Qué es esa cosa llamada ciencia

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Traducción de ElJl.Al.lA PllUIiZ SliüüÑO

y P ilar L ópez MAñcz (c a p ítu lo s 9-14 d e la 2.' ed ició n )


¿QUÉ ES ESA COSA LLAMADA CIENCIA? Una valoración de la naturaleza el estatuto de la ciencia y >sus>métodos

por ALAN F. CHALMERS

m

siglo veintiuno

editores MfXCO

fSPANA A ftG fN IIN A

CCHOWW*


m siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. CERRO D € l AGUA 246, DELEGACIÓN COYOACÁN. 04310 MÉXICO. OF

siglo veintiuno de españa editores, s.a. CALLE PLAZA 5. 20043 MADRID.' ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores siglo veintiuno editores de Colombia, s.a. CALLE SS NÚM 16 44. BOGOTÁ. O E.. COLOMBIA

prienda edición en espaflol, 1982 secunda edición en español, revisada y ampliada, 1984 C ligio xxi de espafta editores, s.a. deettnoprímera edición en español» 1990 O siglo )ód editores, s.a. de c.v. isbn 968*3*1516-6 primera edición en ingléi, 1976 segunda edicióo en Inglés, corregida y aumentada, 1982 © university of queensland press título original: 'vthat is this thing called Science? derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico



per. 90.—III. La complejidad de las situaciones reales de prue> ba, 94.—IV. Sobre la base de los argumentos históricos, el falsa­ cionismo es insuficiente. 97.—V. La revolución copernicana, 99. Lecturas complementarias, 108. 7.

LAS TEORIAS COMO GACION

ESTRUCTURAS:

1. LOS

PROGRAMAS DB INVESTI­

111

I. Hay que considerar tas teorías como totalidades estructura' les, 111.—II. Los programas de investigación de Lakatos, 115.— III. La metodología dentro de un programa de investigación, 120.—IV. La comparación de los programas de investigación, 122. Lecturas complementarías, 125. 8.

LAS TEORIAS COMO ESTRUCTURAS:

2. LOS PARADIGMAS DE KUHN I. Observaciones iniciales, 127.—II. Los paradigmas y la ciencianormal, 129.—III. Crisis y revolución, 133.—IV. La función de la ciencia normal y las revoluciones, 138.—Lecturas complemen­ tarías, 141.

127

9.

RACIONALISMO CONTRA RELATIVISMO

143

I. Racionalismo, 143.—II. Relativismo, 144.—III. Lakatos el ra­ cionalista, 147.—IV. Kunt el relativista, 152.—V. Hacia un cam­ bio en los términos del debate, 156.—Lecturas complementa­ rias, 157, 10.

OBJETIVISMO

159

I. Individualismo. 159.—II. Objetivismo, 162.—III. La ciencia como práctica social, 167.—IV. El objetivismo defendido por Popper, Lakatos y Marx, 169.—Lecturas complementarías, 171. 11.

UNA CONCEPCION OBJETIVISTA DEL CAMBIO DE TEORIA EN LA FISICA

173

1. Las limitaciones del objetivismo de Lakatos, 173.—II. Oportu­ nidades objetivas, 175.—III. Una concepción objetivista del cam­ bio de teoría en !a física, 179.—IV. Algunas observaciones alec­ cionadoras. 183.—Lecturas complementarias, 185. 12.

LA TEORIA ANARQUISTA DEL CONOCIMIENTO DB FEYERABEND

187

I. Todo vale, 187.—II. Inconmensurabilidad, 190.—III. La cien­ cia no es necesariamente superior a otros campos, 195.—IV. L a‘ libertad del individuo, 198.—Lecturas complementarías, 202. 13.

REALISMO, INSTRUMENTAL1SM0 Y VERDAD

203

I. Observaciones preliminares, 203.—II. Instrumentalismo, 205.— III. La teoría de la verdad como correspondencia, 209.—IV. Pro­ blemas de la idea de verdad propia del sentido común, 213.— V. La aproximación a la verdad de Popper, 218.—Lecturas com­ plementarias, 221. 14.

XEAL1SM O NO REPRESENTATIVO

223

I. ,La relación entre las teorías y stjs sucesoras, 223.—II. Rea* lismo no representativo, 225.—rIII. ¿Qué es esa cósa llamada ciencia?",' 228^-IV. E} relativismo en perspectiva, 230,—V. ¿Por q u é molestarse?, 233/ b ib l io g r a f ía

236

INDICe DE NOMBRES

244


PREFACIO A LA PRIMERA EDICION

E ste libro pretende ser u n a introducción sim ple, clara y elem ental a los m odernos p u n to s de vista sobre la naturaleza de la ciencia. Al enseñar filosofía de la ciencia, bien a estu­ diantes de filosofía o a científicos que desean fam iliarizarse con las recientes teorías Sobre la ciencia, m e he dado cuenta cada vez m ás de que no se dispone de un solo libro, ni siquiera de un núm ero pequeño de libros que se puedan reco­ m endar al principiante. Las únicas fuentes de que se dispone sobre las opiniones m odernas son las originales. Muchas de estas fuentes son dem asiado difíciles p ara los principiantes, y de todos m odos son dem asiado num erosas com o para que un am plio núm ero de estudiantes puéda acceder con facili­ dad a ellas. Este libro no su stitu irá á las fuentes originales para quien desee dedicarse al tem a en serio, p o r supuesto, pero espero que proporcione un punto de p artid a útil y fácilm ente accesible que p o r lo dem ás no existe. . Mi intención de p resen ta r las discusiones de una m anera simple resultó se r razonablem ente realista en unos dos ter­ cios del libro. En la ¿poca en que había llegado a esa etapa, y había com enzado a c ritica r los m odernos p u n to s de vista, m e encontré, con sorpresa, con que, en p rim er lugar, discrepaba de aquellas opiniones m ás de lo que hab ía pensado y¡ en segundo lugar, con que a p a rtir de m i crítica estaba sur* giendo u n a alternativa b a s ta n te .c o h e re n te ;'E s a a lte rn a tiv a aparece bo sq u ejad a en los últim os cap ítu lo s'd el libro; Sería m uy agradable pen sar q ü e 'la s e g u n d a 'm itad cde>est¿«Übíro no sólo'contiene resúm enesi de; las ' opiniones:.tfcituales sobre la naturaleza de' la ciencia;~sino tam bién ü n resum en d e !la: fu tu ra .' ¡’ 7Mi interés profesional p or-la h isto ria y la filosofía-de la ciencia com enzó en Londres, en "un clim a que estab a dom i­ nado p o r las ideas del p ro feso r K arl Popper. Mi deuda para


con él, sus escritos, sus lecciones y sus sem inarios, y tam bién para con el difunto profesor Im re Lakatos, debe resu ltar evidente en el contenido de este libro. La form a que tiene la prim era m itad debe m ucho al b rillante artículo d e Laica­ tos sobre la m etodología de los program as de investigación. Un rasgo notable de la escuela popperiana era la insistencia que hacía en que se tuviera u na idea clara del problem a en el que se estuviera interesado y en que se expresaran las propias opiniones so b re'él de una m anera sim ple y sencilla. Aunque debo m ucho al ejem plo de Popper y Lakatos a este respecto, cualquier habilidad que tenga para expresarm e de un modo sim ple y claro procede en su m ayor parte de mi contacto con el profesor Heinz Post, que fue mi supervisor en el Chelsea College m ientras trab ajab a allí en m i tesis doctoral, en el D epartam ento de H istoria y Filosofía de la Ciencia. No m e puedo lib rar de la incómoda sensación de que me devolverá su ejem plar de este libro con la petición de que redacte de nuevo los pasajes que no entiende. Entre mis colegas de Londres —tengo una deuda especial con ellos—, la m ayoría de los cuales eran estudiantes en esa época, N oretta Koertge, que ahora se encuentra en la Uni­ versidad de Indiana, me ayudó considerablem ente. Antes m e referí a la escuela popperiana com o a u n a es­ cuela, pero, no o b stan te, hasta que no llegué a Sidney pro­ cedente de Londres no me di cuenta de en qué m edida había estado en una escuela. Para-m i sorpresa, descubrí que había filósofos influidos p o r W ittgenstein, Quiné o M arx que pen­ saban que P opper -se había equivocado en m uchas cuestiones y algunos que incluso pensaban que sus opiniones eran posi­ tivamente peligrosas. Creo quje aprendí m ucho de esa expe­ riencia. Una de las cosas que¡ aprendí fue que en realidad Popper. se equivoca en u n núm ero de problem as im portante, como se argum enta en las últim as p artes de este libro. Sin embargo,, esto <no altera el hecho de que el enfoque popperiano: sea. infinitam ente m ejor que el enfoque adoptado en la mayor p arte de los departam entos de filosofía que he conocido. Debo amicho a mis amigos^ de, Sidney que m e ayudaron a ,despertar de m i sueño. No quiero sugerir con esto que acepte sus opiniones en vez-de las popperianas. Ellos saben



O tro problem a de la últim a p a rte de la p rim era edición es la falta de claridad. Aunque sigo, convencido; de que la m ayor p a rte de lo que m e proponía allí ib a p o r buen ca­ m ino, ciertam ente no fui capaz de ex p resar u na p o stu ra coherente y bien argum entada, com o han d ejado claro mis críticos. No todo esto puede ser atrib u id o a Louis A lthusser, cuyas tesis estaban muy de m oda en el m om ento en que escribí este libro y cuya influencia puede todavía ser dis­ cernida en cierta m edida en esta nueva edición. He ap ren ­ dido la lección y en el fu tu ro tendré buen cuidado de no dejarm e influir excesivamente por la últim a m oda de París. Mis amigos Terry Blake y Denise Russell me h an con­ vencido de que los escritos de Paul Feyerabend son m ás im portantes de lo que previam ente estaba dispuesto a adm i­ tir. Le he concedido más atención en esta nueva edición y he tratad o de sep arar el grano de la p aja, el antim etodismo del dadaísm o. Tam bién me he visto obligado a se­ p a ra r su sentido im portante del «sinsentido o scu ran tista de la inconm ensurabilidad de los marcos». La revisión de este libro está en deuda con las críticas de num erosos colegas, críticos y corresponsales. No inten­ taré nom brarlos a todos, pero reconozco mi deuda y expre­ so mi agradecim iento. Dado que la revisión de este libro ha desem bocado en un nuevo final, el sentido original del gato de la cubierta se ha perdido. Sin em bargo, el gato parece te n e r bastantes partidarios, a pesar de su falta de bigotes, p o r lo que lo he conservado, y sim plem ente pido a los lectores que reinterpreten su sonrisa. Alan Chalmers Sidney, 1981



«Al igual que todos los jóvenes, me proponía ser un genio, pero afor­ tunadamente intervino la risa.» Clea, L aw rence D u r r e l l



sitario y en todos los sectores de la in d u stria del conoci­ miento. Aquéllos que los apoyán describen m uchos cam pos de estudio como ciencias, presum iblem ente en un intento de hacer creer que los m étodos que usan están tan firm em ente basados y son potencialm ente tan fructíferos como una ciencia tradicional tal como la física. La ciencia política y la ciencia social son ya tópicos. Los m arxistas insisten con entusiasm o en que el m aterialism o histórico es una ciencia. Además, norm alm ente en universidades o facultades am eri­ canas se enseñan en la actualidad, o se enseñaron hasta hace muy poco, Ciencia de la Biblioteca, Ciencia Adminis­ trativa, Ciencia del Habla, Ciencia Forestal, Ciencia Láctea, Ciencia de los produefibs cárnicos y anim ales e incluso Ciencia M ortuoria Los autodenom inados «científicos» en esos cam pos a m enudo considerarán que siguen el m étodo em pírico de la física, que para ellos consiste en recopilar «hechos» m ediante una observación y una experim entación cuidadosas y en derivar posteriorm ente leyes y teorías de estos hechos m ediante alguna especie de procedim iento ló­ gico. Recientemente, un colega del departam ento de historia, quien aparentem ente había asim ilado esta im pronta del em­ pirism o, me dijo que en la actualidad no es posible escribir una historia de A ustralia porque todavía no tenem os una cantidad suficiente de hechos. La inscripción que hay en la fachada del edificio de la Social Science Research de la Universidad de Chicago rezo así: «Si no puedes medir, tu conocim iento es escaso e insatisfactorio» \ Sin duda, muchos de sus habitantes, prisioneros en sus m odernos laboratorios, exam inan el m undo a través de las barras de hierro de los enteros sin darse cuenta de que el método que se esfuerzan por seguir no sólo es necesariam ente estéril e infructuoso, sino que adem ás no es el método al que se debe atrib u ir el éxito de la física. En los capítulos introductorios de este libro se analizará y dem olerá la concepción errónea de la ciencia a la que nos 1 Esta lista procede de un informe de C. Trusedell citado por J. R. Ravetz, Scientific knowtedge and its social problems, Oxford, Oxford Univers^y Press, 1971, pp. 387 sí. 1 T. S. Kuhn, «The function of measurement in modem physical tcicnce*. /sis, 52, 1961, pp. 161-93. La inscripción es citada en la p. 161.


hem os referido anteriorm ente. Aunque algunos científicos y m uchos pscudocientífíeos pregonan su apoyo a este mé­ todo, a ningún filósofo de la ciencia m oderno se le escaparán p o r lo m enos algunos de sus defectos. Las m odernas ten­ dencias de la filosofía de la ciencia han indicado y subrayado de un m odo m uy preciso las dificultades profundam ente arraigadas que están asociadas a la idea de que la ciencia se basa en un seguro fundam ento ad quirido gracias a la observación y a la experim entación, y a la idea de que hay cierto tipo de procedim iento inferencial que nos perm ite derivar teorías científicas de sem ejante base de una m anera fiable. No hay ningún m étodo que perm ita p ro b a r que las teorías científicas son verdaderas ni'siq u iera probablem ente verdaderas. Más adelante m an ten d ré en este libro que los intentos de llevar a cabo una reconstrucción lógica, simple y sencilla, del «m étodo científico* tropiezan con m ás difi­ cultades cuando se com prende que no hay tam poco ningún m étodo que perm ita re fu ta r- de un m odo concluyente las teorías científicas. Algunos de los argum entos que apoyan la afirm ación de que no es posible p ro b ar o refu ta r de m anera concluyente las teorías científicas se basan en gran m edida en consi­ deraciones lógicas y filosóficas. O tros se b asan en un análisis detallado de la histo ria de la ciencia y de las m odernas teorías científicas. Una característica de las m odernas ten­ dencias en las teorías del m étodo científico es la creciente atención prestada a la historia de la ciencia, P ara muchos filósofos de la ciencia, uno de los em barazosos resultados de este hecho es que los episodios de la historia de la ciencia que, por lo general, se consideran más característicos de lc5s principales adelantos, ya sean las innovaciones de Galileo, Newton, Darwin o Einstein, no se han producido m ediante a lg o sim ilar a los m étodos típicam ente descritos p o r los filósofos. Una reacción ante la constatación de que las teorías cien­ tíficas no pueden ser probadas o refutadas de m anera con­ cluyente y de que las reconstrucciones de los filósofos tienen poco que ver con lo que en realidad hace p ro g resar a la ciencia consiste en ren u n ciar com pletam ente a la idea de que la ciencia es una actividad rwckwdi act4 a de acuer­


do con un m étodo o unos m étodos especiales. Una reacción en cierto m odo parecida ha llevado recientem ente al filósofo e histrión Paul Feyerabend a escribir un libro titulado Against m ethod: outline 'of an anarchistic theory o f knowledge * y un artículo titulado «Philosophy of Science: a subjcct w ith a great past» *. De acuerdo con la tesis más rad i­ cal que se puede leer en los escritos recientes de Feyera­ bend, la ciencia no posee rasgos especiales que tía hagan intrínsecam ente superior a otras ram as del conocim iento, tales como los antiguos m itos o el vudü. El elevado respeto por la ciencia es considerado como la religión m oderna, que desem peña un papel isimilar al que desem peñó el cris­ tianism o en Europa en épocas anteriores. Se insinúa que la elecéión entre distintas teorías se reduce a una elección de­ term inada p o r los valores y deseos subjetivos de los indi­ viduos. E ste libro se opone a ese tipo de respuesta al fra­ caso de las teorías tradicionales de la ciencia. Se intenta d ar una explicación de I3 física que no sea subjetivista o individualista, que acepte 'buena p arte de la crítica del métodot de Feyerabend, pero, que sea inm une a dicha crítica. La filosofía de la ciencia tiene su historia. Francis Bacon fue uno de los prim eros que intentaron articu lar lo que es el m étodo de la ciencia m oderna. A principios del siglo x vn propuso que la finalidad de la ciencia es la m ejora de la suerte del hom bre en la tierra y, según él, esa finalidad se lograría recogiendo hechos a través de la observación organizada y derivando de ellos teorías. Desde entonces, unos han m odificado y m ejorado la teoría de Bacon y otros se han opuesto a ella de una m anera b astante radical. Una explicación y un enfoque históricos de la evolución de la filosofía de la ciencia supondría un estudio muy interesante. Por ejem plo, sería muy interesante investigar y explicar el surgim iento del positivism o lógico, que comenzó en Viena 1 P. K. Feyerabend, Against method: outline of an anarchistic theory of knowledge, Londres, New Left Bopks, 1975. * P. K. Feyerabend, «Philosophy of sciencc: a subject with a great

past» en H istorical and philosophiccl perspcctivcs of Science, vol. 5, compilado por Roger H. Stuewer, Minneapolis, University of Minne­ sota Press, 1970, pp. 172*83.




de descripciones «verdaderas» de lo que es el m undo «real' mente». En las secciones finales me perm ito pronunciar un sermón político sobre el significado del libro. Aunque la teoría de la ciencia que se puede extraer de la últim a p arte de este libro pretende ser una m ejora de todas las anteriores, no está seguram ente Ubre de problem as. Se puede decir que el libro procede según el viejo dicho: «Comenzamos en la confusión y acabam os en una confusión de un nivel superior».






De la astronomía: Los planetas se mueven eri elipses alrededor de su sol. De ¡a física: Cuando un rayó de luz pasa de un medio a otro cambia de direc­ ción de tal manera que el seno del ángulo de incidencia dividido por el seno del ángulo de refracción es una característica cons­ tante de los dos medios. De la psicología: Los animales en general poseen una necesidad inherente de al­ gún tipo de descarga agresiva. De la química: Los ácidos vuelven rojo el papel de tornasol. Estos son enunciados generales que expresan afirm aciones acerca de las propiedades o el com portam iento de algún aspecto del universo. A diferencia de los enunciados singu­ lares, se refieren a todos los acontecim ientos de un deter­ m inado tipo en todos los lugares y en todos los tiem pos. Todos los planetas, estén donde estén situados, se mueven siem pre en elipses alrededor de su sol. Siem pre que se produce una refracción lo hace según la ley de refracción enunciada anteriorm ente. Todas las leyes y teorías que cons­ tituyen el conocim iento científico son afirm aciones generales de esa clase y a tales enunciados se les denom ina enunciados universales. Ahora se puede p lan tear la siguiente cuestión. Si la cien­ cia se basa en la experiencia, entonces ¿por qué m edios se pueden Obtener de los enunciados singulares, que resultan de la observación, los enunciados generales que constituyen el conocim iento científico? ¿Cómo se pueden ju stiiic a r las afirm aciones generales y no restringidas que constituyen nuestras teorías, basándosj? en lá lim itada evidencia consti­ tuida p o r un num ero lim itado de enunciados observa­ cionales? La respuesta inductivistá es que, suponiendo que se den ciertas condiciones, es lícito generalizar, a p a rtir de una lista finita de enunciados observacionales singulares, una



alta y baja presión, a altas y bajas tem peraturas, etc. Si en todas las ocasiones todas las m uestras de m etal calentadas se dilatan, entonces y sólo entonces es lícito generalizar a p a rtir de la lista resultante de enunciados observacionales la ley general. Además, resulta evidente que si se observa que una determ inada m uestra de m etal no se dilata al ser calentada, entonces no estará justificada la generalización universal. La condición 3 es esencial. El tipo de razonam iento analizado, que nos lleva de una lista finita de enunciados singulares a la justificación de un enunciado universal, que nos lleva de la pnrtc al todo, se denom ina razonam iento inductivo y el proceso se denom ina inducción. Podríam os resum ir la postura inductivistá inge­ nua diciendo que, según ella, la ciencia se basa en el principio de inducción, que podem os expresar así: Si en una amplia variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y si todos los A observados poseen sin excepción la propiedad B, entonces todos los A tienen la propiedad B. Así pues, según el inductivistá ingenuo el con ju n to del cono­ cim iento científico se construye m ediante la inducción a p a rtir de la base segura que proporciona la observación. A m edida que aum enta el núm ero de hechos establecidos m ediante la observación y la experim entación y que se hacen más refinados y esotéricos los hechos debido a las m ejoras conseguidas en las técnicas experim entales y observacio­ nales, m ás son las leyes y teorías, cada vez de m ayor gene­ ralidad y alcance, que se construyen m ediante un cuidadoso razonam iento inductivo. El crecim iento de la ciencia es continuo, siem pre hacia adelante y en ascenso, a m edida que aum enta el fondo de datos observacionales. H asta ahora, el análisis sólo constituye u n a explicación parcial de la ciencia, ya que, con seguridad, una caracterís­ tica im portante de la ciencia es su capacidad para explicar y predecir. El conocimiento científico es lo que perm ite al astrónom o predecir cuándo se producirá el próxim o eclipse solar o al físico explicar por qué el punto de ebullición del agua es inferior al norm al en altitudes elevadas. La figura 1 representa, de form a esquem ática, un resum en de toda la



ciplina de la ló g ica3. No se in ten tará p ro p o rcio n ar uña ex­ plicación y valoración detalladas de la lógica en este libro. En lugar de esto, se ilu strarán algunas de las características im portantes para nuestro análisis de la ciencia m ediante ejem plos triviales. He aquí un ejem plo de deducción lógica. E jem plo 1: 1. Todos los libros de filosofía son aburridos. 2. Este libro es un libro de filosofía. 3.

