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PLAN DE INTERVENCIÓN FAMILIAR EN EL PROCESO DEL DUELO MARÍA JOSÉ SALAZAR OCTUBRE - 2017 PSICOONCOLOGÍA – POLIESTUDIOS DUELO
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El duelo es un proceso normal el cuál todas las personas hemos experimentado más de una vez; el ciclo normal de la vida comprende en nacer, crecer y morir, en esa medida sabemos que la muerte es una parte natural de la vida del ser humano pero experimentarla puede conllevar varios procesos emocionales con los cuales no podemos lidiar de una manera sana y es preciso saber reconocerlos para poder aceptar la pérdida y adaptarse a la nueva vida sin el ser querido. Durante el proceso de duelo se pueden presentar varias manifestaciones emocionales y sentimientos considerados normales, por ejemplo:
SENTIMIENTOS
SENSACIONES
CONDUCTAS
PENSAMIENTOS
Soñar con la persona
Incredulidad
la
fallecida Evitar recordatorios
Confusión
al
del fallecido Suspirar
Preocupación
Llorar
Alucinaciones
FÍSICAS Tristeza
Opresión en el pecho
Enfado
Opresión
Culpa
garganta Hipersensibilidad
Autoreproche
ruido Falta de aire
en
breves
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Ansiedad
Debilidad muscular
Atesorar objetos que pertenecían
Soledad
Falta de energía
Fatiga Impotencia Alivio
Sequedad en la boca Vacío en el estómago Sensación de
y fugaces Sentido de presencia
al
fallecido Buscar y llamar en voz alta
despersonalización Insensibilidad Confusión Bloqueo
OBJETIVOS DE LA INTERVENCIÓN -Facilitar la aceptación de la realidad de la pérdida. -Facilitar la expresión y el manejo de los sentimientos que desencadena la pérdida de una persona querida. -Ayudar a vencer los obstáculos que evitan el reajuste después de pasar una pérdida. -Alentar el poder decir “adiós a la persona fallecida y sentirse confortable en el nuevo escenario después de la pérdida
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PRINCIPIOS DE INTERVENCIÓN EN EL DUELO PRINCIPIO 1 PRINCIPIO 2 PRINCIPIO 3
AYUDAR A TOMAR CONCIENCIA DE LA MUERTE AYUDAR A IDENTIFICAR Y EXPRESAR SENTIMIENTOS AYUDAR A QUE SEA CAPAZ DE RESOLVER SUS PROBLEMAS
PRINCIPIO PRINCIPIO PRINCIPIO PRINCIPIO PRINCIPIO PRINCIPIO PRINCIPIO
COTIDIANOS SIN LO PERDIDO FAVORECER LA RECOLOCACIÓN EMOCIONAL DE LO PERDIDO FACILITAR TIEMPO PARA EL DUELO EVITAR LOS FORMULISMOS INTERPRETAR LA CONDUCTA NORMAL COMO NORMAL PERMITIR DIFERENCIAS INDIVIDUALES OFRECER APOYO CONTINUO EXAMINAR DEFENSAS Y ESTILO DE AFRONTAMIENTO PARA
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PRINCIPIO 11
PREVENIR COMPLICACIONES IDENTIFICAR PATOLOGÍA Y DERIVAR
INTERVENCIÓN Tarea 1: aceptar la realidad de la pérdida Al enfrentar la pérdida, incluso cuando ésta es anunciada como en el caso del paciente oncológico, hay siempre un primer momento de shock y negación de la misma, una sensación de que eso “no ha pasado” o que ha sido un mal sueño por lo que la primera tarea de afrontamiento del duelo es entender la muerte del otro, aceptar que no va a volver para poder reconocer la pérdida. Muestra de esta resistencia a aceptar lo evidente es la impresión de “ver al otro” en algún lugar, una calle, una cafetería, etc., para comprobar luego que se ha equivocado, que esa persona no va a volver. La negación de la pérdida es un mecanismo de protección que se pone en evidencia, bien negando la realidad de la pérdida, su significado o su irreversibilidad. Hablar sobre la pérdida ayuda a realizar esta tarea que no es sólo intelectual sino, emocional. La persona que atiende al doliente para facilitar el proceso puede preguntar sobre la forma en que sucedió la muerte, qué pensó, cómo se sintió, qué hizo, si estuvo en ese momento, etc... También sobre si participó en los ritos funerarios, o si continúa visitando la tumba de la persona fallecida, etc.
