El Camino - Marcela Gleiser

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El Camino

Marcela Gleiser

Marcela Gleiser

(San Fernando, Buenos Aires, 1977).

Artista pluriexploradora –escritora, cantautora, bailarina- y docente. Licenciada en Ciencias Biológicas (UBA). Intérprete en Folklore (UNA). Premiada en el X Concurso Interamericano de Cuentos de la Fundación Avón para la Mujer y el Concurso Nacional de prosa y poesía organizado por la Subsecretaría de la Juventud del Ministerio de Educación y la Secretaría de Cultura (1999). Coautora de “Soltar palomas” (2009), que llevó a distintos escenarios de Latinoamérica. Publicó “Letras como tambores” (2012, Editorial Ciudad Gótica), “Fiesta” (2021, CR ediciones). Desde 2014 canta en el grupo Ata la Taba. Pertenece al movimiento de cantautoras Mujertrova. En 2018 presentó su primer disco solista "Pupilas". En 2022 culminó su segunda producción musical, “Andando”.

El Camino

Colección palabras dibujadas

CR ediciones: edicionescr@hotmail.com

CR-ediciones crediciones

Diseño: Georgina Varela

Análisis fotográfico: Luisina Raffo

Fotografía de tapa: Adriana Herrero. Intervenida por Camila Molinari.

El Camino

Marcela Gleiser

1° Edición Agosto 2022

Rosario, República Argentina

marcela.gleiser@gmail.com

contactomarcelagleiser@gmail.com

Marcela Gleiser cantautora

Marcela GLeiser

Gleiser, Marcela

El camino / Marcela Gleiser. - 1a ed. - Rosario : CR ediciones, 2022. 92 p. ; 17 x 17 cm. - (Palabras dibujadas)

ISBN 978-987-48818-0-9

Prohibida

1. Poesía. 2. Prosa Literaria. 3. Cancionero. I. Título. CDD 808.888 su reproducción total o parcial, incluyendo el diseño, por cualquier medio sin expresa autorización de la autora.

El Camino

Marcela Gleiser

“A todxs lxs amigxs del camino”

PRÓLOGO

Primera parte:

¿antagónicos?

Cuando tenía diecisiete años, leí por primera vez La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera. Repetí la lectura varias veces, creería que una por década. Con el correr del tiempo, fue creciendo un muro de extrañamiento que me separa de aquel ser del pasado. ¿Quién era yo a los diecisiete? ¿Qué me habrá emocionado de las vidas ya vividas de los personajes de la novela, desde mi sendero apenas iniciado?

El libro aún conserva el subrayado original, las frases que mi adolescen-

te eligió resaltar. En la introducción, una de las primeras marcas es el crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia. Esa frase ya la recordaba sin tener que releer; la he citado –y vivido- varias veces. Otra marca señala el párrafo en el que Kundera desarrolla los contrarios de Parménides; allí plantea la incongruencia del par que rige el desarrollo de todo el libro: la levedad y el peso. Luego de casi treinta años de la primera lectura, me animo a disentir con el autor respecto de la levedad:

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lo pesado siempre me ha resultado más insoportable. También tengo la osadía de añadir el par de opuestos (¿complementarios?) que fue delineando mi camino: el azar y el destino. Cabe preguntarse, como lo hicieron Parménides y Kundera, qué es lo positivo y lo negativo en este par. Desde mi paradigma científico, supongo que tendería a quedarme con el azar, no porque se le pueda atribuir alguno de los dos adjetivos, sino porque es lo único que existe. Nuestra vida –desde la unión de los gametos- no es más que una sumatoria de probabilidades. No obstante, desde la ciencia podemos llegar también a una paradoja: si adherimos a una postura determinista, nos acercamos más a la idea de destino, ya que el resultado de los sucesos podría predecirse con antelación, si se pudiera conocer todos los factores que influyen en ellos.

Desde una postura más poética, por supuesto que elijo el destino. No como algo opresivo –un sendero del que no se puede escapar-, o justificativo –las cosas suceden por algo-, sino desde la necesidad visceral de darle sentido a la vida.

Pues las causas lo fueron cercando, cotidianas, invisibles, y el azar se le iba enredando, poderoso, invencible. Como siempre, no hay nada nuevo bajo el sol. En estos versos maravillosos, Silvio Rodríguez plantea el mismo par que yo; daría la impresión de que, para él, el azar supera a las causas.

Entre enero de 2011 y marzo de 2012 viajé por Latinoamérica. Fue, sin duda alguna, mi gran experiencia bisagra, la bifurcación/ampliación/ multiplicación del camino de la vida, con corolarios que parecen inagotables, ya que se siguen abriendo nuevas amistades, nuevos amores y nue-

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vos proyectos, en algo que parecería más destino que azar. De hecho, si pienso en todo lo acontecido, me es casi imposible no llegar a un argumento cuasi rreligioso. Los eventos parecen haber tenido un andamiaje, una causa invisible que dominó las probabilidades del azar.

A diez años del viaje, celebro el azar-destino con este libro-disco, en el que participan muchas personas que casual-causalmente me han acompañado en “El camino”.

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Segunda parte:

combinatoria

Me gusta leer los libros de poesía sin seguir el orden prefijado: los abro en una página cualquiera y dejo que el azar-destino elija por mí. Debo confesar que en esta acción me dejo llevar más por las causas, imaginando que hay un mensaje detrás de la selección y no solo una probabilidad.

La combinatoria es una rama de la matemática que, entre otras cosas, permite el recuento de las formas en las que se puede ordenar o seleccionar, de a grupos, cierta cantidad de

elementos, a partir de un número total y finito de ellos. Sí, lo sé. Hace falta la explicación “en criollo”. Tomemos como ejemplo mi modo de leer los libros de poesía. Supongan que el libro tiene cien páginas, en todas hay poemas; yo lo abro en alguna página y esa operación la repito cinco veces. La combinatoria nos permite calcular de cuántas formas distintas podrían aparecer las poesías en esa selección de cinco páginas, de un total de cien. (Nerds, ver

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anexo: dejo una explicación y fórmulas por si quieren hacer el cálculo). Este libro, como todos, ha sido pensado paso a paso. La organización no es azarosa; los textos, las canciones y los dibujos se suceden en una estructura

interna que tiene su lógica. No obstante, los y las invito a leerlo y escucharlo a través de la experiencia de la combinatoria: abrirlo en algún lugar –las veces que quieran- y ver qué relato/dibujo/canción les depara el azar-destino.

