Va de Nuez no. 27

Revista Va de Nuez Literatura y Artes No. 27 AĂą0 13

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1er. Coloquio sobre Literatura oficial y no oficial

Revista Va de Nuez Literatura y Artes Año 13 No. 27 Directora María del Rosario Orozco Sánchez Publicación Anual.

Diseño Editorial Serry Sanz Fotografías en interiores Chema Martínez Serry Sanz Portada Chema Martínez Burgos / Sol enrejado en puente Contraportada Chema Martínez Burgos / Mujer en rojo Colaboradores Ale Botto Texas, Monterrey Hadia Farfán Tijuana, BC. Víctor Vázquez Escuintla, Chis.

Karla Barajas Tuxtla Gutiérrez, Chis.

Chepy Salinas Palenque, Chis.

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Editorial Este número 27 de la revista Va de Nuez Literatura y Artes será publicado a sabiendas que va ganando la participación activa de los ciudadanos, jóvenes comprometidos con el pretendido cambio. Celebramos esta reconstrucción de país que se vislumbra.

Siempre vivimos en la esperanza porque no se puede seguir con tanta desigualdad e impunidad. Esperamos que las situaciones económicas y políticas vayan mejor en el futuro inmediato.

Encontrarás en esta publicación las ponencias realizadas en el I Coloquio sobre literatura oficial y no oficial, realizado en noviembre de 2017 en la Sala Higinio Ruvalcaba del Ex Convento del Carmen. También publicamos poemas de autores jóvenes y autores con trayectoria.

Publicamos también fotografías de Chema Martínez Burgos y Serry Sanz; plástica de Esperanza Gama y Angélica Hermosillo.

Con el número 27 de este año cumplimos 13 de editar Va de Nuez, también existe la publicación digital en www.revistavadenuez.com Comentarios y colaboraciones puedes enviarlos a: acequiavadenuez@gmail.com o al celular: 331 228 44 68.

Índice Literatura oficial y no oficial/ Rosario Orozco...............3 Esa cosa / Jorge Ramírez León......................................7 La parapoesía y los poetas integrados / Carlos Prospero...........................................................11 La división entre literatura oficial y no oficial: el caso de Roberto Bolaño / María Gabriela Camberos Luna..................................21 La Historia como elemento en la Literatura/ José Ruiz Mercado......................................................29 Fotografías de Chema Martínez Burgos / Bailarina I / Búsqueda / Encuentro / Pensamientos.....................................................41 Pájaros con mar de fondo / Un día en la vida Raúl Bañuelos.............................................................45 Ahora sí que muero muere /Mamá es una escultura de Louis Bourgeois / Supernovas / Daniel Iturria.......................................................47 La función social del arte vs. la falacia artística oficialista / Librado López Vega..........................54 Sólo levantándote / Refracción / Mariana López......66 Fotografía Chema Martínez Burgos/ Bailarines.........68 Ashbery y mi padre / X Esdrújula/ Miguel Reinoso...................................................69 Franciscada I / Sempiterna / Anja Aguilera................72 Podando árboles / Francisco Salinas Paz....................74 Angélica Hermosillo / Gata incógnita con sandías.....77 Autores.......................................................................78

Literatura oficial y no oficial

Rosario Orozco En noviembre de 2017 realizamos el I Coloquio sobre literatura oficial y no oficial. Decidimos realizarlo con la finalidad de exponer lo que cada autor percibía dadas las formas de expresión de la literatura en diversos ámbitos, esta forma de nombrar, escribir y vivir el mundo literario (en términos coloquiales, cada quién agarraría su rollo), en donde si seguimos a Bourdieu sería explicar cómo funciona el campo literario, en el entendido de que existen dos grandes grupos en este caso de escritura que se dan en la actualidad en el ámbito literario tanto en el nivel local como nacional. Ambos grupos lucharían en el campo literario, podríamos pensar, inferir que esa posible lucha se lleva a cabo por los posibles lectores pero también la lucha existe, se entiende, derivadas de las formas de “apoyar”, “patrocinar”, realizar acciones de mecenazgo, por los recursos que otorga el Estado.

Una de las funciones de la literatura es conformar identidad. Gracias a la literatura se conforma la creencia sobre qué somos, cómo somos, cómo nos manifestamos a través de lo literario, cómo se manifiesta el espíritu de nuestro tiempo a través de nuestra literatura.

Si el estado define qué es lo literariamente válido, desde sus huestes y de ahí penden los recursos con los que posibles creadores puedan realizar obras, entonces nos enfrentamos al

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hecho de que le conviene o no, hacer a quien crea, realiza literatura. Se crea a partir, podríamos pensar, de ese motor y no a partir de la creación misma, de la necesidad del autor de expresar sus emociones, su sentir, su narrar.

