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PROCESO DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA Y CULTURAL DEL CORREGIMIENTO DE SAN CRISTÓBAL

2011

RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA


Alonso Salazar Jaramillo Alcalde Luis Miguel Úsuga Samudio Secretario de Cultura Ciudadana Cristina Daza Riabova Subsecretaria Metrocultura Herman Montoya Gil Líder del Programa Memoria y Patrimonio Carlos Andrés Orozco Guarín Líder del proyecto de Memoria y Patrimonio – Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo Cristian Aguirre Castro Interventor

Corporación Construyendo Ejecutor del proyecto

Equipo de Investigación: Claudia Arcila Rojas Investigadora Hamilton Suárez Betancur Auxiliar de Investigación Juan Carlos Álvarez Álvarez Dinamizador de Medios Locales de Comunicación de San Cristóbal 2


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TABLA DE CONTENIDO

Pág. Introducción

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Contexto

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Cuestionando el territorio

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Un corregimiento, una ciudad

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De campesinos y arriería.

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De flores, paisajes y cultivos.

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Otros patrimonios, otras memorias.

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Conclusiones y propuestas.

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Por una Memoria nueva.

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Por un Patrimonio vivo.

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Por una verdadera Historia.

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INTRODUCCIÓN. Las presentes líneas dan cuenta de la interpretación de la información recolectada a través del proceso de investigación histórica y cultural del corregimiento de San Cristóbal de Medellín, realizado entre junio y noviembre de 2011 por el Equipo de Investigación de la Corporación Construyendo y que fue priorizado por la comunidad a través del Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo en el año 2010. La investigación tuvo inicio evocando el estado del arte relacionado con lo planteado en el proyecto. Para ello, se acudió a la creación de una extensa base de datos de los documentos referentes a la memoria, el patrimonio y la historia de San Cristóbal, que reposaban en bibliotecas y archivos de la ciudad. De manera posterior se acudió al ejercicio etnográfico de las entrevistas con personajes representativos del corregimiento y a un intensivo trabajo de campo que incluyó caminatas, recorridos, visitas y hasta la percepción del paisaje mediante la auscultación de sus contenidos. En primera instancia se consideraron veinte entrevistas como suficientes, pero la práctica arrojó más de una treintena de participantes en ellas, así como la realización de tres tertulias y una entrevista colectiva que aportaron valiosa información a este proyecto. La recolección de fotografías de archivos personales, así como la toma de registros fotográficos y de video, completaron los insumos para iniciar la etapa de interpretación de esa información y que ahora se concreta en parte en este texto. Este se compone de un breve contexto actual del corregimiento, un marco general donde se desarrolló la investigación. A partir de allí se desglosa esa información y se desarrolla el valor agregado en la propuesta de conocimiento a partir de la experiencia adquirida por el Equipo. Estas percepciones no son más que un punto de vista susceptible de críticas y exigencias y serán más legítimas en cuanto estén más cercanas a los habitantes de San Cristóbal. No obstante, deben ser tamizadas por los criterios de todos aquellos que gravitaron en torno a este trabajo, pues fueron ellos los que de alguna forma se vieron afectados por sus dificultades, así como agraciados

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por sus éxitos y beneficios. En el aparte final, se pretende esgrimir algunas conclusiones que se desarrollan de antemano a través de todo el texto; no con el ánimo de agotar la discusión acerca del patrimonio, la memoria y la historia del corregimiento; todo lo contrario, es decir, con la explícita intención de suscitar una sana discusión acerca de los significados de dichas categorías aplicadas a este territorio. La evolución de la conciencia pasa en ocasiones por la transgresión de los conceptos y este pretende ser un insumo para ello. Por eso, en el aparte final se propone la continuidad de esta investigación bajo parámetros políticos más que academicistas, que pueden contribuir al escalonamiento del conocimiento de las raíces de San Cristóbal, más que a su olvido y reticencia. El marcado criterio político de las categorías mencionadas, no son un capricho del Equipo de Investigación, son la representación de los lamentos y sonrisas que se encontraron al interior de este proyecto y que marcaron su senda cuya terminación se amplia y no concluye, dejando inagotados los temas, así como las historias de la Historia que no cesa mientras existan los humanos. El Equipo de Investigación no fue tal sin la conversión en Equipo de Trabajo en conjunto con la comunidad de San Cristóbal: artífice de su propia historia y su recuerdo. Del personal de la Corporación Construyendo quienes aportaron su valioso conocimiento y orientación a través de su experiencia en la investigación social, así como de los miembros de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín quienes acompañaron todo el proceso, desde su planeación hasta su ejecución final. A todos ellos, el agradecimiento más que necesario, indispensable, en la continuidad de este trabajo de investigación. También a ellos, un reconocimiento por la paciencia y comprensión por los múltiples tropiezos cometidos, por la obviedad de las palabras y los actos, así como por los olvidos que se hayan cometido.

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CONTEXTO. El abordaje que el Equipo le dio a esta investigación estuvo bajo las incógnitas que despertaba el corregimiento, mucho más allá de la simple rememoración de ser un paso transitorio en el camino hacia el occidente del departamento y por la sonada y celebrada por algunos, inauguración del Túnel de Occidente en 2006. Algunas referencias frágiles acerca de sus cultivos, sus flores y sus caminos terminaron de completar el inconcluso y primigenio panorama de San Cristóbal. Sin embargo, aunque la investigación se refiera a la memoria histórica del corregimiento, se debió iniciar por un reconocimiento geográfico acorde con la situación actual de su territorio. San Cristóbal se encuentra al occidente del Valle de Aburrá en la zona de transición hacia Santa Fe de Antioquia. Está dividido por el correr de las aguas de la quebrada La Iguaná -occidente a oriente-, la cual nace en la estrella fluvial de la cuchilla de Las Baldías al norte del corregimiento, en la vereda Boquerón. Esta quebrada se muestra como el eje natural estructurante de este territorio, pues fue sobre ella donde se desenvolvieron las prácticas de vida cotidiana y económica de sus gentes. Su extensión es de 4.5 kilómetros cuadrados1, divididos administrativamente en 17 veredas y su parte central2. Su población en 2004 era de 28.979 personas 3 y de 60.025 en 20104. Para 2015 se proyecta una población total de 79.458 habitantes5. El corregimiento presenta formaciones montañosas de gran altura y terreno agreste, como el cerro 1 Corporación Ecológica y Cultural Penca de Sábila, Departamento Administrativo de Planeación Municipal y Asociación de Juntas de Acción Comunal de San Cristóbal. San Cristóbal. Plan de Desarrollo Participativo Corregimental 2006 – 2016. Medellín, 2006, Pág. 11. 2 Veredas Boquerón, El Carmelo, El Llano, El Patio, El Picacho, El Uvito, El Yolombo, La Cuchilla, La Ilusión, La Loma, La Palma, Las Playas, Naranjal, Pajarito, Pedregal, San José de la Montaña y Travesías. Algunos autores coinciden en dividir la vereda Pedregal en Pedregal Alto y Pedregal Bajo y otros en marginar la vereda El Picacho de la división político administrativa del corregimiento y la aúnan a la comuna 6 - Doce de Octubre de Medellín. 3 Departamento Administrativo de Planeación Municipal. Encuesta de Calidad de Vida, Municipio de Medellín. Medellín, 2004. 4 Departamento Administrativo de Planeación Municipal. Encuesta de Calidad de Vida, Municipio de Medellín. Medellín, 2010, Pág. 19. 5 Alcaldía de Medellín y Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE. Perfil Sociodemográfico 2005 – 2015 Corregimiento 60 San Cristóbal. Medellín, 2010, Pág. 6.

