LA «ACTUOSA PARTICIPATIO»: CONDICIONES PERSONALES PARA UNA PARTICIPACIÓN ACTIVA (SCa 55)1
Luis Fernando Álvarez González SDB Director del CET de Sevilla
1. LA LITURGIA, ACCIÓN DE TODA LA COMUNIDAD CRISTIANA:
Creo que, para comenzar este tema sobre las condiciones personales para una participación fructuosa en la celebración, va a sernos muy clarificador recordar un texto de la Constitución de Liturgia2: «las acciones litúrgicas pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan, pero afectan a cada miembro de este Cuerpo de manera diferente, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual» (SC 26)3. Prestemos atención a los verbos: pertenecer, influir, manifestar y afectar. Las celebraciones litúrgicas pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen en todo el Cuerpo de la Iglesia, manifiestan todo el Cuerpo de la Iglesia; pero afectar, afectan a cada miembro de este Cuerpo de un modo diferente según su personal participación actual. En efecto, según la diversidad de órdenes y funciones algunos de la asamblea participan en la celebración haciendo esto o aquello (“todo y sólo aquello que le corresponde”, según SC 28); pero en realidad lo verdaderamente importante y decisivo es que, según su participación actual, cada uno vive y es transformado por la Pascua del Señor en la celebración litúrgica de manera diferente. Resulta obvio que esta manera diferente no se refiere tanto a la eficacia o a la validez de la acción litúrgica sacramental, cuanto sobre todo a su fruto: Unos 30, otros 60, otros 100, como en la parábola (cf. Mt 13,8).
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BENEDICTUS XVI, Adhortatio apostolica postsynodalis Sacramentum caritatis, 22 febr. 2007, en AAS 99 (2007) 105-160. Sigla = SCa. Edición española: <http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/apost_exhortations/documents/hf_benxvi_exh_20070222_sacramentum-caritatis_sp.html> 2 Constitución sobre la Sagrada Liturgia, en CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constituciones. Decretos. Declaraciones. Edición bilingüe patrocinada por la Conferencia Episcopal Española. Presentación de Ángel Suquía Goicoechea cardenal arzobispo de Madrid = BAC 526 (Madrid 1993) 214285. Sigla= SC. 3 El subrayado es nuestro.
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O sea, es la comunidad entera quien celebra el Misterio de Cristo para vivir de él, pero cada uno participa del mismo personalmente. Y es precisamente este participar cada uno personalmente lo que justifica el hecho de hablar de condiciones personales, entendiendo por tales aquellas disposiciones o aptitudes de la persona que resultan del todo indispensables para que su participación fructuosa en la celebración sea realmente un hecho. Estas disposiciones preceden y disponen a la acogida de las otras gracias que se ofrecen en la celebración misma y a los frutos de vida que obra la celebración en quienes participan en ella debidamente4. Eso significa que, en rigor, es el Espíritu Santo mismo quien anima y sostiene eficazmente la actuosa participatio, cuando a lo largo de la celebración cristiana, pone a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo, para que puedan pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración5.
2. LAS CONDICIONES PERSONALES PARA LA PARTICIPACIÓN EN SACRAMENTUM CARITATIS 55:
Como se aprecia fácilmente, el texto de la exhortación Sacramentum caritatis se refiere directamente a las condiciones personales para una participación fructuosa en sus números 55a y 55b: «Al considerar el tema de la actuosa participatio de los fieles en el rito sagrado, los Padres sinodales han resaltado también las condiciones personales de cada uno para una fructuosa participación.6 Una de ellas es ciertamente el espíritu de conversión continua que ha de caracterizar la vida de cada fiel. No se puede esperar una participación activa en la liturgia eucarística cuando se asiste superficialmente, sin antes examinar la propia vida. Favorece dicha disposición interior, por ejemplo, el recogimiento y el silencio, al menos unos instantes antes de comenzar la liturgia, el ayuno y, cuando sea necesario, la confesión sacramental. Un corazón reconciliado con Dios permite la verdadera participación. En particular, es preciso persuadir a los fieles de que no puede haber una actuosa participatio en los santos Misterios si no se toma al mismo tiempo parte activa en la vida eclesial en su totalidad, la cual
