LaOpinión DE MÁLAGA
20 | SÁBADO, 14 DE NOVIEMBRE DE 2020
Opinión
Varapalo de la ONU a España MÁLAGA SOLIDARIA
Adela Jiménez Presidenta de Málaga Acoge
B
G. buscaba un futuro mejor. Por eso dejó Argelia y se embarcó en una patera hacia España adonde llegó el 17 de noviembre de 2017. Quería reunirse con su tío en Francia, pero acabó encerrado en la cárcel de Archidona, habilitada como Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) para 572 personas migrantes. Tenía 17 años. Como él, al menos once menores argelinos acabaron entre los muros del que fue un auténtico agujero negro de los derechos humanos. Tres años más tarde, el Comité de los Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas ha dado la razón a una denuncia interpuesta por Málaga Acoge, como entidad federada de Andalucía Acoge, considerando que en el caso de este joven hubo violación de cuatro artículos de la Convención de los Derechos del Niño. B.G. fue ingresado en una celda de la cárcel de Archidona pese a manifestar que tenía 17
años y presentar un acta de nacimiento para acreditarlo, después de que una radiografía de su muñeca izquierda determinara que tenía 19 años. El joven tenía mucho miedo y se preguntaba por qué le habían retenido. Lo recuerda bien Emlajut Majlul, voluntaria de Málaga Acoge en Antequera e intérprete de nuestro equipo jurídico en las visitas a la cárcel, en donde se les separaba de los internos con una mampara de cristal. Se acuerda de la impotencia, la tristeza y la rabia de ver cómo trataban a los menores como a presos que han cometido un delito, y cómo contaban que pasaban frío y hambre a falta de todo lo necesario y básico en unas instalaciones indignas. En su dictamen, el organismo de las Naciones Unidas también reprueba a España su forma de proceder con los menores extranjeros no acompañados y la falta de garantías necesarias en el sistema existente para determinar si
Estado de Ánimo, Estado de Alarma CONTROL C + CONTROL V
Roberto López @robertolopezzzz
E
sta columna sale del estómago. En ocasiones, las columnas surgen del cerebro y son analíticas, matemáticas, certeras. Otras veces, se deslizan desde las manos y son poéticas, bellas, frágiles… Hay columnas de corazón, y otras que te salen con los pies, son las peores, hay columnas por cojones, de uñas, con una mirada profunda. Esta columna es un vómito, sale del estómago. Escribo estas líneas urgentes en un rato, en un rapto, en un jueves. Desvelado, comiendo techo, pensando en todo, pongo la radio y escucho los últimos datos del CIS: «Somos nosotros», me digo, «nosotros frente al tictac del espejo, desnudos, con frío, asustados». Nosotros en estado de shock, ante el precipicio y yo me levanto de cuajo y quiero escribir esta columna. La encuesta sobre la pandemia es un disparo en la cabeza. Según el estudio del CIS, casi el 80 % de los españoles tiene temor al futuro, al 64% le espanta
perder el trabajo o que lo pierda algún familiar. Más de la mitad tiene miedo a enfermar. La mayoría opina que no recuperará su vida de antes. El estado de ánimo de la sociedad está mal, muy mal. Mucho antes de que suene el despertador, salgo de casa. Tengo que escribir. Toque de queda. La ciudad está vacía, las carreteras vacías. Nadie, solo la noche despejada y al fondo el mar. En los paneles de tráfico se puede leer, otra vez, ‘ESTADO DE ALARMA’. Me voy a la radio. Tengo que escribir sobre este temblor, la corriente eléctrica que nos paraliza, esta frustración, el miedo. Pienso frases que salen despedidas. En la tragedia sólo conmueve lo verosímil. Los datos son de verdad aunque nos mientan. Ya han muerto más de 40.000 personas. En la última semana, más de 1.200. Y, entonces, recuerdo a El Roto cuando decía, negro sobre blanco, en aquella viñeta mítica, que «cuanto más claros ves los números,
son mayores o menores de edad. La resolución del Comité viene a confirmar todas y cada una de las reivindicaciones que hizo nuestro equipo jurídico tanto en el juzgado de primera instancia de Archidona como ante el Defensor del Pueblo, denunciando que no se había garantizado la protección y los derechos de los menores extranjeros no acompañados en nuestro país. El organismo internacional advierte de que no se le asignó a B.G. un representante legal y que el proceso de determinación de la edad no contó con las garantías necesarias. Asimismo, dictamina que hubo violación de la Convención al ingresarlo como adulto en el CIE de Archidona y se le atribuyó la mayoría de edad sin impugnar el acta de nacimiento que indicaba que era menor. Esta resolución supone todo un varapalo para el ordenamiento jurídico español, un tirón de orejas al Estado, que cuenta ahora con un plazo de 180 días para adoptar medidas y corregir su forma de proceder con los menores no acompañados con el fin de evitar que se cometan vulneraciones de derechos similares en el futuro. En su informe ‘Cárcel de Archidona: un
