Malamag nº 8 - Caos

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8 - CAOS


EDITORIAL

EL OCTAVO NÚMERO DE MALAMAG: CAOS Hace casi cinco años, en el mundo flotaban 29.500.000.000.000.000.000.000 piezas de información. Este número ilegible al que llegó un equipo de investigadores de la Universidad del Sur de California es más fácil de leer si se usa su correspondiente unidad informática: 295 exabytes de data. El mismo equipo cuantificó la información que los seres humanos recibíamos en 1986 y en 2007. Según esto, si en 1986 éramos receptores del equivalente a 40 diarios de 85 páginas cada uno, nueve años más tarde esta cifra saltó a 174 al día. Pese a lo agobiante, concluyeron que para 2007 estábamos recién en la medianía de la era de la información. El estudio no se ha actualizado, pero es fácil imaginar que con el boom de las redes sociales, los 295 exabytes ya deben haber experimentado algún salto de esos exponenciales (que es como suelen crecer estas cosas). Baste saber que cada minuto hoy en día –según domo.com- en la web pasa esto: 216.000 nuevas fotos se suben a Instagram. 48.000 apps bajan los usuarios de Apple. 247.222 fotos se comparten por Whatsapp. 2.460.000 contenidos son subidos a Facebook. 72 horas de nuevos videos son cargados en Youtube. 4.000.000 de consultas recibe Google. Saque la cuenta de cuántas fotos se han subido a Instagram desde que comenzó a leer estas líneas. Una cosa es la cantidad y otra la calidad, diría un amigo. Y es cierto, pero eso es otro tema. El punto acá es que vivimos bombardeados de información. Y encontrar lo que buscamos/necesitamos/o creemos necesitar entre toneladas de datos no siempre hace la vida más fácil. Ordenar/clasificar/jerarquizar son todas operaciones que pueden provocar angustia cuando se debe navegar entre miles de millones de bytes. Por eso y más, Caos es el concepto al que quisimos dedicar este número de MALAMAG. Mientras jugábamos con las ideas que se convertirían en temas para oler en papel el estado amorfo anterior al orden, la confusión o la locura, como se define este término, esta octava edición de la revista cobró vida propia y decidió transformarse en un paradigma más de la era digital. A partir de este número, MALAMAG inicia un camino 100% online. Sólo nos queda gritar: ¡Larga vida a Gutenberg!

Equipo Editora General Nancy Castillo Edición periodística La Factoría Director de Arte Andrés Jaña C. Periodista Josefina Aguirre PR y Publicidad Jorge Ramírez Fotógrafos: Gabriel Schkolnick, Claudio Robles, Arnold Manillier, Tom Ghiorzo y Svante Oldenburg Asistentes de Fotografía: Roberto Olivares, Nicolás Loren y Amaia Binen Publicado por Estudio 9. Las opiniones vertidas por diferentes autores en esta revista, como también el contenido y forma de los avisos publicitarios, son de exclusiva responsabilidad de quienes los emiten o pagan por su inclusión, no teniendo Malamag, por tanto, ninguna responsabilidad al respecto. Corresponde en forma exclusiva de Malamag la decisión de aceptar o rechazar avisaje publicitario. Santiago de Chile, Junio 2015.


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MANUAL PARA NAVEGAR EN UN MUNDO SIN CONTROL

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HAY QUE TENER CUIDADO CON LAS FRONTERAS DE LO PSICÓTICO

POR C31913

POR EQUIPO MALAMAG

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LA CHUCHI POR MARCELO CON

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CASUALIDADES, COINCIDENCIAS Y SINCRONÍAS POR C31913

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DESORDENANDO EL ORDEN POR MARCELA TRUJILLO

OTRA VEZ ORWELL

LA CIUDAD LIBRE

DEL ERROR AL BEAT

POR IGNACIO BARROS

POR SOFÍA MARTÍNEZ

POR EQUIPO MALAMAG

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REPLICANT. EMOTION. SELL.

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CRONUTTING POR UNO O DOS

FASHION IS UNPREDICTABLE POR TOM GHIORZO

EL CAÓTICO ENCANTO DE HANOI POR PATRICIO DE LA PAZ

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SERENDIPIA POR DANIELA SALDAÑA

MISFIT

POR CLAUDIO ROBLES

BIG BANG

POR JUAN PABLO RODRÍGUEZ

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CUANDO EL CIELO SE RAJA POR DANIEL CASTRO

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EN LA PIEL DE UN SUPERHÉROE POR GABRIELA GARCÍA

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IN NOMINE PATRIS

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PERCEPTIVE

POR SVANTE OLDENBURG

POR JOSEFINA AGUIRRE

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ESE CALOR SUAVE

POR FEDERICO BIANCHINI

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POR ARNOLD MANILLIER

80 POR CLAUDIO ROBLES

98 COMIC

POR CONSTANZA FIGUEROA

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COLABORADORES Marcelo Con Publicista. Redactor. Me voy a Madrid para volver a ser lo que fui. Trato de escribir como flecha pero a diferencia de Guillermo Tell, apunto siempre a la cabeza. (Pág. 14) Ignacio Barros Magíster en Matemáticas Puras de la Universidad Libre de Berlín. Actualmente reside en Berlín donde completa su doctorado en la Humboldt Universität. Su área de especialidad es Geometría Algebraica, en particular geometría birracional de varios espacios de moduli. Con una fuerte debilidad por las humanidades, en especial por la filosofía. (Pág. 24) Federico Bianchini Editor de la revista argentina Anfibia, colabora en diarios y revistas de Latinoamérica y Europa. Fue redactor del diario Clarín durante cinco años. En 2010, ganó el premio Nuevas Plumas organizado por la Universidad de Guadalajara y la Escuela de Periodismo Portatil. En 2012, fue elegido por la FNPI para participar en el encuentro “Nuevos Cronistas de Indias”, en México DF. En 2013, obtuvo el premio Don Quijote Rey de España. Da talleres de crónica y perfil. Acaba de publicar el libro “Desafiar al cuerpo” por editorial Aguilar. (Pág. 96) Constanza Figueroa Dibujante y diseñadora gráfica de la Universidad de Chile. Es parte del estudio de arte Piña Ruda. Actualmente trabaja como diseñadora en Derechos Digitales, organización que promueve y defiende derechos humanos en Internet y colabora con ilustraciones semana a semana en la sección de panoramas de la Revista Viernes. (Pág. 98) Pedro Bahamondes Periodista. Actualmente escribe sobre teatro en Cultura de La Tercera. Ha colaborado con las revistas Sábado, Domingo y Wikén de El Mercurio, también en Paula, Mujer y el suplemento El Semanal. Vocación: espectador. (Pág. 10)

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Marcela Trujillo Pintora, ilustradora y dibujante de cómics autobiográficos. Es licenciada en Artes Plásticas de la Universidad de Chile y ha continuado sus estudios con un diplomado de Fine Arts Painting en The Art Students League of New York y cursos en The School of Visual Arts en Nueva York también. Ha expuesto sus pinturas en Chile y en el extranjero, y ha publicado los libros de cómic “Las crónicas de Maliki 4 ojos”, “El diario íntimo de Maliki 4 ojos”, “Maliki en tinta china”, “El diario iluminado de Maliki” y recientemente, “Quiero ser flaca y feliz”, coescrito con la psicóloga Karolina Lama. (Pág. 18)

C31913 Carlos Romo Melgar es C31913. Nacido en Salamanca (España), actualmente reside en Santiago de Chile. Realiza la función de director creativo de la revista Cuarto: Architecture Playground, dedicada al análisis de arquitectura y sus disciplinas adyacentes. Es cofundador de la editorial y estudio de diseño Pupa Press. Colabora habitualmente con editoriales extranjeras como Princeton Architectural Press, Ivy Press y Gestalten. Es arquitecto por la Universidad Politécnica de Madrid, y centra su trabajo en la integración de los distintos ámbitos de lo visual, desarrollando proyectos interdisciplinares en diseño gráfico, editorial, arquitectónico y digital. (Pág.8) Gabriela García Periodista freelance y cazadora de historias de la UDP. Sus crónicas han sido publicadas en La Nación Domingo, las revistas Paula y Qué Pasa, en diversas secciones del diario La Tercera y en el suplemento El Semanal. En los últimos años ha sido finalista del premio Gabriel García Márquez; el Premio Periodismo de Excelencia y el certamen Pobre el que no cambia de mirada. Actualmente co-realiza el documental “El final de una Nación”, sobre el cierre del diario La Nación. Y es una de las autoras de un libro que se cocina a fuego lento llamado “11 golpes”. (Pág. 32)

Sofía Martínez Diseñadora de profesión, inmigrante en trámite por opción. Egresada de la Pontificia Universidad Católica de Chile y cursó un Diplomado de Ilustración en la misma casa de estudios. Actualmente está instalada en la pequeña Dinamarca, específicamente en Copenhague. Su enfoque laboral está en el diseño editorial, diseño museográfico, lettering e ilustración. Y es a estos dos últimos a los que enfoca últimamente su tiempo de ocio. Su más reciente y extenso trabajo ha sido para el Museo Psiquiátrico de Nykøbing Sj. donde trabaja de forma voluntaria a cargo del diseño identitario y de difusión del lugar. (Pág. 26) Juan Pablo Rodríguez Músico en Föllakzoid y co-fundador junto a su hermano del sello BYM Records. Director Audiovisual de profesión. Actualmente se emplea en la producción de shows de peso en DG Medios y se alista para realizar una gira por Estados Unidos y Europa presentando el último disco de su banda ‘III’ editado por Sacred Bones Records de NYC para el mundo. (Pág. 73) Daniela Saldaña Diseñadora de profesión, nómada de vocación, sueña con recorrer el mundo durante el año completo. Ha trabajado para medios internacionales como Neo2, Ventura Projects y Matriz. En el 2013 y 2014 expuso su trabajo en Ventura Lambrate en Milán (Italia), lugar donde se presenta cada año el diseño vanguardista contemporáneo. Actualmente desarrolla un nuevo proyecto editorial en el que dará a conocer lugares lejanos a través de la mirada cotidiana de sus contactos. (Pág. 88) Daniel Castro Guionista de profesión. Ha escrito el galardonado cortometraje “Historia de un Oso”, “La voz en off” en conjunto con el director Cristián Jiménez y es parte de 31 minutos, proyecto en el que participa desde su creación hace más de diez años. Mientras escribe ficciones para Malamag, trabaja como director creativo en Parox y desarrolla su primera novela gráfica. (Pág. 90)


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Gracias Adolfo Figueroa - Temuco, Chile Andrea Schaffer - Sidney, Australia Anthony Gurr - Londres, Reino Unido Anton Briansó - Santiago, Chile Armin Rodler - Katzelsdorf, Austria Carlos Romo - Santiago, Chile Celina Ortelli - Buenos Aires, Argentina Christian Mönnig - Munich, Alemania Constanza Figueroa - Santiago, Chile Daniel Castro - Santiago, Chile Daniela Saldaña - Santiago, Chile Eric Miller - New York, EEUU Federico Bianchini - Buenos Aires, Argentina Gabriela García - Santiago, Chile Gonzalo Vergara - Santiago, Chile Horacio Donoso - Santiago, Chile Ignacio Barros - Berlín, Alemania Ignacio Lagos - Santiago, Chile Jorge Ramió - Madrid, España Juan Pablo Rodríguez - Santiago, Chile Lisa Abend - Copenhague, Dinamarca Mabel Figueroa - Santiago, Chile Manh Hai - Saigon, Vietnam Marcela Trujillo - Santiago, Chile Marcelo Con - Madrid, España Matías S. Zavia - Málaga, España Nadine Kirchner - New York, EEUU Nicholas Jones - Melbourne, Australia Nicola Fan - Hong Kong, China Nubia Solá - Santiago, Chile Pedro Bahamondes - Santiago, Chile Pedro Quinteros Astudillo - Santiago, Chile Pedro Quinteros Figueroa - Santiago, Chile Petr Kadlec - Praga, República Checa Peter Morgan - Toronto, Canadá Ricardo Martínez - Santiago, Chile Sebastian Ritter - Berlín, Alemania Sofía Martínez - Copenhague, Dinamarca Suzie Harrogate - New York, EEUU Tatjana Josefs - New York, EEUU

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LEVIS


A ANARQUÍA

Manual para navegar en un mundo sin control ILUSTRACIÓN POR C31913

Pese a lo amplio que parece ser el contenido por el que navegamos en la web, la mayoría de los usuarios sólo accede a una porción de lo que hay allí. Las “arañas” de los motores de búsqueda tradicionales –Google, Yahoo o Bing- no son capaces de indexar cerca de un 90% de las bases de datos y páginas disponibles. Ese mundo que pocos conocen se conoce como Deep Web. No todo ahí dentro es escoria. Pero de que la hay, la hay. Bibliotecas virtuales con varios gigas de e-books conviven con servicios de sicarios o de tarjetas de crédito robadas. Si llegas a la zona más oscura, habrá pornografía infantil y escenas de crueldad explícita con personas o animales. El FBI intenta constantemente capturar a los sostenedores de páginas ilícitas –hasta células terroristas se envían mensajes por esta zona-. Cuando lo logran, cierran el dominio, como sucedió en 2013 con la Ruta de la Seda, el lugar más popular de venta de drogas. Pero, por la rapidez con que este mundo se reproduce, el control es una quimera. Si despertó tu curiosidad sigue este manual que confeccionamos con la información que Matías S. Zavia obtuvo al sumergirse una semana en la Deep Web.