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Gira la combinatoria en la probabilidad. Letras que buscan lugar más allá de la memoria. Mezcla de azar y de euforia, mero tropiezo o destino, razón, emoción, instinto, los versos se van hilando, la urdimbre va delineando poemas en el camino.

Combinatoria, e ir de palabra en palabra detrás del abracadabra que conduce al porvenir. Rimas que van a fluir río abajo en la corriente para inundar el presente agua fresca en la ilusión del ingenio al corazón van los pasos hacia el frente.

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Combinar y barajar sílabas en el suspenso, el oxígeno en el cuerpo y estrofas en el azar. Metáforas gritarán su disputa con la suerte, tensión en el cubilete antes de la verborragia, noche adentro al fin la magia se olvidará de la muerte.

La moneda en el aire y la brújula en el norte desde acá quién sabe a dónde nos conducirá el paisaje. La pasión como equipaje por la senda aleatoria, relato que será historia, voz efímera del tiempo: la vida es solo un momento más de la combinatoria.

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ANEXO

OPCIÓN 1

La fórmula de la combinatoria sin repetición es:

donde:

n = Observaciones totales y

x = Número de elementos seleccionados

“n” son las cien páginas y “x” son las cinco páginas en las que se abre el libro; en este caso, se abre una primera vez y no se vuelve a cerrar; por eso es sin repetición.

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OPCIÓN 2:

La fórmula de la combinatoria con repetición es:

donde:

n = Observaciones totales

x = Número de elementos seleccionados

“n” serían las cien páginas y “x” son las cinco páginas en las que se abre el libro, pero esta vez sí se cierra y se vuelve a abrir; por eso es con repetición (puede salir la misma página).

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Christian Porras

Christian Porras es un artista costarricense, creador de canciones, ilustraciones y obras pictóricas, donde plasma su mundo cotidiano dentro de un contexto latinoamericano. ChristianPorrasP popieart christianporrasp

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1Atrapada en el resplandor se vuelve muda, reflejo de lo que es y no es.

Perdida entre azules

baila su arco diurno invisible, salpica luz desde su lado oscuro a quien no la ve. Nadie sabe de ella hasta que se impone en el camino de los rayos y entonces se vuelve eclipse.

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EN FASE

2La letra incipiente se instala en el costado izquierdo del deseo, y día a día

crece el rumor crepuscular del estallido por venir.

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Las aguas se alborotan, quieren escapar de sus bordes -abrazarla-.

Bajo la seducción de su mirada, las dudas son menos agrias, la incertidumbre menos oscura, el misterio menos impalpable.

Y la noche, nunca toca fondo.

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4

El día la va atrapando la va demorando la va devorando hasta que el amanecer le arranca el reborde derecho del aliento.

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ECLIPSE

Que el miedo no eclipse al deseo.

Que no se haga de noche en la esperanza.

Que no se oculte la luz de los anhelos.

Que no se enfríe la voz de las palabras.

Que la duda no eclipse a la sangre.

Que los argumentos no entren en razones.

Que la geometría no atrape al sinsentido.

Que no se ordene el caos de las pasiones.

Que el amor eclipse al tiempo.

Que solo den sombra los abrazos.

Que los labios al fin encuentren el camino.

Que los latidos se ajusten a los pasos.

Que mis ojos eclipsen las miradas.

Que la carcajada rompa los espejos.

Que mi vida no escape de la historia.

Porque el eclipse termina, y también termina el miedo.

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El abrazo, el cariño, la sonrisa, el gemido, la pulsión, el encanto, la vida, el milagro, la angustia, el dolor, el olvido, el horror, el llanto, la fiebre, el porvenir, la muerte, Ya no se eclipsan, ya rompieron las líneas, y ahora bailan en ronda al compás de su luz y su sombra.

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Escanear para escuchar la canción “Eclipse”

Claudia Marting

Claudia Marting es artista visual y profesora de teatro. Entiende al arte como una forma de mirarnos, interpelándonos de manera individual y colectiva. Busca a través de pequeños gestos un lenguaje universal.

negramarting

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SOBRE GUSTOS

Será el respiro amargo.

El agua fría en invierno.

La línea recta de la certeza.

La caída libre de la muerte.

Será la palabra ácida.

La ansiedad de las urgencias.

La ironía que arde.

El vidrio roto del miedo.

Será el reflejo salado.

La taquicardia de la rutina.

El brillo oleoso del sudor.

Y el músculo enfurecido.

Será la dulzura que gime.

La jalea imprudente de la carne.

El labio voraz y empalagado.

La vida empecinada en vivir.

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ELEMENTOS

Es la chispa, la carcajada, la ira incandescente, la semilla inevitable, el deseo de nacer.

Es el remolino, el tornado, el baúl de los sonidos, el camino de las voces, la complicidad del polen.

Es la certeza de los pasos, la terquedad de las sombras, el rumor de los sentidos, el hogar de los orígenes.

Es el agua, de mi historia, el destino río abajo.

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CICLO VITAL

Signos oblicuos llegan al sur, marzo respira equinoccios.

Las sombras se estiran detrás de la luz tambaleante y fugaz del otoño.

Grises y ocres dicen mi nombre, el viento desviste mi voz.

Ritmos crujientes pintan los pies la caminata sin rumbo.

Ardor detenido, vacío en la piel, alarido marrón de lo oculto.

Busco en el verso rastros de un sueño, antídotos contra el adiós.

Cuando se enciende el recuerdo, se apaga el silencio y comienzo a volar, y las penas flotan en el vapor y el deseo me vuelve a atrapar.

El frío avanza, el tiempo estalla, y en círculos cae el dolor.

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En los suburbios de una canción la historia encuentra su alivio. Las letras se ordenan, la nueva ilusión inaugura el rumor de un camino. El horizonte me indica dónde la chispa comienza a brillar.

