Revista Retrovisor

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Una mirada al

Retrovisor

Yo, hasta mis doce años, siempre vi a Cali igual, con algunos cambios mínimos, pero seguía siendo la misma que me había visto nacer. Entonces me topé con uno de los libros de Andrés Caicedo: “Angelitos empantanados”, que fue para mí una ventana hacia lo que alguna vez fue Cali, hacia esa ciudad que yo creía conocer hasta ese momento; empecé a encontrar nombres de lugares que ya no existen, convertidos en mitos que tan sólo han quedado en el imaginario colectivo, y que personas como yo que no tuvieron la fortuna y el placer de haberlos conocido, nos toca recurrir a la creatividad de la mente, para reconstruir estos espacios que alguna vez fueron y ya no son. Es así como nace la idea de Retrovisor, una revista cultural, que busca recrear espacios cotidianos de la ciudad de Cali, de la década de los 50’s a los 80’s, a través de diversas descripciones de escritores y personas del común.


WWW.RETROVISOR.COM

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Del puente para acรก estรก Cali

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De arriba a abajo de izquierda a derecha

Del Blanco y Negro al

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MIO


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El Teatro

24.

Calima

Reinventar la

Ciudad

El Trensito del

OESTE

REVISTA “RETROVISOR” Edición # 1 -Directora -Editora General -Diagramación y Diseño -Ilustración -Edición y corrección de estilo -Producción Vanessa Muñoz Cardona

14. REDACCIÓN -Juan Felipe Gomez Celis -Alma Luz Hurtado Borrero -William Ospina


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De el puente para acá está

Después de la Independencia, Cali permaneció como una tranquila villa de hacendados e ingenios azucareros con el aporte a la nación de ilustres hombres de política y literatura. Una descripción de lo que fue el departamento del Valle del Cauca y Cali durante el resto del siglo XIX se puede encontrar excelentemente reflejado en la novela más importante del romance colombiano y latinoamericano: “María” de Jorge Isaacs. Hasta el comienzo del siglo XX Cali fue únicamente una pequeña villa, comparada

Cali

con otras ciudades colombianas, que dependía política y económicamente de Popayán. El 26 de octubre de 1910, la ciudad ve por primera vez la luz eléctrica, con la iluminación de la Plaza de Caicedo, 10 bombillas sustituyeron las antiguas lámparas de petroleo y velas de cebo. En 1911 con 28.000 habitantes, Cali se convirtió en la capital del naciente departamento del Valle del Cauca, el cual se escindió del Cauca. De esa manera se rompía la unidad de una región que desde las conquistas y por casi

cuatro siglos había estado unida económica y políticamente. Para este tiempo la región vallecaucana estaba intensamente cultivada y su futuro como proveedor agrícola parecía seguro.

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En 1912 se establece la primera empresa de teléfonos, la cual era de carácter privado. La apertura del Canal de Panamá en 1914 y la llegada del ferrocarril en 1915 rompen el aislamiento de Cali con el resto del país y el mundo. En la década de los 30, con el advenimiento de políticas de transformación liberal en el país, se construyó la carretera que unió a la ciudad con Bogotá sobre la Cordillera Central (Andes colombianos). La carretera a Buenaventura se completó entre 1926 y 1945. Esta infraestructura vial básica, conjuntamente con la modernización de

la industria azucarera, y el crecimiento de las exportaciones de café a través de Buenaventura, fueron de vital importancia para el desarrollo de la región. De gran importancia en los aspectos culturales de la ciudad fue la construcción del Teatro Municipal en 1918. En 1928 la ciudad estaba conformada por los barrios: San Antonio, El Centro, El Vallado, El Pueblo, La Loma de la Cruz y la Loma de las Mesas. Hasta antes de los años 30, la gente de la ciudad debía de abastecerse de agua usando 11 pilas, entre las que se destacan las pilas del


Crespo y del Peñón. Solamente un año después fueron creadas las Empresas Públicas Municipales de Cali (EMCALI), las cuales toman control de los servicios de acueducto, plazas de mercado, mataderos, alcantarillado y espectáculos públicos. en 1940 EMCALI empieza a estructurarse como una de las más importantes empresas de la región y el país. Juegos Panamericanos Un evento memorable para la Cali del Siglo XX lo constituyó la celebración en la ciudad de los Juegos Panamericanos en su versión del año1971. La preparación de dicho espectáculo deportivo le dio un retoque de desarrollo y embellecimiento del

espacio público. Gran parte de la infraestructura deportiva de la ciudad data de ésta época. En 1974 se termina finalmente la Central de Transportes de Cali, inaugurada por el presidente de la época Misael Pastrana Borrero. Esta obra, además de ser fundamental en una orbe del tamaño de Cali, trajo beneficios para la ciudad como la organización de un caótico tráfico automotor que dificultaba la movilidad por el centro.

