La literatura del Renacimiento

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1 EL SIGLO XVI. HUMANISMO Y RENACIMIENTO EL MARCO HISTÓRICO Dos reinados se reparten el siglo: el de Carlos I (1517-1556) y el de Felipe II (1556-1598). España construye su Imperio, y ejerce la hegemonía mundial. La llegada de un rey extranjero, Carlos I, originó la guerra civil de las Comunidades (1519-1521), ganada por el ejército real. En su reinado, se guerrea contra Francia por la posesión de Italia. Y contra los protestantes alemanes. Felipe II prosiguió la lucha contra ellos en los Países Bajos; contra Francia (victoria de San Quintín, 1557); contra los turcos (victoria de Lepanto, 1571); contra Inglaterra (derrota de la Invencible, 1588). En el interior, doblegó a los moriscos y el alzamiento de Aragón. Incrementó las conquistas en América y Asia, e incorporó Portugal a la corona española (1580).

EL MARCO SOCIAL Y CULTURAL España tenía unos diez millones y medio de habitantes. Se consagra el absolutismo real. Sometida a él, la aristocracia se jerarquiza estrictamente; ocupan el último lugar los hidalgos, orgullosos y normalmente pobres. - La Iglesia tiene un gran poder (150.000 personas) y dispone de casi la mitad de las rentas del país. - Se desarrolla la burguesía, obstinada en ennoblecerse. - Las clases populares vivieron con prosperidad hasta mediados del siglo; se empobrecieron después; de ahí la abundante mendicidad y la picaresca. Los artesanos y campesinos carecían de honra (derecho al respeto a su honor), y no podían aspirar a la hidalguía. Se desarrolló una enfermiza preocupación por la limpieza de sangre, de antisemitismo, es decir, por no tener ascendientes judíos o moros. El poseerlos producía deshonra, menosprecio y sospecha. -

Florecieron los estudios de geografía, cartografía y náutica. En menor proporción, los de ciencias naturales, exactas y medicina. Mucho mayor desarrollo alcanzaron la teología (Cano, Soto, Báñez, Molina, Suárez, etc.); el derecho de gentes o internacional, que es de creación española (Francisco de Vitoria), y la historia (Zurita, Mariana). En arquitectura se desarrollan el plateresco y el herreriano de El Escorial. Y, en Pintura, destacan Juan de Juanes, Berruguete, Morales y, sobre todos, El Greco.

Manuel López Castilleja (Departamento de Lengua Castellana y Literatura del IES Pablo Neruda de Castilleja de la Cuesta)


2 LA CRISIS IDEOLÓGICA DEL RENACIMIENTO Europa sufre hondas conmociones en el siglo XVI, con la Reforma protestante y con el Humanismo. • La Reforma rompe la unidad cristiana de la Edad Media, apartando de la Iglesia católica a países como Alemania, Inglaterra, Suiza y Países Bajos. España defiende el Papado en el terreno político, e induce la convocatoria del Concilio de Trento (entre 1545 y 1563) para afirmar la doctrina católica. • El protestantismo estableció que el hombre estaba predestinado a condenarse o a salvarse desde su nacimiento. Por ello, el cristiano podía ocuparse de los asuntos mundanos (la ciencia, el comercio, el desarrollo de todas las posibilidades humanas) como si este no fuera un lugar de paso. • Simultáneamente, el catolicismo emprende su propia renovación (Contrarreforma) en los países que siguieron fieles a Roma. Se busca una espiritualidad nueva que lo devuelva a la pureza evangélica y lo defienda de la herejía. Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús por, y se lleva a cabo la reforma de los carmelitas por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. La inquietud religiosa es enorme, y brotan frecuentes herejías, de orientación protestante o no. La Inquisición las persiguió (así como cualquier rastro de judaísmo o islamismo). • En Trento, nuestros teólogos combatieron la doctrina protestante y reafirmaron la doctrina católica tradicional según la cual el hombre es responsable, con su conducta, de su salvación o de su condena.

