Documentos
sobre la PolĂtica y la Crisis Argentinas
La Argentina entre la decadencia paralela y el progreso oficial Federico Tessore
¡Qué confusión! Un ex ministro de Economía discutiendo con el actual. Ambos argentinos. El primero de ellos parece estar perfilando su carrera política, mientras que el segundo supo ser mudo y de repente se largó a pelear con todos vía Twitter.
Más allá de la pelea, nos preguntamos quién tiene razón en esta guerra de cifras y acusaciones. ¿No sabe de qué estoy hablando? Por suerte tenemos a la agencia estatal Télam que resume la situación muy claramente: El ministro de Economía, Hernán Lorenzino, sostuvo que el Producto Bruto Interno (PBI) de la Argentina sigue siendo más alto que el de Colombia, según información que proveen la CEPAL y el FMI. A través de su cuenta en Twitter, Lorenzino publicó información de ambas instituciones para refutar declaraciones realizadas por el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, quien afirmó en radio La Red que el PBI de Argentina quedó “detrás del de Colombia”. La información provista por Lorenzino consistió en gráficos que muestran datos del PBI (lo que produce la Argentina), en términos corrientes, es decir a nivel nominal, y en términos constantes, descontados los efecto de la inflación, y en términos per cápita, también a nivel constante, donde se refleja la evolución del producto bruto de ambos países, donde siempre lleva la delantera la Argentina. “Es un error decir que Colombia tenga PBI más grande que Argentina”, subrayó Lorenzino. “Podemos decir que la afirmación no sólo es inexacta, sino intencionalmente dañina con el país”, agregó el ministro.
¿Quién tiene razón? Veamos algunas cifras para que usted mismo pueda responder la
pregunta. No es mi intención “echar más leña al fuego”, pero un ex ministro colombiano opina igual que el ex ministro Lavagna. Según relatamos unas semanas atrás en la nota llamada “El retorno de los muertos vivos”, el entonces ministro de Hacienda de Colombia, Juan Carlos Echeverry, festejaba que su país superaba a Argentina en tamaño de su PBI. De hecho, el diario Portafolio de Colombia decía lo siguiente: El valor de la producción esperada de toda la economía colombiana para el 2012 había llegado a USD 362 mil millones, mientras el Producto Bruto Interno (PBI) argentino se valoraba en USD 347 mil millones, aplicando la tasa de cambio paralela. Sin embargo, por ahora, es el dato de unos días, que responde a un cambio fuerte de la tasa de cambio, y seguramente se necesita más que eso para ganarse el sello de la ‘tercera economía de Latinoamérica’. Aun así, Andrés Escobar (analista económico) cree que en este momento el valor del PBI colombiano por encima del argentino es un hecho cierto y no un artificio contable. En ese mismo sentido, Mauricio Reina, investigador de Fedesarrollo, reconoce que la apreciación que ha tenido el peso colombiano favorece el cálculo en favor de Colombia, pero “eso no quiere decir que el crecimiento nuestro no haya sido bueno: hemos competido con Venezuela y Argentina”. “La primera ya quedó ‘eliminada’, y la segunda, que crecía bien, ahora se viene frenando”, agregó. Al utilizar, para la comparación, la tasa de cambio paralela en Argentina, que ha sufrido, en palabras de Escobar, una “impresionante” depreciación, se considera que ese hecho obedece a una menor valoración de toda la economía de ese país desde el punto de vista de quienes transan la moneda en un mercado libre. Por lo tanto, el valor del PIB colombiano podría mantenerse sobre el argentino durante algún tiempo, cree Escobar, si esa economía se sigue manejando “a las patadas”. Pero “si mañana corrigieran” el rumbo, seguramente Argentina volvería a pasar a Colombia, pues el país austral “estructuralmente vale más”. De acuerdo con Escobar, la perspectiva para que Colombia alcance estructuralmente a Argentina es de 10 o 15 años, aun si ese país modifica su rumbo hacia uno que a su juicio es mejor. ¿Y cuál es el PBI de Argentina? A partir de esta duda surge el gran problema de esta discusión. Porque uno lo puede valuar al dólar oficial o al dólar paralelo… ¿Qué es lo correcto? No tengo la respuesta. Aunque le puedo dar algunas pistas. Si usted piensa que la inflación en la Argentina es del 9% anual, o que no hay cepo cambiario, o si le parece una muy buena idea hacer un plazo fijo en pesos al 10% anual, tal vez le parezca mejor valuar el PBI argentino al dólar oficial.
