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Suplemento sabatino de arte, literatura y sociedad SÁBADO 15 DE SEPTIEMBRE DE 2012. AÑO III.
El entretenimiento trivial: la nueva era del arte y la cultura
‘’Los grandes centros comerciales y los museos cada vez se parecen más; son contenedores destinados al tiempo libre y a las relaciones sociales’’ Solá-Morales.
GELY PACHECO
En los últimos años se han elaborado un sinfín de análisis que muestran la crisis existencial por la que pasan los museos, no sólo en México sino en el plano internacional. Un apuro que no respeta ningún tipo de nivel conceptual en ellos, ya sean decimonónicos o contemporáneos. Dicha crisis se presenta cuando estos no marchan al nivel de transformación que ha tenido el arte hoy en día. Pág. 6
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DIRECTORIO Noé Farrera Morales
DIRECTOR GENERAL PÉNDULO DE CHIAPAS
Noé Juan Farrera Garzón DIRECTOR EDITORIAL PÉNDULO DE CHIAPAS
Ángel Yuing Sánchez
COORDINADOR Y EDITOR RAYUELA CONSEJO EDITORIAL
Misael Palma, César Trujillo, Ornán Gómez, Marcelino Champo, Pascual Yuing, Chary Gumeta, Gely Pacheco, Gamaliel Sánchez Salinas, Juan Carlos Recinos. EDITOR FOTOGRÁFICO
Paolo Renato López DISEÑO EDITORIAL
Enrique Ríos Aguilar-Ulyses Nafate PRODUCCIÓN E IMPRESIÓN
Javier Ríos Jonapá
LEGALES Rayuela, suplemento de arte, literatura y sociedad del periódico Péndulo de Chiapas, No. 180. Año III, sábado 15 de septiembre de 2012. Impreso en 13 Poniente Norte Núm. 639, colonia Magueyito. Código Postal 29000, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Teléfono (961) 61 24529. Se prohíbe la reproducción total o parcial de los contenidos sin el consentimiento expreso de sus autores. La redacción no responde por originales no solicitados. Los contenidos, así como parte de los títulos y subtítulos son responsabilidad exclusiva de quien los firma y no representan necesariamente el punto de vista del periódico Péndulo de Chiapas. Correspondencia: angelyuing@hotmail.com
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Suplemento sabatino de arte, literatura y sociedad SÁBADO 15 DE SEPTIEMBRE DE 2012. AÑO III.
El entretenimiento trivial: la nueva era del arte y la cultura GELY PACHECO
‘’Los grandes centros comerciales y los museos cada vez se parecen más; son contenedores destinados al tiempo libre y a las relaciones sociales’’ Solá-Morales. En los últimos años se han elaborado un sinfín de análisis que muestran la crisis existencial por la que pasan los museos, no sólo en México sino en el plano internacional. Un apuro que no respeta ningún tipo de nivel conceptual en ellos, ya sean decimonónicos o contemporáneos. Dicha crisis se presenta cuando estos no marchan al nivel de transformación que ha tenido el arte hoy en día. Pág. 6
CARTAS DEL EDITOR ¿A dónde fue Gore Vidal?