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E LOCURA: ENTREVISTA A ALFREDO CASTRO, Director y actor

“Hay que tener cuidado con las fronteras de lo psicótico” Los personajes que el actor Alfredo Castro suele encarnar, como Tony Manero (2008), se arriesgan a traspasar la línea de la locura. También pasa con las obras que dirige. ¿Qué hay en ese caos mental que tanto lo SEDUCE? Aquí él mismo explica su manera de leer las obras, su mirada al sufrimiento que se vive en la locura y cómo él mantiene la distancia. Por Equipo Malamag

“La locura acarrea siempre mucho sufrimiento. Hace muchos años, cuando yo enseñaba a (Antonin) Artaud en la universidad o hablaba sobre él, la gente siempre se lo tomaba muy livianamente. Decían que Artaud era un loco y yo les respondía que tenían que entenderlo desde el punto de vista del sufrimiento: un tipo que es internado a los siete años, con dolores tremendos de cabeza, con desfallecimiento, y que estuvo 45 años de su vida internado. Este tema de quién está loco y quién no, quien ha pasado toda su vida en un psiquiátrico, como Artaud, y es capaz de escribir “El teatro y su doble”, y toda su poesía, encerrado en un manicomio porque estaba declarado psicótico; sin embargo, estos tipos son geniales. Hubo un médico que pudo verlo y le dio una habitación especial, lo trató con un trato digno de genio. El tenía sus arranques y sus crisis de locura, se hacía daño, gritaba, lloraba, sufría y había que medicarlo, electroshocks, sí también, pero también escribió esa obra donde destruye y construye el nuevo teatro que hasta el día de hoy nadie ha sido capaz de escribir sobre ese texto. Entonces hay que tener cuidado con las fronteras de lo psicótico, de la locura, de lo sano, de lo normal. Son conceptos que hay que manejar con delicadeza.

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Tú no puedes dejar de hablar de sufrimiento cuando hablas de locura. No hay locura sin sufrimiento. Tampoco cuando hablas de ella en su relación con la creatividad. Hay un texto de Artaud relativo a la creación que siempre me llamó la atención: él dice que se considera a sí mismo un enfermo de la sensibilidad. Yo nací con una sensibilidad que me ha hecho navegar siempre muy al borde de pasar para el otro lado. Fui un niño muy loco en el sentido de productividad de la imaginación, no de hacer locurillas, sino que era muy productivo de mundos, de atmósferas, de juegos, de cosas que tenían connotaciones a veces muy oscuras. Por ejemplo, jugar con fuego, jugar solo. Era difícil estar solo estando en una familia con mucha gente, pero me las ingeniaba y ahí parte la locura buscando esos lugares íntimos, en el patio, en un rincón del garaje, en la pieza de la nana, debajo de la cama, en un clóset. Algunos actores son buenos para hacer comedias, otros para galanes, otros más livianos. Yo creo que yo figuraba dentro del espectro de actores y personajes de obras de alta intensidad, turbias personalidades, complejos. Me hace feliz que así sea…Es por

1.2.3 Gabriel schkolnick

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esa sensibilidad que tengo desde la infancia. En la escuela (de teatro), Fernando González me llamó a hacer El Pelícano, de Strindberg, una obra maravillosa. El hijo es un muchacho que tiene tuberculosis, es alcohólico, asmático y además, tartamudo. Después de cuatro meses de ensayo fui a comprar y tartamudeé. Me di cuenta que estaba completamente poseído y tomado por el rol. Pesaba como 35 kilos, estaba mal, tenía 19 ó 20 años. Lo que me causó mucho terror fue cuando tuve una crisis de pánico en escena, fue muy fuerte. Tuve que parar una semana y por dos o tres funciones tuve que actuar con mi psiquiatra al fondo de la sala, para poder superar el terror. Estaba en situación de confundir la realidad con la ficción. No quiero dar la idea de loco o enfermo mental, sino que la frontera para ciertas sensibilidades es muy frágil”. *** “Me psicoanalizo desde que tenía 14 años y lo sigo haciendo. Se murió mi madre cuando yo era muy chico y tuve una depresión severa, así tremenda, y mi hermana mayor me salvó. Me llevó a un analista y estuve ahí cinco años, cuatro veces a la semana. (El


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psicoanálisis) es una herramienta que me sirvió mucho para comprender, para leer mejor el mundo, para leer mejor un texto. Las obras que he hecho tienen un componente de lectura que las hace distintas. Por ejemplo, “Casa de muñecas” (H. Ibsen) o “Un tranvía llamado deseo” (T. Williams), que no son emblemáticas en el tema de la locura o del dolor o el sufrimiento, están leídas desde el punto de vista en que yo puedo leer una obra. En “Casa de muñeca” pude comprender que no es una obra de liberación femenina, es bastante más profundo. Es una obra sobre un hombre muy feminizado, posiblemente gay, que maltrata a su mujer, que le cose los vestidos, en los bailes sociales a los que van la obliga a excitar a los hombres y después la toma y la violenta sexualmente en el living de su casa. Y eso está descrito en la obra, eso no es una invención mía, Ibsen lo pone en la obra. Lo que pasa es que yo lo sé leer. Y pone también que la tipa intenta suicidarse en escena. Y yo tuve la capacidad de navegar por aguas de profundidad y supe leerlo. Me es más gozoso poder leer desde el punto de vista de mi sensibilidad. Toda escritura, toda puesta en escena, toda poesía, toda producción artística

creativa cual sea su registro debe provenir de un testimonio, de una memoria, de una historia. No en vano mi teatro se llama Teatro de la Memoria. Yo no puedo entrar a ningún tema que no sea a través de las vidas de sus autores, a ninguna obra, a ningún personaje en el cual no tenga registro de la realidad de esa persona. Siempre inventaron de mí que era un director ilegible, muy difícil de seguir mis obras, muy encriptado. Eso opera como una censura inmediata y pierdes público, pierdes prensa. Es una forma de cómo el régimen de la norma te impone una pata encima, te califica como tal cosa. Pero, yo no transé nunca. Nunca creí eso de que una obra está definida de una manera. El Tranvía…por ejemplo, está descrita como una mujer del sur americano, una ex aristócrata que viste dos piezas, que usa guantes, un sombrerito, que está un poco destruida, que no le gusta la luz por la vejez, y esa definición es la que tú tienes que cumplir. Bueno, pues yo me puse a leer la obra, me leí la biografía de Williams, empecé a bucear a investigar, y descubro que Williams tiene una hermana que se llama Rose que es una mujer joven que está psicótica, que él la adora, que la va a ver a este pueblo mugriento donde él nació,

la saca a pasear por la calle principal donde ella se queda pegada en las vitrinas durante horas, que le atrae la luz, la atmósfera de las vitrinas y él dedica su vida a cuidar a su hermana, la interna en el mejor psiquiátrico y de ahí proviene este rol y de ahí proviene también el personaje de Blanche DuBois. El Tranvía… tiene sesgos de esa hermana que tienen que ver con la mitomanía del propio Tennessee Williams. Entonces, alguien dice: este gallo está loco, inventa cosas en las obras. Yo les digo: lean las obras, yo no invento nada. Hay que saber leer, hay que saber bucear, leer la bruma y comprender quién es Williams y cuál es su vida. No hay nada si no hay biografía. Porque cuando uno echa a andar una imagen, un texto, una puesta en escena o un personaje, lo que uno echa a andar no es ficción, lo que uno opera es un organismo, es mi psiquis y mi soma también”. *** “Ni para Tony Manero (2008), ni para El Club (2015), ni para Post Mortem (2010) construí nada. Yo, simplemente, me llevo un texto y pido comprender de qué se trata. Tony Manero es una película que se trata de la

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impunidad de un hombre básico, elemental, primario, un depredador impune que decide que quiere construir un piso de vidrio para bailar y no hay otro tema que ese. No hay moral, no hay ética entre medio, porque son tipos asociales, son fugas sociales. Y mi goce está en eso, simplemente, echar a andar mi organismo para que eso funcione. Y tengo que bailar, tengo que matar a una vieja, andar arriba de un triciclo, participar en un concurso. No tengo otras indicaciones que esas. Hay una locura que es evidente que es la médica, la clínica, que es tratada y se hace un diagnóstico y ahí no hay nada que hacer, pero hay unas normas sociales que son más bien móviles, es ahí donde están los conflictos éticos y morales en torno a qué es lo normal, loco o no loco. Si lees cualquier noticia en el diario puedes decir qué loco el tipo que robó 6 mil millones de pesos, que vuelve a Chile porque la mujer estaba embarazada, tiene un antojo, le compra una empanada, y se lo llevan preso. ¿Eso no es ser loco? Es un acto de un loco, pero es fabuloso, porque es capaz de robar 6 mil millones sin que nadie sepa, el robo del siglo; sin embargo, es tomado preso porque cede a la tentación del antojo del embarazo de su mujer. Entonces tú dices bueno: esa mente dónde funciona, cuál es su exquisitez, su refinamiento, no es posible definir si es loco no es loco. En Manero tampoco, es un tipo refinado dentro de su vulgaridad, pero es capaz de seducir a una anciana y llevarla a su casa, salvarla de un asalto y matarla al segundo siguiente”. *** “Nunca en mi vida le he pedido a un actor que vaya a ver cómo es su personaje, ni yo he ido nunca. ‘Historia de la Sangre’ (Teatro de la Memoria, 1990) fue un trabajo súper gozoso. No tengo recuerdos de haberlo pasado mal. Tengo recuerdos de impactos emocionales graves, pero no fue un trabajo terrible ni sufriente, al revés. Lo pasé muy bien, por la gente a la cual entrevisté por su enajenación y cómo yo me metía en su enajenación, porque no eran entrevistas desde el otro lado del muro, digamos. Fueron muchos meses. Y a mí la locura me provoca compasión no moral, sino por el sufrimiento, porque efectivamente hay sufrimiento. Tengo mucho pudor frente al tema, pero también una fascinación profunda y una admiración muy severa de lo que pasa en ese cuerpo, de lo que esas mentes son capaces de levantar en ese imaginario, de esa poética, esa estrategia narrativa, esas

mentes me parecen maravillosas. (Con esa obra) le devolvimos al teatro unos textos, una textura que había sido despojada de los escenarios. Cuando Pancho Reyes decía el testimonio de ese preso mapuche que había matado a su hermano: “Yo a los 11 años me culié a una vaca, a los 12 a una gallina, a los 14 a un buey”; ese fue un testimonio que para mí fue una sorpresa. El lugar desde el que él me lo relataba era desde una inocencia

maravillosa; ellos efectivamente tienen sexo con los animales, no es un misterio, censurable socialmente para algunas personas, pero culturalmente una práctica que para ese sector social está dentro de sus normas. Entonces, no me pareció cuestionable, me pareció que se alzaba ahí un lenguaje que devolvía al teatro una humanidad, y así con todos los testimonios. Pero, como te digo, ningún actor fue a ver a esos personajes, nadie”. *** “Yo creo que mi inconsciente, mi cuerpo, mi soma, mi psiquis funciona en la simultaneidad de las muchas, muchas voces que escucho en mi cabeza. En ese sentido, sí, estoy loco. Hay locuras muy buenas, muy ricas, muy creativas. También dolorosas, oscuras, fuertes. Y hay locuras muy estúpidas, de esas yo zafo rápidamente. Cuando era joven creía que todo testimonio era válido. Para Historias de la Sangre, leyendo los testimonios, de 80 entrevistados, 75 eran francamente estúpidos, fomes, porque estaban muy permeados por los evangélicos, que van a las cárceles y a los hospitales psiquiátricos y les cantan y les hablan de Dios, de la Biblia. Entonces, todos sus delirios pasan por: “Y se me apareció Dios, y vi una luz”. ¡Qué lata! Hay locuras muy fomes, hay gente muy fome, y de esa gente hay que escapar rápidamente. Hay muchas falsas locuras, mucha pose, mucha supuesta interioridad…por eso, cuando uno habla de locura tiene que hablar inmediatamente de dolor, no son separables. Yo no he pasado en vano, ni incólume por los lugares que he pasado. Para mí no fue en vano hacer Tony Manero, esas escenas cobraron su precio en mí, obviamente que sí; pero, le doy un valor a eso. Yo también me cobro mi precio de eso. Pero, una cosa es mi vida privada, en la cual mis normas sociales son súper sociales y otra es mi trabajo, donde en mi trabajo como director, como docente, como estudiante, como actor, en el teatro o en el cine, donde yo sí puedo dar cabida y expansión a lo que hablamos, no como enfermedad, sino como productividad. Pero, mi vida no es caótica ni loca, mi vida es lo más estructurada posible. Es necesario que así sea. Asociar el que uno trabaje con zonas de marginalidad o con fugas sociales no implica que uno en su vida sea un asocial o una fuga social. Para nada”.

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A ORDEN

LA CHUCHI Intentamos que cada cosa tenga un orden, porque lo acostumbrado aleja lo desconocido, la improvisación y el posible error. Una muletilla de dueño cojo porque repitiendo podrás perfeccionar pero nunca reinventar. ¿Será bueno ser un país ordenado? Se pregunta este creativo desde su pasantía en Madrid. POR MARCELO CON

Con una singularidad castiza, te agarra a garabatos sin motivo aparente y a los tres minutos, de esa misma boquita escuchas un “hasta luego mi vida, estás muy guapo”. Con ella no hay punto medio, es la chuchada artera o el piropo zalamero. De metro ochenta, pelo corto y blanca como queso fresco, Chuchi podría tener cuarenta o ser una veinteañera, nadie lo sabe ni le pregunta porque, entre muchas, tiene la potestad de olvidar el cortado que le pediste en la primera reunión de la mañana (si en las próximas semanas muero envenenado, ya saben de quien sospechar). Chuchi ha estado desde siempre en la empresa. Incluso, una generación antes que ella misma. Su madre llegó para encargarse de la cocina cuando esta agencia madrileña, sólo era un buen boceto de lo que finalmente sería. Trabajó 30 años y al momento de jubilarse, en vez de indemnización o galvano pidió a los jefes que su hija heredara la faena de la que ahora, es una cafetería. Así desembarcó la Chuchi, sin capitán ni miramientos y como primer recuento, en este mes de trabajo ya me ha insultado y halagado en cuatro entrañables ocasiones y la curiosidad no para porque sus puteadas y galanterías “nunca son impares” me comenta una ejecutiva mientras me sirvo un café de la máquina y ella, lucha con otra vendomática que se niega a entregarle esa palmera cubierta con chocolate que tanto ansía. “Es que Chuchi tiene un trastorno obsesivo compulsivo” agrega a punto de patear la máquina por el euro secuestrado y claro, cada cosa que rodea a Chuchi (incluso en su sesera) debe estar ordenada en perfecto equilibrio; las frutas que pone los viernes, el regimiento de vasitos, tazas, cucharas, servilletas y todo lo que habita una cafetería, lleva una diagramación quisquillosamente calculada. Un mosaico de ayuno que Chuchi mira con impotencia cada mañana cuando aparece la patota hambrienta derechamente a devorar la simetría. Zamarrear una mata cargada de puteadas sería desterrar una manzana justo en el terruño donde van las peras. “Además, sufre 1 PETER MORGAN