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del Padre Amaya que alcanza los 3100 msnm. La pendiente del terreno va disminuyendo a medida que se siguen las aguas de la quebrada La Iguaná, donde en algunos tramos se denota la existencia de superficies aluviales con inclinaciones de aproximadamente 30º las cuales son aprovechadas para el establecimiento de cultivos, mayoritariamente en su parte media: veredas El Llano y La Cuchilla. Por ello, no es posible hablar allí de una unidad climática y mejor, de una escala que varía de frío a templado conforme se acerca al Valle de Aburrá, cuyo límite más bajo se encuentra a unos 1800 msnm, precisamente donde finaliza el área de su cabecera urbana en el nivel de base de la quebrada La Iguaná. Esas montañas actúan de forma natural como retenedores de la humedad de las corrientes aéreas, que se condensan en las vertientes montañosas de las cuencas del río Cauca hacia occidente y de la quebrada La Iguaná hacia el oriente -y de forma posterior como afluente de la cuenca del río Aburrá o Medellín-, lo que le confiere la propiedad de ser un gran aportador, cuyas aguas cristalinas son aprovechadas en los acueductos veredales de las partes altas. La vegetación de bosque primario se conserva en lo más alto de sus formaciones montañosas, no siendo así en el resto del terreno donde la intervención humana hace mella tras la construcción de carreteras, sitios de vivienda, introducción de cultivos maderables, preparación del terreno para cultivos y extracción de material para la construcción. La humedad de sus suelos le proporciona inestabilidad, lo que es más evidente en época de lluvias donde suelen presentarse derrumbes, movimientos en masa, desplazamiento de tierras, reptación del suelo, alto transporte de sedimentos y formación de cárcavas. Su suelo en la vertiente norte de la quebrada La Iguaná es de carácter pedregoso con amplia presencia y afloramiento de cuarzodiorita -veredas Pajarito, Pedregal, El Yolombo, El Carmelo y Picacho, principalmente-, a diferencia de la vertiente sur cuyo suelo arcilloso parece ser una continuación del stock de Altavista, el cual proporciona los materiales para construcción en las veredas Las Playas, El Patio, La Palma y La Loma.

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CUESTIONANDO EL TERRITORIO. De manera recurrente se asocian diferentes significados a algunas palabras relacionadas con la Historia, cuyo saber no se limita al ordenamiento de fechas o al nombramiento de hechos. Sucede con la palabra memoria, que se asocia a recuerdo y con el término patrimonio, cuyo significado se limita a posesión. Allí, la interacción de los investigadores con dichas creencias populares, pudo ser escamoteada mediante la adopción de criterios unificados, proyectados de manera unilateral desde los investigadores hacia la población, con el único propósito de brindar luces para la comprensión integral, a partir de sus propias consideraciones, de las categorías historia, memoria y patrimonio. Fue entonces este un ejercicio de doble vía: una incesante riada de información desde los habitantes del corregimiento y una ingente escucha e interpretación por parte del Equipo de Investigación. Por ello, al calor del desarrollo del proyecto, se fueron gestando categorías que a pesar de estar definidas para espacios generales, presentaban singularidades propias del corregimiento, que no se acomodaban fácilmente en las pretendidas acabadas e inmodificables definiciones de las que adolece la academia y de las que la Administración Municipal sustenta sus criterios para definir genéricamente comunidades, sociedades, prácticas y dinámicas. Este fue el inicio de la búsqueda de esos nodos que fueron guiando la investigación hacia aquellos puntos donde se posaban miradas y recuerdos, oteados desde la altura del presente. La primera de ellas fue la clasificación de corregimiento. Esta denominación, heredada del periodo colonial, da cuenta de una extensión de tierra cuya densidad poblacional es marcadamente menor a un centro de referencia, en este caso, San Cristóbal con respecto a Medellín, donde éste es el centro y aquel la periferia. En esta mirada, sólo se tiene en cuenta el aspecto numérico de la población, mas no sus prácticas económicas, sus relaciones sociales de producción, su idiosincrasia, ni mucho menos su cultura. El vínculo de la cercana urbe no la compromete a ser un territorio autónomo, amén de ser un mediterráneo histórico de intercambios comerciales, otrora de cultura india, más tarde de oro y esclavos y hoy de turismo, armas y drogas.

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Adosado administrativamente a Medellín, San Cristóbal es considerado uno de sus cinco corregimientos y como tal, se encierra en su adjetivo una unidad territorial que enmascara su uso y manipulación, a merced de la expansión urbana y el rebosamiento de las necesidades ciudadanas. Un golpe certero a la categoría de corregimiento la otorga la realidad de la Parte Central, cuyas calles estrechas y empinadas parecen no dar abasto en horas pico y días de mercado. Si Medellín se muestra como el centro y San Cristóbal como la periferia, la Parte Central del corregimiento se destaca por ser el centro de dicha periferia, en una doble jerarquización que muestra con claridad desde dónde se ejerce el poder. La llegada de la Modernidad se ha hecho de la mano de la construcción de centros comerciales y de un hospital, la remodelación del parque y de la recién inauguración de la planta física del Parque Biblioteca. La calle 63, la más transitada de este sector, refulge entre mercados de verduras, restaurantes, bares y nuevos negocios de telefonía celular, internet y cajeros electrónicos. El paso cauto y rápido de la gente es cortado por la carrera 130 o La Pérez que se dirige al costado derecho del referente histórico predilecto de los habitantes de San Cristóbal: el templo. Frente a éste, el monumento al arriero; una estatua de bronce que detalla el esfuerzo del trabajo campesino junto con la compañía de sus animales fieles -la mula o bestia y el perro-. Al sur del parque central, se encuentra la réplica del Puente de Occidente sobre el río Cauca. El de San Cristóbal, más modesto y reciente, sobrepasa la quebrada La Iguaná. De suerte que la parte central se asemeja más a un barrio popular de Medellín, que a la cabecera de un corregimiento que se precia de ser rural. No obstante, ello no es el principal motivo del cuestionamiento del calificativo que lo cobija. Al sur oriente se encuentra la vereda La Loma que es la conexión más cercana a la parte urbana de Medellín por el barrio San Javier o la comuna 13. La Loma es el inicio de un corredor estratégico que desde el período colonial ha visto transitar mercancías y personas hacia y desde el occidente del Valle de Aburrá. Bastan sólo unos minutos para adentrarse en sus intrincadas calles que dan cuenta de una especie de hacinamiento suigeneris, pues no está específicamente delineado como un trazado urbano, pero tampoco

