El marxismo ortodoxo y el materialismo historico

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Coordinador de la Coleccir'rn: Adolfo Sรกnchez Yรกzquez


H¿y TEXTIS que nacen muertos I textos que nacsn uiws. Los primeros no merecen ser rescatados del olaido; antre los segmdos hol tambián textos con rma uitalidad precaria o agotada 2a al cabo del tiempo. Tampoco mereccft scr rescatAdos. Pero hay tambien textos que no sólo nacen uiuos sino con tna aitalidad que se mantiene y crece

hasta

nuestros

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ellos, hoy

cn los mismos

ticmpos .iinolmente textos e.scritos qtt( uiuimos ! que rnuestran ya si,gnos de aitalidttd, aunque desde la altura de nue.stro presante no porlamos diaisar su de.s tino.futuro. l{ue.rtra Colección, diri,gida al ptihlico más amplio (dt estudiante.s -y, PrÚ.rort's, de autodidacta.s _1, en general, de le ctore.s que aspirut a rnriqurcer su cultura) prelatde re.scatar los textos rlet pasado que ho! siguat estando aiaos ) rliuul.gar los textos cnntemporáne os Qüe , hry Por /trt¡,, tntte.stran _ya tlta prometedora t,itulidad-


Georg Lukacs

EL MARXISMO ORTODOXO Y E[., MATERIALISMO HISTÓRTCO

EDITORIAL GRIJALBO, S. A. México, D. F., 1978

I


EL MARXISMo oRToDoxo Y EL MATERIALISMO

HISTÓRICO

Título original: GESCHICHTE UND KLASSENBEWUSSTSEIN . STUDIEN ÜgBN MARXISTISCHE

DIALEKTIK Traducido por Manuel Sacristán de la edición original, BerlÍn, Der Malik-Verlag, 1923. D. R. @ 1978, sobre la presente edición, por EptroRIAL Gnr¡nLBo, S. A. Av. Granjas 82, México 16, D. F. PRIMERA EDICION EN ESPNÑOI Reser¿,c¿do,s

todo.s los derechos. Este libro no puede ffi todo o ü7 Parte, en

ser reproducido,

-fo*o

alguna, sin permiso.

ISBN 968-419-046-8

Iupnrso ¡n MÉxtco

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MExlco


fxplcr ¿Qué es marxismo

ortodoxo?

El cambio estructural del m¿terialismo histórico. . .

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PRtsSE,N-|ACIÓN

I)os irn¡tortantes ensayos de Georg Lukacs se rccoÉlen en el presente volunlen: "¿Qu¿' es el marxisnro rlrt<tdoxo?" y, ''El carnbio estnrctural del lnaterialismo histórico". Alnbos forman parte de la farnosa obra def filósofb marxista húngaro Historia \ cor¿scient:ia, de clase, aparecida por prinrera \¡ez en alemán en 1923. Est¿r obra fue escrita cn momentos en que la práctica revolucionaria, estimulada en Europa por la victoria cle la Revolución Rusa de 1917, se encontraba a la ofensiva. En estas condiciones, la obra de Lukacs constitrtye uua reacción vigorosa fi'ente al m¿rrxismo cientifista y reformista de la socialclemocracia, pero también contra el nrarxismo objetivista y achatado qrre tarnbién apuntaba entre algunos te<iricos de la III Internacional. Lukacs tt'ata de rescatar el marxismo revoluci<xrario al reintroducir la dialéctica y elevar el ¡lapel del factor subjetivo. Sin embargo, esta acentuación de la subjetividad, aunque mediada ¡ror la práctica social, conserva bastante de la tradición hegeliana como ,"-a le reprocharon por entonces algunos de sus críticos. O¡r<lniéndose a la concepción que viene de Hegel y pasa a Engels, Lukacs descarra dc la naturaleza la dialéctir:a y la reserva ala esfbra de la realiclad histi¡rico-social. En 1967 se publicó Ia única reedición de la obla autorizada por srr autor. I-rrkacs escribió un ¡rrólogo especial ¡rara ella en el que reconoció las insuficicrtcias y lirnitaciones de historia y consciencfut de clase, explicables segúrn él ¡ror el carácter de la époc?r en que f'ue escrita: época de esperalrz¿r mesiánica ell una próxima re.r,olución munclial. Sin embargo, esto no significa que la <>bra haya perclido todo su valor y su vigencia. No es casrnl que, sobre todo en los riltimos años, se haya suscitado un interés creciente por ella. La razón est¿i, en definitiva, en que Historia y corrciencia de clase sigue viva como un estírnulo pujante li'elrte a las sinlplificacirlnes del marxisnro ya sea err ulr sentido r:icrrtifista o vulgar, cualesquiera que sean los ro¡rajes con (lue hoy día se revista. En este sentido es ¡rroliurclamentc irctrral el ensa\'<¡ que recogemos aquí y en cl que Lukacs se pregunta: ¿t¡tró cs el mal'xismo ortodox<¡? Ahí aclara él cuál es l¿r rillica ortodoxia t¡ue adrnite. No se trata de una adhesión silr crítica a l<¡s resultados dt: las investigaciones de IUarx y menos arin de lafe en tal o cual tesis. ["¡r r¡rtodoxia se refiere exclusivamente al ¡nétodo. En el citado Próklgo clc 1967 a la vez que reconoce autocrític¿rlnente lo <¡tre ya no puede corrsidcr¿rrse r,álido en su obra juvenil, ¡lr:rntierre que est¿r c.oncepción rlc la ortrxkrxia, referida al mó'todo, siguc siendo r,álicla. En el scgundo ensa\'() que recogen'ri)s e:l el ¡rrescrrtc volumen, l.ukacs aborcla el catnbit¡ rlc l'unción del nrutelialisrrro hist"órico, ya que la


conciencia actual clel proletariado habni de ser superada e integrada en una sociedad sin clasés. Aunqtre la tesis luckacsiana puede ser discutida, el ensayo citado muestra q,.r'e la adhesión de Lukacs al materialismo históriio no consiste -comb reclamaba él en el ensayo anterior- en aceptar sin crítica ni investigación las tesis de Marx; en este caso, las del materialismo histórico. Sobre eI autor y su ohra

Georg Lukacs nace en Budapest el 13 de abril de 1885 y Tt"e.e,t su ciudaá natal el 4 de junio d¿ l9?1. En l9l8 ingres-a en el Partido Comunista y desarrolla án él una intensa actividad política. En l9l9' ocupa el caigo de Comisario de E .bttt9 RepYen.la tgaago 1933 De blicá socialistá húngara. Educación, e regresa tg4+, Eñ Unión Soviética. en 1957 reen 1956, en el Gobierno Nagy. N gresa a Hungría y, desde eñionces, ret-i.lado_cle la política activa, se éorr"gt" a ri, labor de investigación filosófica y estética, hasta su muerte. clnse, De su extensa bibliografía dest 1952; 1923; Lmin, 1924; Et jutin Hegel, t culiaEl asalto a ln, razón, tíS+; La ná.tela ridad de lo estético, 1963; Ontología d¿l ser socinl, l97l' (Ediciones de Barcelona Grijalbo, esta publicandb hs Ohras Completas de Georg L"Pr:. Del volumer, éorrespondiente hemos tomado la versión española de la presente edición).


¿QUE ES ilIARXTSMO ORTODOXO?

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p/ctar y¡ri¡mcnte cl gundo; pcro lo quc import¡ a tnsfotmnlo.

Mmx, Tesis sobtc Fnerbrcb. Est¿ cuestión, en dgor bastante simple, ha llegado a ser obieto de nuchas üsa¡siones, tanto en cftculos burgueses cuanto en clrculos pro letarios. Pero paulatinamente empezl a incor¡nrarse al buen tono cientlfico el recibir con mera burla cualquier adhesión al marxismo ortodoxo. Dadas las gmndes discrepancias que parecfan dominar, incluso en el campo <socialista>, acerca de qué tesis constituyen la quintaesencia del matxismo, y cuáles es cllcito> criticar o hasta recusar sin perder por ello el derecho de ptesentatse como manrista (ortdoxo)D, pareció ctda vez más <acientlfico> el ex¡rc.ner e interprctar escolásticamente frases y pro¡rosiciones de viejas obras en patte ya crebasadaslr por la investigación moderna, como si fueran palabras de la Biblia, y el no buscar sino en ellas el manantial de la verdad, en vsz de entregerse <sin prejuicios> a la investigación de <hechos>. Si la cr¡estión estuviera realmente plantea' da asl, es obvio que la única respuesta posible serfa una sonrisa compasiva. Pero el planteamiento no es tan sencillo, ni lo fue nurrca. Pues no admitiendo- que la investigación reciente hu' suponiendo -aunque biera probado indiscr¡tiblemente la falsedad material de todas las pto¡rosiciones sueltas de Marx, todo marxista (oftodoxo> serio podrla re' conoce¡ sin resetvas todos esos nuevos resultados y techazar sin excep'


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¡rues, marrismo ortodoxo no significa reconocimiento acrltico de los ¡esultados de la investigación marxiana, ni <fe> en tal o calal tesis, ni interpretación de una esctltt¡ra <sagrada>. En cuestiones de ma*ismo la ortodoxia se rc6e¡e exclusi'vamente al método. Esa ortodoxia es la convicción cientlfica de que en el manrismo dialéctico se ha descubie¡to el método de investigación correcto, que ese método no puede continuarse, ampüarse ni profirndizarse más que en el sentido de sus fundadorcs. Y que, en cambio, todos los intentos de <supetarlo> o <conegirlo> han conducido y conducen necesariamente a su deformación superficial, a la trivialidad, al eclecticismo.

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,I¿ dialéctica materialista es una dialéctica revolucionaria. Esto de terminación es tan importante y tan decisiva para la comprensión de su natu¡aleza que hay que captarla ya antes dc estudiar el método dialéctico mismo, con objeto de conseguir el planteamiento adecuado de la cues tión. Se rata de la cr¡estión de la teorla y la práctica. Y ello no sólo en el sentido en que se erpresa Marx t en su primera crltica a Hegel, segrún el cual <la teorfa se hace fuerza material en cuanto que aferra a las masasD. Hay que encontrar además, en la teorfa y en el modo como ella afecta a las masas, los momentos, las deterrrinaciones que hacen de la teoda, del método dialéctico, el vehlculo de la revolución; la nanraleza práctica de la teorla tiene que desamollarse a partir de ella misma y de su relación cpn su objeto. Pues de no hacerlo asl, ese <aferrar a las masas> serla falsa apariencia. Pod¡fu ocurir que las masas, movidas por muy oros impulsos, obramn e¡ vista de muy otos fines, y que la teorfa no fuera para su movimiento sino un contenido completamente casual, una forma en la cual üevaran a consciencia su hacer socialnente necesario o casud, sin que ese acto de elevación e consciencia se enlazat¿ esericial y realmente con la acción misma. En ese mismo escrito citado ha enunci¿do Marx ¡ claramente las condiciones de la posibiüdad de la mentade rclación entre la teorla y la práctica. cNo basta con que la idea reclame la redidad; también la redi1.

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dad tiene que tendet d pensamiento>. Y en r¡n esc¡ito antetiot: t eEntonces se ve¡á que el mundo posee desde hace muclo tiempo d sue¡io de una cos-a, de la que le b¿sta con tene¡ consciencia para poseerle rcalmenteD. Esta relación de la consciencia con la redidad es lo que re¡lmente posibilita una unidad de la teorfa con la ptáctica. Sólo si d paso a consciencia significa el paso decisiao que el pn,ceso histórico tiene que dar h¿cia su propio objetivo, compuesto de voluntades humanas, ¡rro no dependiente de humano arbitrio, no invención del espfritu humano; sólo si la función histórice de l¿ teoda consiste en posibiütar prlcticamente ese paso; sólo si está dada una sin¡ación histórica en la oral el co¡recto conocimiento de la sociedad tesulta ser para una dase conüción inmediata de su autoafi¡mación en la lucha; sólo si para esa dasc su autoconocimiento es al mismo tiempo un conocimiento recto de la entera sociedad; y sólo si, consiguientemente, esa clasc es al mismo tiempo, p¿ra ese conocimiento, sujeto y objeto del conocer y la teorla intetviene de este modo inmediata y adecaailatreflte en el proceso de subver' sión de la sociedad: sólo entonces es posible la unidad de la teorfa y la ptáctica, el presupuesto de la función revolucionaria de la teorfa. Una situación asf se ha producido con la aparición del proletariado en la historia. <Cuando el proletariado>, dice Manj <proclama l¿ diso lución del actual otden del mundo, no hace más que exPresar el secreto de su propia existencia, pues él mismo es la disolución fáctica de este orden del mundoe. La teorla que lo exp¡esa no se limita a enlazarsc de modo más o menos casual, a través de mriltiples, complicadas y mal in' terpretadas relaciones, con la revolución; sino que, Por su esencia, es simplemente la orpresión intelectud del pr,ceso revolucionario mismo. Cada estadio de ese proaeso se fija en ella para conseguir generdidad y comunicabilidad, para poder ser aprovechado y continuado. Al no scr :sa teo¡la más que la fijación y la consciencia de un Paso nec€sario, so conviene al mismo tiempo en Presupuesto necesario del paso siguiente, inmediato. L¿ claridad acerca de ese función de la teorla es al mismo tiempo el camino que lleva al conocimiento de su naturaleza teorética, el mé' todo de la didéctica. El pasar por alto ese punto rigurosimente decisivo ha producido mucha confusión en las disctrsiones ace¡ca del método dia' léctico. Pues cualquiera que sea la actitud que se tome ante la exposición Jecisiva para el desarroüo teórico ulteriot- hecha por Engels en el

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de las contraposiciones, su mutación reclproca; y que, por lo tanto, hay que sustitr¡ir la causalidad unilateral y rígida por la intcracción: pero [a rclación dialéctica del saieto y el obieto en el proceso histórico no es aludida siquiera, y mucho menos, Ilor tanto, situada en el centto de la consideración metódica, como le corres¡nndetf¿. Mas sin esa determinr pesar de toda la conservación, sólo apación el método dialéctico -a por última instancia- de los conceptos cfluyenen supuesto, lente, tesD, etc., deja de sef r¡n método revolucionario. La diferenciación respecto de la cmetafísica> no sc busca ya en el hecho de que toda consiáeración cmetaflsica> del objeto, la cosa de la considetación, la deia ne' cesariamente intacta, inmutada, y gue, por lo tanto, la consideración misma es siempre y sólo cofltemplatiaa, no se hace práctica, mienttas que para d método dialéctico el problema central es la trunslormación de l¿ realidad. Si no se tiene en cuenta esa función centfal de la teorfa, se hace del todo problemática la excelencia de la formación de conceptos <flúidos>, y se mnvierte en un asunto Puramente <cientl6co>. EI método po&á aceptarse o recus¡üse, según el estadio de la ciencia en cada momento, sin que se altere en nada la actitud central respecto de la realidad, la concepción de ésta como mutable la impenetrabilidad, el carácter fatalista e inmut <leyes> en el sentido del materialismo burgués, economía clásica tan lntimamente relacionada con é1, puede incluso agu' dizarse, como ha ocurido a los llamados machistas, en el seno mismo de los partidarios de Marx. En nada conttadice a esta afirmación el que el machismo pueda dar de sl también un voluntarismo no menos bur' gués. El fatalismo y el voluntarismo sólo son contraPuestos que se excluyen para una mnsidetación adialéctica y ahistórica . Para la consideración dialéctica de la historia resultan ser polos necesariamente coordinados, refleios mentales en los cuales se expresa claramente el antagonismo del orden social capitalista, la imesolubiüdad de sus problemas en su propio

tereno. r2


Por eso todo intento de profundizar <crlticamente> el método dialéctico lleva necesariamente a r¡na trivialización. Pues el punto de panida metódico de toda actitud <crltica> es precisamente la separación entre el método y la realidad, el pensamiento y el ser. Esa actitud crftica contempla ptecisamente dicha separación mmo el progreso que hay que reconocerle en el sentido de una auténtica cientificidad y frente al gtosero materialismo acrltico del método de Marx. Es perfectamente comptensible que s€ quiera practicar esa operación. Pero hay que añadir que entonces no nos moveremos en el sentido que constituye la más lntima naturaleza del método dialéctico. Marx y Engels se han expresado al respecto de un modo diffcil de desvirtuar. <Con ello>, dice Engels,t <la dialéctica se reduce a la ciencia de las proposiciones generales del movimiento, tanto las del mundo externo cuanto las del pensamiento humano, dos series de leyes que, eil cranto a la cos¿ misma, son-, idénticas>. O bien, como dice mucho más precisamente Marx: t <Al igual que en toda ciencia socidl en general, siempre puede comptobarse en el proceso de las categorlas económicas... que las categorías excprcsan lormas de ser, condiciones de existencia>, Si se oscurece este sentido del método dialéctico, entonces dicho método tiene que aparecer inevitablemente como añadido inesencid, como mero ornamento de la <sociologla> o <economfa> marxista. Y hasta como un obstáculo opuesto a la investigación <sobria>, <sin preiuicios>, de los hechos, como construcción vacla por causa de la cual el marxismo violenta esos hechos. Bernstein es el que más cla¡a y rotundamente ha formulado esta objeción contra el método dialéctico, en parte a causa de su <falta de prejuicios>, completa ftor su falta de conocimientos 6lo sóficos. Pero las consecuencias reales, p,ollticas y económicas, que obtiene de esa actitud, de esa liberación del método de las (tramPas dialécticas> dd hegelianismo, rnuestran daramente adónde lleva su camino. Mues'

