Diálogo con el neo surrealismo salvadoreño Hugo Martinez Acuña

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Diálogo con el neo surrealismo salvadoreño

Hugo Martinez Acuña pintor contemporáneo salvadoreño

Hay veces en las que las imágenes nos representan universos paralelos a nuestra realidad. Y cuando estas representaciones a su vez se ven manipuladas cromáticamente nos confunden de manera tal que no comprendemos bien donde estamos parados. Pues bien… desde literalmente “la mitad del planeta, más específicamente desde El Salvador, es donde Hugo Martínez Acuña nos señala con su obra el lugar y la exacta ubicación de su mundo creado. Observar atentamente su trabajo es una experiencia sensorial sumamente interesante. Desde su temática hasta su paleta de colores es todo un conjunto de impresiones en el que sobresalen su minuciosa pincelada y su estricta y prolija manera de representar sus personajes salidos de su creativa imaginación! Recuerda él mismo de su niñez: “Desde niño dibujaba y pintaba. Desde que me recuerdo compraba cajas con lápices y pasaba horas coloreando en la mesa, me interesaba el dibujo, y a medida que iba al colegio, nos pasábamos con los amigos fuera de las horas de clase dibujando muñecos, personajes, animales, ya cuando llegue a las secundaria, si me intereso en hacer buenos dibujos, retratos, pasaba dibujando músicos de mi época, como los Beatles, o ilustraciones un tanto psicodélicos”.

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Es evidente que ese recuerdo marca enfáticamente su futura producción que deja expuesta con total contundencia sus principios en la formación del “diseño gráfico”. Su particular técnica podría llegar a definirse como un realismo mágico, pero ésta especificación no sería ni exacta ni completa abordada desde su percepción integral. ¿Podría llamarse surrealismo?, ¿Hiperrealismo?, ¿O neo surrealismo? Tal vez éste último concepto sería el más correcto y así y todo no podríamos terminar de interpretar su estilo sin recordar al creador y mentor de esta filosofía André Breton que definía al surrealismo como: "sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral." Y es a partir de esta precisión que podemos avanzar con los años y adentrarnos en una nueva mirada sobre el surrealismo. Las técnicas ilustrativas, pictóricas y gráficas convergen dentro de su realización en una mixtura interesante en donde los “sueños” juegan como disparador sensorial de su creación artística. ¿Puede alguien dudar que los mundos lúdicos y oníricos no sean piedras angulares en la obra de Hugo Martínez Acuña? Su temática oscila definitivamente entre estos dos elementos y logran junto a su trabajada técnica y la elección acertada de su gama cromática un ambiente mágicamente realista. Este antagonismo es vital para apreciar su trabajo, ya que es desde ahí donde toda experiencia surge como un el recuerdo de la niñez anhelada y el avance del monstruoso consumismo material que acecha al mundo de la pureza y los sueños. La espiritualidad y el misticismo del autor se dejan evidenciar en los definidos trazos que se arman entre los cálidos tintes de la luz elegida y la fuerte irrupción de grandes bloques o planos de colores saturados que precisan el tema evocado. Los cielos y su tratamiento técnico forman un importante aspecto a tener en cuenta al realizar un análisis de este pintor. La definición de un momento del día determinado es un aspecto que no puede dejarse pasar por alto. La paleta que elige al tener que componer su espacio temporal determina enfáticamente su ubicación concreta. El tratamiento lumínico que le da a sus piezas hace que su vital interés por la representación de la naturaleza quede desarrollado en su mayor exponente. El juego que realiza especialmente con la designación del matiz y la infinidad de verdes que logra determina una superlativa excitación de su significación hacia todo aquello que se construye en la reverencia hacia la Creación divina y la participación humana en la constante trasformación del mundo.

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La naturaleza es tema recurrente en sus obras. Se percibe su inclusión constante en mayor o menor medida, pero siempre se revela presente en sus cuadros. Su marcado interés por este concepto de lo “natural” se potencia y a la vez queda expuesto enfáticamente por oposición debido a la intensidad de la paleta que normalmente elige para trabajar sus tonos. Es inevitable dirigirse hacia los resultados de su obra y no ver su marcada impronta gráfica-publicitaria y su puntual tendencia hacia las innovaciones tecnológicas que el avance de los tiempos propone. La fotografía y la digitalización en el tratamiento de las imágenes denotan su objetivo dentro de la contemporaneidad del arte, donde los constantes cambios son apropiados para sí y para el proceso variable de su obra. Es indudable entonces que los aspectos específicamente visuales y de recursos actuales forman parte de su práctica y concreción artística. En este contexto la participación de las texturas que juegan dentro de sus soportes no puede tomarse como eje definitorio de su realización ya que la mimesis de su gráfica y la tensión esmeradamente provocada de los colores propuestos sobresalen notoriamente dentro de su construcción plástica final. Para él la imagen estrictamente visual pasa a ser el punto central y focal de su composición Nos queda esperar entonces que este artista incluido dentro de las nuevas corrientes pictóricas salvadoreñas nos sorprenda con sus próximas presentaciones de nuevas series y trabajos que seguramente desarrollará como es su costumbre dentro de la calidad y sensibilidad que lo envuelve al momento de plantear sus producciones.

Florencia Marcela Torres Barthe – crítica de Arte. Argentina

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