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de Ataxofobia” termina diciéndome la ejecutiva justo antes de dar el primer mordisco a su palmerita. “Mira qué curioso” contesto con disimulo para luego, googlear la palabra y descubrir que su manía es una aversión absoluta al desorden. “La repetición, si es que ésta es posible, hace feliz al hombre” dijo Soren Kierkegaard y aunque Chuchi es un extremo, suponemos que reiterar con causa y sin pausa genera tranquilidad. Intentamos que todo tenga un orden conocido (incluso, algunos tratan de ordenar el pensamiento ajeno), porque claro, cuando un niño se alumbra la cara desde abajo con una linterna proyecta sombras que nos parecen tenebrosas. ¡Qué miedo! así no es como el sol manda, no es el correcto orden de las cosas. Lo acostumbrado aleja el temor a lo desconocido, la improvisación y el posible error. Una muletilla de dueño cojo porque repitiendo podrás perfeccionar pero nunca reinventar. Además, no hay nada más atractivo, coqueto y memorable que una pizca de caos. En una narración, por ejemplo, el giro o la rotura de lo que se espera siempre conmueve y esto aplica para cada temporada de Mad Men como para el spot de pacotilla, de esos que tanto abundan por estos días refriendo fórmulas de grito y precio grande buscando convertirse en un hit de bolsillo pero que por el miedo a innovar y el horror a perder lo conocido, finalmente, se quedan sin pan y a pedazos en una fulminante muerte de zapping (gracias control remoto por tantos favores concedidos). En mi caso, el único desorden que realmente me aterra es aquel despelote que de momentáneo se transforma en cotidiano permitiendo que el caos se vuelva norma y eterna la mediocridad. Entonces, el nuevo orden dice que la costumbre es madrugar con el vagón de metro apretujado y denigrante y la puta micro que no pasa y tanto abuso de cuello y corbata y una casa de veinte metros cuadrados está bien para una familia de seis. “¿Cómo está Chile?” me preguntan al descubrir mi acento de mordisco en las últimas letras y generalmente, la interrogación termina con exacta intuición; “desde acá, se ve que es un país ordenado” y no me queda otra que contestar un “sí” que siempre parece desgarro. ¿Será bueno ser un país ordenado?, claro, si vives en un estado eslavo quizás porque con este sistema medroso, ramplón y miserable, como cantaba Redolés; “yooo prefiero el caos, a esta realidad tan charcha”. Voy por mi tercer café del día y ahí está Chuchi, barriendo la costumbre, sacudiendo cada duda y haciendo brillar su certeza. Me intriga lo que intuye, espera y siente. Con el ánimo emplumado de amabilidad le pregunto “¿te puedo hacer una entrevista para una revista chilena Chuchi?” y sin dejar de barrer contesta “vete a tomar por culo sudaca de mierda”. Me da risa pero me contengo y la sigo mirando, su coreografía de escoba parece una bachata japonesa. De paso calcado y cadera chueca empiezo a contar, un dos tres, un dos y en ese momento, Chuchi me descubre con los ojos clavados en su rutina y claro, mi mirada no debería estar ahí, así que antes de recibir un nuevo par de chuchadas, doy media vuelta y justo cuando salgo de la cafetería escucho un “te quedará acojonante chileno majo”.

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G DESCONCIERTO

Casualidades, coincidencias y sincronías Cuando dejamos de tener control o conocimiento sobre lo que nos pasa, nos inventamos el destino como algo a lo que responsabilizar de nuestra suerte o desgracias. Los eventos fortuitos nos atemorizan e ilusionan a partes iguales. ¿Qué se ha dicho de ellos? ¿Qué datos puedo tener en cuenta para saber lo que esperar? ILUSTRACIÓN POR c31913

“La irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa o el estupor son elementos esenciales y característicos de la belleza.” “La casualidad no es, ni puede ser más que una causa ignorada de un efecto desconocido”.

Si tienes suerte, una de cada cuatro millones de veces que juegues el Kino, te lo podrás ganar.

Cada vez que te dé el pánico al avión, piensa que sólo se accidenta uno en un millón, sin embargo, piénsatelo mejor cuando quieras acelerar por Eliodoro Yáñez, allí se dejan la vida uno de cada 6700 autos.

Hay más posibilidades de morir atragantado (una de cada 4000) que de morir por un rayo (uno de cada 3 millones). Por eso, ¡que te parta un rayo! es un mal de ojo bastante poco eficaz.

Un cambio de rumbo de un medicamento para la angina de pecho dio lugar al viagra, medicamento que ha cambiado la vida de miles de personas.

Ana se fue a Finlandia a esperar la casualidad más grande de su vida en “Los amantes del círculo polar” (Julio Médem 1998). 17


R CREACIÓN

Desordenando el orden El caos y el orden han tomando distinta intensidad en la vida de la artista visual Marcela Trujillo o Maliki. Aquí despliega su relato honesto sobre los años en que se rebeló del orden católico de su adolescencia y se dejó llevar por el caos del punk; cómo sobrevivió Nueva York sin caer en el desconcierto y cómo la maternidad le rompió los moldes. Pero, sobre todo es la crónica de alguien que parece haber encontrado el equilibrio de estas fuerzas para plasmarlo en su obra. Por MARCELA TRUJILLO

No defino mi arte como caótico, pero reconozco que el caos es fundamental en mis procesos creativos. Siempre me enseñaron a huir del caos, a ser ordenada y metódica, que solo a través de la organización podía tener el control de las situaciones y de ese modo lograr lo que me propusiera en la vida. Desde pequeña amé el orden y las rutinas, me hacían sentir segura y buena. Tenía excelentes notas, mis padres me felicitaban, tenía amigos que me querían y hasta un pololo. Pero como la vida es circular, cuando llegué al extremo del orden me pasé fácilmente para el otro lado. Y de ser una escolar ejemplar de colegio católico, me convertí en una estudiante de arte rebelde y punk. Y conocí el caos. Ese lugar sin orden donde lo inesperado es ley. Viví en él por dos años, me rapé, me vestí de negro, escuché música en inglés, tomé alcohol, probé drogas y dibujé cómics para adultos (uno que la iglesia y la dictadura militar censuraron por faltar a la moral y a las buenas costumbres). No lo pasé tan bien como aparentaba, mis amigos eran de temer, mis padres dejaron de confiar en mí y reprobé dibujo por inasistencia. A pesar de todo, el cómic y la pintura se convirtieron en mis mejores aliados. Eran herramientas para expresar mis ideas, mi descontento, mi rabia, mi pena. Cosas que no sabía que tenía dentro. El caos me enseñó a confiar en mi creatividad, a verla como mi gran defensa y mi gran valor, mucho más que ser obediente, responsable o compasiva, que eran los valores cristianos de los colegios católicos a los que fui. Algunas personas aprenden eso desde pequeños. A otras la vida se los enseña. Yo agradezco haber pasado para el otro lado porque no sabía que en la vida de cada uno, el caos tenía tanto valor como el orden. No hay blanco sin negro, ni día sin noche. El caos es el principio de todo. El orden ocurre pero solo en nuestra mente. Necesitamos convencernos de que existe un orden para estar tranquilos porque somos seres emocionales y si no tenemos esa certeza sentimos angustia y estrés. Pero la vida es un fluir incesante de energías,

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fuerzas y situaciones que no controlamos y que no comprendemos, sin embargo seguimos viviendo y funcionando como si fuéramos el centro del universo. Nos contamos cuentos de que tenemos el control porque de otra manera nos volveríamos locos. Pero todo eso lo vine a entender de adulta. Cuando salí del caos punk fue porque me enamoré. El amor es el mejor neutralizador del mundo. Una gotita de amor y cambias el PH de todo. Así de simple. Cuando volví a mi centro ya no era el mismo centro de antes. Ahora conocía otras realidades, tenía experiencia. Mis padres recuperaron la confianza en mí, me hice de nuevos amigos y mi carrera como pintora se profesionalizó. Me fui a vivir a Nueva York donde estuve siete años. NYC es una ciudad caótica. Nada se le compara. Hay ratones en las líneas del tren, personas vagabundas que huelen tan mal que un carro del metro puede ir vacío por el olor, músicos que debieran estar en la filarmónica o en el mejor club de jazz del mundo y están tocando en la calle, hay más galerías de arte de las que uno alcanza a visitar en un mes, más películas del mundo de las que uno puede ver, más bibliotecas públicas que farmacias, puedes armar tu departamento recogiendo muebles en las veredas, hay gente de todas las culturas y de todas las religiones caminando a tu lado, etc. Mi segunda visita al Caos fue en Nueva York, pero esta vez elegí no sumergirme en él, pero sí reflejarlo en mis pinturas. Compraba revistas usadas en las bibliotecas, libros y cachureos vintage en los flea markets, juguetes y muñequitas en Chinatown y jugaba a mezclar lo que se me cruzara en mi nueva vida en inglés en mis telas. No creía en los sentidos profundos del arte. Lo que me quedó de mi época punk fue ese escepticismo frente a lo sublime y a lo romántico. El eterno fluir de imágenes, personas y situaciones de esa ciudad era suficiente. Sofisticación y decadencia iban de la mano. Pasaron cinco años, algunos pololos en inglés y muchas pinturas,

1 CONFLICTO FAMILIAR, MARCELA TRUJILLO 2.3 TUMORES FEMENINOS, MARCELA TRUJILLO 4 NEUMONÍA NECROTIZANTE, MARCELA TRUJILLO


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expuse y gané concursos, hasta que se me cruzó el cómic, el cómic autobiográfico. Era un cómic muy controlado, muy diferente de los que hice cuando era punk. Para hacer estos cómics necesitaba que en mi vida pasara el caos, pero de refilón, sin tocarme mucho, solo lo suficiente como para que mi vida fuera entretenida y valiera la pena dibujarla. El caos era un río que pasaba cerca, pero en el cual no quería navegar ni menos naufragar. Hasta que fui madre. Viví mi maternidad en Alemania, donde el caos es un concepto, nunca una realidad. En Hamburgo las personas solo cruzan la calle en las esquinas y con semáforo en verde, todos son puntuales, los automovilistas manejan bien, en las carreteras hay una pista especial para alta velocidad, en navidad no se vuelven locos comprando regalos y en los matrimonios regalan sobriamente, no existe lista de novios, todas las ventanas

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de los edificios son dobles y las cambian cada 4 años para ahorrar calefacción. A pesar de que la cultura alemana es la menos caótica del mundo, ahí estaba yo, viviendo la etapa más caótica de mi vida: ser madre. No ha habido nada en la vida que me haya sacado más del centro del ego y de mí misma que la crianza de mis hijas. Nada. La maternidad me ha elevado a los lugares más luminosos del amor y me ha lanzado a los abismos más oscuros y desolados del dolor, la desesperación y el miedo. El dolor del parto, la desesperación del llanto incesante y el miedo a que ellas sufran. El caos de la maternidad ha sido físico, hormonal y social, pero afortunadamente es lo más normal del mundo y una de las metas más deseadas del género femenino, así es que no es para tanto. Mis hijas crecieron y el orden reapareció en mi vida como por arte de


magia, nunca lo había deseado tanto desde que era chica. Benditas rutinas. Las mismas que yo seguía, pero ahora soy yo quien las impone, por mi propio bien. Mis hijas crecieron y estoy entrando a la pre-menopausia, no solo por los bochornos, también porque una cierta serenidad se instaló en mí. Hoy veo el caos como algo normal. Está en esas cajas de juguetes antiguos mezclados con cachureos que mis hijas no quieren regalar porque saben que si se aburren las abren y algo se les va a ocurrir, se instala en el departamento entero cuando juegan con sus primos chicos y se persiguen gritando con los ojos vendados, en la guarida secreta que después arman con frazadas y sábanas en el living y que jamás ordenan, en la mesa del comedor cuando se ríen por tonteras con sus amigas, tanto que las tengo que retar para que no se ahoguen, etc.

He llegado a ver el caos como un valor. Cuando el orden de mi taller colapsa, es cuando encuentro recortes que había olvidado por completo y se me ocurren nuevas ideas para pintar. Escaparme al Persa del Bío Bío, el mercado de las pulgas más caótico de Santiago, siempre es una aventura. Nunca sé qué cachureo se me puede cruzar -una revista, una muñeca o un libro antiguo- para decirme: “Seré el tema de tu nueva pintura”. A veces abro la puerta, me paseo por el caos y la vuelvo a cerrar. La vida y mis hijas me han enseñado a entender que el caos es necesario, en diferentes dosis y maneras, para mantener viva mi creatividad, para que la chispa de la imaginación no se me apague y para cerrar los círculos, esos que me hacen sentir que la vida tiene sentido y que la felicidad es posible.