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Tarea 2: trabajar las emociones y el dolor de la pérdida La pérdida del ser querido despierta sentimientos de dolor, pena, sufrimiento, rabia, culpa e indefensión que el doliente puede querer posponer para más adelante con la intención de protegerse. Pero aunque en un principio pueda parecer inofensiva esta estrategia de protección, el hecho de evitar o ignorar ciertas emociones puede perjudicar en un futuro a la persona afligida, prolongando el curso del duelo. Por tanto, se trata de sentir, identificar y aceptar las reacciones emocionales ante la pérdida para poder afrontarla. Pero algunas personas que experimentan duelos se encuentran aisladas. Los allegados a menudo no están a gusto frente a las emociones del doliente (sobre todo la tristeza y la rabia), se sienten impotentes y prefieren evitar encontrarse a la persona y hablar sobre lo que está viviendo. Sin embargo, las personas que están pasando por un duelo tienen necesidad de hablar y tener personas a su alrededor que les den apoyo y consuelo. Por ello es necesario que el profesional favorezca la expresión de los afectos del duelo. Uno de los aspectos más importantes y eficaces en este proceso es poder expresar las emociones con alguien que comprenda al doliente y le ofrezca su apoyo; de esta manera se pueden prevenir intentos de negación del sufrimiento, donde el doliente se va a resistir a sentir dolor (evitando pensamientos dolorosos del fallecido, cosas que le recuerdan a él, consumiendo alcohol o medicamentos, etc.). Dentro de las emociones asociadas al duelo, la tristeza es la más común y más aceptada socialmente; sin embargo, llorar es necesario pero no suficiente, el paso siguiente en esta tarea es que el doliente se pregunte por el significado de sus lágrimas, significado que irá cambiando a lo largo del proceso de duelo pero que aliviará a la persona porque entenderá el motivo de sentirse de esa manera. Otra emoción muy frecuente en el duelo es la rabia. La rabia puede ir dirigida al fallecido, por haberse ido o haber abandonado a la familia; a otras personas significativas implicadas en la pérdida, como son el personal sanitario, familiares o amigos; o contra sí mismo en forma de culpa o reproches por lo que hizo o lo que no llegó a hacer, etc. En este sentido es importante explorar las ideas y/o
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intentos de suicidio y la motivación para ello (deseos de reunirse con el fallecido, deseos de no querer continuar en este mundo, etc.) para adoptar las medidas necesarias si fuera preciso. Una vez expuestos los sentimientos de culpa se puede enseñar al doliente a que separe las culpas reales de las que no lo son para aprender a manejarlas, de forma que poco a poco desarrollará habilidades para diferenciar por sí mismo los sentimientos reales de los imaginarios, facilitando la desaparición de estos últimos. Un ejemplo de ello puede ser el analizar las posibilidades reales que hubo para despedirse del enfermo, disculparse, resolver conflictos personales y familiares y planificar asuntos delicados como la educación de los hijos o aspectos financieros, y si hubiera podido optar por una opción diferente. Tarea 3: adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente Esta tarea supone aprender a desenvolverse en una nueva vida, donde se renuncia a los vínculos que unían a doliente y fallecido para construir un nuevo mundo sin olvidar el antiguo, en el que se desarrollen nuevas habilidades y asuman nuevas tareas que conduzcan al superviviente a tener una vida plena. Con esta tarea se ayuda a la persona afligida a enfrentarse a los problemas prácticos de la vida y a tomar decisiones sin el fallecido; en definitiva, a asumir las exigencias del medio. El esfuerzo que esta tarea va a requerir es muy variable en función de la relación del doliente con la persona fallecida y los papeles que ésta desempeñaba. Así, cuando la persona fallecida es la principal fuente de apoyo emocional, consejo, compañía, ingresos o responsable de la organización del hogar y el doliente lo considera imprescindible para “vivir y ser feliz”, sobrevivirle supone niveles de ansiedad, dolor y desesperanza muy grandes, ya que los recursos del superviviente se ven reducidos mientras que sus necesidades siguen siendo las mismas pudiendo sentirse frustrado para satisfacer incluso las más básicas. Cuando esto ocurre, la persona se cuestiona la eficacia de sus conductas, el control que tiene sobre su vida y aumenta la sensación de baja autoestima. En otras ocasiones el doliente siente la necesidad de hacer grandes cambios en su vida para poder reajustarse (cambiar de