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arde me doy por enterado. Uno delos críticos más mordaces del modo de vida norteamericano ha muerto. Mi descuido no sólo es reprobable en alguien como yo que asegura ser un ferviente lector suyo, sino además, por dedicarme a esta digna profesión del periodismo gracias a la cual puedo darme el lujo de conocer las primicias del diario acontecer del mundo. Han pasado tres días de su muerte. Escribo estas líneas un primer sábado de agosto. La ciudad y el pilar de sal, su primera novela, llegó a mis manos por un accidente comercial en este mismo mes hace ya casi diez años. Desde su publicación, en 1948, se dice que a Gore Vidal la biempensante sociedad norteamericana no le dio tregua. Gore Vidal conoció como pocos detractores las entrañas de la sociedad Norteamérica. Al ser nieto del senador demócrata Thomas Gore, perteneció inevitablemente a la aristocracia wasp de los Estados Unidos y sostuvo un contacto familiar con el mundo más elitista de la política. Fue ante todo, un crítico y un rebelde
de la falsa moral del imperialismo. Una irreverente oveja negra de ojos claros y cabello rubio a la cual, seguramente le erigirán estatuas ecuestres. Quienes tuvieron el privilegio de conocerlo, lo definen como un hombre inteligente, divertido, mundano y excepcionalmente culto; dotado de una capacidad crítica aguda y valiente. Su mejor versión como novelista, -escribió José María Guelbenzu del diario El País para dar cuenta de su deceso- es la que enlaza la serie de novelas históricas que comienza con Burr y sigue con Lincoln, Imperio, Hollywood y La edad de oro. “Para quienes erróneamente ven la historia como un testimonio verídico y la novela como una invención —dijo a propósito de estas obras— a veces puede ser exactamente al revés”. Irreverente, Gore Vidal dijo cierta vez en vida: “Estados Unidos fue fundado por la gente más brillante del país. Y no la hemos visto desde entonces”. El mundo no sólo echará de menos sus pasos, reclamará también el silencio de sus blasfemas. Ángel Yuing Sánchez
El anaquel Cuentan las malas lenguas que Patricio Sturlese (Buenos Aires, 1973) vuelve a la carga con su nueva novela El umbral del bosque, una historia gótica donde el capitán Pier Ugo Mameli enfrenta varios peligros, intrigas y mujeres nórdicas hermosas. No sólo se trata de una novela de aventuras, también posee una gran dosis de terror y colmillos de vampiro. Siglo XVII. El navegante veneciano Pier Ugo Mameli es contratado por la misteriosa condesa húngara Elizabeth Báthory para recuperar un arcón perdido en el desierto de Gobi, en Mongolia. Pero no lo puede trasladar por tierra: solo puede hacerlo por mar, lo que obliga a Mameli a idear un complicado itinerario para llegar a destino. Sin embargo, en uno de los puertos en los que atraca su barco, el capitán Mameli permite embarcar a un grupo de mujeres aparentemente indefensas. Estas jóvenes, pertenecientes a la aristocracia nórdica, empiezan a desvelar sus auténticas intenciones aterrorizando a la tripulación. Macabras y extrañas muertes se suceden a bordo y empujan al capitán a examinar el contenido del arcón. Dentro descubre un misterio que hará cambiar el rumbo de su travesía y la fidelidad a su cliente.
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Del Génesis a
la Lluvia de estrellas
*Un breve acercamiento a la obra de la poeta Herminia Alemañy-Valdez.
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CÉSAR TRUJILLO
l pensamiento vuela a la velocidad de la luz, como un símil de la palabra no nombrada; es el árbol cósmico, el brillo de esa lentejuela que deslumbra la vista de los transeúntes en alguna Avenida de Puerto Rico, o en esa ciudad pérdida, nombrada a medias por la fuerza del viento. Del mismo modo la poesía de Herminia Alemañy-Valdez borda y desborda con agujas e hilo sus pensamientos, esos que vuelan de las risas de los niños a la lluvia de estrellas y tejen el origen de la tierra y los mares, separando las tinieblas para pintar luz. Herminia evoca, a través de la poesía, la historia de un pasado inmediato, ese que se mezcla en los recuerdos, en las reminiscencias para escudriñar en el dintel de la memoria y regresar a casa cargado de nostalgia. En su búsqueda junta y deshace los ciclos de la mujer que ha marcado su historia, aquella que temía a los aviones, a la caída, al desplome, al viaje sin paracaídas de un falso Altazor, el mismo que
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convoca a la conversación ahí donde la noche se ilumina. La poesía de Herminia Alemañy navega entre dos mundos: el del universo que cose estrellas y lunas de su historia, y otro terrenal donde el canto mortal busca traspasar los polos de la conciencia para postrarse en una irónica alusión al campo y el urbanismo: como esa chimenea que escupe borlas de humo, esquirlas no blindadas en la boca del jacal para vislumbrar, desde lo alto, la erupción del maíz desde su trinchera. Lentejuelas, canutillos y chaquiras es un compilado poético en línea recta, un viaje desde el breve espacio hasta las estrellas en los cajones, ahí donde se busca comprender el vuelo de las mariposas, donde los elefantes de colores varios se maquillan con sus largas trompas esos coquetos ojos y se dan viento con los colmillos que ocultan su sonrisa y esconden el marfil a los cazadores, donde la luna subió a un árbol nadando entre las gotas del rocío, plasmando el calor de la tierra con el mutismo de los sapos, donde Ixchel desdibuja su rostro entre la niebla y su guiño les pone punto final a los sueños que se
Herminia evoca, a través de la poesía, la historia de un pasado inmediato, ese que se mezcla en los recuerdos, en las reminiscencias para escudriñar en el dintel de la memoria y regresar a casa cargado de nostalgia.