Es el poema abrigo eficaz para una herida que cierra. Las ramas desnudas del miedo sabrán de lo verde que espera en las grietas. Se va el invierno, se va el lamento, el polen se entrega a viajar.

Cuando se apaga el recuerdo, se enciende el estruendo y comienzo a volar, y las ganas flotan en el vapor y el deseo me vuelve a atrapar.

El sol que danza es la esperanza del ciclo vital del amor.

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Escanear aquí para escuchar la canción “Ciclo vital”

Leti Mascotto

Leticia Mascotto es artista visual y diseñadora. Con su arte retoma la infancia como expresión de su sencillez e inocencia. Su obra nos habla de una reconexión con la naturaleza y una profunda introspección.

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DEFINITIVOS

Iniciar, amanecer, coincidir, contemplar, conocer, fluir, deslumbrar, sorprender, sonreír, abrazar, conmover, crujir, desear, resplandecer, expandir, desnudar, florecer, transgredir, palpar, oler, nutrir, besar, lamer, gemir, explotar, enloquecer, fundir, arrasar, enfurecer, aturdir, colapsar, palidecer, comprimir, dudar, posponer, evadir, silenciar, deshacer, destruir. Amar, temer y partir.

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Ya no me serviré en bandeja. No le pondré finas hierbas a las ilusiones. No endulzaré las palabras con coberturas, ni taparé con condimentos las relaciones rancias.

Mi tiempo no estará en el menú. No aparecerá mi piel como un plato más de la oferta diaria.

Mi cariño no será un artículo de publicidad, ni permitiré más besos de propina.

Ya no buscaré disfraces que oculten el disgusto. No dibujaré sonrisas de cotillón ni llenaré de guirnaldas los relatos para que me visiten.

Yo ya no me serviré en bandeja.

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YA NO

SIN TEMOR A DECIR

Hay silencios que esconden verdades, silencios invisibles, silencios penetrantes, silencios coloridos, silencios expectantes, silencios poderosos, silencios orquestales.

Hay silencios que instalan suspenso, silencios filosos, silencios hambrientos, silencios confusos, silencios harapientos.

Hay silencios que ocultan el miedo.

Hay silencios en cada paisaje, silencios precipicio, silencios anhelantes, que copulan, fecundan, inundan, se vencen, se tuercen y al fin se pronuncian sin temor a decir.

Hay silencios detrás del silencio, silencios horizonte, silencios misterio, silencios instantáneos, silencios eternos. Silencios que habitan el tiempo.

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Hay silencios de bocas abiertas, silencios de inicio, silencios sorpresa, silencios que esperan la tormenta. Hay silencios que abren la puerta.

Hay silencios en cada mirada, silencios con brillo y con fragancia, que copulan, fecundan, inundan, se vencen, se tuercen y al fin se pronuncian sin temor a decir.

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CELEBRAR EL VACÍO

Celebrar el vacío el espacio incierto. Sonreírle a los tropiezos y seguir en el camino. Respirar el aire puro de la soledad sin maquillaje, del paisaje sin follaje y del tiempo sin muros.

Celebrar la derrota y las precipitaciones.

Encontrar las oraciones para reescribir la historia.

Respirar el sol naciente de una idea que germina del deseo que encandila y entregarse a la corriente.

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Escanear aquí para escuchar la canción “Celebrar el vacío”

Cecilia Petrelli es docente y artista plástica. El arte es su manera de encontrar respuestas, de bucear en una realidad, a veces dura, para plasmar sus ideas desde la tela y el color.

Cecilia Petrelli

Petrelli Cecilia

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Cecilia Petrelli

NO MÁS

No más golpes.

No más botas.

No más destinos diestros torciendo la historia.

No más golpes.

No más injusticias. No más corporaciones imponiendo su avaricia.

No más golpes.

No más balas.

No más represiones oprimiendo la esperanza.

No más golpes.

No más gases.

No más neoliberalismo alardeando de sus desigualdades.

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No más golpes

No más dependencia

No más extractivismo destruyendo la naturaleza.

No más golpes

No más secuestrados

No más futuro con sabor a pasado.

No más golpes

No más torturas

En toda Latinoamérica

Nunca más dictaduras.

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COMBUSTIÓN

La chispa, la furia, la combustión.

La llama, el grito, la combustión.

La humareda, el polvo, la combustión.

La arboleda, el incendio, la combustión.

La ceniza, el desierto, la combustión.

La ambición, el dinero, la combustión.

La tierra, el cemento, la combustión.

La soja, el veneno, la combustión.

La fábrica, los cerdos, la combustión.

La impunidad, el silencio, la combustión.

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La impotencia, el miedo, la combustión.

La conciencia, el enojo, la combustión.

La comunión, la fuerza, la combustión.

La rebelión, la utopía, la combustión.

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MIRAR MÁS ALLÁ

Una multitud de insomnios se abre paso en la corriente, caminando en el agobio de ciudades imponentes.

Rostros borrosos y destinos obedientes.

En la rectitud del suelo sombras que la gente ignora. Voces que no encuentran eco, vidas fuera de la historia.

Cuerpos al viento entregados al ahora.

Niños que olvidaron juegos, juntos como en manada, solos, más allá del miedo, venden en cuotas su infancia.

Pies indefensos, esperanza pisoteada.

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Si los días siguen presos de la desigualdad, ¿qué futuro vendrá?

¿Cuándo miraremos más allá?

¿Cuándo haremos humanidad?

En recintos ostentosos charlan nuestros gobernantes intereses poderosos delimitan sus verdades, y entre unos pocos se reparten los manjares.

Hombres de azules y verdes callan nuestra lucha a palos, gases, balas imprudentes, contra el pueblo y su reclamo. Muchos, inertes, prefieren quedarse a un lado.

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Entre versos me pregunto qué hacer con la impotencia.

Al menos le dejo al mundo

esta ingenua chacarera, sueños, conjuros, ganas de encontrar respuestas.

Si la historia sigue siendo divide y reinarás, ¿qué futuro vendrá?

¿Cuándo miraremos más allá?

¿Cuándo haremos humanidad?

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Escanear aquí para escuchar la canción “Mirar más allá”

Diego Om

Diego es ilustrador y escritor, egresado de la carrera de Imagen y Sonido de la UBA.