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vivienda, ciudad o pareja); bajo estas circunstancias es aconsejable ser precavidos y no anticipar decisiones irreversibles o de difícil resolución. Cuando sea posible es mejor posponer ciertas decisiones para un momento en que la persona esté más capacitada para pensar no sólo en el alivio inmediato del sufrimiento sino en las consecuencias que pueda tener el tomar determinadas decisiones. Tarea 4: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo El objetivo de esta tarea es amar de nuevo, retirar la energía emocional del fallecido y reinvertirla en otras relaciones para sentir afecto pleno por los demás y ser capaz de preocuparse por ellos. Esta última tarea supone situar al ser querido en un lugar especial dentro del mundo interior del doliente de forma que el recuerdo de la persona perdida se pueda activar sin exceso de emocionalidad, de manera que facilite al doliente sentir interés por otras personas o cosas. Por tanto, no significa olvidar ni sustituir al fallecido; de hecho plantearse esa alternativa puede suponer un rechazo total del doliente a finalizar el duelo, ya que puede dar lugar a despertar sentimientos de traición o desengaño por creer que el vínculo que existía entre el deudo y el fallecido no era lo suficientemente fuerte. Esta recolocación tampoco debe confundirse con el ansia de algunos deudos de ocupar rápidamente el vacío que ha dejado el fallecido ya que esto no es más que un intento de evitar el dolor que genera la pérdida y sería una defensa que impediría completar la tarea. El duelo termina sólo cuando estas tareas han finalizado y no antes, siendo un buen indicador de que el duelo se ha completado hablar de la persona fallecida sin dolor y de forma sosegada. En estas condiciones es muy difícil estimar la duración de un duelo normal aunque dos años suele ser el periodo más aceptado por la comunidad científica. No hay que olvidar que hay personas que nunca lo completan, reapareciendo el dolor y el sufrimiento por la persona querida a lo largo de su vida.
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ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN FACILITAR LA EXPRESIÓN DE LOS SENTIMIENTOS Y EXPLORAR SIN EMITIR JUICIOS Se anima al paciente a pensar en la pérdida, facilitando, con el manejo de los silencios y de las señales de que se le está escuchando y pidiendo que relate la secuencia de hechos que sucedieron alrededor de la misma y las emociones asociadas a ello, se pueden hacer las siguientes preguntas: ¿Cómo se enteró? ¿Qué estaba Ud. haciendo entonces? ¿Qué es lo que le dijeron exactamente? ¿Cómo se sintió? ¿Qué le vino a la cabeza? ¿Qué hizo? ¿Cómo se siente ahora al recordarlo? ¿Cuénteme cosas sobre cómo era…? ¿Qué hacían juntos? ¿Cómo se siente sobre todo esto?
TRANQUILIZAR La persona que enfrenta un duelo puede experimentar miedo a muchas cosas como por ejemplo miedo a hablar de la pérdida o recordar determinados hechos; en este caso el psicólogo puede manifestar su disposición a apoyar y su idea de que tal expresión no puede dar lugar a problemas incontrolables.
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RECONSTRUIR LA RELACIÓN Es de gran utilidad animar a la persona que narre su relación con la persona que falleció y facilitarle en que haga hincapié en los afectos tanto positivos como negativos que aparecerán en cada uno de los acontecimientos narrados; por ejemplo: Cuénteme como fue su vida con… ¿Cómo ha cambiado su vida desde que murió? Toda relación tiene sus altos y bajos, ¿cuáles fueron los suyos?
ESCLARECER Se trata de ayudar al paciente a desarrollar un nuevo modo de ver los hechos para lo que deben explorarse respuestas tanto afectivas como de conducta. Conviene evitar el refugio en sobreentendidos como "ya se puede usted imaginar", "lo normal", "como todos los matrimonios", "como cualquier padre", y pedir al paciente que concrete, porque nos interesa precisamente el modo en el que esto le sucedía a él o ella personalmente. En cualquier caso ayudan preguntas como las siguientes: ¿Cuáles eran las cosas que le gustaban de...? ¿Y cuáles las que no?.