En este sentido, el creador se encuentra ante un mercantilismo donde la calidad literaria no importa, para ello, basta revisar los más recientes premios Aguascalientes, concretamente 2016, 2017 y 2018.

Recuerdo por 2010, en un encuentro de escritores, haber conocido a un joven poeta, quien se mostraba bastante molesto, enojado, dadas las prácticas injustas en el ámbito de la poesía, puesto que no había ganado dicho premio, y sin embargo, él consideraba su obra de mayor relevancia al otorgado cuando él participó. El joven trataba de argumentar a favor de su obra y de convencer a sus interlocutores. Desde entonces me planteé si realmente ganar premios era tan importante, en términos literarios, como para desvivirse por el hecho de ser el ganador de determinados premios; a todas luces, siendo como se observa, no representan una calidad literaria, sino más bien obedecen a situaciones extraliterarias.

Más allá de la cantidad de dinero otorgada por el premio en cuestión, la fama llegaría, pero ¿quién sostendría la obra?, ¿sólo el cierto grupo nombrado como jurado?, ¿también sus amigos literatos?, ¿el grupo literario que sostiene al autor de dicho grupo?, ¿la obra misma?

A nivel nacional ha habido sucesos de descalificación entre grupos de escritores radicados y no radicados en la Ciudad de

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México, situación que tampoco ha ayudado a contribuir para la realización de una mejor literatura mexicana. En este punto, también se ha evidenciado la lucha por el recurso económico.

Las letras mexicanas no se excluyen de las prácticas de corrupción dadas en otros niveles de la estructura que tenemos como país. El campo literario se ve envuelto de formas de corrupción, se maicea a los creadores, existen hechos de favoritismos por parte de grupos diversos en el juego de “te premio, me premias”, disposiciones dadas desde grupos de poder, prácticas que se ejercen desde tiempos ancestrales, aquí no abarcamos el siglo XIX o principios del XX, sin embargo, queda expuesta en la historia que, efectivamente, han existido prácticas de favoritismo con base en tenores que no tienen que ver en sí con la literatura.

La manera a la mexicana de conformar prácticas en la literatura del siglo XXI que van siendo reiteradas desde el señalado año de 1966, año de la ruptura entre dos grupos hegemónicos literarios de la Ciudad de México, situación que marcó una pauta en la manera de conformar lo literario desde estructuras hegemónicas bien definidas y visibles.

En este momento histórico, quienes escribimos desde lo no oficial, ejercemos la escritura desde nuestros propios saberes, sentires, con una determinada visión de mundo y la conformación de lo que somos gracias igual a las instituciones educativas (establecidas por la estructura social) por las que hemos circulado, desde nuestras búsquedas propias, y desde ahí planteamos lo dicho, de alguna manera sabiéndonos parte del sistema, a sabiendas y conscientes de la existencia de he-

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gemonías, los grupos que detentan el poder en el ámbito de la literatura, los cuales en ocasiones también se ligan al poder político para mantener dicha hegemonía, cuando no basada realmente en relaciones de amistad, familiar o clientelar.

Sabemos que existen publicaciones cuya circulación se paga con recursos públicos año con año, desde hace ya varios lustros, se tienen grandes recursos para detentar una hegemonía que luego es utilizada para, desde ahí, descalificar creadores, no con argumentos basados en hechos o cuestiones estéticas, sino desde posiciones racistas o del ámbito centralista que aún nos rige. Tampoco esto contribuye hacia la elaboración de una mejor literatura.

En sí, algunos escribimos desde los dictados propios, lo que se necesita expresar, sin obedecer estructuras dadas, ni seguir principios con los que no comulgamos. Ahí radica de alguna manera la riqueza que se puede observar en lo que se crea, en estos ámbitos (sabemos de búsquedas por parte de estudiosos de otros países, Inglaterra y Alemania concretamente, que se asoman a lo que se realiza, desde fuera de los cánones del Estado), en lo no propuesto por parte de instancias ya anquilosadas en el poder donde se responde a todo (estructuras hegemónicas, mafias, controles por grupos) menos al oficio en sí de la escritura.