Este libro es aburrido.

En este argum ento, (1) y (2) son las prem isas y (3) es la conclusión. Es evidente, creo, que si (1) y (2) son verda­ deras, ( 3 ) h a de se r verdadera. No es posible que (3) sea falsa si ( 1 ) y ( 2 ) son verdaderas, ya que si ( 1 ) y ( 2 ) fu eran verda­ deras y (3) falsa ello supondría una contradicción. E sta es la característica clave de una deducción lógicam ente vá­ lida. Si las prem isas de una deducción lógicam ente válida son verdaderas, entonces la conclusión debe ser verdadera. Una ligera m odificación del ejem plo an terio r nos p ro p o r­ cionará un caso de deducción no válida. E jem plo 2: i

1. Muchos libros de filosofía son aburridos. 2. Este libro es un libro de filosofía. 3.

Este libro es aburrido.

En este ejem plo, (3) no se sigue necesariam ente de (1) y (2). Es posible que ( 1 ) y (2> sean verdaderas y que, no obstante, (3) sea falsa. Aunque ( !) y (2) sean verdaderas, puede suceder * A veces se considera que la lógica incluye el estudio del razona­ miento inductivo. de manera que hay una lógica inductiva así como una lógica deductiva. En este libro se entenderá que la lógica es sola­ mente el estudio del razonamiento deductivo.





En esta ocasión sóJo he bosquejado la explicación del arco iris, pero lo que se ofrece debe b a sta r p ara ejem plificar la form a general del razonam iento im plicado. Dado que las leyes de la óptica son verdaderas (y p ara el inductivistá ingenuo eso se puede establecer p o r inducción a p a rtir de la observación) y dado que las condiciones iniciales están descritas de m odo preciso, se sigue necesariam ente la expli­ cación del arco iris. S¿ puede resum ir de la siguiente m anera la form a general de todas las explicaciones y predicciones científicas: 1. Leyes y teorías 2. Condiciones iniciales 3. Predicciones y explicaciones E sta es la etapa representada en el lado derecho de la fi­ gura 1 . La siguiente descripción del m étodo científico, efectuada p or un econom ista del siglo xx, se aju sta exactam ente a la concepción inductivistá ingenua de la ciencia tal y como la he descrito e indica que no es tan sólo una p o stu ra que me he inventado con el propósito de criticarla. Si tratamos de imaginar cómo utilizaría el método científico una mente de poder y alcance sobrehumanos, pero normal por lo que se refiere a los procesos lógicos de su pensamiento... el pro­ ceso sería el siguiente: En prim er lugar, se observarían y regis*




en la obra de C. W. K. Mundle, Perception: facts and theories (Oxford, Oxford University Press, 1971). Como muestra de esa rama del inductivismo denominada positivismo lógico sugiero dos recopilaciones de artículos. Lógica! positivism, compilado por A. J. Ayer (Glencoe, Frce Press, 1959) y The philosophy o f Rudolf Carnap, compilado por P. A. Schilpp (La Salle, Illinois, Open Court, 1963). Hasta qué punto el programa inductivistá se ha hecho sumamente técnico resulta evidente en Logical founda• tions of probability, de R. Carnap (Chicago, University of Chicago Press, 1962).






El principio de inducción funcionó con éxito en la ocasión Xi. El principio de inducción funcionó con éxito en la ocasión ** etcétera. El principio de inducción funciona siempre. f

Aquí se infiere un enunciado universal que afirm a la validez del principio de inducción ja p a rtir de cierta cantidad- de enunciados singulares que Registran aplicaciones con éxito del principio en el pasado. P or lo tanto, la argum entación es inductiva y, no se puede, pues, utilizar para ju stificar el principio de inducción. No podem os utilizar la inducción para justificar la inducción! E sta dificultad, que va unida a la justificación de lá inducción, ha sido denom inada tra­ dicionalm ente «el problem a ae la inducción». Parece, pues, que el inductivistá ingenuo im penitente tiene problem as. La exigencia extrem a de que todo conoci­ m iento se derive de la experiencia m ediante reglas de induc­ ción excluye el principio de inducción, básico p ara la p o stu ra inductivistá. i Además de la circularidad que conllevan los intentos de justificar el principio de inducción, el principio, tal y como lo he establecido, adolece de o tras desventajas. Estas desven­ tajas proceden de la vaguedad y equivocidad de la exigencia de que se realice un «gran num ero» de observaciones en una «amplia variedad» de circunstancias. ¿Cuántas observaciones constituyen un gran núm ero? ¿Cuántas veces hay que calen tar u na b a rra de m etal, diez veces, cien veces, antes de que podam os concluir que siem pre se dilata al ser calentada? Sea cual fuere la respuesta a esta cuestión, se pueden p resen tar ejem plos que hagan d udar de la invariable necesidad de un gran núm ero de observa­ ciones. P ara ilu stra r esta cuestión, m e referiré a la fuerte reacción pública en co ntra de la guerra nuclear que siguió al lanzam iento de la p rim era bom ba atóm ica en. H iroshim a al final de la segunda guerra m undial É sta reacción se b asab a en la constatación de que las bom bas atóm icas ‘originan destrucción y m uerte p o r doquier y un enorm e sufrim iento humano. Y, no obstante, esta creencia generalizada se basaba en una sola y dram ática observación. Del m ism o m odo, un





O tro intento de salvar leí p rogram a inductivistá supone renunciar a la idea de atrjb u ir probabilidades a las teorías y leyes científicas. En lugar de esto, se llam a la atención sobre la probabilidad de que sean correctas las predicciones individuales. Según este eijfoque, el o bjeto de la ciencia es, p o r ejem plo, estim ar la probabilidad de que el sol salga m; nana en vez de la probabilidad de que salga siem pre. Se espera que la ciencia sea capaz de proporcionar la garantía de que un puente de ciertoj diseño resista diversas tensiones y no se hunda, pero no de que todos los puentes de ese diseño sean satisfactorios. ¡Se han desarrollado algunos sis­ tem as en ese sentido que perm iten que se atrib u y a proba­ bilidades no iguales a ceró a predicciones individuales. Se m encionarán a continuación dos de las críticas que se les hacen. E n prim er lugar, la idea de que la ciencia se ocupa de la producción de un conjunto de predicciones indivi­ duales y no de la producción de conocim iento en form a de com plejo de enunciados generales es, p o r lo menos, anti­ intuitiva. En s'egundo lugar, aunque se limite la atención a las predicclonet individuales, se puedo argum entar que tus teorías científicas, y por tan to los enunciados universales, están inevitablem ente im plícitas en la estim ación de la pro­ babilidad de que tenga éxito u na predicción. Por ejem plo, en un sentido intuitivo, no técnico, de «probable» podem os es ta r dispuestos a afirm ar que es hasta cierto punto probable que un fum ador em pedernido m uera de cáncer de pulmón. La evidencia que apoye la afirm ación estará presum ible­ m ente constituida p o r los datos estadísticos disponibles. Pero esta probabilidad intuitiva au m en tará de m odo signi­ ficativo si se dispone de una teoría plausible y bien fundada que im plique alguna conexión causal entre fum ar y el cáncer de pulm ón. De m odo sim ilar, aum entarán las estim acio­ nes de la probabilidad de que el sol salga m añana una vez que se tenga en cuenta él conocim iento de las leyes que rigen el com portam iento del sistem a solar. Pero el hecho de que Ja probabilidad de la corrección de las predicciones dependa de las teorías y leyes universales socava el intento inductivistá de a trib u ir probabilidades no iguales a cero a las predicciones individuales. Una vez que se encuentran implícitos de u n m odo significativo enunciados universales,









aVriba o como una escalera visla desde abajo parece depen­ der de algo m ás que de la imagen que hay en la retina del observador. Sospecho que ningún lector de este libro ha puesto en duda mi afirm ación de que la figura 3 parece una escalera de algún tipo. Sin em bargo, los resultados de los experim entos realizados con m iem bros de varias trib u s afri­ canas» cuyas culturas nó incJuyeh la costum bre de d ib u jar objetos tridim ensionales m ediante dibujos bidim ensionales con perspectiva, indican que los m iem bros de estas tribus no habrían considerado que la figura 3 es una escajera sino una disposición bidim ensional de líneas. Presum o que la naturaleza de las im ágenes form adas en las retin as de los observadores es relativam ente independiente de su cultura. Además, parece seguirse que las experiencias perceptuales que los observadores tienen en el acto de ver no están espe­ cialm ente determ inadas por las imágenes de las,'retin as. H anson ha llam ado la atención sobre este p u n to y lo ha ilustrado con m uchos ejem plos \ Lo que un observador ve, esto es, la experiencia visual que tiene un observador cuando ve un objeto, depende en parte de su experiencia pasada, su conocim iento y sus expec­ tativas. He a q u í dos sencillos ejem plos que ilu stran esta cuestión eñ particular. “ * N.'R. Haeson. Pfl/rcnj.? of .discovcry, Cambridge, Cambridge Uni­ versity Press* 195&, capítulo 1..



jetivas que tienen cuando ven un objeto o u n a escena, no está determ inado únicam ente p o r las im ágenes form adas en sus retinas sino que depende tam bién de la experiencia, el conocimiento, las expectativas y el estado in tern o en general del observador. Es necesario ap ren d er a v er de un modo experto a través de un telescopio o de un m icroscopio, y la serie no estru ctu rad a de. m anchas brillantes y oscuras que observa el principiante es diferente del ejem p lar o de la escena detallada que puede distinguir el observador adies­ trado. Algo de este tipo debió de suceder cuando Galileo introdujo p or vez prim era el telescopio com o instrum ento de exploración de los cielos. Las reservas que m antenían los rivales de Gal i leo acerca de la aceptación de fenóm enos tales como las lunas de Júp iter, que Galileo había aprendido a ver, debieron de resu ltar en p arte nó de los prejuicios sino de las auténticas dificultsjdes con que tropezaban cuando aprendían a «ver» a través de lo que, después de todo, eran telescopios muy rudim entarios. En el pasaje siguiente, Mi* chael Polanyi describe los cam bios efectuados en la expe­ riencia perceptual de un estudiante de m edicina cuando se le enseña a diagnosticar m ediante el examen p o r rayos x: Pensemos en un estudiante de medicina que sigue un curso de diagnóstico de enfermedades pulmonares por rayos x. Mira, en una habitación oscura, trazos] indefinidos en una pantalla fluores­ cente colocada contra el pecho del paciente y oye el comentario que hace el radiólogo a sus ayudantes, en un lenguaje técnico, sobre los rasgos significativos de esas sombras. En un principio, el estudiante está completamente confundido, ya que, en la ima­ gen de rayos x del pecho, sólo puede ver las sombras del corazón y de las costillas que tienen entre sí unas cuantas manchas como patas de araña. Los expertos parecen estar imaginando quime­ ras; él no puede ver nada de to que están diciendo. Luego, según vaya escuchando durante unas cuantas semanas, mirando cuida­ dosamente las imágenes siempre nuevas de los diferentes casos, empezará a comprender; poco a poco se olvidará de las costillas y comenzará a ver los pulmoijes. Y, finalmente, si persevera inte­ ligentemente, se le revelará un rico panorama de detalles signi­ ficativos: de variaciones fisiológicas y cambios patológicos, cica* trices, infecciones crónicas y signos de enfermedades agudas. Ha entrado en un mundo nuevo. Todavía ve sólo tuna parte de lo que





los «gases» eran m uestras m ás o m enos p u ras de a ir e 4. Cuando pasam os a enunciados del tipo de los que se dan en la ciencia, los presupuestos teóricos son m enos tópicos y más evidentes. No es necesario arg u m en tar m ucho en favor de la existencia de presupuestos teóricos en la afirm ación «el haz de electrones fue repplido p o r el polo n o rte del imán» o en el discurso de un psiq u iatra sobre los síntom as de abandono de un p acien te/ Así pues, los enunciados dbservacionales se hacen siem pre en el lenguaje de alguna teoría y serón tan precisos com o lo sea el m arco conceptual j o teórico que utilicen. El con* cepto de «fuerza», tal y copio se usa en física, es preciso porque tom a su significado del papel que desem peña en una teoría precisa y relativam ente autónom a: la mecánica newto* niana. El uso de la m ism a p alabra en el lenguaje cotidiano (la fuerza de las circunstancias, la fuerza del vendaval, la fuerza de un argum ento, et<*.) es im preciso sólo porque las correspondientes teorías sojn m últiples e im precisas. Las teorías precisas, claram ente form uladas, constituyen un requisito previo de unos enunciados observacionales preci­ sos. En este sentido, las teorías preceden a la observación. Las anteriores afirm aciones acerca de la anterioridad de la teoría a la observación va en co ntra de la tesis inductivista de que el significadq de m uchos conceptos básiebs se extrae de la observación. Considerem os com o ejem plo el simple concepto de «rojo». Una explicación inductivistá sería m ás o menos la siguiente. A p a rtir de todas las expe­ riencias perceptivas de un observador que surgen del sentido de la-vista, un cierto conjunto de ellas (las que corresponden a las experiencias perceptivas que surgen de la visión de objetos ro jo s) tendrán algo en com ún. El observador, inspec­ cionando el conjunto, es d e 'algún m odo capaz de discernir el elem ento com ún que hay én estas percepciones y de llegar a concebir este elem ento com ún como lo rojo. De esta m a­ nera se llega al concepto de «rojo» a través de la obser­ vación. E sta explicación posee un serio defecto.; Supone qué a p a rtir de todas las infinitas experiencias perceptivas ha*+ i * Véase The structure of scientific revolutions, de T. S. Kuhn, Chicago, Chicago University Press, 1970, p. 70.











con el problema filosófico. jTambién recomendaría con cnlusias* mo un libro apasionante sobre la percepción animal, The magic of the senses, de Vitus B. Droscher (Nueva York, H arper and Row, 1971). Este libro da una idea muy clara de las limitaciones y el carácter restringido de Ja percepción humana y de la arbi­ trariedad de los intentos por dar uñ significado fundamental a la información que. ios humanos reciben casualmente a través de sus sentidos:’





en caso de ser establecidos com o verdaderos, falsarían la hipótesis. He aquí algunos ejem plos de enunciados que no cum plen este requisito y que, por, consiguiente, no son falsables. 5. O llueve o no uuev«,. 6. Todos los puntos de un ¡círculo euclídeo equidistan del centro. 7. Es posible tener suertq en la especulación deportiva. Ningún enunciado observacional lógicam ente posible puede refu tar (5). Es verdadero! sea cual fuere el tiem po que haga. La afirm ación ( 6) es necesariam ente verdadera a causa de la definición de círculo euclídeo. Si los puntos de un círculo no equidistaran de u n p u n to fijo, entonces esa figura ya no sería un círculo euclídeo. «Todos los solteros no están casa* dos» no es falsáble p o r la m ism a razón. La afirm ación (7) es una cita de un horóscopo aparecido en un periódico. Tipi­ fica la taim ada estrategia del adivino. La afirm ación no es falsable. Equivale a deciii al lector que si hace u n a apuesta hoy, podría ganar, lo cual es cierto apueste o no y, si apuesta, gane o no. El falsacionista exige que las hipótesis científicas sean falsables en el sentido aquí analizado. Insiste en ello porque una ley o teoría es inform ativa solam ente en el caso de que excluya un conjunto de enunciados observacionales lógica­ m ente posibles. Si un enunciado no es falsable, entonces e! m undo puede tener cualquier propiedad y com portarse de cualquier m anera sin e n tra r en conflicto con el enunciado. Los enunciados (5), ( 6) y (7), a diferencia de los enuncia­ dos (1), (2), (3) y (4), no nos dicen nada acerca del m undo. Desde un punto de vista ideal, u n a teoría o ley científica debería proporcionarnos alguna inform áción acerca de cómo se com porta en realidad el m undo, excluyendo p o r esta razón las m aneras en las que podría posiblem ente (lógicam ente) com portarse, pero de hecho no se com porta. La ley «Todos los planetas se mueven en elipses alrededor del sol» es cien­ tífica porque afirm a que los planetas se mueven de hecho en elipses y excluye que las órb itas sean cuadradas u ovales. La lev tiene contenido inform ativo y es falsable solam ente





a las m enos falsables, siem pre que no hayan sido falsadas de hecho. P ara el falsacionista esta puntualización es im­ portante. Las teorías que fian sido falsadas tienen que ser rechazadas de form a tajante, La em presa científica consiste en proponer hipótesis sum am ente falsables, seguidas de intentos deliberados y tenaces d e falsarias. Como dice Popper: Por ello puedo adm itir con satisfacción que los falsacionistas como yo preferimos con mucho un intento de resolver un proble* ma interesante mediante una conjetura aud^z, aunque pronto resulte ser falsa (y especialmente en ese caso), a cualquier recital de una serie de truismos improcedentes. Lo preferimos porque creemos que esa es la manera en que podemos aprender de nuestros erróres; y que al descubrir que nuestra conjetura era falsa habremos aprendido mucho sobre la verdad y habremos llegado más cerca de la verdad3. Aprendemos de nuestros errores. La ciencia progresa me­ diante el ensayo y el error. Debido a que la situación lógica hace im posible la derivación de leyes y teorías universales a p a rtir de enunciados observacionales, pero posible la deducción de su falsedad, las fatsaciones se convierten en im portantes hitos, en logros sobresalientes, en los princi­ pales puntos del desarrollo de la ciencia. E ste hincapié algo antiintuitivo que hacen los falsacionistas m ás extrem os en la im portancia de las falsaciones se criticará en los últim os capítulos. Como la ciencia aspira a lograr teorías :con un gran con­ tenido inform ativo, los falsacionistas dan la bienvenida a la propuesta de audaces co njeturas especulativas. Se han de estim ular las especulaciones tem erarias siem pre que sean falsables y siem pre q u ; sean rechazadas al ser falsadas. E sta actitud de «a Vida o m uerte» choca con la precaución recom endada p o r el inductivistá ingenuo. Según éste, sólo aquellas teorías de Jas que se puede dem ostrar que son verdaderas o probablemente verdaderas' habrán de ser ad­ m itidas en la ciencia. Sólo debem os ir más allá de los resul­ * K. R. Popper, Conjectures and refutations, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1969, p. 231; las cursivas están en el original.