Ahora, si a usted le parece que la inflación está por arriba del 25% anual, si cree que realmente hay un cepo casi total y si quiere desprenderse de los pesos que le sobran cuanto antes, le aconsejo valuar el PBI argentino al dólar paralelo. Vamos a los números. El PBI de la Argentina para finales de 2011 era de USD 459.471 millones. Es más alto que el PBI colombiano que recién llegará este año a USD 362.000 millones, como vimos recién. Ahora, el PBI medido por el dólar paralelo, proyectado al cierre de este año da muy diferente. Está por debajo de los USD 300.000 millones. ¿Cómo llegamos a esa cifra? El PBI en pesos el año pasado llegó a los ARS 1,84 billones. Supongamos que el PBI en pesos crece en 2012 la mitad del 28% en que registró en 2011. Cuando obtenemos ese número lo dividimos por un tipo de cambio paralelo teórico de ARS 7 por dólar. Haciendo estos cálculos llegamos a que el PBI real en dólares de la Argentina estaría en USD 299.986 millones a fines de 2012. Es decir, el Producto actual de USD 459.471 millones pasaría a estar un poco por debajo de los USD 300 mil millones. Con estos cálculos, tanto el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, como el ex ministro colombiano tendrían razón. La economía colombiana es más grande que la argentina. Pero ojo que está discusión se puede poner aún más divertida. Porque si hablamos de Chile, la cosa es más complicada aún. Verá, el Producto chileno está hoy en USD 281.000 millones. Muy cerca del “nuevo” PBI de la Argentina. ¿Alguien en Chile dijo algo respecto a este tema? Yo no escuche nada, pero cuidado que en cualquier momento algún ministro chileno un poco envalentonado puede hacer alguna declaración que deje a muchos enojados de este lado de la cordillera. Aquéllos que creen que está bien calcular el PBI argentino por el dólar paralelo se darán cuenta que la Argentina está pasando de ser la tercera economía de América Latina, detrás de Brasil y México, a ser la cuarta, después de Colombia. Además, hay posibilidades de ser pronto la quinta economía, detrás de Chile. ¿Qué significa esto para los inversores argentinos? No mucho. No obstante, para las personas que toman en cuenta las cifras “paralelas”, la economía está viviendo un proceso de fuerte decadencia. ¿Qué perderían los funcionarios argentinos con tomar las cifras “paralelas” de la economía argentina e intentar solucionarlas? Primero que nada sus puestos. Así que no tiene sentido seguir el análisis.
Los funcionarios que tienen futuro en el actual Gobierno son los que “combaten” las cifras “paralelas”. Como por ejemplo la AFIP, que se quejó porque una jueza permitió a un ciudadano argentino comprar euros. El Cronista decía lo siguiente sobre esta noticia: La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) se presentó hoy “en queja” ante la Cámara de Apelaciones de Comodoro Rivadavia, luego de que una jueza subrogante rechazara la apelación del organismo a la resolución de la Justicia de Tierra del Fuego que le permitía a un particular la adquisición de 1.152 euros con fines turísticos. En un comunicado, la AFIP informó que los 1.152 euros son la diferencia entre los 2.000 euros solicitados por los contribuyentes y los 848 validados por el organismo recaudador el 16 de octubre. “Luego de la notificación de la resolución de la jueza subrogante de Ushuaia, AFIP presentó, a las 16:55 horas del 17 de octubre, un Recurso de Apelación frente a tal resolución por entender que la misma va en contra de objetivos esenciales del Organismo como ser la optimización de los controles fiscales sistémicos y en tiempo real de la AFIP”, señaló el organismo. ¿No tendría que ser el ciudadano argentino el que se queje ante esta situación? En este mundo “paralelo”, las cosas a veces se dan al revés… Algunos pensamientos adicionales Estados Unidos es un país en serios problemas. Los que nos siguen hace tiempo saben bien nuestra opinión sobre Estados Unidos y Europa: estamos ante un país y una región en bancarrota. Son economías que no se podrán sostener en el tiempo, con monedas que no valdrán nada en algunas pocas décadas. A pesar de eso, la experiencia de vivir la campaña presidencial directamente en Estados Unidos es “extraña” para un argentino. ¿Por qué? Lo primero que sorprende es la práctica del debate de candidatos. El último debate entre Obama y Romney, el martes pasado, fue muy entretenido. No sólo porque los candidatos se hablaron fuerte y sin tapujos, sino también porque las preguntas vinieron de parte de 80 ciudadanos indecisos. ¿Y sabe quién era el moderador? Sí, una periodista de un canal privado. El próximo lunes podremos asistir al tercer y último debate antes de la votación. Además del hecho de debatir abiertamente, lo que sorprende es el respeto que se tienen ambos candidatos. Lo más duro que Obama le dijo a Romney era que “mentía”. Pero fue una acusación con sumo cuidado. No se notaba odio entre los oponentes. Era una lucha dura, pero no despiadada. Fíjese que Obama no dijo que Romney era un mentiroso, sino que mentía…