cosen -puntada a puntada- con sus desgastados ojos empapados por la lluvia, chapoteando diamantes de agua en la línea donde un arcoíris se desdibuja. “El denso velo de niebla cubre el cerro. Unos tenues rayos plateados se abren paso…” en ese instante se bifurcan los caminos a la tierra y el cielo satinado, como la soledad que une la voz de las mujeres enemigas de la guerra que marchan alejadas de la costilla de Adán, las mismas que recorren cada uno de los versos de Herminia para buscar la bendición de la luna, sin agujas ni hilo, húmedas por la lluvia de estrellas en la 5ª esquina del Viento, dando respuesta a sus preguntas, buscando los canutillos en el cielo y estrellas en sus cajones, preparando desde su modesta palabra los nuevos versos donde seguramente se tejerán historias de su pasado en el presente sin importar la posición del sol ni la danza de la luna.
[ A DÓNDE irá el pensamiento de Herminia… tal vez la mira busca, sin querer, los ojos tiernos del fiel Edgardo.
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El entretenimiento trivial: la nueva era del arte y la cultura
¿Los culpables? las políticas culturales, las verdaderas promotoras de esta situación. GELY PACHECO ‘’Los grandes centros comerciales y los museos cada vez se parecen más; son contenedores destinados al tiempo libre y a las relaciones sociales’’ Solá-Morales. En los últimos años se han elaborado un sinfín de análisis que muestran la crisis existencial por la que pasan los museos, no sólo en México sino en el plano internacional. Un apuro que no respeta ningún tipo de nivel conceptual en ellos, ya sean decimonónicos o contemporáneos. Dicha crisis se presenta cuando estos no marchan al nivel de transformación que ha tenido el arte hoy en día. Y, paradójicamente, los pasos que han dado para ir de la mano con el arte contemporáneo, los ha hecho caer en una crisis pasional: intentar conservarlo todo. Sin tomar en consideración, si realmente merecen la pena. ¿Los culpables? las políticas culturales, las verdaderas promo-
toras de esta situación. Ya lo ha mencionado la historiadora de arte, Gali Boadella, en el texto ‘’Museos y patrimonio en el reino del consumo y el entretenimiento’’, donde señala lo lejos que ha quedado la cuestión del aprendizaje en los museos para caer en un entretenimiento trivial. Hoy por hoy, han dejado de ser museos (en muchos casos) para convertirse en simples galerías donde la durabilidad de la obra es cosa en extinción, ya no importa si éstas pasaran por la factura del tiempo. La indiferencia por un lado, y por el otro, sin ser menos importante e igual de cuestionable, el auge que han cobrado los cascarones, el edificio de un museo o galería con sumas millonarias de inversión, que las adquisiciones y condiciones adecuadas para el resguardo de las obras. Un excelente ejemplo, el Museo ‘’Soumaya’’ del empresario mexicano, Carlos Slim, ubicada aparatosamente en la Ciudad de México creando una súbita irrupción en el paisaje urbano de la ciudad.