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obedece a las delimitaciones concretas de un ambiente rural. Algo queda del aroma de la yerba campesina. La Loma es una vereda urbanizada y un barrio ruralizado, a tal punto que ese limbo se expresa en el sentimiento de muchos de sus habitantes: no se sienten de Medellín, ni de San Cristóbal. Creen como odiosa la aseveración concluyente que los hace parte del barrio San Javier de la comuna 13, básicamente gracias a la ruta de buses San Javier – La Loma. También se reconocen diferentes frente a los culateros6; diferencias vastas que pendulan entre la cultura y el color de piel. La fuerte endogamia que se halla en La Loma, crea una verticalidad de abolengos que se mezclan en los pocos apellidos de los Paniagua, Álvarez y Cano. Su tez oscura -a diferencia de la clara de los que habitan allende La Iguaná- es el eco lejano de la existencia de antepasados esclavos que sirvieron al tirano. Y en el interrogante que ello provoca, se rememora la calidad política de aquellos que estando sin labores de trabajo o de jornal, permanecían bajo el techo, abrigo y de bocados de un hacendado o un patrón, llevaron el nombre de Paniaguados. En su mayoría eran libertos o manumisos que no conociendo más que la sumisión, aguardaban al lado de su antiguo dueño la oportunidad de un trabajo nuevo, esta vez bajo la dependencia de la suerte o el salario. Por ejemplo hoy la Loma queda en la parte centro occidental de Medellín y la Loma hoy es una vereda pero no siempre ha sido una vereda. Fluctúa entre ser vereda y ser local, entonces, nos enfrentamos a una cosa, si vos ves a cualquiera de estos pelados de hoy en la biblioteca encontrás que no tienen nada que ver, osea, a pesar de que esto sea vereda no tienen nada que ver con la idea del campesino que tenemos, ya no; unos más rurales que otros porque hay sitios que se verán más urbanizados y otros más tirando a la ruralidad, osea, aquí hay ocho sectores en más o menos treinta hectáreas en el territorio y estamos hablando de casi trece mil almas, entonces esa situación lleva a que aquí haya una situación compleja de decir, bueno, ¿Cómo definimos La Loma? ¿Como rural o urbano?7

¿Qué hace que un sector social que no se siente parte de un todo más amplio, ni histórica, ni culturalmente, sea incluido como parte de un corregimiento? ¿Por qué siendo una vereda densamente poblada se le da ese apelativo pre urbano? Esos son los cuestionamientos que se intentan resolver y que no hallan respuesta en la auscultación de su propio patrimonio y sí 6 Gentilicio de los habitantes de San Cristóbal, por la denominación de La Culata que recibió el corregimiento antes de llamarse como hoy. 7 Entrevista a Gabriel Jaime Vanegas, vereda La Loma, 26 de septiembre de 2011.

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resquemores en su memoria, pues son las rivalidades a partir de la diferencia las que recientemente han distanciado a La Loma del resto de San Cristóbal. Cabecevacas los de aquí, Culateros los de allá y a partir de allí, la negación del trato común en el orgullo de la estirpe. El cerro Loma Hermosa, un mirador natural que hoy es casi imposible visitar amén de las balas del conflicto, reviste un carácter identitario para La Loma y desde allí, se puede adivinar una vista hacia otro de los hitos que cuestiona el carácter corregimental de San Cristóbal: Nuevo Occidente. El sector de Nuevo Occidente ha llegado a San Cristóbal como la construcción de un asentamiento más que humano, de cemento y pavimento en sus empinadas laderas, que lo cubre de un manto artificial en la solución de vivienda para algunos desposeídos y un buen negocio para algunas constructoras. Los investigadores, al encontrarse en medio de edificios grises, construidos en tiempo récord, se preguntaron: ¿Qué historia tienen estos habitantes? ¿Cuál es su patrimonio? ¿Cuál su memoria? Y en definitiva concluyeron que el intento por brindar soluciones de vivienda trae consigo los riesgos pertinentes de un ensayo social y la posible gestación de una bomba temporaria que detona poco a poco tras las violencias heredadas de los antiguos territorios y las nuevas fronteras invisibles. Los habitantes de Nuevo Occidente llevan su historia en sus valijas, que es por demás, la historia colombiana de los años cincuenta que se repite cada tanto en oleadas empujadas por terratenientes, ganaderos y grupos armados, cuando no por las leyes y el avance del sistema de mercado. Desplazamiento, violencia, señalamientos, estigmatización, esquilmación, expulsión, robo, abigeato, desaparición, retenciones ilegales, falsos positivos; son adjetivos que tienen espacios comunes de aplicación en el campo colombiano. El gran número de habitantes de descendencia afrocolombiana marca la impronta de un origen caribeño y chocoano, que por demás, era el imperante en Moravia, asentamiento originario de recicladores, desplazados y excluidos. La zona de expansión de Pajarito en conjunto con Nuevo Occidente, se planearon de forma original para darle solución de vivienda a muchas de estas familias y pronto fue modificado el proyecto y se dio cabida a la construcción de torres de apartamentos con miras a la

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oferta de viviendas subsidiadas. No obstante, muchos de aquellos desplazados hoy lo son de nuevo y tras disfrutar de sus parcelas del pasado, de construir un barrio con sus propias manos -Moravia-, son asentados en un espacio extraño, con vecinos forasteros, en un ambiente ajeno y con un porvenir enrarecido. Los nuevos apartamentos obligan un cambio en las costumbres y un inédito conflicto cultural. El hacinamiento parece renovarse, esta vez con nuevos bríos que desbordan las empinadas calles del sector. El ruido de los picós tan acostumbrados en las costas colombianas, recuerda que no se han ido y que conservan -con impuestas variaciones- el sueño de retornar a su pasado o mejor aún, de no perderlo, conservarlo y enfrentarlo a la nueva realidad. La violencia o mejor, las violencias que se heredaron desde antaño, que hicieron parte de sus vidas y que moldearon las conciencias, hoy perduran en este territorio; una mezcla de culturas que se reconocen diferentes y enfrentadas; un retazo de costumbres para la creación de una nueva idiosincrasia, a la que se suman las violencias frescas de las fronteras invisibles, las plazas de narcóticos, el comercio de las armas y los trabajos de Oficina. La división geográfica marca las sendas de violencia. La vigilancia permanente dispara las alarmas ante la presencia de jóvenes desconocidos. Las Flores contra Vallejuelos, La Montaña contra La Campiña, Cucaracho contra alguno y todos contra todos; no basta la construcción de un CAI en la estación Aurora del Metrocable, pues el colapso manifiesto fue evidente en el inicio del proceso y no tuvo que ver con presencia policial. Mas bien, la búsqueda de resultados políticos llevó a tomar ligeras determinaciones que marginaron la planeación de las escuelas, parques, sitios comunes, zonas verdes y deportivas, de ocio, entretenimiento y dispersión y que premiaron la construcción, el hacinamiento y la estadística como carta de presentación ante el país. Muchos son hoy los que agobiados, miran con resignación las nuevas condiciones de una nueva periferia. La población de San Cristóbal los acoge no con menos dudas que las suscitadas por la incertidumbre del proceso y de nuevo se ve mellada su condición de corregimiento. No parece ser inaudito que en venideros años, los fenómenos de conurbación arrastren tras de sí a sectores de San Cristóbal como Pajarito y Pedregal, pues la crisis del espacio de vivienda que afronta Medellín, debe ser solventada incluso a merced de la ampliación de la frontera urbana hacia los corregimientos que ven amenazada su estructura ecológica, natural y rural, cuando no su patrimonio y su memoria.