Toda su obra nos invita a reconectar con la infancia, la naturaleza y el amor. Por momentos pareciera ser que su propio niño interior fuera el que nos dibuja y nos escribe, recordándonos la importancia de volver a lo simple y lo esencial.

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DAR CUERDA

A la una, a las dos, a las tres, la vida impone su combustión.

Las cuerdas vocales inventan la voz y su llanto de estreno.

La llamarada de oxígeno triunfa en los alvéolos y la luz entona las primeras notas de las pupilas.

Los años se agrupan en la risa, nos dan cuerda.

La canción, incipiente, de a poco encuentra sus andamios, patea corcheas a pulso firme.

Entonces deviene el sonido sólido. La vibración del miedo fractura los acordes.

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De las grietas comienzan a escapar caravanas de signos de interrogación, pensamientos en disonancia, alaridos del futuro que se hacen presente en cada pisada.

La escala no puede impedir su descenso, la mirada se agrava.

Aún se escucha un eco jovial y agudo. La sangre de a poco se acostumbra al murmullo sin aliento.

A las tres, a las dos, a la una, la melodía termina de arder. La cuerda se detiene y vuelan las cenizas en el silencio.

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LA FRÁGIL EXISTENCIA DEL PRESENTE

Busco certezas en las estructuras, el reparo del orden y lo estricto, la vereda opuesta de los instintos, el verso encerrado en armaduras.

Métrica y rima, razón y cordura, el oxígeno en el cuerpo, detenido, los fluidos, la carne, los sentidos, atragantados en las vestiduras.

Es inútil, no sirven los intentos:

el poema es siempre trascendente.

Aunque cuente sílabas, piense verbos, las ideas destruyen lo aparente. No puede evitar ningún soneto la frágil existencia del presente.

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VERDADERO

Ahora

¿una vértebra?

¿un puente?

¿un acorde suspendido?

Y sin embargo el único instante verdadero.

Escanear aquí para escuchar la canción “A mis viejos”

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Lizardo Carvajal

Lizardo Carvajal es de Cali, Colombia. Desde el año 2005 dedica su tiempo a producir música y literatura infantil y juvenil. Su obra se caracteriza por la simplicidad y frescura de sus historias que al mismo tiempo plantean, a niños y adultos, cuestiones profundas de la vida.

Lizardo Carvajal Lizardo Carvajal

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INTERPELACIÓN

El blanco de esta página me interpela, me reclama novedades, un verbo y un abrigo que estén a la moda, lápiz de labios rojo y algún adverbio que compense tantos años de palabras repetidas.

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ESTO ES TODO

Metió la mano en uno de sus bolsillos, sacó un sueño y un chicle masticado, envueltos en un boleto de tren. Metió la mano en el otro y encontró solo tres ilusiones de cinco centavos.

“Esto es todo” le dijo a su alma, levantando los hombros.

Escanear aquí para escuchar la canción “Preciso me encontrar”

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Melisa Apple.

Melisa Apple es artista visual y docente. El arte es su sensibilidad, sus emociones y observaciones. La pintura es su lenguaje y canal de expresión.

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ANIDADO

Hay un huevo anidado en mi garganta. No sé de dónde salió. Lo están arropando mis cuerdas vocales, y parece estar cómodo, porque de allí no se mueve. No baja ni sube, no se traga, no se escupe, solo se siente en el esfuerzo del aire y en las palabras atoradas.

Vaya a saber qué misterio de vida esconde, qué latidos saldrán de su eclosión, qué voces y qué motivos.

¿Será un pez, con el que nade sin miedo en el tiempo?

¿O un ave que me confirme que ya estoy volando?

¿Será un reptil que me recuerde que debo amar el suelo que piso?

Hay un huevo anidado en mi garganta.

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Escanear aquí para escuchar la canción “Como el pájaro del aire”

Martín Arangoa

Martín Arangoa es docente e ilustrador. El trazo, la trama, lo accidental y la tinta concluyen ilustraciones que expresan idearios, diversas culturas y vivencias urbanas.

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HABITANTES

Son las líneas las habitantes -no nosotroslas anónimas, vulgares y repetidas rectas que ocupan los puntos cardinales. Habitan las tres, las cuatro, las mil dimensiones del encierro. Aguardan en el punto de fuga. Susurran a mis espaldas sus códigos de barra, y su carcajada suena a tic tac, tic tac, tic tac.

Su pulcritud me escupe verdades horizontales temores verticales incertidumbres diagonales.

¡No hay otra cosa que simetría!

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Me atacan los gritos de los rectángulos desde las paredes y las esquinas, cientos, miles, millones de ángulos rectos, apilados de frente, de perfil, de destino.

¡Corro!

Pero no puedo más que pisar cuadrados soberbios.

Es inútil.

No se puede huir de la geometría rectilínea.

Entonces la gota, su redondez irreverente, y los árboles que me invitan al caos de sus ramas sin hojas, a creer de nuevo en el azar.

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PUERTO ADENTRO

silencio marrón, la sombra del recuerdo en el empedrado. Soy viento y milongón, y desde puerto adentro traigo mi pasado.

La voz en penumbras bajo la piel repite el eco de un sueño distante. Orillas que nunca se volverán a ver y entre los grises del aire voy hacia la canción, frontera de lo incierto detrás de los pasos. Voy, latido y tambor, a renombrar el tiempo y a bailar los años.

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Soy

Suspiro insomne de la ciudad, hay horizonte detrás la altura.

Palabras que suenan de atrás del mar.

Guardo en la mirada la juventud, la fibra urgente, la sangre despierta.

Soy barco, soy río, soy multitud.

Luces anhelantes, el destino del migrante, Buenos Aires, su vital contradicción.

La melancolía, la pasión, la poesía, la nostalgia, la alegría y el dolor.

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Escanear aquí para escuchar la canción “Puerto adentro”

Camila Griselda Molinari

Camila Griselda Molinari es artista visual independiente y su musa despierta con la música, que vibra dándole alma y vida.

Kamala de León Kamala de León

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ENCANTO

“Si no canto lo que siento, me voy a morir por dentro.”