Referencias en internet Corrupción Cultural Literaria. Roberto Guedea. http://www.sinembargo.mx/21-06-2016/3056787 Entrevista a Alí Calderón, Periódico de Poesía. Cultura Unam. Joanna Delgado Chiaberto y Claudia Morales. ht tp://w w w.p erio dico dep o esia.unam.mx / index .php/entrevis ta/1684-037-entrevistas-entrevista-a-ali-calderon Otro Lunes, Poesía y corrupción. Un ensayo testimonial de las mafias literarias en México e Iberoamérica. Antonio Cienfuegos http://otrolunes.com/30/este-lunes/poesia-y-corrupcion/ 8

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Esa cosa Jorge Ramírez León La poesía se destaca como el único faro de la razón: Un faro de claridad individual y lucidez en toda dirección, ya sea en la internet, cafés, simposios o aulas universitarias. La poesía y su vieja compañera la música es un medio de comunicación que no controla el establishment.

Allen Ginsberg

En la oscuridad, tatuado al aire, así es como me explico la asunción de la creación o cuando menos la forma a la que puedo aspirar. Soy un indocumentado atrapado en la vida y la obra.

Queriendo gozar al arte como una extensión del estar, lucha que ha dado resultados cortos y sin embrago fecundos sin pertenecer a la aristocracia de la poesía.

Conocí a la literatura de manera súbita, de improviso, la recibí de golpe hilvanando por las calles: los periódicos mintiendo, la verdad falsificada y sin embargo hombres y mujeres hablando, la palabra expandiéndose devorando todo.

Abandoné la escuela a los catorce años asumiendo toda la pureza del voyerista. Ya había vivido el estado febril del escribir, sin saber se me encajó el deseo noble e implacable por buscar al arte.

En esta nota y en ninguna otra no puedo afrontar el dilema de la creación (esa cosa) desde una corriente o postura académica.

Imposible hablar desde otra ventana que no sea la mía. Yo no escribo como quiero sino como voy encontrando, como voy

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pudiendo, de nada seguro siempre preguntándome por el mérito de mis escritos.

La calidad ¿cómo saberlo? a pesar de la invasión del entusiasmo, invariablemente encuentro hebras por tejer. A veces me encuentro insípido, convencional; es terrible precisar la sensación de caminar en el vacío irredento a claudicar.

Lo primero que me atrajo fue la abstracción y la sensacionalidad de la imagen fuera de la discusión de su veracidad.

Asumiendo que el poeta puede ser alguien que haga poemas con ciertos requisitos técnicos, que puede tener ideas poéticas que se aproximen a lo artístico, “La poesía otorga lo desconocido sin estar ahí.”

Mujer, corazón y serpiente / Angélica Hermosillo

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Desde niño tengo una afición por las artes plásticas, mi padre me atiborró de libros y revistas, en especial de pintura.

El pintor recoge e interpreta, es decir, adquiere un rol narrador y maneja las imágenes como los escritores las palabras, en ocasiones logra interpretar el instante, en otras el ritual incluso el de la naturaleza y su apareamiento interior, retratos, objetos, aire, vida cotidiana; manipula para dar un estilo como la palabra a la escritura.

Me parece que la palabra no está dotada de una función autónoma sino más bien de una función dialéctica que pone al descubierto el deseo de escribir, de exis-

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tir. La palabra no la concibo como un compuesto material y circunscrito al poema, sino como un puro valor espiritual de síntesis y simplificación, ejecución y valoración de la esencialidad, sin importar la forma, concreta, vaga, abstracta.

Paz decía que detrás de cada poema hay una narración más o menos velada, esta reflexión me parece hablar de la experiencia.

Empecé a escribir lentamente con intervalos de larga ausencia, he venido haciéndolo según diversas inspiraciones apuntando sobre pasajes de mi vida y de otras imaginarias fuera de espacio y tiempo, luego procedo a limitarlo sin hacerlo desaparecer con versos que parecen ser destinados a una espiración completa; a la mayor velocidad posible muchas veces enloquecida, bajo una vorágine de lirismo estridente con los imprevistos de la memoria irrumpen las palabras, la composición suele dar de vueltas, quizás perderse, pero encontrando en cierto momento una salida, o varias salidas , la posibilidad de dar con el camino que saque al poema. La realidad nutriendo el concepto, el dibujo.

Mi apego a la pintura como espectador gozoso ha sido el principio de mi encuentro con la creación; me causó una fuerte conmoción, un estado hipnótico que infundió en mí a la poesía y su substancia semejante a la luz.

Sin embargo, toda esa palabrería no sería nada sin la asistencia de la musicalidad, el canto, el balbuceo, la rima involuntaria.

Debo citar a José Gorostiza: la afinidad entre poesía y canto es una afinidad congénita; Gorostiza abunda, la poesía nace de la voz.

Es fundamental para mí el ejercicio creativo de leer en voz alta y lograr la enajenación indiscriminado ante las reglas. disfrutando sus esencias, seguro de no saber qué es la poesía.

