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LITERATURA ESPAテ前LA TEMA 9 El teatro desde 1936 a 1975
PANORAMA TEATRAL DESDE 1936 En la España de 1936 el teatro se sigue siendo la actividad cultural y artística principal. Su desarrollo tuvo una evolución distinta. Los empresarios eran poco proclives a arriesgarse con obras innovadoras declinó su éxito, y ponían en cartelera las que eran del gusto del público burgués, conservador y reacio a cambios. Cuando estalla la guerra civil, el repertorio en cartelera estaba integrado por melodrama, sainetes, comedias ligeras, astracanes, zarzuelas, etc. Entre los republicanos se representaban, al inicio de la guerra, obras de carácter convencional, pero pronto surgieron obras adecuadas a las circunstancias histórico-políticas que fijaban la atención en el progreso de la sociedad española estaba alcanzando desde la proclamación de la segunda República. Las compañías de teatro como Las misiones pedagógicas, las compañías ambulantes de la Unión de escritores y Artistas revolucionarios, y los teatros universitarios como La barraca, dirigidos por Federico García Lorca, representaron teatros de guerra en el frente y lo popularizaron. Libre con el fin de la guerra en 1939, el verdadero teatro español estaba fuera del país tras el asesinato de Lorca, la muerte en 1936 de Valle-Inclán y Unamuno, el exilio de dramaturgos como Max Aub, Rafael Alberti, Alejandro Casona, Pedro Salinas, el teatro se convierten en instrumentos de propaganda al servicio de los vencedores. El teatro bajo la dictadura. La década de los cuarenta A partir de la victoria de Franco de 1929 desaparece de la escena todo intento de renovación, y se desarrollan un teatro oficial, a menudo deleznable, que sólo como sistema merece consignarse. Se crea una normativa específica de censura para teatro, prensa y radio, los medios de comunicación de mayor difusión en la posguerra, y la censura se va a encargar de que el teatro desarrollo determinados temas – y no otros – y que refuerce los ideales que inspira al Movimiento Nacional. Estrenan obras que discurren entre la evasión y la tradición, entre la exaltación patriótica y la comedia ligera. Se crea un teatro que mira al pasado para idealizarlo, y defienden de forma grandilocuente de los valores eternos, Las ideas patrióticas, católicas y tradicionalistas, y que tiene su máximo exponente en José María Pemán. Pero la comedia masiva será la que alcance mayor éxito; un filón comercial que todos los empresarios estaban dispuestos a financiar. Por tanto, el teatro de más aceptación en la inmediata posguerra corresponde a obras de ínfima calidad literaria. Dramaturgos de los años cincuenta Tras una larga década de letargo se pone en escena Historia de una escalera (1949) De Antonio Buero Vallejo, que supone el resurgir de nuestra literatura dramática. Le seguirán otras obras, como El baile de Edgar Neville, Tres sombreros de copa de Miguel Mihura – ambas en 1952 – o Escuadra hacia la muerte (1953) de Alfonso Sastre, que consolidarán este auge. Los críticos suelen dividir a los dramaturgos de esta época en dos grupos: los cultivadores de la tradición, continuadores del teatro burgués de alta comedía, y los innovadores. Los primeros cultivan el drama de tesis, es decir, las tendencias establecidas en la España de preguerra. Son dramas con vocación doctrinal, tendenciosas, y con ingredientes sentimentales y folletinesco. Los herederos más relevantes del teatro benaventino son José María Pemán, Joaquín Calvo Sotelo y José Ignacio Luca de Tena. Junto a los herederos de la tradición, han un grupo de dramaturgos innovadores, que proceden de la estética de vanguardia y escriben una comedia evasiva, amable, sentimental, de humor fino y culto, que en ocasiones roza el absurdo, entre los que destacan Edgar Neville, José López Rubio y Víctor
Ruiz Iriarte. Se trata de que evita el enfrentamiento con la realidad social y política, huye de los conflictos y utiliza el humor para trascenderlos. Hay otro grupo de dramaturgos innovadores, que son posiblemente los más interesantes de esta década de los 50. Para iniciar una tendencia de humor cara en la ocurrencia descabellada y absurda, y no pretende adoctrinar, censurar o satirizar costumbres sociales. Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1900-1952) cultiva un humor procedente del teatro del absurdo. Obras anteriores a la guerra civil, como Usted tiene ojos de mujer fatal (1933), o posteriores como Un marido de ida y vuelta (939), caracterizadas por las situaciones disparatadas y el ingenio de sus planteamientos, siguen convirtiéndose, aún hoy, en éxitos de público y crítica. Pero el gran actor de teatro de humor de posguerra es Miguel Mihura (Madrid, 1905-1977). Sus audacias provocan la vista y la sorpresa precisamente por lo inesperado e incongruente de su aparición en un contexto lógico. Mihura inicia su carrera con Tres sombreros de copa (1932), que no fue comprendida y no pudo estrenar hasta pasados 20 años. Con que sería más tarde, curas y decidió prostituirse, hacer un teatro comercial o de consumo, al alcance de las mentalidades de los empresarios, de los sectores, de las actrices hiciese público burgués que, con razón, no quieren quebrarse la cabeza después de echar del cierre a la puerta del negocio. El realismo existencial y social Sus a partir del estreno en de 149 de historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo, y hasta los años 60, la corriente realista, que trata de despejar incluir en la sociedad