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Configurar una historia, una memoria y un patrimonio en Nuevo Occidente, aún, es una tarea imposible de llevar, salvo la documentación de las historias nucleadas que poseen una génesis común: la de la violencia partidista que luego fue terrateniente, más tarde paramilitar y luego narcotraficante. Todas ellas se conjugan en el recuerdo como si pactaran sus habitantes narrar al unísono la misma indignidad. Su memoria, destruida varias veces, está muy fragmentada y se revela nula al cuestionarse su papel en San Cristóbal, en Nuevo Occidente. Hoy se baten de nuevo en otra discusión: pertenecer al corregimiento o ser la Comuna 17; otra decisión política que seguirá jugando con sus sueños y con la conclusión de otra historia que casa y sigue un hilo conductor en el ejercicio del poder. Así, es imposible por demás hablar de patrimonio. […] entonces digo yo: pa' uno irse a meter en esas alcancías de esos apartamenticos, oiga, con toda esa revoltura de gente como ese Nuevo Occidente, no, no, no; dije más bien: ¡De aquí al cementerio! Entonces así estamos más bien.8

Historias quebradizas, memorias violentadas y etéreos patrimonios; tal es el balance y la inquieta conclusión.

8 Entrevista a Ramón Rico, vereda Pajarito, 26 de agosto de 2011.

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UN CORREGIMIENTO, UNA CIUDAD. […] no queremos que nos incluyan dentro de esa nueva comuna, porque ya quedaríamos sector urbano y por ende nos subirían el estrato de los servicios y a unos el cobro de impuestos; entonces a toda costa queremos seguir perteneciendo al corregimiento de San Cristóbal como hasta ahora lo hemos hecho.9

Este proyecto se inició con la elaboración del Estado del Arte del patrimonio y la memoria de San Cristóbal, tarea temprana del Equipo Investigador. Más que ceñirse a los textos publicados, se empalmó dicho estado tras un intensivo trabajo de campo y la conversación desinteresada con algunos habitantes, quienes brindaron luces acerca de qué elementos brillaban por su importancia a la hora de abordar temas tan subjetivos como los objetivos planteados. Tal vez el principal de ellos fue la pérdida de su patrimonio primordial en tanto comunidades campesinas. La utilización frecuente de la palabra amenaza fue el diagnóstico primigenio que fue corroborado a lo largo del estudio y que calificó transversalmente toda pregunta referente a las comunidades de San Cristóbal y su papel determinante dentro de su propia historia. Es evidente entonces que el desgaste o la inexistencia de relevo generacional -como dicen los tecnócratas- del campesino que labra la tierra o que halla en ella el vínculo primordial de su existencia, es aquella amenaza que disloca la estructura social histórica del corregimiento. Si bien las sociedades se labran al calor del desarrollo de su cultura y viceversa, esta relación dialéctica va en camino explícito de desaparición del campesino como figura propia del paisaje y como actor principal de la dinámica social y económica del corregimiento. La paulatina desaparición del campesino como figura, lo ubica en un escenario exótico para algunos y pronto en un ente recordable del pasado para otros. Más que ello, esa tenue condición dicta un diagnóstico más allá del símbolo campesino; el del raudo avance de la ciudad sobre el corregimiento, siendo este representado tanto en las obras físicas que le afectan, como en otras que hacen profunda mella en el patrimonio y la memoria: la degradación del ambiente, la pérdida del territorio, el cambio en la vocación del uso del suelo, la destinación impuesta de los bienes físicos comunes hacia intereses privados, la ignorancia voluntaria hacia las costumbres y culturas campesinas, las soluciones 9 Íbid.

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tecnocráticas hacia problemas estructurales de pobreza, educación, vivienda, salud y alimentación de los habitantes rurales del territorio y la rudimentaria presencia del Estado a través de infraestructura militar y de construcción de obras, en contraste con el abordaje de los problemas subyacentes tras la pérdida de la ruralidad. Otra cosa que ha influido mucho en las regiones, en los cultivos es que ya el muchacho que va levantando se va es a estudiar, ya los que estamos trabajando la agricultura somos los más viejos [...] Ya la gente no quiere trabajar en campo […] Sí, nosotros vamos como pasó aquí en Pajarito, en Pajarito se lo tragó la ciudad […] entonces se van perdiendo esas costumbres, muchos son obreros, muchos se van a trabajar en otras cosas y lo de aquí lo estamos trabajando los más viejos y es muy escasos los muchachos que se levantan que se ponen a trabajar acá, son muy escasos. La mayoría trabajan ya, o han estudiado y se van a trabajar a la ciudad.10

Este avance urbano está supuestamente justificado por la pertenencia de San Cristóbal como parte del área de Medellín y como tal, parte de la solución a sus problemas. Esta acción parece darse en una sola vía -de lo urbano a lo rural- desconociendo el llamado ingente que se hace desde la otra orilla -de lo rural a lo urbano-. No es pretensión de este trabajo desglosar rigurosamente los beneficios que para Medellín trae un sector como San Cristóbal, desde su importancia ambiental hasta cultural y social; tan sólo se pretende documentar la inquietud de muchos de sus habitantes frente a la expansión concreta de la frontera urbana y más que ello, de sus prácticas degradantes de lo campesino y lo rural, pues es la cultura quien define esa frontera y al estar amenazada la existencia del campesino en tanto sus prácticas con la tierra y por ende, sus ataduras a un medio histórico y patrimonial, se da vía libre a la apropiación de un territorio por parte de agentes externos -cuando no extraños- que lo hallarán vacío, inerte y estéril con el objeto de llenarlo y apropiarlo para otros fines y destinos. Es así como el otrora campesino es ahora mayordomo de la finca de recreo del citadino empedernido. Las manos que horadaban las vertientes ahora están semi paradas y a la falta de una estructura campesina cohesionada, es más difícil cada día mantener unas costumbres y unas prácticas que aseguraban la pertinencia de San Cristóbal como eje rural de la ciudad, de ser despensa alimentaria y no un destino cobijado por el turismo, la construcción y la pérdida de 10 Entrevista a Javier Toro, vereda San José de la Montaña, 14 de agosto de 2011.

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valores campesinos. Frente al habitante de ciudad, el campesino continúa siendo una especie de menor de edad a quien hay que civilizar en nombre del progreso. Ese progreso que se enmarca en la acumulación dineraria a la vez que en la destrucción del patrimonio. Ello lo entienden bien algunos jóvenes descendientes de arrieros campiranos; sus sueños están atados al caos de la urbe y no a la defensa de la memoria corregimental y por ello, ven legítima la tentación de un futuro fuera del campo, inmersos en el disfrute del desarrollo que se ampara en los paradigmas de la modernidad. No importa que sus padres dividan sus parcelas y éstas terminen siendo propiedad de unos patrones, así es el mercado que carece de cultura y ética social. Parece una oleada imposible de atajar pues la práctica que se evidencia, no es la de la intención de defender al campesino sino, en el caso contrario, de atacarlos por sus flancos más desprotegidos, profundizando sus diferencias y ahondando la brecha que no lo reconoce competitivo en el sistema. Es una realidad, que hoy más que nunca el avance de la urbe y con ella, el desarrollo del sistema de mercado sobre estas comunidades, busca paradójicamente que el campesino y lo rural se conviertan en historia y en memoria, más que en un patrimonio concreto hecho realidad en su preservación y en su defensa. Es más fácil apartarle una pieza de museo que preservar un territorio agrario susceptible de cambio estructural, bajo la reproducción de las condiciones imperantes del sistema que no halla sosiego en su propia saciedad. El progreso -erróneamente considerado como un continuo avance positivo- no debe tener obstáculos, dicen los que justifican la expansión urbana. Y el campesino comparte dicha determinación en tanto sea el progreso -el indicativo es incluyente, es decir, el progreso de todos- y no ese progreso -el indicativo es excluyente, es decir, el progreso de unos pocos- quien determine el futuro de los días para San Cristóbal. Pero la realidad golpea fuertemente y las acciones están determinadas. La conexión víal Aburrá – Cauca y la construcción del Túnel de Occidente, trajo consigo la división del territorio, la perdida de aguas, erosión y corrimiento del terreno, desplazamiento de fincas y viviendas y otras prácticas sociales en las veredas La Loma, La Palma, El Patio, Las Playas, El Uvito, La Cuchilla y Naranjal. La construcción del centro Penitenciario borró la posibilidad del disfrute de las