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tran precisamente que hay que eliminar del materialismo histórico ta didéctica cuando se quiere fundar una teorla consecuente del oportunir mo, del cdesarrollo> sin revolución, del <crecimiento> sin lucha hasta

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Pero en este punto tiene que suscirarse en seguida la cuestión de la impomancia metódica de esos hechos con los cr¡ales toda la literatura ¡evisionista organiza y practica su idolatrla. ¿En qué medida es posible ver en ellos factores determinantes de la acción del proletariado revolucionario? Es obvio que tdo conocimiento de la realidad parte de los hechos. Pero lo que se prcgunta es: ¿qué dato de la vida y en qué conexión metódica merece consideración como hecho relevante para el co, nocimiento? El limitado empirismo niega, ¡x)r supuesto, que los hechos llegan a se¡ tales sólo a través de una elaboración metffica, diversa según el obietivo del conocimiento. Ese empidsmo cree que cualquier dato, cualquier número estadlstico, cualquier lactum brutam de la vida ece nómica es un hecho importante. Con eso pasa por alto que ya la enumeración más simple, la acumulación de <hechos¡r sin el menor comentario, es una <interpretaciónp: que ya en esos casos los hechos han sido captados desde una t@rla, con un método, tomándolos de la conexión vital en la que originadamente se encontraban, arrancándolos de ella e insertándolos en la conexión de una teorla. Los oportunistas más cr¡ltos a su antipatfa instintiva y profunda por tda teorla- no lo dis-pese cuten en absoluto. Pero apelan entonces al método de las ciencias naturales, al modo como éstas consiguen explicar y comunicar hechos <pu¡os) lrcr medio de la obseryación, la abstracción, el o<perimento, etc.' Y entonces contraponen ese ideal cognoscitivo a las violentas construcciones del método dialéctico. Io que a primera vista más atrae de un método asl estriba en que el mismo desanollo del capitalismo tiende a producir una e¡¡tnrctura sG cid muy affn e esos modos de consideración. Pero aquf y precisamente por eso necesitamos el método di¿léctico para no suctmtir a la apariencia sociel asf producida, y püs conseguir ver la esencia dctrás de es¡ apadcncia. R¡es los hechos (pr¡¡(ND de las ciencias de la naturaleza surgen poq¡ue un fenómcno de l¡ vida se sitrla ¡eal o msrtal¡nente en r¡n ¡mbiente en el cual sus legalidades pueden estr¡üatse sin ninguna intcr-


vención perturbadora debida a oros fenómenos. Esta situación se refuerza aún por el hecho de que los fenómenos se rcducen a su ser puramente cuantitativo, expresable con números y telaciones numédcas. Los oponunistas pasan siempre p,ot alto, a este respecto, que comesponde a t la esencia del capitalismo el producir los fenómenos de ese modo. Man< descibe ese (proceso de abstracción> de la vida de un modo muy Penetrante al tratar del trabajo, pero no se olvida de indicar, no menos insistentemente, que se trata de una penrliaridad bistórica de la sociedad capitalista. cAsl se producen las abstracciones más generales, como ta' les, sólo cuando se tiene el despliegue concreto más rico, cuando una cosa aparece como común ¡ muchas, a todas. Entonces es ya posible pen' sarla en forma no sólo particular>. Esta tendencia del desarrollo capita' lista va empero todavla mís lejos. El catácter fetichista de las formas económicas, la cosificación de todas las relaciones humanas, la ampüa' ción, siempre creciente, de una división del trabajo que descompone de modo abstracto-racional el proceso de producción, sin preocuparse de las posibilidades y capacidades humanas de los productores inmedia' tos, etc., trasforma los fenómenos de la sociedad y, iunto con ellos, su apercepción. Asf nacen hechos <aislados>, compleios fácticos aislados, campos parciales con leyes propias (economla, detecho, etc.), que ya en sus formas inmediatas de manifestación parecen previamente elaborados para r¡na investigación cientílica de esa r¡aturaleza. De tal modo que tiene gue parecer especidmente <cientlfico> el llevar mentalmente esa a las cosas mismas- hasta el 6nal y levantarla a la tendencia -interna ciencia. Mientras que la dialéctica, que frente a esos hechos dignidad de y átor sistemas parciales aislados y aisladores subraya la conc¡eta unidad del todo, y descubre que esa apariencia es precisamente una apariencia necesariamente producida por el capitalisñr, Parece una -¿unque mera construcción. La falta de cientificidad de ese método aparentemente tan cientlfico consiste, pues, en que ignom y descuida el carácter histórico de los hechos que le subyacen. Esto implica pot de pronto una fuente de errores (siempre desconocida por ese tipo de consideración) sobre la cual ha llamado insistentemente la atención Engels.! I¿ esencia de esa fuente de

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emor consiste en que la estadlstica y la teorla económica (exactaD sons" truida sobre su base siempte han ido cojeando por deaás del desarrollo mismo. <Por esó cuando t" tt.t. de l¿ historia Pr€sente r¡no se verá de' masiadas veces obligado a tratar este factot decisivo colno constante, y la situación económica hdlada al principio del perlodo en cuestión como una sin¡eción dada e inmutable para tdo el perfodo, o bien a no considerar como trasfonnaciones de la situación más que las gue nacen de los acontecimientos ya maniÉestos, razón por la crral pueden manifestefse ellas mismasr. Ya en esa consideración sc indica que todo el ace¡camiento de la estrucn¡ra de la sociedad caPitaliste al método de la ciencia natu' ral, el ptesupuesto social de esa exactitud, es algo muy pfoblemático. Pues si- la estructura interna de los <hechose y la de sus conexiones es

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mer momento crlticamente la (exactitud¡) que del otro mdo puede cona los momentos en los cuales se ex' seguirse y se dirige cr; €se 6asformación decisiva. pt t" r..l,o"nt" ét" <hechos> que l8 ciencia pa¡ece cef'. Pero el c¿rácter mr en esa (punEza> se impone arin de otro modo mucho más cargado de consecuencias. Pues esos hechos, somo productos del desanollo histó rico, no sólo se encuengan en constante trasformación, sino que -precis¿mente en la esnactara de su obietioidad-- son Pto¿acto de una de C'onsiguientemen' termin¿da cientffactudidad te, la <cie inmediatamente, Y ficamente

inmediatamente dadas: los mismos hechos en cr¡estión tienen que so-

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meteñe a un üatamiento histódcodialéctico. Pues, como dice Man,r <la coofiguración ya anajada de las relaciones económicas, tal como se rnues. tta en la supeúcie, en su existencia rcal y por tanto también en las re ptesentaciones con las cr¡ales los portadores y agentes de esas relaciones intentan aclarftsclas, son muy üstintas de su estn¡ctt¡ra nuclear interna, esencid, pero oculta, y del concepto que le corresponde, y hasta son en la práctica la inversión contrapuesta de esa estructuraD. Asl pueq para captar adectradamente las cosas hay que empezar por captar clara y precisamente esa diferencia enffe su existencia real y su estructura nuclear interna, entre las representaciones formadas sobre ellas y sus conceptos. Esa diferenciación es el primer presupuesto de una consideración realmente cientlfica, la cual, según las palabras de Marx,r <serla superflua si la forma fenoménica y la esencia de las cosas coincidieran de modo inmediato>. Por eso lo que importa es,I>or r¡na parte, desprender los fenó menos de la forma inmediata en que se dan, hallar las mediaciones por las cuales pueden referirse a su núcleo, g su esencia, y comprenderse en ese núcleo; I, por offa parte, conseguir comprensión de su carácter fenoménico, de su apariencia como forma neces¿ria de manifestarse. Est¿ fotma es necesaria a consecuencia de la esencia histórica de los fenómenos, a consecuencia de su génesis ocumida en el terrcno de la sociedad capitalista. Esta doble determinación, ese reconocimienro y esa superación simultáneos del se¡ inmediato, es precisamente la relación dialéctica. I-a estructura conceptual interna deL Capital opone precisamente en este punto las mayores dificultades para los lectores superficiales, presos en las formas intelectuales del desanollo capitalista de un modo acltico. Pues, por una parte, la exposición exacerba precisamente el carácter capitalista de todas las formas económicas, produce un medio intelectual en el cual esas formas se manifiestan de un modo puro, porque la so ciedad se describe del modo que (cortesponde a la teorla>, es decir, completamente y puramente penetrada por las formas capitalistas, como sociedad compuesta sólo por capitalistas y ptoletarios. Pero, por otra parte, en cuanto gue ese tipo de consideración muestra algún resultado, en cuanto que ese mundo apariencial parece cuajat en teorla, el resul'

1.

Kapital lCapital],

III. I.

188. Análogamente

ibid,2L,297, etc. Esta distin-

ción entre la existencia (que se descompone en los momentos dialecticos de la apariencie, el fenómeno y la esencia) y la realidad proccde de la lógica de Hegel. Lament¡blemente no ¡ndemos discutir aquí lo intensemente que descansa en es¡s üstinciones tode le formación de conccptos del Capital. También la distinción cntre nepresentación y aonc€pto procedc de Hegel.

2.

(t¿pital [C,apitd],

III, II, t

2.

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tado asl conseguido se disuelve en seguida como mera a¡nrieñcia, como rcfejo invertido de invenidas situaciones, retejo que no es csino la orpresión consciente del movimiento aParenteD. El conocimiento de los hechos no es posible como conocimiento de b realidad más que en ese contofto que articula los heclros individudes de la vida social en una totalidad como momentos del desarrollo soeial. Este conocimiento pane de las determinaciones naturales, inmediatas, putas, simples (en el mundo capitalista), rccién catactedzadas, pera avan' zat desde ellas hasta el conocimiento de la totalidad conc¡eta como !eproducción intelectual de la realidad. Esta totalidad concreta no está en modo alguno inmediatamente dada al pensamiento. <Lo concreto es concreto>, dice Man,r (porque es la concenuación de mudras determinaciones, o sea, unidad de lo múltipleD. El idealismo sucumbe en este pr¡n' to a la ilusión que consiste en confundir ese proceso mental de reproducción de la rialidad con el proceso de construcción de la realidad p.n amiento aparece como proceso de composición, misma. R¡es <en "l como tesultado, no como punto de partida, aunque es el punto de panida real, y pot tanto también el punto de panida de la intuición y de la más representación¡¡. El materialismo vulgar, por el contrario -por con se contenta modernamente que se disfrace con Bemstein y otfos-, la reptoducción de las detetminaciones simples inmediatas de la vida social. Cree ser pafticularmente (exacto> al aceptü sin más, sin ultetior análisis y sin sfntesis para lograr la totalidad conceta, esas determina' ciones, al mantenetlas en su absracto aislamiento sin explicarlas más que pof medio de leyes abstractas, no referidas a la totalidad concreta: ol,a groserf aylafaltad conceptos consisten precisamente>, dice Marx,l n"t int.t casualmente lo que'va orgánicamente junto, poniéndolo "feiir en una mera conexión de la teflexión>. La grosetla y La falta de concepto de tales conexiones meramente re' flexivas consisten ante tdo en que mediante ellas se oscurece el carácter histórico, peiecedero, de la sociedad capitdista, haciendo que las deter' minaciones ap tezcan como atemporales, eternas categotlas comunes a todas las fotmas de sociedad. Este hecho se manifestó del modo más cfaso en la economla vulgar burguesa, pero también el marxismo vulgar procedió pronto por los mismos caminos. En cuanto que se resquebraió

1. Za¡ Kritik der politiscben ükonomie lC,ontribución e la crltica de l¡

nomfu oolltical.

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-n. iUl¿., iiX. iambién la categorla de la concxión de le redexión proccdc dc la lógica de Hegel. 18


el método dialéctico r, con é1, el dominio metódico de Ia totalided sobre los momentos singulares: en cr¡aRto que las partes dejaron de hallar su verdad y su concepto en d todo, y, á vez áe eüo, ei todo se elininó, por acientlfico, de Ia consideracíón, o se rcdujo a me¡a <idea> o (su¡naD de las partes, la conexión meramente rcflexiva de las pertes aisladas apareció necesadamente como ley atemporal de toda sociedad humana. pues la sentenci¿ de Manr t das relaciones de producción de toda sociedad constituyen un todoe es el punto de partida metódico y la dave misma del conocimiento bistórico de las relaciones sociales. En efecto: toda categoda individual y aisladamente tomada puede frensarse y tratarse asl- como categoda siempre preserite en todo el desamollo so -aislada cial. (Y si no se encuentra en r¡na determinada sociedad, basti con de clarar que se trata de una <excepción> que confirma la rda.) I¿ verdadera diferencia enre los estadios de la evolución social se manifiesta menos dara e inequlvocamente en las trasnformaciones sufridas por esos momentos patciales individuales y aislados que en las trasformaciones experimentadas por sa lunción en el proceso totd de la historia, su reIación con el todo de la sociedad.

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un problema de totalidad. Verke [Obras dc Hegel], Irógica proceden todas de le 2.¡ edición.)

IV,

150 ss.

(I¡s cit¡s dc le

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ni antade todo revisionismo, no conoce en su mate¡ial contradicciones gonismos. prr., *."io, t pgtit d9 todo, se Prduce alguna-contradicción de que el estadio en*e las diversas teorlás, i[o ,. interpteta lomo signr no es satisfactorio. Las del conocimi"nto .onr.goido h"r," "i-o..nto sus llmites pre' teorlas que parecen coñtradecirse tienen que encontfar que modificarse, cisamente en esas contradicciones, y, po, i"nto, tienen en las que desapanezcsn definiti' subsumitse bajo teoría;;¡; g.noál"t-En cambio, esas contradicciones no son, vamente las contradicciones. es insu' *i. l. realidad ro.i^1, signo de que la captación de la.realidad sino q'e pertenecin más bien inseparablemente ñ;;;;;;;;;;;rfi.., de la sociedad capita,lista' a la esencia ¿, to ,ulotídad n¡inal a h esencia que deien de ser En el conocimiento del todo no se superan de tal modo necesa.orrii.A..iones. Al conuario: se conciben como contradicciones Cuanii*,-."*" f"n¿...iio ri "tOn¡* de ese orden de la ptoducción. para la vla una ra mues d<i la teorla, como.oio.i-ünto de la realidad, rea' tendencias ,op.r".iOn á..r., contradicciones, 1o hace mostrando las a supe¡ar esas i;r'¡J;;;so de desarrollo social que están llamadas real, en el curso ultecontradicciones en ü;ltd.á social, á. * modo rior del proceso social. La misma pugna entre el método dialéctico y el método <ctltico> de vista, un t" *"ioi"firt" uig"t, o machista, etc.),es, desde este punto las ciencias le la naturaleza, el ;;bd" ,oli¿. Ei iá."r cognoscitivo dea se.ir al progreso-de la ciencia, il^i "pfi."do a la natva1ela se ümita ideológica de la burartna ,.*i "'r.i, aplicado al desarrollo social, un su orden productivo como si ;:;i;. g,,ii¿ panlaburguesía enrcnder !tr"ui.t. .onfig,rr"do po, ."'r.gorlas de atemporal yalldez, y determinado pura durar.r.i-n"rrr.nl por oür de leyes.t.in.t de la naturalezay deta como razínl y, pof otr" p.rt., estimar las inevitables conffadicciones no metos propi., di la eseniia de ese orden de la producción, sino.como i.iárrr.oot srrp.rfi.i"les, etc. El método de la economla clásica ha nacido como de esas necesiáades ideológicas, pero también encuen6a su llmite antagónico ciencia en la estru.t,rr" dJ h realidad social, en el carácter á. ti ptoarrcción capitalista. Cuando un pensador. de la.tall¿ de Ricardo <necesidad de una ampliación del.mercado con el ;¿;;,;;;iemplo,ia -.dü";t. (por ¿á f" producción y 1a acumulación del capital> [o hace psicoló ;;p";;q;" d.,rn modo inconsciente, desde-el punto de vista cuales gico) para rro,.rr.r-q,r. r..orro..,la necesidad dJhs crisis en las producción la de í..áinota del tnáo más craso el antagonismo de producción capi' bur' taüsta, para no tener que reconocer uqui el modo


libre despliegue de las fueruas de producción>.t Cierto que lo que en casos asl ocurrla aún de buena fe pasa a s€r en la economla vulgar apologla consciente e hipócrita de la sociedad butguesa. El marxismo wlgar. al esfonatse por eliminar consecuen' temente de la ciencia proletaria el método dialéctico, o por refinarlo, al menos, <crlticamente>, llega, lo quiera o no, a los mismos resultados. vez del modo ¡nás grotesco- a Max Adler, que Asl le ocurre -tal desea separat crlticamente la dialéctica como método' como movimiento del pensamiento, de la dialéctica del ser, entendida como metaflsica, y llega, como culminación de la <crltica>, al tesultado que consiste en diferenciar de ambas a Ia vu la dialéctica como <fmgmento de ciencia ¡rositiva>, gue (es aquello en ló que principdmente se está pensando gués implica una ümitación del

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cuando en el marxismo se habla de dialéctica teal>. Esta dialéctica, que según él debeda llamarse, más acettadamente, <antagonismo)0, <se limita a regisrar una contraposición que existe enre los intereses propios del individuo y las formas sociales por las cuales se encuentan constreñidos>.'Con eso, en primet lugar, el antagonismo económico objetivo que se manifiestaenl¿s lachas de clases se disipa en la forma de un conflicto entre el indioidao y la sociedad, en base al cual es imposible entender en su necesidad el origen, la problemá'tica y la caducidad de la sociedad se quieta o no se quiera- de capitalista, con el resultado -también En segundo lugar, tam' de la historia. una vuelta a la filosofla kantiana bién se fria asl la estructura de la sociedad burguesa como forma uni' versal de la sociedad como tal. Pues el problema central subrayado por Max Adlet, el problema de la real <dialéctica o, por mejor decir, anta' gonismo>, no es sino una de las formas tlpicas pot las cuales llega a i*pr.r"tse ideológicamente el carácter antagonlstico de la sociedad capitaüsta. Mas, por lo que hace a la esencia de la cosa, es indifetente que

del capitalismo se consiga a partir de la base económica o a partif de fotmaciones ideológicas, con ingenua despreocupación o con tefinamiento crltico. De este modo se pietde, con la recusación o la debilitación del mé todo dialéctico, la cognoscibilidad de la historia. Con esto no se tfata de afirmar la imposibilidad de describir más o menos precisamente y sin ayuda del método dialéaico personalidades, épocas, etc., de la historia. Io que ocume es que de ese modo es imposible la captación de la hisésa eternización

1. Manx, Tbeoñen übcr den Meh¡uert t@.

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lTeorfus de la plusvdl"],

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M¿rxistiscbe Prcbleme lProblcmas manistas], 77.

