Las letras están vivas - Vive las letras

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Las letras estรกn vivas,




Ă?ndice


1

La liebre y la tortuga. página 1

3

Gulliver en Liliput. página 9

2

Jack y los fríjoles mágicos. página 5

4

Los tres cerditos. página 13



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3 n el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa que aseguraba ser la más veloz de todo el reino animal. Ésta, constantemente se reía de la lenta tortuga porque decía que era la más lenta de todas. - ¡Miren a la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa!, decía la liebre riéndose continuamente de la tortuga. Un día la tortuga cansada de las burlas de la liebre decidió proponerle una rara e increíble apuesta: - Estoy segura de poder ganarte una carrera – dijo la tortuga. - ¿A mí? - preguntó, asombrada, la liebre. - Sí, a ti. Hagamos una apuesta y veamos quién gana la carrera.

La liebre, entre burlas, decidió aceptar. Así que todos los animales del reino se reunieron a presenciar la gran carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino de salida y llegada, y una vez todo estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos. Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando por un largo tiempo.

Confiada en su velocidad la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida. Mientras tanto pasito a pasito y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta.

¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lenta criatura!, luego, empezó a correr. Corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio pero sin parar un solo segundo. Enseguida la liebre se adelantó muchísimo y viendo que la tortuga era tan lenta, se detuvo junto al camino y se sentó a descansar.

Ese día la liebre aprendió una gran lección que seguro nunca olvidaría: no hay que burlarse jamás de los demás, sin importar sus deficiencias o condiciones.

Cuando la tortuga pasó por su lado la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dio mucha ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha. Varias veces repitió lo mismo pero a pesar de las burlas de la liebre, la tortuga siguió caminando sin detenerse ni un momento.

Después de un rato la liebre despertó y corrió con todas sus fuerzas, pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.

Fin.



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n una pequeña aldea vivía Jack junto a su madre. Un día el dinero empezó a faltar y no tuvieron más remedio que vender la única vaca que tenían para poder comer, así que Jack salió de su casa y tomó a la vaca para venderla a un buen precio. En el camino se encontró con un viejo de apariencia extraña que le enseñó un pequeño saquito de fríjoles, que, según él, eran mágicos.


7 El anciano se los ofreció a cambio de su vaca, explicándole que si los plantaba su familia tendría comida para todo el invierno. Jack sin pensarlo dos veces los cambió por su vaca.

fuertes pies. Enseguida empezaron a bajar por la planta a gran velocidad, pero, aunque el gigante era más grande, Jack era más ágil y bajó más rápido. Salió corriendo y desde lejos le dijo a su madre: -“¡Llama al leñador para que corte la planta!”.

Al llegar a casa y mostrarle los fríjoles a su madre, ella exclamó: - “¡Cómo pudiste regalar nuestra vaca lechera por tres míseros fríjoles!”, y enfadada los tiró por la ventana. A la mañana siguiente, en el lugar donde habían caído, una planta enorme se erguía hasta el cielo. Jack, bastante sorprendido se puso sus botas y subió por la planta hasta traspasar las nubes.

gallina a su casa. Su madre sorprendida con los huevos de oro se puso muy feliz. Un día la gallina murió.

Después de subir, llegó a un lugar en las nubes en donde había un enorme castillo. Sin pensarlo entró sigilosamente y vio que en él vivía un gigante y su gallina. Observando con sigilo, se dio cuenta que aquella gallina no era como las demás, esta maltratada gallina ponía huevos de oro cuando el gigante se lo pedía. Maravillado esperó que el gigante durmiera y tomó su gallina. Escapó en silencio bajando de nuevo hasta la tierra y entró con la

Jack decidió volver a subir al castillo y descubrió que el malvado gigante ahora tenía un nuevo objeto mágico. Era un cofre que dejaba caer una moneda de oro cuando se levantaba su tapa. Al verla, Jack, esperó que el gigante se durmiera y también lo tomó. Sin embargo, esta vez mientras escapaba, el cofre encantado empezó a gritar alertando al gigante; Éste despertó de un brinco y empezó a perseguir a Jack con sus gigantes y

Su madre, muy asustada, corrió donde el leñador y este cortó rápidamente el tronco haciendo que el malvado gigante se estrellara contra el suelo y dejara de molestarlos por toda la eternidad. Así, juntos vivieron tranquilos y felices gracias al cofre mágico. Sin embargo, tanto Jack como su madre, aprendieron lo peligroso que era forzar la suerte, ya que en ese caso estuvieron a punto de condenar a todo su pueblo a la ira del gigante. Una valiosa lección que nunca olvidaron.

Fin.