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EXPLORAR LOS CAMBIOS DE COMPORTAMIENTO La exploración de los cambios experimentados tras la pérdida puede señalar dificultades en la realización de alguna de las tareas o procedimientos de afrontamiento problemáticos. ¿Cómo es su vida ahora? ¿Cómo ha intentado compensar la pérdida? ¿Quiénes son sus amigos? ¿Con qué actividades disfruta?"
TÉCNICAS -Uso de un lenguaje evocador Como la contemplación del sufrimiento de otra persona es dolorosa, las costumbres y las buenas maneras se suele pensar que el uso de términos que no evoquen sentimientos dolorosos para no afectar más a las personas que han sufrido una pérdida. En los hospitales, por ejemplo, se usan términos como exitus, óbito o, en todo caso, del verbo "fallecer" para referirse a la muerte o al morir. El uso de términos evocadores ("muerte", "perder", "viudo"...) y de tiempos verbales adecuados, facilita tanto el que el superviviente tome consciencia del hecho de la pérdida, como que contacte con sus sentimientos.
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-Uso de símbolos y objetos de vinculación. Puede ser de utilidad permitir o pedir al familiar que muestre fotos, imágenes o recuerdos del fallecido, ya que ello facilita la emergencia de los afectos en la relación. Un caso especial son los llamados objetos de vinculación. Se trata de objetos cargados con un simbolismo, a través de los cuales se mantiene la relación con la persona muerta. En ocasiones pueden dificultar completar el proceso de duelo. Pueden ser de muchos tipos: objetos que el muerto utilizó en vida, como relojes o joyas, una representación del muerto, como una fotografía o algo que el superviviente tenía a mano cuando se enteró de la noticia o cuando vio el cuerpo. Cuando existen, el superviviente necesita saber siempre exactamente donde está para no sentir angustia. Son similares a los objetos transicionales de los niños. Son diferentes de otros recuerdos, pues están llenos de mucho más significado y causan una gran ansiedad cuando se pierden. En el trabajo con personas en duelo, se puede explorar la existencia de tales objetos, preguntando qué cosas han conservado después de la muerte. Si se cree que el superviviente está utilizando algo como objeto de vinculación se debe discutir en la terapia. Puede ser útil animarle a traer estos objetos a la sesión de terapia.
-Escribir Con algunos pacientes es útil el uso de escritos porque el acto de escribir facilita el contacto con sus emociones y la búsqueda de significados. Pueden por ejemplo escribir al difunto expresando sus emociones, hacer un diario del proceso de duelo o utilizar este medio para "resolver" discusiones pendientes o decir cosas que no tuvieron ocasión de comunicar antes.
-Dibujos Es particularmente útil en niños.
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-El rol playing Es útil para facilitar la expresión de emociones y la búsqueda de nuevos significados, así como actualizar conflictos pendientes con la persona ausente. Una modalidad especialmente útil en estas situaciones es la de la silla vacía, en la que el superviviente puede comunicar al desaparecido algo pendiente imaginándolo en una silla colocada a su lado. También puede ocupar esa silla e imaginar cómo será recibido por el desaparecido lo que acaba de decir, para luego volver a ocupar la suya y continuar la "conversación".
-La reestructuración cognitiva, Se
tratan
de
analizar
asunciones
implícitas
y
diálogos
internos,
es
particularmente útil por ejemplo, para tratar con los problemas referentes a los sentimientos de culpa o responsabilidad que parecen en forma de "¿y si...?" ("si yo no le hubiera pedido que viniera, si se lo hubiera advertido, si hubiera ido yo,...). -Libro de memorias Puede emprenderse como una tarea colectiva, facilitando el que la familia entera, incluidos los niños, comparta el intento de reconstruir la relación con el ausente, reuniendo, fotos, escritos, recuerdos.
-El uso de la imaginación guiada En la que el paciente imagina al muerto, con los ojos cerrados y tiene ocasión de establecer algún tipo de diálogo con él; cumple la misma función que la técnica de la silla vacía.
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TAREAS FAMILIARES DE ADAPTACIÓN Reconocimiento compartido de la realidad de la muerte y experiencia compartida de la pérdida La comunicación familiar es vital en este proceso. Un clima de confianza, empatía y tolerancia hacia las distintas respuestas es importante. El proceso de duelo también implica intentos compartidos para colocar la pérdida en una perspectiva significativa que encaja coherentemente con el resto de la experiencia familiar y sistema de creencias. Surgen sentimientos de gran intensidad y es preciso afrontar sentimientos negativos, que, en nuestra cultura tienden a producir malestar en el otro, por lo que
con
frecuencia
son
callados
y
la
comunicación
bloqueada.