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Cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Madrid, Asociación de Editores del Catecismo de la Iglesia Católica, 1992) 1098. Sigla = CCE. 5 Cf. CCE 1101. 6 Nota 168: Cf. Propositio 35; Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 11. Las Propositiones no se publican; pero una lista completa de las mismas en versión italiana no oficial puede verse en: http://www.vatican.va/news_services/press/sinodo/documents/bollettino_21_xi-ordinaria2005/01_italiano/b31_01.html
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comprende también el compromiso misionero de llevar el amor de Cristo a la sociedad.» (SCa 55a). «Sin duda, la plena participación en la Eucaristía se da cuando nos acercamos también personalmente al altar para recibir la Comunión.7 No obstante, se ha de poner atención para que esta afirmación correcta no induzca a un cierto automatismo entre los fieles, como si por el solo hecho de encontrarse en la iglesia durante la liturgia se tenga ya el derecho o quizás incluso el deber de acercarse a la Mesa eucarística. Aun cuando no es posible acercarse a la comunión sacramental, la participación en la santa Misa sigue siendo necesaria, válida, significativa y fructuosa. En estas circunstancias, es bueno cultivar el deseo de la plena unión con Cristo, practicando, por ejemplo, la comunión espiritual, recordada por Juan Pablo II8 y recomendada por los Santos maestros de la vida espiritual.9 (SCa 55b). Las notas a pie de página y la inusitada distinción tipográfica entre párrafo a y párrafo b nos ofrecen una primera pista sobre las fuentes que han inspirado ambos textos y su temática: Veamos el primero de ellos: el párrafo 55a tiene sólo una nota –la número 168− donde se citan la Propositio 3510 del Sínodo y Sacrosanctum Concilium 1111. Sin embargo, el asunto de la comunión eucarística de la Propositio 35 no se trata en el 7
Nota 169: Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1388; Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 55. 8 Nota 170: Carta enc. Ecclesia de Eucharistia (17 abril 2003), 34: AAS 95 (2003), 456. 9 Nota 171: Así, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, III, q. 80, a. 1,2; Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección, cap. 35. La doctrina ha sido confirmada con autoridad por el Concilio de Trento, sess. XIII, c. VIII. 10 «Conviene que, en nuestra sociedad pluralista y multicultural el significado de la santa comunión sea explicado también a los no bautizados o a otros no pertenecientes a Iglesias y comunidades no católicas, que estén presentes en la Santa Misa con ocasión, por ejemplo, de Bautismos, Confirmaciones, Primeras Comuniones, Matrimonios, Funerales. En muchas metrópolis y ciudades, sobre todo de arte, visitantes de otras religiones y confesiones, y no creyentes están presentes no raramente en la Eucaristía. También a éstos igualmente les debe ser explicado de manera delicada pero clara que la no admisión a la Comunión no significa una falta de estima hacia ellos. También los fieles católicos que, permanente u ocasionalmente, no cumplen los necesarios requisitos, deben hacerse conscientes de que la celebración de la Eucaristía, incluso sin la participación personal en la comunión sacramental, permanece siendo válida y significativa. Nadie debe temer suscitar una impresión negativa no acercándose a la Comunión. En algunas situaciones es recomendable una celebración de la Palabra de Dios en lugar de la Misa. Los pastores preocúpense de conducir al mayor número posible de personas hasta Cristo, que llama a todos a sí –y no sólo en la comunión eucarística− a fin de que tengan la vida eterna.» (Propositio 35. La traducción del texto original italiano no oficial es nuestra). Pero sobre todo cf. SCa 50b. 11 «Sin embargo, para asegurar esta eficacia plena es necesario que los fieles accedan a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma de acuerdo con su voz y cooperen con la gracia divina para no recibirla en vano (Cf. 2 Cor 6,1). Por ello, los pastores sagrados deben procurar que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes para una celebración válida y lícita, sino también que los fieles participen en ella consciente, activa y fructíferamente.» (SC 11).