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A ORDEN

OTRA VEZ ORWELL POR IGNACIO BARROS

Eros y thanatos en Freud, lo apolíneo y lo dionisíaco en Nietzsche, la tragedia vital y la tentación de muerte en los obsesivos movimientos de Foucault. En última instancia el orden y el caos son impulsos que están en juego detrás de una de las más inofensivas ventanas del panorama cotidiano. Critiquemos la insípida estadística, los invito a levantar una de las miles de piedras que dan forma al orden de lo cotidiano para ver la caótica vida que esconde: Netflix, la plataforma mediática que ofrece miles de películas y series por streaming. A diario en esta se ordena, cataloga, administra y encierra en oscuras mazmorras virtuales el mar de información proveniente de la genuina y a veces no tan genuina decisión de ver una película en vez de otra. En septiembre de 2009 Netflix ofreció un millón de dólares a quien respondiera al desafío de diseñar una fórmula para predecir con mayor precisión la valoración que le darán sus usuarios a los títulos que se les ofrecen. Es de imaginería orwelliana que una compañía multimillonaria disponga de una herramienta capaz de predecir si una película o serie te va a gustar. “En una escala de uno a cinco, a la nueva película de Sofía Coppola le vas a dar un tres”. El grupo BellKor’s Pragmatic Chaos se coronó con la construcción de un algoritmo que, basado en predictores estadísticos y modelos matemáticos alterados con precisión quirúrgica, logra predecir con error espeluznantemente pequeño cómo valoramos nuestras series y películas. Uno de los engranajes responsables de que el algoritmo funcione es lo que mostramos en esta página. Una regla de predicción que incorpora los factores que están en juego a la hora de querer predecir una valoración. La frecuencia, cómo se valoraron películas similares, hace cuánto tiempo fueron estas valoraciones hechas, etc. Como es de esperar, los algoritmos de Netflix no son los únicos que ríen a expensas de nuestra humana torpeza y anémica originalidad. Con él Google, Amazon, Facebook y cuántos otros que cual claustrofóbica oligarquía gobiernan aquello que ocurre detrás de las pantallas. Si sumergimos el rostro en cualquier libro de historia, aparece como evidencia grotescamente explícita la eterna lucha contra el caos. Parece ser que el caos está siempre ahí y nosotros seguimos sin descanso conteniéndolo y luchando por desterrarlo de nuestros territorios. La historia de la humanidad suspira todas las noches como Lihn le suspiró a Raquel: “[...] Aquí estoy otra vez en lo mismo de siempre.” Ordenando, luchando contra el caos que no descansa, que siempre vuelve a aparecer para seguir poniendo en jaque nuestra infantil esperanza de forma, de Obra con pretensiones de universalidad. Sin embargo es Netflix, y como él muchos, quien pone en duda la obviedad del caos y nos descubre desnudos y, al final del día, vergonzosamente predecibles. ¿Cuán lejos estamos de 1984 cuando en la pantalla aparece la leyenda: “Mejores películas para….”?

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R ANARQUÍA

LA CIUDAD LIBRE Como una paradoja que se levanta en medio de la ordenada capital danesa de Copenhague, Christiania es una comunidad autónoma, libertaria y que toma sus decisiones en asamblea. Reglas hay, claro que del tono: Hachís legal, no se venden drogas duras. Bienvenido al lugar donde lo prohibido es molestar la libertad de los otros. Por SOFÍA MARTÍNEZ

Dinamarca es la entrada a la región escandinava, ese paraíso del que siempre hemos oído hablar, donde el Estado de Bienestar funciona, donde el diseño mobiliario destaca por la pureza de sus líneas, sencillez y funcionalidad y donde sus habitantes altos, rubios y de ojos azules complementan esta visión idílica de una comunidad que se rige por el orden, el bien común y la felicidad. Sin embargo, y quizás obedeciendo a un principio taoísta, en medio de Copenhague, la capital de Dinamarca, encontramos Christiania, una zona que se levanta y rompe la norma, que se autoproclama como la Ciudad Libre, donde sus más de 900 habitantes se consideran fuera de Dinamarca y fuera de la Unión Europea; libres para autogobernarse, erradicar los impuestos y, a pesar de la ilegalidad, libres para vender y consumir drogas blandas. *** Ya desde la entrada principal se percibe que ingresas a una tierra distinta a todo lo que has visto en Copenhague. Dos tótems de madera dan la bienvenida a Christiania y un sendero de adoquines invita a seguir el camino por este mundo paralelo. Paso a paso, todo lo que el ojo alcanza a ver parece haber sido intervenido reiterada e infinitamente por alguna pulsión artística. Como brotes primaverales surgen desde las paredes y del suelo coloridos murales, grafitis, mosaicos, esculturas e intervenciones forjadas en fierro que llenan el ambiente de un sin

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1 PETR KADLEC 2.3 ARMIN RODLER

sentido congruente. Aquí toda expresión es permitida, con la única condición de no molestar al resto. La primera parada no es sobre arte, ni hachís, es tan simple y común como una tienda de souvenirs repleta de distintos productos que llevan la bandera de Christiania estampada (tres círculos amarillos alineados sobre fondo rojo), junto a la consigna Bevar Christiania (Salvemos Christiania); porque, por supuesto, desde sus comienzos este ha sido un territorio al que se ha debido defender. *** En los años ’60, durante la Guerra Fría, Dinamarca decidió como medida de prevención contra posibles bombardeos retirar las tropas militares instaladas en los terrenos de Christianhavn. No pasó mucho tiempo para que este terreno de más de 34 hectáreas, que incluye un extenso lago dentro de él, fuera ocupado. En 1971, mientras el movimiento hippie danés estaba en su apogeo, un grupo de padres realizó una pequeña acción para que sus niños tuvieran un lugar donde jugar: derribar una de las vallas protectoras del recinto militar. Ese fue el primer paso que abrió un debate sobre el uso de estas tierras abandonadas por el ejército y que terminó en la fundación de la micronación libre de Christiania. Los primeros christianitas conformaron un grupo heterogéneo: anarquistas, hippies, artistas y jóvenes con problemas; que se unieron bajo el compromiso de crear y

mantener una comunidad autosuficiente en la que todo el mundo es libre de desarrollarse y expresarse como miembro responsable de ésta. Luego de años de intentos por desalojar el sector, el municipio de Copenhague traspasó parcialmente los derechos de las tierras al Estado y éste, en 1989, decidió aceptar el asentamiento supeditándolo a una futura regularización y legalización. Hasta hoy, los christianitas se organizan a través de lo que llaman una democracia consensual, en la que se privilegia los acuerdos en la toma de decisiones en vez de la imposición de reglas. Las tres primeras reglas que surgieron de este sistema fueron: No autos, ni motos. Y definitivamente Christiania es un sector en el que sus habitantes y visitantes sólo pueden moverse a pie o en bicicleta, con el fin de mantener el carácter tranquilo y relajado del lugar. Hachís legal. La comunidad decidió que, a diferencia del gobierno danés, ellos legalizarían el consumo y venta de drogas blandas. Decisión que se ha convertido en uno de los mayores atractivos turísticos de Christiania. No drogas duras. Esto debido a problemas que se tuvo con algunos jóvenes en los inicios de la comunidad. *** A solo unos pasos de la entrada, al costado de la tienda de souvenirs, un gran letrero advierte que estás por entrar al barrio más



atractivo: Green light District, también conocido como Pusher Street. Amablemente y en más de cinco idiomas, el cartel explicita las normas de esta zona: “Estimados amigos, en Green Light District tenemos tres reglas: Diviértete. No corras - porque crea pánico. No sacar fotos – Comprar y vender hachís sigue siendo ilegal”. Recorrer Pusher Street no deja de ser intimidante y fascinante al mismo tiempo. Pero, mientras el aroma a marihuana y hachís comienza lentamente a envolver el olfato, y la gente, mezcla de turistas y habituales, se mueven motivados por la curiosidad o la satisfacción de comprar unos gramos para fumarlos por las calles, parques, bares, terrazas y bancas de Christinia, comprendes que todos en su diversidad son bienvenidos aquí, donde cada noche se enciende la luz esmeralda del distrito. Los puestos de venta, que en las calles previas estaban abiertos y al aire libre, son ahora pequeños cubículos con estrechas entradas y cubiertos por espesas mallas de camuflaje, cada uno junto al otro, cada uno protegiendo al otro. Acá, en Green Light District, Christiania pierde color, acá Christiania está a la defensiva, acá Christiania está en guerra y sus soldados esconden sus rostros. *** Ir a Christiania se considera la forma más fácil, rápida y segura para comprar marihuana. Según los últimos indicadores del gobierno 17.000 daneses se declaran asiduos consumidores. Quizás tener un lugar como este ayude a mantener la paz y control entre quienes venden y quienes consumen. Eso sí este período de relativa calma fue precedido por uno de los puntos más negros en la historia de Christiania: una guerra de dos años entre bandas motoqueras por el control del comercio de la droga significó la muerte de 10 personas y varios heridos. Estos hechos dieron paso al establecimiento de dos reglas más. -No se admite violencia, armas, insignias de motoqueros, ni ropa antibalas. -No se permite la venta de objetos robados. *** Al salir del Green light District, el sendero de adoquines y cemento desaparece, en el suelo comienzan a aparecer múltiples caminos de tierra, circundados por una vegetación frondosa y un poco salvaje, que

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guían por arriba y abajo en el terreno de los christianitas, solamente ayudado por unos precarios, pero firmes peldaños que abrazan la tierra donde ellos se posan. Todo Christiania es abierta. Acá no existe el concepto de propiedad, no es posible comprar ni vender una vivienda, no importa el tiempo o dinero que haya sido dedicado en su construcción, todo pertenece a la comunidad. Al momento que una de estas casas queda deshabitada es la misma comunidad la que acuerda quién o quiénes serán los elegidos para ocuparla. Una decisión que se toma en asamblea. Las casas de Christiania son el segundo atractivo más grande del lugar. La creatividad con la que fueron construidas las hace sorprendentes y alucinantes. Algunas más pequeñas que otras; únicas y diferentes cada una de otra. Ir descubriéndolas es como un viaje a la infancia, cuando los límites para construir eran infinitos. Estas casas han sido, en su mayoría, levantadas a partir de materiales viejos y/o descartados y desde la precariedad sus habitantes han sabido recurrir a su capacidad inventiva. Al borde del lago es posible encontrar una casa hecha a partir de múltiples y coloridas ventanas. Otra parece incrustada en la tierra con su forma alargada y triangular, que destaca por su chimenea que simula la boca de un dragón verde por la que en las noches de invierno arroja incesantemente humo negro. Hay otras casas que parecen barcos, hay otras con puertas redondas, hay otras con jardines completos en el techo y artilugios que cuelgan por todos lados. Nada por acá tiene que ver con el diseño escandinavo. No hay nada que sea evidente u obvio. No hay nada que esté ahí sólo por su funcionalidad. En Christiania las cosas fueron hechas para disfrutar y rendir honor a la libertad.


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A CREACIÓN

DEL ERROR AL BEAT PUEDE PARECER UN RUIDO INCESANTE, PERO NO, ES MÚSICA ELECTRÓNICA QUE NACE DE FALLAS EN EL SONIDO. ESTA ES LA MÚSICA GLITCH. POR EQUIPO MALAMAG

Un zumbido eléctrico, un disco rayado, un pitido incesante y el sonido de estática que hacía un televisor en los 90 cuando se quedaba sin señal. Todo eso atravesando tus oídos. Es probable que quieras sacarte los audífonos porque no aguantas esa especie de zumbido. Pero también puede ser música. Glitch music, un género de la electrónica que surge de la experimentación y manipulación de audios disfuncionales o abusados y que, a raíz de su significado en inglés, esta categoría ha sido denominada como la “estética del error”. Puede parecer ruido para tus oídos, pero también ser una terapia. Ryoji Ikeda, compositor electrónico y artista visual japonés, ha explorado la estructura de los errores binarios y de la repetición para crear música algorítmica sincronizada con módulos audiovisuales, que permiten la visualización del sonido en tiempo real. Todo lo conjuga en instalaciones que han recorrido varios museos en Tokio, Nueva York y Barcelona, entre otros. Allí se relaciona arte, música y tecnología, logrando una experiencia sensorial en el espectador.

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R DESCONCIERTO

EN LA PIEL DE UN SUPERHÉROE A PEDRO QUINTEROS SIEMPRE LE GUSTARON LOS SUPERHÉROES. A LOS 12 AÑOS SE CONVIRTIÓ EN UNO PARA PELEAR CONTRA SU PROPIA MUERTE. EN LA CLÍNICA DONDE TRATAN SU FALENCIA CARDÍACA LE DICEN IRON MAN: ES EL ÚNICO NIÑO QUE VIVE CON UN CORAZÓN ARTIFICIAL EN CHILE. PARA SUS PADRES, LA VIDA ES COMO UNA MONTAÑA RUSA, DONDE SEGUNDOS DE CALMA SE

CONJUGAN CON EL VÉRTIGO DE LA ENFERMEDAD MORTAL DE UN HIJO. Por Gabriela García

“¡Aquí, aquí! ¿Ves esas rayitas? ¡Son como las que tienen los celulares! Esas son las rayitas que indican las pilas que tiene mi corazón”. Pedro Quinteros dice esto abriendo un bolso negro que lleva cruzado al pecho. Allí guarda el corazón artificial que está enchufado a su abdomen a través de un cable blanco que le atraviesa la piel. El dispositivo, que cuenta con un controlador que registra pulsaciones, flujo y energía, funciona con baterías que Pedro cambia cada ocho horas. Así es como salva su vida el niño que a los 12 años, se convirtió en el primer caso pediátrico en Chile en recibir el implante de este órgano sintético, el 24 de octubre pasado.

que esta cirugía tuviera éxito. “No sabíamos si iba a poder resistir el implante; pero era la alternativa que quedaba y la tomamos. Cuando Pedro reaccionó tras la operación, el equipo médico encabezado por el cardiocirujano Cristián Baeza pensó que era un milagro. Jamás se había hecho esto antes en Chile”, recuerda el padre.

Tener un corazón artificial que reemplaza la labor del ventrículo izquierdo y que bombea continuamente la sangre a la aorta, fue la única opción que tuvo Pedro de aferrarse a este mundo. Aquejado de una enfermedad cardíaca congénita llamada estenosis de la válvula aórtica, llegó al borde de la muerte a la Clínica Las Condes el 20 de agosto pasado. Pedro fue derivado del sistema público y estuvo los siguientes tres meses hospitalizado. Durante la mayor parte del tiempo encabezó la lista nacional de trasplante de corazón. Pero los dos únicos donantes pediátricos que aparecieron durante ese lapso que estuvo en la UTI no fueron compatibles con su anatomía y llegó un minuto en que Pedro se estaba muriendo.

El 19 de noviembre al mediodía, Pedro fue dado de alta y volvió a su casa en San Bernardo con el bolso negro con el que ahora va a todas partes. Pero además en la clínica le regalaron una credencial que le da fuerzas hasta hoy. Allí se lee “Pedro Quinteros: Nuestro Iron Man”. Al niño, que siempre le han gustado los superhéroes y no se pierde estos monos animados, le hace mucho sentido: así como en el cómic, Iron Man es un personaje que tras recibir una metralla en el corazón, construye una armadura para salvar su vida y escapar de su cautiverio, Pedro tampoco se rinde: su arma de defensa es el corazón artificial. Su archienemiga: la muerte. “No sé si otro niño a su edad habría logrado lo que hizo mi hijo. Es que estuvo conectado a un ventilador mecánico más de un mes, y nadie daba un peso por él. Pero Pedro es fuerte, tiene poderes sobrenaturales”, dice su padre guiñándole el ojo a su hijo y mostrando orgulloso las dos medallas y el cuadro de honor que les hizo llegar la alcaldesa de su comuna tras la hazaña.