Es precisa la tolerancia ante las distintas respuestas emocionales y estar preparados para que los miembros de la familia puedan estar en distintas fases, reflejando
la
individualidad
de
las
respuestas
de
afrontamiento.
En familias donde ciertos sentimientos, pensamientos o recuerdos, son evitados en base a lealtades familiares o tabúes sociales, el bloqueo de la comunicación puede contribuir la conducta sintomática o sentimientos sintomáticos que pueden surgir a la superficie, en otros contextos desconectados de su fuente. Cuando la familia es incapaz de tolerar sentimientos, el miembro que expresa lo inexpresable puede ser excluido.
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Reorganización del sistema familiar La muerte de un miembro familiar trastorna el equilibrio familiar y los patrones de interacción establecidos. El proceso de recuperación implica un realineamiento de relaciones y redistribución de las funciones de rol necesarias para compensar la pérdida y continuar con la vida familiar. Promover la cohesión y la flexibilidad en el sistema familiar es crucial para la reestabilización. La experiencia de desorganización inmediatamente después de la pérdida puede llevar a las familias a hacer movimientos precipitados hacia nuevos matrimonios u hogares.
SUGERENCIAS PARA LOS NIÑOS EN EL PROCESO DE DUELO
-SER HONESTOS: Acompañar a un niño en el duelo significa ante todo no apartarlo de la realidad que está viviendo, los niños son sensibles a las emociones de los adultos y se dan cuenta que algo está pasando.
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-CUÁNDO Y CÓMO DAR LA NOTICIA: Aunque es muy doloroso es mejor decirles lo antes posible, buscando siempre el momento y el lugar adecuado, explicando lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras, por ejemplo: Ha ocurrido algo muy triste. --------- ya no estará con nosotros porque ha dejado de vivir… EXPLICAR CÓMO OCURRIÓ LA MUERTE Procurar hacerlo en pocas palabras. Por ejemplo: “Ya sabes que ha estado muy enfermo por mucho tiempo y la enfermedad que tenía le ha causado la muerte.” ¿QUÉ DECIR SI NOS PREGUNTAN EL POR QUÉ? Es bueno que sepan que todos los seres tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el mundo. Para los niños menores de 5 años la muerte es algo provisional – creen que la persona que ha fallecido puede volver en cualquier momento o se despertará algún día. Para que el niño entienda que es la muerte, suele ser útil hacer referencia a los muchos momentos de la vida cotidiana donde la muerte está presente como por ejemplo con los animales y las plantas. PERMITIR QUE PARTICIPE DE LOS RITOS FUNERARIOS Darle la oportunidad al niño de asistir y participar, si así lo desea, en el proceso de velación y entierro. Asistiendo a estos actos puede ayudarle a comprender que es la muerte y a iniciar de una mejor manera recomendable explicarle con anticipación
el proceso del duelo. Es
lo que verá, escuchará y explicarle
porque se realizan estos ritos. Permitirle ver el cadáver si él quiere, siempre y cuando esté acompañado de un familiar; antes que vea el cadáver explicarle donde estará, que aspecto tiene. Si el niño no quiere ver el cadáver o participar del rito no hay que obligarlos ni hacerlos sentir culpables por no haber participado. ANIMARLE A EXPRESAR LO QUE SIENTE Los niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si la
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familia acepta estos sentimientos será más fácil de expresarlos lo que ayudará a vivir de una manera más adecuada la separación.. Frases como: no llores, no estés triste, tienes que ser valiente, no está bien enojarse; pueden cortar la libre expresión de las emociones e impedir que se desahogue. En los niños la expresión del sufrimiento por la pérdida de alguien cercano no suele ser un estado de tristeza y abatimiento como en los adultos. Es más frecuente que tengan cambios de carácter, de humor, disminución en el rendimiento escolar y alteración de sueño y en la alimentación. MANTENERSE FÍSICA Y EMOCIONALMENTE CERCA DEL NIÑO Permitirle estar cerca, sentarse a su lado, abrazarlo, escucharlo, llorar con él, dejarle que duerma cerca, aunque es preferible que sea en distinta cama. Buscar momentos para estar separados, dejarle sólo en su habitación, dejarlo salir a jugar con sus amigos. Es aconsejable decirle que aunque están pasando por un momento muy triste por lo ocurrido se van a seguir ocupando de él lo mejor posible. Lo que más ayuda a los niños frente