píente de las placas fotográficas y oscurecerlas; la cuarta era problem ática porque era incom patible con la teoría de Newton. La afirm ación de que el origen de lá ciencia está en los problem as es perfectam ente com patible con la prio­ ridad de las teorías sobre la observación y los enunciados observacionales. La ciencia no com ienza con la p u ra ob­ servación. Después de esta digresión, volvamos a la concepción falsacionista del progreso de lá ciencia como progreso desde los problem as a las hipótesis especulativas, a su crí­ tica y a su falsación final y, p o r consiguiente, a nuevos problem as. O frecerem os dos ejem plos, el p rim ero de los cuales es m uy sencillo y tirata del vuelo de los m urciélagos y el segundo de los cuales es m ás am bicioso y tra ta del progreso de la física. Comenzamos con un problem a. Los m urciélagos son ca­ paces de yolar con facilidad y a gran velocidad, evitando las ram as de los árboles, los cables telegráficos, o tro s m ur­ ciélagos, etc,, y pueden a tra p a r insectos. Y, no obstante, los murciélagos tienen ojos débiles y de todos m odos vuelan casi siem pre de noche. E ste hecho plantea un problem a porque, en apariencia, falsa la .plausible teoría de que los anim ales, al .igual que los seres hum anos, ven con los ojos. Un falsacionista in ten tará resolver este 5problem a form u­ lando una conjetura o hipótesis. Quizás sugiera que, aunque los ojos de los m urciélagos aparentan ser débiles, sin em­ bargo, de alguna m anera que no se conoce, pueden ver de m anera eficaz p o r la noche utilizando sus ojos. Se puede com probar esta hipótesis. Se suelta u n grupo de m urciéla­ gos en una habitación a oscuras que contenga obstáculos y se mide de alguna m anera su habilidad p ara ev itar los obstáculos. Luego se suelta en la habitación a los mism os murciélagos, pero con los ojos vendados. Antes del experi­ m ento, el experim entador puede h acer la siguiente deduc­ ción. Una prem isa de la deducción es su hipótesis que dice de modo m uy explícito: «Los m urciélagos pueden volar y evitar los obstáculos utilizando sus ojos, y no lo pueden hacer sin u s a r lo s ojos». La segunda prem isa es una des­ cripción de la prueba experim ental, incluyendo el enunciado «Este grupo de m urciélagos tiene los ojos vendados, de









bría las m ontañas de tal m anera que la form a de la luna era perfectam ente esférica. Cuando Galileo preguntó cómo se podría detectar la presencia de la sustancia invisible, la ré­ plica fue que no había m anera de poderla detectar. Así pues, no hay duda de que la teoría m odificada no p ro d u jo nuevas consecuencias com probables y de que, para un falsacionista, sería com pletam ente inaceptable. Galileo, exasperado, fue citpAZ do montrftr lo Inexactitud de la poaturu do su rivul do una m anera característicam ente ingeniosa. Anunció que es* taba dispuesto a ad m itir la existencia de la sustancia invi­ sible indetectable en la luna, pero insistió en que dicha sustancia no estaba distribuida tal y como sugería su rival, sino que en realidad estaba apilada encima de las m ontañas de m odo que eran varias veces más altas de lo que parecían a través del telescopio. Galileo fue capaz de su p erar a su rival en el inútil juego ¡de la invención de instrum entos ad hoc p ara proteger las teorías. . ; A continuación m encionarem os otro ejem plo de una hi­ pótesis posiblem ente ad, hoc, procedente de la histo ria de la ciencia. Antes de Lavoisier, la teoría del flogisto era la teoría clásica de la com bustión. Según esa teoría, cuando se quem aban las sustancias, se desprendía de ellas el flogis­ to. E sta teoría se vio am enazada, cuando se descubrió que m uchas sustancias aum entaban de peso con la com bustión. Una m anera de salvar la aparente falsación consistió en su­ gerir que el flogistp tenía peso negativo. Si esta hipótesis se podía com probar solam ente pesando las sustancias antes y después de la com bustión, entonces e ra ad hoc. No con­ dujo a nuevas com probaciones. Las modificaciones efectuadas en una teoría en un inten­ to de salvar, una' dificultad no necesitan ser ad hoc. A conti- , nuación presentam os algunos ejem plos de modificaciones, que no son ad hoc y que, en, consecuencia, son aceptables desde u n p unto de vista falsacionista. Volvamos a la falsa :ión de la afirm ación «El pan ali­ menta» p a ra ver cómo ;e podría m odificar de u n a manera aceptable. Un paso aceptable sería reem plazar la teoría ori­ ginal falsada p o r la afirm ación «Todo el pan alim enta excep­ to el hecho de trigo contam inado p o r un determ inado tipo de hongo» (seguido de una especificación del hongo y de





no se consideraba problem ática. P or ejem plo, la confirm a­ ción de la co n jetu ra de que las m uestras de h ierro extraídas de su m ena m ediante algún huevo proceso se d ilatarán al ser calentadas, al igual que cualquier o tro hierro, tendría poca im portancia. El falsacionista desea rechazar las hipótesis ad h o c y esti­ m ular la propuesta de hipótesis audaces como m ejoras po­ tenciales de las teorías j falsadas. E stas hipótesis audaces conducirán a predicciones nuevas y com probables, que no se siguen de la teoría original falsada. Sin em bargo, aunque el hecho de que ello conduzca a la posibilidad de nuevas pruebas haga digna de (investigación a u n a hipótesis, no figurará com o u n a m ejopa de la teoría p roblem ática para cuya sustitución h a sido fdeada h asta que haya su p erad o al menos algunas de esas pruebas. E sto equivale a decir que antes de que se pueda co n sid erar que es u n su stitu to ade­ cuado de u n a teoría, falsatia, u na teoría recién y audazm ente propuesta debe efectuar algunas nuevas predicciones que queden confirm adas. M uchas especulaciones descabelladas e im prudentes no superarán las pruebas p osteriores y, en consecuencia, no se las estim ará com o contribuciones al desarrollo del conocim iento científico. La ocasional espccu* Inción deKCAbúllttdn c im prudente que conduzca u una nueva e im probable predicción,, que no o b stan te queda confirm ada por la observación o la experim entación, q uedará p o r ello establecida como un mondento culm inante en la h isto ria del desarrollo científico. Las ¡confirmaciones de nuevas predic­ ciones resultantes de co n jetu ras audaces áon muy im portan­ tes en la concepción falsacionista del desarrollo científico.

IV.

AUDACIA, NOVEDAD Y CONOCIMIENTO BASICO

Es necesario decir algo m4s acerca de los adjetivos «audaz» y «nuevo» tal y com o se aplican a las hipótesis y a las pre­ dicciones respectivam ente! Ambas son nociones histórica­ m ente relativas. Lo que se clasifica como co n jetu ra audaz en una etapa de la histo ria de la ciencia no tiene p o r qué ser audaz en o tra etapa posterior. Cuando Maxwell propuso su «teoría dinám ica del cam po electrom agnético» en 1864,





ción gravitatoria entre dos cuerpos depende de sus tem ­ p eratu ras, falsando en e! proceso la teoría de N ewton, habré realizado una ap o rtq p ó n im portante al conocim iento cientí­ fico. La teoría de Newtori de la gravitación y algunas de sus lim itaciones form an p arte del conocim iento básico actual, m ientras que no sucede así con la dependencia de la atrac­ ción gravitatoria de la tem p eratu ra. He aquí u n ejem plo adicional en apoyo de l a !perspectiva histórica que los falsa­ cionistas introducen en la confirmación^ H ertz confirm ó la teoría de Maxwell cuando detectó las prim eras ondas de radio. Yo tam bién confirm o la teoría de Maxwell siem pre que escucho la radio. La situación lógica es sim ilar en los dos casos. En cada uno, la teoría predicó que se deben de­ tectar ondas de radio y, en cada uno, el; éxito de su detec­ ción presta un apoyo iijductivo a la teoría. No obstante, Hertz es justam en te famoso p o r la confirm ación que con­ siguió, m ientras que mis |frecuentes confirm aciones son ju s­ tam ente ignoradas en uri contexto científico. H ertz dio un im portante paso adelante. Cuando escucho la radio sólo paso el tiem po. El contexto histórico es el que establece la diferencia. LECTURAS COMPLEMENTARIAS

Ya nos hemos referido a [os escritos de Popper como lectura pertinente para el falsacionismo. Especialmente pertinentes para el análisis del desarrolló jde la ciencia son Conjectures and refutations (Londres, Routjedgé and Kegan Paul, 1969), capítu­ lo 10, y Objective knowledge (Oxford, Oxford University Press, 1972), capítulos 5 y 7. Feyerabend ha contribuido a] programa falsacionista más sofisticado. Véase, por ejemplo, su artículo «Explariation. Yeduction and empiricism» en Scientific expíanation, space and timé, Minnesota studies in the philósophy of sctence, vol. 3, compilado por H. Feigl y G. Maxwell (Miñneapolis, University of Minnesota Press, 1962), pp. 27-97 y «Problems of empirícism» en Beyond the edge of ceríúinty, compilado por R. Colodny (Nueva Yorlc, Prentice Hall, 1965), pp. 45-260. I. La­ katos analiza diversas etapas del desarrollo del programa falsa­ cionista y su relación con el programa inductivistá en «Falsification and the methodology of scientific research programmes» en Criticism and the growth of knowledgc, compilado por I.




6. LAS LIMITACIONES DEL FALSACIONISMO

I.

LA DEPENDENCIA DE LA OBSERVACION DE LA TEORIA Y LA FALIBILIDAD DE LAS FALSACIONES

El falsacionista ingenuo insiste en que la actividad científica debe dedicarse a in ten tar falsar las teorías estableciendo la verdad de los enunciados observacionales que son incom pa­ tibles con ellas. Los falsaciónistas m ás sofisticados se dán cuenta de la insuficiencia de e sto y reconocen la im portancia del papel que desem peña la confirm ación de las teorías es­ peculativas, así com o la falsación de las bien establecidas. Una cosa que am bos tipos de falsaciónistas poseén en com ún, sin em bargo, es que hay una im p o rtan te diferencia cualita­ tiva en el estatus de las confirm aciones y de las falsaciones. Las teorías se pueden falsar de m anera concluyente a la luz de las pruebas adecuadas, m ientras que nunca se pueden establece? como verdaderas o incluso com o probablem ente verdaderas sean cuales fueren las pruebas. La aceptación de ¡a teoría siem pre es provisional. El rechazo de la teoría puede ser concluyente. E ste es el factor que hace a los falsaciónistas acreedores a su nom bre. j Las afirm aciones del falsacionista se ven seriam ente con* tradichas p o r el hecho de que los enunciados Observacionales dependen de la teo ría y son falibles. Eso se puede ver inm e­ diatam ente cuando se recuerda la cuestión lógica que in­ vocan los falsaciónistas en apoyo de su causa. Si se dan enunciados observacionales verdaderos, entonces es posible deducid de ellos lógicam ente la falsedad de algunos enunciados universales, m ientras que no es posible deducir de ellos la verdad de ningún enunciado universal. Ésta no es una cuestión universal, sino una cuestión condici onal basada en el supuesto de que existen enunciados obser /acionales co ru­ pletamente seguros. Pero» como se m antenía in el capítulo 3,


no 1c son. Todos los enunciados observacionales son falibles. En consecuencia, si un enunciado universal o un grupo de enunciados universales que constituyen una teoría o "parte de una teoría choca con algún enunciado observacional, puede ser que sea el enunciado observacional el que esté equivoca* do. No hay nada en la lógica de la situación que exija que siem pre haya d e ser la teoría la rechazada en caso dé un cho­ que con la observación. Se podría rechazar un enunciado ob­ servacional falible y co n serv arla teoría falible con la que cho­ ca. Hslo fue precisam ente lo que sucedió cuando se Conservó la teoría de Copera ico y se rechazó la observación, realizada a simple vista, de que Venus no varía apreciablem ente de tam año a lo largo del año, la cual es incom patible con la teoría copernicana. Tam bién es lo que sucede cuándo se conservan las m odernas descripciones de la trayectoria de la luna y se considera que los enunciados observacionales referentes al hecho de que la luna es m ucho mayoi*!cuando está cerca del horizonte que cuando está en lo a lto cjel ciclo son resultado de una ilusión, incluso en el caso de qi}e no se com prenda bien la causa de la ilusión. La cicncia está llena de ejem plos de rechazo de enunciados observacionales y con­ servación de las teorías con las que chocan. P or m uy segura­ mente basado en la observación que piicda parecer que está un enunciado, no se puede excluir la posibilidad de que los nuevos adelantos teóricos revelen insuficiencias en esc enun­ ciado. En consecuencia, no se pueden conseguir fálsaciones de teorías que sean concluyentes y simples.

11.

I.A INADECUADA DF.FHNSA DE POPPER

Popper era consciente del problem a analizado _en¿ la sec­ ción i va en la época en que se publicó p o r prim era vez la edición alem ana de su libro The logic o f scientific dts* covery, en 1934. En el capítulo 5 de ese libro, .titulado «El problem a de la base em pírica», exponía una concepción de la observación y de los enunciados observacionales que tenia en cuenla el hecho de que los enunciados observa* cionales i nía libios no se dan directam ente a través de las percepciones sensoriales. En esta sección resum iré en pri-



lidad de las lunas de Jú p ite r argum entando que si las lunas Fueran aberraciones, tam bién aparecerían lunas cerca de los o tro s planetas. El débate público continuó y, en este caso particular, cuando sé perfeccionaron los telescopios y la teoría óptica, los enunciados observacionales referentes a las lunas de Jú p ite r sobrevivieron a todas las críticas dirigidas contra ellos. La m ayor p arte de los científicos de­ cidieron aceptar, finalm ente el enunciado. P or el contrario, el enunciado de K epler sobre la form a y el color de M arte no sobrevivió a las críticas y a las pruebas. P ro n to se deci­ dió rechazar el enunciado. La esencia de la postuna de P opper solare los enunciados observacionales es que su aceptabilidad se m ide p o r su capacidad para sobrevivir a las pruebas. Los que no supe­ ran las pruebas subsiguientes son rechazados, m ientras que los que pasan todas las pruebas a las que son som etidos son conservados de modo, provisional. En su p rim era obra al menos» Popper subraya el papel de las decisiones que hacen los individuos y losj grupos de individuos para acep­ ta r o rechazar lo que he ¡denominado enunciados observa­ cionales 4 a ios que Popper se refiere como «enunciados básicos». Asi, p o r ejem plo ,1escribe: «Los enunciados básicos se aceptan como resultado de una decisión o acuerdo y en esa m edida son convenciones» l; y añade: Cualquier enunciado científico empírico puede ser presentado (describiendo disposiciones experimentales, etc.) de tal modo que cualquiera que haya aprendido la técnica necesaria pueda comprobarlo. Si, como resultado, rechaza el enunciado, no nos satisfará si nos habla de sus sentimientos de duda o de sus sentimientos de convicción don respecto a sus percepciones. Lo que debe hacer es formular una afirmación que contradiga la nuestra y damos instrucciones para comprobarla. Si no lo hace solamente podemos pedirle que eche otra mirada, quizás más cuidados?, a nuestro experimento y reflexione de nuevo3. El hincapié de Popper en las decisiones conscientes de los individuos introduce un elem ento subjetivo que choca en 1 K. R. Popper, The logic of scientific discovery, Londres, Hutchinson, 1968, p. 106. 1 Ibid.. p. 99.





aceptadas, i, y calcula, con su ayuda, la trayectoria de un pe­ queño planeta recientemente descubierto, p. Pero el planeta se desvía de la trayectoria calculada. ¿Considera nuestro físico newtoniano que la teoría de Newton hace imposible tal desvía* ción y por lo tanto que, una vez establecida, refuta la teoría n ? No; sugiere que debe haber un planeta hasta ahora descono­ cido, p', que perturba la trayectoria de p. Calcula la masa, la órbita, etc., de este planeta hipotético y luego le pide a un astrónomo experimental que compruebe su hipótesis. El planeta p' es tan pequeño que posib emente ni los mayores telescopios disponibles lo pueden observar: el astrónomo 1experimental soli­ cita una beca de investigación para construir; uno'mayor. A los tres años está listo el nuevo telescopio. Si se descubriera el planeta desconocido //, se le saludaría como una nueva victoria de la ciencia newtoniana. Pero no es así. ¿Abandona nuestro científico la teoría de Newton y su idea del planeta perturbador? No. Sugiere que una nube dé polvo cósmico nos oculta el pía* neta. Calcula la situación y las propiedades de esta nube y pide una beca de investigación para enviar ún satélite que compruebe sus cálculos; Si los instrumentos del satélite (que posiblemente son nuevos, y se basan en una teoría poco comprobada) regis­ traran la existencia de la hipotética nube, el resultado sería saludado como una sobresaliente victoria de la ciencia newto­ niana. ?ero no se encuentra la nube. ¿Abandona nuestro cientí­ fico la teoiría newtoniana junto con la idea ael planeta pertur­ bador y la idea de la nube que lo oculta? No. Sugiere que en esa región del universo hay un campo magnético que perturba los instrumentos del satélite. Se envía un nuevo satélite. Si se encontrara el campo magnético, los newtonianos celebrarían una victoria sensacional. Pero no es así. ¿Se considera esto una refu­ tación de la ciencia newtoniana? No. 0 se propone otra ingeniosa hipótesis auxiliar o... se entiejrra toda la historia en los polvo* ríen tos volúmenes de las revistas y nunca más se la menciona de nuevo4. Si se considera que esta historia es plausible, m u estra cómo siem pre se puede proteger y n a teoría de la falsación des­ viando la falsación hacia o tra p arte de la com pleja red de supuestos. 4 I. Lakatos, «Falsificaron and the methodology of scientific research programmes», en Critic\sm and the growih of knowtedge, compilado por I. Lakatos y A. Musgrave (Cambridge, Cambridge Uníversity Press, 1974), pp. 100-101.



es de unos 10 * segurjdos. A fortunadam ente, B ohr siguió m anteniendo su teoría a pesar de esta falsación. Un tercer ejem plo ^e refiere a la teoría cinética y tiene la ventaja de que el creador de esa teoría reconoció explí­ citam ente su falsación en sus com ienzos.'C uando Maxwell publicó los prim eros detalles de la teoría cinética de los gases en 1859, en ese m ism o artículo reconoció q ue las me­ diciones realizadas en el calo r específico de los gases falsaban la teoría*. Dieciocho años después, al com entar las consecuencias de la teoría cinética escribió: . . - ' I■ Sin duda algunas de ellas' son muy satisfactorias para nosotros en el estado actual de la opinión sobre la constitución dé los cuerpos, pero hay otras que es muy probable que nos hagan perder nuestra complacencia y quizás en último término nos hagan abandonar las hipótesis en las que hemos encontrado refugio hasta ahora contra esa ignorancia profundamente cons­ ciente que constituye el preludio de todo, auténtico ¿vanee en el conocimiento V Todos los progresos im portantes de la> teoría cinética tu­ vieron lugar después d e esta falsación; De nuevo, es una suerte que no se abandonara la teoría a la vista de las falsa­ ciones por las mediciones del calo r específico de ios gases, cosa en la que se habría visto obligado a in sistir el falsacio­ nista ingenuo. En la sección siguiente se esbozará con m ás detalle un cuarto ejem plo, el de la revolución eopernicana. E ste ejem­ plo pondrá de m anifiesto las díficüttádes que se le presentan al falsacionista cuando se to n iá 'é n cuenta la com plejidad de los cam bios teóricos im p o ftin tes. El ejem plo p rep arará tam bién el terreno para analizar algunos intentos m ás re­ cientes y m ás adecuados de describir la esencia de la ciencia y sus m étodos. ■ J. C. Maxwell, «Illustrations of the dynamical theory of gases», leído ante la British Association en 1859 y recogido en The scientific papers of James Clerk Maxweít, 2 vols., compilados por W. D. Ñíven (Nueva York, Dover, 1965), voí. r, pp. 377-409.'Véase especialmente, el párrafo final del artículo, j T J. C. Maxwell, «The kinetic theory of gases», Nature, 16, 1877, páginas 245*46.





consideracúmes- a stro n w m ca s. h a s sido qnescsonadlDs ante** riorm ente en este librex Iipplican la awse¿!j£rfa de p aralaje e a las posiciones observadas de la> estrellas y en él hecho de que ni M arte m V en ís cam b ias a sim ple v ista de tar maño de m odo aprcciabte en el tran scu rso del año. Debido a los argum entos que h e m encionado y a otros sem ejantes, los partid ario s de la teoría copem icana se en­ fren taro n a serias dificultades. El propio C opém ico estaba m uy inm erso en la m etafísica aristotélica y no ten ía res* puestas adecuadas. En vista de la fuerza de la argum entación en c o n tra de Copém ico, cabría preguntarse exactam ente qué se d ijo en favor de la teoría copem icana en 1543. La respuesta es: «no mucho». El principal atractivo de la teoríá copem icana resi­ día eh la ingeniosa m anera en que explicaba u na serie de rasgos del m ovim iento planetario que en fa teoría rival tole­ m aica sólo se podían explicar de un m odp artificial y poco atractivo. Los rasgos son el m ovim iento retró g rad o de los planetas y el hecho de que, a diferencia de los dem ás plane­ tas, M ercurio y Venus siem pre perm anecen cerca del sol. A intervalos regulares, los planetas retrogradan, esto es, cesan en su m ovim iento hacia el oeste en tre las estrellas (tal y com o se ve desde la tierra) y d u ran te un breve período desandan su cam ino hacia el este antes- de co n tin u ar su cam ino de nuevo hacia el oeste. En el sistem a tolemaico, el m ovim iento retrógrado se explicaba m ediante la m aniobra un tanto ad hoc de añ ad ir epiciclos especialm ente ideados con este propósito. En el sistem a copem icano no se nece­ sita tal m ovim iento artificial. El m ovim iento retrógrado es una consecuencia n atu ral del hecho de que la tierra y los . planetas giran alred ed o r del sol co ntra el fondo de las estrellas fijas. Observaciones sim ilares se aplican al proble­ m a de la proxim idad constante del sol, M ercurio y Venus. E ste hecho es una consecuencia n atu ral del sistem a coper* nicano una vez que se establece que las órb itas de M ercurio y Venus son internas a la d t la tierra. En el sistem a tole­ maico, las ó rb itas del sol, M ercurio y Venus se han de unir artificialm ente para lograr el resultado requerido. . Así pues, habla algunas características m atem áticas de la teoría copem icana que estaban a su faupr. A parte de eso,













m ejor a m edida que se especificaban de m odo m ás claro las relaciones en tre el cam po eléctrico y o tras cantidades electrom agnéticas. Úna vez que Maxwell hubo introducido su corriente de desplazar liento, fue posible d ar m ayor cohe­ rencia a la teoría en la form a de las ecuaciones de Maxwell, que establecían claram ente la interrelación existente entre todas las cantidades del cam po electrom agnético. Fue en esta etapa cuando el significado de «campo eléctrico» en la teoría electrom agnética clásica alcanzó un alto grado de cíaridad y precisión. Tam bién fue en esta etap a cuando se concedió independencia propia a los cam pos y se prescindió del éter, que había sido considerado necesario p a ra propor­ cionar una base m ecánica a los cam pos. H asta ahora hem os m encionado dos razones p o r las cua­ les hay que considerar a las teorías como estru ctu ras orga­ nizadas de algún tipo: el hecho de que el estudio histórico m uestra que las teorías poseen esa característica y el hecho de que los conceptos solam ente adquieren un significado preciso m ediante una teoría coherentem ente estru ctu rad a. Una tercera razón surge de la necesidad de desarrollo por parte de la ciencia. Es evidente que la ciencia avanzará de m odo m ás eficaz si las teorías están estru ctu rad as de ma­ nera que contengan en ellas prescripciones e indicaciones muy claras con respecto a cóm o se deben d esarro llar y am ­ pliar. Deben ser estru ctu ras sin lím ites que ofrezcan un programa de investigación! La m ecánica de N ew ton propor­ cionó un program a de esjta clase a los físicos de los si­ glos x v n i y xix, un program a p ara explicar todo el m undo físico en térm inos de sistem as m ecánicos que conllevan di­ versas fuerzas y están regidos p o r las leyes new tonianas del movimiento. Se podría co m p arar este program a coherente con la sociología moderna^ gran p a rte de la cual se ocupa lo suficiente de datos em píricos como p ara satisfacer los criterios falsaciónistas, cuando no inductivistas, d e buena ciencia y que, no obstante,! no consigue em ular el éxito de la física. Siguiendo a Lakatos, creo que lá diferencia crucial reside en la coherencia relativa de las dos teorías. Las mo­ dernas teorías sociológicas! no ofrecen un p rogram a cohe­ rente que guíe la fu tu ra investigación.