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mangas y los árboles frutales que adornaban la vereda Pedregal. Ahora no es posible ni acercarse so pena de una advertencia desde las garitas. En Pajarito, el suelo está estropeado por la energía de los cables que derraman las antenas de telefonía, radio y televisión y que según sus habitantes cambiaron la composición química de los nutrientes del terreno. Lo mismo sucede en El Carmelo, donde son subdivididas las parcelas para hacerlas propiedad transitoria de las empresas y vivir cómodamente de la renta de la tierra y no de su producción agropecuaria. - Las antenas de El Carmelo siempre llaman la atención. - Son de las emisoras del FM. - Unas hace diez, otras hace quince años o más, hay unas que llevan más de veinte años. - Lo de las antenas es algo muy discutido, la mayoría de la gente nos dicen que las debieran de quitar porque está dañando el ambiente y la salud, y uno entiende pues que la radiación es muy mala pero a muchas personas nos da empleo. - Sí, pero es que a muchas también les hace daño eso. - Sí, uno pues lo de la radiación lo ha escuchado y uno sabe pues que eso es malo pero muchas personas vivimos de eso. - Y que eso ha dañado mucho la tierra. - La esteriliza. - El FM no esteriliza la tierra pero el AM sí, eso sí he escuchado yo de mucha gente que dice. - El AM tiene que coger más extensión. - Más extensión, sí. Los radiales inclusive son con más distancia y tienen unos radiales más grandes que atrapan. - Y no, el FM también, eso a la larga es dañino, lo que pasa es que fue como la única fuente de empleo que encontró la vereda11

La otra cara de ese progreso es la decadencia. Ante la construcción del Túnel de Occidente, la antigua vía al mar fue abandonada. La inestabilidad del terreno, aunada a la falta de mantenimiento y a la poca cohesión política de sus vecinos, la han convertido en poco más que en una trocha, con tramos difíciles y peligrosos. Ante este abandono, las consecuencias han sido un quiebre en la cultura y una amenaza al patrimonio de sus habitantes, pues al margen de su vocación rural, se encontraban otras prácticas sujetas al tránsito por esa vía; otros trabajos que coadyuvaban a solventar la crisis del agro colombiano. Sin embargo, la dejadez administrativa significó otra marginación fuera de la esfera del progreso; situación que más se agrava cuando 11 Entrevista colectiva al Grupo de Artesanas de la Vereda El Carmelo, 27 de agosto de 2011.

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esta vía es la entrada y la salida a las veredas El Yolombo, La Ilusión, San José de la Montaña y Boquerón. De razón la dinámica de las veredas El Picacho y El Carmelo obedece más al municipio de Bello o a la Comuna Doce de Octubre de Medellín, que a las propias ataduras al corregimiento de San Cristóbal; es mejor ser cola de león, que cabeza de ratón, dijo uno de sus habitantes. - Mucha gente se arruinó. - Claro, tuvieron que cerrar todo, por aquí no volvió a pasar casi nadie. - Entonces quedaron mal, arruinados. - Es que esa carretera como está de horrible (Antigua Vía al Mar) - La carretera antes del túnel estaba bien tenida y a pesar de que pasaba tanto carro estaba sostenida, ahora, como la descuidaron al ver que ya tienen el túnel entonces, ¿cuáles son los factores en las cuáles nos perjudicamos? Ya los carros no pasan para comprarnos, ya los cultivos no se pueden sacar de la forma como se sacaban antes, entonces eso implicó que el agricultor tomara otras decisiones económicas. - Ya no es la agricultura sino que de otras cosas; o irse para Medellín o para San Cristóbal o ... - A vender, venteros ambulantes, toda esa gente que queda desplazada. - Claro, la reparaban más ligero porque como por aquí era la vía principal donde la descuidaran ahí nos dejaban sin carretera. - Miles de carros que subían y bajaban. - Le ponían más cuidado. - Antes del túnel.12

La vocación agropecuaria del suelo culatero cede paso a la apropiación para los cultivos de pino maderable, una industria exenta de impuestos y con nula creación de empleo en el mediano y largo plazo. Nuevo Occidente se yergue como el nuevo paradigma de solución de vivienda en el país, así se hayan arrasado los rememorados cultivos de pomas y las fincas extendidas que resguardaban pequeñas cascadas, charcos y arroyuelos que hoy yacen desecados. Así pues, el avance de la ciudad sobre el corregimiento tiene de un lado ese progreso tan mentado en los discursos partidistas y del otro, la construcción planeada de nuevas realidades en torno a una historia lejana y ajena. No por ello es gratis que se rescate de palabra el patrimonio y no se le preserve; que se hable de memoria como algo ya perdido y anecdótico y con ellos dos, Memoria 12 Tertulia con el Grupo de Adultos Mayores de la vereda San José de la Montaña, 1 de septiembre de 2011.

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y Patrimonio, se configure una nueva Historia exenta de luchas campesinas y adobada con los beneficios ese progreso y ese desarrollo.

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DE CAMPESINOS Y ARRIERÍA. Posee San Cristóbal un determinado prestigio a partir de su práctica rural, donde aún se vislumbran hombres y mujeres comprometidos con el campo y los cultivos. A través de diferentes experiencias con la comunidad y el intenso trabajo de campo en el proyecto, se pudo corroborar la insistente necesidad de salvar el patrimonio campesino. No se habla en ningún momento de rescate de dicho patrimonio, pues muchos son conscientes que la solución a los problemas agobiantes de su condición rural, no pasa por campañas ni por la adopción y aplicación de programas que promueven una transición de lo rural a lo urbano, como una especie de movilidad hacia un escalón más alto de la sociedad. Tanto los que aplican las políticas, como los que las sufren, están al tanto de la imperiosa necesidad de apuntalar soluciones que ataquen el problema estructural y no tan sólo mejoras o reformas a lo ya establecido, que no brindan una clara luz que dé la solución a los problemas. Tanto el campesino de hoy como el de antaño, ha visto cómo su práctica decae y se convierte en obsoleta. Los arrieros que con su tesura contribuyeron a la construcción de este país, vieron el ocaso a mediados del siglo XX tras la entrada en vigencia y la masificación del automóvil. Atrás quedaron días de trabajo y de comercio, así como de canal físico de política y noticias. Su quehacer pasó de ser un patrimonio a convertirse en objeto de memoria y a hacer parte de la Historia. Poco a poco los arrieros fueron deshaciéndose de sus bestias y el perro, compañero inseparable, envejeció con ellos. El artista Gabriel Vélez Calle plasmó ese ímpetu de arriero en el monumento que reposa en el parque central de San Cristóbal. Parece ser que algo ya irrecuperable hace parte del listado de bustos y de estatuas con que adornar los parques. Los viejos, los ancianos, son portadores de innumerables experiencias que rellenan algo más que unas cuartillas. Su obstinación con lo campesino les confiere una suerte de capa dorada de tesoros vivos, de los cuales se pueden obtener valiosos documentos. Y son estos documentos los que se enmarcan con un pesaroso llamado a la memoria y a la historia, pues la resignación de los años y las realidades percibidas, les dicen que aquellos tiempos, no volverán más. Es evidente lo anterior en la arriería, es explicable en el marco del sistema. La evolución de las

