Apuntes para un viaje sin regreso

Page 1


Alan

Rojas

RamĂ­rez

Apuntes para un viaje sin regreso Vol.1


Diseño de portada: Armando López Chávez @Jalch78

© 2019, Alan Rojas Ramírez Alanrramirez@gmail.com Ecos Suicidas Ediciones ©2019, Editorial Poepaz No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, sin el permiso previo y por escrito del autor.

Ciudad de México


A Sina Quien afortunadamente no sabe leer


Prólogo Columpiando entre palabras Para Águeda Pizarro Rayo “la poesía es lo contrario a

definir; es abrir infinitamente, infinir. Es el contacto con la realidad que fluye bajo la experiencia humana”. Escribir es un ejercicio reflexivo, de búsqueda y encuentro; sobre todo es un acto creativo permanente, de re-narración del territorio. Éste territorio, son nuestras experiencias de vida, aquellas que habitan nuestra memoria como estalagmitas. Según Daniele Bruzzone “La escritura puede ser una

herra-mienta en la logoterapia, ya que la escritura es un dispositivo, o sea que es una técnica que le da forma a nuestra historia, a nuestra personalidad. La mente es un aparato generador de textos y de significados, y lo hace de manera narrativa”, Alan Ramírez Rojas, revisita su infancia y desde allí, libera su yo poético, extendiendo un puente de reminiscencias que nos conduce a múltiples caminos, muchos de ellos ya andados. En poemas como Juego:

-Juguemos, juguemos -dijo. /Yo, tímido, retraído, / de palabra adormecida, / gordo como una pelota, /me tiré al piso y dejé que me pateara. No sólo hace explícita la intención que ilumina todo el cuadernillo, que es la de jugar, sino que también, se dibuja a sí mismo, para revelarnos los riesgos que aún nos circundan, como en la inocencia de esa edad primera.


Las palabras danzan al antojo de Alan en cada página, nos sorprende con la cuidadosa elaboración de cada verso y nos reta a seguirlo en su juego de desafiar el orden establecido para las mismas; anunciándonos desde allí, el ser irreverente, provocador y creativo que lo habita. De la niñez pasa a la adultez y con ella a la muerte con la que dialoga largamente y desde diferentes enfoques. Alan hace uso de las alas sembradas en su nombre, para volar atravesando y anudando en su discurso poético diferentes temas: amor lacónico y su metamorfosis, soledad, compasión, indiferencia, violencia, crueldad y morbo; entregándonos de paso, una fotografía de nuestras cotidianidades, de nuestras calles, de nuestras sociedades. Cada poema es una carta de denuncia y resiliencia, que va y viene como un columpio. Cada poema es una historia dibujada en pocas palabras, que nos exhortar a saltar al siguiente párrafo y a la siguiente página, famélicos de seguir explorando en su genio creativo una nueva aventura que nos sacuda, nos conmueva, nos crispe, nos emocione, nos encienda y como en las mil y una noches, nos hechice. Les invito a este exquisito juego de palabras, en el que ésta nueva voz de la poesía mexicana, nos exhorta y nos provoca. Jeferson Torres Guerrero Colombia, 01 de junio de 2019


I/Juego

-Juguemos, juguemos -dijo. Yo, tímido, retraído, de palabra adormecida, gordo como una pelota, me tiré al piso y dejé que me pateara.

II/48 veces

Tanta fue la cerveza que el corazón flotó hasta obstruirle la garganta. Margaret, al escuchar el pataleo de su esposo, tomó el cuchillo y lo apuñaló cuarenta y ocho veces. Había que aprovechar el momento.

III/ A primera vista

Una sola de tus miradas rompió mi cuello. Ahí va mi cuerpo zangoloteándose, como las gallinas tras el zarpazo final: derrochando euforia y sangre.