Pero como si esto fuera poco, la noche del jueves los canales de Estados Unidos pasaban los breves discursos de los candidatos que asistieron en Manhattan a la llamada “Al Smith Dinner”, una cena benéfica organizada por la archidiócesis católica de Nueva York y la Fundación por la Memoria de Alfred E. Smith. El diario ABC relataba este encuentro de la siguiente forma: Durante la velada, ambos candidatos hicieron gala de buen humor en sus discursos, cuajados con diversas bromas que hicieron las delicias de la sala. Los asistentes, convidados por el cardenal Timothy Dolan y el maestro de ceremonias, Alfred E. Smith IV, no pudieron controlar la risa después de que Obama explicase que en el reciente debate había estado «más enérgico porque en el primero se había “echado una larga siesta», o que tras su mala actuación descubrió que había «cosas peores que olvidarse de comprar un regalo de aniversario a tu mujer», aludiendo a que el primer debate coincidió con su vigésimo aniversario de casado con Michelle Obama. Por su parte, Romney le dio una pista a Obama para triunfar en los debates de aquí en adelante: no beber alcohol en 65 años; un chascarrillo en referencia a la abstinencia que impone el mormonismo, religión que profesa Romney. Dos candidatos a presidentes riéndose de ellos mismos, de sus errores y debilidades. Sí, no se equivoque, no beber alcohol por 65 años es una debilidad también. Toda esta dinámica de la campaña presidencial implica un escenario muy difícil de imaginar en países como la Argentina y varios más de nuestra región. ¿Esto quiere decir que nuestra opinión cambia sobre Estados Unidos y su futuro económico? Sin duda creemos que el debate y el intercambio de opiniones es el primer paso para solucionar los problemas. Pero esta vez el problema es muy grande. Ni el respeto ni las bromas podrán parar una crisis que puede tardar más de lo pensado en desencadenarse, pero que cuando se disparé, será mucho más rápida y fulminante de lo que todos pensamos.
El retorno de los muertos vivos Federico Tessore
Aquéllos que compraron deuda argentina durante el último mes, obtuvieron ganancias muy interesantes. El Cupón PBI, que es una especie de bono emitido por el Gobierno argentino sólo paga intereses cuando el producto bruto interno crece más del 3,26% anual. Este título trepó en torno al 15% durante los últimos 30 días.
¿Qué ven los inversores que compran esta deuda? Quién sabe, tal vez son especuladores que buscan rentabilidades de corto plazo, algo que me parece perfecto. O tal vez son inversores que están convencidos de que la economía argentina volverá a crecer el año que viene y que estará cada vez mejor. Nosotros somos muy pesimistas con el futuro de la deuda argentina. Por supuesto que esto no implica afirmar que no haya oportunidades especulativas de corto plazo con las emisiones de títulos argentinos, como la que hubo durante el último mes. Pero para uno inversor de largo plazo que analiza el grado de conveniencia de invertir en deuda argentina, nuestra visión sugiere alertas por todos lados. Y aunque usted no lo crea, el ratio de la relación deuda/PBI es uno de los que más preocupan. ¿Cómo puede pasar esto?, se preguntarán varios lectores. Es que si uno escucha a su presidente diciendo que “hace varios meses que la deuda no deja de bajar y el PBI no para de subir”, la sociedad debería subirse al barco del optimismo. Bueno, eso es cierto. Yo también escuché a la presidente hablar sobre el “desendeudamiento” con mucha emoción y orgullo. La cuestión es que los números, nuevamente, muestran otro panorama. Observe el siguiente cuadro donde se muestra la evolución de la deuda pública argentina durante los últimos diez años:
Hoy la deuda está llegando nuevamente a los US$ 190 mil millones. Esto representa un crecimiento de US$ 70 mil millones desde principios de 2002, cuando estalló la crisis luego de la salida de la convertibilidad. Es decir, en sólo diez años la deuda pública argentina creció un 58%. Seguramente muchos se preguntarán: ¿Cómo se produjo un crecimiento de semejante magnitud? Bueno, cuando se devaluó el peso en 2001, la deuda pública, dado que una parte de ella estaba en moneda local, cayó a US$ 113 mil millones. Pero desde ese entonces se emitió mucha más para compensar a los bancos por la pesificación asimétrica para deudores y depositantes. Además, muchos depósitos bancarios se transformaron en deuda a diez años para evitar la quiebra de las entidades financieras. Por lo tanto,a fines de 2002 la deuda ya había alcanzado el pico de 2001. Luego el Gobierno empezó a vender bonos a Venezuela, hasta que el país bolivariano dejó de comprar títulos porque nos quiso cobrar un 15% en dólares. De esta forma, la deuda llegó a los US$ 190 mil millones en el primer trimestre de 2005. No obstante, con la quita que hicieron Roberto Lavagna y Néstor Kirchner durante la negociación de la deuda Argentina en septiembre de 2005, ésta se redujo en US$ 41 mil millones y pasó a US$ 149 mil millones a fines de ese año.