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herramientas de trabajo confiere un nuevo tipo de relaciones sociales de producción. El campesino de antaño que era él mismo su patrón a la vez que propietario de los medios de producción, fijó su nueva relación social en la esfera de la oferta y la demanda. Fueron muchos los que terminaron sirviendo bajo las orientaciones de un patrón y muchos más los que tuvieron que vender sus fincas y parcelas tras el colapso de su práctica heredada. Sí, claramente, que por toda parte carreteras y volquetas entonces la llevaban en volquetas lo que necesitaban en las casas o en carro chiquito también, y lo mismo la madera de esas montañas también la sacaban en carro, sacaban en hombro hasta cierta parte y después la montaban en el carro y entonces ahí jue onde se acabó la arriería. Ya es donde uno ya, le toca dejar los animalitos por el asunto de una carretera por una parte por la otra [...] porque ya acaba todo [...] 13

La situación del campesino hoy no está ya amenazada por los autos, ni la arriería amaga colapsar, porque ya lo ha hecho. El diagnóstico frente al campo no difiere mucho de lo acaecido en el resto del país, donde la seguridad alimentaria no representa una política de Estado. No hay subsidios efectivos al pequeño propietario, los insumos de la tierra son costosos y en ocasiones inasequibles, las vías de comunicación encarecen los productos y así, no es rentable el mantenimiento de una huerta, pues el mercado ofrece productos más baratos que los producidos en las cercanías y no hay posibilidad de competir con bajos precios frente a las mercancías importadas de países con subsidio al agro. Con la baja rentabilidad existen pocos incentivos para continuar labrando la tierra. Y sumado esto a las diferentes condiciones arriba expuestas, se reduce el panorama a unas pocas oportunidades en el mercado. Aquí, la preservación de la memoria es sinónimo de tendencia a desaparecer. La concepción de patrimonio obedece no a la preservación y a la defensa, sino todo lo contrario. La historia parece ser el marco que recoge los restos de éstos dos. Así, el impulso de la ciudad sobre el corregimiento elimina su obstáculo más férreo. El campesino que fue muralla de su cultura y su pasado, se vuelve tenue y disipa su ausencia hasta 13 Entrevista a Horacio Cano, vereda La Cuchilla, 4 de agosto de 2011.

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la frontera donde le permite el avance del progreso . Un campo sin campesinos es presa fácil de las prácticas ajenas a su esencia, es la puerta abierta a la transformación de su vocación empujándolo al turismo estéril, a la conversión de sus predios de cultivos a solares de recreo, es el desconocimiento cultural que forjó una sociedad, es perder la oportunidad de la independencia alimentaria y es asentir con resignación a la subordinación de la falsa prosperidad en el poder. No es pues alentador este diagnóstico. El arriero vio desaparecer su quehacer bajo la evolución de sus propias herramientas, en una escalada industrial sin precedentes. Más no así el campesino, quien aún conserva el ímpetu de sus manos y la obstinación de su cuerpo y de sus brazos. La tierra continúa allí a la espera de labranza. No existen motivos para eliminar al campesino de los tiempos presentes y convertirlo en patrimonio del pasado. Tampoco es justo ni legítimo condenarlo a la memoria de la historia. Es menester de las sociedades dignas, someter al amparo y al abrigo al campesino colombiano, ascendiente y seguro fiel del bienestar de todas las vidas. Lo contrario, es ser inconsecuente y desleal con esta historia.

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DE FLORES, PAISAJES Y CULTIVOS. No existe un patrimonio en términos genéricos. Cada sociedad los va labrando según su idiosincrasia y determina el valor de su pasado en escalas de juicios que otorgan categorías al recuerdo. Ello permite medir su importancia en tanto sea representativa de una comunidad. También concede la oportunidad de palpar físicamente ese patrimonio, así como emprender la construcción de otros que son inasibles y permanecen archivados en la memoria. De allí nace la concepción de patrimonio material e inmaterial. Las flores, los paisajes y los cultivos en San Cristóbal, bien pueden ser una combinación plausible de ambos, pues tras la existencia material de ellos, se encuentra un constructo social que identifica, de manera más o menos unívoca, a los habitantes del corregimiento. Una combinación de factores -altura, clima frío, luz tenue, vertientes empinadas, caminos solitarios- le confiere a una caminata en horas de la tarde en la vereda Boquerón, un marco fotográfico digno de postales. Los techos plásticos de los invernaderos le otorgan a los cultivos tibieza y a la vista, encanto y sorpresa. Algo similar sucede en la vereda La Cuchilla donde el anochecer es iluminado con miles de bombillas que adornan el paisaje, en un encuadre organizado para brindar protección a los cultivos, más que para disponer al visitante a un inminente regreso. El trayecto desde la iglesia de la vereda San José de la Montaña hasta la vereda El Llano se realiza a través de los rieles que inician en El Clavel Rojo -un antiguo estadero-. Poco a poco se van configurando nuevos paisajes a medida que vertiginosamente se desciende por el camino organizado y se evidencia la intensiva construcción de viviendas de recreo. No obstante, permanecen allí numerosas fincas y casitas con sus antejardines de cultivos y rodeadas por huertas de verduras y hortalizas. Una vista de contrastes enseña la gradación del color verde, que se vuelve más intenso según sea cebolla, lechuga o zanahoria. Las vertientes inclinadas parecen acicaladas en contravía del descenso y adornan con sus formas la ondulación de esos terrenos. Un fuerte olor a químico industrial cruza acompañando las gotas de los riegos automáticos, que se esparcen por los aires. Solitarios campesinos completan el paisaje y sólo desdoblan su cuerpo