EL HUMANISMO. PETRARCA, ERASMO Pero, a la vez, el movimiento humanístico estaba en marcha. Se había iniciado en Italia, en el siglo XIV, con el impulso genial de Petrarca. • Francesco Petrarca (1304-1374) difundió estos ideales. Quiso restituir a Italia (fragmentada políticamente) su antiguo esplendor, proponiéndole el modelo de la Roma clásica. Escribió en latín y en italiano. Sus obras latinas, sobre todo las de filosofía moral, fueron leidísimas en el siglo XV. Pero, en el siglo XVI, fue mayor la repercusión de su obra italiana, sobre todo el Canzoniere ('Cancionero'), impresionante conjunto de poemas de amor inspirados por la vida y la muerte de su amada Laura. La influencia de Petrarca y de sus seguidores, tanto en temas como en métrica, que reciben los poetas españoles (Garcilaso de la Vega), franceses, ingleses y portugueses, marca la aparición del Renacimiento en las literaturas de estos países. • El Humanismo se extenderá en los siglos XV y XVI por toda Europa. Notables humanistas españoles fueron Elio Antonio de Nebrija, como sabemos, Hernán Núñez "el Comendador Griego" y Francisco Sánchez de las Brozas "el Brocense". • Pero el humanista del siglo XVI más influyente fue el holandés Erasmo de Rotterdam (1467-1536). Dotado de una gran capacidad satírica (Elogio de la

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3 locura), contribuyó a la difusión de clásicos, como Luciano de Samosata, y fue, a la vez, fustigador de las malas costumbres eclesiásticas. Propugnó una espiritualidad cristiana auténtica, y su fuerza argumentativa lo hizo sospechoso de contactos con el protestantismo; no se incorporó, sin embargo, a la Reforma. Las ideas morales y religiosas de Erasmo penetraron profundamente en ciertos sectores intelectuales españoles, dando origen al erasmismo español, en permanente conflicto con las fuerzas que se le oponían. Ese pensamiento impregna una parte considerable de nuestra literatura. IDEALES HUMANÍSTICOS El Humanismo instaura una actitud que, sin cuestionar, en general, lo religioso, impone el reconocimiento de los derechos terrenales de los humanos. Los humanistas hablan de la dignidad del hombre, independizan la filosofía de la teología, y desean que la razón actúe en zonas antes reservadas a la fe revelada. • Creen los humanistas que ese ideal antropocéntrico (tiene en su centro al hombre) lo había vivido la Antigüedad grecorromana, y que el Cristianismo medieval lo había sustituido por un teocentrismo absoluto. Emprenden por ello —a la cabeza, Petrarca— la restauración de los ideales clásicos, mediante la recuperación y estudio de textos griegos y romanos olvidados, y, cuando la imprenta se inventó, a su difusión en libros. De ahí que la actividad humanística pasara forzosamente por el estudio de las lenguas clásicas en que tales tesoros estaban escritos, y que los grandes tratadistas y literatos antiguos fueran objeto de imitación y de veneración. Las lenguas griega y, sobre todo, latina son el camino inexorable que conduce a la recuperación de la dignidad del hombre que los humanistas se proponen. Por otra parte, los grandes humanistas italianos (Petrarca, Valla, Poliziano, etc.), junto con Erasmo, que escriben normalmente en latín, aunque algunos componen obras en su lengua materna, son los maestros intelectuales de Europa. EL RENACIMIENTO Es un movimiento europeo que, a lo largo del siglo XVI, aplica los ideales difundidos por los humanistas a todas las actividades culturales (bellas artes, literatura, historia, filosofía, etc.) e incluso políticas. • En todas esas actividades, se adoptan modelos clásicos (la cultura clásica renace), adaptándolos a los nuevos tiempos. Y el ejemplo de los grandes modelos impulsa también una fuerte creatividad original. Son también muy estimados y apreciados los grandes humanistas y escritores italianos, en quienes se ve una reencarnación de los genios de la antigua Roma. • Surgen en Europa las naciones, que aspiran a ser "nuevas Romas": fuertes Estados centrales con proyección imperial. (Paradójicamente, Italia se encuentra fragmentada en pequeños estados, cuya posesión se disputan España y Francia.)