Desde ese entonces, el Estado argentino ha tomado deuda con el Banco Mundial, con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y con otros organismos internacionales, además de la contraída localmente con el Banco Central y la ANSES. De esta forma, llegado a finales de 2011, se llegó a una deuda pública total de US$ 187 mil millones. Hoy debe estar superando cómodamente los US$ 190 mil millones nuevamente. Luego de ver estos números le pregunto: ¿Hay realmente un desendeudamiento por parte del Estado argentino? Si bien durante los últimos meses me acostumbré a dudar absolutamente de todo en Argentina, creo que la respuesta es no. Los que dicen que el país se está desendeudando no están mirando los números que les acabo de ilustrar… Son cifras de acceso público, a las cuales cualquiera puede acceder, simplemente a través de una computadora. Ahora, el problema emerge como una preocupación mucho mayor si comparamos este nivel de deuda con el PBI de la Argentina. ¿Por qué es importante conocer cuál es este ratio antes de comprar deuda soberana? Sucede que cuanto más alto esté, más complicada será la situación de un país. Ya que, si la deuda es más grande en comparación con la producción total, será más difícil que ese país pueda repagar la deuda sin problemas. Para que se dé una idea, el ratio de deuda a PBI de España está llegando al 80%. Es decir, la deuda del Estado español hoy está en 804 mil millones de euros y representa el 80% de su Producto. Grecia está un poco más complicada, ya se sabe. Su deuda representa un 170% del PBI. Es decir, hoy el país heleno debe una cifra cercana a los 355.617 millones de euros. ¿Y por casa cómo andamos? Las cifras oficiales hablan de un ratio de deuda/PBI que hoy está en el orden del 40% en Argentina. Para alcanzar este resultado hay que dividir la deuda total de US$ 190 mil millones por el PBI medido en dólares de finales de 2011, que llega a los US$ 459.471 millones. Un número que nos tendría que dejar relativamente tranquilos, ¿o no? Ahora, como les comentaba, esta aparente seguridad esconde muchos peligros… El primero es el más importante y está relacionado al tipo de cambio ¿Qué pasará con este ratio de deuda/PBI cuando se sincere la paridad peso-dólar en la Argentina? Para poder analizar este punto en profundidad, es necesario “congelar” otras variables no menores. Por ejemplo, existe un porcentaje considerable de deuda en pesos que se actualiza por CER (inflación oficial) y que ante una devaluación se reduciría en términos de dólares. No obstante, también podría “blanquearse” en algún momento la inflación real y alterar todos los cálculos. Por eso, esa variable, así como también la posibilidad de profundizar aún más la emisión monetaria o el déficit energético, prefiero dejarlas de lado por el
momento, en función de dejar bien claro el efecto de un posible sinceramiento del valor real del dólar. Los cálculos actuales del ratio deuda/PBI se obtienen utilizando un tipo de cambio de cuatro pesos por dólar. Es decir, el precio que exhibía la divisa estadounidense en Argentina a finales de 2011. Ahora, la pregunta es, ¿qué pasa si comenzamos a tomar el dólar paralelo de AR$ 6,5 que tenemos en la actualidad? Bueno, por supuesto que los números se complicarían nuevamente y mucho. Vamos a hacer la proyección. El PBI en dólares que le mencioné se obtiene de un PBI en pesos que el año pasado llego a los AR$ 1,84 billones. Supongamos que el PBI en pesos crece en 2012 la mitad del crecimiento del 28% en pesos que tuvo el año pasado, es decir, un 14%. Y cuando obtenemos ese número lo dividimos por un tipo de cambio paralelo teórico de $7 por dólar proyectando el valor a fin de año. Haciendo estos cálculos llegamos a que el PBI real en dólares de la Argentina estaría en US$ 299.986 millones a fines de 2012. Es decir, el PBI actual de US$ 459.471 millones pasaría a estar un poco por debajo de los US$ 300 mil millones. Por otro lado, si asumimos un crecimiento teórico de la deuda de un 10% durante el año 2012, llegamos a una deuda total de US$ 209 mil millones a fines del corriente año. Y finalmente, si dividimos las cifras de deuda y PBI