Frente a semejantes conceptos tan vagos que nada encierran, así es de inasible la materia que pretendo capturar, he debido Va de Nuez Literatura y Artes No. 27

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retirarme y regresar varias veces con el propósito insensato por descubrir mi conciencia poética y disfrutar su brillo. Consciente de mi jerga y de la distancia que tengo del dominio de mi idioma con la certeza de que tendré que toparme con nuevos hallazgos creativos.

Identificar alguna solución a esa cosa (la creación) es desde luego para mí, tarea imposible; el asunto no es cómo identificarse sino cómo fecundarlo. Para terminar con esta nota cito una vez más al gran José Gorostiza: “Sucede, aunque no a menudo, que el artista individual –digamos un pintor o un músico—se sirve de los recursos de un arte no poético para hacer poesía. La ocurrencia es casi siempre involuntaria y la asociación se produce como consecuencia de un movimiento natural de la inspiración creadora; el efecto es de completa plenitud”.

Noviembre 2017

Mujer / Escultura / Esperanza Gama

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LA PARA-POESIA Y LOS POETAS INTEGRADOS

Carlos Prospero Nadie puede comprender la palabra “queso” si no tiene de antemano una experiencia no lingüística del queso.

Bertrand Russell

I La sociedad está dividida en dos grandes sectores; los que gobiernan, a los que doy el nombre de “burguesía”, y los gobernados, a los que denomino “sociedad en general” o “sociedad civil”.

Los que gobiernan ponen las reglas para la dirección del buen funcionamiento social, en lo económico, lo político, lo religioso, lo cultural, y los gobernados, siguen esas reglas, con mayor o menor aceptación.

Como directores de la sociedad, los que gobiernan mandan; un trabajo bastante complicado porque los gobernados no siempre acatan las instrucciones, lo cual, de acuerdo a los primeros, mete en problemas a todo el Estado o nación.

De allí que sea necesario para la burguesía imponer sus reglas de una manera abrupta, utilizando todos los instrumentos con los que cuenta, como los impuestos o la fuerza policiaca o militar, con fundamento en las leyes que ellos mismos formulan.

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Pero también, luego de una larga cadena de gobernantes tiránicos, aplican sus mandatos de manera sutil, gentil, suave, “de guante blanco”, a través de la educación, la religión y el arte.

Este dominio sobre los gobernados ha promovido métodos para que aprendan a comportarse como la burguesía manda.

La imposición de ideas corresponde a un proceso de educación, tanto formal en las escuelas, como informal en la casa, el barrio, entre los amigos.

La familia nuclear o extendida es la primera instancia en la que tácita o explícitamente se enseña a obedecer o a rebelarse.

La tendencia es a la obediencia aunque de vez en cuando salta la rebeldía a los mandatos.

Uno de los sectores más rebeldes a los mandatos es el de los artistas, por la misma condición de su trabajo.

Mujer con corazón / Lápiz sobre cartulina / Angélica Hermosillo

El arte, hoy, es el único trabajo en el que quien lo realiza, el artista, cumple con todo el proceso de trabajo, desde la concepción, la idea de lo que quiere, hasta el producto terminado.

Marx explicaba, en el primer volumen de El Capital, que realizar el trabajo completo –desde la concepción hasta el producto ob-

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jetivado de esa idea, el objeto mismo– desarrolla, intelectual y emocionalmente, a quien lo realiza, lo hace humano, y que, por el contrario, el trabajo que es realizado sólo como una parte de un proceso global, como la fragmentación para elevar la producción –la famosa banda sinfín de las armadoras de carros– causa enajenación en la persona.

Aquí hay una contradicción profunda porque el proceso de evolución del hombre nos ha llevado a tener conciencia de nuestra conciencia, es decir, a vernos de manera objetiva, fuera de nosotros, y esto también podría ser una muestra de enajenación, pero como problema psicológico no lo abordaré de momento.

La conciencia del hombre moderno podría definirse con la frase de Ortega y Gasset, que luego Antonio Machado plasma en un poema, “el ojo que ve, se mira a sí mismo”.

Esta dualidad, conciencia y enajenación, es una forma de fragmentación del ser humano: “soy y me doy cuenta de que soy”, que se traspola a lo que el hombre hace, como el arte.

El individuo hace arte y lo sabe, o sabe que quiere hacer arte, pero no lo logra.

Por esta disyuntiva generada por la conciencia sabemos cuándo logramos una obra de arte, y cuando no. También sabemos, por ella, cómo lograrlo, qué instrumentos o recursos usar para este fin.

II Durante dos años trabajé en una agencia de publicidad redactando textos publicitarios, mensajes directivos para que el reVa de Nuez Literatura y Artes No. 27

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ceptor de ellos comprara el producto sujeto de esas frases que yo componía.

