Poesía romántica Envuelve al mundo extenso triste noche; ronco huracán y borrascosas nubes confunden, y tinieblas impalpables, el cielo, el mar, la tierra:
y tú invisible, te alzas, en tu frente ostentando de fuego una corona, cual rey del caos, que refleja y arde con luz de paz y vida.
En vano, ronco, el mar alza sus montes y revienta a tus pies, do, rebramante,
o de aleves halagos de fortuna, a los ojos del alma.
Desque refugio de la airada suerte, en esta escasa tierra que presides, y grato albergue, el Cielo bondadoso me concedió, propicio;
ni una vez sola a mis pesares busco dulce olvido, del sueño entre los brazos, sin saludarte, y sin tomar los ojos a tu espléndida frente.
creciendo en blanca espuma, esconde y borra
el abrigo del puerto:
tú, con lengua de fuego, «Aquí está.., dices, sin voz hablando al tímido piloto, que como a numen bienhechor te adora y en ti los ojos clava.
Tiende, apacible noche, el manto rico, que céfiro amoroso desenrolla; recamado de estrellas y luceros, por él rueda la luna;
y entonces tú, de niebla vaporosa vestido, dejas ver en formas vagas tu cuerpo colosal, y tu diadema arde al par de los astros.
Duerme tranquilo el mar; pérfido, esconde rocas aleves, áridos escollos; falsos señuelos son; lejanas cumbres engañan a las naves.
Mas tú, cuyo esplendor todo lo ofusca, tú, cuya inmoble posición indica el trono de un monarca, eres su norte; les adviertes su engaño.
Así de la razón arde la antorcha, en medio del furor de las pasiones;
¡Cuántos, ay, desde el seno de los mares al par los tomarán!... Tras larga ausencia, unos, que vuelven a su patria amada, a sus hijos y esposa. Comentario [X1]: Cualquiera de los dioses de la mitología clásica.
Otros, prófugos, pobres, perseguidos, que asilo buscan, cual busqué, lejano, y a quienes que lo hallaron tu luz dice, hospitalaria estrella.
Comentario [X2]: Viento suave
Arde, y sirve de norte a los bajeles que de mi patria, aunque de tarde en tarde, me traen nuevas amargas y renglones con lágrimas escritos.
Cuando la vez primera deslumbraste mis afligidos ojos, ¡cuál mi pecho, destrozado y hundido en amargura, palpitó venturoso!
Del Lacio, moribundo, las riberas huyendo, inhospitables, contrastado del viento y mar entre ásperos bajíos, vi tu lumbre divina:
viéronla como yo los marineros, y, olvidando los votos y plegarias que en las sordas tinieblas se perdían. «¡Malta, Malta!», gritaron;
Comentario [X3]: Que no se puede mover
rey de la noche, y de tu excelsa cumbre la benéfica llama,
y fuiste a nuestros ojos aureola que orna la frente de la santa imagen en quien busca afanoso peregrino la salud y el consuelo.
por la llama y los fúlgidos destellos que lanza, reflejando al sol naciente, el arcángel dorado que corona de Córdoba la torre.
Jamás te olvidaré, jamás... Tan sólo trocara tu esplendor, sin olvidarlo,
Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, Al faro de Malta
1.- El Duque de Rivas fue exiliado a la isla de Malta durante varios años. Aquí refleja su accidentada llegada a la isla. Infórmate de las causas de este exilio. Señala los elementos descriptivos del texto, haciendo especial hincapié en los contrastes. 2.- La tormenta y el faro deben interpretarse de una manera diferente de la literal, significan otra cosa. Ten en cuenta la situación política de la España de la época. De acuerdo con esta visión, cuál sería el tema de estos versos. 3.- ¿Cómo se expresa su estado de ánimo? 4.- Se trata de un poema escrito en fecha temprana. Es por eso por lo que se pueden apreciar rasgos todavía ilustrados junto a otros que son puramente románticos. Señálalos poniendo ejemplos.