IV/ Hasta en sueños

A veces sueño negro, otras contigo. Camino por el desierto. Ahí estás. Contenta. Sentada sobre un bote vacío. -¿Tienes agua? -Pregunto. -No -respondes. Entonces sonríes. Yo también sonrío. Sonreímos porque ha comenzado el melancólico juego de ver quién muere primero. De ver quién ríe al último. V/ Enamoramiento

De tantos besos se rompieron las man- dí- bu- las. Ahí van de la mano, los tontuelos, con la mirada perdida, escurriendo b a b a Y pese a su desabotonada quijada, poco a poquito mascullan, en veces dientes en veces palabras.


VI/Extinto

“Rinoceronte mata a un dragón bebé”. El encabezado de la nota ya en sí es escalofriante. Parece imposible de imaginar la causa de tan infame crimen y, sin embargo, viene a mí, de nuevo, la glotona sensación de vivirlo. Esa sensación de haber destruido la fragilidad y ternura de un ser único y ahora… y ahora extinto.

VII/Ser-para-la-muerte

Sin ninguna consideración, sin la mínima piedad, penetró su ardiente aguijón sobre mi cuello. -¡Qué muera el hombre! -Dijo entre pujidos la miserable abeja. -¡Tu veneno no me matará! -Repliqué sacando con rapidez su ponzoñosa aguja. Mientras se desvanecía en el aire, en caída libre al suelo, la abeja logró ver el crujir de mis dientes, mis apretujados ojos, la contracción de mi cuerpo, algo así como el aferramiento a la vida, la inoportuna angustia; o es decir… el prólogo de mi inevitable muerte.


VIII/Eterna muerte

c - un c h i l l enterrado en el corazón se empequeñece ante un amor indiferente n gotea r gotea IX/Anzuelo

De beso en beso devoraron cada palabra. Habrán sobrevivido, sin exagerar, algunas sílabas, algunas letras. Todas las mañanas él balbuceaba un “te a o”. Ella al anochecer, torciendo la quijada de un lado a otro, respondía: “o tam en”. En aquel largo intervalo, de la luz a la oscuridad, ni un sólo segundo despegaban sus borrosas bocas.


X/Y sin embargo

Macheteó el cuerpo como si talara un árbol de arribahacia-

-arriba -hacia abajo,

abajo de

-Tienes mucho odio -dije. -Si lo odiara -objetó sin detener los brutales zarpazos- no pegaría en diagonal sino recto y quedo. Entonces supe que, muy en el fondo, aún lo amaba. XI/Hasta que la muerte nos separe

Tomó el revólver y disparó. El marido cayó de un sopetón, con los ojos en blanco y las manos engarrotadas. Justo cuando la asesina estaba por cruzar la puerta y huir, sintió mucho miedo; como si cientos de ratoncillos le brincaran en todo el cuerpo, con su grisáceo pelaje, sus rosadas patitas y ese agrio y repugnante chillido de roedor. Un profundo miedo. Regresó tan rápido como el delantal y sus oxidadas rodillas lo permitían. Ya en la escena del crimen, con la quijada tiesa y totalmente erguida, descargó el arma sobre la inerte cabeza de quien minutos antes fuese su marido.


XII/Recuerdos Un día caluroso

la cabeza recosté

sobre

el

verde

vientre

de

tu

cuerpo

y no es tu risa quien repiquetea sino el agusanado recuerdo de un amor podrido bajo tierra.

XIII/Croquis cósmico

Antes de volarse la cabeza, dibujó estrellas, lunas y planetas sobre el agrietado piso… …ESTALLIDO… …el estallido del arma moteó de diamantina el croquis cósmico. Miles de enrojecidos puntitos dieron la profundidad espacial necesaria para que aquel desfallecido cuerpo flotara. Cuando llegaron los familiares, los hombres de blanco, autoridades y chismosos; incluso cuando llegó su gato, ya era demasiado tarde… …el cuerpo yacía a millones de años luz.


