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DOÑA DIANA MARIA SEPULVEDA RAMIREZ
QUE TIEMPOS AQUELLOS DE ANTES
"Yo recuerdo que la vereda Barro Blanco era una cosa hermosa. Yo hubiera querido que a mi hijo le hubiera tocado una época como esa. No existía celular, tampoco el computador, la vida era tranquila. Uno almorzaba sentado con los papás, todos juntos comiendo, jugando y divirtiéndonos. Creo que esa fue la mejor época de mi vida. La escuela quedaba a 10 pasos de mi casa. Incluso para ir a ella, no necesitaba salir a la calle, pues, no era sino cruzar la huerta y estar allá, muchas veces por las carreras, le pisaba lechugas a papá”.
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De sus recuerdos podemos hacernos una idea precisa del contexto donde creció. Cuando sus padres se casaron fueron a vivir a Abreo, a la finca del abuelo. En ese tiempo, su madre quería ser mayordoma, hasta que un día resulto y se fueron de mayordomos en una finca. Así fue como su familia, salió a vivir allá, por eso casi todos nacieron en la vereda Barro Blanco. Allá fue creciendo la familia, y durante 16 años permanecieron en este lugar. Cuando salieron de Barro Blanco, regresaron a vivir nuevamente a Abreo, eso fue como en 1985.
"Esta finca era un monte, era un lotecito grandecito, eran como tres hectáreas. Mi papá ya se la había comprado al abuelo. Este terreno, dicen que lleva unos 150 años en la familia. Paso de manos de mi bisabuela a manos de mi abuelo y ahora está en manos de mi papá. El la compro a punta de trabajo.
Cuando llegamos de Barro Blanco, aquí en Abreo, había una casa vieja de tapias. La cocina era llena de hollín, eso era una cosa feísima. En ese momento éramos mi papá, mi mama y mis cuatro hermanos. Todos dormíamos en dos piezas, había una cocina y un bañito chiquito, donde nosotros entrabamos de lado. Luego, mi papá empezó a construir.
Mi papá empezó a preparar terrenos para los cultivos: kikuyo para las vacas y una huertica. Mi papá siempre ha sido agricultor. Toda la vida se ha dedicado a eso. El aprendió mucho como mayordomo y en todos sus trabajos, ese aprendizaje le sirvió mucho. Fue proveedor de legumbres mucho tiempo a los grandes supermercados".
Diana tiene los más hermosos recuerdos de lo aprendido con su padre. El en todos los sentidos ha sido su héroe, su maestro, su guía y su sostén. De su padre admira su tenacidad, su trabajo, su fuerza constante y su saber. De su padre comprendió lo maravilloso que es la vida en el campo, de lo mucho que se puede hacer con los recursos que se tienen y ante todo, de la manera como se pueden aplicar los saberes aprendidos para alcanzar con lentitud el bienestar y la comodidad que da el trabajo bien aplicado.
“Mi papá para mí ha sido el amor de mi vida. Él ha sido un hombre amoroso y entregado a su familia. Un hombre muy trabajador. Yo me enamore de todo lo que él hacía. Mi papá es un hombre muy echado pa´ delante. Yo digo, que lo que yo soy, es todo por mi papá. Yo aprendí desde muy niña estando al lado de mi papá. En esta casa somos tres mujeres y un hombre. Pero mi papá dice, si esta muchachita hubiese sido un hombre, no hubiera sido tan guapa. Yo aprendí a hacer cosas, voliaba plana, a barrer, a guadañar, a castrar cerdos, a ordeñar. Todo eso lo aprendí con él. Eso me gustaba mucho. Yo considero que la vida del campo es lo mejor, de lo mejor, que me ha podido pasar en mi vida".