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Tbeorien über den Mebrwert [Teorfas de la plusvallal, III' 5-5, 9r'94. ár, Philosopbie [Miseria de la filosoifa, ed. demana], 92.

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bros de una totalidad, diferencias dentro de una unidad... Asl pues, una determinada forma de la producción detetmina también formas determi' nadas de consumo, distribución e intercambio, y determinadas rel¿ciones entre los diaersos mot efltos... Hay interacción entre los diversos mo' mentos. Asl ocurre en oralquier todo orgánico>. Pero tampoco es posible contentarse con la categorfa de interacción. Si la interacción se entendiere como mera acción causd reclproca entre

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ejemplo, una bola de billar en reposo recibe el choque de otra que se mueve; la primera se pone en movimiento, la segunda se desvla a causa del choque, etc. La interacción de que aqul se rata tiene que rebasat la influenciación rccfproca entre obietos por lo demás inmatables. Y la re' basa precisamente en su referencia al todo: la relación al todo se con' viens en la determinación que determina la forma de objetividad de

¡ obras. Cito sólo uno de los pasos más conocidos: <Un negro es un tancias se convierte en un esclavo. negr na máquina Pelu hilar el algodón. Una se convierte en capital. Arrancada Sólo capitd como el oro ltof sl mises tan esc¿samente de esas circt¡nstancias mo dinero, o cofno el azúcar precio del azúcar>. Esa constante uansforma' 1. Zar K¡itik der politischen óhotomie lC-ontribr¡ción ¡ la crftica de l¡ cco'

155-157. dol, -t.II,'Lohnarbeit

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sariamente el modo de producción capitalista se disuelven en r¡na apa' riencia de rcconocida necesidad, Pefo aPafiencia al fin. Sus conexiones de la reflexión, sus <leyes), nacida3, Ilof supuesto, necesariamente de ese suelo, pero encubridoras de las conexiones reales de los obietos, se manifiestan entonces ct)mo feptesentaciones necesarias de los agentes del

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menos objetividad tienen ptecisamente la función de cono' de la sociedad capitalista como esencialidades su de fenómen un real de cimiento de la objetividad constituyen histórico carácter histórico y el de su función real en el todo asl un acto indiviso de conocimiento. Esta unidad se romPe por obra

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sacción>.1

Esa función encubridora de la realidad que tiene la apadencia feti' chista y que rodea todos los fenómenos de la sociedad éapitalista llega empero más allá, no se limita a ocultar el caráctet histórico, tfansitorio'

1. Kapital 2+

lCapitel], Hamburg

194t,l, ltO.


pasaier, de esa sociedad: es¿ ocultación es posible sólo porque todas las formas de obietividad en las que necesariamente se prcsenta de modo inmediato el mundo circundante al hombre de la sociedad capitalista, ante tdo las categorlas eeonómicas, ocultan también su esencia en cuan' to formas de objetividad, categorlas de las relaciones entte los hombres, y aparcc€n en cambio como cosas y rclaciones entre cosas. Por eso el método dialéctico, al mismo tiempo que desgarra el velo de eternidad de las categorías, tiene que disolver también su solidez cósica, con objeto de despejar el camino al conocimiento de la realidad. <I¿ economla>, dice Engels en su reserla de la Crltica de la economía política de Marx, (no trata de cosas, sino de relaciones entre personas y' en última instancia, entre clases; pero esas relaciones están siempre aincalad¿s con cosds, y apüecefl cotno costts>.r Llegados a este punto se aprecia por fin que la consideración de totaüdad ptopia del método dialéctico es el conocimiento de la realidad del acaecef social. La relación dialéctica de las partes al todo podía presentarse aún como mera determinación metdica én h cual las cátegotlas que realmente constituyen la tealidad social destacaran tan poco como en las detetminaciones de la reflexión propias de la economla burguesa: y entonces su superioridad respecto de éstas serla un asunto puramente metodológico. Pero la diferencia es mucho más profunda y de principio. Pues por el hecho de que en cada categorla econó*ic" se manifiesta, se lleva a consciencia y a concepto una determinada relación entre los hombres en un determinado estadio de su desarollo social, puede entenderse el movimiento de la sociedad numana misma según sus leyes internas, como producto de los hombres mismos y cpmo producto de fuerzas que, aunque nacidas de sus relaciones, se han sustraldo a su conrol. Las categorlas económicas se hacen asl dialéctico-dinámicas en dos sentidos. Se encuentran en viva interacción enre ellas en cuanto categorlas (puramente> económicas y posibilitan eI conocimiento de cualquier corte diacrónico a través de la evolución so' cial. Y como han nacido de las relaciones humanas y funcionan en el proceso de trasformación de las relaciones humanas, la marcha misma del proceso se hace visible en su interrelación con el sustrato real de la eficacia de esas categorfas. O sea: la producción y la reproducción de una determinada totalidad económica, cuyo conocimiento es tarea de la ciencia, muta necesariamente en el proceso de producción y reproducción de una determinada sociedad toul, rebasando la economla <purat,

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¡teto sin tener que apclar a ninguna hrcrzza t¡ascendente. Marx ha orpre sado a menudo, clata y tajantemente, ese catácter del conocimiento üaléctico. Asf, ¡nr eiemplo: t <El proceso capitalista de producción, considerado en su conexión, o como p¡oc€so de reproducción, no producc, pues, sólo mercancla, ni sólo plusvalla, sino que produce y reptoduce la relación capitalista misma: el capitalista por un lado y el tmbajador asalariado pot ottoD.

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Ahora bien: ese autoponerse, autoproducirse y automeproducirs€ es precisamenteh realidad. Hegel lo ha visto ya claramente, y lo ha expre' sado en una forma parecida a la de Marx, aunque todavla demasiado abstracta, equlvoga consigo misma I, Por lo tanto, muy c¿Paiz de provocar equlvocos: (Lo que es real es en sl necesario>, dice en su Filosofia del derecbo.t <L¿ necesidad consiste en que el todo se dirima en las diferencias del concepto, y en que lo ditimido dé una determinación firme y persistente, que no tiene la f¡meza de lo mue¡to, sino que se produce constantemente a sf misma en la disolución¡r. Pero precisamente aquf, cuando se expresa claramente el profundo patentesco del materialiimo histórico con l" filosofla de Hegd en el problema de la realidad, en !a función de la teorfa como aatoconocimiento de la teali' sea con pocas palabras- a la dad, hay que aludir en seguida -aunque ambos. El punto de separación es diferencia, no menos decisiva, entre también el problema de la redidad, el problema de la unidad del proceso más a sus suc€sores, cada vez histórico. Marx rcprocha a Hegel (y "fono haber supemdo realmente la más deudores dc Ficlte y de Kant) el duaüdad de pensamiento y ser, de tqorla y práctica, de sujeto y objeto; el que su dialéctica --4n cuanto dialéctica interna, real, del proceso histórico- sea merr¡ apariencia; el que precisamente en el punto decisivo no haya rebasado a Kant; el que su conocimiento lo sea meramente acerca de una materia carente en sl de esencia, y no autoconocimiento /e esta ma¡eia, de la sociedad humana. <Ya en Hegel>, dicen las frases decisivas de esa cltica,t <el espfritu absoluto de la historia no recibe propiamente su material ni su comespondiente orpresión sino en la 6loso

l. Kapital lCapital], f, 2.

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541. Apendice a $ 270. Philosophische Bibliothek, t54. Nachlass [Póstumos], II, 187.


ffa.E) filósofo aparece como mero órgano en el cual el esplritu absoluto,

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que hace la historia, llega luego a consciencia, un¿ vez que el movimiento ha discurrido. I¿ intervención del filósofo en la historia se reduce a ésa

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su conscienoa a posteriori, pues el espfritu absoluto produce de modo inconsciente el movimiento real. El filósofo llega, pues, post festam>. Hegel hace pues que <el espfritu absoluto realice la historia sólo aparentemente... h¡es como el esplritu absoluto no llega a consciencia sino Post festum, en el filósofo, y en la forma de creador esplritu del mundo, su fabricación de la historia no existe sino en la consciencia, en la opinión y la representación de los filósofos, sólo en la imagen espeq¡lativa>. La actividad crltica del ioven Marx ha liquidado definitivamen¡e esa hegeliana mitologla del concepto. Pero no es casual que la filosofla frcnte a la cr¡al avarvza Marx hacia su (autoentendimientoD sea ya un movimiento involutivo del hegelianismo haci¿ Kant, un movimiento que utiliza las oscuridades y las intern¿s inseguridades del mismo Hegel para extirpar del método los elementos revolucionarios, y armonizar sus contenidos reqccionarios, la reaccionada mitologla del concepto, los restos de escisiórf contemplativa de pens4miento y set, con la homogénea filosofla reaccionaria de la Alemania de la época. Al recoger la parte del método de Hegel que apunta al futuro,la dialéctica, como con(rcimiento de la reaüdad, Marx no sólo se ha separado tajantemente de los sucesotes de Hegel, sino que ha escindido al propio tiempo la filosofla de Hegel mismo. Marx ha llevado heste el extremo, con suma consecrrencia, la tendencia histórica impllcita en la filosofla de Hegel, ha rasformado radicalmente tdos los fenómenos de la sociedad y del hombre socializado en problemas históricos, mosrando concretamente y haciendo metódicamente fecundo el sustrato real del. desarroüo histórico. Con esa vara de medir que él mismo descubrió y ptomovió metódicamente se ha medido la filosoffa de Hegel, y no he dado la meüda. Los testos mitologizantes de los <valores eternos>, eü' minados por Marx de la dialéctica, se encuentran ptopiamente en el mismo plano de la filosoffa de la reflexión, contra la que Hegel ha luchado violenta y encarnizadamente durante toda su vida, moviüzando todo su método filosófico, el proceso y la totalidad conceta, la dialéctica y la historia. La crltica de Marx a Hegel es, pues, la continuación y elabotación directas de la cítica que Hegel mismo habla dirigido conma Kant y Fichte.r Asl nació, pot un lado, el método dialéctico de Matx

1. No puede sorprcnder

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como continuación consecuente de aquello a lo que Hegel mismo habfa aspirado, pero sin conseguirlo concretamente. Mientras que, pot el oüo lado, quedó el cuerpo muerto del sistema escrito hegeüano, como pasto de filólogos y fabricantes de sistemas. Peto el punto de separacióh es la realidad. Hegel no consiguió lLg"r hasta las verdadeiras fuemas mototas de la historia. En parte lrorque €n la época de la constitución de ese sistema dichas fuerzas no estaban aún visibles de modo suficientemente claro. Razón por la cual se vio obligado a ver en las naciones y en su consciencia (cuyo sustrato real no ha sido nunca penetrado por Hegel en-su contenido heterogéneo, sino mitologizado en la forma del <esplritu nacional> *) los auténticos portadores a la enetgla del desarrollo histórico. Y en parte porque él mismo -pese de vista plató de sus contrarias tendencias- quedó preso en el punto nico-kantiano, en la duplicidad de pensamiento y ser, de forma y materia. Aunque sin duda ha sido el verdadero descubridor de la significación de la totalidad concreta, y aunque su pensamiento se orientó siempre a la superación de toda absuacción, sin embargo, la materia quedó siempre inficionada para é1, de modo auténticamente platónico, por <la marcha de la determinación>. Y esas tendencias conuapuestas y pugnaces entre sf no pudieron llegar a clarificación intelectual en su sistema. Mui a menudo aparecen las unas junto a las otras sin mediaciones, contradie toria y dlsequilibradamente, y el (aparente) equilibrio deúnitivo que encontraron en el sistema mismo tuvo consecuentemente que orientarse más hacia el pasado que hacia el futuro.s No es nada sorptendente que Marx ha

superado

intente conegir

a la concepción kantianamente int ano como cvalot tado. que cs la de lo cúai significa sus funciones como instrumento de la opresión clasista, deben entenders€ úlo como <cosas históricas>, <las cuales no deciden de la esencia, la dcter' minació

en este mente, toda la cuendo reaccionarios de l¿ filosofla hegeliana del estado para eliminar del manrismo le dialéctica rer¡olucionatia y eternizar intelectu¡lmente la sociedad burguesa.