jores técnicas de observación astronóm ica y teorías adecúadas que rigieran la utilización de los diversos in stru m en to s/ Lakatos puso como ejem plo de la noción de heurística positiva la historia del desarrollo inicial, p o r p arte de New* ton, de su teoría g rav itato ria4. New ton llegó en p rim er lugar a la ley de la atracción de los cuadrados* inversos conside­ rando el m ovim iento elíptico de un punto-planeta alrededor de un punto-sol inmóvil. ¡Era evidente que si se había de aplicar en la práctica la teoría gravitatoria al movim iento planetario, sería necesario d esarro llar el programa transfor­ m ando este modelo idealjzado en otro m ás realista. Pero esc desarrollo suponía la solución de los problem as teóricos, que no se iba a lograr sin un considerable trab a jo teórico. El propio N ewton, enfrentado con un program a definido, esto es, guiado p o r una heurística positiva, hizo notables progresos. E n prim er lugar, tuvo en cuenta el hecho de que tan to ún sol com o un planeta se mueven b ajo el influjo de su atracción m utua. Después tuvo en cuenta el tam año fi­ nito de los planetas y les trató como si fueran esferas. Después de resolver el problem a m atem ático que planteaba ese m ovim iento, Newton procedió a considerar o tra s com­ plicaciones tales como las] introducidas p p r la posibilidad de que u n planeta pueda g irar y el hecho de que existan fuerzas gravitatorías entre ¡los planetas así como en tre cada planeta y el sol. Cuando Néw ton había llegado a este punto del program a, siguiendo el cam ino que lé había parecido m ás o m enos necesario dejsde el comienzo, empezó a ocu­ parse de la confrontación én tre su teoría y la observación. Cuando vio que la confrontación nó cuadraba, lo que hizo fue pasar a considerar planjetas no esféricos, etc. Surgió así un program a experim entalj b astan te definido, así com o el program a, teórico contenido en la heurística positiva. Di­ cho program a incluía el desarrollo de telescopios m ás pre­ cisos, ju n to con las teoría|s auxiliares necesarias p a ra su utilización en la astronom í^, tales como aquéllas que pro­ porcionan los medios adecuados p ara ten er en cuenta la refracción de la luz en la íim ó sfe ra terrestre. La form ula­ ción inicial del program a de Newton tam bién conllevaba la 4 Ibitl., pp. 14546.





plantea un sen o problem'a al falsacionista que confía en un m étodo general de conjeturas y refutaciones. Para él, la inca' pacidad de localizar la fuente del problem a da com o resul­ tado un caos am etódico. La concepción lakatosiana de la ciencia está lo suficientem ente e stru ctu rad a como p a ra evitar esa consecuencia. Se m antiene el orden gracias a la inviola­ bilidad del núcleo central de un program a y a la heurística positiva que lo acom pasa. La proliferación de conjeturas ingeniosas d e n tro dé ese m arco le llevará a p ro g resar siem­ pre que alguna de Ias predicciones resultantes de las conjetu­ ras ingeniosas tengan éxito de vez en cuando. Los resultados de las com probaciones experim entales s$n los que determ i­ nan de m odo muy sencillo las decisiones de m an ten er o re­ chazar una hipótesis. Las ique sobreviven! a las p ru eb as expe­ rim entales se conservan de m odo provisional y las que nó consiguen sobrevivir se rechazan, aunque dichas decisiones puedan ser reconsideradás a la luz de aljjuna o tra hipótesis ingeniosa, com probable de form a independiente. La relación de la observación con u n a hipótesis qtie se está compro* bando es relativam ente poco problem ática d en tro de un program a de. investigación debido a que el núcleo central y la heurística positiva sirven p ara definip un lenguaje obser­ vacional sum am ente estable. IV.

LA COMPARACION DE LOS PROGRAMAS bE INVESTIGACION

M ientras que den tro de un program a de investigación se pueden d eterm inar los m éritos relativos de hipótesis rivales de un m odo relativam ente sencillo, la com paración de pro­ gram as de investigación rivales es m ás problem ática. £n térm inos generales, los m éritos relativos de los program as de investigación se tienen que ju zg ar p o r la m edida en que dichos program as progresan o degeneran. Un program a que degenera d ará paso a un rival m ás progresista, de igual m anera que la astronom ía tolem aica dio paso finalm ente a la teoría copem icana. Una dificultad im portante de este criterio de aceptación y rechazo de los program as de investigación va unida al factor tiem po. ¿Cuánto tiem po debe p asar hasta q u e se pueda decidir que un program a ha degenerado gravem ente, que es






8. LAS TEORIAS CÓMO ESTRUCTURAS: 2. LOS PARADIGMAS DE KUHN

I.

OBSERVACIONES INICIALES

Existe una segurtda concepción de las teorías científicas como estructuras com plejas de cierto tipo que ha recibido y está recibiendo m pcha atención en los últim os años. Me re­ fiero a la concepción d esarrollada p o r Thom as Kuhn, cuya prim era versión apareció en su o b ra The strucrure o f scientific revotutions, que se publicó inicialm ente en 1962 \ Kuhn comenzó su carrera académ ica como físico y luego centró su ntcnción en ln historio de tn ciencia. Al hnccrlo, descubrió que sus Ideas preconcebidns acerca de la nnturr leza de la ciencia quedaban hechas añicos. Se dio cuenta de que las concepciones tradicionales de la ciencia, ya fueran inductivistas o falsacionistas, no resistían una com paración con las pruebas históricas. P osteriorm ente la teoría de la ciencia de Kuhn se desarrolló como un intento de proporcionar una teoría de la ciencia que estuviera m ás de acuerdo con la situación histórica tal y como él la veía. Un rasgo caracte­ rístico de su teoría es la im portancia atribuida al carácter revolucionario del progreso científico, en la que una revo­ lución supone el abandono de una estru ctu ra teórica y su reemplazo p o r otra, incom patible con la anterior. O tro aspec­ to im portante reside en el im portante papel que desem peñan en la teoría de Kuhn las características sociológicas de las com unidades científicas. • Los enfoques de Lakatos y Kuhn poseen algunas cosas en com ún. Concretam ente, am bos exigen de sus concep­ ciones filosóficas que resistan a las críticas basadas en la historia de la ciencia. La concepción de K uhn es an terio r 1 T. S. Kuhn. The structure of s cien tifie revolutions (Chicago, University of Chicago Press, 1970).


a la m etodología de los program as de investigación ciehtífica de Lakatos y pienso que resulta acertado d ecir que Lakatos adaptó algunos de los resultados de Kuhn a sus propósitos. En este libro hem os presentado en p rim er lu g ar Ja cóncepción de Lakatos porque se ve m ejor como la culm inación del program a popperiano y como una respuesta directa a las lim itaciones del falsacionism o de Popper y un in ten to de superarlas. Las principales diferencias en tre K uhn, p p r un lado, y Popper y Lakatos, p o r otro, estriban en el hincapié que hace el prim ero en los factores sociológicos. El «relativismo» de Kuhn será estudiado y criticado más adelante en este libro. En este capitulo me lim itaré sim ple­ mente a resum ir las opiniones de Kuhn. Se puede resum ir la im agen que tiene K uhn de cómo progresa una ciencia m ediante el siguiente esquem a ab ierto : preciencia-ciencia normal-crisis-revolución-nueva ciencia nor­ mal-nueva crisis La desorganizada y diversa actividad que precede a la for­ mación de una ciencia se estru ctu ra y dirige finalm ente cuando una com unidad científica se adhiere a u n solo 'para* digma. Un paradigm a está constituido p o r los supuesto^ teó­ ricos generales, las leyes y las técnicas p ara su aplicación que adoptan los m iem bros de una determ inada com unidad científica. Los que trab ajan d entro de un paradigm a, yá sea la mecánica new toniana, la óptica ondulatoria, la quím ica analítica o cualquier otro, practican lo que K uhn denohiina ciencia normal. La ciencia norm al articu lará y desarrollará el paradigm a en su intento p o r explicar y acom odar el com­ portam iento de algunos aspectos im portantes del m undo real, tal y como se revelan a través de los resultados 4e la experim entación. Al hacerlo experim entarán inevitablem ente dificultades y se encontrarán con aparentes falsaciones. Si las dificultades de ese tipo se escapan de las m anos, se desarrolla un estado de crisis. La crisis se resuelve cuando surge un paradigm a com pletam ente nuevo que se gana la adhesión de un núm ero de científicos cada vez m ayor, hasta



de investigación lakatosiano. Así, p o r ejem plo, las leyes del m ovim iento de New ton form an p arte del paradigm a newtoniano y las ecuaciones de .Maxwell form an parte del para* digma que constituye la teoría electrom agnética clásica. Los paradigm as tam bién incluirán las m aneras norm ales de apli­ car las leyes fundam entales a los diversos tipos de situa­ ciones. P or ejem plo, el paradigm a new toniano incluirá los métodos p a ra aplicar las leyes de Newton al m ovim iento planetario, a los péndulos, a los choques de las bolas de billar, etc. Tam bién se incluirán en el paradigm a el in stru ­ m ental y las técnicas instrum entales necesarios p a ra hacer qué las leyes del paradigm a se refieran al m undo real. La aplicación en astronom ía del paradigm a new toniano conlleva el uso de diversos tipos acreditados de telescopios, ju n to con técnicas para su utilización y diversas técnicas p ara corregir los datos recopiladas con su ayuda. Un com ponente adicional de los paradigm as lo constituyen algunos principios m etafísicos m uy generales, que guían el trab ajo d en tro del paradigm a. D urante todo el siglo xix, el paradigm a new to­ niano estuvo regido p o r un «supuesto como éste: «Todo el m undo físico se h a de explicar como un sistem a mecánico que actúa b ajo el influjo de diversas fuerzas de acuerdo con los dictados de las leyes del m ovim iento de Newton», y el program a cartesiano del siglo x vn suponía él principio: «No hay vacío y el universo físico es un gran m ecanism o de relojería en el que todas las fuerzas tom an la form a de im­ pulsos». P or últim o, todos los paradigm as contendrán algu­ nas prescripciones m etodológicas m uy generales tales como: «Hay que in ten tar seriam ente com paginar el paradigm a con la naturaleza» o «Hay que tra ta r los intentos fallidos de com paginar el paradigm a con la naturaleza como proble­ m as serios». La ciencia norm al conlleva intentos detallados de articu­ la r un paradigm a con el propósito de com paginarlo m ejor con la naturaleza. Un paradigm a siem pre será lo suficiente­ m ente im preciso y ab ierto cóm o p ara p erm itir que se hagan ese tipo de cosas *. Kuhn describe la ciencia norm al como

1 Véase la noción algo más precisa de heurística positiva de Lakatos.





la confianza en el paradigm a. Se considerará q ue u na ano* m aiía es particularm ente grave si se juzga que afecta a los propios fundam entos de un paradigm a y, no obstante, resiste con vigor a los. intentos de elim inarla p o r p arte de los miem­ b ros de la com unidad científica norm al. Kuhn cita como ejem plo los problem as asociados al é ter y el m ovimiento de la tie rra relativo a él en la teoría electrom agnética de Maxwell, a finales del siglo xrx. Los problem as que los come* tas planteaban al cosm os aristotélico ordenado y lleno de las esferas cristalinas conectadas en tre sí co n stitu irían u n ejem­ plo m enos técnico. Tam bién se considera que las anom alías son serias si son im portantes con relación a alguna necesidad social aprem iánte. Los problem as que ab rum aban a la astro­ nom ía tolem aica eran aprem iantes a la luz de la necesidad de la reform a del calendario en la época de Copérnico. Tam­ bién tendrá que ver con) la seriedad de u n a anom alía la cantidad de tiem po que résista a los intentos de elim inarla. El núm ero de anom alías jserias es o tro fa c to r q u e influye en el com ienzo de u n a crisis. Según K uhn, analizar las características de u n período dé crisis en la ciencia exige tan to la com petencia de un psicólogo com o la de un histo riad o r. C uaádo se llega a con­ siderar que las anom alías plantean al paradigm a serios pro­ blem as, com ienza un período de «inseguridad profesional m arcada»*. Los intentos p p r resolver el problem a se hacen cada vez m ás radicales y progresivam ente se van debilitando las reglas establecidas p o r él paradigm a para solucionar pro­ blemas. Los científicos norm ales com ienzan a en tab lar discu­ siones m etafísicas y filosóficas y tratan , de defender sus innovaciones, de estatu s dudoso desde el punto de vista del paradigm a, con argum entos filosóficos. Los científicos empiezan incluso a expresar abiertam ente su descontento e intranquilidad con respectjo al paradigm a reinante. Kuhn cita la respuesta de Wolfgafng Pauli a lo que éste consideró como una crisis creciente de la física hacia 1924. Un Pauli exasperado confesó a un am igo: «En este m om ento la física se encuentra en u n estado de terrible confusión. De cualquier modo, me resulta dem asiadj) difícil y m e gustaría h a b e r sido * Kuhn, The structure of scientific revolutions, pp. 67-68.





un paradigm a com pite con o tro. No hay un criterio único por el q ue un científico; pueda ju zg ar el m érito o porvenir de un paradigm a y, adem ás, ios defensores de los program as rivales suscribirán distintos conjuntos de norm as e incluso verán el m undo de distipta m anera y lo describirán en dis­ tinto lenguaje. El propósito de los argum entos y discusiones entre defensores de paradigm as rivales debe ser p ersu ad ir y no coaccionar. Creo que lo que he resum ido en este párrafo es lo que hay detrás de la afirm ación lcuhniana de que los paradigm as rivales son «inconm ensurables». Una revolución científica corresponde al abandono de un paradigm a y a la adopción de o tro nuevo, no p o r parte de un científico aislad? sino p o r p arte de la com uni­ dad científica en su toialidad. A m edida que se convier­ ten m ás científicos, p o r diversas razones, al paradigm a, hay un «crccicnte cam bio en la distribución d e las ad­ hesiones profesionales»*. Para que ja révolución tenga éxi­ to, este cam bio ha de extenderse hasta incluir a la ma* yoría de los m iem bros de la com unidad científica, quedando sólo unos cuantos disidentes, los cuales serán exclui­ dos de la nueva com unidad científica y tal vez se refugiarán en un departam ento de filosofía. De cualquier m odo, final­ m ente se extinguirán.

iv.

i.a r r \ c i c w or. i .a c u I n c i a n o r m a l

y

la s

r ev o lu cio n es

Algunos aspectos de los [escritos de Kuhn podrían d a r la im presión de que su concepción de lrt naturaleza de la ciencia es puram ente descriptiva, esto c$. que lo único que prelende es describir las, teorías científicas o paradigm as y la actividad de los científicos. Si este fuera el caso, enton­ ces la concepción científica de Kuhn tendría poco valor como teoría de la ciencia. Una supuesta; teoría de la cien­ cia basada solam ente en la descripción {estaría expuesta a algunas de las objeciones^ esgrim idas contra la concepción inductivista ingenua de córtto se llega a; las teorías cientí-

9 Ibid., p. 158.






9.

RACIONALISMO CONTRA RELATIVISMO

En Jos dos capítulos anteriores he resum ido dos análisis contem poráneos ide la ciencia que difieren en aspectos fun­ dam entales. Lakátos y Kuhn ofrecen distinciones contra­ puestas entre ciléncia y no ciencia o seudociencia. El en­ frentam iento eníre las opiniones de Kuhn. por un lado, y las de Lakalos1', y tam bién de Popper, por-otro, ha dado lugar a un debate sobre dos posturas opuestas, asociadas con los térm inos «racionalismo» y «relativismo», respec­ tivamente. El debate gira en torno a cuestiones tales como la valoración y ja elección de la teoría, y a las form as de dem arcar la ciencia de la no ciencia. En este capítulo defi­ niré prim ero do^. posturas que representan los dos polos del debate, polos.a los que me referiré como racionalism o y relativism o, respectivam ente. Luego procederé a analizar en qué m edida pueden ser legítim am ente descritos Lakatos y Kuhn como racionalistas o relativistas. En la sección final com enzaré sem brando algunas dudas sobre los térm inos en que se ha planteado el debate.

I.

RACIONALISMO

El racionalista radical asegura que haiy un solo criterio, universal c intem poral, por el cual deben ser juzgados los m éritos relativos’ de las teorías rivales. Por ejem plo, un inductivista podría tom ar como criterio universal el grado de apoyo inductivo que recibe una teoría de unos hechos aceptados, m ientras que un falsaciontsta podría basar su criterio en el grado de falsabilidad de teorías no falsadas. Dejando a un iaVlo los detalles de la form ulación del cri­ terio racionalista^ un rasgo im portante de éste es su uni-




la afirm ación de Feyerabend de que es la «conexión interna de todas las partes del sistem a (corpernícano), ju n to con su creencia en la naturaleza básica del. m ovim iento circu­ lar, lo que hace que Copérnico declare real el m ovim iento de la tierra» es u na observación que se aju sta al relati­ vismo con respecto a los individuos *. > Dado q u e para el relativista los criterios p a ra juzgár los m éritos de las teorías dependerán de los valores o inte­ reses del individuo que los sustente, la distinción en tre cien­ cia y no ciencia variará en consecuencia. Así pues, una teoría de las m arcas bas&da en la atracción de la luna era ciencia buena para los new tonianos, pero rozaba el mis­ ticismo ocultista para Ga}iíleo, m ientras que en la sociedad contem poránea la teoría m arxista del cam bio histórico es ciencia buena para unos v propaganda p ara o tro s. Para el relativista radical, la distinción .entre'ciencia y no cien­ cia resulta mucho más arb itra ria y menos im p o rtan te que para el racionalista Un relativista negará que haya una categoría única/ la « cien cia» /in trín secam en te su p erio r a otras form as d e conocim iento, aunque pueda que haya in­ dividuos o grupos que concedan un gran valor a lo que norm alm ente se conoce como ciencia. Si la «ciencia» (el relativista podría sentirse inclinado a poner la p alab ra en­ tre com illas) está muy considerada en nuestra sociedad, esto es algo que debe ser com prendido analizando nuestra sociedad, y no sim plem ente analizando la naturaleza de la ciencia. Teniendo como punto de referencia estas caricatu ras del racionalism o y el relativism o, considerem os a h o ra dónde encajan Lakatos y Kuhn en este cuadro.

i El artículo de Hessen, «The social and economic roots of New­ ton’s Principia*, figura en N. I.| Bu jarin et al., Science at crossroads, Londres. Cass, 1971, pp. 149-2I2Í La cha de Fcyc'rabend está tomada de su Sc('c»tcc »« a frcc soríeíy, ¡Londres, New Lefi Books, 1978. p. 50.