La valoración de esos textos se basaba en la efectividad de la persuasión para inducir a quienes lo leyeran a que adquirieran la mercancía que se ofrecía.

Estos textos tenían un contenido falso, dicho de una manera aparentemente verdadera.

Eran como aquellos ejemplos de algunos lingüistas que escribían frases gramaticalmente correctas pero sin sentido o significado comprensible, algo semejante a los poemas surrealistas.

Textos como Ace lavando y yo descansando.

Vuelve feliz, a tu nariz Vodka Absolut, absolutamente mágica nos pueden llevar a pensar que lo que enuncian se puede hacer, puede ocurrir, aunque no sea cierto.

Los textos publicitarios, que se mueven en el orbe de lo posible, están en el mismo camino que la poesía.

Hay en esto una lógica sustentada por la psicología conductista o behaviorista, que afirma que “si modificas tus conductas, modificas tu conciencia”.

Esta lógica, utilizada para la persuasión de la compra de mercancía, se ha traspolado a la creación artística de una manera sutil, provocando que el artista modifique su conducta para que cambie su conciencia, sin que se dé cuenta.

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Dice una señora que afirma tener 83 años: “el verso libre nos liberó de andar midiendo versos; con el verso libre se fluye”.

Quienes enseñan a escribir poemas en realidad aplican la sentencia de la gramática a una parte de ella. Ofrecen un curso de redacción y solamente enseñan ortografía. Esto es un efecto de la fragmentación del trabajo, es decir, del trabajo enajenado.

Ofrecen un curso de poesía, al que ahora llaman “escritura creativa”, y enseñan a escribir versos, o líneas versales, creando la idea de que un poema es una acumulación o seriación de versos, uno tras otro, línea tras línea.

Decía que en publicidad lo que se hace es redactar textos persuasivos para inducir a la compra.

Un poema, dicen, está hecho de palabras, palabras únicas que tienen el poder de apoderarse de la mente y usar al individuo como un medio para expresarse.

En este sentido, las palabras son entelequias que se apoderan de los individuos para manifestarse en forma de poemas; palabras, que nadie sabe de dónde vienen ni cómo se generan, semejantes a esos espíritus que, de acuerdo a las creencias de la Edad Media, se apoderaban de las personas débiles para expresar su maldad, y que sólo podían ser expulsadas mediante exorcismos ejercidos por miembros del clero y en nombre de su Dios.

Al ser francamente ajenas a quien las plasma en un papel o

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en una pantalla, se manifiestan según su franco deseo, totalmente ajeno a la voluntad del individuo.

Dada esta situación, el autor de un poema, o de una serie de ellos, ignora si esos textos provocarán algún tipo de emoción en quien los lee.

Los textos publicitarios son textos exagerados para destacar alguna cualidad del producto en venta, son directivos, persuasivos, elaborados con el fin de hacer que el lector haga lo que se le indica: “vaya y haga esto porque a usted le conviene. Yo se lo digo, y yo digo siempre la verdad…”, es el mandato oculto en todo texto publicitario.

En esto no hay verdad, pero parece que la hubiera.

III La poesía es la emoción evocada por quien lee un texto identificado, por su forma, como poema.

Un poema es el vehículo de una emoción. Su significado es esa emoción; sin ella no hay poesía y sin poesía el texto identificado como poema es un texto prosario.

Todo mundo, con un cierto grado de formación académica literaria sabe que el poema está conformado por un tipo específico de lenguaje, llamado lenguaje literario o lenguaje poético.

Este lenguaje está consignado en la parte de la elocución de la retórica.

El llamado lenguaje figurado o figuras del pensamiento o tropos son el lenguaje literario por antonomasia.

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Así que si usted aprende qué es ese lenguaje y lo utiliza, seguramente usted estará escribiendo poesía.

La metonimia es una figura retórica que se caracteriza por su efecto traslaticio, el desplazamiento, y así nombra a un objeto: 1) Causa por efecto 2) Contenido por continente 3) Instrumento por el agente, etcétera.

De igual manera se piensa que aprendiendo las figuras del pensamiento y aplicándolas a un texto se hace poesía.

La traspolación de un campo a otro crea un fenómeno paralelo, similar, sustituto, sólo parecido.

A este parecer, que relaciono con las falacias propias de la lógica, la llamo para-poesía.

La para-poesía es un texto escrito a la manera del verso, que a la vista es un poema, pero cuyo contenido es un pensamiento racional que sólo pudiera ser manifestado en prosa.

Un ejemplo: El usufructo es el derecho real y temporal de disfrutar los bienes ajenos sin alterar la substancia ni su forma, salvo pacto en contrario.1 1

(Jalisco. Leyes. Código civil, título séptimo, capítulo I, art. 1039.)

