Literatura 4 - serie Activados

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LITERATURA Desde las lentes épica, mítica y trágica.


CAPÍTULO

BLOQUE 1 | DESDE LA LENTE ÉPICA

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LA ÉPICA DEL ANTIHÉROE

PUNTO España en los siglos XVI y XVII: prosperidad y decadencia | El Siglo de Oro: Renacimiento y Barroco en España | El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra | El heroísmo de don Quijote

CONTRAPUNTO Nuevas miradas sobre la realidad: la picaresca | La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, anónimo | El heroísmo de un antihéroe

EL TEXTO Y LA CRÍTICA “Don Quijote: ¿ficción o historia?”, de Bruce W. Wardropper | “El deseo de alabanza”, de Francisco Rico


Dos héroes autoconstruidos Durante los siglos XVI y XVII, España vive un período de gran productividad artística que la historia del arte reconoce como Siglo de Oro. Una profunda y progresiva renovación literaria permitió que la sociedad española, una sociedad que vio construirse un imperio y, luego, cómo se derrumbaba, encontrara reflejadas sus certezas, sus preocupaciones, sus ideas en nuevos géneros literarios, entre los cuales se encontraba la novela. La literatura halló, en la ficción novelesca, un lugar para una nueva forma de representar la realidad. Así, comenzó a perder validez el precepto de que la prosa solo podía utilizarse para presentar los hechos como verdades comprobables. Por el contrario, la posibilidad de recurrir a la parodia y a la sátira era una opción que permitía a los prosistas captar la imagen que la sociedad tenía del mundo en que vivía y, a la vez, cuestionarlo. Esto se manifestó en la construcción de dos personajes dotados de un heroísmo distinto a aquel de las antiguas gestas épicas, y que, por lo tanto, los convertía en las figuras más adecuadas para ser los representantes de su época: Lázaro de Tormes y don Quijote de la Mancha. Dos personajes carentes de los recursos propios de un triunfador, marginados de un mundo que no logran comprender, y cuyas hazañas no transcurren en el campo de batalla. En don Quijote de la Mancha, la excepcionalidad propia del héroe no es otra que la exageración de las virtudes heroicas. Un empobrecido hidalgo de los campos de Castilla vive la realidad con descontento, se sumerge en la fantasía y se finge caballero. Sobrelleva así su triste existencia desdibujando las fronteras entre realidad y ensueño. Es, de alguna manera, el creador de un mundo: algo tan heroico como conquistarlo. La excepcionalidad de Lázaro, por otra parte, redica en su falta de excepcionalidad. Por el contrario, carece de todas las características propias de un héroe: su bajo nacimiento, su inocencia, su nulo interés en el honor lo convierten, más bien, en un antihéroe. Sin embargo, es un antihéroe ejemplar, puesto que vence los condicionamientos sociales para convertirse en alguien distinto al que estaba destinado a ser.


Punto

El Siglo de Oro: Renacimiento y Barroco en España Se conoce como Siglo de Oro español a un período de notable desarrollo intelectual y artístico que abarcó la difusión del movimiento cultural renacentista en España y su posterior evolución hacia el Barroco. Como fechas convencionales, se considera que el Siglo de Oro se inició con el comienzo de la actividad de Lope de Vega en 1520 y finalizó con la muerte de Calderón de la Barca en 1681.

El Renacimiento y su confianza en el hombre

El David (1501-1504), de Miguel Ángel, es una escultura característica del Renacimiento.

