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ESTE VA A SER NUESTRO MEJOR DÍA, SÓLO POR HOY VAMOS A SER MEJORES
ran las 2.30 de la tarde cuando Carlos Gabriel empezó a despertar, acompañado de un terrible dolor de cabeza y una sed espantosa.
Sin abrir los ojos, reconoció que tenía una fuerte cruda. Poco a poco fue abriendo los ojos a nivel de rendija cuando, en el primer instante se dio cuenta que no era su casa, estaba en un cuarto totalmente blanco. -¡Ah chingá!, ¿dónde estoy?,- se dijo así mismo, -será que de la pachanga de anoche terminé en el hospital. Se fue escaneando el cuerpo con las manos para ver si estaba completo, si tenía alguna fractura o golpe. Finalmente abrió totalmente los ojos y vio que del lado izquierdo tenía una manguerita de hule que bajaba de una bolsa colgada hasta llegar a una aguja clavada en su mano. Más adelante estaba un equipo de electrocardiograma con su clásico sonido de tic… tic…tic.. y un crucifijo clavado en la pared de enfrente. Volteó automáticamente a la derecha y vio a un enfermero, a quien le preguntó: -¿Qué me atropellaron o qué me pasó? -No señor- le contestó -usted llegó por una fuerte congestión alcohólica. -Bueno, menos mal- se tranquilizó, presuponiendo, le dijo al enfermero: -¿Ya le avisaron a mi esposa? -Ya lo sabe, de hecho ella y su cuñado lo trajeron.
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Sin solicitarlo el enfermero agregó –estuvo dos días inconsciente a punto de morirse. -¡No exagere!, mejor díganle a mi esposa, que pase y que me traiga mi ropa. -Ella, ya se ha retirado, por política del centro de rehabilitación usted va a permanecer en este centro hasta que se recupere. -¿Qué es aquí?- preguntó. -Es
oceánica,
un centro para tratamiento de personas con problemas de
alcoholismo o adicción a las drogas. Carlos Gabriel frunció el ceño, con mirada perdida se pregunto así mismo: -¿Qué onda? ¡No me hagan esto! Ya me hacía con una rica y fría michelada en las manos. -Me puede prestar mi celular o un teléfono, debe haber un error. Además tengo que reportarme a mi trabajo. -No señor, los celulares están prohibidos en este centro y los teléfonos fijos sólo son para uso de los doctores y empleados, no para internos. -Mire enfermero, me comunica con mi pinche esposa y me da mi ropa, o los demando por secuestro- con una voz demandante, dijo. -Le aclaro- contestó el enfermero -Contamos con una carta responsiva donde su esposa lo internó por su derecho de responsable conyugal. Por la cruda que traía, Carlos Gabriel empezó a desesperarse, trató de pararse y quitarse la aguja, gritando y gesticulando como loco. El enfermero, por su radio, llamó a otros pidiendo apoyo, quienes inmediatamente lo sometieron y le inyectaron Pacitran para que se calmara. Al día siguiente a las 6 de la mañana otro de los enfermeros se acercó y le dijo: -Don Carlos le toca baño, aquí están su toalla y sus sandalias. Lo esperamos a las 7 am en el comedor y a las 8 am en la sala de reuniones al fondo del pasillo. Para ese entonces ya le habían retirado el suero y los equipos. Todavía con los efectos del Pacitran, Carlos Gabriel, con trabajos se puso de pie y
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dando tumbos se metió a bañar. Le costaba trabajo hilar sus pensamientos por el efecto del Pacitran, no obstante que la cruda había desaparecido. El baño con agua casi fría le cayó de perlas, no sentía la cruda, pero sí tenía mucho coraje porque no lo dejaban salir. Al asomarse al espejo y darse cuenta de los ojos hundidos que tenía con obscuras ojeras pensó: -Estoy bien dañado, que crudita me fabrique. En su habitación hizo cinco series de lagartijas y sentadillas, que lo hicieron sentir mejor y se fue a desayunar. Cuando terminó su
nescafé,
se sintió como nuevo, fue al salón de sesiones, donde
habían sillas plegables formando un círculo. Buscó una silla vacía y se sentó sin saludar a los que estaban ahí. Volteó a verlos y se percató de que sus miradas parecían perdidas, y sus gestos no expresaban alguna emoción, como si les hubieran lavado el coco. Cuando llegó el Doctor, dijo -Buenos días a todos, éste va a ser nuestro mejor día, sólo por hoy vamos a ser mejores. Todos contestaron en coro: -Buenos días doctor, éste va a ser nuestro mejor día, sólo por hoy vamos a ser mejores. - Carlos Gabriel quedó atónito -¿Qué les hicieron a estos compas? Después del saludo, el Doctor volteó a ver a Carlos Gabriel y dijo -Tenemos un nuevo compañero, démosle un aplauso de bienvenida.- Todos empezaron a aplaudir, como autómatas. -Carlos Gabriel, preséntate, dinos tu nombre, estado civil, cuántos hijos tienes, dónde trabajas y tus estudios. -Me llamo Carlos Gabriel, tengo 35 años, soy casado, tengo dos hijos de 10 y 7 años, trabajo en
fox
y terminé la Licenciatura de Mercadotecnia en el Tecnológico
de Monterrey. -¿Por qué estás aquí?