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referido párrafo 55a sino en el 55b, como vamos a ver a continuación. En cambio, las tres condiciones que propone SC 1112 para asegurar la eficacia plena de la celebración litúrgica están claramente en el origen de SCa 55a. El segundo texto, el párrafo 55b, tiene tres notas: 1ª) la nota 169, que contiene una cita del nº 138813 del Catecismo de la Iglesia Católica y otra del nº 55 de la SacrosanctumConcilium, ambas sobre la comunión eucarística; 2ª) la nota 170, que es una hermosa cita de la encíclica Ecclesia de Eucharistia 3414 sobre la comunión espìritual; y 3ª) la nota 171, con sendas citas de la Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino, del Camino de perfección de Santa Teresa y del Concilio de Trento. Análisis breve de SCa 55a: En realidad, este texto encarece la importancia de las condiciones personales en general para luego centrarse sólo en una de ellas en particular, a modo de ejemplo. En efecto, después de recordar que los Padres sinodales, al considerar el tema de la actuosa participatio han resaltado también las condiciones personales de cada uno para una fructuosa participación, el texto entra en materia y añade:
“Una de ellas es el espíritu de conversión continua que ha de caracterizar la vida de cada fiel:” La afirmación da por supuesto, en primer lugar, que existen otras condiciones personales que no se tratan en este lugar. Y quiere destacar el espíritu de conversión continua que, −en cuanto estructura permanente de la existencia personal−, ha de caracterizar la vida de cada fiel. Como se sabe, la conversión junto con la fe, abren la puerta de acceso a una liturgia viva y vivificadora. Vemos así además la vida de cada fiel implicada de lleno en cada celebración: nos referimos a la vida nueva y plena inaugurada en el bautismo. Porque el espíritu de conversión continua tiene su fundamento precisamente en el bautismo –considerado como obra de conversión que
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Se trata de: 1ª) la recta disposición de ánimo; 2ª) el poner su alma de acuerdo con su voz; 3ª) la cooperación con la gracia divina para no recibirla en vano. 13 «Es conforme al sentido mismo de la Eucaristía que los fieles, con las debidas disposiciones, comulguen cuando participan en la misa: “Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la misa, recibiendo los fieles, después de la comunión del sacerdote, del mismo sacrificio, el cuerpo del Señor”» (SC 55). 14 «… Un insigne escritor de la tradición bizantina expresó esta verdad con agudeza de fe: en la Eucaristía, “con preferencia respecto a los otros sacramentos, el misterio [de la comunión] es tan perfecto que conduce a la cúspide de todos los bienes: en ella culmina todo deseo humano, porque aquí llegamos a Dios y Dios se une a nosotros con la unión más perfecta”. Precisamente por eso, es conveniente cultivar en el ánimo el deseo constante del Sacramento eucarístico. De aquí ha nacido la práctica de la “comunión espiritual”, felizmente difundida desde hace siglos en la Iglesia y recomendada por Santos maestros de vida espiritual. Santa Teresa de Jesús escribió: “Cuando […] no comulgáredes y oyéredes misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho […], que es mucho lo que se imprime el amor ansídeste Señor”».
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Dios realiza en el hombre− y tiene relación con el esfuerzo consciente y perseverante del cristiano por ser fiel a su vocación bautismal hasta el momento de la muerte. En el desarrollo de este espíritu de conversión continua tiene enorme importancia la escucha atenta y fiel de la Palabra de Dios y la oración perseverante. Y, por supuesto, la celebración de la Eucaristía, cuando calcando analógicamente la vida de Cristo, hacemos ofrenda de la propia vida al Padre unida a la oblación pura y generosa del Señor. A la luz de esta realidad se descubre la estrechísima relación que se da entre este espíritu de conversión continua y el martirio.
“No se puede esperar una participación activa en la liturgia eucarística cuando se asiste superficialmente, sin antes examinar la propia vida:” Encontramos aquí el núcleo de la argumentación: la oposición irreductible de la participación activa en la liturgia y la mera asistencia superficial a la misma. No pueden darse juntas jamás: una niega a la otra. Interesante además cómo se describe el asistir superficial a la celebración: “sin antes examinar la propia vida”. Existe ciertamente un antes, un durante y un después en la participación activa. La Liturgia se celebra en ciertos momentos pero para ser vivida de continuo.
“Favorece dicha disposición interior, por ejemplo, el recogimiento y el silencio, al menos, unos instantes antes de comenzar la liturgia, el ayuno y, cuando sea necesario, la confesión sacramental. Un corazón reconciliado con Dios permite la verdadera participación:” Se proponen ahora los medios que favorecen este espíritu de conversión continua. El texto habla de tres, que, además, no poseen igual importancia: 1º El recogimiento y el silencio previos a la celebración (pero vale también para otros momentos a lo largo de la misma). El silencio, cuando está habitado por la presencia del Dios inefable, se convierte en espacio privilegiado para la interiorización personal, para la escucha sincera y fecunda de la Palabra, para la oración ferviente, para llenar de sentido hasta los bordes la celebración en sus adentros. Romano Guardini (1885-1968) no dudaba en afirmar que la vida litúrgica comienza con el aprendizaje del silencio. Sin él, toda la celebración está vacía; más aún, la fuerza misma de la Palabra está en proporción directa con el silencio en que ha sido engendrada y escuchada. 2º El ayuno eucarístico, a la manera de umbral psicológico que es preciso atravesar antes, para adentrarse en el corazón de la celebración,
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para desear apasionadamente el Pan de Vida que nos sacia y llena toda nuestra existencia. 3º Y la confesión sacramental que, en ocasiones, se convierte en necesaria y en la primera y más urgente de las condiciones personales en cuanto retorno al perdón radical del bautismo.
