FIDIAS G. ARIAS
PRÓLOGO La investigación científica está muy lejos de ser una actividad rutinaria y repetitiva. Investigar es obtener nuevos conocimientos sobre el mundo que nos rodea, entender lo que permanecía confuso o escondido, saber más acerca de la naturaleza, el hombre o las complejas relaciones que se van tejiendo en toda sociedad. Para que una investigación tenga sentido es preciso poseer una clara comprensión de lo que ya se conoce, de los avances que la ciencia ha ido realizando paciente y acumulativamente. Por eso, la práctica científica resulta un duro desafío para quien se inicia, el estudiante que, laboriosamente, va recorriendo el camino que ya otros siguieron antes y tiene que producir, al final de sus estudios, su primera investigación rigurosa: la tesis. La tesis, por definición, debe realizar algún aporte al conocimiento existente y poner de manifiesto la capacidad del estudiante para el trabajo intelectual serio y sistemático. Es, fundamentalmente, una obra de creación que, por más limitada que sea en sus alcances, tiene que demostrar los conocimientos y la pericia metodológica de su autor, de modo que a éste se le pueda reconocer como un profesional apto y capaz.
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