más borrosas ves a las personas». En España, todos los días se caen un par de aviones y mueren todos sus tripulantes en el accidente. Todos los días, como una letanía fúnebre, dos aviones, cientos de muertos y lo vemos mientras cenamos como el que ve los deportes o el último enredo de Sálvame. Lo vemos y, aunque parezca que no, cala, porque todo cala, tocados por dentro, heridos de muerte, aunque miremos a otro lado, sí, todo cala como una lluvia. «Una lluvia de disparos», me dice una de mis periodistas favoritas, mi querida Débora Díaz, y nos vamos enterando de familiares, amigos, conocidos, positivos, asintomáticos, aislados, con síntomas, graves, en la UCI, muertos. Las balas nos rozan, silban, ya son nuestras, nuestras balas, y es entonces cuando los datos se convierten en nombres, en conocidos cercanos, queridos, y cuando necesitamos, más que nunca, los abrazos robados. Necesitamos los abrazos de la familia, de los amigos, de todos, nos falta romper este espejo y salir por fin del túnel, volver a abrazarnos. Uno de cada cuatro españoles ha vivido el dolor de la pérdida de algún familiar, amigo o conocido. Nuestra segunda causa de miedo es la pérdida de esa relación directa, con ellos, con nuestra familia y amigos, que somos todos nosotros, sus abrazos, su presencia, su esencia... Echo la cuenta del tiempo que llevo sin ver a mi madre. Ran lejos, tan cerca. Demasiado tiempo, un tiempo insoportable que nunca más volverá, que ya se ha ido. Se nos está haciendo largo, sostengo. Pasan las horas, pasa el día, este jueves
agujero negro de los derechos humanos’, la Plataforma de Solidaridad con los y las Inmigrantes de Málaga, a la que pertenece Málaga Acoge, recalca las deficiencias gravísimas y vulneraciones de los derechos humanos que se dieron del 20 de noviembre al 10 de enero de 2017 en la cárcel de Archidona. B.G. era huérfano de madre y su padre vio en el viaje a Europa una oportunidad para que su hijo construyese un futuro y pudiese ayudar a la familia. De ahí que le dijera a Emlajut, sin entender nunca el porqué de su encierro, que no venía a hacer daño a nadie sino a buscarse la vida. Cruzó el mar con miedo en una peligrosa travesía de la que no sabía si saldría vivo y, después de llegar a nuestras costas, le internaron con personas adultas en una cárcel en la que hubo tratos vejatorios . Allí, el miedo se le multiplicó por tres. Emlajut recuerda que en las visitas llegaba en chanclas, en pleno diciembre, con las manos cogidas atrás, flanqueado por policías antidisturbios vestidos de negro. El trabajo de nuestro equipo jurídico dio frutos y tras suspenderse su devolución a Argelia, el 5 de enero de 2018 fue documentado como menor de edad en un salvoconducto por las autoridades del Consulado de Argelia en Alicante. Tres días más tarde se le trasladó a un centro de menores donde permaneció un tiempo antes de viajar junto a su tío a Francia, donde hoy vive.
infinito. Hablo con una amiga que acaba de pasar la Covid-19. Me dice: «Cuando esta enfermedad entra en tu vida con ella llega el miedo, la rabia, la culpabilidad..., hay tanta incertidumbre y desconocimiento», y me habla de cambio, de esperanza, de despertar. A ella, que es una mujer extraordinaria, le ha ayudado la meditación, y ha podido reflexionar y aprender. Antes de colgar el teléfono vuelve a la carga y me repite: «Tenemos que cambiar, Roberto, despertar». Salgo a correr unos kilómetros, vuelve a caer la noche, otro día más, y todo está cerrado en la ciudad. Otra vez, el apocalipsis, la distopía, la peli que no acaba… Suena en mis auriculares lo último de C. Tangana que ya es un pelotazo, una especie de bachata original y adictiva y me quedo con eso, cuando dice: «Tú me dejaste de querer», y pienso en el tictac de los espejos, en nuestra desnudez y fragilidad, en los datos y en los paneles en la carretera: Estado de Alarma, cuando más falta hacía, cuando más te quería, se te fueron las ganas, estado de ánimo, toma que toma. Vuelvo a casa para terminar el día, para terminar esta columna y pienso en una montaña, una montaña de palabras que nos sepultan: coronavirus, curva, incertidumbre, miedo, positivos, vacuna, Palacio de Hielo…, y creo que deberíamos empezar a cambiar las palabras para empezar a cambiar nosotros, primero, y justo después el mundo, como lo ha hecho mi amiga, para cambiar nuestro estado de ánimo, esta imagen frente al espejo, las balas por los abrazos: cambio, esperanza, despertemos…