“Estábamos desesperados. Vivíamos día y noche en la clínica pero su corazón ya no daba más. Un día busqué en google cómo podía salvarlo y supe que en otros países a estos niños les ponían un corazón artificial. Entonces comencé las gestiones para conseguirle uno a toda costa”, cuenta el padre de Pedro (46), que comparte nombre con su hijo. El dispositivo se llama HeartMate II (compañero de corazón) y el ejemplar de Pedro viajó desde Estados Unidos gracias a la gestión y a la subvención económica de la propia clínica y del Ministerio de Salud. Cuando llegó, Pedro estaba tan frágil que ya ni siquiera estaba en condiciones de recibir un corazón real. Pesaba 11 kilos menos que cuando fue hospitalizado (47.7) Pero además ya tenía otras tres operaciones en el cuerpo, por lo que nadie podía asegurar

Siete meses han pasado de eso. Y si bien Pedro no puede tirarse un piquero al mar como le gustaría, puede jugar a los legos y comer asado con lechuga –su plato favorito- las veces que quiera. Al día debe tomar 12 remedios y para ducharse debe cubrir su corazón sintético con un bolso anti agua. Cuando cambia baterías, eso sí, tiene que hacerlo en máximo 15 minutos. De lo contrario, su corazón se detiene. “La vida de Pedro es de película, una donde el protagonista vive siempre al límite”, dice su madre, Mabel (39), mientras revisa los indicadores del corazón artificial de su hijo: las pulsaciones están ok, a las pilas todavía le quedan varias horas, pero el flujo de agua aparece bajo y si no hace algo rápido, la alarma de emergencia comenzará a sonar. 1.2.3 ARNOLD MANILLIER

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Pedro se toma un vaso de mineral y normaliza rápidamente los niveles. En su pecho no se oyen latidos, sino un ronquido metálico.

mi guachito. Vuelve-, le suplicaron llorando mientras Pedro dormía con mangueras por todos lados.

*** Cuando nació Pedro, el 5 de julio de 2002, su madre, Mabel, estaba aterrada. Cinco años antes había perdido a su primer hijo, Cristóbal, cuando tenía un mes y cuatro días de vida. El bebé falleció de un problema cardíaco. Por eso cuando los médicos le dijeron que Pedro venía con un soplo al corazón, ella pensó que se repetiría la misma historia. “Pero Pedro fue creciendo. Y a pesar de que siempre había que llevarlo a controles, sentí que esta vez la vida había sido generosa con nosotros”, cuenta Mabel.

A la mañana siguiente, Pedro seguía vivo. -Tiene 40% de posibilidades de sobrevivir-. Eso fue lo que dijo el equipo médico de la Clínica Las Condes, cuando, a pedido del hospital Roberto del Río, fue a evaluar a Pedro y decidió llevárselo.

Así fue hasta que cumplió los 12 años y un día de 2013, su corazón colapsó. “Estaba jugando a la pelota con mis compañeros en el colegio cuando caché que me agité demasiado y paré. No alcancé a reponerme. Me fui a negro y me desmayé”, recuerda Pedro. En el hospital Roberto del Río, los doctores le dijeron a sus padres que debían operarlo para cambiar la válvula aórtica. Pero el 19 de agosto, Pedro entró a pabellón y ya no salió más. “Nadie se explica lo que pasó. Pero a las siete horas de operación comenzaron a salir y a entrar doctores con litros de sangre para mi hijo y tuvieron que conectarlo a una máquina para que siguiera con vida. El doctor nos dijo que entráramos a despedirnos de él. Se había infartado su ventrículo izquierdo. Su corazón funcionaba al 25%”, recuerda el padre. Con Mabel entraron a la habitación de Pedro a las 4 de la madrugada. -Ya hemos sufrido mucho con lo de tu hermano. Por favor quédate

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*** Pedro no tiene recuerdos de esos días críticos. Inconsciente, y mientras los médicos trataban de estabilizarlo primero con oxigenación extracorpórea, y luego con asistencia ventricular, él soñaba que iba en un submarino. “En otra oportunidad soñé con mi hermano que murió y también con un corazón roto que veía en tres dimensiones desde el espacio. Entonces alguien barbudo y con chalas, parecido a Papá Noel, me tomaba por el hombro y me decía: no es tu hora”, cuenta Pedro. “Pedro estaba completamente sedado pero nosotros no le dejamos de hablar. Él nos apretaba la mano. Movía sus párpados… a veces amanecía mejor, otras veces mal. Vivir con un hijo enfermo es como una montaña rusa: pasas del caos a la tranquilidad en cosa de minutos, y no te puedes cansar. Yo creo que él no dimensiona todo lo que ha vivido, es la gracia de ser niño”, reflexiona Mabel. Y continúa: “Pedro no se hospitalizó solo. Nosotros también nos internamos con él. Desde que él se enfermó yo no he vuelto a trabajar, estoy con licencia para poder cuidarlo. Y mientras él estuvo inconsciente dormí en la alfombra de la sala de espera de la unidad coronaria, porque no


resistía estar lejos de él. Cuando la muerte amenaza a tu hijo con esa fuerza, no puedes sacarle los ojos de encima: cada mañana comienza con un ¿cómo te sientes Pedrito? y entonces sabemos si será un buen día o no también para nosotros. La enfermedad convierte tu vida en un sobresalto constante e incluso cuando está estable, te preguntas: ¿Y ahora, esta paz, cuánto más va a durar?”. Ahora que su hijo tiene el corazón artificial, sienten que están en una tregua. Pero el dispositivo que le permite vivir y que el doctor Baeza describe como un hito en la medicina chilena tiene una vida útil. En su caso, no debería pasar del año. Y Pedro lleva ya siete meses. “Lo volvieron a poner en la lista nacional para un trasplante de corazón luego de que tuvo una infección que se le pasó a la sangre, hace un mes. Si bien el HeartMate es un regalo porque nos permite estar con él ahora, sólo nos está dando una ventaja mientras aparece un donante”, acota el padre. Mabel agrega: “A veces me pregunto: y si la máquina falla, ¿qué vamos a hacer? Es terrible rogar que se muera alguien para salvar a tu hijo, pero cuando tú estás en la vereda de enfrente, cuando te toca vivir algo así, la perspectiva cambia”. No será además, el único trasplante que Pedro necesitará a lo largo de su vida. El tiene apenas 12 años y, por lo general, los órganos no duran más de 18. *** Pedro está en mejores condiciones para recibir un trasplante hoy. Durante el tiempo en que ha vivido con el corazón artificial ganó masa muscular, tiene más fuerza, y agrandó su caja torácica. “Según los doctores, mi hijo podría recibir un órgano de una persona de

hasta 25 años que tenga más menos su contextura (51 kg, 1.49 cm)”, dice su padre mientras Pedro juega videojuegos. A Pedro la conversación sobre su enfermedad a veces lo latea. Aunque su padre dice que el niño saltó de alegría cuando supo que estaba en la lista para un trasplante, hay días en que se frustra por las cosas que no puede hacer: extraña el colegio, ir a la piscina o jugar a la pelota como sus pares. “Me enojo por la falta de donantes que hay”, dice Pedro. “Yo en cambio, quiero que donen hasta mis ojos. Quiero que un ciego reciba mis ojos. Imagínate cómo sería de feliz”, dice echado sobre un sillón y arremangándose la polera. Las huellas de las cirugías quedan al descubierto cuando toma el control remoto del televisor y hace zapping rehuyendo los lamentos de sus padres. En el canal Discovery están dando un programa sobre el Hombre Araña, Superman, Iron Man, entre otros cómics. “¿Te has fijado que los superhéroes siempre tienen su poder en el corazón? Fíjate en Superman y en El Hombre Araña. Su pecho es su fortaleza y aunque traten de matarlos, siempre ganan las batallas. Por eso le digo a mis papás que yo me voy a morir de viejo y no del corazón”, dice Pedro alzando la voz y sin sacar los ojos de la pantalla. En la tele aparece un corazón como el que soñó cuando estaba inconsciente. -Así era el que yo vi-, dice. -Pero este no está roto. Sino que late y muy fuerte-.

El 7 de junio, la espera de casi un año por un órgano definitivo terminó. Pedro Quinteros recibió el anhelado transplante de corazón. “Quiero agradecerle a la familia que me lo donó”, fue lo primero que le dijo a sus padres tras la intervención de la que al cierre de esta edición, se recuperaba favorablemente en la Clínica Las Condes.

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Replicant. Emotion. Sell. VESTUARIO PAULO MÉNDEZ

FOTOGRAFÍA: SVANTE OLDENBURG Asistente fotografía: Roberto Olivares Styling: MASSIEL DE AGUIRRE Modelos: Javiera Segura (ELITE CHILE) Make Up & hair: Margarita Nilo Post producciÓn: Svante Oldenburg / SAINT-JEAN DR






IN NOMINE PATRIS El caos que emerge de la decadencia religiosa es responsable de discriminación, persecución e intolerancia. Alentado por fundamentos religiosos, el mundo caótico hoy refleja la inestabilidad humana a temporal, dejándonos como legado la iconografía estética, el simbolismo de la ostentación y la provocación religiosa. FOTOGRAFÍA: ARNOLD MANILLIER PRODUCCIÓN: ALEJANDRA RIVAS MAQUILLAJE Y PELO: CAMILA BAMBINA STYLING: MASSIEL DE AGUIRRE MODELO: CAMILA ARRIAGADA (ELITE CHILE) AGRADECIMIENTOS: TIENDA SIETE RAYOS

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Chaqueta Claudio Mansilla



PARA


EMILIO EDWARDS PARA EL GANSO


D DESTINOS

EL CAÓTICO ENCANTO DE HANOI En la capital vietnamita circulan tres millones de motos que desafían los nervios de los peatones. Además, miles de tuc-tuc que luchan en las calles por captar pasajeros. Pero el ajetreo aquí no es sólo sobre ruedas: en cada rincón se vive un desorden de puestos callejeros, peluquerías al aire libre, pagodas perfumadas. Hanoi no conoce la calma. Afortunadamente. POR Patricio De la Paz

Cómo cruzar las calles. Eso es lo primero que enseñan los vietnamitas cuando uno llega a Hanoi. Son claros, precisos: “Para no morir atropellado, la clave es cruzar siempre al mismo paso, sin apurarse ni detenerse en el camino”. Y la advertencia, que incluso ahora reparten en las recepciones de los hoteles, se agradece. Porque, de verdad, que no hay otra forma de sobrevivir como peatón en una ciudad con cerca de tres millones de motos y miles de tuc-tuc dando vueltas por todos lados. Los habitantes de Hanoi cumplen esa regla de memoria. Uno ve familias enteras cruzando las calles sin cambiar nunca el paso: sólo así, con una marcha que no varía el ritmo, los conductores pueden calcular si pasarlos por el lado izquierdo, por el derecho, disminuir la velocidad o acelerarla. Pero si alguien sorpresivamente corre o se para asustado en medio de la pista, todo el cálculo se va a la basura. Y el asunto puede terminar en tragedia. Contado así, el panorama suena aterrador. El caos absoluto. Pero no hay que engañarse: esto del paso uniforme a través de las calles puede convertirse en la manera más entretenida de recorrer la capital de Vietnam y sentir el desorden que se cuela por todos lados. Fundada en el año 1010, Hanoi –“la vieja dama” del sudeste asiático, como la llaman las guías turísticas-, está llena de rincones donde se respiran sus mil años de historia. Desde viejas y coloridas

pagodas impregnadas de incienso hasta el mausoleo gigante donde está embalsamado Ho Chi Minh, el líder vietnamita que aquí se venera en categoría de culto. A todos estos sitios, si hay tiempo, se puede llegar a pie. Esquivando motos, por supuesto. Solemnes frente a Ho El guía se presenta como Duc. Sonríe, pero no pierde la solemnidad que la ocasión amerita. Junto al grupo de turistas que lo acompaña, está en la larga fila para entrar al mausoleo de Ho Chi Minh, que es el principal sitio de peregrinación de Vietnam, desde que se terminó de construir en 1975. Las normas son estrictas: nada de shorts, ni mochilas, ni sombreros. Los más puristas alegan que los visitantes no deberían llevar siquiera las manos en los bolsillos. El respeto debe ser total. Así, casi pisando huevos y después de varios controles militares, uno llega a la sala donde está el hombre que gobernó el país por más de dos décadas: tomó el poder en 1946, luchó los años siguientes para terminar con el dominio francés en la zona y luego, como presidente de Vietnam del Norte, dio guerra a los norteamericanos. Aunque Ho Chi Minh murió en 1969, aquí sólo parece que estuviera durmiendo dentro de una caja de vidrio. Tiene ·Ubicada en la zona norte de Vietnam, Hanoi obtiene su nombre por su significado “ciudad entre ríos”. La mayoría del área de la ciudad está rodeada al costado este por el Río Rojo, que fluye desde el suroeste de China y llega al norte de Vietnam. Además, hay alrededor de 10 ríos que cruzan la ciudad, como el Duong, Cau, Ca Lo, entre otros.