Miró la visión horrenda una y otra y otra vez, y nunca más que a sí mismo en aquel féretro ve. Aquel es su mismo entierro, su mismo semblante aquel: no puede quedarle duda, su mismo cadáver es. En vano se tienta ansioso; los ojos cierra, por ver si la ilusión se deshace, si obra de sus ojos fue. Ase su doble figura, la agita, ansiando creer que es máscara puesta en otro que se le parece a él. Vuelve y revuelve el cadáver y le torna a revolver; cree que sueña, y se sacude porque despertarse cree,
y tiende el triste los ojos desencajados, doquier. Mas ¡nuevo prodigio! Mira a las puertas, y al dintel ve que despiden el duelo, de duelo henchidos también, don Fadrique y doña Diana, que arrastran luto por él. Baja, les tiende los brazos, les nombra, cae a sus pies. -Miradme, les dice atónito, Montoya soy, vedme bien. Y ellos le miran estúpidos sin poderle conocer, e inclinando las cabezas, replican: -Montoya fue.Entonces, desesperado con angustia tan cruel, vase otra vez hacia el muerto
demandándole quién es. -¿No hay quien sepa aquí quién soy? ¿No hay a salvarme poder?Y allá desde el presbiterio, de las rejas al través, oyó una voz que decía: -Sí, te conozco, mi bien: abre; ¿qué tardas? Partamos: yo soy tu amor, soy tu Inés. Y los brazos le tendía la de Alvarado también, de la reja tentadora tras el cuádruple cancel. Mas viéndola cual espectro que le persigue a su vez, gritaba él:-Aparta, aparta;
¿que soy cadáver no ves? Y apenas palabras tales pronunció, cuando tras él vio llegarse aquel fantasma cuyo gesto de hediondez le hizo miedo, y no le pudo recordar ni conocer. Contemplóle de hito en hito, le asió del brazo después, y así con voz espantosa vio que le dijo: -¡Pardiez! Tú eres quien cambia conmigo; a mi sepultura ven.Y a esta horrorosa sentencia, ya sin poderse valer, cayó en el suelo Montoya, falto de aliento y de pies.
José Zorrilla, El capitán Montoya 1.- Di qué rasgos del romanticismo hay en este texto
El carïado, lívido esqueleto, los fríos, largos y asquerosos brazos, le enreda en tanto en apretados lazos, y ávido le acaricia en su ansiedad: y con su boca cavernosa busca la boca a Montemar, y a su mejilla la árida, descarnada y amarilla junta y refriega repugnante faz. Y él, envuelto en sus secas coyunturas, aún más sus nudos que se aprieta siente,
baña un mar de sudor su ardida frente y crece en su impotencia su furor; pugna con ansia a desasirse en vano, y cuanto más airado forcejea, tanto más se le junta y le desea el rudo espectro que le inspira horror. Y en furioso, veloz remolino, y en aérea fantástica danza, que la mente del hombre no alcanza en su rápido curso a seguir, los espectros su ronda empezaron, cual en círculos raudos el viento remolinos de polvo violento y hojas secas agita sin fin.
Y elevando sus áridas manos, resonando cual lúgubre eco, levantóse con su cóncavo hueco semejante a un aullido una voz: pavorosa, monótona, informe, que pronuncia sin lengua su boca, cual la voz que del áspera roca en los senos el viento formó. «Cantemos, dijeron sus gritos, la gloria, el amor de la esposa, que enlaza en sus brazos dichosa, por siempre al esposo que amó: su boca a su boca se junte, y selle su eterna delicia, suave, amorosa caricia y lánguido beso de amor. »Y en mutuos abrazos unidos, y en blando y eterno reposo, la esposa enlazada al esposo por siempre descansen en paz: y en fúnebre luz ilumine sus bodas fatídica tea, es brinde deleites y sea a tumba su lecho nupcial.»
Mientras, la ronda frenética que en raudo giro se agita, más cada vez precipita su vértigo sin ceder; más cada vez se atropella, más cada vez se arrebata, y en círculos se desata violentos más cada vez:
Y luego a lo lejos, flébil en su oído, eco dolorido lánguido sonó, cual la melodía que el aura amorosa, y el aura armoniosa de noche formó:
y escapa en rueda quimérica, y negro punto parece que en torno se desvanece a la fantástica luz, y sus lúgubres aullidos que pavorosos se extienden, los aires rápidos hienden más prolongados aún.
y siente luego su pecho ahogado y desmayado, turbios sus ojos, sus graves párpados flojos caer: la frente inclina sobre su pecho, y a su despecho, siente sus brazos lánguidos, débiles, desfallecer.
Y a tan continuo vértigo, a tan funesto encanto, a tan horrible canto, a tan tremenda lid; entre los brazos lúbricos que aprémianle sujeto, del hórrido esqueleto, entre caricias mil: Jamás vencido el ánimo, su cuerpo ya rendido, sintió desfallecido faltarle, Montemar; y a par que más su espíritu desmiente su miseria la flaca, vil materia comienza a desmayar. Y siente un confuso, loco devaneo, languidez, mareo y angustioso afán: y sombras y luces la estancia que gira, y espíritus mira que vienen y van.
Y vio luego una llama que se inflama y murió; y perdido, oyó el eco de un gemido que expiró. Tal, dulce suspira la lira que hirió, en blando concepto, del viento la voz, leve, breve son.