Luis Alberto Spinetta

Solía ser muy memoriosa. Encontraba fácilmente referentes y referencias que me ayudaran a evocar casi sin margen de error la cronología de los acontecimientos: hora, día, mes, año. Podía incluso recordar lo que llevaba puesto para cada ocasión y reconstruir conversaciones enteras.

Ya entrada en los cuarenta empiezo a notar que, a medida que la pila de años acumulados crece, la precisión témporo-espacial de los recuerdos se va debilitando. Las escenas se destiñen, se diluyen unas con otras, se entrecruzan, se mestizan.

La única certeza que queda es una suerte de murmullo emotivo, aquella sustancia inmaterial de las vivencias que hizo que la memoria las eligiera, quién sabe si para siempre.

El resto es relato, historias que se reinventan, una y otra vez.

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“Cuando de repente, detrás de un árbol, se aparece él, mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus.”

Era un día de semana, por la tarde. Todavía me acuerdo el año: 2008. Seguramente no era la hora pico. De Retiro salimos pocas personas, aún sobraban asientos. Pese a que es práctico y veloz, el subterráneo es hostil. ¿Cómo no pensar en la muerte si se está bajo la tierra? El motor se encendió y comencé a cantar. No un susurro, un tarareo, una voz íntima. Fue un canto deliberadamente sonoro, por encima de los decibles de los vagones temblando y del rumor de los miedos.

Como si estuviera imitando a la máquina, casi sin conciencia, la canción se detenía en cada estación. Una marea de gente se derramó hacia el interior del subte en Diagonal Norte. Entre el bullicio y la multitud se destacaba un hombre que gritaba con todo el cuerpo. Movía las manos, los hombros, la cabeza. Ya no podría decir cuál era su aspecto, solamente que era alto y tenía el pelo enredado. Estaba solo. En 2008 no cabía otra explicación más que la locura. ¿Qué es la locura? ¿Y qué es la normalidad?

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Volví a mi viaje interior. Cuando se reinició el movimiento del subte, retomé el canto. Entonces él me vio. “Pará, pará”, le decía a su interlocutor imaginario. Sonreía. “Filmame acá. ¡Tenemos a una afín!”. Tenemos a una afín. Para él yo era su loquita afín. No sé qué hice. Supongo que dejé de cantar. Por temor, por vergüenza, por sorpresa, por ignorancia. Por no querer reconocerme. El subte frenó en Avenida de Mayo. Me bajé sin mirar atrás. Desde aquel día, voy por la vida buscando afines.

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“Cada uno da lo que recibe luego recibe lo que da.”

El charango llegó a mi vida en 2007. Un niño que se arropa entre los brazos. Así lo sentí la primera vez que lo sostuve contra mi pecho. La mano rasgueó el llanto del recién nacido, cerca del corazón. Tiempo más tarde, un profesor me dijo que la palabra “charango” podía derivar de un término en alguna lengua originaria y que se traducía como “niño bullicioso”. No me ocupé de buscar otras fuentes, no me importa si es cierto o no. La imagen es poderosa. Una casual ¿causal? convergencia.

Año 2014 o 2015. Un colectivo rumbo a San Telmo. ¿El 115? Cuatro o cinco de la tarde. Excesos de todo tipo: de calor, de gente, de autos, de ruidos, de luces rojas, de hastío. Yo había conseguido un asiento. No sé cuánto tiempo llevábamos viajando –o detenidos-. Yo estaba arropando mi charango, los dedos dialogaban con las cuerdas, repetían las frases, se trabucaban, volvían a empezar. Nunca fui buena para el punteo.

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Una persona colocó un papel delante de mis ojos, como con intención de ofrecerme algo. Me negué, sin detener la melodía. La mano insistió. Levanté la cabeza. Era un hombre. ¿De unos cincuenta? Solo recuerdo que nos miramos y que él estaba serio. Sus ojos volvieron a insistir. Tomé el papel. Antes de empezar a leer, vi de reojo que la puerta del medio se abrió. Bajó. No dejó más rastro que su mensaje.

Este relato es mi forma tardía de agradecerle.

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“Y las causas lo fueron cercando, cotidianas, invisibles. Y el azar se le iba enredando poderoso, invencible.”

-¿Vos sos de San Fernando, no?

Me detuvo una voz en la mitad de la combinación entre las líneas

C y A. Un tipo de mi edad, de cuerpo robusto y sonrisa intensa. Parecía muy feliz de encontrarme. No tenía idea de quién era. Estaba por contestarle, pero él se adelantó.

-Vos estás en un coro. Los veo en la pizzería “Sport”. Yo estoy en un grupo de teatro. También vamos a comer después del ensayo. Hace años que te observo, que te escucho cantar.

Con un par de integrantes invadíamos la pizzería todos los miércoles, reíamos, gritábamos, cantábamos, nos quedábamos hasta el final. A él no lo había visto nunca. En verdad yo no prestaba atención a nadie en el encanto de la armonía compartida.

-Soy Ariel, tu admirador.

Citó muchas escenas, incluso algunas que yo no recordaba. Describió mis emociones de frente y de perfil, hasta el último detalle.

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Sabía tanto de mí, solo de mirarme y escucharme. Acaso supo ver algún mensaje oculto que yo misma ignoraba.

En este encuentro al azar, parecía haber una causa.

Creo que era el año 2005. Me dio miedo. No le di mi teléfono, solo mi correo electrónico.

-Me vas a contestar, ¿verdad?

No le contesté.

Años más tarde, 2009, peña folklórica en un club de barrio. De pronto se escuchó un coro de voces masculinas. Hombres de caras maquilladas entonaban tangos en tono murguero. Los rodeamos en círculo, atentos, maravillados. En el extremo derecho, uno de ellos tocaba un instrumento de percusión desconocido para mí. Lo menos que podía decirse de su destreza es que era mágica.

El show terminó. La luz del salón se encendió. Aplaudimos. El del bombo con platillo me miró, se acercó al micrófono y dijo:

-“Vos sos de San Fernando, ¿no?”

Comenzaron a sonar chacareras de nuevo. Cientos de parejas ocuparon el espacio en un instante. Lo perdí de vista. Esta vez sí le habría dado mi teléfono.

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“Ella era una típica inocente zapatos negros, medias de algodón.”

