CONFESIONES Os voy a contar lo que me sucedió al emprender una etapa distinta de mi vida. Según se dice una etapa más seria y de gran importancia para el futuro. La universidad. Todavía me acuerdo el poder que le otorgaba, tenía ganas de empezar, pero al mismo tiempo se me hacÍa un mundo grande por asumir. Bueno, todo comenzó después de verano, al volver de Irlanda con entusiasmo y fuerzas. Estaba emocionada, como una niña feliz con zapatos nuevos. A pesar de tener mis miedos, cedí y me dejé llevar. Grite más de una vez que todo saldría bien. Y un domingo por la noche, le di el comienzo a una historia que al final resultó ser lo último que esperaba de aquello. Uno, dos y tres ya estaba dentro del autobús camino a Bilbao. Las primeras semanas fueron espectaculares y felices; era una niña alegre que pasaba su tiempo sacándose fotos chorras con gente que apenas conocía, hacía bromas a los compañeros de piso poniéndoles celo en las puertas para que se cayeran, aquellas borracheras, etc. Hacer Bellas Artes era algo que estaba esperando durante años y una vez allí no supe encaminarlo bien. Al emprender esta etapa nueva, no asumí que algo podría bajarme de un golpe de las nubes, ni que a la niña feliz se le podrían ensuciar los zapatos nuevos. Mente y corazón de la niña inocente estaban desnudos por primera vez. Surgieron las primeras verdaderas relaciones, los trabajos para entregar, las vivencias a solas ante el mundo real, etc. Fue la primera vez que algo estaba rompiendo en mil mi corazón. Y no me lo creía o quizás no lo quería. Los zapatos de la niña feliz empezaron a tropezar, originando ideas erróneas dentro de su mente. Todo fue tan repentino que la negación fue el mecanismo de defensa que tuve durante mucho tiempo. ¿Pero qué era lo que realmente ocurría? Para empezar, en las relaciones con los compañeros se originaron algunos cambios, sentía que aquello no era mi lugar, que las palabras que emitía no tenían sentido, que realmente no aportaba nada. No entendía lo que me estaba sucediendo y pensaba que iba a ser algo temporal, pero no fue así. A ello se le sumaron los trabajos. El murmullo en mi resulto crearme una exigencia muy alta y cada trabajo que me pedían se convertía en pistola con bala cargada apuntando al rostro. El poder que la inseguridad tomo en mi cuerpo, me hacía creer que no iba ser capaz de realizar las tareas y que no estaba hecha para estar en este mundo. ¡No sirves para realizar ese trabajo! ¡ No quieren que estés con ellos! ¡Estás haciéndolo mal ¡No te van a tener en cuenta! ¡ No vas a ser capaz de aprobar la asignatura! ¡Se van a reír de ti! ¡ Voces, voces y más voces! Sentía la derrota dentro, cada día tenía un dolor que no se agotaba, pero aun y todo parecía ser feliz y emocionada con la carrera y con la vida llevada. Ni mis amigos, ni los familiares sospechaban nada de lo que surgía en mí ya que llevaba una constante máscara irreal. Mientras cada lágrima a escondidas caía, seguía sin entender la razón, si es que había una y existía. Hasta que llego aquel día, en el cual mi cabeza mas no podía y pensaba acabar con la partida de la vida. Dos opciones tenía, dejarme llevar y tirar todo al olvido o coger el teléfono y pedir ayuda a mis familiares. Por suerte, tuve la voluntad de marcar el número de mi madre. Me acuerdo como mi móvil temblaba y la voz ni me salía. Mi madre al coger el teléfono, algo se olía y tan pronto colgar se puso rumbo a Bilbao. Allí le estaba esperando yo, con miedo pero con necesidad. Cuando llego, no era capaz de mirarle ni de articular palabra, pero con el poder de la confianza todo de mi salió. Ella no se lo creía,
pero como excelente madre que es, en vez de derrumbarse ante su hija completamente desestructurada, me ofreció cobijo y cariño. Me llevó junto a ella a casa y al día siguiente ya estaba en la consulta del médico para encaminar mi gran hundimiento y dolor. Es verdad que yo aunque tan mal me sentía, quería sacar fuerzas y seguir trabajando en la carrera y con la vida que tenía. Pero los profesionales me lo prohibieron y me pusieron en terapia en cuanto me vieron. Tanto tiempo esperando para empezar una etapa tan especial e importante para fracasar de tal manera. Aquella era la idea que me machacaba más, un año entero sin hacer nada, perdiendo el tiempo. Pero ahora me doy cuenta de que primero está la salud y después todo lo demás. Un año da para mucho, pero hay que saber medir el valor de las cosas. Por suerte, después de ponerle fin a aquella etapa y después de aprender varias lecciones, ahora estoy realizando la carrera de Magisterio y estoy rodeada de gente maravillosa que me ayuda a seguir adelante día a día. Tal y como dice una canción; si tropezando se aprende a andar, empecemos a construir el camino!!