proyectados a fines de 2012, llegamos a que el futuro ratio de deuda/ PBI de Argentina se podría ubicar en torno al 70%, si es que en algún momento se reconoce el tipo de cambio paralelo para realizar el cálculo… ¿Es muy poco probable que ocurra este escenario? Bueno, para que se dé una idea, esto mismo pasó en el año 2001 en Argentina. A mediados de ese año, la deuda pública representaba el 48% del PBI. Pero en enero de 2002 el peso argentino pasó del 1 a 1 a estar a 3 pesos por dólar. Estoy hablando del tipo de cambio oficial, por supuesto. Por lo tanto, el PBI argentino expresado en dólares pasó de unos US$ 300 mil millones a unos US$ 100 mil millones. Y esto provocó que el ratio deuda PBI pasara a ser de 140% en unos pocos meses… En pocas palabras, Argentina pasó de consolidar una situación de deuda muy segura a tambalear en muy pocos meses. Y no es que hubo una lista de hechos sonantes. El simple “sinceramiento” en el valor del dólar provocó esta situación. Si ya lo sé, tiene esperanzas que esto no suceda. Bueno, el problema es que cuando usted invierte su dinero basándose sólo en esperanzas es un poco complicado. O mejor dicho, es un poco peligroso.
De hecho, nosotros no somos los únicos que hacemos estos cálculos con el PBI argentino medido en dólares al tipo de cambio paralelo. El Gobierno colombiano también está haciendo esas cuentas para comparar su producto bruto con el nuestro, según informó el diario económico Colombiano Portafolio: El ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, relataba algo, con un tono tan entusiasta como si su equipo acabara de ganar 5-0. “¡Superamos a Argentina!”, dijo. El valor de la producción esperada de toda la economía colombiana para el 2012 había llegado a 362 mil millones de dólares, mientras el producto interno bruto (PIB) argentino se valoraba en 347 mil millones de dólares, aplicando la tasa de cambio paralela del miércoles. Sin embargo, por ahora, es el dato de unos días, que responde a un cambio fuerte de la tasa de cambio, y seguramente se necesita más que eso para ganarse el sello de la ‘tercera economía de Latinoamérica’. De hecho, advierte Andrés Escobar, ya Colombia había tenido un valor del PIB en dólares superior al argentino. Haciendo algo de arqueología financiera, el ex subdirector de Planeación encontró que en el año 2001 se presentó esa situación, cuando Argentina abandonó la equivalencia de un peso por un dólar, y abruptamente el dólar pasó a valer alrededor de cuatro pesos. Aun así, Escobar cree que en este momento el valor del PIB colombiano por encima del argentino es un hecho cierto y no un artificio contable. En ese mismo sentido, Mauricio Reina, investigador de Fedesarrollo, reconoce que la apreciación que ha tenido el peso colombiano favorece el cálculo en favor de Colombia, pero “eso no quiere decir que el crecimiento nuestro no haya sido bueno: hemos competido con Venezuela y Argentina. La primera ya quedó ‘eliminada’, y la segunda, que crecía bien, ahora se viene frenando”. Al utilizar, para la comparación, la tasa de cambio paralela en Argentina, que ha sufrido, en palabras de Escobar, una “impresionante” depreciación, se considera que ese hecho obedece a una menor valoración de toda la economía de ese país desde el punto de vista de quienes transan la moneda en un mercado libre. Por lo tanto, el valor del PIB colombiano podría mantenerse sobre el argentino durante algún tiempo, cree Escobar, si esa economía se sigue manejando “a las patadas”. Pero “si mañana corrigieran” el rumbo, seguramente Argentina volvería a pasar a Colombia, pues el país austral “estructuralmente vale más”. De acuerdo con Escobar, la perspectiva para que Colombia alcance estructuralmente a Argentina es de 10 o 15 años, aun si ese país modifica su rumbo hacia uno que a su juicio es mejor. Colombia no es el único país latinoamericano que está haciendo cálculos ante el cataclismo económico argentino. Chile, con un PBI que hoy llega a los US$ 281 mil millones, ya está calculando cuando será el momento en que esta economía, de tan sólo 17 millones de habitantes, supere a una de 40 millones de individuos como es la argentina.