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El Renacimiento fue un movimiento cultural originado en Italia a fines del siglo xiii y principios del xiv, que se extendió por el resto de Europa hacia comienzos del siglo xv. En España, sin embargo, las ideas renacentistas cobraron relevancia recién un siglo después. El Renacimiento toma como modelo a la Antigüedad clásica, en la que creen encontrar la Edad de Oro de la humanidad. De allí que, en oposición al teocentrismo medieval, el Renacimiento retoma las ideas humanistas de los pensadores de la antigua Grecia y adopta una postura antropocentrista: coloca al hombre como centro de toda reflexión y actividad, incluso como centro mismo de la creación divina. En las artes plásticas, esto se manifestó, por ejemplo, a través de la importancia de la representación naturalista de figuras humanas. Los motivos se encontraban en los mitos griegos y latinos, así como también en las escenas religiosas; se destacaba el trabajo sobre los distintos gestos y posturas, primaba el equilibrio, la armonía y la claridad. Principios novedosos, como la unidad de espacio, la simetría, la proporción y la perspectiva —muy notorios en la pintura, la escultura y en la arquitectura— eran producto de una nueva mentalidad en la que el pensamiento racional del hombre y el cálculo habrían de ser los principios rectores del arte y de la vida. Como consecuencia de la creciente puesta en valor de ideas provenientes del mundo grecorromano, se sientan nuevas bases para el desarrollo de un conocimiento científico que contempla la relación entre el hombre, la naturaleza, y Dios. El hombre, por su capacidad intelectual, es capaz de conocer y comprender las leyes del universo. La palabra resulta, también, un elemento fundamental para el desarrollo del ser humano. A esto se debe el resurgimiento de los studia humanitatis de la Antigüedad, un conjunto de cinco disciplinas (gramática, retórica, poética, historia y filosofía moral), que significó un cambio en la educación y en los modelos de saber impartidos desde entonces.


La Contrarreforma: hacia nuevas representaciones Si bien el arte español adhería al sensualismo propio de la estética antropocéntrica renacentista, nunca dejó de estar combinado con el fuerte espíritu cristiano de esta sociedad. Los sentimientos religiosos —amenazados desde hacía siglos por la presencia musulmana— encontraban ahora una nueva amenaza: la Reforma impulsada en Alemania por Martín Lutero, que originó el cisma de la Iglesia Católica y dio lugar al protestantismo, que es independiente del poder del Papa. Felipe II, además de expulsar en forma definitiva a los moros, promovió la Contrarreforma, un movimiento católico que defendió las concepciones y los valores tradicionales de la Iglesia y las Sagradas Escrituras. Los religiosos de la Contrarreforma consideraron al arte como un instrumento fundamental para la transmisión de su doctrina. De ahí que impulsaran las obras de artistas en las que, para comenzar a alejarse del modelo clásico renacentista, ya no representaran al hombre como modelo supremo de perfección y armonía, sino, por el contario, como un ser atravesado por el dolor y la pasión, muchas veces imperfecto, que habitaba en un mundo donde no primaba la luz, sino el claroscuro, mezcla de luces y sombras que daban cuenta de la existencia del misterio, de los límites del conocimiento humano y de la lucha entre fuerzas opuestas.

Info Esta obra sobre el mito de Narciso, del italiano conocido como Caravaggio (1571-1610), ilustra algunos de los temas y recursos artísticos del Barroco: la valoración de lo mítico, el mundo aparente, el claroscuro, la caducidad de lo bello.

El Barroco: una forma de expresión para la decadencia De este modo, surge hacia el siglo xvii una nueva corriente estética conocida como Barroco. A diferencia del arte clásico renacentista, esta corriente evita la simetría absoluta y logra en la asimetría una apariencia de movimiento. El arte barroco considera que la naturaleza oculta una fuerza ambigua e inabarcable, que se puede observar, por ejemplo, en la caducidad de la belleza. Opone, pues, lo caduco a lo eterno, la máscara a la verdad, el sueño a la realidad, en vistas de producir un desengaño de lo aparente y reconocer lo confuso del universo, que el hombre se esfuerza vanamente por controlar. En el campo de las letras, los escritores recurren al empleo de construcciones sintácticas complejas y a la sobreabundancia de adjetivación. Este lenguaje extraño y ornamentado es la forma de mostrarle al lector que el arte es un mundo de apariencias y artificios, en oposición a la mera representación de lo armonioso y lo natural del Renacimiento. Algunos de los escritores españoles más conocidos de este período son Luis de Góngora y Argote (1561-1627), Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), Félix Lope de Vega y Carpio (15621635), Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

Guía de lectura

1. ¿Qué modelos artísticos, filosóficos y científicos “renacen” durante el Renacimiento? ¿Cuál es la principal diferencia con el pensamiento de la Edad Media? 2. Comparen las características principales del arte renacentista con las del Barroco. ¿Qué visiones del mundo y del hombre transmite cada uno? 3. ¿A qué situación política y económica de España corresponde el Barroco como expresión artística?

