MÁLAGA
Viernes 15.03.13 SUR
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«Mi mayor miedo no era cruzar el Estrecho en un camión, sino quedarme atrapado en Marruecos» se han cansado de seguir la vía oficial cuando, a pesar de todo, comprueban que no tienen posibilidades. Khalid llegó a Algeciras en los bajos de un camión con otros tres menores. Él venía buscando una libertad que no tenía en su casa. Asegura que saben dónde pueden acudir para comer y para vestirse, gracias a la labor de asociaciones que atienden a las personas sin hogar. Mientras tanto, sus compañeros en la casa okupa –donde tienen luz, pero no agua– se han convertido en su única familia. «Nos apoyamos en lo importante», dice, mientras que denuncia que la policía les vigila constantemente «y sin motivos», indica.
AMANDA SALAZAR asalazar@diariosur.es
Tres jóvenes que entraron en España de forma irregular cuando apenas eran unos niños cuentan su día a día para intentar salir de la calle MÁLAGA. Mohamed Bourakkadi tiene ahora 20 años. Su sueño es encontrar un empleo que le permita seguir componiendo canciones y, quizás algún día, sacar su propio disco de rap. Llegó a España cuando apenas era un niño. Cruzó el Estrecho en lo alto de un camión a los doce años. Ya lo había intentado muchas veces. Durante todo un mes estuvo en Tánger esperando el mejor momento, como otros cientos de muchachos. Pero en la mayoría de las ocasiones, le descubrían. Hasta que por fin lo consiguió y pasó a Algeciras. Y de allí a Málaga, donde se quedó finalmente, aunque su intención inicial era viajar hasta Barcelona. La de Mohamed es una más de tantas historias de menores marroquíes o subsaharianos que huyeron de sus países y de una situación económica difícil para buscar un futuro mejor en España para ellos y sus familias. Mohamed explica que salió del pequeño pueblo en el que vivía porque su padre no tenía dinero y se dio cuenta a su corta edad de que nunca acabaría bien si no huía del ambiente marginal y de las calles atestadas de droga en las que estaba creciendo. Pero la realidad ha resultado ser muy distinta de como esperaba. Después de pasar varios años en centros de acogida en la provincia bajo
Falta de motivación
Mohamed Bourakkadi llegó con doce años y hace dos que salió del centro de acogida. :: A.S.T.
Las ONG trabajan para evitar que estos jóvenes terminen en el círculo de la marginalidad la tutela de la Junta de Andalucía por ser un menor extranjero no acompañado (MENA), cuando cumplió los 18 años, por fin pudo salir al mundo para empezar de verdad su proyecto migratorio. Pero lo cierto es que se
encontró solo, sin recursos, sin red de apoyo y con un mercado laboral cerrado a cal y canto y en plena crisis económica. De nada han servido los cursos de instalador de aire acondicionado. Desde que cumplió la mayoría de edad, no ha podido encontrar empleo. Ha llegado a dormir en una furgoneta y en el albergue municipal. Ahora, después de pasar un tiempo en un piso de acogida compartido de Málaga Acoge, ha conseguido una ayuda para pagar un alquiler durante dos meses. Pero otros compañeros no han tenido la misma suerte. Khalid (18 años)
vive desde hace varios meses en un piso okupa en la capital con otra media docena de jóvenes. Todos son antiguos MENAS extutelados de la Junta al cumplir los 18 años. Según pudo saber este periódico, la Agrupación de Desarrollo para Personas Sin Hogar a través de la Puerta Única atendió el pasado año a 183 jóvenes entre 18 y 21 años en estas circunstancias, un 13% más que en el año anterior. La Junta, por su parte, señala que cuenta con un programa para jóvenes extutelados al que pueden acogerse. Pero muchos de estos jóvenes ya han agotado todas las opciones o
Khalid se ducha en el centro de San Juan de Dios. Aunque esta vida no era la que esperaba, lo prefiere antes de volver a su casa. «Cuando me metí debajo del camión para pasar a España, no tenía miedo de que me pasase algo; lo que me daba miedo era quedarme en Marruecos para siempre», dice. El mediador intercultural de Málaga Acoge que trabaja con estos chicos, Nordin Alghouch, señala que el problema es motivar a estos jóvenes para que sigan intentando conseguir un trabajo y sacarlos de la calle. «Han cumplido los 18, pero en realidad son niños que no tienen las ideas claras, y es muy fácil que se pierdan por el camino», dice. Ahmed, por su parte, nació en Sidislemane, en Marruecos, y con 15 años se marchó a Tánger, donde estuvo seis meses intentando cruzar el Estrecho hasta que al fin lo consiguió en los bajos de un camión. Dice que le gustaría seguir estudiando, pero ahora mismo le toca buscar la forma de sobrevivir día a día. Después de un tiempo durmiendo al raso, ahora está en el centro San Juan de Dios. Los tres esperan una oportunidad para poder cumplir su sueño europeo.