Cali

“... , ciudad de un millón de habitantes situada hacia la costa occidental del país y bautizada para la ocasión como “Cali, Ciudad Ciudad América”, vive un estado de América” general de excitación previa al gran compromiso internacional. Los trágicos hechos, que obligan al gobierno a declarar (sus ya tradicionales) medidas de excelpción como el Estado de Sitio y el Toque de Queda, despiertan a los ciudadanos de su gran ensueño panamericano. La comopolita burguesía local, usualmente reacia a convivir con la realidad latinoamericana, se horroriza con la simple insinuación de cancelar el evento deportivo...” “Angelitos empantanados” -Andrés Caicedo


El Batallรณn

PICHINCHA historia de un desplazado


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arriba a abajo De arriba

derecha de izquierda a derecha

Cuando el general Rafel Reyes, futuro Presidente de Colombia, pasó por Cali en el año 1895, se percató de la urgente necesidad que tenía el Gobierno de contar con un buen cuartel en esta ciudad.

Con ese propósito consideró oportuno adquirir una casona ubicada en el piedemonte del cerro de las Tres Cruces. Estando bastante adelantadas las gestiones, aparecio intempestivamente un “técnico”,

1950

quien manifestó al Gobierno que, en su opinión, el sitio escogido no era militarmente estratégico. La razón que aducía era que el lugar estaba dominado visualmente por el cerro de las Tres Cruces, y en el evento de que un cañón enemigo se apostara en su cima acabaría con el cuartel en menos de cinco minutos. Atendiendo estas críticas se decidió localizar la obra un poco más distante del cerro y cercana al Puente Ortiz.

En 1917 se inició la construcción del Batallón de Infantería Pichincha el cual constaba de dos plantas, con un amplio patio central, fachadas de ladrillo a la vista, y almenas esquineras. La obra se terminó en 1932. Este hermoso edificio fue demolido iniciando la década del sesenta y allí se encuentra actualmente el edificio del CAM y a un costado se conserva el Paseo Bolívar.



En e contexto de la aún pequeña Cali era el camino del centro de la ciudad hasta la estación del ferrocarril. Durante ls primeras décadas del S. XX, al lo largo de esta vía se asentaron edificios públicos e importantes empresas, entre otros, la cárcel municipal, el cuartel de la policía, la fábrica Nacional de Chocolates y el circo de tornos denominado Plaza Belmonte. Como el perímetro urbano sólo llegaba hasta el cementerio central, esa vía se fue prolongando a par on la expansión industrial: Licorera del Valle, Cigarros Mora y Molinos Aliados.

Carrera Primera [Avda. Uribe Uribe]

De manera paulatina se avanzó en el progreso de los medios de locomoción y concomitantemente en el desarrollo vial, lo cual trajo cambios culturales de la población, todo lo cual fue impulsando el crecimiento de la villa, su expansión, su conectividad y la ampliación de su infraestructura y equipamiento urbano. En el año de 1878 comenzó la construcción de la ferrovía que pretendía conectar a Buenaventura con Cali. En 1882 se inauguró el tramo Buenaventura - Córdoba y tres añosdespués se reactivó la construcción que fue suspendida en 1899 a raíz de la guerra de los mil días. Finalizada la guerra se reanudó la obra, lográndose complementar en 1909 y 1902 respectivamente los tramos de Dagua y Yumbo. Finalmente después de 37 años des espera, el 19 de enero de 1915 la vía férrea a Cali y la primera locomotora inició sus tares en ele año 1916. Un año después se inaugura en el paso de Juanchito el puente giratorio sobre el Río Cauca y en 1927 llega a rmenia.