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IV Los que mandan indican qué hacer de acuerdo a ciertos valores que les convienen. Los que obedecen, hacen y, al hacer lo que se les indica, consolidan esos valores que los que mandan destacan e imponen.

Del 2000 para acá, un grupo de profesores, a los que un filósofo ha llamado “Los grandes de la poesía de Guadalajara”, ha venido enseñado esos valores mediante la metodología pedagógica del taller literario.

Sus alumnos repiten esos valores en los textos que elaboran. Esos textos tienen la apariencia de ser poemas, pero solamente son pensamientos cuya característica es su condición de prosa, aunque utilizan el lenguaje figurado propio de la retórica para la poesía.

V En conclusión, la fragmentación del conocimiento efectuado en las ciencias desde finales del siglo XIX y todo el XX ha sido causal para que la enseñanza y el aprendizaje de la composición literaria se enfoquen en las figuras retóricas y en la acumulación seriada de líneas versales sin atender al efecto emocional característico de la poesía.

Además, la atención se ha dirigido a la búsqueda del reconocimiento personal con la publicación de este tipo de obras que, como digo, sólo son apariencia, forma, sin el contenido que le corresponde.

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Por lo anterior, he llamado para-poesía a toda la producción literaria que aparenta ser poesía, que quiere ser más que nada un medio de promoción y posicionamiento social, lo cual es algo muy distinto de lo que consideramos que es el arte y que, en consecuencia, banaliza su valor al convertirla en pieza de cambio, es decir, en mercancía.

Para cerrar, el problema que observo es que los nuevos escritores se inclinan por las apariencias, por las formas, y se olvidan de los contenidos, siguiendo instrucciones veladas de sus mentores literarios, con lo que consolidan los valores que la burguesía impone.

Hay que distinguir, diferenciar, lo esencial de lo ideológico y la amistad del trabajo literario.

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Familia con sol enjaulado / Fotografía Chema Martínez Burgos

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La división entre literatura oficial y no oficial: el caso de Roberto Bolaño María Gabriela Camberos Luna

Hace ya algunas décadas que Roberto Bolaño se convirtió en una celebridad, en un mítico escritor de culto que recibió, paradójicamente, un reconocimiento tardío poco antes de una muerte temprana, a los cincuenta años. Su inicio como escritor y la forma como evolucionó su carrera nos deja muchos aprendizajes con respecto a la aparente antítesis que existe entre la literatura oficial y no oficial.

Roberto Bolaño o cómo surge una celebridad en el mundo literario Bolaño nació en Chile, en 1953, y emigró con su familia a México cuando era un adolescente. Aunque hay una tendencia a reconstruir su legendaria figura biográfica y hablar de su formación literaria y su conciencia política, suele reconocerse que ya en México era un chico solitario que decidió desertar de la escuela y recluirse en la biblioteca, en donde un buen día, según se dice, decidió convertirse en escritor. Se unió a talleres literarios y fue entonces que comenzó a nutrirse de vivencias y de aparentes fortuitos encuentros que le dieron forma a su carrera. Eligió amistades acordes con sus convicciones; luego, con sus amigos, en particular un malhadado Mario Santiago Papasquiaro, creó el movimiento poético que denominaron “infrarrealismo”. En ese momento se advierten dos dimensiones de su posición como escritor: su identificación como poeta y su deslinde de las tendencias “oficialistas” de la literatura.

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La mayor parte de los integrantes del infrarrealismo había pertenecido a un taller de poesía que dirigía Juan Bañuelos en la UNAM, pero habían dejado de coincidir en intereses e ideales. El grupo estaba decidido a actuar como una guerrilla contra las posiciones oficialistas de la literatura y en su manifiesto titulado “Déjenlo todo, nuevamente”, se incitaba a los poetas a salir a la calle, a mantenerse al margen de los circuitos oficiales de la cultura, a no venderse a las grandes editoriales y a vivir en congruencia con lo que planteaba su poesía: trasgredir los límites, romper cualquier intento de represión, convertir la vida misma en poesía, buscar el lado de las cosas que la literatura oficial no mostraría. La literatura oficialista tenía una imagen visible: Octavio Paz, que representaba el estatus quo de la intelectualidad de la época y hacia él fueron los principales ataques: se le confrontaba en actos públicos o se le insultaba públicamente, por ejemplo. Pero algo curioso ocurre también entre estos poetas: la falta de autocrítica, que Villoro describe afablemente en Papasquiaro como un “acto de rebeldía”.