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para saludar desinteresados, con el estoicismo propio del que mejor habla con la tierra. Muchos de los que hablaron, manifestaron su pesar por la poca rentabilidad de sus cultivos, muchos de ellos a menosprecio en los mercados y con el afán explícito de pasar a otro tipo de plantío. Producir alimentos hace menos indigna a una sociedad, pero más pobre al campesino, quien no halla un sustento estable siendo la despensa y prefiere convertir sus eras en vergeles. Empero, la práctica ancestral les ha indicado que su bienestar está marcado por la necesidad de su supervivencia, así como el placer de ser útil con la Tierra. Algunos campesinos asociados han sentado un precedente en la forma de enfrentar su situación y han optado por formas de cultivos más sanas y acordes con sus necesidades propias. Le han hecho una verónica al sistema eliminando intermediarios y agroquímicos, elevando la rentabilidad de sus productos, que no necesitan abonos artificiales pues son reemplazados por humus natural producido por los desechos de las plantas. El mercado es asumido de manera directa por ellos mismos y los centros de acopio y de venta les pertenecen. No existen terceros mediadores que encarecen los productos y usurpan los beneficios al campesino. El valor agregado consiste en una práctica inocua con el medio ambiente, en la consciencia política de las desventajas del libre mercado y la virtud de la planeación de las cosechas, en la demostración de la posibilidad de vivir dignamente de la tierra y en brindar a los compradores un producto de calidad, sano, sin compuestos químicos perjudiciales. Este paisaje labrado bajo los criterios de la Agroecología14, hace respirar tranquilamente en un ambiente que dicta que se puede construir una cadena productora que inicie con la reivindicación del patrimonio campesino, recupere la memoria de las prácticas agrarias limpias del pasado, resalte la solidaridad propia del labrador y termine ejerciendo un comercio justo con los que intervienen en el proceso, así como con la Madre Tierra. De flores y alimentos son los cultivos en San Cristóbal. Las contradicciones emergentes obedecen a la dinámica del sistema en el que se comercian los productos y también a la 14 Esta práctica la lidera la Asociación Campesina Agroecológica de Boquerón – ACAB-. La Agroecología consiste en las múltiples prácticas agrícolas que pretenden ir en armonía con la naturaleza en la no utilización de agroquímicos y la producción de su propio abono a partir de residuos naturales. También rechaza el monocultivo, promueve la agroforestería -combinación de árboles, cultivos, pastos y en ocasiones ganado, en una sola unidad productiva- y el libre intercambio de semillas puras, elimina la intermediación comercial, se planean las siembras y cosechas y fomenta la propiedad colectiva de acopios y almacenes de venta.

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desaparición paulatina del campesino que se relata más arriba. Entre tanto, el paisaje agreste de las montañas circundantes refugia a San Cristóbal en un cuenco horadado por la quebrada La Iguaná. Ya se dijo el potencial hídrico que descansa en sus vertientes y es común ver hacia su altura, las nubes entrando al valle cargadas de humedad. La morfología montañosa dificulta el acceso a todos sus rincones, pero brinda un espectáculo a la vista reconocer los colores que brindan las distancias entre cimas y en ocasiones se hace odiosa la intervención humana con antenas y viviendas. El intersticio creado por la cuchilla Las Baldías y el cerro de La Popa en la vereda Boquerón, es un magnífico espectáculo de una formación en U que es llamado culata en geomorfología. Es el quiebre entre las cuencas del río Cauca y Aburrá. Y desde allí, asociando el paisaje a la memoria y a la historia, se lanza una nueva hipótesis sobre el nombre del corregimiento. Se ha creído erróneamente que el nombre de La Culata fue en principio otorgado por la posición del templo de espaldas a la ciudad de Medellín y de frente a la capital de la provincia de Antioquia -Santa Fé de Antioquia- en el siglo XVIII. Sin embargo, documentos más antiguos a la fecha de construcción de dicho templo, revelan que el nombre La Culata es anterior a éste. Otra hipótesis radica en el ataque por la retaguardia de los españoles, por parte de un grupo de indígenas cuando aquellos pretendían entrar al valle, provenientes del occidente. Hipótesis plausible. No obstante, desde la presente investigación se propone una nueva posibilidad de la génesis del nombre de La Culata. Y es precisamente la que nace de la observación de la forma de la culata de Boquerón, que se asemejaba a la parte final de los mosquetones y arcabuces españoles. Se sabe por los archivos, que los invasores creaban la toponimia según sus conocimientos y costumbres y sobre todo, por asociación a objetos semejantes. La entrada natural al valle pudo asemejarse para ellos a ese adminículo y por extensión, llamaron así a ese territorio que precedía. Esta es otra hipótesis plausible.15

15 La hipótesis del nombre de La Culata por la posición de la iglesia de espaldas a Medellín, es una creencia popular arraigada, no obstante, el censo de 1675 registra el sector con ese nombre, antes de la construcción de la iglesia en 1771. Tanto esta, como la hipótesis del ataque a los españoles por la retaguardia, puede ser consultadas en los apartes históricos de los Planes de Desarrollo de San Cristóbal.

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OTROS PATRIMONIOS, OTRAS MEMORIAS. Los arrieros, los campesinos y su cultura, las flores, los paisajes y cultivos hacen parte del patrimonio material de San Cristóbal; son íconos con los que se reconoce la historia y el devenir del corregimiento. Pero el listado es tan extenso como la subjetividad de cada quien se desarrolle. Por ello, de forma recurrente se advirtió, que los jóvenes también son un patrimonio y quizá, el más dinámico de ellos. Aunque se observó que el ejercicio de la adolescencia y la juventud, no corresponde con el continuo hilo histórico de sus ascendientes campesinos, son ellos los que imprimen bríos renovados a la participación en espacios culturales, artísticos y periodísticos, entre otros. El quiebre generacional que asumen va de la mano con las nuevas tendencias culturales. Ya ellos no pregonan los cánticos románticos ni los tonos de las cuerdas. Hoy acuden a estridentes melodías y agitan sus cuerpos al son de los compases del Reggaeton, el Hip Hop y el Rap. El lenguaje ya no es pausado y no asiste a los arcaísmos de la jerga campesina; es imbuido en el parlache y ha perdido su esencia solidaria. Las costumbres juveniles están al tanto de la moda y las tendencias del disfrute de la vida. Hallan más identidad en las prácticas centrales que en el sosiego de la periferia, y encuentran un modo de vida diferente de sus padres, en la economía y en las relaciones sociales. Aún así, los jóvenes son un patrimonio. Muchos de ellos ahora son los líderes con los que se planea y plantea un futuro cercano para San Cristóbal. [...] ellos nos tocaban la canción y nosotros cantábamos una unión entre porros, cumbias, gaitas y hip hop, y es algo que de una u otra manera el que conoce La Loma que sabe que son netamente porros ve que eso es un gran avance y una mezcla muy, no sé si sonará bien, mal, si se irá a hacer o no pero ahí está la propuesta, pero de que es un paso gigante es gigante [...] Es que con la historia que tiene de pronto Alma de Antioquia, el Sainete, que son cien años, ciento cincuenta años, doscientos años en lo mismo, entonces es un paso digamos muy agigantado, ufff, pero igual falta como credibilidad en los jóvenes, en los jóvenes no en la cultura sino en los jóvenes […] No, no en los mismos jóvenes, creer en nosotros, sino en toda la sociedad: que crea en los jóvenes.16 16 Entrevista a David Bermúdez, vereda La Loma, 1 de octubre de 2011.

