ContinĂşa la historia. Volumen 1.
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Continúa la historia. Volumen 1.
Introducción Durante los trimestres segundo y tercero del curso escolar 2011/2012 propuse a mis alumnos y alumnas ejercicios de expresión escrita semanales que consistían en continuar una historia a partir de un breve texto motivador. Tanto la idea como los textos los encontré en el sitio web http://orientacionandujar.wordpress.com/ a cuyos administradores expreso mi agradecimiento y reconocimiento. Este libro, dividido en dos volúmenes, es una recopilación de los mejores textos escritos por los niños y niñas de Cuarto B en los ejercicios que les propuse. Están acompañados por las dibujos que ellos mismos realizaron para ilustrarlos. Esperamos que os gusten. El maestro Piña.
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I El armario mágico
Ayer, cuando abriste tu armario para vestirte, descubriste que era mágico y que podrías viajar al lugar que quisieras solo con pensar en él, y allí ver a la persona en la que pensaras antes de abrirlo. ¿Dónde irías? ¿Se lo contarías a alguien? ¿A quién te gustaría ver cuando lo abrieras?
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El armario teletransportador Había una vez un armario, pero no era normal. Ese armario tenía cientos de años y siempre había sido normal menos en 2012. Siempre que entrabas en él, aparecías en el lugar de tus sueños. Por ejemplo: yo, si entro en el armario, aparezco en Nueva York. Había un niño que se llamaba Alex. Él compró ese armario y estaba en su dormitorio, pero no sabía que era mágico hasta que lo descubrió. Un día, antes de ir al colegio, sin que le vieran, entró en el armario y apareció en Brasil. Claro, su lugar preferido. Y volvió a su dormitorio, se vistió y se fue al colegio, que tenía examen. Pablo.
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¡Ya llegué a New York! Abrí el armario y llegué a New York con mi familia y mis amigas Ángela, Celia, Marta, Nuria, Lorena y Ana. Nos fuimos a un hotel. Pero yo no quería que nadie lo supiera porque si no no me dejarían en paz. Mis amigas dicen que no dirían nada. Nos fuimos al parque de atracciones. Nos fuimos al cine. Fuimos todos y nos montamos en la montaña rusa. Después alquilamos un coche de caballos y un coche de la película del coche fantástico. Todo lo encargamos para ir a Hollywood y conocer a todos los famosos. Vimos el rodaje de una serie de televisión. Eran muy simpáticos y nos invitaron a comer con ellos. Paula.
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Al abrir mi armario me encontré un agujero extraño. Al tocarlo me cogieron la mano y me asusté, pero me puse muy contento al ver que era Doraemon, mi gato preferido. Me puse el gorrocóptero y fuimos volando a Disneyland París. Allí me monté en la montaña rusa y estuve viendo a Peter Pan en el País de Nunca Jamás, al ratón Mickey Mouse y a su novia Minnie, a Phineas, Ferb y Perry el Ornitorrinco y a muchos más personajes. Doraemon y yo estábamos muy cansados y decidimos volver a casa. De camino, como habíamos estado todo el día andando, fuimos a comer a un restaurante chino. Comimos rollito de primavera y fideos chinos. Cuando llegué a casa me despedí de Doraemon y se lo conté todo a mi madre. Mario.
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Me llevé una gran sorpresa al abrir el armario porque el lugar al que yo siempre he querido ir estaba dentro: ¡Disneyland París! Era estupendo, y me encontré con ¡mi prima Karen de Barcelona! Ella y yo nos montamos en una noria, en una casita de chocolate, en un palacio e incluso nos hicimos una foto con Mickey y Minnie. Visitamos todo el recinto. Vimos al pato Donald, al Gato con Botas, a la princesa Blancanieves, a los siete enanitos y al coche Rayo McQueen, de Cars. Comimos en el restaurante de Ratatouille. Estaba todo riquísimo. Para finalizar el viaje nos dimos un paseo en la carroza de Cenicienta. Me despedí de mi prima Karen. Estaba deseando volver para contárselo a mi mamá y a mi papá. Les encantó la historia. Marta.