Si la macro local continúa en la senda de las restricciones y el aislamiento y además Chile sigue por en la senda del crecimiento y la apertura, esto también puede llegar pronto. Ahora, no tenga duda que esta tendencia que está provocando que en poco tiempo pasemos de ser la tercera economía latinoamericana a la quinta se puede cambiar en algún momento. Pero para ello, nuestros gobernantes primero tendrían que reconocer los problemas. Y segundo, ponerse a trabajar en las soluciones. Si se niegan los problemas en vez de reconocerlos, es imposible esperar algún cambio en la tendencia. Mientras, como inversor individual debe tomar nota de estas cifras. Hoy todos los inversores argentinos tienen todo a su alcance para no ser víctimas de esta nueva estafa de los políticos argentinos.
Las acciones que hay que tener antes del 10 de diciembre No importa quién gane en octubre. El próximo presidente no tendrá espacio para postergar decisiones importantes. Esta cita con lo inevitable es una oportunidad única de inversión para usted. Sólo tiene que actuar antes de la fecha del cambio de mando.
Seguramente, usted estará digiriendo los últimos resultados del domingo y analizando desde distintas aristas los ganadores y perdedores. Yo, en cambio, escribí estas líneas el viernes pasado, 48 horas antes de las elecciones. Y la razón es que no me quiero detener en el ruido y la incertidumbre que dejan los comicios. Como en el frente político no hay nada dicho prefiero apuntar a lo que sé que va a pasar. Y tengo una certeza en el plano económico: sea quien sea, el nuevo presidente no podrá dilatar demasiado tiempo la corrección de desequilibrios preexistentes. ¿El motivo? Le aguarda un panorama local e internacional muy complejo. En el plano doméstico, el 10 de diciembre el nuevo mandatario recibirá una economía argentina en un estado delicado, con un nivel de actividad desgastado, que no consigue dólares financieros y que recibe cada vez menor cantidad de dólares comerciales. También, encontrará una menor cantidad de reservas en el Banco Central debido a los pagos de deuda que se realizarán este año y que no se pueden refinanciar (ej. Boden 2015). A su vez, deberá lidiar con un gasto público desbordado que llevó la presión tributaria a un nivel sideral, a una enorme emisión monetaria y a nuevas colocaciones de deuda en pesos. Y aun así, estas fuentes de financiamiento son insuficientes para cubrirlo y este año terminará con un déficit fiscal récord. Desde el mundo, tampoco hay buenas noticias. Y una en particular resulta demoledora para la soja: el ciclo de los superprecios de los commodities se terminó. Ese motor de
crecimiento y de la demanda que era China bajó varias revoluciones y los precios de las materias primas sintieron el impacto. En paralelo, con la expectativa de una suba de tasas de la Reserva Federal de Estados Unidos (después de 8 años), el dólar se fortaleció notablemente, atrayendo capitales del otrora pujante mundo emergente y alcanzó su valor más elevado en los últimos 12 años. Para empeorar las cosas, Brasil, el principal socio comercial de Argentina sufre una profunda y virulenta crisis política, que se potencia con un PBI que se contrae y un real que se devalúa vertiginosamente. Ante este escenario, para Argentina el famoso “viento de cola” viró de sentido y ahora sopla con fuerza desde el frente. Sin demasiados grados de libertad, el nuevo gobierno deberá encarar acciones que deberán encarrilarse en una misma tendencia general. No va a administrar abundancia, sino que tendrá que cerrar muchas “canillas” y gestionar escasez. A decir verdad, el próximo presidente deberá elegir la forma en que se realiza el reacomodamiento en la economía real, porque hoy en día ya está ocurriendo. Todas las variables clave se están deteriorando, ya sea por la inflación, por el atraso cambiario, por la diferencia entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, por la ausencia de insumos importados, por la falta de inversión, por la insuficiente capacidad de creación de empleo privado, etc. A mediano plazo, el sinceramiento de distorsiones traería beneficios para las empresas cuyos mercados estuvieron fuertemente regulados. La consecuencia lógica es una expansión saludable por el lado de lado de la oferta que en algún punto superará el efecto negativo inicial. Con esta lógica en mente y con la paciencia necesaria, usted como inversor puede capitalizar la recuperación de esas compañías que venían rezagadas. Un sector olvidado con enorme potencial para la recuperación Dentro de una lista extensa, una de las cuestiones más relevantes que la nueva cabeza del Ejecutivo deberá atender es la gran madeja de subsidios a las tarifas de servicios públicos, que ha ido creciendo desde hace 12 años. Sin dudas, el hecho de reducir subsidios y liberar progresivamente las tarifas tendrá un impacto inflacionario inicial —aquí es donde el Estado debe proteger a los sectores más vulnerables—. Pero la medida también traerá racionalidad y beneficios al negocio de los servicios públicos. Las empresas de utilities viven una situación rayana a la decadencia en los últimos años. Incluso muchas no logran cubrir sus costos operativos y dependen de transferencias públicas —a través de CAMMESA— para compensar la brecha.