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El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (Frag.). Miguel de Cervantes Saavedra Esta novela relata las aventuras de Alonso Quijana, un hidalgo manchego ya entrado en años que, aficionado a la lectura de novelas de caballería, decide nombrarse a sí mismo caballero andante para afrontar las injusticias de su tiempo con la valentía y el honor propios de una investidura de otra época. Acompañado de su escudero, Sancho Panza, recorre los caminos de La Mancha representándose una realidad diferente a la existente gracias a su poderosa imaginación, que no hace más que meterlo en problemas.

Prólogo Desocupado lector: sin juramento, me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir la orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podría engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu, son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas, y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres, pues ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor de ella, como el Rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice, que debajo de mi manto al Rey mato. Todo lo cual te exenta y hace libre de todo respeto y obligación, y así puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor a que te calumnien por el mal ni te premien por el bien que dijeres de ella.

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Solo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribirla, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y estando en suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte, que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. —Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que llaman vulgo, cuando vea que al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos, y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes, y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes? [...] Oyendo lo cual mi amigo, dándose una palmada en la frente y disparando en una carga de risa, me dijo: —Por Dios, hermano, que ahora me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras acciones. Pero ahora veo que estáis tan lejos de serlo como lo está el cielo de la tierra. [...] ¿Queréis ver si es verdad lo que digo? Pues estadme atento y veréis cómo en un abrir y cerrar de ojos confundo todas vuestras dificultades y remedio todas las faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quijote, luz y espejo de toda la caballería andante. [...] Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de personajes graves y de título, se puede remediar en que vos mismo os toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre que quisiéredes [...]. En lo de citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáredes las sentencias y dichos que pusiéredes en vuestra historia, no hay más sino hacer de manera que vengan a pelo algunas sentencias o latines que vos sepáis de memoria, o a lo menos que os cueste poco trabajo el buscalle [...].

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Solo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuese escribiendo, que cuanto ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere. Y, pues, esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo, pintando en todo lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra intención; dando a entender vuestros conceptos, sin intricarlos y escurecerlos. Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada de estos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más; que si esto alcanzásedes, no habríades alcanzado poco. Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en mí sus razones que, sin ponerlas en disputa, las aprobé por buenas, y de ellas mismas quise hacer este prólogo, en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos. Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble y tan honrado caballero; pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas. Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no me olvide. Vale.

Capítulo I Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgo don Quijote de la Mancha En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que

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carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entre semana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa un ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada (que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso –que eran los más del año–, se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas fanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas intricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”. Y también cuando leía: “Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza…”. Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar —que era hombre docto, graduado en Sigüenza— sobre cuál había sido mejor caballero,

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Escritura

Bibliotecas juzgadas Lean el capítulo VI de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, en el que el cura y el barbero revisan la biblioteca de Alonso Quijana para eliminar todos aquellos libros que, a su entender, provocaron el mal. Luego imaginen que estos dos personajes someten la biblioteca ideal de ustedes a un escrutinio. Narren en un marco temporal actual, el debate en el que ellos realizan las críticas y ustedes deben defender sus libros predilectos.

Don Quijote en un mundo sin libros En su novela Fahrenheit 451, publicada en 1953, el escritor norteamericano Ray Bradbury imagina una sociedad futura en la que los libros están prohibidos, ya que se considera que la gente es más feliz al no pensar y, por lo tanto, no se angustiaría. Los bomberos en vez de apagar incendios, queman libros. Montag, el protagonista, es uno de ellos, hasta que empieza a dudar. a. ¿Qué pensaría Alonso Quijana de esta sociedad? Escriban un texto de opinión como si fueran Alonso Quijana. b. Escriban un artículo de opinión en el cual discutan acerca de la importancia de la existencia de los libros.

Juegos de espejos En su artículo “Magias parciales del Quijote”, Borges plantea: Cervantes se complace en confundir lo objetivo y lo subjetivo, el mundo del lector y el mundo del libro. […] Ese juego de extrañas ambigüedades culmina en la segunda parte; los protagonistas han leído la primera, los protagonistas del Quijote son, asimismo, lectores del Quijote. Aquí es inevitable recordar el caso de Shakespeare, que incluye en el escenario de Hamlet otro escenario, donde se representa una tragedia, que es más o menos la de Hamlet […]. ¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lector del Quijote y Hamlet espectador de Hamlet? Creo haber dado con la causa: tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios.