Se ha caído estrepitosamente en el mundo del marketing, del consumo y de la extravagancia, siendo una simple fachada, el espectacular, el llamando de Batman a los visitantes a través de un edificio y, no por las obras, sin importar cual ridícula pueda llegar a ser. Tal vez, esto último no podría ser tan malo, si existiera un equilibrio dentro y fuera de estos recintos, sin dejar en el olvido unas buenas políticas culturales. Para qué irnos tan lejos, el otro extremo, el anarquismo, cuando existe la vacilación bestial. En el caso de Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo, el Centro Cultural de Chiapas “Jaime Sabines” donde se alojan murales que reflejan la cultura tradicional de los pueblos étnicos de Chiapas y con una estructura marchitada es donde pretenden albergar al mismo tiempo el Museo de Arte Contemporáneo de Chiapas, un museo emergente o una nueva propuesta conceptual de museo ¿kitsch?
Pero todo lo anterior, son, simplemente, efectos de sistema económico que nos rige, el capitalismo, que trae consigo el desecho, consumo ridículo, y la impaciencia, ya no se espera la consagración del artista ni mucho menos el juicio a la obra por parte del tiempo o la extravagancia de un museo o galería por todo su complejo arquitectónico. La durabilidad de la obra, un romanticismo que está a punto de quedar en el olvido, eso ya no importa porque nos seguiremos guiando por este sistema. Entonces, ¿es este el destino a seguir o una corriente más del mundo del arte? La respuesta: el Street Art, el arte urbano que golpea fuertemente, con gran auge y aceptación, donde el Arte decide desamparar a estos cajones y sus políticas, para salir a las calles y tener un contacto directo con la gente, eliminando así el elitismo de los Museos-Galerías. Una forma sensata de combatir las políticas culturales de amiguismos y consumo. www.penetracion-cultural.blogspot.com
SE HA caído estrepitosamente en el mundo del marketing, del consumo y de la extravagancia, siendo una simple fachada, el espectacular, el llamando de Batman a los visitantes a través de un edificio y, no por las obras, sin importar cual ridícula pueda llegar a ser.
MUSEO ‘’Soumaya’’ del empresario mexicano, Carlos Slim, ubicada aparatosamente en la Ciudad de México.
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El muerto
ue un hombre del suburbio de Buenos Aires, que un triste compadrito sin más virtud que la infatuación del coraje, se interne en los desiertos ecuestres de la frontera del Brasil y llegue a capitán de contrabandistas, parece de antemano imposible. A quienes lo entienden así, quiero contarles el destino de Benjamin Otálora, de quien acaso no perdura un recuerdo en el barrio de Balvanera y que murió en su
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Jorge Luis Borges
(Otálora, al saberlo, rompe la carta, porque prefiere debérselo todo a sí mismo.) Azevedo Bandeira da, aunque fornido, la injustificable impresión de ser contrahecho; en su rostro, siempre demasiado cercano, están el judío, el negro y el indio; en su empaque, el mono y el tigre; la cicatriz que le atraviesa la cara es un adorno más, como el negro bigote cerdoso. Proyección o error del alcohol, el altercado cesa con la misma rapidez con que se produ-
Borges (1899-1986) es uno de los escritores más importantes del siglo XX, no solamente a nivel nacional sino mundialmente. Su obra incluye cuentos, ensayos y poemas. Sus ideas políticas fueron muy polémicas, lo cual se cree que conspiró en contra de que obtuviese el Premio Nobel de Literatura. De todos modos cosechó numerosos premios en el mundo, como el Cervantes en España. Entre sus poemas podemos encontrar Poema de los dones, Los justos, Ausencia, Ajedrez, Los espejos y Los Borges. ley, de un balazo, en los confines de Río Grande do Sul. Ignoro los detalles de su aventura; cuando me sean revelados, he de rectificar y ampliar estas páginas. Por ahora, este resumen puede ser útil. Benjamín Otálora cuenta, hacia 1891, diecinueve años. Es un mocetón de frente mezquina, de sinceros ojos claros, de reciedumbre vasca; una puñalada feliz le ha revelado que es un hombre valiente; no lo inquieta la muerte de su contrario, tampoco la inmediata necesidad de huir de la República. El caudillo de la parroquia le da una carta para un tal Azevedo Bandeira, del Uruguay. Otálora se embarca, la travesía es tormentosa y crujiente; al otro día, vaga por las calles de Montevideo, con inconfesada y tal vez ignorada tristeza. No da con Azevedo Bandeira; hacia la medianoche, en un almacén del Paso del Molino, asiste a un altercado entre unos troperos. Un cuchillo relumbra; Otálora no sabe de qué lado está la razón, pero lo atrae el puro sabor del peligro, como a otros la baraja o la música. Para, en el entrevero, una puñalada baja que un peón le tira a un hombre de galera oscura y de poncho. Éste, después, resulta ser Azevedo Bandeira.