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Cuando abrí la puerta del armario mágico noté que al otro lado se escuchaba mucha gente hablar y gritar. Cuando entré dentro decubrí que me encontraba en Disneyland. Era todo muy bonito y muy grande. Yo no quise contárselo a nadie para que esto fuera realidad. Además quería que toda mi familia y mis amigos estuviesen allí. Cuando me di un paseo para mirar aquello vi a mis amigos que me estaban esperando para montarnos en todas las atracciones. Nos divertimos muchísimo y nos reímos. Nos montamos en todo lo que había y nos fuimos comiendo chuches y helados por todos los puestos de chucherías que había. Allí estuvimos hasta que nos cansamos y volví de nuevo a mi habitación. Antonio José.
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II El bosque del millón de huellas
Hace ya unos años descubrí un bosque cercano a mi casa con muchos árboles. Nunca me había acercado tanto como el otro día y cuál fue mi sorpresa cuando vi miles de pequeñas huellas que se adentraban en él. Este fin de semana entraré y seguiré las huellas para ver…
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Toda la semana he estado esperando al sábado porque mi padre me va a llevar de excursión al bosque para seguir las huellas que vimos el otro día. Cuando sonó el reloj yo ya estaba despierto y fuimos a la cocina a preparar la mochila. Echamos bocadillos, zumos, caramelos y pipas. Nos montamos en la bicicleta y nos pusimos en marcha. Después de un rato pedaleando entramos en el bosque. Como había llovido, las huellas estaban marcadas en el barro y fue más fácil seguirlas. Poco después vimos un pequeño poblado de gnomos. Eran pequeños como una lata de Coca-Cola y su piel era azul. Cuando nos descubrieron nos rodearon creyendo que éramos enemigos. Se me ocurrió abrir la mochila y sacar los caramelos. Los partí para repartir los trozos. Se los di a los gnomos y les gustaron. Entonces supieron que éramos de confianza y se comieron entre todos la comida. Les prometimos que no se lo íbamos a decir a nadie y que el sábado siguiente íbamos a volver con más caramelos. Manuel R.
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El sábado me levanté muy temprano y desayuné rápido porque estaba deseando irme al bosque. Fui siguiendo las huellas más pequeñas y se acabaron en una casita de árbol. Miré por una ventanita y vi una mesa y unas sillas pequeñísimas, pero no había nadie. De repente se abrió la puerta y me llevé una gran sorpresa cuando empezaron a salir unos enanitos con herramientas en las manos. Les perseguí sin que me vieran porque no quería asustarlos. Me llevaron hasta una mina de diamantes. Entré y cuando me vieron se asustaron, pero les dije que quería ser su amigo. Me dieron unos pocos diamantes y me alimentaron. Cuando me iba a ir no querían que me fuese porque se hicieron muy amigos míos. Les prometí que volvería. Mario.
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Cuando llegué al final del bosque había un laberinto. Lo crucé y al final me encontré a un gatito, a un caballo y a un perrito. Me asusté mucho, pero me dijeron que no me harían ningún daño. Entonces me dijeron que estaban buscando a su dueño, que era muy bueno, y que un día estaban en una fiesta con él y con sus amigos y se despistaron y se perdieron. Después, al día siguiente, empezaron a buscarlo pero no lo encontraban. Había otro laberinto, pero no se atrevían a cruzarlo, hasta que llegué yo y les ayudé a encontrar el camino y allí estaba el dueño. Se puso muy contento y me dio un aperitivo que estaba muy rico. Me despedí. Estaba deseando volver a casa. Marta.
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El bosque y los animales Hace ya muchos años descubrí que detrás de mi casa había un bosque con muchos árboles con frutos de muchos tamaños. Nunca me había acercado mucho, pero el otro día me acerqué y vi miles de pequeñas huellas que se adentraban en él. Así que pensé que este fin de semana entraría para seguir las huellas y saber de qué animales eran. Llegó el fin de semana y entré en el bosque. El primer animal que descubrí fue una comadreja. Era preciosa. Seguí buscando y encontré muchas ardillas en unos pinos. Recogí algunas flores para mi madre y me fui a casa. Pensé que volvería al bosque todos los fines de semana. Almudena.