XIV/Rio de bilis

Todas las noches decían lo que odiaban el uno del otro. Celos, rencillas, temores, dudas, caprichos y mal entendidos: Qué esto, qué el otro, al diablo, al demonio. En decibeles ascendentes trajinaban de sus bocas a sus corazones, sobre un casi eterno río de bilis las vísceras de sus pasiones Al llegar el momento, cuando no había más por achacar, con tanto enojo liberado, embravecidos arrancaban sus ropas con fiereza. Y era tanta la euforia expresada en sus amorfos gritos, que los vecinos no sabían si llamar a la policía o a una ambulancia.

XV/Juego II

Amarró a la cama cada una de mis ex –tre –MI –da -des. Salió. Esperé. En silencio. Tranquilo. Regresó. Regresó empuñando un martillo. No tengas miedo, dijo. No lo tengo, dije. Al final perdí tanta sangre que no pude preguntar de qué iba el juego.


XVI/Cósima

Con un desdibujado cuchillo de cocina, Cósima iba a gatas en la oscuridad. Cuando por fin palpó aquellas cálidas manos, sintió alivio. Respiró. Con toda la calma del mundo fue rebanado cada uno de los dedos. La última lluvia de agosto tiñen los blancos rosales con pequeños hilos cobrizos hacen bellos vitrales.

-Ya no podrás tocar en mi piel tu música -dijo-. ¡Ahora todo será silencio! Dio las buenas noches, un beso y se fue a dormir. A la mañana siguiente aquel desdichado instrumento despertó tranquilo, sonriente y a su propio ritmo. XVII/En sorbos

Y sin saber más poesía que la leída en los periódicos le dije: te amo. Te amo en sorbos, pequeños, pequeñitos para siempre tener sed de ti, para en ese siempre nunca dejarte ir.


XVIII/La Envidia

Allí estaba La Envidia. Recostada. Con la panza de fuera. Chorreando baba. Apestando todo el maldito lugar. La saludé amablemente. Hola. Respondió el saludo con indiferencia. ¡Bah! Callamos un momento. ¿Y cuál es el motivo de su visita? Vengo a decirle que lo odio. Te odio. Yo no la odio, Envidia. Pero yo a usted sí. Y mucho. ¿Cómo puedo hacer para que usted deje de odiarme? Es muy fácil, dijo. Basta con que te recuestes a mi lado y saques la panza. Entonces me recosté, tal como dijo. Y, en efecto, La Envidia dejó de odiarme. Ya hasta somos buenos amigos.

XIX/Buenos días

Todas las mañanas encontraba aquella abominación en su cama. Una masa redonda y velluda; una masa que la hacía sentir pequeña y frágil; una grotesca masa que jadea y excreta sudor. -Buenos días, amor -dijo la masa. -Buenos días -respondió secamente la esposa.


XX/Un beso de despedida

Desenfundé mi espada. Tras mirarnos diez segundos, en lo que fue un reconocimiento del enemigo, nos embestimos con fiereza y valor. Mi arma tasajeaba cuanto aire se le ponía enfrente. Ella se defendía con agilidad y respondía el ataque. Habrá pasado un año de continua batalla. Cuando dispuse a dar mi estocada final, sonrió. Mis pulmones comenzaron a hincharse de sangre. Mi cuerpo cayó bruscamente. -Shuu, tranquilo -dijo acariciando mi cabello–. Lo siento tanto corazón. Quería decir cualquier idiotez, púdrete, pero aquella espada en mi pecho impedía tomar aliento aun para escupir. Con la poca fuerza que me quedaba la sujete de la nuca. Y mientras ella me besaba, yo hacía un último intento por atrapar su lengua y asfixiarla. XXI/ Resignación

Con el oído en el suelo, lengüeteo los r t j b r e d m a l a o s e i u a _


XXII/Palabrerías

Las palabras comenzaron a tener vida, unas: brincan . brincan . alegres . risueñas . . fuera . . . . de sí . . . . . . Sobre un e l á s t i c o trampolín en tierra firme esperan turn o la ira, saña, enojo, recelo, envidia; formadas y molestas, refunfuñan palabrerías: Pomposas lambisconas, monsergas saltarinas, casquivanas extasiadas, ya nos tocará turno, ya nos tocará. Y ahora ustedes aguardaran, jubilosas, embelesadas, un turno que nunca llegará.