José de Espronceda, El estudiante de Salamanca (Parte IV)
1.- El esqueleto que abraza el protagonista es el de Elvira, la mujer, que despechada y enloquecida, muere de amor por Félix de Montemar. Este, después de matar al hermano de Elvira, persigue por las calles de Salamanca, como un don Juan, a lo que cree que es una mujer hermosa, buscando una nueva aventura. Por el camino llega a ver hasta su propio entierro. Pero eso no lo detiene y entra incluso en el panteón en busca del fantasma de Elvira. Allí tiene lugar la boda, que termina con el abrazo del esqueleto y el baile de los fantasmas que se describe en estos versos. Comenta el romanticismo de este fragmento. 2.- Señala los elementos que ayudan a dar una ambientación misteriosa y lúgubre a este pasaje. 3.- ¿Cuáles son los recursos retóricos de los que se vale Espronceda? Comenta el uso que hace de la adjetivación. 4.- ¿Qué ideas claves del Romanticismo pueden justificar la predilección por lo misterioso, lo fantástico, lo inexplicable? 5.- La parte final cuenta la muerte del protagonista, pero se describe desde dentro del propio personaje. ¿Cómo presenta el autor las sensaciones finales de don Félix? Fíjate en la escala métrica. ¿Crees que puede tener alguna función? Novela histórica Estaba don Álvaro sentado tristemente en un sitial, fijos los ojos en aquel rayo de luz que entraba por la reja, y entregado a reflexiones amargas sobre el remoto término de su encierro, cuando en la guerra con el Temple, que tan inminente le había pintado don Juan, su tío, y aun la misma Beatriz pudieran haber menester su brazo. Oyó entonces ruido de pasos muy presurosos en la escalera y el crujir de las armas contra los escalones y paredes, cosa que no poco le maravilló, acostumbrado al cauteloso andar de Lara y al imperceptible tiento del judío. Abrióse entonces la puerta con gran ímpetu y entraron tres caballeros, uno de los cuales exclamó al momento: -¿Dónde estáis, don Álvaro, que con esta luz tan escasa apenas os veo? ¡Figúrense nuestros lectores cuánta sorpresa causaría al desgraciado y noble preso semejante aparición! Si no le hubiera visto acompañado de Lara, sin duda lo hubiera tenido por cosa de hechicería, pero pasado aquel pasmo involuntario, se colgó de un brinco al cuello del comendador que, por su parte, le apretaba contra su pecho entre sus nervudos brazos como si fuese un hijo milagrosamente resucitado. Enternecido Lara con aquella escena en que la alegría de don Álvaro hacía tan doloroso contraste con la melancólica efusión de Saldaña, procuró descargarse del terrible peso que le abrumaba y se apresuró a decir a su cautivo: -Don Álvaro, libre estáis desde ahora; ¡dichoso yo mil veces si mis ojos se hubiesen abierto más a tiempo!, pero antes de ausentaros, fuerza será que me perdonéis o que pierda la vida a los filos de vuestro puñal, para lo cual
Comentario [X4]: Se trata de un tipo de composición propia del Romanticismo y su invento se atribuye a Víctor Hugo. Están formadas por estrofas que van, gradualmente, aumentando o disminuyendo el número de sílabas que componen sus versos.
aquí tenéis mi pecho descubierto. Sabe el cielo, gallardo joven, que mi intento al guardaros tan rigorosamente no era más que el que ya conocéis, pero mi necio candor y las tramas de los perversos, junto con vuestro sino malhadado, os han hecho perder a doña Beatriz. El comendador, que veis presente, ha descorrido el velo y yo vengo a reparar, en cuanto alcance, mi culpa, ya con mi vida, ya haciendo voto de desafiar al conde y al infante don Juan en desagravio de mi afrenta. Acerbo era el golpe que don Juan Núñez descargaba sobre don Álvaro; así fue que perdió el color y estuvo para caer; pero recobrándose prontamente, respondió con comedimiento: -Señor don Juan, aunque tenía determinado demandaros cuenta de tan injusto encierro, al cabo me soltáis cuando estoy en vuestras manos, y vos más poderoso que nunca; acción sin duda muy digna de vos. En cuanto a lo que de doña Beatriz os han contado, bien se echa de ver que no la conocéis, pues de otra manera no daríais crédito a vulgares habladurías. Cierto es que me tendrá por muerto, porque a estas fechas ya la habrá entregado mi escudero las prendas que recibí de su amor, pero me prometió aguardarme un año, y me aguardará. Por lo demás, si queréis desengañaros, bien cerca tenéis quien ponga la verdad en su punto, pues viene de aquel país. ¿No es verdad, venerable Saldaña, que semejante nueva es absolutamente falsa?... ¿No respondéis? Disipad, os suplicó, las dudas de nuestro huésped, porque las mías no darán que hacer a nadie. -Doña Beatriz -respondió Saldaña- ha dado su mano al conde de Lemus, y esta es la verdad. -¡Mentís vos! -gritó don Álvaro, con una voz sofocada por la cólera-; ¡no sé cómo no os arranco la lengua para escarmiento de impostores! ¿Sabéis a quién estáis ultrajando? Vos no sois digno de poner los labios en la huella que deja su pie en la arena... ¿quién sois, quién sois para vilipendiarla así? Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre
1.- Investiga sobre quiénes eran los caballeros de la orden del Temple 2.- Señala los rasgos característicos de la novela histórica que puedas ver en este fragmento. 3.- ¿Qué tipo de narrador es quien nos cuenta este suceso? ¿Cómo interviene en los hechos? ¿Para qué lo hace? 4.- ¿Cuál es el tema de este fragmento? ¿Puedes señalar las partes en las que se divide esta escena narrativa?