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Las huellas de oso Voy a ver quién ha hecho esas huellas. Me adentré en el bosque y seguí las huellas. El camino era muy largo, pero... por fin llegué al final y descubrí que esas huellas eran de oso. Al principio los osos me gruñeron pero al final se hicieron mis amigos. Iba todos los días a verlos. También iba a llevarles comida y agua. Y también al final, antes de irme, jugaba con ellos a la pelota, al palo, a escalar, a los crispis, etc. Me divertía un montón. Un día llamé a mi hermana y fuimos las dos. Celia.
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Mil huellas Érase una vez una pobre familia que vivía en el campo. Una vez el padre de la familia, que se llama Antonio, fue a por un poco de leña en la parcela de árboles que tenía en el campo. Pero aquello no era normal. Tenía en el suelo un montón de huellas gigantes. Siguió las huellas hasta llegar a una gran cueva con una puerta de granito imposible de abrir. Antonio intentó abrir la puerta pero no surgió nada. Al día siguiente también lo intentó, pero antes de irse salió un pequeño duendecillo verde con unos pies del tamaño de una puerta diciendo: – ¿Quién eres tú? – Soy Antonio – responde Antonio. Los dos fueron amigos para duendecillo se fue a vivir con ellos.
siempre
y
el
Pablo.
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Cuando era sábado me puse en marcha. Preparé una mochila con algunos alimentos y agua. Comencé el camino siguiendo las huellas para ver de qué animales eran. Cuando llegué al final de las huellas escuché algunos ruidos y me escondí detrás de un árbol para ver de qué se trataba. Entonces vi a dos animales que eran un oso pequeño y un gato, que estaban dando un paseo. Abrí mi mochila y les di comida a los dos. Se hicieron amigos míos y estuvimos todo el sábado jugando, corriendo y comiendo hasta que llegó la noche, que tenía que volver a casa. Mis dos amigos me acompañaron a casa y todos los sábados nos veíamos allí. Antonio José.
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III El último unicornio
Cuenta la leyenda que un joven rey con ganas de poder mató en su reino al último unicornio. Una gran maldición cayó sobre sus súbditos y fue obligado a pasar tres pruebas para probar su valía como rey...
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La primera prueba fue luchar contra el dragón más poderoso que existía, pero el rey tenía una fuerza impresionante y a los diez minutos de lucha con el dragón cogió una roca gigantesca, la lanzó sobre él y lo aplastó. En la segunda prueba tenía que salir del palacio y pasar un día entero con la gente humilde, sin comida en abundancia y sin comodidades. Fue un día muy duro para el rey, pero al final mereció la pena porque conoció mejor a sus vecinos. Y la tercera prueba fue la de más esfuerzo: tenía que arrancar una espada hincada en una roca grande. Le costó mucho trabajo porque por mucho que lo intentaba no podía sacarla de la roca hasta que tomó toda su fuerza y lo consiguió. Y así recuperó su valía como rey. Mario.
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Una de las pruebas fue dar todas sus riquezas a los pobres de su reino; otra, enamorarse de una joven campesina, y por último, salvar a todos los inocentes condenados. El joven rey no sabía si podría conseguir todas las pruebas pero sin duda lo intentaría. Cuando entregó sus riquezas conoció a una joven campesina y desde que la vio se enamoró de ella. Juntos fueron al castillo y hablaron con sus soldados para que liberaran a los inocentes que estaban condenados en las mazmorras. Se sintió tan satisfecho que se dio cuenta de que el poder no le hacía tan feliz como creía. Al siguiente día se dio cuenta de que una potrilla tuvo como hijo a un unicornio. El rey prometió cuidar al unicornio como a su propio hijo. Almudena.
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La primera prueba era pasar toda una noche durmiendo solo en un bosque donde había unos animales muy peligrosos. El rey pasó al principio un poco de miedo porque oía muchos ruidos raros y otros conocidos de animales que podían comérselo, pero el rey estuvo toda la noche despierto hasta el amanecer. La segunda prueba fue estar todo un día en la cárcel de su reino, en la muralla de su castillo, con asesinos, enfermos y gente peligrosa, pero el rey pasó el día como uno más trabajando donde le ordenaban y obediente. La tercera prueba y la peor era subir andando y descalzo una montaña para ver a un monje, que sería el que daría por terminada la maldición y que diría si el rey podría seguir reinando o no. El monje, cuando lo vio llegar, se quedó sorprendido de él y levantó la maldición a todos los súbditos de su reino. María H.