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los ojos cerrados, la barba canosa y está con las manos apoyadas sobre sus caderas. Los turistas pasan a su lado, sin dejar de caminar. Si uno ralentiza la marcha, la guardia militar empieza a gritar para que se apure el tranco. Ya lo había advertido Duc: “Frente a Ho está prohibido detenerse”. Otra vez: el paso uniforme, sin variaciones, es la regla en Hanoi para evitar el caos. Ya sea en las calles o frente al líder de la patria. Tacos altos Tras la calma del mausoleo, el regreso al ajetreo callejero no es fácil. Ya lo sabíamos, pero igual impacta el reinado de las motos en las calles. Son las dueñas absolutas. Hasta hace dos décadas, el medio de transporte más común aquí eran las bicicletas, pero el lento despegue económico del país hizo que los vietnamitas empezaran a comprar motos. De fabricación china, porque son más baratas: mientras las motos made in Japan bordean los US$ 2 mil, estas otras pueden costar un quinto de ese monto. Por eso, hoy el parque de motos de la ciudad bordea los 3 millones, “lo cual significa que, dejando de lado a los ancianos y a los niños, en Hanoi, al menos en su zona urbana, todo el mundo tiene una”, dice Duc. Las conductoras mujeres son capítulo aparte. Imposible no reparar en ellas. Todas, sin excepción, andan con sus rostros cubiertos con pañuelos. Para protegerse del polvo y la contaminación, claro; pero también del sol inclemente de esta ciudad. Desde niñas, a las vietnamitas les han repetido que la piel blanca es sinónimo de belleza. Por eso, sus cuidados alcanzan también para las manos y los brazos, que esconden bajo largos guantes. Y un detalle más: independiente de la edad o la clase social, casi todas estas conductoras van con tacos altos. No descuidan su femineidad ni siquiera arriba de una moto. Aunque toquen la bocina con intensidad y frecuencia de camionero. Aire antiguo Imperdibles son el Templo de la Litearuta –la primera universidad de Vietnam, fundada en 1070-, la Pagoda de un Pilar y el teatro de las marionetas acuáticas. Pero el corazón del delicioso caos de Hanoi es el lago Hoan Kiem, al centro de la ciudad. La actividad empieza allí de madrugada. Apenas amanece, alrededor del lago ya se ven vietnamitas haciendo taichí, trotando, jugando badmington en canchas que improvisan a velocidad asombrosa. A ese hora empieza también la vida en el barrio antiguo de la ciudad, al lado del lago. Una zona con más de 50 callecitas que cambian de nombre cada dos cuadras y donde es imposible construir una sola casa más. Vale la pena perderse entre ellas; es la mejor manera de echarle un vistazo al Hanoi profundo. Toda la vida transcurre puertas afuera: las familias, incluso, sacan a las veredas sus comedores, con mesas y sillas pequeñas como de kindergarten. Comen allí sin apuros, mientras uno se pregunta como alguien puede tragar algo estando tan agachado. En las calles del barrio, el primero que se levantó en Hanoi, es común encontrar peluquerías al aire libre, instaladas en las veredas. Son atendidas siempre por hombres, a quienes les basta una silla, un espejo clavado en algún árbol y la destreza de sus manos con una tijera. Muy cerca de ellos, hay mujeres absortas en una insólita tarea: sacar canas con pequeñas pinzas. Una a una. Con paciencia oriental. En este barrio antiguo abundan los edificios típicos vietnamitas. Muy fáciles de reconocer: de cinco pisos, coloridas fachadas,

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muy angostos y con una profundidad que pueden alcanzar los 15 metros hacia atrás. Se les llama “casas tubo”, y en cada una conviven familias enteras, desde los abuelos a los nietos. Y en los espacios que quedan entre una y otra, se encuentra de todo un poco: desde la pagoda de Bach Ma –la más vieja de la ciudad, con pilares de colores y muchos Budas-, hasta pequeñas tiendas que venden lentes de sol, paraguas, medicinas, joyas, antigüedades y, sobre todo, ropa. No son pocos los locales que en sus murallas, sin explicación alguna, tienen el detalle perfecto para completar el mix: afiches donde todas las modelos son occidentales muy rubias. Britney Spears es de las más solicitadas. Cae la noche Para tomarle el pulso a la locura de las compras que se desata en esta ciudad, el destino obligado es Hang Gai, la llaman, y con razón, la “calle de la seda”. Ubicada también a un costado del lago Hoan Kiem, en varias cuadras reúne unas tiendas inmensas que transforman la seda en todo lo que uno quiera. Trajes de fiesta, billeteras, sacos de dormir. Y a precios que parecen broma. Una fina corbata de seda pura raramente sobrepasa los 10 dólares. Comer en Hanoi también es un espectáculo. Sobre todo en los puestos callejeros. Esos que instalan sillas y mesas de plástico en las veredas, y donde uno puede mezclase entre los vietnamitas comiendo un plato de fideos de arroz o una porción de nem, que son la versión local –y mucho más sana- de los arrollados primavera chinos. Recomendable agregar una botella de cerveza al menú. Sobre todo si ya es de noche, y esta cena es el premio para rematar el día. Sentado allí, y pese a la oscuridad, uno adivina que el movimiento de la calle no cesa. Pasan mujeres con sus sombreros cónicos de bambú y grandes canastos sobre sus hombros. Pasan adolescentes rumbo a alguno de los muchos karaokes. Pasan niños de paseo con sus padres. Pasan tuc-tuc veloces, llenos de turistas. Y pasan, por supuesto, las motos de Hanoi. Incluidas las xe om, como se les dice aquí a las que funcionan como taxis y que son una alternativa si la comida ha sido demasiado abundante. Si, en cambio, aún hay energías para regresar al hotel caminando, la regla sigue siendo la misma: cruzar las calles manteniendo el paso, sin apurarse ni detenerse aunque sea de noche.

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PLAYLIST

BIG BANG por JUAN PABLO RODRÍGUEZ

El caos está presente en nuestro diario vivir, ocurre todo el tiempo, con ideas que se pervierten, hombres y mujeres que se desmoronan y fuerzas centrífugas que tienden al orden pero que se disparan para todos lados. El resultado es un ruido omnipresente con apariencias de control y dirección, pero que la intensidad de la explosión lleva a lugares insospechados: la creación.

Beastie Boys · Fight for your right Oneohtrix Point Never · Boring Angel Psychic Ills · Electric Life Oasis · Fucking in the Bushes Fuck Buttons · Brainfreeze The Chemical Brothers · It Began in AfriKa Aphex Twin · Windowlicker Moon Duo · Seer Spiritualized · Electric Phase CAVE · GAMM

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G GASTRONOMÍA

CRONUTTING POR UNO O DOS El hojaldre del croissant y la suavidad de un donut es un atractivo para los golosos. El chef Dominique Ansel deconstruyó estos dos productos y creó el ‘Cronut’, gatillando un fenómeno de la pastelería. Cientos de neoyorquinos madrugan diariamente para intentar conseguir el restringido número de cronuts que se vende por comprador: dos. En esa fila que se arma cada mañana en el Soho experimentamos la locura que se puede desatar por una mezcla de sabores...o por una buena estrategia de marketing. POR JOSEFINA AGUIRRE

- ¿A qué hora llegaron? -la pregunta cae sobre un grupo de cuatro personas que están en el primer puesto de la fila. - Un poco antes de las 7 –responden. - ¿Primera vez? - Sí. Hemos escuchado tanto de los Cronuts que teníamos que venir a probarlos. Es una mañana de un miércoles de primavera en Nueva York y en el cielo un par de nubes concretan su amenaza de lluvia tenue. Aún así, cerca de 40 personas se alinean en la entrada de Dominique Ansel Bakery para conseguir ese pastel mitad croissant, mitad donut. Falta poco más de media hora para las 8 am., momento en que esta pastelería abre sus puertas. Dos semanas antes de este momento intenté comprarlos por Internet. Es una opción que se ofrece en su página web, pero los pedidos ya estaban agotados. En el mismo sitio, hay una serie de consejos que Dominique Ansel Bakery recomienda para cuando los clientes visiten la pastelería: “Cuando estés en la fila, por favor sé considerado con los residentes del barrio y con el resto de la fila. No reserves espacio para amigos (...) Por favor trata de

mantener la vereda libre de obstrucción, así dejas espacio para los transeúntes y la entrada a los departamentos de los vecinos. Y por favor mantén tu nivel de voz al mínimo”. ¿Será para tanto? Son las 7:30 y un poco más atrás hay un grupo de cinco estudiantes. Habían escuchado del lugar desde hace más de un año, pero es la primera vez que vienen. -Solo quiero probar un Cronut, pero ya que estoy aquí haciendo la fila, voy a comprar todo lo que pueda -comenta una de las chicas. Todo lo que pueda no es mucho: hay un límite de dos Cronuts por persona para comprar en la tienda. Si se logra comprar por Internet con dos semanas de anticipación, entonces el límite es seis y no hay que hacer la fila. Un par de minutos después se abre la puerta de la pastelería y sale una mujer del staff de Dominique Ansel Bakery con una bandeja cargada de mini magdalenas para hacer más agradable la espera. Y lo logran. Recién salidas del horno, con un sutil toque de limón y una textura suave, prácticamente se deshacen en la boca. Un buen comienzo. La mujer avisa 1.2.3.4 JOSEFINA AGUIRRE

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que el sabor del mes de mayo es “Sweet Clementine and Ricotta”, recuerda el límite de dos unidades por persona y señala que si alguien quiere comprar más debe volver a hacer la fila. -¿Alguna duda? -pregunta. Ninguna. Ni siquiera se puede elegir el sabor del Cronut. Cerca ya de la hora de apertura llegan dos enfermeras que acaban de salir de un turno de noche en el hospital. Cuentan que a veces, para darse un gusto después de una larga jornada de trabajo, pasan por un Cronut. Nuevamente aparece la mujer del staff, esta vez con vasos de limonada para las 38 personas que siguen en la fila. Cuando son las 8 en punto se abren las puertas y sale ahora un hombre con pinta de guardia de seguridad que deja pasar a los 10 primeros de la fila para que puedan comprar esa fusión entre croissant y donut por US$ 5 cada uno. De a poco empiezan a salir y en sus manos, la cajita amarilla con dos Cronuts to-go. Entre ellos, se asoma una mujer con una caja mucho más grande que las demás. Lleva 60 Cronuts para el desayuno en su oficina. Cuenta que los encargó hace más de un mes.


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Producto difícil de conseguir, adicción al azúcar, lo único que le falta para incentivar el “tráfico” de Cronuts sería que fuera ilegal. Mientras espero en la fila busco en mi celular más información y llego a Craiglist.com, un sitio de anuncios clasificados de Estados Unidos. ¡Sorpresa!: 18 ofertas publicadas en la última semana de venta de Cronuts. El deal que se ofrece es este: una persona hace la fila por ti la mañana que elijas, compra y entrega a domicilio en cualquier lugar de Manhattan. Precio: US$ 25 por Cronut. Ok. Ya existe tráfico de cronuts. *** South of Houston Street, más conocido como el SoHo en Manhattan, es un barrio que ha sido ejemplo de gentrificación en Estados Unidos. A fines de la década del 60 artistas fueron el vehículo de transformación de esta zona usada por industrias para convertirse a principios de los 70 en un barrio lujoso relacionado con el arte y la cultura. Dando unas vueltas por sus calles, hoy se puede apreciar que ha derivado en un centro de consumo: muchas tiendas de marca, de diseño, restaurantes y cafeterías. Es ahí donde está emplazada esa pastelería de la que más se ha oído hablar en el último par de años. Dominique Ansel Bakery abrió sus puertas en noviembre de 2011 luego de que su dueño y chef, el francés Dominique Ansel (37), trabajara en reconocidas cocinas como la de Fauchon en Paris y la del restorán francés Daniel en Nueva York. En menos de dos años, Ansel patentó el invento que lo llevó a ser un rockstar de la pastelería. Los Cronuts se convirtieron en una suerte de viral. Empezaron preparando 200 unidades al día y en ese entonces la gente llegaba incluso a las 5:30 am para comprar uno. Una locura. Hoy se fríen entre 400 y 500 unidades, y para lograrlo, la pastelería debe estar en operación las 24 horas: un Cronut toma tres días en prepararse; en parte, por lo que demora hacer la masa laminada que debe reposar varias horas en el refrigerador. -La fritura, el glaseado y el relleno se dejan para el último día, para minutos antes de ser comido –cuenta uno de los pasteleros. La popularidad del Cronut llegó hasta la revista Time, que lo incluyó en la lista de las “25 Mejores Invenciones de 2013”, y un año después, Ansel ganó el premio culinario de James Beard al “Repostero Excepcional” de Estados Unidos, entre otros. Aprovechando la buena racha, el francés acaba de abrir otro local en el West Village de Manhattan, Dominique

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Ansel Kitchen, y se prepara para inaugurar en junio Dominique Ansel Bakery en Tokyo. *** En el Soho, el espacio interior de la pastelería es escaso, y mientras se espera en la fila para pagar se puede ver a través de un vidrio cómo los reposteros hacen los Cronuts. Mirando las tortas y pasteles que se exhiben en la vitrina, se cae en la cuenta de que cada postre es una pieza de arte y diseño. Una representación viva de la historia de SoHo de los años 70. El olor a recién horneado, y en el caso de los Cronuts, frito, produce una descarga de las glándulas salivales. Un poco más allá, se ve a un hombre sacándole una foto al Cronut con su celular que va directo a las redes sociales. Eric ha venido una vez al mes desde el lanzamiento y ha probado todos los sabores, que a la fecha son 25. Tiene un favorito de cada año. ‘Salted Dulce de Leche’ de noviembre de 2013; ‘Yellow Peach Black Tea’ de agosto de 2014 y ‘Cherry Blossom Sour Cherry’ de lo que va del 2015. ¿Fanático? Dice que no. –Mi señora es la fanática –responde. Difícil calcular cuántas veces y cuántas horas habrá esperado por un Cronut para su mujer. Por fin, con uno en las manos, llega el momento esperado. A primera vista, se ve perfecto: con forma de anillo de donut y masa de hojas delgadas de croissant con una técnica impecable, ni y una diferencia entre uno y otro, hacen parecer que son fabricados en serie. Por el exterior los bordes están rebozados en azúcar; por arriba, una cobertura de glaseado naranjo decorado con dos pedazos de clementina seca. Al probarlo, un crujido satisfactorio da una buena señal. Por dentro, el relleno cremoso de ricota y el sabor cítrico de clementina logran una combinación exquisita de sabor y textura. Sin embargo, es tanta la cantidad de relleno, que se sale por todas partes. ¿Sorprende? Sí. Es realmente bueno, pero es tan pesado y tan dulce que es difícil de terminar. Es una bomba de azúcar en el paladar, que mientras se saborea da para pensar que quizás, más allá de la estrategia de marketing de Dominique Ansel, el límite de dos Cronuts por persona es para no terminar con un coma por hiperglicemia.