Del Blanco y Negro al M.I.O

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entonces no tuve opción pues no me pude ir en el Blanco y Negro 1, me tocó coger el MIO ese al que le estaba haciendo tanto el quite para subirme. Así le llaman a un sistema disque de transporte masivo, mejor dicho es como un bus grandote y bonito con aire acondicionado y de dos vagones que atraviesa la ciudad o hace recorridos largos y no se le pasa plata al chofer sino

Entonces me subí en ese bus y ese bus es de un color azul bonito pero ese azul fijate que se llevó los otros colores, los colores de mis buses viejos que me llevaron por años por toda esta Cali

Alma Luz Hurtado Borrero http://cali-carcel.blogspot.com

Quiubo Andrés hoy me acordé tanto de vos, y fue porque tuve que ir al sur muy al sur, después de Ciudad Jardín donde están las universidades mucho después de la sede de Meléndez de Univalle hay todo un mundo de cosas que no conociste, universidades que dicen que son, hay centros comerciales que he visto por fuera y no he entrado porque no me gustan, hay edificios y cosas y

que pagás antes en un estación y la registradora está en la estación pero ya no dentro del bus, tampoco suena ya la salsa ahí adentro, pero claro eso se lo inventaron para ponerlo

a rodar donde no se puede hacer un metro porque en estos países se roban la plata y nos tenemos que conformar con estos transportes. Mirá que hace como 7 años estuve en Quito y


allá existía eso este bus grandote de color rosado fucsia que parecía como el bus de la Barbie, y luego el invento llegó a Bogotá y allá se llama el Transmilenio y es de color rojo, y muchos se contentan porque hay un metro en Medellín, y ya si querés Metros de verdad verdad de esos de las películas pues hay que ir a Londres, a New York, a Berlín, a Buenos Aires o a Santiago que se considera el más limpio y aseado del mundo. Entonces me subí en ese bus y ese bus es de un color azul bonito pero ese azul fijate que se llevó los otros colores, los colores de mis buses viejos que me llevaron por años por toda esta Cali, porque yo si que he andado en bus pero siempre en la ventana, entonces fue trepada en ese MIO cuando más me acordé de vos porque cuando no alcanzabas el

bus del colegio te tocaba salir a coger el Rojo Crema para llegar al San Juan Berchmans y ese mismo también te servía para ir al teatro Libia, como era el bus que pasaba por Santa Teresita, mirá que en ese era que mi mamá nos llevaba a mi hermano y a mi al zoológico porque era el único que subía hasta allá . De a poco dejaré de ver los buses de colores, y si estuvieras acá te daría nostalgia de ver las calles que ya no acompañarán ni al Rojo Crema ni a muchos otros buses de colores, no ves que se van para chatarrización. Yo casi siempre anduve más fue en el Verde San Fernando, también en el Azul Plateada, me sentí bien la primera vez que subí al Amarillo Crema, pero siempre me preguntaba porque el Alameda se llamaba así y no decía nada de su color naraja, no se

Desfile de buses San Fernando


porque el Verde Bretaña se llamaba así porque ese nombre me recordaba era la Soda que además no me gusta, y el Villanueva era rojo, que bonitos se veían esos buses, el más vistoso era el Papagayo y tampoco lo volveremos a ver. Y vos si te acordás porque esos buses eran así? pues a mi lo que me dijeron cuando estudiaba historia es que en Cali por allá en los años 50 con ganas de ir modernizando la ciudad cada vez aparecieron más buses, pero pensando en que había mucha gente analfabeta y que no podrían leer los nombres o las rutas de los buses y sus recorridos se inventaron lo de los colores y así no era si no reconocerlos por los colores y aprendérselos de memoria. Pero pasaron los años y los buses viejos se fueron acabando y ya un día no vi mas esos buses que tenían ventanas que se abrían de abajo hacia arriba presionando unas chapitas en los extremos del marco, ahora todas las ventanas se

cerraban de lado a lado y tampoco vi mas ese bus que uno se subía y había un puesto al lado del chofer y si uno se sentaba ahí era mas incómodo porque no quedabas de espalda a la gente si no que quedabas de frente y te tocaba verle la cara a la gente o mejor ellos se la veían a uno y era reincómodo. Y en ese bus me acuerdo que la palanca de cambios era grandotota y en el mango iba como una bola de acrílico que contenía un escarabajo dorado y ese adorno me acuerda de ese cucarrón que vos decís que a veces se le incrusta a uno en el pechito, entre el alma y el corazón y la piel y se lo va comiendo a uno y se lo come a uno por dentro y le hace a uno un hueco de pura infelicidad.