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4 Por ello, aunque la veneración por el latín es total, se impulsa el cultivo literario de las lenguas propias de cada país, como afirmación del ser nacional. Y se aspira a que las lenguas nacionales alcancen la elegancia y dignidad de la latina. • Sobre todas las literaturas nacionales, incluida, claro es, la española, influyen los escritores latinos (Horacio, Virgilio, Catulo, Propercio, Séneca, Cicerón, etc.) y los italianos (Petrarca y los petrarquistas, Poliziano, Bembo, Sannazzaro, etc.). LA LITERATURA RENACENTISTA ESPAÑOLA Presenta un deslinde perfecto entre literatura profana y religiosa, consecuencia de la separación entre estas dos naturalezas del hombre que el Humanismo había impuesto (frente a la indistinción sacro-profana medieval). • A la literatura profana le caracterizan estos hechos: — En la lírica: se adoptan los motivos poéticos y la métrica del petrarquismo italiano. — En la narración: persiste el gusto medieval por los libros de caballerías; pero nacen dos géneros netamente españoles: la novela picaresca y la novela morisca. Y se incorporan la novela pastoril, de imitación italiana, y la novela bizantina. Cierra el siglo la figura ingente de Cervantes. • La literatura religiosa, de calidad excepcional tanto en prosa como en verso, se manifiesta con escritores de la grandeza de fray Luis de León, y con el desarrollo de la ascética y de la mística.

EL TEATRO La única obra de teatro medieval que se conserva es la Representación de los Reyes Magos (siglo Xlll), pero, sin duda, hubo más textos, representados también en los templos, que se han perdido. • Del siglo XV es una Representación del Nacimiento de Nuestro Señor, escrita en verso por Gómez Manrique (tío del genial poeta Jorge Manrique). • Pero es a fines de dicho siglo y principios del XVI cuando el teatro alcanza ya plena presencia con el salmantino Juan del Encina (1468-1529), a quien se ha llamado "patriarca del teatro español", el cual escribe sus Églogas, aún inspiradas en asuntos religiosos (la Navidad, la Pasión y la Resurrección) con intervención de pastores. Más tarde, y tras una larga estancia en Roma, adopta modelos italianos, y compone obras profanas, como la égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio y la farsa Plácida y Vitoriano. Estas obras —como las de Lucas Fernández (1474-1542)— se representaban sólo en salones palaciegos, en la Universidad de Salamanca o con motivo de ciertas festividades religiosas. Hacia 1535, vienen a actuar en España compañías de cómicos italianos, que traen su propio repertorio, y que alcanzan un gran éxito. Un sevillano, Lope de Rueda (principios del siglo XVI-1565), movido por la acogida que el público dispensa al teatro, funda la primera compañía teatral española, y recorre el país