* Volksgeist. (T.) 2. Es muy característica

economla (Rechtspbilosophie mente su problema metódico (de modo muy parecido al de piedad privada y del estadol,

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este propósito

la actitud de Hegel resPecto de la

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7 la ciencia buguesa haya destacado muy pronto ese aspecto de Hegel precisamente como el esencial, y que lo haya desarrollado. Pero ptecisa' mente cún eso se ocultó casi completamente, incluso para marxistas, el núcleo revolucionario de su pensamiento. La mitologfa del concepto es siempre cho de que los hombres no han conseguido existencia, de cuyas consecuencias no puede de ¡rcnetrar en el objeto mismo cobra entonces, como expresión inte-

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do finalmente la posibilidad y la perspectiva adecua' n toda mitologla. El esplritu absoluto de Hegd ha sas magnlficas formas mitológicas, una forma en la que ya se orptesaban el todo y su movimiento' aunque sin consciencia de su ser real. Cuando en el materialismo histórico cobra su forma <razonable> la lnzón <que siempre ha existido, aunque no siempre en la forma tazonable>,t gracias al descr¡brimiento de su verdadero sustrato' del fundamento a partir del cual la vida humana puede realmente llegar a ser consciente de sl misma, entonces se rediza el programa de la filosoffa de la historia de Hegel, ar¡nque ptecisamente en una destrucción de la doctrina hegeliana. A difetencia de la naturaleza, en la cual, subraya Hegel,t <la trasformación es un cfrculo, la repetición de lo igual>, <en la histotia la trasformación no procede sólo en la superficie, sino en el con' cepto. Es el concepto mismo el rectificado>.t 5

Sólo en este contexto puede remitir más allá de lo meramente teó, rico y convertirse en una cuestión de la práctica el punto de panida del la filosofh clásice alemanaT, 441. Pero es incapaz de descubdr la sigliftación básica del sustrato ¡naterid de la economla, la relación de los hombres entre sf; pam él

y sus leyes le parecen tener un <oarecido con el sistema planetario>,loc. cit., ))6. 1. Engds, ca¡te a -I. Bfth,21-IX-189,0. Dóksmente dcs Sozialismas,Il,Tl. 2. Nrchld¡s [Póstumos], I, r8l. ,. Die Vcrnrnlt de¡ Gásib¡c¡tc fLe Razón de la Historial, Philorcphische Bil¿ economla quede en <hormigueo dc arbitrariedadD,

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materialismo dialéctico: (no es la consciencia de los hombres la que determina su ser, sino que, a la inversa, su se¡ social determina su consciencia>. Pues sólo en este.punto, cuando el núcleo del se¡ se ha rerrelado como acaec€r social, puede aparecer el ser como producto ahora, -hasta por supuesto, inconscientF de la aaividad ht¡mana, y esa actividad misma, a su vez, como elemento decisivo de la trasformación dd ser. Las puas relaciones naturales, o las formas sociales mistificadas como si fueran relaciones naturales, se contaponen al hombre como datos fijos, ya terminados, esencialmente inmutables, cuyas leyes él puede a lo sumo aprovechar, p€ro sin conseguir nunca trasformarlas. Por oüa perte, esa concepción del ser recluye la posibilidad de Ia práctica dentro de la consciencia individual. La práctica se convierte en forma de actividad del individuo aislado: en ética. El intento de Feuerbach de superar a Hegel fracasó precisamente en este punto: Feuerbach se ha detenido ante el individuo aislado de la <sociedad civil>, igual que cl idedismo alemán y mucho más que Hegel. La odgencia de Marx de entender la <sensibilidad>, el objeto, la realidad, como actividad sensible humana I significa una toma de consciencia del hombre acerca de sf mismo como ser social, acerca del hombre como sujeto y simultáneamente objeto de acaecer histórico-social. El hombre de la sociedad feudal no podla hacerse consciente de sl mismo como ser social porque sus relaciones sociales posefan aún en muchos respectos un carácter como natufal, porque la sociedad misma en su totelidad estaba demasiado poco unitariamente organizada, y abarcaba en su unidad demasiado escasamente todas las relaciones entre los hombres para podet prcsentarse en la consciencia como l¿ rcahdad, del hombre. (La ctrestión de la estructura y la unidad de la sociedad feudal no tiene que examinarse aqul.) La sociedad burguesa consuma ese proceso de per-sociaüzación de la sociedad. El capitalismo demiba todas las bameras que separan espacio'temporalmente los diversos palses y territorios, igual que los tabiques jurldicos de la esratificación estamental-. En su mundo de la igualdad formal de todos los hombres desaparecen aceleradamente las relaciones económicas que han regulado inmediatamente el intercambio entre el hombre y la naturalea. El hombre se hace ser socia! e-n el más pleno sentido de la palabra. Y la sociedad llega a ser la realidad para el hombre. De este modo el conocimiento de la sociedad como realidad no es

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posible más que sobre la base del capitdismo, de la sociedad burguesa. Peto la clase que se presenta como portadora histórica de esa t¡asformación, la burguesla, consufna ésa su función de un modo todavla inconsciente; las fuerzas sociales que ella misma ha desencadenado, las fuesas que, por su parte,la han llevado a ella misma al poder, se le contra¡nnen como una segunda naturaleza, aunque con menos úma y menos penetfable que en el caso del feudalismo.l Sólo con la aparición del proletariado se consuma el conocimiento de la realidad social. Y ese conocimiento se consuma al descub¡ir el punto de vista de clase del proletariado, punto a partir del ct¡al se hace visible el todo de la sociedad. Ptecisamente porque para el proletariado es una necesidad vital, una cuestión de vida o muerte, conseguir completa daridad acetca de su situación de clase; precisamente porque sus acciones tienen como presupuesto inévitable ese conocimiento; precisamente por eso han nacido con el materidismo histórico la doctrina <de las condiciones de la liberación del proletariado> y la doctrina de la tealidad del proceso total del desarrollo social. La unidad de teorla y práctica no es, pues, sino la otra cara de la situación históticosocial del proletadado, el hecho de que desde su punto de vista coinciden el autoconocimiento y el conocimiento de la totalidad, el he cho de que el ptoletariedo es a la vez suieto y objeto de su propio co' nocimiento. Pues la vocación y la autoridad para elevar la evolución de la humanidad a un estadio superior se basan, como ya rectamente observó Hegel ¡ (aunque refiriéndose todavfa a las naciones), en que esos <estadios de la evolución están dados crlmo principios inmediatos natwale,t)D (crrya realización... se confla> al pueblo (esto es, a la clase) <a la que corresponde un momento asf como principio natural>. Man< ha concretado esa 8 idea de modo completamente claro para el desarrollo social: <Cuando los escritores socialistas atribuyen al proletariado esa función históricouniversal, no lo hacen en modo alguno... porque consideren dioses a los proletarios. Al contrario. El proletariado puede y tiene que überase a sí mismo porque en é1, cuando está plenamente desarrollado, se consuma prácticamente la absracción de tod¿ humanidad, incluso de la apariencia de humanidad; porque en las condiciones de vida del proletadado se concentran en su más inhum anr. punta todas las condiciones de vida de porque en el proletariado el hombre se ha perdido a la sociedad

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sl mismo, pero de tal modo que no sólo cobm consciencia teórica de esa perdida, sL'. que se ve además obligado directamente a la colera contra esa inhumanidad por la consricción imperiosa y absoluta, ya inevitable e imposible de disfrazar, que es la expresión práctica de la necesidad. Pero el proletariado no puede übetarse sin suprimir sus condiciones de vida. Y no puede suptimir sus condiciones de vida sin suprimir al mismo tiempo tadas las inhumanas conüciones de vida de la sociedad agtual, las cuales se concentran en su situación>. Po¡ todo eso la esencia metó üca dd materialismo histórico no puede sepatatse de la <actividad prácticocrítica> del ptoletariado: ambos son momentos del mismo proceso de desarrollo de la sociedad. Y por eso tampoco el conocimiento de la redidad facilitado por el método dialéctico puede separarse del punto de vista de clase del proletariado. El planteamiento (austromarxista> de la separación metdica entre la (pr¡ra> ciencia del marxismo y el socialist mo es un pseudoprcblema, como todas las cr¡estiones análogas. Pues el método marxista, la dialectica materialista como conocimiento de la rea' üdad, no se consigue más que desde el punto de vista de clase, desde el pr¡nto de vista de la lucha del proletariado. El abandono de ese punto de vista aparta del materialismo histórico, del mismo modo que su con' secución lleva directamente a la lucha del proletariado. Esta génesis del materiaiismo histórico a panir del principio vital <inmediato, natural> del proletariado, el hecho de que el conocimiento totalizador de la realidad resulta del punto de vista de clase del proletariado, no significa empero, en modo alguno, que dicho conocimiento, o la actitud metódica respecto de á, se den al ptoletariado como clase (y aún menos al proletario individual) de un modo natural e inmediato. Al conttatio. El proletariado es, sin duda, el sujeto conocedor de ese conocimiento de la realidad total social. Pero no es sujeto cognoscente en el sentido del método kantiano, en el cual el sujeto se define como aquello que nunca puede ser objeto, No es un espectador neumal de ese ptoceso. El proletariado no es sólo parte activa y sufriente de ese todo, sino que, además, el ascenso y el desarrollo de su conocimiento, asl como su ascenso y su desamollo mismos en el curso de la historia, son simplemente dos aspectos de un mismo proceso real. No se trata sólo de que la clase misma, partiendo de sus acciones espontáneas, inmediatas, de defensa inmediata desesperada (por ejemplo, la destrucción de máqui' nas, tomada como ejemplo primitivo de 1o más craso), se haya (consti'

1. Hrr.r:nnorwc, 32

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VII-IX [El capitd

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tuido en dasep muy poco a poco, en constante lucha social. Sino que también la consciencia de la rcalidad social, de la propia situación de clase, y la dimanante misién histórica, junto con el método de la concepción materialista de la historia, son productos del mismo ptoceso de desartollo que el matetialismo histórico reconoce adecr¡adamente y según su rcalidad por vez primera en la historia. C-on ello queda dicho que la posibilidad del método marxista es un producto de la ludra de clases, exactamente igual que cualquier tesultado de naturaleza polftica o económica. También el desamollo del proletariado refleja la estructura de la historia de la sociedad, por él descu' bierta. <Por eso su resultado apar€ce constantemente como previo, del mismo modo que sus presupuestos aparecen como resultados>.t El punto de vista metódico de la totalidad, lo que hemos aprendido a conocer como problema cennal, como presupuesto del conocimiento de la reali' dad, es un producto de la historia en dos sentidos. En primer lugar, ha sido producido por el desanollo económico que ha producido también al ptoletariado, ¡ror el nacimiento del proletariado mismo (o sea, en un gasformación, asl detetminado estadio de la evolución social), por la consumada, del suieto y el obieto del conocimiento de la realidad social, I del materialismo histórico en cuanque es la posib lugar, esa posibilidad formal se ha tó conocimient sólo en el curso del desamollo del convertido en proletariado mismo. Pues la posibilidad de entender el sentido del proceso histórico como algo inmanente, interno al proceso mismo, en vez de atribuirlo a un material en sl ajeno a la sensibiüdad, como dación

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1. cfr. al respecto la polémica_de Zinoviev con_Guesde-y su comportglteSlo r.tñto d. la gueira en Stúttgat. Geger det Strom lC-on1ra la -corrientel,-47M71. co

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entendidos se disipa de este modo en la conexión de la realidad, en la teferencia de todos los momentos parciales a sus internas rafces, antes no aclaradas, en el todo: entonces se hacen visibles en esos hechos las tendencias que aspiran al centro de la realidad, a lo que suele llamarse obietivo final. Pero como ese objetivo final no se contrapone al proceso como ideal abstracto, sino como momento de la verdad y de la ráafidad, pues que está denffo del momento concreto como concreto sentido del estadio alcanzado en cada caso, su conocimiento es precisamente conocimiento de la dirección que toman (inconscientemente) las tendencias orientadas al todo; conocimiento de la orientación que, precisamente en el momento dado, ha de determinar concretamente la actuación correcta desde el punto de vista y en interés del proceso total, de la liberación del proletadado. Pero la evolución social agudiza constantemente la tensión entre el momento parcial y el todo. Precisamente porque el sentido inmanente dela tealidad irradia de ella con brillo cadavu, más intenso, el sentido del acaecer es cada vez más profundamente inmanente a la cotidianidad, y la totalidad se sume más profundamente en la momentariedad espacio temporal de los fenómenos. El camino de la consciencia en el proceso his. tórico no se hace más equilibmdo, sino, por el conrario, cada vez más diflcil y más cargado de responsabiüdad. Por eso la función del marxismo ortodoxo, su superación dd revisionismo y del utopismo, no es una resolución de tendencias falsas que pueda conseguirse de una vez, sino una lucha siempre renovad¿ contra el confusionario efecto de formas burguesas de comprensión en el pensamiento del proletariado. Esa orto doxia no es una guardiana de uadiciones, sino proclamación, siempre vigilante, de la relación del instante presente y de sus tareas con la totaüdad del ptoceso histórico. Y de este modo permanece la vigencia de

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las palabtas del <manifiesto comunista) acefca de las ta¡eas de la ortodoxia y de sus pütadores, los comunistas: clos comunistas se distin' guen de los demás partidos proletados sólo par el heclo de que, po¡ uqa de [.rr., destacan y dan vaüdá, dentr I de las diuertas ludras nacionales inde' ió, proletarior, lo, intereses de mnjunto de " e$os par pendientes de la naciondidad, Y, Po! otra y la ertadios de desamollo que atráviisila lucha burguesla representan el interés del moaimiento global>.

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EL CAMBIO ESTRUCTURAL DEL MATERIALISVIO HISTORICO Conferencia pronunciada en la inauguración del Instituto de Materialismo Histórico de Budapest. No es en modo alguno casual que las dos grandes obtas maduras de Marx dedicadas a exponer la totalidad de la sociedad capitaüsta y su carácter básico empiecen con el análisis de la ntercancla. Pues no hay ningtin ptoblema de ese estadio evolutivo de la humanidad gue no remita en última instancia a dicha ca¡estión, y cuya solución no haya de buscarse en la del enigma de ls estructara de la metcancla. Es cietto que esa generalidad del ptoblema no puede alcanza¡se más que si el planteamiento logra la amplittrd y la profundidad que Posee en los anáIisis del propio Marx, más que si el problema de la metcancfa aParec€ no como problema aislado, ni siquiera como ptoblema centtal de le eco' nomla entenüda como ciencie especial, sino como problema esttuctual cenuel de la sociedad capitdista en tdas sus manifestaciones vitales. Pues sólo en este caso puede descubtime en la estnrctum de la rclación metcantil el prototipo de todas las fotmas de obietividad y de tod¡s l¡s corrcs¡nndientes formas de subictividad que sc d¡n en la sociedad bu' $¡eEa.

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Pero aqul se presenta la cuestión de por qué eso no h¿ sido posible hasta ahota. Si nos limitáramos a una consideración supeúcial de las cosas, la respuesta podrla ser que el momento del desarrollo del materialismo histórico como método cientlfico no ha llegado hasta ahora precisamente porque ahora ha conseguido el proletariado el poder y, con é1, la posibilidad de disponer de las fuerzas flsicas e intelectuales sin las cuales no poüa conseguirse aquel objetivo y que la vieja sociedad no habrla puesto jamás a su servicio. Pero, en realidad, hay aqul motivos más profundos que el nudo hecho de podeíde que el proletariado se encuentre hoy materialmente en una situación que le petmite organizar la ciencia según su juicio. Esos motivos más profundos están lntimamente rel¿ciouados con el profundo cambio funcional producido por el hecho de la dictadura del proletariado, o sea, por el hecho de que la lucha de clases se ditige ahora de arriba a abaio, y no ya de abaio a ardba; el hecho af*ta a todos los órganos de este ptoletariado, a todo su mundo intelectual y emocional, a su situación y a su consciencia de clase. Hoy, al inaugurar este instituto, hemos de discutit imprescindi' blemente dichos motivos. ¿Qué fue el materiaüsmo histótico? Fue sin duda un método cien' tífico para entender los hechos del pasado de acuerdo con su verdadera naturaleza. Pero, a diferencia de los métodos históricos de la burguesla, el materialismo histótico nos permite al mismo tiempo ver el presente desde el punto de vista histórico, o sea, cientlficamente, descubriendo en él no sólo los fenómenos de la superficie, sino también las fuerzas históricas motofas más profundas que actúan los acontecimientos en la realidad. Por eso el materialismo histórico tenla para el proletariado un valor mucho más alto que el de un mero método de investigación cientlfica. Se contaba enue sus insttumentos de lucha principales. Pues la lucha de clase del proletariado significaba al mismo tiempo el despenar de su consciencia de clase. Pero el despertat de esa consciencia $e presentaba siempre al proletariado como consecuencia del conocimiento de la situación vetdadera, de las conexiones históricas efectivamente dadas. Eso es precisamente lo que da a la lucha de clase del proletario su posición única enre todas las luchas de clase, a saber, que efectivamente recibe su arma más afilada de la verdadeta ciencia, de la comprensión clara de l¿ realidad. Mientras que en las luchas de clases del pasado eran decisivas las más diversas ideologlas, formas religiosas, morales, etc., de l¡ .consciencia fa!sa>, la lucha de clase del proletariado, la guerra por


la libertad de la última clase oprimida, ha encontrado su grito de guena t y, al mismo tiempo, su arma más potente en la manifestación de la ver- € dad desnuda. Al mostrar las verdaderas fuerzas motoras del acaecer his- ! tórico, y a consecuencia de la situación de clase del proletariado, el ma- : terialismo histórico se ha convertido en un instrumento de lucha. La Ñ tarea más importante del materiaüsmo histórico consiste en juzgar exac- i tamente el orden social capitaüsta, en revelar la esencia del orden social S capitalista. Por eso el materialismo histórico se ha utilizado siempre, en k ." la lucha de clase del proletariado, p^ra con los frlos rayos de ^ffavesar la ciencia los velos puestos por la burguesía en todos los casos en que ü intentó disimular y encubrir la situación de la lucha de clases, la situa- 's ción real, aplicándole todo género de elementos ideológicos; y pata mostrar el hecho y la medida en la cual esos elementos burgueses eran falsos, confusionarios, opuestos a la verdad. Por todo eso la función rñás destacada del materialismo histórico no pudo consistir en el puro conocimiento científico, sino en el hecho de ser él mismo acción. El materialismo histórico no era un fin en sí mismo, sino que existla para que el proletariado pudiera ponet en claro la situación, y púa que pudiera actuar correctamente de acuerdo con los datos, claramente reconocidos, de su situación de clase.