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La primera prueba fue que tenía que escalar una torre de espinas sin ningún material. Aún así lo consiguió. La segunda fue que tenía que dibujar un unicornio corriendo en un prado verde contra un dibujante perfecto, casi igual que Pablo Picasso pero más bueno todavía, y lo consiguió. Y la tercera fue que tenía que ir a una cueva y aguantar tres días sin salir, tomando nada más que agua y pan, y lo consiguió. Se encontró con un caballo parecido a un unicornio y le dio tanta pena que se puso a llorar y a llorar y le rezó a Dios para que le diera el último unicornio que había matado. Se arrepintió tanto y rezó tanto que se lo dio y se alegró muchísimo. Así que a todos los animales que veía les daba un rico banquete. Marta.
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Según la leyenda, por la cobardía de matar al unicornio tenía que superar tres pruebas para seguir siendo rey. La primera era que jamás volvería a montar un caballo. La segunda era repartir su tesoro a todo su reino. La tercera era que tenía que subir la montaña y matar al dragón. El rey solo repartió una parte de su tesoro y la otra parte la escondió. Emprendió el viaje a la montaña, pero cuando estaba agotado vio un caballo y lo robó. Cuando llegó a la cueva del dragón, este escupió fuego. El caballo se alzó y el rey cayó, se dio en la cabeza y murió. Así se cumplió la maldición del unicornio, por hacer trampas con las pruebas. Manuel R.
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Las tres pruebas fueron las siguientes: la primera fue cruzar un puente sin baranda; la segunda, luchar con un gran dragón de piel roja y la tercera y última, cruzar el puente luchando con el dragón de piel roja. El rey ganó nada más que dos pruebas y el reino no sabía si aceptarlo como rey. A la mañana siguiente el reino tuvo una idea: tenía que repetir otra vez la prueba de cruzar el puente luchando con el dragón de piel roja, que fue en la que perdió. Ya era la hora de realizar la prueba y toda la gente estaba nerviosa. Al final el rey ganó y reinó durante muchos años. Pablo.
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IV Extraterrestres en mi colegio
Esta maĂąana te has levantado muy temprano para completar tus deberes e ir al colegio para hablar con tu maestro tutor. Has llegado el primero y cuando has ido a la sala de los maestros en busca del maestro PiĂąa te has dado cuenta de que todos los maestros eran extraterrestres...
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Esta mañana me levanté muy temprano para terminar mis deberes e ir al colegio porque necesitaba hablar con el maestro Piña ya que mi madre decía que necesitaba dar un repaso de Conocimiento. Al entrar en el colegio me di cuenta de que había llegado la primera. Fui a la sala de los maestros para buscar a mi maestro y al abrir la puerta me di cuenta de que todos los maestros eran extraterrestres. Me asusté mucho y salí corriendo a contárselo a mi madre, pero mi madre no estaba, así que me fui a mirar por la ventana y vi como los extraterrestres se estaban marchando y descubrí que los verdaderos maestros estaban encerrados en el baño y les ayudé a salir. Los maestros y maestras se pusieron muy contentos. Después llegaron mis compañeros de clase, la nave se fue y pudimos empezar las clases. Almudena.
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Cuando entré y vi las caras tan redondas y con un solo ojo me quedé inmovilizada y tuve que pellizcarme para ver que todo era verdad y no estaba soñando. Pero al fin y al cabo daba lo mismo, porque todos seguían siendo maestros, tan solo que en vez de mirar con dos ojitos miraban con un solo ojo, en vez de explicar con la boca lo hacían con sus dos antenitas. Por lo que sí sentía mucha curiosidad era por el montón de brazos que tenían. Todos les servían: uno escribía, otro sacaba y otro borraba y extraterrestre, extraterrestrada, me quedé asombrada. María M.