jo. Otálora bebe con los troperos y luego los acompaña a una farra y luego a un caserón en la Ciudad Vieja, ya con el sol bien alto. En el último patio, que es de tierra, los hombres tienden su recado para dormir. Oscuramente, Otálora compara esa noche con la anterior; ahora ya pisa tierra firme, entre amigos. Lo inquieta algún remordimiento, eso sí, de no extrañar a Buenos Aires. Duerme hasta la oración, cuando lo despierta el paisano que agredió, borracho, a Bandeira. (Otálora recuerda que ese hombre ha compartido con los otros la noche de tumulto y de júbilo y que Bandeira lo sentó a su derecha y lo obligó a seguir bebiendo.) El hombre le dice que el patrón lo manda buscar. En una suerte de escritorio que da al zaguán (Otálora nunca ha visto un zaguán con puertas laterales) está esperándolo Azevedo Bandeira, con una clara y desdeñosa mujer de pelo colorado. Bandeira lo pondera, le ofrece una copa de caña, le repite que le está pareciendo un hombre animoso, le propone ir al Norte con los demás a traer una tropa. Otálora acepta; hacia la madrugada están en camino, rumbo a Tacuarembó. Empieza entonces para Otálora una vida distinta, una vida de vastos
amaneceres y de jornadas que tienen el olor del caballo. Esa vida es nueva para él, y a veces atroz, pero ya está en su sangre, porque lo mismo que los hombres de otras naciones veneran y presienten el mar, así nosotros (también el hombre que entreteje estos símbolos) ansiamos la llanura inagotable que resuena bajo los cascos. Otálora se ha criado en los barrios del carrero y del cuarteador; antes de un año se hace gaucho. Aprende a jinetear, a entropillar la hacienda, a carnear, a manejar el lazo que sujeta y las boleadoras que tumban, a resistir el sueño, las tormentas, las heladas y el sol, a arrear con el silbido y el grito. Sólo una vez, durante ese tiempo de aprendizaje, ve a Azevedo Bandeira, pero lo tiene muy presente, porque ser hombre de Bandeira es ser considerado y temido, y porque, ante cualquier hombrada, los gauchos dicen que Bandeira lo hace mejor. Alguien opina que Bandeira nació del otro lado del Cuareim, en Rio Grande do Sul; eso, que debería rebajarlo, oscuramente lo enriquece de selvas populosas, de ciénagas, de inextricable y casi infinitas
distancias. Gradualmente, Otálora entiende que los negocios de Bandeira son múltiples y que el principal es el contrabando. Ser tropero es ser un sirviente; Otálora se propone ascender a contrabandista. Dos de los compañeros, una noche, cruzarán la frontera para volver con unas partidas de caña; Otálora provoca a uno de ellos, lo hiere y toma su lugar. Lo mueve la ambición y también una oscura fidelidad. Que el hombre (piensa) acabe por entender que yo valgo más que todos sus orientales juntos. Otro año pasa antes que Otálora regrese a Montevideo. Recorren las orillas, la ciudad (que a Otálora le parece muy grande); llegan a casa del patrón; los hombres tienden los recados en el último patio. Pasan los días y Otálora no ha visto a Bandeira. Dicen, con temor, que está enfermo; un moreno suele subir a su dormitorio con la caldera y con el mate. Una tarde, le encomiendan a Otálora esa tarea. Éste se siente vagamente humillado, pero satisfecho también.