A TENDENCIA

PERCEPTIVE Las tendencias para el año 2015 vienen cargadas de códigos callejeros e inspiración revolucionaria. Una mezcla global que rompe todas las barreras culturales para dar paso a la generación Z. Jóvenes nacidos entre el 1995 - 2009, altamente conectados entre sí y con gran interés en la política y temas sociales, una nueva sociedad que cuestiona estructuras que antes parecían sólidas, gracias a un activismo que no solo vemos en la política, sino transversalmente en el arte, música y moda. Desde la pasarela de Chanel ss15, convertida en una protesta callejera, en la que Karl Lagerfeld hizo desfilar a las modelos más importantes de la industria con gritos y pancartas a favor del feminismo, hasta la campaña de Balmain de la misma temporada que parece haber sido fotografiada en el metro. Opciones inimaginables hasta hace poco tiempo, que crean nuevas estructuras, al cruzar patrones, texturas, colores y capas para crear una estética en respuesta al caos de la vida moderna, una opulencia inspirada en la calle y basada en la infinidad de información a la que estamos expuestos todos los días.

FOTOGRAFÍA: CLAUDIO ROBLES DIRECCIÓN CREATIVA: ANDRÉS JAÑA C. MAQUILLAJE Y PELO: IVÁN BARRÍA STYLING: MASSIEL DE AGUIRRE MODELO: VICTORIA (WELOVEMODELS)

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Vestido Mary Katrantzou


Top BCBG Max Azria Falda Topshop Zapatillas Giorgio Armani


Top Isabel Marant Abrigo Sylvie Schimmel Falda Marco de Vicenzo Accesorios Louis Vuitton Zapatillas Nike x Riccardo Tisci


Top Adidas por Stella Mccartney Falda Lanvin Mochila Chanel (Kill for a Bag) Botines Sergio Rossi


Chaqueta Adidas por Stella McCartney Sweater Jean-Paul Gaultier Falda Lanvin Clutch Moschino



OBJETOS

Serendipia POR daniela saldaña

Según la Universidad de Minnesota en Estados Unidos, el desorden estimula la creatividad, el pensamiento creativo y la generación de nuevas ideas. Para nosotros eso puede llegar a ser caótico. El caos nos seduce en esta sección de manera positiva. ¿Qué dirían los diseñadores que se guían por los mismos parámetros establecidos hace 20 años para la creación de un producto? De seguro mirarían estas hojas con espanto, pero todo dice que hay que arriesgarse. Hacer creaciones extravagantes, divertidas y formas nuevas. Esta sección está dedicada a la exaltación del orden bien hecho. Nos inspiramos en procesos y pensamientos incontrolables, espontáneos y creativos que provocan un rechazo a simple vista pero terminan en un objeto único cuando lo comprendes.

1 - Denis Guidone · Ora unica 2 - Fendi + Campana Brothers · Thousand eyes armchair 3 - Anton Alvarez · The craft of thread wrapping 4 - Campana Brothers · Leatherworks 5 - Acne Studios · Prefall 2015 6 - Atelier Remy & Veenhuizen · Blanket 7 - Tejo Remy · You can’t lay down your memory 8 - Maarten Baas · Hey, chair, be a bookshelf 9 - Ronan & Erwan Bouroullec · Aim Flos

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F FICCIÓN

Cuando el cielo se raja POR Daniel castro

1.Lo despertaron los pajaritos. El olor a tierra húmeda y el sonido de los árboles nunca dejaba de complacerlo. Como siempre, Camilo no recordaba lo que había soñado. Probablemente con Melisa y Bastián, porque sentía los ojos hinchados. El sonido de las arcadas de Jaime lo fastidió todo. La tarde anterior, siendo viernes, había subido con Jaime y dos amigos de él al Arrayán. Tal vez porque no tenía fuerzas para discutir, o porque no se acordaba la última vez que había salido a acampar, terminó por aceptar la invitación de su amigo. El plan era alojar ahí para comenzar a escalar desde temprano, ya que como era verano, las rutas eran rápidamente ocupadas. En la noche comieron baguette con jamón serrano y queso de cabra. De postre frutas de la estación; guindas, duraznos, uva y nísperos, la fruta favorita de Melisa. Daban tanto trabajo pelarlos y era tan poco lo que se comía. El sabor y la fragancia lo llenó de recuerdos. Jaime, que había notado la mirada melancólica de Camilo, sacó un vodka. Sin decir nada, se lo ofreció, y sólo para no ser descortés Camilo tomó un sorbo directo de la botella. Nada de bebida, ni vaso, ni mucho menos limón. Luego le pasó la botella a uno de los amigos de Jaime, al barbón con rastas que tenía más pinta de surfista que de escalador, que a diferencia de él, sí se preparó un copete como dios manda. El otro, muy ordenado y con un insípido bigote, sacó su teléfono y lo conectó a unos parlantitos. Minutos más tarde Camilo tomó su mochila y subió por el sendero para poner su hamaca más alejada del carrete. Quería estar solo; además, para qué contagiar a todos con su tristeza. Tras guardar el saco y la hamaca en la mochila bajó a desayunar. Bigotín ya había puesto la cafetera sobre el anafre y Surfista encendía un mañanero. Recién a las once estaban equipando la primera ruta y para peor Jaime estaba totalmente encañado, por lo cual, aparte de vomitar y retozar en la hamaca, no servía para nada. Ahora eran sólo tres, una cordada y media. De a tres escalar es más lento. Uno escala, otro asegura al escalador y el tercero sólo espera. Eso es lo que Camilo estaba haciendo cuando vio llegar a Pilar con sus cuatro amigos. Le debía llegar hasta el hombro, era esbelta, de pechos pequeños y cabello rubio. Nunca le habían gustado las rubias. Cuando Bigotín se estaba desamarrando, Pilar se acercó a Camilo para preguntarle si podía usar la ruta antes de que sacaran las cintas. Camilo dijo que no había problema. Ella, al notar que eran tres le preguntó si tenía quien lo asegurase. Escalaron el resto del día juntos. Mientras descansaban tomando mate, Pilar le dijo que acababa de volver a Chile. Había estado desde hace cinco años viviendo en Berlín. Allá había escalado en las grandes chorreras de caliza de Rodellar y en la arenisca de Elbsandstein y Frankenjura. Como Jaime y sus amigos se iban a quedar hasta el domingo, Camilo decidió aprovechar de bajar con Pilar y sus cuatro amigos. Andaban en dos autos. En el de ella se fueron junto con los hermanos Braga; Tola y Juan de Dios, que al verlos escalar todo el día juntos, se instalaron automáticamente en el asiento de atrás dejándole a él el puesto del copiloto. El Tola sacó un pito y todos menos Camilo fumaron. Con el aire tibio de la tarde entrando por las ventanas, se fueron en silencio. Ellos pegados por el caño, él pegado con ella. Se bajó en Escuela Militar y como era la tarde de un domingo de enero el metro se demoró mucho más que lo usual en pasar. A pesar de que el tren iba prácticamente vacío se fue parado. Grandes pelusas

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conformadas por pelos de pasajeros pasaban como algas mecidas por la marea. Todo le parecía un sueño, uno que nunca recordaba. Cuando llegó a su casa la sintió más solitaria que nunca. Pensando en Pilar, recordó a Melisa. A Bastián siempre lo recordaba, salvo cuando estaba escalando. 2.Semanas más tarde Pilar lo llamó. No le dijo cómo se había conseguido su número y él no se lo preguntó. Lo invitó a escalar y fueron a Las Palestras, en el Cajón del Maipo. Ahí, gracias a los consejos de Camilo, Pilar encadenó su primer 11c. Al final del día, mientras bajaban hacia el auto, hablaron de sus sueños, en realidad Pilar fue la que habló. Desde hace años que todas las noches los anotaba. Era lo primero que hacía en la mañana, y con el tiempo comenzó a tener recuerdos cada vez más precisos y más extensos. Varios lugares eran recurrentes, como la casa donde vivió cuando chica, donde ahora había un edificio de quince pisos. A veces, cuando aparecía, ella sabía que esa casa ya no existía y entonces se daba cuenta que estaba soñando. Al principio la emoción de saberlo hacía que se despertara, pero con el tiempo logró controlarla y así permanecer consciente dentro de sus sueños. Comenzaron a verse más seguido. En la semana entrenaban en el muro de escalada que queda en Vespucio y los fines de semana iban a escalar a roca. Las Chilcas, Chacabuco, Lo Curro, Chicureo, las Melosas, La Mina. A veces Pilar le preguntaba si quería ir a tomarse algo o por último al cine, pero Camilo siempre decía que no. Sólo en sus sueños él aceptaba la invitación. Ahí comían ostras y tomaban champaña. Luego Camilo, que en sus sueños tenía auto, la llevaba a su departamento, le sacaba la ropa y hacían el amor por horas, hasta quedarse dormidos. Una vez despertó y él seguía a su lado, durmiendo. Cuando él abrió los ojos ella se despertó. Con el pasar del tiempo, al ver a Pilar, ya no recordaba a Melisa. En cambio comenzó a encantarse con ella. Se fijó que tenía la misma manía que él de hacerse sonar el cuello. También le divertía la cara de pescadito que ponía (mordiéndose las mejillas) cuando pensaba en cualquier cosa mirando al horizonte. Cuando reía se le hacían margaritas en los pómulos y su manera de pronunciar las erres como ges lo fascinaba. Se había comprado una libreta para anotar sus sueños. La dejaba religiosamente en su velador con un lápiz al lado. La tenía hace un mes y seguía vacía. Todavía seguía durmiendo al lado izquierdo, en su mitad de la cama. 3.Torrecillas es una pirámide de roca que corona el cerro El Manzano. Ahí, a principios de los 90 la primera ola de escaladores equipó rutas de varios largos. Las más cortas de noventa metros y las más largas de doscientos cincuenta. Para llegar a la base de los paredones hay que cruzar un bosque de peumos, arrayanes y otras especies nativas.

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Foto: Gonzalo Vergara


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Cuando sonó el timbre Camilo apagó el computador, agarró su mochila y salió. Hasta el momento Pilar nunca había entrado en su casa, lo que no era de extrañar, ya que nadie lo hacía desde hace más de un año. Como a las cinco y media se estacionaron donde parte la huella y comenzaron el ascenso. Cuando entraron en el bosque comenzó a oscurecer y la huella que hasta ese momento era nítida, se convirtió en algo difuso que se extendía en todas direcciones. Encendieron las frontales, pero no sirvió de mucho, ya que hacia donde alumbraran, siempre parecía ser el camino correcto hasta que avanzaban unos cuantos metros y llegaban a un arbusto infranqueable. El ascenso duraba una hora y media. Ellos llegaron a la base tres horas después de haber cerrado el auto. Estaban exhaustos y como si fuera poco se les habían quedado las dos bolsas con las compras del supermercado en la maleta. Resignados sacaron de sus mochilas lo que habían traído desde sus casas. Agua, un tarro de salsa de tomate y una Ziploc con carne de soya. Eso y tres panes amasados con queso que compraron en un puesto de Las Vizcachas. Pusieron la salsa y la carne de soya en un tacho enlozado y la diluyeron con agua. La calentaron y casi podía ser llamada sopa de tomates. Las frontales estaban apagadas hace rato. Con la luz de la luna que se colaba entre las ramas era suficiente. Una lechuza ululaba en algún lugar del bosque. -¿Estás casado?- le preguntó Pilar -Ya no, ¿y tú? -Tampoco. -¿Por eso te devolviste de Alemania? -Hmm. Camilo la observaba, esperando a que se animara a contar la historia, para así él no tener que contar la suya. Pilar tomó un trago de la pseudo sopa y se acomodó. -Me fui a vivir a Berlín porque mi esposo, Walter, que es de México, se fue a perfeccionar allá. Él es doctor. Yo igual no tenía mucho que hacer acá. Había entrado a estudiar arquitectura, pero no me gustó y me salí. Luego estudié arte, pero era pésima. Camilo sonrío. Cuando Pilar se apoyó en él se sorprendió de lo mucho que extrañaba el contacto físico. Pilar sacó un pito de su chaqueta y lo encendió. Pegó una calada y se lo ofreció a él. Tras dudar un instante, pensó que si había una ocasión que ameritara volver a fumar, era esta. Fumó y sintió la densidad del humo entrar en sus pulmones. Se lo devolvió a Pilar y casi sin darse cuenta, prácticamente por memoria corporal, comenzó a hacerle cariño en la cabeza. -Allá podíamos vivir de lo mejor con la beca del Walter. Uno de sus compañeros escalaba y un día nos invitó. Fuimos por el fin de semana a Frankenjura y lo primero que pensé al final de ese día de escalada fue, ¿por qué no descubrí esto antes? Me acordé de cuando era chica y me subía a los árboles. Walter nunca enganchó demasiado, él siempre fue más de jugar a la pelota. Me compré mis primeras zapatillas y arnés y comencé a ir por mi cuenta. Era bacán sentir que había algo aparte de mi matrimonio que me movía, que me motivaba. Y bueno, fue ahí rodeada de puros chascones que comencé a cortar el pelo. Tenía dedos para el piano y cada vez que alguien quería un corte me llamaban. Más que comenzar a cobrar, me comenzaron a pagar. ¿Entremos? Me comenzó a dar frío-. Desde afuera Camilo escuchaba todo, porque si bien una carpa siempre da la ilusión de refugio, no es más que unos parantes cubiertos por una tela. La frontal en el interior hacía que se viera la silueta de Pilar sacándose los pantalones y la chaqueta para meterse en el saco. A continuación entró él y se acostó a su lado. Pilar apagó su frontal y quedaron a oscuras. No se veía nada, pero se sentían, separados por escasos