Esta delicada realidad de pérdidas desalentó las inversiones físicas en el sector. Y un desinterés similar se vio también en la Bolsa. Pero hay dos factores que pueden motorizar notablemente las ganancias de aquellos que inviertan en acciones de este sector. El primer aspecto es que los papeles de las empresas de servicios públicos son muy volátiles. El reflejo de este atributo es el coeficiente beta. El beta es una medida de volatilidad de una acción o portafolio en comparación con el mercado. Esto quiere decir que el beta muestra una tendencia del retorno de una acción ante movimientos del mercado (Merval). Los resultados del coeficiente tienen distintas interpretaciones: cuando es menor a 1, la acción es menos volátil que el mercado. En cambio cuando el beta es mayor a 1, el activo en cuestión es más volátil que el mercado. Las acciones energéticas, por lo general, tienen un beta mayor a 1, por lo que lo que sus cotizaciones son mucho más reactivas que el resto de los activos del mercado, tanto a la baja como al alza. Pero con perspectivas positivas a mediano plazo, esta característica permitiría sacarle una ventaja significativa al promedio de las acciones del Merval. El segundo factor a favor está en las bajas valuaciones de las empresas argentinas de servicios públicos frente a sus pares regionales. Una manera de ver cuando una acción cotiza a valores de descuento es la relación Precio/Ganancias (Price/Earnings o P/E). La fórmula del P/E consiste en dividir el precio de mercado de una acción por la ganancia anual por acción —si se calcula el beneficio de los últimos 12 meses se llama trailing P/E—. La lectura del P/E da una noción de cuántos años hacen falta para recuperar la inversión. En otras palabras, a menor P/E más barata está una acción en términos de tiempo de recupero. Una particularidad de este indicador es que resulta apropiado para comparar empresas de un mismo sector, pero no así entre firmas de diferentes segmentos. La siguiente tabla muestra las valuaciones de empresas de servicios públicos en Argentina y en países de Latinoamérica.
De la comparativa regional surgen conclusiones interesantes. El P/E promedio (simple) doméstico es 14 veces. Esto implica que si las empresas argentinas ganaran lo mismo durante 14 años consecutivos y distribuyeran toda esa ganancia a los accionistas en dividendos, entonces un inversor recuperaría su capital en 14 años. Si se excluye el valor atípico de TGSU2, la media simple local arroja un P/E de 8 años. Pero si el promedio se calculara de forma ponderada, es decir teniendo en consideración el peso relativo de cada empresa según su capitalización bursátil, la cifra sería aún menor.
En cambio, en el resto de los países de la región, las valuaciones están en niveles superiores. Para Latinoamérica en su conjunto, el P/E promedio se ubica en torno a los 26 años. Considerando que las compañías argentinas cotizan en torno al 50% de lo que valen sus pares regionales, este atraso se presenta como una oportunidad áurea para el inversor. Y no es necesario absorber todo el riesgo de las acciones energéticas. Con un portafolio diversificado en el que se dedique no más del 20%, cualquier inversor de perfil moderado podrá capitalizar la recuperación de empresas de servicios públicos cuando converjan a las valuaciones de la región. Si usted tiene tolerancia a la volatilidad y maneja un horizonte temporal superior a los dos años, estará un paso delante de las idas y vueltas de las elecciones. Recuerde que mientras el pesimista se queja del viento y el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas.
Los verdaderos números del atraso argentino De Iván Carrino en junio 18, 2015 Libertad y Riqueza
El kirchnerismo es solo una etapa más de un largo proceso de deterioro de la economía y el estándar de vida de nuestro país. En esta nota verás la magnitud y duración de la caída que, de no haber cambios importantes, no se revertirá.