alguna causa externa, tal com o la intervención de un go bierno o un m onopolio industrial. Si un episodio de la his­ toria de la ciencia no se a ju sta a la metodología de Lakatos y no se puede encontrar ríinguna explicación externa, res­ paldada p or datos independientes, esto *constituí ría una prueba en contra de la m etodología, especialm ente si una m etodología rival pudiera hacer frente ¿pn m ás éxito al ejemplo histórico. Lakatos ofrece, pues, un criterio universal de racionali­ dad que es conjetural y ha de ser co n trastad o con la histo­ ria de la ciencia. Además, se afirm a que su criterio ha sido contrastado con episodios 'de los últim os ¡.¡doscientos años, aproxim adam ente, de la histo ria de la física con m ás éxito que los criterios rivales que han sido propuestos. Los estu­ dios de casos históricos realizados p o r Lakatos y sus segui­ dores respaldan ciertam ente en alguna m edida esta últim a afirm ación. •{ Algunas de las observaciones de LakaÉos sugieren que su criterio de racionalidad pretendía guiar la elección de teoría. E sto es lo que sugieren las frases citadas an terio r­ m ente en esta sección, que indican que l& katos esperaba dar reglas p ara elim inar los program as dé investigación y detener la contam inación intelectual. Sin em bargo, pese a observaciones como éstas, la metodología de Lakatos no es capaz de dar consejos a los científicos, y Lakatos lo reco­ noció ”. En especial, el hecho de que los científicos adop­ ten los program as progresistas y abandonen los degenera­ dores no es una consecuencia de la metodología de Lakatos. Siem pre es posible que un p rogram a degenerador haga de nuevo su aparición en escepa. «Sólo se puede ser "sabio" «Por supuesto, no prescribo al científico Ib que debe tratar de hacer en una situación caracterizada por dos programas de in­ vestigación progresistas rivales... Pero una vez lo¿hayan hecho, pue­ do juzgar: puedo decir si han hecho o no progresos. Lo que no puedo —ni deseo— es aconsejarles acerca de qué es exactamente lo que debería preocuparles y en qué dirección deberían buscar el progreso.» I. Lakatos. «Repites to critics», en Boston studies in the philosophy of Science, vol. 8. R. Buck y R. S. Cohén, comps., Dordrccht. Reidel Publishing Co., 1971, p. 178, subrayado en el original.





punto de vista del siglo xx, se puede ap reciar que los com* puestos que se encuentran en la naturaleza contienen lo que, desde el pun to de vista de la quím ica teórica, es una mezcla arb itra ria y teóricam ente poco interesante de isó­ topos, de form a que, como observa F. Soddy, el .trabajoso esfuerzo de los quím icos del siglo xix «parece algo de tan poco ínteres y significado como la determ inación del peso medio de una colección de botellas, algunas de ellas llenas y otras m ás o menos vacias» *\ Aunque Kuhn m antiene que la ciencia progresa en algún sentido, es muy poco am biguo cuando rechaza que se pue­ da decir que progresa hacia la verdad en un sentido bien definido. En el capítulo 13 trataré de explicar por qué estoy de acuerdo con él en este punto. En la cuestión de la elección de teoría, Kuhn insiste en que no hay criterios de elección quc; sean lógicamente vinculantes. «No hay un algoritm o neutral para elegir una teoria, ni un procedim iento de decisión sistem ático que, debidam ente aplicado, deba llevar a cada individuo del grupo a la mism a decisión» D entro áe una com unidad científica existirán valores sancionados ipor la com unidad que guien la elección de cada científico, incluyendo la exac­ titud, el alcance, la sencillez, la fecundidad, etc. Los cientí­ ficos que sustenten estos valores podrán hacer elecciones diferentes en la misma situación concreta. Esto se debe a que pueden a trib u ir diferente im portancia a los diversos valores, y tam bién pueden aplicar el mismo criterio de form a diferente en la m ism a situación Concreta. Para Kuhn. el hecho d e que un carneo pueda ser o no calificado como ciencia depende de que Ée ajuste o no a la concepción de ciencia ofrecida en The ktru ctu re o f scien­ tific revolutions. El rasgo más im portante de un cam po de estudio con respecto a la distinción entre ciencia y no cien­ cia, afirm a Kuhn, es la m edida en que este cam po es capaz de respaldar una tradición científica norm al. En palabras Jt Citado por Laicatos en Lakatos y Musgrave. 1974. p. 140. 27 The structure of scientific revolutions, p. 200.






10.

OBJETIVISMO

En la form a en que u s a ré el térm ino, el [ objetivism o con respecto al conocim iento hum ano es una concepción que hace hincapié en que los datos dei conocimiento, desde las proposiciones sim ples a las teorías com plejas, tienen p ro ­ piedades y características que trascienden las creencias y ios estados de conciencia de los individuos que las conci­ ben y las contem plan. (E staría en consonancia con la pos­ tura objeti vista señalar que la m ism a concepción del obje­ tivismo que estoy presentando en este capítulo puede te­ ner contradicciones o llevaj* a consecuencias de las que no soy consciente y que no vería con agrado.) £1 objetivism o se opone a una concepción que llam aré individualism o, según la cual el conocim iento se entiende en térm inos de las creencias sustentadas p o r los individuos. P ara aclarar qué im plica el objetivism o, será conveniente decir prim ero algo sobre el individualism o y luego com pararlo con el objetivism o.

I.

INDIVIDUALISMO

Desde el punto de vista individualista, el conocim iento se entiende como u n conjunto especial de creencias que son sustentadas por los individuos y residen en sus m entes o cerebros. Esta concepción es respaldada p o r el uso com ún. Si digo: «Conozco la fecha en que escribí este párrafo en concreto, y tú no», me estoy refiriendo a algo que figura entre mis creencias y que en cierto sentido reside en mi mente o cerebro, pero no figura entre tus creencias y está ausente de tu m ente o cerébro. Si pregunto: «¿Conoces la prim éra ley del movimiento de Newton?», estoy plantean-




162

Alan b\ Chalmers f ju stificar el conocim iento geom étrico, de acu erd é con el ideal racionalista. £1 prim ero de los racional islas* clásicos m odernos del tipo que he ap untado aquí fue Dcscjartcs. P ara un em pirista clásico, los verdaderos fundam entos del conocim iento son accesibles a los individuos p o r medio de los sentidos. Los einpiristas presum en que los individuos pueden establecer que ciertos enunciados son verdaderos enfrentándose al m undo a través de sus sentidos. Los enun* ciados así establecidos constituyen los fundam entos sobre los cuales se ha de co n stru ir el nuevo conocim iento me* díam e algún tipo de inferencia inductiva. John Locke fue uno de los prim eros em piristas m odernos. La concepción inductivistá de la ciencia esbozada en el capítulo 1 de este libro repfesenta úna m arca del em pirism o.

II.

OBJETIVISMO

£1 individuo que nace en este m undo nace en u ii mundo en el que ya existen m uchos conocim ientos. El que aspire a convertirse en un físico, ten d rá que en fren tarse a^un con­ ju n to de conocim ientos que representa el estad o actual de desarrollo de la física, con buena p arte del cual necesitará estar fam iliarizado si quiere hacer una contribución al cam­ po. El objetivista da prioridad, en su análisis del conoci­ miento, a las características de los elem entos o conjuntos de conocim ientos con que se enfrentan los individuos, in* dependientem ente de las actitudes, creencias u o tro s esta* dos subjetivos de esos individuos. En térm inos generales, el conocim iento es tratad o como algo que está fuera, y no dentro, de las m entes ó cerebros de los individuos. La postura objetivista puede ser ilu strad a haciendo re* ferencia a proposiciones muy sencillas. En un lenguaje dado, las proposiciones tienen propiedades sean q. no los individuos conscientes de ellas, lo crean o no. P or ejemplo, la proposición «Mi gato y yo vivimos en una casa donde no hay ningún animal» tiene la propiedad de ser: contra­ dictoria, m ientras que las proposiciones «Tengo un gato»





supuestam ente subyacía a las cantidades ¡de cam po e inves­ tigando y concentrándose en las propiedades de los cam­ pos tal y com o se interrelacionaban m ediante las ecuacio­ nes de Maxwell. Este cam ino resultó muy fructífero y final­ m ente condujo a la teorjía de la relatividad especial de Einstein. Lo que hay que Subrayar aquí es que el program a que en realidad perseguían Lorentz, H ertz y otros ya estaba presente en los escritos de Maxwell en form a de u n a posi­ bilidad objetivam ente existente, posibilidad que no capta­ ron plenam ente los maxwellianos pero sí 'Lorentz. Popper h& establecido ijna analogía entre las situaciones problem áticas que existen objetivam ente en la ciencia y un nidal de su ja rd ín . El n id il representa u na situación pro­ blem ática que existe de m m era objetiva y una posibilidad para los pájaros. Un día puede que algunos p ájaro s capten la posibilidad, resuelvan el ¡problema y utilicen el nidal para co n stru ir un nido. El problem a y la posibilidad existen para los pájaros, respondan a ellos o no. De m anera sim i­ lar, las situaciones problem áticas existen dentro de la es­ tru ctu ra teórica de una ciencia, sean o no apreciadas y aprovechadas por los científicos. El hecho de que las situa­ ciones problem áticas proporcionen posibilidades objetivas ayuda a explicar los m uchos ejem plos de-descubrim ientos sim ultáneos habidos en la ciencia, tales como el «descubri­ miento», sim ultáneo de la ley de la conservación de la ener­ gía por diversos investigadores independientes en tre sí a finales de la década de 1840. Cuando traten de cuestiones referentes al estatu to de una teoría o un pro g ram a de in­ vestigación, los objetivos cientrarán, pues,; su atención en los rasgos de esas teorías o p rogram as, más que en las creen* cias, los sentim ientos u o tras actitudes de los individuos o grupos que trab a jan en ellos. Se preocuparán, p o r ejem ­ plo. por la relación en tre lá. teoría de New ion y la de Gali­ leo, y se interesarán de form a especial en d em o strar en qué sentido se puede decir; que la primeria es un avance sobre la segunda. No se preocuparán p o r cuestiones rela­ cionadas con las actitudes de Galileo o Newton hacia sus teorías. Que Galileo creyera io nó firm em ente en la verdad de sus teorías no será de fundam ental im portancia para





la ciencia. Habló del «dejsfase en tre el conocim iento obje­ tivo y sus reflejos distorsionados en las m entes de los indi­ viduos » 1 y en un pasaje m ás largo observó: ... Una teoría puede ser séudocien tífica aun cuando sea emi­ nentemente «plausible» y todo el mundo cíea eo ella, y puede ser científicamente válida jaunque sea increíble y nadie crea en ella. Una teoría puede incluso tener un gran valor científico aunque nadie la entienda y mucho menos ¿rea en ella. El valor cognoscitivo dé una teoría no tiene nada que ver con su influencia psicológica en la mente de la gente. Las creen­ cias, los compromisos, el entendimiento son estados de la men­ te humana... Pero el valor científico, objetivo, de una teoría... es independiente de la m$nte humana quje la crea o la en­ tiende’. Lakatos insistía en que éra esenciál ad o p tar una p ostura objetivista al escribir la Historia del desarrollo interno de una ciencia. «Un h isto riad o r popperiano>no tendrá qu& to­ m arse ningún interés p o r las personas im plicadas o p o r sus creencias en sus propias actividades» ,Q. P or consiguiente, una historia del desarrollo interno de una ciencia será «la historia de la ciencia incorpórea» En cierto sentido el m aterialism o histórico, la teoría de la sociedad y del cam bio ¡social iniciada ¿ o r Karl Marx, es una teoría objetivista en la que el enfoque objetivista que he descrito refiriéndom e al conocim iento se aplica a la so­ ciedad en su conjunto. El objetivism o de 1 Marx es evidente en su conocida observación: «No es la conciencia del hom ­ b re lo que determ ina su ser, sino, p o r el contrario, es su 1 I. Lakatos, «Hislory of¡ science and íts ralional reconstructions», en Boston Studies in the Philosophy of Science, vol. 8, R. C. Buck y R. S. Cohcn, comps., Dordrccht. Rcidcí Publ. Co., 1971, p. 99. • * J. Worrail y G. Currie, comps., tmre Lakatos. Philosophical papers. Volume l: The methodology of scientific rcsearch programmes. Cambridge. Cambridge University Press, 1978, p. 1, subrayado en el original. ,D Lakatos, «H istory of scicncc and Íts rational rcconstructions», página 127, subrayado en el original.

» Ibid.. p. 105.





vestigación 'o «plan ¿preconcebido »*4 que lo s «científicos eli­ gen adoptar. «La ¡heurística positiva del program a determ i­ na qué problem a .elige racionalm ente el científico que tr a ­ b aja en ¡un poderoso iprograína de investigación»J. Una cuestión <que es im portante aquí es si se supone o no que los científicos son conscientes de las'prescripciones contenidas en la m etodologi:> de L akatos. S I no lo son, en­ tonces es difícil que l a m etodología pueda éxplicar el cam­ bio científico. Sefiálar sim plem ente que se h an producido cambios en la h isto ria de la física de conform idad con la m etodología de los .progran as de investigación científica no es explicar p o r qué se ha; i producido. Sij por- el contrario, se supone que .los científicos .actúan conscientem ente de acuerdo con la m etodólqgía d e L akatos, s e presentan nuevos problem as. E n jjrim e r lugar, es difícil com prender cómo pueden los científicos de los últim os doscientos años h ab er sido conscientes de las prescripciones de u n a ¡meto­ dología que no h a sido diseñada h asta recientem ente. propio Lakatos ha indicado el gran abism o en tre la m eto­ dología que expuso 'Newton] y la que siguió en la prác­ tic a 4. En segundo lugar, la m etodología de ^Lakatos no es adecuada p a ra d ic tar la elección de los ciéntíficos como hem os visto, de acuerdo con sus propias declaraciones de que esta metodología no pretendía d a r consejos a los cien­ tíficos. En tercer lugar, cualquier in ten to de explicar un cam bio de teoría que se base de form a crucial en las deci­ 4 Ibid. ^ 5 Lakatos y Musgrave, 2974, p. 137. 4 I. Lakatos, «Newton’s effet on scientific standards», en Jmre Lakatos. Philosophical papers. Volunte l: The methodotogy of scien­ tific research programmes, Cambridge, Cambridge University Press, 1978, pp. 193-222. «La .confusión, la pobreza de la tteorla del togro científico, de Newton, contrasta .espectacularmente (con la claridad,' la riqueza de su logro científico», p. 220, subrayado en el .originaL Gregory Currie ha puntualizado que las decisiones de los científicos det pasado deben ser explicadas haciendo referencia a cómo eva­ luaban la situación, más qiie en términos de una metodología con­ temporánea, en su «The role of normative assumptions in historical explanation», Philosophy of Science, 47, 1980, pp. 456-73.





si fuera válida, seria ciertam ente dem oledora p a ra m i pos­ tura. H ay dos razones p o r las que no es válida. En prim er lugar, u n a línea de acción vaga no h a de. ser in terp retad a como una oportunidad en jsentido deliberado. Los ejem plos de oportunidad deben se r especificados jple form a precisa en térm inos de las técnicas experim entales, m atem áticas o teóricas que están a disposición de los científicos en una coyuntura histórica determ inada, ju n to con las teorías e hipótesis específicas que constituyen él núcleo cen tral y el cinturón p ro tec to r de un p rogram a en esa' co y u n tu ra y que proporcionan la m ateria p rim a en la que se pueden con­ cen trar las técnicas antes m encionadas. La segunda razón p o r la que debe se r rechazada la objeción (ii) es que el desarrollo, p ara el que debe b rin d a r m uchas oportunidades u n a teoría con un alto grado de fertilid ad ; no es el antiguo desarrollo, sino un desarrollo hacia nuevas predicciones en u n sentido sim ilar al que le da Lakatos. | La objeción (iii) se puede re b a tir dando ejem plos de oportunidades objetivas de desarrollo que de hecho no fue­ ron aprovechadas. La física de A rquím edes brin d ó o p o rtu ­ nidades de desarrollo que perm anecieron ignoradas duran­ te siglos. E n su o b ra so b re el equilibrio ^ los centros de gravedad y sobre la h id ro stática in tro d ü jo técnicas que m uy bien hubieran podido ser am pliadas a o tras áreas y aplicadas a otras m aterias. Por ejem plo, la técnica de for­ m ular los fundam entos de u na teo ría en una form a ideali­ zada y m atem ática p ara tra ta r los sistem as en un espacio euclídeo, técnica que in tro d u jo en la estática, h abría podi­ do ser aplicada A la dinám ica, considerando las palancas móviles al igual que las inmóviles y los objetos que caen a través de un medio al igual que los que flotan en él. H asta Galileo no se aprovechó esta oportunidad, y en esta época había p or supuesto más m aterial teórico p ara tra­ b a ja r que el que existía enj la época de Arquímedes u. Las obra? de Toloriieo y Alhazén b rindaron oportunidades para sofía de la ciencia, como por ejemplo el grado /de falsabilidad de Popper. Véase K. R. Popper, Ttye logic of scientific discovery, Lon­ dres, Hutchinson. 1968. cap. 6. 11 Para la relación entre la obra de Arquímedes y Galileo, véase





sobre el g rado de fertilidad hay que añ ad ir tma concepción objetivista del grado en que lo s program as rivales llevan a nuevas predicciones. No tengo ninguna contribución especial que hacer a los intentos de m ejo rar las explicaciones de nuevas prediccio­ nes que aparecen en la bibliografía sobre el tem a u. Me gus­ taría precisar, sin em bargo, que hay un estrecho lazo entre las nuevas predicciones y ¿1 grado de fertilidad. Las con­ firm aciones de las nuevas predicciones pueden desem bocar en la apertura de nuevos cam inos a fu tu ras investigaciones, y en esto reside p arte de su im portancia. P or ejem plo, cuan­ do H ertz consiguió p ro d u cir ondas de radio, confirm ando así una nueva predicción de la teoría electrom agnética de Maxwell, se crearon toda clase de nuevas oportunidades p ara investigar las propiedades de las ondas electrom agné­ ticas, m edir la velocidad de la luz de forina nueva y más precisa, desarrollar las m icroondas como una nueva explo­ ración de las propiedades de la m ateria, a b rir una nueva área de la astronom ía, etc. Una concepción objetivista del cam bio de teoría tendría que tener en cuenta hasta qué punto los program as consiguieron llevar al descubrim iento de nuevos fenómenos y hasta qué punto estos m ism os des­ cubrim ientos ofrecieron oportunidades objetivas a nuevas vías de exploración. Los program as con un núcleo central coherente que ofrezca oportunidades de desarrollo se desarrollarán de hecho de form a coherente una vez hayan sido aprovecha­ das estas oportunidades. £1 grado de fertilidad del progra­ m a se increm entará si ese desarrollo lleva a éxitos predictivos. Las vías de desarrollo que destruyen la coherencia del núcleo central y, p o r consiguiente, no ofrezcan opor­ tunidades de desarrollo fracasarán p o r esta razón. Por ejem ­ plo, la presencia de la ley de la inversa del cuadrado como parte del núcleo central de la teoria de Newton ha de ser explicada en función del grado de fertilidad derivado de 15 Para tales intentos, véase Zahar, «Why did Einstein's programme supersede Lorentz's?», y A. Musgrave. «Logical versus hisicrical theories of confirmation», British Journal jor the Philosophy of Science, 25, 1974, pp. J-23.



do de fertilidad, dado que el científico norm al n o está en condiciones de apreciar todas las oportunidades de desarro* lio oirccidas por una teoría o un program a. Mi concepción del cam bio supone q u e. si existe una o p o rtu n id ad de -des­ arrollo, algún científico o grupo de científicos term inará por aprovecharla, pero no supone que un determ inado cíen* tífico o grupo será consciente d e ‘todas las oportunidades de desarrollo. Mi concepción separa el problem a, del cam­ bio de teoría del problem a de elección de la teoría * No hay ninguna g aran tía de que el supuesto sociológico del que depende la concepción objetivista del cam bio de teoría en la física se cum pla siem pre. No se cum plió en la E uropa medieval ,y hay buenas razones p ara cree r que está siendo cuestionado en la sociedad con tem poránea J E s pro* babie que la inversión en investigación en la sociedad con­ tem poránea esté influida de tal form a p o r los góbiernos y los m onopolios industriales que no puedan aprovecharse ciertas oportunidades objetivas, de m odo que el progreso de la física esté siendo controlado cada vez m ás p o r fac­ tores externos a ella. Sin em bargo, mi supuesto sociológico se cum plió m ás o m enos d u ran te doscientos años de física y es en este terreno en el que afirm o que es aplicable mi concepción del cam bio de teoría. Si mi supuesto sociológico no se cum ple, entonces resu lta necesaria u n a concepción muy diferente del cam bio de teoría. No preten d o haber ofrecido una concepción del cam bio de teoría en general. El supuesto sociológico nunca se cu m p lirá del todo. La estru ctu ra del progreso de la física a co rto plazo im plicará inevitablem ente cosas tales como la personalidad de los científicos, el grado y las form as en que se com unican, etc. Sin em bargo, a largo plazo, siem pre que haya científicos con las habilidades y los recursos necesarios p ara, aprove­ char las oportunidades de desarrollo que de hecho* existan, m antengo que el progreso de la física será explicable en térm inos de mi concepción del cam bio de teoría. La escala tem poral adccuada p ara mi concepción o bjetivista del cam­ bio de teoría, que distingue en tre procesos a largo y a corto plazo, es aquella en la que tienen sentido enunciados tales como: «La teoría de E instein reem plazó a la de Lorentz.»




12.