Parece que Bolaño intenta desmarcarse de las posiciones extremas y, “hastiado de lo literario” –aunque algunos de sus biógrafos hablan de una desilusión amorosa–, emigra a España, donde decide incursionar en los terrenos de la narrativa.

Años después, Bolaño intenta deslindarse de la actitud radical de sus años juveniles y siente que su propia escritura ha evolucionado. En este marco, nos confiesa en las primeras páginas de su novela Ámberes: “Escribí este libro para mí mismo, y ni de eso estoy muy seguro”. Y más adelante agrega: “Por supuesto, nunca llevé esta novela a ninguna editorial. Me hu-

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bieran cerrado la puerta en las narices y habría perdido una copia”. Es decir, Roberto Bolaño ya no nos habla de su desdén por el mundo editorial, sino de su desconfianza hacia la posibilidad de ser aceptado en un círculo que se identifica con lo oficial.

Sin embargo, se justifica y termina afirmando que siente tanto desprecio por la literatura oficial como por la no oficial y que sólo cree en la literatura, así, a secas. Para él, la literatura debe sostenerse por sí misma. En ese sentido, tanto dentro de la literatura oficial como de la no oficial tendremos ejemplos de literaturas de baja y de buena calidad y, curiosamente, como lo revela en una entrevista, ambas terminarán olvidadas junto con los nombres de los escritores que las dieron a la luz. Mientras, el escritor, Bolaño, se enfrenta a un mundo literario no exento de doble moral, en el que reniega –con sus palabras– del “arribismo” y del “oportunismo”, de los “murmullos cortesanos” de muchos de los actores literarios de la época.

En España combinó trabajos menores con la escritura feroz. Nunca dejó de escribir, pero fue en 1998 que ganó el Premio Herralde de Novela con “Los detectives salvajes” y de ahí cambió todo. Se volvió un éxito editorial y su obra se convirtió en objeto de elogios y análisis de aquellos grupos que antes despreció. Su obra permitió que sus finanzas por fin dejaran de estar en números rojos y luego su hígado le jugó una mala pasada, poniendo a prueba sus palabras y mostrándonos que la inmortalidad a veces aparece como una broma del destino.

Si su obra se sostiene o no por sí misma comienza a ser tema de debate entre los lectores, pero también es cierto que las editoriales han jugado un papel importante para lanzarla

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en una estrategia de marketing que posiblemente no le habría gustado al Roberto Bolaño contestatario. Su obra inédita, El espíritu de la ciencia ficción, se publicó en el año 2016 por Alfaguara, a poco más de diez años de su muerte, en medio de un enfrentamiento de declaraciones entre su antiguo editor, Jorge Herralde, el crítico literario Ignacio Echeverría y su viuda, Carolina López.

No contaré más de su breve, pero intensa biografía. Lo que me interesaba señalar es el aparente salto que Bolaño da hacia la literatura oficial.

La literatura oficial y los cánones literarios El trabajo de Bolaño nos hace preguntarnos qué identificamos como literatura oficial. ¿Se trata de una postura política o se trata de una posición literaria? Si aceptamos con él que toda literatura debe sostenerse por sí misma, la discusión sobre si se encuentra dentro de los círculos de lo oficial o lo no oficial es, en principio, de carácter extraliterario. Es decir, hay buena y mala literatura en ambos ámbitos. Sin embargo, formar parte del perímetro selecto de la oficialidad implica de antemano el reconocimiento de un grupo de poder que valida y promueve tal escritura como modelo. A su vez, esto conlleva la facultad de obtener provecho económico de múltiples maneras, lo que pone en riesgo de volver el trabajo creativo en un acto perverso y corrupto. Ese es uno de los escollos que intentan franquearse cuando se ingresa al círculo del “oficialismo”: intentar que la escritura adquiera su estatus de literatura por méritos propios y no porque un grupo valide, por intereses determinados, que lo sea.

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En este intento de autonomía ideológica es que crean los escritores no adscritos a lo oficial. En este ámbito, las validaciones tienen que ser individuales o provenir de los propios grupos de escritores y lectores entre los que se promueve la obra y que, en apariencia, no tienen otro interés más que el auténticamente literario. Los escritores no oficiales tienen que autorregularse a sí mismos, publicarse y difundir la obra con pocos recursos económicos, y a veces subsidiados por los propios grupos de poder que les “abren” espacios en un ambiente democratizador de la creación. Esto, de alguna manera, puede subsanar un poco el hecho de que los grupos de creadores de literatura no oficial suelen ser endogámicos y al acceder a estos beneficios tienen la posibilidad de ampliar su círculo de lectores, lo cual disminuye un riesgo latente: la falta de autocrítica.