Así, pues, en la época del capitalismo el materialismo histórico fue un instrumento de lucha. Por eso la resistencia que la ciencia burguesa opuso al materiaüsmo histórico no fue en modo alguno mera limitación, sino expresión del acertado instinto de clase de la burguesla, manifiesto en la ciencia burguesa de la historia. Pues el reconocimiento del mate' rialismo histórico habrla significado palz- Ia burguesla casi el suiciüo. Todo miembro de la burguesla que hubiera admitido la verdad cientlfica del materialismo histórico habúa perdido con ello su consciencia burguesa de Clase y, con ella, la capacidad de defender adecr¡adamente los intereses de su propia clase. Por o6a parte, también habrla sido un verdadeto suicidio por pafte del proletariado el ümitarse al conocimiento de la peculiaridaá cientlfica del materialismo histórico, el no ver en él más que un medio de conocimiento; pues la esencia de la lucha de clase proleiaria puede ptecisamente describirse diciendo que Para ella coinciden le teórla y la práctica, y que el conocimiento lleva en ella sin tran' sición a La acción. La existencia de l¿ burguesla presupone su incapacidad de llegar a una comprensión clara de sus propios PresuPuestos sociales. Un repaso de la hisioria del siglo xrx permite reconocef un paralelismo profundo 39

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la burguesla y la paulatina penetración de ese autoconocimiento. A finales del siglo xvrrr la burguesla era ideologicamente fuerte y sin quebrar. Todavla lo em a principios del siglo xrx, cuando su ideologla,laidea de la übertad y la democracia butguesas, no habla sido aún vaciada internamente por el automatismo na-

y constante entre la

decadencia de

tural de la economía, cuando la burguesla tenla aún la esperanza -y Podla tenerla con buena consciencia- de que aquella übertad democrática burguesa, aquella autonomla de lo económico, acabarla por Provocar t¡n dla Ia salvación de la humanidad. La grandiosidad y el pathos de es¿ fe no sólo llenan la historia de las primeras revoluciones burguesas iel modo más intenso, la de la gran revolución francer¿-, sino que presta también a las grandes manifestaciones cientlficas de la burguesla, pot ejemplo, a la economla de Smith y Ricardo, la sincera falta de prejuicios y la energl^ paru aspirar a la verdad, a la enunciación desnuda de lo descubierto. La historia de la ideologla burgueqa es la histoda del resquebraja' miento de esa fe en la misión salvadora de la trasformación burguesa de la sociedad. A partir de la teotla de las crisis de Sismondi y de la crltica social de Carlyle, la autocorrosión de la ideologla burguesa presenta un desanollo acelerado. Esa crltica reclproca de las clases domi' nantes antagónicas, que empezó como ctltica feudal y reaccionaria contra el capitalismo ascendente, se convierte cada vez más en autoctltica de la burguesla, y más tarde, ya más secreta y retorcidamente disimulada, acaba llor ser la mala consciencia de la clase. <La burguesla vio claramente>, ha escrito Marx,t <que todas las armas que habla forjado contra el feudalismo.se le volvlan contra ella misma, que todos los medios de educación que ella había ptoducido se rebelaban contra su propia civilización, y que todos los dioses por ella creados apostataban>. Por todo eso la idea de la lucha de clases no se pronuncia abienamente más que dos veces en la historia de la ideologla burguesa. Es un elemento determinante de su <petlodo heroico>, dé su enérgica lucha por el predominio social (particulatmente en Francia, país en el cual se agudizaron al máximo las luchas polltico-ideológicas), y vuelve ap^re' ^ cer en el último perlodo, el de la crisis y la disolución. La teorla social de las grandes asociaciones patronales, llor ejemplo, es a menudo un punto de vista de clase afirmado abiertamente, incluso clnicamente. La última fase del capitaüsmo se manifiesta en general ideológicamente pof

1. Brumaire [El 18 Brumario de Iouis Napoleon], 40

pág. 50.

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métodos que desgarran los disftaces ideológicos y provocan en las capas dominantes de la burguesla una formulación cada vez más clara y abierta de <lo qFte esD. (Piénsese, pot eiemplo, en la ideologla estatalista de la Alemania imperialista, o en el modo como [a economla de la guerra y la postguetta ha obligado a los teóticos de la burguesla no sólo a ver en las formas económicas relaciones fetichistas, sino también a considerar la relación enre la economla y la satisfacción de las necesidades humanas, etc.). No se ttata de que con eso se derriben realmente las bameras con que tropieza la comprensión de la burguesla pot su situa' ción en el proceso productivo, ni de que ya pueda, como el proletariado, partir del conocimiento verdadero de las fuerzas que realmente mueven el desarrollo. Al contratio. La indicada claridad acetc de problemas paftiq¡lates o fases sueltas evidencia aún más intensamente la ce' guerade la burguesía respecto de la totalidad. Pues¿ Pof una Parte. aque' ia <claridad> lo es sólo para <uso interno>; ese mñmo grupo avanzado de la burguesla que ve las co¡exiones económicas del imperialismo más claramentl que muchos <<socialistas> sabe al mismo tiempo muy bien que dicho conocimiento serla sumamente peligtoso incluso para sectores áe ro propia clase, por no hablar ya de la sociedad entera. (Piénsese a este pfop¿sito en la metaflsica de la historia que suele adobar las teorfas de poder del imperialismo.) Pot otra Parte, aunque eso contenga en parte un engaño consciente, la situación no se teduce a é1. O sea, la vinculación de' <comprensión clara> de algunas conexiones económicas y conc€pción fantástica, irresponsablemente metaflsica, del todo del esiado, la sociedad y el devenir histórico es consecuencia necesaria de la posiéiOn de clase incl,rso pata la capa más consciente de la burguesla. lero mientras que en la época de ascenso de la clase la limitación im' puesta a la cognoscibilidad de la sociedad era todavla oscura e inconsli.n,., hoy día- se refeja la descomposición objetiva_ de la-sociedad capitalisia en la total incoherencia y en la incornpatibilidad de las opiniones ideológicamente combinadas. Ya en .ro ,. manifiesta su capitulación ideológica -por lo común inconsciente y, por supuesto, inconfesada- ante el materialismo histórico. Pues la economla que ahora se desamolla no ha nacido ya exclusivamente en el tetreno de la burguesla, como en tiempos de la economía clásic¿. Precisamente en palse, .o-o Rusia, en los cuales eJ, desartollo capitalista empezó telativamente tarde Y, Por lo tanto, existla una necesiáad directa ie fundamentación teórica, resultó que la teoría presen' tab¿ un intenso carácter <marxista> (Struve, Tugan-Baranovski, etc')'

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Pero el mismo fenómeno se manifestó contemporáneamente en Alemania (por ejemplo: Sombart) y en otros palses. Y las teorías de la eco' .noml; de guerra, que es economla planificada, presentan un robusteci' miento constante de esas tendencias. más o menos No se contradice con ello el que al mismo tiempo -y a parth de Bernstein- una parte de la teorla socialista sucumba cada vez más intensamente a la influencia burguesa. Los marxistas clarivldentes se han dado cuenta ya entonces de que no se trataba de una pugna de tendencias dentro del movimiento obrero. Cualquiefa que sea el juicio que merezcan, desde el punto de vista del proletariado, los pasos cada vez más frecuentes de destacados <compañeros> al campo de la burguesía (los casos de Briand-Millerand y Parvus-Lensch no son sino loi ejemplos más crasos), desde el punto de vista de la burgrresía significan que ella misma es ya incapaz de defender ideológicamente su posición con sus propias fuerzas originatias. Significan que necesita no róto l"t personas áe los que abandonan el campo del proletariado, sino éste es el punto principal- el método cientlfico del proletambién -y tariado, desde lnego que sometido a deformaciones. La teotla de los renegados, desde Bernitein hasta Parvus, es sin duda slntoma de una crisis ideológica en el ptoletariado; pero significa al mismo tiempo la capitulación de la burguesla ante el materialismo histórico. Pues el proletariado ha combatido el capitalismo obligando a la sociedad burguesa a enfrentarse con un conocimie to de sl misma que Por fiema tenfa que manifestarla como internamente problemática. En paralelismo con la luclta econónica se desarrolló ana lucha por la conscieflcia de la sociedad. Pero la toma de consciencia de la sociédad signilica aI mismo tiempo la posibitidad de dirección de Ia misma. El proletariado vence en su lucha-de clase no sólo en [a esfera del poder, sino también en esta lucha por la consciencia social, disolviendo crecientemente en los últimos ,6-60 años la ideologla burguesa y desarrollando su propia consciencia social ya decisiva.

El materialismo histórico es el medio de lucha más importante

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esa pugna por la esencia, por la dirección social. Por eso el materialismo histórico es función del despliegue y de [a descomposición de la sociedad capitalista, como todas las demás ideologlas. Repetidamente se ha repfochado eso al materialismo histórico por patte burguesa. Un arguménto por todos conocido, y decisivo desde el punto de vista de la cien' cia burguesa, conra la verdad del materialismo histórico tiene que aplir.rr. sl mismo. Si se presupone la ve¡dad de su doctrina según la

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cual todas las formaciones llamadas ideológicas son funciones de las relaciones sociales, enronces él mismo (en cuanto ideologla del proletariado en lucha) no es tampoco más que una ideologla asl, función de la

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sociedad capitalista. Creo que esa objeción puede admitirse parcialmente, sin que por eso se perjudique la importancia científica del materialismo histórico. Desde luego que el materialismo histórico puede y tiene que aplicarse a sí mismo, peto esa aplicación a sl mismo no conduce a

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un pleno relativismo, a la conclusión de que el materialismo histótico no sea el método histórico verdadero. Las verdades materiales del materialismo histórico son de la misma natutaleza que vio Marx en las verdades de la economla polltica clásica, son verdades denro de un determinado orden social y de producción. Y valen incondicionalmente como tales, pero sólo como tales. Esto no excluye

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en las cuales, a consecuencia de la naturaleza de su estructura, rijan otras categorlas, otras conexiones de la verdad. ¿A qué resultado llegamos asl? Tenemos que preguntarnos ante todo por los presupuestos sociales de la validez de los contenidos del materialismo histórico, del mismo modo que Marx estudió los presupuestos sociales y económicos de la vigencia

de la economla polltica clásica. En Marx mismo podemos encontrar la tespuesta a esa cuestión. En su forrna clásica (que, desgraciadamente; no ha llegado a la consciencia general sino en forma vulgarizada), el materialismo histórico significa el autoconociniento de la sociedad capitalist¿. Y ello no sólo en el sentido ideológico apuntado, pues ese problema ideológico no es sino expresión intelectual de la situación económica obietiva. En este sentido se lleva a concepto el resultado decisivo del materialismo histórico, el he' cho de que la totalidad y las fuerzas motoras del capitalismo no pueden captarse con las categorías gtosefas, abstractas, ahistóricas y externas de la ciencia de la clase burguesa. Asl, pues, el materialismo histórico es por de pronto una teorla de la sociedad burguesa y de su estructura económica. <<Pero en la teorla>, dice Marx,t <(se presupone que las leyes del modo de producción capitalista se desarrollan en toda su pureza. En la realidad no hay nunca más que una aproximación; pero esta aproximación es tanto mayor cuanto más desarrollado está el modo de pr9ducción capitalista y cuanto más completamente se han eliminado la impurificación y la mezrla con festos de estadios económicos anteriores)t. Es¿ situación propia de la teorla se manifiesta en el hecho de que las

1. Kapital [Capital], III, I,

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cos. Marx subraya a menudo y con intensidad esta diferencia entre la sociedad capitalista y la precapitalista, sobre todo cr¡ando habla del capitalismo naciente, en lucha por imponerse en la sociedad, y del capita' iismo ascendente y ya dominante. <...1a ley de !a afluencia y la demanda de trabajo...>, escribe,t <esa muda constricción de las telaciones.econó micas, sella el dominio de los capitalistas sobre los trabajadotes. Sigue, sin duda, aplicándose todaoía el podet inmediato exttaeconómico, prcto ya sólo excepcionabneilte. Cuando las cosás discurren normalmente, el tabajador puede quedat enuegado a las "leyes naturales de la ptoducción"... La situ¿ción er¿ distint¿ durante la génesis bistórica de la producción capitalistd>. De esa estructura económica de una sociedad (puramente> capitalista (dada, por supuesto, sólo como tendencia, pero como tendencia que determina decisivamente toda teorla) se sigue que los diversos mofnentos de la construcción social se independizan unos de ouos y pueden y tienen que llegat a consciencia como tales. El gtan flotecimiento de las ciencias teóricas a fines del siglo xvlu y principios del xrx, la economla clásica en Inglatern y la filosofla clásica en Alemania, catacteriza la consciencia de la independencia de esos sistemas parciales, de esos momentos de la construcción y el despliegue de la sociedad burguesa. La economla, el derecho y el estado aparecen entonces como sistemas cefttdos en sí mismos que dominan la sociedad entera por su propia perfec' ción de poder, según leyes propias intrínsecas. Asl, pues, cuando algunos científicós, como Andler, por ejemplo, intentan probar que todas las verdades concfetas del materialismo histórico hablan sido ya desctrbiertas por la ciencia antes de Marx y de Engels, yerran completamente lo esencial, y seguirían en el ertor aun en el caso de que su argumentación fuera concluyente fespecto de todas aquellas verdades concfetas' cosa que no es. Pues el acto que hace época en el método es que el materialismo histórico descubrió precisamente que todos esos sistemas apafentemente autónomos, del todo independientes, cetrados en sl mismos, son mefos momentos de un todo que los abarca, y que su aParente autonomía puede superarse. Pero esa apariencia de autonomla no es un mero <(erfor> simple'

1. 4+

Kapital [Capitall, I,704. Cursiva mla.


mente <<corregido> por el materialismo histórico. Es más bien la expfe sión intelectuál, categorial, de la estructura social objetiva de la sociedad capitalista. Supeiarla, rebasarla, significa pof tanto ebasar intelec' tualmente la sociedad capitalista, anticipar su supetación con la energla aceleradora del pensamiinto. Precisamánte pof eso se mantiene en el todo correct.-.nt reconoci o la independencia insuperada de los siste' mas parciales. Esto es: el recto conocimien o de su falta de independen' ci" rlcfproca, de su interdependencia, de su dependencia respecto de la .rt*.t.r}" económica de la sociedad total, implica como fasgo esencial el descubrimiento de que esa <<apariencia> de autonomía, de oclusión y de legalidad propia es su forma necesaria e manifestación en la socie' dad capitalista. En la sociedad pfecapitalista los momentos singulares del proceso económico (como, por .jlm lo, el capital usurario y la producción de bienes) se mantienán en'rlgida separaiión abstracta entre ellos, sin ad' mitir una interacción inmeáiata ni una interacción que pueda llegar a consciencia. Por otra parte, algunos de esos momentos constituyen r¡na unidad con momentos extraeconómicos del ptoceso de la economla, unidad que es desde todos los puntos de vista indestructible dentro de esas .r,rr.rir.rr., sociales (por ejemplo, unidad del artesanado y la agricultura en la propiedad feuáal, o de impuesto y renta_en_la servidumbre inái",.,..).^En.l capitalismo, por ál contrário, todos los_ momentos de la estructura de la soiiedad se encuentfan en interacción dialéctica' Su apa' rente independencia recíproca, su concentración en sistemas autónomos, la apariencia fetichista de su autonomía aspecto ne-cesario del capitalismo desde el punto de vista de |a burguesla- es el inevitable punto de transición hácia su conocimiento adecuado y completo. sólo si se piensan realmente hasta el final esas tendencias a la autonomla -pan io .,r.1 ha sido incapaz la ciencia burguesa incluso en sus mejores tiem' en p"res posible concebir los fenómero, .n su reclptoca dependencia, ^su eco' coordinación y en su subordinación a la totalidad de la estructufa por ejemplo marxismo' del nómica de h sóciedad. Et punto de vista que consiste en consiierar los problemas particulares de1 capita-el lismo no desde el punto de vista de los capitalistas ihdividuales, sino d;;¡. el de las clures-, es, por una parte, subjetivamente, sólo accesiel punto d. vi.ta de la historia de las ideas-- como conti¡i. Pero, -¿.rde nuación y -.r,r.iór, dialécticas de la actitud puramente capitalistas. fenómenos que asl se iden;;;;;;;'p;ri., l" <legalidad natural> de losrespecto de la voluntad, el o sea, s' coñrpleta independencia

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conocimiento y las finalidades de los hombres, constituye también el presupuesto objetivo de su elaboración por la dialéctica materialista. Problemas, por ejemplo, como el de |a acumulación, o el del tipo medio del beneficio, o incluso el de la relación entre el estado y el derecho y el coniunto de la economla, muestran claramente el modo como esa apa' riencia en constante fevelación es un pfesupuesto histórico-metódico de la consttucción y la aplicabilidad del materielismo histórico. No es, pues, casual -<omo no Puede serlo cuando se trata de verdades teales acerca de la sociedad- que el materialismo histórico se haya desarrollado como método científico a mediados del siglo xrx. Como no es casual, en general, que las verdades sociales se descubran siempre cuando en ellas se manifiesta el alma de una época, de la época .n qrr. se constituye la realidad correspondiente al método. El materialismo histórico es precisamente, como ya hemos dicho, el autoconocimiento de la sociedad capitalista. Tampoco es casual que la economla polltica no haya nacido como ciencia sustentiva sino en la sociedad capitalista. Y no es casual porque la sociedad capitalista, por su organización mercantil y del uáfico, ha dado a la vida económica una peculiaridad tan autónoma, tan cerrada y tan basada en legalidades inmanentes, que en vano se buscará en las sociedades anteriores. Por eso la economía política clásica está' con todas sus leyes, más cerca de la ciencia natural que de otra alguna. El sistema económico cuya naturaleza y cuyas leyes estudia se acerca efecti vamente mucho, por su peculiatidad, pof la construcción de su obietividad, a la naturaleza estudiada por la física, por la ciencia natural. En ella se trata de conexiones plenamente independientes de la peculiaridad humana de los hombtes, de todo antropomorfismo, religioso, ético, esté' tico o de otra naturaleza; se esrudian conexiones en las que el hombre no apafece más que como número abstracto, como algo reducible a núrn.to, y . .on.*iones y relaciones numéricas; relaciones en las cuales, según las palabras de Engels, las leyes pueden descubrirse, pero no también dominarse.-Pues se refieten a conexiones en las cuales -esto sus poder sobre lo ha dicho Engels- los productores han perdido el propias condiciones sociales de vida, en las cuales, a consecuencia de la cosificación de aquellas condiciones, las relaciones han cobrado autono' mía plena, viven por sí mismas y cristalizan en un sistema independiente, cerrado y explicado en sl. Por eso no es casual que la sociedad capitalista se haya convertido en el terreno clásico de aplicación del materialismo histórico.


