LAS CUATRO ESTACIONES
LAS CUATRO ESTACIONES - ARTURO CARRERA -
II QUIテ選HUAL (verano)
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Población: 10 habitantes.
Denominación: Su nombre proviene del arroyo homónimo, que surcaba las tierras donde funcionaba la estación ferroviaria. Situación Geográfica: 37° 49' Latitud Sur -61° 38' Longitud Oeste. Se encuentra a 7 km. de la RP No 76, al SE del Parrido. Distancias: 57 km a Coronel Suárez. Luego de ser inaugurada la estación ferroviaria, se asentaron en sus inmediaciones algunos habitantes que basaban su economía en tareas rurales. La localidad de Quiñihual contaba en la década del 40 con varias viviendas, la Escuela No 21, Destacamento Policial, comercios de diversos rubros y herrerías. Luego del cierre de los servicios ferroviarios se produjo un significativo despoblamiento del lugar. Sólo funciona en la actualidad un antiguo almacén.
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Quiñihual
I Aquí tampoco hay nadie.
Aquí tampoco hay nadie.
Es como un rastro que el rastreador dibujara, el vestigio de un cuenco que no supimos comprender y ahora es nuestra biografía.
Un rancho de adobe y paja, y juguetes agrarios. y palas y tractores y magnetos de miniatura, y utensilios para vestir caballos y para hacer de su eficacia un efímero don , una travesía que nunca compartiremos más que adentro de un sueño.
...y hablarlo deberías, despierto en pleno comentario, cuando la enjambrazón se mudara de un panal a otro, a otro corazón que se azucara en lo oscuro.
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Y en el poema más burdo y en el más sutil entrara como al descuido una lista de pequeñas ofrendas y detalles felices,
las croquetas deliciosas, su pasión peronista, ¿cosas que no tienen que ver? ¿Ajos y zaftros otra vez en el barro?
y su risa loca cuando miraba mis dibujos con la fragancia de aquel polvo Coty muy cerca de mi cara
y su metro y su rima en mí después, entre vibrantes corpúsculos —su lápiz-tinta violeta que yo mojaba para que ensuciara...
Ella puede elegir el lugar ahora, adivinar el vacío, la vida donde aparece;
y todos nos reímos; todavía nos reímos
...con la voz de los besos que anhelamos nos reímos. 11
Aquí tampoco hay nadie
y sin embargo hay alguien.
El campo vierte nostalgia como la crilladora granza en una ola a cuya sombra viajamos dormidos.
Atravesé el puentecito del arroyo y aquí mi padre o me asesina o me mata.
Antes, de niño, lloraba; y él preguntaba: ¿qué te pasa? Nada, nada papá, respondía.
lloraba por mi muerte anticipada en manos de mi padre —anticipado:
paternidad, paternidad, “instituciones mínimas” de maternidad.
¿en qué nave de excesiva locura estoy sin conocerme? 12
Desmantelaron todo
Ellas charlan y se ríen bajo el bullicio de los álamos.
Los viejos corren hacia la barranca, los chicos siguen dando gritos. Pero fingen no encontrarme, no verme, no hablarme en este sueño y sin embargo, detrás de las mamparas de hierro y de los vidrios de colores, bañan en una tina salpicando y gimiendo a los mellizos de una misma cara.
Desde lo invisible a todo llego tarde
...en la alegría del verano que vibra y se resquebraja los ojos de una madre que no obtuve y conocí en lo invisible
su imperceptible fuente;
Las cosas dicen ¡no!¿Para qué decirnos? 13
Nuestro corazón late por su cuenta. Nuestro juicio es más flexible y claro.
Se agrava en diferentes estilos un destino que parece “piedad”:
quiere hablar de su paso por una estación efímera y dice Quiñihual. El nombre de un arroyo sereno, el nombre de Uno —pato enorme, orgulloso macá, o el improbable cacique de los amoríos...
En esos corredores de humo verde y desde las barrancas jugábamos... escribiendo borrando y enfrentando los gerundios movedizos.
Asidos al desdén como deseo. Y a sólidos cuerpos instantáneos como a impalpables esferillas. Jugábamos.
¿Era eso el verano?
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Siesta
última aventura invisible de la belleza conocida
la lentitud te pide que hables, que hables,
que la íntima seguridad se vuelva un día comentado,
la palabra de ese día.
Ya mismo querías saber cómo te ponían en el tren, qué le decían al guarda para que te bajara allá. Cómo era la voz que después te decía: ¡llegaste!
y cada viaje desenterraba apenas algo que ya se olvidaba. Justo aquí, como en todas partes, y lo que un niño decidía era más que un adulto de plomo e iridio, más que su locura entre los gritos de los chimangos.
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Nada de palabras sino sensaciones desprendidas de la luz de la luz. Tal como ahora sus recuerdos en el coro inmenso de los murmullos agudísimos.
Y en el intervalo, en sordina, alguien parecido al sol venía a mirarnos; ¿llorábamos?
¿quién abría la puerta del Hospital de los Inocentes?
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PP