Esta es una gran paradoja: ¿quién dicta los cánones acerca de lo que es literario o no? Es una discusión que no termina de zanjarse, pues si por un lado tenemos grupos de poder, “oficiales”, en los que los integrantes pueden constituirse en mafias que se autovalidan; tenemos también los grupos “no oficiales”, que en un afán por buscar una escritura auténtica y libre pueden caer en el extremo contrario de no seguir canon alguno y, por lo tanto, de ejercer una escritura que no se sostenga por sí misma como literatura. Corren el riesgo también, de convertirse en panfletos de sus propias posiciones políticas al no distinguir discurso y creación literaria. Esto es algo de lo que le ocurrió a Mario Santiago Papasquiaro.

Algunas voces, por ejemplo, consideran que su obra no se sostiene por sí misma, y que es el propio Bolaño quien se encargó de hacerlo saltar a la posteridad. Pero, por otro lado, vo-

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ces oficiales, como las que enfrentó en sus boicots, se encargan ahora de leerlo y de publicarlo. Papasquiaro y Bolaño en primera instancia, nos hacen preguntarnos si se puede permanecer al margen de la literatura oficial y al mismo tiempo beneficiarse del canon y la validación que ofrecen los grupos de poder. Otra pregunta que podríamos hacernos es si una literatura que se sostiene por sí misma es capaz de saltar los límites de los distintos grupos ideológicos para convertirse en objeto de deseo de los lectores.

Hacia el ejercicio democrático de la escritura Una última pregunta que podríamos hacernos es cuál es la función de la literatura oficial y cuál la de la literatura no oficial, si acaso podemos hacer distinciones en ese aspecto. Mi punto de vista es que el acto de escribir fuera del cobijo y la norma de las instituciones nos permite entrar en los terrenos de la democracia, donde escribir deja de ser privilegio de un grupo de iluminados.

Ponerse del lado de la literatura no oficial implica una posición de resistencia: escribir porque deseamos hacerlo; escribir porque tenemos algo que decir; escribir porque nos sentimos partícipes del mundo, de una sociedad, de un grupo que concibe la cultura, la sociedad y la individualidad misma de cierta manera.

A diario encontramos ejemplos de la literatura no oficial en la cultura popular. Estas expresiones nos hacen percibir la visión del mundo que expresan individuos desde su heterogénea existencia y formación. Cada visión, cada forma de expresión, inclusive en sus aspectos temáticos, formales y estéticos, nos

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revelan parte de la riqueza humana. Las expresiones de la literatura no oficial quizás no siempre tengan como propósito establecer cánones ni convertirse en modelos, aunque haya quienes puedan lograrlo. Quizás su función sea proveer de voz a una colectividad, a aquellos individuos que no usarían su propia voz, a quienes quizás no saben cómo usarla, a dejar constancia de la existencia de un individuo determinado en un espacio y en un momento particular.

Así pues, escribir por escribir, o mejor dicho, por ejercer el derecho a escribir, o por el gusto de escribir, no implica que el resultado pueda ser considerado literatura en los ámbitos oficiales. El propio intento de que lo sea puede constituir un acto fallido. A Bolaño, en sus principios –tal como él lo dijo alguna vez– eso no le importaba. Bolaño, como tantos otros, sentía la necesidad de expresarse, de decir algo, de conectar con alguien en algún momento.

Pero Bolaño, a diferencia de muchas personas que ejercitan la escritura, saltó los límites de la autocomplacencia e intentó que la validación de su escritura correspondiera a cánones estéticos, a cuestiones formales. Convirtió, pues, su quehacer, en un trabajo literario sostenido, basado en lecturas y ejercicios estéticos. Intentó proponer, ser crítico y auto-crítico, y aceptar incluso, que muchos de sus escritos son débiles y no se sostienen en el ámbito al que pretendió acceder.

La escritura, como tantos otros actos del lenguaje, para volverse potente debe hacer uso de las formas que utilizan los grupos de poder. Haciendo una analogía: no hay que enfrentarse con Sansón a las patadas, sino utilizando herramientas

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tan robustas e impetuosas como las del adversario. Para lograrlo es necesario conocer las estrategias lingüísticas y estéticas que forman parte del canon literario, de ser posible para trascenderlas.

No podemos romper nada desde la ignorancia ni la autocomplacencia. No fue así, ni con pedradas lanzadas contra los becarios del poder, como los infrarrealistas lograron colarse en la historia literaria, sino utilizando las armas estéticas que utilizaban aquellos a quienes se oponían. De ahí el gran reto de la literatura no oficial: definir su función, decidir sus alcances y, conforme a ello, decidir qué cánones de escritura validará y de qué manera lo hará.

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