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“No seré presionado, archivado, sellado, catalogado, informado, interrogado o numerado. Mi vida me pertenece.” (Número 6)
“The Prisoner” Convention weekend:
“I will not be pushed, filed, stamped, indexed, briefed, debriefed or numbered. My life is my own.” (Number 6)
un culto a la individualidad A Cult to Individuality
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a historia del agente secreto de Su Majestad que renuncia a su cargo y acto seguido es secuestrado y llevado a una hermosa Villa estilo mediterráneo donde las autoridades tratarán de sonsacarle el motivo de dicha renuncia, le valió a El Prisionero (The Prisoner, 1967-68), con los años, su merecido status de serie de culto, ganándole admiradores tan ilustres como los escritores Isaac Asimov y Roland Topor, o el creador de “Los Simpson”, Matt Groening. Durante su estancia en “la Villa” (la prisión en que la trama se desarrolla y en la cual no existen los nombres propios, sólo números), el Prisionero, o Número 6, dedicará todo su ingenio y voluntad a: 1) evitar que las
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he story of an agent in Her Majesty’s Secret Service who quit his job only to be immediately abducted and taken to a beautiful Mediterranean-style village, where the authorities would try to wheedle the reason for his resignation out of him eventually garnered the TV series entitled The Prisoner (1967-68) the cult status that it so richly deserved, and also won it a list of illustrious and assiduous followers that included such names as writers Isaac Asimov and Roland Topor, or that of Matt Groening, creator of The Simpsons. During his stay at “The Village” (the prison where the plot of the series unfolds and where no names exist, only numbers) the Prisoner—a.k.a.
autoridades le arranquen el secreto de por qué renunció a su cargo, 2) huir, 3) descubrir quién es el Número 1 (la única cara visible de la autoridad en la Villa es el Número 2). Lo antedicho permitió a Patrick McGoohan (quien produjo e interpretó sus 17 episodios, varios de los cuales, además, escribió y dirigió) ahondar en temas muy poco transitados por la llamada caja idiota (léase televisión), tales como la identidad personal, la libertad, la democracia, la educación, el progreso científico, el arte y la tecnología. Hay en toda la situación vivida por el Número 6 un fuerte acento kafkiano: la pesadilla comienza cuando el personaje principal despierta en su nueva residencia tras ser secuestrado en su casa de Londres, sólo que este Joseph K. (personaje central de El proceso) se encuentra aquí “de vacaciones” en un exclusivo resort que bien podría estar administrado por la misma Corporación que regentea el 1984 de George Orwell. En ese mundo se inscribe El Prisionero, una de las más originales y audaces producciones televisivas jamás realizadas, mezcla de espionaje, ciencia-ficción y comedia negra en un escenario alucinante, por momentos surrealista, por momentos carnavalesco, pero que siempre nos habla de nuestro aquí y ahora. Analizando la serie, un profesor de psiquiatría de la Universidad de Columbia dijo en una conferencia que el Número 6 “está aprisionado en su propia mente, con lo cual McGoohan nos está diciendo, básicamente, que no existe la libertad, porque uno siempre es prisionero de su propio estado psicológico.” Esta es una entre muchísimas otras lecturas. Los días 8, 9 y 10 del pasado mes de abril se llevó a cabo en Portmeirion Village (donde se filmaran los exteriores de la serie, una hermosa villa construida en el norte de Gales por el arquitecto Sir Clough WilliamsEllis) la 30º convención anual dedicada a la serie —“PortmeiriCon”— que organiza “Six of One. The Prisoner official appreciation society” (“Seis de
Number 6—will devote all of his ingenuity and will to: 1) keeping the authorities from getting the secret of why he resigned out of him, 2) escaping, and, 3) discovering who Number 1 is (since the only face of authority at The Village is Number 2). All of this permitted Patrick McGoohan (who produced and starred in the 17 episodes of the series, several of which he also wrote and directed) to delve deeply into a number of subjects that the so-called “idiot box” (network TV) had barely touched upon before, such as personal identity, freedom, democracy, education, scientific progress, art and technology. Throughout the situation that Number 6 must live runs a strongly Kafkaesque vein: the nightmare begins when the protagonist awakes in his new residence following his abduction from his London home, the only difference being that this particular Joseph K. (protagonist of Kafka’s The Trial) is here “on holiday” at an exclusive “resort”—which, truth be told, might as well be managed by The Party that governs Oceania in George Orwell’s Nineteen Eighty-Four. This is the sinister backdrop for The Prisoner, one of the boldest and most original television productions ever broadcast—a mix of espionage, science fiction and black humor, filmed on a stunning set, at times surreal, at others carnivalesque, but that is ever speaking to us of our own here and now. Analyzing the show, a psychiatry professor at the University of Columbia once said in a conference that Number 6 “is imprisoned by his own mind, so that what McGoohan is telling us, basically, is that freedom doesn’t exist, because one is always a prisoner of one’s own psychological state.” This, however, is just one among many readings that have been given to the series. This past April 8, 9 and 10, the 30th annual convention devoted to the series—“PortmeiriCon”—was held at Portmeirion Village (in the north of Wales, where the exteriors for the series were filmed, and which includes
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Patrick McGoohan (Photo courtesy of Portmeirion Village. www.portmeirion-village.com)
Uno. La sociedad oficial de apreciación de El Prisionero”), a la que asisten los miembros de esta especie de club integrado por fans del mundo entero. Son tres días en que se revive el clima imperante en la Villa de la ficción televisiva, se representan escenas clásicas de la serie (el desfile de la campaña electoral de “Free for all”, el juego de ajedrez humano de “Checkmate”, etc.) y se exhiben episodios en los que participaron las figuras invitadas a la convención. La de este año fue la actriz británica Justine Lord, co-protagonista del episodio titulado “The Girl Who Was Death”, y que a sus 73 años disfrutó de su investidura de sacerdotisa (es una manera de decir) del culto, la devoción de cuyos fieles —junto con las recurrentes emisiones televisivas en todo el mundo— mantiene vivo, a lo largo de las décadas, a este fenómeno artístico irrepetible, estudiado por la psicología y la sociología, que es El Prisionero.
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the beautiful village built by Sir Clough Williams-Ellis), organized by “Six of One. The Prisoner official appreciation society”. These yearly events are attended by members of this sort of club made up of fans of The Prisoner from around the world. During the three-day event, the climate that prevailed in The Village of the TV series is re-created, and classic scenes from the series are enacted (the election bell parade from “Free for All”, the human chess game from “Checkmate”, etc.) and scenes from these series are screened that include the participation of specially invited guests to the convention. This year’s special guest was British actress Justine Lord, who co-starred in the episode entitled “The Girl Who Was Death”, and who, now at age 73, thoroughly enjoyed her investiture as high priestess (as it were) of the cult, and basked in the devotion of her fans who—together with recurrent re-screenings of the series all over the world—have kept alive, over the course of the decades, this unrepeatable artistic phenomenon, studied by psychologists and sociologists alike, that is The Prisoner. Fotos/Photos: E.L.