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Tourette JAVIER ALEJANDRO TOLEDO
El dormitorio es desmantelado y oscuro. Hay un balcón que mira al poniente, hay una larga mesa con un resplandeciente desorden de taleros, de arreadores, de cintos, de armas de fuego y de armas blancas, hay un remoto espejo que tiene la luna empañada. Bandeira yace boca arriba; sueña y se queja; una vehemencia de sol último lo define. El vasto lecho blanco parece disminuirlo y oscurecerlo; Otálora nota las canas, la fatiga, la flojedad, las grietas de los años. Lo subleva que los esté mandando ese viejo. Piensa que un golpe bastaría para dar cuenta de él. En eso, ve en el espejo que alguien ha entrado. Es la mujer de pelo rojo; está a medio vestir y descalza y lo observa con fría curiosidad. Bandeira se incorpora; mientras habla de cosas de la campaña y despacha mate tras mate, sus dedos juegan con las trenzas de la mujer. Al fin, le da licencia a Otálora para irse. Días después, les llega la orden de ir al Norte. Arriban a una estancia perdida, que está como en cualquier lugar de la interminable llanura. Ni árboles ni un arroyo la alegran, el primer sol y el último la golpean. Hay corrales de piedra para la hacienda, que es guampuda y menesterosa. El Suspiro se llama ese pobre establecimiento. Otálora oye en rueda de peones que Bandeira no tardará en llegar de Montevideo. Pregunta por qué; alguien aclara que hay un forastero agauchado que está queriendo mandar demasiado. Otálora comprende que es una broma, pero le halaga que esa broma ya sea posible. Averigua, después, que Bandeira se ha enemistado con uno de los jefes políticos y que éste le ha retirado su apoyo. Le gusta esa noticia. Llegan cajones de armas largas; llegan una jarra y una palangana de plata para el aposento de la mujer; llegan cortinas de intrincado damasco; llega de las cuchillas, una mañana, un jinete sombrío, de barba cerrada y de poncho. Se llama Ulpiano Suárez y es el capanga o guardaespaldas de Azevedo Bandeira. Habla muy poco y de una manera abrasilerada. Otálora no sabe si atribuir su reserva a hostilidad, a desdén o a mera barbarie. Sabe, eso sí, que para el plan que está maquinando tiene que ganar su amistad. Entra después en el destino de Benjamín Otálora un colorado cabos negros que trae del sur Azevedo Bandeira y que luce apero chapeado y carona con bordes de piel de tigre. Ese caballo liberal es un símbolo de la autoridad del patrón y por eso lo codicia el muchacho, que llega también a desear, con deseo rencoroso, a la mujer de pelo resplandeciente. La mujer, el apero y el colorado son atributos o adjetivos de un hombre que él aspira a destruir. Aquí la historia se complica y se ahonda. Azevedo Bandeira es diestro en el arte de la intimidación progresiva, en la satánica manio-
bra de humillar al interlocutor gradualmente, combinando veras y burlas; Otálora resuelve aplicar ese método ambiguo a la dura tarea que se propone. Resuelve suplantar, lentamente, a Azevedo Bandeira. Logra, en jornadas de peligro común, la amistad de Suárez. Le confía su plan; Suárez le promete su ayuda. Muchas cosas van aconteciendo después, de las que sé unas pocas. Otálora no obedece a Bandeira; da en olvidar, en corregir, en invertir sus órdenes. El universo parece conspirar con él y apresura los hechos. Un mediodía, ocurre en campos de Tacuarembó un tiroteo con gente riograndense; Otálora usurpa el lugar de Bandeira y manda a los orientales. Le atraviesa el hombro una bala, pero esa tarde Otálora regresa al Suspiro en el colorado del jefe y esa tarde unas gotas de su sangre manchan la piel de tigre y esa noche duerme con la mujer de pelo reluciente. Otras versiones cambian el orden de estos hechos y niegan que hayan ocurrido en un solo día. Bandeira, sin embargo, siempre es nominalmente el jefe. Da órdenes que no se ejecutan; Benjamín Otálora no lo toca, por una mezcla de rutina y de lástima. La última escena de la historia corresponde a la agitación de la última