La iglesia de Rosario se movió de un
extremo a otro de la ciudad; este año
cumple sesenta en su nueva ubicación
FRANCISCO CHIQUETE
Este templo tiene más de 250 años de existencia y tiene también una hazaña: haber cruzado la ciudad. Sus sólidos muros, los angulosos quiebres de sus perfiles y los caprichosos detalles de su portada no siempre estuvieron aquí: en 1934 fue necesario desmontarlo de su sitio original porque el piso se hundía.
Se requirieron más de veinte años para reedificarlo. Los bloques de cantera que cubrían sus paredes fueron cuidadosamente numerados y depositados en un sitio a prueba de hundimientos, mientras se reunían fuerzas y dinero para reconstruirlo.
Esta bella iglesia, elegante, costosa aun para su época -la terminaron en 1759-, surgió de las minas, del oro que aquí se produjo ininterrumpidamente y en abundancias desusadas desde 1655 hasta la primera mitad del siglo XX. Esas mismas minas lo obligaron a cambiar de domicilio, pues un día la decad