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Los íconos, en su mayoría materiales, marcan la geografía de identidad de San Cristóbal. No se trata de enumerar aquí los diferentes hitos que la constituyen, más sí sus defensores y vigías. En ello viene trabajando de forma aunada y permanente el grupo de Vigías del Patrimonio de San Cristóbal, quienes a través de un intenso trabajo de campo han levantado mapas y testimonios que son el insumo para la configuración de una historia construida desde sus raíces y no impuesta por miradas ajenas al mismo territorio. Este trabajo voluntario no tiene más compensación que el placer de hacer parte de esa historia y de la construcción de conocimiento a través de las vivencias de sus vecinos. En un trabajo de recuperación de la memoria y de rescate del patrimonio, es de suma importancia la acepción de la geografía como arma para el entendimiento de las prácticas sociales, así como de la configuración de las dimensiones espaciales y el ejercicio político de la territorialidad. En la vereda La Loma se ha gestado un proceso juvenil de despliegue cartográfico, adosado con el entendimiento de los criterios y categorías que envuelven la práctica del espacio. Conformado en su mayoría por jóvenes, el colectivo Hiperbarrio brinda espacios de formación juvenil y rescata la potencialidad creativa de sus miembros en la praxis. Otros espacios del corregimiento facilitan la escritura, la expresión corporal y el arte, como prácticas propias de la construcción humana. Existe un amplio margen de expresión escrita que va desde las publicaciones periodísticas, hasta la poesía, pasando por la comunicación permanente de los grupos de danza y baile17. También aquellos que brindan una nueva perspectiva a partir de la construcción del arte y no sólo desde su contemplación pasiva. Todo lo descrito en este trabajo, corresponde sólo a una minúscula porción del estandarte que tiene como sustento la triada Historia, Memoria y Patrimonio.

17 Todos estos espacios referidos son evidentes en San Cristóbal. Vale la pena mencionarlos con las debidas disculpas de quienes no estén allí incluidos. Son ellos Periódicos Conexión y Jóvenes a lo Bien, revista literaria Ouróboros, grupo de danza Experimental Dance, colectivo Hiperbarrio – ConVerGentes, TallerArte y la corporación Otrocuento, entre muchos otros.

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CONCLUSIONES Y PROPUESTAS. Este proyecto desde su inicio fue un ejercicio concluyente. En la medida que fue avanzando en su desarrollo se crearon marcos generales que al contrario de ser un punto de llegada, lo fueron de partida y sólo bastó con las palabras de los interlocutores para calibrarlos y pulirlos. Por ello desde el comienzo se advirtió sobre la paulatina desaparición de la condición del campesino, de la degradación de la práctica de la tierra, de la dificultad del comercio de sus cultivos; así como de la existencia de otras dinámicas más recientes como las juveniles, artísticas y culturales; tanto como de la configuración general de sus paisajes geográficos. La paradoja de analizar a San Cristóbal como un todo se hace desde una perspectiva de geografía regional, práctica en desuso y defendida por los geógrafos ortodoxos. Por ello se estipularon categorías que abarcaron comportamientos generalizados, cuya fuerza rompió con las pretensiones y prejuicios que cobijaban a los investigadores. El más importante de ellos, es la práctica social que borra las fronteras administrativas del corregimiento. Esto es para algunos, quizá afirmar un exabrupto que rompe en mil pedazos la cohesión de San Cristóbal. Todo lo contrario. La memoria adscrita a sus habitantes, así como la historia construida con sus vidas y las vidas de los otros, determinan que la adopción de fronteras y límites no corresponden a las prácticas históricas, familiares, económicas, solidarias, entre otras -en términos generales, prácticas sociales, en el más extenso de sus significados-, al interior del corregimiento y en contraste, la cartografía social abre las puertas para el entendimiento de nuevos espacios diferentes de los enmarcados en las oficinas de planeación de la ciudad. La división clásica del territorio demarcado por fronteras naturales o creadas es puesta en cuestión en tanto los espacios que lo conforman pertenecen a escalas micro y a la vez, meso y macro. Una era de cebollas pertenece a una familia, que tiene delimitadas sus fronteras en su huerta y su vivienda. A la vez, esa era pertenece a un espacio más amplio, el del vecindario o de una cuenca. Éste se establece como una unidad de la vereda y ésta como un componente del corregimiento. Él, hace parte de una comunidad más amplia llamada ciudad y ésta a un área de mayor envergadura de carácter local, regional, nacional, continental y mundial. Así, el pequeño cultivo de cebolla, preparado con

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ahínco por un obstinado campesino, tiene múltiples influencias en innumerables vías, que van desde la incidencia del cambio climático a escala planetaria, la variación de los precios regionales de los abonos y agroquímicos, hasta la construcción de una carretera que pasa por sus predios. Por tratarse de un corregimiento que más o menos representa alguna importancia dentro de la configuración local de ciudad y regional de departamento -por su condición histórica de sitio de paso hacia y desde occidente- se encuentra en la actual división político- administrativa un desenfoque que desconoce las prácticas sociales que son las que realmente configuran la cartografía humana. Ya se advertía, que la vereda La Loma es un limbo entre la comuna 13 y San Cristóbal, que El Picacho y El Carmelo se encuentran más cercanas a la comuna 6 - Doce de Octubre y a los bellanitas que a los culateros. Se suma a esto la unidad de criterios para analizar las veredas La Cuchilla y El Uvito como una, la creación artificial de Nuevo Occidente que se traga a Pajarito y la conurbación de la Parte Central que trae para sí a Travesías. La espacialidad diferencial -o la diferenciación política y cultural de los espacios- pretende armonizar con los criterios de memoria y patrimonio, pues son estos en últimos, los que constituyen la idiosincrasia y las costumbres: componentes fundamentales de la vida cotidiana en la historia. Así pues, sigue siendo una paradoja analizar a San Cristóbal como un todo independiente, así como a través de una división política administrativa que lo desagrega en veredas yuxtapuestas, unidas tan sólo por sus fronteras. Por una Memoria nueva. Por la práctica viva del recuerdo de los campos y la dinámica rural y no por la colección de fechas ni los paisajes perdidos como piezas de museo. Por la configuración de la memoria de los viejos como parte latente del presente labrado a través de sus esfuerzos. No por el olvido y el silencio que pretenden negar para usurpar el pasado y mostrarlo caduco y anticuado. Por la redención de las relaciones del campesino legítimas y justas en su entorno y no por los vínculos verticales que expolian y enajenan.

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Por un Patrimonio vivo. Por la trascendencia de los conceptos a la praxis. Por la defensa del patrimonio y no por su marginación a un objeto inerte y quieto. Por el rescate de las prácticas presentes y no por su ejercicio hacia el olvido. Por una nueva categorización de patrimonio construida desde las raíces de los habitantes del territorio y no por los significados importados que reducen y no incluyen. Por el ejercicio político de patrimonio vivo y no desde los anaqueles del recuerdo pesaroso de los años. Por una verdadera Historia. Esta la escriben los pueblos y no los vencedores. Nace de lo más profundo del territorio y se concreta en sus habitantes. Son ellos los que la deben escribir, son sus voces las que se deben escuchar y son sus vidas las que se deben perpetuar. Lo demás serán cuentos y relatos que servirán para justificar la apropiación ajena del espacio, al hallarlo vacío de política y de acción. La creación del patrimonio y la memoria están hoy en función del poder dominante y no de la preservación de las prácticas legítimas de la cultura, que no hallan razón de ser en el sistema de egoísmos inoculados por el progreso y el desarrollo. Estos, no representan más que el brutal avance del capitalismo sobre todo aquello que se interponga en su camino. Esa es pues, la amenaza de la memoria, del patrimonio y de la historia del corregimiento de San Cristóbal.

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