noche de 1894. Esa noche, los hombres del Suspiro comen cordero recién carneado y beben un alcohol pendenciero. Alguien infinitamente rasguea una trabajosa milonga. En la cabecera de la mesa, Otálora, borracho, erige exultación sobre exultación, júbilo sobre júbilo; esa torre de vértigo es un símbolo de su irresistible destino. Bandeira, taciturno entre los que gritan, deja que fluya clamorosa la noche. Cuando las doce campanadas resuenan, se levanta como quien recuerda una obligación. Se levanta y golpea con suavidad a la puerta de la mujer. Ésta le abre en seguida, como si esperara el llamado. Sale a medio vestir y descalza. Con una voz que se afemina y se arrastra, el jefe le ordena: -Ya que vos y el porteño se quieren tanto, ahora mismo le vas a dar un beso a vista de todos. Agrega una circunstancia brutal. La mujer quiere resistir, pero dos hombres la han tomado del brazo y la echan sobre Otálora. Arrasada en lágrimas, le besa la cara y el pecho. Ulpiano Suárez ha empuñado el revólver. Otálora comprende, antes de morir, que desde el principio lo han traicionado, que ha sido condenado a muerte, que le han permitido el amor, el mando y el triunfo, porque ya lo daban por muerto, porque para Bandeira ya estaba muerto. Suárez, casi con desdén, hace fuego. Tomado del libro "Obras Completas" Emecé 1974.
Admiradores de la luna
get away sórdido sórdido
get away dominio salvaje
persianas oscuras gato
asesino
un tiro
y silencio
una cortada y silencio un ácido y ruido
cae la aguja
sobre el agua
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La Máquina Hamlet “No creo en una historia que tenga pies y cabeza”. Máquinahamlet Heiner Müller “El primer plano de un rostro es tan obsceno como un órgano sexual visto de cerca. Se trata de un órgano sexual. La promiscuidad del detalle, el zoom-in, adquiere un valor sexual.” Jean Baudrillard
ANTON CORBIJN
S
MARCELINO CHAMPO
e trata de un juego pagano, una complicidad siniestra que abre paso a un ritual donde forma y contenido se disuelven entre luces y sombras. La cotidianeidad traspasa los cuerpos busca excusa para hacerse presente en cada gesto, en cada seña, poblando mirada y silencio bajo la inspección del ojo que vigila a través del lente profeta. Y la historia comienza a contarse, ya no en letras y palabras, sino en la imagen reveladora. Una fotografía traída al mundo, no como testigo del tiempo ni como el testimonio de algún momento mundano, si no como la ambición por alcanzar la emotividad oculta detrás de la apariencia. Anton corbijn es, sin duda alguna, uno de los fotógrafos de mayor renombre en el mundo, que ha marcado un antes y después dentro del campo de la fotografía, ya sea en la música o la cultura pop. Originario de Strijen, Holand, Corbijn da sus primeros pasos en el mundo fotográfico gracias al seguimiento que le da a bandas legendarias como Joy Division y Public
Image Ltd. Este trabajo lo llevo a publicar en revistas de la talla de Vogue y Rolling Stone. Poseedor de un ojo privilegiado y de una sensibilidad desbordada por el detalle y la sutileza, Corbijn inmortaliza no solo a los artistas sino también a las obras musicales, colaborando en el diseño de imagen de portada de diferentes álbumes y de sets de conciertos. Anton también se ha destacado por realizar videos de singles clásicos tales como: Personal Jesus , Enjoy the silence entre otros. En el año del 2006 estrena la película Control, un film sobre la vida del polémico vocalista de la banda Joy Division, Ian Curtis. El trabajo es aceptado con grandes comentarios tanto del público en general como de la crítica especializada, llevando a Corbijn hacia los parámetros de cineasta de culto. Actualmente resultaría imposible contar la historia de la fotografía dentro del rock sin nombrar a este holandés que, en base de un destacado talento y empeño, ha sabido abrirse paso dentro de los terrenos artísticos y culturales de esta época, trayendo consigo una horda de adeptos y detractores, propios de todo genio.