Pero si ahota consideramos el materialismo histórico como método cientlfico, es obvio que se puede aplicar también a épocas anteriores, previas al capitalismo. Ya lo ha sido, y con éxito parcial; por lo menos, ha artoiado resultados muy interesantes. Pero al aplicar el materialismo histórico a épocas precapitalistas se manifiesta una dificultad metodológica esencial e importante, la cual no apatece cuando se le aplica a la crltica del capitaüsmo. Marx ha indicado esa dificultad en innumerables pasos de su obra principal; y Engels la ha formulado luego con toda claridad en El origen de la familid, de la propiedad priaada y del estado,. la dificultad anaiga en la diferencia estrilctural que hay enre la época de la civilización y las anteriores. En este punto subraya Engels enérgicamente t que <mientras la producción se desarrolla sobre esa base no puede coloóarse por encima del productor, no puede crear frente a él extrañas fuerzas fantasmales, como ocurre regular e inevitablemente en la civilizacií¡'o. Pues en este caso <los productores han perdido el dominio de la producción total de su ámbito vital... Los productos y la producción quedan sometidos ¿l azar. Pero el azar no es sino uno de los polos de una conexión cuyo ouo polo se llama necesidad>. Y luego Engels muesua cómo se sigue de la estructura social asl producida la consciencia correspondiente en forma de <leyes naturales>. Esta interacción dialéctica de casualidad y necesidad, la forma ideológica clásica del predominio de lo económico, se agudiza en la medida en que los procesos sociales se escapan del control humano y se independizan. La fotma más pura incluso decirse que la única forma pura- de este dominio de-puede las leyes naturales sociales sobre la sociedad es la producción capitalista. Pues la misión histórico-universal del proceso civilizatorio que culmina en el capitalismo es la consecución del dominio humano sobre la naturaleza. Estas <leyes naturales> de la sociedad, que dominan l¿ existenci¿ del hombre cofno fuerzas <ciegas> (incluso cuando se reconoce su <racionalidad>, y hasta más intensamente en este caso), tienen la función de someter la naturalezab$o las categorfas de la per-sociación, y la han realizado en el curso de la historia. Pero fue un proceso latgo y rico en recaldas y rerocesos. Mientras duró, cuando estas fuerzas naturales sociales no se hablan impuesto todauia, las relaciones natutales en el <metabolismo> entre el hombre y la naturaleza que en las-igual relaciones sociales entre los hombtes

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natufalmente, las dominantes, las que detetminaton el set del hombrc y, con ello, las fotmas en las cuales ese ser se expfesa intelectualnente, emocionalmente, etc. (reügión, arte, filosofla, etc.). <En todas las formas dominadas por la propiedad de la tiema>, dice Marx,t <predomina la relación natural. Er¡-las dominadas pot el capitalismo predomina el elemento social, históricamente ptoducido>. Y Engels formula la misma idea, en una carta a Marx,t de modo más tajante: <Eso prueba precisa' mente que en este estadio el modo de producción es menos decisivo que el grado de disolución de los viejos vlnculos de sangte y de la vieia comuniáad recfproca de los sexos en la tribu>. De modo qu9, en su opi' nión,s la monogamia, pof efemplo, es la primera forma de familia <que no se fundó en condiciones natutales, sino en condiciones económicas>. se trata, desde luego, de un proceso largo en el cual no es en modo alguno posible delimitár mecánicamente las vafias etaPas' pues éstas tieürección del proceso es clara: <El ttá trtt" transición flúida. Pero l¿ t retroceso de la barrera natural)D en todos los temenos, de lo que se contrario y por lo que hace a nuesgo Presente problemasigue -a q,;e h barrera n.t rr"l ña existiáo en todas las fotmas precapit¿li5tas de o*i.d"d y que ha influido decisivamente en todas las maniÍestaciones sociales de los hombres. Marx y Engels 1o han expuesto tantas veces y tan convincentemente a propósito de las categorlas ptopiamente econó micas que podemos contentamos con una simple remislór-r a su obra. (Piénse-se, por ejemplo, en el desagollo de la división del trabajo, en i", fotrrr6 iel pÍustrabajo, las de la renta de la tiepa, etc.). Engels aña' t de a eso .o u"r-io, lugares que cuando se trata de estaüos sociales ptimitivos es un error hablat de derecho en nuestro sentido' Pero la diferencia estructufal indicada apafece aún más resueltamer¡ te en el teffeno que Hegel ha llamado esplritrt absoluto,o en oposición a las formas del esplritu objetivo (economla, derecho, estado), configuradoras de relaciones sociales, Pufamente interhumanas. Pues las formas

l.

Zar Kritik der politiscben ókonomie lContribución e la ctltic¿ de la

nomia polltical, XLIV.

2. ¡-xII-ú82.

Brielwecás¿I [Epistolario],

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495.

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1ó4, etc.

6.

P¡r¿ evitar equlvocos indic¿remos en s aduce sólo como clara delimitación de campos del esplñu, que es muy problemática :n todo ir*luó rcfú¡¿irdosc sóló i Hegel es er óneo d

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del espftitu absoluto (ane, religión, filosofla) son al mismo tiempo, en puntos muy esenciales, aunque variables, enfrentamientos del hombte con la naturaleza, con la externa y con la que encuentra en sl mismo. Esa distinción no debe entenderse de un modo mecánico, como es natural. La naturaleza es un¿ categorla social, esto es: siempre está socialmente condicionado lo que en un determinado estadio del desarrollo social vale como naturaleza, asl como la relación de esa naturaleza gon el hombre y la forma en la cual éste se enfrenta con ella, o, en resolución, la significación de la naturaleza en cuanto a su forma y su contenido, su alcance y su objetividad. De ello se sigue, por una parte, que la cuestión de si en una determinada forma social es posible un enfrentamiento inmediato con la naturaleza no puede resolverse más que desde el punto de vista del materialismc histórico, porque la posibilidad de esa relación directa depende de la <estructura económica de la sociedad>. Pero, por otra paite, una vez dadas, y precisamente del modo condicionado por la sociedad de que se rate, esas conexiones actúan según su propia legalidad interna y consiguen una independencia respecto del fundamento vital social, del que (necesariamente) nacen, mucllo mayor que las fotmaciones del <espíritu objetivo>. Estas también, por supuesto, pueden a menudo mantenerse en pie mucho tiempo después de desaparecido el fundamento social al que deben su existencia. Peto perduran entonces como obstáculos al desarrollo que es necesario eliminat violentamente, o bien se adaptan con cambios funcionales a la nueva situación económica (la historia del derecho muesra ejemplos de ambas cosas). En cambio, la persistencia de las formaciones del esplritu absoluto puede acentuarse con una valotación positiva, actual y ejemplar, cosa que justifica hasta cierto punto |a terminologla hegeliana. Eso quiere decir que las relaciones entre génesis y vigencia son en este caso muclo más complicadas. Asf, por ejemplo, ha escrito Marx, percibiendo t claramente este problema: <Pero la dificultad no estriba en entender que el afte y el epos griegos están vinculados con ciertas formas de la evolución social. ia dificultad consiste en que todavla sigue dándonos

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ficación psicológica o metaf;lsica. Hegel define d esplritu como unidad de la consciencia y de su objeto, lo cual se acetrc¿r bastante a la concepción merxiana de las categorfas, por ejemplo en la Miseri¿ de la lilosolía (8 ') y en le Cont¡ibación a la crltlca de li economia polltica (XLIII). Este no es el lugat adecuado para discutit la diferencia, que no pretendo ignorar, pero que se encuentta en un punto com' Dletamente distintb de equel en el cual seneralmente se la busca.

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Esa estabilidad de la vigencia del arte, esa apariencia de naturaleza suprahistórica y suprasocial se basa, empero, en el hecho de que en el arte tiene predominantemente lugar un enfrentamiento del hombrc con la naturaleza. Esta orientación de su configuración de los temas llega tan lejos que hasta las relaciones interhumanar, sociales, configuradas por el afte se trasforman en una especie de <naturaleza>. Y aunque, como ya queda dicho, también esas relaciones con la naturaleza estén socialmente condicionadas y, Por lo tanto, se trasforman al mismo tiempo que cambia la sociedad, sin embargo, se basan en conexiones que, frente al constante cambio de las formas puramente sociales, presentan una <apariencia de eternidad> subietivamente justificada,t ¡rorque son ca' paces áe sobrevivir a muchas y hasta profundas trasfotmaciones de las formas sociales y porque para su trasformación hacen a veces falta tasformaciones sociales de las más ptofundas, de las que separan unas épo cas de otras. Por esa descripción puede parecer que se ttate de una diferencia me' ramente cuantitativa ente relaciones inmeditas y telaciones mediatas con la naturaleza, o de efectos inmediatos y mediatos de la (estructura económica> en las diversas fotmaciones sociales. Pero esas di.ferencias cuantitativas no son meramente tales más que en la perspectiva del capitalismo, como aproximaciones carantitativas a su sistema de organización de la sociedad. Desde el punto de vista del conocimiento del modo como las sociedades precapitalistas estaban rcaímente constitui¿as esas gtada' ciones cuantitativas son diferencias cualitativas que se manifiestan epis' temológicamente como dominio de sistemas categotiales completamente distintos, con diversas funciones de las varias regiones patciales en el marco de la entera sociedad. Incluso desde el punto de vista puramente económico eso produce leyes cualitativamente flueaas. Y no sólo en el sentido de que las leyes se modifiquen según las materias diversas a que se apliquen, sino también en el de que en los vados ambientes so' ciales rigen leyes distintas, pues la vigencia de un determinado tipo de presupuestos sociales precisos. Basta con comparar los intercambio de mercanclas por su valor con los del n sus precios de producción para aclararse esa trasfor'

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Cfr. K¡rn¡. MAnx, a propósito del trabaio como modelador de valores dc el Capit¿L, 1,9.

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mación de las leyes incluso en sentido puramente económico).t A este respecto hay que tener presente que una sociedad de tráfico metcantil simpli es ya, Iror una patte, una forma cercana tipo caPitalista' lrero, "l de ésta. Estas dife' por otfa, una estfuctura cualitativamente distinta rencias cuaütativas se intensifican en la medida en que, según el tipo de la sociedad de que se 6ate (o, dentro de una sociedad determinada, según el tipo de fotma de que se uate, arte, por ejemplo, o filosofla), la relación con la naturaleza tenga una influencia predominante. Asl, por ejemplo, mienuas la relación entre la artesanía (producción de bienes de uso de la vida cotidiana, como muebles, vestidos, Pero también edi' ficación, etc.) y el arte sea muy estrecha -+n la más fntima conexión con el tipo de división del trabajo imperante-, y mienuas no sea posi' ble ttazar claramente enre ellas una deümitación estética ni siquiera conceptual (como ocurfe, por ejemplo, con lo que suele llamarse arte popular), las tendencias evolutivas de la artesanla, a menudo inmóvil técnica y organizativamente durante siglos, en el sentido de un arte que se desairollé segun leyes propias, son cualitativamente diversas de las que presenta bajo el capitalismo, situación en [a cual la producción de bienes se encuentfa <- .turalmente>, ya desde el punto de vista pura' mente económico, en un desarrollo revolucionario constante. Estará cla' ro que en el primef caso la infuencia positiva del arte en la artesanía, en la producción artesana, tiene que ser decisiva. (Transición de la arqui' t..ir.rr" tománica al gótico.) Mienttas que en el segundo caso el ámbito de juego del desarroio del arte es mucho más estrecho; el arte no puede ejercer ninguna infuencia decisiva en la producción de bienes de uso, ,íno q.r., por el contrario, hasta la posibilidad y la imposibilidad de la subsisiencia del arte dependen de rnotivos pufamente económicos y de los motivos de la técniia de la ptoducción determinados por los económicos. (Atquitectura moderna.) Lo dicho acerca del arte puede aplicarse también a la religión, aun' que sin duda con importantes modificaciones. También a este fespecto *br"y" Engels' la diferencia entte los dos perlodos. Io-que pasa es que la religión no expresa nunca con ranta pureza cgmo el arte la tela' .iótt d.l hámbre cor la natutaleza, y que en la religión las funciones sociales prácticas son mucho más inmediatas e importantes. Pero a pe' sar de .ro ., inmediatamente clafa la diferencia entre la función social 1.

Cfr. por ejemplo, Kapital lCapital]

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2. Anti-Dühring, t42.

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de la religión y la cualitativa diferencia de las leyes de su función social en una formación estatal teoctática del antiguo Oriente y en una <reü-

gión oficial> de la Europa occidental capitaüsta. Por todo eso la filosofla puesta en la divisoria entre ambas épocas, intentó una de Hegel -que, sistematización, enfrentada ya con los problemas de un mundo que se iba haciendo capitalista, pefo desarrollándose en un ambiente en el cual, según las palabras de Marx,t <,no se podla hablar ni de estamentos ni de clases, sino, a lo sumo, de estamentos fnuertos y clases aún no nacidas>- tropezala con los problemas más difíciles y más irresolubles para ella ai plantearse la cuestión de las relaciones en6e el estado y la religión (o enue la sociedad y la religión). Pues el (retroceso de la barrera natural> empezaba ya a recondu' cirlo todo a un plano pufamente social, a las relaciones cosificadas del capitalismo, sin que aún fuera posible un¿ comprensión clara de esos hechos. Para el nivel de los conocimientos de la época efa, en efecto, imposible ver tras los dos conceptos de naturaleza producidos por el naturaleza como <quintaesencia de desarrollo económico capitalista -la (la natutaleza de la moderna ciencia natural matelas leyes naturales> matizada) y la naturaleza como estado de ánimo, como modelo dei hom' bre <corrompido> por la sociedad (la naturaleza de la ética rousseaunia' na y kantianaF la unidad social de ambos, la sociedad capitalista, con su áisolución de todas las puras relaciones naturales. Precisamente en la medida en que el capitalismo consumaba la per-sociación prcrpiamente dicha de toáa, l"s ielaciones se posibilitaba un autoconocimiento, el autcconocimiento verdadero y concreto, del hombre como .tef soci¿L. Y ello no sólo en el sentido de que la anterior ciencia, escasamente de' samollada, no hubier¿ sido capaz de reconocer ese hecho, Presente ya en épocas antefiores, al modo como, por eiemplo, la asgonomla coper' nicana, vetdadera, obviamente, antes de Copérnico, no habla sido reconocida como tal hasta su obra. Sino en el sentido de que La falta de ese autoconocimiento de la sociedad es por su Parte mero reflejo intelectual del hecho de que aún no se ha impuesto, en aquellas condiciones, la per-sociación económica objetiva, el hecho de que aún no_ se habla coriado el cordón umbilical que une al hombre con la naturaleza; ese corte es obra del proceso civilizatorio. Todo conocimiento histórico es autG conocimientó. H pasado no se hace ttasparente más que cuando puede