Charly García

Año 2001. Ciudad de Mendoza. Regresamos de Chile y planeamos quedarnos allí un fin de semana para terminar nuestras vacaciones. Éramos tres, pero yo había quedado sola ese sábado. Mis dos amigas estaban de estreno, cada una con su amante. Libro en mano y voz en el cuerpo, me dispuse a descubrir la tarde en las calles del verano mendocino.

Luego de varias horas de caminata, pasé a buscar las fotos en la casa de revelado –porque por aquel entonces solo existían las cámaras con rollo- y me senté en un banco a ordenar las imágenes y los recuerdos. Un chico se sentó en el banco de al lado.

-¿No me decís qué hora es por favor?

Antes de contestar, me dediqué a mí misma una sonrisa cómplice. Recordé el cuento que había escrito unos años atrás.

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AQUELLA CONOCIDA HISTORIA DE AMOR

..una hora apenas de biografía y nostalgias hasta que al fin sobrevino un silencio…

- Disculpame. ¿No me podrías decir qué hora es, por favor?

Así había empezado todo. No hubo más remedio que mirarse, él en busca de respuesta y yo en respuesta de su búsqueda. Luego de un instante de hegemónica perplejidad, el objetivo inicial del acercamiento lo olvidamos ambos. Surgió de pronto una vocación meteorológica, que llenó los primeros cinco minutos de conocimiento y reconocimiento. Cada uno expuso con claridad sus más profundas reflexiones acerca del clima presente, pasado y futuro. Un papelito en mi mano, mareado de dar tantas vueltas, la suela gastada de su zapato que no se cansaba de tararear contra las baldosas y un diálogo (más bien dos monólogos) de palabras sin sentido y miradas con demasiado sentido sugirieron, coincidentemente, el interés repentino de un café calentito para sobrellevar el calor de enero.

El café se vio seguido de la cena, la cena de un nuevo café, pero ya no en el bar de la esquina sino en mi casa. Entre confesiones y constelaciones descubiertas en el balcón, el sonido se desnudó y el silencio le dio lugar al amor, ese amor tan esperado, y la felicidad, que...

- Ey... ¿Me decís la hora?

- Ah, sssí. Son las tres menos cuarto.

- Gracias.

Un suspiro y un taxi que frena cuando mi mano lo ordena.

- ¿A dónde vamos?

Así había empezado todo. No hubo más remedio que mirarse, él en busca de respuesta y yo…

Le contesté.

Creo que eran entre las 4 y las 5 de la tarde. No hubo más remedio que mirarse.

-¿No sos de acá, verdad?

No sé si fue exactamente esa la pregunta, pero a eso refería.

-¿Tanto se me nota? No, no soy de acá. Soy de Buenos Aires.

-Te vi ayer. Estabas pasando por esta plaza con dos amigas. Tenías una pollera larga y unos aros verdes. Estabas cantando. Es más: creo que recuerdo cuál era la canción.

Definitivamente era yo. El viernes habíamos llegado a la tarde, fuimos a la plaza. No era de extrañar que estuviese cantando. ¡Era yo! ¿Y sería mi cuento?

Lo que pasó fue como un cuento. Miguel Ángel cumplía años ese día. Sus padres habían muerto; no había organizado celebración. Escribía poesía. Esa noche yo también fui de estreno. Con él. Cuando prendimos la luz, nos compartimos nuestros poemas dentro del abrazo.

Nunca volví a verlo, ni supe nada más.

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“Yo no buscaba a nadie y te vi.”

Tal vez fue antes del año 2000. Este recuerdo está más sumergido en el pasado que otros. Estaba caminando por la calle Constitución en San Fernando, mi barrio natal. En esa época aún vivía allí. Debían ser las seis o siete de la tarde y ya estaba oscuro. Probablemente fuera invierno.

Era joven, todavía era hija.

Desde dentro de un local de ropa, un violín me llamó. Ese instrumento perfora la respiración, directo a la nostalgia. Me asomé, no había nadie. Polleras hindúes, bolsos, alfombras, pulseras, aros, todo muy a mi gusto. Los caminos entre los percheros ofrecían un laberinto. Avancé sin pensar.

Él estaba en un entrepiso de madera, de espaldas a la calle, concentrado en la partitura. Creo que sintió mi mirada, o mis pasos, no lo sé. Dejó de tocar y se dio vuelta. “Buenas tardes. ¿En qué te ayudo? ¿Qué estás buscando?”.

No supe qué decir. No sabía qué estaba buscando.

-72-

Hablamos un largo rato. Más bien creo que lo escuché. Era un hombre de entre cuarenta y cincuenta. “Me interesa la filología, el origen de las palabras”. Parecía tener siglos de experiencia. “¿Cuál es tu apellido?” Se lo dije. “Judío, ¿verdad?” Asentí. Se levantó con energía y fue hasta la vidriera. Ya no lo veía. Temía que el hechizo se rompiera con un comentario antisemita.

Escuché que sacó algo de una de las vitrinas. Volvió, tomó mi mano derecha con fuerza, la palma hacia arriba. Dejó caer en ella un cascabel plateado, dobló mis dedos para encerrarlo y sostuvo mi mano entre las suyas, mirándome a los ojos.

“Mis antepasados fueron inquisidores”.

Con una sonrisa en la mirada y lágrimas en los labios, ambos entendimos lo que estaba buscando.

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“Más vale que no tengas que elegir entre el olvido o la memoria (...)”

Joaquín Sabina

¿Cuál es el sustrato material de la memoria? ¿Acaso son moléculas, reacciones químicas, impulsos eléctricos? ¿Es alguna sustancia que se regenera cuando la invocamos? ¿Por qué usamos distintas palabras cada vez que nombramos nuestros recuerdos? ¿En qué lenguaje perdura el pasado? ¿Es biología?

¿Es relato?

¿De qué modo elegimos las escenas que quedarán y las que irán al olvido?

¿Será que eso somos, lo que decidimos recordar?

Quizás la memoria no exista. Quizás la única historia que sobrevive, haya ocurrido o no, es la historia que contamos.

