a ellas, en cierto modo. Durante su transcurrir nos sentíamos protegidos desde lejos, desde donde se proyectaba tu sombra y tu risueña, pero firme autoridad.
Cuando, después de la separación del hogar que fundaras con nuestra madre, forjaste otro, constituyendo un mundo familiar aparte, nos veíamos con menos frecuencia, pero siempre con un efusivo placer. En los últimos años, cuando las comunicaciones telefónicas de larga distancia se hicieron más eficientes, podíamos oír tu voz y reconocer tu acento inconfundible cuando nos llamabas, no importa desde qué ciudad, nave o campo, en que a la sazón te encontraras. Estábamos prontos a responder a tu llamado.
Ahora sabemos que tu ausencia material va siendo inusitadamente larga. Pareciera que te has olvidado de llamarnos y tenemos el impulso de ensayar, a tientas, todos los medios posibles para dar con el número secreto para comunicarnos contigo. Pero, de pronto, volvemos a la realidad y nos damos cuenta de que ese número clave, por lo mismo que es secreto, no nos será revelado. Conocemos, sin embargo, a nuestra manera, un medio de tenerte otra vez en familia: conservar en pie la vasta obra que forjaste a lo largo de tu vida; impulsar, en cuanto fuere posible, las numerosas empresas que fundaste. Y no, por cierto, porque promover su expansión hubiera sido tu única meta, sino porque hemos comprendido que la riqueza que forjaras, es, y debe ser, una obra de alcance social, que se revierta hacia los actores que intervinieron en la tarea de crearla o de reproducirla, y va todavía más allá; en beneficio de todo el país. Con este sentimiento, acudo todos los días al local donde funciona la Fundación. AI trasponer el pórtico, saludo emocionada tu retrato, con la balsámica impresión de que
sigues presidiendo nuestras cuidándonos desde la distancia.
vidas,
vigilándonos
y
A ratos me parece que he vuelto a ser la pequeña, a quien tú como padre y maestro has asignado un deber escolar, fijándole una hora para cumplirlo. Quieres ver el resultado para darme o no, tu visto bueno. Yo procuro entonces, con modestia, enseñarte lo que he emprendido y conseguido. ¿Está bien? ¿Está mal? ¿He puesto el cuidado suficiente? ¿Cómo he salido de la prueba?
Después del examen, la calificación. Un casi imperceptible movimiento de las cejas se anticipa a tu palabra. Sé ya lo que ese gesto significa. Y después de la aprobación o reprobación, el consejo: de aliento, si he acertado; de estímulo, si debo esforzarme más; de corrección, si he equivocado el camino.
Una breve meditación frente a tu retrato, que parece mirarme desde cualquier ángulo de la sala donde me encuentre, me ayuda a escoger, como representante legal que soy de la Fundación y heredera de algunas de tus empresas, entre las varias soluciones posibles, la que creo más acertada; la que acaso tú, si estuvieras materialmente presente, me hubieras sugerido. Me instalo en mi lugar de trabajo y tengo la vívida impresión de que estás a mi lado, para infundirme aliento y confianza. Es, bajo la inspiración de tu presencia estimulante
y generosa, que se han escrito estas palabras, como un homenaje filial a tu memoria. Gracias por haber sido mi papรก.