5.- Describe al personaje de don Álvaro y di qué rasgos de esos se pueden considerar típicos de los héroes románticos. ¿Tienen también Lara y el comendador Saldaña algunos de esos rasgos? Novela costumbrista Entonces reconoce la ingratitud del siglo, y medita filosóficamente sobre la ignorancia de la multitud; pero templa su dolor con la consideración de los inconvenientes de las riquezas y la gloria que le brinda la fama en las futuras edades, con lo cual se determina a pasar el resto de sus días dedicado a la filosofía y al estudio. Mas desgraciadamente llega el día 30 del mes, y el casero le recuerda el alquiler del cuarto; la patrona le reclama el gasto de la casa; el sastre tiene la inhumanidad de presentarle la cuenta, y hasta el grosero asturiano que le sirve se atreve a interpelarle sobre el pago de su salario. El desdichado autor cae entonces bruscamente desde su cielo ideal en este mundo mecánico y positivo; mira con dolor que el ingenio es un capital pasivo que no empieza a producir hasta después de la muerte; que la sabiduría no tiene cosecha, o que si siembra ideas es para recoger únicamente desengaños; que hacer libros donde nadie lee, es ponerse a fabricar rosarios en Pekín; que aquella individualidad, aquella sublime excepción a que ha aspirado por resultado de sus tareas, le han constituido en una situación exótica en medio de una sociedad material y positiva; y que, en fin, todo su talento, toda su nombradía, no pueden hacerle prescindir de aquellas necesidades que esta misma sociedad le impone. Entonces es cuando dando un nuevo giro a sus ideas, las materializa y dirige a un resultado positivo; entonces cuando hace el sacrificio de su futura gloria en gracia de su vivir presente, y trata de hacer valer sus circunstancias para llegar a clasificarse en esta misma sociedad que antes miraba con enfático desdén. Entonces es cuando cambia las bibliotecas por las antesalas; los profundos volúmenes por los periódicos fugitivos; las relaciones literarias por las encumbradas y políticas; entonces cuando hace la oposición o la defensa de los ministros; entonces cuando brilla en su mayor esplendor, y todos alaban su talento y pasa de mano en mano altamente recomendado, hasta que da en las de un poderoso Mecenas, que en justo galardón de sus conocimientos literarios, o de su numen poético, le encaja una contaduría de estancadas o una administración de correos, con lo cual el ex-autor hace almoneda de sus libros, vende al peso todas sus impresiones a un almacenista de chocolate, y marcha satisfecho a desempeñar su destino y a firmar oficios y cargaremes. Y aquí concluyó el literato, y empezó su positiva carrera el funcionario público. (Marzo de 1837) Ramón de Mesonero Romanos, Escenas matritenses
Comentario [X5]: Rentas estancadas, las que proceden de un artículo cuya venta exclusiva se reserva el gobierno, como ocurre con el tabaco. Comentario [X6]: Venta pública de bienes a bajo precio. Comentario [X7]: Documento con que se hace constar el ingreso de alguna cantidad en caja o tesorería.
1.- Mesonero Romanos expone aquí la función social del escritor. Resume las ideas que se recogen en este fragmento. 2.- Al comienzo se recogen las ideas fundamentales del autor del Romanticismo. Señálalas. ¿Con qué finalidad escribe en un primer momento? 3.- Pero de forma rápida se topa con la realidad social. ¿Qué frustra esas aspiraciones de gloria del escritor romántico? Descubre la ironía con la que expone las ideas. 4.- ¿En qué transforma la sociedad burguesa a la obra literaria? 5.- En el texto se puede apreciar la evolución literaria y política de los escritores románticos. Di en qué consiste esta evolución y cuáles son las causas que la han provocado. Comenta también las observaciones que hace sobre el éxito de las publicaciones periódicas y la participación que tiene en ellas el escritor de esta época.