Érase una vez, en un mundo muy muy lejano, nació una preciosa niña de tez clara y rosada a la que llamaron Rosalía, que quedó huérfana y fue llevada a un convento llamado Paisaje de la Clausura, donde fue criada hasta los 18 años. En el convento, las monjas intentaban inculcarle valores machistas que esta prometió abolir cuando tuviera la oportunidad de hacerlo. El 18 de mayo de 1982, día en el que Rosalía cumplió sus deseados 18 salió de la abadía. Al salir se sintió desorientada y sin saber a dónde ir, ya que era la primera vez que veía el exterior. Se adentró en el bosque que rodeaba el monasterio y al cabo de unas horas se encontraba delante de una enorme cascada y decidió bañarse en el manantial. Rosalía se desvistió y dejó su ropa tendida en un tronco. De pronto, entre los árboles apareció una sombra moviéndose y Rosalía se asustó y se tapó con su ropa. Después apareció un hermoso joven que se dirigió hacia ella y le dijo que no le iba a hacer nada ya que la vio asustada. Rosalía se tranquilizó y empezaron a conocerse. David, el joven al que conoció, le dijo que si quería que la acercara al pueblo más próximo y ella aceptó. Primero la llevó a un bar, ya que ella tenía hambre y además para que pudieran conocerse. Al final del día, David la invitó a ir a su casa ya que Rosalía no tenía dónde dormir ni dinero, ella decidió quedarse en casa de David.
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Cuando llegaron, David se ofreció a hacerle la cena y estuvieron hablando durante mucho rato hasta que Rosalía se quedó dormida en el sofá y él la llevó a su cama. Al día siguiente Rosalía le preguntó que si podía quedarse en su casa un par de semanas hasta que consiguiera un poco de dinero. Al cabo de unos días, ambos se dieron cuenta de que se habían enamorado el uno del otro. Pero el amor que sentía David hacia Rosalía era un tanto peculiar. Cada vez que salían y algún hombre miraba a Rosalía, David se ponía celoso. Cuando se ponía a hablar con algún hombre que no fuera él, la agarraba del brazo y la encerraba en casa. Hasta que una mañana, al despertar, David vio que Rosalía no estaba en casa. Enfurecido salió corriendo hacia el pueblo a buscarla. Después de unas horas la encontró en un campo cogiendo rosas. Con la rabia contenida de pensar que Rosalía le había abandonado, se la llevó a una torre que se encontraba a las afueras del pueblo. David tapió las ventanas y las puertas de la torre y dejó a Rosalía a cargo de 20 sirvientes ciegos (para que nadie más que él pudiera apreciar su belleza). Iba a verla una vez a la semana. Rosalía, que guardó la rosa más bonita que había en el campo en su bolsillo, le pidió a un sirviente que le trajera un jarrón con agua para mantenerla hidratada. Pero esto no evitaría que la rosa no se marchitara a lo largo de un tiempo, ya que también necesitaba la luz del sol.
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Al paso de los días, a la vez que se iban cayendo los pétalos de la rosa, Rosalía se iba debilitando. Hasta que tan sólo quedara un pétalo, Rosalía decidió no seguir esperando a que su vida se marchitara como la de la rosa. No podía permitir que un hombre arruinara de tal forma su vida. Rosalía les contó a los siervos todo lo que había pasado con David, y les rogó que le ayudaran a escapar de la torre. Consiguió convencerles. Sólo estuvieron dos días planeando la huida, debido a que al tercer día David venía a visitarla. Y así al tercer día madrugaron para fugarse antes de que David llegara a la torre, pero no contaron con que uno de los criados les traicionó y le dijo a él que pretendían escaparse antes que él llegara. Así que David estuvo esperándoles fuera de la torre. Cuando salieron y se encontraron con él los siervos intentaron proteger a Rosalía pero ella se acercó a David y le dijo que no iba a estar toda la vida encerrada. David no podía consentir dejarla marchar así que fue hacia ella e intentó convencerla diciéndole que la quería, que sin ella no sería nada y que no podía vivir sin ella. Pero a Rosalía no le persuadían las palabras de David, y le dijo que si tanto la quería, ¿por qué la había encerrado?, ¿qué forma de querer era esa?. Ella continuó diciendo que sólo la quería para él. Pero eso no era amor, era obsesión, y Rosalía no quería que ningún hombre la controlara. Así que huyó y comenzó una nueva vida en la que, cada vez que presenciaba una situación machista, hacía todo lo posible por ayudar a salir a la mujer de esta circunstancia.
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