1. Der heilige Max [San Max, fragmento de I-z sageda F¿mília] en Doktt' reile des Sozialismus, III, 171. 52


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pfacticarse una autocrltica adecuada del presente; y (en cuanto que su autocrftica cuaja hasta cierto punto, dynámei, por asl decirlo>.r * Hasta ese momento, el pasado tiene que identificarse ingenuamente con las formas estructurales del presente o ignomrse y dejarse plenamente fuera del ámbito de la conceptualidad, como algo completamente extraño, bárbaro y sin sentido. Asl se comprende que el camino que lleva al cotrocimiento de las sociedades pre-capitalistas, de estructrua no cosificada, no se haya descubierto hasta que el materialismo histórico entendió la cosificación de todas las relaciones sociales no sólo como producto del capitalismo, sino también como fenómeno ransitorio, histórico. (La relación entre el estudio cientffico de la sociedad primitiva y el marxismo no es en modo algqno casual.) Pues sólo entonces, al abrirse la perspectiva de una reconquista de relaciones no cosificadas entre los hombres y entre los hombres y la naturaleza, se hizo posible descubrh en las formas primitivas, precapitalistas, los momentos en los crrales estaban esas formas presentes con relaciones funcionales muy distintas- y comprenderlas en-aunque su esencia y su existencia propias sin violentarlas mediante una aplicación mecánica de las categorfas de la sociedad c+ pitalista. Por eso no fue ningún error el aplicar rlgida e irrcondicionadamente el materialismo histórico, en su forma clásica, a la historia del siglo xrx. Pues en la historia de ese siglo todas las fuerzas que han actuado en la sociedad lo han hecho, efectivamente, como formas de manifestación del <espfritu objetivo>. En cambio, en las sociedades precapitaüstas la situación no es ésa. En las sociedades precapitalistas no se ha dado la inde¡rcndencia, la autoteleologTa,la auto-oclusión y autonomfa, la inmanencia, en fin, de la vida económica que se ha alcanzado con la sociedad capitalista. De ello se sigue que el materialismo histórico no se puede aplicar a las formaciones sociales precapitalistas del mismo modo que al desartollo capitalista. Pues hacen falta anáüsis más complicados y más fiiros, para mostrd, por una parte, la función que han tenido las fuerzas purafleflte económicas +n la medida en que las haya habido en el pasado en el sentido estticto de esa (pureza)D- enüe las fuesas motoras de la sociedad, y, fror otra parte, el modo como esas fuerzas económicas han actuado respecto de las demás formaciones de la socie-

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trollo orgánico del materialismo histórico y su aplicación mecánica; pién' por ejemplo, en las discusiones acefca del imperialismo como nueva fase del desarrollo capitalista o como episodio ttansitorio de é1. Pero las vs6s5 discusiones sobre la cuestión de la violencia son las que -mu6l¿5 inconscientemente- han explicitado más claramente el elemento metodológico del debate. En efecto: el economicismo del marxismo vulgar niega la importancia de la violencia en la transición de un orden de producción a otro' Apela a las <<leyes naturales> del desarrollo económico, las cuales tienen qrie realizar esá transición por su pfoPio poder, sin la ayuda de la violencia (gfosefa> y exuaeconómica. Esa argumentación aduce casi siemt pre la cónocida frase de Marx: <Una formación social no Perece nunca '"rrt., d. que se hayan desplegado todas las fuerzas ptoductivas para las cuales ofrlce mafco suficiente, y las nuevas relaciones de producción no se presentan nunca antes de que en el seno de la vieia sociedad se hayan incrrbado sus condiciones mat;riales de existencia>. Pero al citarla se olvi' con intención, por supuesto-, el comentario que Marx Ie añad^ -y dió' para describir .i .o..ttto histórico de ese (perlodo de maduración>i <De todos los instrumentos de la producción, la fuetza productiva máxima es la clase revolucionaria misma. La organización de los ele' mentos revolucionarios como clase ptesapone 14 existencit constituid¿ de toilas las luerzas productiuas qai podian desanollarse en eI seno de la uieia sociedad>. Yá esas frases muestfan claramente que para Marx la <maduración> de las relaciones de producción hasta la transición de una forma de producción a otra ha si nificado algo completamente distinto que para el matxismo wlgar. Pués h organización de los elementos revolucionarios (P¿ra sí missese,

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1. cfr. zur Kritik iter pol Ókonomi¿ [c,onffibución a la crltica de la econo polltical, LVI. **2:Ei;:,i mla de la filosofla], trad. alemana, 161, cur' |ir-'pbitosopáie lMiseria

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1. Lobn, Preis md Prolit lSel¡rio, ptccio y bcneficio], 56

44.

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y secuencia de la pugna entre distintos m cuer¡cia de no haberse aún estabilizado blemas, por sus ptopias leyes internas,

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1. IQpital [Capitd], 1,725. * Taitae molii e¡at (Vitgilio: Tantae molis erat romenam

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1. Kapital lCapital], T,725. , ):. Urí;;;riÍfl;ú;'d.1" familia,

(Cursiva mla).

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de la ptopiedad ptivada v del estadol, 180

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temas ya independizados (al modo de los comienzoí del capitdismo en el orden feudal de la produqción), sino que su competición se manifiesta como contradicción irresoluble dentro del sistema capitalista mismo, como crisis. Esta estructura hace que la producción capitalista sea desde el primer momento antagónica. Y ese antagonismo en que

-consistente en las cisis el capital se manifiest¿ como limitación de la producción incluso <de un modo puramente económico, es decir, incluso desde el punto de vista de la burgu$f¿)D 1- no queda en modo alguno afectado por el hecho de que las crisis del pasado hayan tenido su solución denuo del capitalismo. Una crisis general significa siempre un punto de intermitencia (relativa) de las leyes del desarrollo capitalista; lo que ocurre es que en el pasado l¿ clase de los capitalistas ha sido siempre capaz de volver a poner en matcha la producción en el sentido del capitalismo. No podemos estudiar aquf si y en qué medida sus medios no han sido precisamente 1¿ continuación lineal de las leyes de la produc' crón <normal>, en qué medida han tenido una función fuerzas conscien' temente organizativas, factores <extraeconómicos>, la base no-capitalis' ta, o sea, la ampliabilidad de la producción capitalista, etc.8 Basta con recordar que la explicabilidad de la crisis tiene que rebasat las leyes inmanentes del capitalismo, como quedó ya claro en la discusión de Sis' mondi con Ricardo y su escuela; o sea: que una teotla, económica que pruebe la necesidad de las crisis tiene que remitir al mismo tiemln más allá del capitalismo. Y la <solución> de la crisis no puede tamPoco set una continuación tectillnea, inmanent" <según leyes> de la situación an' terior a la crisis, sino una llnea evolutiva que conduzca de nuevo a otfa t crisis, etc. Marx formula esta conexión de un modo inequlvoco: <Este proceso llevada pfonto la producción capitalista a la catástrofe si no fu.ta ¡rorqoe tendencias contfaPuestas a la fuema cenffl¡rcta obran cons' tantemente en sentido descenttalizador>. Toda crisis significa, pues, un punto muerto en el desarrollo del capitalismo según sus leyes; pero sólo desde el punto de vista del proletariado puede apreciarse que ese punto muerto es un momento necesario

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de la ptoducción capitalista. Pero las diferencias, la gradación y la agu' dización de las qiJis, la significación dinámica de aquellos Puntos de intermitencia, la energla de las fuerzas necesafias para poder ponel d9 nuevo en marcha la eConomla, no pueden tampoco descubritse desde el punto de vista de la economla burguesa (economla inmanente), sino sólo áesde el del materialismo histórico. Pues está claro que la cuestión de importancia decisiva es si la <fuerza productiva máxima> del orden de producción capitalista, o sea, el proletatiado, va a vivit la crisis como inero objeto o como sujeto decisoiio. La ctisis está siempre condicionada por las (antagónicas relaciones de la disttibución>, por la Pugna entre ál flo¡o del capital, qve av¿¡rrza (en proporció con el impulsg que ya tiene>, y uh ástrecha base en que descansan las relaciones de consu' rro),r o'sea, por la existenci¿ económico-obietiva del proletariado. Peto este aspecto iel antagonismo no aparece abiertamente en las crisis de la época iel capitalismo ascendente .aota de la <inmadurez> del prole' " de su incapacidad pata intervenir en el ptoceso de pro' tariado, "..,rr" ducción salvo como <fuetza pfoductiva> insetta sin resistencia y some' tida a las <leyes> de la económla. Asl puede suscitarse la apariencia de que las uleyes de la economla> pueden iacar al sistema de la cisis igual que le han llevado a ella; mientras que la realidad es simplemente. q1¡9 a la pasividad del la clase de los capitalistas ha conseguido -gracias ponef en marcha la proletadad* ,,rp.t.r el punto muerto y volver a máquina. La diferencia cualitativa entfe las crisis anteriores y la crisis áecisiva o <última> del capitaüsmo (la cual, evidentemente' pue' de ser una entera época de crisis singulares sucesivas) no estfiba, pues, en una simple mutación de su expansión y su ptofundidad, de su cantidad en iualidad. O, por mejor decir, esa mutación se manifiesta en el hecho de que el proletariado deja de ser mero objeto de la ci' sis y se despliega plenamente el antagonismo intetno de la producción capitalista, antagonismo que, por su concepto, ha significado ya la lucha enue los órdenes de producción burgués y ptoletario, la pugna entre las fuerzas productivas per-sociadas y sus formas individuales anarquistas. La organización del proletariado, cuya finalidad ha sido siempte <termitt"r cott las catasróficas consecuencias que tie e para su clase aquella ley natural del capitalismo>,' sale del estadio de la negatividad o de la eficacia meramente inhibitoria, debilitadota y frenadoÍa, p^ta pasar al

1. 2. 60

Ibíd.,226227. Kapilal [CaPital],l, &5.

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de la actividad. Entonces se altera cualitativamente, decisivamente, la estructura de la crisis. Las medidas con las cuales la burguesla intenta superar el punto muerto de la crisis, medidas que, absuactamente (o sea, sin tene¡ en cuenta la intetvención del proletariado), están hoy a su disposición igual que en las crisis del pasado, se convierten en escenario de abiert¿ guerra de clases. La violencia se convierte en potencia económica decisiva de la situación. C,on todo ello vuelve a quedar de manifiesto que las <leyes naturales etetnas> no tienen vigencia más que para una época determinada de la historia. Que no sólo son la forma de manifestación de las leyes del desarrollo social para un determinado tipo sociológico (para el dominio económico, ya indiscutido, de una clase), sino que, además, ya dentro de ese tipo, Io son sólo de la especlfica forma de dominio del capitaüsmo. Pero como se mostrr-L la vinculación del materialismo histórico con la -según sociedad capitalisra no es en modo alguno casual, se comprende que esa estructura ap tezc también como ejemplar y normd, como clásica y canónica para su concepción general de la historia. Ciertamente, hemos aducido ejemplos que muesran con claridad lo prudente y crfticamente que procedieron Marx y Engels en la estimación de las estructuras especlficas de sociedades antiguas no capitalistas, asl mmo de sus leyes gvolutivas especfficas. La fntima unión de esos dos t momentos ha influido tanto en Engels que éste, al exponer, por ejem' plo, la disolución de las sociedades gentilicias, toma el caso de Atenas como (muesüa particularmente tlpica>, Porque <procede con toda pureza, sin intervención externa ni violentación interna>; lo cual, ptobablemente, no es vetdad completa ni siquiera de Atenas, y, desde luego, no es tlpico de la transición en ese estadio histórico. Pero el marxismo vulgar se ha concenrado precisamente en ese punto, en la negación de la violencia como (potencia económica>. La subestimación teorética de la importancia de la violencia en la historia, la extirpación de su función en la historia pasada, es para el marxismo vulgar prepatación teótica de la táctica oponunista. Y la conversión de las especlficas leyes de desanollo de la sociedad capitalista en leyes generales es la base teorética de su tendencia a etefnizar en la práctica la existencia de la sociedad capitalista. Pues el desamollo consecuente, tectillneo, de su tendencia, la exi'

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gencia de que el socialismo se fealice sin violerrcia (extfaeconómica>, por las leyes inmanentes de la evolución económica, es obietivamente lo -.it.o qúe h postulación de la petsistencia etefna de la sociedad capitalista. Ni siquieta la sociedad feudal ha dado de sl por vla meramente orgánica el capitalismo. Lo único que ha hecho ha sido (tfaef al mundo los medios materiales para su propia aniquilación>.t Ha <liberado fuerzas y pasiones en el seno de la sociedad, las cuales se sentlan encadenadas por ellap. Y esas fuerzas han puesto los fundamentos sociales del capitalismo a lo largo de un desarrollo que incluye toda <una setie de métodos violentos>. 36lo despaás de consumarse la tansición entra en vigor el sistema"'de leyes económicas del caPitaüsmo. Setfa ahistórico y sumamente ingenuo esperar que la sociedad capitalista haga en favor del proletariado que ha de sustituirla más de lo que el feudalismo hizo por ella. Ya hemos aluüdo al problema de la madurez de la transición. Tiene importancia metódica en esa teoda de la <madutación> la voluntad de alcanzar el socialismo sin una intervención activa del proletariado, como réplica tardla a Proudhon que, como es sabido, ttas la publicación del Maniliesto Comanista, ha dicho deseat el orden existente, pero <sin el proletariado>. Esta teorfa da un paso más al recusar la importancia de la violencia en nombre del <desamollo orgánico>, olvidando de nuevo que todo ese <des.arrollo orgánico> no .r-ri* manifestación teorética dei capitalismo ya d)tarrolladol o su pro' pia mitologfa histórica, mintras que su verdadera génesis tomó un ca' mino muy diferente. <Estos métodos>, dice Man,t <se basan en parte enla aiolencia más bratal, como ocurre con el sistema colonial. Pero to ¿or g¡ilizan el poder del estado, la violencia concentrada y orgarúzada de la sociedad, con obieto de promoae? como efl afl inaernadero el pro' ceso de trasformación del modo de ptoducción feudal en el capitalista I abreaiar las transiciones>. Asl, pues, incluso en el caso de que l¿ función de la violencia en el paso de la socieded capitalista a la proletaria fuera exactamente la misma que en la transición del feudalismo al capitalismo, la historia real nos enseña que el carácter <inorgánico>, de <invernadero>, <violento>, de la ttansición no prueba absolutamente nada conua la actualidad histórica, la necesidad y la <salud> de la nueva sociedad asl na,'ida. Pero la cuestión cobra un aspecto completamente distinto si consideramos 1.

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más de cerca la naturaleza y la función de la violencia en esta ora transición que significa afuo por pdncipio y cualitativamente nuevo respecto de todos los cambios anteriores. Repetimos: la significación decisiva de la violencia como (potencia económica> se hace siempre actual en las mansiciones de un orden de producción a otro; dicho sociológicamente: eso ocurre en las épocas en que existen varios sistemas de pro' ducción en concurrencia. Pero la natutaleza de los sistemas de ptoducción que se encuenran en pugna tendrá una influencia determinante en la naturaleza y la función de la violencia en cuanto <potencia económica) en esos tiempos de transición. En la época de la ginesis del capita' üsmo se ttataba de la lucha enre un sistema estático y*ún sistema diná' mico, entte un sistema <natural-espontáneo> y un sistema que tendía a la pet-sociación absoluta, entre un sistema ordenado con muchas limi' taciones territoriales y un sistema anárquico y tendencialmente ilimitado. En cambio, y como es sabido, en el caso de la producción capitalista se tfata ante todo de la lucha entte el sistema económico ordenado y el anárquico.r Y del mismo modo que los sistemas de producción determi' n.n ü naturaleza de las clases, asl también las contraposiciones que de ellas nacen determinan la rratutaleza de la violencia necesaria para la trasformación. <Pues>, como ha dicho Hegel, <las'armas no son más que la naturaleza de los combatientes mismos>. En este punto la conffaposición rebasa el alcance de las controversias entrc marxismo auténtico y marxismo vulgarizado en la crítica de la sociedad capitalista. Pues aqul se tfata efectivamente de ir más allá de los rcsaltados actuales del materialismo histórico, pero en el sentido del método dialéctico; se uata de apücar el materialismo histórico a un campo al cual no podía sef aplicado aún de acuerdo con su esencia de métódo histórico; y la aplicación tendrá que contar con todas las modificaciones que un material pof principio y cualitativamente nuevo signi' fic¿ necesariamente para tdo método que no sea esquemático, y, por lo tanto, ante todo paia la dialéctica. Es verdad que la penetfante mirada de Marx y de Engels ha anticipado en esto muchas cosas. Y ello no sólo por lo que hace a las fases previsibles del proceso (en la Crítica del programi de Gotha), sino también desde el punto de vista del método. El <salto del reino de la necesidad al teino de la libenad>, la conclusión de la <prehistoria de la humanidad> no ha sido en modo alguno para Marx ni para Engels un conjunto de perspectivas hermosas,

l. En este contraposición reria¡nente como anarquists.