“En particular, es preciso persuadir a los fieles una actuosa participatio en los santos Misterios tiempo parte activa en la vida eclesial en comprende también el compromiso misionero Cristo a la sociedad.”
de que no puede haber si no se toma al mismo su totalidad, la cual de llevar el amor de
Entiendo que la redacción de esta parte del texto desea llamar la atención eficazmente sobre la relación esencial entre participación eucarística y participación en la vida eclesial. Me ha sorprendido muy gratamente esta acentuación eclesiológica en la reflexión sobre la participación litúrgica. Si es verdad que, como afirmaba Henri De Lubac (1896-1991), la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia, resulta obvio que no puede haber participación en una sin que haya también participación en la otra; aunque esta obviedad no resulta tan evidente en la práctica. Es también el desarrollo y el crecimiento de la incorporación a la Iglesia como fruto del bautismo lo que subyace en el texto. El documento, finalmente, precisa que se trata de tomar parte activa en la vida eclesial en su totalidad, lo cual lleva consigo también el compromiso misionero de llevar el amor de Cristo a la sociedad. Aquí estaríamos de lleno en el después de la participación, en lo que algún autor –por ejemplo, Jean Corbon (1924-2001)− llama la liturgia vivida… Brevísimo análisis de SCa 55b: En un segundo momento, el parágrafo 55b remite explícitamente a la Propositio 35 del Sínodo, ponderando las condiciones personales para la comunión eucarística. Considero que el parágrafo SCa 50b, al que me he referido en la nota 6, ha recogido dicha propuesta sinodal con bastante más fidelidad al texto y al contexto y, por tanto, SCa 55b y SCa 50b se complementan y deben ser leídos juntos. No quiero concluir esta parte principal de la conferencia sin proponer, por mi parte, algunas otras aptitudes o disposiciones de la persona que resultan indispensables para que la buscada y deseada participación fructuosa en la celebración del misterio de Cristo sea realmente un hecho.
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Así, junto con la conversión del corazón, es preciso ante todo la respuesta de la fe en permanente maduración, viva, vivida y confesada; que además se nutre y se desarrolla de celebración en celebración; y que hace de la asamblea celebrante verdadera comunión en la fe15, que desborda “las afinidades humanas, raciales, culturales y sociales”16. Y junto a la fe y a la conversión del corazón, el deseo de hacer siempre la voluntad del Padre. Estas tres disposiciones que preparan eficazmente a la celebración son obra común del Espíritu Santo y de la asamblea litúrgica, a través de los ministros17. De ahí la importancia de pertrecharse además y sobre todo de la condición personal, que se antepone a todas y que es la docilidad al Espíritu Santo. Finalmente, el hábito de la oración o la vida de oración: el cristiano cree como ora. La oración prolonga la liturgia en la vida.
3. SIGNIFICADO ANTROPOLÓGICO DE LAS CONDICIONES PERSONALES:
Conforme vamos avanzando nos queda más claro la dificultad que se tiene para distinguir con claridad qué separa a las condiciones personales para una participación de la participación misma. Queda patente que sin las primeras no puede darse la segunda. Pero ¿no serían las condiciones de la persona para la participación el primer momento o fase de la actuosa participatio entendida como un proceso? ¿No es verdad que se habla de un antes, un durante y un después de la participación? El discurso sobre las condiciones personales para una participación fructuosa ¿no sería una profundización en el concepto de participación litúrgica en su dimensión más honda e interior? En este apartado trataré de situar las condiciones personales para una participación fructuosa en el marco de la antropología sacramental. Ésta analiza y pondera la parte del hombre en la acción sacramental, lo que él pone de su propio costal, su propia aportación personal. Creo que estudiándolas en este contexto podremos valorar convenientemente el significado antropológico de las mismas y su importancia para la pastoral litúrgica. Sabemos que la palabra “liturgia” «en la tradición cristiana quiere significar que el Pueblo de Dios toma parte en “la obra de Dios” (cf. Jn 17,4). Karl Barth (1886-1968) negaba sin más cualquier posibilidad de colaboración entre Dios y los hombres. Pero la teología católica, en cambio, defiende que Dios, al ofrecerle al hombre, de forma absolutamente gratuita, la salvación, le pide, como condición, su aceptación libre y su compromiso de fe.