XXIII/Maniquí

Lo primero en desprenderse fueron los pár-pa-dos, la nariz,

los dientes. Después

el cuello los

bra

zos el corazón

y las

pier

nas.

Todo caía de arriba abajo; como la lluvia cobriza de una afilada noche de abril. XXIV/La amistad

-Te quiero siempre conmigo. Con delicadeza quitó las alas y las patas a la cucaracha. -¡Niña! -Gritó el padre, quien al momento pisó el mutilado insecto. La niñita rompió en amargo llanto. -¡La mataste, la mataste! Al final la pequeña volvió a su afelpada y solitaria prisión, en espera de un nuevo amigo con quién platicar sus penas.


XXV/Las niñas de Satán

Hay niñas que se enamoran de Satán. Para ellas poca importancia tienen los muchachitos de la escuela o del vecindario. Sus ojos, su boca y su amor, son entregados por completo al obeso de la nariz chata; al de los morados labios; al propietario de las sombras que hila melancolía con sus pesuñas de cabra. Y mientras el común denominador persiguen cervezas, alegría y mariposas… ellas, las solitarias, dibujan pórticos en el suelo y esperan inquietas a que den las 3:00 de la madrugada XXVI/El perro suicida

Lukas, el viejo perro de ojos almendrados, se lanzó de la azotea. Tras su muerte corrieron varios rumores. Los gatos decían que fue a causa de un pajarito que a diario lo molestaba. Los pájaros rápidamente negaron esta versión, responsabilizando a los gatos de su muerte: “asesinato, fuui fuui gatos, fuui fuui justicia”; con silbidos protestaban desde los árboles. Los amos, a quienes poca importancia tenía el suceso, determinaron simplemente que, víctima de su vejez, sin saber por dónde andaba, cayó. ¡Vayan ustedes a saber qué le pasó al viejo Lukas! Lo cierto es que después de enterrarlo todos continuaron con su vida y aquella misteriosa azotea fue habitada por un nuevo y joven perro a quien le inquietaban los pájaros, lo molestaban los gatos y poca importancia tenía de sus amos.


XXVII/ Cantan Cuatro Piedras

Cantan cuatro piedras bajo ardiente sol, cantan muy contentas la muerte del amor: “La espada tajó el yermo impulso; ella no lo buscó, él siguió su curso”. Cantan cuatro piedras tullidas de fulgor, cantan con tristeza la muerte del amor: “Tiraron recuerdos, cartas, besos, tiempo; ella muere en versos, él en humo seco”. Cantan cuatro piedras con nauseabundo agror, cantan muy rumberas la muerte del amor: “Poca vida les bastó para colmar la copa; el nosotros se cribó cuál derrame de mil hojas”.


XXVIII/ El Adiรณs

Para mi acto final, dije a las cientos de cabezas decapitadas, cabezas de insectos, cabezas colocadas en las repisas, en el suelo, en todos lugares, dije... Para mi acto final, un adiรณs sin lรกgrimas, sin lรกgrimas rojas ni purpuras avejentadas. Un adiรณs que no ensuciarรก la alfombra, la tina, la cama, que no ensuciarรก tu recuerdo ni limpiarรก tu maรฑana. Un adiรณs sin culpa; ligero para el viaje. Un adiรณs fulminante, ardiente como el crujir de mis naves. Un te amo, disculpen, un adiรณs galopante que me haga llegar tan tan lejos que aun deseando, con todo el corazรณn, me sea imposible volver a saludarte.

lejos



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.