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5 (Valladolid, Toledo, Madrid, Sevilla, Valencia, Córdoba, etc.) representando comedias propias, inspiradas en fuentes italianas; y también, intercalados en los actos o en los entreactos, sus famosos pasos, en los que se funda la fama del autor. Son obritas cortas, con personajes populares y argumento cómico, con diálogos agudos y graciosos y ambiente realista, que constituyen el precedente de los entremeses, tan cultivados tras él (Cervantes, que aún alcanzó a ver representar a Lope de Rueda, escribirá preciosas obras de ese género; y otros muchos autores en el siglo XVII). • A lo largo del siglo XVI, se suceden los intentos para hallar fórmulas teatrales que satisfagan al público, en especial, tragedias. Se adoptan modelos latinos — Séneca, sobre todo— y los temas son de abolengo clásico o, lo que es más importante, tomados de la historia nacional. Así, Juan de la Cueva (1543-1610), Los siete infantes de Lara; Rey de Artieda (1549-1613), Los amantes de Teruel; Lupercio Leonardo de Argensola (1562-1613), La Isabela; Cervantes (15471616), La Numancia, etc. Pero todos estos intentos quedan superados, por Lope de Vega (1562-1635), que crea, como veremos, la fórmula de la comedia nacional, recibida con entusiasmo por el público, y que, desde fines del siglo XVI hasta el siglo XVIII será vigente en la escena española, con cultivadores como Tirso de Molina, y Calderón de la Barca. LA POESÍA LÍRICA. LOS METROS ITALIANOS En la lírica se produce la primera manifestación del Renacimiento. La aparición del influjo italiano (dejando aparte el desafortunado intento del marqués de Santillana con sus Sonetos fechos al itálico modo, en el siglo anterior) tiene un momento preciso: estando en Granada el escritor barcelonés Juan Boscán (14937-1542), le persuadió el diplomático veneciano Andrea Navagiero de que adoptara en español los temas y los metros que se cultivaban en su país. Boscán los ensayó con éxito, y convenció a su amigo el toledano Garcilaso de la Vega para que también lo hiciera. • Los metros que Boscán y Garcilaso introducen en nuestra poesía son el endecasílabo y combinaciones del endecasílabo y del heptasílabo. Y aclimatan definitivamente diversas estrofas, como el soneto, la lira, la estancia, los tercetos encadenados y la octava. EL PETRARQUISMO ESPAÑOL. HERRERA Con Garcilaso y Boscán se instauran definitivamente en España los metros y estrofas que hemos dicho, hasta nuestros días. • Ese cambio en las formas es solidario de un cambio en los contenidos. Estos siguen refiriéndose al amor, pero con la notable novedad de la sinceridad de los sentimientos, según veremos al tratar de Garcilaso. • A aquellos poetas les siguen otros muchos, a lo largo del siglo, que constituyen la escuela petrarquista española. En la segunda mitad del siglo descuella la figura de Herrera.

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6 • Fernando de Herrera (1534-1597), sevillano, cantó a su amada la condesa de Gelves, como Petrarca a Laura y Garcilaso a Elisa. Pero trató también temas patrióticos, como en el robusto poema A don Juan de Austria. Encabeza Herrera la escuela sevillana; en ella se percibe una ornamentación mayor que en Garcilaso y en los castellanos, una abundante exhibición de recursos estilísticos. Dicha escuela representa en España el Manierismo con que, en toda Europa, acaba el ideal de sencillez refinada que el Renacimiento se había impuesto en sus comienzos. • Contemporáneo de Herrera, pero castellano es Fray Luis de León, que rechaza la temática amorosa de los petrarquistas, pero adopta sus formas para escribir una poesía de hondo valor moral y cristiano, con influjo de los grandes poetas latinos, Horacio sobre todo. LITERATURA RELIGIOSA. MÍSTICA Y ASCÉTICA Como resultado del impulso que al estudio de los escritores espirituales europeos había dado a principios de siglo el Cardenal Cisneros, aparece tardíamente en España una literatura ascética y mística, cuyo esplendor se había producido en otros países un siglo antes. • La literatura ascética se ocupa de los esfuerzos que el espíritu debe realizar para alcanzar la perfección moral. De este modo, los escritores ascéticos aconsejan sobre los caminos que conducen a la salvación. Entre todos ellos destacó Fray Luis de Granada (1504-1588), dominico y gran predicador. Con una prosa vigorosa, aprendida en Cicerón, escribió obras muy importantes como la Guía de pecadores y la Introducción al símbolo de la fe. • La literatura mística trata, en prosa o en verso, de los fenómenos, difícilmente describibles, que experimentan algunos justos (los místicos) al entrar el alma, por la oración, en contacto directo con Dios. La ascética es una parte de la mística: todo místico debe ser asceta. Pero no todos los ascetas logran vivir experiencias místicas. Estas son un regalo de Dios a almas absolutamente excepcionales. VÍAS MÍSTICAS Según los místicos, el alma, hasta llegar a la unión con Dios, pasa por tres fases o vías: — Vía purgativa: mediante la penitencia, se desentiende del mundo y sólo ansia la presencia de Dios. — Vía iluminativa: la ilumina un saber especial, nada parecido al saber mundano, cuando se ha sometido en todo a la voluntad divina. — Vía unitiva: se funde con Dios mismo, produciéndose el éxtasis, en el que se anulan todos los sentidos. El gozo que entonces se produce es inefable: no