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Cf. CCE 1102. Cf. CCE 1097. 17 Cf. CCE 1098. 16
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Cuando Dios sale al encuentro del hombre y se le ofrece siempre de manera generosa y gratuita, por medio de la Palabra y de los Sacramentos, el hombre, socio y compañero de Dios, no puede asistir pasivamente a ese encuentro extraordinario en el que se da un verdadero intercambio de vida entre Dios y las personas. De esta manera la participatio Dei, es decir, la participación en la vida de Dios, no es posible sin la participatio hominis, en la celebración del misterio cristiano. Es necesario precisar, sin embargo, que en la acción litúrgica Dios y el hombre no actúan de la misma manera. En realidad, es Dios quien lleva la iniciativa incansablemente en este proceso y en un movimiento del todo katábatico se abaja hasta nosotros para salvarnos. Y el hombre responde libremente con un movimiento anabático (ascendente) hecho de adoración y de alabanza a este movimiento descendente de Dios en Jesucristo que lo transforma y rehabilita. Es también cierto que la iniciativa salvadora y gratuita de Cristo que se manifiesta en la acción litúrgica tiene la primacía absoluta sobre la respuesta libre y de fe de quienes forman la asamblea litúrgica. Es decir, la eficacia de la celebración sacramental no depende de la participación, pues «ningún sarmiento puede dar fruto por sí mismo» (Jn 15,4); ni la participación forma parte rigurosamente de la validez sacramental. Pero también es verdad que esta respuesta libre y de fe del sujeto (la participación) no se puede reducir de ninguna manera a una mera disposición interior, que dispone para la celebración, ya que pertenece al núcleo mismo de la Liturgia en cuanto encuentro personal con Dios.18 En efecto, en todo encuentro –como ya hemos dicho− es esencial la reciprocidad, o sea, hay dos interlocutores, y ambos activos.19 Por tanto, la Liturgia no es sólo la manifestación del Misterio pascual de Cristo presente y actuante en la celebración de su Iglesia; debe ser también la expresión visible de la respuesta libre y de fe (la participación) de la Asamblea celebrante. Es decir, sin participación plena no hay Liturgia viva. Y este es el terreno preciso en el que se mueven y se desarrollan las condiciones personales para una participación fructuosa.
4. CONCLUSIONES
1ª La sutil y, en ocasiones, difícil distinción entre participación y condiciones personales para la misma nos permite, al centrar más nuestro interés en los sujetos de la celebración, enriquecer el concepto de participación litúrgica acentuando sus
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Por eso «la Iglesia procura con solícito cuidado que los fieles no asistan a este misterio de fe como espectadores mudos o extraños» (SC 48). 19 La teología católica, en este aspecto, asumiendo el dato del Nuevo Testamento es muy firme en afirmar la colaboración o sinergia que se opera entre Dios y la persona; con ello se aparta de algunas posturas radicales como, por ejemplo, la de Karl Barth, que niega a la persona toda posibilidad de colaborar con Dios. Cf. OÑATIBIA Ignacio, Bautismo y Confirmación. Sacramentos de iniciación = Sapientia Fidei. Serie de Manuales de Teología 22 (Madrid 2000) 163.
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dimensiones más hondas, más personales y más acordes con la naturaleza sacramental de la celebración del misterio de Cristo. 2ª En realidad la actuosa participatio se desarrolla en el marco de una auténtica cooperación entre el Espíritu Santo y el cristiano. En efecto, la Liturgia es obra común del Espíritu Santo y la Iglesia; es decir, del Espíritu Santo y de cada uno personalmente en la Iglesia. Por eso, se puede hablar de una verdadera cooperación entre el Espíritu Santo y cada uno de nosotros en la Liturgia20. 3ª La finalidad principal de la pastoral litúrgica ha de ser orientada más decididamente hacia la promoción y desarrollo de las disposiciones personales que favorezcan la participación fructuosa de los fieles en la Liturgia.
Barcelona, 28 de octubre de 2011.
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Cf. CCE 1091.
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