LA TEORIA ANARQUISTA DEL CONOCIMIENTO DE FEYERABEND

Una de las c o n c e s io n e s contem poráneas de la ciencia m ás estim ulantes y provocadoras es la que ha sido p intoresca­ m ente p resen tad a y defendida p o r Paul Feyerabend. N in­ guna valoración de la n atu raleza y el estatu s de la ciencia estaría com pleta sin un Intento de com prenderla. En este capítulo resum iré, y v aloraré lo q u e considero que son los rasgos clave de la p o stu ra de Feyerabend, ta l com o aparece sobre todo en su libro Against m eth o d

i.

todo

vale

Feyerabend hace*uria enérgica defensa de la afirm ación de que ninguna de las m etodologías de la ciencia hasta ahora p ropuesta ha tenido éxito. Su forma* principal, aunque no única, de defender su tesis es m o stra r que esas m etodolo­ gías son incom patibles con la h isto ria de la física. Muchos de sus argum entos en co ntra de las m etodologías que he clasificado co m o : inductivism o y falsacionism o son simila* res a los que aparecen en lo s capítulos, anteriores de este libro. De hecho, las opiniones expresadas allí están en p a r­ te en deu d a con los escritos de Feyerabend; Feyerabend m antiene de form a convincente q u e las m etodologías de la ciencia no han proporcionado reglas adecuadas p ara gu iar las actividades de los científicos. Además, sugiere que, dada la com plejidad d¡p la h isto ria,' es m uy poco razonable espe­ ra r que la ciencia sea explicable sobre ta base de unas 1 Paul Feyerabend, Against method: outline of an anarchistic theory of knowledge, Londres, New Left Books, 1975.


cuantas reglas metodológicas. .Citaré a Feyerabend con cier­ ta am plitud: La idea de que la ciencia puede y debe actuar de acuerdo con reglas fijas y universales es tan poco realista como perniciosa. Es poco realista porque tiene una visión demasiado simple de los talentos del hombre y de las circunstancias que fomentan o provocan su desarrollo. Y es perniciosa porque el intento de aplicar las leyes está abocado a incrementar nuestra cualificación profesional a expensas de nuestra humanidad. Además, la idea es perjudicial a la ciencia, porque pasa por alto las complejas condiciones físicas e históricas que influye^ en el cambio científico. Hace que la ciencia sea menos adaptable y más dogmática... Los estudios como los citados en los capítulos anteriores... hablan en contra de la validez universal de cualquier regla. Todas’ las metodologías tienen sus limitaciones y la única «re­ gla» que queda en pie es la de que «todo vale»2. Si las m etodologías de la ciencia se entienden en térm inos de reglas que guíen las elecciones y decisiones de los cien­ tíficos, entonces me parece que la p o stu ra de Feyerabend es correcta. Dada la com plejidad de cualquier situación rea­ lista en la ciencia y la im previsibilidád del fu tu ro p o r lo que se refiere al desarrollo de u n a ciencia, no es razonable esperar una m etodología que determ ine que, d ad a una si­ tuación, un científico racional debe ad o p tar la teoría a y rechazar la teoría b , o preferir la teoría a a la teoría B. Re­ glas tales como «adoptar la teoría que recibe m ás .apoyo inductivo de los hechos aceptados» y «rechazar las teorías que son incom patibles con los hechos generalm ente acep­ tados» son incom patibles con aquellos episodios de la cien­ cia com únm ente considerados como constitutivos de sus fases más progresivas. La acusación* de Feyerabend contra el m étodo se dirige co ntra las m etodologías interp retad as como proveedoras de reglas para guía de científicos. Así, saluda en Lakatos a un an arq u ista como él porque su me­ todología no proporciona reglas para la elección de un program a o una teoría. «La m etodología de los program as



entonces Agradezcamos que haya al menos alguien que tenga ideas inusuales y no tratemos' de detenerle de antemano con argumentos irrelevantes y equivocados *En resum en, si alguien quiere hacer una contribución a la física, por ejerpplo, no necesita estar fam iliarizado con las metodologías contem poráneas de la ciencia, lo que nece­ sita es estar fam iliarizado con una cierta física. No le será suficiente seguir sim plem ente sus caprichos e inclinaciones de forma desordenada. No se tra ta de que, en la ciencia, todo valga eñ un sentido ilim itado. Feyerabendi arrem ete con éxito co ntra el m étodo en la medida en que dem uestra qué no es aconsejable que las elecciones y escisiones de los científicos estén obligadas por las regras establecidas p o r las m etodologías de la cien* cia o impj&itas en ellas. Sin em bargo, si se adopta la es­ trategia del capítulo anterior, separando el problem a del cambio rarte o ría del problem a de la elección de teoría^ los Prr< * W referentes a las reglas que guíen la elección de téóngijpfflD constituyen problem as p ara una concepción dél cambio de teoría. Sugiero que m i concepción del cam bio de teoría en la física es inm une a , la crítica del m étodo de Feyerabend.

II.

INCONMENSURABILIDAD

Un com ponente im portante del análisis de la ciencia de Feyerabend es su tesis sobre la inconm ensurabilidad, que tiene algo en com ún con la tesis de K uhn sobre esta cues4 Paul Feyerabend, «Realism and instrumentalism: comments on the logic of factual support»,;en Tht criíical approach to Science and philosophy, M. Buñge, comp., Nueva York, Free Press, 1964, pá­ gina 305, subrayado en el original. A Feyerabend no siempre le gus­ tan las críticas que suponen ¿iue todavía suscribe lo que escribió en el pasado. (Véase Against méthod, p. 114.) No me preocupa mu­ cho que Feyerabend acepte o no el mensaje del pasaje citado. Aparte de algunos recelos hada la orientación individualista del pasaje, ciertamente lo acepto y, lo que es más importante, ninguno de los argumentos de Against method lo contradice;



Las dos teorías son inconm ensurables y no pueden ser com­ paradas com parando sus consecuencias lógicas. C itapdo al propio Feyerabend, El nuevo sistema conceptual que surge (dentro de la teoría de Ja rejatividad), no sólo niega la existencia de los-estados ’de co­ sas clásicos, sino que ni siquiera nos permite formular enuncia-• dos que expresen tales estados de cosas. No comparte ni; puede compartir ningún enunciado con su predecesor, suponiendo siempre que no usemos las teorías como esquemas de clasifi­ cación para ordenar hechos neutrales... El esquema positivis­ ta del progreso, con sus «gafas popperianas», se viene áb ajo 7. O tras parejas de teorías inconm ensurables m encionadas por Feyerabend incluyen la mecánica c u án tica .y la mecá­ nica clásica, la teoría del im pulso y la m ecánica new tonia­ na, y el m aterialism o y el dualism o cuerpo-alma. Del hecho de que u na p areja de teorías rivales s^an in­ conm ensurables no se desprende que no puedan ser com­ paradas de ninguna form a. Una form a de co m p arar una pareja de teorías de este tipo es co n fro n tar cada una de ellas con una serie de situaciones observables y reg istrar en qué grado es com patible cada una de las teorías rivales con esas situaciones, in terp retad as en sus propios térm inos. O tras form as de co m p arar las teorías citadas p o r Feyera­ bend im plican consideraciones acerca de si son lineales o no lineales, coherentes o incoherentes, si son una aproxi­ m ación aventurada o fiable, e tc .*. } Si nos centram os en él problem a de la elección de teo­ ría, entonces surge un problem a: ¿cuál de los diversos cri­ terios de com paración se ha de p referir en aquellas situa­ ciones en que estos criterios están en conflicto? Según Feye­ rabend, la elección en tre criterios y, p o r consiguiente, la elección entre teorías inconm ensurables es en ú ltim a ins­ tancia subjetiva.

7 Against method, pp. 275-76, subrayado en el original. 1 «Changing pattem s’of reconstruction», p. 365, n. 2.





Observa que los «racionalistas críticos» ^ lo s defensores de Lakatos, h an exam inado la ciencia con ,gran detalle» gero q u e su. « a c titu d .hac^a' e l m a p áso a á o la a s tr a lo ^ a a o t c ¿ herejías tx a d ic i^ a je s es.,m uy d i f « ^ t e . Ácjttií sccaosikíararj suficientes el ex ain en m á s superficial.^ los., surgurae^tos. jooás zafio s* 15, y r e s p a l ^ su a fíriiia a ó n con Yariasej^mp2a&^ , F e y erab é n d n ó está ¿ isp u e sta ,a >a c e p ta r.la' necesaria sup e rio rid a d d e la cienciai so b re o tra s , form as d e cxmocimieik to. A dem ás/a la. luz de s u tesis sóbre la mcoiyTrensurabilidad, rechaza la idea de cjuepueda h ab er u n argum ento 4 ^ * sivb én favor Üe la c ie ñ c ia fre n te a otras, form as ,de conoci­ m iento inconm ensurables con ella. SÍ se co m p ara la cien­ cia con o tras form as de conocim iento, será necesario inves­ tigar la naturaleza, los objetivos y los m étodos de la cien­ cia y de e s ta s 'o tra s forznás de conocim iento. E sto se h a rá m ediante el estudio de los «docum entos histó rico s:’ libros, papeles originales, a c tjis d e reuniones y conversaciones prit; yádásy cartas, etc.» u. jN isitau ie ra se puede suponer, sin una investigación' m ás a fondo, qué una. form a de conocim iento que esté siendo investigada deba aju starse a lias reglas de la lógica tal com o norm alm ente las entienden los filósofos y los racionalistas contem poráneos. El tiecho de no ajus­ tarse a las exigencias "de la lógica clásica puede ser u n de­ fecto, pero no lo .es necesariam ente. Un ejem plo ofrecido p p r Feyerabend se refiere a la m ecánica cuántica m oderna: P.ara, considerar la cuestión,de si los m odos de razonam ien­ to; im plícitos en, alg u n a versión de esta , teoría violan o no las norm as de la lógica clásica, es necesario investigar la .mecánica cuántica y*la fo rm a 'e n que funciona. E sta investi­ gación puede revelar un nuevo tipo de-lógica cuyas venta­ jas sobre la lógica m ás tradicional puedan ser dem ostradas en el contexto de la m ecánica cuántica. F or o tra parte, el descubrim iento 'd e violaciones dé la lógica puede p o r su­ p u esto -co n stitu ir una 1 seria c rític a 'a la m ecánica cuántica. E&tó’sucedería p o r ejem plo si se ^descubrieran contradiccio« P, Feyerabcnd, *On the critique of scientific reason», en Method and appfaísaím the'physícal sciences,C. Howson, comp., D.'315, n. 9, u Against method, P. 253.



se defienden en nom bre de la ciencia teorías que sirven p ara m anipular aspectos de n u estra sociedad a un nivel superficial (investigación 'd é m ercado, psicología.•conductista) en lugar de servir p ara com prenderla y ayudarnos a cam biarla a un nivel m ás ¡profundo. .En lugar de cen trarse en lo que son para m í problem as sociales urgentes como éstos, Feyerabend com para la ciencia con iel vudú, la. astrologia,- e tc .,.y angum enta que estos últim os no pueden ser descartados recurriendo a -lín criterio general de cientificidad y racionalidad. H ay dos razones p o r las que n o me gusta esta insistencia. La p rim era, ¿s que no estoy conven­ cido; de que un estudio detallado del vudú o la astrología revelara que tienen objetivos bipn definidos y m étodos de conseguir estos objetivos/ aunque debo ad m itir que, dado que no he -realizado ese análisis, efto es en cierto m odo ,ún prejuicio. Realmente, nada de lo que h a escrito Feyerabend me anim a a cam biar de opinión.. La segunda razón es que el estatus del vudú, la astrología, etc., no es un problem a urgente, en nuestra sociedad, aqüí y ahora. Sim plem ente, no estam os en condiciones de ten er u n a «libre elección» entre la ciencia y el vudú, o en tre la racionalidad occidental y la de la trib u de los nuer.

IV.

LA LIBERTAD DEL INDIVIDUO

Buena rparte de lá tesis de Feyerabend en Against m ethod es negativa. .Im plica la negación de la idea de q ué hay un m étodo capaz de rexplicar la histo ria de la física y de que se puede establecer la superioridad de la física sobre o tras form as de conocim iento recurriendo a un m étodo cientí­ fico. -Sin em bargo, hay lin : aspecto positivo en la p ostura de Feyerabend. Feyerabend-defiende lo que denom ina «acti­ tud hum anitaria». rDe acuerdo con esta actitud, los seres hum anos.deberían ser.lib res y ,te n e r libertad en un sentido algo ,sim ilar.al que defendía John S tu art Mili en su ensayo On liberty. Feyerabend-está a favor del «intento de incre­ m entar la^libertad de llevar una vida plena y gratificante» y-apoya a Mili cuando aboga p o r «el cultivo de la individua-



viduos conserven la libertad de elección y no se les im pon­ ga una ideología co n tra su voluntad La noción de libertad del individuo que Feyerabend tom a p restad a d e Mili está expuesta a u na objeción habi­ tual. E sta noción, que considera la lib ertad com o la libera­ ción de toda obligación; pasa p o r algo el aspecto positivo de la cuestión, es decir, las posibilidades a las que los indi­ viduos tienen acceso den tro de una estru ctu ra social. Por ejem plo, si analizam os la libertad de expresión en n uestra sociedad únicam ente desde el punto de vista de lá libera­ ción de la censura, pasam os p o r alto cuestiones tales como la m edida en que los diferentes individuos tienen acceso a los medios de com unicación. El filósofo del siglo x v m David Hume ilustraba m uy bien este p u n to cuando criticaba U ¡dea del contrato social de John Locke. Locke pensaba que el contrato social era librem ente adoptado p o r los. m iem ­ bros de una sociedad dem ocrática y afirm aba que cual­ quiera que no quisiera su scrib ir el co n trato era libre de em igrar. H um e replicaba: ¿ P o d e m o s d e c ir s e ria m e n te q u e u n c a m p e sin o o u n a rte s a n o p o b re tie n e lib e rta d de elecció n p a r a d e ja r su p a ís c u a n d o no conoce n in g u n a leng u a o c o s tu m b re e x tr a n je r a y vive al d ía del p e q u e ñ o sa la rio q u e p e rc ib e ? Ig u a lm e n te p o d ría m o s a f irm a r q u e u n h o m b re q u e p e rm a n e c e e n un b a rc o c o n sie n te lib re ­ m en te en la d o m in a c ió n de! c a p itá n , a u n c u a n d o h a y a sido lle­ vado a b o rd o m ie n tra s d o rm ía y p a r a d e ja r el b a rc o ten g a que s a lta r al m a r y p e r e c e r 22.

Todos los individuos nacen en una sociedad preexistente y por tanto no librem ente elegida. La libertad que tenga un individuo dependerá de la posición que ocupe en la esi

11 El ideal de sociedad libre de Feyerabend es tratad o superficial­ m ente en Against m ethod, y d esarrollado con m ás detalle en Science in a (rcc socicly, Londres, New Left Books, 1978. ” La cita de O f the original contract de H um e puede encontrar­ se en E. B arker, Social contract: essays by Locke, H um e and Rous­ seau, Londres, O xford University Press, 1976. p. 156. Las tesis espe­ cificas de Locke criticadas en este pasaje se pueden en c o n trar en las pp. 70-72 del m ism o volum en.



Lo que puede ser visto con facilidad, y en mi experien­ cia lo es frecuentem ente, como el m ensaje de los recientes escritos de Feyerabend es que todos deberían seguir sus inclinaciones individuales y hacer lo que quisieran. En caso de ser adoptada, esta tesis p odría llevar a una situación en la que aquellos que ya tuvieran acceso al poder lo con­ servaran. Como dice John Krige, de una form a que me hubiera gustado que se me ocurriera a mí, «todo vale... significa que, en la práctica, to d o sigue igual» a .

LEC TU R A S C O M P L E M E N T A R IA S

En Science in a free society, Londres, New Left Books, 1978, Feyerabend desarrolla algunas de las ideas de Against m ethod y responde a algunos de sus críticos. Un artículo breve y útil que presenta la esencia de la postura de Feyerabend es «How to defend society against science», Radical philosophy, 11, 1975, páginas 3-8. En general, las críticas a la postiira de Feyerabend que han aparecido no son de un alto nivel. Él individualismo radical que se puede encontrar en los escritos de Feyerabend, en parte justificadamente, es Criticado con dureza desde una perspectiva marxista althusseriana en J. Curthoys y W. Suchting, «Feyerabend's discourse against method: a marxist critique», Inquiry, 20, 1977, pp. 243-397.

8 John Krige, Science, revotution and discontinuity, Brighton (Sussex), Harvestcr, 1980, p. 142, subrayado en el original.



dos de cosas observables con otros. P ara el instrum enta* lista, las moléculas en m ovim iento a las que se refiere la teoría cinética de los gases son cóm odas ficciones que per* mi ten a los científicos establecer relaciones y haCer pre­ dicciones acerca de las m anifestaciones observables de las propiedades de los gases, m ientras que los cam pos y las cargas de la teoría electrom agnética son ficciones jjue per­ m iten a los científicos hacer lo mism o con los im anes, 1 9 los cuerpos cargados de electricidad y los circuitos portadores de corriente. £ 1 realism o conlleva norm alm ente la idea de verdad. P ara el realista, la ciencia asp ira a d ar descripciones verda­ deras de lo que es realm ente el mundo* Una teoría que des? criba correctam ente algún aspecto del m undo y su modo de com portam iento será cierta, m ientras que u na teoría que describa incorrectam ente algún aspecto del m undo y su m o d o d e com portam iento será falsa. De acuerdo cop el rca« i ibino, como norm alm ente se le concibe, el m undo existe independientem ente de nosotros como conocedores y es como es independientem ente de nuestro conocim iento teó­ rico de él. Las teorías verdaderas describen correctam ente esa realidad. Si una teoria es cierta, lo es porque el mundo es como es. El instrum entalism o conllevará tam bién ñor* m alm cntc una idea de verdad, pero de form a m ás restrin­ gida. Las descripciones del m undo observable serán ver­ daderas o falsas según lo describan o no correctam ente. Sin em bargo, las construcciones teóricas, que están desti­ nadas a darnos un control instrum ental del m undo obser­ vable, no serán juzgadas por su verdad o falsedad, sino más bien por su .utilidad como instrum entos. La idea de que la ciencia aspira a d a r u n a definición verdadera de la realidad es utilizada a m enudo como con­ trapunto al relativism o. Popper, por ejem plo, utiliza de esta form a la verdad. De acuerdo con esta utilización, una teoría puede ser verdadera aun cuando nadie crea en ella y puede ser falsa aun cuando todo el m undo crea en ella. Las teorías verdaderas, si es que de hecho son verdaderas, no lo son en relación con las creencias de unos individuos o grupos. La verdad, entendida como u n a correcta definí-



ducción de estas entidades teóricas ,por. isu u tilidad para relacionar un conjunto de observaciones sobre un sistem a físico que conlleva gases (la altu ra del m ercurio en un ma­ nóm etro, la lectura de un term óm etro, etc.) con o tro con­ junto sim ilar. Las teorías científicas no son m ás que con­ juntos de reglas para relacionar un conjunto de fenómenos observables con otro. Los am perím etros, las lim aduras de hierro, los planetas y los rayos de luz existen en el mundo. Los electrones, los cam pos magnéticos, los epiciclos tole­ maicos y el éter no. Si hay cosas que existen en el m undo adem ás de las cosas observables y que quizá sean responsables del com­ portam iento de las cosas observables, eso es algo que no interesa al instrum entalista ingenuo. Cualquiera que sea su postura acerca de esta cuestión, p a ra él no es asunto de la ciencia establecer lo que puede existir m ás allá del reino de la observación. La ciencia no nos , proporciona un medio seguro de llenar el vacío en tre lo observable y lo inobservable. Los análisis realizados desde el comienzo de este libro aportan un amplio m aterial p ara criticar esta variedad in­ genua de instrum entalism o. Quizá la crítica más fundam en­ tal sea la que atañe a la clara distinción que establece el instrum entalista entre las entidades observacionales y las teóricas. El hecho de que todos los térm inos observacio­ nales tienen una carga teórica se defendió am pliam ente en el capítulo 3. Los planetas, los rayos de luz, los m etaleá y los gases son en algún grado conceptos teóricos y adquie­ ren al menos en parte su significado en la red teórica en la que figuran. Las velocidades, que el instrum entalista atrib u ía de buena gana a las bolas de billar en n uestro ejem plo anterior, eran casos de un concepto teórico espe­ cialmente sofisticado, el cual im plicaba la idea de u n lim i­ te m atem ático, que costó b astan te ingenio y trab a jo des­ arrollar. Incluso el concepto de bola de b illar im plica p ro ­ piedades teóricas tales como individualidad y rigidez. En la m edida en que los instrum entalistas com parten con los inductivistas una actitud precavida que les anim a a no afirm ar nada que no se pueda derivar con seguridad de la



análisis de la superioridad de la concepción falsacionista de la ciencia sobre la inductivistá llevado a cabo *en los c a p í hilo?; 4 y 5, p o d e m o s e s p e r a r cjuc In p ostura realista inris productiva que lu instrum entalista. Un ejemplo histórico m ostrará que es así. Algunos contem poráneos de Copém ico y Galileo adop­ taron una actitud instru m en talista frente a la teo ría copernicana. En el prefacio a la principal obra de Copérnico, Üc ¡as revoluciones de los cuerpos celestes, O siander es», cribia: ...constituye el deber de un astrónomo componer la historia de los movimientos celestes a través de una observación cuidadosa y hábil. Luego, pasando a las causas de estos movimientos o a las hipótesis acerca de ellos, debe concebir e idear,1*ya que en modo alguno puede llegar a las causas verdaderas, hipótesis que, al ser asumidas, permitan calcular correctamente los movi­ mientos a partir de los principios de la geometría, tanto para el futuro como para el pasado. El autor [Copérnico] ha cumplido estos dos deberes de manera excelente, ya que estas hipótesis no necesitan ser verdaderas ni siquiera probables; es si^iciente que proporcionen un cálculo coherente con las observaciones1. No hay que considerar la teoría corpenicana como una des­ cripción de lo que realm ente es el m undo. No afirm a que realm ente la tierra se mueva alred ed o r del sol. Más bien es un instrum ento de cálculo que perm ite relacionar u n con­ ju n to de posiciones p lan etarias observables c o n : otros conjuntos. Los cálculos resultan m ás fáciles si se tra ta el sistem a planetario com o si el sol estuviera en el centro. Por el contrario, Galileo era realista. Cuando se levantó del suelo tras haber confesado de rodillas ante la Inquisi­ ción rom ana los «errores en que había incurrido» al defen­ der el sistem a copernicano, se dice que dio una p atada en el suelo y que m urm uró: «Y, sin em bargo, se mueve»\ Para un r.ealista defensor de la teoría copem icana, la tierra se mueve realm ente alrededor del sol. 1 E. Rosen, Three Copemicart treatises, Nueva York, Dovef, 1962, página 125.