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7 puede describirse con palabras. • Geniales escritores místicos fueron Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. SANTA TERESA DE JESÚS Se llamó Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582). Nació en tierras de Ávila. Fue carmelita y dedicó su vida a reformar su orden, estragada por corruptelas. Imponiéndoles una regla austera, fundó diecisiete conventos. Y escribió numerosas obras en prosa, por encargo de sus confesores, para dar cuenta de sus experiencias místicas y para adoctrinar a las monjas reformadas. • Destacan, entre tales obras, el Libro de su vida, El castillo interior o Las moradas, y el Libro de las fundaciones, donde relata las que llevó a cabo. • La sencillez y sinceridad, que fueron norma de esta extraordinaria mujer, son también características de su estilo. Su prosa es, en gran medida, castellano coloquial, muchas veces con rusticismos y vulgarismos, sin ningún retoque. Pero emana de ella una frescura y una gracia que la sitúan entre los mejores prosistas de nuestra lengua. Compuso también poesías en metro corto y popular—es decir, fuera de la línea garcilasiana—, que poseen la misma espontaneidad que su prosa. He aquí una muestra del estilo de Santa Teresa. Pertenece al Libro de su vida (1562) y describe lo que llama un arrobamiento, esto es la íntima fusión con Dios que se produce en la vía unitiva. Se observarán los vulgarismos y los anacolutos (pérdida de la coherencia sintáctica en algunos momentos). Pero puede percibirse que, como Fray Luis de León decía, esa prosa es el castellano mismo. UN ARROBAMIENTO no lo vi, entendí estar la Divinidad. Viénenseme algunas veces unas ansias Parecíame sostenerle unos animales: [a de comulgar tan grandes que no sé si se mime parece he oído una figura de estos podría encarecer. Acaecióme una animales] pensé si eran los evangelistas. mañana que llovía tanto que no parece Mas cómo estaba el trono, ni qué estaba hacía para salir de casa. Estando yo en él, no lo vi, sino muy gran multitud fuera de ella, yo estaba ya tan fuera de de ángeles; pareciéronme sin mí con aquel deseo, que aunque me comparación con muy mayor pusieran lanzas a los pechos me parece hermosura que los que en el cielo he entrara por ella, cuantimás agua. Como visto. He pensado si son serafines u llegué a la iglesia, diome un querubines, porque son muy diferentes arrobamiento grande. Parecióme vi en la gloria, que parecía tener abrir los cielos, no una entrada como inflamamiento. Es grande la diferencia, otras veces he visto. Representóseme el como he dicho, y la gloria que entonces trono que dije a vuestra merced he visto en mí sentí no se puede escribir, ni la otras veces, y otro encima de él, adonde podrá pensar quien no hubiere pasado por una noticia que no sé decir, aunque