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Cuando llegué al colegio en el patio había unas naves de colores. Entré en la sala de profesores y vi al maestro Piña. Tenía un solo ojo, dos antenas y unas manos que le arrastraban por el suelo. Era de color azul y no tenía ropa. Caminaba saltando y de vez en cuando sacaba su lengua y se comía las moscas. Cuando me vio me dijo: “Pbuh, phub” (que significa “¡Qué mal habéis hecho el examen!”) Después fuimos a la clase y me di cuenta de que mis compañeros eran iguales que el maestro. Miré a mi derecha y vi una mosca grandísima. Lancé la lengua antes que mi amigo Álvaro (estaba rica) y me fui saltando hasta mi pbuh (silla). Manuel R.
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Yo salí corriendo pero vinieron más maestros y me cogieron y me dijeron con una voz muy rara: “Vivimalala” (que significa “Vamos a transformarlo en uno de los nuestros”). Me llevaron a una sala en la que había muchos niños. Cogieron a uno y lo sentaron en una silla en la que arriba había una máquina. Le pusieron un casco y lo convirtieron en extraterrestre. Cuando fueron a por mí me sentaron en la silla, me pusieron el casco, empecé a moverme y descubrí que era mi madre que me estaba llamando. Fui al colegio asustado y cuando llegué... ¡era mi maestro Piña! Álvaro P.
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Me quedé asombrado cuando vi a aquellos seres extraños y dudaba si eran los maestros o qué clase de criaturas eran, porque en realidad quienes deberían estar en la sala de los maestros eran los maestros. Entonces me pellizqué porque creía que estaba soñando. Pero, ¡oh, no!, porque en ese momento uno de ellos se acercó a mí. Parecía el maestro Piña, pero vestía un poco raro. Tenía antenas y pistolas galácticas. Yo me asusté mucho pero en ese momento me habló y me dijo: “Juan Manuel, no tengas miedo, que soy el maestro Piña y queremos gastar una broma a los alumnos.” Juan Manuel.
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V La caja parlanchina
Esta mañana estaba caminando por el jardín de mi casa y he visto una caja cerca de la valla. De repente, he oído una voz que me decía: – ¡Ayúdame a salir de aquí!
Para mi sorpresa la voz salía del interior de la caja...
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Salí del jardín, cogí la caja, la metí en mi casa y la abrí. Era un enano con un solo ojo como si fuera un cíclope, pero tenía en los brazos una especie de muelle, las manos amarillas y un pincho en cada pie. Me dijo que él vivía en otro mundo y que no sabía cómo había llegado hasta aquí. Me preguntó si yo quería ser su amigo y si se podía quedar en mi casa hasta que encontrara la forma de llegar hasta su mundo. Yo le dije que sí podía ser mi amigo, pero yo le haría una casa porque si se quedaba en mi casa mi madre me mataría. Nos hicimos muy amigos y al cabo de dos o tres meses se fue. Me dio mucha lástima, pero él echaba de menos a su familia y no lo volví a ver. Miguel Ángel.
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Cuando la vi estaba llena de polvo. Se había perdido en la mudanza de algún viejo trastero. Me di cuenta de que la voz salía de la caja: “Manuel, Manuel,...” ¡Me estaba llamando por mi nombre! Cuando la cogí me dijo susurrando: “Soy un genio. Si golpeas la tapa me pondrás en libertad y a cambio te concederé un deseo.” Me pareció interesante y la golpeé. Inmediatamente la caja explotó pero no me hizo daño, formó una gran humareda y cuando se fue apareció un genio que flotaba en el aire. Era muy delgado, con un ojo azul y el otro rojo y un bigote. Me dio las gracias y me dijo que pidiera un deseo, que me lo concedería. Le pedí que se acabasen las guerras para siempre y que los niños fueran felices. Él me dijo: “Manuel, eso son dos deseos, pero por no haber sido egoísta te los concederé.” Y desapareció. Manuel R.