como correspondencia, una. frase es verdadera si corres­ ponde a los hechos. Así, la frase «el gato está encim a dei felpudo»» es verdadera si corresponde a los hechos, esto es, si hay de verdad un gato encim a del felpudo, m ientras que es falsa si no hay ningún gato encim a del felpudo. Una frase es verdadera si las cosas son como dice la frase que son y falsa si no lo son. Un problem a de la idea de verdad es la facilidad con que su uso puede llevar a paradojas. La llam ada paradoja del m entiroso puede servirnos de ejem plo. Si afirm o: «Nun­ ca digo la verdad», entonces si lo que digo es veVdad, Jo que digo es falso. Otro ejem plo bien conocido es el' siguien­ te. Imaginemos una carta en una de cuyas caras está es* crito: «La frase escrita en la o tra cara de esta carta es verdadera», m ientras que en la otra cara pone: «La frase escrita en la otra cara de esta carta es falsa». No es difícil ♦comprender que, en esta situación, se puede llegar a la conclusión paradójica de que cualquiera de las frases de la carta es a la vez verdadera y falsa. El lógico Alfred Tarski dem ostró cómo se pueden evi­ ta r las paradojas en un determ inado sistem a de lenguaje. El paso crucial es su insistencia en que, cuando se habla de la verdad o falsedad de las frases en un sistem a de len­ guaje, hay que distinguir cuidadosa y sistem áticam ente las frases en el sistem a de lenguaje del que se habla, e l« o b jeto lenguaje», de las frases en el sistem a de lenguaje en el que se habla dei objeto lenguaje, el «metalenguaje». Con res­ pecto a la paradoja de la carta, si adoptam os la teoría de Tarski, debemos decidir si las frases de la carta pertenecen al sistem a de lenguaje del que se habla o al sistem a' de len­ guaje en el que se habla. Si se considera que las frases de am bas caras de la carta pertenecen al objeto lenguaje, en­ tonces no se puede pensar que se refieran la una a la otra. Si se sigue la regla de que cada una de las frases debe pertenecer al objeto lenguaje o al m etalenguaje, pero no a los dos, de m anera que ninguna de las frases pueda refe­ rirse a la o tra y al mismo tiempo ser objeto de referencia por parte de la otra, no surge ninguna paradoja. Una idea clave de la teoría de la verdad como corres­


pondencia de Tarski es, pues, que si querem os h ab lar de la verdad de las frases de un determ inado lenguaje, nece­ sitam os un lenguaje más general, el m etalenguaje, en el que nos podam os referir tanto ia las frases del objeto lenguaje com o a los hechos a los que se supone que corresponden estas frases del objeto lenguaje. T arski tuvo que dem os­ tr a r cómo se puede d esarro llar sistem áticam ente la idea de la verdad como correspondencia p ara todas las frases del o bjeto lenguaje de form a ,'que se eviten las paradojas. La razón de que esto fuera una tarea técnicam ente difícil es que todo lenguaje in teresante tiene un n úm ero infinito de frases. Tarski logró su tarea en lenguajes con un núm ero finito de predicados de posición única, es decir, predicados com o «es blanco» o «es u na mesa». Su técnica d ab a por supuesto lo que significa que un predicado sea satisfecho por un objeto x. Los ejem plos del lenguaje cotidiano pare­ cen triviales. El predicado «es blanco», p o r ejem plo, es sa­ tisfecho p o r el objeto si x es blanco y sólo en ese caso, y el predicado «es una mesa» es satisfecho p o r x si x es una mesa y sólo en ese caso. Partiendo de esta idea de satis­ facción de todos los predicados de un lenguaje, T arsk i de­ m ostró que se puede elab o rar una idea de verdad p a ra to­ das las frases del lenguaje. Para em plear una term inología técnica, dando p o r sentada la noción de satisfacción prim i­ tiva, Tarski definió la verdad de form a recursiva. El resultado de Tarskíf tuvo ciertam ente una gran im­ portancia técnica p ara la lógica m atem ática. Tuvo un gran im pacto sobre la teoría del modelo y tanjbién tuvo ram ifi­ caciones p ara la teoría dé la prueba. Tam bién dem ostró p or qué se pueden pro d u cir contradicciones cuando se ana­ liza la verdad en los lenguajes naturales e indicó cómo se pueden evitar estas contradicciones. ¿Consiguió Tarski algo m ás? En concreto, ¿dio algún pasó hacia una explicación de la idea de verdad que pueda ayudarnos a en ten d er la afirm ación de que la verdad es la finalidad de la ciencia? El propio Tarski no lo creía. C onsideraba su explicación como «¿epistemológicamente neutral». O tros no com par­ ten la opinión de Tarski; Popper, p o r ejem plo, escribe: «Tarski... rehabilitó la teoría de la. verdad absoluta u obje­


tiva como correspondencia, que se había vuelto sospecho­ sa. Reivindicó el libre uso de la idea intuitiva de la verdad como correspondencia a los hech o s» 2. Veamos el uso que hace Popper de T arski para ver si el prim ero es capaz de dem ostrar la afirm ación de que tiene sentido h ab lar de ia verdad com o la finalidad de 'la ciencia. He aquí el intento de P opper de elucidar la idea de «correspondencia a los hechos»: ...en prim er lugar consideraremos las dos formulaciones si­ guientes, cada una de las cuales establece de modo muy simple (en un metalenguaje) en qué condiciones corresponde a los hechos una cierta afirmación (ce un objeto lenguaje). 1. El enunciado o afirmación «la nieve es blanca» corresponde a los hechos si la nieve es, de hecho, blanca, y sólo en ese caso. ¡ 2. El enunciado o afirmación «la hierba es roja» corresponde a los hechos si la hierba es,, de hecho, roja, y sólo en ese caso3. E sto es todo lo que en realidad tiene que ofrecer Popper a m odo de intento de a rtic u la rlo que significa decir de una afirm ación científica que es verdadera ó que corresponde a los hechos. A la vista de ello, las form ulaciones 1 y 2 de Popper son tan evidentem ente correctas que se quedan en m era pedantería de filósofo. Los ejem plos que ofrece Popper están tom ados del dis­ curso cotidiano, del sentido com ún. El tratam ien to popperiano de la verdad se com pone esencialm ente del ap arato de T arski m ás la idea de verdad propia del sentido común. Ahora bien, es evidente que la idea de verdad propia del sentido com ún tiene algún tipo de significado y aplicabilidad; de o tro modo, no tendríam os esta idea en nuestro lenguaje y no seríam os capaces, p o r ejem plo, de establecer una distinción entre verdad y m entira. Es precisam ente 2 K. R. Popper, Conjecíures and refutations, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1963, p. 223.

» Ibid., p. 224.



ría de Ja verdad como correspondencia, me g u staría hacer hincapié en un punto relacionado con ésta. D entro de la teoría de la verdad como correspondencia, tenem os que referirnos, en el m etalenguaje, a las frases de un sistem a de lenguaje o teoría y a los hechos a Jos que estas frases pueden o no corresponder. Sin em bargo, sólo podem os ha­ blar de los hechos a los que pretende referirse una frase utilizando los mism os conceptos que están im plícitos en la frase. Cuando, digo «"el gato está encim a del felpudo’* se refiere a que el gato está encim a del felpudo», utilizo' los conceptos «gato» y «felpudo» dos veces, una en el objeto lenguaje y o tra en el m etalenguaje, p ara referirm e a flos hechos. Sólo se puede h ablar de los hechos a los quej se refiere una teoría, y a los que se supone que corresponde, utilizando los conceptos de la pro p ia teoría. Los hechos no son com prensibles p ara nosotros, ni podem os hablar*! de ellos, independientem ente de nuestras teorías. Si se supone que las teorías de la física corresponden a lo s h e c h o s, la s correspondencias im plícitas serán nota­ b le m e n te diferentes de las im plícitas en una conversación acerca de ios gatos que están encim a de los felpudos. £1 argum ento central del libro de Roy B haskar A realisí thepry o/ science4 deja muy claro esto. El análisis de Bhaskar^dem uestra que las leyes y teorías científicas no pueden ser concebidas como la expresión de unas relaciones entre con­ juntos de acontecim ientos, com o dirían m uchos em piristas. ^ as le y e s de la ciencia no pueden ser interp retad as como ía expresión de conjunciones constantes de acontecim ientos d e la form a «los acontecim ientos d el tipo a van invariable­ mente acom pañados o seguidos de acontecim ientos del tipo b ». £1 argum ento de B haskar se basa en él h ech o 'd e que la física implica experim entación y en el papel que la e x p e r im e n ta c ió n desem peña en la física. Los experim entos son realizados por agentes hum anos. Los agentes hum anos id ean y reúnen los proyectos experim entales que constitu­ yen los sistem as más o menos cerrados adecuados p ara * Roy Bhaskar, A realist theory of science, Brighton (Sussex), H aivosicr, 1978.



de Newton, la ley que Alexander Koyré describía com o la explicación de lo real por lo imposible. C iertam en te,.n in ­ gún cuerpo se ha movido jam ás de una form a que ejem pli­ fique perfectam ente esta ley.: Sin em bargo, si la ley es co­ rrecta, todos los cuerpos la obedecen, aunque ra ra vez ten­ gan la posibilidad de dem ostrarlo. El propósito de la expe­ rim entación es darles la posibilidad de dem ostrarlo. Si las leyes de Newton son «verdaderas», lo son siem pre. N o son verdaderas sólo en condiciones controladas experim ental­ mente. Si lo fueran, no e staría justificado aplicarlas fuera de las condiciones experim entales. Si las leyes de N ew ton son verdaderas, son siem pre verdaderas, pero habitualm en­ te van acom pañadas de la acción sim ultánea de o tras ten­ dencias. $i . las leyes de N ew ton corresponden a algo, es a unas tendencias transfactuales, que son m uy diferentes de unos estados de cosas localizados com o los gatos que están encima de los felpudos. Hnsta ahora, nos hemos ocupado del tipo: de correspon­ dencias que podrían estar im plicadas en la física. Conside­ rem os ahora algunas razones p ara d u d a r de que la física pueda ser concebida como una búsqueda de Ja verdad. El tipo de problem a en que estoy pensando ha sido plan­ teado por Kuhn 5. Se refiere a la falta de convergencia mos­ trada por la historia de la física con respecto a los tipos de cosas que existen y las tendencias que tienen. La histo­ ria de la óptica ofrece un ejepnplo notable. En el progreso de la óptica desde Newton hasta los tiem pos actuales en­ contram os que el rayo de luz es descrito prim ero como una corriente de partículas, luego com o una onda y luego como algo que no es ni una corriente de partículas ni una onda. ¿Cómo puede esta secuencia de teorías ser concebida com o un progresivo acercam iento a una descripción ver-, dadera de lo que es el munc(o realm ente? E ste problem a surge, aunque no siem pre de form a tan clara, cada vez que hay un avance revolucionario ¡en la física. O tro problem a p ara la aplicación de la teoría de la ver­ 5 Véase Thomas Kuhn, The structure of 'scientific revolutions, páginas 206-7.





o partes de sistem as del m undo, m ientras que, desde el punr to de vista de la teoría de Einstein, no existe tal propiedad* La m asa einsteiñiana es una relación entre lin sistem a fíiid}^ y un m arco de referencia. Como hem os visto, ta n to Kuhn como Feyerabend han subrayado hasta qué punto el múfc do m ecánico descrito p o r la teoría de Newton es diferente, del m undo descrito p o r la teoría de Einstein. Las conce ciones anticuadas e inadecuadas de m asa, fuerza, espajejp’ y tiempo, que son utilizadas en la form ulación de la teoría, new toniana, son transm itidas a todas sus consecuencia^' deductivas. Por consiguiente, si hablam os estrictam ente de verdad y falsedad, todas esas consecuencias deductivas son falsas. El contenido de verdad de la teoría de Newton es nulo, como el contenido de verdad de todas las teorías mecánicas anteriores a Einstein. El contenido de verdad de la propia teoría de EinsJ^in tal vez resulte ser, nulo des­ pués de una fu tu ra revolución científica. Visto de esta fpr;ma, el intento de Popper de com parar las teorías «falsas» com parando sus contenidos de verdad y falsedad, y conci­ biendo así la ciencia como una aproxim ación a la verdadse viene abajo. Hay una form a de hacer que la concepción popperiana de aproximación a la verdad sea inm une a este tipo ae críticas. E sta form a consiste é n . in terp reta r las teorías ins­ trum entalm ente. Si, p o r ejem plo, añadim os a las afirm a­ ciones de la teoría de Newton ciertos procedim ientos prác­ ticos para som eterla a prueba, procedim ientos definidos para m edir la m asa, la longitud y' el tiempo,: podem os decir que un gran núm ero de las predicciones dé la teoría new.toniana, interpretadas en térm inos de la lectura de balan­ zas y relojes, resultarán correctas dentro de los lím ites de la precisión experim ental. Cuando se in terp reta de esta for­ m a,, el contenido de verdad de la teoría de Newton, así como de otras teorías falsas, no es nulo y po d ría ser posi­ ble aplicar la concepción popperiana de aproxim ación a la verdad a otras teorías den tro de la física.’ Sin em bargo, esta interpretación de la teoría popperiana de la verosim i­ litud introduce u n elem ento in stru m en talista que choca con las intenciones realistas de P opper expresadas en o tras par­


tes. Choca, p o r ejem plo, con la afirm ación de que «lo que intentam os en la ciencia es d escribir y (en la m edida de lo posible) explicar la' realidad» *. E n el próxim o capítulo ofre­ ceré u n argum ento convincente p ara d em o strar que este abandono in stru m en talista del realism o es insuficiente.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS

El realismo y el instrumentalismo son analizados en K. R. Popper, «Three views concerning human knowledge», en Conjccíures and refutations, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1969, pp. 97-119; P. K. Feyerabend, «Realism and instrumentalism», en The cñtical approach to science and phitosophy, M. Bunge, comp., Nueva York, Free Press, 1964, pp, 280-308; y J. J. C. Smart, Between science and phüosophy, Nueva York, Random House, 1968. El artículo formal d£ Tarski sobre la ver­ dad es «The concept of truth in formalised lenguages», reedita­ do en Logic, semantics and metamathematics, Londres, Oxford University Press, 1956, pp. 152-278. Un resumen menos formal de sus resultados es «The semantic conception of truth and the foündations of semantics», Phitosophy and Phenomenological Research, 4, 1944, pp. 341-376, y un informe informal es su «Truth and proof», Scientific American, junio de 1969. La teo­ ría de la verosimilitud .de Popper puede encontrarse sobre todo en «Truth, rationality and the growth of knowledge», en Conjectures and refutations, capítulo 10, y en «Two faces of common sense» y «Philosophical comments on Tarski's theory of truth», en Objective knowledge, capítulos 2 y 9, respectivamen­ te. Para un análisis d¿- ciertos aspectos técnicos de la verosimi­ litud por varios auto reís, véase British Journal for the Phitosophy of Science, 25, 1974, pp. 155^188,

* K. R. Popper, Objective knowledge, p. 40.



¿4.

REALISMO NO REPRESENTATIVO

I.

LA RELACION ENTRE LAS TEORIAS Y SUS SUCESORAS

E n el capitulo a n te rio r critiq u é las concepciones instrum entalistas dé la física y tam bién aquellas concepciones realistas que conllevan una teo ría d e'la verdad com o corres­ pondencia. Ahora me toca a m í su g erir una altern ativ a via­ ble. Como p re lim in a r^ esta tarea, en esta sección diré algo m ás acerca de la relación en tre las teorías suplantadas y la s que las reem plazan com o consecuencia de un cam bio revolucionario. Será conveniente c e n tra r la atención u na vez m ás en la relación en tre la teo ría de N ew ton y la de Einstein, que es el ejem plo favorito de K uhn y Feyerabend p a ra ilu stra r lo que ellos llam an inconm ensurabilidad. Como h e subrayado anteriorm ente, la descripción del m undo im plícita en la teo ría de N ew ton es muy diferente de la im plícita en la teoría de Einstein. A la luz de te teo­ ría de Einstein, la de Newton no corresponde a los hechos. Así pues, ¿qué explicación h a de d a r el realista de la rela­ ción entre la teoría de N ew ton y el m undo y cóm o ha de explicar el hecho de q u é tuviera tan to éxito com o tuvo? E n el capítulo an terio r encontré u n a serie de razones p o r las que la concepción in stru jn en talista no vale. Me gu staría subrayar la im portancia del argum ento de B haskar a este respecto. Dado q u e los -doscientos años largos de desarrollo de la física new toniana im plicaron de fo rm a esencial una experim entación, no es posible h ace r inteligible esta física y su éxito parcial definiéndola com o un in ten to de estable­ cer correlaciones en tre hechos, observables o no \ P o r con1 En la medida en que el Ínstrumentali$mo conlleva el supuesto de que la física ha de ser entendida como una Ciencia que hace


siguiente, no es aceptable para un realista explicar la rela­ ción en tre la -teo ría de New ton y el m undo diciendo que, si la teoría de Einstein corresponde a los hechos, h a b rá una serie de observaciones conform es con la teoría de; New­ ton interpretadas instrum entalm enté. E sto no hace justicia a i a teoría de N ew ton ni hace inteligibles esos doscientos años de trab ajo experim ental en ella. Un razonam iento relacionado con éste ap u n ta en un sentido sim ilar. Reconociendo que el m arco conceptúal de la teoría de Einstein es lo suficientem ente diferente del de la teoría de Newton com o p a ra im pedir que haya entre ellos relaciones estrictam en te lógicas, es, sin em bargo, po­ sible argum entar que, si la teoría de E instein es aplicable ai mujido, la teoría de N ew ton lo es tam bién aproximada* m ente en circunstancias m uy diversas. P or ejem plo, se pue­ de dem ostrar, dentro de la teoría de Einstein, q u e' si la velocidad de un sistem a con respecto a un conjunto de m arcos de referencia es pequeña, entonces el valor de la m asa del sistem a será aproxim adam ente el m ism o, cual­ quiera que sea el m arco de referencia en el conjunto eva­ luado con referencia a aquél. P or consiguiente, dentro de este conjunto de m arcos de referencia no nos equivocare­ mos m ucho si tratam os la m asa com o una propiedad y no como una relación. De form a sim ilar, en las m ism as con­ diciones se puede dem ostrar, d en tro de la teoría de >Eins* tein, que si tratam os la m asa com o una propiedad enton­ ces, dentro de un m arco determ inado de referencia perte­ neciente al co n ju rto , la sum a del p roducto de la m asa y la velocidad para cada parte del sistem a perm anecerá cons­ tante con un alto grado de aproxim ación. E sto es, desde el punto de vista de la teoría de Einstein podem os dém ostrar que la ley new toniana de la conservación del im pulso será aproxim adam ente válida siem pre que las velocidades no sean dem asiado grandes afirmaciones acerca de las relaciones entre acontecimientos obser­ vables. es un caso especial de la postura aquí rechazada. 2 El hecho de que las dos teorías sean lógicamente inconmen­ surables, y el hecho de que los significados de términos como masa sean diferentes en las dos teorías, no plantea un problema especial



como correspondencia que analizamos en la sección ante­ rior, el cam ino que lleva a mi propia p o stu ra es bastante recto. Im plica tra ta r a todas las teorías físicas del mismo modo que el análisis an terio r nos ha conducido a tratar la teoría de Newton. Desde el punto de vista que deseo defender, el m undo físico está constituido de tal form a que nuestras teorías físicas actuales son aplicables a él en algún grado y, en ge­ neral, en un grado que excede en muchos aspectos al de sus predecesores \ La finalidad de la física será establecer los límites de la aplicabilidad de las teorías actuales, y des­ arrollar teorías que sean aplicables al m undo con un m ayor grado de aproxim ación en las circunstancias más diversas. L l a m a r é a csie punto de vista realismo no representativo. El realism o no representativo es realista en dos sentidos. Un prim er lugar, parte del supuesto de que el m undo físico es como es independientem ente de nuestros conocim ientos sobre él. El m undo es com o es sea lo que fuere lo que los individuos o grupos de individuos piensen sobre el asunto. En segundo lugar, es realista porque p arte del supuesto de que, en la m edida en que las teorías son aplicables al m un­ do, lo son siem pre, dentro y fuera de las situaciones experi­ mentales. Las teorías físicas hacen algo m ás que establecer correlaciones entre conjuntos de enunciados observaciona­ les. El realism o no representativo no es representativo en la m edida en que no conlleva una teoría de la verdadl como correspondencia. El realista no representativo no supone que las teorías describan entidades del m undo, tales'co m o ondas, funciones o cam pos, en la form a en que núestras ideas propias del sentido com ún entienden o n u estro len­ guaje describe las mesas y los gatos. Podemos ju zg ar nues­ tras teorías desde un punto de vista como el grado en que abordan con éxito algún aspecto del m undo, pero no po­ 4 No pretendo afirmar que una teoría deba demostrar ser supe­ rior a su predecesora en todos los aspectos. Es posible, por ejemplo, que no todos los éxitos de la teoría de Newton puedan ser alcan­ zados por la mecánica cuántica. Admitir esto no plantea especiales problemas a mi postura, aunque podría plantearlos a quienes ven la verdad como la finalidad de la ciencia.


