Cuento: El niño y la navidad

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Luis Martínez Iáñez 2º Gauss

El niño y la Navidad Era una fría noche de invierno, todo el mundo del pequeño pueblo estaba ya en sus calientes casas, bien abrigados y tomando una rica cena. ¡Qué bien, ya falta poco para la Navidad! Decían los niños de las casas impacientes por que llegara aquel día. En general todo el mundo se sentía muy feliz y alegre en esos días de fiesta. Llegó la mañana del 24 de diciembre, los niños jugaban afuera, los mayores descansaban en sus casas y los ancianos salían a contemplar el fabuloso día de invierno que hacía. Nadie se dio cuenta de la presencia de una persona que había entrado al pueblo. Era un niño con las ropas destrozadas que iba cojeando por algún motivo. Este niño tenía pinta de no tener familia y estar pasando mucha hambre y frío. Nada más entrar al pueblo dicho niño, de unos siete años aproximadamente, se tumbó en un banco e intento encogerse para obtener el mayor calor. Después de que llevara allí un rato, los niños lo vieron allí sentado. Ninguno se acercó a preguntarle de donde venía y que hacía allí. Tampoco ninguno de ellos le invitó a su casa o le llamó. Lo estuvieron comentando hasta que llegó la hora de comer y todos los niños se fueron a almorzar a sus casas. Tampoco le comentó ningún niño a sus padres sobre el niño que había llegado al pueblo. Bueno, sí, en realidad una niña que ni siquiera fue a comer, siguió contemplando al niño. La niña se acercó a el y se sentó en el espacio del banco. - ¿Cómo te llamas? ¿Qué haces aquí?- Preguntó la niña-. El niño no respondió, se le podía ver asustado cuando le habló la niña. Esta se fue a su casa enseguida. El pobre niño estaba muerto de hambre, llevaba sin comer bastante tiempo, se tuvo que aguantar con un trocito de pan duro que tenia metido en su bolsillo. Después de un tiempo ya todos los del pueblo se habían enterado de su presencia. Algunas familias intentaron que se fuera con ellos parar cuidarlo, el niño se negaba, tenía mucho miedo y estaba asustado. Después de unos instantes, el niño se desmayó por la debilidad. Una mujer se lo llevó a su casa, era la madre de la niña que le había hecho las preguntas. Le metieron en una cama, lo taparon, lo abrigaron y cuando volvió en sí, le prepararon una buena sopa bien calentita. El niño no tuvo más remedio que tomársela. Después de tomarse una buena ración, el niño ya se había recuperado mucho, pero tuvo que guardar reposo. Por fin eran ya las doce de la noche, y por lo tanto, ¡Ya era Navidad! Todo el pueblo salió a felicitarse unos a otros, cantaban villancicos, se hacían, algunos, regalos. En ese momento, pudieron distinguir algo que volaba en el cielo, se acercaba a ellos, no podía ser, parecía un trineo con renos como el de… ¡Santa Claus! -Jo, Jo, Jo- se podía oír en el cielo. Era él, ¡Santa!. Todo el pueblo estaba muy sorprendido de la inesperada llegada del personaje. Como el pueblo se había portado muy bien, con el pobre niño, Santa les hizo a cada uno del pueblo el regalo que más querían. En cuanto al pobre niño, quién este ya había salido a contemplar aquello, Santa le invitó a que este le ayudará repartir regalos con él. El niño aceptó y los dos se fueron volando. Fue una Navidad que nunca olvidó el pueblo.


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