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Me extrañó mucho porque en esa caja tan pequeña no podía caber una persona normal, pero alguien dentro de la caja seguía pidiendo ayuda. Decidí abrirla, aunque tenía un poco de miedo, y me llevé una gran sorpresa al ver que dentro había un duende. Era muy pequeño y estaba asustado. Lo cogí y cabía en mi mano. Mientras hablaba con él fuimos dando un paseo por el jardín. Me contó cómo había llegado a la caja. Me dijo que vivía con su familia en un jardín cerca del mío, pero un gato empezó a correr detrás de él y, asustado, se metió en la caja y que cuando el gato se fue, él no podía salir. Entré en mi casa con el duende y le di de comer. Luego lo llevé a su casa con su familia. Mario.
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Yo estaba muy extrañado y me acerqué a ver un poco lo que había y no había nada. Era la hora de regar el jardín y aparté la caja hacia un lado y no sucedió nada. Al día siguiente, por la tarde, abrí la caja y no había nada. Ya no sabía qué hacer con la caja, pero no podía tirarla porque quería descubrir qué era eso que hablaba. A la mañana siguiente abrí la caja y me encontré un niño con tres ojos, orejas de elefante y unas gafas. Me hice su amigo y lo mantuve en secreto para mi madre hasta que me descubrió. Pablo.
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Continúa la historia. Volumen 1.
Me asusté porque jamás pensaba que una caja pudiera hablar. Le pregunté que quién era y me dijo que una bruja le había hecho un hechizo y lo había convertido en caja. También me dijo que él era un niño rico y siempre conseguía lo que quería, pero que ahora estaba asustado. Yo le pregunté cómo podía ayudarle y no supo contestarme. Por fin me di cuenta de que era mi amigo Mario, que me estaba gastando una broma. Los dos nos pusimos a jugar y ya no nos acordábamos de la caja y cuál fue nuestra sorpresa cuando la caja empezó de nuevo a hablar. Álvaro P.
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VI La cueva de los mensajes
Este verano, de vacaciones en el bosque, descubrí una cueva que tenía muchos carteles en la entrada. ¿A que no sabéis lo que ocurrió?
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Cuando estábamos en la entrada de la cueva, mi primo Rubén y yo vimos que había cuatro carteles. El primero decía: “¡Estás loco!” Qué raro, ¿loco por qué? En el segundo ponía: “¡Peligro!” ¿Peligro por qué? El tercero exclamaba: “¡No pasar!” ¿No pasar por qué? Y en el último se podía leer: “¡Solo para valientes!” Nos miramos mi primo y yo, y como somos valientes, entramos. Dentro había un tesoro de chucherías: caramelos, gusanitos, etc. Pusieron los carteles para que los niños no descubrieran el tesoro. Manuel R.
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Este verano, en mis vacaciones en el bosque, a lo lejos vi una cueva que tenía muchos carteles en la entrada. No quería entrar porque los carteles me asustaron mucho, pensaba que en la cueva había un oso o algo parecido. Fui corriendo a contárselo a mi padre, que es muy valiente, y me dijo que no me arrimara a la cueva porque podría ser peligroso, que él había estado allí y había visto un oso enorme y seguro que dentro había más. Así que le haré caso a mi padre y no volveré por allí. Almudena.
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Pues no hice caso a los carteles y entré dentro de la cueva porque no sentía miedo de lo que allí me podía encontrar. Había muchas galerías en muchas direcciones. Me adentré en una de ellas que era muy estrecha y corría el agua por las paredes y había muchas piedras resbaladizas. Empecé a sentir un poco de miedo, pero a pesar de todo seguí adelante y al final de la galería había una habitación muy iluminada por el sol que entraba a través de las grietas de las paredes. Juan Manuel.
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Estábamos dando un paseo por el bosque mis amigas y yo y llegamos a la entrada de una cueva. La cueva no es que nos diera miedo, pero los carteles que había fuera sí porque decían: “¡Peligro!”, “¡No pasar!” Nosotras nos asustamos. Después de estar un rato hablando decidimos entrar porque una de nosotras llevaba una linterna en la mochila. La cueva estaba oscura, oscura y las paredes de la cueva estaban llenas de telarañas. Nosotras, cada vez más asustadas, seguíamos andando y de pronto escuchamos un ruido. Nos quedamos quietas y empezamos a chillar. De repente apareció una luz al final de la cueva y pensábamos que era la salida, pero cuando nos acercamos vimos que era un hombre con una gran linterna. El hombre puso esos carteles fuera para que nadie entrara ya que no tenía casa y estaba viviendo en la cueva. Así que nuestra aventura acabó haciéndonos amigas de Pedro, el hombre que vivía en la cueva. María H.