de su tiempo, va a ser la predominante en todos los géneros literarios y también en el teatro. Es un teatro de oposición, de protesta y denuncias, antiburgués, comprometido con la lucha antifranquista. Se trata de un realismo didáctico, que expresa un sentido trágico de la vida del doble origen – social y existencial -, y formalmente poco innovador. Este teatro realista censura a la miseria y la pobreza del proletariado, la explotación, la hipocresía moral de las clases privilegiadas, la opresión. Los dramaturgos pioneros de esta tendencia son Antonio Buero Vallejo, Alfonso Sastre y José María de Quinto. Antonio Buero Vallejo, trayectoria dramática Antonio Buero Vallejo (Guadalajara 1916 – Madrid, 2000) estudió bellas artes, pero tras la guerra se despertó en él la vocación teatral. En 1949 concurre al premio Lope de Vega con dos obras, En la ardiente oscuridad – que quedará finalista – e Historia de una escalera, que obtendrá el galardón. El teatro de Buero giran en torno a los deseos de realización del hombre y a sus dolorosas limitaciones; el ansia de libertad, la búsqueda de la felicidad. Aunque sea cine a las técnicas del realismo, sus dramas se encargan de significados simbólicos; un símbolo fundamental es la ceguera – y otras taras físicas y psíquicas – que, como el propio autor explica, representan las limitaciones de la condición humana. Se pueden señalar tres etapas en la obra de Buero. La primera - hasta 1955 - se condensan en dos obras fundamentales. La primera, Historia de una escalera, es un drama existencial y social. En la segunda, El ardiente oscuridad (1950), unos personajes ciegos se plantean dos posturas existenciales: o enmascaran la realidad y se crean un mundo ficticio pero feliz, o son conscientes del dolor y de justicia, lo asumen y se rebelan. En una segunda etapa Buero escribe algunos dramas históricos para referirse indirectamente a la España del presente. El tragaluz (1966), una de sus piezas más elaboradas y que el autor presenta como una ficción científica. El drama tiene como tema nuclear la insolidaridad de un personaje y las trágicas consecuencias que de ella se derivan. La última etapa componen, entre otras, obras como La fundación, en la que varios presos políticos
reflexionan sobre el ideal de libertad, el compromiso, la lucha por la superación. La doble historia del doctor Valmy, escrita en 1964 y cuyo tema es la tortura, tuvo problemas con la censura y fue estrenada en Inglaterra cuatro años más tarde. Después de la transición política tratará algunos de los temas reales de la España de la democracia: el terrorismo, la droga, la especulación, el paro. Música cercana (1989) es un claro testimonio social. Dramaturgos posteriores a 1960. Última etapa del teatro bajo el franquismo Aparece – en la década de los 60 – un grupo de dramaturgos que tienen en común algunos rasgos estéticos y una preocupación ética por el presente y el futuro del pueblo español, que después de identificar con el realismo social son nombres relevantes de esta etapa, Lauro Olmo, José Martín Recuerda, Carlos Muñiz, José María Rodríguez Méndez, Ricardo Rodríguez Buded y Ricardo López Aranda. Les une la voluntad de fijar esos dramas la sociedad de su tiempo, de denunciar, con juicio crítico, las condiciones de vida de los españoles, de justicia, la alienación. Muchos de los dramas de los realistas nunca llegaron a los escenarios; la censura no podía admitir la protesta contra el régimen y las clases dominantes, la crítica a la sociedad y fue, por tanto, un teatro marginado. Pero además, continúa el teatro comercial, de comicidad popular pura y simple, con la presencia insoslayable de Alfonso Paso, con su comedia asainetada, buena dosis de moralina y netamente reaccionario. El nuevo teatro español Entre los autores que abogan por la innovación podemos distinguir dos grupos: a) los coetáneos de los realistas, entre los que destacan José María Bellido, José Rubial, Luis Riaza, Francisco Nieva, Fernando Arrabal, y otros. b) los más jóvenes, entre los que señalamos a Diego Salvador, Manuel Martínez Mediero, Jerónimo López Mozo. Reunidos por la crítica bajo la corriente que se llamó de Nuevo teatro o Nuevo teatro español, estos autores rompen con la estética del realismo. Con nuevas formas de expresión y sin renunciar a la crítica social y política, a su vez las formas de las vanguardias extranjeras contemporáneas. Al los personajes son símbolos (el dictador, el explotador, la víctima...). Los elementos alucinantes, de pesadilla, la escenografía insólita, el lenguaje poético y ceremonial. Fue una corriente soterrada. En primer lugar, porque la censura no les impedía llegar a la escena, pero también porque estos espectáculos requerirían complicadas y costosas puestas en escena y los empresarios no estaban dispuestos a arriesgarse. Francisco Nieva: transgresión y experimentación Francisco Nieva (Valdepeñas, Ciudad real, 1927) es, sin duda, uno de los grandes nombres del nuevo teatro español y un hombre de teatro total sus primeros éxitos como escenógrafo le llegan en 1964, pero no llevará a escena una obra suya hasta la democracia. Nieva crear un teatro subversivo en lo ideológico y en lo estético, alejado de las mayorías. La amalgama entre el lenguaje culto, ceremonial, transgresor y el castizo, popular, con expresiones soeces, sorprende que impacta el espectador. Se consagra como actor en 1976 con el estreno de La carroza de plomo candente. El propio Nieva ha clasificado este teatro – ceremonial y grotesco – de furioso.