a las pérdidas es recuperar el ritmo
cotidiano de sus actividades, el colegio, sus amigos, juegos familiares. También es bueno garantizarle el máximo de estabilidad posible. No es buen momento para cambiarlo de colegio. ESTAR ATENTOS A LA APARICIÓN DE ALGUNOS SIGNOS DE ALERTA: -Exceso de llanto en períodos prolongados. -Rabietas frecuentes y prolongadas. -Apatía e insensibilidad. -Períodos prolongados en que el niño pierde interés por los amigos y actividades que solían gustarle. -Pesadillas y problemas de sueños frecuentes. -Miedo a quedarse solo. -Comportamiento infantil durante un tiempo prolongado, como por ejemplo:
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orinarse en la cama, hablar como un bebé. -Frecuentes dolores de cabeza solos a acompañados de otras dolencias físicas. -Imitación excesiva de la persona fallecida y expresiones repetidas de la voluntad de reencontrarse con él/ella. -Cambios importantes en el rendimiento escolar o no querer ir a la escuela. La presencia prolongada de algunos de estos comportamiento puede indicar la presencia de depresión o de un sentimiento de dolor que nos e ha resuelto adecuadamente; es necesario acudir a un profesional para que evalúe la situación, facilitar la aceptación de la muerte y brindar asesoría familiar para el proceso del duelo.
SUGERENCIAS PARA LOS ADOLESCENTES EN EL PROCESO DE DUELO
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PROPORCIONAR INFORMACIÓN Debe ser clara y adecuada sobre lo sucedido. PERMITIR Y RESPETAR LA EXPRESIÓN O NO DE SENTIMIENTOS Y EMOCIONES Puede ocurrir que el adolescente reprima sus sentimientos para no parecer infantil; en tal caso, los adultos pueden servir de modelos de la expresión adecuada del duelo. Es importante reconocer su persona, forma de ser y de llevar el duelo. POTENCIAR SU PARTICIPACIÓN Siempre que él quiera, en diferentes ritos funerarios, como una de las formas de facilitar la aceptación de la realidad de la pérdida. Por ejemplo: ir al cementerio, visitar el lugar donde se esparcieron las cenizas, recordar el aniversario de la muerte y participar de las celebraciones religiosas. SOBREPROTECCIÓN Entendida como una manera de evitar el sufrimiento puede ser interpretada por el adolescente como una forma de no tenerle en cuenta. MOSTRARSE CERCANOS Y DISPONIBLE Para el momento en el que lo necesiten. El apoyo de los familiares y amigos es fundamental para evitar que el adolescente canalice su aflicción de forma destructiva, si el joven llegara a ese punto es necesario ir donde un especialista. MANTENER RUTINAS Y NORMAS Siempre que resulte posible, es muy importante conservar las costumbres, horarios y las normas establecidas de forma que no sienta desestabilización ante él. Esta manera de actuar ayuda a conservar cierto orden dentro de la confusión que genera la muerte de un ser querido y contribuye a la estabilidad del
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adolescente. GARANTIZAR LA ATENCIÓN Y EL AFECTO Si los padres están muy afectados y no pueden asumir sus responsabilidades, es importante buscar una figura significativa que garantice las atenciones necesarias mientras los padres se recuperan emocionalmente. RECORDAR QUE ES ADOLESCENTE No es recomendable asignarle un papel que no es el suyo; funciones de padre por ejemplo. En ningún momento debe asumir las tareas de la persona fallecida. REAFIRMAR SU PERSONALIDAD Es peligroso identificar al adolescente con el fallecido puesto que no va a poder sustituirlo, esto puede provocar complicaciones en la formación y búsqueda de su identidad.
Bibliografía Worden, W. El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia. Barcelona: Paidós, 1997. http://www.menoresconcancer.org/fileadmin/propietario/DESCARGAS/Guia_ para_familiares_en_duelo.pdf http://www.psicoterapeutas.com/paginaspersonales/susana/DUELO.pdf
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https://alex-psicoclinica.blogspot.com/2012/06/el-tratamiento-del-duelo.html