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-Por error. -¿Por qué dices que por error?, si te trajo aquí tu esposa y tu cuñado. -Pues ese es mi error, haberme casado. Sin reírse, el Doctor le vuelve a preguntar: -¿Vienes de una familia disfuncional? -¡Claro doctor!- Afirmó Carlos Gabriel. -¿Desde cuándo se separaron tus padres? -Nunca, todavía viven juntos. -¿Cuántos años llevan de casados? -36 años. -Bueno, ¡es un matrimonio perfecto! Sonriendo, Carlos Gabriel argumentó: -Hay matrimonios perfectos y hay otros que duran toda la vida. En ese momento el Doctor pensó, -me cayó un graciosito, lo voy a cuestionar hasta que se alinee. -¿Por qué tomas? -Pues porque me gusta. -¿Tu padre es alcohólico? -¡Que va! Nunca ha tomado ni una copa, el día que se tomó una
tekate,
se
puso todo colorado y, a los 5 minutos se fue a dormir. -¿Y tu madre toma? -Bueno ella sí, le gusta el anís para brindar en el fin del año. -¿Entonces por qué tomas?. No entiendo, si tus padres no son alcohólicos qué te hizo llegar a tomar tanto. -Pues por eso, estoy promediando lo que mis padres dejaron de beber.- Lo anterior provoco sonrisas de los demás, menos en el Doctor, quien mantenía una expresión severa. -¿Qué no te agrada la permanencia del matrimonio de tus padres?
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-Nada, a mi me parece plausible que no se hayan divorciado. Doc., Si se aman o se soportan por lo menos, es bueno, pero si lo hacen por la religión o porque tienen hijos, que aburrimiento. Ya nadie se corta las venas porque sus papás se separen o divorcien, es más, váyase a las estadísticas, hay más divorcios actualmente, que matrimonios o no. -¿Tienes amigos con este problema?- Dijo el Doctor. -Doc, eso no es un problema, la mayoría de los padres de mis amigos se divorciaron una o más veces y no sufren o son malas personas. Los padres son empresarios exitosos y sus hijos los van siguiendo. -¿Qué crees que vaya a suceder cuando se enteren en tu trabajo que estás en oceánica
por alcohólico?.
-Pues nada, el día que me dio la congestión etílica, estaba con mi jefe, me extraña que él no esté aquí, tomamos al parejo, sólo que yo le combiné más y, él sólo tomó tequila. -Y tus clientes, ¿qué crees que opinen?. -Pues unos de mis clientes, él que vende herramientas de mano, fue el que nos invitó para festejar que los anuncios que le diseñamos para televisión, fueron un éxito. -Yo, sinceramente, creo que estás justificando tu adicción, el primer paso para superar el alcoholismo es aceptar que tienes esa enfermedad. ¿Quieres vivir esclavizado a una botella de alcohol?, ¿quieres perder a tu familia, tu trabajo, tus amigos?, ¿o terminar en la cárcel por un accidente? ¿Eso quieres?, piénsalo y mañana seguimos con las pláticas. Inmediatamente el doctor cambió la vista a otro asistente en la reunión y empezó a platicar con él, así continuo con otros hasta que llegó la hora de la comida. Al día siguiente, la rutina fue la misma, pero en ésta ocasión juntaron a los hombres con las mujeres. Volvió el Doctor a dar el mismo saludo y todos menos Carlos Gabriel repitieron la rutina en coro.