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8 por esto. Entendí estar allí todo junto lo que se puede desear, y no vi nada. Dijéronme, y no sé quién, que lo que allí podía hacer era ¡entender que no podía entender nada\y mirar la nonada que era todo en comparación de aquello. Es ansí que se afrentaba después mi alma de ver que puede parar en ninguna cosa criada, cuantimás aficionarse a ella, porque todo me parecía un hormiguero. Comulgué y estuve en la misa, que no sé cómo pude estar. Parecióme había sido muy breve espacio; espánteme cuando dio el reloj y vi que eran dos horas las que había estado en aquel arrobamiento y gloria. Espantábame después cómo en llegando a este fuego, que parece viene de arriba, de

verdadero amor de Dios (porque aunque más lo quiera y procure y me deshaga por ello, si no es cuando Su Majestad quiere, como he dicho otras veces, no soy parte para tener una centella de él), parece que consume el hombre viejo de faltas y tibieza y miseria, y a manera de como hace el ave fénix —según he leído— y de la mesma ceniza después que se quema sale otra, ansí queda hecha otra alma después, con diferentes deseos y fortaleza grande: no parece es la que antes, sino que comienza con puridad el camino del Señor. Suplicando yo a Su Majestad fuese ansí y que de nuevo comenzase a servirle, me dijo: "Buena comparación has hecho: mira no se te olvide, para procurar mijorarte siempre."

LA PROSA NARRATIVA, LOS LIBROS DE CABALLERÍAS Durante la primera mitad del siglo, el género novelesco dominante fue el de los libros de caballerías, que son el resultado de una transformación fantasiosa de los poemas épicos medievales, sobre todo franceses. • El más importante fue el Amadís de Gaula, que, en 1508, había arreglado Garci Rodríguez de Montalvo basándose en una versión medieval hoy desconocida. El Amadís, cuya fortuna en Europa, al ser traducido, fue inmensa, narra las proezas de este caballero que, enamorado de la princesa Oriana, protagoniza fantásticas peripecias, combates, conquistas de reinos imaginarios, etc., hasta que vence al Emperador de Occidente, libera a Oriana, que estaba prisionera, y se retira con ella a la ínsula Firme. • El género caballeresco tuvo muchos cultivadores —eran las "novelas de aventuras" de aquel momento—, muchas veces disparatados, que gozaron del favor popular. Tales libros fueron censurados por los moralistas porque eran engañosos y excitaban perniciosamente la imaginación. Dejaron de escribirse (pero no de leerse) cuando Cervantes publicó el Quijote contra ellos.

NUEVOS GÉNEROS NARRATIVOS A mediados del siglo XVI surgen otros géneros novelescos que disputan a los libros de caballerías el gusto de los lectores. Los principales son, como dijimos, la novela pastoril, la novela morisca, la novela bizantina y la novela picaresca.

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9 LAS NOVELAS PASTORIL, BIZANTINA Y MORISCA La primera novela pastoril que se publicó en España fue la titulada Los siete libros de Diana o La Diana (hacia 1559), obra del escritor portugués —aunque escribió en español— Jorge de Montemayor. • El género había sido creado en Italia por Jacopo Sannazaro, cuya novela Arcadia fue traducida e imitada en toda Europa. En tales novelas, unos pastores refinados, en un campo idealizado y bello, aman, padecen de celos, lloran, cantan hermosas canciones, sufren encantamientos, alcanzan unos el amor de sus pastoras, y otros lo pierden irremisiblemente. La expresión, cuajada de epítetos, es exquisita y artificiosa. Tuvo este género cultivadores excepcionales, como Cervantes (1585) y Lope de Vega, entrado el siglo XVII. • Se llama novela bizantina al género que se introdujo a raíz de la traducción del relato Teágenes y Clariclea, escrita en griego, en el siglo III después de Cristo, por Heliodoro, narrador de Bizancio (Constantinopla). A imitación de esta novela, que describe las fantásticas aventuras de dos amantes por lugares y tiempos imaginarios, hasta que logran reunirse, se escribieron varias en España durante el siglo XVI; y ya, en el XVII, cultivaron también el género Cervantes (Persiles) y Lope de Vega (El Peregrino en su patria). La primera novela morisca de nuestras letras es la titulada Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa (1551), de autor desconocido. Estas novelas, típicamente españolas, narran imaginadas peripecias entre cristianos y moros, que rivalizan en cortesía y gentileza durante la Reconquista. LA NOVELA PICARESCA Es el más importante de los géneros narrativos del Renacimiento. Lo crea una novela anónima, genial, el Lazarillo de Tormes. Apareció en 1554. La segunda aportación al género —lo fija definitivamente— es la Vida del pícaro Guzmán de Alfarache, publicada en 1599 por el gran escritor sevillano Mateo Alemán. • En el siglo XVII continuaron publicándose novelas picarescas, como La pícara Justina (1605) de Francisco de Úbeda; La vida del escudero Marcos de Obregón (1618), de Vicente Espinel, y El Buscón (1626), de Francisco de Quevedo. • Los rasgos principales que configuran el género picaresco, establecidos en lo esencial por el Lazarillo y el Guzmán, son estos: — el protagonista —el pícaro o la pícara— narra su propia vida (relato autobiográfico), desde la infancia (la narrativa, hasta entonces, sólo contaba con protagonistas adultos); es hijo de padres sin honra; empieza declarándolo cínicamente; — es ladrón y utiliza tretas ingeniosas para robar; — aspira a ascender en la escala social, pero no logra salir de su estado miserable;