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VII La máquina del tiempo
Si tuvieras una máquina del tiempo, ¿dónde viajarías?, ¿qué harías allí?, ¿se lo contarías a alguien? Si yo tuviera una máquina del tiempo...
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...iría al futuro para ver cómo sería mi vida con diez años más. Tengo diecinueve años y estoy estudiando la carrera de abogado en la Universidad de Sevilla. Vivo en un piso con unos compañeros y los fines de semana vuelvo a La Puebla de Cazalla, donde tengo mi casa con mis padres y mi hermano Juan Manuel, porque mi hermano Dani se ha casado y vive con su mujer en otra casa. Tiene un bar de copas y los fines de semana trabajo con él, para poder pagar el piso. Intentaría ganar dinero con el trabajo de abogado y pondría un negocio para que a mi familia no le faltara el dinero. Todo esto se lo contaría a mis padres. Mario.
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...viajaría a la Prehistoria e intentaría acercarme a los dinosaurios para conocer sus costumbres. Mi preferido es el triceratops, que es parecido al rinoceronte pero mucho más grande. Tenía tres cuernos y un volante en el cuello. Para poder verlo tendría que retroceder en el tiempo sesenta y ocho millones de años. Se lo contaría a mi padre porque a él le gusta mucho la historia. Pero antes de viajar tendríamos que comprobar cómo funciona la máquina, porque en aquella época no había combustible y si nos quedásemos sin combustible nos quedaríamos allí para siempre. Manuel R.
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...viajaría a un lugar muy bonito donde todo tenga vida y no exista la guerra, a un paraíso muy hermoso. Allí viviría toda la vida e invitaría a mis amigos más preciados y a mi familia. Además de vivir en ese hermoso y maravilloso lugar, le pondría un nombre, igual de bonito que este lugar. Le pondría unos castillos para vivir, en vez de casas. Cuando volviera a La Puebla de Cazalla repartiría invitaciones explicando dónde vamos, cómo es aquello, a qué hora saldríamos... A las cuatro y media despegaríamos rumbo a mi planeta. Abecidari sería el nombre que le pondría como alcaldesa. Yo esperaría que cuando la gente llegase se alucine igual que yo lo hice. Esto sería en el futuro porque todavía, por ejemplo, los libros no tiene vida y como dije al principio viajaría a un lugar muy bonito donde todo tenga vida. Lorena C.
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...me gustaría mucho ir al futuro para ver cómo ha cambiado todo y para ver las cosas nuevas que se han inventado. Dejaría la máquina en un lugar seguro donde nadie la pudiera encontrar porque si la encuentra alguien y cae en malas manos podría cambiar el futuro o el pasado y eso no sería nada bueno. Después de ir al futuro volvería a mi casa y se lo contaría a mi madre para que ella me dijese lo que tendría que hacer con la máquina, si me la podría quedar, dejarla donde estaba o dársela a alguien para que la estudiara. Así haría lo correcto. Almudena.
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...iría a todas partes y a todas horas. Especialmente a la época de los dinosaurios y a ver cómo sería yo dentro de diez años. En la época de los dinosaurios nada más que había tierra y montañas. También había toda clase de plantas y muchos dinosaurios como el tiranosaurio rex. Había una manada de dinosaurios muy rara, pero eran inofensivos. Después me vi dentro de diez años. Estaba en Triana, Sevilla, viendo salir las Tres Caídas. Era muy tarde y me fui a dormir a mi casa. No podía contarlo a nadie, pero eso es cuestión de decidirse. Al final decidí contarlo a toda la gente. Me desperté y me di cuenta de que era un sueño. Pablo.
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Índice Introducción......................................................3 El armario mágico.............................................5 El bosque del millón de huellas.......................13 El último unicornio..........................................23 Extraterrestres en mi colegio.........................31 La caja parlanchina.........................................39 La cueva de los mensajes................................47 La máquina del tiempo....................................53
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Alumnos y alumnas de Cuarto B. Curso escolar 2011/2012.
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