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Escanear aquí para escuchar la canción “El otro camino”
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Melisa Apple

SOMBREROS DE LOS ANDES

Dicen que en los Andes se usan sombreros porque el sol y el frío se derraman por igual en las alturas. Yo creo que, en verdad, esos cientos, miles de sombreros, bordados, lisos, coloridos, de cuero, de fieltro, de lana, chatos, de ala ancha, abultados, de los coyas, de los saraguros, de Huancayo, de Ayacucho, de La Quiaca, de La Paz, de Otavalo,

esos sombreros los protegen del olvido.

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Martín Arangoa

DEL CUERPO QUE SIENTE

Herencia del pueblo negro y del Abya Yala ancestral. Las manos golpeando el cuero, cañas silbando su edad.

Desde el caribe encendieron un fuego musical que avanzó por los senderos del corazón popular.

Llegó a la selva, a los puertos, al cerro y a la ciudad.

Llegó muy lejos, más lejos de lo que pudo imaginar.

Miles de voces se unieron, la cumbia se hizo hogar de los reclamos del pueblo y de una alegría esencial.

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Cumbia es la libertad del cuerpo que siente. Cumbia, brillo inmortal del tambor ardiente. Cumbia de la verdad, rebelión urgente. Cumbia y felicidad Pa´ toda la gente.

La silban puertas adentro la tocan en soledad.

La cantan en los festejos.

La danzan en carnaval.

La cumbia aleja los miedos, se la escucha gritar en la risa y el anhelo de un sueño en comunidad.

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Cumbia es la libertad del cuerpo que siente.

Cumbia, brillo inmortal del tambor ardiente.

Cumbia de la verdad, rebelión urgente. Cumbia y felicidad pa´ toda la gente. Cumbia ritmo vital, son irreverente.

Cumbia, no callará, memoria latente.

Cumbia es identidad, pasado y presente.

Cumbia que hace bailar a todo el continente.

Cumbia que sonará hoy y para siempre.

Escanear aquí para escuchar la canción “Del cuerpo que siente”

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Gaby Herrero Nieto

Gaby Herrero Nieto es diseñadora y creativa. Sus pinceles danzan al compás de los colores... toda superficie puede mostrar el arte y alegrar la vista y el alma. Como “Flor de Almendra” diseña y pinta dibujos en la ropa. El arte es la expresión del corazón.

FlordeAlmendra FlordeAlmendra

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RETRHAIKUS

Geografía americana

Botella al mar, palabra sin brújula, sueño flotante.

En blanco y negro la mirada final: subir al barco.

Rutas de selva y en las trenzas, la suerte, la libertad.

Aún se oye el grito: los desaparecidos apareciendo.

En la mejilla se desliza el sudor de la mañana.

La boca esconde el viento en una caña, la melodía.

Reborde negro de la jornada larga bajo los ojos.

-82-

Geografía de la vida

Boca y pezón, futuro entre los brazos, la bienvenida.

Desde los hombros el cielo está más cerca de la niñez.

Labios urgentes, el beso imaginado, el que vendrá.

En la saliva el deseo disuelve las amarguras.

¿Y qué sería el fuego del amante sin la mirada?

En las arrugas el relieve del tiempo, el testimonio.

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Escanear aquí para escuchar la canción “Los caminos”

EPÍLOGO

EL ÚLTIMO BOCADO

El vértigo de saberse en el último bocado, en la frontera del dado y el número de la suerte: un ciclo llega a su muerte y otro a su nacimiento, el dolor, al vencimiento, el amor, a la garganta, el poema a la fogata animal del sentimiento.

Encontrarse en el final a la orilla de un principio al borde del precipicio que nos invita a volar. Aferrarse del azar y ser hoja en el viento. Sumergirse en el misterio, sinfín de combinatorias, ser feliz a toda hora que el presente sea eterno.

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INDICE DE LAS CANCIONES

Eclipse

Letra y música: Marcela Gleiser.

Arreglo coral: Lina Agrima (con colaboración de Dana González).

Voz y ronroco: Marcela Gleiser.

Guitarra: Lina Agrima.

Bajo: Marcelo Grillo.

Tambores: Ángel Antonioz Blanc y Patricia Muñoz.

Coro: Vanina Castellino, Dana González, Lucila Ojea, Carolina Terrazas, Marisa Plástina, Rocío García Plástina, Laura Clariá, María Navarro, Lina Agrima.

Ciclo vital

Letra y música: Marcela Gleiser.

Voz: Marcela Gleiser.

Guitarra: Julián Solanas.

Percusión: Carolina Molinari.

Bandoneón: Melina Reyes.

Violín: Yamila Lara Ghio.

Celebrar el vacío

Letra y música: Marcela Gleiser.

Voz y ronroco: Marcela Gleiser.

Guitarra: Fernando Chávez Rojas.

Vientos: Vanesa Roisman.

Percusión: Carolina Molinari.

Mirar más allá

Letra y música: Marcela Gleiser.

Voz: Marcela Gleiser.

Instrumentos: Orquesta juvenil de la Fundación Cultural del Sur, de Cipolletti.

Violín: Josefina Ríos y Santino Leal.

Guitarra y bajo: Jorge Leal.

Percusión: Juan Leal.

Arreglo: Jorge Leal.

Coordinación: Jorge Larrigaudiere.

A mis viejos

Letra: Peteco Carabajal. Música: Hermanos Simón.

Voz: Marcela Gleiser.

Guitarra y coros: Germán Juárez.

Percusión: Carolina Molinari.

Flauta: Juan Martín Medina.

Preciso me encontrar

Letra y música: Cartola.

Voz: Marcela Gleiser.

Viola caipira: Moreno Overá.

Percusión: Marcos Vizoso.

Flauta traversa: Vanesa Roisman.

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Como el pájaro del aire

Letra y música: Trinidad Noseda Lazcano.

Voz: Marcela Gleiser y Trinidad Noseda Lazcano.

Caja: Eugenia Ojeda.

Puerto adentro

Letra: Marcela Gleiser. Música: Lina Agrima.

Voz: Marcela Gleiser y Lina Agrima.

Guitarra: Lina Agrima.

Tambores: Ángel Antonioz Blanc y Patricia Muñoz.

Saxo: Juan Martín Medina.

El otro camino

Letra y música: Raúl Carnota.

Voz: Marcela Gleiser.

Guitarra: Germán Juárez.

Percusión: Carolina Molinari.