Borges, Jorge Luis, “Magias parciales del Quijote”, en Otras inquisiciones, Obras Completas, Barcelona, Emecé Editores, 1989, tomo II.

a. Escriban un texto en el que expliquen qué similitudes plantea Borges en este fragmento entre el Quijote y Hamlet y por qué, según él, producen inquietud en los lectores. b. Escriban un relato en el que el mundo del creador y el mundo de los personajes creados se entremezclen.

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La biografía de un pícaro Hagan una lista de los datos biográficos de Lázaro (nombre de los padres y profesión, lugar de nacimiento, condición social, etcétera) y de los episodios más relevantes vividos con cada amo. Pueden recurrir a una edición completa del Lazarillo o imaginar algunos sucesos para completar lo que ya saben. Luego, escriban una biografía del pícaro recurriendo a un lenguaje actual y en tercera persona.

Nuevas fortunas y adversidades de Lazarillo de Tormes Imaginen un nuevo amo para Lázaro y las penurias que con él vive el muchacho. Redacten un nuevo tratado en el que Lázaro, con un lenguaje más actual, cuenta esta etapa de su vida. Procuren introducir alguna adversidad y una enseñanza extraída de esta experiencia.

Libros para leer en todas las épocas El escritor cubano Alejo Carpentier (1904-1980) pronunciaba estas palabras en su discurso al recibir el Premio Miguel de Cervantes Saavedra, el 4 de abril de 1978: Faltaba a la picaresca, pese a la importancia capital de su aportación, esa cuarta dimensión del hombre que es la dimensión imaginaria. Y esa era la dimensión que Cervantes nos había traído con su Quijote, novela que pasa por encima de la mejor picaresca sin inscribirse en ella a pesar de serle coetánea, indiferente a los cambios de gustos, de estilos, de climas, de modas, clásicas al nacer, igualmente respetada por las generaciones venideras, destinada a alcanzarnos, a ser nuestra contemporánea y a darnos lecciones que están muy lejos aún de haberse agotado.

Carpentier, Alejo, “Cervantes en el alba de hoy”, en Obras completas, volumen 13: Ensayos, México, Siglo Veintiuno Editores, 1990.

a. Justifiquen la afirmación de Carpentier acerca de cómo el Quijote, de Cervantes, supera a la novela picaresca. b. Sostiene Carpentier la actualidad del Quijote en cuanto a las lecciones que transmite. Escriban un comentario para un blog de literatura en el que comenten cuáles son los elementos que la hacen una obra universal y atemporal. Discutan si puede decirse lo mismo del Lazarillo. c. En el mismo discurso, Carpentier afirma también: “Un pueblo puede divertirse largamente con los antihéroes, pero no se reconoce en ellos”. ¿Están de acuerdo con esta afirmación? Escriban un artículo de opinión en el cual analicen si es posible el reconocimiento de un lector en el antihéroe Lázaro de Tormes.

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Biblioteca

La llamada del origen Así como la humanidad creó los relatos cosmogónicos para narrarse a sí misma el comienzo del universo, muchos autores se atreven a imaginarse la creación mítica de otros mundos. En esta oportunidad, la Biblioteca Activa nos invita a leer relatos que retoman aspectos de la cosmovisión mítica para contarnos el origen de un mundo de fantasía o para proponernos un pasado aterrador de nuestro mundo. El primer texto de esta Biblioteca es “Ainulindalë”, del escritor inglés J. R. R. Tolkien, que está incluido en El Silmarillion (1977). En este relato, Tolkien narra la creación mítica de la Tierra Media, mundo de ficción en el que se desarrollan sus novelas más importantes El señor de los anillos y El hobitt. A lo largo de su obra, Tolkien creó una compleja mitología que aparece en forma fragmentaria en sus relatos más conocidos, pero que desarrolla de manera extensa en El Silmarillion. El segundo relato es un fragmento de La llamada de Cthulhu (1926), del escritor norteamericano Howard Phillips Lovecraft. Este autor también creó una mitología, pero, a diferencia de Tolkien, jamás la sistematizó, sino que la desarrolló a lo largo de sus relatos. Este cuento es el primero del ciclo denominado Los mitos de Cthulhu. Estos mitos narran el comienzo del mundo y de criaturas —de origen extraterrestre— que se encuentran en él desde tiempos inmemorables.