Memoria &

Olvido dos caras de la misma moneda

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E

L

T E A

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R O

C A

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I

M A

Erasmo Fernández es testigo de la historia y del olvido, de uno de los escenarios culturales más importantes de Cali: ‘El teatro Calima’ Un miércoles en la tarde me invita a sentarme a su lado. El sol golpea fuerte. LLeva gafas oscuras, un radio transistor en el carro de dulces y la taza vacía después de tomar café. “Vení te cuento lo que pasaba en los setentas por acá.Yo era un pelao que recorría el país en busca de grandes eventos. Los panamericanos del 71 me tra-

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jeron a Cali y llegué a la avenida sexta buscando trabajo. Nunca me fui. Amo esta ciudad y todo lo que tengo se lo debo a ella”. Erasmo recoge su carro todas las noches a las ocho. No alcanza a ser testigo del reinado de la rumba y la inseguridad que azotan la avenida. Los negocios comerciales cierran sus puertas a las 9 de la noche y le ceden el espacio a la más popular de las actividades dela sexta: la rumba. Este vendedor de dulces cuenta que no ha vuelto a explorar la avenida sexta como lo hacía cuando era joven. Los años y las historias de inseguridad lo han hecho temeroso, como casi todos los vecinos del teatro. Recuerda sonriente las funciones de media noche y los cine-clubes. El conoció el teatro en sus mejores días. Me contaba que en aquel tiempo el dueño de lugar,

Galindo Buenaventura (QEPD), era una persona querida en el barrio por su amabilidad y por el buen gusto en la selección de películas, tanto para el público infantil como para el adulto que llenaba el teatro los fines de semana. Recuerda especialmente las largas filas que rodeaban la manzana cuando proyectaron “Lo que el viento se llevó”.

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El conoció el teatro en sus mejores días. Me contaba que en aquel tiempo el dueño de lugar, Galindo Buenaventura (QEPD)...

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“En esos año”-dice Erasmo- “caminar por la sexta era otra cosa. Yo podía salir del teatro a la una de la mañana y regresar a mi casa en el centro a pie tranquilamente. Ahora hacerlo es imposible.”


La decadencia de la sexta ha sido revisada por los medios decomunicación de la ciudad que la adjudican desde el desgobierno hasta la inddiferencia de los habitantes de Cali. Un análisis editorial de El País incluye, entre las razones por las que se hizo imposible regresar a la sexta en cine, el licenciamiento a negocios de dudosa reputación, el incumplimiento de las normas y la ausencia de la autoridad en la vía pública para resolver el tráfico ilegal de drogas y la prosti- tución. Sin embargo, una otra hipótesis, a mi modo de ver más grave y pesimista, presenta al sector

como el símbolo de la indiferencia civil frente a la ciudad: a los caleñosse les espantó el sentido de

pertenencia hacia sus espacios tradicionales y representativos. La población tiene abandonada la ciudad a su suerte ¿Cómo más

se puede entender que pase a la decadencia de la sexta la gente no se movilice para rescatarla? Lentamente el teatro Calima se deteriora, y de ello es testigo el letrero ‘Se vende’ que poa en su fachada. En su interior ya no hay imagenes de cine, sino invitaciones de grupos cristianos. Comparte tal suerte con varios teatros de la ciudad que sirven como lugares de encuentro para la celebración de cultos. En estos lugares el proyector duerme desde hace unos cuantos años, las sillas rojas de cuero quietas aloran la llegada de espectadores, el olor a crispetas y el retumbar de los parlantes. El teatro Calima es un cadáver.

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Av. Colombia con Cll 11

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Teatro Colombia


Teatro Colรณn Cll 11 entre Cra 9 -10

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Reinventar la ciudad

William Ospina

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Cali fue en otro tiempo no sé si la ciudad más hermosa, pero la ciudad más amable de Colombia, y todavía estaría en condiciones de serlo. Yo tuve el privilegio de llegar a Cali, huyendo con mi familia de la violencia del centro del país, a comienzos de los años sesenta. En ese entonces no nos llamaban desplazados, pero lo éramos. Veníamos de otras bellezas geográficas, más melancólicas, de los abismos de Letras y sus paisajes desdibujados por la bruma, de las campanas entre los pinos detierra fría y la música campesina llenando unos cafés a donde entraban los hombres a caballo.Fue para mí desembarcar en la otra cara de la Luna llegar a una ciudad de ceibas y samanes, de palmeras y sol incansable, de atardeceres largos y rojos en los que a cierta hora la brisa empezaba a cerrar sonoramente las puertas, donde había muchachos negros de grandes sonrisas vendiendo mangos y chontaduros en