El 10 de diciembre asumirá en nuestro país un nuevo gobierno. Los ciudadanos decidirán si el triunfante es el oficialismo, representado por Daniel Scioli, quien acaba de definir una fórmula que garantiza la continuidad del kirchnerismo, o la oposición, representada por Mauricio Macri, el mejor ubicado en las encuestas para ese sector. Sin embargo, lo que ni los ciudadanos ni el nuevo presidente podrán decidir será la herencia que recibirán de la saliente administración Kirchner. Tal como detallamos in extenso en nuestro informe especial “Los archivos desclasificados de Argentina”, el gobierno que se va deja una serie de problemas graves que se deben resolver cuanto antes. Entre ellos:
El déficit fiscal. El año pasado llegó al 5,3% del PBI y se espera que este año represente el 7,0%, su nivel más elevado desde 2001. La inflación. La inflación en Argentina es, incluso de acuerdo con el INDEC, cinco veces el promedio mundial y en septiembre se cumplirán 10 años de inflación de dos dígitos. El cepo cambiario. El control de cambios no evitó la devaluación del peso ni la pérdida de reservas, pero si colaboró reduciendo la competitividad y los incentivos a invertir. Las instituciones. No hay ránking internacional de respeto por las instituciones y los límites al poder en que el país no haya mostrado un deterioro en estos años.
Esta combinación de malas políticas económicas nos han relegado a la cola del mundo, con una inversión extranjera que llega en cuenta gotas, unas tasas de interés propias de países de frontera y una economía que no crece hace 4 años. Frente a este panorama uno podría cargar todas las tintas contra el kirchnerismo. Sin embargo, este no debe ser juzgado de manera aislada. Después de todo, Argentina arrastra ya 85 años de decadencia. El kirchnerismo es, simplemente, una nueva etapa en este proceso de deterioro.
La afirmación no es arbitraria. El camino de la decadencia es el que se desprende de observar la relación entre nuestra riqueza per cápita y la de 12 de los países más importantes del continente europeo. Lo que se observa en el gráfico es que por muchos años nuestro ingreso anual medido en dólares osciló entre un 80% y un 120% de aquél de los países desarrollados de Europa. Sin embargo, esa paridad cayó hoy a cerca del 40%, con lo que hoy un argentino gana menos de la mitad de lo que gana un europeo en un año.
¿Qué nos pasó? La crisis del ’30 fue un duro golpe para la economía mundial. En nuestro país produjo dos efectos. El efecto de corto plazo fue el desplome de las exportaciones, producto del freno a las compras desde los centros principales que ahora se volcaban al proteccionismo. A más largo plazo, los efectos serían aún peores. Es que en ese período se instaló en Argentina el encanto de las soluciones fáciles, el populismo y la demagogia, de la mano del primer golpe de estado exitoso, a cargo de José Félix Uriburu. El golpe del ’30 dio paso a la presidencia de Agustín P. Justo, que implementó a nivel local las políticas económicas del New Deal de Estados Unidos, que proponían el gasto deficitario como solución a la crisis. Así, no solo se incrementaron el gasto público y el déficit sino que también lo hizo la participación del estado en la vida económica del país. En 1931, por decreto, se instaló el primer control de cambios de la historia. Al año siguiente se decretó el establecimiento del “impuesto a los réditos”, un supuesto impuesto de emergencia que todavía hoy está vigente con el nombre de “impuesto a las ganancias”. Por último, en 1935 se creó el Banco Central y se eliminó la convertibilidad con el oro.
El peronismo de la década del ’40 solo se limitó a “profundizar el modelo” iniciado en los ’30. Y las consecuencias se empezaron a sentir. El gobierno de Perón fue el primero en llevar la inflación por encima del 50% anual. Acto seguido, decretó precios máximos, creó “tribunales contra la especulación” y, finalmente, estatizó el Banco Central en 1946 junto con la totalidad del sistema bancario. Por otro lado, durante su gobierno se crearon 17 organismos públicos entre cámaras, comisiones, consejos y empresas estatales. Además, se estatizaron las telecomunicaciones y se expropiaron numerosas compañías privadas. La excesiva importancia asignada al rol del estado resultó en una economía poco dinámica y en años de déficit fiscales crónicos, con sus consecuentes deudas impagables e inflaciones demoledoras. Desde el año 1975 nuestro país padece crisis recurrentes cada 10 años. Entre estas puede mencionarse el “Rodrigazo”, la hiperinflación, el fin de la convertibilidad y la estanflación en que vivimos ahora. La consecuencia sobre los niveles de pobreza es clara. A principios de la década del ’70 la pobreza afectaba solamente al 3% de la población. Hoy no baja del 25%.
Más allá de quién gane las elecciones en octubre, si no se modifica radicalmente el modelo inaugurado en la década del ’30 y profundizado por el peronismo y los gobiernos posteriores a él, no podemos esperar una recuperación verdadera. Tenemos que prepararnos, porque mantener este statu quo, significa mantener la decadencia, sembrando el camino para una nueva gran crisis.