Segundo círculo: “La diversión es una necesidad vital” Un gobierno que declara el estado de excepción contra los gamines de quince años. Un país que pone su salud en manos de un equipo de futbolistas. Un poli en la cama de un hospital que se queja de haber sido víctima de “violencias”. Un prefecto que decreta la detención de los que se construyan cabañas en los árboles. Dos niños de diez años, en Chelles, acusados del incendio de una ludoteca. Esta época destaca por lo grotesco de una situación de la que parece querer escapar a cada paso. Hay que decir que los medios de comunicación no ahorran esfuerzos para ahogar en las manifestaciones de la queja y la indignación el estruendo de la risa con que deberían recoger noticias similares. Un estado de carcajada desatada, es la respuesta adecuada a las graves “cuestiones” que se complace en agitar la actualidad. Para comenzar por la más manida: no existe la “cuestión de la inmigración”. ¿Qué añade donde ha nacido?¿Quién vive donde ha crecido?¿Quién trabaja donde vive?¿Quién vive allí donde vivían sus ancestros? ¿Y de quién son los niños de esta época, de la tele o de sus padres? La verdad es que hemos sido masivamente arrancados de cualquier pertenencia, que no somos sino parte de nada, y que a resultas de esto, tenemos a la vez que una inédita disposición para el turismo, un innegable sufrimiento. Nuestra historia es la de las colonizaciones, las migraciones, las guerras, los exilios, la destrucción de todos los arraigos. Es la historia de todo lo que ha hecho de nosotros extranjeros en este mundo, invitados en nuestra propia familia. Hemos sido expropiados de nuestra propia lengua por la enseñanza, de nuestras canciones por las variedades, de nuestra carne por la pornografía masiva, de nuestra ciudad por la policía, de nuestros amigos por el salario. A todo ello se añade, en Francia, el trabajo de individualización feroz y secular realizado por un poder estatal que apunta, compara, disciplina y separa a sus sujetos más jóvenes, que tritura instinti10