Fibo y Olivia 1 TODO PARA ESCUCHAR

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LAS AVENTURAS QUE VIVIMOS ESTE AÑO LAS IMAGINÓ ALEJANDRA ERBITI.

1 Y JUAN CARLOS FEDERICO LES DIO COLOR Y VIDA.

MARTA TOLEDO ILUSTRÓ TODAS LAS CANCIONES DE ESTE LIBRO.

Una aventura que comienza

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El único antídoto

La plaza está de estreno. Hoy se inaugura la feria artesanal. Hay hileras de puestos. Cada cual con su toldo y lamparitas que llenan de luz la nochecita de primavera. ¡Hay tanto para mirar y comprar! Desde quesos que preparan en un campo cercano, y dulces caseros, hasta anillos de plata y unas piedras hermosas con nombres que parecen trabalenguas: RO-DO-CRO-SI-TA CRI-SO-CO-LA FEL-DES-PA-TO LA-PIZ-LÁ-ZU-LI Pero el notición es que Lucrecia tiene su propio puesto y el público se amontona para admirar sus piezas de alfarería. 58

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—¿Vendiste muchas? —pregunta Fibo. —Unas cuantas —dice Lucre—. ¡Parece que a la gente le gusta mi trabajo! —¿No trajiste tus esculturas? —pregunta Olivia. —No, las esculturas son para exposiciones o concursos. —¿No se pueden vender? —Sí, pero aquí no. Es mejor en un salón o en mi taller. —¿Por? —preguntan todos. —¡Bueno! ¡Es como vender salamines en una librería! —explica Lucre, y los chicos entienden perfectamente. —Yo te voy a comprar un alhajero para mi mamá. Traje todos mis ahorros —dice Rocío y saca un montón de billetes de su mochila. 59

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—¡Eh! ¡No es para tanto! —se ríe Lucre—. Con este billete te alcanza y te sobra. —¿Me sobra? Entonces, me llevo dos más, para mis abuelas. —¿Tus abuelas? —se sorprende Fibo. —¿Por qué no? —dice Rocío. —Mis abuelas tienen muchos alhajeros y usan más chirimbolos que mi mamá y mis tías juntas —dice Toni. —¡Cómo chirimbolos! —protesta Olivia—. ¡Son adornos! Yo me voy a comprar un anillo, una pulsera, un collar… —¡NO! —grita Fibo y se agarra la cabeza. Ya se sabe: a Furia no le gusta usar collar y, si escucha la palabrita, empieza a ladrar como loca.

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—¡Tranquila, Furia, tranquila! —la miman todos, pero ella no para de ladrar. —¡Te voy a comprar un regalo! —le dice Olivia—. Una de esas medallitas con tu nombre, para tu collar… ¡Ay! ¡Otra vez la palabrita! A Furia le da un ataque de ladridos mezclados con aullidos de loba. —¡Basta de decir “collar”! —dice Rocío, y la cosa se pone peor. —¡Un pancho! ¡Un pancho! —exclama Fibo—. ¡Es el único antídoto! Los chicos corren a comprar uno para Furia, pero vuelven con panchos para todos. Furia se relame y mueve la cola de contenta. Si los chicos y Lucre tuvieran cola, harían exactamente lo mismo.

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Las manos de mi madre

Las manos de mi madre parecen pájaros en el aire.

Historias de cocina entre sus alas heridas de hambre.

Las manos de mi madre saben qué ocurre por las mañanas cuando amasan la vida, horno de barro, pan de esperanza.

Las manos de mi madre llegan al patio desde temprano.

Todo se vuelve fiesta cuando ellas vuelan junto a otros pájaros.

Junto a los pájaros que aman la vida y la construyen con el trabajo. Arde la leña, harina y barro, lo cotidiano se vuelve mágico. Las manos de mi madre me representan un cielo abierto y un recuerdo añorado, trapos calientes en los inviernos.

Ellas se brindan cálidas, nobles, sinceras, limpias de todo. ¿Cómo serán las manos del que las mueve gracias al odio?

Letra y música: Peteco Carabajal 62

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