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Ainulindalë (La música de los Ainur) J. R. R. Tolkien

El nombre de la Ainulindalë proviene del idioma quenya, una lengua ficcional creada íntegramente por el propio Tolkien, que utilizan los elfos en su universo literario. Esta palabra significa ‘la música de los Ainur’. Los Ainur son espíritus inmortales que existen desde antes de la creación del mundo, pero que fueron, a su vez, creados por el supremo Eru Ilúvatar. En este texto se nos relata cómo los Ainur, incitados por Ilúvatar, cantaron la Gran Música que, como luego descubren, eran los planos de toda la historia del mundo, de principio a fin, y, también, de qué forma Melkor —el más grande y poderoso entre los Ainur— comenzó a odiar al resto de sus compañeros y a todas sus creaciones. En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se hiciera alguna otra cosa. Y les habló y les propuso temas de música; y cantaron ante él y él se sintió complacido. Pero por mucho tiempo cada uno de ellos cantó solo, o junto con unos pocos, mientras el resto escuchaba; porque cada uno solo entendía aquella parte de la mente de Ilúvatar de la que provenía él mismo, y eran muy lentos en comprender el canto de sus hermanos. Pero cada vez que escuchaban, alcanzaban una comprensión más profunda, y crecían en unisonancia y armonía. Y sucedió que Ilúvatar convocó a todos los Ainur, y les comunicó un tema poderoso, descubriendo para ellos cosas todavía más grandes y más maravillosas que las reveladas hasta entonces; y la gloria del principio y el esplendor del final asombraron a los Ainur, de modo que se inclinaron ante Ilúvatar y guardaron silencio. Entonces les dijo Ilúvatar: —Del tema que os he comunicado, quiero ahora que hagáis, juntos y en armonía, una Gran Música. Y como os he inflamado con la Llama Imperecedera, mostraréis vuestros poderes en el

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Esta obra de Dalí fue realizada un tiempo antes de iniciarse la guerra civil española, cuando esta ya se revelaba como inevitable. El ser monstruoso que aparece en la escena representa la guerra. Su cabeza remite a una de las obras más conocidas de Francisco de Goya, Saturno devorando a su hijo, en la que el dios de la guerra es la figura central.

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© 2013 Santiago Pelegrín Martínez / VEGAP, Madrid /SAVA, Buenos Aires

© 2013 Fundación Gala - Salvador Dalí/ VEGAP, Madrid /SAVA, Buenos Aires

Construcción blanda con judías hervidas (Premonición de la Guerra Civil), óleo sobre tela de Salvador Dalí, 1936.

Bomba en Tetuán, óleo sobre tela de Santiago Pelegrín, 1937.

Antes de la Guerra Civil, Pelegrín se encontraba influido por el cubismo y otras corrientes estéticas de vanguardia. Sin embargo, una vez iniciado el conflicto, se alineó en el bando republicano y adoptó un estilo más realista para representar los horrores de la guerra. En esta obra, en la que se muestran los momentos posteriores a las explosiones, se enfatizan las expresiones de dolor en los rostros de las figuras retratadas.


© 2013 Sucesión Pablo Picasso /SAVA, Buenos Aires

Guernica, óleo sobre tela de Pablo Picasso, 1937.

El Guernica representa uno de los sucesos más sangrientos de la guerra civil española. La obra se inscribe dentro del cubismo, y presenta una serie de figuras que evidencian el sufrimiento causado por la guerra. En el centro de la escena yace un soldado desmembrado, una de cuyas manos aún sostiene una espada rota y una flor; sobre la izquierda, una madre llora la muerte del hijo que tiene en brazos; a la derecha, una mujer grita por el terror; también gime de dolor el caballo en el centro de la pintura; a su izquierda, un toro simboliza la brutalidad de esa experiencia. El empleo del color —que se limita al blanco, el negro y valores de grises intermedios— también acentúa la sombría realidad.

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