LaOpinión DE MÁLAGA
SÁBADO, 30 DE ABRIL DE 2022 | 19
Opinión
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rabajé en la alfabetización y concienciación de mujeres y niñas afganas para que no se vieran privadas de los conocimientos más básicos. Mi lucha comenzó exactamente con la creación de cursos de alfabetización en sus hogares. Así me convertí en una guerrera, enfrentándome a todos los enemigos del conocimiento y la conciencia. Después de la liberación de Afganistán en 2002 y 2003, con ayuda de mi esposo y un grupo de lugareños interesados en la educación de sus hijas, creé una escuela para niñas que afortunadamente dio sus frutos. Tras veinte años viviendo en una comunidad muy tradicional me di cuenta de la profundidad de la brecha de género en mi país. Esta desigualdad era tan profunda que no podía salvarse fácilmente. Pero la luz de la esperanza de permanecer firmes y luchar decididamente contra la ignorancia y la oscuridad brillaba en mi corazón y mi mente y en la de mis hermanos y hermanas creyentes. Creíamos que con esta luz allanaríamos el camino, al menos para nuestras hijas. Para una mujer como yo, estas luchas fueron cruciales porque fui víctima de la guerra. Después de convertirme en madre de dos niños, consciente del valor de la alfabetización en la vida de las mujeres y las niñas, traté de que no les faltase lo más básico. Así, con el apoyo financiero de la comunidad internacional establecí una escuela primaria y fui maestra de niñas de primero a sexto grado. Pero esta felicidad no duró mucho. Debido a nuestras actividades el grupo terrorista talibán disparó terriblemente a mi esposo, cuando
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eraneábamos en un pueblecito de la costa. Aprendía a montar en bici. Una BH naranja. Debía de tener, no sé, tres o cuatro años. Mi padre me agarraba el sillín y empezaba a andar conmigo, acompañándome, mientras daba mis primeras pedaladas. Lo hicimos una y otra vez y otra vez y otra. Él me sostenía y yo daba unas pedaladas y luego pie a tierra. Me caí varias veces. Me levanté varias veces. En una de esas, noté que volaba, que pedaleaba solo y, al darme la vuelta, pude ver como mi padre había soltado el sillín y se alejaba y yo comenzaba a montar solo, a crecer solo, a volar solo, a volar… De alguna manera, a separarme de él, a separarme de todo. Debo decir, alguna vez lo he hecho, que estas columnas son un ejercicio de puro egoísmo. Espero que me perdonen. Escribo siempre con el lector enfrente, es verdad, pero escribo para mí. Escribo para mí desde un yoísmo expansivo, que diría Gloria Fuertes, y con el objeto de quitarme las presiones y los dolores. Diazepam semanal, digamos. Cuando algo me acecha me siento a escribir. Así ordeno mis ideas, convierto mis experiencias en algo perdurable, medito y reflexiono, y, a la vez, provoco que esa experiencia sirva de agarradero liberador que evite la caída al precipicio de la adversidad. Si además de todo ello, estas columnas de periodismo pop os sirven a vosotros, queridos lectores, mucho mejor. Miel sobre hojuelas. Estos días, estamos viendo en casa ‘After Life’, de Ricky Gervais, en Netflix. Una emotiva comedia negra, llena de tierna ironía y humor sangrante, que va sobre la compleji-
Afganistán, un infierno para las mujeres MÁLAGA SOLIDARIA
Gita Saeed
Refugiada afgana. Poetisa y activista por los derechos de las mujeres en Afganistán
iba camino de la oficina, por colaborar con la organización no gubernamental y de desarrollo ACTED. Para mí fue una prueba horrible y difícil. Después de este terrible incidente, mis luchas se volvieron más serias y adquirieron múltiples dimensiones. Sólo tenía tres opciones para sobrevivir: La primera, según la costumbre y cultura en Afganistán, una viuda debe quedarse en casa tras la muerte de su esposo y, si es necesario, casarse con un familiar cercano de su difunto marido para tener derecho a la custodia de sus hijos huérfanos y así mantener unida a la familia. La segunda, si la viuda no se casa con un miembro de la familia del marido, no tiene derecho a hacerlo con otro hombre. Si lo decide así debe dejar a sus hijos en manos de la familia de su difunto esposo, sin importar quién se haga cargo de ellos. La tercera alternativa es que si quiere tener la custodia de sus hijos huérfanos, no debe casarse con otro hombre y continuar toda su vida sin
ningún apoyo de la familia de su esposo. ¡Yo elegí la tercera opción!: Quedarme con mis hijos sin ningún tipo de ayuda por parte de nadie. En la cultura afgana las mujeres se enfrentan a serias barreras y factores en contra como la severa discriminación de género, creencias religiosas extremas y una sociedad patriarcal. Yo no me rendí y seguí luchando por salvarme y mejorar mi situación de mujer viuda y esa fue y es la decisión correcta. Durante los veinte años de esfuerzos de la sociedad afgana alfabetizada y de la comunidad internacional las mujeres conseguimos logros tangibles en el mundo político, legislativo, así como en la medicina, ingeniería y educación. Empezamos a estar en los niveles altos y medios de la sociedad. ¡Millones de niñas estudiaban! La vuelta al poder de los talibanes en 2021 supuso el fracaso de dos décadas de esfuerzo y la caída de la población, especialmente de las mujeres, en manos del grupo extremista. La