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11 rase una vez un hombre llamado Gulliver que viajaba en un increíble velero. Un día, al llegar a las aguas de las Indias Orientales lo alcanzó una tempestad, zarandeando su barco hasta que finalmente acabó hundiéndolo. En ese momento la tripulación tuvo que saltar al mar para poder salvar sus vidas. Gulliver nadaba incansablemente, le faltaban fuerzas para seguir, pero de repente tuvo la fortuna de encontrar una playa cercana y se sintió aliviado. Al llegar a la arena, como se encontraba exhausto, se quedó completamente dormido sin preocuparse por nada. Sin quererlo, Gulliver había llegado a Liliput, un lugar donde tanto los hombres como los animales y las plantas tenían un tamaño muy reducido. Así que cuando los habitantes lo vieron tendido en

la playa, se asustaron y de inmediato fueron a atarlo por miedo a que fuera peligroso. De repente Gulliver se despertó y notó que estaba rodeado por largas cuerdas y personajes muy pequeñitos. Sin mucho esfuerzo consiguió levantarse y hacer que se soltasen una a una todas las cuerdas que lo ataban, haciendo que los habitantes sintieran mucho miedo. Al ver la situación, Gulliver inundó el cielo con una gran carcajada consiguiendo que los liliputienses perdieran su miedo y se acercaran poco a poco a él. Finalmente se percataron de que Gulliver era un buen hombre y decidieron alagarlo, trayéndole diferentes platillos, comida en abundancia y bebidas sin límite. Poco a poco Gulliver y los liliputienses fueron entablando una gran amistad, hasta el punto de comentarle que estaban en guerra con los enanos de un país vecino. Fue entonces cuando el rey le pidió con humildad que les ayudara a vencer a sus enemigos, pues estos estaban próximos a atacar.

Gulliver decidió brindarle su ayuda al pueblo liliputiense y cuando llegaron los navíos a Liliput se dispuso a acabar con todas las flotas enemigas. Al ver el poder del gran Gulliver los enemigos decidieron rendirse y éste, para evitar futuras guerras, hizo que ambos reinos firmaran la paz. Así fue como ambos reinos vivieron en paz para siempre y todos aprendieron que no importa si eres grande o pequeño, de aquí o de allá, debes respetarlos a todos y siempre buscar la paz.

Fin.



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n un lejano bosque vivían tres alegres cerditos en una vieja cabaña. Como ya eran mayores, sus papás decidieron que era hora de que construyeran, cada uno, su propia casa. Los tres cerditos se despidieron de sus padres, y fueron a descubrir cómo era el mundo.


15 El primer cerdito, y el más perezoso de la familia, decidió hacer una casa de paja y en un minuto la choza estaba lista, así que decidió dormir una siesta. El segundo cerdito, que era muy glotón, prefirió hacer la cabaña de madera y no tardó mucho en construirla así que se fue a comer manzanas al bosque. El tercer cerdito, que era más trabajador que sus hermanos, optó por construir una casa de ladrillos y cemento. Tardaría más en construirla pero estaría más protegido. Después de un largo día de trabajo, la casa quedó preciosa. Depronto, empezaron a oírse los aullidos del lobo que se acercaba sutilmente a las casas de los tres cerditos. Hambriento, se dirigió a la primera casa y

dijo: – ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplaré y tu casa tiraré!. Como el cerdito perezoso no abrió, el lobo sopló con fuerza y derrumbó la casa de paja. El cerdito, temblando de miedo, salió corriendo y entró en la casa de madera de su hermano glotón. El lobo lo siguió, y delante de la segunda casa gritó fuerte: – ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplaré y tu casa tiraré! Pero el segundo cerdito no abrió y el lobo sopló y sopló, y la cabaña por los aires voló. Asustados, los dos cerditos corrieron a la casa de ladrillos de su otro hermano. Pero, como el lobo estaba decidido a comérselos, grito una vez más: – ¡Ábreme la puerta o soplaré y tu casa tiraré!. El cerdito trabajador dijo: – ¡Sopla lo que quieras, pero no abriré! Entonces el lobo sopló con todas

sus fuerzas, pero la casa ni se movió p u e s e ra m u y fuerte y resistente. El lobo insistió hasta que quedó sin aire y aunque estaba cansado, no desistió de su plan, así que trajo una escalera, subió al tejado de la casa y se deslizó por la chimenea. Estaba empeñado en entrar a la casa y comer a los tres cerditos como fuera. Lo que él no sabía era que los cerditos habían preparado al final de la chimenea un caldero con agua hirviendo. El lobo al caer por la chimenea acabó quemándose con el agua hirviendo. Dio un enorme grito y salió corriendo para nunca más volver. Así los cerditos pudieron vivir tranquilamente y tanto el perezoso como el glotón aprendieron que solo con el trabajo duro se consiguen los mejores resultados.

Fin.




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