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centímetros. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad se descubrieron mirándose el uno al otro. -Con Walter estábamos súper bien. Cada uno tenía su espacio, sus amigos y ahora yo incluso tenía una pega. Pero tal vez porque él era más viejo, nueve años más que yo, comenzó a preguntarme cuándo íbamos a ser papás. Para mi era el peor momento. O sea, no es que fuera adolescente, ni que no tuviéramos las lucas, pero estaba en otra y quedarme embarazada era algo para lo que no me sentía preparada. Como Walter me insistía cada vez más, al final le dije que bueno, que iba a dejar de tomar los anticonceptivos y que tratáramos. - ¿Y? - Y yo nunca dejé de tomarme las pastillas, pero no se lo dije. - ¿No te daba miedo que te cachara? - No. Hasta que me cachó. Buscando una aspirina en mis cajones encontró las pastillas. Cuando volví a la casa estaban sobre la cama. Walter nunca me perdonó. Obvio igual, yo tampoco lo habría hechoCamilo que no sabe qué decirle, pero quiere reconfortarla, la abraza hasta que se quedan dormidos. Justo antes, se mentaliza para soñar con Pilar, pero no sabe si funciona, porque al despertar no recuerda nada. Pilar sueña que Camilo se despierta y le dice que soñó con ella. 4.La mañana siguiente desarmaron el campamento, se comieron cada uno un pan con queso, dejaron las mochilas en la base de la pared y se amarraron. Camilo punteó el primero de cuatro largos. Luego se fueron alternando. Cuando llegaron arriba se sentaron a disfrutar del paisaje. Tras compartir el último pan, comenzaron a rapelar hasta la base. Una vez ahí, tomaron sus mochilas, metieron las cuerdas y el resto del equipo y comenzaron la vuelta a casa. En el auto Pilar puso Kings of Convenience y Camilo encontró que se parecía a Simon and Garfunkel. A ratos Camilo le acariciaba la nuca y la miraba. Pilar le sonreía sin apartar la vista del camino. Cuando entraron a Santiago, sin pensarlo demasiado Camilo le preguntó si quería pasar a su casa, para que comieran algo. Pilar aceptó la invitación y manejó hacia La Reina. Pilar había estado en la casa de Camilo, pero sólo en sus sueños. Esta era la casa real y aunque no se parecía del todo tampoco era absolutamente distinta. Dejaron las mochilas en el living y mientras Pilar pasaba al baño, Camilo buscó una toalla para ella. Mientras se duchaba le buscó ropa limpia. Ropa que nadie se había puesto en mucho tiempo. Cuando se la pasó ella lo miró a los ojos, pero no dijo nada. Todo le quedó bien. Camilo se alegró al verla, porque aun vestida así vio a Pilar y no a Melisa. -¿No te importa que me ponga su ropa?-. Camilo sonrió y negó bajando la mirada. -En el muro de escalada algo me han contado…-. Camilo no dijo nada y ella no insistió. -¿Quieres una copa de vino?-. Camilo fue por las copas y la botella. Se sentaron en el comedor. Afuera los pájaros cantaban despidiendo otro día. -Yo también me casé joven. Bueno, no tan joven como tú, pero igual joven. Antes ya habíamos vivido varios años juntos. Como ya habíamos carreteado caleta y no queríamos ser papás demasiado viejos, nos pusimos en campaña. A los tres meses Melisa se había quedado embarazada. Comenzó a leer cuanto libro había del parto natural y los dos nos embalamos con la idea de que nuestro hijo naciera en la casa.

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F

Después de todo, así se hacía antes. El mismo día que nos dijeron que iba a ser hombre, nos dijeron que sólo tenía un riñón. Melisa lloró toda la tarde. Nos tranquilizamos un poco cuando supimos que dentro de todo no era nada tan grave y que se podía tener una vida normal. Probablemente no iba a poder escalar o jugar rugby, pero mucha gente puede y jamás lo hace. Dadas las circunstancias decidimos tenerlo en la clínica, lo que no impedía que fuera un parto natural, sin anestesia. Las contracciones comenzaron un viernes en la mañana mucho antes de lo debido, a la semana 33. Llegamos a la clínica a cachar qué onda y la matrona nos dijo que la Meli ya tenía seis de dilatación. El trabajo de parto fue súper rápido y ella aperró con todo. Cuando nació el Bastián lloraba despacito. Era igual a ella. Había que llevarlo altiro a neonatología y ponerlo en la incubadora. Yo me fui con él para ver que todo estuviera bien. Le costaba un poco respirar así que le pusieron oxígeno y tuve que salir para que le hicieran pruebas y exámenes. Cuando volví donde la Meli, ya estaba rodeada de doctores y enfermeros que trataban de reanimarla, pero no hubo caso. Yo pensaba que eso ya no pasaba. O sea, que se muera una mujer en el parto es como del siglo pasado o de las películas. No era posible que ya no estuviera. Qué nunca más la fuera a ver sonreír, ni mirarme -. Camilo se quedó mirando su copa. Quería tomar, pero sabía que iba ser imposible tragar algo en ese momento. -Ni siquiera tuve tiempo para asimilar lo que estaba pasando, porque tenía que preocuparme del Bastián. Tenía los dos riñones finalmente, pero le habían encontrado una hernia diafragmática. En otras palabras, su diafragma estaba torcido y no separaba las vísceras del corazón y los pulmones. Lo operaron con sólo 24 horas de vida. Pasó una semana hasta que pude tocarlo y otras tres para que me dejaran tomarlo y darle la papa con mamadera. La hernia hizo que uno de sus pulmones no se desarrollara correctamente y necesitaba estar con oxígeno para no desaturar. Por suerte la Meli le había tomado un seguro catastrófico y tenía a su familia y la mía apoyándome. Cuando estaba por llevármelo para la casa, le dio fiebre, probablemente por un virus intrahospitalario y tuvo que quedarse un mes más. Finalmente lo logramos. Con enfermara, con oxígeno, pero estábamos juntos. Ya me había acostumbrado a verlo lleno de sondas y para mí, no era tema. Al menos lo peor había pasado y si todo seguía bien, eventualmente le iba a poder sacar el oxígeno. En un control me dijeron que no había subido de peso lo que significaba que el esfuerzo que le producía respirar le hacía gastar más calorías de las que consumía. Tuve que volver a internarlo para hacer unas pruebas. Sólo por si acaso. Me dijeron que la aorta bloqueaba el paso de aire al pulmón izquierdo por lo que hubo que moverla, como quien retrae una rama de un árbol hacia la pared con un trozo de alambre. Para la recuperación hubo que conectarlo a un respirador mecánico. A medida que se mejoraba le iban bajando los niveles, pero no toleraba la ausencia total de este. Con el reacomodo otras partes del pulmón quedaron obstruidas y como ya era un hecho que debía estar por varias semanas conectado, optamos por hacerle una traqueotomía. Es asombroso todo lo que la ciencia puede hacer para mantener la vida, pero el costo emocional y humano suele ser demasiado alto. La vida de Bastián se alejaba cada vez más de lo que debía ser una vida -. Pilar lo escuchaba atentamente. Los ojos de Camilo se anegaron de lágrimas, pero él no las limpió, las dejó bajar por su cara y gotear sobre la mesa. -Si seguíamos luchando, en lo que se refiere a medicina ya entrábamos en el terreno de la experimentación. Bastián sólo estaba tranquilo cuando estaba sedado. Apenas salía del sopor de las drogas se ponía a boquear, como un pez fuera del agua. Lo tomé en mis brazos, la dopamina iba a evitar que sintiera dolor.

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La doctora comenzó a bajar los niveles del respirador. Le bajaron el volumen a las alarmas, ya no tenían nada que avisar. Supe que se había ido cuando su cuerpo se relajó por completo. Al fin, tras meses de lucha, mi cachorrito estaba en paz -. Pilar lo abrazó y Camilo la miró intentando esbozar una sonrisa. Camilo se limpió las lágrimas y se incorporó. Comieron spaghetti y se tomaron el vino que apenas habían probado. Sin previo aviso, Camilo se lo dijo. -No quiero que te vayas -. Y ella se quedó en la casa, con él. El viaje en auto, la caminata, la escalada y la conversación los había dejado exhaustos. Se metieron en la cama y al poco rato, abrazados, se quedaron dormidos. Camilo soñó que estaba en su cama con Pilar. Afuera era de día y estaba nevando, pero él no se extrañó, probablemente no era la primera vez que nevaba en marzo. Pilar dormía plácidamente y se destapaba acalorada. Su cuello brillaba de sudor. Camilo la miraba con detención, enamorado de su forma esbelta, enamorado de ella. De pronto comenzó a temblar, cada vez más fuerte. Preocupado, él se comenzó a levantar cuando la mano de ella lo detuvo. Con la mirada, al menos así lo sintió Camilo, Pilar le dijo que no tenía nada que temer, que todo estaba bien. Desde la cama observaron como se rajaba el techo y se desplomaban las murallas. Cuando las panderetas del patio se cayeron no vieron más que una gran planicie blanca. De pronto Camilo se dio cuenta que estaba soñando y por un momento todo se volvió más vivido, más real, todo olía a nieve. Cuando se despertó Pilar lo estaba mirando. Los dos estaban desnudos, pero él no recordaba haberse sacado la ropa. Ya no sabía si estaba en un sueño o despierto. Además que importaba. Abrió los ojos y ella lo estaba mirando. Sin decir nada se besaron.

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F FICCIÓN

ESE CALOR SUAVE POR FEDERICO BIANCHINI

Apenas sintió el agua caliente en la espalda, tuvo el mareo. Alcanzó a apoyar la mano sobre la pared de azulejos y detuvo el resbalón. Se quedó quieto un momento. Seguro era por las pastillas para dormir. Vio, o creyó ver, puntos brillantes y otras formas, más oscuras, que lo encandilaban. Se sentó y dejó que el agua le cayera sobre la cabeza. Tenía que hablar con ella. Tenía que llamarla y decirle que estaba limpio, pero cada vez que la llamaba ella le empezaba a gritar, le discutía por cualquier cosa o le cortaba el teléfono y lo dejaba hablando solo. Esperó que el agua se llevara los restos de shampoo y pensó que, de alguna manera, él también tendría que dejarse arrastrar. Se levantó con dificultad y se secó delante del espejo. Estaba más flaco. Las ojeras eran las mismas de siempre. En el medio del pecho tenía un punto de sangre: sin darse cuenta, con la toalla se había desgarrado el grano. Descubrió que hacía un rato se estaba viendo desnudo, como si ese cuerpo fuera de otro que no le importara demasiado; un extraño frente a un espejo. Levantó la mano derecha, como si necesitara confirmar que era él quien se movía. Tal vez ella esperaba que la llamara. Se la imaginó acostada en la cama, boca arriba, apenas despierta, mirando de reojo el teléfono. El psiquiatra le había dicho que dejara de pensar. Dejá de pensarla, había dicho. ¿No tenés otras amigas para llamar?, había dicho. ¿No tenés ganas de coger? Se había sorprendido de que el doctor usara esa palabra. No. No tenía. Tenía ganas de cerrar los ojos y quedarse dormido y despertarse y descubrirse un hilo de baba y limpiarse junto a ella que dormía, plácida, los ojos apenas entreabiertos. Como antes. Limpió el espejo con la mano y sonrió, como si practicara. Le salió una mueca y pensó que, así, mejor era estar serio. Se vistió. En la cocina, puso el agua a hervir y se quedó mirando las pequeñas burbujas. Sintió la sensación: un agujero en el pecho por el que caía hacia dentro de sí mismo. Tomó un sorbo del té sin azúcar. Y, luego, las dos pastillas: la mitad de la blanca y la otra, la roja, la de la felicidad. Ir a comprar el diario iba a hacerle bien. El diario y la revista de fútbol. No pensar en ella. Buscó el celular y la llamó. Después del segundo tono, cortó. ¿Sería muy temprano? Ya estaba hecho. Volvió a llamar. Sonó una, dos, tres y cuatro veces y luego atendió el contestador y la voz de ella le preguntó por qué no le dejaba un mensaje. Porque no quiero que sepas que tengo ganas de hablar con vos, pensó. En la cocina, tiró lo que quedaba del té. Agarró la billetera y las llaves y salió a la calle. El cielo de un celeste intenso, ni una nube, el sol sobre las hojas secas. Un día peronista, hubiera dicho ella. Dos cuadras hasta el puesto de diarios de la esquina. Todos los domingos caminaba esas dos cuadras. Todos los domingos pensaba que podría pedir que se lo trajeran, pero seguía yendo, como si fuera una especie de ritual que un hombre debe cumplir el día que no trabaja. El puesto de diarios estaba cerrado. Buscó algún cartel que hablara de un duelo, la muerte de alguien, pero sólo encontró un papel: la propaganda de una zapatería.

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Había otros puestos de diarios en la zona, pero él estaba acostumbrado a ese. A repetir, cada domingo, la misma charla breve y cadenciosa con el viejo de gorra. Los dos, cada uno en su rol, representando un aburrido guión costumbrista. Caminó una cuadra para el lado del obelisco. Ahí había otro puesto, con otro viejo. —Lindo día —dijo el viejo. Le pidió el diario y la revista de deportes y sacó cien pesos de la billetera. El hombre le dio el diario. —¿No tenés más chico? —dijo. —Creo que no—dijo él—. ¿Cuánto es? —El diario cuesta dieciocho. Y la revista, ¿uno con noventa? —dijo el viejo y le acercó la revista, como si no viera bien. Once con noventa. El viejo se estaba haciendo el tonto. ¿Cómo iba a salir uno con noventa una revista? Buscó y encontró un billete de veinte pesos. —Sí —dijo. —Serían. ¿Cuánto serían? ¿El viejo estaba mareado o se estaba haciendo el confundido para estafarlo? ¿Le había dado los cien pesos? —¿Diecinueve con noventa? —Te doy un peso, entonces —dijo el viejo. Le dio una moneda de un peso. Y él pensó que quería que se fuera rápido: ¿lo había estafado? Miró en la billetera y vio, doblado, un billete de cien pesos. ¿Cuántos billetes de cien pesos había llevado? —Gracias —dijo el viejo. Caminó unos pasos. Se detuvo y volvió. —¿Usted me devolvió los cien pesos? —Sí —dijo el viejo. ¿Se los había dado? ¿O los había puesto en la billetera? El mismo mareo que bajo la ducha. En la billetera había un billete de cien pesos. ¿Sería por las pastillas? Caminó mirando el piso, siguiendo las líneas de las baldosas. Contó: uno, dos, tres, cuatro, cinco. Y volvió a empezar. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Y otra vez: muchas veces hasta que se descubrió frente al Obelisco. Un hombre le sacaba fotos a una chica, dos nenes corrían una paloma. Se sentó en uno de los canteros. Levantó la cara hacia el sol y cerró los ojos. Vio naranja y sintió ese calor suave. Tuvo ganas de llorar, pero no pudo. Por culpa de las pastillas, pensó.

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Foto: Celina Orteli


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Constanza Figueroa




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