El luto, la BH y el Diazepam CONTROL C + CONTROL V
Roberto López
dad del luto y sus terribles y divertidas consecuencias. Veo a Ricky Gervais, que es un humorista humanista, y pienso que se habla poco del luto y hay que hablar más de él. Tendemos a ocultar la muerte, a esconderla, y construimos tanatorios en la periferia, allá fuera, en los polígonos, y nos apartamos, o nos escondemos cuando queremos llorar la pérdida de alguien querido. Esta columna, como la serie de Gervais, quiere hablar un poco sobre el luto porque hablar siempre es bueno y recordar a los que se han ido es un bálsamo y, de alguna manera, los mantiene vivos. Uno de los mejores consejos que recibí cuando falleció mi padre fue el de una buena amiga: «Si necesitas llorar, si te duele, si quieres llorar…, llora». Llorar el dolor. Deberíamos sacar del armario todo lo que tiene que ver con la muerte. Deberíamos hablar de ello con más naturalidad, sin tanto temblor, ni tanto vértigo, ni esa puta electricidad que nos paraliza. Duelo viene de dolor y luto deviene de llanto. La pérdida de un ser querido es un proceso de dolor y llanto. Asumir, como primera experiencia, que el dolor y el
llanto son parte del proceso siempre es un sí, es casa y es justo y necesario. Hablar de ello es importante. Entender que el dolor y el llanto es fundamental en este trance es una llave maestra. Cuando falleció mi padre -ya veis que sigo hablando de mí-, lloré poco, muy poco. Pensaba que me rompería en dos y que provocaría un estruendo extraordinario y silencioso. Sin embargo, no me rompí y apenas lloré. No sé por qué. Preferí el silencio y los paseos. Me iba al campo o a la playa, y caminaba durante horas. A veces, solo, escuchando música o en silencio, y a veces acompañado de Nadia y Roma, siempre tan cerca, recordando a papá, hablando de cualquier cosa, o intentando que las horas me sobrevolaran. Fue un duelo en el que aprendí mucho y que viví con una intensidad emocionante. Un luto que, de alguna manera, nunca ha terminado y que no deja de enseñarme. Aprendí entonces que por más que andase, porque más que intentase huir, ese duelo estaría siempre conmigo. Aprendí a vivir con ese nuevo dolor, con ese hueco, esa ausen-
mayoría de las mujeres inteligentes, militantes y conocedoras emigró y se dispersó por todo el mundo. Las que están estancadas en Afganistán han sido privadas del derecho a participar en la sociedad y no tienen cubiertas sus necesidades básicas. Las universidades están cerradas para ellas e incluso tienen prohibido el uso de ropa de color que no sea negra. Las doctoras no tienen derecho a examinar y comprobar el estado de salud de las pacientes sin la presencia de los hombres de la familia. El monstruo de la pobreza ha causado que las familias vendan a sus hijas y que personas indefensas se quemen en público para salvarse de esta situación. Hay millones de mujeres y niñas sin hogar, supervivientes y víctimas de cuarenta años de guerra, que no tienen un sostén familiar. Lamento escribir esto: Afganistán es el infierno más real en la tierra para su gente, especialmente para las mujeres. Ahora bien, estas mujeres refugiadas tienen muy buenas capacidades y con apoyo serán sin duda personas eficaces en su segunda patria, en los países que las han acogido. Las personas que han logrado salir de la muerte valoran más la vida. Han escapado del infierno y su paraíso es una tierra que les da seguridad física y mental, un techo para vivir y pan para comer. Pero esto no es suficiente, las mujeres refugiadas necesitamos más apoyo y atención de los gobiernos y las naciones, especialmente en la continuidad de la escuela, la educación y el trabajo, para que podamos dar pasos más valiosos hacia la construcción de un mundo más tranquilo para nosotras y nuestros hijos e hijas.
cia. Entendí que no había que superar nada, que no había que escapar de nada, que ese dolor era mío, privativo, individual, un dolor que me unía con mi padre y del que no quería prescindir. Un dolor cálido, voluntario, digamos necesario. Entendí que ese dolor era mío, nuestro, y que me gustaba sentirlo, y que me gusta sentirlo ahora porque así estamos un poco más cerca, como antes de volar con la bici, y yo me siento más completo. Completo, alegre, satisfecho, como con aquella BH naranja, o como cuando subimos al Teide y me sentí el tipo más alto del mundo en el lugar más alto de España. 3.715 metros sobre el nivel del mar y casi ocho kilómetros sobre el lecho oceánico. Debía ser el año noventa y poco. Tras subir a pie el último tramo, llegamos a arriba y nos sentamos a descansar en las piedras y miramos la inmensidad sobre un día claro, al fondo el resto de islas y el mar eterno y tú, papá, dijiste algo así como, «los pies en el suelo, y las ideas siempre altas», y yo sonreí receloso porque nunca sabía de dónde salían esas frases tan increíbles. El luto, el dolor, el llanto, los recuerdos, un bálsamo, Ricky Gervais y su ‘After Life’, las columnas egoístas de un yoísmo expansivo, no esperar nada, no superar nada, pensar en este sentimiento mío, nuestro, en volver a subir a lo más alto, dejar de ocultar la muerte en polígonos a las afueras, seguir escribiendo estas columnas pop que son Diazepam, aquella BH naranja, aquel verano, estas palabras y empezar a montar solo, a crecer solo, a volar solo, a volar… De alguna manera, a separarme de todo.