dem os juzgarlas desde un p u n to de vista como el grado en que describen el m undo tai com o realm ente es, sim plem en­ te porque no tenem os acceso al m undo independientem ente de nuestras teorías de una form a qué nos perm ita valo rar la exactitud de tales descripciones. E sto choca con nues­ tras nociones propias del sentido com ún, según las cuales cuando se habla de gatos y m esas se incluye lo que se con­ sidera como descripciones de tales cosas. Sin em bargo, me gustaría reco rd ar a estos defensores de la aplicabilidad a la física de la teoría de la verdad como corf-espondencia que tam bién ellos están obligados a hacer inteligible lo que decía Newton acerca de las partículas de luz y acerca de la 'm asa concebida como una propiedad, lo que decía Max­ well a c e r c a del é ter y lo q u e decía Schrodinger acerca de las fu n c io n e s d e ondas. Dado que im plica el rechazo de la verdad como corres­ pondencia con los hechos, el realism o no representativo evita las dificultades con que tropiezan las posturas realis­ tas típicas. El hecho de que una serie de teorías en física, tales como las sucesivas teorías acerca de la luz, no puedan ser concebidas com o descripciones cada vez m ás-precisas de la realidad no plantea ningún problem a. Tam poco lo plantea el hecho de que haya form ulaciones muy diferentes y posiblem ente equivalentes de la m ism a teoría que im pli­ quen «cuadros» m uy diferentes de la realidad. El realism o no representativo es tam bién m ás com patible que las tesis realistas habituales con el hecho de que nuestras teorías son productos sociales sujetos a un cam bio radical. Nues­ tras teorías son un tipo especial de pro d u cto social, aunqúe no esté socialm ente determ inado el grado en que son capaces de ab o rd ar el m undo físico, que no es un producto social. El realism o no representativo no es vulnerable a las ob­ jeciones habituales que se hacen, al instrum entalism o. No im plica un uso cuestionable de la distinción en tre térm inos teóricos y térm inos obíervácionales. De hecho, en la me­ dida en que el realism o no representativo considera como parte integrante de él él papel del experim ento, tiene un sentido en el que las pruebas empírica^ que sirven de base


a las teorías dependen de éstja5. Las nuevas predicciones acertadas, que plantean un problem a al instrum entalism o, son explicables desde el punto de vista dei realism o no re­ presentativo. Si el m undo está constituido de tal form a que nuestras teorías físicas son aplicables a él, entonces harem os nuevos descubrim ientos cuando investiguem os su aplicabilidad a nuevos dom inios4. O tro argum ento a m enu­ do aducido contra el instrum entalism o es que la actitud de éste hacia la física es conservadora e im pide el progreso. Descarta toda especulación potencialm ente productiva acer­ ca de entidades teóricas. El realism o no representativo no puede ser objeto de este tipo de críticas. Según él, es nece­ sario determ inar el cam po de aplicabilidad de las teorías som etiéndolas a toda una serie de pruebas. Y, lo que es más, reconoce que como m ejo r se puede averiguar el cam* po de aplicabilidad de una teoría es a la luz de una teoría posterior que la explique a un nivel m ás profundo. A este respecto, es m ás susceptible de conducir a un constante desarrollo que un punto de vista que considera que la fina­ lidad de la física es u na cosa llam ada verdad. Desde el punto- de vista del realista no representativo,.*él desarrollo de la física no tiene fin. P or grande que sea 'el cam po de nuestras teorías, y p o r profundam ente que exploren la estructura del mundo, siem pre quedará la posibilidad de des­ arrollarlas a un nivel más profundo, o en frentes nuevos o más amplios. U I.

¿QUE ES ESA COSA LLAMADA. CIENCIA?

Mi descripción dél realism o ño representativo en térm inos de la aplicabilidad dé las teoríj&s al m undo, o. de su capa­ 5 Véase a este respecto la secciórt ív del capítulo 3. * Una vez más. vale la pena señalar que los defensores del rea­ lismo que recurren a la teoría de la verdad cómo correspondencia deben explicar cómo es que teorías! suplantadas, como la de New­ ton, pudieron hacer predicciones Acertadas aun. cuando, estricta­ mente hablando, no correspondieran; a los hechos. Sospecho que, al hacerlo, se verán obligados a adobtar una concepción similar a aquella por la que he abogado para todas las teorías físicas.



la física clásica en algunos aspectos fundam entales, y tam ­ bién se ha sugerido que el carácter de la física puede estar cam biando debido a ios cam bios sociales que acom pañan al desarrollo del capitalism o m onopolista. Gran parte de la argum entación de este libro ha consis­ tido en form ular concepciones acerca del tip o de cosa que llamamos física y dem ostrarlas confrontándolas con la fí­ sica actual. A raíz de esto, creo que la cuestión que da título a este libro es engañosa y presuntuosa. Presupone que hay una sola categoría de «ciencia» e im plica que diversas áreas del conocimiento» como la física, la biología. Ja historia, la sociología, etc., en tran o no dentro de esta categoría. No sé cómo se puede establecer o defender una descripción tan general de la ciencia. Los filósofos no tienen recursos que les perm itan fijar los criterios que deben ser satisfe­ chos para que un área del conocim iento sea considerada aceptable o «científica». Toda área del conocim iento puede ser analizada p o r lo que es. Es decir, podem os investigar cuáles son sus fines, los cuales pueden ser diferentes de los que com únm ente se piensa que son o de cóm o com ún­ m ente son presentados, y podem os investigar los m edios utilizados para cum plir dichos fines y el grado de éxito lo­ grado. De esto no se desprende que no se pueda criticar ningún área del conocimiento. Podemos in ten tar criticar cualquier área del conocim iento criticando sus fines, criti­ cando la adecuación de los m étodos utilizados para alcan­ zar esos fines, confrontándola con un medio alternativo y superior de alcanzar esos, m ism os fines, etc. Desde este punto de vista, no necesitadlos una categoría de «ciencia* con respecto a la cual un área del conocim iento pueda ser aclam ada como ciencia o denigrada como no ciencia.

IV.

EL RELATIVISMO EN PERSPECTIVA

Algunas de mis observaciones de la sección an terio r tienen un tinte relativista. En esta sección exam inaré aquellos as­ pectos en los que mi p o stu ra tiene un carácter relativista y aquellos aspectos en que no lo tiene.


Si hablam os eje las form as en que las teorías pueden ser valoradas o juzgadas, entonces mi postura es relati­ vista en el sentido; de que niego que haya un criterio abso­ luto con respecto al cual se puedan em itir esos juicios. En particular, no hay una categoría general de «ciencia», ni tam poco un concepto dé verdad que esté a la altu ra del proyecto de describir á la ciencia como una búsqueda de la verdad. Toda área del conocim iento ha de ser juzgada p o r sus propios m éritos, investigando sus' fines y el grado en que es capaz de cum plirlos. Además, los juicios sobre los fines* estarán a su vez relacionados con la situación social. Los juicios sobre ;los fines de una ram a abstrusa de la lógi­ ca m atem ática o la filosofía analítica, en térm inos del pla­ cer estético que ofrece a los participantes, pueden tener una im portancia- considerable para una clase privilegiada de una sociedad opulenta, pero poca para una clase o p ri­ m ida de un país del T ercer Mundo. Los fines del control tecnológico sobré la naturaleza son de gran im portancia en una sociedad' en la que unos problem as sociales muy urgentes requieren un increm ento del control tecnológico, pero serán de m enor im portancia en nu estra sociedad, en la que al parecer los problem as sociales más urgentes no se verían aliviados sino exacerbados p o r nuevos avances en el control tecnológico. E sta referencia a los juicios sobre el estatus de las áreas del conocim iento pierde significado a la luz de los aspec­ tos no relativistás de mi postura. El lado objetivista de mi postura hace hincapié en que en la sociedad los individuos se enfrentan a una situación social qüe tiene ciertos rasgos, les guste o no o sean o no conscientes de ella, y tienen a su disposición u n a serie de medios p ara cam biar la situación, les guste o no. Además, cualquier acción que se em prenda p ara cam biar la situación ten d rá consecuencias que depen­ derán del carácter objetivo de la situación y podrán dife­ rir notablem ente de las intenciones del actor. De form a si­ m ilar, en el cam po del conocim iento, los individuos se en­ frentan a una situación objetiva y a u na serie de métodos y m ateriales teóricos que están a su disposición p ara contri­ b u ir a cam biar la situación. Una teoría puede, p o r supues-


to, alcanzar ciertos fines m ejor que otra* y los juicios de ios individuos y grupos, acerca del asu n to pueden estar equivocados. Desde este punto de vista, Jos juicios em itidos p o r los individuos acerca del carácter y los m éritos de las teorías' son m enos significativos dé lo que frecüerifem ente ¿é*’ su ­ pone. Mi concepción objetivista del cam b io 'd e teoría .esta­ ba destinada á m o stra r cóm o se puede explicar el desarro­ llo de doscientos años’ de física de una form a que no de­ penda crücialmenter de .los juicios metodológicos de los in­ dividuos o grupos. Los fines n a tienen p o r qué s e r anali­ zados,, en térm inos de las aspiraciones de los individuos o grupos. Tomemos, p o r ejem plo, el fin de. increm entar el control tecnológico sobre la naturaleza. Este fin tiene un m ayor significado en las sociedades capitalistas que en las sociedades feudales a las que aquéllas reem plazaron. Den­ tro de una econom ía capitalista, el increm ento del control tecnológico es una necesidad, en la m edida en que los ca­ pitalistas que no lo consiguen son arro jad o s del m ercado por los que sí lo consiguen, y p o r consiguiente quiebran. La situación no era la m ism a en la sociedad feudal. Las co­ m unidades form adas en torno a los señoríos no se veían obligadas por la naturaleza del sistem a económ ico a com­ p etir de esta form a. Una com unidad feudal que no consi­ guiera igualar los avances tecnológicos de sus vecinas no quebraría, sino que sim plem ente tendría u n nivel de vida más bajo. Cuando hablam os de los fines no nos referim os a los juicios o valores de los individuos afectados. ,. Con todo esto no se p reten d e sugerir que los juicios de los individuos carezcan de im portancia, ya sea en el c^mpQ deí cam bio teórico o en el del cam bio social. En cualquiera de los dos casos, todo cam bio que se produzca se p ro d u cirá únicam ente como resultado de las acciones de los indivi­ duos o grupos de individuos; y las acciones que los indivi­ duos em prendáir estarán claram en te'in flu en ciad as p o r sus juicios sobre la -s itu a c ió n 'a la. que se: enfrentan y p o r su interpretación de los fines.* S in ‘ em bargo, lo que he dicho si sugiere que el cam bio teórico o el cam bio social no debe­



lizar investigaciones com o las que se pueden en co n trar en las páginas anteriores? La im portancia de la cuestión se pone de m anifiesto cuando se adm ite, como yo he hecho, que la filosofía o la m etodología de la ciencia no son de ninguna ayuda p a ra los científicos. ? Retrospectivam ente, sugiero que la función m ás im por­ tante de mi investigación es com batir lo que podríam os llam ar la ideología de la ciencia tal como funciona en núes* tra sociedad. E sta ideología im plica el uso cfel dudoso con­ cepto de ciencia y «1 igualm ente dudoso concepto de verdad que a m enudo va asociado con él, norm alm ente en defensa de posturas conservadoras. Por ejem plo, veamos cómo se defiende en nom bre de la ciencia el tipo de psicología conductista que fom enta el trato de las personas com o m áqui­ nas y el uso extensivo de los resultados de los estudios sobre c i en nuestro sistem a educativo. C onjuntos de cono­ cim ientos como éstos son defendidos a p a rtir de la afir­ mación o el supuesto de que han sido adquiridos p o r medio de un «método científico» y, p o r consiguiente, deben tener algún m érito. No es sólo la derecha la que usa las catego­ rías de ciencia y m étodo Científico de esta form a. Es fre­ cuente ver a m arxistas usarlas p ara defender la afirm ación de que el m aterialism o histórico es una ciencia. Las cate­ gorías generales de ciencia y m étodo científico son utiliza­ das tam bién p ara descartar o su p rim ir áreas de estudio. P or ejem plo, Popper arrem ete co ntra el m arxism o y la psi­ cología adleriana sobre la báse de que no se aju stan a su metodología falsacionista, m ien tras que Lakatos apela a su metodología de los program as de investigación cientí­ fica para arrem eter contra el m arxism o, la sociología con­ tem poránea y o tra contam inación intelectual. Como estará claro a estas alturas, mi punto de vista es que no hay una concepción intem poral y universal de la ciencia o del m étodo científico que pueda servir a los fines ejem plificados en el p árrafo anterior. No tenem os recursos para llegar a tales nociones y defenderlas. No es lícito de­ fender o rechazar áreas de conocim iento porque no se ajus­ tan a algún criterio prefabricado de cientifi^idad. El pro­ greso es algo m ás com plejo que esto. Si, p o r ejem plo, que­


rem os tom ar una; p ostura sobre alguna versión del m arxis­ m o con conocim iento de causa, debem os investigar cuáles son sus fines, qué m étodos em plea para conseguir estos fi­ nes, en qué m edida se han alcanzado estos fines y Qué fuerzas o factores determ inan su desarrollo. E ntonces esta­ ríam os en condiciones de valo rar la versión del m arxism o en térm inos de la deseabilidad de lo que pretende, la m e­ dida en que sus m étodos perm iten alcanzar sus fines y los intereses a los qúe sirve. Aunque uno de los objetivos de mi libro es im pedir los usos ilícitos de las categorías de ciencia y m étodo cientí­ fico, espero tam bién que contribuya a c o n tra rrestar las reacciones individualistas o relativistas radicales contra la ideología de la piencia. No se tra ta de que un punto de vista sea tan bueno com o cualquier otro. Si se quiere cam ­ b ia r una situación de una form a controlada, ya im plique la situación el estado de desarrollo de una ram a del conoci­ m iento o el estado de desarrollo de un aspecto de la socie­ dad, como m ejor se logrará esto será com prendiendo la si­ tuación y dom inando los medios disporiibles para cam biarla. í;sto norm alm ente im plicará una cooperación. La política de «todo vale», in terp retad a en un sentido m ás general del que Feyerabend probablem ente pretendía darle, ha de ser re­ chazada p or su im potencia. P ara citar una vez más a John Kríge, «todo vale... significa que, en la práctica, todo sigue igual».


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Davies, J. J., 12, 238 Demócrito, 144 Descartes, R., 162 Dixon, B., 172, 238 Drake, S.. 106, 176, 235. 239 Droscher, V. B., 58, 238 DuheAi, ?., 37, 108, 238 Eastíake, C. L., 67, 239 Eddington, A., 81 Einstein, A., 7, 71-73, 8!,.83, 135, 139, 140, 161, 166, 176, I84Í 194, 220, 223225 Faraday. M., 113, 123,J 124. 164 Feigl, H., 86, 238 Feyerabend, P„ 8, 52, 57, 86, 103, 109, 124, 146, 152, 155. 157, 183, 187202. 220, 221. 223, 235. 238, 243 Fitzgerald, G. F., 165 ' Fourier, J., 168 Frcsnel, A. J., 84, 164: Galileo, 7, 11, 12, 35, 44, 72, 77, 78, 91, 103*107, 113, 119, 140. 146, 176. 178. 179, 197, 208, 209, 218, 229, 239 Gnll<\ J., 79, 85, 119 Goethe, J. W., 67, 239 Gombrich, E., 57, 239 Gregory, R. L., 57, 239 Guisan, E., 244 Hanson, N. R., 41. 42, 57, 239 Hempel. C. G., 23, 239 Hertz, H., 53, 54, 86, .124, 165, 166, 182, 207 j Hessen, B., 145, 146, 239 Howson, C.. 149, 152, 157. 169, 176, 185, 196, 239, 240, 244 Hume, D., 29, 35, 36, 200, 240 Jacob. F., 180, 240 Kekulé, F., 207 Kepler, J„ 52, 55, 65. 91, 92, 104, 106, 107. 179


Koertge, N„ 2, 87, 125, 240 Kordig, C. R., 57, 240 Kuyré. A., 108, 216. 240 Krige, J., 202, 235, 240 Kunn, T., 6, 10, 48. 57. 108, 109, 126143, 145-147, 152-157, 175, 191, 216, 220, 223, 240 Laicatos, I., 2, 10, 37, 86, 95-97, 108, 109, 114-130, 142. 143, 146-152. 154157, 169. 170, 173-175, 178, 183, 185, 188, 195, 196, 234, 239-243 Larmor, J., 165 Lavoisier, A., 78. 135 Lecourt, D., 172, 242 Levcrrier, U. J.. 79. 121 Locke, J., 162, 200 Lodge, O;, 165 Lorentz, H. A., 124, 165, 166, 176, 184, 194, 195, 203 Lledó, E., 244 Magee, B-, 9, 242 Marx. K., 2, 116, 169-171. 242 Maxwell. G., 86, 238 Maxwell. J. C., 53, 56, 82, 83. 86, 98. 114, 130, 134, 135. 164-166, 181, 182, 203, 207, 242 Maynard, P., 87, 240 ¡ McMullín, E„ 179, 243 Medawar, P., 73, 242 : Mili, 1. S.( 24. 198, 200. 242 Mundle, C. W. K„ 25, 242 Musgrave, A.. 87, 96, 108, 109. 115, 124-126. 142, 143, 147, 148, 152, 154. IVS. 157, t<W. 171. 17.1. 174. 1*7. Ifl.V

239-243 Nabokov, V., 3 Newton, I., 7, 11, 35. 55. 65. W12. 79, 80. 85. 86. 95-97, 107. 10R, 112, 114, 116. 118, 120. 121, 130-132. 136, 140, 149, 159, 160, 164-166. 173, 174, 176, 182. 183, 216, 218-220, 223-229 Niven, W. D., 98, 181; 242 Osiander, A., 51, 208. 209 Pauli, W.. 134 Pearce, G., 87, 240 Platón. 81, 160 l Poisson. S. D., 84, 164 Poíanyi. M.. 44, 45, 133. 243 Popper, K. R., 1, 2. í, 10, 36. 37, 57. 66, 73, 79, 80, 86. $90-93, 117. 128,

143, 155, 157, 169, 171, 172, 175, 178, 204, 205, 211*213, 218, 219, 221, 234, 243 Post, H. R . 2. 87, 243 Protágoras, 145 Quine, L. V. O., 2. 108, 243 Rada, E., 240 Radnitzky, G., 157, 243 Ravetz, J. R., 6, 167, 172, 243 Ribes, D„ 240, 241 Roentgen. W., 55, 69 Ronchi, V., 179, 243 Rosen. E .. 51, 208, 243 Russell, B., 28, 36. 146, 243 Rijsseil, D., 157, 244 Sacristán, M., 243 Sádaba, J., 239 Salmón, W. C.. 24. 244 Sánchez de Zavala, V., 243 Scheffler, I., 57, 244 Schilpp. P. A., 25, 37, 109, 1¿9, 172. 243, 244 Schrodinger. E„ 227 Sklair, L.. 172, 244 Smart, J. J. C., 221, 244 Sneed, J„ 143 Soddy, F., 154 Solís, C., 239. 241 Stegmuller, W., 143 Stove. D.. 36. 244 Stuewer, R. H., 8. 239 Suchting. W„ 3, 202. 238 Suppe, F., 141, 240 Tnrxkl. A.. 2 1 0 2 1 2 . 221, 244 Thomson, J. J., 124 Thomson, W„ 181 Tolomco, 99, 103, 107, 144, 178 Trusedclí, C.t 6 Wartofskv. M. W.. 157, 183, 238, 243 Weber, W., 124 Westman, R.. 125 WiUgenstein, L., 2, 132 Wolfe, A. B., 23 Worrail, J.. 147-149. 151. 152.. 168. 170, 176, 177, 241, 242, 244 Xirau, J., 244 Young, T.i 149, 168, 176 Zahar, E„ 125,176. 182, 194, 242, 244 Ziman, J., 172. 244


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