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-Éste va a ser nuestro mejor día, sólo por hoy vamos a ser mejores, -repitieron la rutina en coro. -Señores-, dijo el Doctor, -como cada semana tenemos visitas de compañeras de la sección femenil, para que veamos que nuestros problemas son coincidentes, no importa el sexo, pero juntos, como equipo los vamos a superar. Al terminar nuevamente se dirigió a Carlos Gabriel y le dijo: -Gabriel, espero que hayas recapacitado con lo que platicamos ayer, ¿Qué concluiste?. -Que ya me quiero ir, debe haber un error, soy como el 99 % de los mexicanos, hasta los seleccionados de México les gusta la fiesta, no soy alcohólico ni voy a dejar de beber. -Bueno-, respondió el Doctor, -es obvio que sí eres alcohólico, pero te cuesta trabajo aceptarlo, pero dime, ¿qué ejemplo quieres dar a tu hijos?; ¿cómo quieres que se comporten en el desarrollo de su vida? -Doc, lo que me pregunta es ilógico e impreciso, estamos aquí porque se me pasaron unas copitas de más, eso es todo. -Te repito la pregunta, ¿cómo quieres que sean tus hijos en el desarrollo de su vida, alcohólicos también? Enojado contestó Carlos Gabriel -¡Que vivan como todos los jóvenes de su edad!, que jueguen video-juegos, que manden todos los mensajitos que quieran a sus amigos; que suban sus fotos al
y chateen hasta cansarse; que tengan
muchos novios o novias, vayan al cine, a conciertos, a fiestas y, si quieren que tomen, que tengan sexo, y cuando estén conscientes con quien empatan sexual y anímicamente, que se casen si quieren; pero que no lleguen a viejos correteando secretarias o buscando a chavos que las consuelen. Al terminar, una de las mujeres que estaba en la reunión, se paró y aplaudió, todos los demás hicieron lo mismo. El Doctor, contrariado, les dijo a todos -esta actitud en nada nos ayuda, Carlos Gabriel está confundido, tiene poco en
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oceánica
y aún no
comprende nuestro deseo de ayudarlo. -Carlos Gabriel, ¿cómo piensas que vas llegar a viejo?- mencionó el Doctor. -Doc, tanto no sé; pero me gustaría juntarme con mis amigos, leer un libro o ver una buena película y saborear mi cirrosis, sentir que he existido como diría Neruda; si estoy muy mal, entonces, que me traigan a
oceánica,
porque la verdad están muy
padres sus instalaciones. Tal vez no estés enterado Carlos Gabriel pero algunos de tus compañeros tuvieron que tocar fondo para recapacitar. Hay historias trágicas por las que pasaron desde perder su familia hasta haber causado la muerte de un inocente por atropellamiento. ¿Quieres llegar a eso?, ¿quieres cometer errores irreparables?, ¡o que sugieres!. -Doc, si se trata de sugerir, pues sería de la idea que nos instalaran un chip en el hígado o donde sea, que nos alertara de la intoxicación que tenemos antes de que el nivel de alcohol nos ponga todos babosos, sin capacidad de reacción, o que nos haga vomitar. Eso nos ayudaría para saber que es tiempo de emprender la huida de donde estemos. El Doctor que quedo pensando: - Este tipo es rápido y concreto en sus respuestas, lo voy a cuestionar sobre lo que le espera próximamente y le dijo. -Sabes que el alcohol te vuelve bipolar, acaba con tu voluntad y te vuelve dependiente. Doc contesto, -Carlos Gabriel, pero usted esta hablando de los alcohólicos terminales y son los menos, pero la realidad es que hay mas borrachitos felices que infelices. Sólo que a estos el
inegi
no los va a Censar ni a publicar sus estadísticas
porque prácticamente somos todo México. Vaya a cualquier simposium, reunión de doctores, fiestas familiares o lo que sea y el mayor porcentaje somos nosotros los borrachitos sociales que no les causamos daño a nadie. Nuevamente el Doctor manifestó su molestia con la expresión de su cara: Dijo –A ver Samanta ¿cómo te has sentido en estos días, has superado el deseo de la cocaína?- Manifestando de ésta manera su desinterés en los puntos de
