La Máquina Hamlet No creo en una historia que tenga pies y cabeza.
Cuánto aburrimiento hay en el arte, o, para ser exacto, entre sus fieles y representantes, cómo adornan sus discursos con palabras rebuscadas, códigos herméticos, simbologías indescifrables de una introspección aparente. Estoy también consciente de que no se trata de una feria ni de un carnaval, ni tampoco de abandonar la exigencia en el espectador, pero a menudo me he visto flanqueado con exposiciones o piezas que requieren la misma solemnidad de un bautizo, lecturas de poesía que apelan a una bohemia caduca e innecesaria, funciones de teatro tan monótonas como las palabras que escupen los actores. Hablo no como “creador” (concepto por demás cuestionable a estas alturas de la vida) sino como
simple testigo, como víctima de las ponencias soporíferas de los intelectuales de cafés, como público que escucha, ahí en la soledad de su butaca, los textos kilométricos que otro mastica y suelta de su boca. En lo personal hay días que comprendo a los que prefieren ir por una cerveza en vez de escuchar los poemas de algún cristiano, que en su papel de sastrecillo valiente, se aventuró en las letras. Me reflejo en aquellos que, bajo la clandestinidad de las sombras, cabecean, cambian constantemente de postura o sencillamente duermen mientras los demás aplauden. Pido un reconocimiento para los que, como yo, han renunciado a la intelectualidad, a los que detestan el café y prefieren agua
Marcelino Champo: @marcechampo & emarcelinochampo@gmail.com
de horchata o tamarindo, un abrazo para esos que toman de portavasos un libro de Umberto Eco, o para quienes creen que la Consagración de la Primavera es el último hit de los Cuarenta Principales. Porque después de todo, a como van las cosas en este país, ya casi nada tiene sentido.
Pepe Natarén Aquino Ilustraciones: Victoer Arguelles
Por qué la gente tiene la idea de que lo interesante tiene que ser formal, complicado, distante y aburrido? Existe un gusto desmedido por el tedio, una creencia de que la profundidad se localiza en la parte más lacerada del ser humano: lo importante no es la enseñanza, sino los clavos en la cruz. Bendito aquél que pueda encontrar, entre un cumulo de libros y piezas de arte, un solo gesto de buen humor, una sonrisa que se escape entre toneladas de desgracia. No quito merito a la tragedia, al contrario le rindo culto de la mejor manera en que uno puede recibir un rayo caído del cielo: con los brazos y los ojos abiertos.
Sábado 28 de Septiembre de 2013. Año IV. Suplemento sabatino de arte, literatura y sociedad
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Marcelino Champo
Rayuela 232
Jamás seré un intelectual
La subcultura gótica: Dark-Wave & Goth-Rock
Heiner Müller