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10 — cuando parece que ha logrado un éxito en sus planes, le sucede una desventura; suerte y desgracia se alternan en su vivir; no narra nunca sucesos fantásticos, sino verosímiles (realismo). • La novela picaresca española, junto con el Quijote, induce el nacimiento de la llamada novela moderna, por tratar de asuntos de la realidad contemporánea, y no de invenciones imaginarias y fantásticas como, hasta entonces, había ocurrido en la narrativa antigua, medieval o renacentista (libros de caballerías, novelas pastoriles, moriscas, bizantinas, etc.). CERVANTES Como ya sabemos, en el cruce entre los siglos XVI y XVII vive nuestro máximo escritor, Miguel de Cervantes. Su obra maestra, el Quijote, presenta una complejidad mayor que las novelas picarescas; pero había aprendido en el Lazarillo la gran lección del realismo. LA LENGUA LITERARIA EN EL SIGLO XVI Ofrece una gran diversidad, según los géneros literarios. • En la lírica, Garcilaso instituye el ideal cortesano de la sencillez elegante. Se trata de huir de la afectación, pero sin caer en la sequedad. Sin embargo, a medida que avanza el siglo (Herrera), hay una tendencia a aumentar los artificios de lenguaje, a exhibir el estilo, originándose, según dijimos, el Manierismo, que preludia al ya inminente Barroco. Fray Luis y San Juan se ciñen, sin embargo, a una perfecta sobriedad clásica, nada manierista. • En la prosa doctrinal domina también la tendencia a la naturalidad (el humanista Juan de Valdés afirma: "Escribo como hablo"). Con todo, muchos escritores espirituales hacen gala de sabiduría retórica y refinamiento de estilo. Fray Luis de León dotará a la prosa castellana de una maravillosa armonía, como veremos. Santa Teresa renuncia, por el contrario, a todo adorno, y adopta un "estilo ermitaño", desaliñado muchas veces, pero lleno de encanto. • La novela pastoril aparece llena de artificios; entre estos, la abundancia de epítetos (verde hierba, cristalino río, pintados pajaritos, etc.). La novela morisca combina la sencillez con una cierta solemnidad retórica. Por fin, el Lazarillo de Tormes acentúa la sobriedad funcional del estilo, y realiza los avances que veremos. • Cervantes, finalmente, en las Novelas ejemplares y en el Quijote, profesa también el ideal de la naturalidad expresiva, sin caer tampoco en la tentación manierista. Y así, aconseja a un amigo que debe "procurar que, a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo [...], dando a entender nuestros conceptos sin intrincarlos y oscurecerlos". Continuaba, pues, firme, en los más tempranos ideales renacentistas.

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