Flauta traversa: Juan Martín Medina.

Del cuerpo que siente

Letra y música: Marcela Gleiser.

Voz y charango: Marcela Gleiser.

Guitarra criolla, guitarra eléctrica y bajo: Julián

Solanas.

Tambor alegre, tambor llamador, maracas, acordeón, gaita macho y gaita hembra: Jagan Nath.

Tambora: Mariana Paolucci.

Vientos andinos: Vanesa Roisman.

Los caminos

Letra y música: Omar Camino.

Voz: Marcela Gleiser y Adriana Herrera.

Guitarra: Lucas León.

Percusión: Marcos Vizoso.

Grabación y edición inicial de los temas 2, 3, 4, 5, 6, 7, 9 y 10: Ambú estudio por Marcelo Grillo. Grabación de los temas 1, 8 y 11, edición y masterización final de todos los temas: Juli Records, por Adolfo Schmidt.

Algunos instrumentos y/o voces fueron grababados en: Villa Elisa, San Luis, Cipolletti y Santiago del Estero (Argentina); Sao Luiz do Paraitinga (Brasil), Riobamba y Otavalo (Ecuador).

Chino Courvoisier colaboró en la edición inicial de las cuerdas en el tema 6.

Especial agradecimiento a Lina Agrima en el armado final del disco.

Para escuchar el disco entero

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CODA A TRES VOCES

“I just won’t sleep,” I decided. There were so many other interesting things to do.

Hemos llegado al final de este tramo de camino que Marcela ha querido compartir con nosotros. Un camino que comienza en el harto improbable hecho de haber nacido y que se seguirá armando a golpes de azar, en cada encuentro, en cada coincidencia. Un camino que discurre entre otredades y diferencias, para luego volver a replegarse al interior de un recorrido personal, ahora desde nuevas miradas. Un camino que –como sabemos– solo se puede hacer al andar, como todos los caminos. Porque no hay camino; pero, sin embargo, hay que estar en el camino. En la ruta 66, en la 40 o en la Panamericana, tanto da. Donde el deseo nos lleve y como el azar lo configure. Es nuestra condena eterna y nuestra infinita suerte.

Entretejer poesías y relatos, propios y apropiados, es una manera de hacer camino; una manera que, por fortuna, nos permite a nosotros, los lectores, llegados a este punto, volver la vista atrás y adentrarnos nuevamente en este camino, quizás de otras maneras, eligiendo otras combinatorias, haciendo nuestro propio recorrido en él.

-88-

Querida Marce,

quiero contarte que leer y escuchar tu hermoso libro-disco me hizo “volver a los 17”, a ese bello tiempo en el que escribía cartas a mano y les decía a mis amigas cuánto las quería y las admiraba. Todavía no nos habíamos encontrado.

Felizmente, te conocí en un tiempo, los veintipico, en el que empezábamos a concretar nuestros sueños. Desde entonces, tuve la suerte de acompañarte en el camino que emprendiste para encender este fuego poético-musical que bien sabés mantener.

¿Qué puedo decirte?

Que sigas cuidando esa hoguera, que nunca jamás te falte la inspiración, la chispa que hace nacer palabras de tu alma que “quieren ser canción”.

Que cada nuevo comienzo que te augure la vida sea acorde a toda la generosidad que compartís.

Que esta obra refleje la magia con que fuiste concebida y que la estela de tu corazón se refracte en el infinito.

¡Sé feliz!

Lei

PD: A esta altura del partido dudo bastante de los binomios occidentales.

Qué quiere que le diga… Quienes aprenden a caminar saben que hay que perder un poco el equilibrio para ponerse en movimiento. ¿O no?

Eppur si muove, señores. O algo así…

Dale que dale al balanceo y ¿dónde puse el otro pie?

Pero sí, me acuerdo. Está ahí nomás, cerca de mí. Porque eso es seguro: el traslado es completo, ahí no va a encontrar peligro. Toditos los tejidos que hacen a su organismo, la van a seguir.

(Escribo tres frases y miro la bici que está al lado del escritorio. Está desinflada. Es verano, tengo tiempo y una bici desinflada. Pienso que mañana sería un buen día para usarla. Tempranito me espera una amiga para que la ayude a mudarse de casa. Puedo inflar la bici, pedalear hasta el tren, subirme al tren, bajar, cruzar el río, qué fantástico el vientito cerca del río, ya estoy sonriendo, fijesé. Sí, la bici, claro.

Los pies en los pedales, después los pies en los pedales sobre ruedas. Y mi amiga que se muda.

¿Es muy obvia la imagen de un movimiento que se entrelaza con otro y produce un recorrido andante, como el de los tejidos de un cuerpo que está vivo?)

-90-

¿Qué estaba diciendo? Ah, sí.

Inseguro es el pie que se eleva para desafiar el equilibrio. Pero la misma sabiduría corporal que traiciona al ego al caer, desafía la gravedad en un giro al bailar.

Así que, mire, caminadora, si gusta, haga lo siguiente: tome aire y vaya.

Toda la vida va en usted.

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Esta edición se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Fervil Impresos S.R.L. Santa Fe 3316 (S2002KUJ), ciudad de Rosario, República Argentina. Octubre 2022.

Colección palabras dibujadas

Al borde de lo imposible

Sandra Aquel

Una chispa bastará

Una palabra bastará

Un viaje bastará

Claudia Graciela Montes

Fiesta

Marcela Gleiser

José Martín Arangoa

Retorno al sol

Miguel Culaciati

Brinqui

Beatriz Lamarca

María Fiorasso

Marcela Gleiser se propone, como quería Cortázar, hacer del lector un cómplice, un camarada de camino, y nos lleva con ella en esta experiencia.

A diez años de un viaje íntimo, pleno de encuentros, rico y plural, renovamos su peregrinaje con este libro-disco que es bitácora, mochila, fogón: impulsa, interpela, alimenta y abriga.

El camino recorre el cosmos infinito y la semilla, el desánimo de la frustración y la algarabía del puño levantado en la complejidad de reconocernos América

Latina: sus gentes, sus paisajes, sus danzas y su música, mientras acepta el desafío de contar-cantar lo vivido con palabras, imágenes, canciones.

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