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vista de Carlos Gabriel. Ella contestó –doctor, me siento muy bien, creo que ya no necesito drogarme, deseo estar nuevamente con mi familia, ya comprendí el error que cometí. Al terminar la sesión, las miradas de Samanta y Carlos Gabriel se cruzaron, como cómplices que estuvieran urdiendo un plan. Al día siguiente, el enfermero le entregó a Carlos Gabriel la ropa con la que llegó, excepto el celular y le dijo: -Joven éstas son sus pertenencias; Su reloj y su cartera están en el bolsillo del pantalón. Al buscarlo, Carlos Gabriel se percató que en uno de los bolsillos estaba un llavero con un desarmador colgando, que se lo había regalado el empresario de herramientas con el que estuvo antes de que lo encerraran. -Con esto-, se dijo, -creo que me puedo escapar-, y una vez que llegó a su cuarto empezó a quitarle el mastique a las ventanas hasta que desprendió el vidrio, lo puso a un lado y saltó fuera de su habitación corriendo hasta cruzar el patio y llegar a los dormitorios de mujeres. Ahí se puso a espiar hasta que llegó a la habitación de Samanta; tocó la ventana para llamar su atención y después se puso a quitar el mastique también. Cuando terminó, le dijo a Samanta: -Ya no aguanto estar aquí, ¿me acompañas? - Sin contestar Samanta se enfundó sus jeans y saltó por la ventana. Carlos Gabriel se había puesto la ropa de paisano y Samanta también, de tal manera que a hurtadillas corrieron hasta la carretera donde tomaron un taxi a Mazatlán y 15 minutos después estaban enfrente de un restaurante de mariscos. Al entrar, la hostess los saludó y les llevó a una mesa, e inmediatamente Carlos Gabriel le dijo, -nos urge una michelada bien fría antes de cualquier cosa. Después de comer, uno de los meseros les dijo donde conseguir una grapa y pasaron a una vinatería, donde compraron una botella de tequila y refrescos. Debidamente
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avituallados, se metieron a un hotel, donde le dieron rienda suelta a sus instintos sexuales hasta quedar extenuados. Samanta le dijo a Carlos Gabriel: -Hace mucho tiempo que no me divertía tanto, como me hacia falta esto!!!. -Y ahora qué hacemos o que sugieres porqué ni modo de quedarnos aquí. Tú que quieres Samanta- le preguntó Carlos Gabriel. -Yo vine a
oceánica
por mis padres, ellos me está financiando el tratamiento y
no quiero defraudarlos. Si llegó a mi casa, y se enteran que me escape, van a creer que no aprecio su sacrifición por pagar mi estadias en Oceánica y para colmo voy a tener que repetir todo el tratamiento. Son alucinantes las terapias del psicólogo y el tratamiento de desintoxicación. Ahora estoy muy cercana de terminar el tratamiento y créeme ha sido un proceso duro de llevar. ¿Y tú? Carlos Gabriel se quedó recapacitando, hasta que dijo: -Quiero estar nuevamente con mi familia, necesito de mis hijos y mi esposa. Samanta le respondió: -¡Bravo! Yo quiero ver a mi mamá y a mi novio, pero entonces tenemos que concluir la terapia. -¿Me vas a volver a ver?- Preguntó Samanta. –Claro-, contestó Carlos Gabriel, -pero tenemos que fingir ante la sociedad para que nos dejen ser, tu con coca y yo con mi alcohol. No te prometo casarme contigo, pero si tener un lugar en mi corazón cuando lo quieras ocupar. Antes de que terminara la madrugada, después de mil peripecias para entrar, ambos estaban nuevamente en sus habitaciones tratando de colocar los vidrios de las ventanas, para que no se notara que los quitaron. Cuando llegó la siguiente sesión, el Doctor saludo: –Buenos días a todos, este va a ser nuestro mejor día, solo por hoy vamos a ser mejores. Todos contestaron en coro incluyendo a Carlos Gabriel:
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-Buenos días Doctor, este va a ser nuestro mejor día, solo por hoy vamos a ser mejores. Después el Doctor le dijo: -Carlos Gabriel, ¿qué concluiste?. -Doc, voy a dejar mi adicción, estoy preparado para ser otro. Voy a recuperar mi lugar en la sociedad. El Doctor externó una sonrisa y, se quedó pensando: –“Casi estuve a punto de creer que este cuate era autentico, por unos momentos pensé que iba ser difícil de que cambiara porque tenía una filosofía de la vida muy definida, por poco me hace modificar mi estrategia de recuperación de pacientes”. El compañero de la silla de un lado estiro el brazo y le dio una palmada en la pierna diciéndole, -bienvenido al grupo-después levanto la mano con el puño cerrado y con el dedo gordo hacia arriba como signo de triunfo. Todos los demás compañeros le externaron una sonrisa picaresca de complicidad¿Hay!, ahora entiendo a todos estos canijos, bola de mentirosos y yo que pensé que les habían lavado el coco.- se dijo para si mismo Carlos Gabriel. Quieres decirles algo a tus compañeros, lo interpelo el Doctor. Claro- Salud.
… L u i s A l b e rto M a rt í n e z V a r g a s Cuento 4
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