Seis preguntas a Basilio Belliard por Luis Reynaldo Pérez

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Jueves 2-11-2017 / Fuáquiti / 5

Seis preguntas a

Basilio Belliard Poeta y crítico literario Por Luis Reynaldo Pérez

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Naciste en Moca, cuna de grandes poetas, en ese contexto ¿cómo llega la poesía a tu vida?

Sí, en efecto. La poesía llegó a mí, no yo a ella. Se manifestó en forma de aire y silencio. Vino cabalgando a lomo de mi amor por la palabra bien dicha, cuando mi profesora de gramática nos dictaba oraciones, y yo escribía en el aire, antes que en el cuaderno, las frases, las palabras y las oraciones para ensayar la escritura y poner a prueba mi imaginación y mi creatividad. Yo diría que, de esa pasión por la palabra cierta y por esa búsqueda de la sintaxis precisa, nació mi vocación por la poesía, esa “loca de la casa”, como decía Santa Teresa de Jesús, a la imaginación. También la poesía llegó hasta mi memoria y mi conciencia de experiencias de lectura, es decir, de la lectura de los poetas mayores, pues como decían Darío y Lugones: “La poesía nace de la poesía”.

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¿Cuáles son esos libros y autores a los que siempre vuelves?

Siempre vuelvo a Octavio Paz y a Borges, a Rulfo y a Kafka, a Camus y a Sartre, a Pessoa y Whitman, a Manuel del Cabral y a Quevedo. Como también a El laberinto de la soledad y a Pedro Páramo, a Piedra de sol y a La tierra baldía, a Canto a mí mismo y a Aura, a Ficciones y a El Aleph, a Cien años de soledad y a Los cuatro cuartetos, a Sobre héroes y tumbas y a El extranjero.

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Poeta, editor, antólogo, profesor universitario, crítico ¿en cuál de estas facetas te sientes más cómodo? En la de crítico de las buenas obras literarias y de mí mismo, pues la crítica se expresa a través del ensayo, esa forma perfecta y personal de manifestar mi yo, de encarnar en palabra y pensamiento, estilo e imaginación. Si en algún género he de salvarme, prefiero que sea en el ensayo, en mi faceta de ensayista de las letras y las artes, la filosofía y la estética, ya que en la crítica ejerzo la libertad de pensamiento y de temas.Y como

crítica y creación se juntan en un abrazo de atracción recíproca, prefiero que mi poesía sea crítica y que mi crítica sea creadora.

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¿Cómo ves la “salud” de la literatura dominicana? Nuestra literatura –ya lo he dicho antes- goza de buena salud. Nunca como ahora habíamos tenido tantos concursos, tantos eventos culturales, tanta proyección internacional, tantos festivales de poesía y de artes, tantas publicaciones, tantos autores editados en el extranjero. Y sobre todo, tantos jóvenes escribiendo, y formando parte de talleres literarios, con tanta

efervescencia y fervor, pasión y vocación. Sin embargo, escasean los buenos lectores, los bibliófilos posmodernos, esos “ratones de bibliotecas”. Se escribe mucho en relación inversamente proporcional a la lectura. Pero, en fin, la poesía y el cuento llevan la batalla ganada, como siempre ha sido nuestra tradición. El cuento, desde Bosch hasta acá, siempre ha tenido buenos exponentes, y más aún, la poesía, que ha ejercido un imperio sobre los demás géneros literarios en nuestra república letrada, desde Moreno Jimenes y Franklin Mieses Burgos hasta Manuel del Cabral y José Mármol. La novela y el ensayo, y menos aún, el teatro, la historia y la literatura infantil, aunque están despertando del letargo,

acusan cierto despegue. Auguro un salto en calidad y perfección formal y expresiva, a la narrativa dominicana de la diáspora, donde hay un camino andado y un horizonte retador y desafiante, y no pocos representantes destacados, como Junot Díaz y Julia Álvarez, Rita Indiana y Rey Andújar, José Acosta y Rubén Sánchez.

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Si viene un aspirante a escritor a pedirte un consejo ¿qué le dirías? Que lea diez veces más de lo que pueda escribir, pues la escritura nace de la lectura. No hay escritor sin un lector detrás, autocrítico y vigilante. La lectura, siempre lo he dicho, es la moral de la escritura. Quien escribe sin leer no tiene moral literaria. Y el lector cada vez es un ave rara en el concierto de las letras y en el panorama del mundo literario, con la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, con el triunfo de lo digital sobre lo análogo, con el giro simbólico y real de los códigos de lectura y las nuevas formas de vida, por lo tanto, los circuitos de lectura y los estilos han dado un giro espectacular. El mundo cambió, y por tanto, la vida misma. Todo se hizo obsoleto. Todo el presente se nos esfumó entre los dedos y más aún, frente a nuestros ojos.

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¿Cómo te gustaría ser recordado?

Como un gran lector, que hizo justicia a la escritura, acaso como el último lector que interrumpía el proceso de lectura para dejar que se oyeran las voces de nuestros padres literarios tutelares, como ese sacerdote laico atesorador de los grandes libros que sentía rubor y pánico ante la página en blanco, y que temía ensuciarla de palabras por vergüenza a las influencias de sus autores preferidos, y de cabecera. Como ese aprendiz de escritor con ímpetu infantil y eterna vocación de lector, que se ruborizaba al escribir frases y versos con voluntad de originalidad, pero convencido de que la originalidad es una quimera y una ilusión insensata.


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