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¡rcro abstractas y vaclas, con las que rcdondear la crltica del ptesente de un modo dco én efectos decorativos, PClo que no obligara metódica' mente a nada; sino le anticipación intelectr¡d clata y consciente del pro ceso del des¿rollO adecr¡adamente identificado, cuyes consecuencias Der tódicas penetran profundamente en la concepción de los problemas actuales. <Los hombres mismos hacen su histoda>, escfibe Engelt,t (ltero basta abora sin voluntad colectiva ni plan de coniunto>. Y Marx stiliz¿ en muchos lugares del Capital esa estn¡cüura intelectualmente anticipa' da, unas u.".J p"t" arroiar desde ella una luz más congastada sobre el presente, y otfa;ipara destacar de ese contfaste, con más claridad y ¡i: i ro., la ttatnr"iiza ctralitativamente nueva del futuro que se acerca. El catácter pafa nosoüos y en este Punto decisivo de ese contrastet consiste en qo" o.tt la sociedad capii:!ista... la comprensión social no apar... ntnc. sino posl festam>, para fenómenos en los cuales basta una simple revisión ct¡ando desaparece la cáscara capitdista cosificada, cuando ie reduce a las telaciones objetivas vefdaderas que le subyacen. Pues, como dice el ManiÍesto Comanista, <En la sociedad burguesa impera el pasado sobre el presente, y en la comunista el ptesente sobre el pasador. Y esta contfaposición abierta e insalvable no puede suavizarse me' diante ningrín <descubtimiento> de cienas <tenilencias> en el capitalis' mo que parezcan posibilitar una (tfansición paulatina>. La contraposi' ción es inseparabG de h naturaleza de la producción capitalista. El pasado que impera sobre el presente, la conscienci^ Post fe-stum eq la- que ," -"rrifi.rti ese dominio, no es más que expfesión intelectual de la si' tuación económica básica de la sociedad capitalista, y sólo de ella; es expresión cosificada de la posibiüdad, lnsita en la relación del capital, de renovarse y ampliarse en.constante contacto con el trabajo vivo. Peto está claro q,rl u.i dominio de los productos del rabajo- pasado sobre el plusraba-jo vivo no puede durar más que lo que dure-la rclación del capital, esa determinada relación social en la cr¡al el tabaio pasado se .on,r.pon., independizado y omnipotente, al tabaio vivo>'r El-sentido social de la dictadura del proletariado, !a socialización, no significa por de pfonto más que la sustracción de ese poder a los capit"Íirt.r. P.ro.oo eso queda obietioamente superada para el proletariado -<onsiderado como clase- la conpaposición ya aatót4omd y cosifica-

1. Cana a H. Starkenb€rg, en Dokumente des Sozialistnus, II, 2. KaPital lCapital] ll, ZeT288. t. KaPital lCapitd] III, I, )85.

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74 (Cursiv¡


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mando sobre el trabajo ya objetivado igual que sobre el trabajo actud, la contraposición queda objetiva y prácticamente superada y, con ella, la contraPo, sición que le conesponde en la sociedad capitdista entre el pasado y el presente, cuya relación tiene, por lo tanto, que alteratse estnrcturalmen' te. Por labodosos y largos que sean para el proletariado el proceso ob jetivo de la socialización y la toma de consciencia de la alterada telación interna ente el trabajo y sus formas objetivas (la relación enme el Presente y el pasado), el cambio fundamental ocru're con la dictadura del proletadado. Es un cambio con el que no puede comPararse ninguna <nacionalización> como (experimento> y ninguna <planificaciónD no me' nos expedmental, etc., de las que se ptactican ez la sociedad capitdista. Estas son, en el mejor de los casos, concentracionqs organizativas dentro del sistema capitalista, con las cuales no orperimenta alteración alguna la conexión fundamental de la estructum económica,la relación fundamental entre la consciencia de la clase proletaria y el todo del proceso de la producción. Mientas que la socialización más modesta o <caótica>, mismo

pent que sea toma de la p,osesión y toma del podet, ttasforma como td precisamente esd estracttrra y sitúa por lo tanto, objetiva y seriamente, el desanollo en el ttampolln del salto. Los marxistas vulgares economicistas se olvidan siempre, en efecto, al intentar eliminar ese salto mediante transiciones paulatinas, de que la relación dd capital no es una relación mefamente técnico-productiva, una relación (Pr¡tamente)D eco nómica (en el sentido de la economla vulgar), sino una relación socio' económica en el verdadero sentido de la palabra. Pasan por alto que <considerado en su coniunto coneKo, o como pfoceso de teproducción, el ptoceso de producción capitalista no produce sólo metcancla, ni sólo plusvalfa, sino que prodrce y reprodace la rel¿ción mism¿ del capital: ptoduce, por una parte, el capitalista, y, Pot ora, el asaladado>.t De tal modo que un¿ tmsformación del desartollo social no puede ocuri¡ sino de un modo que impida esa autoffeproducción de la relación del capital y dé a la autoneproducción de la sociedad una orientación nueva y distinta. La novedad básica de esta estrucn¡ra no queda en nada afectada por el heclo de que la imposibiüdad económica de socializar el pequeño tallet produzca una tenovada reproducción del capitalismo y de la burguesla <constantemente, cotidianamente, cada hora, elemental

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masivamente>.t Eso hace que el proceso se haga mucho más complicado y que se agudice el problema de la copresencia de las dos estn¡cturas sociales, pero el sentido social de la sociaüzación, su función en el proceso del desamollo de Ia consciencia del proletariado, no ex¡rdmenta alteración. La proposición fundamental del método dialéctico, la tesis de que (no es la consciencia del hombre la que determina su ser, sino, a la inversa, su ser social el que determina su consciencia>, tiene, si se interpreta bien, la consecuencia necesaria de que hay que tener prácticantente en cuenta en el punto de inflexión revolucionaria la categorla de la novedad radical, de la inversién de la estructura económica, de la nueva orientación del proceso, o sea, la categorfa del salto. Pues precisamente esa contraposición entre el (post festum> y la simple y verdadera previsión, entre la consciencia <falsa> y la recta consciencia social indica el punto en el cual actúa el salto desde el punto de vista económico obietivo. Este salto, por supuesto, no es un acto instantáneo que rcalizara como el rayo y sin transiciones la mayor trasformación de la historia humana conocida. Pero aun menos es, según el esque-

ma de la evolución ya recorrida, una mera mutación de lentas y paulatinas modificaciones cuantitativas en cualidad, mutación en la cual las <leyes eternas)D del desarrollo económico dieran de sl ellas mismas el producto del cambio por encima de las cabezas de los hombres, por una especie de <astucia de la rzrzónD: en esa hipótesis el salto no significa sino que la humanidad (post lestuml toma consciencia, acaso repentinamente, de la nueva situación ya alcanzada. El salto es más bien un proceso largo y duto. Pero su carácter de salto se m¿nifiesta en e[ hecho de que cada lez representa afld reorientación hacia algo caalitatiu¿mente flaeuo; que en él se expresa la intención consciente que se orienta al todo de la sociedad; que el salto mismo, pues, por lo que hace a su intención y a su fundamento, tiene ya su patri¿ en el reino de la libertad. En lo demás, se adapta, en cuanto a forr¡la y a contenido, al lento proceso de trasformación de la sociedad; es más: sólo puede preservar su carácter de salto de un modo auténtico si se asume totalmente en ese proceso, si no es más que el sentido consciente de cada momento, su relación ya consciente con el todo, la aceleración consciente en el sentido necesario del proceso. Una aceleración que se anticipa al proceso en an paso; que no pretende imponerle metas aienas ni utopfas artesanales, sino que interviene sólo para revelar l¿ meta que late en él cuando es necesatio

l.

LeNIx, El izqaieilkmo, enlermedad

ifiantil del

comanismo, ed. al., 6.


porque la rcvolución, asustada (por la indeterminada originalidad de sus propias metesD, amenace con vacilar y caer en tibiezas. El sdto, pues, parece sumirse sin restos en el proceso. Pero el <reino de la libenad¡¡ no es ningún regalo que la humanidad que sufre bajo el signo de la necesidad vaya a recibir como don del destino, como premio por su f¡me sufrir. No es sólo meta, sino también medio y arma de la lucha. Y en este punto aparece la novedad de principio y cualitativa de la situación: es la primera vez en la histoda que la humanidad toma conscientemente en sus manos su propia historia, a través de la consciencia de clase del proletariado llamado a dominar. Con esto no queda suprimida la <necesida& del proceso económico objetivo, pero sl que recibe ahota una función nueva y distinta. Mienttas que hasta entonces se uataba de observar el decurso objetivo del proceso, lo que en cualquier caso iba a oct¡mir, con objeto de utiüzarlo en beneficio del proletariado, mientras que la <necesidad> era hasta entonces el elemento pe sitivamente orientador del proceso, ella misma se conviene ahota en un obstáculo que hay que combatir. Paso a paso va siendo reprimida en el curso del proceso de tmsformación y, ttas largas y diflciles luchas, puede al fin eliminarse completamente. El conocimiento claro y despiadado delo que realmente es, de lo que tiene que ocuttir inevitablemente, queda en pie en todo ese cambio y hasta es el presupuesto decisivo y el arma más úcaz de la lucha. Pues toda ignorancia de la fuerza aún poselda por la necesidad rcbajarta este conocimiento trasformador del mundo a la inoperancia de una hueta utopla y rcforzafia asl el poder del enemigo. Pero el conocimiento de las tendencias de la necesidad económica no tiene ya como función el acelerar ese proceso y obtener ven' tajas de é1, sino, por el contrario, la función de combatirlo eficazmente, reprimirlo y, cuando ello es posible, odentatlo en otra dirección o bien .vitar sus resultados en la medida, y sólo en la medida, en que ello sea inevitable. La trasformación que asl se consigue es económica (con la conse' cuencia de una nueva estratificación de las clases). Pero esa <economla> no tiene ya la función que ha tenido cualquier economla anterior, sino que tiene que ser servidora de la sociedad conscientemente dirigida; esa economla ha de perder su inmanencia, su autonomla, lo que propiamente la constituye en economla: tiene que ser superada en cuanto economla. En esta ttansición la desctita tendencia se manifiesta sobre todo como r¡na nueva relación entre la economla y el poder. Pues por muy impor' tante que haya sido la significación de la violencia o el poder en la tran'

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sición del fetrddismo al capitdismo, lo primario fue siemprc la econo' mlt, y la violencia fue sólo ll principio puesto a su se¡yicio, destinado a promover la economla y a eüminat los obstáculos que se le opusieran. hhot., por el contrario, el poder (la violencia) estó al servicio de prin' cipios que en las sociedades anteriores no podlan darse mds que como nsobresint trüaD, como momentos secundarios del Pfoceso necesario y determinados ¡nr éste. Ahota la violencia está al servicio del hombre y de su despüegue como hombre. Se ha dicho a menudo y iustamente que 1" toqialización es qna cues' tión de poder; la cuestión del poder se anticiPa aqul a la ctrestión de la economf¿ (a propósito de lo ctral hay que decir que una aplicación de la fuerza que no se preocupe por la rcsistencia del material es r¡n¿ pura insensatez; pero ha de tenet en cuenta las resistencias precisamente Para sulremrlas, tto pata deiarse frenar por ellas). C,on esto pfifece como si el poder y la violencia desnudos y sin disfmz se impusieran en el pimet fl"oo del acaecer socid. Peto eso es sólo apariencia. Pugs d ¡nder_no es un principio autónomo ni puede serlo nunca. Y ese poder, esa violencia, sino la voluntad ya consciente del proletariado, su voluntad de no "r suprimirse y sulr€fafse a sl mismo, con lo crral superatá al mismo tiempo el-envileceior áominio de las relaciones cosificadas sobre el hombre, el dominio de la economla sobre la sociedad. . Esa su¡rctación, ese salto, es un proceso. E importa tanto tener siem' pre en cuenta su cafácter de salto como no olvidar nunca su natufdeza á" pto"uro,. El sdto consiste en la reodentación inmediata {la novedad radical de una sociedad conscientemente regulada, sYl (economfa) esté subo¡dinada el hombre y a sus necesidades. Lo procenral de su neüufalez¿ consiste y se impone en el hecho de que esa supetació:t de la eco' nomla en cuento economla, ese tendencia ala superación de su autono mfa en cuanto dominio total de los contenido.t económicos sobrc la cons. ciencia de los hombrcs que actúan su superación, se erprcsa ahora de r¡n modo desconocido pot toda la histoda anteriot. Y ello no sólo po-r el hecho de que la disminuida producción del pedodo de uansición,la mayof dificultad en mantenef á funaonamiento el aparato, en sastisfa' cerlas necesidades de los hombtes (por modest s que &tas sean), y l4 ceciente y amafga miseria impongan a todo el mundo, a toda consciencia, los cóntenidós , la preocupación por la economla. Sino a causa d€ $uel cagb¡o funcion¡l. precisamente, y todo, t"á¡i¿" ante I¿ economla, en cuanto fotma dominante de la sociedad' en cuento motor real del desartollo, motor qlue mueve la rcalid¡d por encima de


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las cabezes de los hombres, tenla ¡nr fuerza que expresarse en esas cebczas de modos neeconómicos, sino <ideológicosr. Pero en cuanto qud los pincipioe del ser-hombre se ponen en ttance de übemtse y toman en sus manos, pot primera vez en la histoda, el dominio de la humani' dad, se sitúan en el primer plano del interés los objetos y los medios dc lu lucha, la economla y el poder o violencia, los ptoblemas de los obie' tivos reales de cada etapa, los contenidos del paso inmediato, del ya dado o del pot dar,a lo latgo de ese camino. Precisamente ¡ntque los contenidos que antes se llamaban <ideologfa> empiezan Por -aunque, supuesto, alterados en todos los puntos- a convettirse en obietivos reales de la humanidad, se hace, pot una parte, superfluo adornar con ellos las lucles eronómicas y de podet combatidas en su nombre. Mienttas, por otm parte, su rcalidad y su actualidad se manifiestan precisamente en que todo el intetés se concenua en las luchas redes de su rcalización, en la economla y en el poder. Por eso no puede ya tesultat paradójico que la uansición se presente como una época de intereses económicos casi exclusivos y de una de la nuda violencia, del poder. La eco' aplicació zado a representar el último acto de su nomla y que tienen de dominar el escenerio his' historia tórico no puede escondernos que se trata de su rlltima apatición en la historia. <El primer actoD, dice Engels,t <en el cual el estedo (la vio lencia otganizada) aparece realmente como rePresentante de la sociedad toma de los medios de producción en nombre de la socie' entera -la dad- es al mismo tiempo su último acto autónomo como estado... el estado va extinguiéndose...>. <La auténtica per-sociación de los hombres, que hasta il momento les era como concedida e impuesta por la n"torrier., se convierte ahora en acto libre de ellos mismos. Las fuer'

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102, t05'106.

69


R y penoso-, el materialismo histótico mantiene, ¡rues, dutante mucho á tiempo, sin alterar su significación de medio principal de lucha pata-el '9 proletariado combatiente. Pues la parte decisiva de la sociedad está do' minada por formas de producción puramente capitalistas. E incluso en 2 r hs pocas islas en las cuales el ptoletariado tiene limitarse que por el capi a efim]nar fuerza Paso I iedad a paso, pata dar conscientemente vida al 3 que no se expresa ya en esas categorlas.,Peto,el mero hecho d9dos9ueuas-la = B lucha haya entrado ya en ese estadio indica al mismo tiempo histórico. t formaciones muy importantes de la función del materialismo i En primer lugar, hay que mostrar, por medio de la dialéctica mate' d rialista, cómo se puede recorrer el camino que lleva al conttol y al doC ción de las fuerzas sociales cosificadas. Ningún anáüsis del pasado, por satisfactoda en 5 cuidadoso y exacto que sea, puede datnos una respuestadialéctico a este la aplicación sin prejuicios del método material completamente nuevo puede datla. En segundo lugar, como toda crisis es la objetivación de una autocltica del capitalismo, la crisis de éste, una vez llevada a su exasPeración ex6ema, nos ofrece la posibilidad de desarrollar más clara y completamente que hasta ahora, parautocrltica del capitaüsmo que es la este punto. Só1o

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mpo el materiaüsmo histórico, cada vez mejot apücado, sino también desde el punto de _vista de su desarrollo cientlfico, es, pues, necesario que apfovechemos la victoria del proletariado para levantar al materialismo histórico esta nueva patria, este nue'

vo taller. Junio de 19L9.

70


Se terminó de imprimir

el dia

15 de Junio de 1978, en

los tall'eres de EotcloNES SoL, Sánchez Colín 20, México 16,

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imprimieron ejemplares

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10,000.


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Dos importantes ensayos de Georg Lukacs se recogen en el presente volumen: "¿Oué es el marxis-

ortodoxo?" ' y "El cambio estructural del materialismo histórico". Ambos forman parte de la famosa obra del filósofo marxista húngaro Historia y conciencia de clase, aparecida por primera vez en alemán en 1923. En el primero de ellos el autor aclara el sentido de su ortodoxia marxista: no se trata de una adhesión sin crítica a los resultados de las investigaciones de Marx, y menos aún de la fe en tal o cual tesis. Su ortodoxia se refiere exclusivamente al método. En el segundo ensayo, Lukacs aborda el cambio de función del materialismo histórico, Va que la conciencia actual del proletariado habrá de ser superada e inte-

mo

grada en una sociedad sin clases.


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