las esquinas, donde abundaba una belleza complacida consigo misma, que no ocultaba su cuerpo, donde todos los seres tenían ritmo y donde el baile ponía en acción el cuerpo desde bien temprano. Cali era un mundo lleno de colores, donde se sentía la diversidad de las razas y de las tradiciones. Para mi fue también pasar de la vida casi rural a la vida urbana, donde la radio efundía fabulosos terrores, llegar a la espaciosa y golosa penumbra de los cines matinales, ver desde las terrazas de Guayaquil, cerca de mi colegio de franciscanos, la progresión de los barrios hacia el horizonte de la llanura, sentir los desmesurados basurales de la galería, vivir los largos recorridos en bus por los barrios que nunca terminan y los paseos de domingo que wcongregaban a centenares de personas a ori-

llas de los ríos más frescos del mundo, bajo árboles enormes, oyendo en la lejanía casetas llenas de mambos y pachangas, de los merengues traviesos de Pacho Galán y de los porros contagiosos de Lucho Bermúdez.

[Cali estaba infinitamente viva,

y un laberinto de ruedas de Chicago, circos pobres y túneles del terror nos marcaron la vida para siempre.

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Desde los humildes negocios de barrio donde mi hermano Jorge y yo devoramos toda la mitología de las historietas de los años sesenta, hasta los largos campos de fútbol a donde iban en excursión los colegios a celebrar sus campeonatos, desde las piscinas de baldosas ardientes hasta las ventas de hojuelas y de algodón

rosado en las ferias de diciembre, Cali estaba infinitamente viva, y un laberinto de ruedas de Chicago, circos pobres y túneles del terror nos marcaron la vida para siempre.Por eso en cuanto pude volví a Cali, a acabar de educar el corazón en las fiestas de la amistad y en los banquetes de la inteligencia de los años setenta. Una ciudad puede ser asunto de leyes y de presupuestos, de planeación y de fiscalización, pero es en primer lugar un asunto de vida y de convivencia, de felicidad y de belleza. Lo primero que quiero decir es que nunca he conocido una ciudad tan propicia para la vida y para la amistad, para la creación y para la celebración, y que tiene que haber sido un gran extravío lo que hizo que Cali perdiera por un tiempo su norte y su espíritu, y se convirtiera en una ciudad peligrosa y sórdida,maltratada

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y desesperanzada. Los dos momentos magníficos de la ciudad que me fue dado vivir correspondieron a dos esfuerzos conscientes y enormes de la dirigencia y de la ciudadanía. La Cali de 1962 acababa de salir de la catástrofe de los años cincuenta,que arrasó con una parte considerable de su estructura urbana. Yo llegué a vivir sin saberlo precisamente cerca de la zona que había sido destruida por la explosión seis años atrás. En la calle 26 con 18, en el barrio Saavedra Galindo, nació mi vida caleña, cerca a las paralelas del ferrocarril, y no recuerdo haber sentido la huella de aquella calamidad tan reciente. Había pobreza, pero la única violencia que me fue dado vivir fue la vaga leyenda del ‘monstruo de los mangones’, que por entonces era no solo un rastro de cadáveres exangües de niños abandonados

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en los pastizales sino también un recurso de los padres para controlar mejor a sus hijos. Mi segunda llegada a Cali fue diez años después, en 1972, y la ciudad acababa de vivir su rediseño con motivo de los Juegos Panamericanos del 71. Las mejores ciudades del mundo son aquellas por las que se puede caminar.Las ciudades pierden su rumbo cuando se convierten en tierra de nadie,cuando se diseñan más para los carros que para la gente, más para el poder que para el disfrute, más para la competencia que para la convivencia. Era posible recorrer sin sobresaltos las orillas del río desde la Clínica de los Remedios hasta Santa Rita, caminar por la avenida Sexta desde el Paseo Bolívar hasta el Drive-in de la Campiña, caminar por el parque del Acueducto y por el Cerro de los Cristales.

Era balsámico recorrer Juanambú y Santa Mónica, entre el aroma de las camias, San Antonio y San Fernando, Alameda y la calle Quinta, Junín y Santa Helena. Después, una visión absurda cambió la prioridad de los peatones por la de los vehículos, y el paseo por las orillas del río, y muchos otros recorridos posibles, se convirtieron casi en pesadillas. Si algo hizo a Cali tan grata en otros tiempos fue la conciencia de sus dirigentes del escenario privilegiado que la ciudad ocupaba. Ello exige de los urbanistas conocimiento de la ciudad, de su topografía, de su clima, de sus especies vegetales, de su historia, de su composición humana y de sus tradiciones.


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escribenos un mail a: editor@retrovisor.com y enterate cรณmo puedes ser parte del equipo de RETROVISOR.

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